Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
P.D. Te he enviado algunos Starbursts. Solo los rosas y rojos, porque eso
es lo mucho que te quiero.
P. P. D. Mi padre me llamó varias veces esta semana. No respondí, pero
casi quise hacerlo algunas veces. Estoy trabajando en entenderlo en mi
cabeza en este momento. Quiero saber qué quería decir, pero también quiero
saber por qué me importa.
Chick,
¡Feliz San Patricio!
Espero que estés en una fiesta universitaria totalmente cliché y bebas
cerveza verde en celebración.
Hoy estamos filmando en Ámsterdam. Es mi primer gran papel real, y
estaremos aquí durante los próximos meses. Es una locura lo hermoso que es
este lugar. Cuando tenga la oportunidad, te traeré a Europa. Te llevaré a
todas partes. Quiero mostrarte el mundo entero, Shay.
Quiero decir que todo sobre el mundo de la actuación ha sido increíble,
pero algunos días es difícil. Echo de menos no tener a mi terapeuta aquí, pero
tenemos llamadas por Skype cada vez que podemos. Algunos días mi
ansiedad se apodera y me preocupa que mi mente se vuelva loca otra vez,
pero he aprendido algunas técnicas para enfrentar problemas bastante
buenos para domar mis nervios.
En cuanto a la actuación, no soy perfecto. Cada vez que me equivoco me
molesta mucho, pensando que estoy desperdiciando el tiempo y el dinero de
la gente, lo cual probablemente esté haciendo. Todo en el mundo de
Hollywood se trata de esas dos cosas: tiempo y dinero. Después de cada
sesión regreso a mi habitación de hotel y pienso demasiado en cómo podría
haber sido mejor.
La doctora Smith dice que es algo malo, tratar de reelaborar el pasado
cuando puedo aplicar lo que he aprendido al futuro. Aun así, me cuesta. Un
minuto a la vez, supongo.
Es difícil saber qué es real y qué es falso en este lugar, en el mundo de
los actores. Es difícil saber si a la gente realmente le gustas o si solo están
actuando, si solo están tratando de establecer contactos o construir una
conexión y amistad auténtica. Todo viene con una capa de misterio, y no estoy
seguro de cómo me siento al respecto. Extraño lo de verdad. Echo de menos
lo puro. Te extraño.
Hablando de ti, en las últimas dos cartas que te envié te pedí leer tu
guion, y tengo la sensación de que ignoraste casualmente esa solicitud. Sé
que es genial, Shay, y tal vez pueda encontrar una manera de ponerlo en las
manos adecuadas de alguien en la industria.
Sé que tienes miedo de dárselo a los lobos, pero recuerda que soy una
oveja vestida de lobo. Cuidaré de tu bebé.
Metí un poco de chocolate belga en el paquete y rezo para que no se
derrita. También agregué algunos chocolates de Suiza para Raine, ya que dice
ser Suiza y se enorgullece de mantener su nariz fuera de los asuntos de otras
personas.
Cuando regrese a los Estados Unidos y tenga un verdadero descanso,
iré por ti.
Estoy ansioso por saborear tus labios. Estoy deseando abrazarte.
Deseándote a ti.
Te amo x2.
Satán
P.D. No puedo creer que tu padre te siga llamando. Si te molesta, tal vez
sea hora de cambiar tu número.
—¿H
ola? —susurré tarde una noche de mayo
mientras yacía en la cama. El timbre del
teléfono me despertó y me senté alerta cuando
vi el nombre de Landon parpadear en la
pantalla. Era pasada la medianoche, y casi
nunca llamábamos por capricho sin avisarnos con anticipación, así que por
supuesto lo primero que se me ocurrió fue preocupación.
—Hola, Chick —dijo, sonando tranquilo. Eso me permitió calmar un
poco los nervios.
—Hola. ¿Qué está pasando?
—Nada. Lo siento, sé que es tarde, pero sentía un poco de nostalgia y
solo necesitaba escuchar tu voz.
Mi corazón hizo ese golpeteo en mi pecho mientras bajaba mi cuerpo
de nuevo hasta la funda de mi almohada.
—Me extrañas, ¿eh?
—Demasiado. Algo va a tener que pasar pronto porque, vaya... extraño
tenerte en mis brazos.
—Bueno, deja de ser tan famoso.
—No soy famoso —dijo, bostezando contra el micrófono.
—Tienes sueño.
—Sí, pero no podía dormir sin escuchar tu voz. Esperaba poder
dormirme contigo al otro extremo de la línea, escuchándote hablar conmigo.
—¿Algo en particular que te gustaría escuchar?
—Podrías recitar el abecedario y me encantaría. Honestamente,
cualquier cosa.
—¿Como que apareció mi padre en el campus de mi universidad
buscándome?
Escuché el estado de alerta en su voz.
—Espera, ¿qué?
—Si. Lo vi caminando por el campus. Esto fue después de que ignorara
un buen número de llamadas en los últimos meses y cambiara de número.
—¿Qué hiciste?
—Me vio antes de que pudiera correr, así que terminé hablando con él.
—¿Qué quería?
Se me revolvió el estómago al recordar la conversación.
—Dinero. Dijo que se encontraba en una situación difícil y que
necesitaba dinero para ganarse la comida y esas cosas. Le dije que tenía un
pequeño trabajo en el campus y que no podía ayudarlo, pero insistió en que
le pidiera dinero a mi madre y le dijera que era para mí. Quería que fuera
una mentirosa como él.
Landon dejó escapar una bocanada de aire.
—¿Qué pasa con nuestros padres y lo de ser idiotas completos?
—Bueno, necesitábamos tener algo en común —bromeé.
—¿Qué le dijiste?
—Que no quería tener nada que ver con él, y que no debería volver.
—Estoy orgulloso de ti —dijo—. Sé que probablemente fuera difícil para
ti.
—Una parte de mí quería abrazarlo... ¿por qué es eso?
—Porque eres humana y entiendes que las emociones son complejas,
pero solo porque te sientas de cierta manera no significa que tengas que
invitar a esa persona a volver a tu vida.
Eso era exactamente lo que necesitaba escuchar.
Me puse de lado y mantuve el teléfono pegado a la oreja.
—Entonces, ¿qué quieres que diga a continuación?, ya que no quiero
hablar más de mi padre.
—¿Qué tal tu guion? —sugirió—. Me encantaría escuchar tus palabras.
Me mordí el labio inferior.
—No es tan genial.
—Tonterías. Dijiste en tu última carta que es tu cosa favorita que has
escrito.
—Hablo demasiado en esas cartas —bromeé.
—Si no quieres compartirlo está bien.
—No, lo haré. Nadie lo ha leído todavía, así que si es un asco por favor
no me lo digas. —Me reí—. Pero estoy bastante segura de que, después de
escucharlo durante cinco minutos, roncarás en poco tiempo.
—Dudoso.
Tomé mi guion, encendí la lámpara junto a mi cama y comencé a leer. A
medida que las palabras salían de mi lengua, me enamoré más de la historia
que había creado. De vez en cuando, Landon se reía del diálogo o decía
"vaya", haciéndome sentir aún mejor sobre mi trabajo.
Esperaba que se durmiera bastante temprano. Pensé que estaría
profundamente dormido en el segundo acto, pero no. Escuchaba
atentamente si disfrutaba la lectura.
Cuando terminé, aplaudió a través del teléfono, haciendo que mis
mejillas se calentaran.
—¿Realmente te gustó?
—¿Estás bromeando? Me encantó. Ese guion es como la persona que
lo creó —dijo Landon—. Es una obra de arte.
Me reí en voz baja.
—Eres tan cursi que es inquietante.
—Muy perturbador. Créeme, me asusto a mí mismo —aceptó—. ¿Estás
cansada?
—No, en realidad no... no después de leer el guion.
—Bien. Entonces... ¿puedes leerlo de nuevo?
Me quedé dormida leyéndole mis palabras, y no podría haber imaginado
una mejor manera de entrar en mis sueños.
Tenía que llamar a mi madre para contarle las noticias sobre papá, y
cuando se enteró lloró al otro lado de la línea como si le hubieran robado un
pedazo de su alma, de la misma manera que April había
llorado. Incluso después de todo lo que el hombre había hecho pasar a mi
madre, ella todavía encontró lágrimas para llorar por él.
Yo no lloré. Debería haberme derrumbado, haberme desmoronado,
pero no lo hice.
No me sentía triste. No me sentía molesto. No me sentía aplastado.
No sentía nada.
El entumecimiento corría a través de mí, tragándome entero.
Shay me llevó de regreso a su casa y pude ver la preocupación en sus
ojos, pero no pude responder. No podía hablar. Las palabras parecían
demasiado agotadoras.
Se sentó frente a mí en su cama mientras yo miraba hacia adelante,
sin fijarme en nada en particular.
—¿Cómo puedo ayudarte? —preguntó, frotando con sus manos mis
muslos—. ¿Qué puedo hacer?
Sacudí la cabeza.
Nada. No podía hacer nada.
A veces no había nada que hacer. A veces todo lo que una persona
podía hacer era sentarse.
Entonces nos sentamos.
Nos acostamos.
Ella durmió.
Yo no.
L
levaba sin hablar más de veinticuatro horas.
Cuando la madre de Landon llamó a su teléfono para ver
cómo estaba, le respondí porque él no había salido de la
cama. Ella estaba en el extranjero y estaba luchando por tomar
un vuelo a casa, pero no podría hacerlo en otras veinticuatro horas.
—¿Qué debemos hacer? —susurró Raine mientras ella, Hank, Eric y yo
nos sentábamos en la sala de estar—. Tiene que comer algo. No ha salido de
esa habitación desde que regresaron.
—Lo sé, pero no se mueve. No habla. No hace nada. Me sorprendió que
se levantara para ir al baño siquiera —dije.
—Su padre era un imbécil —se quejó Hank—. Trataba a Landon como
una mierda.
—Es cierto, pero él todavía lo amaba —le respondí.
Eric frunció el ceño y se rascó la nuca. Estaba en la escuela en
Wisconsin y había bajado en el momento en que Raine le informó sobre lo
que había sucedido. Greyson estaba lidiando con algunos de sus problemas
personales, pero estaría en camino lo antes posible.
—Esto no puede ser bueno para él, para su mente. Ya sabes lo oscuro
que puede llegar a ser ese lugar para Land. Ya ha pasado por mucha mierda,
y estaba mejorando. Está mejorando, pero siento que esto va a ser un gran
obstáculo para su progreso —dijo Eric—. Ha llegado muy lejos, pero
joder. Esto es pesado. No sé si puede soportar el peso de esto en este
momento.
—Estoy bien.
Todos levantamos la vista hacia el pasillo, donde Landon se encontraba
ahora de pie. Tenía las manos metidas en los bolsillos y los hombros
arqueados hacia adelante.
—No tienen que preocuparse por esto —comentó, golpeando el costado
de su cabeza—. Estoy bien.
—Amigo, no tienes que estar bien ahora —le dijo Hank—. Tu padre
falleció, y eso es importante.
—Como dijiste, Hank, era un imbécil y me trataba como a una
mierda. Estoy mejor sin él. No es como si me quisiera, de todos modos.
Esas palabras tiraron de mi corazón. Me puse en pie y me acerqué a él.
—¿Qué podemos hacer? ¿Cómo podemos ayudar?
—Para empezar, pueden dejar de estar deprimidos —dijo, pasando la
mano por debajo de su nariz—. Estoy bien. Eric, sé que condujiste un largo
camino hasta aquí, pero no tenías que hacerlo. Ya le envié un mensaje a
Grey y le dije que se quedara donde estaba. Está lidiando con su propio
tornado, no necesita entrar en el mío. Solo voy a dormir una siesta. Todos
ustedes pueden seguir sus propios caminos.
Giró sobre sus talones y regresó a mi habitación.
Volví a mirar a nuestros amigos, y todos tenían miradas sombrías en
sus rostros.
—Estaremos aquí —dijo Eric con severidad—. No nos vamos. Ahora,
adelante. —Señaló hacia el pasillo—. Ve a cuidar de nuestro chico.
Asentí y me volví para caminar hacia mi dormitorio. Cada paso que
daba era pesado. No sabía cómo darle a Landon lo que necesitaba porque
no me decía nada. No se abría. No me dejaba entrar, ni a mí ni a nadie.
Cuando entré en mi habitación, vi que su cuerpo se encontraba
acurrucado en una bola. Abrazaba una de mis almohadas, y tenía los ojos
cerrados. Parecía frágil, quebrado.
Me arrastré hasta la cama y me acosté detrás de él. Envolví con mi
cuerpo el suyo y me acurruqué contra él, sintiendo su piel fría contra mi
calor.
—No tienes que hacer eso —comentó.
—¿Hacer qué?
—Abrazarme.
Fue entonces cuando me aferré más fuerte. Sabía que cuando la gente
dice que no tienes que aferrarte a ellos es cuando más lo necesitas. Lo hice
por mi madre las noches que lloró después de enterarse de la traición de mi
padre. Me metí en su cama, la envolví en mi abrazo y la apreté con fuerza.
Hice lo mismo por Landon, pensando en las palabras de mima mientras
lo hacía.
Sé valiente. Sé fuerte. Sé amable. Y quédate.
Landon no fue notificado de cuándo se celebraría el funeral de su
padre. April no había respondido a ninguno de sus mensajes, así que
tuvimos que rastrear la información por nuestra cuenta. Cuando Landon,
su madre y yo nos presentamos a la iglesia donde se celebraba el funeral,
nos detuvieron casi de inmediato cuando April nos vio entrar al edificio.
—No —dijo, con su atuendo completamente negro. Tenía los ojos
hinchados como si no hubiera dormido en días, y su cabello recogido en un
moño perfectamente elaborado—. No puedes estar aquí.
Landon metió las manos en los bolsillos de sus pantalones grises y se
encogió de hombros.
—Era mi padre. Creo que tengo derecho a estar aquí más que tú.
—No es así como Ralph lo hubiera querido. —No estuvo de acuerdo.
La madre de Landon dio un paso adelante, erguida, con los hombros
hacia atrás.
—Sí, bueno, no es algo que tú debieras decidir.
—Tú definitivamente no deberías estar aquí —regañó April, mirando a
la madre de Landon de arriba abajo—. Eres la última persona que querría
aquí.
—Estuve casada con él más de veinte años. ¿Y tú, qué? ¿Follando con
él durante veinte días?
—Intenta siete años —escupió April, mientras el veneno en sus
palabras picaba a Lori—. Y la única razón por la que pudo aguantarte en
esos últimos años fue porque me tenía a mí para volver en sí cuando estaba
abrumado por ti.
—Lo sabía —murmuró Lori, con las fosas nasales dilatadas.
Una sonrisa siniestra curvó los labios de April, como si se sintiera
victoriosa al expresar finalmente la verdad de su aventura con Ralph, pero
no entendía por qué se sentía bien con eso. ¿Cómo podría alguien sentirse
bien por ser tan malvado?
—Eres repugnante —escupió Lori.
—Sí, bueno, al menos no soy tú —respondió April.
Landon dio un paso adelante con un fuego que ardía en la parte
posterior de su mirada.
—Di una palabra desagradable más a mi madre, y me aseguraré de que
pagues por ello.
—Landon —dijo Lori, su voz controlada mientras ponía una mano
delante de su hijo—. No.
Gruñó un poco pero dio un paso atrás a petición de su madre.
—Me iré, pero al menos deja que Landon presente sus respetos a su
padre —pidió Lori, manteniéndose mucho más tranquila que yo si estuviera
en su situación.
—Como dije antes, no. Ninguno de los dos es bienvenido aquí. Es culpa
de Landon que su padre falleciera, de todos modos. Fue el último en hablar
con él y lo alteró hasta un extremo.
—Nunca le digas esas tonterías a mi hijo. Él no fue la causa de lo que
pasó —gritó Lori, elevando su voz a un nivel que hizo que todos a nuestro
alrededor miraran hacia nosotros. Ahora era el momento de que sus ojos
brillaran con ira—. Te arrancaré tu pobre excusa de extensiones de la cabeza
si vuelves a decir algo así.
—Es verdad. —April frunció los labios—. Como Ralph siempre decía,
ustedes dos son tóxicos, y no los querría cerca de él hoy. Así que váyanse.
Hubo unos segundos de pausa mientras Lori y April se paraban nariz
a nariz, respirando pesadamente. Landon finalmente tomó el brazo de su
madre y tiró suavemente
—Está bien, mamá. Vámonos. Tiene razón, no me querría aquí. Para
ser honestos, yo tampoco quiero estar aquí.
Me dolía el pecho por Landon, porque sabía que eso no era cierto. Sabía
cuánto le importaba el hombre que no lo había amado como se merecía.
Sabía cuánto le dolía después de la muerte de su padre, sobre todo porque
su última conversación no había sido buena. Estaba segura de que quería
una oportunidad de decir mejores palabras a su padre, una oportunidad de
dar sus verdades, pero no iba a ser capaz de hacerlo.
La vida no era justa para mucha gente en este mundo, pero estaba
segura de que era aún menos justa para Landon Harrison.
Le había ido muy bien, hablando de un futuro, un futuro conmigo, un
futuro para nosotros, pero vi la pesadez en sus ojos durante los días que
pasaban. Vi la forma en que se aferraba a su interior y no decía una palabra.
Vi sus heridas, a pesar de que no las desatara. Las mantenía bien
encerradas.
Ni siquiera ha llorado, pensé mientras caminábamos hacia el auto para
salir.
Esa era la parte más aterradora para mí, el hecho de que Landon no
mostrara ningún tipo de emoción por la muerte de su padre. No se había
desmoronado. No había dejado salir ningún sentimiento, y eso me
aterrorizaba. Si no lo dejaba salir, se lo guardaba todo.
Y nada bueno venía de Landon y sus pesados pensamientos.
—Me voy a quedar en el hotel con mi madre esta noche —me dijo
Landon después de que cenáramos juntos esa noche. Apenas comió nada
de su comida, de la misma manera que apenas había tocado sus comidas
los días anteriores. Me preocupaba que no comiera lo suficiente, pero no
había mucho que pudiera hacer. Mima incluso había traído algunos platos
para que los probara, pero tampoco los había tocado.
Eso era una clara señal de que las cosas estaban mal. Landon nunca
dejaba pasar una comida de mima.
Su declaración fue directa y fría.
—¿Oh? Es tu última noche, ¿verdad? ¿Vuelas temprano? —pregunté,
tratando de no sonar muy desconsolada por todo esto.
—Sí.
—¿Estás seguro de que no puedes quedarte más tiempo? Puedo cuidar
de ti. Solo imagina... —Sonreí, caminando hacia él y poniendo mis manos
sobre sus hombros—. Desayuno en la cama, masajes, abrazos cuando los
necesites, e incluso cuando no los necesites.
Puse mis dedos en sus omóplatos, y me dio una sonrisa cansada y
forzada.
—Me gustaría, pero tengo que volver al trabajo. Mi jefe ya me está
regañando por unos cambios de última hora que tuvimos que hacer.
La decepción se arremolinó dentro de mí, pero traté de no expresarla.
Estaba pasando por mucho. No necesitaba sentirse culpable de que lo
extrañara.
—De acuerdo, está bien.
Me dio otra sonrisa, esta con un poco más de corazón.
—Desearía poder quedarme esta noche, pero después de hoy creo que
mi madre podría necesitarme de verdad.
—Lo entiendo, de verdad. Ella te necesita, y tú la necesitas a ella.
Adelante.
Me atrajo para darme un abrazo, y yo me aferré a él con mucha fuerza.
—Gracias por todo, Shay. Siempre vas más allá.
Apoyé mi cabeza contra su pecho.
—¿Cómo está tu corazón?
No respondió, solo se inclinó y me besó la frente.
—Debería irme. Pero no te preocupes por mí.
—Sabes que lo haré.
—Intenta no hacerlo. —Se echó hacia atrás y se inclinó, besando mis
labios con tanta suavidad—. Te amo dos veces.
—Te amo dos veces —repetí, y mis labios se posaron en los suyos—.
Oye.
—¿Sí?
—No dejes que tu mente te aleje demasiado de mí. Estoy aquí cuando
me necesites. Siempre.
Cuando nos despedimos y se subió a su auto para irse, me sentí
incómoda al verlo doblar la esquina. Se había ido con la mente aturdida y el
corazón pesado, y no tenía ni idea de cuándo encontraría el camino de vuelta
a mí. El otro día habíamos estado hablando de nuestro futuro, cerrando la
brecha entre nosotros, pero ahora sentía como si esa brecha se estuviera
ampliando una vez más.
Se me rompió el corazón al pensar que Landon se alejaba tanto de mí,
tanto en distancia como en corazón.
L
a doctora Smith tenía los pies en el escritorio cuando entré en
su oficina ese día. No me lanzó una bola para el estrés ni sonrió
con su tonta sonrisa. No me pidió tres cosas buenas que
hubieran sucedido en los últimos dos días, y lo agradecí.
No tenía nada que darle.
Se sentó allí, mirándome como si tratara de meterse en mi cabeza para
ver cuánto daño había hecho la pérdida de mi padre. La respuesta era
mucho.
Tanto maldito daño que quería fingir que no estaba ahí.
—Land...
—Vacío —la interrumpí.
—¿Qué?
—Eso es lo que siento. Me siento vacío. No sé si mis medicamentos
funcionan porque no siento nada. Me siento vacío por dentro.
Ella asintió.
—Un sentimiento de desesperanza es común después de una muerte.
—No. Eso no es lo que dije. Dije que me siento vacío, no desesperado.
—Sí, lo sé, pero a veces esas dos cosas se parecen tanto que puedes
confundir los sentimientos.
—¡No me digas lo que estoy confundiendo! —grité, con mis manos
agarrando los apoyabrazos. Cerré los ojos, sintiendo un arrepentimiento
instantáneo—. Lo siento. No quise gritar.
—No, eso es bueno. Gritar es bueno. ¿Sabes por qué? Porque si gritas
significa que no puedes sentirte vacío. Creo que lo que sientes es lo opuesto
a vacío, Landon. Creo que estás sintiendo demasiado. Creo que ahora estás
sintiendo todo lo que existe, y no eres capaz de procesar todo lo que se te
está lanzando en este momento. Estás en modo sobrecarga, lo que te hace
sentirte como si no pudieras hacer nada en absoluto.
—¿Cómo lo arreglo? —susurré a través de mis dientes apretados—.
¿Cómo me arreglo?
Suspiró y se frotó la nuca.
—Al darte cuenta de que no estás roto, estás de duelo.
Dejé que esas palabras se asentaran y me moví en mi asiento.
¿Iba a hacer eso? ¿Iba a llorar por un hombre que ni siquiera me quería
cuando estaba vivo?
No. Que se joda.
Que se joda por no quererme, y que se joda por no importarle, y que se
joda por morir.
—Son las medicinas —comenté, juntando los dedos.
—La medicina que estás tomando está bien.
—No lo sé. Tal vez deberíamos intentar otra cosa —refunfuñé,
rascándome el cuello.
—No es la medicina —dijo la doctora Smith una vez más.
—¿Cómo lo sabe? No está en mi cuerpo.
—Antes de lo que pasó con tu padre, ¿cómo te sentías, Landon?
Pensé en los días anteriores al ataque al corazón de mi padre. Pensé en
Shay y su sonrisa, nosotros riendo, besándonos, haciendo el amor. Pensé
en lo bien que me sentía al estar con ella, lo fácil que era. Pensé en las
oportunidades de actuación que me habían dado, en cómo mis sueños se
hacían realidad, en cómo tenía sueños de mierda. Yo. Tenía sueños. En el
pasado solo había vivido en pesadillas.
Durante las últimas semanas no me había sentido más que vivo.
Bajé la cabeza y miré fijamente el suelo alfombrado.
—¿Esto es dolor? —pregunté.
Ella asintió.
—Sí. Esto es dolor.
Maldición.
Esperaba poder tomar una droga para arreglar este dolor dentro de mí.
¿Quién sabía cuánto tiempo tardaría en pasar? No tenía ni el tiempo ni
la energía para lidiar con el dolor. Así que lo puse en espera y lo empujé lo
más lejos posible. Me enterraría en mi trabajo y en los personajes que debía
interpretar.
Al menos así podía ser otra persona durante un tiempo, alguien que no
fuera yo.
Me aclaré la garganta.
—No creo que quiera hacer esto más.
—¿Hacer qué?
—Nuestras reuniones. Mi agenda con el trabajo se está volviendo muy
ocupada, y ya no tengo tiempo para comprometerme con la terapia.
—¿Qué? Landon, no. —Por primera vez, la doctora Smith parecía
preocupada—. Ahora más que nunca es el momento de cumplir con este
compromiso. Ya veo lo que está pasando. Veo que sientes que tu mundo se
está desmoronando a tu alrededor, pero no es así. Has hecho muchos
progresos. No demos un paso atrás. Sigamos desempacando esas cajas.
Mi mente sacó uno de los últimos comentarios que papá hizo hacia mí.
Siempre puedes contar con que ese hijo mío se desmorone y te deje para
lidiar con su desastre.
No quería que tuviera razón. No quería desmoronarme y dejar a la gente
con mis problemas. No quería ser el débil imbécil que papá decía que era.
No quería ser como el tío Lance.
Últimamente no podía respirar, y sabía que eso significaba que estaba
a segundos de volver a caer en espiral. Abajo, abajo, abajo, de vuelta a la
oscuridad. Pero no quería hacer eso. No tenía tiempo para la pena o para
otro ataque de depresión común y corriente, y sabía que, si seguía
desempacando mierda con la doctora Smith, caería aún más profundamente
en los sentimientos que quería mantener encerrados.
No quería revivir mi trauma. Quería estar mejor.
Pensé que estaba mejorando.
—Esto es lo mejor, doc. Gracias por todo lo que ha hecho —dije,
levantándome de mi silla para salir de la habitación.
—Landon, espera. Por favor —suplicó, poniéndose en pie.
Me giré para mirarla y arqueé una ceja.
Ella suspiró, y sus ojos brillaron con emoción.
—Eres una buena persona que merece un final feliz. No te rindas con
eso. No pierdas esta batalla. Si me alejas a mí, confía en alguien. Encuentra
a alguien con quien mantener esa puerta abierta. Porque es fácil cerrarse al
mundo y hacer que parezca que estás solo, pero no lo estás. Incluso en los
días que parece oscuros, siempre hay alguien extendiendo una mano
abierta.
—Sí. Está bien.
—Y, como siempre —Me dio una sonrisa triste—, mi puerta siempre
está abierta.
Después de salir de la oficina de la doctora Smith me puse mi máscara,
y cometí el error de dejarla puesta por mucho tiempo. Se convirtió en una
parte de mí. Sonrisas falsas, risas falsas, todo falso para ocultar el dolor que
estaba pasando dentro de mí. Por suerte para mí, era un actor de Hollywood,
el mundo de lo falso. Encajaba perfectamente, y nadie pestañeaba pensando
que era un extraño. Para ellos, era Landon Pace, el actor feliz y afortunado,
pero sabía que la máscara no iba a durar para siempre porque, pasara lo
que pasara, las máscaras siempre se rompían.
Y, cuando empezó a romperse para mí, se rompió en un millón de
pedazos.
Satán,
Oye, pensé que volvería a nuestra norma enviándote una carta, aunque
te envíe un mensaje todos los días. Tracey ha vuelto de estudiar en el
extranjero, y parece que hay una pequeña desconexión entre nosotras. Puede
que esté todo en mi cabeza, pero siento que por todo lo que digo me regaña o
no está de acuerdo conmigo. Ni siquiera son grandes cosas, en realidad. El
otro día me gritó porque me había bebido la última leche del cartón y no había
tenido oportunidad de reponerla. Son las pequeñas cosas las que más me
vuelven loca.
Por ejemplo, si digo que me encanta un suéter, me dice todas las razones
por las que no me queda bien. "Hará que tus hombros se vean abultados. El
color chocará con tu piel". Siempre lo negativo.
Raine dijo que las cosas siempre han sido así entre Tracey y yo. Supongo
que nunca me di cuenta hasta que se fue y luego volvió a mudarse con
nosotras. Mamá dijo que la gente cambia con la edad, y que quizás Tracey y
yo crecemos en diferentes direcciones.
Para que quede claro, me lucí con ese jersey, con hombros voluminosos
y todo eso.
¿Cómo estás? ¡¿Cómo está Sarah Sims?! ¿Le dijiste que la amo? ¿Le
pediste un autógrafo? ¿Le pediste que se casara conmigo? Por favor, di que sí
a todo lo anterior.
¿Sigues pensando en que vaya a visitarte? Puedo enviarte un mensaje
con mi disponibilidad. Y las escapadas de fin de semana son siempre
agradables.
Te echo de menos, Landon.
No puedo esperar a que estemos en la misma zona horaria otra vez.
Chick
Shay: Hola. Han pasado más de seis semanas desde que supe de ti. Por
favor, responde. Me estoy volviendo loca.
Parecía que Landon trabajaba mucho, usando eso como una excusa
para no lidiar con sus emociones. Le era fácil aislarse de sus problemas si
encarnaba un personaje, y me imaginé que eso era exactamente lo que
estaba haciendo: aislar sus sentimientos hasta el momento en que se
volvieran demasiado y terminara en mi puerta.
Cada pocas semanas encontraba el camino de regreso a mí, y se llevaba
otra parte de mí cuando se iba. Me hacía el amor de forma dura y profunda,
sin decir una palabra sobre el desorden de su mente. Luego, cuando llegaba
la mañana, se iba.
Pasaron meses sin saber nada de él, y la preocupación comenzó a
entrar en mi estómago de nuevo. El año nuevo vino y se fue sin una palabra
de él, San Valentín pasó, y yo no tenía un novio con quien celebrarlo.
—Probablemente esté ocupado con el trabajo —razonó Raine una noche
mientras ella, Tracey y yo nos sentábamos en el comedor a comer comida
china y a hacer los deberes.
—No necesita mucho para enviar un maldito mensaje —argumentó
Tracey—. Creo que está jugando.
—¡Tracey! —dijo Raine jadeante, golpeándole el brazo—. ¿Cómo puedes
decir eso?
—No está tan lejos del ámbito de las posibilidades. Está trabajando con
gente como Sarah Sims. Es la persona más hermosa del mundo. ¿Podrías
culparlo si huyera?
—Por supuesto que podría culparlo —comentó Raine—. Pero no lo hará
porque es Landon y ama a Shay.
—Solo digo que la tentación estará ahí. Ni siquiera es como si fueran
una pareja real. Apenas se ven y, cuando lo hacen, él está súper triste.
Puedo ver por qué querría algo que está ahí mismo, delante de él.
—Si sigues hablando así te voy a arrancar las extensiones —amenazó
Raine.
No dije una palabra porque ni siquiera sabía lo que pensaba.
Principalmente, todo lo que sabía era que me avergonzaba un poco por toda
la situación. Sentía que, cuanto más tiempo pasaba, más me parecía a mi
propia madre, de pie junto a la ventana esperando a que un hombre volviera
a mí. Entonces él venía, me tomaba y se iba de nuevo.
Las chicas continuaron hablando de mí como si no estuviera allí, y en
cierto modo no lo estaba. Mi mente se encontraba alejada de mis estudios,
de la comida china y de la charla de mis amigas.
—Quiero decir, honestamente —dijo Tracey, metiéndose un rollo de
huevo en la boca—, casi nunca hablaban por teléfono.
—¿Qué importa eso? A algunas personas no les gusta hablar por
teléfono —argumentó Raine.
—Pero ellos están en una relación a distancia. Es raro, eso es todo. Es
como si te estuvieras conformando, Shay.
—¿Qué demonios, Tracey? ¿Qué se metió en tu trasero y dejó un
parásito? —remarcó Raine en respuesta a sus duros comentarios.
—Todo lo que digo es que se merece más que lo que él le está dando,
que son migajas. Es algo patético de ver. No podría imaginarme perdiendo
el tiempo suspirando por un chico que no creía que fuera lo suficientemente
buena para responderme a los mensajes, y luego viene a echar un polvo y
huir. Tal vez la fama se le subió a la cabeza y se imagina que puede tener lo
que quiera, cuando quiera. De cualquier manera, es una mierda. Quiero
decir, ¿te habla cuando viene, o es solo sexo?
Ojalá pudiera decir que no era solo sexo, pero habría sido una mentira.
Tracey tenía razón. Sabía que ella y yo habíamos chocado algunas veces
a lo largo de los años, pero sus palabras eran acertadas esta vez. Le envié
un correo electrónico y un mensaje a Landon muchas veces, y no recibí
ninguna respuesta.
Ni. Una. Sola. Respuesta.
Pero cuando aparecía en mi porche tontamente lo dejaba volver, de la
misma manera que mamá dejó entrar a papá durante tantos años.
¿Qué estaba haciendo?
¿En quién me estaba convirtiendo?
—¿E
stás segura de que no quieres venir a la fiesta
esta noche? —me preguntó Tracey un sábado
por la noche de abril, desviando mi atención de
mi computadora—. Es la fiesta de primavera,
después de todo. Vamos, Shay. No puedo pensar
en nada que sea mejor. Beber, bailar, chicos. —
Puso énfasis en la palabra chicos, como me di cuenta rápidamente.
Me senté en mi escritorio con las piernas dobladas como un pretzel.
—No creo que vaya a hacerlo esta noche. Tengo que estudiar para un
gran examen que se aproxima.
—Ooo podrías estudiar a Jason Hopps. —Sonrió, caminando para
darme un empujón en el brazo—. Sabes que ha estado loco por ti desde
siempre. ¿Cuándo vas a darle una oportunidad de verdad?
Le sonreí a mi amiga, que había estado tratando de jugar a ser mi hada
madrina emparejándome con Jason. Nos habíamos conocido el año anterior
durante nuestro curso de escritura creativa. Cuando nos emparejaron para
trabajar en un cuento corto desarrollamos una gran amistad. Claro, era
consciente de que Jason sentía algo por mí. Me lo había dicho el año anterior
en una fiesta, seis meses después en otra fiesta, y dos meses después
durante otro encuentro, pero no me sentía bien respondiéndole cuando mi
corazón no estaba completamente libre para que alguien lo tomara.
Todavía pertenecía a un chico roto, que había desaparecido de mi vida.
A pesar de que no había sabido nada de él en mucho tiempo. Habían
pasado tres meses desde la última vez que Landon se puso en contacto
conmigo. Después de meses de silencio, supe que era estúpido que todavía
lo amara. A pesar de que había sido ignorada, no sabía cómo deshacerme
de ello, especialmente en ese día. Su cumpleaños. Landon siempre había
encontrado la manera de volver a mí en su cumpleaños, ya fuera en persona
o al menos con una llamada telefónica.
—Jason y yo solo somos amigos —le dije mientras abría mi
computadora portátil—. No quiero fastidiar eso. —Además, aunque no
hubiera sabido nada de Landon en tanto tiempo, seguía siendo suya, al
menos en mi corazón lo era.
—¿Por qué no? —gimió, exhausta porque siempre alejaba a Jason—.
Es perfecto. Es guapo, es inteligente, huele como la mañana de Navidad y
ama a su madre, pero no de una manera espeluznante en la que necesite
terapia. Además, se rumorea que su miembro es de oro sólido y grueso.
¡¿Qué más podrías querer de un tipo?!
—Sé que Jason es increíble. Créeme, lo sé, pero no lo veo de esa
manera.
—Eso es porque no estás mirando. Por favor, no me digas que es por
Landon. Shay. Se ha ido, y te mereces el derecho de seguir adelante. No
sigues esperándolo, ¿verdad?
—No, no lo espero —mentí, y ella sabía que era una mentira.
Tracey suspiró, dándose una palmada en la frente.
—Shay. Sabes que te quiero, pero esto está haciendo retroceder a las
mujeres cinco mil años. No entiendo qué clase de influencia tiene ese tipo
sobre ti, pero no vale la pena. No podría importarme menos que sea una
celebridad prometedora. Eso no le da derecho a tratarte como basura.
—Tal vez Tracey tenga razón, Shay —dijo Raine, uniéndose a la
conversación. Eso fue impactante para mí. Raine siempre había estado
defendiéndonos a Landon y a mí, así que oírla decir esas palabras fue como
una daga en mi corazón.
—Ustedes no lo entienden. Es complicado con él —dije, y me sentí como
una idiota cuando las palabras escaparon de mis labios.
—El amor no debe ser tan complicado, Shay. La forma en que te trata.
La forma en que te ignora durante meses. Eso no es amor. Eso es abuso —
dijo Raine—. Sé que es como un hermano para mí, pero lo malo es malo, y
te está haciendo mal.
Me quedé callada después de que dijera eso. Sentí que mis paredes se
cerraban mientras mi amiga me hablaba de que Landon no era algo bueno
para mí, pero ella no lo sabía. No entendía la forma en que nuestros
corazones palpitaban cerca del otro. No entendía por qué la conexión entre
Landon y yo era más grande que un amor normal.
Éramos un desastre, rotos, complicados y hermosos.
Además, un día terminaría de encontrarse a sí mismo y volvería a mí
al cien por ciento. Casi había estado allí antes de que su padre falleciera,
así que sería capaz de hacerlo de nuevo. Sabía que lo haría. Se había topado
con un bache en la carretera, pero se daría cuenta.
Parpadeé, cerrando los ojos, escuchando mis propios pensamientos,
avergonzada de ellos y de mí misma.
¿Qué estaba haciendo? ¿Cómo había llegado hasta aquí? ¿Cómo me
había puesto en posición de parecerme tanto a la persona que mi madre
solía ser? Esperando a que un hombre me amara plenamente, esperando a
que un hombre volviera por mí.
—Tal vez salga mañana —ofrecí, esperando que eso les diera a mis
amigas un poco de esperanza.
Ambas suspiraron, y Raine fue a buscar su bolso.
—Está bien. Envíanos un mensaje más tarde si cambias de opinión.
—Lo haré.
Las chicas tenían razón en todo, por lo que contaba con que Landon
me enviaría un mensaje en algún momento. La única razón por la que sabía
que se encontraba vivo y bien era por mis búsquedas en Internet sobre él.
Su carrera parecía seguir yendo bien, pero eso no me ayudaba en nada.
Sabía que no podía seguir con la locura porque me estaba convirtiendo en
una persona a la que ya apenas reconocía. Me estaba convirtiendo en la
chica que dije que nunca sería. Me estaba desesperando por un hombre que
me diera su amor.
Esperé con la respiración entrecortada a que Landon contactara
conmigo.
Mi autoestima sufría más y más con cada momento que pasaba.
Necesitaba respuestas de él. Necesitaba que me dejara acercarme, que me
dijera lo que éramos, en lo que planeábamos convertirnos. Necesitaba su
futuro, o tendría que dejar ir nuestro pasado.
Mi corazón no podía vivir en este limbo mucho más tiempo.
Necesitábamos tener una charla, y teníamos que hacerlo cara a cara. O al
menos en una llamada telefónica. Cualquier cosa. Necesitaba respuestas, y
rezaba para que Landon fuera lo suficientemente hombre para dármelas.
Pasé el resto de la noche esperando a que llamaran a mi puerta.
Esperando que ese chico estuviera de pie al otro lado. Esperando que
estuviera listo para mí, toda yo. Esperando que dijera que no se iba a ir de
nuevo y que estaba listo para abrirse a mí emocionalmente.
Era casi la una de la mañana cuando renuncié a la esperanza de que
Landon viniera y llamara a mi puerta. No sabía por qué lo había esperado
tanto tiempo. No sabía por qué le permitía tener tanto control sobre mí, un
tirón tan fuerte en mi corazón, pero cuando ese golpe llegó a las dos de la
mañana, abrí la puerta y sonreí cuando vi a ese chico roto parado frente a
mí.
Un hombre roto.
Ya no había nada de infantil en Landon. Había cambiado físicamente
en el curso de los últimos meses, de más formas de las que yo podía
imaginar. Tenía los brazos cubiertos de tatuajes, la tinta ocultaba las
cicatrices de su pasado, diferentes diseños que se movían en espiral sobre
su piel bronceada, pero algunas cosas seguían siendo las mismas.
Su tonta y torcida sonrisa. Su perfectamente tallado hoyuelo. Sus ojos,
llenos de pasión y deseo.
Ahora allí estaba, todavía tan dolorosamente roto.
Dañado.
Roto.
Desaliñado.
Y mío.
Suspiro.
No tan mío.
—Hola —dijo con una exhalación, metiéndose las manos en los
bolsillos.
—Hola —respondí, tratando de domar mis salvajes latidos. No sabía
que se podía extrañar tanto a alguien incluso cuando lo tenía justo frente a
mí. Era como si estuviera allí físicamente, pero el Landon que esperaba ver
se encontraba muy lejos de mí.
Crucé los brazos, aferrándome a mí misma con fuerza, nerviosa por si
al soltar el fuerte agarre me rompería en un millón de pedazos justo delante
del chico que controlaba mis latidos.
—¿Cómo está tu corazón esta noche?
No respondió a mi pregunta. Se acercó rápidamente y me atrajo para
darme un abrazo. Sus labios se apretaron contra los míos y me robó los
besos como si fueran el soporte vital que lo mantenía vivo esa noche. Inhaló
mi existencia, dejándome débil y temblorosa. Sus manos subieron por la
parte de atrás de mi camisa mientras apretaba su dureza contra mi muslo.
Y mi cuerpo cayó instantáneamente en sus manos. Traicionó mi mente
al permitir que mis piernas temblaran de deseo. Sus besos sabían a whisky,
y esa fue la primera bandera roja. Claro, tenía edad suficiente para beber, y
claro, no era su madre y no podía regañarlo por tomar alcohol, pero el sabor
del licor quemaba un pedazo de mi alma.
Sus besos estaban llenos de pasión, y apenas tuve tiempo de registrar
lo que estaba pasando exactamente. Se pasó la camisa sobre la cabeza y la
tiró a un lado de la habitación. Luego me quitó la mía e hizo lo mismo.
—Land... espera... —murmuré sin aliento. Me puso contra la pared y
comenzó a mover su lengua contra mi cuello, en pequeños círculos,
chupando la piel y mordisqueándome mientras sus caderas se mecían
contra las mías.
—Te deseo tanto, joder —gruñó en mi oído mientras levantaba una de
mis piernas y la colocaba alrededor de su cintura—. Te quiero toda esta
noche, Shay... por favor... ¿Puedo tenerte? ¿Puedo saborearte? ¿Puedo
tragarte entera esta noche?
—Sí. —Suspiré la palabra, sintiendo vergüenza de mi necesidad de
darle todo lo que quería, vergüenza de mi necesidad de darme a mí misma
cuando se él negaba a hacer lo mismo. Mi cerebro se apagó, y mis deseos se
hicieron cargo. Le devolví el beso, con más fuerza cuando mis caderas se
apretaron contra su dureza—. Eres mi veneno —susurré, con dolor en mi
respiración mientras mi cuerpo se apretaba contra el suyo.
Sus labios se movieron contra mi clavícula mientras me desabrochaba
los vaqueros.
—Eres mi remedio —juró mientras su boca se apretaba contra la mía.
El pánico se apoderó de mí mientras profundizaba mi beso contra sus
labios. Me lo tragué, sabiendo que la forma en que me amaba me estaba
matando, sabiendo que mañana se iría a un mundo que no me incluía. No
era bienvenida en el universo que había creado en los últimos meses. No era
parte del futuro que estaba construyendo. Yo era solo un pequeño rincón de
su pasado que solo visitaba en sus días más oscuros.
Era su sombra, rezando estúpidamente para que los pedazos de luz
brillaran a través de mí.
Me llamaba su remedio, su refugio, su libertad, pero para mí era todo
lo contrario. Era mi debilidad, mi criptonita, mi jaula. Mientras yo lo hacía
volar, él me anclaba. Me confundía cómo el amor podía ser tan parecido a
una guerra. Mientras Landon salía victorioso, yo moría en el campo de
batalla.
Esto no es amor, pensé.
Era una adicción, una enfermedad infecciosa que me iba a dejar en
carne viva y destrozada... como mi abuelo había dejado a mima, como mi
padre había destrozado a mi madre.
¿Cómo habíamos llegado aquí? ¿Cómo habíamos pasado de sentir todo,
mente, cuerpo y alma, a solo sentir los toques del otro? ¿Cómo habíamos
cambiado a algo que era únicamente físico?
Él solía hablarme. Se abría a mí. Ahora, cada vez que venía, parecía
que solo anhelaba mi cuerpo, no mi mente, no mis pensamientos, no a mí.
Éramos estrictamente algo físico, nada más y nada menos. Ni siquiera podía
pensar en la última vez que me preguntó cómo estaba mi corazón. Si lo
hubiera hecho le habría hablado de sus latidos erráticos.
Por la mañana él se iría y yo me quedaría con los pedazos de mi corazón
que Landon dejó atrás. ¿Por qué permitía que siguiera ocurriendo cada año?
¿Por qué me guardaba para un hombre que no estaba dispuesto a darme
nada más que una noche? ¿Quién era la persona en la que me estaba
convirtiendo?
Había crecido rodeada de relaciones inestables. Había visto a mi abuelo
tomar y aprovecharse de mi abuela. Había visto a mi padre secar a mi
madre. Y, aun así, de alguna manera, me encontré en la misma posición.
Era como si las mujeres de mi familia estuvieran maldecidas con un
amor roto, un amor que dolía más de lo que sanaba.
Con cada empujón en mi interior, Landon tomaba un pedazo de mi
alma. Con cada beso profundo y apasionado me robaba una parte de mí. Me
estaba desmoronando por un chico que ni siquiera iba a estar cerca para
guardar mis pedazos destrozados.
No podía respirar cuando el pánico en mi pecho comenzó a subir cada
vez que sus dedos rozaban mi piel, cada vez que su lengua se deslizaba
contra mi núcleo, cada vez que su dureza se deslizaba en mi interior.
Nos acostamos en la cama teniendo sexo, y era lo suficientemente sabia
para no confundirlo con hacer el amor. El amor no era así. El amor no dolía.
Al menos no debía doler.
Cerré los ojos cuando las lágrimas empezaron a caer por mis mejillas.
Giré la cabeza mientras Landon me subía las manos sobre la cabeza. Mis
sollozos aumentaron más y más, haciendo que abriera los ojos y me mirara.
Realmente me mirara. Me imaginé que era la primera vez que me miraba
desde que llegó a mi casa.
Sus movimientos se detuvieron mientras se cernía sobre mi cuerpo.
—Estás llorando.
—Me estás haciendo daño.
Salió de mí y se sentó. Levantó una ceja.
—Puedo ir más despacio.
Sacudí la cabeza y me senté yo también.
—No, me haces daño, Landon —dije una vez más, esta vez poniendo mi
mano sobre mi pecho—. Me haces daño cada vez que vienes aquí y luego
desapareces. —Coloqué la sábana sobre mi cuerpo expuesto mientras
descubría más y más de mi corazón dañado—. Cada vez que vienes me
siento entera durante una fracción de segundo. Luego te vas, y te llevas
pedazos de mí contigo. Me estoy desmoronando esperando el día en que
digas que estás listo para esto, para mí, para nosotros, y no me refiero solo
a mi cuerpo. Me refiero a mi corazón y mi alma. Cada día que pasa me siento
más como una tonta.
Agarró el borde del colchón y bajó la cabeza.
—Las cosas han sido una locura en Los Ángeles... He estado tratando
de trabajar en mí mismo, y es difícil, Shay.
—Lo entiendo, de verdad. ¿Pero eso significa que no puedas ni siquiera
contactar conmigo ni llamarme? ¿O ponerme al día en algo? ¿Nada? ¿Todo
lo que obtengo es a ti cuando estás en tu peor momento?
—Shay...
—Me haces sentir como una puta —susurré, y las palabras se
deslizaron de mi lengua—. Algo que puedes usar y luego tirar a un lado
cuando termines. Puedes ponerte de pie y marcharte sin que nada te haga
daño.
Hizo una mueca y se rozó con la mano la nuca mientras su bíceps
tomaba forma.
—No quiero hacerte daño. No quiero hacerte daño nunca.
—Que no quieras hacerlo no significa que el dolor no exista. —Me
acerqué a él y puse sus manos sobre las mías. Mi corazón se aceleró cuando
me incliné y puse mi frente contra la suya—. Dime. —Suspiré, cerrando los
ojos—. Dime que estás listo para dejarme volver a acercarme a ti
emocionalmente. Dime que me amas. Dime que te quedarás. Dime que no
estoy haciendo el ridículo esperando a un chico que ya no me espera a mí.
Dime que es nuestro momento.
Mi corazón palpitaba salvajemente en mi pecho.
Un latido, dos latidos, tres latidos, cuatro...
Entonces me paralizó.
—No puedo decir eso.
—¿No puedes o no quieres?
Su silencio era dolorosamente fuerte.
Dejé caer sus manos y me alejé unos centímetros de él. Tenía los ojos
llenos de emoción, vidriosos como si estuviera sosteniendo algo dentro de sí
mismo. Como si tuviera mucho que decir, pero aun así no hubo palabras.
—Te esperé —susurré, sacudiendo la cabeza con incredulidad—. Te
esperé. Mantuve esto entre nosotros por tanto tiempo porque te amo,
Landon, pero claramente ahora esto es solo una cuestión de sexo para ti.
—No es así, Shay. No lo he pensado bien. En el momento en que te vi
solo quería estar cerca de ti, quería abrazarte y sentir que todo estaba bien.
No sabes lo que es estar en el centro de atención ahora mientras tratas de
entender tu propio cerebro desordenado. Ha sido difícil últimamente.
—¿Cómo es?
Otra vez, silencio.
Bajó la cabeza y no dijo ni una palabra más.
Vaya. ¿Cuándo ocurrió eso? ¿Cuándo había dejado de abrirse a mí?
Esto no era lo que habíamos sido. No era la historia de amor que habíamos
creado. Era un amor completamente diferente y retorcido que ya no
reconocía.
No podía hacerlo más. No podía sostenerlo porque estuviera roto. No
podía proteger su corazón mientras le daba la libertad de aplastar el mío.
No podía salvarlo mientras me entregaba.
Me negaba a ser su sacrificio cuando se negó a dejarme entrar.
—Tienes que irte —susurré, con las palabras ardiendo mientras las
apartaba de mis labios.
—Shay... —Suspiró y se pasó las manos por su melena salvaje.
—No digas mi nombre si no hay verdades después.
Más silencio.
Se levantó y comenzó a vestirse.
Me ardían las lágrimas en el fondo de los ojos mientras estudiaba su
cuerpo, inclinándose para subirse los vaqueros. Sin embargo, no lloré. No le
daría la satisfacción de ver cómo me hacía daño. No le daría el placer de
saber el efecto que tenía en mi alma.
No le daría más de mis lágrimas.
Ya había llorado bastante por el chico que no estaba listo para mí, que
obviamente nunca estaría listo para esto, para nosotros... para la historia
de amor que podríamos haber contado.
—Di que se acabó —dije, manteniéndome derecha a pesar de que mi
cuerpo quería desmoronarse.
—¿Qué?
—Quiero que digas que hemos terminado. No quiero creer que vas a
aparecer aquí de nuevo. No quiero pensar que todavía puede haber una
oportunidad para que resolvamos esto. Así que dilo. Di que se acabó. Di que
hemos terminado.
La comisura de su boca se movió, y dudó durante una fracción de
segundo. Ni siquiera tuvo el valor de mirarme a los ojos.
—Hemos terminado, Shay, tú y yo. Sea lo que sea esto, se acabó.
A pesar de que le dije que me dijera esas palabras, me atravesaron
mientras las decía.
Eso era todo. Habíamos terminado. Landon y Shay habían terminado
oficialmente.
Antes de irse, me miró. Sus ojos azules eran pesados, y parecía
agotado. Había algo allí, algo que me daba miedo que se comiera su espíritu,
y todo lo que quería hacer era abrazarlo. Quería acercarlo a mí y decirle que
todo iba a estar bien, pero no podía.
Habíamos terminado, y ya no era mío para poder abrazarlo.
Además, no me habría dejado.
—Te amo —confesó, y sus palabras me robaron el aliento—. Te amo
muchísimo, Shay, y siento mucho estar tan mal. Ojalá hubiera podido ser
lo que querías, lo que necesitabas, lo que te merecías, pero no puedo
hacerlo. Espero que tengas todas las mejores cosas de este mundo para ti.
Espero que consigas todo lo que siempre has deseado. Te amo más de lo que
nunca he amado nada en este maldito mundo, y lo siento. Siento muchísimo
haberte hecho daño —dijo. Las lágrimas rodaron por sus mejillas al salir por
la puerta principal. Tenía los hombros encorvados hacia adelante, y las
manos metidas profundamente en sus bolsillos.
Oh, Landon.
Me dolía el pecho por el arrepentimiento, la preocupación y el amor.
¿No lo sabía? ¿No podía verlo? Lo único que deseaba era que volviera a
mí. Él era mis sueños, mis esperanzas, mis deseos y mis oraciones, y ahora
me dejaba y yo lo dejaba ir.
Se fue esa noche y yo me quedé en la cama, sin poder descansar. Los
días siguientes pasaron lentamente, y el nudo en mi estómago no
desapareció. No podía sacarlo de mi mente. No podía concentrarme en la
escuela, en comer, en nada más que en la parte vacía de mi corazón que
quedó después de que Landon se fuera.
Hubo muchos momentos en los que sentí como si hubiera cometido un
error, como si me hubiera equivocado al alejarlo. Sabía cómo sus demonios
lo devoraban cada noche. ¿Quién era yo para intentar acelerar su curación?
Además, le dije que se tomara su tiempo. Peor aún, le dije que no se
apresurara. Sin embargo allí estaba, con las voces de mis propias dudas y
las de los demás gritando dentro de mi cabeza, diciéndole a Landon que se
diera prisa y que averiguara cómo amarme y abrirse a mí.
Había cometido un error, un error enorme y duro que me dejó
anhelando al chico roto que amaba.
Lo amaba.
Ni siquiera se lo había dicho antes de que se fuera. Cuando me dijo que
me amaba, yo no le dije que lo amaba dos veces. Esa fue la peor parte,
pensar que se había ido sin saber que lo amaba más de lo que jamás había
amado a otro.
Cada vez que mi teléfono sonaba, estúpidamente esperaba que fuera
Landon, escribiéndome para explicarme las cosas, escribiéndome para
aclarar mi confusa mente. Cuando no veía su nombre, suspiraba.
Abrí el mensaje de todos modos, viendo que era un mensaje grupal
entre Tracey, Raine y yo.
Tracey: ¡¿Qué coño?! Qué jodido imbécil. Te dije que esto era algo.
Mi corazón empezó a latir cuando vi que había adjuntado un enlace a
un artículo. Lo abrí y leí el titular una y otra vez.
2
Clickbait: traducido al español como «ciberanzuelo», «cibercebo» o «anzuelo de clics», es
un neologismo en inglés usado de forma peyorativa para describir a los contenidos en
Internet que apuntan a generar ingresos publicitarios usando titulares maneras
sensacionalistas y engañosas para atraer la mayor cantidad de clics posibles.
Su. Beso.
Ellos. ¡BESÁNDOSE!
Los labios de él contra los de ella. Los labios de ella contra los de él.
Eran perfectos juntos, como si fueran un rompecabezas con piezas
iguales perfectamente cortadas, encajando de una manera en la que yo solo
soñaba con encajar al lado de Landon.
Iba a vomitar.
Tracey: Te dije que estabas perdiendo el tiempo con ese perdedor.
Ahí estaba, el "te lo dije" que Tracey había estado esperando decirme
durante años. Raine me envió un mensaje por separado, fuera del grupo.
Raine: ¿Estás bien?
Raine: Voy de regreso a nuestra casa.
Esa noche sollocé en los brazos de Raine, sintiéndome humillada, triste
y furiosa. Me dolía el corazón mientras lloraba, mis palabras eran inaudibles
entre mi hipo. Me tranquilizó, me acunó en sus brazos mientras me
desmoronaba por un chico que me había traicionado de la forma más
dolorosa. Ni una sola vez esa noche Raine me regañó por llorar por un chico
como él. Ni una sola vez dijo que me lo había dicho, como lo había hecho
Tracey. Simplemente sostuvo mis pedazos rotos en sus manos y me dijo que
dejara salir mis emociones.
M
e estás haciendo daño.
No había dejado de repetir esas palabras en mi cabeza
desde que Shay las dijo.
Eran un bucle sin fin en mi mente. La única persona
a la que no debía herir sufría por mi culpa, y sabía que tenía que arreglarlo.
Volví a Illinois unas semanas después de que el humo se despejara de
mi infierno personal. Quería ver a Shay y explicárselo todo. Se merecía eso,
al menos. Se merecía una razón de por qué yo era como era, y cómo todo se
desmoronó para mí en los últimos meses.
—Maldito idiota —me dije. Debí haberle dicho lo que estaba pasando.
Debí haberme abierto, porque sabía que ella probablemente sería capaz de
calmar mi locura, pero una parte de mí no creía que mereciera ser curado.
A pesar de que luchaba contra ello cada día, mi depresión estaba
empezando a paralizarme de nuevo. Después de estar bien durante tanto
tiempo era como si la muerte de mi padre actuara como un ancla, me
lanzara al aire y me quedara atrapado en las redes de la desesperación,
incapaz de liberarme. Traté de ignorarla. Fingí que no existía, pero eso
pareció empeorarla. A veces no podía huir de la depresión, había que
enfrentarla de frente, y cuando me giraba para mirarla a los ojos casi me
mataba.
El único momento en que me sentía seguro cayendo en pedazos era
cuando estaba en los brazos de Shay. Era como mi refugio seguro. Un lugar
en el que podía estar dañado y roto. Ella era mi cielo y yo su infierno.
Volví a casa de Shay para hablar con ella. Cuando estacioné el auto,
me acerqué a su puerta con un patético ramo de caramelos Laffy Taffys y
M&M's de maní, junto con nuestro cuaderno. Justo antes de que estuviera
a punto de llamar, escuché risas desde el interior. Miré por la ventana y vi
a Shay echando la cabeza hacia atrás entre risas, tan feliz como siempre, y
a su lado había un tipo riéndose con ella. Un maldito tipo con su mano
contra su muslo. Un maldito tipo que la hacía reír. ¿Quién coño era ese tipo?
Mi sangre empezó a hervir de rabia al verle tocar sus piernas. ¿Quién
diablos se creía que era? Fui a irrumpir en una casa cuando una voz me
detuvo.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Me di la vuelta para ver a Tracey allí de pie con su mochila. Parecía
sorprendida de verme.
Me alejé un paso de la puerta principal.
—Hola, Tracey.
—No me digas “Hola Tracey”, Landon. ¿Qué diablos haces aquí? —gritó,
con los ojos ardiendo de rabia. Su mirada se dirigió hacia la ventana donde
Shay y ese maldito tipo seguían charlando—. Tienes que irte, Landon. Tienes
que dejarla en paz y dejar que siga adelante con esa mierda que le hiciste.
—Tracey…
—No. Lo digo en serio. No sabes por lo que ha pasado. No sabes cuántas
noches ha pasado llorando hasta dormirse porque tú la abandonaste. No
sabes cuántas veces Raine y yo hemos tenido que consolarla por ti. Quiero
decir, honestamente, Landon. ¡¿Qué coño pasa?! Ella pasó por un infierno
para cuidarte, ¿y así es como se lo pagas? ¿Todos estos años estuvo
defendiéndote y te apoyó, y tú decides que está bien destruirla así?
Hice una mueca.
—Lo sé. Me equivoqué.
—Es más que equivocarte. Arruinaste lo mejor que te pasó. Ahora vete.
Miré una vez más hacia Shay y ese maldito tipo, y luego bajé la cabeza.
—No puedo irme sin explicarle las cosas.
—No necesita una explicación ni tus tontas excusas. Necesita seguir
adelante, y eso es lo que está haciendo.
—¿Con ese tipo? —resoplé, molesto, dolido, triste. Mayormente triste.
Muy triste, joder. Mi corazón cicatrizado se desangraba, y no sabía cómo
detenerlo.
—Sí. Jason es genial para ella. Tienen mucho en común y han sido
amigos durante mucho tiempo.
—Nunca mencionó a un Jason —dije, con celos a fuego lento en la boca
de mi estómago.
—Probablemente porque te seguía esperando. Pero mírala ahora. —
Tracey hizo un gesto hacia la ventana—. Ya no está esperando. Déjala ir. Se
merece más que tú.
No se equivocaba, pero aun así. Después de todo lo que habíamos
pasado, no podía irme sin decirle a Shay lo que sentía. No podía irme sin
hacerle saber el infierno por el que había pasado.
—Tracey, por favor. Solo déjame hablar con ella.
—¿Y decirle qué? ¿Que has tenido problemas? ¿Que has perdido el
camino? ¿Que, una vez más, la has decepcionado? Vamos, Landon. Esto es
lo que haces. Te desmoronas y esperas que ella te espere para sostenerte. Y
sabes que lo hará, pero eso no es justo. ¿Realmente quieres que recoja tus
pedazos rotos durante el resto de su vida? ¿Quieres que lleve esa carga?
Dale la oportunidad de perder el dramatismo de ustedes dos. Dale la
oportunidad de ser realmente feliz.
—¿Crees que ese tipo puede hacerla feliz?
—No lo sé —respondió honestamente—, pero es seguro que no la
pondrá tan triste como tú.
Odiaba que tuviera razón. No estaba estable y no lo había estado en
mucho tiempo. Shay había esperado a que volviera con ella, completamente
listo para comprometerme con ella, con nosotros, pero como siempre
terminé dejándola maltratada y con moretones.
Hería a la gente que amaba.
Y mi padre tenía razón. Sabía que la tenía simplemente al ver a Shay
moviéndose en la sala con ese maldito tipo. Me dijo que a la gente no le
importaría mi triste historia para siempre, y que tendría una fecha de
caducidad.
Se acabó el tiempo.
—¿Puedes decirle que la amo? —pregunté, sintiéndome como un
maldito tonto por pensar que merecía una oportunidad de hablar con Shay.
—No, no lo haré. Eso no lo hará más fácil, Landon. Tienes que
ignorarla. Desaparecer.
—Solo dale este cuaderno. Entonces tal vez pueda entender lo que
estaba pasando —casi supliqué, sosteniéndolo hacia Tracey.
Ella resopló.
—No, déjalo.
Dijo que lo dejara como si alejarme del amor de mi vida fuera la cosa
más fácil del mundo.
Me senté frente a la doctora Smith, sintiendo como si hubiera tocado
la etapa final del fondo. La parte donde todo lo que podías hacer era
levantarte y comenzar de nuevo.
Me crucé de brazos, sintiéndome un poco como una mierda por la
forma en que abandoné nuestras sesiones hacía unos meses.
—Me preguntaba si podíamos volver a poner las cosas en marcha para
que pudiera volver a ponerme en pie. Yo, eh, me he desviado un poco del
camino, y no estoy seguro de cómo mantenerme en pie por mi cuenta.
Además, me apoyé en la gente equivocada y los lastimé en el camino, y no
quiero volver a hacerlo. Quiero mejorar y aprender a apoyarme en mí mismo.
Sonrió y asintió.
—Estoy orgullosa de ti, sabes.
—¿Por qué?
—Por ser lo suficientemente valiente para empezar de nuevo. Entonces,
¿por dónde empezamos hoy? ¿Qué caja quieres desempacar primero? Estoy
segura de que te han pasado muchas cosas en los últimos meses.
Empecemos por el punto de partida.
—Bueno... —Respiré profundamente y sacudí la cabeza ligeramente—.
Podemos empezar con la sobredosis.
U
na vez me enamoré de un chico.
Un hermoso y roto chico que tenía su propio mundo de
problemas.
Hacía años Landon Harrison había prometido volver a mí
cuando se encontrara a sí mismo. Hacía años dijo que encontraría el camino
de vuelta a mis latidos. ¿El problema de hacer ese tipo de promesas en tu
juventud? No hay suficiente pegamento en la historia de amor para que se
pegue de verdad.
Los dos éramos jóvenes, ingenuos, niños rotos. ¿Qué sabíamos del
amor? ¿Qué sabíamos sobre los verdaderos sentimientos? ¿Qué sabíamos
sobre cómo hacer que las cosas funcionaran?
En los libros de cuentos cuando un hombre le hacía una promesa a
una mujer siempre volvía. Llegaba con un gran gesto y arreglaba el desastre
con el que la había dejado. Confesaba que los últimos años de su vida
habían estado llenos de problemas y dificultades, y no dejaba de hablar de
que su amor era lo único que le permitía respirar.
Durante un tiempo pensé que eso era lo que iba a suceder. Durante
mucho tiempo me senté a esperar el gran gesto, esperando que Landon
viniera corriendo con un caballo blanco, diciéndome todas las palabras que
quería oír. Me había echado de menos. Había arreglado sus latidos rotos.
Estaba listo para que nuestra historia de amor tuviera su felices para
siempre.
Pero eso nunca me pasó.
Los años pasaron y Landon nunca miró atrás. Y sabía que se había
encontrado a sí mismo, porque estaba por todo Internet, en vallas
publicitarias, llenando la gran pantalla. Ya no era más Landon Harrison, el
chico al que una vez amé, sino que se convirtió en Landon Pace, el chico de
oro de Hollywood. Vi sus sonrisas con Jimmy Fallon. Lo vi sonreír de oreja
a oreja en las alfombras rojas. Lo vi florecer hasta ser el hombre que siempre
supe que era capaz de ser. Floreció y floreció como las peonías en primavera
y olvidó completamente que yo había existido.
Landon se convirtió en una mega estrella en Hollywood, y tuve el
privilegio de verlo ganar una y otra vez desde la distancia. Era el Brad Pitt
de hoy en día, y yo era la espeluznante exnovia que acechaba su Instagram,
siguiendo historias en TMZ sobre con quién se acostaba, a qué fiesta asistía
y qué yate se llevaba para su fiesta de cumpleaños anual.
Pasó su cumpleaños en un yate con docenas de supermodelos. Si eso
no era un golpe a mi ego no estaba segura de lo que sería. Durante un breve
tiempo, esos cumpleaños habían sido míos. Sus manos habían descansado
contra las mías.
Él había sido mío.
Aunque solo fuera durante un pequeño momento.
Además de verlo triunfar a distancia, también vi cómo sus relaciones
se propagaban como un incendio forestal. Landon era un seductor en serie
que hacía que Leonardo DiCaprio pareciera un hombre de familia con los
pies en la tierra. Me sorprendió un poco que no hubiera encontrado el
camino de regreso a mí, porque prácticamente encontró el camino hacia
todas las demás mujeres solteras del planeta.
Quiero decir, honestamente, ¿cómo podría seguir y encontrarse a sí
mismo y olvidarse alguna vez de, oh, no sé, agradecerle a la única chica que
lo empujó a hacer exactamente eso? ¿Cómo pudo seguir adelante tan rápido
con estrellas de cine como Sarah Sims y ni siquiera ofrecer una disculpa?
¿Cómo pudo irse y nunca mirar atrás?
Si no fuera por mí, nunca habría estado interesado en actuar en primer
lugar. Si no fuera por mí, nunca habría sabido cómo era un guion. Le abrí
esas puertas y caminó directamente hacia ellas sin mirarme a mí ni una
fracción de segundo.
Mientras él vivía en la tierra de La-Land, yo recibía cartas de rechazo a
diestra y siniestra, luchando por encontrar una forma de hacer realidad mis
sueños. Luego estaba el dulce viejo Landon, comiendo filete con La Roca,
probablemente incluso llamándolo Dwayne como si tuvieran una verdadera
amistad, mientras yo trataba de averiguar cómo no comer ramen tres veces
a la semana.
La vida no era justa.
Él estaba viviendo el sueño que me había propuesto alcanzar,
acostándose con ganadoras del EGOT, y yo estaba luchando para pagar mis
préstamos estudiantiles para un título de artes creativas que nunca usé.
Cada vez que aparecía en la televisión, en las redes sociales o durante
los preestrenos en el cine, una parte de mi alma ardía de pura rabia. Volvía
a lo esencial con mis sentimientos hacia Landon, a los días antes de que
nuestra estúpida apuesta del instituto echara raíces, volviendo a que él era
Satán, nada más y nada menos.
Una vez le dije a unos compañeros de trabajo de cafetería en la que
trabajaba que Landon y yo salimos, y se rieron en mi cara.
—Claro, y yo salí con Rihanna. —Mi gerente Brady se rio—. Oh, Shay.
Tú y tu humor.
Nunca más lo mencioné, ni a él. Pasé mis veintes siendo una completa
idiota, pensando que había una posibilidad de que Landon volviera a mí. Me
rehusaba a hacer lo mismo con mis treinta.
Mi adolescencia y mis veintes habían sido una época de estúpidos
errores amorosos.
El resto de mi vida la pasaría descubriendo el amor propio.
En el pasado creí en los cuentos de hadas. Creía que el verdadero amor
lo conquistaba todo, pero ahora era lo suficientemente mayor como para ser
más sabia. La única historia de amor que importaba era la que vivía conmigo
misma. Si yo estaba enamorada de mí, no importaba si algún hombre lo
sentía él también. Mi amor tenía que ser suficiente para mantenerme
caliente por la noche. Así que empecé a enamorarme de nuevo: de mí, de mi
vida, de mis sueños.
Me decía día tras día que estaría preparada si llegaba el momento de
que Landon y yo nos volviéramos a cruzar, pero sabía que era imposible
estar preparada para un día así. No después de lo que habíamos compartido.
No después de lo que fuimos. El tiempo que pasamos juntos fue como una
hoja que se aleja flotando por la brisa sin sentido de dirección o destino,
pero nuestro amor fue real aunque solo existiera por momentos. Los
primeros amores eran diferentes. Nunca veías las llamas llegar antes de que
fuera demasiado tarde, y te quemabas.
No creía que alguna vez te alejaras de tu primer amor. Simplemente le
permitías vivir en un pequeño rincón de tu corazón, ocupando el primer
lugar en tu alma.
Sabía que, después de amar a Landon, no sería capaz de volver a dar
mi amor completamente de nuevo. Mi corazón se congeló después de que
me dejara.
Habría hecho falta un milagro para que algún día se descongelara, y ya
no creía en los milagros.
—S
erá mejor que termines lo que estés escribiendo,
porque estamos a punto de llegar al edificio —dijo
Willow, echando un vistazo a mi dirección antes de
devolver la mirada a su teléfono.
Miré hacia mi cuaderno e hice una mueca. Las palabras no fluían muy
fácilmente esta tarde.
Todos los días escribía una sola carta.
Cientos de palabras anotadas en un papel rayado. Diferentes colores
de tinta, diferentes trazos, diferentes formas de expresar mi amor.
Algunas eran cortas mientras que otras no paraban en páginas y
páginas. Compartía partes de mí en los cuadernos, sangrando con cada
sentimiento que sentía a través de la tinta de la pluma. Llevaba escribiendo
cartas unos años. Nunca pensé que sería el tipo de persona que escribía
cartas de amor a nadie, pero fue algo que se convirtió en un elemento básico
de mi vida.
Cada carta goteaba verdad, algo que faltaba mucho en mi vida
cotidiana. No era un secreto que, si no fuera por Shay Gable, nunca habría
tomado un bolígrafo para expresarme.
Ahora me resultaba tan natural como ducharme y cepillarme los
dientes.
Nunca supe que las palabras podían curar hasta que tomé un bolígrafo
y me desangré.
—¿Estás listo? —preguntó Willow , mirando hacia mí durante una
fracción de segundo antes de mirar su teléfono y escribir, probablemente
lidiando con el desastre que era mi bandeja de entrada. Willow había sido
mi asistente durante los últimos años, y sin sus habilidades nunca habría
llegado a una audición, proyección o entrevista. En general, dirigía mi vida
de arriba a abajo.
Estábamos sentados en un auto negro fuera de The Tonight Show, y
estaba tratando de prepararme para el caos cuando abrí la puerta y salí del
vehículo. Llevaba más de diez años haciendo esto de la fama, y aun así no
me había acostumbrado. No estaba acostumbrado a caminar por la calle y
escuchar a la gente gritar mi nombre. No estaba acostumbrado a que la
gente me esperara en los lugares solo para poder verme. No estaba
acostumbrado a que la gente se preocupara por mi existencia.
Bueno, sobre mi existencia inventada, al menos.
Se preocupaban por mi personaje: Landon Pace, el chico de oro de
Hollywood.
No les podría haber importado menos el verdadero Landon Harrison.
Aun así, me sentía agradecido.
Tenía fans que habían esperado bajo las condiciones climáticas más
extremas a lo largo de los años solo para tomarse una foto rápida conmigo.
Si eso no era humillante no sabía qué lo era. No cambiaba el hecho de que
tenía que esforzarme para salir del vehículo cada jodida vez que salía,
porque una vez que salía comenzaba el espectáculo. Sonreía, era encantador
y todo lo que soñaban que sería y más. Les daba a mis fans todo lo que
tengo, y luego me iba a casa y me quedaba con mi perro.
Respiré profundamente, cerrando mi cuaderno. Buscando en mi
bolsillo, saqué una cereza Jolly Rancher y me la metí en la boca.
—Listo.
—Bien. Me aseguraré de tomar algunas fotos de ti interactuando con
los fans. —Willow acercó su cuerpo a la puerta y agarró la manija—. Vamos.
En el segundo en que la abrió, liberé mi aliento y encendí el encanto.
Salí del auto al sonido de los chillidos y las aclamaciones, todos para mí. No
era que mi sonrisa fuera falsa. Era genuina de principio a fin, pero estaba
cansado. Llevaba cansado tanto tiempo que no estaba seguro de sentirme
despierto.
Mi carrera me curó y me drenó de muchas maneras.
Entonces miré a mi izquierda y vi a un niño pequeño con un disfraz de
superhéroe, vestido como uno de mis personajes, y no pude evitar sentirme
feliz. Eso era por lo que seguía haciendo lo que hacía. Por eso me presentaba
día tras día: para los fans, tanto viejos como jóvenes, que seguían
presentándose para mí.
Tomé tantas fotografías y firmé tantos autógrafos como pude antes de
que Willow les dijera a todos que tenía que irme. Me llevó al edificio y, en el
momento en que la puerta se cerró detrás de mí, relajé la cara.
—No entiendo por qué están tan obsesionados contigo —comentó
Willow, tocando su teléfono—. Es como si no supieran que tomas enormes
cantidades de basura después de comer comida china.
Me reí entre dientes.
—Creo que creen que cago oro.
—Basándome en los olores, es más probable que estés cagando
estiércol. —Una cosa que me gustaba de mi asistente era el hecho de que
nunca me hiciera la pelota. Era tan real como podía ser y, teniendo la carrera
que tenía, encontrar gente genuina era un regalo.
Después de que me llevaran a mi camerino, encontré a mi estilista
esperando con mis opciones de ropa para la entrevista de esa tarde.
—No has estado durmiendo —dijo mamá, mirándome desde el carrito
de ropa en el que estaba hurgando. Se acercó a mí y tiró de mis mejillas,
examinando mi agotamiento—. Podemos cancelar el programa de esta noche
si estás demasiado agotado.
Me reí.
—No vamos a cancelar lo de Jimmy Fallon, mamá. Estoy bien. Dormiré
esta noche.
—Dijiste eso anoche —argumentó.
Me encantaba que mi madre trabajara para mí, de verdad. Ser capaz
de hacer que nuestros dos sueños se mezclaran era más que una bendición.
Y era buenísima en su trabajo, no era como si la contratara solo por ser mi
madre. Creía en sus habilidades y en su ojo para los detalles.
Pero, a veces, la madre dominante que había en ella tenía una mano
más pesada que el estilista.
—Me preocupa que te estés presionando demasiado, Land. Han sido
meses de viajes sin parar haciendo promociones en el extranjero, y luego
empiezas a filmar muy pronto. No puedo evitar preocuparme de que te vayas
a consumir.
Estaba en mis treintas, y mi madre todavía me cuidaba. Dudaba que
eso fuera a cambiar pronto. Además, tenía razón. Sentía que llegaba a mi
límite con ser abrumado. Estaba en mi punto de inflexión y necesitaba
hablar con mi representante, más temprano que tarde, sobre tomarme un
descanso.
Cuando pasaba demasiado tiempo sin descansos mi mente volvía a sus
viejos hábitos. Mi terapeuta, la doctora Smith, decía que una clave para
aprender a vivir con mi ansiedad y mi depresión era detectar los factores
desencadenantes. Si conocía la mecánica de mi cabeza sería más capaz de
dirigir el barco hacia mares más tranquilos. Si ignoraba mis
desencadenantes terminaría naufragando.
Después de años de prueba y error, comencé a aprender a navegar,
pero aun así mi barco se balanceaba de vez en cuando debido a las duras
condiciones climáticas. Necesitaba un descanso, y quizás pronto podría
conseguirlo.
Me encogí de hombros ante sus comentarios y asentí hacia los estantes.
—¿En qué estamos pensando hoy? —pregunté, cambiando la
conversación.
Mamá me frunció el ceño, la preocupación persistía en sus ojos, pero
me permitió redirigir el enfoque.
—Estaba pensando en estos pantalones de terciopelo con un top negro
liso y ajustado.
—¿Terciopelo? Pica —comenté.
—Hace que las chicas se animen —corrigió—. Y, ya que estás
promocionando una comedia romántica esta vez, estamos haciendo que las
chicas se animen por ti. Eres un rompecorazones para ellas, Landon.
Necesitas hacer ese papel. Además, los pantalones harán que tu trasero
resalte.
—Oh, Dios. Por favor, nunca hables de mi trasero, madre.
—¿Por qué no? —Sonrió de oreja a oreja—. Después de todo, obtuviste
tus mejores atributos de mí.
—Voy a fingir que esta conversación nunca ocurrió.
Tomó las perchas del estante y me las entregó.
—Haz lo que dice tu madre. Pantalones de terciopelo.
Hice lo que dijo porque mamá sabía lo que era mejor.
La entrevista fue la quinta del día y, cuando terminó, me dirigí
directamente a casa para pasar la noche. Lo que más me gustaba hacer
después de un largo día de entrevistas era ir a casa, tirarme en el sofá con
mi perro y pensar en todas las cosas estúpidas que podía haber dicho.
La forma en que decías algo durante las entrevistas podía ser
completamente malentendida, haciéndome tener los casos más graves de
ansiedad. Podías parecer un idiota cuando pensaste que estabas haciendo
una broma tonta. Podías parecer un imbécil cuando malinterpretabas algo
que el anfitrión te preguntaba.
Fui bendecido con una mente hiperactiva. Pensaba demasiado, joder.
La mitad de las cosas que salían mal en mi cabeza nadie más lo notaba.
¿Pero yo? Me rompía cada segundo de cada día, porque no sabía cómo
apagar esa parte de mi cerebro.
Estaba seguro de que ese proceso de pensar demasiado era súper
saludable y súper útil.
Después de un tiempo moví mis pensamientos a otra cosa porque
encontrar los defectos en mis actuaciones era dolorosamente agotador.
Greyson me había llamado a principios de esa semana para ponerme al día
sobre la fiesta de lanzamiento del whisky, que iba a patrocinar para él, y me
sentí bien al hablar con él.
En los últimos meses Greyson había pasado por algunas de sus propias
guerras infernales, y fue solo recientemente que comenzó a llamarme él en
lugar de que yo lo llamara día tras día, todo por una niñera llamada Eleanor.
Desde que regresó a la vida de Greyson, se estaba convirtiendo más y
más en la persona que sabía que tenía en lo profundo de su ser. Se estaba
despertando de la peor pesadilla porque esa mujer se encontraba dispuesta
a ser paciente con lo roto que estaba.
La última vez que hablé con Greyson se aseguró de señalar que Shay
vendría al lanzamiento de whisky con Eleanor, ya que eran primas.
Me habría gustado decir que no había pensado en ella en los últimos
años, pero habría sido una mentira descarada.
Cuando pensaba en los momentos decisivos de mi vida, Shay se hallaba
en lo más alto de mi lista. Era la primera y casi la única persona que había
sido capaz de despertarme de mi profundo sueño. Antes de ella había
luchado mucho con quién era, con mi valor, con el motivo por el que había
sido traído a este mundo. Después de unos meses con ella, me había
ayudado a ver más claro.
Me abrió los ojos a las posibilidades y me hizo soñar con un futuro, un
futuro que una vez pensé que nunca llegaría a experimentar, un futuro que
casi me perdí de vivir. Me había ido de su lado pensando que algún día me
encontraría a mí mismo, lo que me llevaría de vuelta a sus brazos. Pensé
que, con algo de práctica, descubriría los pedazos rotos de mí y sería
suficiente hombre para que ella los amara.
Resultó que esa mierda no era fácil, y a mí no se me daba muy bien el
auto descubrimiento.
Fracasé una y otra vez y, cuando los años pasaron, supe que ella estaría
mejor sin el desastre que habría dejado en su puerta. Seguí adelante,
sabiendo que ella estaría mejor si hiciera lo mismo. Hubo muchas veces que
quise volver con ella, pero sabía que no podía aparecer con mis pedazos
rotos esperando que me ayudara a curarlos. Sabía que estaba mejor sin el
desastre que habría dejado en su puerta.
Se trataba de no ser egoísta. Se trataba de no intentar apoyarme en ella
para mantenerme en pie. Se trataba de que quería más para Shay de lo que
jamás podría haberle dado. Ella quería todas las partes de mí, pero mi
corazón trabajaba en fases como la luna. Se movía cada pocas semanas, a
veces sintiéndose completamente lleno, y otras veces parecía una media
luna.
Aun así, cruzaba mi mente de vez en cuando. Ahora que Greyson me
había informado de que asistiría al lanzamiento del whisky el próximo fin de
semana, aparecía en mis pensamientos con mucha más regularidad.
¿Cómo era hoy en día?
¿Qué es lo que hacía?
¿Tenía los ojos tan marrones y llenos de esperanza como antes?
¿A quién amaba?
Esa pregunta pasaba por mí más que la mayoría. ¿A quién amaba
ahora, y quién la amaba a ella?
La mayoría de las mujeres con las que pasaba mi tiempo nunca se
quedaban conmigo. Era conocido por la rapidez con que salía con ellas
porque nunca me asentaba, siempre pasaba a la siguiente. La mayoría de
la gente probablemente pensara que era porque era una superestrella de
Hollywood que no tenía que sentar cabeza. Probablemente pensaran que
solo buscaba sexo, pero eso era mentira.
Buscaba cualquier cosa que tuviera un pequeño parecido con la
primera chica que me amó: al verdadero yo, al yo roto, al chico con cicatrices
que no sabía cómo amarse a sí mismo.
Buscaba partes de Shay en cada mujer que se cruzaba en mi camino,
pero nunca se acercaban a la forma en que ella encendía algo intenso en
todo mi ser.
Rookie se arrastró hasta mi regazo y comenzó a roncar con su pesada
respiración.
Después de que mi perro, Ham, falleciera hace años, me llevó un tiempo
considerar la posibilidad de conseguir otro compañero. Tal vez las personas
que no eran personas de perros nunca habrían entendido la angustia que
se produce cuando el perro de una persona muere, pero para mí fue como
perder a un mejor amigo. Ham había estado a mi lado durante los períodos
más duros de mi vida, tanto en mi juventud como en mi carrera. Perderlo
casi me mató a mí también.
Pospuse conseguir otro perro por mucho tiempo. Sentí como si de
alguna manera traicionara a Ham por seguir adelante, pero en el momento
en que vi a Rookie en el refugio supe que era el adecuado para mí. Orinó en
mis zapatos y todo. Desde entonces estábamos unidos por la cadera. Era un
pequeño caniche de juguete, un perro muy varonil, obviamente, y era
tratado como un rey de reyes. Al día siguiente, él y yo volveríamos a Chicago
para la fiesta de lanzamiento del whisky el fin de semana siguiente. Al día
siguiente estaría en la misma ciudad y respiraría el mismo aire que Shay.
Unos días después de eso estaríamos cara a cara.
Me senté allí en el silencio de mi ático de Nueva York, mirando fijamente
la oscuridad mientras cada recuerdo de Shay Gable volvía a mí. Los
reproduje en un bucle porque cada recuerdo merecía ser revivido.
M
i abuela siempre bromeaba con que los hombres buenos
existían, pero resultaba que todos vivían en la pantalla de
cine.
Normalmente me encantaban nuestras cenas de los
domingos, pero últimamente eran como el campo de batalla del amor, y
mima disparaba bombas tratando de diseccionar mi relación actual.
Mamá llegó tarde a la cena, otra vez, y eso dejó la conversación abierta
para que mima fuera la entrometida, preguntando sobre mi vida amorosa o
la falta de ella. Sam y yo llevábamos saliendo durante los últimos nueve
meses, y me encontraba en un cómodo estado de satisfacción con nuestra
situación, pero eso no parecía suficiente para complacer a mima.
Su asado favorito crujió cuando lo puso en la mesa del comedor.
Después de eso, sacó el puré de papas y la cazuela de frijoles verdes. Típico
de mima cocinar todo un festín para una simple cena de domingo para tres.
El vapor se elevaba de la comida, y los aromas de los alimentos
perfectamente cocinados llenaron el espacio mientras mi estómago vibraba
en anticipación.
—No entiendo por qué no lo hemos conocido si ustedes dos han estado
saliendo tanto tiempo —argumentó, dejando una ensalada mixta—. Ni
siquiera nos has dado un nombre.
—Te lo dije, mima... no quiero traerlo por aquí si no es serio. Además,
solo han pasado nueve meses.
—Eso es suficiente para saber si te gusta alguien. La gente tiene hijos
en nueve meses. Si son capaces de hornear un humano completo, tú
deberías ser capaz de decidirte por un hombre. Si no es serio a estas alturas,
no va a ser serio. Además... —Tomó una gran cucharada de su puré de
papas, demasiado para mí, pero definitivamente me lo comería todo, y lo
dejó caer en mi plato—. No creo que sea el indicado para ti.
Me reí.
—¿Cómo lo sabes? Apenas hablo de él.
—Exactamente. Si alguien es el indicado para ti, no puedes evitar
sentirte extasiada por ello. Quieres hablar de él todo el tiempo. Se derrama
de ti como la lava, calentándote desde las puntas de los dedos de los pies
hasta la cabeza... lo que me hace creer que no es el indicado. No hay pasión
detrás de esto.
—No tiene que haber pasión. Esto no es una película. Es la vida real.
—La vida real debería ser mejor que las películas.
Era extraño cómo mima creía tanto en el amor cuando el amor no había
sido lo mejor para ella. Incluso después de todo el dolor que había pasado
con mi abuelo, seguía creyendo en los felices para siempre.
Yo, por otro lado, luchaba con el concepto diariamente. Solo había
sentido ese amor que aplasta el alma una vez en mi vida, y había hecho
exactamente eso: aplastarme el alma. Estaba completamente de acuerdo
con flotar en el reino de gustar en vez de entregarme completamente a
alguien.
No todos los romances tenían que ser The Notebook.
Algunos podían ser una historia hecha para la televisión. Por ejemplo,
esas películas de Hallmark en las que dos personas se enamoran en tres
días y ningún alma es aplastada en la creación de su conexión. Esas
historias tenían algún atractivo. Eran más fáciles. Fluidas y cómodas.
Además, si la pareja se separaba después de los créditos, no era como si
alguien quedara destrozado. La chica probablemente volvería a trabajar en
la ciudad de Nueva York de nuevo, y el héroe comenzaría a vender más
árboles en el lote de árboles de Navidad de su padre hasta que otra chica de
la gran ciudad se cruzara en su camino al año siguiente.
—Tal vez esas cosas sean solo para los cuentos de hadas, mima. Tal
vez todo eso de los saltos de corazón y las flores sean solo para los libros de
cuentos.
—Oh, cariño. No puedes creer eso. Eres, después de todo, la que va a
romper la maldición de amor en esta familia.
Aquí vamos de nuevo.
La maldición de la familia Martínez.
Mi abuela creía firmemente que los cuentos de hadas aún existían en
la vida real, aunque nunca viviera para ver una relación verdaderamente
saludable dentro de nuestra familia. Mima creía en caballeros de armadura
brillante, princesas, compañeros divertidos, villanos y maldiciones mágicas.
Dios mío, creía en esas maldiciones. Estaba convencida de que nuestra
familia tenía muchas maldiciones generacionales que nos ensombrecían y
nos impedían lograr nuestra mayor historia de amor.
No hay mayor presión que la de una abuela que está convencida de que
eres la persona traída a este mundo para romper la maldición familiar
generacional que se le impuso a tu familia décadas atrás. Mima estaba
completamente convencida de que yo era quien terminaría con la sequía
amorosa de las Martínez.
No quería creer en sus locos discursos, pero juré que a veces tenían
algo de verdad. Las mujeres Martínez habíamos tenido un poco de mala
suerte en el departamento de romance durante años.
Podía oír a mi madre en mi oído en todo momento. Cada vez que me
decepcionaba el sexo opuesto, escuchaba sus susurros.
—Nunca hubo hombres buenos en nuestra historia familiar, mi amor. Las
mujeres estamos condenadas a amar a hijos de puta. Mi abuelo era un hijo
de puta. Tu abuelo era un hijo de puta, tu padre era un hijo de puta. Estamos
mejor solas.
Entonces, escuchaba a mima y su esperanza aparece.
—Rezo a Dios cada día para que seas tú quien acabe con esta maldición
que se nos ha impuesto a las mujeres Martínez. Eres nuestra salvadora.
De nuevo... sin presión.
A lo largo de los años, las tres damas nos habíamos vuelto más
cercanas que antes. Nos sosteníamos cada vez que la vida trataba de
derribarnos, lo que había hecho una y otra vez. Pero, con el amor de mi
madre y mi abuela, sabía que siempre superaríamos los días más oscuros.
Las tres éramos como una versión de bajo presupuesto de Jane the
Virgin, llenas de amor, luz, risas y apoyo. Las mujeres Martínez fueron
construidas para sobrevivir, incluso si estábamos maldecidas por el amor.
Yo era Jane, la chica que intentaba crearse una carrera de escritora, pero
no tenía a un Michael o Rafael peleando por mí ni mi amor.
En cambio, tenía a Sam. Dudaba que fuera alguien que iría a la guerra
por mí. No lo culpaba. Yo tampoco empuñaría una espada por él. No
teníamos ese tipo de relación. No habíamos necesitado ir a la guerra por
nuestra conexión.
Antes de que pudiera responder sobre la maldición del clan Martínez,
mamá entró corriendo por la puerta principal, tarareando fuerte y dando
vueltas.
—¡Estoy enamorada, estoy enamorada, y quiero que todo el mundo lo
sepa! —exclamó.
Sus palabras me confundieron. ¿Mi madre? ¿Enamorada?
¿Qué demonios…?
—¡Ves, esa es la clase de emoción que deberías tener por este chico
misterioso! —exclamó mima.
No es muy probable.
Mamá parecía feliz y luminosa, sonriendo de oreja a oreja. En cualquier
momento sería Tom Cruise, saltando en el sofá de mima sobre su aventura
amorosa.
—¿Sabes quién te emocionó? —me preguntó mima.
No digas Landon Harrison. No digas Landon Harrison...
—Landon Harrison. —Resplandecía con un brillo en los ojos. Si había
alguien a quien mima amaba casi tanto como a mí, era Landon. Desde el
primer día siempre fue su mayor fan. Pero, si había algo que mima se
tomaba en serio, era su lealtad. Cuando Landon y yo nos separamos, ella
cortó los lazos con él también, para mostrarme su amor y apoyo. Cuando se
trataba de elegir un bando, mi abuela siempre elegía el mío.
Aun así, eso no significaba que no mencionara ocasionalmente a
Landon y me recordara que era un chico maravilloso.
—La última vez que te oí sonar emocionada por una relación fue cuando
estabas viendo a ese increíble chico. Deberías llamarlo —ofreció mima.
—Ha pasado más de una década, mima. Definitivamente no tengo su
número —respondí.
—Es una lástima. —Hizo pucheros—. Eras muy feliz con él. —Era una
adolescente... ¿qué sabía yo sobre la verdadera felicidad?
—Hablando de felicidad... —Me aclaré la garganta—. Probablemente
deberíamos hablar del nuevo amor de mamá. —Necesitaba que la atención
pasara de mí a otra persona, y ¿quién mejor que el cachorro enfermo de
amor que era mi madre? Tal vez ella fuera la encargada de romper la
maldición de los Martínez, no yo.
—Sí. ¿Cuál es ese amor del que hablas tanto? —preguntó mima,
llenando un plato para mamá.
Mamá se dejó caer en su silla, todavía sonriendo de mejilla a mejilla.
—Acabo de rescatar un cachorro —dijo.
Bueno, eso tenía más sentido. Definitivamente era amor de cachorro.
—Lo recogeré de la Sociedad Humanitaria mañana y, Dios mío, lo
adoro. Quiero decir, ¡mira! —Sacó su teléfono y pasó una foto del perro más
adorable de todos los tiempos.
Mientras mima sostenía el teléfono en su mano, sacudió la cabeza.
—¿Quieres decirme que entraste en mi apartamento girando por un
perro?
—No es solo un perro, mamá —gritó mamá—. El perro. Se llama Bella,
y es la cosa más adorable del mundo.
—Oh, genial —se quejó mima, poniendo los ojos en blanco—. Otra
vagina en la familia.
Me reí un poco en voz baja.
—¿Qué pasa con ustedes, señoras? ¡Cuándo van a establecerse y traer
un hombre a cenar! Me estoy cansando de comer cada semana con ustedes
dos tontas. Y, además, ¡me estoy haciendo mayor y me gustaría tener una
nieta algún día!
—¿Qué pensaste que quería decir cuando dije que estaba enamorada?
—preguntó mamá—. ¿Que iba a traer a un tipo?
—¿Es eso tan loco? —preguntó mima.
—Um, un poco. No hay manera de que un chico sea más emocionante
que un cachorro. ¿Qué podría darme un chico que un cachorro no pueda?
Amor, comodidad, abrazos...
—Orgasmos —dijo mima, causando que escupiera mi vino sorprendida.
—¡Mima!
—¿Qué? Es verdad. Saliste a buscar un cachorro porque
probablemente te estabas cansando de estar sola en casa, ¿verdad, Camila?
—Bueno, sí.
—¿Sabes qué podría hacerte sentir aún menos sola en casa? Un
hombre grande y fuerte. Además, puede poner su pene dentro de ti, lo cual
es un beneficio para todos.
Oh, Dios mío, mi abuela hablaba de orgasmos y penes dentro de mi
madre. Esta conversación tomó un giro muy extraño.
—¿De verdad estamos hablando de orgasmos en la cena del domingo?
—pregunté, aún desconcertada.
El teléfono de mamá sonó, y fue a responder con entusiasmo. Sus
mejillas se pusieron rosadas, y nos dio la espalda un momento mientras
empezaba a escribir.
—Lo siento, era la protectora. ¡Dijeron que puedo recoger a Bella esta
noche si voy cuando termine aquí! —exclamó.
—¿Ves? ¿No echas de menos eso, Shannon Sofia? —preguntó mima,
haciendo un gesto hacia mi madre—. A pesar de que tu madre está
mostrando esa emoción por un chucho, sigue siendo emocionante. Algo que
haga que tu corazón se acelere cada vez más.
—No, gracias. No me gustan los ataques al corazón.
Mima frunció el ceño.
—¿Cuándo te volviste tan poco romántica? Solías vivir para las buenas
historias de amor. ¿Todavía escribes historias de amor, pero me dices que
ya no crees en el amor?
—Puedo escribir historias de amor y no creer en el concepto, mima.
Dudo que Melissa Mathison y Steven Spielberg creyeran en E.T., pero
hicieron un gran trabajo creando esa película. Además, mi relación está
bien.
—Bien —resopló mima, agitando su mano hacia mí—. Nadie quiere
estar bien en una relación. Quieren estar vivos.
—Tal vez deberíamos dejar esta conversación —le ofrecí. No quería
hablar más de Sam y, por suerte, mamá se apresuró a hablar de Bella. Aun
así, seguí pensando en los comentarios de mima sobre Sam y nuestro
deslucido romance. Sam y yo no teníamos fuegos artificiales masivos
disparándose desde nuestros corazones, pero nuestras pequeñas chispas
estaban bien.
Al salir, mima me empacó algunas sobras y puso sus manos en mis
mejillas.
—Espero que sepas que mi preocupación por tu vida romántica viene
desde un lugar de amor, Shannon Sofía. Temo que si sigues este camino de
dureza con tu corazón, pronto se convertirá en piedra.
Le di una sonrisa perezosa, me incliné y le besé la barbilla.
—No te preocupes, mima. Este corazón mío sigue latiendo.
Solo que no exclusivamente para la atención de los hombres.
—Piensa en llevar a tu novio a esa fiesta de whisky que organiza
Greyson East. Podría ser bueno que se los muestres al mundo allí.
Me encogí de hombros.
—Lo pensaré.
Mi prima, Eleanor, me había invitado recientemente a acompañarla en
el lanzamiento del whisky de otoño de Greyson. Iba a ser un gran evento con
alfombras rojas, celebridades y exnovios.
Pensé en el momento en que Eleanor me informó de que Landon iba a
estar en el evento. Hice lo que pude para actuar con calma y fingir que la
mariposa de los nervios no se arremolinaba en mi estómago.
—Eso fue hace mucho tiempo. Historia antigua —le dije.
Eleanor se rio un poco.
—Recuerdo haber dicho lo mismo sobre Greyson cuando acepté este
trabajo.
—Entonces, ¿finalmente admites que sientes algo por Grey?
—No —se retractó rápidamente—. Todo lo que digo es que, aunque sea
historia antigua, sigue siendo historia, de todos modos. Quería asegurarme
de que te pareciera bien ir si Landon estaba allí.
—Por supuesto. —Asentí—. Está bien. Todos mis sentimientos por
Landon murieron hace años. Además, ambos somos adultos. Creo que
puedo soportar estar en la misma habitación que él. Está bien. Estoy bien.
Estoy genial. Muy bien. Bien. —Dije "bien" demasiadas veces, sonando como
Ross de Friends cuando se enteró que Joey y Rachel estaban saliendo.
Estoy bieeeen.
Aun así, había estado pensando en la fiesta desde que me invitaron.
Pensando en Landon y en lo que le diría... Si le decía algo. Tal vez mima
tuviera razón. Tal vez debería haber llevado a Sam conmigo y usarlo como
escudo. Solo estaba tratando de entender por qué esa idea me inquietaba
tanto.
Después de la cena, llegué al edificio de mi apartamento con la
necesidad desesperada de una botella de vino y un baño de burbujas.
Después de dejar el campo de batalla del amor en casa de mima, siempre
terminaba necesitando relajarme. Comenzó a llover después de que me fuera
y, por supuesto, no había paraguas en mi auto.
Cuando salí del auto, tomé mi bolso y las llaves, y me puse el abrigo
sobre la cabeza mientras la lluvia me golpeaba. Salté de charco en charco,
empapándome mientras mi cuerpo se enfriaba por el diluvio. Al doblar la
esquina del edificio hacia la escalera de enfrente, me detuve un momento
cuando vi a un pobre y patético hombre sentado allí empapándose de pies
a cabeza con la cabeza agachada mientras intentaba protegerse de la lluvia
con sus manos. Un terrible intento de escudo, si es que podía decirlo yo
misma. Tenía su cabello rubio pegado a su frente mientras temblaba de frío.
Parecía... patético. Patéticamente rico, eso es.
Miré a sus pies y vi zapatos de diseñador Gucci. Sosteniendo sus
pantalones en su lugar había un destello de oro de su cinturón Gucci a
juego. ¿Qué podía decir? Tenía buen ojo para las cosas caras que nunca me
podría permitir.
—¿Te dejaron fuera? —pregunté, sintiéndome mal por el imbécil bien
vestido que probablemente estuviera a segundos de contraer una
neumonía—. ¿O necesitas que llame a la puerta del apartamento de alguien
una vez que entre? Nuestro timbre ha estado estropeado toda la semana y...
Mis palabras se apagaron cuando el extraño y empapado hombre
levantó su cabeza para mirarme. El mundo enloqueció cuando esos ojos se
cruzaron con los míos.
Esos ojos.
Esos diabólicos y deliciosos ojos azules.
Los latidos de mi corazón se detuvieron cuando miré fijamente a los
ojos del primer y único hombre al que había amado. Landon se encontraba
sentado en la escalera de mi edificio, empapado de pies a cabeza, enviando
mi mente a un torbellino de emociones.
¿Qué hace aquí? ¿Por qué está aquí? ¿Cómo sabe siquiera dónde está?
Cada centímetro de mí comenzó a temblar, no por la lluvia sino por su
presencia. Mis labios se separaron y ninguna palabra salió de mi boca.
¿Por qué me sentía mal? ¿Por qué quería correr? ¿Por qué no podía
evitar que mi corazón se volviera loco? Después de todos los años que
pasaron, después de todo el trabajo que me llevó liberarme de ese hombre
que existía en mi mente, él aún controlaba de alguna manera los latidos de
mi corazón.
¿Qué está pasando?
Se puso de pie y metió las manos en sus pantalones, que se pegaban a
sus muslos como si fueran medias.
Sus labios se separaron y su voz tembló cuando solo dos palabras
cayeron de entre sus labios.
—Hola, Chick.
Hola, Chick.
Esa era yo... al menos la que solía ser cuando él estaba cerca. Yo era
su Chick, él era mi Satán, y solíamos estar perdidamente enamorados el
uno del otro. Así de fácil, me envió atrás en el tiempo. Tenía diecisiete años
otra vez y estaba completamente confundida por cada faceta de mi vida.
Recordé la primera vez que nos besamos. Recordé la primera vez que
hicimos el amor.
Recordé la forma en que nuestros cuerpos se entrelazaban. Lo recordé
todo y regresó corriendo hacia mí, quitándome el aire de los pulmones.
Dije la única palabra que pude mientras me limpiaba las gotas de lluvia
de la cara.
—No.
NO.
No, no, no, no.
Esa fue la única palabra que le dije a Landon, sentado en la escalera
de la entrada de mi apartamento.
Mi corazón se hundió en mi pecho después de la muy corta interacción.
Mi mente seguía girando por la idea de que hubiera estado sentado en esos
escalones bajo la lluvia. ¿Cuánto tiempo había estado sentado esperando
antes de que llegara, y por qué sentía que mi increíble amiga Raine tenía
algo que ver con que se supiera dónde vivía?
Shay: Estás oficialmente en mi lista de mierda.
Raine: Estaba esperando a que llegara este mensaje, pero no puedes
culparme. Estoy hormonal y embarazada de ocho meses. Cuando Landon
preguntó por ti, no pude controlar mi lengua.
No era sorprendente. Raine nunca había sido capaz de controlar su
lengua. Desde que éramos niñas había estado metiendo las narices en los
asuntos de los demás. Una de sus frases más usadas era “No quiero
meterme, pero...”.
Sabía que ella y su marido, Hank, habían mantenido el contacto con
Landon a lo largo de los años. No era un secreto oculto que mantenía a casi
todas sus amistades excepto yo. Pero Raine casi nunca lo mencionaba
porque sabía lo difícil que era para mí saber de Landon.
Supuse que no pensó que sería un gran problema darle mi dirección
para que me acosara un poco en un domingo lluvioso.
Raine: Perdóname, por favor.
Raine: Si lo hace mejor, deberías saber que hoy me hice pis en la fila de
Target después de agacharme a recoger una barra de Snickers. Eso es cierto.
Me hice pis en la fila de Target, y luego me eché a llorar, causando aún más
escándalo. Ten piedad de tu horrible amiga.
Le sonreí al mensaje. Por extraño que pareciera, eso me hizo sentir un
poco mejor.
Raine: Déjame compensártelo... Almuerzo este domingo, yo invito. Un
sinfín de mimosas para ti, y yo tendré que sentarme y verte beber mi bebida
favorita del mundo. Dejaré que te emborraches mientras yo intento no
hacerme pis en otro lugar público.
Shay: Trato hecho.
Me apresuré a entrar en mi habitación y empecé a preparar un baño,
uno en el que pensaba quedarme hasta que el agua se enfriara y mis dedos
se convirtieran en pasas.
Mi teléfono sonó una vez más.
Raine: Pero estaba guapo, ¿verdad? Pensé que estaba guapo. Sano.
Feliz. Sexy, como todos los demás.
Shay: Voy a borrar tu número hasta el domingo, y espero que le pongas
mi nombre a tu hijo después de este incidente.
Raine: Pero voy a tener un niño.
Shay: Cierto. Hazle sufrir como me has hecho sufrir a mí.
Me metí en el agua caliente con una botella de vino tinto, porque
cuando tu exnovio famoso aparece en tu puerta después de una década de
silencio no necesitas una copa de vino. Directamente de la botella era, como
la dama con clase en la que me había convertido.
Después de unos grandes tragos de la botella, la coloqué en el suelo de
baldosas del baño. Me recosté en la bañera e intenté hacer lo mejor para
deshacerme de la idea de Landon, pero parecía casi imposible hacerlo.
Porque Raine no se equivocaba, Landon estaba guapo. Demasiado.
Claro, en el momento no parecía el tipo más feliz del mundo sentado bajo la
lluvia, pero parecía sano. Suspiro. Y guapo. Estaba dolorosamente guapo ahí
de pie, empapado, conmigo en su mente.
Lo que más odiaba de él era cómo envejecía tan bien, como el mejor de
los vinos. Me habría gustado que pasara de ser un cisne a un patito feo con
el tiempo pero, por desgracia, Landon era hermoso. No sabía que los
hombres podían ser bellos hasta que lo vi crecer de un joven preadolescente
con acné a un sorprendente adulto. Se volvió tan condenadamente guapo
que era nauseabundo. Una vez, cuando Eleanor y yo estábamos borrachas
de vino y viendo películas de Navidad de Hallmark en julio, buscamos las
botellas de vino más caras del mundo, y maldita sea si Landon no era un
Barolo Monfortino Riserva Conterno del 2010.
Esperaba de verdad que se convirtiera en una botella de Moscato de
tres dólares en una gasolinera.
Tampoco era una característica la que lo hiciera hermoso. Era cada
cosa. Tenía muchos rasgos faciales bien definidos, desde sus brillantes ojos
azules hasta los hoyuelos tallados en sus mejillas, su mandíbula cincelada
y sus labios.
Oh, esos labios rellenos y besables.
Comencé a recordar el número de veces que esos labios habían estado
en todo mi cuerpo, cuántas veces me habían probado, explorado, poseído
en todos los sentidos. Cómo esos labios y ese hombre me habían quitado las
dos cosas que nunca podría haberle dado a otro hombre: mi virginidad y mi
corazón.
Además, su cuerpo también estaba bien constituido. Dios mío, su
cuerpo era musculoso... probablemente gracias a la película de acción que
terminó de filmar hace unos meses. No había visto la película. No había visto
ninguna de sus películas desde que nos separamos, pero no podías estar en
las redes sociales sin ver a Landon y sus diecinueve millones de abdominales
en esa película. Sus abdominales rompieron más el internet que el brindis
por el culo de Kim Kardashian con champán.
La piel de Landon también brillaba, incluso cuando goteaba por la
lluvia. Cuando éramos niños el sol solía atacarlo y convertirlo en un tomate
maduro, pero ahora Landon parecía más bronceado que quemado. Tenía un
tono cobrizo que probablemente hiciera que millones de mujeres se volvieran
locas.
Y, de los millones de mujeres en el mundo que lo perseguían, terminó
en mi puerta.
No le des demasiada importancia, Shay.
Cielos. ¿Cómo podía no hacerlo? Estaba en su mente tanto que me
buscó para... ¿qué? Todavía no estaba segura de lo que buscaba buscando
cuando llegó a mi puerta esa noche. ¿Una reunión? ¿Un destello de emoción
del otro? ¿Qué le dijera que no había dejado de amarlo después de todo este
tiempo?
No le di nada de lo que quería, ni mi tiempo ni mi atención. No le di
nada, porque nada era lo que se merecía. Ya no era la chica que esperaba
que los chicos tuvieran tiempo para que encajara en sus vidas. Era
demasiado vieja para juegos que no fueran el Sudoku, y me negaba a
permitir que Landon Harrison jugara conmigo otra vez.
E
speré hasta la mañana del lanzamiento del whisky para tener
el valor de pedirle a Sam que me acompañara. Las últimas
noches había estado un poco recluida, trabajando en mis
manuscritos. Sam siempre decía que entendía cuando me ponía
en modo artista y me quedaba en mi cueva de escritura. La
verdad era que la cueva de escritura era una excusa para saltarme la
realidad durante un corto período de tiempo.
Landon seguía cruzando mi mente como un mal hábito. Me sentía
intoxicada por el recuerdo de él, de pie bajo la lluvia en esos escalones. No
podía apartarlo de mi mente sin importar lo mucho que lo intentara, y
realmente lo intentaba.
Todavía no estaba segura al cien por cien de pedirle a Sam que asistiera
a la fiesta conmigo, pero pensé que era lo correcto, especialmente sabiendo
que Landon y yo estaríamos cara a cara en unas pocas horas.
Habría mentido si hubiera dicho que escuchar a mima hablar una y
otra vez sobre que Sam no era el adecuado para mí no me molestaba ni un
poco. Lo que me molestaba aún más era cómo sentí más con esos pocos
minutos cerca de Landon que en los últimos nueve meses con Sam. Había
un pequeño nudo en mi garganta donde se acumulaban esos nervios, pero
hice todo lo posible por removerlos.
Estábamos bien, Sam y yo, porque realmente no había lugar para el
drama. Ese era otro problema con los romances apasionados, el drama que
implicaban. Estar de pie cerca de Landon durante esos pocos minutos había
encendido fuegos artificiales dentro de mi alma, y ardían intensamente. Él
entró ardiendo, dejándome con ampollas.
Sam y yo no éramos así. Éramos fáciles. ¿Qué tenía de malo ser fácil?
Él nunca terminaría frente a mi casa bajo una lluvia torrencial, y eso estaba
bien.
Sam no era el chico malo. Era un caballero. Me llevaba a citas, me abría
las puertas, me sacaba las sillas y, cuando me enviaba un mensaje, usaba
oraciones completas.
Por primera vez en años, la soledad me alcanzó y le di a Sam una
oportunidad.
Necesitaba un buen chico, y parecía encajar de ese modo para mí.
Era básico en todas las formas correctas. No había verdaderas
sorpresas cuando se trataba de Sam, y lo agradecía. Nunca había
consumido drogas. Era un bebedor ocasional. Amaba a su madre y llamaba
a su abuela todos los fines de semana. Tenía un sano amor por los animales,
y había participado en la marcha de mujeres el pasado otoño.
Claro, tenía sus rarezas de cerebrito, pero eso me gustaba. Me gustaba
cómo podía hablar de Star Trek con un brillo en sus ojos. Me gustaban
nuestras noches de citas en bares de juegos. Aunque yo no era una jugadora
de ninguna manera, verlo emocionarse era suficiente para hacer latir
lentamente mi frío corazón.
Honestamente, parecía cien por ciento de primera categoría... hasta
que lo encontré follándose a la princesa Leia temprano esa mañana.
Bueno, no la verdadera princesa Leia, ya que era un personaje de
ficción. Además, Sam no tenía las habilidades necesarias para acostarse con
una princesa de verdad. La chica a la que se estaba follando llevaba un traje
de cosplay, y juré que gritaba “Sam, tú eres mi papi” con una especie de
chillido orgásmico, agudo y empollón.
Sam. Tú. Eres. Mi... Papi.
Oh, por el amor de Dios.
—¿Estás bromeando? —espeté, de pie en el cuarto de Sam mientras el
clítoris de una mujer estaba pegado a su boca. La forma en que movió su
rostro para mirarme hizo que el ácido subiera por mi garganta, dejándome
a segundos de vomitar. Estaba metido hasta el cuello en la vagina de otra
chica y tenía el descaro de ponerme ojos de cachorro culpable.
Ojos de cachorro y labios brillantes.
Mi estómago se apretó al ver todo esto. Durante una fracción de
segundo consideré cómo me quedaría un traje naranja. La verdad es que el
naranja no era mi color. ¿Era el color de alguien? No podía pensar en la
última vez que dije “¡Oh, Heather! ¡Realmente te queda bien esa blusa
naranja, chica!”.
¿Cuántos años pasaría en prisión por el asesinato de dos seres
humanos?
¿Sería el juez más indulgente si le contara la historia de la princesa
Leia?
Los ojos de la mujer se encontraron con los míos, y di unos cuantos
pasos hacia atrás cuando me di cuenta de que era Tina, la mujer que venía
a la panadería y cafetería de Ava todos los días.
Le servía el café todas las mañanas, y nos reíamos y bromábamos sobre
la vida juntas. Era adorable en muchos sentidos. Si Sam fuera una mujer,
sería Tina. Era encantadora sin esfuerzo cuando hablaba de cosas de friquis
que yo no entendía. Cuando hablaba me daba cuenta de que le apasionaba,
y no había nada que me gustara más que encontrar gente que se apasionara
por las cosas en lugar de les apasionara la gente.
Cuando había mencionado que organizaba una noche de juegos de
Dungeons and Dragons todas las semanas, la informé de que mi novio
(corrección: exnovio), había estado buscando unirse a una actividad de grupo
de ese tipo. Casi le rogué que dejara que Sam se uniera a su grupo, solo
porque estaba harta de que él tratara de explicarme que Dungeons and
Dragons no tenía nada que ver con látigos y salas rojas.
En cierto modo, yo los había unido.
Oh, Dios.
Esto es obra mía.
Sam está haciendo cosquillas a su duende de madera por mi culpa.
Lo había enviado a su sótano semanalmente después de haberle
preparado un café con leche y caramelo cada día.
Le daba galletas de mantequilla gratis la mayoría de las veces, y ella
tuvo el descaro de hacerme esto. Bueno, ya sabes lo que dicen: si le das una
galleta a una puta, probablemente le chupará la polla a tu novio.
Dándome la vuelta, salí de la habitación mientras Sam gritaba mi
nombre.
No lloré.
Llorar por chicos era algo que me había prometido que nunca haría,
después de demasiadas lágrimas en mi pasado, y la verdad es que apenas
conocía a Sam lo suficiente como para darle mis emociones. Las reservaba
para unas pocas cosas selectas: mi familia, mis amigos, y videos en YouTube
de Corgis nadando.
Sam comenzó a perseguirme, así que aceleré mi paso a través de su
casa, saliendo por la puerta principal hacia el aire frío. El otoño se había
trasladado rápidamente a Chicago, trayendo días de lluvia y mañanas más
frescas.
—¡Shay, espera, por favor! —gritó Sam detrás de mí.
Me giré para enfrentarlo y me encontré con él medio desnudo, de pie
en la calle con nada más que sus gafas y pantalones de chándal que debía
haber tomado al salir.
Qué gafas tan estúpidas. Qué rostro tan estúpido, un rostro del que
casi había considerado enamorarme en algún momento. Tal vez. Con el
tiempo suficiente podría haberme enamorado de ese rostro. Era una buena
esfera, algo que podría haber mirado... ¿para siempre?
Ag, ¿por qué me estoy mintiendo?
—¿Qué, Sam? —grité, sintiendo un nudo en el estómago—. ¿Qué
excusa podrías tener para lo que acabo de ver?
—Yo, ehh... —Se encogió un poco, pellizcándose el puente de su nariz.
La culpa llenó su mirada, pero no me importaba. La gente solo tiene culpa
en los ojos después de hacerle algo desagradable a otra persona. El daño ya
estaba hecho. No había manera de retractarse—. Lo siento. No quería que
esto sucediera.
—¿No querías tener sexo con Tina? ¿O no querías ser descubierto?
—Yo, bueno, es...
—Di complicado y te patearé entre las piernas —le dije.
Su cuerpo retrocedió ante esas palabras y dio un paso atrás.
—Pensé que hoy estarías en el trabajo. Deberías haberme dicho que
estabas en camino.
Oh, de acuerdo, entonces.
Ahora lo entendía.
Ese fue el error que cometí, no informarle a Sam que me dirigía a su
casa. Si lo hubiera hecho podría haber echado a la princesa Leia antes y ser
visto como el príncipe azul que solo fingía ser.
Abriendo puertas, llamando a su abuela, haciendo pasteles para los
desfavorecidos, Sam, el santo de todos los santos que casualmente tenía un
pene no domesticado.
Habría mentido si hubiera dicho que la situación actual no me afectaba
ni un poco. Era una mujer fuerte, pero aun así era humana después de todo.
Las cosas me afectaban. Incluso Sam y su traición estaban afectando a mi
corazón, aunque, lo admito, mucho menos de lo que debería.
Sam hizo una mueca.
—Mira, Shay, creo que eres una gran chica, pero...
—No —interrumpí, sacudiendo la cabeza—. No vas a hacer eso. No vas
a terminar conmigo mientras estás sin camisa en la calle porque te descubrí
engañándome. No, yo soy quien termino contigo, ¿de acuerdo? Así que
regresa adentro y continúa follándote a tu princesa. Ustedes dos realmente
son perfectos para el otro. ¿En lo que respecta a ti y a mí? Terminamos. Así
que, solo para que quede claro, yo terminé contigo. No al revés. ¿Entendido?
Se encogió de hombros.
—Está bien.
¿Está bien?
Dios, ¿por qué le parecía tan bien la ruptura?
Por supuesto que no peleó por mí, porque no éramos fuegos artificiales
en el cielo. Éramos pequeñas chispas que se apagaban, sin longevidad.
No tenía sentido que siguiera presionándolo, que siguiera excavando
en sus acciones. La verdad era que apenas nos conocíamos. No íbamos a
ser nada más que los últimos nueve meses. No íbamos a descubrir más
primeras veces.
Yo no conocería a su madre, y él no conocería a la mía.
No celebraría mi cumpleaños, y no le daría regalos de Navidad.
Éramos solo un par de casis.
Vamos, Shay. Levanta la barbilla, la cabeza en alto y vete. Conoces a tu
cartero desde hace más tiempo que a este chico. Hay conservas en tu
despensa más antiguas que esta relación. Sigue adelante.
Me dirigí hacia mi auto, sin sentir demasiado sobre toda la situación o
sobre Sam. Ojalá hubiera podido decir que estaba sorprendida, pero la vida
me había enseñado todo sobre los hombres. Resultaba que todos los
hombres eran iguales, sin importar qué. Podía ser un friqui, un deportista,
un científico o un monje. Al final del día, todos eran iguales porque todos
tenían penes.
Todo lo que un pene podía hacer eran cosas de penes, y nosotras las
mujeres teníamos que lidiar con ello.
Pero, en el lado positivo, al menos el vino todavía existía.
Mientras me dirigía a mi auto para irme, mi teléfono sonó con un
mensaje de Eleanor.
Eleanor: Solo un aviso, creo que Landon traerá una mujer esta noche.
¿Quizás reconsiderarías tener un hombre misterioso en tu brazo?
Oh, genial.
Iba a saltarme el vino e ir directamente al vodka.
Mía.
Shay finalmente dijo las palabras, era mía, y no podría haber estado
más feliz aunque lo intentara. Habíamos pasado las siguientes noches
juntos, envueltos en los brazos del otro. Cada día en el trabajo evitaba a
Sarah todo lo que podía. No tenía una mierda que decirle a la desalmada
actriz que había decidido tener un ataque de histeria cuando no pudo salirse
con la suya.
Una tarde, cuando entró en mi remolque, casi hice que Willow la
echara, pero en vez de eso me abstuve. Teníamos que ser profesionales, ya
habíamos dedicado tanto tiempo y energía en la película.
—Hola, Landon. Quería pasar por aquí y asegurarme de que tú y yo
estuviéramos bien. Sé que pareció haber cierta tensión entre nosotros ya
que tuve que despedir a Shay, pero esperaba que pudiéramos superarlo.
—No —respondí rotundamente.
—¿Qué?
—Dije que no. Lo que le hiciste estuvo mal, y no te perdonaré por ello.
Shay es la persona más importante de mi vida y me niego a dejar que alguien
como tú se interponga entre nosotros. Así que digo que no, Sarah. No quiero
trabajar en este drama contigo. Mostraste tu verdadero yo, y lo dejaremos
así.
—Eso no es mi verdadero yo —dijo, sacudiendo la cabeza—. Debe haber
habido un poco de confusión entre Shay y yo. Si quiere recuperar su trabajo
puede tenerlo. Nunca quise causarle ningún problema —se retractó,
haciéndome querer poner los ojos en blanco.
Miró la mesa, donde había un guion, y sus ojos se abrieron de par en
par.
—¿Esto es de Shay? —preguntó, levantando el manuscrito en sus
manos—. No sabía que le gustara escribir guiones.
—Eso es porque nunca te molestaste en preguntarle.
Empezó a hojear el manuscrito, y yo me puse de pie rápidamente y se
lo arrebaté de las manos.
—Eso no es asunto tuyo.
—Vamos, Landon. Si está buscando empezar una verdadera carrera
puedo ayudarla. Lo haré como un favor para ti. Mi padre es el mayor
guionista del mundo. Estoy seguro de que puedo conseguirle a Shay un
trabajo de mentor debajo de él.
Eso sonaba demasiado bueno para ser verdad, y sabía que debía
rechazar la oferta de Sarah. Sabía que no era una mujer en la que pudiera
confiar.
—Lo conseguirá por su cuenta, sin tu ayuda —le dije. Claro, le había
quitado el guion a Shay después de descubrir que había perdido su trabajo
con el propósito de intentar ponerlo en las manos adecuadas de algunos
individuos. A medida que el tiempo pasaba a lo largo del día me di cuenta
de que habría sido un error. Me había pedido muchas veces que no
compartiera su trabajo, y eso era lo que había planeado hacer. Respetar sus
deseos. Solo deseaba que hubiera una manera de ayudarla, pero sabía que
era algo que debía conseguir por su cuenta. Eran sus sueños, y yo era
simplemente el bastardo afortunado que tendría la suerte de verlos
realizarse.
—Estás cometiendo un error —advirtió Sarah—. Tú y yo podríamos ser
la próxima pareja poderosa si me dieras una oportunidad real.
—No hay nada de poderoso en dos personas que no están hechas el
uno para el otro.
—¿Cómo sabes que no estamos hechos el uno para el otro?
Porque mi corazón pertenece a otra persona.
Siempre lo ha hecho y siempre lo hará.
—Estoy enamorado de ella, Sarah. No se puede evitar eso.
Ella resopló, y ese verdadero yo comenzó a aparecer de nuevo.
—¿Cómo puedes amar a alguien como ella? —siseó, con la repugnancia
escrita en su rostro.
—La verdadera pregunta es cómo podría alguien como ella amar a un
hombre como yo. De todas formas, creo que es hora de que te vayas de mi
remolque.
—Tienes mucho valor —refunfuñó.
—Sí, lo tengo. Ahora vete antes de que haga que te saquen.
—¡Nunca en mi vida me han faltado tanto al respeto! —se quejó, como
un niño de cinco años que no consiguió una piruleta.
—Sí, bueno. —Me encogí de hombros mientras caminaba hacia mi
puerta y la abría para que se fuera—. Hay una primera vez para todo.
M
e senté en el sillón reclinable de Raine con el bebé Jameson
en mis brazos mirando la pantalla de televisión.
Recientemente las cosas empezaron a mejorar para mí.
Había pedido un trabajo en una universidad para enseñar
escritura de guiones como profesora adjunta, y me
llamaron para una segunda entrevista. Si no fuera por Karla nunca habría
considerado enseñar, pero resultó que tenía una pasión por educar a la
gente en la palabra escrita. Claro que no era Hollywood, pero me parecía
una gran oportunidad para recibir.
Quería celebrar la noticia con Landon, pero él estaba en Nueva York
haciendo una promoción con el mismísimo diablo, Sarah, para su próxima
película. Raine y Hank me invitaron a unos cócteles matutinos, y creo que
en secreto era para que pudiera sostener a Jameson y permitirles un
descanso.
No me importaba en absoluto, Jameson era un pequeño santo.
La televisión estaba encendida y todos nos sentamos emocionados
alrededor de la pantalla, esperando a ver la entrevista de Landon.
Cuando apareció en la pantalla mi corazón empezó a acelerarse con
solo verlo. Me recriminé el perderme tantas apariciones suyas a lo largo de
los años. Ahora no podía imaginarme perderme una de sus entrevistas.
Estaba guapísimo sentado sobre el escenario, y alrededor del cuello
llevaba el collar de mi corazón. Finalmente había comenzado yo también a
usar mi collar del corazón de nuevo. Me pareció que era hora de sacarlo.
—Sí, grabar esta película ha sido emocionante para mí —expresó
Landon—. Trabajar con Sarah fue un sueño hecho realidad —exclamó, y me
reí del comentario. Me dejó bien claro las mentiras de mierda que tenía que
decir ante la cámara gracias a la productora.
Pude ver cómo se convertía en su personaje de actor frente a la cámara.
Se erguía un poco más y sonreía más, pero esos ojos... Aún eran suyos, y
podía ver al verdadero Landon cada vez que los miraba.
—Sí —concordó Sarah, poniendo su mano sobre la rodilla de él.
—Qué perra —dijo Raine.
No podría estar más de acuerdo.
Landon le dio una palmadita en la mano juguetonamente, se la quitó
de la pierna y siguió con la conversación como si Sarah no importara en
absoluto.
Ese es mi chico.
—Bueno, parece que ustedes dos disfrutan trabajando juntos —
preguntó el entrevistador—. Esta es la segunda vez que han trabajado
juntos, después de todo, ¿verdad?
—Sí... —Landon empezó a responder, pero Sarah lo interrumpió.
—Ha sido más que increíble, y estoy emocionada de compartir con
ustedes que vamos a trabajar juntos en otra película este año, llamada
Easton. Es una hermosa película, escrita por Shay Gable, sobre dos
amantes que han pasado la mayor de las tormentas el uno con el otro —dijo
Sarah, haciendo que me quedara con la boca abierta.
No paró de hablar del guion, estropeando toda la trama sin ninguna
preocupación. Toda la trama a mi guion.
¿Qué es lo que pasaba? ¿Cómo supo de mi historia? Lo había
estropeado todo con una sonrisa en la cara en televisión nacional, y vi la
conmoción que se posó en los ojos de Landon.
—¿Qué acaba de pasar? Parece que Landon está a punto de tener un
ataque de pánico. Normalmente tiene un mejor rostro inexpresivo —comentó
Raine. Se giró para verme y levantó una ceja después de ver mi expresión—
. En serio. ¿Qué está pasando?
—Esa es mi historia —dije con voz ahogada.
—Espera, ¿qué? ¿Esa es tu trama? —preguntó Hank, aturdido.
—Sí. He estado trabajando en eso mucho tiempo. Fue la historia que
mi agente ha estado buscando. Es mi mejor pieza hasta ahora. Y la jodida
Sarah Sims se la ha contado al mundo.
—Santa mierda —exhaló Raine—. ¡Qué perra!
No podía respirar. Le entregué a Jameson a su madre porque no podía
respirar.
La única forma en que Sarah podría haber sabido algo sobre mi guion
fue si Landon se lo hubiera contado, y no podía entender por qué lo haría.
¿Por qué tomaría algo tan importante para mí y lo arruinaría? Ese guion era
mi bebé, mi estrella, y se lo entregó a otra mujer. Una mujer que me
despidió.
Me fui de casa de Raine y me apresuré a volver a casa. Desordené mi
casa, buscando mis palabras. Buscando mi manuscrito, que debería haber
estado ubicado en la pila con los otros. Pero ya no estaba.
Se lo llevó sin mi permiso, y cada parte de mi corazón que empezaba a
abrirse de nuevo para Landon y su amor se cerró al instante.
8 de enero de 2007
Chick,
Esta noche es difícil. No he podido dormir. Quería llamarte, pero dudo
que aún tengas mi número. Quería abrazarte, pero sabía que ya no tenía ese
derecho. Mi mente ha estado ocupada últimamente, y la única forma de
ralentizarla es cuando pienso en ti.
Pienso en tu sonrisa. Tu risa. Tu hoyuelo. Tu bondad.
Cada vez que me siento abrumado pienso en tus latidos.
Siempre calma la guerra dentro de mi alma.
Te extraño.
Creo que siempre lo haré.
Raine me dijo que últimamente eres feliz. A cambio, yo también lo soy.
Satán
Recogí más cartas, con mis ojos saltando por las páginas como si fuera
una adicta que necesita mi próxima dosis.
3 de febrero de 2010
Feliz cumpleaños, Chick. Espero que sea uno en un millón.
Satán
Y otra.
12 de julio de 2014
Chick,
Sé que es estúpido que siga escribiendo estas cartas, pero después de
todo este tiempo se ha convertido en una rutina. Me mantiene la cabeza
despejada, y mi terapeuta dice que cualquier cosa que mantenga mi mente
centrada es algo que vale la pena tener en cuenta. Así que sigo elaborando
mis palabras para ti. Solo para ti.
Anoche quise soñar con tus ojos.
Odio que se estén desvaneciendo de mi memoria.
Satán
Y otra…
23 de agosto de 2018,
Chick,
Anoche me dijiste que me odiabas, en la fiesta de whisky.
Odié querer decirte que aún te amaba. Que todavía eras como estar en
casa para mí. Que la época más feliz de mi vida fue cuando estaba en tus
brazos. No puedo culparte por odiarme. Yo también me odiaría por lo que he
hecho.
Pero mi amor por ti sigue ahí sentado fuerte dentro de mi pecho. Te amo
dos veces.
No creo que eso cambie nunca.
Satán
Chick,
Hoy es el día en que la mujer de mis sueños ha encontrado el vestido de
sus sueños. Ha descubierto el vestido que llevará cuando camine por el pasillo
para darme mi "felices para siempre". No creí en las historias de amor antes
de que entraras en mi vida. No creía en el romance ni en los finales felices, ni
en nada con un gramo de vida.
Tú cambiaste todo eso para mí. Me trajiste a un nuevo reino de creencias.
Me has hecho creyente del amor verdadero, y no puedo agradecértelo lo
suficiente.
Quería compartir contigo unas palabras sobre cómo has cambiado mi
vida para mejor, cómo sin ti no hay hogar.
Eres la definición de fuerza y amor. No solo el amor por los demás, sino
por ti misma. Ha sido un honor ver cómo te has convertido en la mujer fuerte
que eres hoy. Luchas por tu felicidad en todos los aspectos de tu vida, y me
inspiras a ser mejor. Me empujas a perseguir mis sueños sin preocuparme por
las opiniones de los demás. Calmas la tormenta dentro de mi cabeza. Cuando
estoy en las profundidades de una zona de guerra, tú sigues siendo mi mente.
Eres mi alma gemela, mis latidos, mi amor de cuento de hadas, y no
puedo decir lo suficiente lo mucho que me has convertido en una mejor
persona.
Cuando camines por el pasillo hacia mí con esa hermosa vestimenta,
sabrás que te prometo mi eternidad. Te prometo mis altibajos. Te prometo que
me esforzaré por hacerte feliz. Por hacerme feliz a mí. Por hacernos felices.
Hubo un momento en mi vida en el que nunca pensé que llegaría a los
treinta. Vivía con una nube de oscuridad sobre mí que pensaba que nunca se
aclararía, y entonces llegaste a mi vida y me iluminaste con la tuya. Me
trajiste a un lugar donde aprendí a hacer las paces con mis demonios, no
permitiéndome, sino empujándome a querer más para mí. Para darme la
mejor oportunidad de la vida.
Me has salvado.
Día tras día me salvas la vida.
Te amo dos veces. Desde ahora hasta siempre. No puedo esperar a que
seas mi esposa.
Brindo por nuestra historia. Nuestros problemas, nuestra luz.
Gracias por las hermosas palabras que me has dado a lo largo de los
años.
Soy el hombre que soy hoy gracias a tu amor.
Satán