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Filosofía. Prof. Danielo Silva. ÉTICA.

Primera parte: Problema: ¿Como debemos vivir?

-¿Que es la Ética?
- Diferencias entre Ética y Moral - Libertad y responsabilidad.- Totalitarismo, obediencia y
desobediencia civil.

El Término Ética. Por Adela Cortinas.(1948)

A menudo se utiliza la palabra “ética” como sinónimo de lo que anteriormente hemos llamado “la
moral”, es decir, ese conjunto de principios, normas, preceptos y valores que rigen la vida de los
pueblos y de los individuos. La palabra “ética” procede del griego ethos, que significa
originariamente “morada” “lugar en donde vivimos” pero posteriormente pasó a significar “el
carácter”, el “modo de ser” que una persona o grupo va adquiriendo a lo largo de su vida. Por su
parte, el término “moral” procede del latín “mos, moris”, que originariamente significa
“costumbre”, pero que después pasó a significar también “carácter” o “modo de ser”. De este
modo, “ética” y “moral” confluyen etimológicamente en un significado casi idéntico: todo aquello
que se refiere al modo de ser o carácter adquirido como resultado de poner en práctica unas
costumbres o hábitos considerados buenos. (...) No obstante lo anterior, podemos proponernos
reservar – en el contexto académico en que nos movemos aquí - el término “Ética” para referirnos
a la Filosofía moral, y mantener el término “moral” para denotar los distintos códigos morales
concretos. Esta distinción es útil, puesto que se trata de dos niveles de reflexión diferentes, dos
niveles de pensamiento y lenguaje acerca de la acción moral, y por ello se hace necesario utilizar
dos términos distintos si no queremos caer en confusiones.
Así, llamamos “moral” a ese conjunto de principios, normas y valores que cada generación
transmite a la siguiente en la confianza de que se trata de un buen legado de orientaciones sobre
el modo de comportarse para llevar una vida buena y justa. Y llamamos “Ética” a esa disciplina
filosófica que constituye una reflexión de segundo orden sobre los problemas morales.
La pregunta básica de la moral sería entonces: “¿qué debemos hacer?”, mientras que la cuestión
central de la Ética sería más bien “¿por qué debemos?”, es decir, “¿qué argumentos avalan y
sostienen el código moral que estamos aceptando como guía de conducta?”

Objeto de la ética. Por Adolfo Sánchez Vázquez. (1915-2011).

Problemas morales y problemas éticos.


En las relaciones cotidianas de unos individuos con otros surgen constantemente problemas como
estos: ¿Debo cumplir la promesa x que hice ayer a mi amigo y, a pesar de que hoy me doy cuenta
de que su cumplimiento me producirá ciertos perjuicios?, con referencia a actos criminales
cometidos en dictadura, ¿los soldados que cumpliendo ordenes militares, los llevaron a cabo,
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pueden ser condenados moralmente? ¿Debo decir la verdad siempre o hay
ocasiones en las que debo mentir? ¿Podemos considerar que es bueno el hombre que se muestra
caritativo con el mendigo que toca a su puerta, y que durante el día explota a obreros y
empleados de su empresa? Si un individuo trata de hacer el bien, y las consecuencias de sus
actos son negativas para aquellos a los que se proponía favorecer, ya que les causa mas daño que
beneficio, ¿debemos considerar que ha obrado correctamente, desde un punto de vista moral,
cualesquiera que hayan sido los resultados de su acción? En todos estos casos se trata de
problemas prácticos, es decir, problemas que se plantean en las relaciones efectivas, reales de
unos individuos con otros, o al juzgar ciertas decisiones y acciones de ellos. Se trata a su vez, de
problemas cuya solución no solo afecta al sujeto que se los plantea, sino también a otra u otras
personas que sufrirán las consecuencias de su decisión y de su acción. Las consecuencias pueden
afectar a un solo individuo (¿debo decir la verdad o debo mentir a x?); en otros casos, se trata de
acciones que afectan a varios de ellos o a grupos sociales (¿debieron cumplir los soldados las
ordenes de actos criminales en la dictadura?). Finalmente las consecuencias pueden afectar a
una comunidad entera como la nación (¿debo guardar silencio, en nombre de la amistad, ante los
pasos de un traidor?).
En situaciones como las que, por vía de ejemplo, acabamos de enumerar, los individuos se
enfrentan a la necesidad de ajustar su conducta a normas que se tienen por más adecuadas o
dignas de ser cumplidas. Esas normas son aceptadas íntimamente y reconocidas
como obligatorias; de acuerdo con ellas, los individuos comprenden que tienen el deber de actuar
en una u otra dirección. En estos casos decimos que el hombre se comporta moralmente, y en este
comportamiento suyo se pone de manifiesto una serie de rasgos característicos que lo distinguen
de otras formas de conducta humana. Acerca de este comportamiento, que es el fruto de una
decisión reflexiva, y por tanto no puramente espontáneo o natural, los demás juzgan, conforme
también a normas establecidas, y formulan juicios como estos: “X hizo bien en mentir en aquellas
circunstancias”, “Z debió denunciar a su amigo traidor”, etc.

Así pues, tenemos por un lado actos o modos de comportarse los hombres ante ciertos problemas
que llamamos morales, y por el otro, juicios con los que dichos actos son aprobados o
desaprobados moralmente. Pero, a su vez, tanto los actos como los juicios morales presuponen
ciertas normas que señalan lo que se debe hacer. Así por ejemplo, el juicio “Z debió denunciar a
su amigo traidor”, presupone la norma “pon los intereses de la patria por encima de la amistad”.
Nos encontramos, pues, en la vida real con problemas prácticos del tipo de los enumerados a los
que nadie puede sustraerse. Y, para resolverlos, los individuos, recurren a normas, realizan
determinados actos, formulan juicios, y en ocasiones, emplean determinados argumentos o
razones para justificar la decisión adoptada, o el paso dado.
Todo esto forma parte de un tipo de conducta efectiva, tanto de los individuos como de los grupos
sociales, y tanto de hoy como ayer.
En efecto, el comportamiento humano práctico – moral, aunque sujeto a cambio de un tipo a otro
y de una a otra sociedad, se remonta a los orígenes mismos del hombre como ser social.
A este comportamiento práctico-moral que se da ya en las formas más primitivas de comunidad,
sucede posteriormente –muchos milenios después- la reflexión sobre él. Los hombres no solo
actúan moralmente (es decir, se enfrentan a ciertos problemas en sus relaciones mutuas, toman
decisiones y realizan ciertos actos para resolverlos, y a la vez juzgan o valoran de un modo u otro
esas decisiones y esos actos), sino también reflexionan sobre ese comportamiento practico, y lo
hacen objeto de su reflexión o de su pensamiento. Se pasa así del plano de la práctica moral al de
la teoría moral; o también de la moral efectiva, vivida, a la moral reflexiva.
Cuando se da este paso, que coincide con los albores del pensamiento filosófico, estamos ya
propiamente en la esfera de los problemas teóricos- morales, o éticos.
A diferencia de los problemas prácticos- morales, los éticos se caracterizan por su generalidad. Si al
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individuo concreto se le plantea en la vida real una situación dada, el problema de cómo actuar de
manera que su acción pueda ser buena, o sea, valiosa moralmente tendrá que resolverlo por si
mismo con ayuda de la norma que el reconoce y acepta íntimamente. Será inútil que recurra a la
ética con la esperanza de encontrar en ella lo que debe hacer en cada situación
concreta. La ética podrá decirle, en general, lo que es una conducta sujeta a normas, o en que
consiste aquello -lo bueno- que persigue la conducta moral, dentro de la cual entra la de un
individuo concreto, o la de todos. El problema de que hacer en cada situación concreta es
un problema practico- moral, no teórico-ético.
En cambio, definir que es lo bueno no es un problema moral que corresponda resolver a un
individuo con respecto a cada caso particular, sino un problema general de carácter teórico que
toca resolver al investigador de la moral, es decir, al ético.

Así por ejemplo, Aristóteles (384-322 A.C) se plantea, en la Antigüedad griega, el problema
teórico de definir lo bueno. Su tarea es investigar el contenido de lo bueno, y no determinar lo
que el individuo debe hacer en cada caso concreto para que su acto pueda considerarse bueno.
Cierto es que esta investigación teórica no deja de tener consecuencias practicas, pues al
definirse que es lo bueno, se está señalando un camino general, en el cual, los hombres
pueden orientar su conducta en diversas situaciones particulares. En este sentido la teoría
puede influir en el comportamiento moral- practico. Pero, ello no obstante, el problema
práctico que el individuo tiene que resolver en su vida cotidiana, y el teórico que el
investigador ha de resolver sobre la base del material que le brinda la conducta moral
efectiva de los hombres, no pueden identificarse.
Muchas teorías éticas han girado entorno de la definición de lo bueno, pensando que si
sabíamos determinar lo que es, podremos entonces saber lo que debe hacerse o no. Las
respuestas acerca de que sea lo bueno varían, por supuesto, de una teoría a otra: para
unos, lo bueno es la felicidad o el placer; para otros, lo útil, el poder, etc.
Pero, junto a ese problema central, se plantean también otros problemas éticos
fundamentales, como son los de definir la esencia o rasgos esenciales del comportamiento
moral, a diferencia de otras formas de conducta humana, como la religión, la política, el
derecho, la actividad científica, el arte, etc. El problema de la esencia del acto moral remite
a otro problema importantísimo: el de la responsabilidad. Solo cabe hablar de
comportamiento moral, cuando el sujeto que así se comportase responsable de sus actos,
pero esto a su vez entraña el supuesto de que ha podido hacer lo que quería
hacer, es decir, de que ha podido elegir entre dos o mas alternativas, y actuar de acuerdo
con la decisión tomada.
El problema de la libertad, de la voluntad es, por ello, inseparable del de la
responsabilidad. Decir y obrar en una situación concreta es un problema practico-moral;
pero investigar como se relacionan la responsabilidad moral con la libertad y con el
determinismo a que se hallan sujetos nuestros actos, es un problema teórico, cuyo estudio
corresponde a la ética.

Totalitarismo y obediencia versus libertad y responsabilidad.

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En mayo de 1960 Adolf Eichmann (1906-1962), uno de los mayores arquitectos del holocausto,
responsable de la solución final y de los transportes de deportados a los Campos de concentración,
fue secuestrado y trasladado a Israel en la denominada Operación Garibaldi. Un año después
Eichmann era juzgado y sentenciado a morir en la horca por crímenes contra la Humanidad.
Eichmann alegó en su defensa que las acciones cometidas se habían realizado como resultado de
una estricta obediencia a sus superiores. Eichmann llegó a afirmar: «No perseguí a los judíos con
avidez ni placer. Fue el gobierno quien lo hizo. La persecución, por otra parte, sólo podía decidirla
un gobierno, pero en ningún caso yo. Acuso a los gobernantes de haber abusado de mi
obediencia. En aquella época era exigida la obediencia, tal como lo fue más tarde de los
subalternos».

El Experimento Milgram.

A raíz del juicio a Eichmann, el psicólogo de la Universidad de Yale Stangley Milgram (1933-
1984) , quiso poner a prueba hasta dónde obedecemos las órdenes sin llegar a plantearnos
estas instrucciones y diseñó un experimento en el que los participantes tenían que apretar
un botón que provocaba una descarga eléctrica cada vez que otro participante fallaba una
pregunta
quien apretaba el botón no sabía que quien iba a recibir las descargas en realidad estaba
actuando y no sufría dolor ninguno.
Con cada error se incrementaba la intensidad de la descarga, pero a pesar de que quien las recibía
gritaba cada vez más, pidiendo que se interrumpiera la prueba, el 65% de los participantes llegaba
a infligir el dolor máximo y sólo el 35% paró antes de llegar a este nivel. Muchos seguían a pesar de
mostrarse nerviosos e inseguros, obedeciendo a un experimentador que les dirigía frases como
“por favor, continúe” o “no tiene otra opción, debe continuar”.

Como recuerda Michael Shermer en The Moral Arc, no había diferencias por edad, sexo o nivel de
educación: “Lo que más importaba era la proximidad y la presión social”.
Cuanto más cerca estuviera quien administraba las descargas de quien las recibía, menos corriente
llegaba a administrar. Si Milgram añadía más experimentadores que animaban a seguir con el
experimento, más lejos llegaban, “pero cuando estos compinchados simulaban rebelarse contra la
autoridad, el participante estaba más inclinado a desobedecer. Aun así, el 100% llegó a administrar
una ‘descarga fuerte’ de al menos 135 voltios”.

No fue el único experimento similar. En 1966, el psiquiatra Charles K. Holfing diseñó otro en el que
médicos desconocidos pedían a enfermeras de hospitales que administraran dosis peligrosas de un
medicamento (ficticio) a sus pacientes. Aun sabiendo que su actuación podía ser letal, 21 de las 22
enfermeras obedecieron estas órdenes.
Otra de las conmocionadas por el juicio fue la filósofa de origen judío Hannah Arendt (1906-1975)
Arendt asistió al proceso contra Eichmann como reportera de la revista The New Yorker y escribió
una serie de artículos que serían el origen de su libro Eichmann en Jerusalén. Un informe sobre la
banalidad del mal, publicado en 1963. Lo primero que le llama poderosamente la atención a
Arendt es que la figura que se sienta en el banquillo de los acusados no parece un monstruo, tal y
como cabría esperar en el que se suponía que era el mayor asesino de Europa. Eichmann, más
bien, parecía más bien un hombre completamente “normal”, alguien que hubiera pasado
desapercibido en la calle o en una cafetería.

Según Arendt, Eichmann no poseía una trayectoria o características antisemitas y no tenía rasgos
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de una persona retorcida o mentalmente enferma. Llevó a cabo sus actos como resultado del
cumplimiento de órdenes de superiores y llevado por deseo de ascender en su carrera
profesional. Es importante señalar que Arendt no pretendía defender la inocencia de Eichmann ni
disculparle sus terribles crímenes, sino señalar que estos no provenían de una infinita capacidad
para la crueldad y que Eichmann no era un demonio sino un simple burócrata que cumplía
órdenes sin reflexionar en sus consecuencias, un individuo activo dentro de un sistema totalitario.
Este criminal nazi no es un fanático antisemita, ni un genio del mal, ni un loco que obtuviera placer
al saberse responsable de la muerte de millones de personas. “Únicamente la pura y simple
irreflexión (...) fue lo que le predispuso a convertirse en el mayor criminal de su tiempo”, escribe
la filósofa. “No era estupidez, sino una curiosa, y verdaderamente auténtica, incapacidad para
pensar”.

Se trata de lo que Arendt llama “la banalidad del mal”. Para Eichmann, la Solución Final
“constituía un trabajo, una rutina cotidiana, con sus buenos y malos momentos”. De hecho,
“Eichmann no fue atormentado por problemas de conciencia. Sus pensamientos quedaron
totalmente absorbidos por la formidable tarea de organización y administración que tenía que
desarrollar”. Estamos ante un nuevo tipo de maldad que a través de la burocracia transforma “a
los hombres en funcionarios y simples ruedecillas de la maquinaria administrativa”.
Eichmann no era una excepción: lo más grave, escribe Arendt, fue que “hubo muchos hombres
como él, y que estos hombres no fueron pervertidos ni sádicos, sino que fueron, y siguen siendo,
terroríficamente normales.

¿Que es la desobediencia Civil?

“La desobediencia es el verdadero fundamento de la libertad. Los obedientes deben ser esclavos”.
Henry David Thoreau

“¿Es la democracia, tal como la conocemos, la última mejora posible


de gobierno? ¿No es posible adelantar un paso en el reconocimiento
y la organización de los derechos del hombre? Jamás existirá un
Estado realmente libre e iluminado hasta cuando ese Estado
reconozca al individuo como un poder más alto e independiente, del
cual se deriva su propio poder y autoridad y lo trate de acuerdo a
ello.”
Henry David Thoreau
Desobediencia civil,1848.[1]

Henry David Thoreau nació el 12 de julio de 1817 en Concord, Massachusetts, EUA. Fue escritor,
poeta y filósofo, con vínculo al movimiento trascendentalista. Vivió tan solo 44 años y es
considerado como uno de los padres de la literatura estadounidense. Causó un gran impacto en el
mundo intelectual de su tiempo y en las generaciones posteriores. En sus libros más aclamados,
Walden (1854) y la Desobediencia civil (1848), expuso brillantemente distintos fundamentos morales
que enraizarían en las corrientes de izquierda y ecologistas de las décadas siguientes e inspirarían a
muchos movimientos sociales en defensa de los derechos humanos en el mundo. También fue uno
de los primeros impulsores de la creación de un sistema de parques nacionales en los Estados
Unidos, y un apasionado defensor del trato ético hacia todo ser vivo. Abrazó la religiones orientales,
más cercanas a la naturaleza, desatando con ello la ira de los fundamentalistas, que lo acusaron de
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blasfemia.[2]
Desde 1841 a 1843 Thoreau vivió en la casa del filósofo Ralph Waldo Emerson: él lo introdujo en el
pensamiento trascendental, tratándolo como si fuera su hijo. Le cedió un terreno cerca del estanque
Walden, donde construyó una pequeña cabaña. El 4 de julio de 1845, día de la independencia
estadounidense, Thoreau se estableció en ella para dedicar su tiempo a la contemplación de la
naturaleza y la vida en ella. Fue un pequeño experimento de dos años, y quedó plasmado a modo de
diario de su pensamiento en Walden, o la vida en los bosques. Tuvo buenas críticas, aunque sólo
vendió dos mil ejemplares.
Analista y crítico del progreso a costa de la naturaleza y de la sociedad, Henry David Thoreau es
ejemplo también de desacato civil. Esta actitud le costó la prisión en 1846, cuando fue encerrado
una noche en la cárcel local de Concord por negarse a pagar impuestos. Adujo, entre otras razones,
su negativa a colaborar con un Estado que mantenía el régimen de esclavitud y emprendía guerras
injustas. Se refería, en concreto, a la que en aquel momento habían declarado los Estados Unidos a
México.[3] El filósofo se opuso al esclavismo norteamericano y promulgó ideas muy avanzadas para
esa época de guerras, violencia y escasez.
En 1849 publicó un conjunto de escritos sobre sus acciones contra la guerra con el título Resistencia
al gobierno civil. No obstante, este ensayo es generalmente conocido por el título que se le dio a una
antología de sus trabajos publicada dos años después de su muerte (1866): Desobediencia civil.[4] En
este trabajo sentó las bases de lo que hoy en día se conoce como resistencia pasiva como método de
protesta: la justificación del rechazo público, consciente, colectivo y pacífico a acatar leyes o políticas
gubernamentales consideradas injustas o inmorales. Dentro de esta obra, Thoreau plantea las causas
que adormecen la conciencia, destacando entre ellas el relajar la responsabilidad individual en un
Estado opresor de aquéllos a quienes se debe. También niega la virtualidad de las decisiones de la
mayoría para prevalecer sobre la conciencia personal[5]
Pero ¿qué es la desobediencia civil? La definición comúnmente aceptada fue elaborada por Bedau
en 1961 y retomada por Rawls diez años después, en 1971, y por Habermas en 1985. Para estos
autores, la desobediencia civil puede definirse como una acción de protesta colectiva, moralmente
fundamentada, pública, ilegal, consciente y pacífica que, violando normas jurídicas concretas,
busca producir un cambio parcial en las leyes, en las políticas o en las directrices de un gobierno.
[6] Su finalidad es generar una reflexión colectiva capaz de tumbar la ley injusta, que los
ciudadanos tomen conciencia sobre el mal que provoca e invitarlos a movilizarse para acabar con
ella
Aunque Thoreau se considera la primera referencia histórica de la desobediencia civil, no fue sino
hasta 1913 que la noción se generalizó con Mahatma Gandhi cuando la empleo como reacción ante
las fuerzas colonialistas inglesas en la India. En los Estados Unidos tres mujeres negras la aplicaron
cuando se negaron a ceder su asiento a personas blancas: 1884, Ida B Wells líder antisegregacionista
en un tren en Memphis; en 1944 en un autobús en Virginia, Irene Morgan Kirkaldy pionera del
movimiento por los derechos civiles, y la más conocida Rosa Parks en 1955 Alabama. Posteriormente
Martin Luther King, en los años sesenta empleo la desobediencia civil cuando encabezaba la lucha
por los derechos civiles de los negros en los Estados Unidos.
A partir de entonces diversos movimientos y grupos sociales han adoptado la desobediencia civil por
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diversas causas: En los Estados Unidos contra la guerra de Vietnam; en Checoslovaquia contra la
invasión soviética; en Alemania contra las armas nucleares; en Argentina en los años noventa los
“piquetes” bloqueando el tráfico exigiendo empleo; en Brasil, las acciones del Movimiento de los Sin
Tierra; En Francia el movimiento de "los parados" y a las protestas de los inmigrantes; las
movilizaciones y protestas en Seattle, Génova y Cancún frente a la Organización Mundial de
Comercio, las acciones de los movimientos ecologistas como Greenpeace y OXFAM, algunas de las
acciones del Foro Social Mundial, las manifestaciones contra la guerra de Irak en los Estados Unidos
y en otras partes del mundo Todos estos son ejemplos de expresiones colectivas que han apelado a
la desobediencia civil como estrategia para reivindicar derechos, para cuestionar las leyes y las
políticas gubernamentales o para confrontar a las corporaciones trasnacionales.
Cada vez que la ley invade y vulnera injustamente los derechos humanos, los ciudadanos tienen el
derecho de exigirlos, y se justifica el uso de la desobediencia civil, al ampararse en el ejercicio de tres
derechos fundamentales reconocidos en la generalidad de constituciones: libertad de conciencia,
libertad de expresión y participación política.
El ciudadano que practica la desobediencia civil ejerce su libertad de expresión al buscar transmitir
un mensaje de denuncia contra la ley injusta. Ejerce su libertad de conciencia, pues la ley choca
contra sus principios éticos más elementales y siente la necesidad moral de combatirla, ya que
permanecer quieto ante la injusticia es incompatible con su conciencia. Finalmente, la desobediencia
civil se ampara en la participación política, pues al ejercerla el ciudadano busca participar en los
asuntos públicos mejorando la realidad social a través de la denuncia de una ley que viola los
derechos de sus semejantes.[8]En cuanto a Henry David Thoreau falleció de tuberculosis en Concord,
Massachusetts en 1862, a los 44 años de edad. Su ejemplo, sin embargo, prevalece y, en nuestros
tiempos, su fundamento cada vez está más presente.

[1] http://www.noviolencia.org/publicaciones/thoreau-2.pdf
[2] http://www.resumenlatinoamericano.org/2018/07/12/el-12-de-julio-de-1817-nacio-
henry-david-thoreau-el-maestro-de-la-desobediencia-civil/
[3] https://kaosenlared.net/el-12-de-julio-de-1817-nacio-henry-david-thoreau-el-maestro-
de-la-desobediencia-civil/
[4] http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-
00632009000100003
[5] https://elcultural.com/henry-david-thoreau-una-vida
[6] http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-
00632009000100003
[7] http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-
00632009000100003
[8] https://www.elsaltodiario.com/conquista-derecho/que-es-la-desobediencia-civil

Bibliografía:
- Que es a ética? Adela Cortina.
- El Objeto de la ética. Adolfo Sanchez Vazquez.
- Eichmann en Jerusalem. La banalidad del mal. Hannah Arendt.
- La obediencia a la autoridad. El experimento Milgram. Stanley Milgram.

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