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Edición original:

G E S C H IC H TE UND S TR U K TU R
Karl Hanser Verlag
Munich

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Traducción: Gustavo Muñoz


Revisión y notas: Jacobo Muñoz
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Derechos para la edición en castellano

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ALBERTO CORAIOH
EDITOA
Plaza Mayor, 30
Madrid-12
Spain
ISBN: 84-7053-086-0.
Depósito legal: M: 16.163-1973.
Printed in Spain. Impreso en España
Industrias FELMAR. Magnolias, 49. Madrid-29
Alfred Schmidt
HISTORIA Y
ESTRUCTURA

C P ,115583
El libro de Schmidt recoge una serie de cuestiones y te­
mas que son ya clásicos en el pensamiento dialéctico. Cues­
tiones y temas que, suscitados en buena parte por la polé­
mica iniciada por L. Althusser, problematizan la especifi-
dad de un m étodo m aterialista dialéctico y sus relaciones
con otras tendencias m etodológicas. El hegelianismo o no
hegelianismo de Marx, la existencia de una «ruptura», sus
relaciones con el historicism o y la configuración de una
ciencia de la historia,... son algunos de los problemas que
aborda el autor. Son tam bién los problemas que han abor­
dado otros volúmenes de COM UNICACION: el colectivo
P rob lem a s actuales de la d ia léctica , los textos de Rossi so­
bre los orígenes del m aterialism o histórico, los de G. della
Volpe contenidos en C rític a de la id eología contem poránea,
el de Jakubowsky, los del C o le c tiv o 1, Id eolog ía y aliena­
ción, etc. Ante todo esto se plantean de inmediato dos pre­
guntas: ¿Cuál es la razón de acumular publicaciones sobre
estos temas, se trata de aprovechar una moda, de oportu­
nismo ante una problem ática de éxito seguro?; después,
una vez contestado lo anterior, ¿qué aporta específicamen­
te la obra que ahora presentamos?
Los argumentos en torno al oportunismo pueden ser
muy abundantes y de diverso tipo. De carácter general, a
partir de la manifiesta dependencia de la bibliografía fran­
cesa, que hubiera impuesto la polémica althusseriana; de
carácter más particular, a tenor de la peculiar penuria teó­
rica peninsular de todos reconocida y la importación de
problemas extraños abordados — y a veces resueltos— en
un plano abstracto e ideal, de pura «práctica teórica». En
ambos casos, las consecuencias serían semejantes: por de­
bajo de las apariencias de una cultura crítica y com prom e­
tida — que se rotula como tal— , la oferta que estas publica­
ciones supondrían no sería sino la de una cultura crítica
y fuera de cualquier compromiso, con el único afan de lle­
nar huecos que no dicen nada sobre el aquí y el ahora, o
que no dicen nada que sirva para el aquí y el ahora.
10

En esta opción, los textos ofrecidos vendrían a situarse


de pleno derecho y por su propia inercia, en ese g h e tto en
que la actividad cultural suele encontrarse. Aún más, serían
una perfecta mistificación en cuanto que, gracias a su apa­
rente com prom iso y criticism o — apariencia que sería su
verdadera razón de ser— impedirían la producción de tex­
tos verdaderamente críticos y com prom etidos, apoyando
así la inercia de lo existente.
A estas afirmaciones se les puede enfrentar otras de
signo contrario, para hacerlo es suficiente con cierta ha­
bilidad retórico-dialéctica. Sin embargo, ese proceder, aun­
que saliese triunfante en el plano de la discusión y los ar­
gumentos, vendrían a dar la razón, a fin de cuentas, al de­
rrotado, pues consagraría com o definitivo el terreno del
g h e tto : en ese terreno se dilucida el debate y es él quien
lim ita la proyección de lo argumentado.
M ejor que entrar en esa discusión sin sentido, es tratar
de establecer la relación de esos textos, de ese pensamiento
con la praxis. La relación de la teoría con la p rá ctica suele
ser entendida adialécticamente de dos maneras: excluyendo
(o pretendiendo excluir) la teoría y pensando la posibili­
dad de lina práctica natural, inmediata, ingénua, espontá­
nea en una palabra, y en cuanto tal capaz de equivocarse,
corrigiéndose mediante nuevos actos; afirmando, en segun­
do lugar, una relación de aplicación según la cual la teo­
ría sería el conjunto de inform aciones necesarias, ya apren­
didas, para optar por un com portam iento en un momento
dado. Si la prim era responde a un espontaneísmo pericli­
tado, que muy pocos se atreverían ya a defender, la segun­
da pasa por ser la concepción justa, incluso en relación al
pensamiento dialéctico. Según ella, la teoría general se
adquiere previamente para abordar, después, los problemas
concretos ( p revia m en te y después no hacen necesariamente
referencia, como es obvio, a fases cronológicam ente sucesi­
vas). La teoría, concebida com o inform ación es recibida,
con mayor o menor pasividad, por unos destinatarios que
pasan a la acción al aplicarla.
Esta concepción, que corresponde a lo que pudiéramos
llam ar «actitud positivista» o «n eopositivista» (si es que
existe algo así), tiene muy poco que ver con la dialéctica.
Su principal virtud es establecer una relación mecánica
entre dos extremos (teoría y práctica) que se han cosifica-
do y absolutizado, que son pensados como entidades inde­
11

pendientes y externas. En este sentido, es el negativo del


espontaneismo. Lo propio del pensamiento dialéctico re­
side, por el contrario, en la reunión orgánica de ambos ex­
tremos. Cuando en la In tr o d u c c ió n de 1857, M arx explica
la constitución del concreto de pensamiento, pone de ma­
nifiesto esta estrecha relación.
El dom inio de la dialéctica no es el de la aplicación de
la teoría, sino el de la práxis. Los problemas de m étodo, la
cuestión relativa al historicism o, al del joven M arx y la rup­
tura epistem ológica,... se insertan en un horizonte que va
mucho más allá del nivel estrictamente teórico: la lucha
de clases. N o surgen sólo com o hipótesis que responden a
vacios existentes en el cuerpo previo de conocimiento, sino
en respuesta a necesidades concretas de ese conflicto. Ese
horizonte no es un todo confuso y homogéneo, sino un con­
junto de concretos sectores articulados, uno de los cuales,
el debate teórico e ideológico, engloba a esa temática. Si el
com portam iento concreto no es un comportamiento ingé-
nuo o natural, sino m ediado por m ultitud de concepciones,
ideas, conciencias,... (qu e surgen también en ese comporta­
m iento), entonces, el debate teórico e ideológico se inclu­
ye en el con flicto más amplio.
Estas afirm aciones traen consecuencias de las que el
presente libro es buen exponente y sobre las que muchas
veces establece su crítica. La validez de una teoría no se
establece sólo a partir de su coherencia, consistencia, etcé­
tera, sino, además, p or su función y lugar en el proceso de
transform ación de la realidad. Cuando Graamsci habla de
un criterio no sólo histórico, está pensando en términos
de filosofía de la práxis, no sólo de análisis de la realidad,
de interpretación, sino de transformación.
La crítica a los planteamientos del llamado estructura-
lism o marxista, tal com o Schmidt la lleva a cabo, —y esto
es lo que diferencia específicam ente su trabajo de tantos
otros realizados sobre el m ismo tema— no se establece
exclusivamente a nivel de lectura, interpretación y exége-
sis de textos (siendo éstos medios o útiles para una fin ali­
dad más am plia), con lo que caería en la misma problem á­
tica que rechazaba, sino a partir de su función y lugar en
la praxis (sus recursos a Gramsci, por ejem plo, evidencian
de inm ediato este sentido). Desde este punto de vista, el
texto no pretende dar soluciones a problemas concretos
que tengamos planteados (pretender la existencia de lib ro s
que den tales-soluciones es caer en la falacia de la actitud
positivista o teoricista, además de «darnos con la cabeza
contra la pared»), sino que establece en el nivel del debate
que tan necesario es entre nosotros para que esas solucio­
nes surjan colectivamente.
EL TE M A : ¿H ISTO R IA A E S TR U C TU R A L
O E S TR U C T U R A AH ISTO R ICA?

Un creciente “cansancio de la historia" caracteriza,


al menos en Occidente, la segunda mitad del siglo XX.
Las técnicas de investigación de la ciencia social
actual, extremadamente refinadas y orientadas en un
sentido cuantitativo, desplazan cada vez más al pensa­
miento histórico del lugar que ocupaba en el ámbito de
la Ilustración y del idealismo alemán, en Dilthey, en las
tradicionales ciencias del espíritu, en la filosofía de la
vida y también en la filosofía de la existencia. De forma
drástica, pero penetrante, Lüthy caracteriza la actual
"matematización de las ciencias sociales" (que él in­
cluye entre las “ciencias humanas") al escribir: “El he­
cho de que la computadora sea el contemporáneo sta-
tus-symbol del método de trabajo científico está... a
punto de comprender al conjunto de las ciencias huma­
nas... Desde que Lévi-Strauss formuló la estructura del
parentesco de los borrero en términos de un modelo
matemático, ha hecho su aparición una sociología es­
tructural de la cultura que considera una civilización
como algo totalmente independiente de cualquier tipo
de consciencia de los individuos, dado que tal conscien­
cia puede suponer un sistema cerrado de comunicación
que se determina a sí mismo... La desintegración de las
ciencias humanas tiene su origen, en el fondo, en la
ilusión perseguida con metódica obsesión consistente
en creer en la posibilidad de huir desde el contexto
consciente de la historia humana y de sus siempre re­
14

novadas decisiones valorativas y de poder a la ahisto-


ricidad de las fórmulas matemáticas” (1 ). Evidentemen­
te no se trata tan sólo de un hecho puramente académi­
co. El desinterés por la historia no domina únicamente
el pensamiento científico-social moderno y la filosofía
analítica que está a su servicio; no amenaza tan sólo
el derecho a la existencia del historiador (2 ), sino que
hay que consignar que un número cada vez mayor de
personas se enfrentan a la vida cotidiana careciendo
de toda consciencia histórica; personas que permane­
cen, por decirlo con palabras de Nietzsche, como los
animales, "casi dentro de un horizonte puntiforme” (3 ).
Esto tampoco es, por otra parte, un diagnóstico neu­
tral, de "sociología de la cultura” . Con más razón puede
decirse que en esta pérdida de sentido histórico por
parte de innumerables individuos se muestra, como
Adorno ha puesto expresivamente de manifiesto, una
potente tendencia que es incluso históricamente dedu-
cible. La "atrofia de la consciencia de la continuidad
histórica... no es un mero producto de la decadencia...
sino... que está conectado necesariamente con la pro-
gresividad del principio burgués" (4 ). Adorno explica
la extrañeza a la historia propia de la consciencia ac-

(1) Herbert Lüthy, Die M athem atisierung der Sozialwis-


senschaften, Zürich, 1970, págs. 28, 31, 37 y ss. Cf. a este res­
pecto también el escrito del mismo autor Wozu Geschichte?,
Zürich, 1969, págs. 44 y ss. Cf., por lo que se refiere al aspecto
de crítica de la ideología y del lenguaje de esta metódica
supresión de la historia: Herbert Marcuse, D er eíndimensio-
nale Mensch, trad. alemana de Alfred Schmidt, Neuwied und
Berlín, 1967, págs. 117 y ss. y 184 y ss. (Hay trad. cast.)
(2) Cf. a este respecto el instructivo estudio de Reinhard
Wittram, Anspritch und Fragw ürdigkeit der Geschichte. Seclis
Vorlesungen zur M etodik der Geschichtswissenschaft und zur
Ortsbestim m ung der H istorie, Gottingen, 1969.
(3) Nietzsche, Vom Nutzen und N achteil der H istorie fiir
das Leben, Stuttgart, 1951, pág. 9.
(4) Adorno, Was bedeutet: Aufarbeitung der Vergangen-
heit, en «Erziehung zur Mündigkeit, Vortráge und Gespráche
mit Hellmut Becker, 1959 bis 1969», editor Gerd Kadelbach,
Frankfurt am Main, 1970, pág. 13.
15

tual ©n términos económico-materialistas en vez de im­


ponérsela, como es por lo demás tan usual, como una
norma científica: “La sociedad burguesa se halla uni­
versalmente bajo el imperio de la ley del cambio, del
“igual por igual” de las cuentas que cuadran y de las
que no queda propiamente ningún resto. El cambio es
por su propia esencia algo intemporal, como la misma
ratio, como las operaciones de la matemática que en
su forma pura eliminan de sí el momento del tiempo.
Así desaparece... el tiempo concreto de la producción
industrial. Esta... apenas si necesita ya de la experien­
cia acumulada. Economistas y sociólgos como W er-
ner Sombart y Max W eber han asociado el principio
de la tradición a las formas de sociedad feudales y el
principio de la racionalidad a las burguesas. Pero esto
no viene a decir otra cosa que el recuerdo, el tiempo, la
memoria... son liquidados como una forma de residuos
irracionales. Cuando la humanidad se enajena el re­
cuerdo y se agota nerviosamente en la adaptación a lo
presente, se está reflejando en ello una ley objetiva de
desarrollo” (5 ).
Adorno considera acertadamente — como muestra la
discusión contemporánea— la agobiante atrofia de la
consciencia histórica (que se ha manifestado a nivel
precientífico en la “supresión” de las monstruosidades
del pasado reciente) como un síntoma del “debilita­
miento del yo ” (6) generalizado propio de la era post­
liberal; Horkheimer y Adorno han tratado de explicar
este fenómeno desde el punto de vista económico en
su Dialéctica de la Ilustración. La continuidad histórica
y la subjetividad íntegra y capaz de la reflexión forman
un todo. Es por lo tanto simplemente lógico que los más

(5) Ibid., págs. 13 y ss.


(6) Ib id. La N aturphilosophie (cf. § 258) equipara también
el tiempo que fluye continuamente como el «mero devenir
contemplado» con el «Y o = Yo de la pura autoconsciencia».
16

notables estructuralistas hayan vinculado a la crítica al


pensamiento histórico tradicional, orientado en un sen­
tido cronológico, una crítica no menos aguda al con­
cepto de unidad e historicidad interna del yo, eliminan­
do así la problemática epistemológica del sujeto-ob­
jeto (7 ).
(7) Cuando Althusser interpreta el pensamiento marxista
como un anti-historicismo y un anti-humanismo «teórico», am­
bos aspectos se condicionan mutuamente; también se basa
—aunque, desde luego, en sentido negativo— en el punto de
vista alcanzado en la Fenom enología del Espíritu, según el
cual, la teoría del conocimiento v la teoría de la historia se
reflejan la una a la otra. Lévi-Strauss, en cuyos conocidos
escritos se hace particularmente evidente el taedium histoiriae
(que ya no se limita de ninguna manera sólo a la literatura
francesa) le disputa a la ciencia de la historia el derecho a
la primacía sobre otras formas de conocimiento. Cf. al res­
pecto el último capítulo del libro E l pensamiento salvaje,
trad. cast. de Francisco González Aramburo, México, 1962, pá­
ginas 355 y ss., donde Lévi-Strauss polemiza con la Crítica
de la razón dialéctica. La «continuidad totalizante del yo» es
considerada por Lévi-Strauss como una ilusión (socialmente
alimentada). «Y como nosotros mismos creemos aprehendei
nuestro devenir personal como un cambio continuo, nos pa­
rece que el conocimiento histórico coincide con la evidencia
del sentido íntimo» ibíd., pág. 371). Pero ni los historiadores
(ni la filosofía de Sartre) se contentan con esto; quieren «al­
canzar, fuera de nosotros, al ser mismo del cambio» (ibíd.).
Pero esto no elimina, para Lévi-Strauss, la dificultad; pues
incluso el concepto de lo que acaece realmente, del «hecho
histórico», es problemático: «Cada episodio de una revolu­
ción o de una guerra se resuelve en una multitud de movi­
mientos psíquicos e individuales; cada uno de estos movi­
mientos traduce evoluciones inconscientes, y éstas se resuel­
ven en fenómenos cerebrales, hormonales, nerviosos, cuyas
referencias son de orden físico o químico» (ibícl., pág. 372).
Las reducciones groseramente naturalistas de Lévi-Strauss, que
no dejan nada de la historia, desembocan en un «abstracto
materialismo científico-natural que excluye el proceso históri­
c o » (subrayado de Marx) criticado por Marx (en el Kapital,
volumen I, Berlín, 1955, pág. 389). Igualmente, aquellos que no
reconozcan una diferencia absoluta entre la historia natural
e historia humana se reafirmarán con Marx (cf. ibíd.) contra
Lévi-Strauss en que los hechos de la última están «más» da­
dos que los hechos meramente naturales porque los hemos
hecho nosotros. Es verdad que el historiador debe proceder
por medio de la abstracción y de la selección y que, analizando
datos singulares, se halla siempre «como si estuviese amena­
zado de una regresión al infinito» (Lévi-Strauss, op. cit., pá­
gina 372), pero esto no tiene por qué provocar las ruinosas
é

17

La elaboración consciente del pasado aun siendo


tan imprescindible constituye, sin embargo, tan sólo un
aspecto de la consciencia histórica. Los “hombres his­
tóricos" verdaderos, como los denomina el joven Nietz-
sche, no se agotan en la preservación, la lamentación
o la glorificación del pasado; su “mirada hacia el pa­
sado les impulsa hacia el futuro..., enciende la esperan­
za de que lo justo todavía ha de llegar, de que la feli­
cidad se halla tras las montañas que atraviesan" (8 ).
Ellos han comprendido en qué medida se hallan unidos
el pasado y el futuro; considerando el proceso que se
ha desarrollado, entienden su presente y luchan en fa­
vor de un futuro más humano. A pesar de toda su for­
mación histórica estos hombres piensan y actúan — na­
die ha sabido esto mejor que Nietzsche— de un modo
profundamente “ahistórico” porque carecen de respeto
por lo real. Su intensivo trabajo en la historia “no está
al servicio del conocimiento puro, sino al de la vida" (9 ).
Esto, desde luego, le estorba bien poco a Nietzsche,
pues tan sólo “por medio de la capacidad de hacer de
lo acontecido nuevamente historia se hace hombre el
hombre” (10). Continuamente aparece la necesidad de
romper estructuras inertes.
Nunca se podrá pretender hacer pasar una historia
(en este sentido dialéctico) “enemiga de la historia”
que está al servicio de “una nueva y poderosa corriente
vital, una cultura naciente” por una “ciencia pura” (11)
comparable a la matemática. Por ello nos libera de la
falsa objetiviadd de los faktum cristalizados como cosas
que sólo esperan ser registradas, lo que para Nietzsche,
consecuencias que suponen lps estructuralistas. Se entiende
que esta problemática sólo ha sido mencionada sin poder
discutirla aquí a fondo.
(8) Nietzsche, Vom Nutzen und Nachteil der Historie fiir
das Leben, op. cit., pág. 12.
(9) Ibíd., cf. también pág. 14.
(10) Ibíd., págs. 9 y ss.; cf. también pág. 11.
(11) Ibíd., pág. 14.
18

adversario en esto del positivismo, es “siempre estúpi­


do y siempre más parecido a un becerro que a un
dios” (1 2 ). Precisamente aquellos que están dotados
de sensibilidad histórica (y esto significa aquí especí­
ficamente teorética) no son en absoluto apologetas de
lo ya dado y de sus irrelevantes fluctuaciones. Se resis­
ten a la historia en vez de dejarse arrastrar por ella;
combaten “el ciego poder de los hechos..., la tiranía
de lo real” (13).
En todo lo que nos separa del grandioso y utópico
esbozo de Nietzsche es posible leer las dificultades de
la consciencia histórica actual. Tam poco está inmuni­
zado contra tales dificultades un pensamiento que se
reclame de Marx (y del marxismo). Con seguridad: la
concepción marxista de la historia, como la de su pre­
tendido enemigo secular Nietzsche, se halla estrecha­
mente referida al presente (1 4 ). Para ella, el conoci­
miento del pasado y el del futuro dependen de “la exacta
comprensión del presente” (1 5 ). Marx, en esto tam­
bién cercano a Nietzsche, recoge dentro del pensamien­
to histórico el momento antihistórico, pues “los hombres
hacen” ciertamente “su propia historia, pero no la ha­
cen arbitrariamente, bajo circunstancias elegidas por
ellos mismos, sino bajo circunstancias directamente
dadas y heredadas del pasado. La tradición de las ge-

(12) Ibtd., pág. 68.


(13) Ibíd., pág. 69.
(14) Historiadores modernos como Reinhard Wittram no
dejan ninguna duda acerca de que al «presente» le corres­
ponde «una alta función... en el conocimiento histórico». Cf. su
escrito Das Interesse an der Geschichte. Zw ólf Vorlesungen
über Fragen des ze.itgenóssischen Geschichtsverstandnisses,
Góttingen, 1958, págs. 10 y ss.
(15) Marx, Grundrisse der K ritik der Politischen Okonomie,
Berlín, 1953, pág. 365; cf. también a este respecto págs. 363 y ss.
(trad. cast. de Pedro Scarón y otros, Elem entos fundamentales
para la crítica de la economía política; Madrid, 1972, I, pági­
na 422; cf. I, 420 y ss.).
J

19

neraciones muertas oprime como una pesadilla el cere­


bro de los vivos” (1 6 ).
De modo diferente a Hegel, pero inspirándose en él,
Marx pone en el centro de sus reflexiones el doble ca­
rácter subjetivo-objetivo del proceso histórico. Precisa­
mente esto ha sido impugnado recientemente y, por
cierto, por autores que se tienen a sí mismos por mar-
xistas. Así, Althusser, el fundador de una interpretación
de Marx inspirada en el ,'estructuralismo,,> afirma po­
der concluir del Capital que “pura y simplemente hay
que eliminar todo origen y todo sujeto y hay que decir
que absoluto es el proceso sin sujeto, tanto en la reali­
dad como en el conocimiento científico" (1 7 ). Y en
otro lugar, de forma todavía más precisa, Althusser ex­
plica: “Desde Marx sabemos que el sujeto humano, el
ego económico, político o filosófico no es el 'centro*
de la historia; y sabemos también, contra los filósofos
de la Ilustración y contra Hegel que la historia no posee
ningún 'centro’ sino una estructura, que sólo en la ob­
nubilación ideológica posee un centro necesario” (1 8 ).
De todo esto no se sigue, evidentemente, que la in­
terpretación de Marx por parte de la escuela althusse-
riana niegue la historia de un modo absoluto. Tal escue­
la busca, mucho más, una teoría del proceso de trans­
formación de las estructuras sociales en la que la prio­
ridad metodológica de la sincronía sobre la diacronía
significa necesariamente una reducción o una margina-
ción apriorística de las cuestiones de fondo. ¿Qué pue­
de quedar de ellas en una teoría de la historia que co-

(16) Marx, D er achtzehnte B rum aire des Louis Bonaparte,


en Marx/Engels, Werke, vol. 8, Berlín, 1960, pág. 115. (Traduc­
ción cast. de O. P. Safont, Barcelona, 1968, pág. 11.)
(17) Althusser, Lenin und Hegel, trad. alemana de Hel-
inut Schleffel, Ponencia ante el IX Congreso hegeliano en
París, 1969 (sin fecha ni lugar de edición), pág. 18.
(18) Althusser, Freud und Lacan, trad. alemana de Hanns-
Henning Ritter y Herbert Nagel, «intemationale marxistische
diskussion» 10, Berlín, 1970, pág. 33.
20

mienza calificando de “ideológica" la cuestión — que


se debería tomar en consideración al menos por vía de
hipótesis— del sujeto unitario del movimiento histó­
rico?
"En ninguna otra parte, hasta donde alcanzamos a
ver — escribe Wittram— , se le ha concedido a la histo­
ria un rango tan alto como en el pensamiento de Karl
Marx" (1 9 ). Esto es con seguridad cierto. Sólo en la
situación actual es impugnada esta tesis incluso entre
los marxistas. El más reciente ataque a la historia so­
brepasa el mero pesimismo cultural; viene conducido
por medios conceptuales que de ninguna manera son
fácilmente eliminables. Así, basándose en el rigor cien­
tífico, Althusser plantea una crítica al concepto de
"tiempo histórico" tal como éste opera a la base de la
dialéctica hegeliana y — en último término— también
de la marxista.
El presente ensayo — que debe ser completado por
un segundo volumen— continúa los trabajos de teoría
del conocimiento y de teoría de la historia que el autor
ha ido publicando en el curso de los últimos años. Para
el que esto escribe está claro que la polémica estruc-
turalista contra la demasiado homogénea linealidad de
una concepción de la historia ingenuamente evolucio­
nista que en absoluto era extraña al marxismo de la
II Internacional contiene algunos momentos de validez.
Por lo tanto, no puede tratarse de fijar una simple opo­
sición entre el método (histórico)-dialéctico y el méto­
do estructural. To d a metacrítica de la exégesis althus-
seriana de Marx debe esforzarse por recoger al mismo
tiempo sus resultados válidos. Incluso aquellos que no
aceptan la tesis fundamental para Althusser según la
cual la obra de Marx presenta dos “problemáticas" ab­
solutamente separadas, una “ideológica" en los escri-
(19) Wittram, Anspruch und Fragw ürdigkeit der Geschich-
te, op. cit., pág. 23.
*

21

tos de juventud y una "científica" en El Capital (20),


tendrán que reconocer lo poco que se puede hablar
respecto del Marx maduro de un "historicismo" (enca­
denado a la mera cronología).
Realmente — y ésta es la antítesis que se va a man­
tener aquí con respecto a Althusser— el aspecto "cons­
tructivo” del método del Capital se puede fundamentar
de manera más adecuada sobre una base hegeliana de
interpretación materialista. El autor se esfuerza en de­
fender la herencia hegeliana en Marx en la medida en
que investiga el papel de la dialéctica en El Capital re­
curriendo principalmente a la Ciencia de la Lógica. La
crítica a Althusser se lleva a cabo así en gran medida
en una exposición positiva de la epistemología de Marx
— indisoluble de materiales de economía política— . Por
lo que se refiere a las cuestiones de historia de la teo­
ría, suscitadas especialmente por los althusserianos, se­
rán discutidas más de cerca en el segundo volumen
(en base a las premisas aquí esbozadas de la "philo-
sophie du nouvel esprit scientifique"); en particular se
tratará de enfrentar el delicado problema de la “transi­
ción” de Ricardo a Marx.
El ensayo intenta ser una contribución a la reflexión
de la concepción materialista de la historia desde el
punto de vista de la crítica del conocimiento iniciada
en todas partes a lo largo de los últimos años y que
constituye una importante tarea que es política no en
último término. Con el término "Historlk” (teoría de la
historia) el autor se vincula al famoso libro de Droysen
que entiende por tal — por una recepción en parte crí­
tica de Hegel— como "teoría de la ciencia de la histo­
ria” (Wissenschaftslehre der G aschlchte), como su "en­
ciclopedia y metodología” (21). A pesar de sus maní-
(20) Cf. Althusser, La revolución teórica de Marx. Traduc­
ción castellana de Marta Harnecker, México, 1967.
(21) Johan Gustav Droysen, Historik. Vorlesungen über En-
zyklopádie und Methodologie der Geschichte , editado por Ru-
22

fiestas diferencias con respecto al materialismo de


Marx (2 2 ), la obra de Droysen contiene algunos motivos
dolf Hübner, München, 1967, 5, pág. 377; X. Cf. para Droysen
los dos trabajos de Jom Rüsen, B egriffene G eschichte . Gene-
sis und Belgründung der Geschichtstheorie J. G. Droysens, Pa-
derborn, 1969; y Pohtisch.es Denken und Geschichtswissenschatf
bei J. G. Drpysen, en «Politische Ideologien und nationalstaat-
liche Ordnung», München y Wien, 1968. Los estudios fundamen­
tales de Rüsen son de gran interés objetivo para este ensayo;
en el último de los artículos citados muestra que en Droysen
«(se documenta) una unidad de política y ciencia histórica
que es típica para la época de la revolución burguesa en Ale­
mania. La historia como objeto de la investigación histórica
es en él, al mismo tiempo, impulso hacia la praxis política,
cuyo hilo conductor teorético nace de la relación científica
con la herencia del pasado y con su presencia actual» ( ibídem ,
página 171). «... Ha de ser la historia... también constitutiva
para la autocomprensión del presente allí donde se transfor
ma en praxis, entonces debe ser abandonada la abstracta
alternativa entre ciencia histórica despolitizada y política
deshistorizada». De este modo, como Rüsen expone más ade
lante, la obra de Droysen vuelve a situar a la ciencia histórica
(que deviene dolorosamente consciente de la pérdida de su
dimensión práctica), «en su derecho político» ( ib'ul.). Impor­
tante también la (paralela) observación de Rüsen acerca de
lo problemático de las interpretaciones que consideran a Droy­
sen como un «precursor de una teoría de la historia que se
interesa menos por los contenidos históricos que por las for­
mas de su conocimiento... que prescinde... de la conexión
explícita con la historia contemporánea. Una interpretación
de este tipo despolitiza la teoría de la historia de Droysen;
formalizada hasta llegar a ser un instrumentarlo conceptual
de la hermenéutica histórica y de las estructuras del acaecer
histórico, pierde, como teoría de la historicidad, su funda­
mento en la historia contemporánea» ( ib íd ., pág. 175). Pero
sería igualmente erróneo «subsumir simplemente, la obra de
Droysen bajo la politización nacional-estatal de la ciencia de
la historia... Pues la unidad indisoluble de historiografía, po­
lítica y teoría en Droysen es el fruto de la penetración en
un... desarrollo cuyas consecuencias determinan Lambién pre­
cisamente la discusión contemporánea sobre el problema de
la historia» ( Begriffene Geschichten, op. cit., pág. 62).
(22) La H istorik de Droysen {op. cit., cf. pág. 13 y pági­
nas '181 y ss.) parte de una dicotomía —insostenible en tal for­
mulación— entre naturaleza e historia: «La historia natural... es
sólo una cuasi-historia; historia en sentido eminente lo es
sólo la del cosmos ético, la del mundo humano.» Droysen
dice en un breve parágrafo (§ 51) que la «intervención de la
mano del hombre en la vida de la naturaleza y la modifica­
ción de ésta» es «un evento verdaderamente histórico en
sentido propio». Pero omite extraer de esto las necesarias con­
secuencias. No se discute el hecho de que la naturaleza re-
23

dignos — particularmente en la actualidad— de refle­


xión. La “Historik” , pone de relieve Rüsen, ve en "la
política, en la ciencia de la historia y en la teoría de la
historia... momentos igualmente importantes de una
misma intención” (2 3 ). A ninguna de las tres activida­
des se le concede apriorísticamente primacía sobre las
demás; todas ellas se basan en la historia material, que
sólo es accesible desde la perspectiva del presente y
de sus necesidades. La concepción de la historia sus­
tentada por Droysen tiende a ensamblar entre sí la po­
lítica y la ciencia de la historia y se deshace de tal tarea
en el momento de la confluencia del "entendimiento
histórico y de la realidad histórica” , “donde se confun­
den el sujeto y el objeto de las ciencias de la historia:
en el encuentro de la historia que se desarrolla actual­
mente con la que está viva en el recuerdo y la previ­
sión” (2 4 ). Lo que implica, ya en Droysen, un elemento
materialista. La racionalidad científica debe aclararse a
sí misma los presupuestos premetódicos, práctico-so­
ciales, de sus objetos (2 5 ). No difiere de esto la carac­
terización que hace Horkheimer del paso de la teoría
“tradicional” a la teoría “crítica” . ¿Quién podría negar
que las cuestiones de Droysen son también — mutatis
mutandls— las de una teoría marxista de la historia?
Droysen reconoce el — relativo— derecho a descri­
bir el método histórico separado de sus contenidos co­
rrespondientes; sin embargo, en última instancia, “tal
separación entre los aspectos formales y los aspectos

elaborada por el trabajo y las formas sociales —que implican


relaciones de clase— de su apropiación entran a formar parte
como momento fundamental en la existencia material de la
historia. En el segundo volumen se volverá al conflicto entre
método «comprensivo» y método «explicativo», entre historia
humana e historia natural.
(23) Rüsen, Politisches Denken und Geschichtswissens-
chaft bei J. G. Droysen, op. cit., pág. 174.
(24) Ibíd., pág. 175.
(25) Cf. ibíd., pág. 174.
24

materiales” es “tan sólo de naturaleza, doctrinaria, tan


sólo una separación teorética que nuestro enténdimien-
to... debe realizar para adueñarse de la multiplicidad
de lo real y de lo mutable. En cuanto nos acercamos
al trabajo histórico mismo, se muestra... que lo formal
y lo material se hallan en una comunidad y en una ac­
ción recíproca continuas, y esto en alto grado” (26).
De aquí también la siguiente frase de Droysen (de clara
inspiración hegeliana): "La esencia del método históri­
co se entiende investigando” (27). Se halla determina­
da — no obstante todas las reservas de la crítica del
conocimiento— "por el carácter morfológico de su ma­
terial” (28). Dicho de otra manera, la ciencia de la his­
toria tiene que enfrentarse siempre con un material ya
estructurado al que se tiene que ajustar. Esto no implica
ninguna “imagen de lo que es y de lo que acaece” , sino
“una representación de lo mismo que se amplía, se
completa y se corrige sin cesar" (29). Un yo simple­
mente idéntico, intemporal, es impensable; su "conteni­
do” es siempre "un resultado histórico, mediado, rea­
lizado" (30).
A diferencia de posteriores usos del término (como
el de Scheler), Droysen no entiende por Hlstorik una
construcción especulativa que se pretenda a sí misma
saber histórico-universal total. Para él resulta tan sos­
pechosa una "filosofía (o telogía) de la historia” como
"una física del mundo histórico” (31). Se atiene mucho
más (coincidiendo con pensadores que van desde Kant
a Lukács y Sartre) al principio — impugnado entre tanto
por los estructuralistas— según el cual la humanidad
en tanto que yo “general” , que se despliega continua­
r é ) Droysen, Historik, op. cit., pág. 189.
(27) Ibíd., pág. 328 (subrayados de Droysen).
(28) Ibíd., cf. también pág. 415, donde Droysen rechaza e)
subjetivismo epistemológico.
(29) Ibíd., pág. 7; cf. también pág. 345.
(30) Ibíd., pág. 332.
(31) Ibíd., pág. 331.
25

mente a sí mismo, constituye el "sujeto de la histo­


ria" (32). Pero se guarda mucho de fijar dogmática­
mente el curso de los acontecimientos: "La Hlstorik...
debe plantearse la tarea de ser un órgano del pensa­
miento y de la investigación históricos”; comprende la
"metódica" de ésta y la "sistemática de lo que es sus­
ceptible de investigación histórica y la tópica de la ex­
posición de lo que ha sido investigado históricamen­
te" (33).
La teoría de la historia le hará justicia a su tarea
sólo si sabe reflejar la peculiaridad de su material.
Droysen pone de relieve, del mismo modo que Marx
(con su alusión a V ico ), que en sentido estricto nos
concierne tan sólo "aquello que ha sido conformado,
impreso o tocado por el espíritu y la mano huma­
nos” (34); enfrentados a esto "estamos nosotros y nos
sentimos en sustancial afinidad y reciprocidad" (3 5 ).
Son éstas consideraciones dialécticas (a pesar de que
Droysen no haga nunca uso del término). La estructura
subjetiva-objetiva de lo histórico permite al investigador
elevarse por encima de alternativas abstractas; debe
proceder de modo simultáneo sintética y analíticamen­
te, inductiva y deductivamente. Lo mismo por lo que
se refiere a la relación entre el todo y las partes. Ambos
se iluminan recíprocamente, siendo necesario, sin em­
bargo, tener en cuenta que el dato empírico particular,
el individuo, sólo se convierte "totalidad en sí" (36) en
el contexto inteligible de un todo social más amplio que
serla erróneo absolutizar.
El hecho de que las lecciones de Droysen sobre
metodología y enciclopedia históricas — a pesar de sus

(32) Ibíd., pág. 267.


(33) Ibíd., pá£. 331. Droysen trata estos tres aspectos de
la teoría de la historia en las págs. 332-366.
(34) Ib íd ., pág. 328.
(35) Ibíd., pág. 329.
(36) Ibíd.
26

puntos débiles— sean de algún interés para la autorre-


flexión del materialismo marxista tiene, aparte de los
motivos actual-sustanciales a los que ya nos hemos re­
ferido, otros motivos de naturaleza (general e) histérico-
problemática. Se han recordado brevemente porque re­
presentan la transición a la cuestión del campo del
objeto de una teoría marxista de la historia.
Cercanas a la (un poco más reciente) "crítica de la
razón histórica" diltheyana, las tentativas de Droysen
pertenecen al período postidealista. Con el muy discu­
tido naufragio de la especulación hegeliana, el "enten­
dimiento histórico" viene a ser el nuevo tipo de pensa­
miento. Los problemas se agudizan en la zona — difícil
de delimitar— que se extiende entre la metafísica (dog­
mática) de la historia, la praxis de investigación de las
ciencias históricas particulares y la historia política con­
temporánea. Además, las ciencias del espíritu, desarro­
lladas hacia la mitad del siglo XIX, necesitan de una
"fundamentación” que las delimite de las ciencias de la
naturaleza desde el punto de vista del método.
El filósofo de la vida Dilthey ha intentado proporcio*
nar esta fundamentación combinando una tipología su-
pratemporal construida sobre una base psicológico-an-
tropológica con un relativismo sin fronteras; lo frágil y
contradictorio de este enunciado fue puesto en eviden­
cia por parte marxista (37).

(37) Cf. Lukács, Die Zerstórung der V ern un it , Berlín, 1954,


págs. 341 y ss. [Traducción casi, de Wenceslao Roces, E l asalto
a la razón, Barcelona-México; Grijalbo, 1968]. La polémica- de
Lukács había de tocar un aspecto en todo caso importante
de la obra —extremadamente complicada— de Dilthey. Los
estudios de Gorsen, Hebermas y Lieber muestran cómo la
cuestión no está solucionada. El ensayo de Manfred Riedel
Das erkenntniskritische M o tiv in Diltheys Theorie der Geis-
teswissenschaften remite, más allá, a paralelismos de la his­
toria del problema, hasta ahora poco tomados en considera­
ción, con Feuerbach, Marx y Nietzsche. El ensayo se encuen­
tra en «Hermeneutik und Dialektik», I, editado por Rüdiger
Bubner, Konrad Chamer y Reiner Wiehl, Tübingen, 1970, pági­
nas 233-255.

«
27

Marx y Engels pertenecen también a aquellos auto­


res que en el pasado siglo contribuyeron a abrir una
brecha en el pensamiento histórico. También se enfren­
taron ellos a la difícil cuestión de cómo surge a partir
de la compleja e infinitamente rica realidad histórica la
formación (Gebílde) teorética que denominamos "histo­
ria”. La nueva "ciencia de la historia” (38) inaugurada
por ellos en el período anterior a 1848, a la que con­
fieren un significado universal, se aparta del historicis-
mo académico de la época posthegeliana en tres pun­
tos esenciales:
1. Se contrapone a todas las tendencias orientadas
a mantener una separación absoluta o incluso a marcar
una contradicción entre la naturaleza y la historia y sus
respectivos modos de conocimiento. Ambas pertenecen
mucho más al mismo mundo cuya unidad cognitiva (y
en medida creciente también real) se funda sobre la
praxis colectiva; "mientras existan hombres la historia
y la naturaleza y la naturaleza y la historia se condicio­
narán recíprocamente" (3 9 ). La unidad del hombre y la
naturaleza no es — como creía el viejo materialismo—
meramente genética; ella "ha consistido siempre en la
industria, siendo de uno u otro modo... en cada épo­
ca” (4 0). Marx y Engels objetan a Feuerbach que se le
escape "cómo el... mundo sensible no es algo inme­
diatamente dado desde la eternidad, siempre igual a sí
mismo, sino e! producto... de las condiciones sociales...,
un producto histórico..., el resultado de la actividad de
toda una serie de generaciones, cada una de las cuales
se apoyó sobre los hombros de la precedente... Incluso
los objetos de la más simple "certeza sensible” le han

(38) Die deutsche Ideologie, en Marx/Engels, Werke, vo­


lumen 3. Berlín, 1962, pág. 18 (variante del texto). [N o inclui­
da en la trad. cast., Wenceslao Roces, La ideología alemana>
Barcelona, 1970.]
(39) Ibíd.
(40) Ibíd., pág. 43 (trad. cast. cit., pág. 47).
28

sido dados sólo a través del desarrollo social, de la in­


dustria y de las relaciones comerciales” (41). Estas
consideraciones son significativas desde el punto de
vista de la teoría de la historia porque muestran que
Marx y Engels no cultivaban ningún “realismo de la his­
toria” (42). Se enfrentaban expresamente con una “his­
toriografía llamada objetiva” que se esfuerza por “com­
prender las relaciones históricas separadas de la activi­
dad” (43).
“Actividad” — sea inmediatamente subrayado— no
significa aquí tan sólo el proceso vital social que pro­
duce lo que se le presenta al individuo como inmedia­
tez acabada, sino en la misma medida la actividad (en
sentido estricto) crítica del científico que sigue las múl­
tiples mediaciones histórico-naturales e histórico-socia-
les. La tarea teorética de subordinar “lo que se puede
tocar con la mano, la apariencia sensible, a la realidad
sensible captada por medio de una investigación más
profunda de los hechos sensibles” (44) le corresponde a
la mediatez objetiva del material (que permanece ocul­
ta al pensamiento com ún). No es erróneo en sí el in­
tento de Feuerbach de distinguir entre la esencia y la

(41) Ibícl. (trad. cast., pág. 47).


(42) Georg Simmel entiende por esta expresión el pendant
de la ciencia histórica hacia el realismo ingenuo del conoci­
miento natural. «Siempre —escribe Simmel (en su libro Die
Problema der Geschichtsphilosophie, München-Leipzig, 1922, pá­
gina 54)— se le plantea imparcialmente a la teoría de la his­
toria la tarea de dejarnos ver lo que ha acontecido 'tal como
verdaderamente ha sucedido'. Contrariamente a esto, hay que
tener claro que todo conocimiento es una transcripción de lo
inmediatamente dado a un nuevo lenguaje, sólo que con sus
propias formas, categorías y exigencias. Desde el momento en
que los hechos... pasan a ser ciencia, han de responder a pre­
guntas que en la realidad... nunca se les han planteado; para
satisfacer las necesidades del saber reciben una sistematiza­
ción... que pasa por encima de la cabeza de la realidad, por
así decirlo, que crea una nueva forma a partir 4e ellos...».
(43) Die deutsche Ideologie, op. cit., pág. 40 (subrayados
de Marx). (Hay trad. cast.)
(44) Ibíd., pág. 43 (subrayado de Marx y Engels).
29

superficie de las cosas: Sólo que “no acabará en últi­


ma instancia con la realidad sensible... hasta que no la
observe con los 'ojos’, es decir, con las 'gafas' del
filósofo” (45).
De hecho, con la descripción objetiva del proceso
de producción material, la “filosofía independiente"
pierde su "medio de existencia" (46), pues desde
ahora deviene posible descubrir el "fundamento real” de
lo que constituía el objeto de conceptos metafísicos co­
mo “sustancia” y “esencia del hombre” : la “suma de
fuerzas productivas, capitales y formas de relación so­
cial que cada individuo y cada generación encuentra
como algo dado” (47). Con otras palabras, la especula­
ción no es rechazada simplemente como una tontería,
sino llevada a su verdadero contenido. Se convierte en
instrumental conceptual de la investigación materialista
cuya función es “facilitar la ordenación del material his­
tórico, indicar la sucesión de cada uno de sus estratos
particulares” (48). Está bien claro: Marx y Engels son
todo lo contrario que unos ingenuos — desde el punto
de vista metodológico— . De su rechazo del idealismo no
se sigue de ninguna manera una adscripción a una po­
sitividad estrecha. Ellos han aprendido de Hegel mu­
cho más, la importancia de conducir los objetos al dis­
curso. Si no es dominada conceptualmente, la historia
acaba siendo, a lo sumo, una “colección de hechos
muertos" (4 9 ). El historiador materialista, por el contra­
rio, debe esforzarse por comprender cada cosa: por
representarla en “su totalidad” (50).
2. Otra diferencia (relacionada con la ya tratada)
entre la teoría materialista de la historia y el historicismo

(45) Ibíd. (subrayado de Marx y Engels).


(46) Ib íd ., pág. 27.
(47) Ibíd., pág. 38.
(48) Ibíd., pág. 27.
(49) Ibíd.
(50) Ibíd., pág. 38.
30

burgués consiste en que aquélla destruye la idea de que


existe una inmanencia pura de los desarrollos ideales.
Es significativo el hecho de que precisamente el idea­
lista Hegel, con su idea de que sólo el entero espíritu
“tiene una historia real” (5 1 ), haya preparado la crítica
materialista a la “historia del espíritu" (com o quinta­
esencia de historias particulares especializadas y aísla-
b le s). Así, en la Fenomenología del Espíritu, dice: “ El
espíritu como un todo sólo es en el tiempo y las formas,
que en cuanto tales son formas del espíritu entero, se
presentan en una sucesión; pues sólo el todo tiene, en
sentido propio, realidad" (5 2 ).
Fundándose en esto, Marx y Engels desarrollaron su
teoría del proceso histórico com o una sucesión sujeta
a leyes de formaciones económico-sociales. Las rela­
ciones de producción no son para ellos un “factor" de­
terminante (junto a otros de menor im portancia), sino
un concepto estructural; el carácter que asumen hace
de un período de tiempo una totalidad concreta y defi­
nible. Sólo ella tiene una historia — accesible a una teo­
ría unitaria— : “Tam bién las formaciones nebulosas que
se condensan en el cerebro de los hombres son subli­
maciones necesarias de su proceso material de vida,
proceso empíricamente registrable... La moral, la reli­
gión, la metafísica y cualquier otra ideología y las for­
mas de consciencia que a ellas corresponden pierden,
así, la apariencia de su propia sustantívidad. No tienen
su propia historia ni su propio desarrollo, sino que los
hombres que desarrollan su producción material y su
intercambio material cambian también, al cam biar esta
realidad, su pensamiento y los productos de su pensa­
miento" (5 3 ).
(51) Lukács, D e r jiinge Hegel, Berlín, 1954, pág. 533 (subra­
yados de Lukács). [Trad. cast. de Manuel Sacristán, E l joven
Hegel, Barcelona-México; Grijalbo, 1963.]
(52) Hegel, Phanom enologie des Geistes, Hóffmeister, Ham-
burg, 1952, pág. 476. (Hay trad. cast.)
(53) D ie deutsche Ideologie, op. cit., págs. 26 y ss.

i
31

De aquí se sigue la imposibilidad de fundamentar


antropológicamente la historia. Si “fuera del espíritu de
los individuos reales, materialmente determinados" no
existe ningún “espíritu particular” (54), entonces el pro­
ceso histórico no expresa nada que se pudiese interpre­
tar como un “sentido" continuo y unitario. Los hombres
junto con su cultura recaen en una radical transitorie-
dad (5 5 ). Volvamos, para esclarecernos las cosas más
de cerca, al concepto problemático de “historia del es­
píritu". Dilthey habla, ciertamente, del mundo siempre
ya dado del espíritu objetivo, pero para él lo único que
resulta significativo es que a él sólo se puede acceder
psicológicamente: en la “autocomprobación” de la “vi­
vencia” individual. La unitariedad de la experiencia se
basa en la “conexión estructural de la vida aními­
c a ” (5 6 ), tras de la cual nos es imposible retroceder.
Pues como “los sistemas de la cultura... son derivados
de la conexión viva del alma humana, pueden... ser
comprendidos tan sólo por ésta. Dado que los hechos
psíquicos constituyen su parte más importante, no pue­
den ser, por lo tanto, entendidos en ausencia de análisis
psíquicos” (5 7 ).
Si la psicología se convierte de esta forma en una
indispensable disciplina auxiliar de la historia, Dilthey
se esfuerza, por otra parte, en deducir de su objetividad
antes que nada aquello de lo que se ocupa; pues “el
hombre sólo se conoce en la historia, nunca mediante

(54) Ibíd., pág. 26 (variante del texto).


(55) La interpretación de Marx publicada por Horkheimer
en la Z e its ch rift fü r Soziaíforschun$ ha acentuado decidida­
mente el —innegable— momento antunetafísico y nihilista del
materialismo histórico; en intérpretes como Bloch o Lukács
esto se manifiesta menos porque se refieren al género humano
como el sujeto universal de la historia; este motivo —huma­
nista— también se puede encontrar en el Marx maduro.
(56) Dilthey, Gesammelte Schriften, vol. V, editado por
Bernhard Groethuysen, Stuttgart, 1957, pág. 237.
(57) Ibíd., págs. 147 y ss.
32

la introspección” (5 8 ). Por cierto que Dilthey tiene, afin


en esto a los estructuralistas contem poráneos,. ya por
“absolutamente unilateral” (59) la “problemática” de
la filosofía de la historia tradicional, a saber, si al pro­
ceso histórico le es inherente un “fin” , una “dirección
global” . La historia discurre menos a través de un pro­
greso lineal que por medio de "contextos singulares de
actividad” (6 0 ). En ellos — los “siempre presentes”—
se debe, según Dilthey, "buscar... el sentido manifiesto
de la historia — desde la estructura de la vida individual
hasta la última unidad omnicomprensiva: éste es el sen­
tido que tiene siempre y en todas partes, el que... tam­
bién (determ inó) el desarrollo precedente y al que se
halla sometido el futuro” (6 1 )— . Quien se dedica a in­
vestigar la estructuración de los ámbitos espirituales
debe demostrar esta "regularidad del mundo históri­
c o ” (6 2 ). La cuestión de un absoluto — en devenir— en
la historia es a-científica y, por lo tanto, ociosa.
Así, el pensamiento histórico radical de Dilthey — él
mismo caracteriza la "consciencia... de la finitud. . de
toda situación social” como "último paso hacia la libe­
ración del hom bre” (6 3 )— acaba siendo una ontología
estática lógicamente preordenada por el acaecer mate­
rial. No consiguiendo superar dialécticamente la antino­
mia entre relatividad inevitable y pretensión de realidad
objetiva procura ayudarse por medio de la — idealista—
suposición de que todo cambio tiene lugar “en el seno

(58) Dilthey, Gesaminelte S ch riften, vol. V II, editado por


Bernhard Groethuysen, Stuttgart, 1958, pág. 279.
(59) Ibíd., pág. 172.
(60) Ibíd., cf. también pág. 307, donde Dilthey niega ex­
presamente que los «acontecimientos históricos... (conten­
gan)... en su fluir paralelo y sucesivo... los medios... para de­
rivar una trama originaria (o causal) que los entrelace, las
leyes de formación que los domine, un progreso, en fin, una
evolución que venga a consumarse en ellos».
(61) Ibíd .
(62) Ibíd., pág. 173.
(63) Ibíd., pág. 290.
33

de lo uniforme de la naturaleza humana"; lo que produ­


ce "particularidades" que debe estudiar el historiador:
"Sobre la base de la homogeneidad de... procesos que
discurren a través de todos los individuos de esta hu­
manidad, aparecen..., pues, la individualidad, las grada­
ciones de las diferencias entre individualidades, afini­
dad y tipo: éstas constituyen el objeto de la psicología
comparada" (6 5 ).
Convencido de que "lo uniforme (daa Glelchfórmlg)
constituye la base de la individualización" (66), Dilthey
considera los grandes períodos de la cultura como pe­
recederas formas de expresión de algo imperecedero.
La esencia homogénea del hombre en cierto modo se
abre en abanico en sus diversos aspectos en el trans­
curso de los siglos. Lo que era peculiar de cada indivi­
duo en el origen aparece de forma más intensa en las
"personalidades representativas", en las que se expre­
sa "la constitución espiritual de toda una época" (6 7 ).
“ Razas humanas, naciones, clases sociales, formas pro­
fesionales, estadios históricos: todo esto no son más
que... delimitaciones de las diferencias individuales en
el seno de la naturaleza humana uniforme" (68) que se
expresa de forma específica en cada época.
Salta a la vista lo discutible de una esencia humana
así concebida; la metafísica diltheyana eleva hechos
altamente diferenciados, tales como hechos naturales,
socio-económicos y acontecimientos histórico-genera-
les a los que se coloca en un contexto de época dado
por los "sistemas culturales", a partes (en diferencia­
ción) de la objetivación de la "vida", entendida ésta en
sentido psíquico.
(64) Dilthey, Gessammelte S chriften, vol. V, op. c it ., pági­
na 235 (subrayados de Dilthey>
(65) Ibíd., pág. 241.
(66) Ibíd., pág. 268.
(67) Ibíd., pág. 236.
(68) Ibíd.
34

Es difícil de aceptar que los fenómenos culturales


de una época, acaso su unidad, descansen sobre una
estructura psíquica que manifieste cada vez un aspecto
de la naturaleza total del hombre (cosa que Dilthey,
contrariamente a Hegel, no valora necesariamente en
el sentido de un progreso “orientado” ). En vista del dis­
currir realmente antagonista de la historia es aconseja­
ble hablar con cautela de tal — frágil en extremo— to­
talidad; además, tal discurrir reúne a todos los niveles
del metabolismo existente entre los individuos organi­
zados socialmente y la naturaleza, lo humano y lo ex­
trahumano, por lo que es imposible que se pueda ex­
presar en él ninguna esencia humana “pura” que fuese
accesible a la “psicología comprensiva” . Partiendo de
una “vida anímica uniforme de una universal naturaleza
humana” (6 9 ), no se comprende ni un período de tiem­
po singular ni una sucesión. “Si la historia se articula...
según las diferentes maneras en las que el proceso vital
de la... sociedad tiene lugar, entonces las categorías
de base no son psicológicas... sino económ icas” (7 0 ).
3. El materialismo histórico se diferencia de la his­
toriografía burguesa por su concepción de la “ historia
mundial” . Mientras que los libros de texto y los manua­
les tradicionales entienden por historia universal (Uni-
versalgeschichte) e historia mundial (Weltgeschichte)
— términos que son utilizados a menudo indiferentemen­
te— de un modo muy sumario el “intento de una visión
global de todo el proceso histórico desde los comienzos
de la cultura humana” (7 1 ), para Marx y Engels el con-
(69) Horkheiraer, Geschichte und Psychologie, en «Kritis-
che Theorie», vol. I, editado por Alfred Echmidt, Frankfurt am
Main, 1968, pág. 29. Cf. Die deutsche Ideologie ( op . cit., págs. 48
y ss.), para la crítica de la fe idealista-antropológica «de que
todas las relaciones del hombre puedan ser derivadas del con­
cepto de hombre, del hombre imaginado, de la esencia del hom­
bre, del hombre».
(70) Horkheimer, Geschichte und Psychologie, op. cit.,
página 18.
(71) Wolfgang Mommsen, artículo Universcilchichte del
35

cepto tiene, de alguna manera, una implicación teoré­


tica. Veámoslo brevemente.
En la Introducción de 1857 a la Contribución a la
crítica de la economía política se encuentra la siguiente
nota, tan concisa como rica en contenido: "La historia
mundial no ha existido siempre; la historia como histo­
ria mundial es un resultado" (7 2 ). A Marx le importa
"no entender” el concepto de progreso "de la manera
abstracta habitual" (7 3 ). Cuando en los años cincuenta
se enfrentó con el casi aplastante material histórico-so-
cial (se piensa en los trabajos preparatorios del Capi­
tal), Marx se dio cuenta de la inutilidad de cualquier
esquema rígidamente lineal de etapas que se van suce­
diendo. No le preocupa tan sólo “la relación desigual
entre el desarrollo de la producción... y la producción
artística, por ejemplo” , sino que choca con notables
desproporciones y fracturas "en el seno de las relacio­
nes práctico-sociales mismas" (7 4 ). ¿Cómo se puede
explicar, por ejemplo, el hecho de que las modernas
relaciones de producción, consideradas como relacio­
nes jurídicas, hayan quedado atadas al derecho priva­
do romano, que presupone una economía totalmente
diferente? Difíciles cuestiones que inducen a Marx a
prestar atención a la complicada dialéctica del azar y la
necesidad. Sus textos de aquel período testimonian lo
cuidadoso de su procedimiento.
El resultado más importante de estos extensos estu-
«Das Fischer Lexikon 24, Geschichte», editado por Waldemar
Besson, Frankfurt am Main, 1961, pág. 328. La definición de
Mommsen es típica para muchos autores. Sobre Marx escribe:
«A pesar de la violencia con la que Marx, todavía más que He-
gel, construía la historia adecuándola a principios aprioris-
tas, su teoría ha colocado al pensamiento histérico-universal
en un plano completamente nuevo.» Pero Mommsen no aclara
la importancia que esto pueda tener.
(72) Marx/Engels, Werke, vol. 13, Berlín, 1964, pág. 640 [tra­
ducción cast. de J. Merino, apéndice de Contribución a la c r í­
tica de la economía política , Madrid, 1970, pág. 280].
(73) Ibid . (trad. cast. cit., pág. 280).
(74) Ibid. (trad. casi, cit., pág. 281).
36

dios históricos de Marx, que constituyen — cosa que


hoy es a menudo velada— la base (Unterbau) tnaterial
de toda su teoría económico-política (y a lá que, en esta
medida, pertenecen), es la comprensión de la radical
historizaclón de la historia conexa al “devenir” y a la
"existencia” de la producción capitalista. La historia
pasa a ser historia mundial en la medida en que los
hombres salen de la seminaturalidad de las agrupacio­
nes y comunidades precapitalistas, en la medida en que
viven bajo relaciones que no son ya dadas, sino produ­
cidas: “El capital crea así la sociedad burguesa y la
apropiación universal tanto de la naturaleza como de la
relación social misma por los miembros de la sociedad.
Henee the great civilising influence of capital; su pro­
ducción de un nivel de la sociedad, frente al cual todos
los anteriores aparecen como desarrollos meramente
locales de la humanidad y como una idolatría de la na­
turaleza. ( . . . ) El capital, conforme a esta tendencia
suya, pasa también por encima de las barreras y prejui­
cios nacionales..., liquida la satisfacción tradicional, en­
cerrada dentro de determinados límites y pagada de sí
misma, de las necesidades existentes y la reproducción
del viejo modo de vida. ( . . . ) [El capital] derriba todas
las barreras que obstaculizan el desarrollo... y el inter­
cambio de las fuerzas naturales y espirituales” (75).
Si Marx no hubiese sido un dialéctico crítico, se ha­
bría limitado a celebrar esta función emancipatoria e
histórica del capital. Marx no olvida nunca, más allá
del contenido humano-genérico de la riqueza desplega­
da en el mundo moderno, su “limitada forma burgue­
sa” (76) que es necesario superar (aufheben). Y reto-
(75) Marx, Grundrisse der K ritik der Politischen Okono-
mie, op. cit., pág. 313 [trad. cast. cit., I, pág. 362] (subrayados
de Marx). Marx retoma aquí un importante motivo de los es­
critos juveniles, en particular de la Ideología alemana y del
M anifiesto del Partido comunista.
(76) Ibíd., pág. 387 (trad. cast. cit., I, pág. 447).
37

ma (cosa que aquí sólo puede ser indicada de pasada)


el tema central de los Manuscritos de París al poner de
relieve que, bajo las relaciones dominantes, “esta elabo­
ración plena de lo interno aparece como vaciamiento
pleno, esta objetivación universal, como enajenación
total, y la destrucción de todos los objetivos unilatera­
les... como sacrificio del objetivo propio frente a un
objetivo completamente externo” (77).
Esta peculiar conversión de lo positivo en negativo
no es meramente una apariencia presente sólo en la
consciencia de los partícipes, sino un proceso real que
se incrementa y repite diariamente en el crecimiento
"de ese enorme poder objetivo que el propio trabajo
social se ha contrapuesto a sí mismo como uno de sus
momentos” (78). Su necesidad, no obstante, es histó­
rica; no es absoluta. Y sólo por el hecho de que el tra­
bajo vivo en su inmediatez ya no se presenta aislado;
con la abolición de su carácter “solo interiormente, o
solo extrínsecamente general, con el poner de la activi­
dad de los individuos como inmediatamente general o
social, a los momentos objetivos de la producción se les
suprime esa forma de la enajenación; con ello son pues­
tos como propiedad, como el cuerpo social orgánico
en el que los individuos se reproducen como individuos,
pero como individuos sociales” (7 9 ).
La unidad de la intención global de Marx queda cla­
ra para formulaciones que delimitan con precisión lo
específicamente hlstórlco-fllosóflco del pensamiento de
Marx (cosa que pasa inadvertida para la visión cien-
tificista estrecha de los estructuralistas). Desde los pri­
meros hasta los más maduros escritos, la obra de Marx
está determinada por la idea del “libre individuo so-

(77) Ibíd., cf. también págs. 203 y 318 (trad. cast. cit., pági­
na 448; cf. también págs. 235 y 367).
(78) IbícL., pág. 716 (trad. cast. cit., II, págs. 394-5).
(79) Ibíd., pág. 716 [trad. cast. cit. II, pág. 395] (subrayado
de Marx).
38

cialM (80),. la cual si es cierto que no puede ser juzgada


según los criterios inmediatos de las ciencias particula­
res, sí que se halla mediada por la evolución de la rique­
za social; pues ¿qué es — una vez liberada de la parti­
cularidad burguesa— sino “la universalidad de las ne­
cesidades, capacidades, goces, fuerzas productivas,
etc., de los individuos, creada en el intercambio univer­
sal” ? (8 1 ). Lo universal-humano puede pasar de ser
una frase vacía a ser realidad mediante la “elaboración
absoluta” de las “disposiciones creadoras” (82) de to­
dos y cada uno. Riqueza desvinculada significa para
Marx que la "totalidad del desarrollo” es elevada a “fi­
nalidad en sí” y que deja de estar subordinada a un
"patrón preestablecido” . La humanidad liberada no bus­
ca “permanecer como algo devenido” ; está "en el mo­
vimiento absoluto del devenir” (83).
“ La razón — escribe Marx ya en 1844— ha existido
siempre, sólo que no siempre ha existido en forma ra­
cional. El crítico, pues, puede partir de todas las formas
de la consciencia teorética y práctica y desarrollar, a
partir de las formas propias de la realidad existente, la
realidad verdadera como su deber ser y su finalidad
última” (84). Aquí se dibuja ya la base materialista del
humanismo revolucionario. Desde el momento en que
Marx contrapone la razón instrumentalmente limitada a
su “forma racional”, la “ realidad existente” a la "ver­
dadera", remite a la necesidad no de “construir” el
futuro, sino de derivarlo del análisis material de lo exis­
tente. Este es precisamente el tema decisivo de los
Grundlsse. Para Marx la “forma más extrema de la

(80) Ibíd., cf. pág. 111 ( ibíd ., trad. cast. cit.).


(81) Ibíd., pág. 387 (trad. cast. cit., I, pág. 447).
(82) Ibíd.
(83) Ibíd. [trad. cast. cit., I, pág. 448] (subrayado de Marx).
(84) Marx, B rieie aus den « Deutsch-Franzosischen Jahr-
büchern », en Marx/Engels, Werke, vol. 1, Berlín, 1957, pág. 345
(subrayado de Marx).
39

enajenación en la cual... la actividad productiva aparece


respecto a sus propias condiciones y su propio pro­
ducto en la relación del capital con el trabajo asala­
riado” es "un punto de pasaje necesario” ; pues “en sí,
aun cuando en forma invertida, apoyada sobre la ca­
beza” , la situación de alienación contiene "la disolu­
ción de todos los presupuestos limitados de la produc­
ción” ; ella crea sus "presupuestos no condicionados...
y por ello, las condiciones materiales plenas para el
desarrollo universal, total, de las fuerzas productivas
de los individuos” (85). Análogamente se expresa Marx
en el III volumen del Capital cuando discute, en un co­
nocido pasaje, acerca de las bases histórico-universales
del "reino de la libertad” (8 6 ).
De lo dicho debe quedar claro que lo histórico-filo-
sófico constituye tan sólo un aspecto — cierto que no
negligible— del pensamiento histórico marxista; éste
consiste mucho más en un impulso humanista radical
que anima (y del que surgen) investigaciones concre­
tas que en un esquema doctrinario del desarrollo. No
olvidemos que Marx dijo explícitamente en el conocido
(después canonizado) Prefacio al escrito Contribución
a la crítica de la economía política de su teoría acerca
de las "épocas progresivas de la formación social eco­
nómica” (87) que era el "hilo conductor” (88) de sus
estudios. Y en 1877 se vio obligado — por razones polí­
ticas— a defender su "esquema histórico del origen
del capitalismo en Europa Occidental” (89) (es decir,

(85) Marx, Grundrisse der K ritik der Politischen Okono-


mie, op. cit., págs. 414 y ss. (trad. cast. cit., I, págs. 479 y ss.).
(86) Marx, Das Kapital, vol. III, Berlín, 1953, cf. págs. 871-
874. (trad. cast. de W. Roces, E l Capital, vol. III, México: F.C.E.,
1946).
(87) Marx/Engels, Werke, vol. 13, op. cit., pág. 9.
(88) Ibid., pág. 8.
(89) M arx an die Redaktion der « Vaterlandischen Blat -
íer», noviembre 1877, en Marx/Engels, Ansgewahlte Briefe, Ber­
lín, 1953, págs. 371 y ss. (traducción del francés).
40

el capítulo 24 del Capital) contra un escritor ruso que


lo había convertido en una “teoría filosófico-hístórica
del proceso general de desarrollo” , según la cual es­
taría “fatalmente prescrito para todos los pueblos aque­
llo que constituiría las condiciones sociales en las que
se encontrasen” (90). Una "clave universal” tal es fal­
sa; su “mayor mérito (consiste) en ser suprahistóri-
ca” (91). El Marx historiógrafo no se deja suplantar
por el Marx teórico de la historia o el Marx político;
él une a la amplitud mental, que le preserva del des-
criptívismo puro y simple, el respeto por los hechos
(el cual, sin embargo, a menudo es constatable en cuan­
to tal sólo sobre la base de la teoría).
Con esto habríamos delimitado a grandes trazos el
campo del objeto de una teoría marxista de la historia
en su aspecto histórico-material. Ella comprende, si nos
es lícito tomar — mutatis mutandls— el término droysea-
no, en primer lugar una metódica: reflexiones de filoso­
fía y teoría de la historia, historiográficas e incluso
reflexiones de naturaleza política. De la selectividad
tan sólo relativa existente entre estas prospectivas — ob­
jetivamente condicionadas— no se sigue que se pueda
negligir sus diferencias. Para la teoría de la historia
y para su construcción es válido decir lo que se debe
predicar en general de la teoría del materialismo dia­
léctico: que no es ni una unidad (92) sin diferencias
ni una suma inconexa de disciplinas singulares.
Hay que tener presente esto para eliminar desde el
principio el posible malentendido de que la intención
del autor de este escrito es puramente académica, aje­
na a los problemas de fondo del marxismo (que son,
(90) Ibid., pág. 371.
(91) Ibíd.
(92) En el período de decadencia del marxismo su conge­
lación en una ideología cerrada e indiferente a su propio con­
tenido se compatibilizó bien sólo con «pasajes» oscuros y
conceptualmente indemostrados de un plano de la argumenta­
ción a otro.
41

al mismo tiempo, los problemas de fondo de nuestra


época). El autor cree, contrariamente, poder llamar la
atención general sobre un complejo de problemas, cuya
indudable actualidad se puso de manifiesto al princi­
pio, al proponer el concepto de “teoría marxista de
la historia” (marxistische Historik). Querría contribuir
a que el presente fuese concebido, a la manera del
joven Lukács, como historia.
El hecho de que este libro, que se ocupa predomi­
nantemente de un objeto que Droysen (a pesar de que
en contraste con Dilthey no fuese un precursor del
pensamiento histórico estructural) habría asignado a una
"sistemática” y a una “tópica” de la historia, aborde
en la parte introductoria con relativa extensión cues­
tiones de historia material, no formalizada, caracteriza
su tarea polémica.
Como muestra el estado de la discusión, al menos
en Francia, se ha confirmado la sospecha manifestada
por Barthes en 1966, a saber, que la "resistencia prin­
cipal contra el estructuralismo” vendría más bien de
parte marxista y que “giraría en torno al concepto de
historia, no al de estructura” (93). Si los intérpretes
de Marx habían asegurado hasta ahora que ambos con­
ceptos se encontraban en una "unidad dialéctica” (a
menudo fueron discutidos bajo la fórmula "relación en­
tre lo lógico y lo histórico” ), pronto ya no bastaría tal
— muchas veces tan sólo formal— información. A me­
dida que el pensamiento estructural pasaba de la lin­
güística a las ciencias sociales, en las que daba buen
resultado, introducía también en el marxismo — en prin­
cipio, en el francés— una nueva reflexión rica en con­
secuencias: la historia (diacronía) y la estructura (sin­
cronía) se desgajaban muchas veces; al menos su uni-

(93) Roland Barthes, Die strukturalistische Tátigkeit , en


«Kurbuch 5», editado por Hans Magnus Enzensberger, Frank-
furt am Main, 1966, pág. 190.
42

dad (hasta ahora meramente afirm ada) resultaba pro-


blem atizada. Con ello, El Capital se colocaba ,en el
centro de debates acolorados llevados a cabo, por una
parte, por Althusser y sus discípulos, y por la otra, por
diversos autores famosos com o Sartre, Lefebvre y Ga-
raudy.
A esta discusión, que todavía está abierta — y que
el autor sigue desde tiempo atrás— se vincula este li­
bro. Cuand o los representantes de la escuela de Al­
thusser critican la interpretación "historicista” y "hu­
m anista” de Marx, piensan ante todo en Gram sci, cuya
identificación de la teoría filosófica con la historia y con
la historiografía rechazan con la misma decisión con
la que ven en El Capital una "obra puramente teoréti­
c a ” a la que ponen en inmediata antítesis con la "his­
toria concreta” (9 4 ). El libro pondera lo que es justo
y lo que no lo es en las posiciones de Gram sci y de
Althusser, confrontándolas. Por lo demás, interpreta la
obra del Marx maduro sobre el fondo de su recepción
materialista de Hegel con lo que puede com prender el
papel — poco esclarecido hasta ahora— que le corres­
ponde precisamente al “sistem a” hegeliano con su com ­
pleja relación con respecto al proceso histórico en la
crítica de la econom ía política. Tal recurso a Hegel es
indispensable en la m edida en que permite sustraerse
al círculo vicioso de una estructura ahistórica, que es
cognoscible, y una historia aestructural, que no es cog­
noscible.
Algunas partes del libro fueron expuestas en ene­
ro de 1970 en la Universidad de Heidelberg, otras en
junio de 1971, en el Instituí für Um weltplannung de Ulm,
en la Universidad de Tübingen y en la Conferencia de

(94) Cf. Althusser, W ie sollen w ir « Das K a p ita l» lesea'?


[¿Cómo tenemos que leer E l Capital?'}, traducido de un artícu­
lo aparecido en «L'H um anité» el 21-III-1969, pág. 3.
43

Teoría del arte de Kóln. El autor ha de agradecer las


críticas y las sugerencias de los participantes en las
discusiones.

Frankfurt, septiembre 1971.

Alfred Schmidt
I

-i ^ '

*■
LA C IE N C IA C O M O P R O D U C TO C O N S C IE N TE
D E L M O V IM IEN TO H IS TO R IC O

Marx y Engels — recordémoslo en principio dados


los recientes intentos de disminuir o incluso de ne­
gar (1) el papel de lo histórico en su pensamiento—
vieron en la historia mundial, a lo largo de todas las
etapas de su desarrollo, el tema en última instancia
decisivo para ellos. Ya la Ideología alemana, que es un
escrito básico para su ulterior concepción, contiene la
siguiente frase que no se tomará siempre lo bastante
en serio: "Nosotros conocemos tan sólo una ciencia:
la ciencia de la historia” (2 ). De este principio los au­
tores no se han retractado — en sustancia— jamás. La
nueva ciencia, favorecida en general por la dimensión
mundial de la organización social burguesa y más de
cerca por la desintegración del idealismo especulativo,
transforma de modo fundamental el concepto de histo­
ria. Esta "deja de ser una colección de hechos muer­
tos, como lo es para los empiristas, todavía abstractos,
o una acción imaginaria de sujetos imaginarios, como
(1) Cf. al respecto el ensayo del autor Der strukturalistis-
che A n griff auf die Geschichte en el volumen colectivo compi­
lado por él Beitrdge zur marxistischen Erkenntnistheorie >
Frankfurt am Main, 1969, págs. 194-265. El ensayo, dirigido con­
tra la interpretación de Marx en la escuela althusseriana y de
Lévi-Strauss, critica sobre todo su tendencia a eliminar junto
con la historia (como «praxis humana») la problemática epis­
temológica de la subjetividad. En este trabajo se analizará
más detenidamente qué razón sustancial, más allá de la con­
cedida en aquel ensayo, le asiste a las tesis estructuralistas.
(2) Die deutsche Ideologie, en Marx/Engels, Werke , vo­
lumen 3, Berlín, 1962, pág. 18 (variante del texto).
6

ara los idealistas” (3 ); su radical "base terrenal” (4)


s reconocida ahora. A la que pertenece en particular
I criterio ideológico-crítico según el cual las "forma-
iones de ideas” , hasta ahora tenidas por autónomas,
o son otra cosa que momentos desprendidos, aliena­
os, de la praxis material y que por lo tanto no "pue-
en ser eliminadas... por medio de la crítica intelec-
ja l..., sino sólo mediante el derribo práctico de las
slaciones sociales reales" (5 ), de la que provienen.
Los fundadores del materialismo dialéctico vuelven
tratar poco después bajo el aspecto político-organi-
ativo la relación entre su nueva ciencia y la historia.
vSÍ, Marx expone en Miseria de la filosofía en qué gran
íedida depende del estadio económico alcanzado por
a sociedad el que los portavoces literarios del prole-
ariado aparezcan como unos utópicos absurdos o como
erdaderos revolucionarios. Mientras que como conse-
uencia del bajo nivel de desarrollo de las fuerzas pro-
uctivas las masas obreras no se hayan constituido po­
icam ente, es decir, “como clase para sí misma" (6)
us portavoces idearán meros “sistemas y ... buscarán
n su espíritu la ciencia” . Por el contrario, en condi-
iones de relaciones sociales más avanzadas los crí­
eos "no necesitan más que darse cuenta de lo que
ucede ante sus ojos y hacerse portavoces de ello” . Des-
e el momento en que comiencen a ver el “lado sub-
ersivo” de la negatividad de lo existente, su ciencia
abrá devenido "producto consciente del movimiento
istórico..., habrá dejado de ser doctrinaria para con-
ertirse en revolucionaria" (7 ).

(3) Ibíd., pág. 27.


(4) lbíd.., pág. 38.
(5) Ibíd., pág. 30.
(6) Das Élend der Philosophie, en Marx/Engels, Werke,
olumen 4, Berlín, 1964, pág. 181 (trad. cast. de Dalmacio Negro
avón. Miseria de la filosofía, Madrid 1969, pág. 243).
(7) Ibíd., pág. 143 (trad. cast. cit., págs. 182-3). Estas no-
ibles explicaciones acerca de la relación entre los represen-
47

La ciencia, escribe todavía el Marx de los análisis


económicos globales, no debe ser concebida desde prin­
cipios apriorísticos, sino a partir del “conocimiento crí­
tico del movimiento histórico” , el cual produce “las con­
diciones materiales de la emancipación” (8 ). Este in­
terés — por así decirlo constitutivo de la idea marxiana
de ciencia revolucionaria— en el presente como his­
toria sedimentada y susceptible de configuración, reco­
rre no en último término El Capital, con cuya detenida
interpretación se inicia teoréticamente (y prácticamen­
te) el marxismo ruso — de hecho “la finalidad última
de esta obra es, en efecto, descubrir la ley económica
que preside el movimiento de la sociedad moder­
na” (9 )— . El método dialéctico procede, a lo que Marx
confiere el máximo valor, al mismo tiempo histórica y es­
tantes de una literatura crítico-proletaria y el proceso históri-
co-mundial y sus fuerzas motrices económicas de clase están
construidas sobre el modelo de las luchas de emancipación an­
tifeudales de la burguesía europeo-occidental. Refiriéndose a
éstas, Marx escribe en 1847 en su artículo polémico contra
Karl Heizen Die m orálisierende K ritik und die kritisierende
M oral (ibíd., pág. 357): «E l escritor puede ciertamente servir­
se de un movimiento histórico como órgano, pero no puede,
naturalmente, hacerlo... En mucha mayor medida, los prin­
cipios y teorías que los escritores de la burguesía enunciaban
durante su lucha contra el feudalismo no eran otra cosa que
la expresión teorética del movimiento práctico y de hecho, se
puede seguir con exactitud cómo tal expresión era más o me­
nos utópica, dogmática y doctrinaria según que correspon­
diese a una fase más o menos desarrollada del movimiento
real.» De todos modos, el carácter de modelo de la emancipa­
ción burguesa con respecto a la proletaria no se refiere para
Marx sólo a los métodos sino también al fin. La Revolución
francesa es hasta la Comuna de París obligatoria para su teo­
ría de la revolución que, de todos modos, no tiene lo suficien­
te en cuenta el hecho políticam ente decisivo de que la burgue­
sía francesa disponía ya antes de 1879 de los instrumentos de
producción de los que el proletariado ha de apropiarse, según
Marx, solo revolucionariamente.
(8) Marx a J. B. Schweitzer, carta de 24 del I de 1865. Cf. a
este respecto también el muy citado Prefacio de 1859 a la Con­
tribución a la crítica de la economía política , donde dice que
la humanidad sólo se plantea aquellas tareas que es capaz de
resolver.
(9) Marx, Das Kapital, vol. I, Berlín, 1955, prólogo a la pri­
mera edición, págs. 7 y ss. (trad. cast. cit., vol. I, págs. XV y ss.).
48

tructural-analíticamente; "en la inteligencia positiva de


lo que existe” está contenida para él igualmente “la
inteligencia de su negación, de su muerte forzosa” (10).
Realmente, estos pensamientos tan familiares como
indispensables preparan dificultades epistemológicas
que fueron percibidas ya por Marx y Engels mismos y
que se afrontan ahora por su gran actualidad.

"Devenir” y "existencia” de las relaciones


de producción burguesas

El hecho de que la nueva ciencia deba entenderse


como "producto consciente del movimiento histórico"
no significa en absoluto que para ella el conocimiento
coincida simplemente con la historiografía de su ob­
jeto. Esta interpretación “historicista” — para utilizar
la expresión de los estructuralistas actuales— ha po­
dido jugar un papel tan considerable en la literatura
producida entre Historia y consciencia de clase, de Lu-
kács, y Razón y revolución, de Marcuse, porque define
el momento decisivo para la diferencia que separa la
dialéctica marxista de la hegeliana. Para Hegel, como
para Marx, la realidad es proceso: totalidad "negativa”.
Esta aparece en el hegelianismo como sistema de la
razón, es decir, como ontología cerrada con respecto
a la cual la historia humana se degrada a derivado,
a caso de aplicación. Marx subraya, por el contrario,
el carácter irreductible y abierto del proceso histórico,
que no se deja reducir a una lógica especulativa a
la cual todo ser obedecería eternamente. La "negativi-
dad” deviene así algo limitado en el tiempo y la "to­
talidad" deviene el conjunto de las modernas relaciones
de producción. También ellas son derivadas por Marx
(10) Ibíd., postfacio a la segunda edición, pág. 18 ( ibícl
página X X IV ).
r
49

según un criterio histérico-concreto, de manera particu-


I larmente brillante en el “ Rohentwurf” (borrador) del
Capital. Tales relaciones “no se desarrollaron a partir
de la nada... ni de las entrañas de la idea que se pone
a sí misma, sino en el interior del desarrollo existente
de la producción y de las relaciones de propiedad tra­
dicionales y contraponiéndose a ese desarrollo y esas
relaciones” (1 1 ). Una vez aparecida, sin embargo, la
realidad burguesa constituye un sistema explicable ex-
j elusivamente a partir de él mismo; las "condiciones de
su devenir” se han transformado, como dice Marx uti-
j lizando categorías hegelianas, en los “resultados de su
j existencia” (1 2 ). La exposición inmanente del sistema
i tiene, sin embargo, sus límites desde el momento en
! que, rigurosamente conducida, remite inmediatamente
"a un pasado que yace por detrás de este sistema” (1 3 ).
Por otra parte — en esto Marx va más allá de Hegel—
el análisis conduce "a puntos en los cuales, foresha-
j dowing (prefigurando) el movimiento naciente del fu-
i turo, se insinúa la abolición de la forma presente de las
relaciones de producción” (1 4 ).
En la medida, pues, en que Marx combate la eco­
nomía burguesa, que considera "el capital como una
forma natural y eterna (no histórica) de produc­
ción” (1 5 ), se hace necesario el paso de lo lógico a
lo histórico, al devenir pasado y futuro de lo existente.
Aquí hay que prestar atención, desde luego, al modo
en que entra en juego la historia; y lo hace como con­
cepto construido — no como una historia llena de con-

(11) Marx, Grundrisse der K ritik der Politischen Okono-


mie, Berlín, 1953, pág. 189 [trad. cast. de Pedro Scaron y otros,
Elem entos fundamentales para la critica de la econom ía polí­
tica {borra dor), 1857-1858, vol. I, pág. 219 (subrayado de Marx).
(12) Ibíd., pág. 364 (trad. cast. cit., pág. 421).
(13) Ibíd., pág. 365 (trad. cast. cit., pág. 422).
(14) Ibíd.
(15) Ibíd., pág. 364 (trad. cast. cit., pág. 421) (subrayado de
Marx).
50

tenidos, narrativa— . Esta constituye el horizonte ineli-


minable de la investigación marxista, de ninguna ma­
nera constituye su tema (1 6 ). Dado que la crítica de la
economía política — se trata de un aspecto esencial
desde el punto de vista metodológico— se ocupa del
capital, que tiene tras de sí, como algo que lo trascien­
de, las “fases históricas de su devenir” (17) y vive y
crece en virtud de su propia acción, no es necesario
“escribir la historia real de las relaciones de produc­
ción” si se quiere desarrollar “las leyes de la econo­
mía burguesa” (1 8 ).
Precisamente por esto, Marx pone enérgicamente
de relieve en El Capital que el proceso de conocimien­
to se distingue de su objeto por su relativa autonomía
y que no reproduce simplemente su proceso histórico:
“ La reflexión acerca de las formas de la vida humana,
incluyendo por tanto el análisis científico de ésta, sigue
en general un camino opuesto al curso real de las

(16) Hay que estar de acuerdo con los representantes de


la escuela parisiense de Althusser cuando sostienen que el ob­
jeto específico del Capital de Marx escapa a la contraposición
(dominante hasta ahora en la discusión) entre la economía teo-
rético-abstracta y una concepción histórica concreta. Así, Ni-
cos Poulantzas escribe que E l Capital, en último término, «no
se trata ni de una obra 'económica* ni de una obra 'históri­
ca' en sentido inmediato. Se trata de una obra que permite la
construcción teórica de la historia y del objeto de la economía,
que son el concepto de historia y el concepto de economía en
los distintos modos de producción... E l Capital puede hacer es­
to porque delimita la economía como una región de estructu­
ras fijadas teóricamente, a propósito de las cuales construye
un concepto específico de historia, del proceso de transforma­
ción de las formas...». En K ritik der politischen O konom ie
heute. 100 Jahre « K a pita l », obra colectiva editada por Walter
Euchner y Alfred Schmidt, Frankfurt am Main/Wien, 1968, pá­
ginas 68 y ss. Cf. tanto a este respecto como para la interpre­
tación estructuralista del Marx maduro en su conjunto, el es­
tudio de Althusser Le m arxism e riest pas un historiéis me; en
Louis Althusser/Etienne Balibar, L ire le Capital , I, París, 1969,
páginas 150-184 [trad. cast. de Martha Hamecker, Para leer E l
Capital , México, 1969, págs. 130-157].
(17) Marx, Grundrisse der K ritik der politischen O kono­
mie, op. cit., pág. 164 (trad. cast. cit., pág. 192).
(18) lhíd.
51

cosas. Com ienza post festum y arranca, por tanto, de


los resultados preestablecidos del proceso histórico.
Las form as... poseen ya la firmeza de formas natura­
les de la vida social antes de que los hombres se esfuer­
cen por explicarse, no el carácter histórico de estas
formas, que consideran ya algo inmutable, sino su con­
tenido” (1 9 ).

El primado cognitivo de lo lógico sobre lo histórico

El com ienzo subjetivo y el comienzo objetivo del


conocer no son ni idénticos ni mediación conceptual y
génesis real de una cosa. En esto, Marx sigue el mé­
todo crítico de Feuerbach, que ya había escrito: "Sólo
es un pensador genético veraz aquel cuyo resultado
está en contradicción directa con su punto de partida
consciente” (2 0 ). Este expresa siempre una verdad tan
sólo superficial, provisional por lo tanto y “a superar” .
Así, la obra más importante de Marx no com ienza (co ­
mo en principio se podía esperar) con una historia de
la génesis de las relaciones de producción capitalistas,
sino con el hecho inmediatamente dado y cotidiano de
que la riqueza de las sociedades capitalistas aparece
como un “ inmenso arsenal de m ercancías” (2 1 ). De lo
abstracto de la mercancía, el análisis de sus determina­
ciones formales se eleva a categorías más concretas:
cambio, dinero, circulación de mercancías y, por fin,
capital. Sólo después trata Marx el proceso de trabajo
como tal, el cual precede — en el tiempo— a las rela­
ciones concretas expresadas por aquellas categorías.
(19) Marx, Das K a p ita l , vol. I, pág. 81 (trad. cast. cit., pá­
ginas 40-1).
(20) Feuerbach, F ra gm en te zu r C harakteristik meines p h i -
losophischen Entw icklungsganges (1843/44), en «Sámtliche
Werke», editadas en 1903-1911 en Stuttgart por Wilhelm Bolín y
Friedrich Jodl, vol. II, pág. 390 (subrayado de Feuerbach).
(21) Marx, Das K a p ita l , vol. I, op. cit., pág. 39 (trad. caste­
llana cit., vol. I, pág. 3).
52

Por lo que se refiere a la génesis del modo de produc­


ción capitalista en general, su descripción sólo es lle­
vada a cabo por Marx en el famoso capítulo 24 del
Capital bajo el título de “acumulación originaria” y co­
mo el "proceso histórico de disociación entre el pro­
ductor y los medios de producción” que “de una oarte
convierte en capital los medios sociales de vida y de
producción, mientras que de otra Darte convierte a los
productores directos en obreros asalariados” (2 2 ).
Sin haber comprendido primero teoréticamente la
esencia del capital, Marx no habría podido desplegar
en el plano del contenido los presupuestos históricos
de su aparición; no habría sabido dónde y cómo había
que buscarlos. Por esto, el capítulo mencionado tiene
según Investigadores como Rosental "la sola finalidad
de confirmar e ilustrar por medio de la historia real el
descubrimiento, ya hecho en el plano lógico, del origen
del capital” (2 3 ). A primera vista puede resultar extra­
ño, pero el Marx madura sitúa la historia del capital
sobre bases científicas precisamente porque su proce­
dimiento no es historiográfico, sino abstracto-teorético.
En la medida en que Marx se atiene rigurosamente a
la lógica de la cosa (S achlo gik ), prescindiendo con ello
de todos los momentos perturbadores por inesenciales
del curso empírico, se acerca más a su contenido his­
tórico, que si se diese por satisfecho con seguir crono­
lógicamente el desarrollo inmediatamente dado. Todo
aquel que estudie la dialéctica materialista debe diri­
mir la contradicción de que si, por una parte, sus fun-

(22) Ibíd., pág. 753 (trad. cast. cit., I, pág. 608).


(23) M. M. Rosental, Die dialektische M ethode der politis-
chen Ókonom ie vori K arl Marx, Berlín, 1969, pág. 473. Cf. acerca
del conjunto de la problemática del «Método lógico» en E l Ca­
pital, ibíd., págs. 465-484. La cuestión de la «exposición catego-
rial» es tratada además en el importante estudio de Helmut
Reichelt, Z u r logischen S tru k tu r des K apitalbegriffs bei K arl
Marx. Frankfurt am Main/Wien, 1970, cf. en particular páei-
nas 126-150.
53

dadores no se dejan impresionar por el proceso real-


histórico — ellos investigan primariamente el “ mundo
acabado del capital” (2 4 )— , por la otra, sin embargo,
ellos presuponen tácitamente en todos los estadios de
su análisis que la “estructura económica de la socie­
dad capitalista” deriva históricamente de la “estruc­
tura económ ica de la sociedad feudal” (2 5 ). Sin que
por ello sea abandonada la base materialista (todas
las operaciones conceptuales se fundamentan directa o
indirectamente en el movimiento del mundo sensible)
el pensamiento teorético de Marx y Engels adopta un
carácter “constructivo” ; contiene historia en forma con­
centrada, no su copia inmediata (2 6 ).
Poner esto expresivamente de relieve es tanto más
necesario cuanto que Engels — esforzándose en hacer
consciente al público lector de lo cualitativamente nue­
vo del procedimiento marxiano— tuvo que negarse en
su conocida recensión de la Contribución a la crítica
de la economía política a poner el acento con más
fuerza en el momento de la unidad de lo lógico y lo
histórico en el seno del materialismo que en su dife­
rencia. La “ Economía política alemana” iniciada por
Marx, escribe Engels en su recensión, “se basa sus­
tancialmente en la concepción materialista de la his­
toria” (2 7 ); y ésta, a su vez, sería impensable sin el
(24) Marx, Das Kapital, vol. I, op. cit., pág. 805.
(25) Ibíd., pág. 753.
(26) También en esto el marxismo tiene una deuda extraor­
dinaria con la filosofía hegeliana. Piénsese en el muy discuti­
do parágrafo de la Fenom enología del E spíritu titulado Selbs-
rándigkeit und Unselbstandigkeit des Selbstbewusstseins;
H errschaft und Knechtschaft. Con razón fue interpretada (co­
mo todo el idealismo alemán en general) como la teoría espe­
culativa de la Revolución francesa, es decir, como el intento de
transcribir conceptualmente la quintaesencia histórico-mundiál
de este acontecimiento, lo que no significa narrar su historia.
Del mismo modo que E l Capital, la sucesión jerárquica de la
Fenom enología no abandona en ningún momento el suelo his­
tórico, sin que ello implique un paralelismo directo entre lo
real y lo espiritual.
(27) Engels, K a rl M a rx : Z u r K ritik der Politischen Okono -
54

“enorme sentido histórico” (28) de Hegel, que fue el


primero que se esforzó por “desarrollar una ciencia en
su propia coherencia interna” (29) vinculada al proceso
histórico. Con ello Engels tuvo que subrayar el parale­
lismo Hegel-Marx en cuanto al "desarrollo del pensa­
miento” y al “desarrollo de la historia m undial” (30)
con más fuerza de lo que objetivamente está justificado
y conviene a una teoría que quiere evitar los malenten­
didos del materialismo vulgar.
Engels subraya todo lo que tenía que hacer Marx
para darle una base nueva, es decir, material, a la “co­
nexión” — en Hegel “invertida de un m odo abstrac­
to”— del proceso de conocim iento “con la histo­
ria” (3 1 ). Había que poner en una forma científicamente
utilizable a la dialéctica, que incluso en su versión es­
peculativa "había acabado com o jugando con toda la
lógica y la metafísica anteriores” (3 2 ). Com o método
crítico de la economía política, la dialéctica podía ser
acentuada desde el punto de vista lógico o desde el
punto de vista histórico. Marx se decidió por un "tra-
tramiento lógico” (33) de su materia para no disolver
su inmanencia en circunstancias secundarias (teoréti­
camente) irrelevantes. El método lógico, sin embargo,
continúa Engels, difiere tan sólo relativamente del his­
tórico; ambos se reflejan recíprocam ente; el método ló­
gico (teorético o, como también dice Marx, analítico)
“ no es... más que el método histórico, despojado úni­
camente... de las contingencias perturbadoras. Allí don­
de comienza esta historia debe com enzar también el

mié, en Marx/Engels, Werke, vol. 13, Berlín, 1964, pág. 469 (tra­
ducción cast. en Marx, Engels: Obras Escogidas, 2 tomos, Edi­
torial Progreso, Moscú, 1966, vol. I, pág. 354).
(28) Ibíd., pág. 473 (trad. cast. cit., pág. 358).
(29) Ibíd., pág. 472 (trad. cast. cit., pág. 357).
(30) Ibíd., pág. 473 (trad. cast. cit., pág. 358).
(31) Ibíd., pág. 474 (trad. cast. cit., pág. 358).
(32) Ibíd.
(33) Ibíd., pág. 475 (trad. cast. cit., pág. 359).
55

proceso discursivo, y el desarrollo ulterior de éste no


será más que la im agen refleja, en form a abstracta y
teóricam ente consecuente, de la trayectoria histórica;
una im agen refleja corregida, pero co rre g id a c o n arre­
glo a las leyes que b rinda la propia trayectoria histó­
rica; y así, ca d a factor puede estudiarse en el punto
de desarrollo de su plena m adurez, en su fo rm a c lá ­
sica” (3 4 ).
T o d o esto es, co m o habíam os dicho, c o rre c to en el
sentido abstracto: la filosofía materialista p re cisa del
contacto co ntinuo con la realidad objetiva en a u to m o -
vimiento; sus catego rías no expresan entes a te m p o ra ­
les (estructuras o n to ló g ic a s ), sino “form as m entales
aceptadas por la sociedad, y p o r tanto objetivas ( p a r a ) ...
las relaciones de p ro d u c c ió n ” de un “ régim en de p ro ­
ducción históricam ente d a d o ” (3 5 ). Incluso las ca te g o ­
rías más abstractas — M arx explica esto de la form a
más drástica co n respecto al trabajo— son válidas tan
sólo en el m arco de relaciones específicas. E n g e ls ta m ­
poco se cansa de sub rayar que lo histórico y lo ló gico ,
vistos en conjunto, co in cid e n , form an una unidad q u e
se basa, ciertam ente, en lo histórico; “ pues tan sólo
éste confiere determ inación a la abstracción y p re de s­
tina su lugar y su papel en el sistema te o ré tico ” (3 6 ).
La recensión de E n g e ls m enciona, adem ás, los n u m e ­
rosos ejem plos históricos, excursus e interpolaciones
de carácter ilustrativo que contiene la obra e c o n ó m ic a
de M arx; éstos interrum pen y confirm an su lo gicida d al
referirla continuam ente a lo real y concreto.
H abría que recordar, por lo dem ás, que los funda­
dores del m arxism o eran historiadores legitim ados (y
conocedores de la historiografía burguesa relevante de
(34) ib íd .
(35) Marx, Das K a p ita l, op. cit., pág. 81 (subrayado de M a rx )
[jtrad. cast. cit., pág. 41]
(36) M. M. Rosental, D ie d ia lektisch e M e th o d e d er p o litis -
chen O k o n o m ie v o n K a rt M a rx , op. cit., pág. 464.
56

su siglo). Se ocupaban con la misma intensidad de


cuestiones histórico-sociales e histórico-económicas
(que tan sólo llegarán a ser rigurosamente tematizables
por medio de su método materialista) como de historia
política contemporánea, para no hablar de su detallado
conocimiento y comprensión de la historia de la lite­
ratura, sobre todo en el terreno científico-económico.
Piénsese tan sólo en los trabajos sobre la revolución
del cuarenta y ocho, en la Guerra campesina de Engels,
en el 18 Brumario de Marx o en las Teorías de la plus­
valía. En estos escritos, el desarrollo histórico brindaba,
para decirlo con palabras de Engels, "un hilo natural
de engarce para la crítica” (3 7 ); la sucesión temporal
y la sucesión mental caminaban simultáneamente.
La relación entre método lógico e histórico se pre­
senta, por el contrario, de manera distinta si nos plan­
teamos los problemas estructurales concernientes a la
totalidad de la economía burguesa. La lógica y la his­
toria — esto está claro en Marx— aparecen entonces
separadas; se hallan, como mucho, unidas de forma
muy mediada. Ciertamente, la unidad del método queda
preservada: el “contenido histórico” constituye también
ahora la “base real” (38) del proceso de pensamiento
(ahora en un sentido más específico que la historiogra-
ría) orientado nomotéticamente. Sin embargo, éste está
emancipado de “reflejar” esclavizadamente el material
empírico. Cuando el neo-kantiano Lange afirma en su
libro sobre la cuestión obrera que Marx se movía “con
rara libertad” entre el material empírico, Marx toma la

(37) Engels, K arl Marx: Zu r K ritik der Politischen Okono-


mie, en Marx/Engels, Werke , vol. 13, op. cit., pág. 474. Cf. acer­
ca del aspecto epistemológico de esta problemática también
mi ensayo Uber Geschichte und Geshinchtsschreibun ? in der
materiálistischen Dialektik, en Folgen einer Theorie. Essciys
iiber « Das K a p ita l» vori K arl M arx , Frankfurt am Main, 1967,
págs. 103-129.
(38) M. M. Rosental, Die dialektische Methode der politis­
chen Okonom ie von Karl M arx , op. cit., pág. 469.
57

¡dea positivamente y explica: “No sospecha que esa


libertad de movimiento en el tema’ no es otra cosa
que una paráfrasis del método, la forma de tratar el
tema, es decir el método dialéctico” (3 9 ). De aquí tam­
bién las frases de Marx — sorprendentes a primera vis­
ta— , contenidas en la tan importante Introducción a la
crítica de la economía política: “Sería... erróneo colocar
las categorías económicas en el orden según el cual
han tenido históricamente una acción determinante. El
orden en que se suceden se halla determinado más
bien por la relación que tienen unas con otras en la
sociedad burguesa moderna, que es precisamente lo
contrario de lo que parece ser su relación natural o de
lo que corresponde a la serie de la evolución histó­
rica" (4 0 ).

Razón analítica y razón dialéctica en Hegel

Hay que entender la prioridad de lo lógico en un


sentido cognitivo — no como si las categorías fuesen
el fundamento existencial de la realidad por ellas me­
diada— . Es indudable, sin embargo, que el concepto
marxiano de “método de exposición” (4 1 ), constructivo
del objeto científico, formalmente distinto del “ método de
investigación” (empírico en el sentido más amplio) es
deudor de la idea hegeliana de sistema. Es incuestiona­
ble que al hacer esta distinción Marx ha tenido en mente
lo que Hegel dice, sobre todo en las consideraciones
introductorias a su Filosofía de la Naturaleza, acerca de
la relación entre la analítica (propia de las ciencias

(39) Carta de Marx a Kugelmann del 26 del V I de 1870,


en B riefe an Kugelmann, Berlín, 1952, pág. 111 (trad. cast. de
Florentino Pérez en Cartas sobre E l Capital, Barcelona, 1968, pá­
gina 203] (subrayados de Marx).
(40) Werke, vol. 13, op. cit., pág. 638.
(41) Marx, Das Kapital, vol. I, op. cit., pág. 17 (trad. caste­
llana cit., pág. X X III).
58

particulares) y la dialéctica (especulativa): “ La filosofía


de la Naturaleza toma la materia que la física le ha
preparado a partir de la experiencia en el punto hasta
el cual la ha conducido la física y la transforma sin
poner como fundamento la experiencia en calidad de
última condición; la física, pues, debe transmitir sus
contenidos a la filosofía para que ésta traduzca en
concepto al universal intelectual que le ha sido trans­
mitido, un concepto que muestre hasta qué punto un
todo en sí mismo necesario procede del concepto. La
exposición filosófica no es una arbitrariedad debida al
deseo de caminar sobre la cabeza después de haberlo
hecho largo tiempo sobre las piernas..., sino porque el
modo de la física no satisface el concepto... que le
precede” (4 2 ). La elevación que produce una exposi­
ción "racional” de un todo estructurado por encima de
la actividad "com prensiva” de la investigación induc­
tiva de terrenos particulares es la estructura (Gefüge)
de categorías peculiares a ella “el ámbito de las deter­
minaciones del pensamiento general, la red diamanti­
na — por así decirlo— en la cual llevamos todo el mate­
rial y por medio del cual lo hacemos com prensible” (4 3 ).
El pensamiento que tiende a generalidades abstractas
y que se contenta con ellas es indispensable, pero no
es capaz de penetrar un contenido determinado; él per­
manece "atomizado, desmembrado, particularizado, es­
pecializado, sin la necesaria coherencia interna” (4 4 ).
El saber analítico cae, por lo tanto, en contra de sus
pretensiones en un empirismo limitado por "abstracto” .
La mera preparación de los datos sensibles por encima

(42) Hegel, Sam tliche Werke, Glockner, vol. 9, Stuttgart.


1958. pág. 44. Cf. sobre la diferencia entre «método de investi­
gación* v «método de exposición» en Marx, también mi ensayo
S.nm E rken ntn isbegriff der K ritik der politischen O konom ie, en
«K ritik der politischen Okonomie heute. 100 Jahre, Kapital»,
o p . cit., págs. 34-38.
(43) Hegel, ibíd., págs. 44 y ss.
(44) Ibid , pág. 45.
59

de su reflexión es para Hegel una “falsa vía ", pues tam ­


bién “ la inclusión d e b e ... (se r) pensa da ..., todo ele­
mento desm em brado debe ser retrotraído, mediante el
pensamiento, a la simple universalidad; esta unidad pen­
sada es el concepto que posee las diferencias determ i­
nantes, pero com o una unidad en movimiento en sí
m isma” (4 5 ).

La elevación m arciana de lo abstracto a lo concreto

Marx retoma el procedim iento hegeliano — pero p o ­


niéndolo sobre bases materialistas— de elevación d e
lo obstracto a lo concreto y con él su crítica a la em ­
pina vacía de conceptos. Para él también, el co n o ci­
miento científico no tiene un carácter descriptivo sino
“expositivo” . Lo “co n cre to ” , a lo que tiende, no es pre­
cisamente lo que tiene ante sus ojos el sano intelecto
humano, el dato particular clasificable, sino un co no ­
cimiento sintético, la co m prendida "unidad de lo m úl­
tiple” (4 6 ). La dialéctica marxiana se opone (co m o y a
la hegeliana) a la rígida dicotom ía entre lo actual y lo
mental; no es una “subsunción de una masa de 'casos*
under a general principie” (4 7 ). Enseña, m ucho más,
a entender lo universal, la producción social com o un
universal-concreto. H echos particulares com o la distri-

(45) lb íd ., pág. 46. Se ha recurrido conscientemente aquí


a la N a tu rp h ilo so p h ie de Hegel — que era conocida p or Marx— ,
A pesar de su abstrusidad todavía hoy es de gran interés a cau­
sa de su enfoque metodológico. Que He^el ilustre en la Física
la diferencia cualitativa entre razón analítica y razón dialéctica
es útil a la finalidad de este estudio en la medida en que la
moderna Sociología, a partir del «fisicism o» de Saint-Simon, se
ha orientado sobre todo según el modelo de las ciencias de
la naturaleza.
(46) Marx, E in le itu n g zur K r itik d er politisch en O k o n o m ie x
en Marx/Bngels, W erke , vol. 13, op. cit., pág. 632 (trad. cas­
tellana, loe. cit.).
(47) Carta de Marx a Engels de 9 del X II de 1861, en Marx/
Engels, W erke, vol. 30, Berlín, 1964, pág. 207.
60

bución, el cambio y el consumo no son caóticas sumas


de datos fijos ordenados de un modo externo a ellos;
son, objetivamente, “miembros de una totalidad..., dife­
rencias en el seno de una unidad” (48) fundada por
la producción en tanto que momento trascendente.
Por consiguiente, Marx rechaza expresamente el mé­
todo únicamente "analítico” de la economía clásica,
que no está interesado en “desarrollar genéticamente
las diferentes formas” , sino que cree poderlas reducir
inmediata y totalmente a su unidad porque parte dog­
máticamente "de ellas como presupuestos dados” (4 9 ).
El pensamiento analítico es, desde luego — Marx no deja
aquí ninguna duda— , la base necesaria de la “exposi­
ción genética, de la comprensión del proceso de con­
figuración real en sus diversas fases” (5 0 ). Pero como
este último — que es propiamente el objeto del cono­
cimiento— no coincide inmediatamente con el curso
real de la historia, el análisis sólo puede (esto lo mues­
tran los comienzos de la ciencia económica en el si­
glo XVII) “descubrir... cierto número de relaciones ge­
nerales abstractas que son determinantes, tales como
la división del trabajo, el dinero, el valor, etc.” (51):
momentos aislados de un todo cuya estructura viva no
se deriva, verdaderamente, de la necesidad de su con­
cepto.
En la medida en que estas categorías surgidas his­
tóricamente y ganadas analíticamente eran “fijadas y
abstraídas” (52) hasta que hubiesen perdido la huella
de sus orígenes empíricos, los economistas seguían otro
camino. Sus sistemas comenzaban ahora a elevarse de
(48) Marx, E inleitung zur K ritik der politischen Okonomie,
en Marx/Engels, Werke, vol. 13, op. cit., pág. 360.
(49) Marx, Theorien über den M ehrw ert, vol. 3, Berlín, 1962,
página 497.
(50) Ibíd.
(51) Marx, Einleitung zur K ritik der politischen Okonomie,
ibíd., pág. 632 (trad. cast. cit., pág. 269).
(52) Ibíd.
61

lo simple a lo complejo; del trabajo y su división, de


la necesidad y el valor de cambio pasaron al estado,
a las relaciones interestatales (política) y al mercado
mundial (5 3 ). Precisamente en esto consiste, para Marx,
el “ método científicamente correcto” (5 4 ). Este mé­
todo no es primariamente de ninguna manera, com o dice
el mismo Marcuse (de un modo por lo menos equívoco,
dado el nivel actual de la discusión), un “método his­
tórico” (5 5 ). Pero — y éste es un aspecto muy impor­
tante— este método contiene bajo la forma de un con­
centrado conceptual la historia de la economía política
como ciencia (y realidad em pírica). El método marxia-
no es un proceso lógico que parte de la “ representación
caótica de un todo” y alcanza mediante pasos cada vez
más abstractos una "rica totalidad de determinaciones
y relaciones diversas” (5 6 ). Su estructura dialéctica se
pone de manifiesto al tomar en consideración — como
momento— tanto lo “falso” como lo “verdadero” , tanto
el camino (históricamente recorrido) de la primera e co ­
nomía en el cual “la representación plena se volatiliza
en abstracta determ inación” como el camino (d e d u c­
tivo) de la posterior en el que “las determinaciones
abstractas conducen a la reproducción de lo co n ­
creto” (5 7 ).
Reflexiones éstas, por medio de las que Marx es­
clarece, simultáneamente, su relación con Hegel. El que
las operaciones lógicas hiciesen posible, frente al in­
ventario sensible de los hechos, un saber más concreto,
más desarrollado en cuanto al contenido, alimentó en
Hegel “la ilusión de concebir lo real como resultado

(53) Ibíd.
(54) Ibíd.
(55) Marcuse, V ern un ft und Revolution. Hegel tind die
Entstehung der Gesellschaftstheorie, Neuwied/Berlín, 1962, cf.
págs. 274-278 (trad. cast. «Razón y revolución», Madrid, 1971).
(56) Marx, E in leitu n g zur K ritik der politischen Okonom ie,
ibíd., pág. 631.
(57) Ibíd., pág. 632 (trad. cast. cit., pág. 269).
62

del pensamiento que se mueve en sí, del pensamiento


que se abarca y profundiza en sí mismo; en tanto que
el método que consiste en elevarse de lo abstracto a
lo concreto no es sino la manera de proceder del pen­
samiento para apropiarse lo concreto, para reproducir­
lo” — es decir, conceptualmente penetrado— "mental­
mente como cosa concreta. Pero esto no es de ningún
modo el proceso de la génesis de lo concreto mis­
mo" (58). Esta no-identidad entre conocimiento y gé­
nesis real do lo conocido no califica desde luego tan
sólo el dato de base materialista fundamental por el
cual la "totalidad de pensamiento como concreto de pen­
samiento" presupone siempre "la elaboración de la per­
cepción y de la representación en conceptos" (59);
conceptos que, ciertamente, hacen accesible la esen­
cia. poro que (com o momento "del" concepto) no la
producen. So trata aquí de un problema al mismo tiempo
más específico, dado que el método marxiano aprueba
— sin perjuicio de sus diferencias con respecto al mé­
todo de Hegel— la (bien complicada) crítica de éste
al empirismo en la medida en que también él concede
— sobre lo que se ha insistido repetidamente— al pro­
ceso propiamente teorético una autonomía mucho ma­
yor que la que se desprende de la mayoría de las in­
terpretaciones.

"Investigación" y "exposición" en la dialéctica


especulativa

Aquello a lo que Marx se refiere en el postfacio a


la segunda edición del Capital al hablar acerca de la
unidad y la diferencia entre "método de investigación”
y método de exposición", y que sus estudios materia­
les ponen en práctica rigurosamente, tiene su modelo
( 58 ) ¡b id
( 59 ) ¡b id
63

exacto en Hegel. Sus magníficas reflexiones sobre la


relación entre empiria (propia de las ciencias particu­
lares) y la historia concreta por una parte, y la teoría
filosófica por la otra, se hallan diseminadas en toda la
obra. Abordem os un fragmento — desgraciadamente al­
go amplio— que, a pesar de su lenguaje especulativo,
anticipa con particular claridad el enunciado marxiano
acerca de la “exposición dialéctica” . Este texto proviene
de las lecciones de historia de la filosofía y se refiere
a Francis Bacon, el conocido metodólogo de los comien­
zos de la época burguesa: “La empiria no se reduce
a un mero observar, oír, sentir..., percibir lo individual:
apunta, mucho más que a esto, a encontrar legalidades.
Y en la medida en que las saca a la luz... se encuentra
con el mundo mismo del concepto...; le prepara a éste
la materia empírica, la materia que éste (el concepto)
puede así hacer oportunamente suya. La ¡dea, cuando
la ciencia ha concluido ya, debe partir de sí misma;
la ciencia no parte de lo empírico; para que la ciencia
pueda... existir se precisa el paso de lo individual, de
lo singular a lo general: actividad como acción, reac­
ción a y sobre... una materia dada — elaboración— (de
dicha m ateria)... Y sin la formación de las ciencias
experimentales para sí la filosofía no hubiese podido
ir más allá de lo que fue ya con los antiguos. La tota­
lidad de la idea en sí es la ciencia culminada: y lo otro
es el comienzo, la marcha de su surgimiento. Esta mar­
cha del surgimiento (o génesis) de la ciencia difiere
de una marcha como tal, una vez consumada, como la
marcha de la historia de la filosofía misma. En toda
ciencia se parte de unos principios fundamentales; és­
tos son, en su comienzo, resultados de lo singular;
pero una vez consumada la ciencia, se parte de ahí.
Igual ocurre en la filosofía; la elaboración del aspecto
empírico ha sido así la condición esencial de la idea,
de modo que ésta haya podido... llegar... a su propia
64

evolución... En la conciencia asume entonces un papel


tal que arroja los puentes tras sí; sólo en su éter-parece
ir libremente, sólo en este medio parece desarrollarse
sin resistencia, sin reacción; pero otra cosa muy dis­
tinta es conseguir este éter y su desarrollo (o des­
pliegue) en el mismo” (6 0 ).
Sigamos considerando esta ¡dea de Hegel que es
de tanta importancia para la concepción marxiana de
la ciencia. En primer lugar llama la atención que el
gran idealista de ninguna manera elimina sin más el
principio baconiano del conocimiento metódico de he­
chos singulares, sino que, por el contrario, lo estima
necesario — necesario para la misma filosofía especu­
lativa— . Lo finito es tan constitutivo para el infinito como
éste para aquél; entre el conocer sensible y el conocer
conceptual no existe ninguna antítesis absoluta. Toda
experiencia contiene elementos “teoréticos” ; no es po­
sible una experiencia puramente inmediata. Hegel acep­
ta las ciencias aparecidas desde el Renacimiento, pues
“el conocimiento acerca del... absoluto” tiene necesi­
dad, si no quiere contentarse con sustentar tesis va­
cías, de la “particularidad del contenido” (61) elabo­
rada tanto extensiva como intensivamente. Pero éste es
suministrado por las investigaciones concretas, que pro­
veen al trabajo intelectual — en sentido estricto— de
la indispensable infraestructura factual (Fakten-Unter-
b a u ). En la medida, sin embargo, en que la “empiria”
no se agota en la mera recolección de datos sensibles,
sino que aspira a captar leyes objetivas, se encuentra
ya, como dice Hegel, en el "terreno del concepto” (62)
y le prepara a este último el material. No existe, por
tanto, para Hegel (ni para Marx) ninguna brecha insal-

(60) Hegel, Sám tliche Werke, Glockner, vol. 19, Stuttgárt,


1959, págs. 283 y ss.
(61) Ibíd., pág. 282.
(62) Ibíd., pág. 283.
65

vable entre la moderna ciencia analítica y la ciencia


dialéctica.
El segundo punto que se desprende de lo anterior
i es, desde el ángulo marxista, quizá todavía más impor-
I tante. Hegel pone el acento en que la ciencia (tal co ­
mo él la entiende: la idea “concreta'’, el “sistema” ), una
: vez “acabada” , no debe partir ya de lo empírico sino
de sí misma. Para alcanzar, desde luego, esta autono­
mía, ésta está referida a la “elaboración de las cien­
cias experimentales para sí” . Su tarea con respecto a
la filosofía consiste, sin embargo, tan sólo en hacerse
superfluas. En el momento en que se alcanza — con ayu­
da empírica— el “todo de la idea en sí” (6 3 ), la cien­
cia especulativa está consum ada, como un círculo he­
cho de círculos; ella desvanece a la vez su base real y
el “curso de su génesis” se ve reducido a “com ienzo”
externo meramente abstracto. El hecho de que precisa-
1 mente se esboce en ello la problematicidad del idealis­
mo no significa que haya que rechazar absolutamente
el pensamiento de Hegel. En la medida en que la críti­
ca de la economía política se refiere estrictamente a las
relaciones de producción burguesas, se nutre de la
idea hegeliana según la cual el "curso de la génesis”
de una ciencia debe diferenciarse tanto de su “curso
en sí” como “el curso de la historia de la filosofía de
la filosofía misma” (6 4 ). En un principio, toda ciencia,
según Hegel, se orienta según unos principios que son
“ resultados de lo particular” (6 5 ); una vez desarrolla­
da, sin embargo, está sujeta a su propia logicidad. En
todo esto Hegel deja ya entrever que esta esfera de
“pura” inmanencia conceptual sustraída a todo devenir
histórico contiene siempre un momento ilusorio (M arx
habría dicho ideológico). El sistema, alienado de la
historia, permanece, no obstante, prisionero de ésta.
(63) Ibíd .
(64) Ib íd ., pág. 284.
(65) Ibíd .
!
i
66

Del “ sistema” a la historia

Volvamos a Marx mismo. Su teoría sigue a la hege-


liana en tanto en cuanto pretende representar la socie­
dad burguesa — sin tomar en consideración su origen
histórico— como un sistema cerrado, explicable a par­
tir de sí mismo. Este resulta continuamente de los actos
conscientes de los individuos mismos. Pero se enfren­
ta violenta y ciegamente a sus productores. Dado que,
utilizando términos económ icos, el carácter de valores
de los productos del trabajo sólo se manifiesta en el
mercado con el tamaño del valor, que cambian “sin
que en ello intervengan la voluntad, el conocimiento
previo ni los actos de las personas entre quienes se
realiza el cam bio” , su “propio movimiento social cobra
a sus ojos la forma de un movimiento de cosas bajo cu­
yo control están, en vez de ser ellos quienes las contro­
len” (6 6 ). De aquí la visión (a m enudo mal entendida)
esencialmente orientada a lo objetivo de la teoría de
Marx, que hay que entender no en términos de concep­
ción cuasi-religiosa del m undo sino de manera crítica.
Los poderes hasta ahora inconscientem ente dom inan­
tes deberán en el futuro subordinarse a la consciencia
de los individuos solidarios (6 7 ).
El Capital y sus trabajos preparatorios cuentan toda­
vía con una situación en la que los productos huma­
nos se presentan con la despiadada dureza de un exis­
tente en sí. Así en el fetiche monetario “ una relación so­
cial, determinado vínculo entre los individuos, aparece
como metal, com o piedra, com o objeto plenamente cor­
póreo, existente al margen de esos individuos..., al que
se encuentra com o tal en la naturaleza; resulta imposi-

(66) Marx, Das K apital, vol. I, pág. 80 (trad. cast. cut., vo­
lumen I, pág. 40).
(67) Cf. también, a este respecto, el trabajo del autor ya
citado en la nota 1 contra el «objetivism o» inmediato de los
escritores estructuraiistas.
67

ble, en su estado natural, distinguir en él aquella deter­


minación formal" (6 8 ). Esta inmediatez sólo difícil de
penetrar teóricamente (y enteramente difícil en la vida
co tidiana): la relación reificada y reificante entre per­
sonas a las que se reduce a meros portadores y órga­
nos de ejecución, forma una totalidad — negativa— , el
objeto específico del materialismo dialéctico. Com o ya
se ha puesto de relieve, Marx investiga el mundo capi­
talista primariamente no en calidad de historiador de
la econom ía y la sociedad, sino bajo el aspecto de su
estructura resultante, es decir, una “existencia del va­
lor” convertida en “pureza y generalidad". El abstrae
de la historia de la propiedad de la tierra, en la que se
genera el m oderno capital, un modo de producción en
el que "el producto, considerado de manera aislada, ha
cesado de ser tal para el productor y ... no es nada si
no se realiza a través de la circulación" (6 9 ). To do s los
presupuestos históricos del capital plenamente desarro­
llados son para Marx (que los ha estudiado profunda­
mente) tan sólo presupuestos "de su origen” que re­
sultan — tal com o M arx lo dice utilizando la Lógica de
Hegel— "abolidos en su existencia”; pertenecen a la
“ historia de su form ación, pero de ningún modo a su
historia contem poránea, es decir, no pertenecen al sis­
tema real del m odo de producción dominado por el ca­
pital" (7 0 ). Por consiguiente, Marx se enfrenta a un
“sistema” en sentido rigurosamente deductivo y no con
una tarea historiográfica porque la forma del capital por
él desarrollada produce por sí misma sus condiciones
de existencia: no ya “ com o condiciones de su génesis
sino com o resultados de su existencia” (7 1 ). Las for-

(68) Marx; G rundrisse der K r itik der p olitisch en Okono-


mie, op. c i t pág. 151 (trad. cast. cit., vol. I, pág. 177).
(69) Ib íd ., pág. 163 (trad. cast. cit., yol. I, pág. 190).
(70) Jbíd., pág. 363 [trad. cast. cit., vol. I, pág. 420] (subra­
yados de Marx).
(71) Ibíd ., pág. 364 (trad. cast. cit., vol. I, pág. 421).
68

mas que históricamente le precedieron quedan igual­


mente tras él “al igual que los procesos a través de los
cuales la Tierra pasó, de mar fluente de fuego y vapo­
res a su forma actual, se sitúan allende su existencia
com o Tie rra ” (7 2 ).
Superficialmente considerada, esta dem arcación,
todavía ausente en los escritos juveniles, de la historia
em pírica y la “exposición” inmanente de las catego­
rías (7 3 ), atenta contra el principio, continua y justa­
mente subrayado en la literatura materialista, de la uni­
dad y penetración recíproca de lo lógico y lo histórico.
En realidad, sin em bargo, esto no ocurre. Marx — co­
mo ya se dijo inicialmente— se acerca más, por extra­
ño que pueda sonar esto en un principio, al curso his­
tórico real por el cam ino lógico-constructivo, que si se
contentase con describirlo en su (inm ediata y por tan­
to falsa) concreción. El método sometido a prueba en
El Capital no es (com o tam poco lo era el hegeliano) una
herramienta externa a la cosa, sino que reproduce el
“curso en sí” necesario de la cosa; este método tiende
a reelaborar conceptualm ente el proceso capitalista glo­
bal de tal manera que salga a la luz su lógica objetiva
libre de todo accesorio casual o ideológico. Marx mis­
mo caracteriza de la siguiente manera su tarea: “El tra­
bajo de que se trata e s... la crítica de las categorías eco­
nómicas, o bien... el sistema de la econom ía burgue­
sa presentado en forma crítica. Es a la vez un cuadro
del sistema y la crítica de ese sistema a través de su
propia exposición” (7 4 ).
(72) Ib íd .; cf. también pág. 164 (trad. cast. cit., ibíd.; cf.
también pág. 191).
(73) Ya en la Id eología alemana, sin embargo, aparece
— aun cuando sin desarrollar— el concepto cualitativamente
superior al mero reunir y ordenar el material histórico de «ex­
posición» de la «cosa en su totalidad». Cf. a este respecto en
la pág. 122 de mi ensayo Ü ber Geschichte und Geschichts -
schreibung in der m aterialistischen D ia lektik citado en la pá­
gina 138 holandesa, nota 37.
(74) Carta de Marx a Lasalle, del 22-11-1958, en Marx/En-
69

Este importante doble aspecto del procedimiento


marxiano nos retrotrae desde la problemática lógica a
la de la teoría de la historia.
Se partió del hecho de que Marx analiza la estructu­
ra del capital prescindiendo conscientemente de sus orí­
genes históricos, ateniéndose a la forma desarrollada
del mismo. De manera inmediata, el capital aparece co­
mo dinero por medio del cual se compra en el merca­
do, com o mercancía, la fuerza de trabajo. Marx analiza
el proceso de cam bio de la mercancía por el dinero pa­
ra mostrar después cóm o se convierte éste en capital.
El dinero proviene de la circulación; es el “primer con­
cepto del capital” , su “primera forma fenoménica”
(Erscheinungsform ) (7 5 ). Este análisis puramente ló­
gico da, sin embargo, com o subraya el estudio de Ro-
sental, al mismo tiempo la “clave de la historia del ca­
pital” (7 6 ), que Marx descuida en un principio por m o­
tivos sistemáticos. Pero indirectamente muestra que el
modo de producción burgués presupone inalienable­
mente todo lo que el capítulo acerca de la "acumulación
originaria” expone a fondo; el hecho de que están fren­
te a frente “de una parte, los propietarios de dinero” y
“de otra parte, los obreros libres, vendedores de su p ro ­
pia fuerza de trabajo” (7 7 ). Más allá de esto, el análisis
marxiano implica, lo que también pone Rosental de re­
lieve, que la historia se reproduce a sí misma con cada
nuevo acto de producción de capital. Hasta tal punto
es “el análisis lógico simultáneamente al histórico, que
aparece sólo (erschelnt) como su antítesis” (7 8 ). Lo
gels, W erke, vol. 29, Berlín, 1963, pág. 550 (trad. cast. citada, pá­
gina 70).
(75) Marx, Grundrisse der K ritik der politischen Okono­
mie, op. c it., vol. I, pág. 164 (trad. cast. cit., vol. I, pág. 191).
(76) M. M. Rosental, Die diálektische M ethoae der p o liti­
schen O konom ie von K art M arx, op. cit., pág. 472.
(77) Marx, Das K apital, vol. I, op. cit., pág. 752 (trad. cast.
cit., vol. I, pág. 608).
(78) M. M. Rosental, D ie diálektische M ethoder politischen
O konom ie von K a rl M a rx , op. cit., pág. 472.
70

lógico y lo histórico coinciden — aun cuando de modo


muy mediado.
El modo según el cual el dinero se transforma en ca­
pital es antes que nada una cuestión histórica. Marx
recuerda que la sociedad moderna aparece en el si­
glo XVI con el comercio y el mercado mundiales. Las
relaciones personales de servidumbre y señorío basa
das en la propiedad de la tierra se ven disueltas por el
anónimo poder del capital que se presenta incialmente
com o dinero (co m o bienes), com o capital comercial y
usurario: “ D -M -M -D .. este proceso de la compra con
vistas a la venta, que constituye la forma característica
del comercio, el capital com o capital comercial . Es
el primer movimiento en el cual el valor de cambio en
cuanto tal constituye el contenido; no sólo la forma,
sino su propia sustancia” (7 9 ). Lo que Marx llama aquí
(con una expresión que caracteriza excelentemente su
nterés científico) la “forma característica” del comer­
cio garantiza teoréticamente que “ no hace falta remon-
arse a la historia de los orígenes del capital para en­
contrarse con el dinero com o su forma o manifestación
nicial. Esta historia se repite diariamente ante nuestro
)jos. T o d o capital nuevo com ienza pisando la escena,
5S decir, el mercado, sea el m ercado de mercancías, el
le trabajo o el de dinero, bajo la forma de dinero, di­
tero que, a través de determinados procesos, tiende a
:onvertirse en capital" (8 0 ). La teoría general de esta
ransformación no debe desarrollarse, por tanto, des-
le un punto de vista histórico sino sobre la base de las
cyes inmanentes al intercambio de mercancías.
El paralelismo existente entre estas formulaciones
las que habíamos citado de las obras de Hegel, salta
la vista. Del mismo modo que el sistema idealista de

(79) Marx, G rtm clrisse cler K r it ik d er p o litis ch e n O kono-


tie, op. cit., págs. 164 y ss. (trad. cast. cit., pags. 191 y ss.).
(80) Marx, Das K a pita l, vol. I. op. cit., pág. 153 (trad. cast.
¡t., vol. II, pág. 103).
71

la filosofía, una vez acabado y definido en sí, deja atrás


sus premisas históricas, como si de una piel de la que
se hubiese desprendido se tratase, así las relaciones de
producción burguesas que “aparecen” en la forma di­
nero del capital constituyen un sistema “procesual” cu­
yo funcionamiento debe ser explicado mediante un ri­
guroso trabajo conceptual.

El problem a del com ienzo de la ciencia

C o m o es sabido, Marx intenta cumplir la difícil tarea


partiendo de la forma de mercancía o de valor de los
productos del trabajo; la mercancía es la "célula eco­
nómica” (81) de la sociedad burguesa y permite aco­
meter esta última com o totalidad "intensiva” . Co m o una
mónada leizniziana, la mercancía refleja en sí todo el
“ m undo” condicionado por su estructura. Lenin ha lla­
mado la atención sobre esto en particular. En sus notas
sobre la G ra n Ló gica examina la doctrina hegeliana del
concepto en especial desde el punto de vista epistemo­
lógico, afirmando que con la "formación de conceptos
(a b stra cto s)... la consciencia de las leyes de las cone­
xiones objetivas del m u ndo ” está ya siempre dada: “De
la misma manera que la forma simple de valor, el acto
aislado del cambio de una sola mercancía dada con­
tra otra, contiene ya en forma no desarrollada todas las
contradicciones fundamentales del capitalismo en sí,
así la más simple generalización significa ya ... el conoci­
miento cada vez más adelantado de la profunda cone­
xión objetiva del mundo por parte de los hombres” (82).
Y en otro lugar, aludiendo de nuevo al proceso teoréti­
co del Capital, Lenin escribe: "El comienzo — el más
simple, el más usual, el más común, el más inmediato
(81) lb íd ., pág. 6 (trad. cast. cit., vol. I, pág. X II).
(82) Lenin, W erke, vol. 38, Berlín, 1964, págs. 168 y ss. (sub­
rayados de Lenin). Cf. también ibíd., pág. 340.
72

’ser’: la mercancía aislada (el ’ser’ en economía polí­


tica ). Sus análisis como el análisis de una relación so­
cial. Un análisis dual, deductivo e inductivo — lógico
e histórico— (las formas de v a lo r )” (8 3 ). La obra prin­
cipal de Marx proporciona también una “historia del ca­
pitalismo” , pero — como añade expresivamente Lenin—
bajo la forma de un "análisis de los conceptos que la re­
sumen” (8 4 ).
Lenin piensa aquí en la construcción sistemática del
primer volumen del Capital que, de hecho, es al mismo
tiempo una construcción histórica por cuanto que la
sucesión mercancía-dinero-capital, con la que comien­
za la economía marxiana, reproduce el proceso real que
habría de conducir en Europa Occidental a la aparición
del capital. Co m o la prehistoria del capital se caracteri­
za por la producción y circulación de mercancías, el co­
mienzo lógico del análisis marxiano coincide con el co­
mienzo genético de su objeto. Con seguridad, como di­
ce Engels, el curso del pensamiento debe empezar allí
donde empieza la historia real (8 5 ). Pero sería total­
mente falso concluir que Marx quería describir el deve­
nir de la sociedad moderna por el hecho de que El Ca­
pital comienza con el análisis de la mercancía. El motivo
de tal comienzo es, como sabemos, específicamente
teorético. La mercancía aparece como la "forma ele­
mental” (86) de la riqueza burguesa y "la forma mer­
cancía es la forma más general y rudimentaria de la pro­
ducción burguesa" (8 7 ). La mercancía es — a esto es a

(83) Ibíd., pág. 319 (subrayado de Lenin). Cf. a este res­


pecto también ibíd., pág. 15, donde Lenin subraya que la «idea
de las relaciones sociales de producción» constituye la «idea
fundamental» del «sistema» marxiano.
(84) Ibíd., pág. 319 (subrayado de Lenin).
(85) Cf. a este respecto Engels, K a rl M a rx: Z u r K ritik der
p olitisch en O konom ie, en Marx/Engels, Werke, vol. 13, op. cit.,
página 475.
(86) Marx, Das K apital, vol. I, op. cit., pág. 39 (trad. cast.
cit., vol. I, pág. 3).
(87) Ibíd., pág. 88 (trad. cast. cit., pág. 46).
73

lo que se llega— algo, en sentido hegeliano, “abstrac­


to", conceptualmente todavía indeterminado, pobre de
contenido, a partir de lo cual, por necesidad interna, se
asciende a un conocimiento más concreto, más diferen­
ciado y se asciende por medio de abstracciones alta­
mente sutiles. Así, entre las categorías forjadas en el
análisis de la mercancía, el examen de los antagonis­
mos objetivos del mundo burgués y la predicción de su
hundimiento, existe una lógica continuidad de desarro­
llo. Lo que implica el comienzo resulta confirmado por
el final; pues el “avanzar — escribe Hegel— desde lo
que constituye el comienzo, debe ser considerado sólo
como una determinación ulterior del mismo comienzo,
de modo que aquello con que se comienza continúa co­
mo fundamento de todo lo que sigue, y del cual no des­
aparece.” A pesar de que gradualmente se convierta
en algo cada vez más mediado, el comienzo es "el fun­
damento presente y perdurable..., lo que permanece in­
manente de modo absoluto en sus determinaciones ul­
teriores” (8 8 ).

(88) Hegel, Wissenschaft der Logik, I, Leipzig, 1951, pág. 56


(trad. cast. de A. y R. Mondolfo, con prólogo de Rodolfo Mon-
dolfo, Ciencia de la Lógica, Buenos Aires, 1968, págs. 66-67).
Marx ha reflexionado muy intensamente, como dialéctico, acer­
ca del doble carácter simultáneo mediato e inmediato del co­
mienzo de la teoría, orientándose manifiestamente en lo que
sobre esta cuestión dice Hegel en su famoso apartado «¿Cuál
debe ser el comienzo de la ciencia?» (cf. ibíd., págs. 52-64, cf.
trad. cast. cit. págs. 63-72). Con un conocimiento extraordina­
riamente extenso de la historia del pensamiento económico,
Marx sabe con exactitud que también su punto de partida en
el análisis de la mercancía (el trabajo como actividad abstrac­
ta y concreta, creadora de valores de uso y valores de cambio)
no deriva en modo alguno solamente de una elección adecuada
o del carácter (y de la génesis real) de su objeto de investiga­
ción, sino también del «curso general» de la ciencia económico-
política. El desarrollo de ésta discurre de tal modo que los
economistas (Marx menciona a los fisiócratas con respecto a
la teoría del valor) tratan con bastante frecuencia los proble­
mas de una forma compleja antes de que les sea posible con­
seguir el enfoque elemental necesario para ello. «La marcha
histórica» de las ciencias, en general, «conduce», como mues­
tra Marx, «por caminos de través, por idas y venidas, a sus
74

El método "progresivo-regreslvo”

A este respecto hay que considerar el hecho — ex­


traño a primera vista— de que el avance subjetivo en
el conocimiento es objetivamente, en cuanto a su con­
tenido, un retroceso. También aquí, Marx sigue la orga­
nización de la Lógica hegeliana (y su método "progre-
sivo-regresivo” en expresión de Sartre y Lefebvre). He-
gel discute la reciente opinión de que la filosofía debía
ser, ante todo, una "búsqueda” , ya que tan sólo puede
comenzar con una “verdad hipotética y problemáti­
ca ” (89). Le impresiona el interés claramente presen­
te en ello acerca de la problemática especulativa del
"comienzo” y utiliza la ocasión para explicarse en cuan­
to a los principios acerca del "sentido del procedimien­
to lógico” , sobre todo sobre aquella opinión que afir­
ma que "el avanzar en filosofía (sea) más bien un retro­
ceder y un poner fundamentos, por medio del cual sólo
resultaría que aquello con que se empezó, no es algo
aceptado por pura arbitrariedad, sino que representa
en efecto, por una parte, la verdad y, por la otra, la pri­
mera verdad” (9 0 ). Hegel se adhiere a este pensamien­
to y lo precisa con la siguiente idea — que estaba des­
tinada a ser importante para la teoría marxiana— : "et
avanzar es un retroceder al fundamento, a lo originario
y verdadero, del cual depende el principio con que se
comenzó y por el que... es producido. ( . . . ) Este últi­
mo, el fundamento, constituye, pues, también aquello

verdaderos puntos de partida. A diferencia de los demás ar­


quitectos, la ciencia no construye únicamente castillos en el
aire, sino que edifica un cierto número de pisos habitables del
edificio antes de haber colocado los cimientos». La cita pro­
viene de Z u r K ritik der Politisch en O konom ie, en Marx/En-
gels, Werke, vol. 13, op. cit., págs. 42 y ss. (trad. cast. cit., pá­
gina 83).
(89) Ibíd., pág. 55 (trad. cast. cit., pág. 55).
(90) Ibíd . (subrayados de Hegel).
75

de donde surge el Primero, que primitivamente se pre­


sentaba como inmediato. ( . . . ) Para la ciencia lo esen­
cial no es... que el comienzo sea un inmediato puro,
sino que su conjunto sea un recorrido circular en sí mis­
mo, en el que el Primero se vuelva también el Ultimo,
y el Ultimo se vuelva también el Primero” (9 1 ).
Analicemos ahora con qué modificaciones reapare­
ce este importante teorema de Hegel en la economía
marxista.
El principio y el final del análisis del proceso de pro­
ducción burguesa está determinado por lo "real y con­
creto” (9 2 ). Por esto último Marx entiende en su impor­
tante esbozo de una metodología materialista (escrito
en 1857/58) la base de toda “intuición y representación”
— que deben pasar por una ulterior reelaboración con­
ceptual— . Com o tal base aparece doblemente: como
“punto de partida” del proceso de conocimiento y co­
mo su “ resultado” (9 3 ). En el primer caso se trata de
la inmediatez acabada de la riqueza de la sociedad ca­
pitalista cuya forma típica es la mercancía (la estruc­
tura de la cual, determinante para la época entera,
Marx penetra en ejemplar singular “ microscópicamen­
te” ) (9 4 ); en el último caso por “ real y concreto” se
entiende el todo mentalmente dominado de aquellos he­
chos inmediatos, su conexión interna, sujeta a una le­
galidad. A ella apunta la ciencia. Pero ésta no debe ser,
como tampoco las operaciones lógicas que la posibi­
litan, “ mistificada” (9 5 ), cosa que Marx reprocha a la
filosofía hegeliana. Puesto que ni el “pensamiento que

(91) Ibíd., pág. 55; pág. 56 (trad. cast. cit., pág. 66).
(92) Marx, E in le itu n g zur K r itik der Politisch en O k o n o m ie ,
en Marx/Engels, W erke, vol. 13, op. cit., pág. 631.
(93) Ibíd ., pág. 632.
(94) Marx, Das K apital, op. cit., cf. pág. 15.
(95) Cf. ibíd., pág. 18.
(96) Marx, E in le itu n g zur K r itik der Politisch en O kon om ie,
76

c o n c ib e ” es el “ hombre real” ni "el m undo concebido


es, co m o tal, el único m undo real" (9 6 ), la primera in­
mediatez, lo “concreto” en el lenguaje usual, viene a
coincidir con un concreto de orden superior tal como
se muestra después de haber sido penetrado teorética­
mente. Resulte esto o no, el objeto real "en tanto que
el espíritu tiene una actividad puramente especulativa
y teórica... subsiste de forma autónoma, fuera de la
mente” (9 7 ).
Entre el "punto de partida” y el “ resultado1 — am­
bos son, tomados en s\ momentos abstractos— tiene
lugar la dialéctica material del proceso de conocimien­
to propiamente dicho. A él hay que ir nuevamente por
cuanto se refiere a su dimensión histórico-teorética.
Hegel, com o decíamos, considera en su Ciencia de la
Ló g ica el curso progresivo de la idea desde el conoci­
miento "todavía no desarrollado, carente de conteni­
d o ” hasta el “conocimiento completo, rico en conteni­
do y verdaderamente fu ndado” (98) (o, más precisa­
mente, del “ser” a la “esencia” que se hace totalmente
transparente com o “co n ce p to ” ) como un retorno gra­
dual del comienzo vacío hasta su “fundamento” , llena­
do por primera vez por él. U na idea que hace suya el
Marx maduro. Ta m bié n en Marx, si se éxamina atenta­
mente, la progresión desde las “apariencias” exteriores,
superficiales, de la realidad económica hasta su “esen­
cia" (leyes internas) es un retorno al "fundamento” de
la “existencia” de esas “ apariencias” . También Marx
está convencido de que “ la fundamentación regresiva
del com ienzo... y la progresiva determinación ulterior

en Marx/Engels, W erke, vol. 13, op. cit., pág. 632 (trad. cast.
cit., pág. 270).
(97) Ib íd ., pág. 633 (trad. cast. cit., pág. 270).
(98) Hegel, W issenschaft der Logik, I, op. cit., cf. pág. 56
(trad. cast. cit., pág. 67).
(99) Hegel, Wissenschaft der Logik, II, Leipzig, 1951, pá­
gina 130.
!

i! 77

del mismo" (9 9 ) tiene lugar uno actu. De todas mane­


ras — aquí está toda la diferencia— las categorías lógi­
I cas de Hegel asumen, una vez traducidas a la econo­
j¡ mía política, un carácter totalmente diferente. Sobre to­
t do pierden su validez definitiva y atemporal, pues el
"fundamento" que constituye la mediación del comien­
jf zo — el mundo de las mercancías que está dado— ha­
cia el cual apunta el conocimiento, no es un concepto
absoluto, sino la historia que hace saltar toda inmanen­
cia lógica y que no se deja espiritualizar.
Por mucho que, por una parte, Marx se esfue*cer
derivando el concepto de capital de la forma económi­
ca del cambio (y no del contenido natural o histórico de
este último), en explicar el mecanismo de la produc­
ción burguesa completamente a partir de sí misma — a
lo que se ha hecho referencia aquí en epetidas oca­
siones— , no está dispuesto, por otr' parte, a capitular
ante el sistema dado com o tal. Nc c3 preciso, desde lue­
go, "escribir la historia real de las relaciones de pro­
ducción” cuando de lo que se trata es de "analizar las
leyes de la economía burguesa” (100). Ahora bien,
precisamente el método lógico, vaciado aparentemente
de todo contenido histórico, "pone de manifiesto los
puntos en los q r e tiene que introducirse el análisis his­
tórico, o en los cuales la economía burguesa como me­
ra forma histórica del proceso de producción apunta
más allá de sí misma a los precedentes modos de pro­
ducción históricos” (101), a “un pasado que yace por
detrás de este sistema” (102). Este pasado está descri­
to en el capítulo XXIV del Capital, que trata de la "acu­
mulación originaria” — el devenir real de la esencial— :
el "fundamento” (hegeliano) con que comienza el tra­
bajo teorético de aquella obra.
(100) Marx, Grundrisse der K ritik der Politisch en O kotio-
mié, op. cit., pág. 364 (trad. cast. cit., pág. 421).
(101) Ib íd .
(102) Ibíd ., pág. 365 (trad. cast. cit., pág. 422).
78

El lu g a r histórlco-universal del capitalism o

La sociedad burguesa es tan importante, desde el


punto de vista del método, para el materialismo dialécti­
co porque es “la organización histórica de la producción
más desarrollada, más diferenciada” (1 0 3 ). Marx sub­
raya en qué gran medida el entendimiento adecuado
del pasado, pero también el del futuro, depende de la
“co n ce p ció n certera del presente” (1 0 4 ). El análisis crí­
tico de la estructura dada “ p o s ib ilit a (n ), al mismo tiem­
po, co m p re nde r las relaciones de pro du cció n de todas
las formas de sociedad desaparecidas, sobre cuyas rui­
nas y elementos se halla edificada” (1 0 5 ). Sólo a par­
tir de un sistema ricamente articulado es posible des
arrollar la historia que lo está co ndicio na nd o, no al re­
vés. Esto marca la diferencia entre la dialéctica y un
evolucionism o trivial. T a n to desde un punto de vista his-
tórico-natural com o histórico-social lo que "indica una
forma superior” en los estadios inferiores sólo puede
ser com prendido "cu a n d o se c o n o c e la forma supe­
rior” (1 0 6 ). Así, la econom ía burguesa específica pro­
porciona, ciertamente, la “c la v e ” de las formas de vida
social que le precedieron; pero, para Marx, esto pone
de manifiesto solamente la necesidad de no olvidar más
allá de la identidad, la diferencia. Las categorías burgue­
sas (y las realidades expresadas a través de ellas) pue­
den aparecer también antes de la era burguesa: “des­
arrolladas, atrofiadas, carica tu riza da s” , pero siempre
“esencialmente distintas” (1 0 7 ). Y Marx introduce aquí
una notable reflexión acerca del concepto de “evolu-
(103) Marx, E in le itu n g z u r K r it ik d er P o litis c h e n O kou o-
inie, en Marx/Engels, W erke, vol. 13, op. cit., pág. 636 (trac!,
cast. cit., pág. 275).
(104) Marx, G ru n d risse d er K r it ik d er P o litis c h e n O kono-
tnie, op. cit., pág. 365 (trad. cast. cit., pág. 422).
(105) Marx, E in le itu n g z u r K r it ik d er P o litis c h e n O Icono-
m ié, op. cit., pág. 636 (trad. cast. cit., pág. 275).
(106) Ih íd .
(107) Jbid.
79

ción histórica’'. Esta “descansa en general en el hecho


de que la última forma considera a las formas pasadas
com o grados que c o n d u c e n a ella, y dado que rara vez...
es ca p a z de criticarse a sí misma" — de manera fun­
damental— “las co n cib e siempre unilateralmente. La
religión cristiana no ha podido ayudar a hacer c o m ­
prender de una m anera objetiva las mitologías anterio­
res sino cu a ndo su crítica a sí misma estuvo, hasta cie r­
to punto, dlnam ei, es decir, acabada, completa. D e es­
te modo, la e co n o m ía bu rgu e sa únicamente llegó a c o m ­
prender la sociedad feudal, antigua, oriental, cu a ndo la
sociedad b u rgu e sa c o m e n z ó a criticarse a sí mis­
ma" (1 0 8 ).
Desde un punto de vista histórico-universal. el ca­
pitalismo significa una e specie de paso de montaña.
U na vez presente c o m o sistema en funcionamiento sir­
ve teoréticamente c o m o prin cip io de explicación de su
devenir tanto p asado c o m o futuro y con ello precisa­
mente también de las fuerzas motrices que minan su
carácter de sistema. M a rx discute có m o se transfor­
ma el dinero en capital y en ello se ve precisado a re­
co no ce r que “ la forma dialéctica de exposición sólo es
correcta si co n o c e sus pro pio s límites" (1 0 9 ), es decir,
los puntos de irrupción de la historia viva en un sistema
petrificado c o m o pro pio de la naturaleza. El hecho de
que el “co n ce p to g e n e ra l” del capital resulte de la “cir­
culación sim ple" a través de un proceso puramente de ­
ductivo, por cuanto que ésta sólo existe en el mismo
m odo de p ro d u cció n burgués “co m o presupuesto del
capital y p re su p o n ié n d o lo ", de ninguna manera hace del
capital — co m o lo expresa M arx apuntando evidentemen­
te a H egel— “e ncarnació n de una idea eterna" (1 1 0 ).
T a l hecho muestra m u cho más có m o ésJ^%“e rM r^ ^ e a -

(108) Ib íd ., págs. 636 y ss.


(109) Marx, G ru d ris se d er K r it ik d er P o litis ch e n dkána-
fco n o -
m ié , op. cit., pág. 945. \v'j mcx;c ©
(110) Ib íd .
80

lidad, sólo como forma necesaria, debe desembocar,


en la... producción que descansa en el valor de cam­
bio” (111).
Por lo que se refiere a la legalidad que gobierna
esta transformación de la circulación en capital, depa­
ra dificultades considerables desde el momento en que
Marx expone su carácter histórico no desde un punto
de vista historiográfico, sino lógico: "La circulación sim­
ple es... una esfera abstracta del proceso de producción
burgués en su globalidad, que — bien entendido— por
medio de sus propias determinaciones se muestra...
mera forma fenoménica de un proceso que está tras
ella y que, al mismo tiempo que es su resultado, la está
produciendo a ella: se trata del capital industrial” (112).
El dinero se convierte en capital cuando se cambia
contra el no-capital, contra la capacidad de trabajo
(Arbeitsverm ogen) de los individuos.
La economía marxiana es y no es, simultáneamente,
un sistema, pues lo que funda la totalidad de la socie­
dad burguesa es igualmente lo que le impulsa irresis­
tiblemente más allá de sí misma. Com o crítico inmanen­
te, Marx supone que las relaciones por él analizadas
existen "en estado puro..., correspondiendo a su con­
cepto” (113); como crítico, Marx sabe que no es éste el
caso (ni tan siquiera en la Inglaterra de la época). El
socialismo no se da por satisfecho con un probo traba­
jo de investigación: se entiende a sí mismo como la "an­
títesis de la economía política” aun cuando, como Marx
reconoce siempre, encuentra su punto de partida "en
las mismas obras de la economía clásica, especialmente
en Ricardo, que debe ser considerado como su expre­
sión más acabada y última” (114), porque éste, distan­
ciándose esencialmente del empirismo trivial de los eco-
(111) Ibíd ., págs. 945 y ss. (subrayado de Marx).
(112) Ibíd., págs. 922 y ss.
(113) Ibíd., pág. 844.
(114) Ib íd .
81

nomistas vulgares, expresa sin disimulos el carácter


antagónico de las relaciones de producción dominantes.
Aparte de esto, Marx documenta, al estudiar la concu­
rrencia liberal, la ¡dea de que Ricardo poseía la suficien­
te agudeza como para por lo menos plantear objetiva­
mente la cuestión de la transitoriedad de la época capi­
talista, aun cuando él personalmente la considerase co­
mo una forma natural indiscutible de la vida humana.
La concurrencia — en su aspecto negativo, histórica­
mente eficaz— liquida las coerciones y obstáculos co­
lectivos conexos casi naturalmente a todos los estadios
pre-burgueses. Aquí hay que evitar caer en el error tan­
tas veces repetido — como apunta inmediatamente Marx
desde un punto de vista ideológico-crítico— de pensar
que aparezca de esta manera la "forma absoluta de exis­
tencia de la libre individualidad” (115). Lo que desde el
punto de vista de una concurrencia completamente des­
arrollada aparece como un obstáculo, para los modos de
producción anteriores, para este mismo era los “ límites
inmanentes dentro de los cuales se desarrollaban y m o­
vían de manera natural” (116). Así, pues, ninguna caren­
cia real. “Esos límites — Marx acentúa esto— no se
tornaron en barreras, sino cuando las fuerzas producti­
vas y relaciones de intercambio se desarrollaron de ma­
nera suficiente como para que el capital, en cuanto tal,
pudiera empezar a presentarse como principio regula­
dor de la producción. Los límites que el capital abolió
eran barreras para su movimiento, desarrollo, -realiza­
ción. En modo alguno — en oposición a lo que todavía
hoy afirma la apologética burguesa— suprimió todos los
límites ni todas las barreras, sino sólo los límites que no
se le adecuaban, que para él constituían barreras. Den­
tro de sus propios límites... se sentía libre, ilimitado, es-

(115) Ibíd., pág. 543 (trad. cast. cit., vol. II, pág. 166).
(116) Ibíd.
82

to es, limitado sólo por sí mismo, sólo por sus propias


condiciones de vida” (117).
Para Marx es todavía más importante el lado positi­
vo de la libre competencia concerniente al "sistema”
acabado de la sociedad burguesa; en él se relaciona el
capital “consigo mismo como otro capital” (118); sus
“ leyes internas” , que aparecen “ en los pródromos histó­
ricos de su desarrollo” como “tendencias” meramente
anticipatorias, son ahora “puestas como leyes” , real­
mente eficaces como tales; "la producción fundada en
el capital sólo se pone en su forma adecuada, en la me­
dida y en cuanto se desarrolla la libre competencia, pues­
to que ésta es... el desarrollo libre de sus condiciones y
de sí mismo en cuanto proceso que continuamente re­
produce...” (119). Marx se opone, como se ha dicho, a
una interpretación demasiado optimista del papel de la
competencia. Esta no emancipa a los individuos vivien­
tes (y sus necesidades), sino que con ella comienza pa­
ra el capital su "desarrollo real” (1 2 0 ). Lo inherente a
su naturaleza universal (a su "concepto” ) se presenta
ahora como una “necesidad externa” (121) que obedece
al juego recíproco de los muchos capitales individuales.
Su concurrencia (en la que cuenta también la de los
obreros entre sí) significa solamente que “se imponen
entre sí y a sí mismos” las “determinaciones inmanen­
tes” (122) del capital en general.

(117) Ibíd.
(118) » Ibíd.
(119) Ibíd., págs. 543 y ss. (trad. cast. cit., vol. II, págs. 166
y ss.).
(120) Ibíd., pág. 544 (trad. cast. cit., vol. II, pág. 168).
(121) Ibíd., pág. 545 (trad. cast. cit., vol. II, pág. 169).
(122) Ib íd . Cf. con respecto a esta dialéctica objetiva del
azar y la necesidad (importante para el pensamiento marxiano
en su conjunto) también E l Capital, vol. I, op. cit., pág. 331;
véase además G rundlinien der Ph ilosoph ie des Rechts, en
Sam tliche W erke; vol. 7, Glockner, Stuttgart-Bad Cannstadr,
1964, § 189, donde se dice que honra a la economía política
(Staatsokonom ie) el «deducir las leyes a partir de una masa
de casualidades».
83

Mientras que el modo de producción burgués sea la


forma histórica más adecuada para impulsar el creci­
miento universal de las fuerzas productivas del género
humano, la ideología que le acompaña entrañará un
momento de verdad; ante ella “el movimiento de los in­
dividuos en el marco de las condiciones puras del capi­
tal” aparece necesariamente “como la libertad de los
mismos, que... es dogmáticamente afirmada, en cuanto
tal, por una constante reflexión sobre las barreras de­
rribadas por la libre com petencia” (123).
En la medida en que la “coerción recíproca" que
“ejercen... entre sí” los capitales concurrentes desembo­
ca en el "desarrollo libre, y a la vez real, de la riqueza
en cuanto capital” , en esta misma medida la concurren­
cia se convierte en una categoría económico-científica
decisiva. Ricardo, de hecho, supone su "dominio abso­
luto” ... para "poder estudiar y formular las leyes adecua­
das del capital” (1 2 4 ). Esto resulta tanto mejor cuanto
más desarrollada se halla la competencia; de ella depen­
de en qué medida se van a manifestar en toda su pure­
za las formas de movimiento del capital.
Marx muestra cómo desde el momento en que Ricar­
do se atiene rigurosamente a estas premisas, se ve obli­
gado a hacer una confesión que trasciende el horizonte
burgués. En su concepción se dibuja, objetivamente, la
"naturaleza histórica del capital y el carácter limitado de
la libre competencia, la cual, precisamente, no es más
que el libre movimiento de los capitales, esto es, su mo­
vimiento dentro de condiciones que no forman parte de
ninguno de los estadios previos disueltos, sino que son
las propias condiciones del capital” (125). El hecho de
que la libre concurrencia tienda a convertirse en el cen­
tro, también y no en última instancia en las luchas po-

(123) Ibíd., pág. 544 (trad. cast. cit., vol. II, pág. 168).
(124) Ib íd . (subrayados de Marx).
(125) Ib íd . (subrayados de Marx).
84

líticas del siglo pasado, no se ha de entender, sin em­


bargo, como si la base de la relación capitalista estuviese
en los movimientos de los muchos capitales. El predo­
minio de la concurrencia implica mucho más que el
capital ya se ha impuesto tácticamente com o forma de
vida histórica y que sólo aparece en los hechos de pri­
mer plano de la esfera de la circulación. Esto está co­
rrectamente explicado, pero inconsecuentemente, en los
enunciados de los mejores representantes de la econo­
mía clásica. En particular, los economistas clásicos no
son capaces de explicar la “sistematicidad” ahistórica
de la sociedad existente como un producto asimismo his­
tórico. En fin, caen en lo que Marx llama apariencia obje­
tiva en el apartado dedicado al fetichismo de la mercan­
cía. Resulta confirmado por esto el hecho de que el ca­
pital se mueve "con arreglo a sus propias leyes” tan
pronto como ya no le son necesarias “ las muletas de
modos de producción pretéritos a que caducan con la
aparición de aquél” (1 2 6 ). Pero aquella "sistematicidad”
del mundo burgués se muestra cada vez más frágil por­
que el incremento de las fuerzas productivas y con él el
de la libertad humana, encuentra en el capital (cuya vic­
toria histórica posibilitó aquél una vez) una barrera no
inmanente al sistema, sino superable tan sólo a través de
un salto cualitativo. C o m o es sabido, la teoría marxista
concluye que el capital adopta formas que parecen com­
pletar su dominio — la creciente concentración hace des­
aparecer lentamente a la libre concurrencia— mientras
que, en verdad, lo que ocurre es que anuncian su deca­
dencia.
Cuando el liberalismo (tanto el liberalismo clásico
como sus apéndices actuales) identifica la “negación de
la libre competencia” como resultado de la planificación
económica con la “negación de la libertad individual” , no
ve que su clase de “ libertad individual es a la vez la abo-
(126) Ib íd .
85

lición más plena de toda libertad individual... bajo con­


diciones sociales” f las cuales "adoptan la forma de po­
deres objetivos, incluso de cosas poderosísimas” (127),
que se han independizado respecto de los individuos.
Reconocer estas “cosas” como productos históricos de
los hombres y juzgar su separación de los instrumentos
objetivos de su trabajo como un dominio abyecto es, pa­
ra Marx, "una consciencia inmensa” (128), que la teo-

(127) Ibíd ., pág. 545 (trad. cast. cit., vol. II, pág. 169).
(128) Ibíd ., pág. 366 (trad. cast. cit., vol. I. pág. 424). Una
idea que aclara, una vez más, los límites de la interpretación
estructuralista de Marx tal como es expuesta por la escuela
parisiense de Althusser. Así, Nicos Poulantzas distingue en el
seno de la unidad del marxismo dos disciplinas separadas por
la naturaleza de sus respectivos objetos: el materialismo dia­
léctico y el materialismo histórico. Este — «Science de l’his-
toire»— define su objeto como «constitution du concept d'his-
toire», aquél — «philosophie marxiste»— tiene, para Poulant­
zas, un contenido gnoseológico. Se ocupa de la «production des
connaissances, c'est-á-dire la structure et le fonctionnement du
processus de pensée», que equivale a una «théorie de l'histoire
de la production scientifique» (cf. Poulantzas, P o u v o ir p o liti-
que et classes sociales, I, París, 1971, pág. 5 [trad. cast. de
Florentino M. Torner, P o d e r p o lític o y clases sociales en el
estado capitalista, Madrid, 1972]). Desde luego, Poulantzas está
en lo cierto al subrayar lo erróneo de reducir la teoría m a­
terialista del conocimiento a la concepción materialista de
la historia. Esto es lo que él objeta a «interprétations histo-
ricistes» (entre las que menciona las del joven Lukács y Korsch)
para las que el marxismo es «une anthropologie historique»,
«l'his.toire étant une categorie originaire et fondatrice et non
un concept á construiré. La réflexion des structures, la 'prise
de conscience de leur sens' est fonction, par le biais d’une
intériorisation médiatrice, de ces structures mémes» {ibíd., pá­
gina 6). El problema que se plantea es si de este modo no irá
Poulantzas (que al igual que sus maestros quiere eliminar de
Marx todo rastro hegeliano) a caer en el error contrario, igual­
mente caracterizado por él, de las «interpretations positivis-
tes-empiriciste»: el de subsumir al materialismo histórico en
el rígido armazón de una «ley» (o «m odelo») de validez uni-
verse, el cual en cada caso sólo habría que «concretizar» ade­
cuadamente al ejem plo histórico de que se tratase (cf. ibíd.).
¿De qué otro modo hay que interpretar la tesis de Poulantzas
según la cual el materialismo histórico se ocupa primariamente
del concepto de historia? ¿No presupone esto (cosa que Pou­
lantzas admitiría, aunque sólo tu a bstra cto) el estudio co n ­
cre to de su curso, es decir: la historia narrativa? En E l Ca­
pita l se encuentra, con seguridad» historia «construida», pero
también historia material, en el sentido de «praxis» creativa.
86

ría (surgiendo ella misma de las relaciones) debe arti­


cular o incluso producir previamente. Lo específico del
método del Marx maduro (com o se debería desprender
de todo lo que hemos venido discutiendo) consiste en
que se asegura, por la vía lógica, la fuerza explosiva de
la dialéctica histórica. La historia “superadora” no es
introducida externamente al sistema, dependiente de la
visión del mundo, sino que (en todo caso según la idea)
es derivada rigurosamente de sus premisas. Lo que se
refiere al pasado que yace tras el mundo burgués apare­
ce — polémicamente— por todas partes en El Capital
sin por ello ser antes del famoso capítulo XXIV consti­
tutivo para el proceso de conocimiento ni encontrar su
lugar “lógico de exposición” Acerquémonos, una vez
más, a esta cuestión.
Para poder transformar el dinero en capital, el pro­
pietario del dinero debe encontrar previamente al obre­
ro libre (el proletariado moderno) en el mercado, con lo
cual la cuestión de por qué encuentra este obrero en el
dominio de la circulación le tiene al propietario del di­
nero absolutamente sin cuidado; éste ve, con razón, en
el mercado de trabajo un “departamento especial del
mercado de mercancías” (129). Ta m p o co le interesa de
momento la cuestión a Marx. Su procedimiento se atie­
ne "teóricamente a los hechos, a los mismos hechos a
que el poseedor de dinero se atiene prácticamen­
te” (130); se entrega, en otras palabras, a los presu­
puestos sistemáticos de su objeto. Pero no capitula, sin
embargo, ante ellos: “ Hay algo indiscutible, y es que la
naturaleza no produce, de una parte, poseedores de
dinero o de mercancías, y de otra parte, simples posee­
dores de sus fuerzas personales de trabajo. Este estado

No se entiende por qué una teoría dialéctica habría de colo­


car ambos conceptos en contraposición inmediata (e incluso
inconciliable) como es el caso de Poulantzas.
(129) Marx, Das Kapital, vol. I, op. cit., pág. 177.
(130) Ib íd .
87

de cosas no es, evidentemente, obra de la historia natu­


ral, ni es tampoco un estado de cosas social común a
todas las épocas de la historia. Es, indudablemente, el
fruto de un desarrollo histórico precedente, el producto
de una larga serie de transformaciones económicas, de
la destrucción de toda una serie de formaciones más
antiguas en el campo de la producción social.
' Las categorías económicas que hemos estudiado
dejan también su huella histórica. En la existencia del
producto como m ercancía van implícitas condiciones
históricamente determinadas. (...) Las diversas formas
especiales del dinero: ...apuntan... a fases muy diversas
del proceso de producción social. Sin embargo... para
que todas estas formas existan, basta con una circula­
ción de mercancías relativamente poco desarrollada. No
acontece así con el capital. Las condiciones históricas
de la existencia de éste no se dan, ni mucho menos, con
la circulación de mercancías y de dinero. El capital sólo
surge allí donde el poseedor de medios de producción
y de vida encuentra en el mercado al obrero libre como
vendedor de su fuerza de trabajo, y esta condición his­
tórica envuelve toda una historia universal. Por eso el
j capital marca, desde su aparición, una época...” (131).
Arriba se subrayó el hecho de que una vez que el
capital se ha formado y que los momentos de su deve­
nir han “desaparecido” en un sistema que permite una
rigurosa crítica inmanente ya no es necesario el descu­
brimiento de los orígenes históricos de su desarrollo. Es­
te principio — que para el pensamiento dialéctico es ina­
lienable— precisa, de todos modos, una corrección, pues
ilumina tan sólo una parte de la relación entre Marx y
V los clásicos de la economía. Que la crítica a éstos per­
sigue un fin cualitativamente distinto del suyo queda cla-

(131) Ibíd., págs. 177 y ss. (subrayado de Marx). Cf. tam­


bién Marx, Grundrisse der K r itik d er Politischen O konom iet
op. cit., pág. 945.
88

ro si se piensa que Marx estudia a Smith y a Ricardo des­


de un principio bajo el prisma de sus propios resultados
e intenciones. A Marx no le guía un interés meramente
arqueológico cuando vuelve una y otra vez a puntos
nodales en los que la “exposición” inmanente debe ce­
der el paso a la histórica. El motivo de esto es concreto.
A saber, el análisis que define al sistema burgués como
relativo a su pasado demuestra igualmente que es rela­
tivo a un “movimiento en devenir” que lo trasciende:
“Si, por un lado, las fases proburguesas se presentan co­
mo supuestos puramente históricos, o sea abolidos, por
el otro, las condiciones actuales de la producción se pre­
sentan como abollándose a sí mismas y por tanto como
poniendo los supuestos históricos para un nuevo orde­
namiento de la sociedad” (132).
Una vez más queda claro — en un punto decisivo
para la concepción global de Marx— que el método ló­
gico, correctamente entendido, es simultáneamente el
método más adecuado al curso histórico; permite enten­
der el todo antagónico “en el punto de desarrollo de
su plena madurez, en su forma clásica” (133). “El esta­
dio más elevado y la madurez máxima — dice Hegel en
su Gran lógica— , que algo cualquiera puede alcanzar, es
el punto en el que comienza su decadencia” (134). Des­
de esta misma perspectiva, que penetra todos sus enun­
ciados singulares, considera Marx la realidad capitalis­
ta (135). El sabe hasta qué punto las formas fenoméni-
(132) Ibíd., pág. 365 [trad. cast. cit., vol. I, pág. 422] (sub­
rayados de Marx).
(133) Engels, K a rl M a rx: Z u r K r itik der Politisch en Oko-
nom ie, en Marx/Engels, Werke, vol. 13, op. cit., pág. 475 (trad.
cast. cit., Moscú, 1966, pág. 359).
(134) Hegel, Wissenschaft der Logik, II, op. cit., pág. 252.
(135) E l Capital, además, y esto hay que ponerlo decidida­
mente de relieve (cf. también cita 128) frente a las interpre­
taciones estructuralistas, contiene a pesar (y como consecuen­
cia) de su método objetivamente orientado, la idea importan le
para la concepción marxista en general, de que es preciso
sacar a la luz las estructuras existentes en tanto que estruc­
turas en devenir y devenidas y mediarlas por la subjetividad
89

cas inmediatas de ésta quedan atrás con respecto a lo


que su teoría ofrece como visiones esenciales. Por mu­
cho que la falsa sociedad pueda desarrollarse en un pe-
» • ___________
» práctica. Haber llamado con energía la atención a este res­
pecto es el im pereceder m érito de H is to ria y consciencia de
clases. Así, Lukács muestra en su ensayo La co s ifica ción y la
consciencia del p ro leta ria d o (particularmente instructivo para
una futura construcción de una «teoría de la historia» mar-
xista) la dimensión de las dificultades con que se enfrentó
Hegel hasta el punto que no pudo aclarar en el fondo la re­
lación entre el espíritu absoluto y la historia («espíritu del
mundo»). Deteniendo la historia real, la filosofía de Hegel
resulta una génesis de tipo atemporal-«conceptual» tomada de
prestado de la realidad — pero negando de todos modos a
ésta— , que conduce desde la lógica, pasando por la natura-
leza, al espíritu: «P ero como la historicidad de todas las
formas categoriales y de sus movimientos penetra determi­
nantemente en el método dialéctico, como la génesis dialéc­
tica y la historia van juntas por necesidad esencial... es in­
evitable que ese proceso concebido como suprahistórico repro­
duzca constantemente la estructura de la historia» (Lukács,
r.. H is to ria y con scien cia de clase, trad. cast. de Manuel Sacris-
¡ tán, loe. cit., pág. 164). El m étodo hegeliano adopta, pues, un
h carácter «contem plativo y abstracto» que, por un lado, condi-
$ ciona un efecto, que «falsea y violenta» la historia; y que, por
otro lado «la historia no dominada le violenta a él mismo y
f le desgarra», con lo cual (Lukács recuerda la crítica marxiana
i a H egel) «la función demiúrgica del 'Espíritu', de la 'Idea',
da en pura m itología del concepto» ( ib íd .). Con igual dureza

I
ataca Lukács la permanencia de los modernos teóricos de la
historia (del tipo de Rickert) en la mera inmediatez de lo
fáctico, que está, de hecho, referida a «valores», que sin
embargo permiten tan sólo una «elección» en su «m ultiplici­
dad», sin cambiar lo fáctico, frente a lo que se hallan de un
modo exterior y causal (ib íd .). Sólo se alcanza «una tipología
; form al de las formas fenoménicas de la historia y la socie-
• dad, para la cual pueden aducirse como meros ejem p los los
hechos históricos» (ibíd ., subrayado de Lukács). La idea de
ü Lukács, por el contrario, consiste en una autointerpretación
JT. — obligatoria— del ser históricamente en movimiento; o sea,
i ima teoría para la que la realidad objetiva del acaecer no
1 venga descrita neutralmente desde el exterior, sino que re-
i suite penetrada en su con ten id o histórico-m undial. Por ello
i subraya que sólo en el marxismo ha podido devenir la dia-
r léctica realmente «m étodo de la historia»: porque ha pasado
t al proletariado, una clase «que (es) capaz de descubrir en sí
f misma... el sujeto de la acción productiva, el 'nosotros' de la
I génesis» (ib íd ., pág. 165). «E l conocimiento histórico del pro-
| letariado» — sobre la base del Capital de Marx— «empieza con
f el conocimiento del presente, con el autoconocimiento de su
} propia situación social, con la revelación de su necesidad (en
| el sentido de la génesis)» (ibíd ., pág. 176).
90

ríodo de tiempo quizá interminable: desde un ounto de


vista histórico-universal está condenada, como forma
que se autodisuelve del espíritu universa1.
Tom ando como fondo estas reflexiones, es posible re­
considerar nuevamente y desde un punto de vista más
fundamental, la compleja relación entre sistema y pro­
ceso, lógica e historia en el Marx maduro.

Lo correcto y lo incorrecto en la interpretación


estructuralista de Marx

Marx — como hemos evidenciado aquí— mantiene en


El Capital lo contrario de un historicismo irreflexivo que
establezca un paralelismo inmediato entre el conocimien­
to y la sucesión cronológica de los acontecimientos. Has­
ta aquí se puede estar de acuerdo con intérpretes es-
tructuralistas como Althusser o Poulantzas. No, sin em­
bargo, cuando niegan sin más el papel constitutivo de
la Lógica hegeliana para la obra económica de Marx ni
tampoco cuando proclaman un "anti-historicismo” y un
"anti-humanismo teórico” (1 3 6 ). Los textos no ofrecen,
por otra parte, ningún tipo de apoyo para una interpre­
tación tal. Ni la temática de la historia ni la de la natu­
raleza humana son rechazadas en El Capital en cuanto
■‘ideológicas" per se como suponen los autores parisien­
ses. En el Marx maduro se trata mucho más (com o lo
testimonian no en último término los Grundrisse de 1857-
58) de una segunda apropiación de Hegel, particular­
mente de la Gran lógica; ésta viene a ser tan importante
(136) Cf. a este respecto al ensayo de Althusser que lleva
por titulo M a rxism o y hum anism o incluido en su libro La
revolución teórica de M arx, México, 1967, págs. 182 a 206; tam­
bién la ponencia de Poulantzas ante el Coloquio de Frankfurt
de septiembre 1967 titulada T h eorie und Geschichte. K u rzc
ftemerkuttgen iiber den Gegenstand des "K a p ita ls ” incluida en
K ritik der p olitisch en O kon om ie heute, op. cit., págs. 58-69. Cf.
para la critica de las posiciones de Althusser la reciente obra
de Wolf I^penies/Hclmut Nolte, K r itik der A n th ropologie, Mün-
”hcn, 1971, págs. 68 y ss.
para el análisis de Marx en el campo de la economía po­
lítica como la categoría trabajo extraída de la Fenom e­
nología del Espíritu para su “autoesclarecimiento” du­
rante el período anterior al 48. Es cierto — y aquí hay
I que coincidir con los estructuralistas— que en El C a p i­
tal no existe ninguna antropología dogmáticamente fija­
da, ninguna “ imagen del hom bre” abstracto-humanista
externa al proceso científico. Pero constituiría un error
concluir en base a esto que Marx sea un “anti-humanis-
ta teórico” . Sus enunciados analíticos de la mercancía
son humanistas im plícitamente en la medida en que se
eleva por encima del nivel normal en la economía polí­
tica. En la medida en que Marx desdeña el mero re­
gistro de las estructuras reificadas, pseudo-objetivas, de
la cotidiandad capitalista para revivir la historia coagu­
lada en ellas, avanza hacia la realidad — aun cuando
deformada— específicamente humana. Así, para él, el
capital no es una cosa, “sino una relación social entre
personas medidas por co sa s” (1 3 7 ). Que aquéllas sean
reducidas a meras “ portadoras del mundo de las mer­
cancías” (138) no es una norma científica, sino una si­
tuación negativa a superar históricamente.
A pesar de su innegable interés racional por la his­
toria (cosa que lo vincula a K a n t), Marx no procede en
El Capital de un modo propiamente histórico, sino que
tiende, siguiendo enseñanzas de la Lógica de Hegel, a
la “base y posibilidad de una ciencia sintética, de un
sistema y de un conocimiento sistemático” (1 3 9 ). Marx

(137) Marx, Das K a p ita l , vol. I. op. cit., pág. 806. Cf. con res­
pecto al humanismo im plícito al mismo enfoque teórico de
Marx, también mi estudio D ie « Z e its c h rift f ü r Sozialforschunga.
Geschichte und gegenw artige Bedeutung, München, 1970, pági­
nas 33-38. (Trad. cast. en preparación por Comunicación. Ma­
drid, en el volumen colectivo La teoría crític a de la Sociedad .)
(138) Marx, Z u r K r it ik d er P o litisch e n O k on om ie, en Marx/
Engels, W erke, vol. 13, op. cit., pág. 128.
(139) Hegel, W issenschaft der L o g ik , II, op. cit., pág. 458. Así
la In tro d u c c ió n del 57 marxiana repite casi literalmente la teo­
ría hegeliana de que lo concreto es un «nexo múltiple» de abs-
92

la encuentra, com o Hegel, en el progreso metódico des­


de lo abstracto a lo concreto, de lo general a lo parti­
cular. A m b o s dialécticos se resisten al sensualismo vul­
gar que quiere hacer pasar co m o lo " c o n c re to ” por an­
tonomasia los hechos singulares que se presentan a la
consciencia ingenua. Del hecho de que para los hom­
bres sea más fácil la apropiación sensible del mundo
que la apropiación rigurosamente conceptual no se si­
gue que co m e n za r con aquélla sea "m ás natural que
la que parte del objeto en su abstracción y desde él va
hacia su singularización y particularización concre­
tas” (1 4 0 ). La misma cuestión de la vía más “natural"
está ya mal planteada; del pensamiento científico, que
— para ser exactos— deja de lado inicialmente la génesis
exterior de su objeto, se requiere desde un principio
"un ca m ino conforme al c o n o c im ie n to ” (1 4 1 ).
C o nsiderem os ahora cuáles son las consecuencias
que se derivan del modo especial en que El Capital de
Marx sigue el hegeliano "ca m in o conforme al conoci­
miento” . Al mismo tiempo de be m os prestar nuevamente
atención a la relación — sesgada— de Marx con la his­
toria material, más exactamente, a la contradicción (ya
tratada aquí a diversos niveles) consistente en que su
dialéctica siga un procedim iento a la vez histórico y no-
histórico. Histórico en la m edida en que contempla co­
nocim iento y acontecer real en tanto que momentos de
una totalidad en devenir, en la m edida en que — como
subraya Lukács — demuestra, por una parte, que "todas

tractas determinaciones dei pensamiento. (Cf. W issenschat cler


I.og ik , II, op. cit., pág. 459.)
(140) Ib íd ., pág. 459.
(141) Ib íd . Cf. a este respecto también ibíd., pág. 226, don­
de Hegel expone con toda claridad deseable la diferencia entre
un conocim iento «conceptual» y un pensamiento histórico (en
el más am plio sentido). N o se entiende bien por qué los autores
estructuralistas dirigen sus ataques precisamente a Hegel o a
las interpretaciones «hegelianizantes» de M arx cuando precisa­
mente la G ra n L ó g ica va ampliamente al encuentro de su críti­
ca al «historicism o».
93

las categorías según las cuales se construye la existen­


cia humana aparecen com o determinaciones de esa
existencia misma (y no sólo de su co n ce p tu a b ilid a d ); y,
por otra parte, que "su sucesión, su conexión y su vin­
culación se revelan com o momentos del proceso histó­
rico m ism o” (1 4 2 ). No-histórico, por el contrario, es de­
cir constructivo, es el proceder de la dialéctica marxia-
na en cuanto que, por decirlo con palabras de Althusser,
* parte de un todo existente, que — siempre "ya d a d o ”—
¡ y
1
2
posee una estructura com pleja en virtud de la cual de­
termina el valor posicional de todas las categorías "sim­ i
ples” (en sentido de una causalidad "estructural” , no
"lineal” ) (1 4 3 ). <
Con razón pone Althusser de relieve el hecho de que
i
Marx se guarda bien de participar del mito de un co ­
i
fy mienzo puro, de una pura simplicidad, mito que es pro­
Ii pio de la filosofía de los orígenes. Pero de ninguna ma­
1 nera se sigue de esto, co m o Althusser — mediante un tra­
« tamiento arbitrario de las citas— supone, una deshistori-
zación radical del materialismo marxiano. Es cierto que
la producción (p o r elegir un concepto corriente) es
siempre en M arx una "p ro d u cc ió n de individuos socia­
les” (144) — históricamente determinada— , individuos
que, por lo tanto — co m o añade Althusser— , "viven en
un todo estructurado” (1 4 5 ). Es éste un hecho claro,
indiscutible, que, sin em bargo, sirve a Althusser para
apuntalar su tesis de la imposibilidad — científica— de
reflexión sobre la sucesión de los estadios históricos:
"N o sólo excluye Marx la posibilidad de remontarnos

(142) Lukács, G esch ich te und Klassenbew uQtsein, op. cit.,


pág. 342. [Trad. cast. de Manuel Sacristán, México, 1969, pági­
nas 176-177.]
(143) Althusser, L a re v o lu ció n te ó rica de M a rx , op. cit., pá­
gina Althusser se basa aquí particularmente en la In tro d u c ­
ció n de 1857.
(144) Marx, E in le itu n g zu r K r it ik d er P o litis c h e n O k o n om ic,
en Marx/Engels, W erk e, vol. 13, op. cit., pág. 616.
(145) Althusser, La re v o lu ció n te ó rica de M a rx, op. cit., pa­
gina 162.
94

más allá de este todo complejo (y se trata de una ex­


clusión de principio: no es la ignorancia la que nos lo
impide, sino la esencia misma de la producción como
tal, su concepto); ...Marx... más aún... demuestra que le­
jos de ser originaria, la simplicidad sólo es el producto
de un proceso complejo. (...) La simplicidad no es, por
tanto, originaria. Por el contrario, es el todo estructura­
do el que asigna su sentido a la categoría simple, o el
que, al término de un largo proceso y en condiciones
excepcionales, puede producir la existencia económica
de ciertas categorías simples” (146).
No nos dejemos impresionar por todo esto. Althusser,
en realidad, no sabe decir nada del “largo proceso his­
tórico” , como no sea que éste debe haberse efectuado
ya si ha de explicarse el hecho de que una “categoría
simple” como producción (o — más importante toda­
vía— trabajo) adquiera amplio significado en un todo
social. No nos sería posible penetrar genéticamente en
el todo mismo; nos enfrentaríamos mucho más, según
Althusser, con un “siempre-yadado” por mucho también
“que el conocimiento remonte en su pasado” (147). Con
lo cual la historia (a pesar de diversas aseguraciones
que lo desmienten) está prácticamente eliminada. En
vez de una totalidad dialéctica, lo que aparece es un to-
talismo tan rígido como falto de contenido (148). Re­
sulta incomprensible cómo Althusser partiendo de estas
premisas quiere concebir el desarrollo histórico, la con­
tinuidad y las transiciones a saltos. En su “spinozismo
de las formas sociales” parece perder "el tiempo... to-

(146) Ibid., pág. 162.


(147) Ibid., pág. 164.
(148) Esto aparece con particular claridad cuando Althusser
trata la teoría de las contradicciones; su referencia más impor­
tante en el texto citado es Mao Tse-Tung, cuya concepción de
la dialéctica (un tanto formalista y ontológicamente ingenua)
paiecc compartir.
95 -

da referencia a lo antecedente y a lo consecuente, en fa­


vor de una... lineraridad” (1 4 9 ).
Althusser no se cansa de referirse a la tesis de Marx
de que el valor de cambio en tanto que “ la más simple
categoría económ ica (...) no puede nunca existir de
otro modo que com o relación unilateral-abstracta de un
todo concreto y vivo ya determ inado” (1 5 0 ). Pero olvi­
da decir al mismo tiempo que Marx no está expresando
aquí un canon m etodológico supra-temporal, sino que lo
que tiene ante sí es la estructura económ ica de la socie­
dad burguesa. Marx piensa en la “ representación” de su
objeto en forma de modelo, alejada de la em pina inm e­
diata, y sabe muy bien que con ello no está soluciona­
da de ninguna manera la cuestión de su relación con
el "movimiento real” (151) de la historia. Tal cuestión
requiere m ucho más, una discusión más cuidadosa.
Marx (éste es un punto central de la teoría del co no ci­
miento materialista) explica expresamente que importa
distinguir el “todo, tal co m o aparece en el cerebro, co ­
mo un todo mental” (152) — que él llama (con H e ge l)
"un concreto de pensam iento” (1 5 3 )— del mundo mis­
mo como un concreto-real cuyo propio "proceso de for­
mación” (154) no debe ser olvidado. Althusser percibe
correctamente las cosas al decir que el teórico, al per­
seguir este proceso, queda siempre ligado al presente
conceptualmente reelaborado (c o m o todo siem pre ya

(149) Raymond Aron, D ie h eiligen F a m ilien de M arxisnius,


Hamburg, 1970, pág. 209. Cf. también pág. 208, donde Aron (que
desde posiciones políticas contrarias llega a puntos de vista im­
portantes, al menos bajo el aspecto de la historia del pensa­
miento económico-político) confronta el enfoque althusseriano
de un «conocim iento histórico atem poral» con el «pensamiento
salvaje» de Lévi-Strauss.
(150) Marx, E in le itu n g zur K r it ik der P o litis ch e O konornie,
en Marx/Engels, W erk e , vol. 13, op. cit., pág. 632. [Trad. caste­
llana cit., págs. 269-70] (subrayado de Marx).
(151) Ib id ., pág. 618; cf. a este respecto también pág. 629.
(152) Ib id ., págs. 632 y ss. (trad. cast. cit., págs. 270 y ss.).
(153) Ib id ., pág. 632 (trad. cast. cit., pág. 270).
(154) Ib id .
96

d a d o ) y no puede salir arbitrariamente de su construc­


ción. Pero sería caer en el idealismo especulativo (tan
com batido precisamente por él) el querer deducir de
esto que sea científico partir de la eterna presencia de
un todo lógicamente determinado por el hecho de que
su diferencia com o objeto construido respecto del ob­
jeto real (es decir, histórico) mismo sólo es articulable
y, por tanto, visible sólo en el seno del pensamiento en
cada momento presente.
Marx, de todos modos, ha tratado más adecuadam en­
te este problema. Sabe, cosa en la que Althusser insiste
particularmente, que el papel específico de las catego­
rías llamadas "sim ples” sólo es posible en el marco de
un todo que constituya su presupuesto. Deja subsistir,
sin embargo, la siguiente cuestión "estas categorías sim­
ples, ¿no tienen también una existencia independiente.,
anterior a las categorías más concretas?” (1 5 5 ); de si,
dicho de otra manera, no son siempre también constitu­
tivas de ese todo del que depende, viceversa, su carác­
ter. Este es el caso en la medida en que “ las categorías
simples son la expresión de relaciones en las que lo con­
creto menos desarrollado ha podido realizarse sin haber
establecido aún la relación más com pleja” , la que "se ha­
lla expresada mentalmente en la categoría concreta, en
tanto que lo concreto más desarrollado conserva la mis­
ma categoría com o una relación subordinada” (156). La
producción mercantil y el dinero son históricamente po­
sibles antes de que hagan su aparición el trabajo asala­
riado, el capital y la banca. Por esto "la categoría sim­
ple puede expresar las relaciones predominantes de un
conjunto poco desarrollado o también de las relaciones
subordinadas de un conjunto más desarrollado” (157)
que existían históricamente antes de que el todo se des-

(155) Jbíd., pág. 633 (trad. cast. cit., pág. 270).


(156) lb íd .
(157) lb íd .
l*
97
\
í
{ arrollase tanto que tuviese necesidad de una estructura
j categorial más concreta. En este algo especial sentido
í “las leyes del pensar abstracto que se eleva de lo sim-
\ pie a lo complejo, responden al proceso histórico
| real” (1 5 8 ).
Exam inem os esto más de cerca. La expresión catego-
1 rial de las relaciones de producción investigadas por
* Marx descansa — mediata y/o inmediatamente— sobre
i su historia. En la m edida en que el proceso de pensa-
. miento es autónomo con respecto a sus contenidos no
{ lleva a cabo una copia servil de éstos y conduce a una
\ construcción teórica; en la medida en que permanece
v* objetivamente vinculado al material (y se pone continua-
| mente bajo su control por no fosilizarse y caer en un
| "sistema” va cío ) se acerca a una historiografía crítica.
Am bos problemas se hallan, sin embargo, unidos: inde-
l pendencia relativa y dependencia del proceso de p en­
samiento con respecto a la base histórica. El que a ve­
ces parezca que no tienen nada que ver el uno con el
I otro es porque — com o dice Marx— el “ método de expo­
sición” se distingue formalmente del “método de investi­
gación": “La investigación ha de tender a asimilarse en
i detalle la materia investigada, a analizar sus diversas
formas de desarrollo y a descubrir sus nexos internos.
Sólo después de coronada esta labor, puede el investi­
gador proceder a exponer adecuadamente el movimiento
real. Y si sabe hacerlo y consigue reflejar idealmente en
la exposición la vida de la materia, cabe siempre la posi­
bilidad de que se tenga siempre la impresión de estar
ante una construcción a priorl” ( 159).
Aquel que tenga clara la relación — objetivamente—
(158) lb íd ., cf. también, pág. 634. Cf. con respecto a esta
form a particular de unidad de lo lógico y lo histórico, también
el ensayo de Gunther Kohlmey, Z u m E rkenntnisprozeb in der
m arxistischen p olitisch en O konom ie, en «Problem e der politis-
chen Okonomie», Berlín, 1959, págs. 81-85.
(159) Marx, Das K apital, vol. I, o p . cit., pág. 17 (trad. cas­
tellana cit., pág. 23] (postfacio a la segunda edición).
98

muy contradictoria entre historia y “ sistema” en El C a ­


pital ni confundirá ni identificará ni escindirá lo lógico y
lo histórico, sino que intentará determinar el peso y el
nivel de ambos momentos con respecto al nivel alcan­
zado por el proceso de conocimiento. Una tarea cierta­
mente difícil, que apenas se plantean los marxólogos es-
tructuralistas y que — menos aún— no solucionan. La
forzada interpretación althusseriana (dividiendo la obra
de Marx en dos partes heterogéneas) no sólo sacrifica
la historia material a la historia construida. Esto (como
debería haber quedado claro después de lo que llevamos
dicho) es sustancialmente legítimo y — entre ciertos lí­
mites— inevitable. Pero representa un retroceso onto-
lógico, pues renuncia a una penetración fundamental en
la historicidad del ser (natural y ) social-humano.

El humanismo absoluto de la historia gram sclano

Cuando Althusser y sus discípulos hablan despecti­


vamente del “historicismo” están pensando en autores
como Lukács, Sartre y Lefebvre. Pero ya en Gramsci se
encuentra in óptima forma la tendencia interpretativa de
Marx, tachada por ellos de “ ideológica” , tendencia con
la cual Althusser se ha ocupado más de cerca (y carac­
terísticamente, bajo el título de “gauchisme” ) (160).
Gramsci, crítico tan agudo como inteligente dei “ meca­
nismo” bujariniano, tiene influencias de la corriente
"actualizadora”-neohegeliana (161). Análogamente, por
lo demás, a Historia y consciencia de clase, caracteriza
la doctrina de Marx como “historicismo absoluto” , “hu­
manismo absoluto de la historia” y también como “filo­
sofía de la praxis” . El saber especulativo se resuelve

(160) Althusser/Balibar, L ire le Capital, I, op. cit., págs. 150


y siguientes.
(161) Sobre todo de Gentile y Croce, cuyo pensamiento, no
obstante, Gramsci critica por su limitación especulativo-teo-
lógica.
99

para Gramsci (en el sentido de la parte sobre Feuerbach


\ de la Ideología alem ana) por una parte en historia real
* y por otra parte en historiografía (1 6 2 ). A esto corres-
i ponde su concepción “ inmanentista” y extremadamente
f “subjetivista” de la realidad (que recuerda en algunos
t cosas a B o g d a n o v): la realidad queda reducida a “pura
j historia o historicidad y a puro humanismo” (163). Para
él se trata, en particular, de determinar en concreto, es
j decir, de un modo radicalmente histórico, el concepto
* con frecuencia bastante formalizado por los sociólogos
burgueses (y marxistas) de “estructura” : “Como el con-
j junto de las relaciones sociales en las que los hombres
) reales se mueven y operan, como un conjunto de condi-
| ciones objetivas que pueden y deben ser estudiadas con
* los métodos de la 'filología’ y no con los de la ’especula-
l ción’” (164).
j
Las categorías y las leyes de la economía materialista

El marxismo, entendido como “filosofía de la praxis” ,


sólo hace justicia a sus tareas revolucionarias, según
Gramsci, si desarrolla una “ metodología general de la
historia” (165). Dado que la riqueza y la multiplicidad
del proceso histórico se ríen de cualquier raquítico es­
quema clasificatorio superpuesto a los fenómenos y co­
mo las “leyes de yendencia” generales sólo se dejan
descubrir en la medida en que “los hechos particulares
* __________
(162) Cf. a este respecto, Jacques Texier, Gram sci et la phi-
losophie du m arxism e, París, 1966, sobre todo págs. 13-20. La
interpretación de Marx de Adorno contiene también este ele­
mento «historiográfico». Cf. con respecto al pensamiento de
Gramsci en su conjunto el estudio crítico, muy documentado,
de Christian Riechers A n ton io Gram sci. M arxism us in Italien,
Frankfurt am Main, 1970.
(163) Antonio Gramsci, Philosophie der Praxis , selección y
traducción de Christian Riechers, Frankfurt am Main, 1967, pá­
gina 253; cfr. asimismo pág. 197.
(164) lbid ., pág. 253.
(165) lbíd ., pág. 212.
sean co nfirm a do s y p re c is a d o s en su inconfundible 'in­
d ivid u a lid a d ” ’ ( 166) , tal " m e to d o lo g ía ” p re cis a dé un re­
finado instrumental filológico-crítico (d e las fu e n te s ). Vi­
ceversa — lo que dificulta el p ro b le m a — entre las leyes
de m ovim iento del todo social ba sadas en la investiga­
ción anterior y en el e x am en crítico y el p ro c e d e r y ma­
terial e m p írico actual no existe ningú n c o n tin u u m . No só­
lo porque, desde un punto de vista histórico, se trate de
algo difícilmente conciliable. Las categorías y leyes de
la e co n o m ía materialista (a pesa r de su pretensión de
obje tivid a d) no expresan directam ente, no d iga m o s ya
extensivamente, co sa que es totalmente imposible, ni si­
quiera las relaciones de p ro d u c c ió n del siglo XIX, sino
que la expresan m ediante cortes de abstracción como
totalidad “ intensiva” . El h e ch o de que estas relaciones,
al ser científicamente fijadas d e v e n g a n más pobres en
determ inaciones, pierdan su m ultiplicidad histórica y con
ella sus m om entos — im portantes en la praxis— “exte­
riores” , “ca s u a le s ” e “ in e se ncia le s” es puesto de relie­
ve por M arx mismo: “ En una investigación general de
este tipo se p re su p o n e siem pre que las condiciones rea­
les co rre sp o n d e n a su c o n c e p to o, lo que es lo mismo,
que las c o n d icio n e s reales sean representadas sólo en
la m edida en que expresen su propio tipo g e n e ra l” ( 167) .
No por esto resultan superfluos los análisis tendentes

(166) Ib íd ., cfr. asimismo, pág. 213.


(167) Marx, Das K a p ita l, vol. I I I , Berlín, 1953, pág. 167.
Cf. también ibíd ., pág. 885, donde M arx dice que no ha expuesto
«la verdadera dinámica de la concurrencia», sino «sólo la orga­
nización interna del m odo de producción capitalista, por así de­
cirlo, en un ideal corte transversal...». Lenin argumenta de una
form a parecida argumentando contra Struve al que acusa de
confundir «la teoría abstracta de la realización... con las condi­
ciones históricas concretas de la realización del producto capi­
talista en este o aquel país, en esta o aquella época» (en « In sis ­
tien d o en el p ro b le m a de la te o ría de la re a liza ción »', existen
fragm entos traducidos al castellano com o apéndice al vol. II
de la trad. de W. Roces del C a pita l, op. cit., vol. I I , págs. 503 a
506). Lenin pone de relieve, al igual que Marx, que «las leyes
del capitalismo... expresan... simplem ente el ideal del capita­
lismo, pero no, ni mucho menos, su realidad» {ib íd ., pág. 504);
101

a determinar lo particular y lo específico. Por el contra­


rio. Continuam ente, relevantes teóricos de la economía
política han sido también versados en sus cam po s espe­
ciales. N o obstante hay que tener presente que los re­
sultados obtenidos em pírica o históricamente no son en
ningún caso ca p a ce s inm ediatam ente de co n m o ve r o de
confirm ar e nu ncia do s concernientes a leyes esenciales
a la totalidad social.
T a m p o c o se trata de insinuar un saber total absolu­
tamente inm une a la revisión inducida por hechos nue­
vos. “ El reino de las leyes” , por decirlo con Hegel, es “ la
imagen detenida del m u ndo existente o fenom énico” ; en
ella se expresa el “contenido detenido del fenómeno; és­
te es el m ism o contenido, pero presentándose en agitado

éstas se realizan «tan sólo a travs de la no-realización». Se po­


drían evitar muchas polémicas, muchos malentendidos si las
correspondientes discusiones partiense de esto. Pero de todo
esto no se sigue la justeza de la interpretación, excesivamente
nom im alista de M ax Weber, según el cual « todas las 'leyes' y
construcciones de desarrollos específicamente marxistas... tie­
nen carácter de tipo ideal». W eber subraya el «em inente y ex­
traordinario significado h e u rís tic o de estos tipos ideales si se
les utiliza para la co m p a ra c ió n de la realidad con ellos»; y
previene, al m ism o tiem po, de su «peligrosidad si son presenta­
dos com o 'fuerza s agentes', 'tendencias', etc. reales (i. e., en ver­
dad, m etafísicas)» ( M e th o d o lo gis che S ch rifte n , introducción de
Johannes Winckelmann, Frankfurt ara Main, 1968, pág. 55, sub­
rayados de W eber). W eber tiene, evidentemente, razón en este
contexto al llam ar la atención acerca de lo inadmisible que re­
sulta hacer del «saber h istórico» un « siervo de la .teoría... y
viceversa. Está m uy próxim a a los teóricos la tentación de con­
siderar norm al esta relación o, lo que es peor, de conectar e
incluso confundir teoría e historia» {ibíd., subrayado de W e­
ber). Está claro que algo parecido ha ocurrido no raramente
en la mism a tradición marxista. Sólo que con esto no queda
eliminada la legítim a pretensión de la teoría marxiana de ac­
ceder a los hechos reales objetivos por medio de sus construc­
ciones. Al contrario que los tipos ideales weberianos, las ca
tegorías marxianas son entia ra tion is cu m fu n d a m en to in re.
El acento p olítico de clase de la concepción weberiana (que se
expresa en el corriente reproche a Marx de haber profesado
una «m etafísica m aterialista») reside en su subjetivismo que
reduce las leyes estructurales marxianas a ficciones heurísticas
con cuya ayuda es ordenada la realidad irracional (integrada
por una enorme suma de hechos singulares).
102

cam bio y com o reflexión en otro” (168). Interpretado es­


to desde un punto de vista materialista, significa que
(análogamente por lo demás a la categoría de la canti­
dad en la lógica del ser) en el seno de un ámbito de
variación determinable a veces la esencia (ley) perma­
nece indiferente respecto a los modos histórico-concre-
tos de su aparecer. Su concepto refleja lo que hay de
— relativamente— constante, numeroso y frecuente en
el proceso de la realidad objetiva (1 6 9 ). Pero sí debe
aparecer la esencia, si su contenido consiste en el con­
tenido conceptualizado de los fenómenos, entonces su
cambio alcanza también a la misma esencia.
Una problemática que constituye el telón de fondo
de las actuales discusiones sobre si el capitalismo ha
experimentado desde la época de Marx y Lenin cambios
esenciales o tan sólo no esenciales, sobre si el capita­
lismo se manifiesta actualmente en fenómenos económi-

(168) Hegel, W issenschaft der Lo gik , II, op. cit., pág. 127;
pág. 128 (subrayados de M arx).
(169) La idea hegeliana de la ley como «imagen quieta» de
los fenómenos impresionó a Lenin, quien observó lo siguiente
en su resumen de la Gran L ó g ic a : «Esta es una excelente defi­
nición materialista y muy adecuada (con la palabra 'quieta’).
La ley capta lo que está quieto — y por ello la ley, toda ley, es
estrecha, incompleta, aproxim ativa» (en Lenin, W erke, vol. 38,
op. cit., págs. 141 y ss.). La idea de que los fenómenos son más
ricos que las leyes que los reflejan (cf. ibíd., pág. 142) está ya
implícita en Hegel, pero adopta en el materialismo dialéctico
un carácter más desarrollado que el que tenía en Hegel, que
todavía era algo limitado. Mientras que Hegel habría rechaza­
do como cautela «abstracta» la tesis general de que a todos los
estadios del conocimiento humano les corresponde un signifi­
cado meramente aproximativo, por su transitoriedad histórica,
y se habría atenido al «esfuerzo del concepto» a realizar siem­
pre de nuevo, el materialismo, por el contrario (más orientado
en esto hacia el curso real de la investigación científica) parle
en la construcción de sus conceptos desde un principio de aque­
lla tesis. Cf. sobre esto también el artículo (referido a la inter­
pretación leninista de H egel) de Wilhelm Raimund Beyer He-
gels «G e s e tz », en «D er Gesetzbegriff in der Philosophie und den
Einzelvvissenschaften», editado por Günter Krober, Berlín, 1968,
páginas 47 y ss. Beyer pone de relieve, en particular, la «corregi-
bilidad», «com pletabilidad» y «controlabilidad» del concepto de
ley concebido desde un punto de vista materialista.
103

eos cuya esencia es cualitativamente distinta a la que-


Marx desveló. La categoría de “ pauperización relativa”
del proletariado occidental testimonia las dificultades
que emergen en este punto.

El concepto gram sciano de “ historiografía’'

Gramsci (por volver a su problemática) tiene, de


otra parte, menos presente el — constructivo— concepto
de historia del Capital. Para él de lo que se trata es de
una historiografía que, sin atrofiarse en crónica trivial,
se ajusta a la sucesión histórica, con lo que no sacrifica
la especificidad e irrepetibilidad de las personas y de
los hechos singulares a unas leyes abstractamente “so­
ciológicas". Si se prescinde por un momento de que la
admisión de hechos históricos absolutamente “singula­
res” o incluso “ libres de teoría” accesibles tan sólo a la
intuición no es más que un típico prejuicio propio de las
"ciencias del espíritu” , aquí se presenta, de hecho, un
problema. El significado de la historia para la economía
política, tanto si es construida com o si es narrada por
ésta, es algo diferente que para la ciencia de la historia.
En ésta el problema de la relación entre estructuras ge­
nerales y extensivas y hechos particulares y singulares
se plantea de un modo diferente a aquélla. Cuando Marx
investiga la producción de la plusvalía relativa en el pri­
mer volumen de su obra principal y sigue la historia de
la industria moderna a partir del fin de la Edad Media
bajo los títulos de “cooperación” , “división del trabajo
y manufactura” , “ maquinaria y gran industria” , para él
está claro desde el principio que se enfrenta a una mate­
ria generalizada en alto grado a la que somete a un pro­
cedimiento selectivo. En su “esquema histórico” (170)
expone tan sólo “grandes rasgos característicos ge­
nerales, pues las épocas de la historia de la sociedad
(170) Marx, Das K apital, vol. I, op. c it . pág. 312.
104

están rigurosamente divididas por abstractas delimita­


cio ne s en tan pequeña m edida co m o las de la historia
de la T i e r r a ” (1 7 1 ). En El Capital se halla co nstru id a , en
otras palabras, no sólo la “estructura e c o n ó m ic a ” de la
socie da d descrita por Marx, sino tam bién el desarrollo
de las formas históricas.
Co m parativam ente, la historiografía se mueve a un
nivel de abstracción m enos elevado. Precisa, en expre­
sión de G ra m sci, de un m étodo “filológico” que dé cu e n­
ta del contenido co ncre to de los h e ch o s singulares. Si
el m arxism o es reducido a "so ciolo gía abstracta” — esto
es precisam ente lo que G ra m s c i le re p ro cha a la Te o ría
del m aterialism o histórico de Bujarin— se obtiene "un
form ulario m e cá n ico que d a la impresión de tener toda
la historia en el bolsillo” (1 7 2 ). De hecho, Bujarin defi­
ne el materialismo m arxiano co m o sociología y ésta co ­
m o “ la más general (m á s abstracta) entre las ciencias
socia le s” (1 7 3 ). U n a sociología que tom a su material de
la historia y que le p ro p o rc io n a a ésta el método. Por
otra parte, sin em ba rg o, Bujarin desvincula la sociología
así entendida de los contenidos de la econom ía y de la
historia; la presenta c o m o una “teoría general de la so­
ciedad y de las leyes de su desarrollo” (1 7 4 ). De tal m o­
do, indudablemente, la historia material resulta devalua­
da, pues frente a ella la teoría aparece co m o un sistema
de co o rd e n a d a s y a a ca b a d o en el que en cada caso
basta con inscribir los he chos de aquélla. Lo contrario

(171) lb íd ., pág. 388. Engels habla también con razón e n


una recensión del C a p ita l de los «rasgos analíticos fundamenta­
les de la reciente historia de la industria» que M arx habría e x ­
puesto (en M arx, Engels, W erk e, vol. 16, Berlín, 1968, p á g . 2 9 9 ) .
(172) Gramsci, P h ilo s o p h ie d er Pra xis, op. cit., p á g . 212. C f .
sobre esta cuestión en su conjunto, ibíd., págs. 205 y ss. (existe
trad. cast. de Jordi Solé-Tura en la antología de escritos de
Gram sci titulada L a p o lític a y el estado m od ern o, citada en lo
sucesivo por las siglas P. E. M., Barcelona, 1971, pág. 17).
(173) Bucharin, T h e o rie des h istorisch en M aterialisrnus.
G e m e in v e rs ta n d lich e s L e h rb u c h der M a rxistisch en S oziologie,
H am burg, 1922, pág. 7.
(174) lb íd ., pág. 8.
105

— y esto es decisivo— , es decir, que el proceso histórico


sea constitutivo para el proceso teorético, que aquél
modifique las categorías de éste, no es ni siquiera toma­
do en consideración por Bujarin (175), quien manifiesta
sobre todo la carencia de la dialéctica (qu e sustituye,
siguiendo a Bogdanov, por una especie de “teoría del
e q u ilib rio " ).
N o es ningún milagro que Bujarin se equivoque tam­
bién y precisamente en la cuestión de los elementos in­
tegrantes del marxismo — cuestión que no coincide con
la de sus fuentes históricas, sino que hace referencia a
lo que de cualitativamente nuevo posee su contenido
teorético— . Precisamente aquí falla Bujarin. Gramsci le
objeta con justicia que divida en dos al marxismo: 1) una
teoría del desarrollo que aparece como una "sociolo­
gía" que trabaja según criterios científico-naturales y
que co n d u ce (c o m o en algunos autores contemporá­
neos) a una vacua tipología de las formas históricas; y
2 ) una filosofía en sentido estrecho que conduce a un
crudo materialismo (q u e se autodenomina falsamente

(175) M arx y Engels — vale la pena recordarlo— definen de


otro m odo la relación entre teoría y praxis (teórica) de la his­
toriografía materialista. Ambos se corrigen mutuamente según
el caso. «L a filosofía independiente — escriben en la Id eolog ía
alem ana — pierde, con la exposición de la realidad, el medio en
que puede existir. En lugar de ella, puede aparecer, a lo sumo,
un compendio de los resultados más generales, abstraído de la
consideración del desarrollo histórico de los hombres. Estas
abstracciones de por sí, separadas de la historia real, carecen
de todo valor. Sólo pueden servir para facilitar la ordenación
del m aterial histórico, para indicar la sucesión en serie de sus
diferentes estratos. Pero no ofrecen en modo alguno, como la
filosofía, una receta o un patrón con arreglo al cual puedan
aderezarse las épocas históricas. Por el contrario, la dificultad
comienza allí donde se aborda la consideración y ordenación
del m aterial, sea de una época pasada o el del presente, la ex­
posición real de las cosas. La eliminación de estas dificultades
hállase condicionada por premisas que... se derivan siempre del
estudio del proceso de vida real y de la acción de los individuos
de cada época*. (E n Marx/Engels, W erke, vol. 3, op. cit., pá­
gina 27. [Trad. cast. cit., pág. 27].)
106

“dialéctico” ) (176). Gramsci escribe lo siguiente a pro­


pósito de tal escisión: “Si se separa de la teoría, de la
historia y de la política, la filosofía tiene que ser forzo­
samente metafísica, cuando la gran conquista... del pen­
samiento moderno... es precisamente la historificación
concreta de la filosofía y su identificación con la his­
toria” (177).

Gram sci com o crítico de C ro ce

De aquí resultan los rasgos básicos de la posición


de Gramsci que, sin embargo, no pasa de esbozos pro­
gramáticos. Así, Gramsci reivindica una "ciencia de la
dialéctica o gnoseología, en la que se anudan en unidad
orgánica los conceptos generales de la historia, de la
política, de la economía” (178). En otro lugar formula
con más exactitud estos pensamientos. Censura al pen­
samiento de Croce el que sostenga la "identidad de his­
toria y filosofía” , pero sólo para reducir la historia a
“historia ético-política” , es decir, a los fenómenos de la
sobreestructura (179). Tal identidad alcanza su senti­
do pleno sólo cuando “conduce también a la identidad
de historia y política (se entenderá por política aquella
que se realiza y no... los repetidos intentos de realiza­
ción, algunos de los cuales fracasan) y consecuentemen­
te también a la de política y filosofía... Si el político es
historiador (no sólo en el sentido de que hace historia,
sino en el de que, actuando en el presente, interpreta el

(176) Gramsci, Philosophie der Praxis, op. cit., cf. pág. 218.
Esta departamentalización —verdaderamente insostenible— se
ha mantenido hasta el presente en los manuales de marxismo
soviético; actualmente, no obstante, se busca una formulación
menos tosca.
(177) Jbld., pát*. 219; cf. sobre esta «identidad de historia
v filosofía*, también ibid., págs. 268 y ss. (Trad. cast. cit.
[P. E M.]. página 26.)
(178) Ibid.. pág. 215 (trad. cast. cit. [P. E. M.], pág. 21).
(179) Cf. acerca de la crítica de este enfoque historiográfico
crociano, ibid., págs. 250 y ss.
107

pasado), el historiador es político; y en este sentido... la


historia es siempre historia contemporánea, es decir, po­
lítica” (1 8 0 ). Una consecuencia sincera que no ataca el
historicismo radical de Croce. Asegura más bien la su­
presión de todos los residuos trascendentes, teológicos y
tradicional-metafísicos de su pensamiento. Pero Gram s­
ci demuestra categóricamente que Croce no hace justi­
cia a esta pretensión. Su filosofía continúa siendo espe­
culativa; "en ella se halla contenida... toda la trascen­
dencia y toda la teología apenas liberada de los más
toscos envoltorios mitológicos” (181).
De aquí también la postura política generalmente mo­
derada que muestra el pensamiento histórico de Croce.
Gramsci supone que hay que atribuirlo a peculiaridades
“nacionales” , en particular al “ hecho histórico de la fal­
ta de iniciativa popular unitaria en la historia italia­
na” (182). El curso de la historia italiana provocó entre
los intelectuales burgueses — como Gramsci se encarga
de poner de manifiesto— una singular ideología que os­
cila entre la revolución y la restauración. En Italia el des­
arrollo ha tenido lugar en lo esencial como la reacción

(180) Ibid ., pág. 268; pág. 269. Lamentablemente nos resulta


imposible examinar más detenidamente la teoría gramsciana
de la ideología. Junto al concepto peyorativo de ideología, de­
bido a Marx (ideología como «re fle jo » pasivo, «apariencia ne­
cesaria» del ser material, cf. ibid., pág. 271). Gramsci conoce un
concepto positivo resultante, según él, de la «identidad de filo­
sofía y política», que no permite separar las ideologías — que
Gramsci define (con Croce) como «instrumentos de la acción
política»— de la filosofía; en última instancia ambas son idénti­
cas. «Las ideologías — escribe Gramsci (ibid., pág. 268— serán
mucho más la 'verdadera' filosofía porque resultarán ser 'vul­
garizaciones' filosóficas que llevarán a las masas a la acción
concreta, a la transformación de la realidad. Serán por ello el
aspecto de masas de toda concepción filosófica que toma en el
'filósofo' un carácter de universalidad abstracta fuera del tiern-
po y del espacio, un carácter peculiar de origen literario y an­
tihistórico». De todas maneras, Gramsci es consciente del peli-
* ’ ................cación de la filosofía con la ideología

(182) Ibid ., pág. 270.


108

de las clases-dominantes ante los levantamientos espon­


táneos, desorganizados, de las masas populares; las sub­
siguientes "restauraciones” satisfacían de vez en vez de­
terminadas reivindicaciones del proletariado; eran — se­
gún Gramsci— "restauraciones progresivas" o "revolu­
ciones pasivas” (183). El historicismo de Croce mezcla,
por esto, elementos liberales y elementos conservadores,
razón por la cual tan sólo confiere validez a aquellas
acciones políticas que conducen al progreso a través
de la "dialéctica de la preservación y de la innova­
ción” (184). Esto último encuentra eco en el hegeliano
Gramsci: en lo nuevo históricamente, siempre se halla
conservado y negado a lo viejo. Pero en Croce este
principio deviene ideológico, “ mero reflejo de una ten­
dencia práctico-política” (185), y esto en la medida en
que él cree, un poco arbitrariamente, poder estatuir a
priori aquello que ha de ser conservado y aquello que ha
de ser marginado. Com o todos los reformadores libera­
les, Croce sostiene, bajo la apariencia de una aguda
consciencia histórica, “una forma hábilmente enmasca­
rada de historia pre-dibujada” (186). Lo que se hace
pasar por pura contemplación del río heracliteano es, en
verdad, un punto de vista guiado por el interés de clase.
Este se manifiesta menos en contenidos inmediatamente
reaccionarios que en ia forma y en el método tal como
aparece. La "negatividad” hegeliana pierde su sal en la
ideología de Croce, que tiende a "debilitar la antítesis,
a desmenuzarla en una larga cadena de momentos sin­
gulares..., a reducir a la dialéctica a un proceso de evo­
lución reformista, un proceso de 'revolución-restaura­
ción’ en el que tan sólo halla validez el segundo térmi­
no” (187). Lo que caracteriza, por el contrario, al his-

(183) Ibíd.
(184) Ibíd.
(185) Ibíd., pág. 271.
(186) Ibíd., pág. 272; cf. al respecto también pág. 271.
(187) Ibíd., pág. 273.
109

toricismo científico en sentido gramsciano, es que se


mantiene abierto a la objetividad del proceso. No puede
prejuzgar qué momentos del gigantesco complejo de la
tradición serán preservados en la futura situación (a pe­
sar de que su consciencia tenga que ser adecuada al es­
tadio histórico alcanzado por la especie y disponga, por
tanto, de una medida de lo deseable inmanente a la his­
toria m ism a). Lo que el futuro recibe del pasado "va a
tener el carácter de la necesidad histórica y no el de la
elección arbitraria hecha por los llamados científicos y
filósofos” (1 8 8 ).
Retengámoslo: Gram sci pretende cumplir el progra­
ma neohegeliano de una rigurosa "concepción inmanen-
tista de la realidad” en cuanto que la reconduce ” a pura
historia o historicidad y a puro humanismo” (1 8 9 ). Esto
último, no obstante — pongámoslo en claro una vez
más— , no es ninguna concesión a una antropología es­
tática. La "inmanencia histórica o realista" (190) nun­
ca es abandonada por Gram sci. C om o expresión más
acabada de las contradicciones históricas, la "filosofía
de la praxis” rechaza el supuesto de estructuras inva­
riantes: "El 'hombre en general’, cualquiera que sea su
presentación, es negado y todos los conceptos do gm á ­
ticamente 'unitarios' son diluidos y destruidos" — y con
ellos también el largamente conservado de "naturaleza
humana” (1 9 1 )— . Gram sci ve en este rasgo fundamental
de su pensamiento la herencia de la filosofía clásica ale-

(188) Ib íd .,pág. 271.


(189) Ib íd .,pág. 253.
(190) Ibíd ., pág. 193.
(191) Ibíd ., pág. 197 (existe traducción cast. de Jordi Solé-
Tura en la antología de escritos de Gramsci titulada In tro d u c ­
ción a la F ilo so fía de la Praxis, Barcelona, 1970, pág. 125). La
idea de «no-unita% riedad» de la esencia humana liga a Gramsci
con los inicios de la teoría crítica. Cf. al respecto el ensayo
de Horkheimer B em erkungen zur philosophischen A n th ro p o lo -
gie, en «Zeitschrift für Sozialforschung», IV año, 1935, cuader­
no 1, págs. 1-25 (vol. IV de la reedición (1970) de Kósel).
110

m ana (aun cuando mediada por el históricismo m o de r­


n o ) que ha sido preservada por Marx.
Había que considerar aquí la crítica gram sciana a la
ingenua ontología de Bujarin (q u e explica el tan exa­
gerado acento “ subjetivista" de sus consideraciones
epistemológicas (192) y también el neohegelianismo ita­
liano (y su recepción de M arx) porque los representan­
tes de la escuela althusseriana, co m o habíamos dicho,
piensan fundamentalmente en él cu ando hablan de las
erróneas interpretaciones "historicistas” del marxismo.
Es manifiesto que G ram sci — casi desco no cido entre no­
sotros — ha influido considerablemente en la intelligent-
sia francesa de postguerra. A los parisienses les llama la
atención particularmente lo que Gram sci dice ocasio­
nalmente sobre la relación de Marx con la economía
clásica, lugar donde se ponen de manifiesto de hecho
los límites de sus enunciados epistemológicos. La iden­
tificación — tomada de C ro c e — entre teoría del conoci­
miento e historicismo, filosofía e historiografía (193),
parece responder — parcialmente— a los escritos juve­
niles de Marx (y a los trabajos históricos en sentido
estricto): apenas podría contribuir en algo a la proble­
mática actual — al menos a la específicamente econó­
mica— del Capital.
De todas maneras, vale la pena detenerse en este
'apenas*: concierne a puntos centrales del materialismo
dialéctico. Puede que sus conceptos no estén desarro­
llados, puede que sean propiamente "experimentales”
y "atmosféricos" (1 9 4 ). Gram sci pertenece, junto con

(192) Cf. sobre esto también el libro de Christian Riechers


A n to n io Gram sci. M arxism us in Ita lie n , op. cit., págs. 142 y si­
guientes. Riechers descubre sorprendentes paralelos entre
Ciramsci y Bogdanow.
(193) Cf. al respecto la antología de textos de Benedetto
Croce preparada por v con una introducción de Alfredo Párente
titulada I I co n ce tto cíella storia, Barí, 1967, pág. 9.
(194) La mayor parte de los escritos de uramsci fueron rea­
lizados en la cárcel, bajo la enfermedad y sin aparato cien tí-
!
111
i
i Lukács y Korsch, a los meritorios autores que — inspi­
í rándose conscientemente en la dialéctica hegeliana—
dieron nueva vida a lo largo de los años veinte y prime­
ros treinta al impulso filosófico del pensamiento marxia-
f no frente a la “ortodoxia" (vulgarmente naturalista) tan­
i to socialdem ócrata com o ruso-soviética (si bien al pre­
i
■: cio de una recaída más o menos grave en el idealismo).
Lo que a veces se atribuye a incoherencia de pensa­
p miento en G ram sci, es decir, la "oscilación" de sus cate­
gorías, responde al hecho de que, formado en el hege­
i lianismo, rehúye las posiciones antihistóricas teniendo
* presente el carácter procesual de la verdad.
I
G ra m sci sobre el status científico-teórico
de la teoría m arxlana

Considerem os ahora — pasando de nuevo a la dis­


cusión del estructuralismo althusseriano— los aspec­
¡i tos económico-políticos de las reflexiones de Gramsci.
Aunque impugnables en lo particular contienen también
momentos esenciales de una interpretación crítica de
Marx que va más allá de un mero fideísmo de “con­
cepción del m u n d o ".
Gram sci critica el materialismo “ mecanicista” que
él ve actuar no sólo en Bujarin, sino ya en la socialde-
mocracia "revisionista" de preguerra. La conocida te­
sis de Bernstein según la cual el movimiento lo es todo
fico; esto explica algunas lagunas. Sustancialmente (com o
muestra también el libro de Riechers, objetivo y destructor de
mitos de circulación corriente, op. cit., cf. en particular págs. 10-
36) son atribuibles al hecho ae que los años de formación
de Gramsci estuvieron marcados no sólo por el hegelianismo
de Groce, sino también por la asunción ae «residuos monís-
tico-conciencialistas del pasado filosófico de Labriola» (cf. ibí-
dem , págs. 16 y 18) por autores académico-burgueses como
Gentile y Mondolfo, que conferían al marxismo un sentido idea­
lista-subjetivo. El término «filosofía de la praxis* proviene de
la obra de Cieszkowskis Prolegom en a zu r H istoriosop h ie (B er­
lín, 1838) y fue introducido por Labriola en la discusión italiana
hacia finales del pasado siglo.
112

y la meta final nada, sustituye la dialéctica histórica por


la mecánica; se olvida lo que Marx dice en tas. Tesis
sobre Fuerbach: "las fuerzas humanas son vistas como
oasivas y no conscientes, como un elemento no dife­
rente de las cosas materiales y el concepto vulgar de
evolución, tomado en un sentido natural, sustituye al
concepto de desarrollo” (195). En cuanto los revisionis­
tas encadenan teóricamente la acción humana al curso-
impertérrito de los acontecimientos, ésta aparece como
"tesis, o momento de reacción y conservación” , no co­
mo "antítesis o... iniciativa... que presupone el despertar
de fuerzas latentes, audazmente estimulantes, desper­
tar que necesita de finalidades inmediatas y mediadas
para reforzar su movimiento superador” (196).
Una crítica extremadamente justificada que compli­
ca ciertamente a Gramsci en la cuestión tan difícil como
discutida del status científico-teorético de la obra mar-
xiana. Para responderle Gramsci recuerda el artículo de
Lenin aparecido en 1913 y titulado Tres fuentes y tres
partes integrantes del marxismo. En él se dice de Marx
que "su doctrina apareció como continuación directa e
inmediata de las doctrinas de los más grandes represen­
tantes de la filosofía, la economía política y el socialis­
mo. (...) El marxismo es el sucesor natural de lo mejor
que la humanidad creó en el siglo XIX: la filosofía ale­
mana, la economía política inglesa y el socialismo fran­
cés" (197). Pero con esto no se aclara de qué modo
"estos tres movimientos culturales" (198), en expresión
de Gramsci, se han integrado en el edificio teórico de
Marx. Si éste ha "reelaborado sintéticamente la cultu­
ra de la época en su conjunto” (199), entonces las tres
(1 9 5 )G r a m s c i , Philosophie der Praxis, op. cit., p á g . 192.
(1 9 6 ) Ibíd., p á g s . 192-193.
(1 9 7) L e n i n , Tres fuentes y tres partes integrantes del mar­
xismo, en Obras escogidas, v o l . I , M o s c ú , 1970, p á g . 61 ( s u b r a ­
y a d o de L e n in ).
(1 9 8 ) G r a m s c i , Philosophie der Praxis, op. cit., p á g . 193.
(1 9 9 ) Ibíd.

*
113

fuentes deben reaparecer en él como momentos antici-


patorios. Precisamente en esto se inspira Gramsci. Y
Gramsci presume, por lo demás, que “el momento sin­
tético unitario” del marxismo está dado “en la nueva
concepción de la inmanencia... que fue traducida de su
forma especulativa a una forma histórica con ayuda de
la política francesa y de la economía política clási­
ca” (200).

La interpretación gramsciana de la relación entre


el materialismo histórico y la crítica
de la economía política

Gramsci propone una investigación sistemática de


la relación entre elementos filosóficos, económicos y po­
líticos en Marx. “En cierto sentido — escribe— se podría
decir que la filosofía de la praxis es igual a Hegel más
David Ricardo” (201). Una tesis que hay que entender
no exterior-genéticamente, sino sustancial mente. Co n­
duce a la cuestión de si los principios introducidos en la
economía por Ricardo se agotan en su función instru­
mental o si (aunque concebidos ínicialmente, lógico-
formalmente) representan algo nuevo en el plano filo-
sófico-concreto. Plantear así la cuestión significa darle
una respuesta afirmativa. No es que las fugaces notas
de Gramsci resuelvan el problema (que todavía hemos
de discutir aquí en detalle) del “tránsito” de Ricardo a
Marx. Pero apuntan a él más adecuadamente que los
intérpretes estructuralistas. Gramsci advierte el hecho
de que en Ricardo se esboza por primera vez la posibi­
lidad objetiva de descubrir “leyes tendenciales” , lo que
implica una concepción cualitativamente nueva de la in­
manencia, la libertad y la necesidad; concepción que ha
sido desarrollada por el marxismo, que “universalizó los
(200) Ibíd.
(201) Ibíd.
14

lescubrimientos de Ricardo, extendiéndolos adecuada-


nente a toda la historia” (2 0 2 ).
El interés particular de Gram sci se refiere a la nueva
'ersión — dialéctica— del concepto de ley tal co m o vie-
íe preparado por Ricardo. Gram sci recuerda (partiendo
íuevamente de la Ideología alem ana) los com ienzos mo­
lernos de la ciencia económ ica burguesa. En la medida
?n que la burguesía alcanza una actividad universal, en
:jue se constituye un “ mercado mundial” com o “forma
uasi-natural de la cooperación de los individuos en el
plano histórico-universal” (2 0 3 ): una potencia extraña a
ellos, en la misma medida pueden ser aislados y después
investigadas leyes de la regularidad necesaria” (204).
Gram sci añade inmediatamente que aquí se trata de "le­
yes tendenciales, en ningún caso de leyes concebidas
en un sentido naturalista o especulativo-determinista” ; se
trata de “ leyes en sentido 'histórico’” , pues en ellas se
"hace realidad el 'determinado m ercado’ o un domi­
nio... orgánicamente vivo ” (2 0 5 ). Esto permanece inac­
cesible para Ricardo. Su método considera este tipo de
leyes sólo como “expresión cuantitativa de los fenóme­
nos” (2 0 6 ); no traspasa, con otras palabras, el horizon­
te del pensamiento burgués. Este horizonte resulta vio­
lado por el tránsito marxiano “de la economía a la his­
toria general” , que enriquece el concepto de ley al “pa­
sar la cantidad dialéctica a calidad” (207).

(202) Ibíd., pág. 194.


(203) D ie deutsche Id e o log ie , en Marx/Engels, Werke, vo­
lumen 3, op. cit., pág. 37 (subrayado de Marx y Engels).
(204) Gramsci, Ph ilosop h ie der Praxis, op. cit., pág. 194.
(205) Ib íd .
(206) Ib íd . (subrayado de Gramsci).
(207) Ib íd . Gramsci anticipa aquí (aun cuando de manera
tentativa y programática) resultados de la investigación mo­
derna. Cf. al respecto el importante libro del filósofo checo
Jindrich Zeleny Die W issenschaftslogik M a rx und 'Das K a p ita i ,
Berlín, 1968 (Frankfurt am Main/Wien, 1968, trad. cast. de Ma­
nuel Sacristán, en prensa; Barcelona-México: Grijalbo, colección
«Teoría y Realidad»), que en los dos primeros capítulos Ínter-
115

A la asunción del momento cualitativo (que marca la


ruptura con la econom ía clásica) le acompaña para
Gram sci una transformación de la relación entre liber­
tad y necesidad: tanto en el plano teorético como en el
real. Este corresponde al dominio de la cantidad, aquél
al de la calidad. Esta caracteriza la cuasi-naturalidad
demostrada hasta ahora por el proceso histórico, aqué­
lla la tarea de los hombres de aprender a dominar por
ellos mismos las formas sociales de su dominio sobre la
naturaleza. La conocida tesis del Anti-D ühring engelsia-
no. según la cual “el desarrollo histórico... está caracte­
rizado por el paso en un punto determinado del reino
de la necesidad al reino de la libertad” (208), significa
— seriamente considerada— que el marxismo no pre­
tende tener una validez eterna, sino que ha de ser en­
tendido com o expresión conceptual y consciente de si­
tuaciones de las que ha com prendido en cada caso fun­
damentalmente su transitoriedad; no es posible derivar
de esto prognosis incontrovertibles. No obstante, mien­
tras persistan estas situaciones (situaciones no contro­
ladas por los individuos que continuamente las produ­
c e n ), la teoría materialista debe tener como referencia
más la necesidad que la — todavía por venir— libertad.
“ Por el momento — escribe Gram sci— el filósofo (de
la praxis) no puede evadirse del... dominio de las... con­
tradicciones, no puede remitir más que genéricamente a
un mundo sin contradicciones, si no quiere crear inme­
diatamente una utopía” (2 0 9 ). Esta tendría por su abs­
tracción muy reducido valor filosófico, nulo político, pe­
ro sería en todo caso preferible al extendido fetichismo
(no sólo burgués, sino también) marxista-vulgar de lo
desnudamente factual. Gramsci piensa en representan-

preta la relación Marx-Ricardo en el sentido de una crítica del


«cuantitativismo» unilateral.
(208) Gramsci, Ph ilosop h ie der Praxis, op. cit., págs. 196 y
siguientes; también ibíd., pág. 199.
(209) Ibíd ., pág. 197 y sgs.
16

es de un objetivismo inmediato c o m o K autsky y Buja-


in, que en ca m p o s antagónicos a yud aron a difundir in-
e rpretaciones equivalentes de la teoría m arxiana; sus
eflexiones sobre las leyes del desarrollo histórico han
sido suficientemente consideradas c o m o para ser o b ­
jeto de una nueva consideración.
Para G ra m scí es p oco p robable que Marx haya to­
mado simplemente de prestado de las ciencias de la na­
turaleza las categorías propias de la teoría de la histo­
ria de "re g u la rid a d ” y "n e c e s id a d ” (2 1 0 ). Provienen m u­
cho más (a q u í G ra m sci tom a motivos importantes
sobre todo del E ng e ls m a d u ro ) del "terreno de la e co ­
nom ía política, especialm ente en la forma y en la meto­
dología que David Ricardo dio a la ciencia e co nó m i­
c a ” (2 1 1 ). La e co no m ía clásica llegó a la idea de que
"fuerzas decisivas y p e rm a n e n te s ..., cuya acción se
presenta con un cierto 'autom atism o’ que permite algún
gra d o de ’previsibilidad’ y de certeza para el futuro de
las iniciativas individuales que consienten a dichas fuer­
zas, después de haberlas intuido y c o m p ro b a d o científi­
camente. ( . . . ) Después de haber co m p ro b a d o la exis­
tencia de estas fuerzas... y su automatismo espontáneo
(es decir, su relativa independencia respecto al arbitrio
individual y a las arbitrarias intervenciones gubernam en­
ta le s), el científico ha hecho absoluto, a m odo de hipó­
tesis, el automatismo en sí, ha aislado los hechos mera­
mente e co nó m ico s de las com bina cio ne s más o menos
(210) N o obstante, hay que observar que sin el concepto
físico de ley difundido a partir de Galileo y Newton, serían
impensables tanto la «physique sociales» de Saint-Simon como
la expresión marxiana de «leyes de m ovim iento» ( B ew egim gs -
gesetze ) sociales. Cf sobre esta — extremadamente d ifícil— pro­
blem ática la contribución a la discusión hecha por el autor en
K r it ik d er P o litis ch e n O k o n o m ie heute. 100 Jahre ' K a p ita i,
op. cit., págs. 50 y ss. Volverem os a tratar la cuestión del c a ­
rácter «histórico-natural» del m étodo marxiano.
(211) Gramsci, P h ilo so p h ie d er P ra x is , op. cit., pág. 201 y
siguientes (trad. cast. cit. [F.P.], pág. 132). Cf. sobre la valora­
ción gramsciana del papel de Ricardo en la form ación de l a
teoría de Marx, también ibíd., pág. 203.
117

im porta nte s... y ha d a do un e squem a abstracto de una


de term inada sociedad e c o n ó m ic a (y a esta construcción
científica realista... se ha ido sobreponiendo a continua­
ción u n a ... abstracción más generalizada del 'hombre'
c o m o tal, ’ahistórico' genérico, abstracción que se pre­
senta c o m o la 'verdadera' ciencia e c o n ó m ic a )" (2 1 2 ).
Hasta aquí la exposición gram sciana (un p o co es­
quem ática pero sustancialmente justa) de las premisas
eco nó m ico -p olítica s del pensamiento histórico de Marx
que no raramente son traspasadas a los manuales.
G ra m sci ve que tanto la m ecánica del m ercado co m o
en general el co nju nto de los fenómenos sociales "que
se presentan c o m o algo 'objetivo' com parable al auto­
matismo de los h e cho s naturales" (2 1 3 ), están media­
dos por actos subjetivos, es decir, individuales, co n s ­
cientes en sí, pero inconscientes con respecto al resul­
tado social global al que contribuyen. Lo que los e c o ­
nomistas bu rgueses llaman eterno y natural se revela
transitorio y artificial a la luz de la crítica marxiana; ésta
no pierde nunca de vista que las estructuras son estruc­
turadas po r la acción humana.
R esum am os brevemente los momentos del "histori-
cism o absoluto" de G ra m sci que resultan ser esenciales
para la discusión actual del concepto marxista de his­
toria; son momentos que pertenecen objetivamente, c o ­
sa apena vista hasta ahora, al ámbito de la teoría c rí­
tica co nce bida en los años treinta por Horkheimer, A d o r ­
no y Marcuse.
1. Si la filosofía, la política y la economía son “fuen­
tes y partes integrantes" (L e n in ) de la obra marxiana,
entonces constituyen su unidad interna, entonces son in­
tercambiables y traducibles entre sí; el discurso filosófi­
co es entonces siempre también un discurso tanto polí­
tico co m o económ ico y viceversa (sin que po r ello sus

(212) Ib íd ., pág. 202 (trad. cast. cit. [F. P.L pág. 133).
(213) I b íd .
118

espectivos niveles de significación vengan m ezclados


arbitrariamente); juntos forman un “círculo h o m o g é ­
neo” (2 1 4 ). Este punto de vista de Gram sci es impor-
:ante, desde el punto de vista interpretativo, en la m edi­
rla en que (entre otras cosas) se guarda bien de buscar
o "filosófico” de Marx sólo allí donde éste se sirve del
radicional lenguaje del gremio. Frecuentemente, por el
contrario (y esto es válido mutatis m utandis también pa-
'a Lenin o Mao Ts e T u n g ) , sus escritos político-históri­
cos contienen elementos filosóficos más com prom eti­
dos que aquellos escritos que se ocupan expresamente
de temas filosóficos (2 1 5 ).
2. G ram sci sigue la doctrina auténtica en el sentido
de que no aísla la problemática epistem ológica de la co n ­
cepción materialista de la historia de las cuestiones
esenciales de la econom ía marxiana; el discurso acerca
del "co ndicio na m ie nto ” por el ser social de las diversas
formas de consciencia pierde así el carácter de tesis
ontológica indemostrada que le es característico en nu-

(214) Ib íd ., pág. 196; cf. al respecto también págs. 189 y s i ­


guientes.
(215) Se piensa en un escrito tan político com o la C rítica
del p ro g ra m a de Gotha, realizado en 1875, es decir, en una
época en la que Marx había dejado atrás desde hacía mucho
tiempo las discusiones específicam ente filosóficas. Sin embargo,
este escrito contiene el principio im portantísim o de la teoría
materialista del conocimiento según el cual el trabajo humano
(entendido como actividad «fo rm a tiv a » sensible-objetiva) pre­
supone siempre un sustrato natural (ya «fo rm a d o » por sí inde­
pendiente de aquél (en Marx/Engels, W erke, vol. 19, Berlín,
1962, cf., pág. 15). Partiendo de esto, de que M arx no es más
filosófico necesariamente allí donde utiliza un lenguaje propia­
mente filosófico, de escuela, el autor ha intentado en su libro
D er B e g r iff d er N a tu r in d er L e h re von M a rx, Frankfurt am
Main, 1962 (nueva edición reelaborada, completada y con un
postcriptum de 1971) de extraer contenidos filosóficam ente im ­
portantes de la obra económico-política. Althusser acentúa con
razón (en L ire le Capital, I, op. cit., cf., págs. 9 y ss.) la nece­
sidad de extraer la 'filosofía' marxiana del Capital. Pero esto
no puede significar, sin embargo, que se tenga que om itir la
conexión genética (y por tanto sustancial) de la obra madura
con la juvenil y que deba negarse abstractamente el papel de
Hegel, cosa que implica la interpretación de Althusser.
119

merosas declaraciones oficiales de partido. Declaracio­


nes que dan a m enudo la impresión de que la crítica
marxiana de la econom ía política no sea más que una
simple “a p lica ció n ” de una filosofía acabada o un cam­
po especial igualmente acabado y previamente acota­
do; con ello se sustrae que: a ) Marx pudo desarrollar
categorías filosóficamente decisivas (sobre todo en el
plano de la crítica del conocim iento) antes que nada en
contenidos e co nó m ico s que él había penetrado en su
determinación histórico-social; y b) su recepción — crí­
tica— de motivos hegelianos de ningún modo se ciñe
con exclusividad a los escritos juveniles, sino que re­
com ienza precisamente después de 1850: en un plano
conceptual más elaborado (2 1 6 ).
3. Las notas de G ra m sci subrayan la (a menudo
poco atendida) conexión interna entre materialismo his­
tórico y crítica e co n ó m ica sin analizarla más detenida­
mente. A pesar de esto, Gram sci roza el nervio de la
teoría marxista cu a n d o intenta subsumir el dominio de
potencias objetivas sobre el hombre, del ser sobre la
consciencia, en el poder incontrolado de la ley del va ­
lor en la “ prehistoria” . Al poner punto final a ésta, sin
embargo, es a lo que tiende la doctrina socialista, como
pone de relieve Gram sci. Su interpretación “negativa”
es de notable interés porque entierra la idea todavía en
circulación según la cual Marx estaría acríticamente
adscrito “ a representaciones de leyes propias de las
ciencias naturales, mejor dicho: nom ológicas” (2 1 7 ),
(216) Es evidente que no se trata de cuestiones literarias o
didácticas. Lenin le dedica cierta atención a la estrecha e inse­
parable relación de filosofía y economía política en Marx. Cf. el
trabajo N o c h eine V e rn ich tu n g des Sozialism us, en Werke,
volumen 20, Berlín, 1968, pág. 188, donde él (polemizando con
Struve) pone de relieve que la «unidad» de la visión materia­
lista del mundo se basa, en Marx, en la unidad de filosofía y
economía política.
(217) Jürgen Ritser/Egon Becker, G rundziige soziatwissens-
c h a ftlich s ta tistisch er A rgu m en ta tion , Opladen, 1971, pág. 30;
cf. también págs. 31 y 32 de este importante libro.
20

on valor de garantías cuasi-religiosas de salvación,


sta ¡dea (difundida también entre presuntos seguido-
3S del marxismo) eleva a norma científica precisamen-
5 lo que Marx relaciona críticamente con el mundo del
3tichismo de las mercancías, a saber, el hecho de que
n él un producto social es adorado como un en-sí po-
eedor de leyes propias frente a cuya fija objetividad
e doblegan los hombres. De otro lado, la Negative
>ialektik de Adorno ha acentuado expresamente que
n este caso también, como en todo hecho dialéctico,
a mediación pasa por los extremos; el ser-generado
el en-sí de lo que Marx llama "leyes naturales socia-
3Sm vienen a ser, precisamente, complementarios como
lomentos abstractamente-separados: "La legalidad na-
ural de la sociedad es ideología en la medida en que
s hipostatizada como un dato natural inmutable. Pero
a legalidad natural es real como ley de movimiento de
a sociedad inconsciente..." (218). En el desarrollo por
/larx de esta ley desde el punto de vista de su futura
íliminabilidad se muestra, para Adorno, el 'motivo más
>otente" (219) de la concepción marxiana.
La identificación inmediata que Gramsci establece
jntre historia que acaece (y que es narrada) y teoría,
;u idea de procesualidad "pura" y de praxis (en sen-
ido de "factibilidad” absoluta del futuro), el primado,
egitimado por ello, del sujeto entendido, por así decir-
o, fichteanamente (220): todo esto tenía que acarrearle
a acusación estructuralista de "historicismo" ingenuo.

(218) Adorno, N egative D ialektik, Frankfurt am Main, 1966,


>ág. 347.
(219) Ibíd., pág. 346.
(220) Esta idea de una «historicidad» pura conecta a Grams-
;i en cierto modo con el Sein und Z e it de Heidegger y con los
—ontológicos— comienzos de Marcuse, pero en particular (co­
no ya se ha mencionado) con los ensayos juveniles de Lukács.
3f. al respecto la contribución del autor a la discusión con Fu-
do Cerutti, Detlev Claussen, Hans-Jürgen Krahl y Oskar Negt
:n G eschichte und Klassenbexvufttsein heute (obra colectiva),
Schwarze Reihe Nr. 12, 1971, págs. 8-16.
121

Nos ocupamos más adelante de la importancia que pue­


da tener esta crítica, que desdeña el enorme impulso de
Gram sci (a pesar de todas sus carencias) y cuyo ca­
rácter es tan principal como para no eximir ni a la obra
de Marx; el estadio alcanzado en la exposición nos
permite ganar nuevos aspectos para nuestro ámbito de
problemas.

Dificultades de la interpretación de Marx

La fuente de más confianza para la interpretación


estructuralista de Marx es siempre Lire le Capital (no
obstante el escrito de Althusser ya discutido aquí, Pour
Marx y los trabajos de Poulantzas). Althusser y Balibar
hicieron en 1968 una reedición de los dos volúmenes
de que consta la obra que resulta ser más concisa y
sustancialmente más pregnante en la forma (2 2 1 ). Al­
thusser se defiende en el prefacio de aquéllos que. casi
sin excepción, han clasificado las concepciones de su
escuela entre las variantes del estructuralismo; según
él, a pesar de ciertas consonancias terminológicas par­
ticulares, a pesar de ciertos equívocos, “la tendance
profonde” de sus enunciados teoréticos se distancia­
ría claramente de cualquier "ideologie ’estructuralis-
te,M (2 2 2 ); el concepto de “com binación” utilizado por
él, nada tendría que ver con el de “combinatoria” usual
entre los estructuralistas, para no hablar de categorías
del estilo de última instancia (de lo e co nó m ico ), domi­
nio, sobredeterminación o proceso productivo. Esta es

(221) La versión original (París, 1965) contiene también con­


tribuciones de Roger Establet, Jacques Ranciére y Pierre Ma-
cherey; a los que ha de recurrir aquel que quiera procurarse
una visión de conjunto. Es impotante también el libro Rationa-
lité et irra tio n a lité en écon om ie de Maurice Godelier, París,
1966 (trad. cast. de N icole Blanc, Racionalidad e irracionalidad
en la econom ía, México, 1967).
(222) Althusser/Balibar, L ire le Capital, I, op. c i t págs. 5
y siguientes.
!2

ía aseguración que satisface bien poco, pues supone


-dogmáticamente— la conformidad exclusiva de la
cégesis de Marx que propone el althusserismo. Lo que
althusserismo pretende es que su verdadera tenden-
a no resulte dañada por la terminología utilizada en
j exposición: con mayor razón esto tendría que ser
klido para el propio Marx. Evidentemente, un intérpre-
í cuidadoso se guardará bien de tomar los textos al
ie de la letra. En Marx, com o en otros autores de su
ingo, no coincide (o coincide sólo parcialmente) lo
onsignado en el material con lo que ocasionalmente
xpone en prefacios y postfacios muy citados, ricos en
onsecuencias políticas, dados com o autocomprensión
a fijada. Adem ás, una obra compleja como la de Marx
s sólo accesible a través de fases sucesivas. En cada
ase se evidencian, en aspectos nuevos y hasta enton­
es descuidados, la medida en que aparece la necesi-
ad teórica (y práctica) de descubrirlos.
De este modo se iluminaron rasgos antes descono­
cidos de Marx gracias a interpretaciones de corte kan-
iano, hegeliano e incluso existencialista (a pesar de to­
las sus exageraciones). Es incuestionable que ésta es
a función que le corresponde a la más reciente de las
nterpretaciones de Marx. El hecho de que sus repre-
¡entantes no se quieran dar por satisfechos con ello e
nsistan en querer mostrar un Marx “completamente
íuevo" tiene bastante que ver con el erostrático celo
Je toda primera tentativa.
Ante la interpretación estructuralista — pues de tal
se trata no obstante las afirmaciones en contrario— es
Dreciso, de todos modos, una prudencia particular.
Domo enseña la historia llena de vicisitudes de la inter-
oretación de Marx, siempre que la así llamada letra ha
sido sacrificada al espíritu, ha sido este último quien
ha salido perdiendo. Las peores deformaciones stalinis-
las del marxismo se hicieron en nombre de la crítica a
123

los talmudistas y a los intelectuales de gabinete. Por lo


que se refiere a Althusser, su procedimiento no está de
ningún modo exento de restos de esta mala tradición.
No expresa (o sólo raramente) contenidos marxistas
corrientes haciendo uso del lenguaje estructuralista (lo
que bien podría servir para esclarecerlos), sino que
hace pasar, sin más, por marxistas posturas que son
estructuralistas. Esto ocurre, como vamos a mostrar, en
especial con un concepto tan fundamental del Capital,
com o el de historia.

“ El C a pital” en la óptica de la vieja socialdem ocracia

Antes de entrar in extenso en esta problemática


— que es nuestro verdadero objeto— parece convenien­
te dirigir una m irada a la historia de la recepción de la
obra fundamental de Marx en el pasado siglo (2 2 3 ).
Sólo de este m odo podríam os hacer justicia (no obs­
tante todas las necesarias críticas) al nuevo enunciado
estructuralista.
Parte de intelectuales burgueses, como Lamprecht,
Scmoller, Max W e b e r y Som bart, que intentaron utilizar
elementos singulares del método marxiano en sus estu­
dios histórico-económ icos e histórico-sociales, también
sostuvieron la tesis de que el mérito de Marx es histo-
riográfico, en prim er lugar, importantes teóricos de la
II Internacional. Kautsky ve en El Capital una “ obra
esencialmente e c o n ó m ic a ” , un “ nuevo sistema eco­
nóm ico e histórico” (2 2 4 ); y Mehring, que sigue a
Kautsky, declara que El Capital sería parecido “ particu­
larmente también en sentido histórico... a una mina.

(223) Cf. acerca de la historia político-literaria de la in­


fluencia del C a p ita l la antología de fuentes, acompañada de un
instructivo esquema histórico, de R p lf Dlubek y Hannes Skam-
braks «D a s K a p ita l » vori K a rt M a rx in d er deutschen A rb e ite r-
bew erung 1867-1878, Berlín, 1967.
(224) K arl Kautsky, K a rl M a rx ’ók on o m is ch e L e h re n , Stut-
tgart, 1887, págs. V y V II.
124

todavía no explotada en la m a yo r parte de sus estra­


to s ” ( 2 2 5 ). En 1893, c u a n d o M ehring escribió esto, se
trataba de dem o strar (c o s a que do cu m e n ta n no en úl­
tim o térm ino las famosas cartas del viejo E n g e ls ) que
la o b ra de la vida de M arx se basa en su conjunto en
el materialismo histórico, el significado del cual para
una historiografía científica apenas era vislu m bra d o y,
co n m e n o r razón, c o m p re n d id o o aceptado, en el m u n ­
do de los intelectuales oficiales (c o s a que desde luego
sigue siendo ra r a ). A M ehring, el historiador e investi­
g a d o r, le co rre s p o n d ió (ju nto con Kautsky) en la vieja
s o c ia ld e m o c ra c ia el do ble papel de verificar sobre ma­
teriales co n cre to s el m étodo materialista y de refutar el
punto de vista burgués, tan extendido, según el cual
M a rx y E n g e ls “ sólo habrían he cho aquí y allá peque­
ñas incursiones a la ciencia de la historia... para a pun­
talar una teoría de la historia sacada por ellos por los
p e lo s” (2 2 6 ).

El nuevo enfoque althusseriano

Los autores de la II Internacional captan el papel


constitutivo que le co rre sp o n d e a la historia en el edifi­
cio teórico de M arx y Engels; en particular, son co ns­
cientes de que en El C apital se piensa también históri­
camente. Lo que p e rm a n e ce oculto para ellos es cóm o
se lleva esto a cabo, de qué m odo se conectan entre
sí lo histórico y lo analítico-estructural. El mérito indis­
cutible de la escuela althusseriana es haber llamado la
atención con energía sobre esta dificultad. Sus represen­
tantes pertenecen a la generación post-existencialista
que — cansada del huero culto al “joven M a rx ” (227) —
(225) Franz Mehring, Ü b e r h is to ris ch en M a teria lism u s, Ber­
lín, 1952, pág. 37.
(226) Ib íd ., págs. 36 y ss.
(227) Cf. acerca de los presupuestos específicamente fran­
ceses (d e historia de las ideologías) de la interpretación de Marx
125

ha iniciado un estudio nuevo, muy intensivo, de la eco­


nomía crítica, bu scando el rigor conceptual y la objeti­
vidad científica. En principio esto estaría bien si no fuese
porque la co nse cue n cia de tal rigorismo es el rechazo
por "id e o ló g ico s ” de momentos decisivos de la co nce p ­
ción marxiana y realizado en nombre de un "anti-huma-
nism o ” y “anti-historicismo” teoréticamente entendidos.
El interés en una sociedad digna del hombre queda
com o un postulado moral ajeno al proceso propiamente
teórético y no fundamentable en él mismo (2 2 8 ). En
este estudio y en otro lugar (229) se ha hablado ya de
esto; ahora se trata de confrontar la interpretación es-
tructuralista de Marx con los textos mismos.
Durante m u ch o tiempo la idea de que Marx propor­
cionó en El Capital, com o dice Lenin (cuyo punto de
vista es válido para numerosos autores), “un análisis
teórico e histórico” (230) de la sociedad burguesa, ha
tenido en la literatura marxista la validez de una eviden­
cia. De todos modos, ya Lenin se dio cuenta (sin tratar
más de cerca la problemática) de que el y de la cita
tiene su importancia. Se produce ya una ruptura entre
la "teoría abstracta del capitalismo” (231), que se atie­
ne a la forma más plenamente desarrollada de éste, y
la historia en la medida en que tal teoría (esto lo des­
arrolla Marx en el "borrador” del Capital) no toma en
consideración el aspecto genético. "La ortodoxia — sub­
raya Lenin— no permite que las cuestiones históricas

hecha por Althusser y sus discípulos, m i ensayo D er struktn-


ralistische A n g riff auf die Geschichte, en B eitráge zu r m arxis-
tischen E rk e n n tn is th e orie , op. c i t págs. 195-198.
(228) Cf. sobre esta desvalorización teórica del «humanis­
m o» y del «historicism o» el lúcido análisis que contiene el li­
bro de Urs Jaegiss O rdnug und Chaos. D e r S trukturatism us ais
M eth od e und M od e, Frankfurt am Main, 1968, págs. 154 y ss.
(229) Cf. mi ensayo citado en la nota 227, pags. 202-204.
(230) Lenin, E l Im p e ria lism o, fase su p erior del ca pita lism o.
op cit., Moscú, 1970 (subrayado del autor, A. S.)
(231) Lenin, Una crítica a crílica , en W erke, tomo 3, Berlín,
1956, pág. 639.
126

sean oscurecidas por esquemas abstractos” (232) tom a­


dos sin mediaciones de la construcción del pensam ien­
to. Ta le s cuestiones requieren un estudio específico;
no se debe confundir las cuestiones "abstracto-teoré-
ticas” con las "concreto-históricas” (2 3 3 ), si bien las
primeras surgen también del m undo histórico si reali­
za m o s nuestro pensamiento en términos materialistas.

La filosofía del “ nouvel esprit scientifique” : la teoría del


conocim iento co m o historia construida de la ciencia

La ruptura señalada por Lenin entre teoría e historia


constituye el punto de partida de los intérpretes estruc-
turalistas de Marx. Por cierto que en ningún caso pue­
den pretender ser los únicos en descubrir y tomar en
consideración (234) esta problemática — que es todo lo
contrario de académ ica— . Pero es verdad que en ellos
se plantea de modo tan radical que excluye desde un
principio cualquier armonización prematura (cosa que
sería correcta en un sentido muy abstracto, pero que,
precisamente por ello, aportaría poco o nada a la so­
lu ció n).
Para entender la empresa althusseriana resulta im­
prescindible tener bien presente el clima intelectual en
el cual, y sólo en el cual, pudo nacer. Althusser no deja

(232) Lenin, Una vez más sobre la cu estión de la realización,


en W erk e , tomo 4, Berlín, 1968, pág. 83.
(233) Ibíd .
(234) En los últimos años han aparecido algunos libros im­
portantes sobre economía marxiana que investigan la relación
entre ésta y la historia. Han de mencionarse (aparte de los
títulos hasta ahora señalados) el colectivo editado por Georg
Mcnde y Erhard Lange D ie a ktu elle ph ilosoph isch e Bedeutung
des 'K a p ita l' von K a rl M arx, Berlín, 1968; además la edición
reelaborada (la primera es de 1951) del libro de Otto M orf
G esch ich te und D ia lek tik in der p olitisch e n O kon om ie. Zuñí
V e rh a ltn is von 'W irtsch a ftsth eorie und W irtsch a ftsgesch ich te
bei K a rl M arx, Frankfurt am Main/Wien, 1970. (Trad. cast. de
Jacobo Muñoz, en prensa: Barcelona-México, Grijalbo, colec­
ción: «Teoría y Realidad».)
127

du d a s acerca de todo lo que les debe a autores del tipo


de Bachelard, Gavaillés, Canguilhem o Foucault, qu© se
esfuerzan por construir una teoría del conocimiento ba­
sada en la historia de la ciencia. Les preocupa, en par­
ticular, el contenido gnoseológico de lo que se llama
corrientemente — y a menudo con demasiada inocen­
cia— “ progreso científico” . ¿Q u é problemas se nos pre­
sentan en este punto? ¿Q u é criterios se ofrecen para
evaluar adecuadam ente el “paso” de una teoría a otra?
¿ Q u é es lo que distingue los conceptos pre- o no-cien­
tíficos (en lenguaje marxista: ideológicos) de los con­
ceptos científicos?
Bachelard, uno de los más importantes fundadores
de la teoría del conocim iento contemporáneo, se ha de­
dicado intensamente a esta cuestión. Su “philosopie de
la découverte scientifique” (235) — cosa que habría
de impresionar a los autores estructuralistas— se con­
trapone a la vinculación que el positivismo (especial­
mente com tiano) establece entre historia y filosofía de
las ciencias (2 3 6 ). La pereza mental historizadora se
da por satisfecha con ordenar en una sucesión evoluti­
va los nuevos resultados de la ciencia. Su historiografía
tradicional, a pesar de haber estado empeñada siempre
en seguir muy de cerca a la ciencia, se ha encontrado
raramente en condiciones de captar la verdadera di­
námica, con sus rupturas, crisis y peripecias. Anclada
en el pasado, lo nuevo sólo podía significar para ella
variantes — mejoradas— de lo viejo. Hay que combatir
este “ optimisme récurrent des historiens des Sciences
(235) Cf. al respecto el instructivo estudio (también desde
el punto de vista b ibliográfico) de Paul Ginestier La pensée de
Bachelard, París, 1968, págs. 25-123.
(236) Cf. ibíd., pág. 26. Comte, sin embargo, como se ha
puesto de manifiesto recientemente, pertenece, desde cierto
punto de vista, a los fundadores del pensamiento histórico es­
tructural. Cf. sobre esto el libro (inspirado por Althusser) de
Michel Pécheux y Michel Fichant S u r V historie des Sciences,
París, 1969 (trad. cast. de Delia Karsz Esquibel S obre la h istoria
de las ciencias, Buenos Aires, 1971).
128

qui veulent. .. plaquer sur les découvertes anciennes de


valeurs nouvelles" (2 3 7 ). Bachelard reconduce e] mal­
estar existente entre filósofos y científicos a la historio­
grafía positivista de las ciencias, la cual exige del filó­
sofo, que sigue fielmente el curso de los descubrim ien­
tos, la prueba de que éstos se hallan determinados por
los que les han precedido. Por otra parte, Bachelard
intenta justificar histórica y general analíticamente lo
erróneo de esta pretensión exagerada dirigida a los
filósofos. Así, ante la aparición de la física einsteiniana,
observa que: "Historiquement parlant, l’apparition des
théories relativistes... est surprenante. S ’il est en effet
une doctrine que les antécédents historiques n ’expli-
quent pas, c ’est celle de la Relativité” (2 3 8 ). Por lo
que se refiere a la relación entre lo lógico y lo temporal
en el proceso de conocimiento, Bachelard se pronuncia
con claros acentos contra la co nce p ción ingenuamente
lineal de la historia: "O n croit aisément que les problé-
mes scientifiques se succédent historiquement par ordre
de complexité croissante... O n oublie que la solution
trouvée réfléchit sa clarté sur les donnés, apporte des
schémas qui simplifient et dirigen l’experiénce, et que
la solution partialle se coordonne á un systéme général
ou elle puise une forcé supplém entaire” (2 3 9 ).
Para Bachelard (c o m o para sus seguidores estruc-
turalistas) son decisivas dos cosas: 1) que si la historia
de las ciencias ha de satisfacer las exigencias de la
teoría del conocimiento, debe ser estudiada retrospec­
tivamente, a partir de un nivel cada vez más avanzado;
y 2) que el progreso del saber no se corresponde de

(237) Bachelard, La F o rrn a tion de l'e s p rit s cie n tifiq u e : con-


trib u tio n á une psychanalyse de la connaisance o b je ctiv e , Pa­
rís. 1938, pág. 123.
(238) Bachelard, La V a le u r in d u ctivo de la re la tiv ité, París,
1929, pág. 6.
(239) Bachelard, E tu d e sur V évolu tion d ’un p ro b le m e de
p tiy siqu e : la propa ga tion th e rm iq u e dans les solides, París, 1928,
página 7.
129

ninguna manera con el principio evolucionista del pa­


saje de lo simple a lo complejo; la teoría “ más simple’’ ,
por más abstracta, no está al principio, sino que reela­
bora los resultados rendidos hasta entonces por el pro­
ceso del pensamiento y es en esa medida la concepción
“más concreta" (en sentido hegeliano), la más rica en
contenido.
En Bachelard y Canguilhem , pero también en Althus-
ser, es característico el abstenerse de malas especula­
ciones generales sobre procesos de la historia de la
ciencia; ellos siguen el principio de que su problemá­
tica epistemológica surge de cuestiones concretas es­
pecíficas (2 4 0 ). Q u e da n por aclarar las condiciones de
posibilidad del paso desde palabras (más o menos c o ­
loreadas “ ideológicam ente” ) a conceptos rigurosos.
Con lo cual se da por supuesto que es erróneo conside­
rar la historia de las ciencias co m o si fuera únicamente
el cuarto trastero de los errores del pasado, cosa que
estaría justificada tan sólo en la hipótesis de un nivel
de conocimiento definitivo, de lo cual no se puede ni
hablar. T o d a s las teorías se enfrentan a hechos ya de
por sí “filtrados" teoréticamente, sobre los cuales no
hay ningún juicio definitivo; resultan de construcciones
del pensamiento a menudo más antiguas que los nive­
les de conocim iento inmediatamente precedentes y que
proceden de ámbitos científicos o técnicos muy dife-

(240) Como ha m ostrado Georges Canguilhem (en su libro


La fo rm a tio n du co n ce p t de réflexe aux X V I I e et X V I I I o siécles,
París, 1955), la historia de la teoría del arco reflejo fuerza a inda­
gar con precisión bajo qué condiciones la palabra «re fle jo » pa­
sa a ser un co n ce p to susceptible de utilización científica. Si se
investiga tal concepto, se ve sorprendentemente cómo surge de
una problem ática «vitalista» y no «mecanicista». Cf. sobre Can­
guilhem también el artículo correspondiente en la enciclopedia
La p h ilo s o p ie de H e ge l á F ou ca u lt , du m a rxism e á la phéno-
m én ologie, editada por André Noiray, París, 1969, págs. 56 y si­
guientes. Sobre la moderna teoría del conocimiento francesa
(casi desconocida en nuestro país) trata el excelente articulo
L'épistem ologie, de Fran^ois Guéry, cf. ibíd., págs. 120-149.
réntefe: El teórico del conbcimiento no puede dejarse
gftfs^-por la cronología externa (241).

L'óá presupuestos bachelardlanos de Althusser

fe concepto procedente de la filosofía del “ nouvel


esprit scientifique” (242) que más importancia ha teni­
do en la interpretación althusseriana de Marx es el
concepto bachelardiano de “coupure épistémologi-
g u e ,; (2 4 3 ). Por él se entiende una ruptura ( “corte” )
en el desarrollo histórico de la teoría que co ncierne
tanto al método como al objeto de aquélla; su significa­
ción es la de inaugurar una nueva “ problemática” , un
nuevo plano del “discurso” científico. Bachelard pone
de manifiesto que el historiador de la ciencia se enfren­
ta a la “paléontologie d ’un esprit scientifique dispa-
ru” (2 4 4 ); entre la ciencia del presente y la ciencia pa­
sada no existe ninguna continuidad (2 4 5 ). El “corte
epistemológico” separa menos “fases históricas" que
cam pos objetuales: separa el cam po de la ciencia del
de las imágenes y símbolos que constantemente nos
inducen a error.
El término “teoría del conocim iento” (epistémolo-
gie) tiene en francés un sentido más estricto que en
alemán. En alemán designa investigaciones en la tierra
de nadie de la lógica, la metafísica y la psicología que
se reflejan — decisivamente influidas por Kant— en las

(241) Cf. a este respecto el artículo sobre Canguilhem cita­


do en la nota 240.
(242) Cf. sobre este concepto el artículo L 'é p is té m o log ie de
Frangois Guéry citado en la nota 240.
(243) Cf., ibíd., pág. 130.
(244) Citado ibíd.
(245) El pensamiento actual, sin embargo, como explica
Bachelard en base al concepto de «calor específico» (que resul­
tó de la diferencia establecida por Black hacia 1760 entre can­
tidad de calor y temperatura), se interesa en pensamiento pasa­
do desde hace mucho tiempo, cuyos conceptos permanecen in­
corporados a la ciencia.
131

partes constitutivas subjetivas de la objetividad. P o r el


contrario, en el uso lingüístico francés existe una clara
diferenciación entre “épistémologie” , por una parte, y
“théorie de la conaissance” , por otra. Esta última sólo
encuentra un interés archivístico en los manuales. El
enunciado subjetivo, de Descartes a Husserl, aparece,
sobre todo en la Francia actual, como ya anticuado. Por
el contrario (com o ya habíamos evidenciado), por
“épistémologie” se entiende una disciplina metateórica
“qui a pour objet d ’étudier comment se forment et se
transforment les concepts scientifiques, comment ils
s’échangent de Science á Science, comment se consti-
tue le champ d ’une Science, sellon quelles régles ils se
réorganisent á travers des mutations succesives, et com ­
ment, rapportée a ses propres régles, une pratique
devient consciente de sa méthode” (246).
Esta caracterización deja claro que el pensamiento
“epistemológico” no tiende a “fundamentar” la forma
dominante de la praxis científica (en sentido tradicio­
nal), sino que la presupone como material histórico
deseando proporcionarle tan sólo una clara autocons-
ciencia. En el enérgico intento de Bachelard de revisar
el concepto de historia de la ciencia se muestra en qué
medida esta “philosopie du nouvel esprit scientifique”
se deriva del viejo positivismo. El cientismo es (cosa
que Bachelard sobrevalora gustoso), por decirlo con
palabras de Noray, “ un positivisme infidéle” (247); su
problemática relación con la historia — linealmente en­
tendida— debía enriquecerlo, precisamente en Francia,
con motivos racionalista-constructivos. Dado que la dis­
cusión detenida de las cuestiones que resultan de aquí
excede el marco de este ensayo, nos debemos dar por
satisfechos con destacar algunos momentos singulares

(246) Voz E p is tém o lo gie de la enciclopedia, citada en la


I nota 240, pág. 119.
(247) Ibíd ., artículo H istoriqu e, pág. 221.
132

que — modificados— han pasado a las ideas de Althus-


ser (2 4 8 ).
La concepción bachelardiana de la modernidad cien­
tífica es dialéctica (249) en tanto que rechaza la razón
inimpugnable, por inmutable, del cartesianismo y adop­
ta un "connaissance appro ché e ” : “ L ’approximation,
c ’est l’objectivation inachevée, mais c ’est l’objectiva-
tion prudente, féconde, vraiment rationelle puisque’elle
est á la fois consciente de son insufficance et de son
p rogrés” (250). El conocimiento no es ni un acto único
ni un catálogo de tesis fijas, sino un proceso articulado,
ramificado. En el hecho de que tras la infinitus inten­
siva y extensiva de lo real se halle siempre la racionali­
dad científica no se manifiesta algo parecido a una
ausencia evitable, sino una ley fundamental de este pro­
ceso. La razón, insiste Bachelard, pierde la autarquía
que se le ha atribuido desde el racionalismo; debe con­
fiarse al curso de las ciencias: “ La raison doit obéir a la
Science, la Science évoluée, á la Science évouluante.
La raison n’a pas le droit de majorer une expérience
immédiate, elle doit au contraire se mettre en équilibre
avec l’expérience le plus richement structurée. En toutes
circonstances, l’immédiat doit céder le pas au cons­
t r u i r (251).
Sobre la base de esta relación entre ciencia y razón,
Bachelard desarrolla una teoría del conocimiento deci­
didamente no-cartesiana. Se trata de tomar como punto
de partida no hechos de consciencia irreductibles (cla-
rae et distinctae perceptiones), sino del hecho de que a

(248) Aquí seguimos, por lo que se refiere a la conexión


genética y de historia de la teoría, el artículo de Guéry citado
en la nota 240.
(249) Cf. acerca del concepto bachelardiano de dialéctica,
Paul Ginestier, La pensée de Bachelard, op. cit., págs. 39-46.
(250) Bachelard, Essai sur la connaissance approchée, Pa­
rís, 1928, pág. 300.
(251) Bachelard, La P h ilosoph ie du non, París, 1940, pági­
na 144.
133

toda actividad científica le subyace una dialéctica his­


tórica que se lleva a cabo entre los dos polos de lo
racional y lo experimental. En su curso se traban “véri-
tés de raison” y "vérités d'expérience” (252); ambas
pierden su identidad abstracta: las construcciones con­
ceptuales muestran su carácter relativo, transitorio, tan­
to como los resultados descriptivos de la investigación
empírica. Bachelard habla también de un "rationalisme
appliqué" (dinam izador de la razón) que viene comple­
tado por un "materialisme rattionel” (realismo gnoseo-
lógico) (253). Este último es, sin embargo, todo lo con­
trario de un sensualismo ingenuo: "Tout progrés de la
philosophie des Sciences se fait dans le sens d'un
rationalisme croissant en éliminant... le réalisme ini-
tial” (2 5 4 ). Bachelar se aproxima a la crítica de Marx
y Engels, al pensamiento contemplativo feuerbachiano,
al subrayar en qué gran medida el objeto del conoci­
miento ha de ser considerado como un “objet manu­
facturé” , como “objet civilisé” ; “ le domaine du róel se
prolongue dans un domaine de réalisation. II serait...
facile... de prouver q u ’entre réalité et réalisation sont
intervenus de facteurs rationnels” (255). Que Bachelard
no avance hasta el concepto material de praxis colec­
tiva ("actividad objetiva” ) dice poco; muestra en un
plano científico-abstracto la — creciente— imposibilidad
de una "naturaleza pura” . Lo que en un momento fue
"da do ” se transforma en "producido”. Los objetos de
los que se ocupan los científicos están en constante
transformación. Así, en la química apenas se estudian
ya sustancias en su forma natural de aparecer; aquí

(252) Ginestier, La pensée. de Bachelard, op. cit., pág. 38,


cf. también pág. 43.
(253) Ibíd., págs. 38 y ss.
(254) Bachelard, La Philosophie du non, op. cit., pág. 57.
(255) Ib íd ., pág. 49.
134

también “le róel” está determinado com o “ réalisa-


tion” (2 5 6 ).
El epistémologo de la escuela bachelardiana, a dife­
rencia de los historiadores de la ciencia tradicionales,
considera las ideas que van apareciendo históricamen­
te no com o hechos a ordenar cronológicamente, sino
que considera los hechos com o ideas; todo lo “empíri­
co" (com prendido el aparato de investigación tendien­
te a lo cuantitativo) está ya siempre elaborado co nce p ­
tualmente — “un théoréme réalisé" (2 5 7 )— . El intelecto
científico sólo puede aproximarse al ser real por medio
de hipótesis, esbozos y conceptos propios. En la medi­
da en que la experimentación es también un momento
indispensable del proceso de pensamiento (y no un
medio auxiliar o su sustituto, sino “ la production d ’un
réel nouveau" (258), el conocimiento avanza de lo ra­
cional a lo real, proceso en el cual nuestras construc­
ciones se afinan tanto com o el material al que se re­
fieren.
En la interpretación de Guéry, Bachelard demuestra
que el nuevo modo de pensar resulta sintéticamente del
“diálogo" entre el “ rationalisme" y el “ réalisme"; mo­
mentos ambos que se completan y corrigen mutuamen­
te, sin que se renuncie a la prioridad (cognitiva) de lo
racional (259), El enfoque decididamente realista — a
pesar de toda la mediación conceptual del objeto—
marca la diferencia esencial entre el “nouveau rationa-
lisme" (260) y las tradiciones empiristas-sensualistas
del positivismo que desde Hume, pasando por Nietzsche
hasta Mac y Avenarius, se ha opuesto a la tesis de la
cognoscibilidad de un ente-en-sí; cosa que para él equi-
(256) Cf. ib íd ., pág. 53.
(257) Cf. el artículo de Guéry L'ép istém ologie, pág. 131, cita­
do en la nota 240.
(258) Ib íd .
(259) Cf. ibíd.
(260) Ibíd .
135
valía a una metafísica indemostrada. Unkjg p r o c h e que
desde luego no ha conseguido conmover e££ptirri¡smo
gnoseológico de los racionalistas mo'dernos* que se
mantienen firmes en la existencia de una realidad orde­
nada, extramental. A pesar de toda critica á'káú“ 'eitYuc-
tura superficial” la reflexión subjetiva lék ál fes' e>tfr&ña.
Bachelard — para seguir poniendo de manifiesto síl'de-
terminante influencia— proporciona a la rnetodofógía
estructural no sólo un concepto revisado de la historia
de la ciencia que deriva (al igual que Marx) el pasacfo
a partir del presente, sino que, aparté de esto, enseña
la importancia de investigar la ciencia ¡n statu nascendi.
Cuando Bachelard habla de la aparición dé lo nuevo,’
no se limita de ninguna manera a censuras históricas
claramente delimitadas ("c o u p u re s épistémólogiques” )\
sino que señala algo que se repite con infinita frecííén-
cia: com o alternativa al progreso existe tan sófo^fa "rigi­
dez cadavérica; el progreso existe en incansable lúcha
contra ésta (2 6 1 ). Alejándose en este punto de BergSón,
cuya metafísica vitalista parte de la “duración concre­
ta” y de la “ continuidad móvil” de lo re a t- ( 262}'r*tanto
como de su conocimiento, Bachelard ve en el desarro­
llo de las ciencias en su conjunto un, discontinuum
coherente. El pensam iento-metodológico debe sustraer­
se en cada fase al peligro constante de .caer bajo la
influencia de meras irpágenes. Bachelard habla aquí de
los “obstáculos epistemológicos” ( “obstacle ,-épistémo-
logique” (263) que, sin embargo, como pone Guéry de
manifiesto, no pueden ser entendidos como algo exter­
no a la ciencia, que ésta déje a un lado. ¿>u acto es, mu­
cho más, “ une innovation puré, une création qui ne fait
apparaltre son obstacle q u e r rétrbspect¡vement” (264).
(261) Cf. ibíd., pág. 132.
(262) Bergson, E in fü h ru n g in die Metaphysik, en M aterie
und Gedachtnis und andere S ch riften , Frankfurt am Main,
1964, pág. 34; cf. también págs. 35 ss./£[¿y trad. cast.)
(263) Guéry, L'ép is té m o log ié ; óp. ¿ tt.;i pág. 132.
(264) Ib íd . V
136

Así, la idea del flogisto aparece co m o tal obstáculo sólo


tras la obtención del oxígeno.
La "re a lid a d ” a la que se enfrenta en ca d a caso el
c o n o cim ie n to es el "p ro d u c to ” de la actividad anterior:
materia form ada que precisa de una transformación ul­
terior. La relevancia de los “datos” a partir de los que
se orienta la ciencia está dada por la misma ciencia.
Esta, en el resumen de G u é ry de la co n ce p ció n bache-
lardiana, p ro d u ce formas que "rectifican” las viejas es­
tructuras e n g e n d ra n d o con ello nuevos objetos (2 6 5 ).
En cuanto que Bachelard insiste en el carácter activo,
cre a d o r, del pro ce so de conocim iento, le está aproxi­
m a n d o no sólo al trabajo social sino también — al igual
que Nietzsche— a la p ro d u cció n artificial. Nos volvere­
m o s a o c u p a r del aspecto cuestionable de esta co n ce p ­
ción: la insuficiente determ inación (de sd e un punto de
vista marxista) de la actividad ( " p r a x is ” ) , su identifica­
ción con la técnica (2 6 6 ).

H istoria form alizada e historia material de las ciencias

El que la teoría del conocim iento del racionalismo


m o de rno se base en una nueva interpretación de la his­
toria de las ciencias ha sido importante para el pensa­
miento histórico estructural en su conjunto. Vale la pena,
pues, retornar otra vez a esta interpretación.
El progreso de nuestro saber no discurre, según
Bachelard, a pasos fluidos, sino a golpes, a empujones;
lo que hasta ahora se consideraba "de sa rro llo ” o "de­
venir" aparece ahora co m o sucesión — en la medida en
que tal co n ce p to contenga un sentido gené tico— de

(265) Ib íd ., cf. págs. 132 y ss.


(266) Roland Barthes escribe en su artículo D ie stru k tu ra -
lis tis ch e T a tig k e it que la «esencia de toda creación» es «la téc­
nica»; en K u rs b u c h 5, editado por Hans Magnus Enzensberger,
Frankfurt am Main, 1966, pág. 193.
137

"instants uniques et inédits" (267). Los defensores y


continuadores actuales del enfoque bachelardiano (tam­
bién koyreano) que pertenecen al círculo de Althusser,
oponen sin mediaciones a la "position continuiste" has­
ta ahora vigente (co m o la de Brunschwig y Duhem) una
"position discontinuiste” (268). Si aquélla admite una
conexión inmanente y constante — a pesar del discurrir
a través de fases— del saber (discurrir por fases seme­
jante que el de la historia real que le está condicionan­
d o ), ésta, por contrario, la niega. En particular niega, al
menos en sus consecuencias, el origen precientifico en
el "m undo de la vida" (Le b e n sw e e r) del pensamiento
científico (2 6 9 ). El nivel científico es alcanzado siempre
después de una ruptura ("co u p u re constitutrice” ) con
el tradicional cam po problem ático ("espace des pro-
blémes” — 270— ) que es ideológico en la medida en
que sus conceptos están entremezclados con imágenes
y mitos que incluyen inconscientemente (271). La rup­
tura con la problemática ideológica no implica su co n­
tinuación con medios más adecuados; aparece, mucho
más, un nuevo plano del discurso que no "supera"
(aufhebt) el anterior, sino que lo sustituye totalmente.
Sin embargo, el historiador estructural de la ciencia

(267) Guéry, L'ép is té m o log ie , op. cit., pág. 132.


(268) Cf. Fichant/Pécheux, S u r Vhistoire des Sciences,
op. cit., págs. 8 y 9 [tra. cast. cit., pág. 9] (estas citas y las si­
guientes provienen de las definiciones introducidas de Pécheux
y Balibar).
(269) Cf. al respecto ibid., pág. 9 (trad. cast. cit., págs. 9-10):
«L a posición 'discontinuista' rechaza la noción de 'saber’ enten­
dido como desarrollo continuo: del 'conocimiento común' hacia
el 'conocimiento científico’, desde el alba de la ciencia a la cien­
cia moderna».
(270) Ib íd ., pág. 9 (trad. cast. cit., pág. 10). Nótese la pie-
dominante m e ta fó rica espacial, también aquí, del estructura-
lismo.
(271) Cf. respecto de la teoría althusseriana de la ideología,
que retrocede con respecto a Marx, su libro La revolu ción teó
rica de M a rx , op. cit., págs. 191 y ss., así como ei ensayo del
autor D e r strufcturalistische A n g riff auf die Geschichte, en
op. cit., págs. 199-202.
138

debe reconocer que los modos de pensamiento que se


muestran como ideológicos tras un "corte epistemoló­
gico” ya completado no constituyen de ninguna manera
una mera región nebulosa. Ya Bachelard habla de un
tejido de errores positivos y pertinaces y los althusse-
rianos reconocen que al interior de lo ideológico existen
líneas de demarcación, correcciones y críticas ("rup-
tures intra-idéologiques” ) (272). Todavía más. Conce­
den que las ideologías (sobre todo filosóficas) que pre­
ceden a la ciencia preparan en gran medida el terreno
a ésta. La prehistoria ideológica de toda ciencia es un
“processus d ’áccumulation..., le temps de formation de
la conjoncture dans laquelle se produira la coupu-
re” (273).
Pero esto no significa que los autores estructuralis-
tas estén convencidos — con Marx— de la validez de la
ley hegeliana (de la que tantas interpretaciones caben),
según la cual “al llegar a un cierto punto, los cam­
bios cuantitativos se truecan en diferencias cualitati­
vas” (274). Acentúan el alto grado en que cada irrup­
ción en una problemática específicamente científica se
basa en enfoques problemáticos históricamente prece­
dentes. Pero se niegan a reconocer que estos intentos
deficientes, tentativos muchas veces, resultan constitu­
tivos para la forma que adopta lo nuevo que surge de
ellos. Inversamente, la teoría hegeliana, traspasada al
materialismo dialéctico, de la "línea nodal de relaciones
de medida” (275) presupone que la "continuada lenti­
tud” y el paso/salto “de un cambio cuantitativo a uno
cualitativo” (276) constituyen una contradicción (el
(272) Cf. Fichant/Pécheux, S o b r e la h is to r ia de las cie n cia s ,
op. cit., pág. 10.
(273) Ib íd . (subrayado de Pécheux y Balibar).
(274) Marx, D as K a p ita l, vol. I, op . cit., pág. 323 [trad. cas­
tellana, cit., pág. 247] (subrayados de Marx).
(275) Hegel, W is s e n s ch a ft d e r L o g ik , I, op . cit., págs. 379 y
siguientes.
(276) Ibíd., pág. 383.
139

proceder cuantitativo" resulta absolutamente interrum­


pido — 277— ) sin la cual — y éste e s el punto impor­
tante— resultaría marginada la “unidad" general del
movimiento, la "unidad del sustrato consigo mis­
mo” (278). Al contrario. Hegel subraya que es erróneo
imaginarse la aparición de nuevas cualidades como si
hubiese que retrotraerlas a una aparición y desapari­
ción lentas. Lo nuevo surge en mucha mayor medida
del repentino "interrumpirse de lo lento” (279) que
— paradójicamente— provoca una progresión lineal; "el
sustrato” , dice Hegel, "se continúa” a sí mismo "en
este distinguirse” (280).
Continuidad y discontinuidad — Hegel prefiere el tér­
mino "discrecionalidad”— forman una unidad dialécti­
ca en la medida en que la continuidad, tomada en sí
misma, puede pretender tan poco contenido de verdad
como la discrecionalidad. Am bas categorías, momentos
de la continuidad, están — en su sentido— recíproca­
mente referidos; “la continuidad sólo es unidad cohe­
rente, pura, como unidad de la discrecionalidad” (281).
Las reflexiones de Hegel sobre la lógica del ser (a
las que hemos hecho una mera referencia) resultan de
considerable utilidad para las cuestiones de las que nos
estamos ocupando, pues iluminan no sólo el problema
bachelardiano-althusseriano de la derivación — en la
historia de la ciencia— de nuevas teorías (o teoremas)
a partir de las viejas (282), sino que se proyectan — en
mayor medida— en la misma cuestión de la historia.
(277) Ibíd., pág. 381.
(278) Ibíd., pág. 387; cf. también pág. 386.
(279) Ibíd., pág. 383.
(280) Ibíd., pág. 386.
(281) Ibíd., pág. 193.
(282) Cf. con respecto a la discusión, actualmente intensa,
que se lleva a cabo —también por investigadores que nada tie­
nen que ver con el estructuralismo— sobre pensamiento conti­
nuo y discontinuo, el instructivo librito Das P rob lem der K on -
tinuidat. F ü nf V ortra ge von E ike Haberland, F ried rich Kaul-
bach , Georg May, G iinth er M iihte und Hans Scaefer, Studium
140 i

Por lo que se refiere al problema citado en primer


lugar, los intentos estructuralistas de hallar una solu­
ción no son, en ningún modo, nuevos. Sus aspectos
aceptables se encuentran — y hay que remarcarlo ex­
presivamente— en autores que hoy son acusados de
especulación filosófico-histórica: Comte, Marx y Hegel.

Comte, Hegel y Marx com o historiadores de la ciencia

En la segunda lección del Cours de Philosophie po­


sitivo (1826), que trata de reflexiones generales acerca
de la jerarquía de las ciencias, Comte suscita la cues­
tión (decisiva para Marx) del método de exposición
( “ mode d ’exposition” ) (283). T o d a ciencia puede ser
presentada de dos modos esencialmente distintos a
cuya mera combinación han ido a parar todos los de­
más intentos. Se trata del modo de exposición histórico
y del dogmático. El primero ( “la marche historique” )
describe los conocimientos progresivamente, es decir,
según la sucesión más exacta posible de su aparición
real en el espíritu humano. El segundo ( “la marche dog-
matique” ) desarrolla el sistema de los pensamientos
del mismo modo en que actualmente sería concebido
por un solo científico empeñado en reproducir — desde
un punto de vista adecuado— la ciencia como un todo
articulado. El estudio de toda ciencia en nacimiento co­
mienza según el procedimiento histórico; su didáctica
generale der Johannes Gutenberg-Universitát, Mainzer Univer-
sitátsgespráche, Sommersemester, 1966, editado por Peter
Schneider y Otto Saame, Mainz, 1970. Inspirado en la tesis le­
ninista de que en la lógica dialéctica se hallaría resumida en
forma concentrada también la historia del pensamiento de las
ciencias particulares, la monografía de B. M. Kedrow Ü b e r
U m fa n g u n d I n h a lt e in e s s ic h v e ra n d e rn d e n B e g r ifs , trad. ale­
mana Berlín, 1956, analiza sobre la base de la historia del con­
cepto medeleieviano de elemento, el paso de las transformacio­
nes cuantitativas a las cualitativas.
(283) Comte, C o u rs de P h ilo s o p h ie p o s itiv e (1ra et 2® Legón),
Classiques Larousse, París, 1936, págs. 69 y ss. El autor sigue
este texto en la discusión de la teoría cotidiana de la ciencia.
se debe limitar a tratar las diferentes obras en el orden
en que han contribuido al progreso científico. Por el
contrario, el procedimiento dogmático se ocupa m u y
poco de la cronología; presupone que aquellos trabajos
especiales están ya refundidos en el sistema general.
Sólo de este modo pueden ser expuestos según un or­
den lógico (Com te le llama el “ más natural"). Para
esto, por otra parte, es preciso que se dé un nivel alto
de desarrollo de la disciplina de que se trate. Cuanto
más diferenciada está una ciencia, menos conviene su
descripción histórica; quien se tuviese que ocupar de
ella tendría que recorrer una interminable cadena de
elementos intermedios. Con el procedimiento dogmáti­
co ocurre algo diferente. Este es siempre más aconse­
jable porque aparecen nuevas concepciones teoréticas
adecuadas para presentar descubrimientos anteriores
desde un punto de vista más directo. Por ello, Comte ha­
bla de la “tendance constante de l’esprit humain, quant
á l’exposition des connaisances... de substituer de plus
en plus á l’ordre historique l’ordre dogmatique, qui peut
seul convenir á l’état perfectionné de notre intelligen-
ce” (284).
Comte, no obstante, atenúa el rigor de esta tesis err
la medida en que concede que la praxis de los científi­
cos va a parar inevitablemente a una cierta combina­
ción de articulación dogmática y articulación histórica
de la materia en la que la primera resulta crecientemen­
te de mayor importancia. Sin embargo, el principio d o g ­
mático no se deja utilizar con excesivo rigor; exige una
reelaboración lógico-constructiva del saber adquirido
apenas susceptible de ser ofrecida para la última etapa
de éste. Más allá, Comte ve que el método dogmático
de exposición presenta una carencia en la medida en
que — de manera antifilosófica— establece una rígida
separación entre los conocimientos acabados y el pro-
(284) Ibíd., págs. 71.
42

eso de su aparición. En todo caso, para Com te la ob-


3ción sería gravosa tan sólo si reforzase inequívoca-
nente el “ordre historique” . Pero de ningún modo es
jste el caso, pues el estudio histórico-cronológico de
ina ciencia se diferencia claramente de lo que Comte
Jenomina " L ’histoire effective de cette Science” (2 8 5 ).
Esta abarca más de lo que es visible a primera vista.
Mo sólo se han desarrollado simultáneamente e influen-
siádose recíprocamente los diferentes dominios cientí-
:icos — aislados por el ”ordre historique”— y las cien­
cias: la evolución del espíritu humano está ligada en lo
más íntimo con la evolución social. Por esta razón,
Comte subraya la necesidad de estudiar la historia de
las ciencias en el contexto general de la historia de la
humanidad y su "organisation sociale” (286). Desde
este punto de vista los documentos que se han recogido
hasta ahora sobre historia de la matemática, de la astro­
nomía o de la medicina podrían tener tan sólo una vali­
dez de materiales muertos (2 8 7 ).
Comte se opone firmemente a este presunto método
histórico de exposición que si es rigurosamente segui­
do presenta un algo de hipotético y abstracto: la histo­
ria de la ciencia aparece como un hecho aislado del
proceso de la vida social, mientras que ésta representa
su momento de mayor importancia. Por ello, Comte
pone énfasis manifestando que se trata de concebir una
historia de la ciencia más rica de contenido, sociológi­
camente fundamentada. Quien quiera aprender real­
mente una rama de investigación debe dominar su his­
toria. Sin embargo — y esto liga las reflexiones de C o m ­
te con Hegel y Marx (2 8 8 )— es indispensable para el

(285) Ib íd ., pág. 72.


(286) Ib íd .
(287) Cf. ib íd .
(288) La disertación de Oskar Negt, S tr u k tu r b e z ie h u n g e n
z w is ch e n z w is c h e n d e n G e s e lls c h a fts le h r e n C o m te s u n d H e g e ls ,
Frankfurt am Main, 1964, ha analizado de un modo muy ins-
143
futuro insistir en la diferencia sustancial que existe en­
tre historia (e historiografía) de la ciencia y su estudio
dogm ático, sin la cual no se entendería aquella historia
que no por casualidad Comte coloca al final de su Cours
de Philosophie positive.
Hegel y Marx — recordémoslo brevemente— se han
conducido análogamente ante las cuestiones tratadas
por Comte. El idealista especulativo distingue (com o ya
se vio) expresamente entre el “curso de la historia de
la filosofía" y su “curso en sí" (289) que abarca la
— concreta— “totalidad de la idea" (290); a su cono­
cimiento sirve el estudio (puesto precisamente por He­
gel sobre bases más firmes) de la historia de la filoso­
fía, pero ésta se mueve, una vez formada, en su propio
medio y rompe, por así decirlo, todos los puentes tras
sí. De modo igualmente riguroso, el crítico de la eco­
nomía política separa sistema e historia de la economía.
El "método de exposición” se basa, ciertamente, en el
“ método de investigación” , pero es “formalmente dife­
rente de éste” (2 9 1 ). Marx articula ya en los años cua­
renta — como enseña la investigación reciente— su tra­
bajo económico en dos partes: una específicamente teo­
rética y otra histórica (2 9 2 ). Esta última cede desde un
principio el primer puesto al interés por el sistema. Así,
Marx se opone en Miseria de la Filosofía a las exagera­
das pretensiones de Proudhon según las cuales sería
posible explicar “el cuerpo de la sociedad, dentro del

tructivo la compleja relación del primer positivismo con el pen­


samiento dialéctico. Cf. sobre esta cuestión también la intro­
ducción de Iring Fetscher al D iscours sur VEsprit Positif, tra­
ducido y editado por él (en alemán: Rede iib er den Geist des
Positivism us, Hamburg, 1956, págs. 16 y ss.
(289) Hegel, S am tlich e W erke, Clockner, vol. I, o p cit., pá­
gina 17.
(290) Ibíd ., pág. 283.
(291) Cf. Marx, Das Kapital, vol. I, op. cit., pág. 17.
(292) Cf. al respecto el importante escrito de \V. S. Wygods-
ki, D ie Geschichte einer groben Entdeckung, Berlín. 1967, en
particular págs. 117 y ss.
144

cual coexisten simultáneamente todas las relaciones


soportándose unas a las otras’' a partir de “ la m era fór­
mula lógica del movimiento, de la sucesión, del tiem­
p o " (2 9 3 ). Y en la Introducción a la C rítica de la E c o ­
nom ía Polítioa de 1857, co nsiderada precisamente por
los autores estructuralistas com o el D isco u rs de la m é-
thode marxiano, dice: "S e ría ... erróneo co loca r las cate­
gorías económ icas en el orden según el cual han tenido
históricamente una acción determinante. El orden en
que se suceden se halla determinado más bien por la
relación que tienen unas con otras en la sociedad bur­
guesa moderna, y que es precisamente lo contrario de
lo que parece ser su relación natural o de lo que c o ­
rresponde a la serie de la evolución histórica. No se
trata del lugar que las relaciones e conóm icas ocupen
históricamente en la sucesión de las diferentes formas
de la sociedad. Menos aún de su serie “en la Idea”
(P r o u d h o n ), que no es más que una representación fa­
laz del movimiento histórico. S e trata de su conexión
orgánica en el interior de la sociedad burguesa moder­
na ” (2 9 4 ). Recordem os también que como historiador
de la ciencia, Marx era suficientemente dialéctico como
para no confiar ciegamente en el curso histórico de las
ciencias. Los puntos de partida reales de ésta sólo son
alcanzados (co m o muestra en especial la economía po­
lítica) a través de “cam inos de través, por idas y veni­
d a s” : “A diferencia de los demás arquitectos, la cien­
cia no construye únicamente castillos en el aire, sino
que edifica un cierto número de pisos habitables del
edificio antes de haber colocado los cimientos” (2 9 5 ).

(293) Marx, Das E len d d er P h ilo so p h ie , en Marx/Engels.


W crke, vol. 4, Berlín, 1964, pág. 131 [trad. cast. cit., pág. 159].
(294) Marx, E in le itu n g zu r K r it ik d er P o litis ch e n O kono-
m ie, en Marx/Engels, W erke, vol. 13, op. cit., pág. 638 [trad.
cast. cit., pág. 278] (subrayado de Marx).
(295) Marx, Z u r K r itik d er P o litis ch e n O k on om ie, en ibíd.,
pág. 43 (trad. cast. cit., pág. 83).
145

El “sistema de la econom ía b u rg u e s a ” (296) inves­


tigado po r Marx es construible tan sólo a través de la
mediación de la historia de la ciencia e conóm ica (q u e
reelabora la historia real). Pero la lógica “expositiva”
de su estructura no coincide con el proceso histórico
que p ro p orcion a el material al “ método de investiga­
c ió n ” . El g ra do de intensidad con que Marx ha estudia­
do las fuentes históricas de la teoría lo testimonian no
sólo los tres tom os de la Th e o ríe n über den M ehrw ert
[Historia crítica de la teoría de la plusvalía], sino tam ­
bién los del C apital; el aparato de notas, sobre todo el
del primer volum en, constituye el sedimento protocolar
de estos estudios (2 9 7 ). S us resultados han desapare­
cido en el sistema marxiano de la misma forma com o el
trabajo del sastre desaparece en el traje terminado.

Historia estructural de la cie n cia y filosofía de la historia

El mínimo gra d o de coincidencia existente entre el


contenido narrable de la historia y su contenido lógica­
mente elaborado y sistematizado se evidencia con la
máxima claridad en la historia de las ciencias natura­
les. En el momento en que éstas alcanzan un cierto ni­
vel, el conocim iento e incluso la reflexión acerca del
proceso histórico que ha co ndu cido a ellas se mani­
fiesta cada vez más superfluo. Su función en un marco
social dado aparece com o inmediatamente evidente. No
se es necesariamente un mal médico, un mal físico o

(296) Ib íd ., pág. 7.
(297) Cf. a este respecto lo que dice Engels sobre el siste­
ma (raram ente entendido) de citas de Marx: «Estas citas fo r­
man... un comentario que acompaña paso a paso al texto, co­
mentario tomado de la historia de la ciencia de la economía,
en el que aparecen reseñados, por fechas y autores, los pro­
gresos más importantes de la teoría económica. Esto era muy
importante, en una ciencia com o ésta, cuyos historiadores sólo
se han distinguido hasta hoy por su ignorancia tendenciosa y
casi advenediza» ( Das K a pita l, vol. I, op. cit., pág. 23 [trad.
cast. cit., vol. I, págs. X X V III- X X IX ]).
•146

un mal químico por no haber estudiado la historia de la


medicina, de la física o dé la química. La historia es­
tructural de la ciencia saca conclusiones de todo que
(sin perjuicio del problema de la continuidad, que per­
m anece) no son, de ningún modo, incompatibles con la
dialéctica; antes se ha esbozado hasta qué punto tan
sorprendente habían sido anticipadas por Comte, Hegel
y Marx.
De todas maneras, surgen serias diferencias a cau­
sa dél modo un tanto doctrinario que tienen los estruc-
turalistas de transferir sus puntos de vista en historia
de lá ciencia a la historia en su conjunto, “ desdramati­
zándola” (Lefebvre) radicalmente. Indudablemente, en
este giro “teoreticista” del pensamiento histórico se re­
vela una tendencia antifilosófica, pues la estructura y
los objetos de la filosofía no son tan independientes de
su historia — y no digamos del proceso histórico-univer-
sal— como lo son las disciplinas particulares (orienta­
das por el concepto matemático de exactitud).
Comte, Hegel y (en un sentido que hay que proble-
matizar) Marx también son, por otra parte, filósofos de
la historia (aun cuando de muy diversas intenciones).
Comte antepone, ciertamente, la estructura "dogm ática”
de una ciencia a su devenir histórico. Pero no renuncia
por ello a exponer su conocida “ ley de los tres esta­
dios” como "ley del desarrollo espiritual de la humani­
d a d ” (298). Esta es el sujeto productor de la unidad
de la historia al que están referidos todos los esfuerzos
teoréticos y prácticos (2 9 9 ). La "ley enciclopédica”
comtiana, que expresa le jerarquía inmutable de las
ciencias fundamentales (matemática, astronomía, física,
química, biología y sociología), es un intento de deter­
minar la "dependencia dogmática de éstas entre sí si-

(298) Comte, Rede iib er den Geist des Positivism us, op. cit.,
páeina 5.
(299) Cf. ibíd., págs. 41-51.
147

multáneamente como "sucesión histórica” (300). Comte


está pensando en demostrar la existencia de una — casi
imperceptible— continuidad en la "historia del espíritu
positivo" que va "desde las ideas matemáticas más
simples hasta los más elevados pensamientos socia­
les" (3 0 1 ). C o m o el principio enciclopédico también
sirve para articular racionalmente en sí misma a toda
ciencia fundamental pueden "acercarse tanto los esta­
dios dogmáticos y las fases históricas... como lo exija
la exactitud de las comparaciones o de la fácil transi­
ción (de unas a o tra s )” (3 0 2 ).
No es necesario insistir mucho en que el especula­
tivo sistemático Hegel fue en razón de su enfoque p ro ­
blemático un pensador histórico (y un teórico de la his­
toria) (303) tan importante, que como en tanto que tal
ha marcado la consciencia moderna. Quedan por poner
de relieve tan sólo aquellos puntos que conciernen a la
relación entre teoría y realidad.
En oposición a la crítica superficial el "punto de vis­
ta racional de la historia mundial” no se agota en una
construcción apriorística que violenta su propio mate­
rial. Hegel subraya lo poco que “el deseo de cognición
racional, de comprensión, y no simplemente de almace­
nar conocimientos” (304) puede ser acallado por medio
de conceptos imaginarios. En mayor grado "en la his­
toria, el pensamiento (está) subordinado a lo dado y a
lo existente” (3 0 5 ); debemos respetar la materia pre-

(300) Cf. ibíd., págs. 203, 209 y ss.


(301) Ib íd ., pág. 211.
(302) Ib íd .
(303) Lenin ha llamado expresivamente la atención sobre
esto en su resumen de las lecciones de filosofía de la historia
d e Hegel en W erke, vol. 38, op. cit., pág. 304.
(304) Hegel, Vorlesungen über die Philosophie d er Geschi-
chte, en S a m tlich e W erke, Glockner, vol. 11, Stuttgart, 1961, pá­
gina 36 (trad. cast. de José María Quintana Cabanas, Filosofía
de la historia, Barcelona, 1970, pág. 39).
(305) Ibíd ., pág. 34 (trad. cast. cit., pág. 38).
48

¡xistente y " [proceder] de un modo histórico, empí-


ico” (306).
Sin embargo — esto forma parte de la ciencia com-
>rensiva que diferencia entre la superficie sensible de
os hechos y su verdadera sustancia— , “el contenido
}ue se le presenta a la razón no está sencillamente en
a misma línea con lo que realmente ha acaecido” (307).
_a divergencia entre la historia construida y la historia
3mpírica surge de razones gnoseológicas y no porque
a filosofía haga abstracción de hechos que se opongan
a su programa, Hegel admite en todo caso que existen
algunas cosas que en un primer momento resultan difí­
ciles de incorporar a un progresar inmanente de la ra­
zón: “ Existen en la historia universal diversos grandes
períodos de la evolución, que han pasado, sin que pa­
rezca que se hayan prolongado o continuado, períodos
después de los que antes bien ha sido destruida la enor­
me masa de conocimientos adquiridos, de tal modo que
se ha tenido, por desgracia, que empezar otra vez des­
de el principio, para conseguir otra vez con la ayuda,
por ejemplo, de algunas ruinas salvadas, aquellos teso­
ros... para conseguir, en suma, otra vez, con renovado
gasto de tiempo y de energías, después de las regiones
de aquella cultura de ayer, de aquella suma — destrui­
da— de conocimientos” (308).
Pero Hegel — y esto testimonia el cuestionable idea­
lismo de su proceder— debilita este punto de vista ob­
jetivo reconduciéndolo a un pensamiento inadecuado.
Quien se atiene al “principio formal del desarrollo en
general” (309) no posee criterios seguros; no se da
cuenta de que la “evolución... no es el mero avanzar
sin problemas, el mero avanzar sin más... como el de la
(306) Ibíd., pág. 36 (trad. cast. cit., pág. 39).
(307) Hegel, Philosophie der W eltsgeschichte, I, Leipzig,
1944, pág. 10.
(308) Ibíd.. pág. 132 s.
(309) Ibíd ., pág. 133.
149

vida orgánica, sino el duro e incómodo trabajo contra


uno mismo..., la consecución, en fin, de un objetivo con
un determinado contenido. Esto es... el principio rector
de la evolución, aquello en virtud de lo que ésta obtie­
ne su significado y su sentido” (310). Si el fin inma­
nente del proceso histórico-mundial no es adecuada­
mente comprendido, los necesarios progresos y retro­
cesos se presentan como “casualidades externas” (311).
Hegel consigue, ciertamente, someter el proceso his­
tórico a una consideración unitaria para la que — en
consonancia con la economía burguesa— lo que apare­
ce como casual es expresión objetiva de leyes más pro­
fundas. Pero el precio de esto resulta alto. Hegel se ve
en la necsidad de escribir una teodicea que a la vista
de la “masa de mal concreto” que (hasta hoy) com po­
ne la historia “ reconcilia el espíritu pensante con el ne­
gativo” (3 1 2 ). Los innumerables sufrimientos de los
individuos preocupan poco a esta concepción; “los fi­
nes particulares se pierden en el fin general” (313), que
como todo en devenir y siempre ya devenido forma la
sustancia de los individuos. Ni el consuelo que, de todos
modos, sólo “en lo finito se encuentra en su propia
casa” (314) quiere conceder Hegel: “ La filosofía es
más, la filosofía... reconcilia, transfigura lo real, que
parece injusto, con lo racional, lo muestra como tal,
fundamentado en la idea misma, de tal modo que la
razón deba ser satisfecha con ello. Porque la razón es
lo divino” (3 1 5 ). Así, para Hegel, el fin interno de la his­
toria es también “el fin último del mundo” (316).
Es sabido que los discípulos materialistas de Hegel

(310) Ib íd ., pág. 132.


(311) Ibíd ., pág. 133.
(312) Ib íd pág. 25.
(313) Ib íd .
(314) Ibíd., pág. 55.
(315) Ib íd .
(316) Ibíd ., pág. 27; cf. también pág. 29 s.
150

han rechazado radicalmente la consagración teológica


con que éste rodeó el proceso histórico-mundial. Al mis­
mo tiempo, sin embargo, se mantuvieron fieles a la idea
hegeliana de que la historia no es un caos de hechos
desligados, sino que se compone de estructuras y ten­
dencias supraindividuales susceptibles de investigación.
La filosofía de la historia de Hegel “ no se ocupa de si­
tuaciones particulares, sino de un pensamiento general
que recorre y empapa el todo” (3 1 7 ). Hegel lo expresa
en algunos lugares (en los que los materialistas han
podido tomar muy bien pie) de un modo verdadera­
mente profano. La razón teórica, la razón cognoscente,
escribe, “contempla en el surgir y en el perecer la obra
emanada del trabajo general del género humano, una
obra que está realmente en el mundo al que pertenece­
m os” (318).
La actividad inconsciente con respecto al resultado
global, pero individualmente consciente, constituye la
base de la conexión continua a pesar de todos los saltos
y rupturas (incluso mediante ellos) del proceso. Sus ne­
cesarias etapas son para Hegel “ momentos, simplemen­
te, de un espíritu general, que a través de los mismos
viene a alzarse y consumarse en la historia como una
totalidad que se asume a sí misma” (3 1 9 ). La literatura
reciente acerca de la relación del marxismo con Hegel,
en especial con la Fenomenología del espíritu, ha de­
mostrado detalladamente el grado sorprendentemente
alto en que las determinaciones del “espíritu” hegeliano
han sido tomadas de la esfera del trabajo social (320).
Hay que llamar la atención sobre esto dados los inten­
tos estructuralistas de descartar como prejuicio ideoló-
(117) ibid., pág. 9.
(318) Ibíd., pág. 25.
(319) Ibíd., pág. 53 (subrayado de Hegel).
(320) «E l espíritu — leemos en la Philosoph ie der Wclge-
schichte — es fundamentalmente resultado de su actividad: s u
actividad es el ir más allá de la inmediatez, la negación de la
misma y el regreso a sí». ( Ib íd ., pág. 50.)
151

gico la idea del papel constitutivo deLm undo de la pra­


xis histórica.
Por lo que se refiere a Marx y su escuela, los pro­
blemas que presentan son considerablemente más difi­
cultosos que Comte o Hegel;-son problemas que surgen
de una singular duplicidad.,;,Por un lado, los'críticos .de
la economía podrían pascar por estructuralistas avant la
lettre. El curso lógico^del análisis del Capital y 4a c o n ­
cepción de la historia de la teoría que está a su base
muestran entre otras Jue_o tes que eran, .extrañas- a un
pensamiento histórico ingenuamente lineal; se ha dis­
cutido ya con qué razón concreta. Pero, por otro lado
— y sobre esto ha llamado la atención por primera-vez
Lukács en Historia y consciencia de clase— , la teoría
marxista, tendiendo a la "praxis transformadora", rompe
con la inmediatez capitalista que aparenta cotidiana­
mente ante los hombres la Imagen de una invariancia
cuasi-natural de sus condiciones de vida. Lukács mues­
tra cómo incluso el historicismo del período, burgués
tardío (que va a parar..a,un relativismo extremo) es ab­
solutamente incompetente para tratar de manera ade­
cuada el "problema básico" planteado por el mundo
capitalista en el momento en que se ha desarrollado en
sistema: el problema de la "abolición de la historia” ; "la
facticidad, inexplicada e inexplicable, de la existencia y
el ser-así de la sociedad burguesa cobra el carácter de
una ley eterna de la naturaleza, o de... valor cultural
de atemporal vigencia" (321). Se pone de manifiesto

(321) Lukács, Geschichte und Klassentpewufítsein, op. cit.,


página 340 [trad. cast. de Manuel Sacristán, H istoria y cons­
ciencia de clase, Méjico, 1969, pág. J74]. Ya en la M iseria de la
filo s o fía critica Marx esta hostilidad a la historia propia de la
ciencia social burguesa: «Al decir que las relaciones actuales
— las relaciones de la producción burguesa— son naturales, los
economistas dan a entender que éstas constituyen las relacio­
nes mediante las cuales se crea la riqueza y se desarrollan las
fuerzas productivas conforme a ^las^lqyes. de la naturaleza. Así,
pues, estas relaciones son ellas1mismas leyes naturales inde­
pendientes de la influencia del tienyjcK- Son leyes eternas que
52

iel modo más claro posible “esta esencia ahistórica,


intihistórica del pensamiento burgués... al conside-
ar el problema del presente com o problema históri-
:o ” (322).
El famoso escrito juvenil de Lukács consigue (a pe-
;ar de todas las críticas que suscita actualmente su
'teoría catastrófica" de la historia) acoger la contradic­
ción entre sistema y proceso histórico en este último.
Uon lo que no se da ningún abismo insalvable entre con­
sideración diacrónica y consideración sincrónica. Si,
30r una parte, las categorías económicas expresan mo-
nentos y fases reales del movimiento histórico, su co-
lexión inmanente forma, por otra parte, la "caracterís-
ica estructural del presente" (323).
De un modo diferente al de las abstractas "teoría
je lo histórico", inspiradas en el modelo de la historia
estructural de la ciencia comunes en la Francia actual,
.ukács se ocupa de la cuestión — en verdad actual to-
Javía hoy— de la praxis transformadora de estructuras,
tanteada esta cuestión, los hombres vivientes y su des­
ino permanecen en el orden del día. Que los hombres
leben regir siempre la sociedad. Por tanto, ha existido la his-
oria, pero ya no la hay. Existió la historia, puesto que exis-
ieron instituciones feudales, y en estas instituciones feudales
e hallan relaciones de producción completamente diferentes
le las de la sociedad burguesa, las cuales quieren los econo-
nistas hacer pasar por naturales y, por tanto, eternas (en
Vlarx/Engels, Werke, vol. 4, op. cit., pág. 86 s., trad. cast. cit.,
Dág. 177.) Vale la pena observar que Marx vuelve en E l Capital
vol. I, op. cit., pág. 86 s.) a estas mismas consideraciones —aun
:uando ahora, desde el punto de vista del análisis de la rner-
:ancía ya realizado. El carácter antihistórico del pensamiento
económico (y cotidiano) burgués viene ahora derivado del he-
:ho de que el «proceso de producción» por él representado
«domina a los hombres, mientras que el hombre» —entendido
romo sujeto genérico unitario y autoconsciente— «todavía no
domina el proceso de producción» ( ib íd ., pág. 87). El pensa­
miento ahistórico consistiría, entonces, en la incapacidad de
investigar lo existente en la perspectiva de su futura gobema-
Dilidad por parte de los individuos actuando solidariamente.
(322) Lukács, Geschichte und Klassenbewuptsein, op. cit.,
pág. 340 [trad. cast. cit., pág. 174] (subrayado de Lukács).
(323) Ibid., pág. 342 [trad. cast. cit. pág. 177].
153

estén de hecho subsumidos bajo estructuras opresivas


no significa que la teoría tenga que conformarse con la
precisa exposición de tal realidad. La "ausencia de
subjeto” del todo es tema de su crítica, no una norma
incontestable.
En esto, Lukács se diferencia de los estructuralistas
contemporáneos a cuya problemática, por lo demás, se
aproxima sorprendentemente. Así, para él, está claro
que la dialéctica materialista no debe ni ignorar ni ido­
latrar el curso histórico. Sus categorías no constituyen
"ni una serie meramente lógica ni una ordenación se­
gún la mera facticidad histórica” (324).
Lukács piensa aquí en el punto de vista de Marx (al
que también ha acudido una y otra vez Althusser), se­
gún el cual la sucesión y la conexión de las categorías
están determinadas “por la relación que tienen unas con
otras en la sociedad burguesa moderna, y que es preci­
samente lo contrario... de lo que corresponde a la serie
de la evolución histórica” (325). Pero Lukács no extrae
de esto consecuencias contrarias a la historia (es de­
cir: orientadas contra la subjetividad constitutiva), sino
que muestra cómo el pensamiento de Marx no sólo no
excluye, sino que presupone una concepción positiva
de la historia concreta. Tal concepción implica esencial­
mente "que pueda mostrarse en el mundo que se en­
frenta al hombre en la teoría y en la práctica una obje­
tividad que, una vez correctamente pensada y entendida
hasta el final, no tiene que quedarse en ninguna... in­
mediatez semejante a las antes aducidas, una forma de
objetividad que pueda, por lo tanto, captarse como mo­
mento fluyente y mediador entre el pasado y el futuro,
y que pueda revelarse de este modo, en todas sus rela­
ciones categoriales, como producto del hombre, como

(324) Ibíd.
(325) Marx, E in leitu n g zur K ritik der Politischen Okono-
mie, en Marx/Engels. Werke, vol. 13, op. cit., pág. 638 (trad.
cast. cit., pág- 278).
154

producto del proceso social” (3 2 6 ). Así, la preem inen­


cia — metodológicamente fundamentada— del estudio
de las estructuras "acabadas” sobre la investigación de
su devenir concreto no equivale para Marx a la ¡¡rele­
vancia de la continuidad del proceso histórico para la
construcción de la teoría.
No puede menos de estarse de acuerdo con G ode-
lier cuando subraya que Marx rompe en El Capital
con toda "historiografía reducida en sentido empiris-
ta” (3 2 7 ). El "análisis histórico-genético de una estruc­
tura” (328) presupone siempre la existencia de su teo­
ría; es un análisis que incide tan sólo "en las condicio­
nes de aparición de sus elementos internos y de su
puesta en relación” (3 2 9 ). Sin embargo, este enfoque
entraña el peligro — evitado por el mismo Marx— de
devenir Ideológico. En verdad, los principios metodoló­
gicos se transforman con m ucha facilidad bajo mano

(326) Lukács, G e s c h ic h te u n d K la s s e n b e x v iiftts e in , o p . c i t . r


pág. 342 s. [trad. cast. cit., pág. 177]. Habría que recordar aquí
que Marx en E l C a p ita l (vol. I, o p . c it ., pág. 389), invocando a
Vico, explica claramente que la «historia humana se distingue
de la historia natural por el hecho de que nosotros hemos he­
cho la una y no hemos hecho la otra».
(327) Maurice Godelier, S is te m a , e s t r u c t u r a y c o n t r a d ic ­
c i ó n en « E l C a p it a l », trad. cast. de J. Campos, G. Esteva y
A. de Ezcurdia en el colectivo P r o b le m a s d e l e s t r u c t u r a lis m o ,
Méjico, 1967 (traducción del núm. 246 de «Les Temps Modernes»,
París, 1966), pág. 63.
(328) Ib íd ., pág. 64.
(329) Ib íd ., cf. también la pág. 68, donde Godelier esclarece
una vez más estos pensamientos (y con ellos, el punto funda­
mental de su exégesis estructuralista de M arx): «E l objeto de
funciones y su orden en tal o cual estructura y así definir las
categorías de la economía política y articularlas entre sí en
una especie de génesis ideal lógica. Pero esta génesis no es la
génesis real y no la reemplaza. Una vez más, la teoría económi­
ca, sin confundirse con la historia económica, le proporciona
el hilo conductor de su análisis, desarrollándose al mismo
tiempo gracias a sus resultados. En este punto, el rechazo de
todo historicismo o de joda prioridad del estudio histórico de
un sistema sobre su estudio estructural es total en Marx y an­
ticipa en más de medio siglo las crisis de la lingüística y de la
sociología que llevaron a Saussure y Lowie a rechazar el enfo­
que evolucionista del siglo xix».
15 5

en principios ontológicos, la estructura vertical excluye


a la horizontal y lo teóricamente (en principio) secun­
dario resulta anulado. Tam bién Marx es un teórico de la
"estructura". Pero (y esto nos retrotrae a las reflexiones
de Lukács) él considera la objetividad pétrea de la si­
tuación por él investigada com o algo también subjetivo:
mediado por el trabajo pasado. "El conocimiento histó­
rico del proletariado — escribe Lukács— , empieza con el
conocimiento del presente, con el autoconocimiento de
su propia situación social, con la revelación de su nece­
sidad (en el sentido de la gé n e sis )" (328 a ). Pero lo
último coincide con la historia constitutiva. De ella na­
cen las estructuras que — desde el punto de vista m e­
todológico— poseen prioridad.
Esta visión se oponía inicialmente a la ciencia bur­
guesa. "Los economistas — dice Marx en Miseria de la
Filosofía— nos explican cóm o se produce dentro d e ...
relaciones dadas, pero lo que no nos explican es cómo
se originan tales relaciones, es decir, el movimiento
histórico que las hace nacer" (3 3 0 ). C o m o la economía
oficial trata "las relaciones burguesas de producción,
la división del trabajo, el crédito, la moneda, etc., como
si fueran categorías fijas, inmutables, eternas", Prou-
dhon se ve comprensiblemente obligado a exponer "el
acto de formación, la generación de estas catego­
rías” (331). Pero Marx demuestra que Proudhon no es
en absoluto capaz de entender la unidad negativa de
lo categorial (ló g ic o ) y de lo histórico. A veces reduce
la historia real a una mera "sucesión histórica... (d e )
las categorías” (332) o a veces cree que “la historia
real, la historia según el orden de los tiempos" (333),
(328 a) Lukács G eschichte tind Klassenbewugtsein, op . cit.,
página 342 [trad. cast. cit., pág. 176].
(330) Marx, Das E len d der Philosophie, en Marx/Engels,
W erke, vol. 4, op. cit., pág. 126 (trad. cast. cit., pág. 155).
(331) Ib íd .
(332) Ibíd ., pág. 134 (trad. cast. cit., pág. 168).
(333) Ib íd .
la teoría económica consiste, pues, en hacer explícitas estas
156

proporciona inmediatamente el canon de la sucesión de


las ideas, categorías y principios. Ni de esta ni de aque­
lla manera consigue Proudhon explicar el proceso his­
tórico. Marrx sabe, por otra parte, que sólo es posible
acercarse a la problemática de la relación entre princi­
pios e historia a través de estudios materiales. Si se pre­
gunta “para salvar los principios tanto como la historia”
por qué determinado principio “ se ha manifestado en
el siglo XI o en el siglo XVIII más bien que en cualquier
otro, resulta necesario examinar minuciosamente quié­
nes eran los hombres del siglo XI, quiénes eran los del
siglo XVIII, cuáles eran sus respectivas necesidades, sus
fuerzas productivas, su modo de producción, las mate­
rias primas de ésta; en fin, cuáles eran las relaciones de
hombre a hombre que resultaban de todas esas condi­
ciones de existencia. Profundizar en todas estas cues­
tiones, ¿no es hacer historia real, profana, de los hom­
bres de cada siglo, representar estos hombres a la vez
como autores y actores de su propio drama? Pero, des­
de el momento en que representéis a los hombres como
actores y autores de su propia historia, habréis llegado,
mediante un rodeo, al verdadero punto de partida, pues­
to que habréis abandonado los principios eternos de los
cuales hablábais al principio” (334).
El “verdadero punto de partida” de la ciencia (los
trabajos económico-políticos de los años cincuenta re­
toman este término) no es idéntico a su punto de parti­
da cognitivo. La dialéctica de la obra del Marx maduro
puede ser caracterizada como una unidad negativa del
m étodo estructural y el método histórico. Pero sería una
ingenuidad creer que es posible contentarse con esta
fórmula hegeliana. Exige, como ya ha quedado claro,
una discusión más detenida, en particular, acerca de la

(334) Jbíd., pág. 134 s. (trad. cast. cit., pág. 169).


157

“negatividad" de tal unidad, cosa que se pasa por alto


con demasiada facilidad. Precisamente, quienes estén
familiarizados con la dialéctica se contentarán la mayo­
ría de las veces con lo inmediatamente (y, por tanto,
sólo “abstractamente") correcto y dirán que es preciso
no descuidar el aspecto histérico-genético a favor del
estructural analítico y viceversa (335). Que esto no
(335) Característico de esta difundida posición — con ia
que en un principio simpatizaba también el autor— es el estu­
dio, que por lo demás vale la pena leer, de Günter Króber D ie
K a tegorie ’S tr u k tn r ' und der kategorische Strukturalisrnus, en
«Deutsche Zeitschrift für Philosophie», cuaderno 11, año 16, Ber­
lín, 1968, págs. 1310-1324, Króber caracteriza en este escrito al
'estructuralismo categórico' como «postura filosófica que re­
suelve la unidad dialéctica de estructura y proceso en la reali­
dad objetiva a favor de la estructura: se trataría de analizar
sólo las estructuras, no los procesos, lo devenido y no el de­
venir. Para el estructuralismo categórico, estructura y elemen­
to existen no como unidad dialéctica en el sistema, sino que la
estructura es lo prim ario y determinante y ha de tener una
existencia autónoma previa e independientemente de los ele­
mentos y el sistema» ( ib íd ., pág. 1317). En otro lugar, Króber
escribe lo que sigue acerca del método utilizado por Marx en
E l Capital: «Así Marx... no se queda tan sólo en la resolución
de la formación social capitalista, pero demuestra al mismo
tiempo que es resultado de un proceso histórico, el cual, a su
vez, está llamado a ser superado históricamente. Marx efectúa
en E l Capital, cierto, un análisis estructural del modo de pro­
ducción capitalista, pero no por ello descuida el análisis críti­
co ni de la génesis de este modo de producción ni de la multi­
tud de datos económicos concretos» (ibíd., pág. 1319 s). Es
evidente que en un sentido abstracto, puramente descriptivo,
resultan aceptables tanto las objeciones de Króber al estruc­
turalismo como sus observaciones respecto al método utiliza­
do en E l Capital. Sólo que en este plano —muy provisional—
de la discusión nunca será posible hacerse ni siquiera en el
campo de visión, con el núcleo justo de la problemática de la
historia suscitada por los estructuralistas. V tanto menos re­
sultará posible de este modo, derivar — cosa que sería más
importante— la «hostilidad a la historia» eslructuralista de la
« con gela ción » real del m o vim ien to histórico.
Análogamente a Króber argumenta Lucien Goldmann, quien
distingue, al igual que el conocido psicólogo Jean Piaget (cf. su
crítico libro Le structuralism e, París, 1968 [Jtrad. cast. de Fio-
real Mazía, E l estructuralism o, Buenos Aires, 1968]) entre un
«estructuralismo estático» y un «estructuralismo genético».
Goldmann define, precisamente, al materialismo dialéctico
como «estructuralismo... general, genético» para el cual «todo
dato humano es una estructura significativa, que resulta com­
prensible mediante el análisis de las relaciones esenciales exis-
158

supone solución alguna de los problemas más delica­


dos, ha sido maravillosamente mostrado por los riguro­
sos estructuralistas. La tarea de los teóricos marxistas
consiste ahora en negar categóricam ente la negación
estructuralista de la historia, cosa que, por otra parte,
es más fácil de decir que de hacer. Una mera restaura­
ción de la filosofía escatológica de la historia carecería
totalmente de sentido.

A m odo de resumen

Dadas las notables dificultades que aparecen actual­


mente en la discusión del tema "historia y estructura"
parece aconsejable recorrer brevemente otra vez las
etapas del camino que hemos seguido en este escrito.
Se ha partido del hecho inimpugnado (tanto por parte
de los partidarios como de los adversarios) de que Marx

lentes entre sus elementos singulares... y, al mismo tiempo,


representa un elemento constitutivo... de estructuras más am­
plias, en las que se halla incorporada. Considerado desde esta
perspectiva, todo dato humano posee un carácter dinámico y
sólo resulta comprensible cuando se esclarecen tanto el des­
arrollo ya verificado como las tendencias internas, cons­
titutivas. orientadas al futuro. De esto resulta que su análisis
ha de poner de relieve siempre las dos caras de un proceso
que completan mutuamente: d e s e s tr u c tn r a c ió n de una estruc­
tura vieja y e s tr u c tu r a c ió n de una nueva en proceso de apari­
ción...» (en D ia le k tis c h e U n te rs u c h u n g e n , trad. del francés por
Ingrid Peters y Gisela Schóning. Neuwied/Berlín, 1966, pág. 284,
subrayados de Goldmannl. Dejando aparte el hecho de que se­
ria difícil introducir dentro de este rígido esquema el conte­
nido crítico-concreto de la teoría marxiana, también se trata
•**n Goldmann de «combinar» dos métodos complementarios.
Esto, por otra parte, se intenta actualmente un poco d o t todas
partes también fuera del marxismo. Así, Werner Conze, si­
guiendo el modelo francés, entiende la historia social como
«historia estructural de la época técnico-industrial» (citado se­
gún Dietrich Hilger, Z u m B e g r if f u n d G e g e n s ta n d d e r So-
z ia lg e s c h ic fite , en « Buch und Bibliothek», cuaderno 1, año 23,
Reutlingen. 1971, pág. 21). La teoría estructural-funcional de los
sistemas sociales, sustentada por Nikolas Luhmanns, trabaja
con el concepto de una «historia sistemática» cuya legitimidad
resultaría de la «exploración sociológica sobre la exploración
racional» (en «Soziologische Aufklárung», Opladen, 1971, pági­
na 83; cf. en general, págs. 82-85).
159

se sirve en Ei Capital de un procedimiento simultánea­


mente estructural-analítico e histórico-genético. En lo
que divergen ampliamente los puntos de vista es en el
contenido que pueda tener ese "simultáneamente” , en
la dialéctica que implique. Sigamos, aunque sea esque­
máticamente, los intentos que se han hecho para c o n ­
tribuir a esclarecer esta cuestión.
Marx define la ciencia fundada por él y Engels c o ­
mo el “ resultado consciente del movimiento histórico” ,
lo que, desde luego, no quiere decir que el conocim ien­
to coincida con la historiografía de su objeto, que esta­
blezca una mera copia cronológica de su proceso. Si
la teoría de Marx y Engels ha sido a menudo enten­
dida de este modo, los autores no han estado total­
mente exentos de culpa, pues — combatiendo la onto-
logía atemporal de H egel— subrayaban la historia m a­
terial. Y en principio con razón, porque en principio
de lo que se trataba era de en ese momento poner
de manifiesto la historicidad y la transitoriedad de las
relaciones de pro du cció n burguesas. Esto aparece en
El Capital en el sentido de una historia “construida” ,
no "narrativa” . Una ve z conformado, el capitalismo for­
ma una estructura estable durante largos períodos de
tiempo. Quien investiga las leyes inmanentes de esta
estructura no tiene necesidad de aventurarse en su ori­
gen histórico. Más exactamente: sería incapaz de ha­
cerlo mientras no entendiera la esencia del capital. Se
puede hablar por esto sin abandonar en lo más míni­
mo la base materialista del “primado cognitivo de lo
lógico sobre lo histórico” .
La unidad y la diferencia objetivas existentes entre
el sistema y la historia del capitalismo se reflejan sub­
jetivamente en la unidad y la diferencia entre el “m é­
todo de exposición” y el “ método de investigación” .
El autor analiza desde diferentes puntos de vista esta
última relación; recurre a la segunda recepción mar-
160

xiana de Hegel e intenta demostrar el papel tanto cons­


tructivo como crítico que el concepto hegeliano de
“sistema” juega en la construcción de la economía mar­
ciana. En este punto es decisivo lo que Hegel, antici­
pándose a Marx, dice sobre la compleja relación exis­
tente entre la “historia de la filosofía” y su “curso en sí” .
Sobre la base de estas consideraciones acerca de
la herencia hegeliana del Capital el libro investiga las
interpretaciones de Marx gramsciana y althusseriana que
están llenas de enseñanzas porque ofrecen un contras­
te abrupto. Si el “historicismo absoluto” o "humanismo
de la historia” de Gramsci identifica el proceso teórico
con el curso real de la historia por una parte y con
la historiografía (y la práctica política) por la otra,
los parisienses consideran la teoría marxista como teoría
"pura” contraria a todo pensamiento histórico y a todo
humanismo. En Gramsci son importantes las reflexiones
generales acerca del status epistemológico de la teo­
ría marxista y en especial las que se refieren a la cone­
xión íntima entre el materialismo histórico y la crítica
de la economía política; el nuevo enfoque althusseriano
tiene mérito en tanto en cuanto que después del culto
al “joven Marx” llama enérgicamente la atención acer­
ca del contenido filosófico del Capital (que él interpre­
ta, sin embargo, desde un punto de vista spinozista-
racionalista). Con respecto a su insistencia — preten­
didamente antihegeliana— en la no-identidad de la su­
cesión estructural y cronológica de las categorías, no
nos hemos extendido demasiado. Ya la Fenomenología
del Espíritu, para no hablar de obras posteriores de He­
gel, se han ocupado de esta problemática (recurrente
en el discípulo de Hegel Marx).
Pero con esto no se ha acabado con las cuestiones
planeadas y con los conceptos desarrollados por la
escuela de Althusser. En el segundo volumen se abor­
dará en especial las dificultades del “pasaje” — central
161

para Althusser— de Ricardo a Marx. To do lo que se


expone en el último tercio del presente volumen acerca
de los presupuestos bachelardianos de Althusser (des­
conocidos entre nosotros) debe servir como introduc­
ción a la necesaria discusión de Lire le Capital. La
filosofía racionalista del “nouvel esprit scientifique" con
su reducción de la teoría del conocimiento a historia
“construida” de la ciencia (lo que, sin embargo, ya
aparece — libre de inconvenientes estructuralistas— en
Comte, Hegel y Marx) es importante en nuestro con­
texto porque constituye un modelo esencial del pen­
samiento histórico en general. En el último apartado se
alude al modo cómo tal pensamiento se halla relacio­
nado con una filosofía de la historia tendente a una
“praxis transformadora".
Indice

Págs.

I n t r o d u c c i ó n ............................................................. 9
E l te m a : ¿ H is to r ia a e s tru c tu ra l o e s tru c tu ra a h istó-
r ic a ? .................................................................................. 13
La c ie n c ia c o m o p r o d u c t o c o n s c ie n te del m o v im ie n ­
to h i s t ó r i c o ................................................. 45
«Devenir» y «existencia» de las relaciones de pro­
ducción burguesas ............................................... 48
El primado cognitivo de lo lógico sobre lo his­
tórico .................................................................... 51
Razón analítica y razón dialéctica enH e g e l....... 57
La elevación marxiana de lo abstracto a lo con­
creto ..................................................................... 59
«Investigación» y «exposición» en la dialéctica
especulativa.......................................................... 62
Del «sistema» a la h isto ria .................................. 66
El problema del comienzo de la ciencia............ 71
El método «progresivo-regresivo» ................... 74
El lugar «histórico-universal» delcapitalismo ... 78
Lo correcto y lo incorrecto en la interpretación
estructurálista de Marx ...................................... 90
El humanismo absoluto de la historia grams-
c ia n a ..................................................................... 98
Las categorías y las leyes de la economía mate­
rialista ................................................................. 99
El concepto gramsciano de «historiografía»....... 103
Gramsci como crítico de C ro c e .......................... 106
Gram sci sobre el status cien tífico-teórico de la
teoría m a r x ia n a ......................................................*. . . 111
La interpretación gramsciana de la relación entre
el m aterialism o histórico y la crítica de la eco­
nom ía p o lít ic a ................................................. 113
D ificultades de la interpretación de M arx ........ 121
«E l C apital» en la óptica de la v ie ja socialdem o-
c r a c ia ............................................................................ 123
El nuevo enfoque a lth u s s e ria n o ............................. 124
La filo so fía del «nou vel esprit scien tifiq u e»: la
teoría del conocim iento com o historia construi­
da de la c ie n c ia .......................................................... 126
Los presupuestos bachelardianos de Althusser ... 130
H istoria form alizada e historia m aterial de las
c ie n c ia .......................................................................... 136
Com te, H egel y M arx com o historiadores de la
ciencia ........................................................................ 140
H istoria estructural de la ciencia y filo so fía de
la h is t o r ia .................................................................... 145
A m odo de resumen ............................................... 158
COMUNICACION
S ER IE A

1. Ideología y lenguaje cinematográfico, Pasolini,


Barthes, Della Volpe, Eco, Toti, Struska, Baldelli,
etcétera. 320 págs. (Agotado.)
2. La industria de la cultura, McDonald, Bell, Green-
berg, Lowenthal, Shils, Lazarsfeld. Merton. 290 pá­
ginas. (Agotado.)
3. Lingüística formal y crítica literaria, T. di Mauro,
Garroni, Stepankova, Jankovic, Vodicka. 160 pági­
nas. 100 ptas.
4. Investigaciones sobre el espacio escénico. Adol-
phe Apia, Gordon Craig, el teatro ruso 1905-1925,
Copeau, La Bauhaus, Schelemmer, Moholy - Nagy,
Kandisky, Frederick Kiesler, Artaud. 230 páginas.
150 ptas.
5. Semiótica y teoría del conocimiento, Reznikov 333
páginas. 190 ptas.
6. Crítica de la Ideología contemporánea, G. della
Volpe. 202 págs. 130 ptas.
7. Textos teóricos, Meyerhold. Vol. I. 326 págs. 200
pesetas.
8. La génesis del materialismo histórico. I: La Izquier­
da hegellana, Mario Rossi. 202 págs. 150 ptas.
9. Problemas actuales de la dialéctica, llienkov, Ko-
sik, Rossi, Luporini, Della Volpe. 230 págs. 140
pesetas.
10. La acum ulación socialista, Bujarin - Preobrazhens-
ky. 342 págs. 200 ptas.
11. La génesis del materialismo histórico. II: El joven
Marx, Mario Rossi. 496 págs. 350 ptas.
12. La Bauhaus, varios autores. 230 págs. 180 ptas.
13. El sistema de los signos. Teoría y práctica del es-
tructuralismo soviético, varios autores. 190 pági­
nas. 150 ptas.
14. Los fundamentos de la crítica de la economía po­
lítica, Carlos Marx. Vol. I. 400 págs. 240 ptas.

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