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M edinsky y otros
Makarenko
el educador
Editorial Lautaro
Traducción de
Raquel W. de Ortiz
Edición al cuidado de
Hugo Acevedo
Biografía de A . S. Makarenko
Y . N. M edinskv
e l • e 1
habían esperado desde hacía tanto tiempo. Ni una sola palabra les
dijo a los muchachos, mientras tomaba medidas, con tiempo, para
encontrar trabajo en Jarkov para los mayores que se habían graduado
en la escuela de la Colonia, o para disponer la continuación de sus
estudio sen la R abfak.1
El tren que llevaba a Gorki había partido, y el tren suburbano
conducía ya a los colonos de regreso a Kuriaz. Makarenko los despi
dió, dejando la C olonia a cargo de uno de sus colegas, so pretexto
de tomarse unas vacaciones. Hecho esto, partió para la Comuna
Dzerzhinsky con la columna de comuneros. Jamás volvió a Kuriaz.
Esta despedida de la Colonia Gorki, que tan cara era a su corazón,
revelaba la belleza moral y la noble personalidad de ese hom bre,
su infinito tacto pedagógico. Llevó solo sobre sí la carga de su fo r
zada dim isión, dejando que el tiempo mitigara p oco a p o co en sus
alumnos la pena y la amargura ocasionadas por la pérdida de seme
jante educador.
Los acontecimientos posteriores, sin embargo, confirm aron lo c o
rrecto de los enfoques pedagógicos de Makarenko y a la vez revela
ron la insostenible posición de sus opositores, los paidólogos.
La paidología, completamente divorciada de la educación, fue co n
finada a los experimentos seudocientíficos y a las numerosas inves
tigaciones entre alumnos y padres en forma de insensatos y dañinos
cuestionarios, tests de inteligencia, etc. Un niño de seis o siete años
era aturdido con preguntas capciosas, después de lo cual se determ i
naba su edad “ pedagógica” y su capacidad mental. Estas investiga
ciones estaban dirigidas fundamentalmente contra los niños retrasados
o los que no podían adaptarse al program a escolar, y su propósito
era demostrar las supuestas condiciones hereditarias y sociales de
tales alumnos, o de sus problemas de conducta, para descubrir el
m ayor número posible de influencias perniciosas o perversiones pato
lógicas en Ja vida del niño, de su familia, parientes, antepasados y
ambiente social.
El único objeto de todo ello era encontrar una excusa para retirar
al niño de la comunidad educativa normal.
Estas distorsiones en la actividad de las autoridades educacionales
fueron expuestas en forma completa y condenadas por Resolución del
Comité Central del Partido del 4 de junio de 1936, “ Concerniente a
las distorsiones paidológicas en el sistema de los Comisariatos para
la Educación” .
Al oponerse a los paidólogos, Makarenko, junto con otros educado
res soviéticos progresistas, luchaban por la implantación de los prin
cipios de la educación comunista y defendían la obra de su propia vida.
La Comuna Dzerzhinsky
En la lucha por lograr el hombre nuevo, se libró con éxito una gue
rra contra los viejos hábitos y formas de conducta. Fue en la bús
queda de nuevas formas y métodos de educación donde Makarenko
se encontró a sí mismo com o educador.
La Comuna Dzerzhinsky era una comunidad educacional en acción,
construida por Makarenko en el apogeo de su fuerza y vigor; una
comunidad con principios establecidos, con métodos y hasta tradicio
nes; era la confiada aplicación, por un educador talentoso, de todo
lo que había experimentado, meditado, verificado y establecido en
una vida de dedicación al trabajo.
Por ello, los logros de la Comuna Dzerzhinsky en sus cortos años
de existencia fueron tan notables.
La gente que no comprendía el genio pedagógico de Makarenko
creyó que esa tarea, descrita en su libro Aprendiendo a vivir, era
exagerada y magnificada. ¿Cóm o podían unos adolescentes, niños casi,
trabajando sólo 4 horas por día, ser los primeros en organizar en la
URSS una producción tan difícil como la de los taladros eléctricos
y la de las cámaras “ FED” , de primera calidad?
A mucha gente le costaba creer que en el curso de ocho años,
en un terreno igual al que se entregaba a cualquier empresa indus
trial, la Comuna fuera capaz de construir y equipar dos fábricas, pa
gar todo el equipo de varios centenares de jóvenes y de su personal
docente, erigir cierto número de edificios y desarrollar actividades
culturales en gran escala.
¿Cóm o era posible que jóvenes comprometidos en una producción
tan compleja, fueran capaces de recibir, al mismo tiempo, una edu
cación secundaria completa según los programas corrientes? ¿Cóm o,
en tan corto tiempo, podían unos pilletes vagabundos trasformarse
en seres nuevos, extraordinarios trabajadores, verdaderos ciudadanos
de la sociedad socialista?
En realidad, esto no es un cuento de hadas, com o pueden testimo
niarlo muy bien las fotografías de fábricas y talleres tomadas por los
propios comuneros con una cámara “ FED” en el lugar de trabajo.
O bien, tomemos un ejemplar del balance de la Comuna, al día
19 de enero de 1934, seis años después de su fundación, en que se
observa un beneficio neto de 3.600.000 rublos.
Aquí, delante de mis ojos, yace abierto el libro de visitantes de la
Comuna Dzerzhinsky, lleno de testimonios entusiastas firmados por
millares de personas que vinieron de todas partes del mundo y vieron
esto con sus propios ojos.
Biografía de A. S. Makarenko 33
obras para niños. Sus relatos Niños de una granja colectiva, Suce
sores, Los amiguitos y El pequeño koljosiano se publicaron en dis
tintas revistas.
Colaboró activamente en los órganos del Soviet central Pravda,
Izvestia y, especialmente, en Literaturnaia Gazeta, para los cuales es
cribió artículos sobre tópicos políticos, pedagógicos y de crítica lite
raria.
Durante ese período (1936-1938) escribió una cantidad de impor
tantes trabajos teóricos y a menudo pronunció conferencias sobre te
mas de pedagogía. Algunos de los artículos y versiones taquigrá
ficas de sus conferencias aparecieron en la Uchitelskaia Gazeta (Ga
zeta del M agisterio) después de la muerte del autor (1940 y años
subsiguientes). Las Conferencias sobre educación, destinadas a los
padres, donde se exponían principios teóricos sobre la educación fa
miliar, no se publicaron basta 1940.
La fértil actividad literaria de Makarenko es notable no sólo por
la versatilidad de los temas, sino por la rápida y cálida respuesta
a todos los sucesos y aspectos de la vida en nuestro país. No es sólo
su energía literaria lo que asombra, sino la extensión de los géneros que
abarca com o novelista, escritor para niños, crítico literario, publi
cista, y, finalmente, como especialista en teoría de la educación.
En toda su intensa actividad como escritor y educador, así como
en su trabajo en la Comuna Dzerzhinsky, Makarenko fue siempre
ayudado por su amiga y esposa Galina Makarenko. Ella fue coautora
de Un libro para padres y, después de la muerte de su esposo, dirigió
los trabajos del Laboratorio del Instituto de Teoría e Historia, depen
diente de la Academia de Ciencias de la RFSSR, dedicados al estudio
y divulgación del legado de Makarenko.
En reconocimiento por sus grandes servicios en el campo de la lite
ratura, el 1? de febrero de 1939 el gobierno soviético confirió a
Makarenko la Orden del Estandarte R ojo del Trabajo.
Absorbido por la labor literaria y la investigación educacional, Ma
karenko no escatimaba esfuerzos, y su constitución fue minada por
años y años de trabajo extenuante. Su carrera generosa e infatigable
llegó a un brusco final el 1? de abril de 1939. Murió súbitamente
en el tren, cuando regresaba a la ciudad, desde una casa de descanso
para escritores en las afueras de Moscú.
Millares de personas llegaron de todo el país para asistir a los
funerales, en primer lugar y sobre todo sus ex alumnos, ahora coman
dantes del Ejército R ojo, ingenieros, médicos, investigadores, maes-
Biografía deA. S. Í9
Acerca de Makarenko
Máximo Gorki
había decorado los rincones y las paredes con ramas verdes, ramos
de flores silvestres y fragantes hierbas secas. En todas partes había
pruebas de una obra de amor, un deseo de embellecer la vida de
cuatrocientos pequeños.
¿Quién había obrado un cam bio tan milagroso, reducando cente
nares de niños y adolescentes, a quienes la vida había tratado tan vil
y duramente? El organizador y superintendente de la Colonia era
A . S. Makarenko. Es, sin duda alguna, un educador talentoso. Los
colonos lo aman realmente y hablan de él con un tono de orgullo com o
si ellos mismos lo hubieran creado. Se trata de un hombre de aspecto
serio, taciturno, de más de cuarenta años, con una nariz prominente
y ojos sagaces y observadores, que pareec un militar o un maestro
rural de “ elevados principios” . Hablan con voz grave, ronca, com o si
le doliera la garganta; se mueve lentamente, pero le saca el m ayor
provecho a su tiempo, lo ve todo y conoce a cada uno de los colonos,
a quienes puede describir en cinco palabras, como si hiciera una ins
tantánea de su personalidad. Evidentemente, es una necesidad suya el
ser bondadoso, en una form a recatada y natural, con los más pequeños,
para cada uno de los cuales tiene una palabra amable, una sonrisa,
una caricia.
En las reuniones de los comandantes, que se lanzan a discusiones
prácticas sobre el trabajo de la Colonia, problemas de aprovisiona
miento de comestibles, o en que señalan errores en la labor de los
destacamentos o se dan ejemplos de equivocaciones o negligencias,
Antón M akarenko permanece sentado, lejano, y sólo en ocasiones
emite una o dos palabras. Palabras casi siempre de censura, pero las
dice com o lo haría un camarada algo mayor. Los colonos lo escuchan
atentamente y no temen discutir con él, com o si se tratara de un
com pañero de veinticinco años a quien los de veinticuatro le reconocen
m ayor experiencia y sagacidad.
Él introdujo en la vida de la Colonia algo de la rutina del colegio
militar, y esta es la causa de sus diferencias con las autoridades edu
cacionales ucranianas. A las seis de la mañana suena la trompeta para
despertar a los colonos. A las siete, después del desayuno, hay otra señal
ante la cual los colonos se disponen en cuadros en medio del patio
con los colores de la Colonia en el centro y dos portaestandartes,
armados con rifles, a los costados. Makarenko se dirige a los colonos
-así form ados con una breve orden del día, con las tareas en perspec
tiva y, si alguno ha com etido algún acto reprobable, anuncia el castigo
decidido por el Consejo de Comandantes. Después, los comandantes
50 Y. Medinsky / Makarenko el educador
Recuerdos
Para esa época había yo visto por dentro unos doscientos hogares
infantiles, había dirigido durante varios años uno de 150 niños, y sabía
lo que era esa tarea, las increíbles dificultades con que tropezaba. Y
conocía también los límites — máximo y mínimo— comparativamente
modestos, que se habían logrado para ese entonces en la mayoría de
las instituciones, pese a nuestros esfuerzos pedagógicos.
H oy es ¡ya obvio que los éxitos y las posibilidades pedagógicos
están determinados por la calidad, es decir, por la idea contenida en
todo el sistema educacional y en los métodos y técnicas elaborados.
El pensamiento pedagógico, tanto científico com o práctico, se abrió
paso difícilmente en los últimos años en ese terreno, descubriendo
nuevos y amplios horizontes.
En aquellos días, sin embargo era difícil descubrir una respuesta a
la pregunta de por qué, en algunos hogares de niños, aun en los m ejo
res, el personal, después de un éxito más o menos prolongado, parecía
llegar a un Rubicón que era casi imposible de atravesar. Los problemas
no resueltos parecían de menor importancia, pero lo cierto es que
seguían sin resolverse. Era, sobre todo, cuestiones de organización,
tales com o salvaguardar los diversos objetos adquiridos, mantener los
edificios y todo el dom inio de la institución infantil limpios y en
orden.
Finalmente, había asuntos tales com o una rutina con un esquema
preciso, las personas que representaban la autoridad, la responsabili
dad de las tareas de cada uno y la adecuada verificación de su cum
plimiento. Todas estas exigencias imperativas de la vida, grandes y
pequeñas, multiplicadas y divididas por el número de educadores,
alumnos, asistentes, es decir, complicadas de 200 a 500 veces, form a
ban un solo e inseparable com plejo, y es difícil definir dónde y cóm o
interactuaban, qué era lo importante y lo secundario.
Ocurría, pues, que el período dedicado a organización se prolon
gaba excesivamente, y poco era el tiempo que restaba para la labor
educativa propiamente dicha.
N o sé p or qué razón, la simple idea de que tanto la buena com o
la mala organización eran educativas, no le pasó jamás a nadie por
la cabeza. La falta de organización es, en sí misma, una forma de edu
cación anárquica. Y , siendo así, era necesario, desde el primer día de
la existencia de la institución, introducir una educación comunista de
los niños, activa y políticamente dirigida: único m edio por el cual
ora posible llevar una vida organizada, con una organización cada
vez mejor. . ' > ¡' ¡ i
54 Y. Medinsky / Makarenko el educador
fiesta. (Fue por pura casualidad que yo me encontraba ese día entre
los amigos.)
A. S. Makarenko, al parecer, había sido avisado de nuestra llegada,
pues estaba allí para recibirnos. Cuando nos aproximamos a la mesa
del 12° Destacamento, d ijo :
— Colonos, aquí están nuestros huéspedes.
Todos nos saludaron. El superintendente com ió en la misma mesa.
Fuimos atendidos con la cordialidad y amistad características del estilo
en que se hacían las cosas en la Colonia, y más tarde en la Comuna
Dzerzhinsky. Nuestros anfitriones, del 12*? Destacamento, eran varones
y niñas de variadas edades. El superintendente de la Colonia era un
hom bre joven de buenos y hasta diría refinados modales, aunque
un p o co retraído y frío.
La conversación fue general y los niños mayores también tomaron
parte en ella. Aunque trataban al superintendente con un respeto defe
rente — lo que resultaba obvio a primera vista— no se sentían de nin
gún m odo coartados ni en sus gestos ni en sus palabras. Se sentía que
toda esa gente tenía intereses comunes, que trabajaban por una causa
com ún, por lo cual compartían iguales responsabilidades.
La alegre fiesta duró mucho tiempo, y todas las com plicadas dispo
siciones para tan grande recepción eran de responsabilidad de los
colon os. Hacían frente a la tarea con admirable eficiencia. Los mayores
permanecían sentados a la mesa y eran servidos por los más jóvenes
con especial cortesía.
Después del almuerzo, Makarenko invitó a los huéspedes a inspec
cionar la Colonia. Había muchos invitados, y todos salimos juntos en
grupo. Visitamos el invernáculo, donde el aire húmedo estaba saturado
con el fuerte aroma del alelí doble; la estufa seca que olía intensa
mente a pino y roble; los establos y el tambo.
En el gran edificio nuevo donde se encontraban los dorm itorios, el
fuego crujía alegremente en las numerosas estufas con azulejos que
se alineaban a lo largo de los corredores. Inspeccionamos el edificio
destinado a educación y la oficina del Kom som ol, el bien equipado
cuartel general de la juventud; el Rincón R o jo de los Pioneros que
contenía una cantidad de juegos de confección casera, y el círculo de
bellas artes — aquí las cosas estaban dirigidas por V íctor Tersky, el
organizador de los trabajos del club. También visitamos la biblioteca
con sus 5.000 volúmenes, y los diversos cuartos de estudio. Afuera,
las almajaras — había toda una ciudad de ellas— estaban cubiertas
56 Y. Medinsky / Makarenko el educador
con paja, a causa de las heladas tempranas. Ese fue el único lugar
en donde encontramos un adulto: el agrónomo Nikolái Ferre.
P or todas partes corrían los niños, vivaces, atareados, niñas y mu*
chachitos acicalados que nos saludaban alegremente en respuesta a
nuestro saludo e inmediatamente reasumían su trabajo. No había ros
tros malhumorados ni descontentos, y todos realizaban sus tareas con
entusiasmo y buena voluntad.
“ Oficiales de turno” aparecían silenciosa e inesperadamente a la
entrada de los diversos edificios — todos colonos— y las puertas de las
habitaciones y de los armarios se abrían y cerraban con un suave
crujido, haciéndome sentir com o una Alicia en el País de las Maravi
llas, en donde el superintendente de esa Colonia semejaba a un mago
poseedor de algún maravilloso secreto.
Quedé especialmente impresionada por la estufa seca. Se hallaba
ubicada bastante lejos de las viviendas y llevaba un buen rato llegar
hasta allí marchando p or un estrecho sendero. Era el atardecer, el
crepúsculo verdoso de la primavera. Entramos en un gran edificio sin
ventanas. Pilas de tablones relucían en la semioscuridad. Hacía calor
adentro a causa del invisible sistema de calefacción. Un reloj de
péndulo d io la hora ruidosamente. Dos jóvenes robustos estaban sen
tados sobre los tablones. A sus pies yacía un perrazo de palé je claro,
que tuvo un gesto agresivo, pero se aquietó al reconocer al amo. Los
muchachos saltaron al suelo ágilmente y saludaron. Más tarde llegué
a conocerlos muy bien: eran Dmitri Chevily y V íctor Gorkovsky.1
En ese curioso tono tan suyo, a un tiempo amistoso y formal, que
o í entonces por vez primera, Makarenko les dijo algo que parecía en
parte pregunta y en parte orden:
— ¿Se pierden la diversión hoy?
Uno de los muchachos contestó:
— Estamos de guardia hasta las diez. Llegaremos a tiempo para la
segunda parte del program a y el baile.
Makarenko, muy cálida y alentadoramente, pero en form a lacónica,
respondió:
— M agnífico.
Y ;con eso abandonamos el edificio.
Regresamos a la Colonia en medio de la oscuridad. Makarenko no
— ¡Pero es tan triste para los niños estar ahí afuera! Eso no podrá
negarlo. 4
Makarenko sonrió.
— ¡Oh, usted debiera tener un poco más de respeto por la gente!
— d ijo— . ¿P or qué ha de ser triste? Es natural que una persona
desee realizar actos de arrojo y altruismo. Hay más alegría en la
conciencia de las propias fuerzas que en las vulgares diversiones
estereotipadas. Permítale a nuestros jóvenes que le tomen el gusto una
o dos veces, y luego verá que nadie los detiene. Ese gozo debe serles
enseñado. En cambio, nosotros, los educadores, nos pasamos años en
señándole a la gente a leer y escribir, pero cuando se trata de educa
ción dejamos correr las cosas*
Se produ jo una discusión al respecto, aunque no había nada que
discutir»
Makarenko d ijo :
— Hay un hermoso pasaje en Almas muertas — y lo recitó de me
moria— : “ Llévate contigo para el viaje, cuando partas, los suaves
años juveniles para los rigores de la madurez: llévate contigo todos
los impulsos humanos, no los dejes por el camino, pues no podrás
recogerlos después” .
Y o cité a Pushkin:
— “ Estudia, h ijo, que el estudio acorta las experiencias de nuestra
vida, que huye rápidamente.”
— Eso también — dijo Makarenko— , sólo que sujeto a una enmien
da soviética: a la juventud hay que brindarle una clasificación de
los impulsos humanos necesarios para evitar que arrastren una carga
innecesaria por causa de la inexperiencia. No son muchos los que lo
hacen, sin embargo. La mayoría se apodera de lo más liviano. El
peligro de la sobrecarga es leve. Pero pídele a un hombre que se lleve
para el viaje sólo lo esencial, y podemos estar seguros de que no per
derá nada por el camino: esa es nuestra preocupación pedagógica.
— ¿N o es así, Aliosha? — añadió, volviéndose bruscamente hacia
un colono que había estado escuchando la conversación atentamente
durante todo el tiempo— . Mira qué cosa útil es la literatura. Tú no
lees bastante: yo he estado revisando las fichas de la biblioteca. Toda
vía crees que las novelas son cosas soñadas. Pero puedes aprender
mucho de ellas.
Aliosha se ruborizó, complacido por la atención de que era objeto.
— ¿Usted está aprendiendo? — repuso.
Makarenko lo miró de frente, con expresión grave.
Acerca de Makareriko 59
cara enjuta de un joven con un rifle al hom bro y dos perros que
tiraban de una correa. El superintendente nos presentó:
— Misha Charsky, comandante de la guardia.
La luz de la linterna se extinguió y Misha d ijo :
— Y o estaba pensando quién podía ser. Los perros lo reconocieron
a usted. H oy echaron a volar a un pájaro sospechoso, ¿sabe? No
puede distinguirse nada en esta oscuridad. Así es que dupliqué el
número de centinelas donde era necesario y decidí hacer una ronda
personalmente, tanto com o para estar seguro.
Preguntado sobre cuánto tiempo hacía que estaba de ronda, Misha
respon dió:
— Un par de horas. Pronto amanecerá. Nunca se sabe qué puede
ocurrir en una noche com o esta.
— ¿N o te irás a quedar dorm ido mañana? Tienes que ir a la ciu
dad, no lo olvides.
— ¿ Y o , Antón Sem ionovich? Hasta ahora jamás me ha sucedido
tal cosa.
Le deseamos una noche tranquila de guardia, una cosa que, al
parecer, era lo que menos deseaba. Misha Charsky. . . yo me pregunto
dónde estará ahora. La última vez que lo vi partía para reunirse con
las fuerzas del Lejano Oriente. Después de terminado su servicio m ili
tar, supe, se había quedado en el ejército. Me contaron que había
sido herido en la batalla de Kazan.1 Misha no poseía habilidades
extraordinarias, pero era singularmente puro de corazón. Una vez que
se le decía: “ Misha, hay que hacer tal cosa” , era capaz de emprender
las tareas más difíciles sin la menor vacilación. Era uno de esos héroes
modestos que jam ás sospechan que lo que están haciendo es una
hazaña heroica.
Continuamos nuestro camino, mientras Makarenko iba rezongando
de buen talante: i '
— Este lugar está lleno de perros. No me importaría si fueran buenos,
pero son vulgares perros callejeros. Escuchando las cosas que inven
tan sobre ellos se diría que son verdaderos perros-lobos. ¡Y qué haza
ñas les acreditan! H oy no había ningún pájaro sospechoso en diez
m illa s a la redonda. ¡Pura im aginación! Misha y sus centinelas se
sienten verdaderos héroes y ruegan al cielo que les envíe alguna
aventura.
A lguien preguntó:
S
Recuerdos
/
Acerca de Makarenko 67
CERTIFICADO
Firm ado:
A. MAKARENKO
Superintendente de la Colonia Gorki
N. Shershnev, Secretario, C.C.
Hacia las seis de esa tarde, 30 millas de camino estaban a mis es
paldas y yo me hallaba de regreso en la casi olvidada aldea natal.
Respiré el familiar aroma del atardecer en la aldea, escuché el
crujido de los carros, el tintineo de los arados y el grito de los la
briegos que regresaban del campo. Los baldes del aljibe crujían al
ser elevados en el aire.
Y aquí estaba el puente. La iglesia. Alguien me reconoció. Detrás
del cerco de zarzas oí una voz:
— El muchacho de Kalabalin, el más joven, el que creían que había
sido muerto.
¡Y ahí estaba nuestra casa! ¡Y mi madre! Me miró. ¡Me reco
noció !
— ¡Mamá!
La besé, recogiendo con mis labios las lágrimas de alegría que des
cendían por su rostro.
Los días corrían una loca carrera. Esa mañana era martes, en se
guida era miércoles por la tarde. Ni por un momento olvidé que yo
estaba de licencia, que pertenecía a la Colina, a la vida colectiva. Pero
en mi casa también, entre los míos, entre la juventud de la aldea, yo
me sentía satisfecho y feliz. Me invitaron a la reunión del komsomol
y a los ensayos del círculo teatral.
En casa todo el ambiente estaba muy animado, pues se realizaban
preparativos para una boda. Se casaba mi hermano mayor. Los últi
mos dos o tres días anteriores a la boda fueron especialmente exci
tantes. Las ropas eran cosidas, remendadas, adaptadas. Yo estaba tan
atareado como una abeja, y mi madre, derretida de gozo, les susu
rraba a los vecinos mientras me señalaba furtivamente moviendo la
cabeza en dirección a m í:
— Mírenlo, ¿no es maravilloso?
Tendido por la noche sobre el heno, recordé de pronto que al día
siguiente era sábado, y que ya tenía que regresar a la Colonia. Sí,
mañana mismo, y no después de las 12. Sería una desgracia que yo
no cumpliera mi palabra. Pero, ¿qué hacer con el casamiento? ¡El
domingo sería tan divertido! Toda la juventud reunida, el baile, la
banda de bronce. ¡Me gustaría ver quién me gana en el baile! Salté
al suelo y corrí hacia la casa. Mi padre dormía ya, pero mamá to
davía estaba amasando.
— ¡Mamá! Tengo que estar de vuelta en la Colonia mañana mismo.
— ¿Qué? ¿Estás loco?
— En serio. Mi licencia termina, mamá, Tengo que irme.
Acerca de Makarenko 73
L a tabla de m ultiplicar
M i m aestro
de Galatenko. Lo único que nos desconcertaba era por qué había ele
gido el nombre de “ león” para el maguey. Tuvimos que pedirle una
explicación al autor mismo. Ai parecer, en una oportunidad había visto
una lámina de “ un león en el desierto” en un libro de lectura escolar,
y, junto al león, se encontraba una planta que parecía un maguey.
La metamorfosis de Galatenko llenó de gozo a Makarenko, quien se
sentó en un banco en el exterior del invernáculo y quedó sumido en sus
pensamientos. Luego comentó que si en Galatenko se había desarrolla
do tan rápidamente una comprensión y un amor a lo bello, ese sentido
de la belleza debía ser cultivado y estimulado también en los demás
colonos. Entonces, allí mismo Makarenko propuso que la jardinería se
extendiera a tal punto que la Colonia quedara cubierta de flores para
el año próxim o.
En mi deseo de ser realmente útil a la colonia sin cometer desagui
sados, estudié cuidadosamente todo el sistema educacional empleado
en los niños, y especialmente el castigo a los trasgresores. Traté de
comprender los varios métodos educativos y descubrir su interrelación,
sus rasgos fijos y las tendencias habituales.
A l principio creía que Makarenko debía tener una libreta de anota
ciones con la lista de castigos a poner en práctica por tal o cual
falta. Pero no pasó mucho tiempo sin darme cuenta de que lo único
que permanecía relativamente invariable en Makarenko era la forma
de organización de la educación, mientras que en los m odos de per
suasión no había nada fijo . Muy a menudo Makarenko solía adminis
trar distintos castigos por la misma falta, y a veces, ningún castigo.
Sin embargo, los niños no se mostraban nada sorprendidos o resenti
dos por este trato “ arbitrario” . Aparentemente, comprendían muy bien
por qué Makarenko tenía distintos modos de encarar la misma falta
en ocasiones diferentes.
Al poco tiempo llegué a ver con claridad que, en el sistema educa
cional elaborado por Makarenko, el papel principal no lo desempeñaba
el castigo, sino las medidas que permitían impedir la falta de conducta.
Makarenko revelaba brillantemente los motivos subyacentes en las
faltas de los niños. Su pericia en este sentido asombraba hasta a los
maestros más expertos, no digo ya a mí mismo, pero sobre todo a los
propios interesados, que creían firmemente que “ no había posibilidad
de que se le ocultara nada a Antón” .
Hacia fines de agosto comenzaron a ocurrir cosas en nuestras plan
taciones de sandías que desconcertaron hasta a Makarenko en un
principio. Ese año había una producción extraordinaria de sandías.
*
Acerca de Makarenko 89
*
90 y. Medinsky / Makarenko el educador
casi por unanimidad esa moción. Las únicas abstenciones fueron las
de Lopotetsky, los miembros de su destacamento y algunos otros colo
nos. Valia regresó a su asiento y Makarenko continuó con los temas
siguientes, algunos problemas apacibles concernientes a la vida de la
Colonia.
Cuando la reunión se disolvió, Makarenko detuvo a Lopotetsky para
discutir algunos asuntos de rutina, pero al separarse le d ijo :
— Si tengo noticias de que has maltratado a Valia en cualquier
forma, entonces puedes decirle adiós a la Colonia. Puedes trasmitírselo
a tus muchachos también.
Expresado en un tono casual, Lopotetsky comprendió que Makaren
ko no bromeaba al decirlo.
Al regresar, después de la reunión, bajo la impresión de todo lo
que había visto y oído en el club, no pude menos que pensar cuán
ingenuo, por no decir tonto, había sido yo al creer que Makarenko
tenía una liberta donde anotaba los distintos tipos de castigos para una
u otra falta.
Cualquier hecho enojoso en la vida de la Colonia, aún el simple
cambio de humor o de conducta de un niño le servía de m otivo a
Makarenko para buscar otra solución a las cuestiones que antes esta
ban planteadas en form a casi definitiva, para descubrir nuevas formas
de influencia pedagógica sobre los niños. Así, en la práctica de la vida
diaria, Makarenko iba elaborando su sistema educativo. Su rasgo más
destacado era la consideración por “ el ser humano que había en el
niño” , su flexibilidad y la ausencia de enfoques estereotipados.
Al día siguiente, el incidente de las sandías estaba olvidado. Las
“ trampas” de Lopotetsky yacían en el suelo junto a la fragua: eran el
único recuerdo de esa racha de apasionamiento infantil que Makarenko
había extinguido tan hábilmente.
Una forma de castigo aplicada por Makarenko era una reprimenda
públicamente anunciada en una orden del día escrita, en la Fiesta de
la Cosecha, en el cumpleaños de Gorki, o en alguna otra festividad
importante para la Colonia.
A l principio yo no llegué a com prender la significación de esta
medida. Me parecía que una penalidad pospuesta por mucho tiempo
perdía su significación. Más aun, no me parecía correcto arruinarle a
uno una fiesta en un día festivo para todo el mundo.
Pero pronto com prendí que esa medida raramente tomaba estado
público. La persona que había sido advertida de esa desdicha en
Acerca de Maharcnko 93
Al día siguiente, Gorki nos dejó. Por la noche tuvimos una reunión
de despedida. Gorki reía y bromeaba, y evidentemente se encontraba
a gusto con nosotros.
Todos estaban a punto de estallar de risa cuando Makarenko, con
su habilidad acostumbrada y gran riqueza de detalles, relató las aven
106 Y. Medinsky / Makarenko el educador
raro encontrar un hombre de ojos fríos — para usar sus propias pala
bras__ ¿ e apariencia más bien austera, que posea un corazón tan
tierno.
Yo estaba con Makarenko en los momentos culminantes de su lucha
contra la vagancia infantil. Fue en los primeros años de la existencia
de la República Soviética. Cierto día vinieron unos hombres de la
Cheka y nos dijeron que necesitaban nuestra ayuda para alojar a
varios centenares de pilludos que habían apresado en las afueras de
Jarkov.
Makarenko organizó la tarea rápida y eficientemente. Nos llevamos
a muchos de los niños a nuestra propia comuna, y los demás, después
de haber sido lavados, vestidos y alimentados, fueron distribuidos en
varios hogares y colonias infantiles en Poltava, Bogodujov y Ajtirka.
Otros miembros del Comité de Rescate, junto conmigo, eran los comu
neros Fedia Shataiev y Yelena Pijotskaya.
El espectáculo que se presentó ante nuestros ojos en Jarkov fue
deprimente. Había unos ochocientos niños de todas las edades. Algunos
en grave estado de desnutrición. Su salud fue una preocupación para
Makarenko. Dio instrucciones para qne no se les diera mucha comida
de golpe.
— ¡D os cucharadas de agua hervida cada dos horas! ¡Si no, m o
rirán !
Seguimos sus indicaciones. Gradualmente fuimos introduciendo en
su ración azúcar, bizcochos, polenta.
Makarenko vigilaba para que sus instrucciones se cumplieran es
trictamente. Como resultado, logramos salvar la vida de todos esos
niños. Ni uno murió.
Entre la multitud de niños había una gorjeante chiquilla de seis
años llamada Natacha. Los comuneros estaban encantados con ella y
todos le pedimos a Makarenko que no la enviara a otra colonia. Ma
karenko consintió en conservarla con nosotros. Nos quedamos con
Natacha, que más tarde fue adoptada por uno de los miembros del
personal docente. Años después supe que se había graduado en la
Universidad y estaba trabajando en Kíev.
Algunos de los pequeños que llegaban a la Comuna desconocían su
apellido y, a veces, hasta su nombre. Fueron “ bautizados” bajo la
dirección de Makarenko, dándoles nuevos nombres y apellidos. En la
Comuna se les confeccionaron documentos de identidad, y esta gente,
más tarde, salió al mundo con sus nuevos nombres.
acerca deMakarenko
113
Purante Ja “ operación rescate*’ en Tari- - i
a muchos niños. Trabajábamos día v n n rt°'’ i**- Pf“ uneros salvaron
dormir o descansar. Lavábamos a lós p e a u e ñ [vidandonos de comer,
mos nuevas ropas, y cada uno de nosotrn ^ ° S ? ” ProPorc'onába-
dar una mano en tan noble labor * orSuU« ° de P °d«
El más feliz de todos por el ¿xim ,t. .
mente, Makarenko. **** campaña fue, natural-
Klavdia Borískina
Sin embargo, la bolsa con las manzanas estaba tan pesada, y ahí,
pn la sombra estaba tan fresco, que me dejé caer en el banco con
mucho placer. Los jovencitos me rodearon y, como anfitriones en
una sala de recibo, se dedicaron a atenderme. Inquirieron, con la
mayor cortesía, si hacía mucho que me hallaba en Irpen, si había
visitado antes esa región, y si me gustaba Ucrania.
Yo estaba todavía deleitándome con la exquisita urbanidad que
había logrado que dos muchachitos abandonaran su juego para conver
sar con un extraño, cuando apareció Antón Semiónovich en el umbral
con un choclo en la mano. Lo reconocí en seguida: era Makarenko.
El viejo Prokopich había estado en lo cierto: Makarenko se pa
recía realmente a un comisario de los días de la guerra civil. De
aspecto más bien torvo, taciturno, seguro de sí, era hombre de pocos
gestos y sonrisa esquiva.
Me saludó en la forma más cordial sin perder su aire de tranquila
dignidad. Me impresionó entonces como un hombre dominador, ine
xorable, indomable, y me hizo recordar a mi amigo Boris Zhitkov.
Con un movimiento certero y rigoroso, partió el choclo y le dio
la mitad a la niñita, que aparentemente estaba habituada a recibir
tales obsequios.
Los corteses jovencitos salieron corriendo para unirse con sus com
pañeros entre los cuales había algunas niñas encantadoras. Comprendí
en ese momento cuánto debían de haberse aburrido conmigo y qué
ansiosos debieron de haber estado todo el tiempo por volver a su
juego interrumpido.
Antón Semiónovich estuvo amistoso y amable. Me quitó de las
manos mi pesada bolsa y me guió hasta una fresca habitación; me
presentó a toda su familia y me convidó con una sandía deliciosa.
Y , a pesar de todo, había un aire de mando en él que, evidentemente,
me inhibía. No así a la pequeña que había venido conm igo: ella no
sentía el menor rubor. Después de recibir su tajada de sandía, se trepó
a un sofá con ella en la mano, arrimándose a Makarenko todo lo
posible.
Durante la conversación le dije que me habían gustado los mu
chachos que, por cuidar su reposo, habían abandonado su juego para
atenderme. Se rió y, pasando su brazo por el mío, me llevó hasta el
patio en donde ellos se divertían. Caminaba con un vivo paso m i
litar, com o un comandante ante sus soldados.
Yo permanecí parado allí, admirando a los jóvenes en su juego.
120 Y. Medinsky / Makarenko el educador
L a felicidad de la perpetua
inquietud
#
Primera conferencia
Condiciones generales de
la educación fam iliar
hijos, los está educando mal, y su conducta indigna tendrá las conse
cuencias más lamentables. _
El respeto paterno a la familia, el control de cada acto propio, el
cumplimiento del propio deber, constituyen el primero y más im por
tante método de educación.
Existen también padres que creen que con encontrar alguna receta
educativa ingeniosa el problema queda resuelto. Piensan que mediante
esa receta un holgazán puede educar en forma constructiva, que un
picaro podrá formar a un ciudadano honesto, que un mentiroso a un
mno veraz. , ;| .
Tales milagros no ocurren. No hay receta que valga cuando el edu
cador carece de las condiciones necesarias.
En primer término hay que dedicar una atención seria a los propios
defectos y descartar los pretendidos recursos de las artimañas peda
gógicas. Desgraciadamente hay personas que creen en ellas. Uno in
venta un castigo especial, otro apela a premios, el tercero se hace el
gracioso para divertir a los niños, el cuarto los seduce con promesas.
La educación exige un tono serio, sencillo y sincero. Son las cuali
dades que deben integrar la base de nuestra vida. La m enor falsedad,
artificio, bufonería o frivolidad condenan la tarea educativa al fra
caso. Eso no significa desde luego que se deba estar siempre adusto,
afectado; séase sencillamente sincero, que el estado de ánimo corres
ponda al momento y a la esencia de lo que ocurre en lp familia.
Los artificios disimulan la realidad y entretienen a los mismos pa
dres, haciendo perder el tiempo.
¡Y son tantos los que se quejan de la falta de tiem po!
Desde luego que es saludable que los padres se hallen con sus h ijos
con la mayor frecuencia, y es muy malo cuando nunca los ven. Mas
esto no significa que no se les deba quitar los ojos de encima. Una
educación semejante sólo puede causar daño; desarrolla un carácter
pasivo; los niños se acostumbran demasiado a la com pañía de los
adultos, y su crecimiento espiritual se vuelve muy acelerado. Los
padres gustan vanagloriarse de ello, pero más tarde se convencen de
que han incurrido en un error.
Es necesario saber qué hace, dónde se encuentra, quién está con el
niño, pero se le debe brindar la libertad necesaria para que no se
encuentre exclusivamente b a jo la influencia personal del padre, sino
que experimente también las diversas influencias de la vida. N o se
crea que se lo debe resguardar de las influencias negativas, y aun de
las hostiles. Pues de todos m odos en la vida tendrá que enfrentarse
146 Y. Medinsky / Makarenko el educador
con las tentaciones más diversas, con hom bres y circunstancias extra
ñas y dañinas. Hay que form ar en él la capacidad de orientarse entre
ellos, luchar con ellos, aprender a con ocerlos oportunamente. Con una
educación de invernáculo, con el aislamiento, es im posible form ar
esa capacidad. De ahí que para lograrlo sea conveniente que el niño
alterne en diversos ambientes, ejercien do al m ism o tiem po la debida
vigilancia.
Es necesario auxiliar a los niños a tiem po, detenerlos oportunamen
te en sus desviaciones y orientarlos. Es una tarea en que la constancia
juega un papel decisivo, pero sin llegar al extrem o de lo que se llama
llevar al niño de la m ano. Oportunamente nos referirem os en form a
más detallada a este problem a. La educación no exige m ucho tiem po;
lo que im porta es su aprovechamiento racional. Y aquí cabe repetir
una vez m ás: la educación existe siempre, aún cuando los padres están
ausentes de su casa.
L a verdadera esencia de la labor educativa no consiste en realidad
— com o probablem ente ya se habrá advertido— en las conversaciones
con el n iñ o, en la influencia directa sobre él, sino en la organización
de la fam ilia, en la organización de la vida del niño y en el ejem plo
que se le b rin d a con la vida personal y social. El trabajo educativo es
ante tod o un trab ajo d e organización. Y por ello en este asunto n o
existen pequeneces. N unca se debe considerar algo com o tal y relegarlo
al olvid o. Es un craso error pensar que se debe concentrar la atención
en algo que se ju zga com o m uy importante, dejan do lo restante de
lado. En la tarea educativa no hay pequeñeces. Una cinta que se ata
a los cabellos de la niña, un som brerito, un juguete, todas son cosas
que pueden tener en su vida una gran im portancia. U na buena orga n i
zación consiste precisamente en no om itir los m enores detalles y cir
cunstancias. Las m inucias actúan con regularidad, diariam ente, a todas
horas, y son los com ponentes de la vida. Guiar y organizar esa vida
es el problem a paterno de más responsabilidad.
En las conferencias ulteriores exam inarem os los diversos m étodos
de la edu cación fam iliar en form a más detallada. La de h oy fue una
in troducción .
Resum am os brevemente lo d ich o.
La edu cación debe ser correcta desde la in iciación , para que más
tarde n o sea necesario reducar, que es m ucho más d ifícil.
Es necesario recordar que se gu ía a la nueva fam ilia soviética. D en
tro de lo posible hay que p rocu ra r su estructura correcta.
híakarenko sobre educación 147
La autoridad paterna
Disciplina
E l ju e g o
A J i
170 Y. Mcdinsky / Makarenko el educador
El juguete no terminado que exige del niño una tarea: estampas con
preguntas, rompecabezas, cubitos, cajas de construcción, modelos de
desarmado.
Juguete - material: arcilla, arena, cartón, mica, madera, papel,
plantas, alambre, clavos.
Cada uno de estos tipos tiene sus ventajas e inconvenientes. El
juguete termiado es provechoso porque relaciona al niño con ideas
u cosas compuestas, lo coloca frente a problemas de técnica y de
economía y provoca una amplia actividad de la imaginación. El barco
lo incita hacia un determinado medio de trasporte, el caballo sugiere
ideas sobre la vida del animal y la preocupación por su alimentación
y usos. Hay que cuidar de que el niño repare en los aspectos sugestivos
del juguete y que no se distraiga solamente con uno de ellos com o
su carácter mecánico y facilidad para el juego.
Los juguetes mecánicos son útiles sólo cuando el niño juega real
mente con ellos y no se limita a mirar simplemente sus movimientos.
Sus beneficios están en relación directa con la inventiva que pone en
juego el niño al organizar entretenimientos cada vez más complicados.
Los automóviles deben trasportar alguna carga; el polichinela debe
viajar y hacer algo; las muñecas deben dormir y velar, vestirse y
desvestirse, hacer visitas y realizar algún trabajo útil en el mundo del
juego. Estos juguetes brindan un amplio campo para la fantasía
infantil, y cuanto más amplia y seriamente se desenvuelve esta facul
tad mental, tanto m ejor. Si se traslada al osito de un lugar a otro
sin ninguna finalidad, no es un juego útil. Pero si vive en un lugar
determinado, arreglado especialmente para él, si infunde temor a
alguien o mantiene amistad con otro, será un juego provechoso.
El segundo tipo de juguete es útil porque plantea al niño un pro
blema cuya solución requiere cierto esfuerzo y que no se lo plantearía
sin él. En este caso ya se requiere cierta disciplina mental, lógica, un
concepto sobre la relación entre las partes y no una simple fantasía
libre. El inconveniente de estos juguetes consiste en que los problemas
que plantean son siempre los mismos, m onótonos, cuya repetición es
fastidiosa.
Los juguetes de la tercera clase — diversos materiales— son los más
baratos y útiles. El juego con ellos se asemeja más a la actividad
humana normal: el hombre crea valores y cultura con materiales. Si
el niño sabe valerse de ellos, revela poseer ya una capacidad de juego
elevada y que se engendra en él una gran capacidad de trabajo.
Junto con el hecho de poseer mucho realismo, el juguete material
Makarenko sobre educación 173
nadie realice las tareas que el niño puede y debe llevar a cabo por
sus propios medios.
Al asignarse la labor en el ambiente familiar es necesario tener en
cuenta la tarea escolar del niño — que es más importante— para evi
tar se vea frente a obligaciones excesivas. La tarea escolar es preferente
y ^os deben comprender que con ella no cumplen únicamente
una función personal sino también una función social, de cuyo éxito
responden ante los padres y ante el Estado. Pero sería erróneo enal
tecer solamente el trabajo escolar y desestimar cualquier otro. La
dedicación exclusiva al trabajo escolar es inconveniente porque des
pierta en los niños un desdén total por la vida y el trabajo familiar.
La atmósfera colectivista debe respirarse siempre en la familia y tra
ducirse con la m ayor frecuencia posible en la ayuda mutua de sus
integrantes.
¿C óm o se puede y se debe provocar en el niño el esfuerzo de tra
b a jo ? En las más variadas formas. En la primera infancia hay que
valerse de los recursos apropiados para sugerir y enseñar muchas cosas
al niño, pero en general la fórmula ideal consiste en que aquél señale
por propia iniciativa la necesidad de realizar una tarea — en vista
de que la madre o el padre no tienen tiempo para hacerla— y colabore
espontáneamente. Educar la buena voluntad para el trabajo y la aten
ción a las necesidades del grupo familiar, es educar un verdadero
ciudadano soviético.
Ocurre a menudo que el niño — por inexperiencia o deficiente orien
tación— no se da cuenta de ciertas características de algún trabajo.
Entonces es necesario señalárselo con habilidad, ayudarle a que se
oriente en el problem a y tomar parte en su solución. A menudo, la
m ejor manera de hacerlo es despertar un interés técnico por el trabajo,
siempre que no se abuse de este procedimiento. El niño debe acostum
brarse también a efectuar tareas que no le interesan mucho y que a
primera vista le resultan poco agradables. La educación debe propen
der a que el factor que impulsa al trabajo no sea su carácter entrete
nido sino su utilidad, la necesidad de realizarlo.
Esa educación será eficaz cuando se llegue a que el niño ejecute
tareas desagradables pacientemente, sin quejas. En tal caso, paralela
mente con su crecimiento adquirirá una sensibilidad tal que el trabajo
menos grato llegará a proporcionarle placer si comprende su utilidad
social. ^ ' í j '
Cuando la necesidad o el ínteres no sean suficientes para despertar
en el niño el deseo de realizar una labor, se recurrirá al pedido. Esta
184 Y. Medinsky / Mákarenko el educador
los siete u ocho años, y a veces antes, se puede encargar al niño que
cuide al hermano menor, riegue las plantas, mantenga en orden los
libros, alimente al gato.
Una cuestión particularmente importante es la de los gastos. R eco
mendamos insistentemente a cada familia que se dé al niño cierta
autonomía en sus gastos personales y, en algunos casos, también en
los familiares. Para ello hay que entregarle una o varias veces en el
mes determinadas sumas de dinero con una asignación precisa de los
distintos gastos cuya lista estará en relación con la edad del niño y los
recursos de la fam ilia. P or ejem plo, a un muchacho de catorce años
se le puede con feccion ar la siguiente: gastos de tranvía, compra de
cuadernos, ja b ó n y dentífrico para la familia, gastos de cine para él
y el hermano m enor. Será más amplia e implicará más responsabilidad
en relación con la edad del niño.
Es importante conocer la form a en que se cumplen las diligencias
y si el niño abusa o no de su libertad para gastar, o la aprovecha más
para sus satisfacciones personales que para el destino asignado. A
veces el niño puede equivocarse a causa de un error en la suma fijada,
pero ocurre también que no siempre encara su derecho y sus posibili
dades con suficiente seriedad. En este caso basta con explicarle sus
errores y aconsejarle su corrección. Pero de todos m odos no se lo
debe fastidiar con com probaciones constantes y más aun, con una
permanente desconfianza. Lo que importa es saber cóm o procede en
esas actividades.
Hemos terminado el examen de las principales particularidades de
la econom ía familiar. Los padres encontrarán en su experiencia mu
chos y variados ejercicios para una acertada educación económica
de sus hij os. Deben recordar que al formar a un ecónom o honesto y
eficiente, form an al mismo tiempo un buen ciudadano. Es importante
que la econom ia doméstica se organice en form a colectivista, tran
quila y disciplinada, que no haya nerviosidad ni rezongos, y que
impere el m ejor ánimo posible y una aspiración solidaria de m ejorar
la vida familiar.
Resumamos la conferencia de hoy.
La actividad económ ica de la familia es un escenario importantí
simo para el trabajo educativo. En ella se form a:
El colectivism o, o sea una solidaridad real del hombre con el tra
bajo y con los intereses de los demás y los intereses sociales. El colecti
vismo se desarrolla acercando al niño a las condiciones de trabajo de
los padres, haciéndolo participar en la confección del presupuesto
194 Y. M edinsky / M akarcnko el educador
a los padres cierto cuidado: evitar los cuentos sombríos que relatan
y describen la muerte de seres humanos.
En general se dará preferencia al cuento que despierta la energía,
la confianza en las propias fuerzas, un enfoque optimitsa de la vida,
la esperanza en la victoria. La simpatía hacia los oprimidos no debe
asociarse a la idea de una predestinación sin esperanza. Los cuadros
afligentes que se refieren a formas sombrías de violencia y explotación
pueden ser exhibidos solamente a los niños mayores.
La observación de ilustraciones es muy útil para el desarrollo de
la imaginación y de nociones amplias sobre la vida. Además de las
revistas infantiles, se puede utilizar con ese objeto cualquier repro
ducción de cuadros, grabados y fotografías cuyo contenido sea ade
cuado. Son elementos que despiertan y encauzan la atención hacia los
distintos detalles, hacia las relaciones entre las cosas observadas y sus
causas y sugieren a los niños muchas preguntas. Estas preguntas deben
ser siempre respondidas en form a comprensible para la mentalidad
infantil. Si p or cualquier circunstancia resulta difícil responder en
form a adecuada, conviene decir: — No lo comprenderás, cuando seas
mayor lo sabrás. Semejantes respuestas no son perjudiciales, habitúan
al niño a aquilatar sus posibilidades cuando formula preguntas y le
prometen un futuro serio e interesante. Se puede encontrar estampas
de este género en distintos periódicos y en revistas, com o “ Smena” ,
“ Ogoñak” y otros.
El teatro y el cine son aptos para el niño exclusivamente cuando
se trata de temas especiales, destinados para la edad correspondiente.
En general, tratándose de la primer infancia es m ejor abstenerse
del teatro y del cine, por cuanto el número de espectáculos adecua
dos es insignificante. P or ejemplo, la pieza del simbolista Maeterlinck
“ El Pájaro Azul” es inapropiada para los más pequeños. Algunos
padres piensan que por tratarse de un cuento no ofrece inconvenientes.
Pero en realidad se trata de una obra completamente inaccesible para
niños de poca edad y, en algunas de sus partes, incluso para los de
edad mediana. La pieza es de simbolismo com plicado y tenso, las
cosas y los añílales poseen caracteres com plejos y contiene muchas
imágenes rebuscadas e irreales ( “ terrores” ) .
La enseñanza de la lectura constituye un momento de transición
importante en la tarea de formación de hábitos culturales. Por lo
común esta transición se produce en la escuela y ejerce una gran
influencia en la vida del niño que ingresa en el campo de la palabra
impresa y del libro — a veces con desgano— superando con esfuerzo
198 Y. M edinsky / M akarcnko el educador
prensión infantil deben ser evitadas, del mismo m odo que las que
pueden provocar reacciones inconvenientes por cualquier circunstan
cia. Los temas de amor y de medicina también deben evitarse cuando
son prematuros. Desde luego que al hacer la elección se debe tener
en cuenta el estado del niño, su trabajo en la escuela y su conducta.
La postergación de la concurrencia al cine puede ser usada com o
sanción por mala conducta o por incumplimiento de los deberes esco
lares. Pero a veces también la vista de una buena película contribuye
a corregir al niño en su actuación escolar y en el trabajo.
Teatro. T odo lo dicho con respecto al cine puede aplicarse también
al teatro, con la diferencia de que en este caso se trata con más fre
cuencia de temas inaccesibles para la inteligencia y la sensibilidad
infantil. Espectáculos com o “ Otelo” o “ Ana Karenina” son comple
tamente inadecuados para adolescentes. También debe procederse con
mucho cuidado con respecto a ciertos ballets. Esta es la razón por
qué se prohíbe la entrada a los espectáculos teatrales nocturnos antes
de una determinada edad.
La elección de la pieza teatral no ofrece dificultades por cuanto en
muchas de nuestras ciudades existen salas especiales para niños con
repertorios adecuados. La asistencia a estos teatros es muy útil. La
obra teatral exige una atención seria y prolongada. En este sentido
el teatro difiere del cine. El hecho de que la obra se representa con
intervalos provoca en el espectador una atención mayor hacia las
particularidades del tema y contribuye a que se haga un análisis más
intenso. La concurrencia al teatro constituye en cierta medida un
acontecimiento en la vida del niño, circunstancia que los padres deben
aprovechar bien.
La obra teatral debe ser comentada en la familia en form a más am
plia que la película.
Museos y exposiciones. Casi todas nuestras ciudades poseen museos
o galerías. Los padres no los aprovechan con la debida frecuencia,
no obstante tratarse de un medio educativo muy valioso. Es una acti
vidad que exige del niño una atención seria; su aspecto puramente
recreativo es insignificante; en cambio moviliza la actividad intelec
tual y emotiva sugiriendo ideas y provocando sentimientos intensos y
profundos. Hay que procurar que las visitas a los museos no se con
viertan en observaciones superficiales, rápidas, que hemos aludido
al referirnos al cine. P or eso nunca se debe planear la visita a un
museo grande en una sola vez. A la galería Tretiakov, por ejem plo,
hay que dedicarle varios días; al museo de la Revolución, dos o tres.
202 Y. Mediruky'/ Makareeducador
I
Octava conferencia
L a educación sexual
desea que sea un hom bre verdadero, con un alma grande, grandes
pasiones, deseos y ambiciones, y al mismo tiempo, no quiero que sea
un tonto sin carácter que lo entregue todo por pura bondad y se con
vierta en un m endigo y que baga mendigos de su mujer y sus hijos,
perdiendo basta su riqueza espiritual en el proceso de dedicarse a ser
bondadoso” . i
La felicidad humana que ha conquistado nuestra gran revolución
proletaria, y que aumentará de año en año, debe pertenecer a todo el
mundo, y yo, el individuo, tengo derecho a esa felicidad. Y o deseo ser
un héroe y llevar a cabo grandes hazañas, deseo darle al estado y a
la comunidad todo lo que me sea posible, pero al mismo tiempo deseo
ser un hom bre feliz. Eso es lo que debieran ser nuestros hijos. Deben
ser capaces de olvidarse de sí mismos cuando sea necesario, sin mirar
atrás, sin pena, sin contabilizar sus acciones en el debe y el haber de
las penas y alegrías, pero por otra parte tienen derecho de ser felices.
No he pod id o verificar esto plenamente, por desgracia, pero he visto
que los m ejores h ijo s se encuentran en los hogares cuyos padres son
felices. P o r padres felices no quiero significar que poseen un depar
tamento con gas, cuarto de baño y otras com odidades. En absoluto.
He visto mucha gente que tiene un piso de cinco habitaciones con gas,
agua fría y caliente y dos domésticas a su servicio, pero que no son
felices con sus hij os. 0 la esposa ha abandonado el hogar, o es el
marido quien lo ha abandonado, o algo anduvo mal en el trabajo, o
desean una sexta habitación, o un bungalow en el campo. P or otra
parte, con ozco a mucha gente feliz que se pasa sin lo indispensable. Y o
veo esto en mi propia vida también, pero soy un hom bre muy feliz.
Mi dicha no depende de ninguna de las llamadas “ cosas buenas de la
vida” . R ecordad los m ejores días de vuestra propia vida, cuando os
faltaba esto o aquello, pero cuando había una unidad espiritual, una
fuerza moral, un impulso para la acción.
La plena posibilidad de una dicha tan pura, su necesidad y obliga
toriedad, han sido conquistadas para nosotros por nuestra revolución
y están garantizadas por el sistema soviético. 1.a felicidad de nuestro
pueblo reside en su unidad, en su devoción al Partido. Se debe ser
honesto tanto en el pensamiento como en los hechos, porque un requi
sito previo e indispensable para la felicidad es la seguridad de que
se vive correctamente, de que no dejamos a nuestras espaldas ni mez
quindad ni estafas ni astucia ni ardides ni ninguna otra clase de por
querías. La felicidad de una persona honesta proporciona un gran
provecho a sí mismo, y más aun a los hijos. Por lo tanto, permitidme
218 Y. Medinsky '/ Makarenko el educador
deciros esto: si deseáis tener buenos hijos, sed felices. Quebraos la ca
beza, usad de toda vuestra habilidad y talento, comprometed a vuestros
amigos y desconocidos, haced todo lo posible para ser felices con una
felicidad realmente humana. A veces ocurre que una persona que
aspira a esa felicidad encuentra algunas piedras que puede usar para
construirla. Y o mismo he cometido ese error en un tiempo. Me parecía
que si lograba eso, no sería la felicidad todavía; pero la felicidad
podría construirse sobre eso después. Estos cimientos sobre los cuales
uno planea construir el futuro palacio de la felicidad, a menudo se
vienen abajo y caen sobre nuestra cabeza convirtiéndose en una des
dicha.
No es difícil concebir que padres felices, padres que son dichosos en
sus actividades sociales, en su cultura, en su vida, y que son capaces
de dirigir esa felicidad, tendrán siempre buenos hijos y los educarán
siempre adecuadamente.
A quí tenemos la raíz del problema tal como lo he formulado en un
com ienzo, es decir, que debe haber un término medio también en
nuestra práctica pedagógica. Este término medio se encuentra entre
n u estro e s fu e r z o p rin cip a l que otorga m os a la socied ad y nuestra fe li
cid a d q u e es lo q u e tom am os de ella . Cualquiera sea el método de
educación familiar que tomemos, debe encontrarse la justa medida, y
para hacerlo, hemos de cultivar en nosotros mismos un sentido de la
proporción.
Tom em os el problem a más difícil (he visto que la gente lo considera
el más d i f í c i l ) : el de la disciplina. Severidad y bondad: este es el
problema más espinoso.
En la m ayoría de los casos la gente es incapaz de revelar los límites
de bondad y severidad, y esto en la educación es un problema esencial.
Muy a menudo encontramos personas que entienden eso, pero piensan:
“ Con seguridad que debe haber un límite para la severidad y un
límite para la bondad, pero son necesarios cuando el niño tiene seis
o siete años, y hasta entonces uno se puede pasar sin ellos. En realidad
los elementos esenciales de la educación son los que se aplican antes
de los cinco años, y lo que se ha hecho hasta entonces constituye el
noventa por ciento de todo el proceso educativo. La educación de la
persona, su condicionam iento, continúa después de eso, pero hablando
en general, se comienza a gozar de los frutos, mientras que las flores
que uno ha cultivado aparecen antes de los cinco años. P or lo tanto,
hasta la edad de cinco años el problem a de la medida de la bondad
y la severidad es de máxima importancia. Con frecuencia a un niño
Makarenko sobre educación 219
No responde. ,
— Si no quieres estudiar, vete pues a trabajar. ¿Para qué estás en
la vida, después de to d o ?
— No lo sé.
Le gusta el fútbol, llega a casa a las 3 de la mañana.
— ¿Dónde has estado?
— No hagas preguntas y no escucharás mentiras.
Es rudo en casa, pero no lo es con los extraños. Y ahora este asunto
de los robos también. ¿Q ué podemos hacer? El padre dice que él no
se apodera de nada, y yo digo que sí lo hace. El padre intenta el método
del honor, pero no da resultado.
Respuesta: ¿P o r qué ha fracasado usted en la educación de su h ijo
menor?
Es imposible contestar su pregunta sin ver al muchacho. Si yo pu
diera entrevistarme con él y charlar con él podría darle algún consejo
a usted, pero no conociendo la situación de la familia, no conociendo
los errores que se han cometido, errores de tono y otros, no con o
ciendo las relaciones y el m odo de vivir de la familia, no puedo asumir
la responsabilidad de darle ningún consejo definitivo.
A juzgar p or los hechos, sin embargo, debo decirle que la perspec
tiva no es muy halagüeña. En Unlibro para padres he tr
único: Cómo educar a un hijo adecuadamente. Pero ni en el libro
ni en mi charla de hoy he intentado tratar el tema de la reduca-
ción. Para la familia esta es una tarea excesivamente difícil. Para
reducar a un niño es menester cambiar todo el clima del colectivo
en que vive. En la comuna su hijo sería el muchacho más fácil,
sobre todo porque es culto, normal y bien parecido, pero en el seno
de la familia usted está realmente desorientada sobre lo que tiene
que hacer con él. Usted lo castiga, intenta esto y aquello. Pero estoy
seguro de que si me invitara a su casa y discutiéramos juntos las cosas,
arribaríamos a alguna conclusión. Y o tengo muchos hogares asi, a los
que visito en mi carácter de consejero pedagógico. Esto es importante
también para mí, pues extiende mi campo de observación. Por favor
no haga cumplidos conm igo, me sentiré muy honrado en darle mi
consejo y mi ayuda. Será para beneficio mutuo.
Pregunta: Tengo una niña de seis años. Me hubiera gustado que
llegara a ser una chica buena y valiente, pero a pesar de mis esfuerzos
y del cuidado que he puesto en no asustar a la niña, ella es tímida y
nerviosa. Cuando va a acostarse pregunta siempre: “ ¿Qué clase de
228 y. Medinsky / Makarenko el educador
E ducación en la fa m ilia
y en la e sc u e la 1
donde discutimos juntos todas las cosas. ¿Cómo pueden decirme que
me calle?
— Está bien, hable, pues.
Pero no había nada que decir. La moción fue puesta a votación.
Todos votaron a favor. Se votó también otra moción: que todo el que
fuera a despedir al muchacho no necesitaba regresar.
Llegó corriendo una delegación de los pasajeros y de la tripulación.
Rogaban que se lo perdonara al muchacho.
— No. Nosotros sabemos lo que hacemos.
En Yalta, ninguno bajó a tierra. Todos miraban ansiosos la tierra,
con deseos de hacer una recorrida, pero ni uno dejó el barco. Nuestro
jefe de guardia le dijo al muchacho secamente:
— Márchate.
Y él se fue.
A nuestra llegada a Jarkov lo encontramos aguardándonos en la
plaza, cerca de la estación. Nuestros comandantes estaban ocupados
cargando el equipaje en los camiones. El jefe de guardia le dijo que
no molestara.
Se marchó. Tres días después, volvió a la Comuna y pidió verme.
El portero, uno de los muchachos, se negó a dejarlo pasar.
— A otros los has dejado.
— Yo dejaré pasar a cualquiera, menos a ti.
— Entonces pídele a Antón Semiónovich que salga.
— No haré semejante cosa.
Sin embargo, me hizo llamar.
— ¿Qué deseas?
— Una reunión general.
— Está bien.
Se sentó en mi oficina y permaneció allí hasta la noche, hora en
que se convocó a la reunión general. Todo el mundo miraba, sin
decir nada. Yo pregunté quién quería hablar. Nadie respondió.
— Bueno, ¿nadie va a decir nada?
Sonrieron. Bueno, pensé yo, parece que lo dejarán quedar. Les pedí
que votaran la cuestión. El presidente puso a votación mi propuesta.
— El que esté por la propuesta de Antón Semiónovich que levante
la mano. ' 1
Ni una mano se elevó.
-—¿Quién está en contra?
Todas las manos.
Al día siguiente el muchacho vino a verme de nuevo.
212 Medinsky/ Makareneducador
Fn el curso «lo los últimos cinco «fio» tío labor rti bi Comuna D /ri*.
binsk>. donde había una hum a cantidad do cofa clcrc» excitado» y
difíciles, no observé proceso alguno de evolución del caí actor. Oh.
versé, sí, una evoluc ión en el sentido ordinario cu que entendemos
cd desarrollo, el crecim iento: un ch ico esta en tercer grado, luego en
cuarto, y después pasa a quinto. Su horizonte se amplía, adqu irir
unís conocimientos, más habilidades. Trabaja en un taller, se vuelve
más eficiente, adquiere destreza y hábitos de naturaleza soc ial. IVro
esto es evolución normal y no rcadnptnción de ninguna dase, no la
trasformación de un carácter torcido, corrom pido, en uno normal.
Eso no significa que no haya diferencia entre un carácter torcido
y uno normal, pero sí que la m ejoría se obtiene más fácilmente por el
método que he denom inado de explosión.
Con explosión no quiero decir una situación en cpie se coloca una
carga de dinamita debajo de una persona, se le prende fuego, y uno
echa a correr y se pone a salvo antes de que esa persona vuele por
los aires. En lo que yo pienso es en el efecto instantáneo de una
acción que revolucione todos los deseos, todos los impulsos de una
persona.
Y o quedé tan asom brado por el espectáculo manifiesto de estos
cam bios que, eventualmente, me planteé el problema de la m etodo
logía de esa evolución y de esas explosiones en la esfera de los carac
teres torcidos, y me fui convenciendo gradualmente de que el m étodo
de la explosión — no puedo pensar en un nombre m ejor para ello—
merecía la atención de los educadores. Tal vez se halle un término
pedagógico más feliz para este m étodo, que el que yo he elegido.
Os relataré algunas de las experiencias que no sólo me indujeron
a pensar en la form a en que lo hago, sino que me inclinaron a
continuar con mi trabajo sobre la base de ese m étodo.
Hacia 1931 tuve que admitir 150 niños nuevos en la Comuna,
que tenía ya una población de 150. Gran parte de ese contingente
debía ingresar en el térm ino de una quincena.
Y o tenía ya una buena organización de com uneros. Noventa de
los 150 eran m iem bros del kom som ol, entre 14 y 18 años. El resto
pertenecía a los jóvenes pioneros. T od os ellos constituían una com u
nidad amistosa muy unida, con una disciplina claramente definida,
alegre y sólida. Eran m agníficos trabajadores, orgullosos de su C o
muna y de su disciplina. Podían asumir tareas de responsabilidad,
a veces físicamente dificultosas y hasta psicológicam ente difíciles.
Makarenko sobre educación 247
una dirección unipersonal, debía ser presidido por una sola persona
cuyo tipo de poder que inviste no será el de un dictador, pero, al
mismo tiempo, tendrá autorización de actuar en nom bre del colectivo.
Otro factor que me pareció importante es el de la duración de
ese cuerpo colectivo prim ario.
Logré conservarlo sin cam bios en el curso de 7-8 años. De diez a
quince chicas y m uchachos conservaron la cualidad de un colectivo
básico durante un lapso de 7-8 años, con cam bios que no pasaron
del 25 por ciento: hubo sólo tres cam bios entre las doce personas
que los constituían, durante esos och o años: tres de sus m iem bros
se fueron y otros tres ingresaron.
Y o preveía, y realmente lo com probé en la práctica, que saldría
de ahí un colectivo muy interesante, interesante en el sentido de que
podía considerarse com o un m ilagro por la naturaleza de sus m ovi
mientos, por la naturaleza de su evolución, p or la característica de
su tono, un tono de alegre firmeza, en su tendencia a conservar su
carácter de colectivo básico. Este colectivo tenía una dirección uniper
sonal en la form a de un comandante y, eventualmente, un je fe de
equipo.
A l principio hubo la tendencia de poner al colectivo básico en m a
nos de uno de los “ viejos” , uno de los más capaces, de voluntad más
firme, un “ am o” capaz de manejar a la gente con mano fuerte, dan do
órdenes y haciéndose obedecer.
En el curso de esos dieciséis años observé cóm o esa tendencia a
elegir com o líder a la personalidad más fuerte, a alguien capaz de
mandar, fue cam biando gradualmente, hasta que, hacia el final, ese
colectivo básico, o destacamento com o lo llamábamos nosotros, fue
encabezado por alguien de la misma antigüedad que los demás, no
muy diferente de los otros en capacidad y carácter.
En el curso de esos dieciséis años ese cam bio fue produciéndose
casi sin ser notado p o r m í y casi al margen de mis objetivos educa
cionales: me refiero al cam bio en la form a de liderazgo.
En los años recientes alcancé un estado de felicidad pedagógica
cuando me di cuenta de que podía designar a cualquier com unero
com o jefe de cualquier colectivo y estar perfectamente seguro de que
cumpliría con sus deberes en form a brillante.
_No puedo entrar en detalles sobre este interesante ej emplo de ma
gistratura infantil, ese tipo de n iñ o-oficial pú blico capaz no sólo de
jugar a los jefes sino de dirigir realmente un cuerpo colectivo sin
ser el más fuerte, o el más talentoso, o el de voluntad más firme, y
Makarenko sobre educación 251
es que había alpina, y tic cualquier trabajo extra que requiriera una
atención especial. De noche tenía derecho a dorm ir.
Era la única persona autorizada por la reunión general para impartir
órdenes. En forma gradual, esta autoridad llegó a convertirse en una
tradición muy com pleja de la que todo el mundo estaba muy orgulloso
v a la que adhería estrictamente.
Una chica de 15 años podía, sin vacilaciones, decirle a un kom som ol
mayor, varón o mujer, por elevada que fuera su posición en la com una:
“ Toma un trapo y seca ese charco del piso” .
Por lo general no necesitaba repetir una orden, pero la persona a la
que se dirigía debía contestarle: “ A la orden, camarada oficia l” .
Aun cuando hubiera secado el piso, si no había pronunciado esa
frase, se consideraba que no había cumplido bien la orden.
No se podía hablar sentado al jefe de guardia. Había que ponerse
de pie en posición de firme.
N o se podía discutir con él. Podían discutir conm igo, con cualquiera
de los comandantes; pero no con el jefe de guardia. Decían que, com o
era alguien muy atareado, si todos se ponían a discutir con él, el pobre
no iba a aguantar mucho.
Aun cuando adoptara un decisión errónea, lo que debía hacerse era
obedecer y olvidar que había com etido un error.
Y o no tenía el derecho de verificar los informes del jefe de guardia.
Él decía que en tal o cual destacamento había ocurrido esto o aquello.
Presentaba el inform a ante todo el mundo y saludaba. T od o el mundo
debía escucharlo de pie. Si yo tenía alguna duda al respecto, no podía
decirle: “ Llamen al comandante tal para confrontar el dato” . Esto hu
biera sido el insulto más grave.
Era ya tradición que al día siguiente la persona afectada por el
inform e del je fe de guardia podía decirle a éste que había “ macaneado” ,
pero sin que yo lo oyera, pues en tal caso podía arrestarlo por seme
jantes palabras. Si realmente había “ m acaneado” , no se debía hablar
de ello. Era nuestro funcionario autorizado y debíam os obedecerle y
hacer lo que nos indicara.
A l día siguiente se p od ía com entar que no era un buen jefe de
guardia, y se lo p od ía relevar de sus obligaciones en su oportunidad;
pero mientras inform aba, nadie podía atreverse a abrir la boca. En
esa form a evitábamos discusiones interminables. L o más importante
de todo era el hecho de que el inform e del je fe de guardia no
estaba sujeto a verificación. P o r las noches el je fe de guardia debía
M akarenko sobre educación 259
ciplina en el trabajo, por vía del esfuerzo para ganarse la vida, cuando
todo el colectivo se une para lograr ese fin, entonces tenemos un ins
trumento pedagógico de incomparable fuerza.
Y no digo nada de otros méritos menores de semejante sistema. Los
salarios, por ejemplo. El salario es una cosa excelente no sólo porque
le proporciona dinero al niño sino porque lo hace depender de su
propio presupuesto. Y es un medio de cultivar la frugalidad y la labo
riosidad. T odo miembro de la Comuna que se graduaba tenía 2 mil
rublos en su cuenta en el banco.
Estoy convencido de que el objetivo que perseguimos con la educa
ción no es sólo lograr un creador y un ciudadano capaz de una par
ticipación efectiva en el desarrollo del Estado. Tenemos que educar a
una persona que se sienta obligada a ser feliz. El dinero en la URSS
puede servir com o un excelente educador, un maestro excelente. Y o
puedo hablar de cuestiones pedagógicas por mi propia experiencia, y
fui muy afortunado en cuanto a las condiciones en que se dio.
Trataré de que lleguen a crearse condiciones similares en nuestras
escuelas. Puede parecer un poco terrorífico al principio, pero no lo es
en realidad. Si se me entregara una escuela hoy, yo hablaría en la
reunión pedagógica sobre las ideas que intento poner en ejecución, y
al mismo tiempo, pensaría de dónde se puede obtener el dinero nece
sario para ello. En la Comuna Dzerzhinsky busqué un hom bre que
supiera com prar y vender y que se hiciera necesario en general. Y
encontré esa persona. Él solía decir:
— Se quejan de gusto, cuando tienen 200 manos de obra.
— ¿Q ué podem os hacer con ellas? — dije yo.
— Y o se lo diré: haremos hilo de algodón.
— ¿D ónde conseguiremos el dinero?
— No necesitamos dinero. Firmaremos un contrato y com prarem os
máquinas baratas de confección casera.
Y así lo hicimos. Empezamos a fabricar hilo. Seis años después
teníamos la m ejor fábrica de lentes de la URSS, que valía varios m illo
nes de rublos.
Y así comenzamos con el hilo de algodón y con los banquitos. ¿C óm o
se hace un b a n co?
Algunos decían que para hacer un banco el alumno tenía que hacer
tráas las partes p or sí mismo, así llegaría a ser un buen artesano. Otros
^ecian, por el contrario, que uno tenía que hacer una parte, otro otra,
ercero pulirlo; y así sucesivamente. Y eso es correcto. Pero cuando
268 Y. Medinsky/ Makarenko el educador
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Indice
í
i
Primera parte
Biografía de A . S. Makarenko
Segunda parte
Acerca de Makarenko ........................................................................... 41
Tercera parte
Makarenko sobre educación ................ ............................................... 137