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BOLETÍN INFORMATIVO 2020

PLAN DE CONVIVENCIA DEMOCRÁTICA

La formación de la
IDENTIDAD EN
LA ADOLESCENCIA:
EL ROL DE LOS PADRES

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La identidad

La identidad, definida desde la Psicología, se comprende como aquel


núcleo del cual se conforma la persona. Se trata de un núcleo que, junto
con la razón, le permiten al ser humano interactuar con otros individuos
presentes en el medio.
La formación de la identidad es un proceso que empieza a configurarse
desde características que acompañan a la persona en su crecimiento,
presentes desde el momento de su nacimiento. En este proceso influyen
también las experiencias vividas. A partir de lo anterior, la identidad se
forma otorgándonos una imagen compleja sobre nosotros mismos, la que
nos permite actuar de determinada forma en nuestro entorno. La
formación de la identidad es un proceso fundamental durante la
adolescencia.

Según la teoría de Erikson, los adolescentes se enfrentan a una gran


cantidad de elecciones durante esta etapa.
Ellos experimentan con distintos roles y personalidades hasta que
alcanzan un sentido del yo estable. Aunque bien se identifican con
algunos roles, también acaban descartando otros que resultan contrarios
a su forma de pensar.

Los roles puede ser de tipo:

Cognoscitivo: Desarrollan una capacidad de


razonamiento que les permite tomar decisiones e
identificarse con ciertos tipos de pensamiento.

Parental: Las relaciones que tienen los adolescentes


con sus padres les permiten identificarse con alguno
de ellos y tomar cualidades deseables.

Escolar: Da un espacio para la pertenencia a un grupo


y fomenta la autonomía: la capacidad para tomar
distancia de lo que no va acorde con su personalidad.

Sociocultural: La formación de la identidad es influida


fuertemente por el contexto social e histórico.

El rol de los padres


La actitud o la manera de aproximarse de los padres puede beneficiar o
dificultar la formación de la personalidad de su hijo. Algunos ejemplos de
estilos parentales y sus consecuencias son:

Estilo negligente:
Ofrecen a los hijos pocas reglas y límites, así como dan escaso afecto y se
integran poco en sus actividades y en sus vidas. Generalmente, delegan
la educación de sus hijos a otros (escuela, iglesia, los propios hijos, etc.).
Los hijos de padres con un estilo negligente tienden a ser negligentes
consigo mismos. Ellos crecen con una sensación de tener “poco valor”
y a veces aprenden a dañarse a sí mismos, ya sea con notas bajas,
enfermedad o mal comportamiento; ya que es la única forma de
recibir algún cuidado.

Estilo permisivo:
Aunque afectivos, pueden llegar a la sobreprotección. Presentan
dificultades para aplicar reglas y límites a los hijos o buscan asumir las
responsabilidades de sus hijos evitando que sufran las consecuencias de
sus elecciones. Esta situación provoca el sentimiento de fragilidad en
el hijo, dándole la impresión de que no tiene capacidad de enfrentar
nada solo: papá y mamá siempre tienen que actuar.
Es posible que los hijos de padres permisivos se muestren inseguros,
tristes o evidencien baja autoestima en el futuro.

Estilo autoritario:
Ofrecen muchas reglas y límites, pero poco afecto y participación en la
vida de los hijos. Quieren imponer su deseo a los adolescentes y, por
tener poca disposición para el diálogo, estos padres tienen poco
conocimiento sobre los sentimientos e intereses de sus hijos. La disciplina
está basada en el temor, más que en la internalización de conceptos. Los
hijos de padres con un estilo autoritario pueden crecer con rasgos
perfeccionistas, presentar temor al fracaso e intolerancia a la
frustración; además de mostrarse siempre insatisfechos consigo
mismos. Al mismo tiempo, pueden ser intolerantes con otros y
replicar el estilo exigente de sus padres.

Estilo participativo:
Ejercen reglas y límites, pero también dan mucho afecto y se involucran
directamente en la vida de los hijos. Fundamentados en un diálogo
maduro y de manera firme, estos padres explican a los hijos el porqué de
las decisiones tomadas, les dicen cuál es el comportamiento esperado,
enfocan la postura correcta y no resaltan la equivocada. Los hijos de
padres con estilo participativo tienden a desarrollar una autoestima
adecuada, a mostrarse seguros y a afrontar dificultades con
asertividad, tal y como en su momento lo hicieron sus padres. Pueden
desarrollar una personalidad más abierta a la socialización y a mostrar
autocontrol.

Los padres tienen un papel importante en la construcción de la identidad


de los hijos, pues desde su niñez son las “figuras” que los ayudan a
configurar su mundo interno. Son los primeros “modelos” de vida y los
que enmarcan el contexto en el que crecerán sus hijos.
En la adolescencia, los hijos tienden a “distanciarse de sus padres”. Ello
no significa que hayan dejado de “quererlos”; el objetivo es poder
reconocerse a sí mismo y sentirse “único” y auténtico. Es necesario para
que los adolescentes formen su propia identidad. El distanciamiento es
temporal y, mientras estes sucede, los padres deben mostrar afecto y
comprensión. Así como los límites deben seguir respetándose, estos
deben ser argumentados de tal forma que no pierdan autoridad ante los
hijos. Al respecto, el adolescente puede cuestionar las normas que
cuando era niño no objetaba y generarle cierta resistencia, así como
también crearle angustia al no poder regresar a donde se sentía más
querido y protegido por sus progenitores.
Cabe recordar que la formación de la identidad es un proceso de
adaptación. Con el tiempo, en el momento oportuno, los hijos “volverán
a los padres”. En este sentido, se recomienda ayudarles “respetando sus
decisiones”, aunque considerando la prevención de situaciones de
riesgo. Por ello, es importante haber generado una confianza previa con
los hijos que les permita a ellos recurrir a los padres como primera
instancia ante las dificultades. Otro aspecto importante es haber
incentivado una educación en valores que hayan sido impartidos con el
propio ejemplo. En esta edad, los hijos cuestionan la “coherencia” de los
padres y si observan que ellos no cumplen lo que les exigen a ellos como
hijos, pierden el “respeto” por la figura parental. Los hijos siguen el
modelo dado por los padres.

“Lleva mucho tiempo educar a nuestros hijos para ser buenos; tienes que
criarlos, y eso significa hacer cosas con ellos: preguntar, contar, sondear
experimentar a través de la experiencia, de tus propias palabras, de tu
manera de unirlas. Tienes que aprender dónde estás parado y asegurarte
de que tus hijos aprenden de ti, entienden el porqué, y pronto estarán
parados juntos a ti, contigo”.
- Erik Erikson -

DEPARTAMENTO
PSICOPEDAGÓGICO

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