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Actividad 7:

1. Título de la actividad

El liberalismo político de John Stuart Mill.

2. Objetivos

El alumno reconstruirá algunos argumentos de John Stuart Mill sobre la libertad.

3. Descripción de la actividad y pautas de elaboración

a. Leer el texto: Mill, John Stuart: On Liberty, cap. IV.

b. Realizar un esquema de la lectura en el que se presenten las ideas principales.

En el capítulo IV del ensayo Sobre la libertad de John Stuart Mill, el autor expone sus ideas acerca
de cómo se articulan los distintos límites entre las libertades individuales y el poder de la
autoridad que representa la libertad colectiva y la búsqueda del bien común que conlleva a la
felicidad del individuo. Lo primero que establece Stuart Mill, es la existencia de distintos criterios
que extienden o acotan, según sea el caso, el alcance de estos límites.

Es esencial el reconocimiento de la existencia de intereses encontrados en la articulación de


derechos y libertades individuales, y obligaciones y requerimientos exigidos por la vida en
comunidad. Es decir, la existencia de leyes y acuerdos que “regulen” la convivencia entre los
individuos, implica la búsqueda de un equilibrio entre todos, emanado de un sentido clásico de lo
que consideramos como virtud. En el momento que establecemos límites que buscan “equilibrar”
la fuerza y el poder de los individuos, estamos, en cierto sentido, afectando las libertades
individuales en busca del bienestar colectivo.

Desde el momento en que la conducta de una persona es perjudicial a


los intereses de otra, la sociedad tiene el derecho de juzgarla, y la
pregunta sobre si esta intervención favorecerá o no el bienestar general
se convierte en tema de discusión.1

Stuart Mill comienza esta reflexión ponderando el ejercicio de la libertad individual como algo
natural y deseable. Cuando nuestra voluntad es ejercida en un ámbito que no afecta los intereses
de los demás, no tendría por qué haber restricción alguna; el ejercicio de la libertad individual es
esencial para la constitución del individuo como persona.

La sociedad puede ofrecer e incluso imponer al individuo ciertas


consideraciones para ayudar a su propio juicio, algunas exhortaciones
para fortificar su voluntad, pero, después de todo, él es juez supremo.
Cuantos errores pueda cometer a pesar de esos consejos y advertencias,
constituirán siempre un mal menor que el de permitir a los demás que le
impongan lo que ellos estiman ha de ser beneficioso para él. 2

1
John Stuart Mill, Sobre la Libertad. Ed. Aguilar, P. 88.
2
Íbid. P. 89 – 90.
La ponderación de la persona como poseedora de libertad puede ser entendida desde un ámbito
social más bien superficial o, mejor dicho, más básico. Stuart Mill considera que esta libertad
parte de la facultad de decidir cómo y con quién socializar. Tenemos la libertad de considerar
como admirables y deseables a cierto tipo de personas que posean en determinado grado, ciertas
cualidades y virtudes; tenemos también la facultad de señalar y censurar las actitudes que
podamos considerar como perjudiciales para un buen desenvolvimiento social.

De alguna manera Stuart Mill, tiene en cuenta una cierta gradación en la manera como las
libertades individuales actúan negativamente o en detrimento de otras individualidades o del bien
común:

La violación de sus derechos; la irrogación de una pérdida o un daño no


justificables por sus propios derechos; la falsedad o doblez ante ellos; la
utilización de ventajas sobre ellos, desleales o simplemente poco
generosas; e incluso la abstención egoísta de preservarles de algún
daño, todo ello merece, en verdad, la reprobación moral, y en casos
graves, la animadversión y los castigos morales.3

De igual manera, el autor considera que es difícil determinar si un acto tenido como un “aislado”
ejercicio de libertad individual, afecta o no a los intereses y equilibrios de la sociedad en conjunto;
pues nadie se encuentra absolutamente aislado, y las acciones, positivas o negativas, que
ejerzamos sobre nosotros de la manera más “individual”, tendrán, en mayor o menor medida, un
impacto en nuestro círculo social más cercano. Aquí es donde Stuart Mill considera que las leyes
comunes a los individuos empiezan a cobrar importancia, pues éstas deben estar elaboradas, de
acuerdo a la experiencia de nuestra vida en comunidad, para proveer de un bienestar colectivo
incluso a través de la regulación de ciertos actos considerados ejercicios de libertad individual.

…dondequiera que haya daño o peligro de daño, para un individuo o para


el público en general, el caso no pertenece ya al dominio de la libertad, y
pasa al de la moralidad o al de la ley.4

Cabe señalar que Stuart Mill considera fundamental el papel de la educación como un regulador
de las libertades y conductas individuales, en perfecto complemento con las leyes. La educación
es crucial en el entendimiento de las virtudes y del bien colectivo como algo necesario y deseable.

En la última parte del texto, el autor reflexiona acerca de la dificultad de armonizar de manera
infalible las libertades individuales con los intereses colectivos. Más específicamente, de cómo
ciertos convencionalismos y leyes sociales, aún siendo ampliamente aceptados, pueden resultar
perjudiciales incluso a un nivel social, de acuerdo con ciertas condiciones y contextos; situaciones
que van desde lo religioso a lo político, laboral y social; que ejemplifican que esta articulación de
la libertad del individuo con el bienestar común, es una relación cambiante en fondo y forma, en
donde intervienen la percepción la racionalidad y los sentimientos.

3
Íbid. P. 91.
4
Íbid. P. 94.

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