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(UNEFA)
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2018-00334
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Derecho Internacional
Los principios generales del derecho aeronáutico tienen una utilidad única a la hora de
resolver las antinomias legislativas o regulatorias que comúnmente se presentan.
Dentro de estos principios generales podemos citar, por ejemplo, el principio de soberanía
de los Estados Partes sobre los espacios aéreos Supra-yacentes a sus territorios,
fundamental a la hora de resolver conflictos sobre derechos de tráfico y navegación aérea
entre dos o más Estados Partes.
Los Estados tienen soberanía exclusiva y absoluta sobre el espacio aéreo que cubre su
territorio. Deriva del poder de Policía, facultad de sancionar normas.
Los derechos del propietario del suelo deben ceder en beneficio de la circulación aérea -
Facultad de establecer normas de restricción al dominio privado en beneficio de la
circulación aérea.
La aeronave no debe permanecer inactiva. A. Criterio económico. B. Materializa los
motivos de interés general.
El viaje siempre debe realizarse. Criterio económico: obtener recursos necesarios.
La responsabilidad contractual y extracontractual derivada de los hechos y actos vinculados
con la actividad aeronáutica es limitada. Pone en acto la autonomía de esta rama del
derecho. Va en contra del principio de reparación integral del daño producido
Los tratados multilaterales representan una de las fuentes más importantes del derecho
aeronáutico, pues de estos instrumentos devienen la mayoría de las disposiciones
normativas que hoy en día regulan a aviación civil internacional.
Tratados multilaterales generales.
El Convenio de Chicago de 7 de diciembre de 1944 que contiene dos grandes categorías de
disposiciones: las reglas que dieron lugar a la O.A.C.I. (Organización de Aviación Civil
Internacional) y las disposiciones dirigidas a reglamentar la navegación y ciertos aspectos
del transporte aéreo.
Acuerdos Regionales
Por lo que respecta a los Convenios que no tienen un alcance mundial sino que afectan sólo
a determinadas áreas geográficas, citamos:
Si bien los convenios internacionales son una de las fuentes más importantes del derecho
aeronáutico, sus disposiciones deben ser válidamente incorporadas al ordenamiento jurídico
interno conforme a los procedimientos que al efecto dispongan las Constituciones de los
países que los suscriban, a los fines de tener el carácter de ley.
La ley es la principal fuente del derecho aeronáutico pues ella establece la consecuencia
jurídica aplicable a cada supuesto de hecho. Si bien los tratados internacionales arriba
discutidos sirven de inspiración para su elaboración, ella (la ley) puede contener
disposiciones no previstas en aquellos a los fines de prever las circunstancias y
características particulares propias de la sociedad a quien regula. De allí que el alcance de
una uniformidad legislativa mundial sea considerado por muchos como una utopía.
La costumbre
Autores de la talla de Rodríguez Jurado, Videla Escalada y Mario Folchi sostienen que la
costumbre constituye una de las fuentes más significativas del derecho aeronáutico desde su
evolución.
Este criterio parece que será adoptado con más generalidad, a medida que transcurra el
tiempo, máxime si se tiene en cuenta que el volumen y regularidad del tráfico aéreo
aumenta sin cesar, lo que, en consecuencia, da lugar a que algunos actos aeronáuticos de
extraordinario interés mercantil, como son los relativos al transporte aéreo, se realicen y
reiteren con frecuencia similar, sino superior a la actividad marítima. En todo caso, bien
porque los usos o costumbres aeronáuticas estén expresamente reconocidos por
el legislador como fuente del Derecho o porque tal reconocimiento lo sea con carácter
general por el Derecho común de subsidiaria aplicación a la ley aeronáutica, serán
los tribunales los llamados a valorar el valor y alcance de esta fuente.
La jurisprudencia.
La jurisprudencia ha sido desde siempre una fuente clave del derecho aeronáutico.
Su labor ha sido particularmente útil para resolver los asuntos surgidos de las relaciones
contractuales y extra-contractuales que comúnmente se presentan entre el pasajero y el
transportista, tales como incumplimientos o retraso en el cumplimiento de las obligaciones
contractuales contraídas por el explotador aéreo, o las compensaciones por daños causados
por muerte o lesiones durante el vuelo, las cuales, por su naturaleza privada, son las que
generalmente terminan en los órganos jurisdiccionales. Ha sido útil también para resolver
las desavenencias comerciales surgidas en los asuntos relacionados con la utilización, el
arrendamiento y el financiamiento de aeronaves.
En Venezuela, por su parte, la sentencia dictada por la Sala Constitucional del Tribunal
Supremo de Justicia en el caso Alberto Colucci vs. Iberia definió el término “overbooking”
o “sobreventa” como un “deliberado incumplimiento del contrato [de transporte]” siendo
por tanto “dolosa” y constitutiva de un hecho ilícito.
La jurisprudencia es, por tanto, junto con la Ley, los Convenios Internacionales y los
Principios Generales del Derecho Aeronáutico, una de las fuentes fundamental del derecho
regulador de la actividad aeronáutica.
Por las mismas razones señaladas en el apartado anterior, respecto a la brevedad de
la historia del Derecho Aeronáutico, no son muchos los fallos de los Tribunales sobre
asuntos aeronáuticos. No obstante, y por los mismos motivos antes apuntados, estos fallos
aumentan y seguirán aumentando progresivamente y ello contribuirá a valorarlos cada vez
más como fuente indirecta del Derecho; incluso esta multiplicación de las sentencias
aeronáuticas ha llevado a algún sector doctrinal a postular la conveniencia de
crear Tribunales aeronáuticos especiales siguiendo precedentes de Derecho Marítimo.
La Doctrina
La doctrina representa la quinta y última fuente del derecho aeronáutico. Su importancia ha
sido fundamental para el desarrollo científico de las principales instituciones de la materia.
Al igual que la jurisprudencia, ha llenado los vacíos que la ley ha dejado al descubierto.
Igualmente, ha servido de base para la discusión, enmienda y desarrollo de la legislación
aeronáutica existente.
Espacio Aéreo
El espacio aéreo es el volumen de aire supra yacente al territorio y al mar sobre el que los
Estados ejercen su soberanía y jurisdicción. La concepción de lo que se ha de entender por
espacio aéreo, su uso y el alcance de su extensión a los efectos de determinar hasta dónde
alcanza la soberanía de los Estados, es, como recoge Arroyo Martínez, fruto de
convencionalismos, que se hicieron más imperiosos y patentes con el auge de la navegación
comercial y con la necesidad de preservar la seguridad de los Estados.
El régimen jurídico del espacio aéreo parte del principio de la atribución a los Estados de la
soberanía de espacio aéreo subyacente y se nutre tanto de normas de origen internacional
como nacional. Entre las primeras han de destacarse: la Convención de París sobre
navegación aérea, de 13 de octubre de 1919, que fue el primer convenio internacional sobre
la materia y supuso la aceptación de que el espacio situado sobre el territorio de un Estado
forma parte de su soberanía; el Convenio de Chicago, sobre Aviación Civil Internacional,
de 7 de diciembre de 1944.
En efecto, en la ley existe autoridad en el órgano público que la sanciona, que se refleja en
el poder que le permite hacer cumplir la norma dictada, que tiene por consiguiente
obligatoriedad y cuyo fin propio resiste en el bien común, con la consecuencia de producir,
lógicamente, efectos generales sobre todo un sector de la comunidad, sin tener en cuenta los
respectivos interese individuales de sus integrantes, notas que se encuentran en los
convenios.
Además, debe señalarse que no basta la sola firma de un convenio internacional para que
este se convierte en la ley, sino que se requiere también el acto individual de cada uno de
los Estados, que deben ratificarlo o seguir el procedimiento que termine su legislación
interna, para que se produzca su incorporación a la ley positiva del respectivo país, es decir
que el acuerdo por si solo no tiene el efecto buscado, sino que se requiere otro acto
positivo cuya consecuencia jurídica inmediata es la consiguiente puesta en vigencia.
Principios
Los siguientes principios rigen la redacción de la convención:
Cada nación tiene soberanía absoluta sobre el espacio aéreo que cubre sus territorios y
aguas. Por lo tanto, una nación tiene derecho a denegar la entrada y regular los vuelos
(tanto extranjeros como nacionales) hacia y a través de su espacio aéreo.
Cada nación debe aplicar sus reglas de espacio aéreo por igual a sus propias aeronaves y a
las extranjeras que operan dentro de ese espacio aéreo, y establecer reglas tales que se
respeten su soberanía y seguridad, al tiempo que se otorgan la mayor libertad de paso
posible a sus propias aeronaves y a las de otros signatarios.
Las aeronaves de los estados contratantes deben ser tratadas por igual a los ojos de la ley de
cada nación.
Las aeronaves deben estar registradas en un estado y poseen la nacionalidad del estado en
el que están registradas.
Tenía 9 capítulos, que trataban de:
Principios generales
Nacionalidad de la aeronave
Certificados de aeronavegabilidad y competencia
Admisión a la navegación aérea sobre territorio extranjero
Reglas que deben observarse a la salida durante la navegación y al aterrizar
Transporte prohibido
Aviones estatales
Comisión internacional de navegación aérea
Provisiones finales Convenio de París de 1919.
A esta reunión concurrieron, España, Portugal, Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa
Rica, Cuba, Chile, Republica Dominicana, Ecuador, Guatemala, Honduras, México,
Nicaragua y Venezuela.
Este convenio es producción del parís salvo leve modificación. Por ejemplo, en la ciudad de
luz, se declaró el principio de la soberanía y por el art.5, se dispuso que los Estados
contratantes tendrán completa libertad para permitir o prohibir la circulación sobre su
territorio de las aeronaves que poseen la nacionalidad de un Estado no contratante.
Nociones generales
La expresión Derecho aeronáutico remite al conjunto de normas jurídicas que regulan la
navegación aérea y el establecimiento y uso de sus infraestructuras, sea con fines civiles
(comerciales o no) o militares. Dichas normas pueden ser tanto de origen nacional o interno
(esto es, adoptadas unilateralmente por cada Estado), como de origen internacional (esto es,
surgidas de acuerdos bilaterales o multilaterales entre varios Estados o de organizaciones
constituidas por éstos, como la Organización de Aviación Civil Internacional), siendo este
último tipo de normas aeronáuticas muy numerosas y relevantes por el frecuente alcance
supranacional de los vuelos.
La navegación aérea puede suscitar relaciones jurídicas de diversa naturaleza o especialidad
y, por ello, las normas que las regulan, aunque puedan ser agrupadas e identificadas por su
objeto aeronáutico, pertenecen a diversas ramas del Derecho, como el Derecho
Administrativo (caso de las normas que regulan o autorizan la apertura de aeródromos, las
licencias de vuelo o la imposición de sanciones), el Derecho Internacional Público (caso,
por ejemplo, de las normas y organizaciones aeronáuticas derivadas de acuerdos
internacionales), el Derecho Mercantil (al que se adscriben, por ejemplo, las normas que
regulan el contrato de transporte aéreo), el Derecho Laboral (del que forman parte las
normas sobre condiciones de trabajo de las tripulaciones) o el Derecho Penal (del que
proceden las normas que determinan y reprueban los delitos aeronáuticos).
Aunque no sean normas jurídicas en sentido estricto y, por ello, no puedan considerarse
integradas en el Derecho aeronáutico, muy relevante es la función autorreguladora de las
directrices, criterios o reglas adoptados en el seno de la Asociación Internacional de
Transporte Aéreo (IATA), a los que voluntariamente se someten las numerosas compañías
aéreas que forman parte de la misma.
Importancia del derecho aeronáutico
La importancia del Derecho Aeronáutico se encuentra relacionada directamente a la
importancia de la navegación aérea, el uso de una aeronave como medio de transporte ha
permitido al hombre eliminar los factores de tiempo y distancia, permitiendo así, una
rapidez en el desplazamiento de las personas y la carga, a través de las grandes distancias.
Como consecuencia de ello, la aviación ha sido un factor de gran importancia y relevancia
en el incremento del comercio, así como también en el intercambio de ideas entre los
pueblos. La importancia del Derecho Aeronáutico aumenta cada día más, en proporción al
incremento mundial del hecho que reglamenta, la actividad aérea con todas las
consecuencias que le son inherentes, jurídicas, económicas, sociales y psicológicas, se
desarrolla con ritmo vertiginoso.
Distinción con el espacio aereo, Limites
Espacio es un término con origen en el latín “spatium”, que puede referirse a la parte que
ocupa un objeto sensible, a la extensión que contiene la materia existente o a la capacidad
de un terreno. Aéreo, por su parte, es un adjetivo que procede del vocablo latino “aereus” y
hace mención a lo perteneciente o relativo al aire o a la aviación.
El espacio aéreo es una porción de la atmósfera terrestre, tanto sobre tierra como sobre
agua, regulada por cada país en particular, estando definido en función del movimiento de
aeronaves, el propósito de las operaciones, y el nivel de seguridad requerido. Basado en la
legislación internacional, la noción de “espacio aéreo soberano”, se corresponde con la
definición marítima de las aguas territoriales, que serían 12 NM (millas náuticas,
aproximadamente 22 kilómetros) hacia el exterior de la línea de costa. El espacio aéreo que
queda fuera de esta línea se considera espacio aéreo internacional, como la declaración de
«aguas internacionales» que aparece en la legislación marítima.
De todas formas, un país puede asumir la responsabilidad de controlar regiones del espacio
aéreo internacional mediante acuerdos, como es el caso, por ejemplo, de Estados Unidos,
que mantienen el control de tráfico aéreo en la mayor parte del Océano Pacífico,
incluyendo aguas internacionales.
Así mismo, existen cuatro tipos de espacio aéreo, “controlado”, “no controlado”, “espacio
aéreo de uso especial” y “otros”. Para el piloto, la diferencia principal entre el espacio aéreo
“controlado” (clases “A”, “B”, “C”, “D” y “E”), y el “no controlado” (clases “F” y “G”), es
que para poder volar en el primero es necesario presentar un plan de vuelo, mientras que
para volar en el segundo no lo es. En cuanto al control aéreo, la diferencia es que en el
primero se lleva el control de las aeronaves, y en el segundo sólo se informa de las que se
tiene conocimiento que están en esa zona.
Otro sector doctrinal ha estimado que los autores de la Convención no tuvieron la intención
de establecer una delimitación del espacio aéreo. Además, los criterios técnicos
introducidos por dicha Convención en relación con la capacidad aerodinámica de los
aparatos de vuelo no fueron criterios estables: la tecnología fue paulatinamente ampliando
esa capacidad aerodinámica, de modo que la frontera técnica del espacio aéreo ha ido
extendiéndose en proporción al avance operativo de la aeronáutica.
Hoy día subsiste la cuestión de determinar el límite vertical del espacio aéreo o, lo que es lo
mismo, la delimitación entre el espacio aéreo y el espacio ultraterrestre, lo que no ha
impedido, sin embargo, que ambos espacios hayan sido perfectamente definidos en cuanto
a su régimen jurídico: el espacio aéreo sujeto a soberanía estatal plena y exclusiva, y el
espacio exterior o ultraterrestre dominado por el principio de no apropiación nacional.
1. Aquella que considera el espacio aéreo como una res nullius no susceptible de
apropiación y regido por el principio de libertad de navegación.
2. La que considera que el Estado subyacente es el titular exclusivo de la soberanía sobre
el espacio aéreo que se encuentra sobre su territorio.
Esta última posición es la que prevalece en el Derecho internacional, tal como lo pone de
manifiesto la práctica unilateral desarrollada por los Estados y según se reconoce en la
Convención de París de 1919 y en la actual Convención de Chicago de 1944. Se dispone en
el art. 1 de esta última Convención que “Los Estados contratantes reconocen que todo
Estado tiene soberanía plena y exclusiva sobre el espacio aéreo situado sobre su territorio”,
y en su art. 2 se concreta que, a efectos de dicha Convención, el territorio del Estado abarca
tanto las áreas terrestres como los espacios marítimos sujetos a su soberanía (aguas
interiores y mar territorial).
B) Régimen de navegación aérea y tráfico comercial: “libertades del aire” y
bilateralismo.
El régimen jurídico de la navegación aérea y de tráfico comercial se articula conforme al
principio de soberanía de los Estados sobre su espacio aéreo. En la Convención de Chicago
se diferencia la siguiente regulación:
Se admite que cada Estado contratante convenga que tengan derecho a penetrar sobre su
territorio o sobrevolarlo sin escalas, y a hacer escalas en él con fines no comerciales, sin
necesidad de obtener permiso previo (a reserva del derecho del Estado sobrevolado de
exigir aterrizaje).
b. Con respecto a las aeronaves que se utilicen en servicios internacionales regulares.
Se dispone que ningún servicio de este tipo podrá explotarse en el territorio o sobre el
territorio de un Estado contratante si no es con el permiso especial u otra autorización de
dicho Estado y de conformidad con las condiciones de dicho permiso o autorización. Los
servicios aéreos regulares son los que resultan de mayor trascendencia por los intereses
comerciales y económicos en juego.
Las dos primeras representan libertades de tránsito, en tanto que las tres últimas constituyen
libertades de tráfico con una dimensión auténticamente comercial. El reconocimiento de
estas cinco libertades no pudo ser incluido en la Convención de Chicago, encontrando sólo
su manifestación en un Acuerdo sobre el transporte aéreo internacional concluido por
algunos Estados.
En definitiva, la soberanía del Estado sobre su espacio aéreo es exclusiva, en el sentido de
que el Estado subyacente podrá negar el acceso de aeronaves de terceros Estados, pudiendo
sólo ejercerse las libertades anteriormente referidas sobre la base de un permiso previo del
Estado, formalizándose así acuerdos bilaterales en los que se puntualizan las condiciones
específicas en que aquellas libertades habrán de ser practicadas (líneas aéreas, rutas o
tarifas negociadas).
La práctica bilateral ha alcanzado un importante desarrollo con el objeto de proceder a
reconocer las referidas “libertades del aire” en las que interviene una dimensión comercial,
aunque sujetas a unas condiciones de ejercicio que cada vez se han visto más limitadas.
Frente a este régimen de bilateralismo, en ciertos ámbitos regionales, como el que
representa la Comunidad Europea, se ha producido un proceso de liberalización del
transporte aéreo.
C) Soberanía estatal y “zonas prohibidas”
En la Convención de Chicago se dispone que cada Estado contratante puede, por razones de
necesidad militar o de seguridad pública, restringir o prohibir uniformemente los vuelos de
las aeronaves de otros Estados sobre ciertas zonas de su territorio (zonas prohibidas),
siempre que:
No se establezcan distinciones a este respecto entre las aeronaves del Estado de cuyo
territorio se trate.
Que se empleen en servicios internacionales regulares.
Que las aeronaves de los otros Estados contratantes que se empleen en servicios
similares.
Se afirma que las aeronaves tendrán la nacionalidad del Estado en el que estén matriculadas
y que ninguna aeronave podrá estar válidamente matriculada en más de un Estado (Capítulo
III).
Una detallada regulación sobre las condiciones que deben cumplirse con respecto a las
aeronaves
La aviación civil se ha visto gravemente afectada durante los últimos años por actos de
violencia y ataques cometidos por individuos contra las personas a bordo de aeronaves,
contra las propias aeronaves, así como contra las instalaciones o servicios de la navegación.
Con el fin de prevenir y sancionar estos actos ilícitos contra la seguridad de la aviación civil
(actos de terrorismo internacional), los Estados han venido adoptando ciertas medidas y
reglamentaciones internacionales particulares. Destacan en este ámbito tres importantes
convenios internacionales auspiciados por la Organización de la Aviación Civil
Internacional: el Convenio de Tokio de 1963, el Convenio de la Haya de 1970 y el
Convenio de Montreal de 1971.
En particular, el Convenio de Montreal de 1971 se ocupa de aquellos delitos que implican
no sólo actos de violencia contra las personas a bordo de aeronaves, contra las propias
aeronaves (destruyéndolas o causándoles daños) o contra las instalaciones o servicios de la
navegación aérea, sino también de la emisión de informes falsos que pongan en peligro la
seguridad de una aeronave en vuelo (art. 1), previéndose que los Estados contratantes
quedan obligados no sólo a establecer penas severas para los delitos mencionados en el art.
1, sino también a tomar las medidas necesarias para establecer su jurisdicción sobre tales
delitos. Además, el Estado contratante, en cuyo territorio sea hallado el presunto
delincuente, si no procede a la extradición del mismo, someterá el caso a sus autoridades
competentes a efectos de enjuiciamiento, sin excepción alguna y con independencia de que
el delito haya sido o no cometido en su territorio.
Junto a los anteriores instrumentos convencionales, también el Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas, en el marco de atención general que viene prestando al terrorismo
internacional, ha procedido a condenar expresamente todos los actos de injerencia ilícita
cometidos contra la seguridad de la aviación civil, exhortando a todos los Estados a que
cooperen en la elaboración y aplicación de medidas para prevenir los actos de terrorismo y
considerando estos actos, incluidos aquellos en que participan directa o indirectamente
Estados, como una amenaza a la paz y la seguridad internacionales.
Ahora bien, a raíz de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, los objetivos de
seguridad preventiva y operativa para hacer frente a los actos de interferencia ilícita a la
aviación civil han adquirido una renovada y especial relevancia a nivel internacional. Los
graves acontecimientos del 11-S vendrían a poner de manifiesto que cualquier avión puede
ser desviado desde cualquier aeropuerto y ser utilizado como arma de destrucción contra
objetivos civiles o militares en cualquier parte del mundo, evidenciándose así que las
medidas preventivas relacionadas tanto con la seguridad en tierra(*) como con la seguridad
a bordo(*) interesan a toda la comunidad internacional y ya no se pueden confiar
únicamente a la discreción de las autoridades locales, ni de las autoridades nacionales de
que depende dicho aeropuerto.
(* Seguridad en tierra: Seguridad en los aeropuertos y acceso a las aeronaves (control de los
equipajes facturados y su seguimiento; clasificación de las armas; control de calidad de las
medidas de seguridad aplicadas por los Estados…)).
(* Seguridad a bordo: Formación técnica de las tripulaciones; protección de la accesibilidad
a la cabina de pilotaje… Desde esta perspectiva, dada la naturaleza global del transporte
aéreo, las medidas de seguridad de la aviación civil para ser eficaces deben coordinarse
internacionalmente a través de las directrices marcadas al respecto por los organismos
internacionales especializados en la materia como la Organización de la Aviación Civil
Internacional).
Como consecuencia de los ataques terroristas del 11-S se convocó la Conferencia
ministerial sobre seguridad de la aviación, celebrada en Montreal el 19 y 20 de febrero de
2002, en la que se acordó una estrategia global dirigida a reforzar la seguridad aérea en
todo el mundo y a sentar las bases de un Plan de acción de seguridad de la aviación,
aprobado en la 40 reunión del Consejo de la Organización de la Aviación Civil
Internacional, el 14 de junio de 2002.
Aspectos relevantes del derecho aeronáutico