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Como todo en la vida, el género dramático tuvo que empezar en algún momento y de alguna manera,

y ya para estas alturas tú te estarás seguramente preguntando: ¿Cómo es que empezó el teatro,
esa forma de contarnos historias no a través de un narrador sino de personajes que directamente las
actúan? ¿Era entonces tal como hoy lo conocemos o tenía otra forma? En este capítulo exploraremos
los inicios del teatro en la cultura occidental, a la que pertenecemos y que nos legaron grandes culturas
de la antigüedad como la griega, la latina y la hebrea. Exploraremos también los primeros géneros,
las primeras formas en que los griegos organizaban y actuaban las historias que querían contar. ¿Por
qué a los griegos? Porque a ellos se atribuye el desarrollo y sistematización de esta forma de arte
escenificado.

Desarrollo ORIGEN DE LA TRAGEDIA

Aristóteles rastrea los inicios de la


tragedia en el ditirambo, que era una
composición lírica interpretada por un
coro de jóvenes y dedicada a Dioniso,
dios del vino y de la fertilidad; es decir,
se trataba de una pieza ritual, y por
tanto la tragedia en sus orígenes está
profundamente ligada con el rito, el mito
y la religión. De hecho, el término que la
designa, tragedia, proviene de tragos:
“macho cabrío” y de ode: “canto” (es decir, “canto del macho cabrío”), y remite
al sacrificio del macho cabrío que se llevaba a cabo mientras el coro cantaba
en honor de su dios. Pero, ¿cómo se pasó de este canto ceremonial a las
elaboradas formas dramáticas que nos legó el pueblo griego?

El nacimiento de la tragedia como tal se sitúa entre 536 y 533 a.C., cuando
Tespis produjo una tragedia para la gran fiesta de las Dionisias, en las que se
celebraban concursos de tragedias de las cuales Tespis fue el primer ganador.
Según Aristóteles, Tespis creó la tragedia al introducir un personaje o actor que
dialogara con el corifeo (que así se llamaba al dirigente del coro), y es que el
diálogo es el componente esencial del drama, junto con la acción, claro está
(la palabra drama se deriva del griego drao: “hacer”, así que drama viene a
significar acción).

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LOS TRES GRANDES TRÁGICOS Y LA EVOLUCIÓN DE LA TRAGEDIA

La tragedia fue evolucionando en su estructura conforme se fueron añadiendo


personajes que fueron complejizando el diálogo. Esquilo elevó a dos el número
de actores, agregando un compañero al actor solitario de Tespis. Además
disminuyó la participación del coro, para dar mayor importancia al diálogo.
Luego vino Sófocles, el segundo de los grandes trágicos, quien introdujo tres
actores y la escenografía. En este estadio, ya la tragedia se parece mucho a
la idea que tenemos actualmente de obra dramática. Estos dos dramaturgos
–Esquilo y Sófocles– son junto con Eurípides los tres grandes trágicos del
teatro griego. Con dicha triada es que se consolida, en tiempos de Pericles, el
género fundador que es la tragedia.

Al primero de ellos, Esquilo (525 a. C. – 454 a. C.), se debe, además de la


intervención del segundo actor, la invención del manto trágico, los coturnos y
las máscaras teatrales. De sus más de ochenta piezas sólo se conservan siete
íntegras:

• Las suplicantes
• Los persas
• Los siete contra Tebas
• Prometeo encadenado
• La Orestiada (trilogía que
comprende las siguientes obras:
Agamenón, Las Coéforas y Las
Euménides).

Los coturnos son un tipo especial de calzado con altísimas suelas que hacían
que al representar a los nobles personajes de las tragedias, los actores se
vieran más grandes y así impresionaran más al numeroso público. Algo así
como nos impresionamos hoy cuando vemos en la inmensa pantalla del cine a
nuestros actores y personajes favoritos, que se nos presentan “larger than life”
(más grandes que la vida), para decirlo en lenguaje cinematográfico.

Las máscaras eran también inmensas, y además de lo atractivas que resultaban


por su diseño, eran un indispensable aditamento técnico que auxiliaba tanto en
lo visual como en lo auditivo. Por la distancia, a veces era difícil distinguir los
gestos de los actores: era mucho más sencillo distinguir a lo lejos los gestos
representados en las grandes y coloridas máscaras, que además indicaban la
edad, el sexo (los actores siempre eran varones, entonces habían de usar una
máscara para representar un personaje femenino), estado de ánimo y hasta el
rango de los personajes. Por otro lado la resonancia de las máscaras las hacía

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funcionar como una especie de magnetófono que facilitaba que los diálogos
se escucharan aun en las gradas más altas de los hemiciclos en los grandes
teatros circulares al aire libre en que se escenificaban las obras. En el teatro de
Atenas cabían 17,000 espectadores, 30,000 en el de Deforo y 35,000 en el de
Megalópolis. Aunque más que el volumen, se amplificaba el efecto de rareza
que producía el sonido cavernoso.

ACTIVIDAD 2
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Diseña y elabora una máscara. Como bien sabes, el uso de las máscaras en teatro es un ele-
mento caracterizador de los personajes y se remonta a la Antigüedad y está presente en mu-
chas culturas. El material a utilizar en la creación de su máscara puede ser yeso, cartón, papel,
plástico o lo que se les ocurra. Pinten su máscara según el diseño elegido o el personaje que
quisieran representar.
Expongan ante el grupo su trabajo.

Por su parte, Sófocles (496 a.C. – 406 a.C.), además de introducir al tercer
actor, hizo que las tragedias fueran más ligeras y divertidas al suprimir las
enormes y ampulosas tiradas de versos, y al hacer más humanos a sus
personajes. El primer triunfo de Sófocles sobre Esquilo fue a sus 26 años y,
como en el caso del último, se conservan solamente siete piezas íntegras de
las aproximadamente ciento veinte que escribió:

• Ayax
• Edipo rey
• Antígona
• Electra
• Las Traquinias
• Filoctetes
• Edipo en Colona

El tercero de los grandes de la Tragedia, Eurípides (480 a.C. – 406 a.C.),


obtuvo el tercer lugar con su primera obra (Las pelíadas, 455 a.C.) a sus 25
años. La suya es una tragedia más realista, donde se critica y se juzga; se
trata de un teatro filosófico. Se dice que aunque poéticamente fue superado
por Esquilo y Sófocles, teatralmente estaba por encima de ellos. En el caso
de Eurípides se conservan más obras, diecinueve de las noventa y dos que
presentó, las cuales se suelen clasificar en cinco grupos:

• De asuntos diversos: Alcestes y Medea.


• Relacionadas con la guerra de Troya: Las troyanas, Hécuba, Andrómaca,
Helena, El cíclope, Reso.

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• Sobre las desgracias de Agamenón: Ifigenia en Aulide, Electra, Orestes,


Ifigenia en Táuride.
• Sobre fábulas tebanas: Las bacantes, Las fenicias, Heracles furioso.
• Sobre fábulas áticas: Las heráclidas, Las suplicantes, Hipólito, Ion.

La tragedia es un género que nace desde necesidades profundamente humanas.


Según Aristóteles, este tipo de obras debían provocar una combinación de
temor con compasión mediante las cuales se llevaba a cabo un proceso de
purgación al que se conoce como catarsis. El argumento de la tragedia se
centra en la caída de un personaje importante (un rey, un príncipe, un héroe,
un semidiós), que comete un error trágico (denominado hibris) por el cual debe
sufrir un castigo. No se trata, como podría creerse, de un error moral. Por el
contrario, los protagonistas de las tragedias suelen ser personajes más bien
virtuosos. Se trata, en cambio, de un error de tipo intelectual, de un error de
desmesura que lleva a la insolencia, de no comprender los límites de nuestro
papel ante la sociedad y ante los dioses.

Esta idea de la hibris, de castigar al personaje que no reconoce sus límites


no es privativa de la cultura griega; recuérdese el castigo a Adán y Eva por
querer ser como dioses al conocer la diferencia entre el bien y el mal. También
podemos citar ejemplos más recientes, como el de dos novelas del siglo XIX:
El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de Robert Louis Stevenson, o el
de Frankenstein de Mary W. Shelley en el romanticismo inglés, que no por
nada este último fue subtitulado como “El moderno Prometeo” por su autora,
en alusión al Titán que sirvió de tema a una de las tragedias que se conservan
de Esquilo. En ella, como en el mito griego, Prometeo termina encadenado
y atormentado por compartir el fuego solidario con los hombres. El sacrificio
del héroe virtuoso de las tragedias en el altar de la fatalidad para que sirva
como purga y catarsis del espectador parece remitir al sacrificio primigenio del
cual se derivó el drama a partir del ritual que le da el nombre de tragedia que
conservó para la posteridad.

Al componente ritual habría que agregar también los componentes político


y cívico. No es coincidencia que su momento de mayor florecimiento haya
coincidido con el triunfo político de la ciudad-estado de Atenas y que su declive
haya también coincidido con la ruina de dicha ciudad.

Algunas tragedias eran incluso celebratorias de las victorias militares y políticas.


Un ejemplo es Los persas, una de las siete tragedias que se conservan de
Esquilo, que trata de la derrota y dispersión del ejército persa, narrada por
mensajeros a Jerjes en hermosísimos pasajes que, bajo el principio de que
mientras más grande el enemigo mayor es la victoria, incluyen, por supuesto,
el elogio de Atenas.

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Sugiere Albin Lesky que la tragedia fue, junto con la filosofía y la democracia,
la creación más original del genio helénico. Fue también un griego, Aristóteles
(384-322 a.C.), el primer teórico y crítico dramático, al analizar y describir en
su Poética el origen y evolución de las formas dramáticas. Para diferenciar
los distintos géneros poéticos, el teórico y filósofo distingue tres factores: los
medios, los objetos y los modos de la imitación.

En primer lugar, tomando en cuenta los medios utilizados, el estagirita ubica


la tragedia y la comedia junto con los ditirambos y los nomos, como los géneros
que combinan ritmo, canto y verso; sin embargo, a diferencia de estos últimos,
la tragedia y la comedia no los usan todos al mismo tiempo, sino por partes.
En cuanto al modo de imitar, Aristóteles observa que se puede hacer narrando,
como hace Homero por ejemplo en la Ilíada y la Odisea, o directamente
actuando las situaciones, como los personajes de Sófocles o Aristófanes. De
nuevo la tragedia y la comedia quedan juntas en la clasificación (conformando
lo que conocemos como géneros dramáticos). La diferenciación entre ellas se
dará en el tercero de los factores, los objetos de la imitación: Tanto Homero
como Sófocles imitan personas esforzadas (héroes, reyes, nobles, semidioses),
mientras que Aristófanes imita personas viciosas y de baja calidad (avaros,
ladrones, borrachos).

Resumiendo, y particularizando en las formas dramáticas: la tragedia imita a


hombres mejores que los reales y la comedia a hombres peores que los reales.
Lo que después se llamó drama se ubicaría en el justo medio entre estas dos
formas extremas, intentando representar precisamente a los “hombres reales”,
que presentan tanto defectos como virtudes.

LA TRAGEDIA MODERNA

Después de un larguísimo letargo que se prolongó


por muchos siglos, la tragedia como género vino a
despertar con los aires de una corriente que volvió su
mirada a los clásicos grecolatinos: el Renacimiento.
Los primeros años de humanismo renacentista
esto solamente se dio mediante traducciones o
imitaciones, pero a finales del siglo XVI y ya de lleno
en el siglo XVII la tragedia, y el drama en general,
vivieron otra etapa de gran esplendor, con nombres
legendarios como Cervantes, Lope de Vega y
Calderón de la Barca en España; Corneille y Racine
en Francia; o Shakespeare, Jonson y Marlowe en
Inglaterra, por mencionar unos cuantos.

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La primera tragedia ubicada ya en la época moderna es Sofonisba, de Gian


Giornio Trissino, representada en Roma en 1515, que se sometía aún, fiel
a la Poética de Aristóteles, a la regla de las tres unidades. Algunas décadas
más tarde (1552) el poeta y dramaturgo parisino Étienne Jodelle representó
una tragedia de su invención titulada Cleopatra cautiva. Constituyen estos los
primeros intentos de revivificar el género fundador del drama griego, que vio
muchos años de profusa creación unas cuantas décadas más adelante.

ANÁLISIS DE LA ESTRUCTURA EXTERNA

La estructura externa se refiere a los grandes bloques mediante los cuales se


organiza un texto dramático. Es decir, el esquema general por actos o jornadas,
cuadros y escenas. Sería el equivalente, por ejemplo, a los capítulos en que
se divide una novela, o los movimientos en que se divide un concierto musical.

FORMA

Esta se refiere a cómo se combinan los distintos elementos que conforman una
obra teatral. Una obra, por ejemplo, puede estar constituida por tres actos, pero
también por dos, o por cinco, incluso por uno solo. Cada uno de estos actos va
a estar a su vez conformado por un número determinado de escenas.

ESTRUCTURA DE LA TRAGEDIA ANTIGUA

La tragedia griega era representada


por medio de un coro de ciudadanos
y dos o tres actores, siempre del
género masculino, y se concebía
como parte del culto oficial en
el recinto sagrado de Dionisos.
Además del coro, reunía otros
elementos que no aparecen en una
tragedia moderna, como la máscara,
el coturno, etc. Una tragedia era
además una obra en verso que se
representaba en las fiestas religiosas
de la ciudad, que abordaba un tema
mítico y excluía los temas históricos
contemporáneos. Todos esos elementos se irán difuminando en la tragedia
moderna con el paso de los años.

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Había además una serie de rasgos formales que constituían una exigencia
estructural:

• Un prólogo, donde se ponía en antecedentes al espectador y se


planteaba el inicio de la acción.
• La parodo. Se llamaba así a la entrada del coro.
• Una alternancia de episodios (recitados por personajes) y estásimos
(cantados por el coro).
• Un éxodo, o salida del coro.

El coro estaba conformado por un grupo de coreutas (de 12 a 15 en la época


de Esquilo) que recitaban, cantaban y bailaban al ritmo de la música. El coro no
intervenía en la acción, sino para hacer comentarios sobre la situación tratada
en la obra. Era como la conciencia superior que educaba a la concurrencia
sobre cómo debía reaccionar ante lo representado. En las tragedias de la época
de Tespis, en que un solo actor representaba todos los personajes de la obra,
el coro se posesionaba del escenario mientras el actor abandonaba la escena
para cambiar el personaje.

Era también indispensable respetar las tres unidades: de tiempo (las historias
representadas debían de durar no más de una jornada, desde la salida a la
puesta del sol), de lugar (todo debía ocurrir en un solo lugar) y de acción (la
obra debía referirse a un solo hecho central).

ESTRUCTURA DE LA TRAGEDIA MODERNA

Despojada ya de los aspectos rituales, la tragedia moderna fue adquiriendo sus


propios rasgos para diferenciarse de la tragedia clásica.

• En la tragedia contemporánea, por ejemplo, ya no existe más la figura


del héroe trágico, sino que más bien se recurre a una figura contraria, la
del anti-héroe.
• El número de actos ha ido también cambiando. En la etapa posterior al
Renacimiento las acciones se distribuían en cinco actos. En la época
contemporánea por lo general no pasan de dos o tres actos.
• La tragedia moderna puede romper con la cronología tradicional y
presentarse dislocada espacio-temporalmente mediante un orden no
lineal que obligue al lector a recomponerla para poder entenderla.
• La tragedia moderna se libera hasta cierto punto de las unidades
aristotélicas de acción, tiempo y lugar, e incluso llega a permitirse

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mezclas imposibles en la tragedia clásica (lo trágico con lo cómico, el
verso con la prosa, etc.).
• Se desprende de ciertos rasgos que eran obligatorios en la tragedia
clásica: la verosimilitud, el carácter moralizante, el final trágico, etc.

ANÁLISIS DE LA ESTRUCTURA INTERNA

En toda acción dramática existen cuatro momentos esenciales que marcan la


evolución de la historia:

• Situación inicial (exposición).- Es la situación de partida, incluye la


presentación de los personajes y los presupuestos desde los que parte
la acción.
• Ruptura de equilibrio (conflicto).- Es la complicación que hace que se
mueva la historia.
• Desarrollo. Es la secuencia de acciones que finalmente conducen al
clímax, que corresponde al punto culminante de la acción dramática.
• Desenlace o resolución.- Solución de los conflictos, se establece un
nuevo equilibrio bajo los nuevos presupuestos.

FONDO

El fondo o contenido es aquello sobre lo que trata la obra, la idea que desarrolla
el dramaturgo para su escenificación. Incluye el tema, que es la idea central de
la obra, la más importante, la que le da unidad; y también el mensaje, que es lo
que el autor opina sobre el tema.

En Otelo de Shakespeare, por ejemplo, el tema es los celos y el mensaje sería


el tratamiento que de los celos hace Shakespeare para construir el drama,
mostrando cómo pueden llegar a convertirse en algo irracional y cegar a la
persona hasta destruirla junto con su felicidad y la de sus seres amados.

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ACTIVIDAD 3 Lee detenidamente la obra y responde las preguntas que se te plantean.
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Los siete contra Tebas


Autor: Esquilo

PERSONAJES

Eteocles
Un mensajero explorador
Coro de doncellas tebanas
Antígona
Ismena
Un heraldo

La acción se desarrolla en Tebas. La escena representa la acrópolis de Tebas, con altares y estatuas
de dioses. Llega Eteocles con un grupo de gente armada.

ETEOCLES. Pueblo de Cadmo, el vigía del bien público en la proa de la ciudad dirigiendo el timón sin
dejar cerrar sus ojos por el sueño, ha de decir lo que exige el momento. Pues si alcanzamos éxito, el
mérito es de los dioses; pero si, por el contrario, lo que ojalá no ocurra, sucede una desgracia, sólo
el nombre de Eteocles correrá por la ciudad cantado por los ciudadanos con himnos increpantes
y con lamentos, de los cuales Zeus Preservador sea un nombre veraz para esta ciudad de los
cadmeos. Ahora vosotros, el que todavía no alcanza el pleno vigor de la juventud y aquel que ya ha
salido de ella por la edad, acrecentando grandemente el empuje del cuerpo y poniendo cada uno la
solicitud que conviene, debéis ayudar a la ciudad y a los altares de los dioses de esta tierra para que
sus honores nunca sean borrados, y a los hijos y a la Tierra madre, amadísima nodriza; pues ésta
en vuestra infancia, cuando os arrastrabais por su suelo bondadoso, aceptando, como hospedera,
toda la fatiga de vuestra niñez, os crió para que fuerais ciudadanos portadores de escudos, fieles
en la presente necesidad. Y ahora, hasta este día, el dios inclina favorable la balanza; pues en todo
este tiempo en que estamos sitiados, la guerra, gracias a los dioses, se desarrolla casi siempre
bien. Mas ahora, según dice el adivino, pastor de aves, que en sus oídos y en su mente, sin ayuda
del fuego, maneja los pájaros proféticos con un arte que no miente, éste, señor de tales augurios,
dice que el ataque mayor de los aqueos se decide en un consejo nocturno y va a lanzarse sobre
la ciudad. Ea, pues, marchad todos a las almenas y a las puertas de las torres, lanzaos con todas
vuestras armas, llenad los parapetos, colocaos en las terrazas de las torres, en las salidas de las
puertas, resistid confiadamente y no temáis demasiado la turba de los asaltantes; la divinidad lo
acabará todo bien. He enviado vigías y exploradores del ejército, los cuales confío que no harán el
camino inútilmente. Una vez los habré oído, no hay miedo de que sea cogido con engaño.
(Llega un mensajero.)

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MENSAJERO. Eteocles, nobilísimo señor de los cadmeos, vengo del ejército trayendo de allí noticias
ciertas; yo mismo soy testigo de los hechos. Siete guerreros, impetuosos capitanes, degollando un
toro en un escudo negro, y mojando sus manos en la sangre del toro, por Ares, Enio y Terror juraron
o destruir y saquear por la violencia esta ciudad de los cadmeos o, muriendo, empapar esta tierra
con su sangre. Después colgaron con sus manos en el carro de Adrasto recuerdos suyos para sus
padres en las casas, derramando lágrimas; pero ninguna queja había en sus labios, pues su corazón
de hierro, inflamado de valentía, respiraba coraje, como leones con ojos llenos de Ares. Y la prueba
de esto no se retarda por negligencia: los dejé echando suertes a qué puerta cada uno de ellos,
según obtuviera en el sorteo, conduciría sus tropas. Ante esto, coloca como jefes rápidamente a los
mejores guerreros escogidos de la ciudad, en las salidas de las puertas; pues cerca ya el ejército
argivo, con toda su armadura, avanza, levanta polvo y una espuma blanca mancha la llanura con la
baba que sale de los pulmones de los caballos. Tú, como diestro piloto, defiende la ciudad antes de
que se desaten las ráfagas de Ares, pues ya grita la ola terrestre del ejército. Aprovecha para ello
la circunstancia, lo más pronto posible; yo, en adelante, tendré mis ojos fiel vigía de día, y sabiendo
con un relato exacto lo que sucede fuera de las murallas, serás sin daño.
(Se marcha el mensajero.)
ETEOCLES. Oh Zeus, y Tierra, y dioses protectores de la ciudad, y Maldición, Erinis poderosa de un
padre; a esta ciudad, al menos, os ruego, no arranquéis de cuajo, enteramente destruida, presa del
enemigo a ella que vierte el habla de Grecia, ni a los hogares de sus mansiones. No doméis jamás
con los yugos de la esclavitud una tierra libre y una ciudad de Cadmo. Sed nuestra fuerza: creo decir
cosas de interés común; pues una ciudad próspera, honra a sus diosas.
(Sale Eteocles y llega el coro de mujeres tebanas que evolucionan en la orquesta.)
CORO. Clamo temibles, grandes males: el ejército avanza. Dejando el campamento fluyen
numerosos destacamentos de caballería. El polvo que veo subir al éter me lo confirma, mudo, claro,
verídico mensajero. Se ha apoderado de los llanos de mi tierra un ruido de armas, que se acerca,
vuela, ruge, como invencible torrente que golpea la montaña. ¡Ay, ay, dioses y diosas! ¡Alejad el mal
que nos acomete!
Un griterío por encima de las murallas. El ejército de blancos escudos, dispuesto ya, se lanza rápido
contra la ciudad. ¿Quién nos salvará, cuál de los dioses o diosas nos defenderá? ¿Me arrojaré
cabe las estatuas de los dioses? ¡Ay, felices, bien firmes en vuestros santuarios! Es el momento de
abrazarse a las estatuas. ¿Por qué nos demoramos gimientes?
¿Oís o no oís estrépito de escudos? ¿Cuándo, si no ahora, presentaremos súplicas de peplos y
coronas?
Veo ese estrépito: no es el choque de una sola lanza. ¿Qué vas a hacer? , ¿Traicionarás, Ares,
antiguo dios indígena, tu tierra? ¡Demonio de áureo casco, mira, mira la ciudad que un día te fue
tan querida!
Dioses defensores del país, venid todos. Contemplad esta tropa de vírgenes suplicantes que teme
la esclavitud. Alrededor de la ciudad una ola de soldados de ondeante penacho muge, empujada
por los soplos de Ares. Pero tú, ¡oh Zeus, Zeus!, padre que todo lo cumples, aleja para siempre
de enemigos la presa. Pues los argivos están cercando la ciudad de Cadmo, me invade el temor
de sus armas de guerra. Entre las quijadas de caballos los frenos proclaman ya matanza. Siete
distinguidos capitanes del ejército, blandiendo lanzas impetuosas, avanzan hacia las siete puertas,
escogidas a suerte.
¡Oh tú, hija de Zeus, fuerza que ama las batallas, sé nuestra salvadora, Palas! ¡Y tú, jinete soberano,
que gobiernas el ponto con tu ingenio, arpón de peces, Posidón, líbranos de estos temores! ¡Y tú,

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Ares, oh, oh, guarda una ciudad que lleva el nombre de Cadmo, cuídala manifiestamente! Y Cipris,
madre antigua de nuestra raza, protégenos, pues hemos nacido de tu sangre, y a ti nos acercamos
invocándole con súplicas que imploran tu divinidad. Y tú, príncipe matador de lobos, sé un lobo para
la hueste enemiga, vengando mis Sollozos. Y tú, virgen nacida de Leto, prepara bien el arco. ¡Ah, ah!
Oigo estruendo de carros en torno a Tebas. ¡Oh, Hera, Señora! Los cubos de las ruedas rechinaron
bajo el peso de los ejes. ¡Oh Artemis querida! Sacudido por las lanzas, el éter se enfurece. ¿Qué va
a sufrir nuestra ciudad? ¿Qué será de ella? ¿Adónde la llevará finalmente la divinidad?
¡Ah, ah! De lejos alcanza nuestras almenas una lluvia de piedras. ¡Oh querido Apolo! ¡Hay en las
puertas un ruido de escudos broncíneos! Escúchanos, hija de Zeus, que en la batalla decides el
sagrado fin de la guerra. Y tú, reina feliz, Onca, delante de nuestras murallas salva la ciudad de
siete puertas.
¡Oh dioses todopoderosos, dioses y diosas, consumados guardianes de las torres de esta tierra, no
entreguéis nuestra ciudad, oprimida por las lanzas, a un ejército que habla otra lengua! Escuchad,
escuchad justamente, los ruegos de estas vírgenes que alzan hacia vosotros sus manos. ¡Oh
divinidades queridas, que protegéis, salvadores, la ciudad! Mostrad que amáis la ciudad. Pensad
en las ofrendas de un pueblo, y pensando en ello, defendedlo. Guardad el recuerdo de las sagradas
fiestas de la ciudad, generosas en sacrificios.
(Llega Eteocles indignado por los lamentos de las mujeres.)
ETEOCLES. A vosotros pregunto, insoportables criaturas: ¿es esto lo mejor, salvación para la
ciudad y confianza para este ejército encerrado en sus torres, caer sobre las imágenes de los dioses
tebanos, gritar, chillar cosas odiosas a los sabios? Ni en la desgracia ni en la agradable prosperidad
tenga yo que vivir con la gente mujeril. Pues si triunfa es de una audacia intratable, y si se atemoriza,
todavía es un mal peor para la casa y la ciudad. Así ahora, con estas huidas desordenadas por las
calles, habéis extendido vociferando la cobardía exánime. Y acrecentáis con mucho la suerte de
los de fuera, mientras que desde dentro nos destruimos a nosotros mismos. Tales cosas encuentra
uno conviviendo con mujeres. Pero si alguien no obedece sus órdenes, hombre, mujer o el que sea,
se decidirá contra él una sentencia de muerte, y no podrá escapar al destino de morir lapidado por
el pueblo. Al hombre incumbe, no a la mujer, resolver los asuntos de fuera. Quédate en casa y no
hagas daño. ¿Me oíste o no me oíste? ¿O hablo a una sorda?
CORO. ¡Oh querido hijo de Edipo! Tuve miedo al oír el estrépito, el estrépito retumbante de los
carros y el chillido de los cubos que hacen girar las ruedas, y los gobernalles insomnes en la boca
de los caballos, frenos surgidos de la llama.
ETEOCLES. ¿Qué, pues? ¿Acaso el marinero, huyendo de la popa a la proa, encuentra la maniobra
de la salvación, cuando la nave forcejea ante el asalto de la ola marina?
CORO. Yo he venido corriendo a las antiguas estatuas de los dioses, confiando en ellos, cuando el
fragor de un funesto alud se ha precipitado contra nuestras puertas, entonces me levanté de miedo
para suplicar a los Bienaventurados, que extendieran su protección sobre la ciudad.
ETEOCLES. Rogad que las torres nos protejan de la lanza enemiga. ¿Estas cosas no proceden
también de los dioses? Sin embargo, se dice que los dioses de la ciudad tomada, la abandonan.
CORO. Que jamás, mientras yo viva, la abandone esta congregación de dioses, ni vea las calles de
esta ciudad invadida y a la tropa que prende fuego destructor.
ETEOCLES. Mira que invocando a los dioses no resuelvas con daño; pues la obediencia es madre
del triunfo salvador, mujer. Así se dice.
CORO. Sí, pero el poder de los dioses es más grande aún. Muchas veces, en medio de males,
levanta al impotente de su cruel destino, cuando nubarrones se ciernen sobre sus ojos.

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ETEOCLES. Es cosa de hombres ofrecer a los dioses sacrificios y consultas cuando van a hacer
frente a los enemigos; lo tuyo es callar y permanecer en casa.
CORO. Gracias a los dioses vivimos una ciudad libre, y nuestras torres nos defienden de una turba
enemiga. ¿Qué resentimiento divino puede odiar mis cantos?
ETEOCLES. No me sabe mal que honres al linaje de los dioses. Pero para que no vuelvas a los
ciudadanos cobardes, tranquilízame y no me nurbes en exceso.
CORO. Al oír poco ha un confuso estruendo con alarmante temor he llegado a esta ciudadela,
asiento augusto.
ETEOCLES. Ahora, si os llegan nuevas de fallecidos o de heridos, no las recibáis con lamentos.
Pues Ares se alimenta de esto: de sangre de hombres.
CORIFEO. Escucho el relinchar de los caballos.
ETEOCLES. Si lo escuchas, no lo escuches demasiado con claridad.
CORIFEO. La ciudad se lamenta del fondo de su suelo, pues es tamos cercados.
ETEOCLES. Sobre estas cosas es suficiente que yo decida.
CORIFEO. Tengo miedo; aumenta el golpeteo en las puertas.
ETEOCLES. ¡Silencio! ¿No dirás nada de esto en la ciudad?
CORIFEO. ¡Oh pléyade de dioses! ¡No abandonéis las torres!
ETEOCLES. ¡Maldición! ¿No soportarás esto en silencio? CORIFEO. Dioses ciudadanos, que no
me caiga en suerte la esclavitud.
ETEOCLES. ¡Tú sí que me esclavizas a mí y a toda la ciudad!
CORIFEO. ¡Oh Zeus todopoderoso, vuelve tu dardo contra los enemigos!
ETEOCLES. ¡Oh Zeus, qué linaje nos has regalado con las mujeres!
CORIFEO. Miserable, como los hombres, cuando su ciudad es tomada.
ETEOCLES. ¿Hablas todavía de desgracias, tocando las estatuas de los dioses?
CORIFEO. Sí, pues a causa del desaliento el terror me arrebata la lengua.
ETEOCLES. Si me concedieras, te lo ruego, un pequeño favor...
CORIFEO. Puedes decirlo cuanto antes y pronto lo sabré.
ETEOCLES. Calla, desgraciada, no atemorices a los muertos.
CORIFEO. Ya callo: con los otros sufriré la muerte decretada.
ETEOCLES. Te acepto esta palabra en vez de aquéllas. Y además: deja estas estatuas, y pide a
los dioses lo más adecuado: que sean nuestros aliados. Ahora atiende mis plegarias y luego tú, a
modo de peán, lanza el grito sagrado, grito ritual de los helenos al ofrecer un sacrificio, confianza
para los nuestros y terror para los enemigos. Yo, a los dioses protectores del país, a los del campo
y a los guardianes de nuestras plazas, y a las fuentes de Dirce y al agua del Ismene, hago voto, de
que, si todo sale bien y la ciudad se salva, los ciudadanos ensangrentarán con ovejas y toros las
aras de los dioses, en sacrificio de victoria, y yo con los trofeos de los enemigos, conquistados con
la lanza, coronaré las sagradas moradas de los templos. Estas son las súplicas que has de hacer a
los dioses, sin complacerte con los lamentos y en estas exclamaciones tan inútiles como salvajes;
pues con ello no podrás escapar más a tu destino. Yo iré a colocar en las siete salidas de nuestra
muralla a seis guerreros, conmigo como séptimo, remeros poderosos contra el enemigo, antes de
que lleguen veloces mensajeros y rumores precipitados, y arda todo por causa de la necesidad.
(Eteocles entra de nuevo en palacio.)
CORO. Lo quiero, pero por pavor no duerme mi corazón, y, vecinas de mi pecho, las angustias
inflaman mi temor ante esta tropa que rodea las murallas, como a la vista de serpientes de mortal

BLOQUE 5 Reconoces los subgéneros de la dramática 211


connubio una paloma temblorosa teme por el nido de sus pequeños. Unos en masa compacta
avanzan hacia nuestras torres -¿qué será de mí?-, otros sobre los ciudadanos cercados lanzan
agudas piedras. Por todos los medios, dioses hijos de Zeus, salvad al pueblo nacido de Cadmo.
¿Qué tierra mejor que ésta vais a tomar a cambio, si abandonáis a los enemigos esta tierra de
hondas glebas y el agua de Dirce, la más nutricia de cuantas bebidas hace brotar Poseidón que
ciñe la tierra y las hijas de Tetis? De esta forma, oh dioses defensores de esta ciudad, a los de fuera
de las murallas enviadles la cobardía, perdición de los hombres, el extravío, que arroja las armas,
conceded por el contrario, la gloria a estos ciudadanos, y salvadores de Tebas permaneced en
vuestros hermosos santuarios por el agudo gemido de nuestros ruegos.
Sería desgraciado precipitar así al Hades una ciudad tan antigua, presa servil de la lanza, reducida
a frágiles escombros, vergonzosamente destruida por los aqueos según designios divinos; y que
sus mujeres privadas de protectores -¡ay, jóvenes y viejas-, fuesen llevadas como yeguas, por sus
cabelleras, mientras sus vestidos se desgarran. Grita la ciudad vaciándose, y va a la perdición un
botín de profundas voces. Veo venir con temor una pesada carga.
Sería deplorable, antes del rito, hayan de tomar el odioso camino de unas casas que recogen frutos
todavía verdes. ¿Qué diré más? Porque los muertos, lo proclamo, tienen un destino mejor que
éstas. Muchas, cuando una ciudad es conquistada, son sus desgracias. Uno se lleva a otro, le mata;
otros incendian la ciudad y toda ella se mancha de humo. Enloquecido sopla encima, el destructor
del pueblo, el que atropella toda pureza, Ares.
Un ronco estrépito cunde por la ciudad, mientras alrededor se extiende una red de torres. El guerrero
cae bajo la lanza del guerrero. Vagidos ensangrentados, infantiles, resuenan encima de los pechos
nutricios. En todas partes el robo, unido a las persecuciones; el saqueador se encuentra con otro
saqueador, y el que está todavía sin botín llama a otro, queriendo tener un cómplice; nadie codicia
ni menos ni igual. La razón puede conjeturar lo que vendrá después de esto.
Frutos de todas clases esparcidos por el suelo causan dolor y el ojo de las despenseras se llena de
amargura. Abundantes dones de la tierra en confusa mezcla son arrastrados por torrentes inútiles.
Jóvenes cautivas, inexpertas en el sufrimiento, se lamentan al pensar en un lecho prisionero de
un hombre afortunado, de un enemigo poderoso, y no les queda otra esperanza que este final
nocturno, afrenta acumulada a unos dolores lamentabilísimos.
(Llega el mensajero. Eteocles sale del palacio.)
CORIFEO. El espía del ejército, según creo, nos trae, amigas, alguna nueva noticia, moviendo
con diligencia los cubos de los pies que le conducen. También está aquí el propio monarca, hijo
de Edipo, que viene justo a punto para conocer el relato del mensajero. La prisa no deja mover
comedidamente sus pies.
MENSAJERO. Puedo decir, sabiendo bien las cosas de los enemigos, qué suerte ha obtenido cada
uno en la asignación de las puertas. Tideo brama ya junto a la puerta de Preto, pero el adivino no le
deja atravesar la corriente del Ismeno, pues las víctimas no son favorables. Pero Tideo, enloquecido
y ansioso de batalla, grita, como serpiente que silba al sol del mediodía, y lastima al sabio adivino,
hijo de Ecleo, con el insulto de halagar cobardemente al destino y la batalla. Y mientras lanza estos
gritos, agita tres penachos umbrosos, cabellera del casco, y debajo del escudo las campanillas
de bronce hacen resonar el pavor. Y en el mismo escudo lleva un emblema arrogante: un cielo
cincelado resplandeciente de estrellas, y en medio se destaca una luna llena brillante, reina de los
astros, ojo de la noche. En la locura que le infunde este arrogante arnés, vocifera por las márgenes
del Ismeno, mientras aguarda ansioso la llamada de la trompeta. ¿Quién pondrá frente a éste?

212 Colegio de Bachilleres del Estado de Sonora


Literatura 2

¿Quién, cuando caigan los cerrojos, será capaz de defender la puerta de Preto?
ETEOCLES. No hay adorno de guerrero que me atemorice y los emblemas no causan heridas:
penachos y campanillas no muerden sin la lanza. Y esa noche sobre el escudo que describes,
fulgurante de estrellas celestes, quizá para alguien resultará profética esta locura. Pues si la noche
cae sobre sus ojos moribundos, este emblema arrogante tendrá para el que lo lleva una significación
exacta y justa: él contra sí mismo habrá profetizado esta insolencia. Yo pondré enfrente de Tideo,
como defensor de esa puerta, el prudente hijo de Astaco, de noble raza, que venera el trono del
Honor y odia las palabras altisonantes. Opuesto a las acciones vergonzosas, no quiere ser cobarde.
Él procede como descendiente de los hombres sembrados que Ares respetó; es un auténtico hijo
de nuestra tierra, Melanipo. La batalla lo decide Ares con sus dados; pero es en verdad la Justicia
consanguínea quien le envía para que aleje de su madre nutricia la lanza enemiga.
CORO. Que los dioses concedan la victoria a nuestro campeón, pues justamente se lanza a luchar
por la ciudad. Pero tiemblo de ver las muertes sangrientas de aquellos que caerán en defensa de
los suyos.
MENSAJERO. A éste los dioses le concedan la buena estrella que deseas. A Capaneo le ha tocado
en suerte la puerta Electra: otro gigante mayor que el antes citado, un fanfarrón que no piensa como
hombre, y profiere contra las torres amenazas terribles que ojalá el destino no cumpla. Quiéranlo
o no los dioses dice que destruirá la ciudad y ni que descargara la cólera de Zeus sobre la tierra
podría pararle. Los relámpagos y las descargas del rayo los comparó a los calores del mediodía.
Por emblema tiene un hombre desnudo, que lleva fuego, y en sus manos, como armas, arde una
antorcha, y proclama en letras de oro: «Incendiaré la ciudad». Contra este guerrero envía..., pero
¿quién le hará frente? ¿Quién resistirá sin temor a ese hombre arrogante?
ETEOCLES. Esta ganancia engendra otra ganancia. La lengua es un acusador verídico contra
los hombres llenos de vana soberbia. Capaneo amenaza, dispuesto a obrar; despreciando a los
dioses, ejercitando su boca con necia alegría, envía, simple mortal, al cielo resonante, tempestuosas
palabras contra Zeus. Estoy convencido de que con justicia llegará sobre él el rayo que lleva el
fuego, que no se parece en nada a los calores del sol del mediodía. Un varón contra él, a pesar
de su insolente lenguaje, ha sido designado, el valeroso Polifontes, voluntad ardiente, baluarte de
garantía por la benevolencia de Artemis Protectora y de otros dioses. Dime otro guerrero designado
por la suerte para otra puerta.
CORO. Muera el hombre que profiere contra la ciudad tan grandes amenazas; que el dardo del rayo
le detenga antes de que traspase en mi morada y con su lanza soberbia me arrastre fuera de las
alcobas virginales.
MENSAJERO. Te voy a contar ahora, el que ha designado después contra nuestras puertas. Es
Eteoclo, el tercer guerrero, para quien una tercera suerte saltó del casco de bello bronce volcado:
llevar su tropa a la puerta Neísta. Y hace girar en redondo a sus yeguas que relinchan en sus
frontales deseos de haber caído ya sobre la puerta; las muserolas silban un bárbaro sonido, llenas
de resuello de los orgullosos ollares. Su escudo lleva un emblema de no modesta condición: hoplita
sube por una escalera apoyada a una torre enemiga que quiere derribar. También él grita, en una
inscripción, que ni Ares podría arrojarle de los baluartes. Contra ese hombre envía al que sea capaz
de alejar de esta ciudad el yugo de la esclavitud.

ETEOCLES. Enviaría ahora a éste, pero con fortuna ha sido ya enviado uno que tiene en sus
manos la arrogancia, Megareo, semilla de Creonte, del linaje de los guerreros sembrados, que

BLOQUE 5 Reconoces los subgéneros de la dramática 213


no retrocederá de las puertas espantado del ruido de los locos relinchos de caballos, sino que o
muriendo pagará la crianza a esta tierra o apoderándose de los dos guerreros y de la fortaleza del
escudo, adornará con estos despojos la casa paterna. Pasa a los alardes de otro y no me seas
parco de palabras.
CORO. Solicito a los dioses el triunfo para esta parte -¡oh campeón de mi casa!- y para los otros la
derrota. Y así, como con mente alocada profieren contra la ciudad fanfarronadas, del mismo modo
Zeus Vengador lance sobre ellos una mirada enfurecida.
MENSAJERO. Otro, el cuarto, que ocupa la puerta contigua de Atenea Onca, se acerca gritando:
es la figura y la gran talla de Hipomedonte. Al verle blandir una era inmensa -digo el disco de su
escudo-, me estremecí, no puedo expresarme de otro modo. El autor que cinceló esa divisa en
su escudo no era un artista vulgar: Tifón, que lanza de su boca inflamada una negra humareda,
voluble hermana del fuego, y serpientes enlazadas sujetan el reborde extremo del escudo de vientre
cóncavo. Él mismo ha lanzado un alarido, y lleno de Ares delira por el combate como una bacante
y sus ojos infunden miedo. Hay que guardarse bien del empuje de un tal guerrero: pues el terror ya
proclama su arrogancia ante la puerta.
ETEOCLES. Primero Palas Onca, que habita cerca de la ciudad, vecina de esta puerta, odiando
la insolencia de este hombre, lo apartará de la nidada como a serpiente horrible. Luego Hiperbio,
ilustre hijo de Enope, es el varón escogido contra aquél, deseoso de interrogar al destino en el lance
de la necesidad. Es irreprochable en su porte, en su ánimo y en el arreo de las armas. Hermes con
razón los juntó: un enemigo se enfrentará con otro enemigo y dioses enemigos chocarán en sus
escudos. Pues uno tiene a Tifón que exhala fuego, mientras que para Hiperbio está de pie en su
escudo Zeus padre, llameando en sus manos el rayo; y nadie todavía ha visto a Zeus vencido. Tal
está ahora distribuida la amistad de los dioses. Nosotros estamos del lado de los vencedores, ellos
de los derrotados, si es verdad que Zeus en la batalla es más fuerte que Tifón. Es natural que a los
dos contrincantes les suceda lo mismo, y que Hiperbio, de acuerdo con su emblema, encuentre un
salvador en el Zeus de su escudo.
CORO. Estoy convencida de que el que lleva sobre su escudo el cuerpo del demonio sepultado
bajo tierra, odioso enemigo de Zeus, imagen tan aborrecida de los hombres como de los dioses
inmortales, caerá de cabeza ante las puertas.
MENSAJERO. Así ocurra. Ahora voy a referirme al quinto, apostado en la quinta puerta, la de
Bóreas, junto a la tumba de Anfión, hijo de Zeus. Jura por la lanza que empuña, y que en su
presunción venera más que a un dios y por encima de sus ojos, destruir la ciudad de los cadmeos a
despecho de Zeus. Así vocifera este retoño de madre montañesa, hermosa proa, hombre infante: el
bozo acaba de extenderse por sus mejillas y tupida barba brota en su adolescencia. Pero su ánimo
es cruel, en nada acorde con un nombre de virgen, y avanza con ojo feroz, Partenopeo arcadio. Tal
guerrero es un meteco, y quiere pagar a Argos su espléndida crianza; pues parece haber venido
no para traficar con la batalla, sino para hacer honor al trayecto de un largo camino. Con todo, no
sin jactancia se presenta ante nuestras puertas, pues en el escudo de bronce trabajado, baluarte
circular de su cuerpo, agita la afrenta de Tebas, una esfinge carnicera fijada con clavos, brillante
figura repujada y que en sus garras lleva un cadmeo, para que sean lanzados contra este hombre
muchísimos dardos.
ETEOCLES. ¡Ojalá alcancen de los dioses lo que piensan con sus impías jactancias: así perecerán
del todo y miserablemente! También hay para este arcadio del que hablas, un hombre sin jactancia,
pero cuyo brazo sabe actuar: Actor, hermano del antes citado. El cual no permitirá que una lengua

214 Colegio de Bachilleres del Estado de Sonora


Literatura 2

sin obras fluyendo dentro de las puertas haga crecer desgracias ni que se abra paso a través de
las murallas un hombre que lleva la imagen de una odiosísima fiera sobre su enemigo escudo. Su
reproche alcanzará al que lo lleva, cuando se encontrará con un esposo martilleo al pie de la ciudad.
Si los dioses lo quieren, mis palabras serán verdaderas.
CORO. Tus palabras me llegan al fondo del pecho, los bucles de mis cabellos se levantan erizados,
al oír la insolencia de estos arrogantes impíos. ¡Ojalá los odiosos los aniquilen en mi tierra!
MENSAJERO. Voy a decir el sexto, el varón más sabio y, más valiente en el combate, el poderoso
adivino Anflarao. Colocado delante de la puerta Homoloide, llena de improperios al fuerte Tideo:
«Homicida, perturbador de la ciudad, el maestro mayor de los infortunios para Argos, mensajero
de Erinis, ministro de Muerte, consejero de estas desgracias para Adrasto.» Después, dirigiendo
la mirada hacia tu hermano, el fuerte Polinices, elevando los ojos, y al fin partiendo el nombre
en dos, le llama y salen estas palabras de su boca: «¡Ciertamente, tal hazaña es agradable a los
dioses y bella de escuchar y de decir a los descendientes: destruir la ciudad de los padres y los
dioses de la raza, lanzando contra ellos un ejército extranjero! ¿Con qué derecho vas a restañar
la fuente materna? La tierra patria conquistada por tu afán con la lanza, ¿cómo será tu aliada?
Yo, por mi parte, fertilizaré este suelo, adivino sepultado bajo tierra enemiga. Luchemos: no es
deshonroso el destino que espero.» Así habló el adivino, mientras llevaba gravemente su escudo
de macizo bronce. Pero no hay emblema en su escudo: pues no quiere parecer el mejor sino serio,
cosechando surco profundo en su ánimo, del cual brotan nobles designios. Contra éste te aconsejo
que envíes sabios y valientes adversarios. Temible es el que honra a los dioses.
ETEOCLES. ¡Ah, funesto presagio que asoció un hombre justo a los impíos! En toda empresa no
hay nada peor que una mala compañía: el fruto no es bueno para cosecharse. Si un hombre piadoso
se embarca con marineros ardientes para el crimen, perece con la raza de hombres odiosa a los
dioses; o si un justo se une con ciudadanos inhospitalarios que no se acuerdan de los dioses, cae
justamente en la misma red y sucumbe a golpes del látigo común del dios. Así ese adivino, digo
el hijo de Ecico, prudente, justo, valiente, piadoso, gran profeta, mezclado contra su voluntad, a
impíos de boca temeraria, comprometidos en una expedición de difícil regreso, será, si Zeus quiere,
arrastrado en la misma red. Creo que ni siquiera atacará nuestras puertas, no porque carezca
de valor ni por cobardía de ánimo, sino que sabe cómo ha de morir en la batalla, si los oráculos
de Loxias han de llevar su fruto: acostumbra callar o decir lo que conviene. Con todo, contra él
colocaremos a otro guerrero, el fuerte Lástenes, guardián de puerta que odia al extranjero; anciano
por su mente, tiene, en cambio, un cuerpo joven, ojo rápido y mano presta para alcanzar con la
lanza un flanco no protegido junto al escudo. Pero para los mortales el vencer es un don divino.
CORO. Escuchad, dioses, estas justas súplicas, llevarlas a cumplimiento para que se salve la
ciudad; girad los males de la guerra sobre nuestros invasores y que Zeus con su rayo los alcance y
mate fuera de las murallas.
MENSAJERO. Voy a hablarte del séptimo que viene contra la séptima puerta, de tu propio hermano,
y de las desdichas que impreca y pide para la ciudad. Quiere, después de escalar las torres, de ser
proclamado rey del país y de haber prorrumpido con un canto de conquista, encontrarse contigo
y habiéndose dado muerte morir cerca de ti, si deja vivo al que ha agraviado con la expulsión,
castigarle de la misma manera con el destierro. Estas cosas pide el fuerte Polinices, y llama a los
dioses gentilicios de la tierra paterna para que vigilen por el total cumplimiento de sus súplicas. Lleva
un escudo redondo, recién forjado, sobre el cual figura un doble emblema: un hombre cincelado en
oro, vistoso por sus armas, al que conduce una mujer, guía de mente sensata. Pretende ser justicia,

BLOQUE 5 Reconoces los subgéneros de la dramática 215


según dicen las letras: «Restituiré este hombre a la patria y volverá a tener su ciudad y la mansión
de sus padres». Tales son los emblemas de aquellos: nunca podrás reprocharme por mis relatos.
Mas tú sólo decide cómo se ha de pilotar esta ciudad.
(Sale el mensajero.)
ETEOCLES. ¡Oh enloquecido por la divinidad, gran aborrecimiento de los dioses, linaje de Edipo,
el mío digno de toda lágrima! ¡Ay de mí! Ahora se cumplen las maldiciones de un padre. Pero no es
bueno llorar ni quejarse, no sea que se engendre un lamento más agobiante. Para ese hombre tan
bien nombrado, digo, Polinices, pronto sabremos en dónde terminará su emblema: si le devolverán
a su patria unas letras de oro cinceladas que fluyen en su escudo con descarrío de la mente. Si la
virgen, hija de Zeus, Justicia, estuviera presente en sus acciones y sus pensamientos, quizá esto
podría realizarse; pero nunca ni el día que huyó de las tinieblas maternas ni en su crianza, ni al
entrar en la adolescencia, ni cuando la barba le esperaba en su mentón, justicia le ha dicho una
palabra y le creyó digno de ella; ni creo que ahora, cuando maltrata su tierra patria se ponga a su
lado, o sería entonces con razón de r nombre falso, esa justicia aliada a un hombre que a todo se
atreve en su ánimo. Con esta confianza yo mismo iré a su encuentro. ¿Qué otro podría actuar con
más derecho? Príncipe contra príncipe, hermano contra hermano, enemigo contra enemigo, yo le
haré frente. Trae cuanto antes las grebas, protección de la lanza y de las piedras.
CORO. ¡Oh el más querido de los hombres, hijo de Edipo, no seas semejante en cólera al que habla
tan horribles palabras! Bastante es que los cadmeos lleguen a las manos con los argivos: pues
existe purificación para esta sangre. Pero la muerte mutua de dos hermanos es una mancha que
no envejece.
ETEOCLES. Si uno ha de sufrir un mal, que sea sin deshonra; pues es el único provecho entre los
muertos; pero los males con deshonra no podrás celebrarlos.
CORO. ¿Qué deseas, hijo? ¡No te arrastre la ceguera llena de cólera al que habla tan horribles
palabras! Bastante es que los cadmeos lleguen a las manos con los argivos: pues existe purificación
para esta sangre. Pero la muerte mutua de dos hermanos es una mancha que no envejece.
ETEOCLES. Ya que un dios precipita los acontecimientos, que vaya viento en popa hacia la ola del
Cocoto, su lote, todo el linaje de Layo, odioso a Febo.
CORO. Un deseo cruel, roedor en exceso, te impulsa a cumplir una matanza de fruto amargo de
una sangre no lícita.
ETEOCLES. Es que la odiosa, la negra maldición de un padre, se asienta en mis ojos secos, sin
lágrimas, y me dice: «Mejor morir antes que más tarde.»
CORO. Pero tú no te dejes llevar. No te llamarán cobarde si miras por tu vida. La Erinis de negra
égida, ¿no saldrá de esta mansión, cuando los dioses acepten una ofrenda de tus manos?
ETEOCLES. Pero los dioses ya no me protegen, sólo les place la ofrenda de mi muerte. ¿Por qué,
pues, halagar todavía un destino tan funesto?
CORO. Ahora, al menos, cuando está junto a ti. Porque el demonio, con el tiempo, por un cambio de
designio, puede mudar y venir con un soplo más clemente. Pero ahora todavía hierve.
ETEOCLES. Lo han hecho hervir las maldiciones de Edipo. Demasiado verídicas eran las visiones
de sueños fantasmales que repartían la herencia paterna.
CORIFEO. Escucha a las mujeres, por doloroso que te resulte.
ETEOCLES. Podrías decirme algo que sea posible; pero no ha de ser largo.
CORIFEO. No cojas el camino de la séptima puerta.
ETEOCLES. Estoy afilado y no me embotarás con tu palabra.
CORIFEO. Pero la victoria, incluso sin gloria, los dioses la honran.

216 Colegio de Bachilleres del Estado de Sonora


Literatura 2

ETEOCLES. A un soldado no debe gustar esta palabra.


CORIFEO. Pero ¿quieres segar la sangre de tu propio hermano?
ETEOCLES. Tú no podrás sustraerte a los males cuando los dioses los envían.
(Sale Eteocles.)
CORO. Tengo miedo de que la aniquiladora de estirpes, la divinidad tan diferente de las otras
divinidades, la infalible profetisa de desgracias, la Erinis invocada por un padre, dé cumplimiento a
las irritadas imprecaciones de Edipo en el extravío de su mente, esta discordia, funesta a sus hijos,
la empuja.
Un extranjero reparte las suertes: un cálibo emigrado de Escitia, amargo distribuidor de patrimonios,
el hierro de corazón cruel, echando suertes, ha decidido que ocupen tanta tierra cuanta poseen los
muertos, sin parte en las vastas llanuras.
Cuando mueran asesinados, destrozados por sí mismos, y el poder de la tierra haya bebido la
cuajada negra sangre de ese crimen, ¿quién podría ofrecer purificaciones, quién los lavará? ¡Oh
nuevos dolores de la casa mezclados con antiguas Desgracias!
Hablo de la falta antigua, pronto castigada -pero que permanece hasta esta tercera generación-
cuando Layo, rebelde a Apolo, que por tres veces en su oráculo profético, ombligo del mundo, le
había declarado que muriera sin hijos si quería salvar a Tebas.
Pero él, vencido por un dulce extravío, engendró su propia muerte, el parricida Edipo, quien
sembrando el sagrado campo de su madre, donde se había criado, se atrevió a plantar una raíz
sangrienta: un delirio juntó a los esposos insensatos.
Como un mar de males lanza sus olas contra nosotros, si una cae, levanta otra de triple garra, que
brama en torno a la popa de la ciudad. En medio se extiende la defensa de un escaso espesor de
muralla, y temo que con los reyes sucumba nuestra ciudad.
Porque se cumplen los dolorosos desenlaces de antiguas imprecaciones. La perdición no alcanza a
los pobres; pero la prosperidad en exceso, acumulada por hombres afanosos, obliga a arrojar carga
de lo alto de la popa.
¿A quién admiraron tanto los dioses, los ciudadanos de Tebas y los hombres todos que alimenta la
tierra, como honraron a Edipo cuando quitó de este país al monstruo ladrón de hombres?
Pero después que el mísero conoció su desgraciada boda, atormentado por el dolor, en el delirio
de su corazón, realizó un doble mal: con mano parricida se privó de sus ojos más queridos que sus
hijos; y contra sus propios hijos, indignado por el mezquino sustento, lanzó, ¡ay, ay!, maldiciones
de amarga lengua, y que un día empujando el hierro se partirían la hacienda. Y ahora temo que las
cumpla la Erinis de pies rápidos.
(Llega un mensajero.)
MENSAJERO. Tened confianza, hijas criadas por vuestras madres. La ciudad ha escapado del yugo
de la esclavitud; han caído al suelo las baladronadas de aquellos hombres arrogantes, y la ciudad
en la calma y en los numerosos embates de las olas, no ha hecho agua. Sus murallas la protegen y
cubrimos las puertas con campeones capaces de defenderlas en combate singular. La mayor parte
de las cosas van bien en las seis puertas; pero en la séptima, el augusto señor del siete, el soberano
Apolo, la eligió para sí, cumpliendo sobre la raza de Edipo los antiguos extravíos de Layo.
CORIFEO. Pero ¿qué suceso nuevo todavía le ha ocurrido a la ciudad?
MENSAJERO. La ciudad se ha salvado, pero los reyes de una misma siembra...
CORIFEO. ¿Quiénes? ¿Qué dices? Enloquezco por miedo a tu palabra.
MENSAJERO. Cálmate ahora, escucha: los hijos de Edipo...

BLOQUE 5 Reconoces los subgéneros de la dramática 217


CORIFEO. ¡Ay desgraciada de mí! Soy adivina de estos males.
MENSAJERO. Sin duda alguna, ambos caídos en el polvo...
CORIFEO. ¿Yacen allí? Por cruel que sea, dímelo.
MENSAJERO. Han muerto los varones, derribados por sus propias manos.
CORIFEO. Así se quitaron la vida con fraternas manos.
MENSAJERO. La tierra ha bebido su sangre en la mutua matanza.
CORIFEO. Así el demonio les dio a ambos igual destino: la ciudad ha vencido, pero sus príncipes,
sus dos caudillos, se han repartido todo su patrimonio con el hierro escita forjado a martillo. Poseerán
la tierra que reciban por tumba, arrastrados por las imprecaciones malhadadas de un padre.
(El mensajero sale.)
CORO. ¡Oh gran Zeus y dioses protectores de la ciudad que os habéis dignado salvar las murallas
de Cadmo! ¿Me alegro y lanzo el grito de, júbilo en honor del Salvador que ha conservado la
ciudad? ¿O lloro a sus capitanes deplorables y desgraciados, privados de hijos, que justificando con
razón su nombre «de muchas querellas», perecieron con propósito impío?
¡Qué negra y fatal maldición de la raza de Edipo! Un frío cruel me atenaza el corazón. Entono,
cual bacante, para mi tumba una canción, al oír que cuerpos ensangrentados han miserablemente
perecido. Es de mal agüero este acorde de la lanza.
Se realizó sin titubeo la maldición salida de la boca paterna: las resoluciones indóciles de Layo han
continuado hasta el fin. Una angustia rodea la ciudad: los oráculos no se embotan. ¡Ay, desgraciados
príncipes! Habéis conseguido una obra increíble. Han llegado penas aflictivas y no de palabra.
(Se va aproximando el cortejo fúnebre con los cuerpos de Eteocles y Polinices. Sus hermanas
Antígona e Ismena asisten también a la ceremonia.)
Es evidente por sí mismo, a la vista está el relato del mensajero: doble angustia, doble el dolor de
estas muertes mutuas, doble lote de sufrimientos consumados. ¿Qué decir? ¿Qué otra cosa que
dolores sobre dolores se asientan en esta casa? Arriba, amigas, con el viento de los lamentos,
acompañad, golpeando con las manos la cabeza, el ritmo de los remos que siempre a través del
Aqueronte hacen cruzar la barca peregrina de negras velas hasta la orilla no pisada por Apolo,
privada de sol, hacia la tierra sombría, que a todos acoge.
Pero, aquí estén para un deber amargo, Antígona e Ismena, para el lamento por sus dos hermanas.
No hay duda, creo, que de sus bellos pechos, de pliegues profundos, lanzarán un digno dolor.
Es justo que, antes que otra voz, nosotras hagamos resonar el lúgubre himno de Erinis, y luego
cantemos el odioso peán de Hades.
¡Ay, las más infortunadas de cuantas mujeres ciñen sus vestidos con un cinturón! Lloro, suspiro y no
disimulo los gritos agudos que como es justo salen de mi corazón!
(El coro se divide en dos semicoros que se contestan.)
¡Oh, oh, insensatos, incrédulos a vuestras amigas, insaciables de males, que habéis tomado,
míseros, la casa paterna por la fuerza!
Míseros, sí, pues encontraron una miserable muerte con afrenta de su casa.
¡Oh, oh, habéis hollado los muros de vuestra casa y, después de haber visto una amarga realeza,
estáis ahora reconciliados con el hierro!
Así la augusta Erinis ha cumplido muy verídicamente la maldición del padre Edipo.
Heridos en el siniestro lado, sí, heridos en los costados nacidos de unas mismas entrañas, golpe
por golpe dentro de su corazón. ¡Ay, ay, infortunados! ¡Ay, ay, maldiciones que han causado mutuas
muertes!

218 Colegio de Bachilleres del Estado de Sonora


Literatura 2

Han atravesado con sus golpes de lado a lado la casa y sus cuerpos con increíble ira, y por el hado
de discordia nacido de la imprecación paterna.
Recorre la ciudad un gemido, gimen las murallas, gime el suelo que ama a los varones. Para los
venideros quedan estos bienes, por los cuales vino, para los malhadados, la querella y su fatal
desenlace.
Se repartieron, insaciables, el patrimonio, y recibieron igual parte. Pero el mediador no está sin
reproche para los amigos: Ares no es condescendiente.
Heridos por el hierro, así ambos yacen, heridos por el hierro les espera -quizá alguien diga: ¿qué?-
su parte en la tumba paterna.
El lamento de su casa les acompaña, resonante, lacerante, que gime y llora por sí mismo, desolado,
no amigo de la dicha, que vierte lágrimas Sin cesar de un corazón que se consume en el llanto por
estos dos príncipes.
Puede decirse de estos desgraciados que mucho han hecho por los ciudadanos, y que en la lucha
han destrozado las filas de todos los extranjeros.
Infortunada la que los dio a luz, más que todas las mujeres que son llamadas madres. De un hijo
que había tomado por esposo los concibió; y así han perecido ambos por manos fratricidas surgidas
de una misma semilla.
De la misma semilla, sí, en completa ruina, a causa de una partición sin amor, en una loca disputa,
que ha puesto fin a la querella.
Ha cesado el odio, y sobre el suelo ensangrentado sus vidas se mezclan. En verdad son de una
misma sangre. Cruel es el árbitro de su discordia, el extranjero del Ponto, el hierro afilado salido de
la fragua; y cruel el malvado partidor de riquezas.
Ares, que ha hecho cierta la maldición paterna.
Ya tienen, míseros, la parte que les corresponde de los sufrimientos que los dioses envían. Debajo
de sus cuerpos habrá una insondable riqueza de tierra.
¡Oh cuántas penas habéis hecho brotar sobre vuestra raza! Al fin las Maldiciones han lanzado el
canto agudo del triunfo, después de haber emprendido la raza la huida en una total derrota. Un
trofeo de Ate se ha levantado en la puerta en la que se batieron, y vencedor de ambos, descansa
cl demonio.
(El cortejo fúnebre se pone en marcha.)
ANTIGONA. (Dirigiéndose a Polinices.) Herido, heriste.
ISMENA. (Dirigiéndose a Eteocles.) Tú has muerto habiendo matado.
ANTIGONA. Con lanza mataste.
ISMENA. Con lanza moriste.
ANTIGONA. Desgracias causaste.
ISMENA. Desgracias sufriste.
ANTIGONA. Salid lágrimas.
ISMENA. Salid lamentos.
ANTIGONA. Yaces delante nuestro.
ISMENA. ¡Ay!
ANTIGONA. Mi alma enloquece de gemidos.
ISMENA. En un pecho gime el corazón.
ANTIGONA. ¡Oh tú, digno de todas las lágrimas!
ISMENA. ¡Y tú, también, en todo desgraciado!

BLOQUE 5 Reconoces los subgéneros de la dramática 219


ANTIGONA. Has muerto a manos de un hermano.
ISMENA. Y has matado a un hermano.
ANTIGONA. Doble es de decir.
ISMENA. Y doble de ver.
ANTIGONA. En los dolores, unos cerca de los otros.
ISMENA. Y los hermanos junto a los hermanos.
CORO. ¡Oh, Parca, funesta distribuidora de pesares! ¡Sombra augusta de Edipo! ¡Negra Erinis,
cuán poderosa eres!
ANTIGONA. ¡Ay!
ISMENA. ¡Ay!
ANTIGONA. Sufrimientos lamentables de contemplar...
ISMENA. ...me mostraste al volver del destierro.
ANTIGONA. Tan pronto llegó, mató.
ISMENA. Se había salvado y expiró.
ANTIGONA. Sí, perdió la vida.
ISMENA. Y la quitó a éste.
ANTIGONA. Deplorable de decir.
ISMENA. Deplorable de ver.
ANTIGONA. Doble penar de igual nombre.
ISMENA. Doble llorar, por triple dolor.
CORIFEO. ¡Oh Parca, funesta distribuidora de pesares! ¡Sombra augusta de Edipo! ¡Negra Erinis,
cuán poderosa eres!
ANTIGONA. Tú la conoces por haberla experimentado.
ISMENA. Y tú no has tardado en conocerla.
ANTIGONA. Cuando regresaste a la ciudad.
ISMENA. Y enfrentaste tu lanza a la de éste.
ANTIGONA. ¡Mísera raza!
ISMENA. ¡Afligida de miserias!
ANTIGONA. ¡Ay, pena!
ISMENA. ¡Ay, desgracias!
ANTIGONA. Para la casa y el país.
ISMENA. Y ante todo para mí.
ANTIGONA. ¡Ay, ay, soberano de lamentos y miserias!
ISMENA. ¡Ay, de todo el más digno de compasión!
ANTIGONA E ISMENA. ¡Ay, poseídos de Ate!
ANTIGONA. ¡Ay, ay! ¿En qué lugar de la tierra les daremos sepultura?
ISMENA. ¡Ay! Donde sea más grande el honor.
ANTIGONA E ISMENA. ¡Ay, ay! Su desventura reposará al lado de su padre.
(El cortejo sale muy despacio de la orquesta. Llega un mensajero.)
MENSAJERO. Debo pregonar las decisiones tomadas por los magistrados populares de esta
ciudad cadmea. A Eteocles, que aquí veis, han acordado a causa de su amor al país, sepultarlo en
amorosa fosa de tierra; pues odiando al enemigo ha preferido la muerte en su ciudad, y siendo puro
y sin reproche hacia los templos de nuestros padres, ha muerto donde es hermoso morir para los

220 Colegio de Bachilleres del Estado de Sonora


Literatura 2

jóvenes. Así se me ha ordenado hablar acerca de éste. En cuanto al otro cadáver, el de su hermano
Polinices, han resuelto que sea arrojado fuera, sin sepultura, presa para los sabuesos, pues habría
sido el devastador del país de los cadmeos, si un dios no hubiera obstaculizado su lanza. Incluso
muerto, conservará la mancha de su falta contra los dioses ancestrales, a los que ha ofendido
lanzando contra Tebas un ejército extranjero para tomarla. Se ha decidido, pues, que reciba su
castigo siendo enterrado ignominiosamente por las aves aladas, y que nadie le acompañe para
apilar su tumba, ni le honre con cantos agudos de lamentos; y que sea privado del honor del cortejo
fúnebre de los suyos. Tal es lo que ha decretado el nuevo poder de los cadmeos.
ANTIGONA. Pero yo digo a los gobernantes cadmeos: si nadie quiere ayudarme a sepultar a éste,
yo lo sepultaré y asumiré el peligro de enterrar a mi hermano, sin avergonzarme de ser desobediente
y rebelde para con la ciudad. Es terrible la común entraña de que nacimos, hijos de una madre
desgraciada y de un padre mísero. Así, alma mía, participa de manera voluntaria de los males con
el que ya no tiene voluntad, siendo viva para el que está muerto con corazón fraterno. Su carne, no,
los hambrientos lobos no la devorarán; que nadie lo piense. Pues un sepulcro y un enterramiento yo,
aunque soy mujer, se los proporcionaré, llevándole en los pliegues de mi peplo de lino. Y yo sola lo
cubriré. Que nadie piense lo contrario. Algún expediente eficaz ayudará a mi audacia.
MENSAJERO. Te prevengo que no hagas esta afrenta a la ciudad.
ANTIGONA. Te prevengo que no me hagas discursos inútiles.
MENSAJERO. Sin embargo, es duro un pueblo que ha escapado de un desastre.
ANTIGONA. Tan duro como quieras, pero éste no quedará sin sepultar.
MENSAJERO. ¿Al que odia la ciudad, tú le honrarás con una sepultura?
ANTIGONA. ¿Los dioses no le han concedido ya su parte de honor?
MENSAJERO. Sí, hasta el día en que ha arrojado el peligro a este país.
ANTIGONA. Ha sufrido males y con males ha contestado.
MENSAJERO. Pues su lucha ha sido contra todos, en vez de contra uno.
ANTIGONA. La Discordia es la diosa que tiene la última palabra. Yo le enterraré: no hables más.
MENSAJERO. Tú, obra por propia voluntad; yo te lo prohíbo.
CORIFEO. ¡Ay, ay! ¡Oh altaneras, destructoras de las familias, Erinis de la Muerte, que habéis
aniquilado de raíz el linaje de Edipo! ¿Qué sufriré? ¿Qué haré? ¿Qué decidiré? ¿Cómo tendré valor
para no llorarte ni acompañarte hasta la tumba?
Pero siento espanto y desisto por miedo a estos ciudadanos. Tú, al menos, tendrás muchos que
por ti se afligirán; pero aquél, infortunado, se irá sin lamentos y sólo tendrá por canto fúnebre las
lágrimas de una hermana. ¿Quién podría creerlo?
PRIMER SEMICORO. (Con Antígona.) Que la ciudad castigue o no castigue a los que lloran a
Polinices, nosotras iremos y con Antígona le acompañaremos y enterraremos. Este duelo es común
a toda la raza, y la ciudad alaba ya esto, ya aquello como justo.
SEGUNDO SEMICORO. (Con Ismena.) Y nosotras iremos con éste, como la ciudad y lo justo a la
vez lo alaban, porque, después de los Felices y del poder de Zeus, éste es el que salvó la ciudad de
los cadmeos para que no volcara y fuera del todo sumergida por la ola de los bárbaros.

BLOQUE 5 Reconoces los subgéneros de la dramática 221


1.- ¿En qué lugar se desarrolla la obra?
________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________

2.- ¿A quiénes hace referencia con los siete contra Tebas?


________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________

3.- ¿Cuál es el contenido de la obra?


________________________________________________________________________________
_______________________________________________________________________________

4.- Escribe el argumento.


________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________

5.- Clasifica a los personajes.


______________________________________________________________________________
______________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________

Cierre

ACTIVIDAD 4 Elabora un mapa mental con la información del origen y los elementos de
SD1-B5 la tragedia.

222 Colegio de Bachilleres del Estado de Sonora


Literatura 2

Inicio Secuencia didáctica 2


RECONOCE EL ORIGEN Y DESARROLLO DE LA COMEDIA Y EL DRAMA.

EVALUACIÓN DIAGNÓSTICA

Contesta las siguientes preguntas:


1.- ¿Qué es para ti lo cómico?

2.- Enseguida se presenta una lista de palabras, escribe dentro del cuadro una en aquellas que
tengan relación con lo cómico:
Maldad Sumisión Simpático Enojo Gracioso
Felicidad Desgracia Humorismo Parodia Juguetón
Optimismo Burlón Irritación Llanto Risa
Enredo Bromista Pesimismo Dolor Muerte
Divertido Agradable Tisteza Desventura Alegría

3.- Escribe cinco situaciones que te han hecho reír.

4.- Escribe cinco situaciones que te hacen ser feliz.

5.- Cuando has visto en la televisión o en el teatro una obra cómica ¿por qué la reconoces como tal?

BLOQUE 5 Reconoces los subgéneros de la dramática 223


ACTIVIDAD 1 Veamos los siguientes videos de Youtube para tener un acercamiento al
SD2-B5 origen de la comedia y luego resuelve la siguiente sopa de letras.
https://www.youtube.com/watch?v=XMiJ-Ae4oSs
https://www.youtube.com/watch?v=7MdZKJDpByU
D S A X C V B Y T U I J L Ñ B S C G V M Q
X I C D I S C O L O S M E Z E E K R S C B
C X O N H J K L A W Q R N L W Q S E D B V
G T R N M S A Z X C V B E T Y H B C S X B
M C F E I V Z X P W S T A A Q M N I I O M
S A C U M O Ñ U A S O Z S X C A M A W G K
C A J E T A S R A S Q R B F H J K L Ñ F M
Q S D F G J A I I E L E S A S T R Q U A M
Z I G N O M A R O T U N S D F V X N Ñ L S
A L E G R I A B U R L A D I V E R S I O N
F E R L I O S A R T N H J K J M I A E F S
R A S T R O P N Y K J A D S Q W R T O O Y
A V I S P A S R A N A S N U B E S A S R M
Q W E R T Y U I O P A S D F G H J K L I Ñ
P A R O D I A S M I T O L O G I C A S A N
Z X C V B N M A S D F G H J K L Ñ Q W S J
E R T Y U O P L K J H G F D S A Z X C B G
F G H K L I S I S T R A T A V F E N R T S
M K I L P O F D Q E R T Y U O G F D S A D
C O R O A S D F G T N K P A R A B A S I S
1.- Origen de la comedia ______________________
2.- ¿A qué divinidad estaba destinada comedia? ______________________
3.- Son tres motivos de la comedia ______________________
4.- Procesiones burlescas con el falo ______________________
5.- Fiestas en honor a Dionisio ______________________
6.- Momento en que los actores hacen un alto en la acción ______________________
7.- De estas maneras se caracterizaban los personajes ______________________
8.- Autor de sátira con carga social y político ______________________
9.- Obra de Aristófanes ______________________
10.- Autor de la comedia nueva ______________________
11.- Título de la obra de Menandro ______________________
12.- Grupo de personas que entonaban los cantos al inicio ______________________
13.- Autor de la comedia antigua que crítica el contexto filosófico,
Político y económico ______________________

224 Colegio de Bachilleres del Estado de Sonora


Literatura 2

Desarrollo

LA COMEDIA

La comedia es, junto con la tragedia,


uno de los dos grandes subgéneros
dramáticos. Se puede decir que representa
su contracara: si la tragedia es seria y
solemne, la comedia es alegre y jocosa;
si la tragedia es grandiosa e imponente,
la comedia es rastrera y terrenal; si la
tragedia se desarrolla en palacios y
templos, la comedia se desplaza a los
espacios públicos de la calle y la plaza; si
la tragedia es culta, la comedia es popular;
si la tragedia imita a los hombres ejemplares, la comedia imita a los inferiores
pero, según Aristóteles, solamente en su aspecto risible, ese defecto o fealdad
que no causa dolor ni ruina. Esto nos remite a un optimismo fundamental que
hace que, a diferencia de las tragedias, las comedias tengan siempre un final
ridículo pero feliz con los personajes aleccionados.

Virgilio Ariel Rivera proporciona un ejemplo ilustrativo de las diferencias entre


estos dos géneros, en su forma de manejar una misma situación (una pareja en
que los dos se aman y uno, de pronto, traiciona ese amor):

1) En la tragedia, el personaje planea cualquier tipo de venganza: mata –física


o moralmente- a su rival, al traidor o a ambos. Se suicida o mata a los hijos de
ambos (Medea).

2) En la comedia, en cambio, el personaje descubre a su pareja ante la traición:


la obliga a sentirse avergonzada, la hace humillarse y pedir perdón; la pone en
ridículo y, finalmente, la perdona (El huevo de Pascua).

El propósito de la comedia es divertir, por tanto, predominan en ella la burla y la


sátira. Los personajes ridículos son sus personajes ideales: como en un espejo
deformante, la sociedad veía en ellos, de forma festiva, sus propios defectos y
vicios.

Como la tragedia, la comedia se derivó también del ritual. Según Aristóteles,


la comedia nació en los ritos que celebraban los misterios de la fertilidad y
la procreación, que se mezclaban con alegres mojigangas que respondían al
espíritu burlón y gozador del pueblo heleno. En estos cortejos, los aldeanos,
semi embriagados y montados en carros, entablaban diálogos groseros con los
espectadores.

BLOQUE 5 Reconoces los subgéneros de la dramática 225


Como la tragedia, la comedia también vivió una evolución y un tránsito, en
este caso desde los cantos yámbicos. Aristóteles señala a Epicarmo de Sicilia
y a Formio de Megara (ambos del s. V a.C.) como los primeros en construir
tramas en la comedia, y entre los atenienses señala a Crates como el primero
en empezar a componer argumentos de trama general, es decir, distintos de
aquellos solicitados por el ritual.

ESTRUCTURA DE LA COMEDIA ANTIGUA

Las partes que componen la comedia antigua recuerdan bastante a las de la


tragedia:

Prólogo.- diálogo inicial en que se expone la situación.


Párodos.- entrada del coro.
Agón.- lucha o disputa de los adversarios (de allí vienen voces como
protagonista o antagonista)
Parábasis.- el poeta comunica, mediante el coro, sus ideas a los espectadores;
comprendía
1) Una introducción en anapestos
2) Un discurso al público
3) Himnos y befas dirigidos a los espectadores
Éxodo.- retiro alegre, con canto y danza, del coro.

La comedia es como el hermano juguetón, y


a veces menospreciado, de la tragedia. Los
diversos estadios por los que pasó la tragedia
son de todos conocidos, pero no sucede lo mismo
con la comedia: su desenvolvimiento se pierde
en el tiempo. Los primeros poetas cómicos no
son tan recordados como los primeros trágicos
y de sus obras se conservan solamente fragmentos. En cuanto al coro, a
diferencia del de las tragedias, se requería de voluntarios para conformar el
de las comedias; sólo tardíamente los proporcionó el arconte. En la comedia
los coreutas (generalmente veinticuatro) no calzaban, como el coro trágico, los
altos zapatos llamados coturnos y solían aparecer disfrazados de acuerdo al
tema y los requerimientos de la obra: de ranas, de aves, de avispas, de mujeres,
etc. Tenían, además, una interacción importante con los espectadores; para la
comedia antigua no existe división entre el espectáculo y el público. A través del
coro el poeta se dirige a los concurrentes para comunicar cuestiones temáticas
y estructurales relativas a la propia comedia (En Las avispas el coro explica por
qué está caracterizado en la figura de estos insectos). El teatro del siglo XX,
en particular el teatro épico, se inspirará en este rasgo interactivo y metateatral
para provocar el efecto de distanciamiento que pretendía el dramaturgo.

226 Colegio de Bachilleres del Estado de Sonora


Literatura 2

A pesar de su subordinación jerárquica frente a su hermana seria, la tragedia,


esta complicidad con los espectadores dotó a la comedia de un poder especial
que podía afectar la imagen de los personajes públicos, fueran estos políticos,
filósofos o incluso otros dramaturgos. La comedia antigua en particular
se caracterizó por su sátira implacable, ya que el personaje aludido solía
aparecer citado por su propio nombre, práctica que desapareció en etapas
posteriores de la comedia. Sócrates mismo aparece caracterizado en Las
Nubes de Aristófanes, el más importante comediógrafo del siglo de Pericles,
contemporáneo de Sófocles y Eurípides, de quien se conservan once obras.
Entre las víctimas de su pluma mordaz se cuentan también el político Cleón
(Los Caballeros) y el último de los grandes trágicos, Eurípides, a quien ridiculiza,
junto con otros dramaturgos de su época, (Iofón, Frínico, Lucis, Amipsias, entre
muchos otros) en Las ranas, obra que se representó en las Leneas en el 405
a. C., obteniendo el primer premio. En esta obra se reflexiona, a partir de una
discusión de orden moral y literario entre Esquilo y Eurípides, sobre los cambios
que sufrió la tragedia desde el primero hasta el último de los tres grandes
trágicos. Ni los mismos dioses escapan a las burlas de los comediógrafos. En
Las ranas Dioniso aparece caracterizado como cobarde, abusivo y fanfarrón, y
Heracles, al igual que en Las aves sobresale como glotón, como se aprecia en
el siguiente fragmento, en el que el esclavo Jantias aparece como mucho más
valiente y listo que el dios tutelar de la dramaturgia:

BACO
Ea, si eres tan valiente y animoso, haz mi papel, y puesto que nada te hace
temblar toma la clava y la piel de león; yo a mi vez llevaré el hato.

JANTIAS
Venga al momento; es necesario obedecer. Contempla a Heracles-Jantias, y
mira si soy un cobarde y si me parezco a ti.

BACO
A mí en nada; eres el vivo retrato del bribón
melitense1 . Ea, voy a cargarme el equipaje.

UNA CRIADA
¿Eres tú, querido Heracles? Entra, entra.
En cuanto la diosa2 ha sabido tu venida ha
mandado amasar pan, cocer dos o tres ollas
de legumbres y puches, asar un buey entero, y
preparar tortas y pasteles3 ; vamos, entra.

1
Melito era un demo del Ática donde había un magnífico templo de Heracles. El bribón melitense
es Heracles representado por Jantias.
2
Perséfona.
3
Lit., colabas, pasteles llamados así porque se les daba la forma de una clavija de templar la lira.

BLOQUE 5 Reconoces los subgéneros de la dramática 227


JANTIAS
Gracias. Es mucho honor.

LA CRIADA
¡Ah, por Apolo! No te dejaré marchar. Ha cocido aves; ha frito deliciosas
confituras y preparado un vino exquisito. Vamos, entra conmigo.

JANTIAS
Mil gracias.

LA CRIADA
¿Estás loco? No te he de soltar. Tiene también a tu disposición una bellísima
tañedora de flauta y dos o tres bailarinas.

JANTIAS
¿Qué dices? ¿Bailarinas?

LA CRIADA
En la flor de la juventud, y recién salidas del tocador. Fero entra; el cocinero iba
ya a sacar del fuego los peces, y a llevarlos a la mesa.

JANTIAS
Sea; vete a decir a esas bailarinas que entro al instante. Tú, muchacho, sígueme
con el hato al hombro.

BACO
¡Eh, tú, alto! Sin duda has tomado en serio el papel de Heracles que yo te he
dado en broma. Basta de sandeces, Jantias; vuelve a cargarte el hato.

JANTIAS
¿Qué es esto? Creo que no pensarás quitarme lo que me has dado.

BACO
Es más: lo hago, y al momento. ¡Pronto! Venga esa piel.

JANTIAS
Pongo a los dioses por testigos y les encomiendo mi venganza.

BACO
¿A qué dioses? ¿Habrá necedad e insensatez como la tuya? ¡Un esclavo, un
mortal querer pasar por hijo de Alcmena!

JANTIAS
¡Bien! ¡Bien! Toma tu traje. Quizá me necesites algún día, si Dios quiere.

228 Colegio de Bachilleres del Estado de Sonora


Literatura 2

CORO
Todo hombre cuerdo, sensato y experimentado sabe buscar el costado de
la nave que se sumerge menos, en vez de estarse como una figura pintada,
siempre en la misma actitud; pero sólo un hombre hábil, como Terámenes4 ,
sabe cambiar a medida de su conveniencia.

BACO
¿No sería ridículo ver a Jantias, a un esclavo, tendido sobre tapices de Mileto,
acariciar a una bailarina y pedirme el orinal, mientras yo le miraba rascándome,
expuesto a que ese bribón me saltase de un puñetazo los dientes de delante?

TABERNERA PRIMERA
¡Platana! ¡Platana!5 Ven acá. Ése es aquel canalla que entró un día en nuestra
taberna y se nos comió dieciséis panes.

TABERNERA SEGUNDA
Justamente. El mismo.

JANTIAS
Esto va mal para alguno.

TABERNERA PRIMERA
Y además veinte tajadas de carne cocida, de a medio óbolo cada una.

JANTIAS
Alguno lo va a pagar.

TABERNERA PRIMERA
Y ajos sin cuento.

BACO
Tú deliras, mujer; no sabes lo que te dices.

TABERNERA PRIMERA
¿Creías que no te iba a conocer porque te has puesto coturnos6? Pues aún no
he dicho nada de aquella enormidad de pescados.

TABERNERA SEGUNDA
Ni de aquel queso fresco que se me tragó ¡pobre de mí! con cesto y todo; y
cuando le exigí el pago me lanzó una mirada feroz y empezó a mugir.

4
Uno de los treinta tiranos, famoso por su versatilidad. Para caracterizar su habilidad en los
cambios políticos, le llamaron coturno, calzado que por ser muy holgado servía para todos los
pies. Cuando se representaron Las ranas, estaba en el apogeo de su poder pero después fue
condenado a la pena capital y ejecutado por la acusación de Cricias, otro de los treinta.
5
Nombre de la tabernera segunda.
6
El coturno era el calzado de Baco, y no el de Heracles.

BLOQUE 5 Reconoces los subgéneros de la dramática 229


JANTIAS
Ésas son cosas suyas; en todas partes hace lo mismo.

TABERNERA SEGUNDA
Y desenvainó su espada como un energúmeno.

TABERNERA PRIMERA
¡Ay! sí.

TABERNERA SEGUNDA
Nosotras espantadas nos subimos de un salto al sobradillo, y él se escapó
llevándosenos las cestas.

JANTIAS
Eso es muy propio de él. Pero no debías de haberlo dejado así.

TABERNERA PRIMERA
Anda, llama a Cleón, nuestro protector.

TABERNERA SEGUNDA
Y tú trata de hallar a Hipérbole7 , para que nos las pague todas juntas ese
bribón.

TABERNERA PRIMERA
¡Maldito gaznate! ¡Mi mayor placer sería majarte con un canto esas muelas con
que devoraste mis provisiones.

TABERNERA SEGUNDA
Yo quisiera arrojarte al Báratro8 .

TABERNERA PRIMERA
Y yo segarte con una hoz esa condenada garganta, por donde pasaron mis
ricos tripacallos. Voy en busca de Cleón para que te cite hoy mismo a juicio y
desenrede este embrollo.
(Vanse.)

BACO
Que me muera si no es verdad que quiero a Jantias como a las niñas de mis
ojos.

7
Cleón e Hipérbole habían muerto, y Aristófanes les conserva en el infierno el mismo carácter y
aficiones que en vida.
8
Precipicio al cual eran arrojados los criminales.

230 Colegio de Bachilleres del Estado de Sonora


Literatura 2

JANTIAS
Te veo, te veo. Te excusas de hablar más. No quiero hacer de Heracles.

BACO
¡Oh, no digas eso, Jantias mío!

JANTIAS
¿Pero cómo he de poder pasar por el hijo de Alcmena, yo, un esclavo, un
mortal?

BACO
Vamos, ya sé que estás enfadado y no te falta razón: aunque me pegases no
te replicaría. Mira, si en adelante vuelvo a quitarte estos atavíos, haga el cielo
que seamos exterminados yo, mi mujer, mis hijos, toda mi casta, y el legañoso
Arquedemo.

JANTIAS
Recibo tu juramento, y acepto el papel de Heracles con esa condición.

CORO
Ahora, después de haber vestido de nuevo tu traje de Heracles, tienes que
aparentar juveniles bríos y lanzar torvas miradas a ejemplo del dios que
representas; pues si representas mal tu papel y te muestras flojo o cobarde,
volverás a cargar con el hato.

JANTIAS
Os agradezco el consejo, amigos míos; pero eso ya lo tenía yo pensado. Si la
cosa va bien, ya veréis cómo quiere volver a desnudarme; lo tengo previsto;
sin embargo, no por eso dejaré de manifestarme fuerte y arrogante, y de mirar
con el gesto avinagrado del que mastica orégano. Llegó a lo que parece el
momento de obrar, pues oigo rechinar la puerta.

ÉACO
(a sus esclavos) Atadme pronto a ese ladrón de perros9 , para castigarle;
despachad.

BACO
Esto va mal para alguno.

JANTIAS
¡Ay del que se acerque!

9
Heracles había robado el cerbero..

BLOQUE 5 Reconoces los subgéneros de la dramática 231


ÉACO
¡Cómo! ¿te resistes? ¡Eh, Ditilas, Esceblias, Párdocas10 , avanzad y combatid
con él!

BACO
¿No es insufrible que después de robar a otros trate todavía de maltratarlos?

JANTIAS
Eso pasa ya de la raya.

ÉACO
Sí, es insufrible e intolerable.

JANTIAS
Aniquíleme Zeus si jamás he venido aquí o te he robado el valor de un cabello.
Quiero darte una prueba de generosidad; apodérate de ese esclavo; somételo
al tormento11 , y si llegas a averiguar algo contra mí, dame la muerte.

ÉACO
¿A qué tormento le someteré?

JANTIAS
A todos; átalo a una escalera, dale de palos, desuéllalo, tortúralo, échale vinagre
en las narices, cárgale de ladrillos; en fin, emplea todos los medios, menos el
de azotarle con ajos o puerros verdes12 .

No es solo esta flagrante irreverencia la que ubica a la comedia como el primer


antecedente de la farsa y los géneros fársicos del siglo XX (teatro de la crueldad,
teatro del absurdo, etc.), sino que comparte también con éstos varias otras
características. Un claro ejemplo lo tenemos en el título mismo de “Las ranas”,
que alude a un solo episodio aparentemente intrascendente y desligado de la
comedia: durante el viaje de Dioniso llevado por el barquero Caronte hacia el
hades a través de la laguna estigia, se oye el canto de las ranas, que molesta
al dios durante todo el trayecto. Esa relativa gratuidad del título nos recuerda el
de la célebre obra de Eugene Ionesco: “La cantante calva”, donde ésta nunca
aparece sino en una distraída y descolocada alusión.

10
Nombres de esclavos de Tracia.
11
Era costumbre en el procedimiento ateniense someter al tormento a los esclavos para que
declarasen contra sus señores.
12
Menciona las torturas más crueles. Las madres griegas solían azotar a sus hijos con tallos de
ajos y cebollas para amedrentarles sin hacerles daño.

232 Colegio de Bachilleres del Estado de Sonora


Literatura 2

ACTIVIDAD 2 Elabora un mapa conceptual con la información presentada acerca de


SD2-B5 la comedia antigua, considera además la información presentada en los
videos vistos al inicio de la secuencia didáctica.

I. La comedia clásica

Su principal representante es ARISTÓFANES (446 a.C.-385 a.C.), autor de la


obra que acabas de leer y de otras treinta y nueve obras cómicas, de las cuales
se conservan once:

Políticas (hasta 421 a.C.)


• Los acarnienses
• Los caballeros
• Las nubes
• Las avispas
• La paz

Literarias o sociales (desde 421 a.C.)


• Las aves
• Lisistrata
• Tesmoforias
• Las ranas
• La asamblea de las mujeres

De entretenimiento (no usa coro y abandona las obscenidades y el compromiso


político)
• Pluto

II. La comedia nueva (2da. mitad del s. IV al III a.C.)

Coincide con el llamado periodo helenístico, a partir de la decadencia de Atenas


y de Grecia, y el surgimiento y florecimiento de Macedonia y Roma. Mientras la
tragedia literalmente desaparecía de la escena helenística, la comedia resurgió
reinventándose a partir de una serie de transformaciones:

• Se abandona la sátira política


• la obra se divide en cinco actos
• Se aumenta el número de los personajes
• Sus vestidos y colores aluden a su condición (los civiles se visten de
rojo; las mujeres, de azul y amarillo; los parásitos, en negro o gris; los
campesinos, de pieles, bastón y alforjas)

BLOQUE 5 Reconoces los subgéneros de la dramática 233


El gran representante de esta época es Menandro (342-292 a.C.), de quien
desafortunadamente solo ha sobrevivido una comedia completa (El misántropo)
de las más de cien que se le atribuyen. De las otras solo se conocen fragmentos.
La figura de Menandro es muy importante sobre todo por la gran influencia
que ejerció en la comedia latina, en autores como Plauto y Terencio, quienes
cultivaron lo que se conoció como la “comedia paliada”, en oposición a la
“comedia togada”, nombradas así en referencia a las respectivas vestiduras
nacionales (el palium, o manto griego, y la toga, capa amplia que caracterizaba
al traje romano).

Comedia latina

El pueblo romano asimiló la cultura griega, y el rumbo de la comedia latina


(que contaba ya con una tradición de tendencia satírica) se vio definitivamente
marcado por la influencia de los comediógrafos griegos, en especial Aristófanes
y Menandro.

Al primer gran comediógrafo latino, Tito Maccio Plauto (254-184 a.C.) se le


atribuyen con seguridad al menos 21 comedias: Anfitrión, Asinaria (o Comedia
de los asnos), Aulularia (o Comedia de la olla), Báquides, Los cautivos, C.

Muchas de sus obras se clasifican como comedia paliada, la cual seguía


la técnica conocida como contaminatio (contaminación). Mediante dicha
técnica, los autores latinos traducían obras griegas, para luego reelaborarlas
adaptándolas al paladar de los espectadores romanos, que gustaban de la
parodia, los equívocos, los dobles sentidos, etc. A veces Plauto combinaba dos
obras griegas para crear una sola.

A Terencio (el otro gran comediógrafo latino) sus enemigos lo acusaron de


abusar de la contaminatio, diciendo que lo suyo llegaba al plagio, por lo que lo
obligaron a tener que usar el prólogo para argumentar en su propia defensa.
Recuerda que antes el prólogo se usaba para adelantar el argumento, así
que los espectadores de las obras de Terencio las veían sin conocer lo que
sucedería, funcionando esto en favor de la creación involuntaria del suspenso.

Terencio era un esclavo romano de origen beréber. Tomó su nombre del


senador Terencio Lucano, en cuya casa sirvió como esclavo. Se supone,
por su sobrenombre “el africano” que nació en Cartago. De él se conservan
las seis obras que escribió: La Andriana (166 a.C.), La suegra (165 a.C.), El
atormentador de sí mismo (163 a.C.), El eunuco (161 a.C.), Formión (161 a.C.),
Los hermanos (160 a.C.). A pesar de lo escaso de su producción, debido a lo
difícil de su situación social y a su muerte temprana (escribió todas sus obras
en un lapso de seis años), la obra de Terencio recibió una amplia atención
crítica durante la Edad Media y el Renacimiento. Por lo claro y ordenado de
sus intrigas, y por lo cuidado de su lenguaje, sus comedias son consideradas
verdaderas joyas de la literatura universal.

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Literatura 2

ACTIVIDAD 3 Lee detenidamente la siguiente obra y contesta lo que se te pide.


SD2-B5

La Suegra (Hécyra)
Autor: Terencio

PERSONAJES
LAQUES, anciano (padre de Pánfilo).
FIDIPO, anciano (padre de Filomena).
PÁNFILO, joven (hijo de Laques y Sóstrata, esposo
de Filomena).
MIRRINA, esposa (de Fidipo).
SÓSTRATA, esposa (de Laques).
SIRA, anciana (casamentera).
BAQUIS, meretriz (amiga de Pánfilo).
FILOTIS, meretriz (amiga de Baquis).
PARMENÓN, esclavo (de Laques).
SOSIA, esclavo (de Pánfilo).
(EL CANTOR).
Personajes que no hablan
FILOMENA, joven (hija de Fidipo y Mirrina).
ESCIRTO, esclavo (de Pánfilo).
UNA NODRIZA.
DOS CRIADAS (de Baquis).

ACTO PRIMERO
Escena I
FILOTIS, SIRA

FILOTIS — (Saliendo con Sira de la casa de Baquis.) Por Pólux, Sira, que se hallan muy pocos
amigos que permanezcan fieles a las meretrices. Ese Pánfilo, por ejemplo, cuántas veces le juraba
a Baquis y con qué solemnidad —cualquiera habría podido darle crédito fácilmente— que jamás,
mientras ella viviese, llevaría esposa a su casa. Y ahí lo tienes: se ha llevado una.
SIRA — Es justamente por eso que yo no dejo de aconsejarte y encarecerte que no tengas lástima de
nadie, sino que, por el contrario, despojes, mutiles y destroces a todo el que te viniere a las manos.
FILOTIS — ¿No habré de exceptuar a ninguno?
SIRA — A ninguno, pues —grábatelo en la cabeza— ninguna, absolutamente ninguno de esos
mariposones se llega a ti sin la tentación de halagarte y mimarte a fin de satisfacer luego su apetito
contigo al menor precio posible. Dime, pues: tú, por tu parte, ¿no le armarás asechanzas a esa
gentuza? FILOTIS — No obstante, por Pólux, es injusto que yo me porte del mismo modo con todos.

BLOQUE 5 Reconoces los subgéneros de la dramática 235


SIRA — ¿Y qué? ¿Es injusto vengarse de los adversarios o, por mejor decir, envolverlos en la
misma red en que tratan de envolverte a ti? ¡Ah, infeliz de mí! ¿Por qué no tendré yo tu edad y
hermosura o tú mi manera de ver?

Escena II
PARMENÓN, FILOTIS, SIRA

PARMENÓN — (Saliendo de la casa de Laques y hablando hacia dentro.) Si el viejo pregunta por
mí, dile que acabo de ir al puerto a informarme de la llegada de Pánfilo. ¿Entiendes lo que digo,
Escirto? Si pregunta por mí, entonces dile eso; pero si no pregunta, ¡mutis!, para que en otra
ocasión pueda valerme de esa excusa aún intacta. (Dándose vuelta y viendo a Filotis.) Pero ¿es
Filotis la que veo? ¿De dónde vendrá? (A Filotis.) ¡Muy bienvenida, Filotis!
FILOTIS — ¡Oh, bien hallado, Parmenón! SIRA — Por Cástor, los dioses te guarden, Parmenón.
PARMENÓN —Y a ti también, por Pólüx, Sira. (A Filotis.) Dime, Filotis: ¿dónde te has solazado
durante tanto tiempo?
FILOTIS — En verdad que no me he solazado nada, ya que de aquí me fui a Corinto con un soldado
de carácter muy duro: allá, desdichada, tuve que aguantarlo dos años seguidos.
PARMENÓN — Por Pólux, supongo, Filotis, que a menudo hizo presa de ti la nostalgia de Atenas
y el arrepentimiento de la decisión que habías tomado.
FILOTIS — Imposible decir cómo ansiaba regresar, dejar al soldado y volver a verlos a ustedes
aquí, para gozar sin cortapisas de sus festines, como en otro tiempo; pues allá no me estaba
permitido hablar sino con la autorización y conforme al gusto de él.
PARMENÓN — Me imagino que no sería tarea fácil para el soldado poner coto a tu cháchara.
FILOTIS — Pero ¿qué historia es esta? ¡Qué cosas acaba de contarme Baquis ahí, en su casa! Yo
jamás hubiera creído que él, mientras viviese ella, se determinara a tomar mujer.
PARMENÓN — ¡Cómo! ¿Tomar mujer?
FILOTIS — ¡Vamos! ¿Acaso no la tiene?
PARMENÓN — Sí, la tiene; pero temo que ese casamiento no sea duradero.
FILOTIS—Los dioses y las diosas hagan que así sea, si es cosa que conviene a Baquis. Pero,
dime, Parmenón: ¿cómo puedo creerlo?
PARMENÓN — No es cosa para darla a conocer; deja pues de averiguar.
FILOTIS — El motivo es para que no se divulgue, ¿verdad? Pues así me favorezcan los dioses
como yo te pregunto no ya para manifestarlo, sino para gozarme de saberlo secretamente, en
mis adentros. PARMENÓN — Nunca hablarás tan dulcemente como para que yo ose confiar mis
espaldas a tu discreción.
FILOTIS — ¡Bah! No te hagas rogar tanto. ¡Como si tú no tuvieras mucha más gana de contar que
yo de saber lo que te pregunto!
PARMENÓN — (Aparte.) Tienes razón. Ese es mi peor defecto. (Alto.) Si me das palabra de guardar
secreto, te lo diré.
FILOTIS — Ahora vuelves a tu manera de ser. Te doy mi palabra. Habla, pues.
PARMENÓN — Oye.
FILOTIS — Soy toda oídos.
PARMENÓN — De nuestra Baquis estaba entonces Pánfilo más enamorado que nunca, cuando
he aquí que su padre empieza a rogarle que se case y a decirle lo que comúnmente dicen todos

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Literatura 2

los padres, es decir, que él es viejo, que tiene un solo hijo, que quiere un apoyo para su vejez. Al
principio aquel se niega, pero luego el padre, a fuerza de insistir y apremiar, lo sumió en la mayor
perplejidad sobre si debía responder antes al respeto filial o al amor. Al fin el viejo, machacando e
importunando, se salió con la suya: lo desposó con una hija del señor de esa casa que linda con la
nuestra. El compromiso le pareció a Pánfilo un negocio nada grave hasta que vio inminentes ya las
bodas, después de advertir que estaban listos los preparativos y que no podía contar con ninguna
dilación. Entonces solamente se angustió y de tal modo que la misma Baquis si hubiera estado ahí
presente, creo que habría tenido compasión de él. Cada vez que le era dado aislarse para hablar
a solas conmigo, me repetía: “¡Estoy perdido, Parmenón! ¡En qué lío me he metido! No podré,
Parmenón, aguantar esto. ¡Ah, desdichado de mí, estoy perdido!”
FILOTIS — ¡Que los dioses y las diosas te destruyan, Laques, a ti y a esa tu porfía!
PARMENÓN — En fin, para abreviar, se trajo la mujer a casa. Aquella primera noche no tocó a la
doncella; y la noche que siguió, tampoco.
FILOTIS — ¿Qué dices? ¿Es posible que un joven se haya acostado con una doncella, después
de beber más que de costumbre, y haya sido capaz de abstenerse de ella? No es verosímil lo que
dices; no lo creo.
PARMENÓN — Ya lo creo que así te parece; pues nadie se acerca a ti sino codiciándote; él, en
cambio, se había casado contra su voluntad.
FILOTIS — ¿Y qué ocurrió después?
PARMENÓN — Apenas unos días después, Pánfilo me lleva afuera a solas y me cuenta que la
doncella, por lo que a él se refiere, se halla todavía intacta, y que él, antes de llevarla a casa como
esposa, había abrigado la esperanza de poder conformarse a ese casamiento. “Pero, ya que he
juzgado, añade, que no la puedo tener por más tiempo, no sería decoroso para mí ni beneficioso
para ella misma si la retuviera para mi holganza en vez de devolverla a los suyos intacta como
me la entregaron”. FILOTIS — En lo que me cuentas se echa de ver la honradez y delicadeza de
Pánfilo.
PARMENÓN — “Dar a conocer eso, decía, yo estimo que sería perjudicial para mi reputación; y, por
otro lado, devolver la doncella a su padre sin poderla acusar de culpa alguna, sería una insolencia;
pero confío que ella, una vez que advierta que no puede sufrir mi compañía, terminará por irse”.
FILOTIS — ¿Y entretanto? ¿Seguía yendo a casa de Baquis?
PARMENÓN — Cada día. Pero, como es natural, al ver que ya lo había perdido, se le hizo enseguida
muy cerril y más exigente.
FILOTIS — Nada raro, por Pólux.
PARMENÓN — Pues eso fue lo que más que nada lo separó de ella, después que se estudió
mejor a sí mismo, y a ella y a la otra que tenía en casa, juzgando del carácter de ambas conforme
al respectivo comportamiento. Su mujer, como han de serlo las de noble naturaleza, era recatada,
modesta; soportaba todos los disgustos y agravios que le deparaba el marido y disimulaba sus
afrentas. Entonces el ánimo de Pánfilo, en parte porque ganado por la compasión hacia su mujer,
en parte porque cansado de las insolencias de su amiga, poco a poco se apartó de Baquis y
encauzó su amor hacia la otra, después que encontró en ella una índole adecuada a la suya. En el
ínterin muere en Imbros un viejo pariente de mis amos; su herencia por ley les correspondía a ellos.
El padre forzó a Pánfilo, enamorado ya de su esposa y que por eso mismo se resistía, a que viajara
allá. Aquí dejó a la esposa con la madre; el viejo, en efecto, se ha recluido en el campo y raramente
viene acá, a la ciudad. FILOTIS — Pues ¿qué lado flaco tiene todavía el casamiento?

BLOQUE 5 Reconoces los subgéneros de la dramática 237


PARMENÓN — Ahora lo vas a oír. Al principio, por unos días, se llevaban perfectamente; pero he
ahí que la nuera empezó a aborrecer a Sóstrata del modo más extraño, pues no había entre ellas
litigio alguno ni jamás recriminaciones.
FILOTIS — ¿Qué había entonces?
PARMENÓN — Si alguna vez la suegra se le acercaba para conversar con ella, ella al punto se
escabullía; no quería verla; al fin, cuando ya no pudo aguantarla, simula que su madre la llama
para un sacrificio. Se va. Después de pasar ahí muchos días, la suegra la manda llamar. No sé
qué pretexto adujeron. La manda llamar otra vez; tampoco esta vez se la envían. Después que
la hubo llamado muchas veces más, le fingen que la mujer está enferma. Entonces nuestra vieja
va en seguida a verla. No la dejan entrar. Ayer el viejo, luego que supo la cosa, vino del campo
expresamente por eso, y sin dilación fue a hablar al padre de Filomena. Qué han concertado entre
ellos, aún no lo sé; pero me devano los sesos pensando en qué ha de parar todo esto. Ahora lo
sabes todo. Yo prosigo mi camino hacia donde iba.
FILOTIS — Y yo también, pues he convenido con cierto forastero en reunirme con él.
PARMENÓN — Que los dioses favorezcan tus asuntos.
FILOTIS — ¡Que lo pases bien!
PARMENÓN — Gracias, igualmente, Filotis.

ACTO SEGUNDO
Escena I
LAQUES, SÓSTRATA

LAQUES — (Saliendo de casa, seguido de su mujer.) ¡En nombre de los dioses y de los hombres!
¡Qué clase de gente es esta! ¡Qué conspiración! ¿Será posible que todas las mujeres en todo y por
todo tengan idénticas aficiones y aversiones, y que no se encuentre ni una que se aparte un tanto
de las inclinaciones de las otras? Así, por ejemplo, todas las suegras unánimemente detestan a las
nueras. Y por lo que concierne a los maridos, tienen igual empeño, igual terquedad en llevarles la
contra. A mí me parece que todas han aprendido malicia en la misma escuela. Y en tal escuela, si
existe alguna, tengo por muy cierto que mi mujer es la maestra.
SÓSTRATA — ¡Desgraciada de mí, que ignoro al presente de qué se me acusa!
LAQUES — ¡Cómo! ¿Que lo ignoras?
SÓSTRATA — Sí, así me amen los dioses, Laques mío, y así nos consientan vivir juntos toda la
vida. LAQUES — ¡Que los dioses nos libren de semejante desgracia!
SÓSTRATA — En breve, estoy segura, descubrirás que me has acusado sin razón.
LAQUES — ¿A ti sin razón? ¿Acaso puede emitirse juicio que te cuadre y guarde proporción con
tus desatinos? Tú me desacreditas a mí, a ti, a toda la casa; preparas para el hijo una fuente de
aflicción; y además haces que nuestros parientes, de amigos se nos vuelvan enemigos, ellos que
a Pánfilo habían juzgado digno de confiarle su hija. ¡Tú sola te atraviesas para revolverlo todo con
tu desvergüenza! SÓSTRATA — ¿Yo?
LAQUES — Sí, tú, mujer, que me consideras nada más que un bodoque, no ya un hombre. ¿Piensan
acaso que, porque yo suelo estar de ordinario en el campo, no sé cómo pasa aquí su vida cada
una de ustedes? Sé mucho mejor lo que ocurre aquí que lo que ocurre allá donde estoy con
asiduidad, justamente porque, según se portan ustedes en casa, tengo yo afuera tal o cual fama.
Hace ya mucho tiempo, en efecto, que oí decir que Filomena te había cobrado aborrecimiento.

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Literatura 2

No me extraña en absoluto; más me extrañaría si no lo hubiera hecho. Pero no creía que llegase
hasta el punto de envolver en ese aborrecimiento a toda nuestra casa; pues, de haberlo sabido,
habría preferido que ella se quedara en casa y tú te marcharas a otra parte. Y mira, Sóstrata, cuán
inmerecido es el disgusto que me das: yo me fui a habitar en el campo, para dejarlas aquí en
libertad de acción y mirar yo allá por el patrimonio, de suerte que este pudiera alcanzar para sus
gastos y holganza, no escatimando yo fatigas, antes, al contrario, yendo más allá de lo justo y de
lo que consentiría mi edad. A cambio de estos servicios, ¿no hubieras tenido que preocuparte por
ahorrarme todo sinsabor?
SÓSTRATA — Eso, por Pólux, no ha sucedido ni por mi causa ni por mi culpa.
LAQUES — Todo lo contrario. Aquí has estado tú sola; en ti sola estriba, Sóstrata, toda la culpa.
Habrías tenido que cuidar de los asuntos domésticos, puesto que yo las he librado de las demás
preocupaciones. ¿No te da vergüenza que una vieja como tú se haya creado enemistades con una
niña? ¿Dirás que fue por su culpa?
SÓSTRATA — De ninguna manera digo tal cosa, Laques.
LAQUES — Me alegro, así me amen los dioses, por el hijo; ya que, por lo que a ti se refiere, bien
sé que, aunque siguieras cometiendo faltas, ya no es posible hacer tu reputación peor de lo que
es. SÓSTRATA — ¿Qué sabes tú, esposo mío, si ella no fingió detestarme para poder estar más
tiempo con su madre?
LAQUES — ¿Qué dices? ¿No es bastante significativo el hecho de que ayer cuando fuiste a verla,
no te dejaron entrar?
SÓSTRATA — Es que decían que en ese momento estaba completamente extenuada; por eso no
me dejaron verla.
LAQUES — Yo creo que su enfermedad, más que de ninguna otra cosa deriva de tu carácter. Y es
natural. En efecto, no hay ninguna de ustedes que no quiera ver casado a su hijo. Se las complace
en el partido que es de su agrado, pero luego que los hijos tomaron esposas a instigación suya, es
también a instigación suya que las repudian.

Escena II
FIDIPO, LAQUES, SÓSTRATA

FIDIPO — (Saliendo de su casa y hablando hacia adentro.) Bien sé, Filomena, que tengo derecho
de obligarte a hacer lo que yo mande; sin embargo, movido por mi afecto paternal, trataré de obrar
de acuerdo contigo y no me opondré a tu capricho.
LAQUES — (Aparte.) Ahí viene Fidipo, muy oportunamente. Por él conoceré qué enredo es este.
(Alto.) Fidipo, yo sé que soy condescendiente con todos los míos, pero no a tal extremo de que mi
complacencia estrague su carácter. Si tú hicieras otro tanto, eso sería más provechoso tanto para
ustedes como para nosotros. Pero ahora veo que estás bajo el poder de esas dos mujeres.
FIDIPO — (Con ironía.) ¡Claro!
LAQUES — Vine ayer a hablarte de tu hija, pero me despediste tan perplejo como había venido. Si
quieres que nuestro parentesco dure siempre, no está bien que ocultes resentimientos. Si en algo
hemos faltado, manifiéstalo. Remediaremos el asunto o refutando los cargos o bien disculpándonos
con ustedes. Pero si el motivo de retenerla junto a ustedes es porque está enferma, pienso, Fidipo,
que me haces un agravio si temes que en mi casa no se la atendería con suficiente diligencia.
Cuando menos, así me amen los dioses, no te concedo en absoluto, aunque seas su padre, que tú

BLOQUE 5 Reconoces los subgéneros de la dramática 239


quieras su restablecimiento más que yo; y esto en consideración a mi hijo, pues me he dado cuenta
de que él la aprecia como a sí mismo. Y sobre todo no se me oculta cuán vivamente lo va a sentir
si llega a enterarse del caso. Por eso procuro que vuelva a casa ella antes que él.
FIDIPO — Laques, bien conozco la diligencia y bondad de ustedes, y estoy convencido de que
todo lo que dices es efectivamente como tú lo dices. A la vez deseo que me des crédito en esto:
que busco con empeño que ella vuelva con ustedes, si es que de algún modo lo puedo conseguir.
LAQUES — ¿Qué te impide hacerlo? ¡Eh!, ¿tienes acaso alguna queja contra su marido?
FIDIPO — En absoluto; pues, luego que insistí más y desplegando todo mi ascendiente empecé
a hacerle fuerza para que regresara, se puso a jurar por lo que hay de más sagrado que estando
ausente Panfilo no podría aguantar en su casa. Otros probablemente tienen otro defecto; yo soy
blando por naturaleza y por ende no soy capaz de contrariar a los míos.
LAQUES — Ahí tienes, Sóstrata.
SÓSTRATA — ¡Ay, desdichada de mí!
LAQUES — (A Fidipo.) ¿Es cosa decidida?
FIDIPO — Por ahora a lo menos, parece que sí. ¿Algo más se te ofrece?, pues traigo entre manos
un asunto por el cual necesito ir en seguida al foro.
LAQUES — Voy contigo.

Escena III
SÓSTRATA, sola

SÓSTRATA — Por Pólux, que es, en verdad, una injusticia sin igual el que todas nosotras por
igual seamos aborrecidas de los maridos a causa de unas pocas, que a todas nos hacen parecer
dignas de castigo. Pues, en efecto, así me amen los dioses, como estoy exenta de culpa con
respecto a lo que mi marido me echa en cara. Pero no me resulta fácil justificarme: ¡tan arraigado
es el convencimiento de que todas las suegras son perversas! Pero, por Pólux, yo a lo menos no
lo soy. En efecto, nunca la he tratado de otro modo que como si fuera hija mía. Y no me explico
cómo pueda ocurrirme esto. Lo único que sé, por Pólux, es que ahora estoy aguardando con viva
impaciencia el regreso de mi hijo.

ACTO TERCERO
Escena I
PÁNFILO, PARMENÓN, (MIRRINA)

PÁNFILO —Yo creo que a nadie jamás se le han presentado, a causa del amor, más amarguras
que a mí. ¡Ah, qué desgraciado soy! ¡Esta es la vida que no he querido perder! ¡Para esto yo estaba
tan deseoso de regresar a mi casa! ¡Oh, cuánto mejor me hubiera sido irme a vivir al cabo del
mundo, antes que volver acá y descubrir, desventurado de mí, que pasa esto! Pues todos aquellos
a quienes nos ha sobrevenido de alguna parte algún infortunio, todo el tiempo que transcurre entre
medio o antes de enterarnos, lo hemos de tener por ganancia.
PARMENÓN — Pero así hallarás más pronto cómo librarte de estas pesadumbres. Si no hubieses
regresado, esos rencores se habrían enconado mucho; ahora, en cambio, has de saber, Pánfilo,
que las dos tendrán consideración a tu llegada. Te impondrás del pleito, disiparás la irritación, las
pacificarás de nuevo. Son cosas leves las que tú estás persuadido que son graves en extremo.

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Literatura 2

PÁNFILO — ¿Por qué tratas de consolarme? ¿Acaso hay alguien en algún lado que sea tan
desgraciado como yo? Antes de casarme, tenía mi corazón entregado a otro amor. Sin embargo,
nunca me atreví a rechazar a la mujer que mi padre me hizo tomar; y ya en esto, aunque yo no
especifique nada, cualquiera puede entender fácilmente lo desventurado que fui. A duras penas
me había apartado de aquella y había desenredado mi corazón de la afición que le tenía; y a duras
penas lo había transferido a esta otra, cuando, ¡zas!, surge algo nuevo para apartarme también
de esta. Además, pienso que, a consecuencia de lo ocurrido, hallaré culpable a mi madre o a mi
mujer; y una vez que descubra que es así no más, ¿qué me queda sino seguir siendo desdichado?
Pues el afecto y el respeto, Parmenón, me obligan a tolerar los agravios de mi madre; pero, por otra
parte, estoy en obligación con mi esposa: me sufrió en otro tiempo con su buen carácter; y jamás,
en ninguna circunstancia, dio a conocer tantos ultrajes como le inferí. Pero, Parmenón, es preciso
que haya ocurrido no sé qué barbaridad para que entre ellas se interpusiera un aborrecimiento que
duró tan largo tiempo. PARMENÓN — Pero no, por Hércules, sino una bagatela. A buen seguro, si
quieres investigar el verdadero móvil de las cosas, hallarás que a veces los mayores enojos no son
indicio de los mayores agravios, porque a menudo sucede que, en casos donde uno ni siquiera está
enfadado, otro, propenso a la ira, está hecho una fiera. Mira por cuán fútiles agravios los niños se
trenzan en peleas. ¿Por qué? Porque es de poca consistencia el espíritu que los rige. Igualmente
esas mujeres son casi como niños, ligeras de cascos. Quizás bastó una sola palabra para excitar
entre ellas ese encono.
PÁNFILO — (Indicando la casa de Fidipo.) Vete ahí adentro, Parmenón, y anuncia mi llegada.
PARMENÓN — (Cerca de la puerta.) ¡Oh! ¿Qué es eso?
PÁNFILO — (Acercándose.) ¡Cállate! Siento bullicio y correr de acá para allá.
PARMENÓN — Vamos, acércate más a la puerta. (Pausa.) ¡Eh! ¿Has oído?
PÁNFILO — No hables. Por Júpiter, he oído gritos.
PARMENÓN — Tú hablas y a mí me lo prohíbes.
MIRRINA — (Desde adentro.) ¡Calla, te conjuro, hija mía!
PÁNFILO — Me ha parecido la voz de la madre de Filomena. ¡Estoy desesperado!
PARMENÓN - ¿Cómo?
PÁNFILO — ¡Estoy perdido!
PARMENÓN — ¿Por qué?
PÁNFILO — Sin duda, Parmenón, tú me ocultas alguna desgracia seria.
PARMENÓN — Dijeron que tu mujer, Filomena, sufría no sé qué desmayos. ¿Será eso por ventura?
PÁNFILO — ¡Estoy muerto! Pues ¿por qué no me lo dijiste antes?
PARMENÓN — Porque no podía decírtelo todo de una vez.
PÁNFILO — ¿Qué enfermedad es esa?
PARMENÓN — No lo sé.
PÁNFILO — Pues ¿qué? ¿Nadie hizo venir a un médico?
PARMENÓN — No sé. PÁNFILO — ¿Qué espero para entrar y averiguar con exactitud de qué
se trata, sea lo que sea? ¡Oh Filomena de mi alma!, ¿en qué estado te hallaré ahora? ¡Oh!, si te
amenaza algún peligro, yo —¡no cabe la menor duda!— pereceré juntamente contigo. (Entra.)
PARMENÓN — (A solas.) No conviene que yo lo siga allá dentro, pues veo que todos nosotros les
resultamos fastidiosos. Ayer no quisieron recibir a Sóstrata. Si por casualidad la enfermedad ha
empeorado (lo que yo no quisiera ciertamente, máxime en atención a mi amo), al punto dirían que
se metió adentro un criado de Sóstrata, e inventarían que habría lanzado un maleficio para atentar
contra su persona y su existencia, y que a raíz de ese maleficio la enfermedad se habría agravado;
le echarían la culpa a mi dueña y a mí me aplicarían una buena tunda.

BLOQUE 5 Reconoces los subgéneros de la dramática 241


Escena II
SÓSTRATA, PARMENÓN, PÁNFILO

SÓSTRATA — (Saliendo de su casa.) ¡Ay de mí! Hace rato que oigo por ese lado no sé qué revuelo.
Mucho me temo que la enfermedad de Filomena vaya agravándose cada vez más. A ti, Esculapio,
y a ti, Salud, les suplico que nada de eso ocurra. Iré ahora a verla.
PARMENÓN — (Llamándola.) ¡Hola, Sóstrata!
SÓSTRATA — ¡Eh! ¿Quién es?
PARMENÓN — Otra vez te van a dar con la puerta en las narices.
SÓSTRATA — ¡Ah, Parmenón! Conque ¿tú estabas aquí? Estoy desesperada. ¿Qué he de hacer,
desdichada de mí? ¿No he de ir a ver a la mujer de Pánfilo, especialmente estando ahí no más, a
un paso?
PARMENÓN — ¿Irla a ver tú? ¡Ni siquiera encargues a nadie que vaya a verla! Pues quien ama a
alguien que lo detesta, opino yo que obra dos veces neciamente: se toma un trabajo inútil y le causa
fastidio al otro. Por otra parte, tu hijo, apenas hubo llegado, entró a ver cómo estaba.
SÓSTRATA — ¿Qué dices? ¿Ha llegado Pánfilo? PARMENÓN - Sí. SÓSTRATA — Doy gracias a los
dioses. ¡Oh! Con esta noticia vuelve a mi espíritu la animación y ya se ha eclipsado la preocupación.
PARMENÓN — Pues por eso sobre todo no quiero que vayas allá dentro. En efecto, si a Filomena
se le aflojan un poco los dolores, en seguida, no lo dudo, estando a solas con él, le expondrá al
detalle lo que sucedió entre ustedes y dio origen a su encono. Pero ahí lo veo salir a él mismo. ¡Qué
triste aparece!
SÓSTRATA — ¡Ay, hijo de mi corazón!
PÁNFILO — ¡Salud, madre mía! SÓSTRATA — Me alegro de que hayas regresado sano y salvo.
¿Y está bien Filomena?
PÁNFILO — Un poquito mejor.
SÓSTRATA — ¡Ojalá los dioses sigan favoreciendo su salud! Pero, entonces, ¿por qué lloras? ¿Por
qué estás tan triste?
PÁNFILO — No es nada, madre.
SÓSTRATA — ¿Qué era ese alboroto? Dímelo. ¿Acaso le sobrevino algún desmayo?
PÁNFILO — Eso es.
SÓSTRATA — ¿Y qué enfermedad es la suya?
PÁNFILO — Fiebre.
SÓSTRATA — ¿Continua?
PÁNFILO —Así dicen. Vuelve a entrar allá en casa, por favor, madre; yo te alcanzaré de aquí a
poco. SÓSTRATA — Bueno.
PÁNFILO — Tú, Parmenón, ve ligero al encuentro de los esclavos y ayúdalos a traer los equipajes.
PARMENÓN — ¿Cómo? ¿No conocen ellos el camino por donde venir a casa?
PÁNFILO — ¿Qué esperas?

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Literatura 2

Escena III
PÁNFILO, solo

PÁNFILO — No logro hallar una introducción apropiada para comenzar a referir las aventuras que
me están sucediendo inesperadamente. Parte de ellas, las he visto con mis ojos; parte, las he oído.
Por esa razón, a gran prisa y profundamente alterado he salido acá fuera. Pues cuando, hace un
instante, lleno de inquietud me lancé adentro, pensando que vería a mi mujer enferma de algún
mal distinto del que tuve que constatar, ¡ay de mí!... Las criadas, viéndome llegar, inmediatamente
exclaman todas a una: “¡Ha llegado!”, alegres por verme llegar tan de repente. Pero en seguida
después, advertí que a todas ellas se les demudó el rostro, porque el destino había procurado mi
llegada tan fuera de tiempo. Entretanto una de ellas a toda prisa corrió adelante para anunciar mi
venida; yo, ansioso de ver a mi mujer, voy derecho tras ella. Tan pronto como entré en la pieza,
entendí, desgraciado, la dolencia que tenía; porque ni las circunstancias dieron posibilidad alguna
de ocultarla ni ella misma podía quejarse con otra voz que la que su mismo estado le arrancaba.
Ante tal espectáculo: “¡Qué indignidad!”, dije, y al punto me escapé de ahí, llorando y vivamente
conmovido por un caso tan increíble y horrible. Su madre me alcanza, y estando yo a punto de
trasponer el umbral, cayó de rodillas a mis pies, llorando, la pobre. Me dio lástima. En verdad es
así, a mi parecer: todos nosotros somos altaneros o modestos según las circunstancias. Comenzó
ella a hacerme este razonamiento: “Querido Pánfilo, ahora sabes la razón por la cual ella se fue de
tu casa; pues en otro tiempo, siendo doncella, la violó no sé qué mal sujeto. Ahora se ha refugiado
aquí para ocultar su parto de ti y de los demás”. ¡Ah!, cuando me acuerdo de sus ruegos, no puedo,
desventurado, refrenar las lágrimas. “Sea cual sea la Fortuna, 4siguió diciendo, que hoy te ha traído
entre nosotros, en nombre de ella te suplicamos las dos, si es justo y lícito, que, por lo que de ti
depende, su desgracia quede velada e ignorada de todos. Si alguna vez, querido Pánfilo, notaste
que ella tenía un corazón afectuoso para contigo, ahora te ruega que a cambio de eso le concedas
de buena gana este favor. Por lo demás, en cuanto a volverla a tomar como esposa, haz lo que
más te convenga. Tú solo sabes que ella está de parto sin estar preñada de ti. Porque por ahí se
dice que empezó a tener relaciones contigo dos meses después del casamiento; además, este es
el séptimo mes desde que ella entró en tu casa. Y que tú estés al tanto de todo, tu reacción misma
lo atestigua. Ahora, si es posible, Pánfilo, sobre todo quiero y procuro que el alumbramiento suceda
a escondidas de su padre y aun de todos. Pero si no es posible que la cosa no trascienda, diré que
se trata de un aborto; por cierto a nadie se le ocurrirá otra idea sino pensar, según toda similitud,
que tú eres el padre legítimo. La criatura, la expondré yo sin dilación; 43 en esto nada hay que
pueda ocasionarte perjuicio y tú de esta manera podrás encubrir la violencia que indignamente se
le hizo a esa desventurada”. Lo he prometido, y estoy resuelto a mantener la palabra como la he
empeñado; porque, en cuanto a tomarla nuevamente como esposa, por cierto que no lo considero
honroso de ningún modo, y no lo haré, por más que su cariño y trato me atraigan intensamente.
Vierto lágrimas cuando se me ocurre pensar en la vida de soledad que me espera de aquí en
adelante. ¡Oh Fortuna! ¡Cómo es verdad que en ningún caso eres propicia para siempre! Pero
el primer amor ya me templó para esta coyuntura. Yo entonces lo deseché por la reflexión; ahora
procuraré hacer lo mismo con este. Aquí viene Parmenón con los criados. No conviene en absoluto
que se halle presente a este acontecimiento, pues sólo a él le confié en cierta circunstancia que al
principio, después que me la habían dado por esposa, yo me abstuve de ella. Temo, en efecto, que
si oye aquí sus frecuentes lamentos, entienda que está de parto. He de enviarlo a alguna parte para
tenerlo lejos de aquí mientras Filomena da a luz.

BLOQUE 5 Reconoces los subgéneros de la dramática 243


Escena IV
PARMENÓN, SOSIA, PÁNFILO

PARMENÓN — (A Sosia.) ¿Dices en serio que este viaje te resultó molesto?


SOSIA — No, por Hércules, no alcanzan, Parmenón, las palabras para expresar hasta qué punto
es en realidad molesto el navegar.
PARMENÓN — ¿De veras?
SOSIA — ¡Oh, dichoso tú! No sabes de qué desgracia te has librado, tú que nunca entraste en el
mar. Pues, para no hablar de otras miserias, considera tan solo esta: durante treinta días, o más
aún, estuve en un buque y en todo ese lapso estuve, ¡ay de mí!, aguardando la muerte: ¡tanto nos
zarandeó sin cesar un tiempo adverso!
PARMENÓN — ¡Qué cosa abominable!
SOSIA — Bien lo sé yo. En suma, me escaparía, por Hércules, antes que volver, si supiera que allá
debería volver.
PARMENÓN — Realmente, en otro tiempo bastaban, Sosia, causas leves para moverte a hacer lo
que ahora amenazas hacer. — Pero ahí veo a Pánfilo parado ante la puerta. (A Sosia y a los demás
criados.) Ustedes pasen adentro; yo me llegaré a él, para ver si quiere algo de mí. (A Panfilo.) Amo,
¿todavía estás tú aquí?
PÁNFILO — Sí, y esperándote.
PARMENÓN — ¡Oh!, ¿qué hay?
PÁNFILO — Hay que ir corriendo a la ciudadela.
PARMENÓN — ¿Quién?
PÁNFILO — Tú.
PARMENÓN-¿A la ciudadela? ¿Por qué allá?
PÁNFILO — Ve a ver a Calidémides, un forastero natural de Micona, que ha venido en el mismo
barco que yo.
PARMENÓN— (Aparte.) ¡Estoy perdido! ¿Deberé decir que este hizo voto de que, si algún día
volvía sano a casa, me deslomaría a fuerza de hacerme caminar?
PÁNFILO — ¿Qué aguardas?
PARMENÓN — ¿Qué quieres que le diga? ¿O es que simplemente tengo que ir a verlo?
PÁNFILO — No; también decirle que hoy no puedo verme con él como habíamos concertado; no
sea que me espere ahí en vano. ¡Vuela!
PARMENÓN — ¡Pero si nunca le vi la cara!
PÁNFILO — Pues estas son las señas: es alto, coloradote, de pelo crespo, obeso, de ojos garzos...
de rostro cadavérico...
PARMENÓN — (Bajo.) ¡Que los dioses lo confundan! (Alto.) ¿Y si no lo encuentro? ¿Tendré que
estar aguardándolo hasta la puesta del sol?
PÁNFILO — Sí. Corre.
PARMENÓN — No puedo. ¡Estoy tan cansado! (Se va.)
PÁNFILO — Ya se ha ido. ¿Qué haré yo, infeliz? No sé absolutamente de qué modo ocultar, como
me rogó Mirrina, el parto de su hija. En realidad, me dio lástima la pobre. Haré lo que pueda,
siempre que quede a salvo la piedad filial; pues es preciso que sea complaciente con mi madre
antes que con mi amor. ¡Caramba! Ahí veo a Fidipo y a mi padre. Se dirigen hacia acá. ¿Qué les
voy a decir? No sé.

244 Colegio de Bachilleres del Estado de Sonora


Literatura 2

Escena V
LAQUES, FIDIPO, PÁNFILO

LAQUES — (A Fidipo.) ¿No me dijiste hace un momento que ella te confió que esperaba a mi hijo?
FIDIPO — Efectivamente.
LAQUES — Él ha venido, según dicen. ¡Pues que vuelva ella!
PÁNFILO — (Aparte.) ¿Qué razón le daré a mi padre para no volverla a tomar? ¡Qué sé yo!
LAQUES — ¿A quién he oído yo hablar aquí?
PÁNFILO — (Ídem.) Estoy resuelto a persistir en el camino que he decidido seguir.
FIDIPO — Ahí está precisamente el individuo a propósito del cual veníamos discurriendo. PÁNFILO
— ¡Salud, padre mío!
LAQUES — ¡Hijo mío, salud!
FIDIPO — Es una suerte, Pánfilo, que hayas llegado, y por añadidura, lo que más importa, sano y
vigoroso.
PÁNFILO- Lo creo.
LAQUES — ¿Llegas ahora?
PÁNFILO — Ahora mismo.
LAQUES — Pues, dime: ¿qué bienes dejó mi primo hermano Fania?
PÁNFILO — En verdad, por Hércules, que él fue, mientras vivió, un hombre dado a los placeres; y
los que son así, no favorecen mucho a sus herederos, sino que dejan tras sí este elogio: “Mientras
vivió, vivió bien”.
LAQUES — Conque ¿no has traído nada más que ese dicho?
PÁNFILO—Sea lo que sea lo que nos dejó, nos sirvió de provecho.
LAQUES—Antes, al contrario, nos sirvió de daño, puesto que quisiera yo verlo vivo y sano. PÁNFILO
— No cuesta nada desear tal cosa. Él ya jamás volverá a la vida, y sin embargo bien sé yo cuál es,
al respecto, tu deseo preferido.
LAQUES — Ayer nuestro Fidipo hizo que Filomena fuese a su casa. (Bajo, a Fidipo, dándole un
codazo.) Di que la hiciste llamar.
FIDIPO — (Bajo, a Laques.) No me aguijonees. (Alto.) Sí, la hice llamar.
LAQUES — Pero ya la dejará regresar a nuestro hogar.
FIDIPO — Por supuesto.
PÁNFILO — Ya sé cómo fue todo el enredo. Me enteré hace un momento, al llegar.
LAQUES — ¡Que los dioses aniquilen a los detractores que tan de buena gana comunican esos
chismes!
PÁNFILO (a FIDIPO) — Yo tengo conciencia de haberme preocupado por no darles ocasión de
que con razón pudiesen hacerme algún reproche. Y si yo ahora quisiese recordar aquí cuán fiel,
bondadoso y suave fui para con ella, lo podría hacer con toda sinceridad; pero prefiero que te
enteres de esto por ella misma. Porque así más de veras prestarás fe a la bondad de mi carácter
cuando compruebes que aquella que al presente es injusta hacia mí, se muestra justa al hablar de
mí. Y pongo por testigos a los dioses de que este divorcio no se ha producido por mi culpa. Pero
como ella juzga que no se aviene a su dignidad ser condescendiente con mi madre y sufrir por
respeto su carácter, y como no se puede de otra manera realizar un acuerdo entre ellas, yo debo,
Fidipo, alejar de mi casa o a mi madre o a Filomena. Ahora bien, la piedad filial me inclina a procurar
con preferencia el bien de mi madre. LAQUES — Pánfilo, no es con desagrado que te oigo decir

BLOQUE 5 Reconoces los subgéneros de la dramática 245


esas palabras, viendo que todo lo pospones frente a tu madre. Pero mira, Pánfilo, que el enojo no
te impulse a obstinarte equivocadamente.
PÁNFILO — ¿Qué enojos, padre, pueden impulsarme a ser ahora injusto respecto de una mujer
que nunca hizo nada que yo no deseara, y antes al contrario —bien lo sé— trató a menudo de
complacerme en lo que yo deseara? Yo la quiero, la pondero y la añoro. He experimentado, en
efecto, sus admirables disposiciones hacia mí; y le deseo que pueda transcurrir el resto de su vida
con un marido que sea más afortunado que yo, visto que de mí la aleja la fatalidad.
FIDIPO — De ti depende que eso no suceda.
LAQUES — Si eres razonable... mándale que vuelva.
PÁNFILO — No es esa mi intención, padre; entiendo buscar la conveniencia de mi madre. (Se
aleja.) LAQUES — ¿A dónde vas? Quédate, quédate, digo. ¿Adónde vas?
FIDIPO — ¿Qué terquedad es esa? LAQUES — ¿No te lo dije yo, Fidipo, que él llevaría a mal la
cosa? Por eso te rogaba que hicieras volver a tu hija.
FIDIPO — No creía yo, por Pólux, que sería él tan cruel. Pues ¿piensa ahora que yo voy a hincarme
de rodillas para suplicarle? Dado el caso que quiera tomar nuevamente a su esposa, es dueño de
hacerlo; pero si tiene otras intenciones, reembolse acá la dote, y ¡adiós!
LAQUES — Tú también estás demasiado arrebatado.
FIDIPO — (A Pánfilo, como si estuviese en escena.) ¡Muy cabeza dura has tornado acá, Pánfilo!
LAQUES — Ya le pasará este enojo, por más que con razón esté enojado.
FIDIPO — Por cinco centavos que se han añadido a su fortuna, se han vuelto orondos.
LAQUES — ¿También conmigo litigas?
FIDIPO — Que delibere y me haga saber hoy si la quiere, sí o no, para que sea de otro, si suya no
ha de ser. (Se aleja.)
LAQUES — (Procurando que se detenga.) Fidipo, ven acá; escucha dos palabras. (Fidipo sale.)
¡Se fue! ¿Y a mí qué?... Allá ellos: que se arreglen como quieran, puesto que ni mi hijo ni él me
hacen caso para nada; antes al contrario, menosprecian lo que sugiero. A mi mujer, que es la
responsable de todo lo que ocurre, voy a participarle este altercado y a vomitarle todo mi entripado.
(Entra en su casa.)

ACTO CUARTO
Escena I
MIRRINA, después FIDIPO

MIRRINA— ¡Estoy perdida! ¿Qué haré? ¿Hacia dónde me volveré? ¿Qué le responderé a mi
marido, desgraciada de mí? Pues, al parecer, ha oído los vagidos de la criatura. ¿Cómo, si no,
hubiera corrido tan de repente y sin decir palabra al sitio donde está la hija? Y si ahora descubre
que ella dio a luz, ¿por qué razón le diré yo que he tenido secreta la cosa? Por Pólux, que no lo sé.
Pero la puerta ha sonado. Creo que sale justamente él en busca de mí. ¡Estoy muerta!
FIDIPO — (Saliendo de su casa, aparte.) Mi mujer, cuando se dio cuenta de que iba donde está la
hija, se escabulló afuera. Pero ¡hela ahí! (Alto.) ¡Eh, dime, Mirrina! ¡Hola, a ti te hablo!
MIRRINA — ¿A mí, marido mío?
FIDIPO — ¿Yo, marido tuyo? ¿Es posible que me consideres marido o persona siquiera? Pues si
alguna vez, mujer, yo te hubiera parecido cualquiera de estas dos cosas, no te hubiera servido de
juguete en tus tejemanejes.

246 Colegio de Bachilleres del Estado de Sonora


Literatura 2

MIRRINA — ¿Cuáles?
FIDIPO — ¿Me lo preguntas? La hija acaba de tener familia. ¡Eh! ¿Callas? ¿De quién?
MIRRINA— ¿Te parece bien que un padre haga semejante pregunta? ¡Cielos! ¿De quién, te
conjuro, piensas que había de tenerla sino de aquel con quien la casamos?
FIDIPO —Así lo creo, y además no sería propio de un padre pensar diversamente. Pero lo que me
extraña es por qué diablos has querido con tanto ahínco ocultarnos el parto, máxime teniendo en
cuenta que se verificó normalmente y a su debido tiempo. ¿Es posible que seas tan terca como
para preferir que pereciera el niño, por el cual sabías que en lo porvenir se volvería más sólida
la amistad entre nosotros y ellos, antes que tu hija permaneciera casada con Pánfilo contra tu
voluntad? Hasta llegué a creer que la culpa fuera de ellos, y en cambio resulta que la tienes tú.
MIRRINA — ¡Soy realmente desdichada!
FIDIPO — ¡Ojalá supiese yo que es así como dices! Pero ahora me acuerdo de una cosa que me
dijiste una vez cuando lo tomamos por yerno. Pues decías que no podías sufrir que tu hija estuviera
casada con uno que estaba enamorado de una ramera y que pasaba las noches afuera.
MIRRINA — (Aparte.) Prefiero que este sospeche cualquier causa antes que la verdadera.
FIDIPO — Mucho antes que tú, sabía yo, Mirrina, que él tenía amante; pero yo nunca estimé que
eso fuese defecto en los jóvenes, pues todos lo tienen en la sangre. Y, por Pólux, ya vendrá el
momento en que aun de sí mismo estará descontento. Pero tú, cual te mostraste entonces, tal no
cesaste jamás de ser hasta el presente, con el objeto de apartar de él a tu hija y dejar anulado lo
que yo había concertado. Ahora el hecho mismo revela de qué modo querías lograrlo.
MIRRINA— ¿Crees tú que sería tan terca en alimentar semejantes intenciones con relación a mi
hija, si su casamiento nos resultara conveniente?
FIDIPO — ¡Ah!, ¿eres tú capaz de discernir o juzgar lo que nos conviene? ¿Acaso oíste de alguien
que dijera haberlo visto saliendo o entrando en casa de la amiga? Y eso ¿qué importa? Si lo hizo
con recato y rara vez, ¿no es más humano disimular que empeñarse en tener cabal conocimiento
de eso, provocando así su resentimiento? Pues si él pudiera tan de improviso apartarse de esa
amante, con la que por tantos años ha tenido trato, no lo tuviera yo por hombre y ni siquiera por
marido bastante seguro para mi hija.
MIRRINA — Deja de tratar, por favor, de nuestro joven y de las faltas que, según dices, he cometido
yo. Vete a verlo; háblale a solas y pregúntale si quiere recibir a su mujer, sí o no. Caso que diga
que sí, devuélvesela; pero caso que diga que no, yo habría velado con tino por el interés de mi hija.
FIDIPO — Si realmente él no quiere y tú, Mirrina, habías constatado que la culpa estaba de su lado:
pues, estaba yo en este mundo para que con mi consejo se mirara por todo eso. Por consiguiente,
me enciendo en ira al ver que te has atrevido a obrar sin mi orden. Te ordeno ahora que no me
saques al niño de casa a ninguna parte. (Aparte.) Pero demasiado tonto soy yo en pretender que
ella se atenga a mis órdenes. Me voy allá dentro y ordenaré a los criados que no me lo dejen llevar
a ningún lado. (Sale.)
MIRRINA — No creo, por Pólux, que haya en el mundo mujer más desventurada que yo. Porque si
él llega a descubrir el enredo tal cual es, no ignoro, por Pólux, cuánto lo ha de sentir, si tanto se ha
irritado por una cosa de poca monta. Y no sé cómo hacer para que él cambie de parecer. Después
de tantos infortunios no me restaba más que este: que él me fuerce a criar un niño cuyo padre
desconocemos. Pues cuando la hija sufrió el estupro, no logró en la oscuridad distinguir el rostro del
hombre ni le quitó entonces nada que pudiera servir luego para reconocerlo; él, en cambio, al irse,
le arrancó a la muchacha un anillo que llevaba en el dedo. Al mismo tiempo me temo que Pánfilo no

BLOQUE 5 Reconoces los subgéneros de la dramática 247


sea capaz de guardar por mucho tiempo el secreto que le pedimos, una vez que se entere de que
se cría como suya una criatura ajena.

Escena II
SÓSTRATA, PÁNFILO; después
LAQUES (que espía la conversación manteniéndose apartado.)

SÓSTRATA — No es un misterio para mí, hijo mío: tú, por más que lo disimules con esmero,
sospechas de mí y piensas que tu mujer se fue de aquí por mis malos modales. Pero así me amen
los dioses y así consiga yo de ti las alegrías que de ti espero, como es verdad que jamás hice a
sabiendas nada que justificase su ojeriza contra mí. Y en cuanto a ti, si yo antes pensaba que me
amabas, me has dado una prueba palmaria de ello, pues tu padre me ha contado allá dentro como
me has antepuesto a tu amor. Ahora yo estoy resuelta a darte una prueba de mi reconocimiento,
para que sepas. Pánfilo, que la piedad filial encuentra en mí su recompensa. Hijo mío, entiendo
que esto será provechoso, ya para ustedes ya para mi buen nombre: he decidido irrevocablemente
irme con tu padre a la granja a fin de que mi presencia no estorbe, y no quede así excusa alguna
para que no torne a casa tu Filomena.
PÁNFILO — ¡Por favor! ¿Qué clase de determinación es esa? Rendida ante su necedad, ¿irás a
habitar en el campo? No, no harás tal cosa, y no permitiré, madre, que quien quiere murmurar de
nosotros, diga que eso se hizo por mi obstinación, no ya por tu discreción. Además, no quiero que
por mi causa tengas que dejar a tus amigas y parientas ni tus fiestas.
SÓSTRATA — Nada de eso, por Pólux, me da ya gusto alguno; mientras las condiciones de mi
edad lo consintieron, he gozado bastante de eso; ya estoy harta de esos placeres; ahora mi mayor
preocupación es que la duración de mi vida no dé pena a nadie ni nadie haya de aguardar mi
muerte. Aquí veo que sin razón se me mira de reojo; pues ya es hora de que me marche. Este es,
a mi parecer, el modo mejor para quitar a todos todo pretexto de disgusto, para librarme yo de la
sospecha que grava sobre mí y para complacer a esa gente. Déjame, por favor, sustraerme a los
chismes que circulan con respecto al común de las mujeres.
PÁNFILO — Si no hubiera esa nube, la única, ¡cuán dichoso sería yo, teniendo una madre como
esta y una esposa como esa!
SÓSTRATA— Por tu vida, Pánfilo de mi corazón, ¿no te resolverás a aguantar esa molestia, tal
como es? Si lo demás es cual lo deseas, y si ella es tal cual yo la considero, concédeme, pues, este
favor, hijo mío: tómala de nuevo.
PÁNFILO — ¡Ay, pobre de mí!
SÓSTRATA — ¡Y pobre de mí también! En efecto, este inconveniente me tiene mal a mí lo mismo
que a ti, hijo mío.

Escena III
LAQUES, SOSTRATA, PÁNFILO

LAQUES — (Adelantándose, a Sóstrata.) Mujer, estando allá, apartado, he escuchado la


conversación que has tenido con tu hijo. Esto es tener cordura: ser capaz de doblegar la voluntad
siempre que sea menester, y hacer en seguida lo que quizás debiera hacerse luego por fuerza.
SÓSTRATA — ¡Que la fortuna nos favorezca, por Pólux!

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Literatura 2

LAQUES — Vete entonces al campo; ahí yo te sufriré a ti y tú a mí.


SÓSTRATA — Así lo espero, por Cástor.
LAQUES — Entra pues en casa y dispón lo que vas a llevar contigo. ¿Entendido?
SÓSTRATA—Lo haré como ordenas. (Sale.)
PANFILO—¡Padre! LAQUES — ¿Qué quieres, Pánfilo?
PANFILO — ¿Mi madre irse de aquí? De ningún modo.
LAQUES — ¿Por qué no?
PÁNFILO — Porque aún no tengo determinado qué hacer respecto de mi mujer.
LAQUES — ¿Cómo? ¿Qué querrás hacer sino volverla a tomar en casa?
PANFILO — (Aparte.) Sinceramente lo deseo y a duras penas me abstengo de hacerlo. Pero no
variaré de resolución. Ese es el partido más conveniente; continuaré ateniéndome a él. (Alto.) Creo
que, si no me la llevo a casa, por eso mismo se logrará que se lleven mejor.
LAQUES — No puedes saberlo. Por otra parte, a ti no te ha de importar nada su comportamiento,
cualquiera que él sea, una vez que tu madre se haya ido. Nuestra edad resulta fastidiosa a los
jóvenes. Es justo quitarse de en medio. En suma, Pánfilo, nosotros ya somos personajes de fábula:
“Un viejo y una vieja...” — Pero veo a Fidipo salir, muy a propósito, de su casa; acerquémonos.

Escena IV
FIDIPO, LAQUES, PÁNFILO

FIDIPO — (Saliendo de casa y hablando hacia dentro.) Contigo también, Filomena, estoy enojado,
por Pólux, y muy en serio ciertamente; pues, por Hércules, es vergonzosa la manera como te has
portado. Aunque tú tienes una excusa en esto: estu madre quien te ha impulsado; pero ella no tiene
excusa alguna.
LAQUES — Nos encontramos, Fidipo, a tiempo, en el momento justo.
FIDIPO — ¿Qué hay?
PÁNFILO — (Aparte.) ¿Qué les voy a responder? ¿O cómo les voy a revelar la cosa?
LAQUES — Di a nuestra hija que Sóstrata se va a ir al campo; ya no tema, pues, volver a casa.
FIDIPO — ¡Ah! Ninguna culpa tiene en este asunto tu mujer. Todo lo ha urdido Mirrina, ¡mi señora
esposa!...
PÁNFILO — (Ídem.) La cosa cambia.
FIDIPO - Ella, Laques, es la que nos trastorna.
PÁNFILO — (Ídem.) Con tal que no tenga que llevármela de nuevo, que sigan trastornando todo lo
que quieran.
FIDIPO — Yo, Pánfilo, deseo que, si es posible, el parentesco que nos une, nos una realmente para
siempre; pero si tú opinas otra cosa, por lo menos recibe al niño.
PÁNFILO— (Ídem.) Ha sabido lo del parto. ¡Estoy arruinado!
LAQUES—¿Un niño? ¿Qué niño?
FIDIPO—Nos ha nacido un nieto, pues la hija estaba encinta cuando se la sacó de su casa, y que
estuviera encinta yo jamás lo supe hasta el día de hoy.
LAQUES — ¡Buena noticia, así me quieran bien los dioses, es la que me das! Me alegro de que él
haya nacido y de que ella te haya quedado sana. Pero ¿qué clase de mujer tienes por esposa o qué
manera de conducirse es la suya? ¡Tenernos en ayunas de ello por tan largo tiempo! No alcanzo

BLOQUE 5 Reconoces los subgéneros de la dramática 249


a encontrar palabras suficientes para poner de manifiesto cuán mal, a mi entender, ha procedido.
FIDIPO — Esa conducta no me disgusta a mí menos que a ti, Laques.
PÁNFILO— (Ídem.) Aunque hasta aquí pudo caberme alguna duda, ya no es así, puesto que
Filomena arrastra consigo a un hijo que no me pertenece.
LAQUES — Ahora, Pánfilo, ya no tienes que considerar nada.
PÁNFILO — (Ídem.) ¡Estoy perdido!
LAQUES — A menudo deseábamos ver el día en que naciera alguien que pudiera llamarte padre;
ese día ha llegado; doy gracias a los dioses.
PÁNFILO — (Ídem.) ¡Estoy deshecho!
LAQUES—Vuelve a tomar a tu mujer y no me contraríes.
PÁNFILO — Padre, si ella hubiera querido tener hijos de mí y estar casada conmigo, estoy
firmemente persuadido de que no me hubiera ocultado lo que advierto que me ha ocultado. Pues,
ahora que noto sus disposiciones hostiles contra mí (y no creo que en lo sucesivo podrá haber
armonía entre nosotros), ¿por qué debería tomarla de nuevo?
LAQUES — Esposa joven, hizo lo que le aconsejó su madre. ¿Qué hay de raro en eso? ¿Piensas
que puedes hallar una mujer que esté sin culpa? ¿O es que los maridos no cometen faltas?
FIDIPO — ¡Allá ustedes! Tú, Laques, y tú, Pánfilo, vean si deben repudiarla o recibirla nuevamente
en casa; en ningún caso habrá dificultad de mi parte. Claro que no respondo de lo que haga mi
mujer. Pero ¿qué haremos con el niño?
LAQUES — ¡Qué pregunta ridícula! Suceda lo que suceda, es obvio que hay que dárselo a este
(señalando a Pánfilo). Es suyo; lo vamos a criar, pues, como nuestro que es.
PÁNFILO — (Bajo.) Cuando su mismo padre lo ha abandonado, ¿yo lo he de criar?
LAQUES — (Que ha percibido tan solo las últimas palabras.)¿Qué has dicho? ¿Pues qué? ¿No lo
vamos a criar, Pánfilo? Por tu vida, ¿prefieres que lo abandonemos? ¿Qué locura es esta? ¡Ah! Ya
no puedo absolutamente callarme, puesto que me obligas a decir en presencia de este lo que no
quisiera.
¿Crees que yo no entiendo tus llantos y qué es lo que tanto te angustia? Primero, cuando alegaste
como causa que no podías tener a tu mujer en casa debido a tu madre, esta se comprometió a
marcharse; ahora, viendo que se te ha quitado también esta causa, has hallado otra, a saber, que
se te ha ocultado el nacimiento del niño. Te equivocas si crees que no estoy al corriente de tus
intenciones. Para que al fin un día encauzaras tu ánimo hacia la vida conyugal, ¡qué largo espacio
de tiempo te concedí para que cortejaras a tu amiga! ¡Con cuánta paciencia aguanté los gastos
que hiciste a favor de ella! Te solicité y supliqué para que te casaras; te dije que ya era tiempo; y
tú a instigación mía te casaste. Lo hiciste entonces, como era tu deber, por complacerme. Pero
ahora nuevamente has orientado tu corazón hacia tu amante; los miramientos para con esta son
auténticas afrentas contra la otra. Bien veo que has vuelto a las andadas.
PÁNFILO — ¿Yo?
LAQUES — Tú mismo; y tu conducta es indigna. Inventas falsos motivos de discordia para convivir
con aquella, luego de haber apartado al testigo que es tu mujer. Y bien lo ha advertido ella; pues,
¿qué otra causa tuvo para salir de tu casa?
FIDIPO — Por cierto este acierta; es así no más.
PÁNFILO — Estoy dispuesto a jurar que ninguno de esos cargos me atañe.
LAQUES — ¡Oh! Haz volver a tu mujer, o di por qué no conviene.
PÁNFILO — No es este el momento.

250 Colegio de Bachilleres del Estado de Sonora


Literatura 2

LAQUES — Recibe al niño, pues él por lo menos no tiene culpa; después pensaremos en la madre.
PÁNFILO — (Aparte.) Yo soy desgraciado por los cuatro costados ni sé qué hacer, ahora que con
tantas buenas razones mi padre me pone entre la espada y la pared. Me marcharé de aquí, desde
el momento que con mi presencia muy poco consigo; pues creo que sin mi consentimiento no
criarán al niño, sobre todo cuando en este asunto me ayuda mi suegra. (Se va.)
LAQUES — ¡Ah! ¿Te escapas? ¿No me respondes nada de fijo? (A Fidipo.) ¿Te parece que está
en sus cabales? Pero deja no más. Dame el niño, Fidipo; yo lo criaré.
FIDIPO — Perfectamente. No se comportó en forma rara mi mujer si llevó a mal esos amores;
rencorosas son las mujeres; ellas no soportan fácilmente esas torpezas. De ahí ese encono; ella
misma me lo contó; yo en presencia del muchacho no quise decírtelo, ni ella le daba crédito al
principio; pero ahora la cosa es manifiesta, pues veo que él le tiene profunda aversión al matrimonio.
LAQUES — ¿Qué hacer entonces, Fidipo? ¿Qué me aconsejas?
FIDIPO — ¿Qué hacer? Primero, creo que has de presentarte a esa ramera de ahí, suplicarla,
censurarla y finalmente amenazarla con bastante energía si en lo sucesivo tuviera relaciones con
él. LAQUES — Seguiré tu consejo. (Hacia su casa y llamando a un esclavo.) ¡Hola, muchacho! Ve
corriendo ahí, a casa de nuestra vecina Baquis; cítala acá de mi parte. (A Fidipo.) Y tú, por favor,
ayúdame también en esta circunstancia.
FIDIPO — ¡Oh! Ya hace rato que te dije y ahora te lo repito, Laques: yo quiero que este parentesco
perdure, siempre que de algún modo sea posible, como yo espero. Pero ¿quieres que esté aquí
contigo, mientras hablas con esa?
LAQUES — No, sino que vayas y consigas una nodriza para el niño.

ACTO QUINTO
Escena I
BAQUIS con dos criadas, LAQUES

BAQUIS — (Aparte.) No es sin motivo si Laques ansía hoy celebrar una entrevista conmigo; y, por
Pólux, no he de andar muy descaminada en conjeturar lo que él quiere.
LAQUES — (Aparte.) Cuidado que por la ira no vayas a conseguir de ella menos de lo que pudieras
y que no des un paso de más, que después mejor sería no haber dado. — La abordaré. (Alto.)
¡Bienvenida, Baquis!
BAQUIS — Bien hallado, Laques.
LAQUES — Supongo, por Pólux, que tú, Baquis, te has de preguntar con un poco de asombro por
qué razón encargué a un esclavo que te hiciera venir acá fuera.
BAQUIS — Sí, por Pólux, y hasta tengo aprensión, acordándome quién soy, de que me perjudique
el nombre de mi profesión; pues de mi comportamiento puedo responder fácilmente.
LAQUES — Si dices, mujer, la verdad, no tienes por qué temer de mi parte. Yo, en efecto, he llegado
a una edad tal que no sería justo se me perdonara una falta; por eso en todas las cosas procedo
.con más cautela para no obrar a la ligera. Pues si tú ahora haces o tienes intención de hacer lo que
conviene a toda buena mujer, injusto sería si yo te infligiera inconsideradamente una afrenta que no
merecieras. BAQUIS — Razón tengo, por Cástor, para quedarte en esto muy agradecida; poco, en
efecto, me aprovecharía si alguien viniera a disculparse después de agraviarme. Pero, a ver: ¿de
qué se trata? LAQUES — Tú recibes en tu casa a mi hijo Pánfilo...
BAQUIS — ¡Ah!... (Quiere replicar.)

BLOQUE 5 Reconoces los subgéneros de la dramática 251


LAQUES — Déjame hablar. Antes de que se casara con esa vecina nuestra, yo aguanté
pacientemente sus amores... (Baquis de nuevo quiere replicar.) Aguarda, que aún no he dicho lo
que quería. Él ahora tiene mujer, búscate, pues, amante más seguro, mientras tienes tiempo para
procurarlo; pues ni él guardará eternamente su actual inclinación ni tú, por Pólux, guardarás tu
juvenil atracción.
BAQUIS — ¿Quién dice tal cosa?
LAQUES — Su suegra.
BAQUIS — ¿Dice que yo....?
LAQUES — Tú misma; tanto que se ha llevado a la hija, y por la misma razón ha querido eliminar
al niño que ha nacido.
BAQUIS — Si yo conociera otra cosa más santa que el juramento con que pudiera confirmar mis
palabras ante ustedes, te la ofrecería, Laques, y te atestiguaría que, desde que se casó, yo tuve
alejado de mí a Pánfilo.
LAQUES — Eres delicada. Pero ¿sabes qué quisiera yo más bien que tú hicieras, si gustas, por
mí? BAQUIS — ¿Qué quieres? Dímelo.
LAQUES — Que vayas ahí adentro donde están las mujeres y les ofrezcas ese mismo juramento;
dales satisfacción y líbrate a ti de esa acusación.
BAQUIS — Haré esta gestión, aunque sé, por Pólux que ninguna otra mujer de mi condición haría
esto, de presentarse por causa semejante a una mujer casada. Pero no quiero que por un falso
rumor se sospeche de tu hijo ni que este sin razón aparezca a los ojos de ustedes, es decir, de
aquellos a quienes menos debiera aparecerlo, un sujeto más frívolo de lo que es; él, en efecto, bien
merece de mí que lo favorezca en todo lo que pueda.
LAQUES — Tus palabras ya me han vuelto indulgente y complaciente para contigo. Porque no solo
esas mujeres han dado crédito a ese embuste, sino yo también. Ahora que he hallado ser tú diversa
de lo que nos habíamos figurado, procura permanecer la misma en lo sucesivo, y entonces podrás
disfrutar a tus anchas de nuestra amistad. Pero si cambiaras de actitud… Me voy a refrenar, para
no espetar nada que te disguste. Un solo consejo te doy: que experimentes qué tal soy y qué puedo
como amigo más que como enemigo.

Escena II
FIDIPO, con una nodriza, LAQUES, BAQUIS con sus acompañantas

FIDIPO — (A la nodriza.) No consentiré que en mi casa te falte nada; antes al contrario, se te


proveerá cuanto te sea menester. Pero una vez que tú estés bien comida y bien bebida, haz que el
niño también esté bien nutrido.
LAQUES — Ahí vuelve mi consuegro; trae una nodriza para el niño. — Fidipo, Baquis jura
solemnemente por todos los dioses...
FIDIPO — ¿Es la que está ahí?
LAQUES — Sí.
FIDIPO — Ni esas mujeres, por Pólux, temen a los dioses, ni los dioses creo que se dignen de
mirarlas.
BAQUIS — Te entrego mis criadas y consiento que indagues la verdad sometiéndolas a los
tormentos que quieras. Es que en este momento se trata de lo siguiente: he de hacer volver
su mujer a casa de Pánfilo; si lo consigo, no me pesa que se diga que yo sola hice lo que otras
meretrices rehúsan hacer.

252 Colegio de Bachilleres del Estado de Sonora


Literatura 2

LAQUES — Fidipo, por el hecho mismo hemos comprobado que falsamente habíamos sospechado
de nuestras mujeres; ahora, pues, pongamos a prueba a Baquis. En realidad, si tu mujer descubre
que ha dado crédito a una calumnia, se le apaciguará la ira; y si la razón por la cual mi hijo está
enojado es porque su mujer ha engendrado clandestinamente, esta es una bagatela: pronto, pues,
se le pasará el enojo. Por cierto en este negocio no hay nada grave que merezca un divorcio.
FIDIPO — Esto es lo que yo quisiera, por Hércules.
LAQUES — Averigua; aquí la tienes: ella hará lo que sea menester para satisfacerte.
FIDIPO — ¿A qué viene todo esto? ¿Acaso no te dije yo hace rato cuál es, Laques, mi pensamiento
con respecto a este asunto? A ellas y no a mí hay que dar satisfacción.
LAQUES — Baquis, te ruego, por Pólux, que cumplas lo que has prometido.
BAQUIS — ¿Quieres pues que por ese motivo entre yo allá?
LAQUES — Sí, ve a darles satisfacción; fuérzalas a que te presten fe.
BAQUIS — Voy, aunque sé que hoy mi presencia ha de resultarles odiosa; pues una mujer casada,
una vez que se ve dejada a un lado por su marido, se convierte en enemiga de la mujer de vida
airada. LAQUES — Pero ellas se harán tus amigas, cuando lleguen a saber el motivo de tu visita.
FIDIPO — ¡Pues sí!, yo también te aseguro que ellas mismas se harán tus amigas, cuando se
enteren del caso. En efecto, las librarás a ellas de engaño y a ti, al mismo tiempo, de sospecha.
BAQUIS — Me siento desfallecer; me da vergüenza presentarme ante Filomena. (A sus criadas.)
Acompáñenme las dos allá dentro. (Salen.)
LAQUES — ¿Qué más quisiera yo sino ver lo que a esta le está ocurriendo, a saber, que se torna
simpática sin perjuicio para sí y con provecho para mí? Efectivamente, si el caso es que en verdad
está separada de Pánfilo, ella sabe que con su gestión presente ganará honra, favor y renombre; le
atestiguará su gratitud a Pánfilo mientras, a la vez, trabará amistad con nosotros.

Escena III
PARMENÓN, después BAQUIS

PARMENÓN — (A solas.) Por Pólux, en verdad que mi amo menosprecia mis servicios, si por una
nadería me envió donde en vano he estado de plantón todo el día, aguardando, allá en la ciudadela,
a Calidémides, el forastero de Micona. Así pues, mientras como un bobo estaba ahí mano sobre
mano, no bien venía alguno, me le acercaba: “¡Hola, joven! Dime, por favor: ¿eres tú de Micona?”
— “No”. — “Pero ¿te llamas Calidémides?” — “Tampoco”. — “Pero ¿tienes aquí un huésped que
se llame Pánfilo?” Todos contestaban que nones; y yo creo que ni existe tal Calidémides. Al fin, por
Hércules, ya estaba corrido de vergüenza, y me he venido. — Pero ¿qué es esto, que veo salir a
Baquis de casa de nuestra pariente? ¿Qué tiene que ver ella ahí?
BAQUIS — Parmenón, a tiempo te me presentas; corre de prisa adonde esté Pánfilo.
PARMENÓN — ¿Para qué?
BAQUIS — Dile que le ruego que venga.
PARMENÓN — ¿A tu casa?
BAQUIS — No, sino a la de Filomena.
PARMENÓN — ¿Qué pasa?
BAQUIS — Déjate de preguntar lo que no te importa
PARMENÓN — ¿Nada más le digo?
BAQUIS — Sí, también dile que Mirrina reconoció como perteneciente a su hija ese anillo que él
un día me había dado.

BLOQUE 5 Reconoces los subgéneros de la dramática 253


PARMENÓN — Entiendo. ¿Eso es todo?
BAQUIS — Sí. Estará aquí al punto, apenas le digas eso. Pero ¿por qué demoras?
PARMENÓN — En verdad que no demoro en absoluto. Hoy ni he tenido tal posibilidad, pues he
pasado toda esta jornada andando y corriendo de acá para allá. (Sale.)
BAQUIS — ¡Qué alegría he procurado a Pánfilo con mi llegada! ¡Cuántos bienes le he ocasionado!
¡Cuántas inquietudes le he quitado! Le restituyo el hijo, que por su culpa y la de esas dos mujeres
casi iba a perecer; le devuelvo su mujer, que él calculaba nunca más poseer; lo he librado de la
sospecha en que su padre y Fidipo lo tenían. Y cabalmente este anillo ha sido el comienzo de
estos descubrimientos y desenredos. Pues me acuerdo que una vez, hace diez meses poco más
o menos, al empezar la noche, vino a buscar refugio en mi casa, todo agitado, sin esclavos que
lo acompañaran, bien borracho, con este anillo. De buenas a primeras me asusté. “Mi Pánfilo —le
digo—, por tu vida, ¿cómo es que estás tan alterado? ¿Y dónde has hallado ese anillo? Dímelo”. Él
se hizo el distraído. Viendo esto, yo formulé no sé qué sospecha; y empecé a instarlo mayormente
para que hablara. El joven me confiesa que en la calle había violentado no sé qué mujer y me dice
que, mientras ella se debatía para librarse, le había arrebatado el anillo. Pues este es el anillo que
hace un momento Mirrina ha reconocido en mi dedo. Al punto me pregunta cómo es que lo tengo;
yo le cuento toda esta historia; y así se ha descubierto que fue él quien violó a Filomena y que de
ahí le viene este hijo que acaba de nacer. Me alegro de que por mí le hayan sobrevenido tantas
alegrías, por más que otras cortesanas no compartirían este sentimiento; efectivamente, no redunda
en provecho nuestro que algún amante nuestro halle su dicha en el casamiento; pero, por Cástor,
jamás inclinaré mi ánimo a una mala acción por un beneficio de mi profesión. Yo, mientras me
estuvo permitido, tuve en él un amigo bondadoso, gracioso y amoroso. Su casamiento, lo confieso,
me resultó enfadoso; pero, por Pólux, creo que nada hice para merecer semejante infortunio. Con
todo, cuando de uno se han recibido muchas ventajas, justo es que se sobrelleven los disgustos
que de él mismo procedan.

Escena IV
PÁNFILO, PARMENÓN, BAQUIS

PÁNFILO — Por favor, mira otra vez, querido Parmenón, que sean ciertas y claras las noticias que
me has referido, a fin de que no me lances a gozar de una alegría falsa y efímera. PARMENÓN
—Ya lo he mirado bien.
PÁNFILO — ¿De veras?
PARMENÓN — De veras.
PÁNFILO — Soy un dios, si es así.
PARMENÓN — Así es; tú mismo lo comprobarás. (Hace ademán de retirarse.)
PÁNFILO — Quédate un momento, por tu vida; porque temo creer una cosa mientras tú me
anuncias otra.
PARMENÓN — Y bien, me quedo.
PANFILO — Pues, has dicho, me parece, que Mirrina descubrió un anillo suyo en el dedo de
Baquis. PARMENÓN — Eso es.
PÁNFILO — El anillo que un día yo le había dado a Baquis; y que es Baquis quien te mandó venir
a darme esa noticia. ¿Es así?
PARMENÓN — Es así no más.
PÁNFILO — ¿Quién hay más venturoso que yo? ¿Quién, más rebosante de gozo? ¿Qué debería
yo obsequiarte por tal mensaje? ¿Qué? ¿Qué? No lo sé.

254 Colegio de Bachilleres del Estado de Sonora


Literatura 2

PARMENÓN —Yo, sí, lo sé.


PÁNFILO — ¿Pues qué?
PARMENÓN — Pues nada, porque no sé qué halles de bueno ni en el mensaje ni en mi persona.
PÁNFILO — ¿Puedo permitir yo que se aleje de mí sin recompensa uno que, estando yo muerto,
me sacó del Orco y me hizo volver a la luz? ¡Ah, demasiado ruin me crees! — Pero ahí veo a Baquis
de pie ante la puerta; debe de estar aguardándome a mí; la abordaré. (Se aleja de Parmenón, que
queda en adelante extraño a la conversación.)
BAQUIS — (Adelantándose.) ¡Bien venido, Pánfilo!
PÁNFILO — ¡Oh Baquis! ¡Oh Baquis de mi alma! ¡Mi salvadora!
BAQUIS — Todo ha ido bien; yo estoy llena de gozo
PÁNFILO — Con tus palabras me haces prestar fe a los hechos. Y tú guardas tu gentileza de
antaño, de suerte que tu encuentro con uno, tu conversación y tu visita, donde quiera que sea, es
siempre un placer.
BAQUIS — Y tú también, por Cástor, guardas tu carácter y tu corazón de antaño, de suerte que en
ninguna parte, entre todos los hombres que viven en el mundo, ni uno se encuentra que sea más
amable que tú.
PÁNFILO — ¡Ja, ja, ja! ¿Tú a mí con piropos?
BAQUIS — Con razón te has entregado al amor de tu esposa. Hasta el día de hoy yo jamás la había
visto con mis propios ojos como para apreciarla.
PÁNFILO — Di la verdad.
BAQUIS — ¡Pero sí! ¡Así me amen los dioses, Pánfilo!
PÁNFILO — Dime: ¿acaso le has dicho algo de todo esto a mi padre?
BAQUIS — No, nada.
PÁNFILO — Ni hace falta. Pues ¡mutis! No quiero que ocurra como en las comedias, donde todos
llegan a enterarse de todo. Aquí, los que convenía que se enteraran, ya lo saben; y los que no
conviene que estén al tanto, ni llegarán a enterarse ni tendrán conocimiento directo del asunto.
BAQUIS — Más aún; te confío un dato con que entiendas lo fácil que va a ser mantener el secreto:
Mirrina le ha dicho a Fidipo que ha dado fe a mi juramento, y que por consiguiente tú eres inocente
a sus ojos.
PÁNFILO — Muy bien. Y espero que este asunto termine a nuestro gusto.
PARMENÓN — (Acercándose.) Señor, ¿me está permitido saber de ti qué bien es el que te he
hecho hoy, y de qué asunto están ustedes tratando?
PÁNFILO — No, no te está permitido.
PARMENÓN — Sin embargo, yo lo sospecho. (Aparte, cavilando sobre lo que anteriormente le dijo
Pánfilo.) ¿Yo a este... muerto... del Orco? ¿De qué manera...?
PÁNFILO — No sabes, Parmenón, qué gran servicio me has prestado hoy y de qué gran angustia
me has librado.
PARMENÓN — ¡Vaya si lo sé! No lo hice por casualidad.
PÁNFILO — No me cabe la menor duda.
PARMENÓN — ¿Acaso a Parmenón se le puede escapar así, a la ligera, alguna ocasión de hacer
algo útil?
PÁNFILO — Acompáñame allá dentro, Parmenón.
PARMENÓN — Te acompaño. (A los espectadores.) Verdaderamente, el bien que hice hoy
inconscientemente supera a todo el que hice a sabiendas antes de este día.
EL CANTOR— ¡Aplaudan!

BLOQUE 5 Reconoces los subgéneros de la dramática 255


1.- ¿En qué lugar se desarrolla la obra?

________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________

2.- ¿A quiénes hace referencia con los siete contra Tebas?

________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________

3.- ¿Cuál es el contenido de la obra?

________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________

4.- Escribe el argumento.


________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________

5.- Clasifica a los personajes.

________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________

256 Colegio de Bachilleres del Estado de Sonora


Literatura 2

Cierre

ACTIVIDAD 4
SD2-B5

Selecciona una de las obras leídas:


• Antígona de Sófocles
• La suegra de Terencio

Redacta una reseña literaria.

Entrégala por escrito a tu profesor (a).

Elaboremos una reseña considerando los siguientes elementos:

1.- Datos biográficos del autor e indicar el título de sus demás obras.

2.- Datos bibliográficos de la obra que leíste (ficha bibliográfica).

3.- Género y subgénero literario al que pertenece la obra que leíste.

4.- Tiempo y Espacio de la obra para ubicarla en la Corriente Literaria a la que


pertenece, de acuerdo a sus características.

5.- Contexto Histórico y Cultural de la obra.

6.- Argumento de la obra que se divide en los siguientes puntos:


a) Problema
b) Desarrollo
c) Clímax
d) Desenlace

BLOQUE 5 Reconoces los subgéneros de la dramática 257


7.- ¿Qué características de la comedia identificas en la obra?

8.- ¿Cuál es tu opinión sobre la obra?

REACTIVOS DE CIERRE
Escribe dentro del paréntesis la clave de la respuesta correcta.

1.- ¿A qué divinidad eran dedicadas las ceremonias que dieron origen a la
tragedia?................................................................................................................................ ( )
A) Platón B) Zeus C) Dionisio D) Seres

2.- ¿Quén fue el primer autor que produjo una tragedia para las fiestas dionisiacas? ............ ( )
A) Aristófanes B) Tespis C) Plauto D) Esquilo

3.- Elemento del teatro griego que son un tipo de calzado con suelas altas para
representar personajes nobles .............................................................................................. ( )
A) Coturnos B) Máscara C) Zancos D) Ropas

4.- Autor que introdujo al tercer actor. Además escribió obras como: Antígona y Electra ....... ( )
A) Esquilo B) Sófocles C) Menandro D) Terencio

5.- El argumento de este subgénero se centra en la caída de un personaje importante (un


rey, un príncipe, un héroe, un semidiós), que comete un error trágico (denominado hibris)
por el cual debe sufrir un castigo............................................................................................. ( )
A) Melodrama B) Comedia C) Sátira D) Tragedia

6.- Relaciona lo siguiente:...................................................................................................... ( )


a) Tragedia 1.- Imita a hombres mejores que los reales.
b) Comedia 2.- Imita a hombres peores que los reales.
c) Drama 3.- intentando representar precisamente a los
“hombres reales”, que presentan tanto defectos
como virtudes.

A) a1, b2, c3 B) a2, b1, c3 C) a3, b2, c1 D) a1, b3, c2

258 Colegio de Bachilleres del Estado de Sonora


Literatura 2

7.- Este tipo de estructura se refiere a los grandes bloques mediante los cuales se
organiza un texto dramático. Es decir, el esquema general por actos o jornadas,
cuadros y escenas........................................................................................................... ( )
A) Formal B) Externa C) Informal D) Interna

8.- Relaciona lo siguiente .............................................................................................. ( )

a) Estásimos 1.- Se llamaba así a la entrada del coro.


b) Éxodo 2.- Salida del coro.
c) Parodo 3.- Donde se ponía en antecedentes al espectador y se
planteaba el inicio de la acción.
d) Prólogo, 4.- Cantados por el coro.
e) Episodios 5.- Recitados por los personajes.

A) a4, b2, c1,d3,e5 B) a3, b1, c4, d2, e5


C) a5, b3, c2, d1, e4 D) a1, b4, c5, d4, e3

9.- Relaciona las partes de la estructura interna con su definición.

a) Exposición 1.- Corresponde al punto culminante de la acción dramática.

b) Desarrollo 2.- Es la secuencia de acciones que finalmente conducen al clímax.

c) Clímax 3.- Es la complicación que hace que se mueva la historia.


4.- Es la situación de partida, incluye la presentación de los personajes
d) Resolución
y los presupuestos desde los que parte la acción.
5.- Solución de los conflictos, se establece un nuevo equilibrio bajo los
e) Conflicto
nuevos presupuestos.

A) a4, b2, c1,d3,e5 B) a3, b1, c4, d2, e5 C) a4, b2, c1, d5, e3 D) a1, b4, c5, d4, e3

10.- Se le llama así a aquellos sobre lo que trata la obra, la idea que desarrolla el
dramaturgo para su escenificación ................................................................................... ( )
A) Fondo B) Forma C) Estructura D) Guion

BLOQUE 5 Reconoces los subgéneros de la dramática 259


EVALUACIÓN DE LA ACTIVIDAD INTEGRADORA
BLOQUE 5 ACTIVIDAD INTEGRADORA PROYECTO 5
Nombre del alumno: Grupo y turno:
Fecha de entrega: Puntaje obtenido:
Criterios Excelente Bueno Regular Malo
El inicio del ensayo
El inicio del ensayo El inicio del ensayo El inicio del ensayo
es medianamente
es atractivo al es poco atractivo al no es atractivo al
atractivo al lector.
Creativo lector. Inicia con la lector. No inicia con lector. No inicia con
Inicia con la frase
frase detonante “La la frase detonante la frase detonante
detonante “La vida
vida es teatro” “La vida es teatro” “La vida es teatro”
es teatro”
La introducción La introducción La introducción La introducción no
incluye el propósito, medianamente apenas incluye incluye el propósito
Introducción y exposición incluye el propósito el propósito y y exposición
general del tema. y exposición exposición general general del tema.
general del tema. del tema.
La idea principal La idea principal La idea principal La idea principal
nombra el tema medianamente apenas nombra el no nombra el
del ensayo y nombra el tema tema del ensayo tema del ensayo
Enfoque o
esquematiza los del ensayo y y esquematiza los y esquematiza los
idea principal
puntos principales esquematiza los puntos principales puntos principales
a discutir. puntos principales a discutir. a discutir.
a discutir.
El alumno El alumno El alumno apenas El alumno no
presenta en medianamente presenta en presenta en
su opinión una presenta en su opinión una su opinión una
afirmación clara y su opinión una afirmación clara afirmación clara
Opinión bien fundamentada afirmación clara y y fundamentada y fundamentada
de la posición fundamentada de de la posición de la posición
sobre el tema. la posición sobre el sobre el tema. No sobre el tema. No
La refuerza con tema. La refuerza la refuerza con la refuerza con
evidencias. con evidencias. evidencias. evidencias.
El alumno presenta El alumno El alumno El alumno no
aportaciones medianamente apenas presenta presenta
personales presenta aportaciones aportaciones
coherentes aportaciones personales personales
Aportación
y demuestra personales coherentes coherentes y
personal
conocimiento sobre coherentes y demuestra no demuestra
el tema. y demuestra conocimiento sobre conocimiento sobre
conocimiento sobre el tema. el tema.
el tema.

260 Colegio de Bachilleres del Estado de Sonora


Literatura 2

EVALUACIÓN DE ACTIVIDADES

LISTA DE COTEJO PARA EVALUAR LA EVALUACIÓN DIAGNÓSTICA

BLOQUE 5 SD1 EVALUACIÓN DIAGNÓSTICA


Nombre del alumno: Grupo y turno:
Fecha de entrega: Puntaje obtenido:
Contesta correctamente
Preguntas

1.- Comenta de manera personal qué es para ti una tragedia.


2.- ¿Has leído o presenciado obras de teatro que pertenezcan a una
tragedia?
3.- ¿Qué autores reconoces de este subgénero dramático?
4.- La obra Romeo y Julieta de William Shakespeare es una obra
representativa de este subgénero dramático. ¿Sabes por qué? Comenta
que características identificas.

BLOQUE 5 Reconoces los subgéneros de la dramática 261


RÚBRICA PARA EVALUAR ACTIVIDAD 4. B5-SD1

BLOQUE 5 SECUENCIA DIDÁCTICA 1 ACTIVIDAD 4


NOMBRE DEL ALUMNO: GRUPO Y TURNO:
PUNTAJE OBTENIDO: FECHA:
CRITERIOS Excelente 3 Bueno 2 Regular 1 Malo 0
El concepto principal El concepto principal El concepto
El concepto principal
Concepto es adecuado y es medianamente principal pertenece
no tiene relación con
principal pertinente con el relevante dentro del al tema, pero no se
el tema.
tema. tema. fundamenta.
El mapa conceptual
incluye solo algunos
Faltan la mayoría de los conceptos
El mapa conceptual
El mapa conceptual de los conceptos importantes que
incluye todos
incluye la mayoría importantes que representan la
los conceptos
de los conceptos representan la información principal
Conceptos importantes que
importantes que información principal del tema, pero faltan
subordinados representa la
representan la del tema. los más significativos.
información principal
información principal Repite algún Repite varios
del tema. No repite
del tema. concepto. conceptos y/o
conceptos.
aparecen varios
conceptos ajenos o
irrelevantes.
Presenta
proposiciones
inválidas de acuerdo
Algunas de las Solo algunas de
La mayor parte de las al tema con enlaces
proposiciones las proposiciones
proposiciones son que describen una
son invalidadas o son válidas de
Palabras de válidas de acuerdo relación inexistente,
no representan la acuerdo al tema
enlace y a la pregunta de afirmaciones
información principal o la pregunta de
proposiciones enfoque o tema completamente
del tema o pregunta enfoque. Repite
y representan la falsas. Presenta
de enfoque. No repite algún concepto.
información principal. afirmaciones vagas
conceptos.
y/o aparecen varios
conceptos ajenos o
irrelevantes.
El mapa
El mapa conceptual
conceptual presenta
muestra enlaces Presenta menos de 3
enlaces cruzados,
cruzados, adecuados niveles, redundantes,
El mapa conceptual adecuados
Enlaces gramaticalmente, o erróneos tanto
integra enlaces gramaticalmente pero
cruzados y pertinentes y gramaticalmente
creativos y un tanto irrelevantes
creatividad relevantes en como en términos
novedosos. en términos de la
términos de la de la información
información principal
información principal principal del tema.
del tema.
del tema.

262 Colegio de Bachilleres del Estado de Sonora


Literatura 2

Presenta menos de
Se presentan al
Todos los conceptos 3 niveles jerárquicos
menos 3 niveles
Todos los conceptos están ordenados y menos de 5
jerárquicos,
están ordenados jerárquicamente. ramificaciones, o
pero uno de ellos
jerárquicamente Se presentan al bien, la estructura
corresponde al
Presenta más de 4 menos tres niveles del mapa es lineal
nivel de ejemplo
niveles jerárquicos jerárquicos .(ninguno o no presenta
y presenta a
(ninguno de ellos es de ellos es de una organización
Jerarquía lo menos 5
ejemplo) y ejemplo) y 6 ó 7 jerárquica.
Estructura ramificaciones.
más de 7 ramificaciones. Mapa lineal, con
(complejidad Presenta una
ramificaciones. Presenta una varias secuencias
estructural) estructura jerárquica
Presenta estructura estructura jerárquica de oraciones largas
clara, pero no
jerárquica completa clara, equilibrada hacia los lados
equilibrada, o bien,
y equilibrada, con pero un tanto o hacia abajo; o
una apariencia
una organización simple o un poco bien, presenta una
equilibrada pero
clara y de fácil desequilibrada estructura ilegible,
en exceso simple, o
interpretación. pero clara y de desorganizada,
un tanto desordenada
fácil interpretación. caótica o difícil de
y difusa.
interpretar.

LISTA DE COTEJO PARA EVALUAR LA EVALUACIÓN DIAGNÓSTICA

BLOQUE 5 SECUENCIA DIDÁCTICA 2 EVALUACIÓN DIAGNÓSTICA


Nombre del alumno: Grupo y turno:
Fecha de entrega: Puntaje obtenido:
Contesta correctamente
Preguntas

1.- ¿Qué es para ti lo cómico?

2.- Enseguida se presenta una lista de palabras, escribe dentro del


cuadro una  en aquellas que tengan relación con lo cómico:

3.- Escribe cinco situaciones que te han hecho reír.

4.- Escribe cinco situaciones que te hacen ser feliz.

5.- Cuando has visto en la televisión o en el teatro una obra cómica


¿por qué la reconoces como tal?

BLOQUE 5 Reconoces los subgéneros de la dramática 263


RÚBRICA PARA EVALUAR ACTIVIDAD 1. B5-SD2

BLOQUE 5 SECUENCIA DIDÁCTICA 2 ACTIVIDAD 1


Nombre del alumno: Grupo y turno:
Fecha de entrega: Puntaje obtenido:

Criterios Excelente Bueno Regular Malo

Ubica, marca,
escribe y define Ubica, marca, Ubica, marca, Ubica ,marca, Ubica,marca,
conceptos escribe y define escribe y define escribe y define escribe y define
seleccionados en por lo menos 13 a por lo menos de por lo menos 8 a 5 por lo menos 4 a 1
la sopa de letras. conceptos. 12 a 9 conceptos. conceptos. conceptos.

RÚBRICA PARA EVALUAR ACTIVIDAD 2. B5-SD2

BLOQUE 5 SECUENCIA DIDÁCTICA 2 ACTIVIDAD 2


NOMBRE DEL ALUMNO: GRUPO Y TURNO:
PUNTAJE OBTENIDO: FECHA:
CRITERIOS Excelente 3 Bueno 2 Regular 1 Malo 0
El concepto principal El concepto
El concepto principal
es medianamente principal pertenece El concepto principal
Concepto es adecuado y
relevante dentro del al tema, pero no se no tiene relación con
principal pertinente con el
tema. fundamenta. el tema.
tema.

El mapa conceptual
incluye solo algunos
de los conceptos
El mapa conceptual Faltan la mayoría
El mapa conceptual importantes que
incluye todos de los conceptos
incluye la mayoría representan la
los conceptos importantes que
de los conceptos información principal
Conceptos importantes que representan la
importantes que del tema, pero faltan
subordinados representa la información principal
representan la los más significativos.
información principal del tema.
información principal Repite varios
del tema. No repite Repite algún
del tema. conceptos y/o
conceptos. concepto.
aparecen varios
conceptos ajenos o
irrelevantes.

264 Colegio de Bachilleres del Estado de Sonora


Literatura 2

Presenta
proposiciones
inválidas de acuerdo
Algunas de las
La mayor parte de las al tema con enlaces
proposiciones Solo algunas de las
proposiciones son que describen una
son invalidadas o proposiciones son
válidas de acuerdo relación inexistente,
Palabras no representan la válidas de acuerdo
a la pregunta de afirmaciones
de enlace y información principal al tema o la pregunta
enfoque o tema completamente
proposiciones del tema o pregunta de enfoque. Repite
y representan la falsas. Presenta
de enfoque. No repite algún concepto.
información principal. afirmaciones vagas
conceptos.
y/o aparecen varios
conceptos ajenos o
irrelevantes.

El mapa conceptual
El mapa conceptual
muestra enlaces Presenta menos de 3
presenta enlaces
cruzados, adecuados niveles, redundantes,
El mapa conceptual cruzados, adecuados
Enlaces gramaticalmente, o erróneos tanto
integra enlaces gramaticalmente pero
cruzados y pertinentes y gramaticalmente
creativos y un tanto irrelevantes
creatividad relevantes en como en términos
novedosos. en términos de la
términos de la de la información
información principal
información principal principal del tema.
del tema.
del tema.
Se presentan al
Todos los conceptos Presenta menos de
Todos los conceptos menos 3 niveles
están ordenados 3 niveles jerárquicos
están ordenados jerárquicos,
jerárquicamente. y menos de 5
jerárquicamente pero uno de ellos
Se presentan al ramificaciones, o
Presenta más de 4 corresponde al
Jerarquía menos tres niveles bien, la estructura
niveles jerárquicos nivel de ejemplo
jerárquicos .(ninguno del mapa es lineal
(ninguno de ellos es y presenta a
de ellos es de o no presenta
ejemplo) y más de 7 lo menos 5
ejemplo) y 6 ó 7 una organización
ramificaciones. ramificaciones.
ramificaciones. jerárquica.

Presenta una Mapa lineal, con


Presenta una
estructura jerárquica varias secuencias
Presenta estructura estructura
clara, pero no de oraciones largas
jerárquica completa jerárquica clara,
equilibrada, o bien, hacia los lados
Estructura y equilibrada, con equilibrada pero
una apariencia o hacia abajo; o
(complejidad una organización un tanto simple o un
equilibrada pero bien, presenta una
estructural) clara y de fácil poco desequilibrada
en exceso simple, o estructura ilegible,
interpretación. pero clara y de
un tanto desordenada desorganizada,
fácil interpretación.
y difusa. caótica o difícil de
interpretar.

BLOQUE 5 Reconoces los subgéneros de la dramática 265


RÚBRICA PARA EVALUAR LA ACTIVIDAD 3. B5-SD2

BLOQUE 5 SECUENCIA DIDÁCTICA 2 ACTIVIDAD 3


Nombre del alumno: Grupo y turno:

Fecha de entrega: Puntaje obtenido:

Contesta correctamente
Preguntas
SÍ NO
1.- ¿En qué lugar se desarrolla la obra?

2.- ¿A quiénes hace referencia con los siete contra Tebas?

3.- ¿Cuál es el contenido de la obra?

4.- Escribe el argumento.

5.- Clasifica a los personajes.

RÚBRICA PARA EVALUAR LA ACTIVIDAD 4. B5-SD2


BLOQUE 5 SECUENCIA DIDÁCTICA 2 ACTIVIDAD 4
Nombre del alumno: Grupo y turno:

Fecha de entrega: Puntaje obtenido:

Contesta
CRITERIOS
SÍ NO
1.- Datos biográficos del autor e indicar el título de sus demás
obras.
2.- Datos bibliográficos de la obra que leíste (ficha bibliográfica).

3.- Género y subgénero literario al que pertenece la obra que leíste.


4.- Tiempo y Espacio de la obra para ubicarla en la Corriente Lite-
raria a la que pertenece, de acuerdo a sus características.
5.- Contexto Histórico y Cultural de la obra.
6.- Argumento de la obra que se divide en los siguientes puntos:
a) Exposición
b) Desarrollo
c) Clímax
d) Desenlace
7.- ¿Qué características de la comedia identificas en la obra?

8.- ¿Cuál es tu opinión sobre la obra?

266 Colegio de Bachilleres del Estado de Sonora


Literatura 2

RÚBRICA PARA EVALUAR REACTIVOS DE CIERRE

BLOQUE 5 SECUENCIA DIDÁCTICA 2 REACTIVOS DE CIERRE


Nombre del alumno: Grupo y turno:

Fecha de entrega: Puntaje obtenido:

Contesta
Preguntas
SÍ NO
1.- ¿A qué divinidad eran dedicadas las ceremonias que dieron origen a la
tragedia?....................................................................................... ( )
A) Platón B) Zeus C) Dionisio D) Seres

2.- ¿Quén fue el primer autor que produjo una tragedia para las fiestas
dionisiacas?................................................................................... ( )
A) Aristófanes B) Tespis C) Plauto D) Esquilo

3.- Elemento del teatro griego que son un tipo de calzado con suelas altas para
representar personajes nobles….................................................. ( )
A) Coturnos B) Máscara C) Zancos D) Ropas

5.- El argumento de este subgénero se centra en la caída de un personaje


importante (un rey, un príncipe, un héroe, un semidiós), que comete un error
trágico (denominado hibris) por el cual debe sufrir un castigo...... ( )
A) Melodrama B) Comedia C) Sátira D) Tragedia

4.- Autor que introdujo al tercer actor. Además escribió obras como: Antígona y
Electra........................................................................................... ( )
A) Esquilo B) Sófocles C) Menandro D) Terencio

6.- Relaciona lo siguiente:……………………………………........... ( )


a) Tragedia 1.- Imita a hombres mejores que los reales.
b) Comedia 2.- Imita a hombres peores que los reales.
c) Drama 3.- intentando representar.
A) a1, b2, c3 B) a2, b1, c3 C) a3, b2, c1 D) a1, b3, c2
7.- Este tipo de estructura se refiere a los grandes bloques mediante los cuales
se organiza un texto dramático. Es decir, el esquema general por actos o
jornadas, cuadros y escenas…………………………………………( )
A) Formal B) Externa C) Informal D) Interna

BLOQUE 5 Reconoces los subgéneros de la dramática 267


8.- Relaciona lo siguiente…………………………………................( )

a) Estásimos 1.- Se llamaba así a la entrada del coro.


b) Éxodo 2.- Salida del coro.
c) Parodo 3.- Donde se ponía en antecedentes al espectador y
d) Prólogo se planteaba el inicio de la acción.
e) Episodios 4.- Cantados por el coro.
5.- Recitados por los personajes.

A) a4, b2, c1,d3,e5 B) a3, b1, c4, d2, e5


C) a5, b3, c2, d1, e4 D) a1, b4, c5, d4, e3

9.- Relaciona las partes de la estructura interna con su definición


....……………………………………………………..….....................( )
1.- Corresponde al punto culminante de la acción.
a) Exposición
2.- Es la secuencia de acciones que finalmente conducen
b) Desarrollo
c) Clímax al clímax.
d) Resolución 3.- Es la complicación que hace que se mueva la historia.
e) Conflicto 4.- Es la situación de partida, incluye la presentación de
los personajes y los presupuestos desde los que
parte la acción.
5.- Solución de los conflictos, se establece un nuevo.
equilibrio bajo los nuevos presupuestos.

A) a4, b2, c1,d3,e5 B) a3, b1, c4, d2, e5


C) a4, b2, c1, d5, e3 D) a1, b4, c5, d4, e3

10.- Se le llama así a aquellos sobre lo que trata la obra, la idea que desarrolla
el dramaturgo para su escenificación….............. ( )
A) Fondo B) Forma C) Estructura D) Guion

268 Colegio de Bachilleres del Estado de Sonora

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