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Resumen

Actividad 7: Lea atentamente los dos prólogos y la introducción a la Crítica del juicio de Kant y
resuma cuál es la finalidad y metodología de la obra.

En su Crítica de la razón pura, Kant establece los fundamentos del conocimiento, explicando el
proceso mediante el cual entramos en contacto con la realidad de acuerdo con principios a priori
que rigen el proceso que se conoce como entendimiento. El entendimiento es, pues, el estrato
fundamental del conocimiento, al que le sigue –en esta investigación kantiana– la razón, la cual se
aparta del estrato puramente teórico para incorporar también el estrato práctico; y si bien esta
circunstancia aparta a la razón kantiana de la participación del conocimiento puro, a su vez la
constituye en un importante regulador de dicho conocimiento y en conductor del comportamiento
humano. Kant dice que la razón influye en el entendimiento “…en parte para reprimir las
inquietantes pretensiones del entendimiento… y en parte para guiarlo a él mismo en la
contemplación de la naturaleza según un principio de integridad, aunque nunca pueda alcanzarla y
propiciar con ello el propósito final de todo conocimiento.” 1

Pero, así como respecto a otras dicotomías podemos ver en Kant la tendencia a “regular” o a
establecer puentes o transiciones, 2 de la misma manera entendimiento y razón se comunican a
través de un proceso regulador o transicional, el cual es el discernimiento. En su prólogo, Kant
explica su Crítica del discernimiento de la siguiente manera:

La presente Crítica del discernimiento se ocupa de averiguar si el


discernimiento, que supone un término intermedio entre la razón y el
entendimiento, posee también de suyo principios a priori y si éstos son
constitutivos o simplemente regulativos (y, por tanto, no acreditan un dominio
propio), así como si el sentimiento de placer y displacer, en cuanto término
intermedio entre la capacidad de conocer y la capacidad de desear, da reglas a
priori…3

Es decir, Kant toma el aspecto transicional del proceso cognoscitivo entre el entendimiento y la
razón, profundiza en su análisis y, a manera de tesis, establece el propósito de la búsqueda de los
elementos a priori que pueden constituir el fundamento del discernimiento: dado que la
aprioridad constituye el fundamento de todo el proceso cognoscitivo –ya sea respecto del
entendimiento o de la razón– Kant parte de la premisa de que dicha aprioridad debe ser también
parte del discernimiento.

Kant empieza por indagar esta aprioridad desde los conceptos fundamentales de la filosofía: nos
recuerda la clasificación general que se ha hecho de esta ciencia, en filosofía teórica y filosofía
práctica; la primera se corresponde con los conceptos emanados de la naturaleza, y la segunda
con el concepto de libertad. La filosofía teórica, que se encarga de la naturaleza como tal, se rige
por principios a priori (como ha quedado asentado en la Crítica de la razón pura), mientras que la

1
Kant I. Crítica del discernimiento. A. Machado Libros, Madrid, 2003. B IV-V
2
El afán regulador o “transicionista” de Kant se puede ver, por ejemplo, en su concepción del espacio y el
tiempo como entidades a priori y absolutas pero internas; sin ir más lejos, en la manera como “regula” la
relación entre Racionalismo y empirismo.
3
Op. Cit. B V.
filosofía práctica se refiere a lo moral, por lo que tiene una importante participación de la
voluntad.

Sin embargo, Kant señala que la filosofía práctica se ha malinterpretado en cierto sentido: para el
filósofo de Königsberg, ésta debe ser limpiada de lo que considera las artes o técnicas cuya
metodología implica un proceso que puede ser entendido como determinado a posteriori, es
decir, a través de la experiencia:

Así como la solución de los problemas de la geometría pura no forma una


parte especial de ésta, ni la agrimensura, a diferencia de la geometría pura,
merece el nombre de geometría práctica como una segunda parte de la
geometría en general, así como el arte mecánico o químico de los
experimentos u observaciones no se considera una parte práctica de la teoría
natural, de igual modo la economía doméstica, la economía rural, la economía
política, el arte del trato social, las prescripciones de la dietética e incluso la
teoría general de la felicidad… tampoco se adscriben a la filosofía práctica ni
constituyen en absoluto la segunda parte de la filosofía en general… 4

La diferencia entre estas artes y técnicas y la filosofía práctica estriba en la aprioridad de las leyes
con que ésta última se debe regir; más allá de que se manifiesten en el ámbito de lo práctico, en
libertad y bajo el influjo de la voluntad, esto no es suficiente para contemplar a la filosofía práctica
como la contraparte de la teórica –lo cual es en realidad–, sino que su estatus proviene de que “…
su principio no se deduce en absoluto del concepto de la naturaleza, el cual siempre está
condicionado sensiblemente, y por tanto, cuando dicho principio descansa sobre lo suprasensible,
que únicamente el concepto de la libertad hace reconocible a través de leyes formales…” 5

Así pues, tenemos dos ámbitos distintos en donde existe la aprioridad que fundamenta sus
principios: el entendimiento y la razón. En un primer análisis, nos encontramos con indicios de la
imposibilidad de que estos ámbitos interactúen entre sí, es decir, que no constituyan un solo
dominio. En primer lugar, porque el objeto del entendimiento sólo puede ser percibido como
fenómeno, es decir como objeto sensible que es en realidad una representación del objeto en sí;
mientras que el objeto de la razón, aún siendo su dominio la práctica, es de naturaleza
suprasensible, por lo que no participa de la representación del fenómeno para ejercer su dominio.
Si bien estas premisas nos llevan a concluir la imposibilidad de interacción entre ambos dominios,
Kant considera que, aún cuando los objetos de la naturaleza se presentan a nosotros como
objetos sensibles, también existe en ellos un dominio suprasensible al cual no tenemos acceso; la
suprasensibilidad (aprioridad) como elemento común dentro de ambos dominios, nos hace
entonces suponer la posibilidad de una interacción real entre el entendimiento y la razón, esta
interacción se expresa como el discernimiento.

Kant realiza una analogía entre la relación entendimiento-discernimiento-razón y las capacidades


o aptitudes del alma: la capacidad cognoscitiva, el sentimiento de placer y displacer y la capacidad
desiderativa. El entendimiento se corresponde con la capacidad cognoscitiva, la capacidad
desiderativa es regida por la razón; si, entonces, el discernimiento respalda al sentimiento de

4
Ibid. B XIV-XV.
5
Ibid. B XV.
placer y displacer, es posible que en él también se manifiesten leyes a priori que lo conduzcan,
como lo hacen tanto en el entendimiento como en la razón práctica.

Kant define el discernimiento como “…la capacidad de pensar lo particular como contenido bajo
lo universal.”6 Esta relación entre lo universal y lo particular se da en los dos sentidos: si tenemos
un concepto u objeto universal, el discernimiento “determina” lo particular, es decir, es
determinante; en el otro sentido, si nos referimos a un objeto particular, el discernimiento puede
“reflexionar” sobre lo universal de dicho objeto, es decir, es reflexionante. En el primer sentido, la
determinación del discernimiento nos lleva a la concepción de leyes consideradas “contingentes”,
dada la enorme cantidad de representaciones o fenómenos que la naturaleza nos proporciona a
través de la experiencia. Por el contrario, cuando el discernimiento reflexiona, es decir, asciende
de lo particular a lo universal, “…necesita un principio que no puede tomar prestado de la
experiencia, porque justamente dicho principio debe fundamentar la unidad de todos los
principios empíricos bajo principios igualmente empíricos pero más elevados y fundamentar, por
tanto, la posibilidad de su correlativa subordinación sistemática.” 7

Kant considera que este principio a priori es propio únicamente del discernimiento reflexionante,
y su esencia es un tanto obscura: es un principio intrínseco, pues parte de lo particular a lo
universal,8 además de que no tiene relación con la naturaleza –como ya quedó expuesto– y sus
leyes son contingentes. Así pues, la unidad o universalidad que el discernimiento reflexionante
persigue, pareciera venir dada de un tipo de entendimiento externo y –dado que proporciona
dicho principio unificador– en cierto sentido, superior.

Kant no se hace ilusiones con la determinación de una inteligencia divina expuesta a través del
discernimiento reflexionante, pues aclara: “No como si de este modo tuviese que admitirse
realmente un entendimiento semejante (pues esta idea sólo sirve como principio al
discernimiento reflexionante para reflexionar y no para determinar), pues dicha capacidad se da
con ello una ley a sí misma, no a la naturaleza.” 9

Para Kant, la aprioridad del discernimiento se encuentra entonces en la finalidad de la naturaleza,


ésta representa el factor que define la forma de las cosas: podemos referirnos a la relación entre
las (aristotélicas) causas formal y final, en donde una hace alusión a la otra, en ambos sentidos;
entendiendo la finalidad como la suma de los fines de un objeto y –dada la relación entre fin y
forma– como la determinación de la forma de dicho objeto. La finalidad, como suma de la
diversidad de los fines, requiere de un principio unificador y a priori que, como ya señaló Kant,
reside en el discernimiento. Este principio es para Kant de naturaleza transcendental, es decir,
posee una universalidad (aprioridad) que no lo vincula con las circunstancias empíricas de los
objetos que representa. A este respecto, dice Kant:

…a pesar de toda la uniformidad de las cosas naturales conforme a leyes


universales, sin las cuales no tendría lugar la forma de un conocimiento
empírico en general, cabe muy bien pensar que la diferencia específica de las

6
Ibid. B XXV.
7
Ibid. B XXVII.
8
En sentido contrario, es decir, partiendo de lo universal, el principio es otorgado por la propia
universalidad.
9
Op. Cit. B XXVII-XXVIII.
leyes de la naturaleza junto a sus efectos podría ser tan grande que fuera
imposible para nuestro entendimiento descubrir en ella un orden inteligible, al
dividir sus productos en géneros y especies, para emplear los principios de la
explicación y comprensión del uno también como explicación y
conceptualización del otro, y hacer así a partir de una materia tan confusa
para nosotros (bien mirado, sólo infinitamente diversa e inadecuada para con
nuestra inteligencia) una experiencia coherente. 10

Sin embargo, a pesar de la multiplicidad de impresiones, leyes contingentes, fines, tenemos


acceso a un orden inteligible, y el hecho de que el conocimiento sea posible –a pesar de las
características de la naturaleza y las capacidades del entendimiento– es el primer catalizador de la
búsqueda kantiana de este principio a priori del discernimiento, como regulador del proceso
cognoscitivo. Para Kant es de suma importancia entender que este principio no proporciona una
ley a la naturaleza, sino que es un principio regulador interno, es decir, autorregulador: “…con ello
ni se prescribe una ley a la naturaleza, ni se aprende de una ley suya por observación (aunque
aquel principio pueda verse confirmado por ésta).” 11

Ahora bien, establecida la noción del discernimiento como poseedor de un principio ordenador de
todos los fenómenos empíricos (percepciones, impresiones, imágenes) en virtud de su
conformación como conocimiento, Kant enuncia la relación entre la representación –conformada
por medio del discernimiento– y el placer y displacer. Kant dice: “…en la coincidencia de las
percepciones con las leyes según los conceptos universales de la naturaleza (las categorías) no
encontramos dentro de nosotros el más mínimo efecto sobre el sentimiento del placer, porque el
entendimiento procede aquí necesaria e inintencionalmente según su naturaleza…” 12 Es decir,
antes del discernimiento, el entendimiento “asimila” las distintas impresiones empíricas como
representaciones de la naturaleza, dentro de su propio ámbito (el del entendimiento); en este
estadio del proceso, las representaciones se encuentran aisladas. A partir de la acción del
discernimiento, las representaciones aisladas concebidas como leyes (contingentes) de la
naturaleza empiezan a ser vinculadas; este punto del proceso –la aprehensión de las relaciones de
las distintas leyes contingentes de la naturaleza– representa la esencia del placer. En sentido
contrario, la noción de displacer se da cuando, en este proceso de ordenación de las leyes
contingentes, nos encontramos con una inevitable heterogeneidad de las mismas, lo que nos
impide, de hecho, lograr este ordenamiento.

Algo que es importante entender es que, para Kant, las leyes contingentes de la naturaleza son
necesariamente heterogéneas, por lo tanto, de manera igualmente necesaria, su ordenamiento
(discernimiento) se da por medio de otras leyes que son –aunque igualmente contingentes–
superiores. Esta legislación de orden superior es, pues, el principio a priori del discernimiento
reflexionante que, por su aprioridad, necesidad y transcendentalidad, parece algo análogo a la
divinidad. Para Kant, el placer es parte del proceso del discernimiento que nos lleva a establecer
el agrupamiento en género y especie, el cual es la esencia de la intelección y cuya base
encontramos en los distintos principios fundamentales: no contradicción, tercio excluso, etc. Este
agrupamiento ulterior representa la “familiaridad” o aprehensión de los fenómenos bajo estas
10
Ibid. B XXXVI-XXXVII.
11
Ibid. BXXXVII.
12
Ibid. B XXXIX-XL.
categorías, que constituyen una estabilidad intelectiva que ya no posee necesariamente el factor
placentero. En resumen, dice Kant respecto del placer:

…para experimentar placer hace falta algo que al enjuiciar a la naturaleza llame
la atención sobre su finalidad para con nuestro entendimiento, un afán por
aglutinar cuanto sea posible sus leyes heterogéneas bajo otras leyes más
elevadas, aunque siempre sigan siendo empíricas, y cuando ello se consigue,
ante esa conformidad para con nuestra capacidad de conocer que nosotros
vemos como simplemente casual.13

La diferencia entre entendimiento y discernimiento queda patente al considerar que, mientras el


entendimiento establece relaciones muy claras entre los fenómenos (representaciones) y los
conceptos, el discernimiento se enfrenta a un sinnúmero de representaciones (leyes
contingentes) las cuales debe ordenar en virtud de establecer una categorización que posee una
subjetividad (y contingencia) exponencial, es decir, de acuerdo al infinito número de posibilidades
de las representaciones: “…ciertamente, podemos determinar límites para el uso racional de
nuestra capacidad cognoscitiva, mas no es posible determinar límite alguno en el campo
empírico.”14 Esta es la complejidad a la que el discernimiento se enfrenta a la hora de concebir la
finalidad de los objetos.

Sin embargo, a pesar de estas diferencias, la convergencia entre entendimiento y discernimiento


es posible a través del juicio estético. Ya se explicó cómo es que el placer se hace manifiesto
cuando el discernimiento, bajo su principio a priori, relaciona y organiza las distintas leyes
contingentes relativas a un objeto de la naturaleza; el placer es entonces una noción subjetiva,
pues se refiere sólo al sujeto y no se relaciona con un concepto del entendimiento. Por otro lado,
la validez lógica del objeto es establecida por el entendimiento de tal manera que podemos
generar conocimiento, es decir, sin ser una noción externa, la validez lógica se refiere al objeto;
tenemos entonces la noción estética, que es subjetiva y está relacionada con el placer y displacer,
y la validez lógica, que es objetiva y está relacionada al conocimiento universal. 15

Ahora bien, la noción de placer puede transmitirse al proceso mediante el cual el entendimiento
establece los conceptos a partir de las representaciones, dado que existe cierta analogía entre
este proceso y el del discernimiento, en los cuales Kant considera que existe una participación
compartida de la imaginación. De entrada, Kant deduce lógicamente que el placer no es un
elemento subjetivo del conocimiento, pues “…a través suyo no conozco nada del objeto de la
representación, aunque bien pueda tratarse de algún efecto del conocimiento.” 16 Es en este
sentido que la finalidad, como la conjunción de las distintas leyes contingentes asociadas a un
objeto, genera un efecto de placer o displacer (discernimiento) mas no un concepto
(entendimiento). Más allá de esta incapacidad de “conceptuar” por medio de la finalidad, el
discernimiento participa de la imaginación como medio para relacionar la finalidad con el placer,
de la misma manera que el entendimiento participa de ella para relacionar la intuición con el
13
Ibid. B XL.
14
Ibid. B XLII.
15
Al decir conocimiento universal, nos referimos al conocimiento científico o a los juicios sintéticos a priori,
en contraposición a los juicios estéticos, los cuales podemos considerar como una especie de conocimiento,
en el sentido de que nos relacionan, dentro de su propio ámbito, con las representaciones de la naturaleza.
16
Op. Cit. B XLIII
concepto; existe entonces una especie de proceso paralelo o análogo, en donde el placer puede
ser parte del proceso establecido entre la imaginación y el entendimiento, 17 creándose lo que
entendemos como juicio estético. Kant dice:

La forma del objeto (no lo material de su representación en cuanto sensación)


se enjuicia en la mera reflexión sobre ella (sin el propósito de adquirir un
concepto relativo al mismo) como el fundamento de un placer en la
representación de un objeto tal, con cuya representación se juzga
necesariamente asociado este placer, por consiguiente, no sólo para el sujeto
que aprehende esa forma, sino para cualquiera que juzgue en general. 18

Para Kant, ésta es la esencia de lo bello: aquello que, en virtud de su finalidad, nos produce el
efecto del placer en un sentido universal, y no se asocia a un concepto preexistente, es decir, es
desinteresado; la capacidad de emitir este tipo de juicios se llama gusto.

Kant divide el discernimiento en estético y teleológico. El primero hace referencia al juicio de la


finalidad formal o subjetiva de un objeto de acuerdo a la noción de placer y displacer: el concepto
de belleza radica en la finalidad de la naturaleza, cuya subjetividad no nos genera un concepto
como tal, pero sí una noción de placer o displacer. El segundo, se refiere a la capacidad de emitir
juicios sobre la finalidad real u objetiva, a través del entendimiento y la razón: la finalidad objetiva
estriba en la consideración de los fines de manera aislada y concreta para generar conceptos, los
cuales orientan al entendimiento.

De acuerdo con esta estructura del discernimiento, Kant establece a éste como el posibilitador del
tránsito entre el entendimiento y la libertad (razón pura-razón práctica). Para el filósofo de
Königsberg, “El concepto de libertad no determina nada con respecto al conocimiento teórico de
la naturaleza; ni tampoco el concepto de naturaleza determina nada con respecto a la ley práctica
de la libertad…”19 Pero agrega: “…aunque lo sensible no puede determinar lo suprasensible en el
sujeto, esto sí es posible al revés…” 20 Es decir, no podemos acceder a lo suprasensible por medio
de nuestras percepciones, pero sí se da una relación causal que parte de nuestras percepciones y
tiene como fin el concepto formado de dichas percepciones; esta última relación es la que se da
en la libertad, pues ésta posee leyes a priori cuya causalidad lleva a producir un efecto en la
realidad, una consecuencia que es el fin final.

Kant resume el proceso del discernimiento de la siguiente manera:

El discernimiento procura mediante su principio a priori de enjuiciamiento de


la naturaleza, según posibles leyes particulares de la misma, su sustrato
suprasensible (tanto dentro como fuera de nosotros): determinabilidad
mediante la capacidad intelectual. Pero la razón confiere a ese mismo sustrato
la determinación gracias a su ley práctica, y así el discernimiento posibilita el
17
En este sentido, podríamos preguntarnos si es válido considerar que, de manera inversa, se crea un
concepto estético a partir de la acción de la imaginación con el discernimiento. Más aún, Kant considera
que, en cierto sentido, el propio discernimiento puede entenderse como este proceso en donde la
imaginación participa del entendimiento.
18
Op. Cit. B XLV.
19
Ibid. B LIII.
20
Ibid. LIV.
tránsito desde el dominio del concepto de naturaleza hacia el dominio del
concepto de libertad.21

21
Ibid. B LVI.

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