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Texto: “Innovación e influencia de las minorías” (Dooms y Moscovici) 

 
Históricamente, la Psicología Social ha estudiado un aspecto particular del fenómeno de
influencia social: el proceso de conformidad.
Se consideraba que el comportamiento tenía por función asegurar la adaptación a una
realidad física y social que se suponía era predeterminada para todos los individuos,
quienes se esfuerzan en organizar su medio de manera que puedan predecir los
acontecimientos y puedan prepararse para la acción. Para actuar eficazmente y de
acuerdo con el medio hay que poder percibir la realidad con un máximo de exactitud. En
algunos casos es posible revalidar las percepciones a través de la realidad física
accesible por medio de instrumentos, y en otros casos, el individuo debe volverse hacia
los demás para establecer esta validez. Es acá donde intervienen los procesos de
influencia social en general y el proceso de conformidad en particular. Se supone que
éstos hacen que el comportamiento de un individuo sea previsible y similar al de los
demás individuos. Por esto, se creía que el proceso de Influencia Social servía para
reducir las divergencias entre los individuos. Se da a la conformidad un valor primordial.
Los individuos cuyo comportamiento obedezca  a la presión hacia la conformidad serán
recompensados, siendo eficaces y estando adaptados al medio. Los que no obedecen a
esta presión, serán considerados desviados, ineficaces e inadaptados. Se presiona hacia
la uniformidad para obligar al desviado a conformarse, de lo contrario, éste será
rechazado o excluido.
No obstante, la conformidad no tiene todas las virtudes que se le atribuyen. No siempre
hace que el grupo sea más eficaz o esté mejor adaptado. Un grupo puede ser más eficaz
si se proporciona a los individuos o subgrupos la ocasión de actuar sobre el grupo.
La influencia social no sólo puede servir para el control social y ayudar a que cada uno se
adapte a una realidad social determinada, sino que además contribuye al cambio social.
Hablar de cambio social es hablar de innovación, de la influencia activa de las minorías o
los individuos sobre una mayoría o un grupo. La influencia social no tiene por única
función reducir las diferencias entre los individuos, imponerles una visión uniforme y
eliminar a los desviados. También tiene lugar para modificar el medio o la organización, y
permite que un grupo persiga sus fines o se transforme usando los recursos de todos los
miembros, incluso de los desviados.
Los rasgos específicos de la innovación

Se considera al proceso de innovación como un proceso de influencia social que tiene por fuente
una minoría o un individuo, que intenta introducir o crear nuevas ideas o modificar las ya
existentes.

Se define a la minoría como una pequeña fracción o un pequeño número (inferior a la mitad del
total) de individuos que comparten ciertas opiniones, valores, etc., que difieren de los que comparte
la fracción más numerosa (la mayoría) de algún grupo importante de referencia. Esta definición es
imprecisa ya que los individuos que aparecen como un subgrupo minoritario en una colectividad
pueden aparecer como un subgrupo mayoritario en otra.
Rasgos que caracterizan a una minoría o un individuo que desencadena un proceso de innovación.

La minoría carece de fuerza numérica, poder y competencia para imponerse a la mayoría. Deben
tener algo que les permita o no convertirse en fuente de influencia, y esto es: la “pasividad” o la
“actividad” de la minoría en un grupo. Es la presencia o ausencia de una posición definida, de un
punto de vista coherente, de una norma propia, es decir, su “carácter nómico” o “anómico”, lo que
convierte a una minoría o a un desviado en un socio activo o pasivo en las relaciones sociales.

Existirían dos tipos de subgrupos minoritarios: las minorías nómicas y las minorías anómicas. Se
distinguen por su comportamiento no conformista caracterizado y similar. Ambas se niegan a
reconocer la norma de la mayoría.

Minoría nómica: no rechaza la norma dominante por no comprenderla o por no poder adoptar la
norma de la mayoría. Adopta y proclama una norma de recambio que responde con mayor precisión
a sus creencias. Esta minoría nómica puede desviarse de la norma de la mayoría de forma
moderada o extrema, puede adoptar dos aspectos:

“Grupo ortodoxo o pro-normativo”: se desplaza en la misma dirección que la norma dominante,


aunque va más allá, exagerando la norma de la mayoría. Ej.: la mayoría dice que los menores de 14
años deben ser punibles ante la ley, y la minoría nómica ortodoxa dice que además se ser punibles,
debería existir la pena de muerte.

“Grupo heterodoxo o contra-normativo”: va en contra de la norma dominante y opone a ésta una


contra-norma, una norma minoritaria. Se oponen extremadamente a la mayoría. Ej.: los
fundamentalistas que quieren imponer sus creencias mediante actos de terrorismo extremo.

Minoría anómica: pertenece a un subgrupo que carece de normas propias. Su comportamiento no


conformista no es más que la transgresión de la norma dominante porque carece de recursos
psicológicos o medios sociales para adoptar la norma de la mayoría.

Para que una minoría sea considerada como una fuente potencial de influencia, es necesario que
disponga de un punto de vista coherente, bien definido, que esté en desacuerdo con la norma
dominante de forma moderada o extrema, y que podamos calificar su posición como ortodoxa o
heterodoxa.

También debe ser reconocida socialmente, con sus propias cualidades específicas, por la mayoría.
Debe estar motivada para obtener, conservar o aumentar su visibilidad y hacer que la mayoría
reconozca su existencia.

Innovación y creación de conflictos


Cuanto más fuerte sea la convicción de la minoría, mayor será el cambio que se exige de los
individuos que pertenecen a la mayoría para reducir el conflicto y restaurar el consenso.

Un proceso de influencia social es concebido como un proceso que se desarrolla entre personas, que
tiene lugar en el contexto de una interacción caracterizada por una divergencia, es decir, por un
conflicto. La confrontación de opiniones incompatibles y el hecho de que cada individuo dé
preferencia a su propia opinión y desee verla triunfar, podrían provocar fácilmente la ruptura de
toda comunicación, corriéndose así el riesgo de no restablecer el consenso. Pero en la mayoría de
los casos, ambos se sentirán obligados a reducir o incluso a eliminar la divergencia a cambio de
algunas concesiones. Cada uno de los participantes emprenderá un proceso de “negociación tácita”
durante el que intentará restablecer el consenso social sin hacer concesiones demasiado grandes.
Cada uno intentará hacer triunfar su propio punto de vista, aunque considerando el alcance de
eventuales concesiones por su parte.

De este modo, cada tipo de influencia correspondería a un tipo particular de negociación, a una
forma particular de hacer frente a un conflicto. Es en este marco donde podríamos situar el proceso
de innovación. Es en este contexto donde una minoría activa puede ser considerada una fuente de
influencia. De hecho, al cuestionar el consenso social durante una interacción de la que no podemos
excluirla en general, la minoría crea un conflicto. Mientras más se intensifique éste, mayor será la
incertidumbre o la duda en el seno del grupo mayoritario. En consecuencia también incita a este
grupo a terminar con la divergencia, llevándolo a reducir o eliminar el desacuerdo a cambio de
ciertas concesiones.

La influencia social pone en juego algo más que un simple intercambio de información. Si los
individuos deben llegar a un acuerdo, es necesario que no sólo intercambien información, sino que
también uno persuada al otro de modificar su juicio. En el marco de un conflicto, la negociación
implicaría pues un intercambio de influencia, así como un intercambio de información.

Texto: “Obediencia a la autoridad” (Milgram)

La obediencia es el mecanismo psicológico que hace de eslabón entre la acción del individuo y el
fin político.

Milgram realiza un experimento en la Universidad de Yale a fin de examinar el acto de la


obediencia. Se pregunta: “¿Hasta dónde va a someterse el participante a las instrucciones del
experimento antes de negarse a llevar a cabo las acciones que de él se exigen?” El experimento
consistía en un “enseñante” en una habitación y un “aprendiz” en otra El aprendiz debe repetir pares
de palabras y cada vez que se equivoca, el enseñante le realiza una descarga eléctrica por medio de
un electrodo conectado en la muñeca del aprendiz. Con cada equivocación, las descargar eléctricas
van en aumento (de 15 a 450 voltios). En realidad el aprendiz es un actor y las descargas no son
reales, sino fingidas por él. Se pretende observar hasta qué punto el enseñante está dispuesto a
obedecer las orden del experimentador y seguir impartiendo dolor en el aprendiz. Cuánto tiempo
pasa hasta que decide abandonar el experimento.

Por una parte, el dolor del aprendiz lo insta a abandonar el ejercicio. Por otra, el experimentador,
autoridad legítima respecto de la cual el sujeto siente cierto compromiso, le mueve a proseguir en el
experimento.

Milgram se pregunta cómo se conduce un hombre cuando le dice una autoridad legítima que actúe
contra una tercera persona.
Un resultado del estudio muestra que las personas más comunes, por el mero hecho de realizar las
tareas que les son encomendadas, y sin hostilidad de su parte, pueden convertirse en agentes de un
proceso terriblemente destructivo. Son relativamente pocas las personas que cuentan con recursos
suficientes para oponerse a la autoridad. En ese momento entran en acción una serie de inhibiciones
contra la desobediencia a la autoridad y hacen que la persona permanezca en su puesto.

La adaptación de pensamiento más común en el sujeto obediente es el considerarse como no


responsable de sus acciones. Se libera de toda responsabilidad atribuyendo la iniciativa a la
autoridad legítima, en este caso, el experimentador. Incapaz de desafiar la autoridad del
experimentador, le atribuyen a él toda la responsabilidad. La desaparición del sentido de
responsabilidad es la consecuencia de más largo alcance de a sumisión a la autoridad.

La persona que obedece no pierde su sentido moral. Su preocupación moral se desplaza más bien a
la consideración de lo bueno que es vivir conforme a las expectativas que la autoridad se ha forjado
respecto de él.

Otra de las fuerzas psicológicas que actúan en esta situación es designada como
“antiantropomorfismo”: es atribuir una cualidad impersonal a fuerzas que son producto del hombre.
Se niega el elemento humano que hay detrás de determinadas instituciones y actuaciones. Por
ejemplo: cuando el experimentador le dice al enseñante que “el experimento exige que prosiga
dando descargas eléctricas”.

Milgram dice que devaluar a la víctima otorga una justificación psicológica del tratamiento brutal
que se le da. Tiene que haber un alejamiento físico y emocional con la víctima, hay que
desvalorizarla, denigrarla.

Muchas personas se mostraban en contra de lo que le hacían al aprendiz, pero igual obedecían.
Entre el pensamiento, la palabra y el paso de desobedecer a una autoridad malévola, se encuentra la
capacidad de transformar las creencias y valores en acción. Si bien muchos estaban convencidos de
la maldad que estaban haciendo, no podían llegar a la ruptura con la autoridad.

Milgram dice que es psicológicamente fácil descargar de uno la responsabilidad cuando uno es un
eslabón intermedio dentro de la cadena de una acción perversa, hallándose alejado de las últimas
consecuencias de la acción. Surge entonces la fragmentación del acto humano en su totalidad, no
hay persona que decida llevar a cabo un acto malo y ninguna, por consiguiente, se ve confrontada
con sus consecuencias. La persona que asume una responsabilidad total por su acción se ha diluido.
Esta es posiblemente la característica más común de un mal socialmente organizado en la sociedad
moderna. Entonces, el problema de la obediencia no es totalmente psicológico. La forma y
estructura de la sociedad y la manera como se va desarrollando tienen mucho que ver con el mismo.

¿Por qué se obedece?

El valor de supervivencia de la jerarquía


Los hombres no son seres solitarios, sino que funcionan dentro de estructuras jerárquicas. El
comportamiento, como las demás características del hombre, ha sido modelado a través de
sucesivas generaciones por las exigencias de la supervivencia.

Las ventajas de la organización otorgan estabilidad y armonía a las relaciones de los miembros del
grupo. Al definir el estado de cada miembro, se reduce la fricción.

La armonía interna queda asegurada cuando todos los miembros aceptan el estado que les ha sido
asignado.

La capacidad de obediencia constituye un prerrequisito de semejante organización social.

El punto de vista cibernético

La cibernética es la ciencia de la regulación o del control.

Las teorías científicas de la obediencia se plantean qué cambios ocurren cuando el individuo que
actúa de manera autónoma queda encajado en una estructura social en la que funciona como un
componente del sistema.

Milgram recurre a entidades a las que denomina “autómatas”.

Consideremos un grupo de autómatas a, b, c, etc., diseñados cada uno de ellos para funcionar
aislados. Cada autómata queda caracterizado como un sistema abierto que requiere una energía de
entrada que le viene de su entorno. La necesidad de esa energía ambiental (ej.: alimentación)
requiere un aparato para buscar, ingerir y convertir partes de ese entorno en formas nutritivas
utilizables.

La acción se inicia cuando hay una deficiencia que amenaza los estados vitales del autómata. Esto
activa procedimientos de búsqueda de energías externas nutritivas, que devuelven todo el sistema a
un estado de funcionamiento viable.

Los autómatas viven separados. Si se acercan unos a otros, se destruirán mutuamente, ya que otros
autómatas serán tratados como partes del entorno y serán destruidos o manipulados por su valor
nutritivo. Por eso se debe incluir al diseño un inhibidor que impida que actúen unos contra otros.
Estos inhibidores son la Conciencia o Super- Ego. Su función es la de refrenar la función no
regulada de los impulsos. Filtra o refrena las acciones que tienen su origen en los desequilibrios
internos del autómata.

Estructuración jerárquica

Los autómatas actúan de manera individual, limitados únicamente por la inhibición contra todo lo
que pueda causar daño a los del propio género. La unión de elementos, para que actúen de manera
concertada, puede ser lograda de la mejor manera por la creación de una fuente externa de
coordinación para tres o más elementos.

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Pueden ser logrados mecanismos sociales haciendo que cada elemento subordinado sirva como
superordinado a elementos que se hallen en un nivel superior.

La jerarquía se halla construida sobre módulos, cada uno de los cuales consta de un jefe con varios
seguidores (Ej.: A, B, C). cada uno de estos seguidores puede, a su vez, ser el superior de otros que
se hallan a nivel inferior al suyo (Ej.: B, D, E), de suerte que toda la estructura quede edificada
sobre estas unidades conectadas entre sí.

Variabilidad

Si una organización social consta de individuos cuyos juicios varían en el curso de la acción, no es
posible asegurarse una coherencia más que apoyándose en el denominador común inferior. Tal es el
sistema posible menos eficaz, y con pocas posibilidades de beneficiar a sus miembros.

La variabilidad es de un valor biológico enorme y constituye un rasgo de la especie humana. Como


no todas las personas son iguales, se requiere, para recibir los beneficios de la estructuración
jerárquica, una supresión del control local en el momento en que se entra en la jerarquía, para que la
unidad menos eficiente no sea la que determine la operación del sistema como conjunto.

Las unidades militares ceden su control a una autoridad de nivel superior para asegurar de esta
manera la unidad de acción. Cuando los individuos entran en la condición del control jerárquico,
queda suprimido el mecanismo que regula los impulsos individuales y es cedido al componente de
nivel superior.

La razón fundamental de que suceda esto se halla, no en las necesidades individuales, sino en las
organizativas.

Las estructuras jerárquicas pueden funcionar únicamente si poseen la cualidad de coherencia, y la


coherencia puede ser lograda únicamente por la supresión de control a nivel local.

La conciencia, que regula la acción impulsiva agresiva se ve disminuida en el momento en que


entra en una estructura jerárquica. Por eso, una persona que es moral y cortés, actúa tan
severamente contra otra dentro del experimento.

La transferencia agéntica
Se requiere una modificación interna en la operación de todo elemento que pueda funcionar con
éxito en una jerarquía, y en el caso de los autómatas autodirigidos esto incluye una supresión del
control local a favor de una regulación por un componente de nivel superior. El diseño de semejante
autómata, si ha de ser paralelo a la función humana, habrá de ser lo suficientemente flexible para
posibilitar dos modos de operación: el modo autodirigido (o autónomo,) cuando funciona por sí
mismo y para satisfacción de sus propias necesidades, y el modo sistemático, cuando queda el
autómata integrado en una estructura organizativa más amplia. Su comportamiento dependerá de en
cuál de los dos estados se halla.

El paso de un modo al otro en el ser humano se ve reflejado en un cambio de actitud. En concreto,


la persona que entra en un sistema de autoridad no se considera ya a sí misma como actuando a
partir de sus propios fines, sino que se considera a sí misma más bien como un agente que ejecuta
los deseos de otra persona. Una vez que concibe su acción en este sentido, tienen lugar profundas
alteraciones tanto en su comportamiento como en su funcionamiento interno. Semejante actitud
alterada coloca al individuo en un estado diferente de aquél en el cual se encontraba con
anterioridad a su integración en su jerarquía. Este es el “estado agéntico”: la condición en que se
encuentra una persona cuando se considera a sí misma como un agente que ejecuta los deseos de
otra persona. Este término se emplea en oposición al de “autonomía”, es decir, cuando una persona
se considera a sí misma como actuando por propia iniciativa.

Desde el punto de vista del análisis cibernético, el estado agéntico tiene lugar cuando una entidad
autorreguladora es modificada internamente de suerte que permita su funcionamiento dentro de un
sistema de control jerárquico.

Desde un punto de vista subjetivo, una persona se halla en un estado de agencia, cuando se define a
sí misma en una situación social de una manera que la hace abierta a regulación por parte de una
persona de estado superior. En esta situación el individuo no se considera a sí mismo como
responsable de sus propias acciones sino que se define a sí mismo como un instrumento de
ejecución de los deseos de otros.

El estado agéntico es en gran medida un estado de la mente.

Apunte de la clase del 02/11 sobre el punto de vista cibernético.

Recurre a entidades y las llama “autómatas”. Estas entidades, aunque tengan las mismas
características, corren el riesgo de eliminarse a sí mismos, porque para la entidad A, la entidad B
forma parte del contexto del cual se nutre y viceversa. Debe existir un inhibidor para que la otra
entidad no sea vista como enemigo. Este inhibidor sería un sistema de regulación entre los dos
autómatas. El segundo paso es que los autómatas se organicen jerárquicamente.

Cada elemento se transforma en agente cumplidor. Hay “variabilidad”: el que está en la cima es más
eficaz para la supervivencia del grupo, y el menos eficaz es el que está abajo.

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Transferencia agéntica: en oposición a “autonomía”. Condición en que se encuentra una persona


cuando se considera a sí misma como un agente que ejecuta los deseos de otra persona.

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