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Ética y moral

La palabra «ética» procede del griego «ethos» que significa «costumbre, modo


acostumbrado de obrar». Igual significado tiene la palabra latina «mos, moris» que ha
dado en castellano «moral». Ética y moral coinciden desde el punto de vista etimológico.
Ambas se refieren a nuestras costumbres y forma de actuar, en la medida en que
podemos considerarlas como buenas o malas, correctas o incorrectas.

La filosofía, sin embargo usa estos conceptos de un modo distinto. Así la moral se ocupa
de establecer las normas y los criterios que utilizamos cuando calificamos determinadas
acciones como correctas o incorrectas, buenas o malas en sentido absoluto. Por ejemplo,
sería misión de la moral definir las normas y criterios que deben regir las relaciones entre
los miembros de una familia, o entre el médico y su paciente. La moral respondería a
preguntas como: ¿Debe el médico decir la verdad al paciente por desagradable que sea?
La ética se ocuparía más bien de discutir racionalmente la validez de estas normas y
criterios que la moral nos da. Es decir, la ética se ocuparía de cuestiones como: ¿por qué
es moralmente correcto o incorrecto decir la verdad? La ética trata de reflexionar
críticamente acerca de las normas que la moral establece. El objeto de la ética es la moral
y la moralidad. La ética hace que nos planteemos si las normas y valores por los que
guiamos nuestra conducta son válidas o no.

2.1. Distinción entre moral, amoral e inmoral.

         En el apartado anterior hemos utilizado la palabra «moral» para referirnos al


conjunto de normas, prohibiciones, valores e ideales de vida buena que regulan la vida de
un conjunto de personas en un momento histórico determinado. Estábamos utilizando la
palabra como un sustantivo, así hablábamos de «la moral»; pero también puede ser
utilizada como un adjetivo en expresiones como: «Tu conducta es moral», «Careces de
valores morales», «Tus valores morales no son correctos», etc. En estos
contextos moral significa lo moralmente correcto, aquel comportamiento que respeta el
código vigente y su antónimo sería inmoral. Inmoral equivale a moralmente incorrecto.
Quien conociendo las normas morales de una comunidad las transgrede voluntariamente
recibe el calificativo de inmoral. Tachar a alguien de inmoral depende de la moral que
adoptemos como punto de referencia. Por ejemplo: un polígamo será calificado de
inmoral desde la moral cristiana, pero no lo será para la moralidad musulmana.
Con el término amoral nos referimos a aquello que no cae bajo el ámbito de la moral. En
un sentido estricto sólo los hombres son seres morales y el resto de los seres vivos son
amorales ya que no tienen capacidad para guiar su conducta de acuerdo con un conjunto
de normas, valores o finalidades. Pero también se utiliza dicho término para señalar
algunas normas de conducta o comportamientos que no pertenecen en sentido estricto al
ámbito de la moral. Generalmente son normas de comportamiento que nos indican los
usos sociales de una cultura y las relativas a la higiene o la salud. Por ejemplo, alguien que
hable con la boca llena está incumpliendo la norma que dice que eso no se debe hacer,
pero no por ello decimos que es una mala persona. Será un mal educado, pero no un
inmoral porque el comer o no con la boca llena es un acto amoral.

Existe, por último, un uso muy hispánico de la palabra          «moral»: nos referimos a


expresiones como «Tener la moral muy alta», «Estar bajos de  moral» y otras semejantes.
Aquí moral es sinónimo de «buena disposición de ánimo», «tener fuerzas, coraje o
arrestos suficientes para hacer frente a los retos que nos plantea la vida». En este último
sentido es utilizada la palabra «moral» por los deportistas y sus entrenadores o
preparadores.

3. Valores y normas

3.1. Los valores

 La mayoría de las cosas que conocemos no nos resultan indiferentes, pensemos, por
ejemplo, en una rosa, el fútbol, un supositorio o el libro de matemáticas. Estos objetos o
actividades producen en cada uno de nosotros actitudes: bien de agrado o desagrado,
atracción o repulsión. Las actitudes que tenemos hacia las cosas las expresamos por
medio de valores. Un valor es una especie de etiqueta mental que ponemos a las cosas y
que expresa nuestra actitud (positiva o negativa) hacia ellas. Existen diversos tipos de
valores, económicos: caro, barato; estéticos: bello, feo; morales: bueno y malo

Continuamente tomamos decisiones. Ahora bien, ¿por qué elegimos lo que elegimos?
¿por qué elegimos atender o no atender? Hacemos lo que hacemos porque consideramos
que es mejor que su contrario, o porque lo preferimos a su contrario, o porque estimamos
que es más valioso, etc. Elegimos lo que elegimos porque valoramos, en alguna medida
aquello que hemos elegido. Los valores son los que nos ayudan a elegir. Aunque a veces
nuestros valores entran en conflicto y tenemos que elegir entre ellos. Así, por ejemplo,
puedo ver un pantalón que me parece muy bonito (valor estético) pero no me lo compro
porque me parece muy caro (valor económico). ¿Qué valores son los más importantes en
caso de conflicto? Eso es algo que cada uno debe determinar en conciencia.
Podemos definir los valores en general, como «cualidades que poseen las cosas en su
relación con el hombre». No son cosas sino cualidades de las cosas y sólo existen en
relación con el hombre.

3.2.  Los valores morales

Existen diversos tipos de valores:

         - valores estéticos: bello, feo

         - valores económicos: barato, caro

         - valores morales: bueno, malo

Hay más tipos de valores pero los que a nosotros nos interesan son los valores morales.
Vamos a definirlos: «Los valores morales son las características, las cualidades que pueden
poseer las relaciones de los seres humanos entre sí -y las que pueden mantener con el
medio en el que se desenvuelve su vida.- que son consideradas como las más adecuadas,
las más convenientes y que, consecuentemente, les llevan a preferir aquellos
comportamientos que contribuyen a su realización». Los valores morales expresan la
incorrección o corrección de nuestras acciones. Las acciones que consideramos adecuadas
las llamamos buenas y las que no, malas.

3.3. Las normas

Somos seres materiales, físicos, y por ello estamos afectados por leyes físicas como la de
la gravedad o de la inercia. Estas leyes son distintas de las leyes que aparecen en los
códigos. Además, somos seres vivos por lo que comemos, respiramos, crecemos, etc.
Éstas son acciones que nos obligan de un modo muy distinto a otras como, por ejemplo
tener que cruzar la calle por el paso de peatones o cuando el semáforo está verde. Las
primeras no nos planteamos si hacerlas o no,  aunque no haya un modo único de
satisfacerlas. Es decir, somos seres naturales y como tal estamos constreñidos por nuestra
naturaleza biológica: no podemos dejar de comer si queremos vivir y no podemos saltar
desde un sexto piso sin protección. Además de estas leyes naturales y junto a ellas están
otras hechas por los hombres, son aquellas que guían nuestra conducta: las normas

Dentro del conjunto de normas, reglas o prescripciones que tenemos algunas poseen un
sentido meramente instrumental. Son normas de procedimiento y generalmente
consisten en instrucciones para usar correctamente algo, o participar en algún juego. Si
quiero jugar al  ajedrez o al baloncesto tengo que seguir ciertas normas o reglas de juego
para mover las piezas.

La mayoría de las normas o reglas que regulan nuestras actividades son el resultado de
acuerdos, convenciones, tradiciones, etc., es decir, han surgido en el seno de alguna
sociedad que las ha considerado convenientes. Algunas normas sociales son impuestas
como leyes, tiene un carácter jurídico y su incumplimiento se castiga con algún tipo de
sanción (generalmente una multa o la pérdida de libertad). Otras, como las normas de
cortesía o de educación, no tienen ese carácter legal y su incumplimiento no conlleva
ninguna sanción económica o de pérdida de libertad, aunque sí puede acarrear un rechazo
social hacia el infractor.

Concretando podemos definir las normas en general como una regla, una pauta que
indica el modo como debe realizarse un acto concreto. Si un profesor llega a clase y dice
que el examen sólo se puede hacer con bolígrafo azul está dando una norma acerca de
cómo se debe realizar el examen. Existen diversos tipos de normas, las más importantes
son: las normas de cortesía, las leyes (tráfico, código civil, código penal), las
procedimentales y las normas morales, que son las que más nos interesan a nosotros.

Podemos definir las normas morales como la expresión en forma de mandato, en forma


imperativa de los valores morales. Si consideramos que la vida es algo valioso
estableceremos normas para respetarla como por ejemplo: «no matarás» o «respetarás la
vida». Todas las normas morales son normas de conducta, pero no todas las normas de
conducta son morales. Existe una norma que dice: «Hay que limpiarse los dientes después
de comer», ésta es una norma de conducta puesto que regula nuestra acción, pero no
puede ser considerada una norma moral puesto que no expresa un valor moral sino uno
de higiene o salud. Las normas morales concretan nuestros valores, nos dicen como
realizarlos. Si no tuviésemos valores no tendríamos normas. No podríamos decir «No se
debe mentir» si considerásemos que la mentira es algo valioso.

4. La conciencia moral

El hombre es libre, es decir, tiene la capacidad de elegir y de proponerse objetivos, de


hacer su propia vida, a pesar de las limitaciones que impone el hecho de vivir en sociedad.
Las normas y valores están ahí pero podemos obedecerlas o no, podemos aceptarlos o no,
e incluso, podemos crear nuevos valores. Aquí entra en juego lo que llamamos la
conciencia. Es difícil definir la conciencia, aunque la podemos caracterizar como la
capacidad que tenemos las personas para conocer y juzgar la bondad y maldad de las
acciones, tanto propias como ajenas. También la podemos definir como el conjunto de
valores más básicos e irrenunciables, interiorizados por el sujeto, que constituyen el
criterio último para distinguir el bien del mal. Solemos identificar la conciencia con una
especie de voz interior que inspira y juzga la moralidad de nuestras acciones. Savater dice
que tener «conciencia es lo contrario a ser moralmente imbécil», o sea, lo contrario a no
tener un criterio claro de elección y dejarse llevar por las situaciones.

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