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Historia de España 2º Bachillerato España Contemporánea

BLOQUE 11. LA DICTADURA FRANQUISTA (1939-1975)


11.1. La creación del Estado franquista. Grupos ideológicos y apoyos sociales. Etapas de la
dictadura y principales características de cada una de ellas. El contexto internacional: del
aislamiento al reconocimiento exterior.

Al finalizar la guerra civil se estableció en España un nuevo régimen basado en diversos fundamentos
ideológicos, algunos próximos a los fascismos europeos. Algunos de estos elementos fascistas fueron en la
práctica simples adornos (emblemas, canciones, saludos…), pero no así el uso de la violencia y el exterminio
sistemático de los enemigos (estado de guerra prorrogado diez años).

Las ideas de Franco eran muy simples, derivadas del pensamiento militar y tradicionalista del siglo XIX:
unidad del estado, orden y jerarquía, a lo que se unía un intenso catolicismo y un fuerte rechazo del
comunismo y de todo tipo de asociaciones de izquierda. Aconsejado por su cuñado Serrano Suñer,
consciente de la importancia de crear un estado con unas instituciones y una ideología que los respaldase,
fue configurando un régimen con las siguientes características:

• Se basaba en el poder personal del jefe del Estado, Franco, (el caudillo) que asumía la jefatura del Estado,
del gobierno, del partido único y del ejército (Generalísimo). Responsable únicamente “ante Dios y ante la
historia”.

• Las libertades públicas y los derechos de asociación y reunión fueron anulados; se prohibieron los
partidos políticos. Pero las fuerzas que habían apoyado la sublevación quedaron integradas en un partido
único: Falange Española Tradicionalista y de las JONS (el Movimiento). Franco era el jefe nacional del
Movimiento. Hedilla, jefe falangista, no aceptó esta transformación y fue encarcelado; todos los militares y
funcionarios quedaron automáticamente incorporados a la Falange. El nuevo régimen adoptó muchos de
los símbolos (yugo y flechas, camisa azul, saludo…) y terminología falangista.

• Se prohibieron los sindicatos de clase y la huelga. En su lugar, se estableció un sindicalismo vertical, que
agrupaba obligatoriamente a obreros y empresarios, supeditado al Estado.

• Se ejerció un control total de la información, a través de la censura y la propaganda de los principios del
Régimen.

• Se dio una represión sistemática de los partidarios de la República durante la Guerra Civil por medio de la
Ley de Responsabilidades Políticas (1939) y la Ley de Represión de la Masonería y el Comunismo (1940).

• El nuevo orden institucional se recogió en diversas leyes orgánicas: El Fuero del Trabajo (1938), el Fuero
de los Españoles (1945), la Ley de Cortes... Para dar salida a la continuidad del régimen Franco, mediante la
ley de Sucesión, aprobada en referéndum (1947), estableció que España era un reino, aunque sin rey
efectivo y con un Jefe de Estado, Franco, en calidad de regente vitalicio. Franco no aceptaba a Don Juan de
Borbón, el heredero de Alfonso XIII, demasiado liberal para su gusto y que incluso denunció la situación a
través del Manifiesto de Lausana. Tras muchas dudas, pactó con Don Juan (1948) que la sucesión recaería
su hijo, el infante Juan Carlos, que debería trasladarse a Madrid donde sería educado bajo la dirección
política del Caudillo.

El régimen se apoyó en el Ejército y las fuerzas de seguridad y sobre todo en la Iglesia. El Estado se declaró
confesionalmente católico. La Iglesia, a cambio de bendecir el régimen, recibió una importante ayuda
material, al tiempo que adquiría un papel predominante en la enseñanza y la vida social.

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Este régimen era, en definitiva, un instrumento de las clases dominantes que habían delegado en Franco el
poder a cambio de las seguridades que éste ofrecía. Pero además de la oligarquía económica, el nuevo
régimen contaba con amplios sectores de las clases medias, temerosas de la presión obrera y deseosa de
un gobierno de orden y autoridad. También este régimen contaba con simpatías en aquellos lugares donde
predominaba un campesinado de tradición conservadora.

Durante los primeros años de su existencia el régimen se enfrentó a graves dificultades económicas.

La autarquía económica fue el sistema adoptado para reconstruir el país, siguiendo los modelos fascistas
que rechazaban la economía capitalista de libre mercado. Todo debía ser producido en el interior del país,
porque además España quedaría aislada internacionalmente (por el “pecado original” fascista), y sin divisas.
Para ello era necesario un rígido intervencionismo estatal: salarios controlados, tipos de cambio fijo, cupos
de importación, regulación de la instalación de nuevas industrias, límite a la inversión extranjera, cartillas
de racionamiento para los artículos de primera necesidad...

La consecuencia fue que España se alejó del crédito internacional, que era indispensable para el
equipamiento industrial, careció de materias primas y energía que no se producían en el país; en estas
condiciones el crecimiento económico fue nulo durante los años 40 y la escasez de productos agrícolas e
industriales perduró hasta los años 50. El hambre y la escasez fueron consideradas una cuestión de
patriotismo y lealtad política. Paralelamente, proliferó un mercado negro -el “estraperlo”-, donde se podían
conseguir productos a precios exorbitantes. Para muchos fue una forma de supervivencia. Para otros, el
origen de fortunas considerables.

La II Guerra Mundial estalló en septiembre de 1939, cinco meses después de la victoria de Franco. El
régimen mostró su simpatía por los países del Eje, pasando de un estatus de neutralidad a la no
beligerancia, sin entrar abiertamente en la guerra pero enviando a los voluntarios de la División Azul.

En octubre de 1940, se entrevistó con Hitler en Hendaya para tratar las condiciones de entrada en la
guerra. Franco puso condiciones que le parecieron excesivas a Hitler: ayuda militar y económica,
recuperación de Gibraltar y posesiones en el norte de África (a costa de Francia). Cuando Alemania invadió
la URSS en junio de 1941, Franco envió la División Azul para luchar en el frente ruso. En total participaron
47.000 voluntarios.

En octubre de 1943, ante la previsible derrota alemana, volvió a la neutralidad. Retiró la División Azul y
trató de mejorar sus relaciones con los países aliados. Pero en 1945-1946 el régimen franquista fue
condenado por los vencedores en la II Guerra Mundial. Se denunció su carácter fascista, el apoyo que había
recibido en sus orígenes de Italia y Alemania y su política favorable al Eje. La condena se formuló en la
Conferencia de Potsdam y fue reiterada en la ONU, que pidió la retirada de embajadores. Francia, incluso,
cerró la frontera durante dos años. España quedó prácticamente aislada, manteniendo relaciones con el
Vaticano, Portugal y la Argentina de Perón. Franco introdujo cambios en el régimen, tendentes a reducir los
aspectos fascistas más visibles, y dejó la política exterior en manos de los católicos del Régimen. Promulgó
el Fuero de los Españoles y un indulto para los presos políticos.

Pero la salida del aislamiento se debió más a las nuevas condiciones internacionales -inicio de la Guerra
Fría- que a los cambios superficiales introducidos por Franco. Al bloque occidental liderado por EEUU le
convenía un régimen fuertemente anticomunista, aunque fuese una dictadura. Franco se limitó a esperar y
a aguantar los años de aislamiento, para convertirse en un aliado útil y el “centinela de Occidente” frente al
comunismo. A partir de 1949 empezó a mejorar sus relaciones con Estados Unidos: negoció empréstitos y
en diciembre de 1950 se nombraba un embajador en Madrid.

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España fue entrando gradualmente en diversos organismos internacionales: Organización Mundial de la


Salud, UNESCO, Organización Mundial del Trabajo. En 1953 se firmaron los acuerdos con Estados Unidos de
defensa mutua y asistencia militar, por los que se instalaban cuatro bases militares. España recibía a cambio
ayudas económicas, y sobre todo, la legitimación internacional del franquismo, gracias al denominado
“abrazo americano” (el presidente Eisenhower viaja a España en 1959).

También en ese año se firmó el nuevo Concordato con el Vaticano. Básicamente ratificaba las ventajas de la
Iglesia católica en el Estado español, pero era un importante reconocimiento exterior del régimen de
Franco. El año 1955 marcaba el fin del aislamiento, con la entrada de España en la ONU.

Al terminar la guerra civil marcharon al exilio aproximadamente 500 000 españoles. Su suerte fue distinta;
unos quedaron en Francia y colaboraron con la resistencia anti nazi, otros se dirigieron a la URSS y a los
países hispanoamericanos, especialmente a Méjico y a Argentina. Se mantuvo un gobierno republicano en
el exilio, pero personalidades importantes como Indalecio Prieto, intentaron, un acercamiento a los
monárquicos. Un sector importante de estos se agrupó en torno a la figura de Don Juan de Borbón. Sus
contactos con los socialistas de Indalecio Prieto en el exilio, en 1947, quedaron en nada. Franco los
neutralizó con una represión benévola

Muy diferente fue el trato aplicado a la actividad guerrillera (“los maquis”). En 1944 el Partido Comunista
de España organizó la invasión del valle de Arán. Creía que el final de la ocupación alemana de Francia
proseguiría con el derrocamiento del franquismo, pero éste liquidó la invasión. Los maquis continuaron su
lucha en los años siguientes. Su mayor actividad se produjo en 1946 y 1947. Les faltó apoyo suficiente en la
población y la guardia civil acabó con ellos en 1949.

De todos los partidos democráticos en el exilio, el más activo fue el PCE. A mediados de los años 50 se
formaron células clandestinas en el mundo estudiantil. Los sucesos de febrero de 1956 en la Universidad
madrileña contra el Sindicato Español Universitario (SEU) revelaron una oposición de características nuevas.
El PCE planteó entonces su política de “reconciliación nacional” para sustituir el franquismo por medios
pacíficos.

El final del aislamiento del régimen franquista coincidió con una importante crisis política. Los incidentes en
la Universidad entre estudiantes antifranquistas y miembros del SEU (sindicato estudiantil falangista),
hicieron que los falangistas buscaran un aumento de poder. Esto llevó a una remodelación del gobierno, en
1957, del que salieron los representantes más radicales del falangismo. Sin embargo, los cambios más
importantes se dieron en los ministerios económicos, con la llegada de los llamados tecnócratas, formados
en las universidades y partidarios de la liberalización de la economía, próximos al Opus Dei y muy influidos
por los cambios que se estaban produciendo en Europa.

11.2. Política económica del franquismo: de la autarquía al desarrollismo. Transformaciones


sociales: causas y evolución.

El final del aislamiento del régimen franquista coincidió con una importante crisis política. Los incidentes en
la Universidad entre estudiantes antifranquistas y miembros del SEU (sindicato estudiantil falangista),
hicieron que los falangistas buscaran un aumento de poder. Esto llevó a una remodelación del gobierno, en
1957, del que salieron los representantes más radicales del falangismo. Sin embargo, los cambios más
importantes se dieron en los ministerios económicos, con la llegada de los llamados tecnócratas, formados
en las universidades y partidarios de la liberalización de la economía, próximos al Opus Dei y muy influidos
por los cambios que se estaban produciendo en Europa; así entraron en el gobierno Mariano Navarro Rubio
(Ministro de Finanzas) y Alberto Ullastres (ministro de Comercio).

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Ya al inicio de la década de 1950 era patente el fracaso de la política autárquica. Aunque se había intentado
dar un giro a la política económica y se recibían las ayudas estadounidenses desde 1951, los presupuestos
seguían siendo deficitarios y la balanza comercial, también. A partir de 1955 se produjeron huelgas y
protestas. Ante esta situación Franco aceptó entregar la dirección económica a los tecnócratas. Estos
aplicaron el “Plan de Estabilización” de 1959, diseñado según las indicaciones del FMI y del Banco Mundial,
que aceptaron financiarlo con créditos. Se trataba de liberalizar la economía permitiendo la importación de
capitales y frenar la inflación, estabilizando los precios y salarios. Se devaluó la peseta y se impulsó una
tímida reforma fiscal. Durante los primeros meses los resultados fueron bastante negativos: los sueldos
bajaron, la productividad de las empresas cayó, el coste de la vida aumento y el número de parados se
incrementó. Pero a partir de 1961 se empezaron a notar los efectos positivos del plan de estabilización, año
en que se inició una etapa de expansión económica. Esta expansión se basó en el aumento del sector
industrial y en la aparición de nuevos recursos económicos: el turismo, las inversiones de capital extranjero
y la exportación de mano de obra.

La expansión industrial se basó en los bajos salarios y en las inversiones extranjeras; la tecnología, los
bienes de equipo y la energía (sobre todo el petróleo) eran importados masivamente por lo que la
economía española pasó a depender por completo del exterior.

El crecimiento de la industria produjo una intensa emigración de mano de obra campesina hacía las
grandes ciudades. Otros muchos buscaron trabajo en Europa. El resultado fue la disminución de mano de
obra en el campo, lo que produjo a su vez un alza de salarios en el campo e impulsó la mecanización de las
tareas agrícolas y a la demanda de bienes industriales por parte del sector agrario. Así la modernización en
el campo y el despoblamiento de las zonas rurales fueron fenómenos paralelos.

La balanza de pagos dejó de ser deficitaria, en gran parte por la entrada de de masiva de turistas. A las
divisas de los turistas se sumaron las aportaciones de los emigrantes que enviaban buena parte de sus
ganancias para el mantenimiento de sus familiares, además la salida de los trabajadores españoles
contribuyeron a reducir el índice de paro.

También se pusieron en marcha “los planes de desarrollo” impulsados por el gobierno, fueron tres de
duración cuatrienal, entre 1963 y 1975. El estado estimulaba al capital privado a invertir en determinados
sectores mediante subvenciones, créditos baratos y facilidades fiscales. El Estado invirtió también en los
llamados “polos de desarrollo” en nuevas ciudades industriales: Valladolid, Huelva, Vigo, etc. Se trataba de
promocionar la instalación de nuevas industrias y generar así empleo en zonas deprimidas. Pero no se
cumplieron los objetivos previstos.

En conjunto el crecimiento económico entre 1961 y 1973 fue elevado y constante, pero hay que señalar
que el crecimiento fue posible gracias a la expansión de la economía mundial. Por ese motivo, la crisis de
1973, derivada del alza de los precios del petróleo, detuvo bruscamente el crecimiento español.

Por otro lado los cambios económicos influyeron en la sociedad española que empezó a experimentar
cambios significativos. La sociedad española de los años 40 y 50 estuvo marcada por el atraso y la pobreza,
acompañadas por la ruralización del país y de un retroceso técnico, científico y cultural.

Pero el crecimiento económico de los años 60 que provocó la emigración masiva de la población rural y la
concentración de la población en las grandes ciudades fueran variando el modo de vida y la mentalidad de
los españoles. También contribuyó a esto la apertura al exterior, sobre todo gracias al contacto con los
turistas que llegaban masivamente al país. Además se dio un espectacular incremento de la población, el
llamado “baby boom”, impulsado en parte por la política pro natalista del régimen. Este crecimiento obligó

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a multiplicar el número de escuelas e institutos. Como la Iglesia no podía cubrir las necesidades, la
expansión se centró en la enseñanza pública. También se modificó el sistema de prestaciones sociales y
sanitarias, su crecimiento recayó sobre las cotizaciones de los trabajadores pero permitió extender la red
de hospitales y cubrir prestaciones por enfermedad, jubilación y desempleo. Aunque tanto el sistema
sanitario como las prestaciones resultaban insuficientes.

Otra importante novedad fue el acceso de la mujer al trabajo. La dictadura franquista había supuesto para
la mujer la pérdida de todos los derechos y avances conseguidos durante la Segunda República. En el
régimen franquista la función principal de la mujer era la maternidad y el cuidado de los hijos y la casa, pero
el cambio de mentalidad de las clases medias durante los años 60 permitió el acceso de la mujer al trabajo
y a las universidades.

La clase media aumentó en esta década numéricamente y era la que tenía una mentalidad más abierta y
dinámica. Además pudo acceder a los bienes de consumo: contra los valores cristianos del régimen.

Aunque no todos los españoles accedieron a los bienes de consumo, el crecimiento económico se plasmó
en la aparición de electrodomésticos, el automóvil y las vacaciones, que empezaron a estar al alcance de
más personas. En 1958 la televisión estatal comenzó sus emisiones. En 1969 dos terceras partes de los
hogares contaban con un receptor. La televisión afectó el modo de vida y el comportamiento social, pese a
que la censura excluía todo aquello que pudiera atentar urbano hizo que se construyeran en los suburbios
barrios enteros sin infraestructuras, ni equipamientos sociales y urbanos.

En definitiva la estructura social española durante los años 60 presenta un predominio de la clase obrera
que tiende a especializarse y acceder a la propiedad; una clase media en ascenso y una clase dominante
más reducida en número pero que acoge la llegada de una élite ligada a la banca y a la entrada de altos
funcionarios y ejecutivos.

A finales de la década de los 60, mientras la clase dirigente, ultracatólica y conservadora seguía
defendiendo los valores del franquismo, el resto del país y sobre todo las generaciones más jóvenes,
evolucionaba a posiciones muy distintas. Síntomas de ello eran la progresiva relajación de la asistencia a
actos religiosos, la introducción de nuevos hábitos de relación social y sexual, o la aceptación de las modas
hábitos y movimientos culturales que llegaban de fuera.

Sin embargo estos cambios económicos y sociales no supusieron una apertura política. Esto hizo que se
abrieran una serie de frentes en contra del férreo control político y la restricción de las libertades.

La Iglesia inició un proceso de distanciamiento. Algunos miembros de la jerarquía eclesiástica comenzaron


a denunciar la situación de los trabajadores. El ascenso al papado de Juan XXIII y la renovación de la Iglesia
a partir del Concilio Vaticano II agudizaron las tensiones, sobre todo con la aparición de grupos de cristianos
de izquierdas (HOAC, JOC, etc.), cercanos a los reivindicativos movimientos vecinales.

Comenzaron también a resurgir las tensiones nacionalistas. En 1959 un grupo de miembros del PNV fundó
ETA (Euskadi Ta Askatasuna, Patria y libertad) que optó por la lucha armada para lograr la liberación
nacional vasca.

Y desde 1961 se sucedieron huelgas concentradas sobre todo en el sector industrial, que si al principio se
debían a demandas salariales y laborales, poco a poco fueron denunciando la falta de libertades sindicales y
políticas.

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En 1962, después de que España pidiera entablar negociaciones de adhesión a la CEE, un centenar de
españoles aprobó en Múnich una declaración recomendando la no admisión de España si no se restauraban
las libertades. El régimen respondió con dureza, calificó el incidente como “el contubernio de Múnich” y
multiplicó las detenciones de dirigentes de la oposición. El año siguiente se detuvo en Madrid al dirigente
comunista Juliá Grimau, que fue torturado y ejecutado en 1963 en medio de un gran escándalo
internacional. La mala imagen del régimen le obligó a demostrar un talante más aperturista. Entraron en el
gobierno nuevos ministros como Manuel Fraga, Laureano López Rodó o Gregorio López Bravo que
aprobaron varias leyes de modernización, como la Ley de Prensa de 1966, aunque en la práctica la censura
siguió funcionando. En 1966 un referéndum nacional aprobó la ley orgánica del Estado y en 1969 el príncipe
Juan Carlos de Borbón es nombrado sucesor de Franco a título de rey.

Pero estos cambios no pudieron evitar la creciente oposición en fábricas y universidades. En 1968 se cerró
la Facultad de Ciencias Políticas de Madrid y al año siguiente la Universidad de Barcelona. La década
terminó con el proceso de Burgos (se evita la ejecución de presos de ETA). El envejecimiento de Franco, las
protestas y la presión internacional iniciaron el desgaste del régimen.

11.3. La oposición a la dictadura: principales grupos y evolución en el tiempo. La crisis del


franquismo desde 1973 a la muerte de Franco.

A partir de 1969 entramos en los últimos años de Franco y del Franquismo, que muchos historiadores han
denominado la agonía del Franquismo, y que demuestra que el régimen era fundamentalmente
personalista.

En 1973 Carrero Blanco era designado Presidente del Gobierno (Franco conservaba la Jefatura del Estado).
En ese momento dentro del régimen eran ya evidentes dos tendencias: los aperturistas, que querían una
apertura política desde arriba hacia posiciones más democráticas que permitiera la incorporación a Europa
(Fraga, Areilza o Pío Cabanillas), y los inmovilistas (sector del búnker) que rechazaban cualquier reforma de
las instituciones (Girón, Solís, Blas Piñar).

En diciembre de 1970 se inicia el “proceso de Burgos”, contra 16 miembros de ETA, seis de los cuales son
condenados a muerte. Las protestas, la presión internacional y el secuestro de ETA del cónsul alemán,
hicieron claudicar a Franco, que conmutó las penas de muerte por cadena perpetua. A partir de ese año los
gobiernos son cada vez más débiles. Estallan algunos escándalos como el asunto MATESA, un caso de
subvenciones a la exportación concedidas a una empresa fraudulenta que salpicó a varios ministros, y
aireado por Fraga, aperturista, para perjudicar a sus rivales políticos.

Por otro lado, la oposición universitaria y obrera desborda al régimen que responde con represión,
detenciones, interrogatorios y torturas por parte de la “Brigada social”. En 1973 aparece una nueva
organización armada, el “Frente Revolucionario Antifascista y Patriota” (el FRAP), que realiza su primer
atentado en Madrid.

Entonces, Franco, separa por primera vez la jefatura del Estado y la de Gobierno. Nombra presidente del
Gobierno a Carrero Blanco, que forma un gabinete con miembros del Opus y franquistas puros, entre ellos
Carlos Arias Navarro, nuevo ministro de Gobernación (Interior). Se trataba de acabar con la protesta en las
calles y preparar el relevo en la jefatura de Estado. Pero el nuevo gobierno no tiene tiempo de actuar. El 20
de diciembre de 1973 Carrero Blanco moría víctima de un atentado de ETA. Fue un golpe muy duro para
Franco y para el régimen.

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El asesinato de Carrero disparó la lucha entre los sectores del régimen por la sucesión. El nombramiento de
Arias Navarro por Franco, del sector inmovilista, hizo temer un endurecimiento del régimen. Sin embargo,
Arias se mostró partidario de ciertas reformas, nombrando a algunos aperturistas como Pío Cabanillas que
liberalizó la prensa, pero los hombres del búnker consiguieron acabar con los aperturistas del gobierno
(Franco cesa a Pío Cabanillas y los demás dimiten). Sin los aperturistas, Arias quedó prisionero del búnker.

Esta evolución política dio más fuerza a los partidos de la oposición que veían próximo el fin del franquismo
y querían ser tenidos en cuenta en el futuro. Todos los partidos de la oposición (desde la democracia
cristiana, hasta los socialistas, los comunistas y la izquierda no revolucionaria) formaron un frente común
en demanda de una democracia con un gobierno provisional que convocara una Asamblea Constituyente.

Incluso una parte de la jerarquía eclesiástica se fue distanciando del régimen. La amenaza de expulsión por
parte del gobierno del obispo de Bilbao, provoca la amenaza del Vaticano de excomulgar a Franco. Aunque
el gobierno cede, la ruptura con la Iglesia era ya completa.

En julio de 1974 Franco es hospitalizado y durante unos días cede sus poderes al príncipe Juan Carlos. Se
recupera, pero su declive físico es evidente.

En 1975 los acontecimientos se precipitan. Varios miembros de ETA y del FRAP son juzgados y doce
condenados a muerte. Aunque se dieron manifestaciones en todas las capitales de Europa, cinco de los
condenados son ejecutados. En medio de la oleada de protestas internacionales, estalla el conflicto del
Sahara. Hassan II amenaza con una invasión popular del territorio español en el Sahara, si España no se lo
cede. Es la llamada Marcha Verde que pone en tensión al gobierno que capitula y entrega el Sahara
español a Marruecos y Mauritania, violando el mandato de la ONU que había encargado a España la tutela
del territorio hasta su independencia.

En 1975 la situación de Arias Navarro era muy complicada: abandonado por los aperturistas, con una
oposición y un terrorismo cada día más organizado y activo, y con una extrema derecha que adoptaba
posiciones cada vez más exaltadas. Por otro lado la depresión económica amenazaba el desarrollismo que
había mantenido a flote el régimen y conseguido la adhesión de las clases medias. El 20 de noviembre de
1975 moría Franco (sin llegar a dejar todo “atado y bien atado”, como era su deseo) y Juan Carlos asumía la
Jefatura del Estado. Contra todo pronóstico, el propio rey inició el proceso de la transición democrática, de
forma legal y pacífica, desde las mismas instituciones del franquismo.

A medida que cambian las condiciones económicas y políticas la sociedad española de también sufrió una
profunda transformación: aunque oficialmente seguían en vigor los mismos valores tradicionales pero la
mentalidad española estaba cambiando, lo que dio lugar a muchas contradicciones que se mostraron con
toda su fuerza en los años 70.

El principal apoyo del régimen provenía de la clase dirigente, es decir la aristocracia, los terratenientes, los
grandes empresarios y las altas jerarquías del clero y del Ejército, a los que se unieron las elites falangistas
primero y los tecnócratas después. Pero las clases medias continuaron creciendo gracias a la emigración y
el desarrollo del sector servicios. Esta clase media tenía una mentalidad mucho más abierta y dinámica. A
pesar del aumento de la conflictividad laboral el talante reformista del movimiento obrero hizo que la clase
media dejara de ver al proletariado como un enemigo.

La clase obrera urbana se convirtió en la más numerosa de la sociedad. Pero ya no era la misma que antes
de la guerra. Casi la mitad de ellos trabajaban en los servicios y estaban más o menos cualificados, y aunque
vivía en peores condiciones que los obreros europeos habían perdido la conciencia de clase y buscaban

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ascender socialmente dentro del régimen. En los años 60, el sindicato CCOO, controlado por el Partido
Comunista, iniciará una tímida organización sindical infiltrándose en las fábricas que fue perseguida por el
Régimen. Pero esto no detuvo la politización de la clase obrera, que continuó bajo dirección del partido,
aunque la mayoría de los obreros vivían al margen de la política y solo los más jóvenes, que no habían
vivido la represión de la posguerra, militaron en partidos de la oposición.

Por lo que respecta a la situación en el campo, la conflictividad fue desapareciendo a medida que la
emigración se generalizaba.

Otra cuestión fue la protesta estudiantil. Era un movimiento fundamentalmente burgués y no


específicamente político. Para la mayoría de los estudiantes tenía más interés el ataque a los valores
morales de la sociedad franquista que el cambio político. Eran jóvenes que empezaron a adoptar los nuevos
gustos de los jóvenes europeos y norteamericanos en la forma de vestir y comportarse, en la música, el
cine o la cultura, y que pronto adquirieron los valores que llevaban parejos como el rechazo del catolicismo,
el pacifismo, la defensa del nuevo papel de la mujer en la sociedad, etc. La represión politizó el
movimiento, sobre todo cuando los comunistas practicaron una política de infiltración en la universidad
similar a la que habían llevado en las fábricas, liderando el movimiento.

Pero aunque podría parecer que en los primeros años 70 la mayoría de la sociedad española se sentía
satisfecha con la situación política, o por lo menos indiferente, en las primeras elecciones de 1977 se
rechazó masivamente el régimen franquista.

Pero, además, la etapa final del franquismo se caracterizó por la ruptura total entre el mundo de la cultura
y los valores propuestos por el régimen. Al terminar la guerra se había establecido por el bando vencedor
un dominio absoluto sobre la vida cultural española. El sistema educativo quedó inmerso en un ambiente
de censura y adoctrinamiento donde el “caudillo”, la raza, el pasado imperial eran exaltados. Pero además
artistas, filósofos, científicos, historiadores, etc., habían marchado al exilio, aunque muchos de ellos
siguieron aportando desde fuera de España una obra de gran calidad. (Juan Ramón Jiménez, Premio Nobel
en 1956, Alberti, Cernuda, María Zambrano, Américo Castro, Claudio Sánchez Albornoz…). Especial
importancia tuvieron aquellos que regresaron del exilio como Ortega y Gasset.

Frente a la pobreza cultural el franquismo propició una cultura de masas: el cine, censurado, la literatura
popular de novelas rosas y de aventuras, los toros y el fútbol. Sin embargo, desde los años 50, apareció
tímidamente una cultura no oficial de la mano de intelectuales de prestigio como Luis Rosales, Torrente
Ballester o Laín Entralgo. Esta cultura no oficial se fue desarrollando e hizo surgir manifestaciones artísticas
y literarias al margen de las corrientes establecidas, de la misma manera en el cine aparecen directores que
realizarán un cine crítico de gran calidad. (García Berlanga, Carlos Saura…).

La Ley de Prensa de 1966 permitió la aparición de nuevas revistas, diarios y editoriales que manifestaron
una tímida crítica contra el régimen. Salieron a la luz obras de autores hasta entonces silenciados, incluidos
los exiliados. El control sobre la enseñanza se fue diluyendo, así como el control de la Iglesia sobre esta, la
Ley General de Educación dio paso a la coeducación en la escuela pública, el número de alumnas que
estudiaban bachillerato aumentó hasta el 45% del total.

En definitiva, en los últimos años del régimen una nueva cultura alternativa manifestaba su oposición, no
sólo en su crítica al franquismo sino en actitudes y propuestas estéticas que buscaban un clima de libertad
que el régimen les negaba. El campo de la cultura fue uno de los terrenos donde el franquismo cosechó un
mayor fracaso.

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