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Una vez, me enamoré de un chico.


Un hermoso y roto chico que tenía su propio mundo de problemas.
La gente me advirtió sobre nuestro amor, pero no los escuché.
Parecíamos débiles, jóvenes y tontos.
Peligrosamente enamorados.
No nos importaba.
Para mantener nuestros corazones protegidos de las opiniones de los
demás, nos convertimos en el secreto del otro.
Compartimos momentos robados. Toques tiernos. Abrazos secretos.
Era nuestra retorcida historia de amor, y funcionó hasta que nuestras
vidas cambiaron para siempre.
El chico que amaba se convirtió en el nuevo chico de oro de Hollywood.
Su carrera floreció mientras la mía se estancaba.
Encontró un éxito masivo mientras yo descubría múltiples fracasos.
Se volvió importante mientras que mis sueños nunca se hicieron
realidad.
Nos mudamos a diferentes reinos donde nuestras piezas ya no encajan.
En los cuentos de hadas el amor lo conquistaba todo.
En la realidad, el amor era la principal razón por la que los imperios
comenzaban a caer.
Siempre supe que Landon era parte de mi historia.
Era mi principio, mi nudo y mi fin.
¿El único problema? No estaba segura de que yo todavía perteneciera
a la suya.

A
menudo me pregunta por la primera persona en enamorarse.
¿Supieron lo que era de inmediato, o era como una
extrema acidez estomacal? ¿Eran felices? ¿Tristes? ¿Era el
amor una calle de doble sentido, o era una aventura en
solitario? ¿Cuánto tiempo tardaron en llegar allí? ¿Cuántos días, meses y
años viajaron antes de que llegara el amor?
¿Estaban asustados?
¿Dijeron primero las palabras o esperaron a que el otro hablara?
El amor siempre fue un concepto difícil para mí porque había visto
tantas versiones desordenadas de él, pero luego conocí a Landon y entendí
cómo el amor podía aparecer de la nada. Nunca en mi vida habría pensado
que terminaría enamorándome de mi enemigo. Realmente pensé que la
única palabra de cuatro letras que usaría para Landon sería odio. Entonces
el amor me arrastró, sin importarle la opinión de mi cerebro sobre Landon.
Al amor solo le importaba cómo mi corazón latía en secreto por él.
El amor llegaba a su propia velocidad, sin creer en el tiempo, el espacio
o las limitaciones.
Simplemente llegaba, a veces bienvenido, otras no, y llenaba a la gente
de calidez, de esperanza, de un sentimiento de aceptación pero, ¿cuando la
persona que amabas se fue iba una fecha exacta de regreso? Te dejaba
esperando con la respiración contenida.
Habían pasado nueve meses desde que Landon se fue, y en esos meses
todos a mi alrededor habían comenzado a perder la esperanza en lo que él y
yo compartíamos.
Pero, aun así, incluso con las opiniones de otras personas, el amor
seguía allí.
—Creo que está bien si empiezas a ver a otros chicos —me dijo Tracey
una tarde después de la escuela—. Es nuestro último año, y te estás
perdiendo citas porque estás esperando a alguien que no ha mostrado
señales de que vaya a regresas. ¿Cuánto tiempo planeas esperar?
Oh, no sé, quizás la misma cantidad de tiempo que te llevó darte cuenta
de que Reggie era un imbécil.
Sin embargo, no le dije eso. Sonreí y le permití tener sus pensamientos
porque era lo suficientemente fuerte en mi creencia de Landon como para
no dejar que las opiniones externas me afectaran.
—No escuches a Tracey —comentó Raine después de que se fuera—
. Creo que esperar a Landon es muy romántico, como si realmente fuera tu
propia película. “Cuando te encuentres, vuelve a mí”. —Fingió desmayarse,
presionando su mano contra su pecho—. Dios, ustedes dos son como The
Notebook. Él es tu Ryan Gosling, así que ignora a Tracey. No sabe de qué
está hablando.
Lamentablemente, Tracey no era la única que tenía ese tipo de
pensamientos sobre mi situación con Landon. Mi madre sentía lo mismo,
pero lo atribuí a su reciente desamor. No entendía la fuerte conexión que él
y yo habíamos formado, pasando los días más oscuros con el otro. Mi prima
tampoco lo entendía. Eleanor seguía convencida de que realmente me había
engañado en el armario con esa chica de segundo año, y lo odiaba hasta la
médula.
Además de Raine, la única persona que realmente aprobaba nuestra
historia de amor fue mi abuela. Mima preguntaba por Landon todo el
tiempo, queriendo actualizaciones sobre su corazón. Creía en nuestro amor
no tradicional, incluso cuando el resto del mundo no parecía hacerlo.
—Todos tienen una opinión, Shannon Sofía —dijo mima, sacudiendo la
cabeza—. Si tienes el cabello largo te dirán que lo cortes. Si lo llevas corto te
dirán que lo hagas crecer. Si pierdes peso te dirán que estás demasiado
delgada, pero si subes de peso te llamarán gorda. Confía en mí cuando digo
que no hay felices para siempre cuando vives tu vida según las opiniones de
los demás. Además, verifica tus amistades y asegúrate de que provengan de
un lugar sincero. Alguien puede hacerse llamar tu amiga, pero desearte algo
malo en silencio. Yo tendría cuidado con esa chica, Tracey. Puedo decir que
tiene tendencias celosas. Cuanto más vieja seas, más te darás cuenta de
que solo porque una amistad tenga historia no significa que tenga
longevidad.
Sabías palabras de mima.
Me mantenía callada sobre Landon y yo ante la mayoría de las personas
que no fueran mima y Raine. Dejé que nuestro amor fuera mi secreto y el
de Landon. No era como si hubiéramos perdido nuestra conexión, a pesar
de que nos separaban más de tres mil kilómetros. Hubo momentos en que
prometimos estar allí el uno para el otro, sin importar qué. Por ejemplo, en
el cumpleaños de Landon él estaría en mis brazos o compartiríamos una
llamada telefónica para asegurarnos de que su corazón aún latiera. Sabía lo
difícil que era su cumpleaños para él, y me negaba a dejarlo solo con sus
pensamientos.
Tampoco era una calle de un solo sentido. Cada vez que lo necesitaba,
él estaba allí para mí.
De vez en cuando hablábamos por teléfono, pero Landon no era un gran
fanático de las conversaciones telefónicas y yo tampoco, una peculiaridad
que Tracey advirtió que sería un problema con una relación a distancia. Aun
así, no era para nosotros. No me gustaba tener un teléfono a la oreja y seguir
parloteando, así que nos enviábamos mensajes y hablábamos por
mensajería instantánea, pero mi método favorito de comunicación eran
nuestras cartas.
Comenzamos a enviarnos cartas de ida y vuelta, tal como lo habíamos
hecho en la secundaria. Tardaban algunas semanas en llegar debido al
ajetreo de la vida, pero cada vez que el paquete llegaba por correo sentía que
era la mañana de Navidad y estaba desenvolviendo el mejor regalo.
Nuestro amor no era tradicional, pero era nuestro.
Y prometí hacer lo que fuera necesario para mantener viva nuestra
historia para siempre.
Chick,
Los Ángeles es... raro... los árboles, el clima, la gente. ¿Sabes que el otro
día empezó a llover, y fue como si el mundo fuera a llegar a su fin? Supongo
que la lluvia no es algo importante aquí. Me siento como si viniera de Illinois,
somos expertos en el clima. ¿Quince grados bajo cero? Genial, ¡vamos a
deslizarnos sobre nieve! ¿Medio metro de nieve? ¡Construyamos un muñeco
de nieve de tres metros de altura!
Pero, honestamente, me gusta estar aquí. Es agradable no congelarme
en invierno y, bueno, mamá parece más feliz aquí, casi como si su corazón
estuviera hecho para California.
Bueno, actualizaciones de la vida personal. Veamos...
Me he encariñado mucho con tener caramelos cerca todo el tiempo. Los
M&M de maní deberían ser ilegales, pero me alegro de que no lo sean. No te
sorprendas si tengo una barriga de Santa la próxima vez que me veas. Te
culpo por esto. Además, si enviaras unos cuantos caramelos de plátano Laffy
Taffys en tu próximo paquete no me enfadaría. No puedo encontrar esas cosas
en ninguna parte.
Mi terapeuta no es la señora Levi, pero hace bien su trabajo. Me siento
bien después de dejar sus citas, y supongo que ese es el objetivo. Supongo
que es otra actualización de la vida: me siento bien. Sé que te preocupas, pero
estoy haciendo el trabajo para arreglar mi mente. Algunos días es difícil, y
otros días todo está bien. La terapeuta dice que tome un segundo a la vez.
Mientras escribo esta carta, este segundo está bastante bien.
Además, así sin más. Conocí a un agente de actuación el otro día a través
de alguien que mamá conocía, y están interesados en trabajar conmigo. No
estoy seguro de que vaya a salir una mierda de ello, pero maldita sea.
Definitivamente estoy intrigado.
Lo más destacado de Los Ángeles hasta ahora: su adicción al aguacate,
estar lo suficientemente cerca del océano si es necesario, mamá está aquí, y
el sol.
Lo malo de Los Ángeles: ustedes no están aquí.
Desearía poder ganar la lotería para conseguir dinero para ir a verte.
Extraño tu rostro.
Echo de menos los latidos de tu corazón.
Joder. Te echo de menos a ti. Te extraño tanto que me pateo el trasero
por perder tanto tiempo odiándote. Estoy haciendo el trabajo para poder ser
lo suficientemente bueno para volver a ti pero, maldición, desearía que mi
mente se curara más rápido. Pero, ya sabes, segundo a segundo y todo eso.
Te toca a ti. Dime todo lo que está pasando allí.
Te amo, te amo.
Una vez para que me escuches, dos veces para dejar una huella.
Satán

P.D. Disfruta del paquete de M&M's de maní incluido en la nota.


P.P.D. No bromeaba sobre los caramelos de plátano de Laffy Taffys. No
me decepciones, Chick.
Satán,
Nunca deberías haberme presentado los M&M's de maní, esto es pecado
sobre pecado. ¿Quién sabía que los pecados sabían tan bien contra mis
labios? ¿Por qué saben así, y por qué solo me enviaste un paquete? Eso
parece bastante egoísta, y tengo la sensación de que te quedaste con algunos.
Tracey, Raine y yo vamos a compartir alojamiento el próximo año para
el primer año en UW-Madison. Mima está convencida de que compartir
habitación con mis dos mejores amigas es una idea terrible, pero yo creo que
estará bien. Hemos tenido suficientes fiestas de pijamas juntas para saber
que estaremos bien entre nosotras.
Recibí mi segunda carta de rechazo de una agencia de redacción. ¡Estoy
pensando en enmarcarla! Qué es el éxito sin un poco de fracaso, ¿verdad? ¡Al
menos uno de nosotros está consiguiendo nuestros sueños! Hablando de eso,
estoy realmente orgullosa de ti. Vas a ser importantísimo algún día, Landon,
y ya soy tu mayor admiradora.
Vas a llegar lejos, chico.
Aspectos destacados de Raine, Illinois: mañana solo nos caerán tres
centímetros de nieve. ¡Hurra! La comida de mima todavía sigue siendo
celestial. Mamá está bien superando su corazón roto, aunque a veces todavía
llora. Mi prima Eleanor parece estar enamorada de Greyson desde que se
conocieron en una fiesta durante el verano. Me gusta verla feliz con
él, especialmente porque está luchando con que su madre esté enferma.
Lo malo de Raine, Illinois: sigues sin estar tú.
Te amo dos veces.
Chick

P.D. Envía. Más. Chocolate.


P.P.D. Compré cinco boletos de lotería la otra noche. Todavía no soy una
ganadora, pero en el momento en que lo sea estaré comprando un billete de
avión para ir a verte.
Satán,
Hoy es un día difícil. Probablemente uno de los días más duros de mi
vida. Hoy tenemos que despedirnos de mi tía Paige, y solo puedo pensar en
que es demasiado pronto. Ojalá hubieras tenido la oportunidad de conocerla.
Su energía era contagiosa. Tenía una luz que podía hacer brillar los días más
oscuros. Le encantaba el arte. Le encantaban los niños. Amaba a su familia.
Dios, amaba a su familia.
Sé que mi prima Eleanor va a pasarlo mal durante mucho tiempo con la
pérdida de su madre, y voy a estar a su lado hoy para sostenerla. Greyson
vino para estar a su lado él también. Hizo un buen trabajo al elegir a un mejor
amigo como él. Estaremos aquí durante dos semanas, y luego volaremos de
vuelta a Illinois. Tendré que ser fuerte durante ese tiempo. Tendré que
sostener a mi prima y a mi tío porque sé que se van a desmoronar.
Luego, cuando llegue a casa, me desmoronaré por mi cuenta porque
amaba a mi tía. La amaba mucho, muchísimo, y esto duele. No parece justo.
Mima dijo una oración y me dijo que el cielo está esperando la llegada de
Paige, pero no creo que sea justo.
No es justo que Dios se lleve a los buenos cuando aún no habíamos
terminado de amarlos.
Hoy no hay resúmenes. Solo sombras.
Ojalá pudiera abrazarte. Sé que es egoísta y tonto, pero Dios, extraño tus
abrazos.
Me vendría muy bien un abrazo en este momento.
Hoy es un día difícil.
Tal vez mañana sea mejor.
Chick
C
uando mamá y yo volvimos a Illinois, no fue fácil. Había un
vacío en mi pecho por tener que despedirme de tía
Paige. Cuando volvimos al apartamento de mima, era algo
bastante sombrío en general. Realmente no se podía decir
mucho para que las cosas parecieran menos pesadas. Aun así,
mima nos hizo la cena y todas comimos juntas antes de irnos a nuestros
propios espacios.
Me senté en mi habitación y mi teléfono sonó.
Landon: ¿Regresaste a la ciudad de forma segura?
Shay: Sí, de vuelta a casa.
Landon: ¿Cómo está tu corazón?
Cerré los ojos mientras leía sus palabras.
Shay: Luchando.
Landon: Lo siento, Chick.
Pasaron unos segundos y llegó otro mensaje.
Landon: ¿Nos vemos junto a los sauces?
Shay: jajaja ojalá.
Landon: No, de verdad. Estoy aquí. Nos vemos en los sauces.
Eso fue todo lo que dijo, y fue suficiente para mí. Cinco palabras fueron
suficientes para que mi mundo se pusiera patas arriba.
—¡Mima! —grité, saliendo corriendo de mi habitación mientras me
apresuraba a ponerme las zapatillas—. ¿Puedo pedir prestado tu auto?
Se encontraba sentada en la sala de estar, haciendo movimientos de
yoga sobre su colchoneta, más flexible que cualquier persona de su edad.
—No. Es tarde, y estoy segura de que estás agotada después de tus
viajes.
—Pero…
—Sin peros. No hay una excusa suficientemente buena para que salgas
a esta...
—Landon está de vuelta —solté. Ahora, confía en mí, nunca fui alguien
que interrumpía a mi abuela cuando me hablaba, pero sabía que esas
palabras la harían reconsiderar.
Se puso de pie y arqueó una ceja.
—¿Está de vuelta?
—Sí. Sin embargo, no sé por cuánto tiempo, y me pidió que me reuniera
con él.
—Dile que le mando saludos —respondió sin dudarlo.
—Lo haré. —Tomé sus llaves del mostrador y salí corriendo por la
puerta y, cuando estaba a mitad de camino por el pasillo, mima me llamó.
—¡Espera, Shay! ¡Espera! —Me di la vuelta para verla corriendo hacia
mí con contenedores en sus manos—. Aquí, dale estas sobras. Luego dale
mi cariño.
Se inclinó y me besó la mejilla mientras las mariposas llenaban mi
estómago.
Mis manos agarraron el volante con fuerza mientras conducía hacia los
dos sauces en Hadley Park. El sol ya se había ido a dormir mientras las
sombras de la noche bailaban entre los árboles. Corrí a través de ellos, con
el corazón latiendo tan fuerte que estaba segura de que me iba a explotar
en el pecho en segundos y, cuando llegué a mi destino, reduje mi ritmo.
Allí estaba él, de espaldas a mí, con las manos metidas en los bolsillos.
Incluso con su rostro alejado de mí sabía que estaría guapísimo.
—Hola, Satán —dije suavemente; mi voz sonaba más nerviosa de lo que
había previsto. Era un desastre de emociones y, en el momento en que giró
su cuerpo hacia mí y sus labios se curvaron, revelando ese hoyuelo suyo
que tenía en su mejilla izquierda, todos mis nervios se disiparon. Solo me
quedaba la felicidad.
—Hola, Chick.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Se encogió de hombros y se frotó la nuca.
—Dijiste que te vendría bien un abrazo. Sé que llego un poco
tarde desde que lo dijiste, pero...
Lo interrumpí porque no podía esperar más. Corrí hacia él, envolviendo
con mis brazos su amplia figura, y lo acerqué a mí. Instantáneamente me
abrazó con más fuerza, acurrucando su cabeza en mi cuello, respirándome
mientras yo inhalaba su colonia: maderas ahumadas y todo hombre. Dios,
extrañaba sus olores. Extrañaba sus abrazos. Lo extrañaba a él. Cada
pedazo, cada centímetro, cada respiración.
—Lo siento mucho, Shay —susurró.
Mis ojos se volvieron vidriosos cuando finalmente tuve la oportunidad
de desmoronarme, sabiendo que él me atraparía.
—Ella era increíble —murmuré—. Era una entre un millón.
—Lo apuesto.
Con una sonrisa descuidada, me alejé un poco y lo estudié. Me quedé
mirándolo con asombro, como un padre orgulloso. Apoyé mi mano contra
su mejilla y no pude dejar de sonreír como una tonta. Estaba feliz, tan, tan
feliz, el tipo de felicidad que me imaginaba que solo ocurre una vez en la
vida.
Este reencuentro significaba mucho para mí: Landon vino a abrazarme
cuando lo necesitaba tanto.
—¿Cómo está tu corazón esta noche? —pregunté, rozando con mi nariz
la suya.
Sus labios se curvaron.
—Sigue latiendo, pero sobre todo estoy aquí para escuchar a tu
corazón. Podemos ir a sentarnos en mi auto —ofreció, asintiendo hacia el
camino de regreso al estacionamiento—. Solo quería volver a ver los árboles
de cerca. Hace demasiado frío para que podamos estar aquí de pie.
Estuve de acuerdo. Honestamente, podría haber dicho “vamos a robar
un banco y luego a comprar tacos” y me habría gustado esa idea.
Dondequiera que él condujera, iba a seguirlo.
Nos dirigimos a su auto alquilado y entramos. Encendió la calefacción y
aprecié el calor que me envolvió.
—Te extrañé —dijo, provocando un revoloteo instantáneo en mi
estómago.
—Yo también te extrañé. ¿Cómo han estado las cosas? ¿Cómo está
California? ¿Cómo estás tú? —Esa era la pregunta más importante.
Él sonrió con su suave sonrisa y rozó con su dedo el puente de su nariz.
—Las cosas han estado bien. Ocupado, pero bien. Tengo muchas citas
con mi terapeuta, para mantenerme en una rutina. Estamos probando
algunos medicamentos diferentes para ayudar a mantener mi mente
centrada. Hasta aquí todo bien. Solo los extraño a ti y a mis amigos, pero sé
que es la opción correcta.
—Bueno. —Suspiré, sintiendo mucho alivio al escuchar que estaba
bien. También tenía buen aspecto. No, mejor que bueno. Tenía muy buen
aspecto—. ¿Y tu madre?
Su sonrisa se hizo más profunda.
—Es genial. Ha sido mi ancla, y ha sido bueno tenerla a mi lado durante
todo esto. Me alegro de haber podido estar a su lado yo también, con toda
la mierda del divorcio que mi padre le está haciendo pasar. No lo entiendo,
de verdad, él es muy cruel. Mamá siempre ha sido buena con él, y estoy
seguro de que hubo un tiempo en que estuvieron enamorados. No puedo
imaginarme ser tan cruel con alguien que en algún momento pensaste que
sería tuyo para siempre. Es como si el amor nunca hubiera existido
realmente en primer lugar.
Fruncí el ceño.
—Mi madre no está lidiando con su divorcio mucho mejor, pero
nuestras madres son fuertes. Lo superarán.
Asintió.
—Sí. Tu madre es fuerte, seguro. Estoy bastante seguro de que me odia
a muerte, pero es fuerte. Estará bien Mi mamá también. Es resistente.
—Supongo que de ahí es de donde sacas el rasgo.
Extendió las manos y las colocó en las mías.
—¿Quieres hablar de eso? —preguntó, con la voz baja y sombría—
. ¿Sobre tu tía?
—Es difícil. Si pienso en el cáncer me pongo muy triste. Se vuelve un
nudo en mi garganta, y las palabras se vuelven difíciles de decir. Verla
mientras luchaba durante los últimos meses fue lo más difícil del mundo.
—Entonces no hablemos de esos meses. Cuéntame quién era antes de
enfermarse.
—¿Qué quieres saber?
Él sonrió y pasó un mechón caído detrás de mi oreja.
—Todo.
Nos sentamos en ese auto durante horas, riendo, recordando y
abrazados. También nos miramos en silencio durante un rato. Estar en
silencio con Landon me resultaba muy fácil. Si tuviéramos que sentarnos
en silencio el resto de nuestras vidas, sabía que me sentiría cómoda
mientras estuviera con él.
Sentada en su regazo un rato, me abrazó y me sostuvo. Y no había nada
sexual en ello. Nuestros cuerpos estaban contra el otro, con mi cabeza
apoyada en su cuello mientras cerraba los ojos. Podría haberme dormido en
ese momento y rezar para que me despertara en la misma posición.
—¿Ganaste la lotería? —pregunté después de que cuatro horas
pasaron.
Se rio por lo bajo.
—No, le debo a Greyson una gran cantidad de dinero en el futuro.
—¿Pagó para que vinieras aquí?
—Si. Las cosas están bastante justas con mamá en este momento, y mi
papá dejó de darme dinero, ni un céntimo. Sin embargo, Greyson extendió
la mano y ayudó. Sabía lo importante que era para mí llegar a ti, de la misma
manera que él llegó a Eleanor.
—Dios, es un buen tipo.
—El mejor. El mundo necesita más gente como Greyson East.
Suspiré contra su piel, acurrucándome aún más cerca.
—¿Crees que Eleanor y él resolverán las cosas, con ella en Florida y él
yendo a la universidad?
—Espero que sí. De verdad que sí. Nunca he visto a Greyson
preocuparse por alguien como lo hace con Eleanor. Además, es mi esperanza
que el verdadero amor encuentre una manera de funcionar al final, sin
importar qué.
Me reí.
—¿Quién habría pensado que el propio Satán se convertiría en un
romántico?
—¿Qué puedo decir? Conocí a una chica que cambió mi punto de vista
sobre la vida y el amor.
—Tengo ese efecto en la gente —bromeé—. Tuve que dejar de hablarle
a la gente de nosotros durante un tiempo. Tracey dijo que es estúpido para
mí ser tan joven y estar en este tipo de situación contigo.
—Sí, bueno, Tracey también salió con Reggie, así que su opinión es
nula. —Me miró a los ojos y me hizo fruncir el ceño—. Sin embargo, a veces
me preocupa que me esté tomando demasiado tiempo tratar de entender las
cosas... que no voy a ser capaz de ser la persona que te mereces.
—Te dije que te tomaras tu tiempo, Landon.
—Sí, pero, mierda. —Liberó una respiración—. Esto es más difícil de lo
que pensaba.
—Háblame de ello. Cuéntame por lo que estás pasando.
—Es difícil de explicar. Es, como, tratar de desempacar mi cerebro
desordenado. Hay cajas sobre cajas de basura sin sistema de archivo. Hay
mucha mierda por la que pasar, y cada vez que sacas algo de una caja
aparece otra. Entonces tienes unos buenos días de progreso y ¡bam! Aparece
un ataque de pánico y sientes que has fallado. Lo peor de los ataques de
pánico es que, mientras sucede, te golpeas aún más de lo que está
sucediendo. Te quejas porque se supone que ya has pasado esa etapa. Debes
ser más fuerte.
»Entonces tienes el ataque de pánico, te culpas por permitir un ataque
de pánico, luego se pone en espiral y empeora. —Se pasó la mano por la
cara y sacudió la cabeza—. Mierda. Suena increíblemente deprimente, pero
ahí es donde estoy ahora, cambiando y clasificando, y me siento mal por
hacerte esperar. Shay, te amo, pero no tienes que esperarme. No sé cuánto
tiempo va a llevar esto.
—¿Me esperarías a mí?
—Para siempre —dijo con naturalidad.
Pensé que lo decía en serio.
Pensé que quería que fuera para siempre.
Mis palmas cayeron sobre sus mejillas, y me incliné para besarlo
ligeramente en los labios. Sin lengua, sin presión, solo un suave beso lleno
de mi amor.
—Esperaré —prometí.
—¿Cuánto tiempo?
—El tiempo que sea necesario.
—Caray, Chick... —murmuró, presionando su frente contra la mía
mientras cerraba los ojos—. Volví aquí para hacerte sentir mejor, y tú
terminaste haciéndome sentir mejor a mí. ¿Cómo lo haces? ¿Cómo haces
que las cosas mejoren?
—Eso es lo que ambos hacemos por el otro. Nos hacemos mejores sin
siquiera intentarlo. Eso es lo que es el amor, creo. El amor es sentirse curado
cuando estás cerca de tu persona.
Esta vez, me besó más fuerte. Le devolví el beso con la misma pasión,
chupando su labio inferior, permitiendo que su lengua hiciera el amor con
la mía.
—Se está haciendo tarde —comentó, alejándose un poco de mí—.
Deberías llegar a casa antes de que tu madre y Maria empiecen a
preocuparse. Me he dado cuenta de que has estado ignorando sus mensajes.
Fruncí el ceño.
—¿Me tengo que ir?
—Sí, pero estaré aquí dos días más si quieres...
—Sí —interrumpí—. Lo que sea, cuando sea, donde sea, sí. Quiero que
pases todo tu tiempo aquí conmigo.
Me besó la frente.
—No me gustaría que fuera de otra manera. Antes de que te vayas,
tengo un regalo.
Me subí al asiento del pasajero y me coloqué el cabello detrás de las
orejas.
—No tenías que traerme nada.
—Oh, pero lo hice. —Metió la mano en el asiento trasero de su auto y
sacó un ramo de hermosos, exquisitos e impresionantes M&M's de maní.
Sonreí más de lo que había sonreído en días.
—No pude encontrar peonías, así que pensé que esto era lo mejor —
explicó.
Lo volví a besar, completamente desconcertada de que alguien en su
sano juicio pudiera pensar que no valía la pena luchar por lo que Landon y
yo teníamos.
—Es la cosa más hermosa que he visto en mi vida. Yo también tengo
algo para ti. Quiero decir, no es oficialmente de mi parte, pero es para ti. Un
segundo. —Salí de su auto y me acerqué al mío, agarrando los contenedores
de comida que mima había enviado conmigo. En el momento en que Landon
los vio, sus ojos se iluminaron, y saltó de su auto.
—¡¿De tu abuela?! —exclamó, tomando los contenedores de mi mano.
Me reí.
—¿Cómo lo supiste?
—¿Estás bromeando? ¡Nunca olvidaría los contenedores de comida de
mima! —Abrió uno de ellos y metió sus dedos como un loco, metiéndose el
puré de patatas en la boca—. Joder —gimió, chupándose los dedos.
—Necesito que gimas así cuando me pruebes a mí —dije con
indiferencia.
Eso le llamó la atención. Levantó una ceja y probablemente también
levantó otra parte del cuerpo.
—¿Repítelo?
Me incliné y le besé la mejilla.
—Buenas noches, Landon. —Me dirigí a mi auto, y él se quejó.
—¿Qué? No. De ninguna manera. ¡No puedes decir algo así y dejarme,
Shay!
—Tengo que hacerlo. Como dijiste, se está haciendo tarde. Tú eres el
que me hizo saber la hora.
—¡Al diablo con el tiempo, somos dueños de la noche!
—Envíame un mensaje mañana cuando estés listo para salir.
—Es la una de la mañana, Chick, ya es mañana, así que podríamos
pasar el rato y probar algunas cosas juntos.
Un charco de calor llenó mi estómago, y me senté al asiento del
conductor de mi auto. Bajé la ventanilla y asomé la cabeza hacia Landon.
—Te veré más tarde.
—Me estás matando, Smalls —murmuró, caminando hacia mi ventana
después de poner su preciosa comida en el asiento del pasajero, incluso
abrochándola. Se inclinó hacia la ventana y me dio esa sonrisa que me volvía
loca—. Buenas noches, buenas noches, la despedida es una gran pena —
dijo, inclinándose y besándome los labios—. Te enviaré un mensaje por la
mañana.
—Buen trato.
Empezó a caminar hacia su auto y se giró para mirarme una vez más.
—¿Chick?
—¿Sí?
Sus ojos azules brillaban cuando sus labios se curvaron.
—Te amo dos veces.
S
i Greyson alguna vez necesitara un riñón, estaba totalmente
preparado para darle uno de los míos. Mierda, podía quedarse
los dos. El hecho de que me llevara a Illinois para estar con
Shay era algo importante. Ya me sentía como una gran
decepción para ella con cada día que pasaba, y a menudo sentía
que no era lo suficientemente bueno para ella. Me quedaba despierto dando
vueltas y vueltas, luchando con el hecho de que no podía estar ahí para
darle el tipo de amor que necesitaba y merecía.
A menudo pensaba en que empezaría la universidad en unos meses y
en que no quería impedirle que viviera la experiencia completa. Hubo
momentos en que mis pensamientos trataron de convencerme de que no era
suficiente, de que no podía darle el tipo de amor normal que una chica como
Shay merecía, pero luego la veía.
La sostenía en mis brazos.
Caímos juntos con una atracción magnética, y nada era mejor que ser
capaz de sostenerla cuando me necesitaba. Nada era mejor que sentirme
necesitado. Como si hubiera una razón para estar en este mundo, y esa
razón fuera ayudar a los demás.
Hablando de ayudar a los demás, iba a hacer todo lo posible para
ayudar a mi madre. Había estado durmiéndose llorando a menudo con el
estrés del divorcio y con la forma en que papá le estaba quitando hasta el
último centavo que tenía.
Mientras Shay estaba en la escuela, me dirigí a Chicago para visitar el
bufete de abogados de mi padre. No había hablado con él desde que mamá
y yo nos mudamos a Los Ángeles. No había tratado de comunicarme con él,
así que no había visto una razón para contactarlo. Cuando se trataba de
elegir el lado paterno, defendería a mi madre hasta el final.
Entré en el bufete de abogados, sintiéndome como un extranjero en el
espacio. No podía creer que había pasado tanto tiempo allí, revisando el
papeleo, tratando de hacer que mi padre se sintiera orgulloso de mí,
tratando de construir una mejor relación con él.
Le asentí a April, la asistente de papá, sentada en su cubículo fuera de
su oficina.
—Hola, April. Esperaba hablar con mi padre hoy.
Ella frunció el ceño.
—Oh, lo siento, Landon. Deberías haber pedido una cita. El señor
Harrison está ocupado hoy. Tal vez deberías intentar volver la semana que
viene. —Volvió a hacer clic en sus dedos contra el teclado.
—Sí, pero, verás, solo estaré en la ciudad las próximas treinta y seis
horas. Esperaba encontrarme con él antes de volver a Los Ángeles.
Levantó la mirada y luego miró a su computadora.
—Sí, lo siento. No es posible. Es un hombre muy ocupado.
No tenía tiempo para esto, así que la ignoré y fui directo a la puerta de
la oficina de papá.
—¡Oye! ¡No puedes hacer eso! —gritó April, persiguiéndome, pero yo ya
había entrado.
Se hallaba sentado haciendo una llamada telefónica con las cejas
pobladas y la misma mirada severa en su rostro. Cuando me vio, hizo una
mueca y me hizo señas para que me fuera.
—Lo siento, Ralph. Le dije que no te molestara hoy —dijo April,
disculpándose profusamente por mi intromisión. ¿Desde cuándo llamaba
April a su jefe por su nombre de pila?
Papá me miró con dureza y señaló hacia la puerta.
En lugar de eso, me senté.
—No puedes hacer eso —gritó April en voz baja.
—Mira. Cierra la puerta al salir, ¿quieres, April? —dije, cruzándome de
brazos y poniéndome cómodo.
Papá refunfuñó un poco antes de hablar con quienquiera que estuviera
al teléfono.
—Señor Jacobson, me disculpo, pero acabamos de tener una
distracción en la oficina con la que tengo que lidiar, así que si me disculpa
me gustaría reprogramar nuestra conversación para una fecha posterior. —
Hizo una pausa—. Sí. En efecto. Haré que April lo arregle con su asistente.
Gracias. Adiós.
Colgó el teléfono y frunció el ceño como un típico avaro.
—Cierra la puerta al salir, April.
Ella hizo lo que él le dijo sin hablar de ello. Apuesto a que le gustaba...
tener a alguien que nunca iba en su contra simplemente porque firmaba sus
cheques de pago.
—¿Qué quieres, Landon? —preguntó, mirando hacia mí.
—Yo también me alegro de verte, papá.
—No tengo tiempo para charlar, muchacho. Ve a tu razón de estar aquí
o vete.
—Estoy aquí por mamá. Y quería ver si podíamos llegar a un acuerdo
para terminar con todo esto del divorcio sin que le quites tanto a ella.
—Tu madre sabía en qué se estaba metiendo cuando aceptó casarse
conmigo. Todo estaba en el acuerdo prenupcial que se encontraba tan
dispuesta a firmar.
—Porque te amaba, papá. Lo firmó porque amaba quería y quería estar
contigo.
—Sí, bueno, debería haberlo pensado de antemano. Ahora tiene que
lidiar con el resultado del divorcio.
—Apenas se mantiene a flote con las facturas de los abogados. ¿No
puedes al menos ayudarla con eso? ¿O simplemente terminarlo ya? Tienes
suficiente dinero para poner fin a todo esto.
—Me niego a pagar los honorarios del abogado de tu madre. Es una
mujer adulta y debería ser capaz de ocuparse de las cosas por sí misma. No
es mi culpa que no entienda el valor de los ahorros. Debería haber trabajado
durante años, en lugar de cuidarte como si fueras un maldito recién nacido.
Esto es cosa suya. Hay consecuencias en las decisiones de la vida, chico, y
ahora tu madre tiene que lidiar con esas consecuencias.
—¿Cómo puedes ser tan duro? La amaste en algún momento. Tuviste
que hacerlo si te casaste con ella.
—La gente cambia, tu madre es un excelente ejemplo de ese hecho.
—¿Qué te hizo?
Él frunció el ceño y juntó las manos.
—No es lo que me hizo, Landon. Es lo que te hizo a ti. Te cuidó. Te
mimó toda tu vida, haciéndote como eres.
—¿Como soy? ¿Qué diablos se supone que significa eso?
—Débil. Ella te hizo débil, ella y ese jodido hermano suyo.
Todos los vellos de mi cuerpo se erizaron cuando él mencionó a
Lance. Agarré los bordes de la silla hasta que mis nudillos se pusieron
blancos.
—Lance no estaba jodido. Estaba enfermo. Tenía una enfermedad.
—Tonterías —resopló papá, levantando las manos con frustración—
. Tu tío era un niño que tuvo un ataque porque no sabía cómo mantener un
maldito trabajo o mantener su vida en orden. Era un oportunista y manipuló
a tu madre con su triste historia para que lo llevara a nuestra casa. Era la
definición de débil, y tu madre dejó que él te influenciara. Nunca se te
debería haber permitido estar cerca de ese psicópata y sus problemas.
Las palabras que salieron de su boca me dieron ganas de saltar sobre
su escritorio y golpearlo en la cara. Lance no era un psicópata porque tuviera
problemas con su mente. No era débil porque no pudiera encontrar el
equilibrio. ¿Cómo se atrevía mi padre a pintarlo de esa manera? Lance era
más hombre de lo que mi padre podría haber sido. Dio la casualidad de que
la depresión lo tragó por completo antes de que pudiera encontrar su luz.
—Quiero decir, mírate, Landon. ¿Qué diablos estás haciendo con tu
vida? Sin título universitario. Sin objetivos. Sin futuro. Estás siguiendo
directamente los pasos de ese perdedor, y tu madre te está guiando allí de
la misma manera que lo guio a él. No me sorprendería que también
terminaras a dos metros bajo tierra.
Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo cuando el ácido subió por mi
garganta. ¿Cómo podía decir esa mierda? ¿Cómo podría decir que no se
sorprendería si terminara muerto como Lance?
—Te odio, maldita sea —espeté, sintiendo la ira en mis entrañas
acumularse cada vez más con cada palabra que escupía mi padre.
¿Cómo podía alguien ser tan cruel?
Ni una pizca de remordimiento pasó por su rostro. No se sentía mal por
sus palabras ni se dio cuenta de que cruzó una línea.
Parecía casi que estuviera presumiendo, orgulloso de poder ver que
había recibido un golpe de su manera hiriente.
Recostándose en su silla, se cruzó de brazos.
—Me odias porque no te mimo como lo hace tu madre. Se llama amor
duro, Landon, y alguien tiene que decirte las cosas como son. Nunca
conseguirás nada en este mundo sin tenacidad y poder soportar las
críticas. La gente te pisoteará, y no todos te alimentarán con biberón como
tu madre. Ahora tienes diecinueve años y ya es hora de que comiences a
actuar así.
—¿Cuándo vas tú a comenzar a actuar de acuerdo con tu edad? —grité
en respuesta, apretando los dientes.
—Esta es mi edad, Landon. Soy un hombre adulto que lleva su
negocio. Entiendo que tu madre te ama, y estoy seguro de que tienes algunas
personas en tu vida que hacen lo mismo, pero no siempre será así. En algún
momento se cansarán de ti y ya no tolerarán tus tonterías. Hay un límite de
tiempo para las personas que se preocupan por tu triste historia, y créeme
cuando digo que llegará más rápido de lo que crees. Al final de la vida de
Lance, ¿cuántas personas tenía frente a su lápida? Casi nadie. La gente no
se queda por gente como Lance, por gente como tú. Entonces, aguanta, sé
un hombre, y cambia quién eres y cómo vives. De lo contrario terminarás
solo y triste, viviendo en el sótano de tu madre.
—Venir aquí fue un gran error —murmuré, levantándome de la silla—
. Olvidé qué tipo de persona eres.
Comenzó a escribir en su computadora, sin moverse.
—Bien. Cierra la puerta cuando salgas. —Comencé a alejarme y
escuché cuando papá me llamó por última vez—. Hay una forma en que
consideraría pagar las facturas de divorcio de tu madre.
¿Y eso es?
—Si vas a la facultad de derecho como lo planeamos. Puedes trabajar
aquí los fines de semana y volver a encauzar tu vida.
—No voy a hacer eso.
—Entonces tu madre lo resolverá. No vuelvas aquí hasta que estés listo
para ser un hombre de verdad. Mientras tu comportamiento infantil
continúe, no quiero tener nada que ver contigo.
—Nunca volveré aquí —juré—. Y no quiero volver a verte nunca. La
próxima vez que te vea será en tu maldito funeral —murmuré.
—O el tuyo —respondió, con sus palabras cubiertas de odio siniestro.
No podía creer que fuera posible que mi madre hubiera amado a una
persona como él.
Salí de su oficina sintiéndome completamente derrotado, enojado y
triste, jodidamente triste. No porque mi padre fuera un maldito monstruo,
sino porque no fui capaz de aliviar el estrés en la vida de mamá.
Necesitaba un descanso, y no tenía ni idea de cómo conseguirlo.
Mientras me sentaba en mi auto de alquiler fuera del bufete de
abogados, agarré el volante con fuerza y respiré hondo. Mi corazón se aceleró
y traté de detener el pánico que se acumulaba en mi cabeza mientras
algunas de las palabras de mi padre se reproducían una y otra vez.
No me sorprendería que tú también terminaras a dos metros bajo tierra.
—Ese no soy yo, ese no soy yo, ese no soy yo —repetí a través de mis
casi sellados labios cerrados. No era el chico débil que mi padre hacía
parecer que era. No era mi tío. Estaba marcado, pero no roto.
Me aferré al volante hasta que me alejé de la oscuridad. Controlé mis
respiraciones y reduje mi ritmo cardíaco hasta un ritmo constante. Eso era
algo que no haría podido hacer hacía solo unos meses. La interacción con
mi padre me habría tragado entero durante horas.
Esta vez, fueron solo minutos.
—¿Realmente te dijo eso? —preguntó Shay, sentada con las piernas
cruzadas en la cama de mi hotel. Vino directamente a verme justo después
de la escuela, y pedí una pizza para que compartiéramos.
—Si. Dijo que terminaría igual que Lance, a dos metros bajo tierra
porque soy débil.
—Qué monstruo. —Suspiró, sacudiendo la cabeza—. No entiendo cómo
alguien podría decir algo tan cruel, especialmente a su propio hijo.
—Lo llama amor duro.
—Yo lo llamo odio descarado. Espero que no te creas nada de eso,
Landon. Espero que sepas que todas esas palabras que dijo son
mentiras. De todos en este mundo, tú eres una de las personas más fuertes
que conozco. Tus vulnerabilidades son las que te hacen fuerte, no débil, y
lamento que tu padre haya hecho esos comentarios hirientes.
—Estoy enojado porque no puedo ayudar a mi madre, eso es todo.
Shay comenzó a secar su pizza con una servilleta.
Alcé una ceja.
—¿Qué estás haciendo?
—Frotando la pizza. Dicen que hacer esto puede ahorrar hasta
cincuenta calorías por porción.
—Suena como una estupidez.
Ella se encogió de hombros.
—Haré lo que sea necesario para ahorrar unas pocas calorías.
—¿Desde cuándo te importa contar las calorías?
—Um, desde que gané cuatro kilos y medio durante el año pasado por
el estrés. No puedo ir a la universidad de esta manera y luego lidiar con los
kilos de primer año, así que estoy a dieta.
La miré como si estuviera jodidamente loca porque estaba hablando
como una loca.
—No necesitas estar a dieta, Shay.
—Sí.
—Entonces, ¿también va a renunciar a los dulces?
Ella me empujó en el hombro.
—No seas ridículo.
Sonriéndole, moví los platos a la mesa auxiliar. Luego me acerqué a
ella y la puse en mi regazo.
—Me encanta cada centímetro y cada curva tuya.
Sus labios se convirtieron en la jodida sonrisa más dulce.
—¿Incluso si mi trasero se convierte en un Oompa Loompa?
—Diablos, sí. No sé si sabes esto, pero me considero un hombre de
trasero de principio a fin. Enterraría mi cara tan profundamente en tu
Oompa Loompa que encontraría el camino a la fábrica de chocolate.
—Puaj. —Se retorció y rio mientras mecía sus caderas contra las mías—
. Eso suena como una referencia a la caca.
—Iría al bosque de chocolate encantado por ti —bromeé.
—Landon.
—Me comeré tus Tootsie Rolls.
—Oh, Dios mío. Fuiste a California y te volviste raro.
—Siempre he sido raro. Esto no es nada nuevo.
Ella arrugó la nariz y asintió.
—Es verdad. Ya comiste papel higiénico del trasero de otra chica antes.
—¡No había papel higiénico! —La señalé con un dedo severo y clavé la
lengua en mi mejilla—. Oye, ¿recuerdas ese día que frotaste mi cabeza en
lugar de mi... cabeza? —Sonreí, recordando su primer intento al hacer una
paja. Dios, amaba mucho a esa chica. Su inocencia, su risa, sus percances,
su amor.
—Cállate. Te diré que he estado trabajando en mi técnica. He estado
practicando.
Mi ceja se alzó.
—¿Con quién?
—Oh, ya sabes. Randy, Jason, Jon, Henry, Walter, Nick...
Principalmente, cualquier tipo que se cruce en mi camino —comentó.
Puse mi mano en su espalda baja y la acerqué a mí, presionando su
pecho contra el mío.
—¿Estás tratando de ponerme celoso, Chick?
—¿Por qué? ¿Está funcionando? —preguntó, mordiéndose el labio
inferior.
—Tal vez un poco.
Ella sonrió y se acercó, colocando sus labios contra los míos.
—Solo tú —susurró antes de darme un beso. Sus manos aterrizaron en
mi pecho, sintiendo los latidos de mi corazón, y esperaba que supiera que
latía solo por ella—. Sin embargo, aprendí algunas técnicas nuevas. Raine
me ordenó este... juguete de un comercial informativo.
Mi interés despertó.
—Un juguete, ¿eh?
—No te emociones demasiado. Es el mismo que ordenó para su abu
porque su abuelo ya no es un semental salvaje.
—Bueno, agreguemos eso a la lista de cosas que nunca necesité saber
sobre la abuela de mi amiga. Voy a tratar de bloquear esa imagen de mi
cabeza durante el resto de mi vida.
—Sabes, es perfectamente normal que los ancianos sean sexualmente
activos. ¿Sabía que son el segundo grupo de edad con mayor probabilidad
de contraer enfermedades de transmisión sexual?
—Es como si estuvieras tratando de bajármela, Chick.
Ella se rio y, joder, quería vivir con ese sonido para siempre.
—Está bien, lo siento. Volvamos al juguete. Verás, aprendí a hacer
movimientos con él —explicó mientras empezaba a mecerse suavemente
contra mi entrepierna. Frotó la tela de su vestido contra mis vaqueros,
creando una fricción de energía.
¿Qué demonios? Sabía que no debía llevar vaqueros alrededor de esta
chica.
Joder, bien.
—¿Qué más aprendiste?
—Bien, esto. —Se levantó el vestido, presionando sus bragas contra mi
entrepierna. Eran de color rojo y de encaje, perfectas y, demonios, quería
enterrar mi cara en ellas antes de arrancárselas del cuerpo. Comenzó a
rodear sus caderas de lado a lado. Meciéndose contra mi polla cada vez más,
me estaba haciendo perder la cabeza—. Se llama la figura ocho.
Cerré los ojos mientras trabajaba esas jodidas caderas mágicas.
—Apoyo la figura ocho.
—Creo que funciona mejor sin tus vaqueros.
Eso fue todo lo que tuvo que decir para que me pusiera de pie y los
arrojara a un lado. Ella también se quitó el vestido, dejándola con esas
bragas rojas que iba a arrancar y un sujetador carmesí que iba a
desabrochar en cualquier momento. Cuando regresé a la cama, ella volvió a
subir a mi regazo y comenzó la figura ocho otra vez y, oh, joder, fue mejor
sin mi pantalón.
Su núcleo se frotaba contra mi polla mientras yo agarraba su culo con
mis manos y apretaba. Tenía la cantidad perfecta de culo para sostener,
pero juré que también follaría si tuviera un culo de Oompa Loompa. Sus
senos estaban justo frente a mi cara, y la empujé entre ellos. Una mano se
movió alrededor de su espalda hasta el gancho de su sujetador y, como un
mago, lo desabroché con un solo movimiento. Ella permitió que la tela
cayera.
Enterrando mi rostro contra su pecho nuevamente, chupé cada pezón
como si fuera mi principal fuente de sustento. Ella gimió cuando mi lengua
se movió contra ella, y su figura de ocho continuó, haciendo que mi polla
quisiera salir de mis bóxeres.
Mientras continuaba adorando sus tetas perfectas, gemí mientras ella
frenaba sus movimientos, arriba y abajo, arriba y abajo, arriba y...
—Te deseo muchísimo en este momento —gruñí, mordiendo
suavemente su pezón mientras ella gemía de placer.
—Yo también te deseo —susurró, moviendo su boca hacia mi oreja
mordisqueándolo.
—Déjame hacerte el amor. —Suspiré, sintiendo el latido de mi polla
mientras ella continuaba con sus lentos movimientos. Nota personal: gracias
a Raine por el juguete que le compró a Shay. También tener en cuenta: nunca
pienses en que la abu de Raine sabe algo sobre la figura ocho.
—Quiero hacerte el amor —respondió ella, colocando un dedo debajo
de mi barbilla levantándome la cabeza para mirarme a los ojos. Su boca rozó
la mía, y chupó mi labio inferior—. Quiero montarte, Landon. Quiero estar
arriba, si te parece bien.
Absolutamente.
Nos quitamos la ropa interior y me recosté. Agarré un condón de mi
billetera y me lo puse. Ella pasó sus dedos por mi pecho antes de frotar su
núcleo contra mi dureza.
—Joder, Shay —gemí, sintiendo su humedad contra mí, sintiendo que
mi deseo aumentaba más y más mientras presionaba su núcleo contra mi
polla—. Eso se siente muy bien.
Envolvió con su mano mi eje y se detuvo antes de meterlo en su cuerpo.
—Espera…
—¿Quieres que apague la luz? Sé que te sientes más cómodo con...
—No. —Agarré sus tetas en mis manos y sacudí la cabeza. Quería verla
encima de mí. Quería verla montarme, tomarme, poseerme. Quería ver esos
senos rebotar. Quería ver cada centímetro de ella, cada curva. Quería todo
esto. Quería experimentar cada segundo de nosotros haciendo el amor—
. Fóllame con las luces encendidas.
Hizo exactamente eso. Entré en su humedad, clavó sus uñas en mis
omóplatos mientras sus perfectas tetas rebotaban en mi cara, y me folló con
las luces encendidas.
Nunca en mi vida había sabido que el sexo podía sentirse tan
bien. Nunca en mi vida había sabido que mi corazón podía latir tan fuerte
por otro. Nunca en mi vida había pensado que el amor encontraría su
camino hacia mí. Tener sexo con Shay Gable no era simplemente increíble,
era un maldito privilegio, y esperaba poder hacer el amor con ella durante
el resto de los siglos.
Una vez que ambos terminamos, ella varias veces, nos acostamos en la
cama, sin aliento, con nuestros cuerpos enredados como uno solo. Le
aparté el cabello del rostro y ella se acurrucó más contra mi costado.
—Cada momento contigo es como mi nuevo recuerdo favorito —
susurró, mordiéndose el labio inferior.
—No sé cómo lo haré mañana. No sé cómo voy a subirme a un avión y
decirte adiós de nuevo.
—Nunca adiós, solo buenas noches. —Me besó los labios—. Sé que esta
podría no ser la forma más tradicional de tener una relación, pero me parece
bien, Landon. Quiero que realmente sepas eso. Esto —dijo, colocando una
mano sobre mi corazón—, nosotros. —Colocó mi mano contra su pecho—.
Somos nosotros, y me encanta. Me encanta nuestra retorcida historia de
amor.
—A mí también —juré—. En el momento en que suba a ese avión, voy
a estar soñando despierto sobre el momento en que pueda volver a ti.
Se inclinó y besó mis labios.
—Tengo algo para ti —dijo, levantándose de la cama. Se apresuró hacia
su bolso y sacó una pequeña caja.
Sentada en el borde de la cama, la abrió, revelando un collar en forma
de corazón. No era como un corazón de dibujos animados, sino un verdadero
corazón, bueno, la mitad de un corazón.
—Vino con dos collares. Yo tengo la mitad, y tú tendrás la otra. De esa
manera, siempre tendremos un pedazo del corazón del otro donde quiera
que vayamos en la vida. —Sonrió tímidamente y sacudió la cabeza—. Sé
que es cursi, así que si lo odias está bien.
—¿Odiarlo? —comenté—. Nunca. Me encanta. ¿Me lo pones alrededor
del cuello?
Ella hizo lo que le dije, y me sorprendió cómo mi amor por esa chica
podía seguir creciendo cada segundo.
—Un día, volveré contigo y viviremos felices para siempre, Shay.
Ella colocó su frente contra la mía.
—¿Prometido? —preguntó, sonando esperanzada y asustada, todo al
mismo tiempo.
Besé sus labios y la abracé.
—Prometido.
Había muchas cosas que amar de Shay, pero mis favoritas eran las
pequeñas, los pequeños rasgos que la mayoría de la gente pasaba por alto,
como el hecho de que siempre bajara un poco las ventanas de su auto,
incluso si hacía tres grados afuera. O cómo cuando conducía subía la
música y cantaba fuerte y dolorosamente mal, pero era adorable al
hacerlo. El hecho de que nunca supiera ninguna de las letras correctas de
sus canciones favoritas. O cómo todavía mordisqueaba su collar cuando
estaba nerviosa. El hecho de que amara a los animales y no pudiera ver
pasar a un perro sin querer acariciarlo. O cómo, cuando estaba feliz,
siempre lo decía en voz alta. Siempre decía lo feliz y contenta que estaba a
pesar de que su sonrisa siempre lo revelaba.
Me encantaba cómo siempre tenía su escritorio cubierto de papeles de
sus últimos proyectos. Me encantaba cómo ponía una pizca de café en su
leche. Me encantaba cómo tenía que ponerse de puntillas para llegar al
estante superior de sus gabinetes. Me encantaba cómo bailaba en la cocina
cada vez que cocinaba. Me encantaba cómo, sin importar cuánto tiempo me
hubiera ido, cuánto tiempo estuviera roto, ella todavía me daría la
bienvenida con los brazos abiertos.
Me encantaba cómo me amaba incondicionalmente. Me encantaba
cómo el sonido de su voz podría traerme de vuelta de la oscuridad.
La amaba.
Total y completamente.
Pasar esos pocos días con ella fue como un reinicio de todo mi ser. Shay
Gable era mi soporte vital y, por eso, planeaba algún día darle el mundo
entero. Hasta entonces, le daría cada parte de mí.
Cuando me fui para regresar a Los Ángeles, me esforcé por soltarla,
pero estaba decidido a regresar a ella de alguna manera, en algún lugar.
—Conoces el ejercicio, Landon. Tres cosas buenas que sucedieron en
las últimas cuarenta y ocho horas. Ve —me dijo la doctora Smith mientras
se recostaba en su silla giratoria. Había estado viéndola desde que mamá y
yo llegamos a California, y mantenía el ambiente increíblemente relajado.
Estaba esperando el día en que fuera como una completa Mean Girl entrara y
dijera: No hay reglas en esta oficina. No soy como una médico normal. Soy
una doctora genial.
Puso sus pies sobre su escritorio y arrojó una bola de estrés de un lado
a otro en sus manos mientras esperaba mi respuesta.
Nos habíamos reunido dos veces por semana para desempacar mis
cajas mentales y, hasta ahora, todo iba bien. Incluso con su práctica no
tradicional sabía que estaba superando algunos de mis problemas.
¿Una de las cosas que ayudaba? Tres cosas buenas
Cada vez que veía a la doctora Smith, era responsable de contarle tres
cosas buenas que hubieran sucedido en los últimos dos días. Era una forma
de centrarme en las cosas buenas de mi presente en lugar de pensar
demasiado en las cosas de mierda de mi pasado.
Al principio me resultó bastante difícil encontrar tres cosas buenas, lo
que me había hecho sentir como una mierda completa. La doctora Smith
había sido rápida en apagar esos sentimientos.
“No es un examen final, Landon. No puedes equivocarte, y no hay
respuestas correctas. Podrías decir que tienes todos los semáforos de camino
estuvieron en verde, y eso me valdría. Eso es bueno".
Mis respuestas habían comenzado bastante pequeñas. Desayuné esa
mañana. Tenía una cama para dormir. Tenía una terapeuta. Luego, cada
semana, después de descargar algunas de las cosas en mi cabeza, parecía
que estábamos haciendo más espacio para que yo pudiera ver lo bueno de
cada día.
Al volver de mi tiempo con Shay, fue fácil pensar en mis tres cosas
buenas.
—Shay, Shay y Shay —le dije, girando en mi propia silla.
—Dijiste lo mismo tres veces.
—Si.
Ella arqueó una ceja.
—Eso no cuenta. Necesito tres cosas diferentes.
—Pero Shay es lo suficientemente buena como para llenar los tres
lugares.
—Si bien estoy segura de que es cierto, no es así como funciona. Vamos,
piensa mucho. Tres cosas buenas diferentes.
—Está bien. Shay, los besos de Shay y la abuela de Shay cocinando.
La doctora Smith sonrió. Bajó los pies al suelo y apoyó los brazos en
sus piernas mientras se inclinaba hacia mí.
—Apuesto a que puedo adivinar de lo que vamos a hablar hoy.
Eso era bastante fácil de entender.
—¿Pero no dijiste que también planeabas ver a tu padre cuando
regresaras a la ciudad? ¿Quieres hablar de eso? —preguntó.
Mis manos formaron puños y me pellizqué un poco.
—¿Tenemos que hacerlo?
La doctora Smith me estudió con los ojos entrecerrados y cuidado en
su mirada. La forma en que me miraba me recordaba cómo la señora Levi
solía mirarme, como si realmente se preocupara por mi bienestar.
—Conoces las reglas, Land. Solo hablamos de lo que te sientas cómodo
discutiendo.
—Bueno. —Asentí, moviéndome en mi asiento—. Entonces, sobre
Shay...
Satán,
No puedo creer que hayan pasado siete meses desde la última vez que
te sostuve en mis brazos. Todavía no he ganado la lotería, pero sigo
comprando boletos para raspar cada vez que voy a la estación de servicio.
¡Cruza los dedos!
Mi primer semestre de la universidad está a punto de terminar, y todavía
estoy sorprendida de no haber perdido mi especialidad de escritura
creativa. Solo prométeme que, si termino sin hogar en el futuro con un título
de escritura creativa, ¿pasarás por mí y me darás chocolate? Eso ayudará a
mi corazón preocupado.
El otro día, Raine, Tracey y yo estábamos viendo la televisión, ¿lo
creerías? Vimos a alguien con un parecido sorprendente a ti en un anuncio de
Calvin Klein. ¡Jesús, Landon! ¡Estás en anuncios! ¡Anuncios! Dios mío, estoy
muy orgullosa de ti. Raine comenzó a gritar cuando lo vio, saltando en el sofá
como un mono.
¿Yo? Empecé a llorar porque estoy muy feliz e inspirada por ti. Estoy
muy orgullosa. Además, lloré un poco porque ahora el mundo conoce la magia
de esos abdominales debajo de tu camisa, y voy a tener que luchar cada vez
más contra las fanáticas. He estado levantando pesas en el gimnasio
últimamente para prepararme. No tengo miedo de arrancarle las extensiones
a una mujer si cruza la línea.
Pero, en serio, eres increíble. Verte vivir tu sueño es tan increíble para
mí.
Te extraño. Te extraño mucho, y siento que los dos estamos aún más
ocupados que antes con la escuela y que te estás apoderando del mundo de
la actuación pero, hombre, soy muy feliz cuando una de tus cartas aparece
en el buzón.
Sé que tenemos nuestras llamadas y nuestros mensajes, pero estas
cartas me parecen especiales. Me gusta tener una colección de cosas que
puedo releer cada vez que extrañarte se vuelve demasiado. Puedo sentir tu
amor a través de las palabras, y sabes cuánto significan las palabras para
mí.
Hablando de palabras, terminé mi guion favorito de todos los tiempos el
otro día, y tengo un miedo increíble de dejarlo ir. No estoy lista para el rechazo
de algo de lo que estoy tan orgullosa, al menos no todavía. Voy a sentarme
en este un momento y sostenerlo cerca de mí antes de soltarlo a los lobos.
Oh, por cierto, las chicas y yo vamos a alquilar una casa el próximo
semestre. Tengo muchas ganas de más espacio. Es un agujero en la pared,
pero será nuestro agujero en la pared. Espero que puedas venir a verlo pronto.
Pero sí, estoy feliz y orgullosa, y te extraño desesperadamente, pero no
lo suficiente como para solicitar tu regreso mientras vives tus sueños.
Además, a veces es bueno tener a alguien a quien echar de menos. Hace que
la reunión sea mucho más dulce.
Te amo dos veces.
Chick

P.D. Te he enviado algunos Starbursts. Solo los rosas y rojos, porque eso
es lo mucho que te quiero.
P. P. D. Mi padre me llamó varias veces esta semana. No respondí, pero
casi quise hacerlo algunas veces. Estoy trabajando en entenderlo en mi
cabeza en este momento. Quiero saber qué quería decir, pero también quiero
saber por qué me importa.
Chick,
¡Feliz San Patricio!
Espero que estés en una fiesta universitaria totalmente cliché y bebas
cerveza verde en celebración.
Hoy estamos filmando en Ámsterdam. Es mi primer gran papel real, y
estaremos aquí durante los próximos meses. Es una locura lo hermoso que es
este lugar. Cuando tenga la oportunidad, te traeré a Europa. Te llevaré a
todas partes. Quiero mostrarte el mundo entero, Shay.
Quiero decir que todo sobre el mundo de la actuación ha sido increíble,
pero algunos días es difícil. Echo de menos no tener a mi terapeuta aquí, pero
tenemos llamadas por Skype cada vez que podemos. Algunos días mi
ansiedad se apodera y me preocupa que mi mente se vuelva loca otra vez,
pero he aprendido algunas técnicas para enfrentar problemas bastante
buenos para domar mis nervios.
En cuanto a la actuación, no soy perfecto. Cada vez que me equivoco me
molesta mucho, pensando que estoy desperdiciando el tiempo y el dinero de
la gente, lo cual probablemente esté haciendo. Todo en el mundo de
Hollywood se trata de esas dos cosas: tiempo y dinero. Después de cada
sesión regreso a mi habitación de hotel y pienso demasiado en cómo podría
haber sido mejor.
La doctora Smith dice que es algo malo, tratar de reelaborar el pasado
cuando puedo aplicar lo que he aprendido al futuro. Aun así, me cuesta. Un
minuto a la vez, supongo.
Es difícil saber qué es real y qué es falso en este lugar, en el mundo de
los actores. Es difícil saber si a la gente realmente le gustas o si solo están
actuando, si solo están tratando de establecer contactos o construir una
conexión y amistad auténtica. Todo viene con una capa de misterio, y no estoy
seguro de cómo me siento al respecto. Extraño lo de verdad. Echo de menos
lo puro. Te extraño.
Hablando de ti, en las últimas dos cartas que te envié te pedí leer tu
guion, y tengo la sensación de que ignoraste casualmente esa solicitud. Sé
que es genial, Shay, y tal vez pueda encontrar una manera de ponerlo en las
manos adecuadas de alguien en la industria.
Sé que tienes miedo de dárselo a los lobos, pero recuerda que soy una
oveja vestida de lobo. Cuidaré de tu bebé.
Metí un poco de chocolate belga en el paquete y rezo para que no se
derrita. También agregué algunos chocolates de Suiza para Raine, ya que dice
ser Suiza y se enorgullece de mantener su nariz fuera de los asuntos de otras
personas.
Cuando regrese a los Estados Unidos y tenga un verdadero descanso,
iré por ti.
Estoy ansioso por saborear tus labios. Estoy deseando abrazarte.
Deseándote a ti.
Te amo x2.
Satán

P.D. No puedo creer que tu padre te siga llamando. Si te molesta, tal vez
sea hora de cambiar tu número.
—¿H
ola? —susurré tarde una noche de mayo
mientras yacía en la cama. El timbre del
teléfono me despertó y me senté alerta cuando
vi el nombre de Landon parpadear en la
pantalla. Era pasada la medianoche, y casi
nunca llamábamos por capricho sin avisarnos con anticipación, así que por
supuesto lo primero que se me ocurrió fue preocupación.
—Hola, Chick —dijo, sonando tranquilo. Eso me permitió calmar un
poco los nervios.
—Hola. ¿Qué está pasando?
—Nada. Lo siento, sé que es tarde, pero sentía un poco de nostalgia y
solo necesitaba escuchar tu voz.
Mi corazón hizo ese golpeteo en mi pecho mientras bajaba mi cuerpo
de nuevo hasta la funda de mi almohada.
—Me extrañas, ¿eh?
—Demasiado. Algo va a tener que pasar pronto porque, vaya... extraño
tenerte en mis brazos.
—Bueno, deja de ser tan famoso.
—No soy famoso —dijo, bostezando contra el micrófono.
—Tienes sueño.
—Sí, pero no podía dormir sin escuchar tu voz. Esperaba poder
dormirme contigo al otro extremo de la línea, escuchándote hablar conmigo.
—¿Algo en particular que te gustaría escuchar?
—Podrías recitar el abecedario y me encantaría. Honestamente,
cualquier cosa.
—¿Como que apareció mi padre en el campus de mi universidad
buscándome?
Escuché el estado de alerta en su voz.
—Espera, ¿qué?
—Si. Lo vi caminando por el campus. Esto fue después de que ignorara
un buen número de llamadas en los últimos meses y cambiara de número.
—¿Qué hiciste?
—Me vio antes de que pudiera correr, así que terminé hablando con él.
—¿Qué quería?
Se me revolvió el estómago al recordar la conversación.
—Dinero. Dijo que se encontraba en una situación difícil y que
necesitaba dinero para ganarse la comida y esas cosas. Le dije que tenía un
pequeño trabajo en el campus y que no podía ayudarlo, pero insistió en que
le pidiera dinero a mi madre y le dijera que era para mí. Quería que fuera
una mentirosa como él.
Landon dejó escapar una bocanada de aire.
—¿Qué pasa con nuestros padres y lo de ser idiotas completos?
—Bueno, necesitábamos tener algo en común —bromeé.
—¿Qué le dijiste?
—Que no quería tener nada que ver con él, y que no debería volver.
—Estoy orgulloso de ti —dijo—. Sé que probablemente fuera difícil para
ti.
—Una parte de mí quería abrazarlo... ¿por qué es eso?
—Porque eres humana y entiendes que las emociones son complejas,
pero solo porque te sientas de cierta manera no significa que tengas que
invitar a esa persona a volver a tu vida.
Eso era exactamente lo que necesitaba escuchar.
Me puse de lado y mantuve el teléfono pegado a la oreja.
—Entonces, ¿qué quieres que diga a continuación?, ya que no quiero
hablar más de mi padre.
—¿Qué tal tu guion? —sugirió—. Me encantaría escuchar tus palabras.
Me mordí el labio inferior.
—No es tan genial.
—Tonterías. Dijiste en tu última carta que es tu cosa favorita que has
escrito.
—Hablo demasiado en esas cartas —bromeé.
—Si no quieres compartirlo está bien.
—No, lo haré. Nadie lo ha leído todavía, así que si es un asco por favor
no me lo digas. —Me reí—. Pero estoy bastante segura de que, después de
escucharlo durante cinco minutos, roncarás en poco tiempo.
—Dudoso.
Tomé mi guion, encendí la lámpara junto a mi cama y comencé a leer. A
medida que las palabras salían de mi lengua, me enamoré más de la historia
que había creado. De vez en cuando, Landon se reía del diálogo o decía
"vaya", haciéndome sentir aún mejor sobre mi trabajo.
Esperaba que se durmiera bastante temprano. Pensé que estaría
profundamente dormido en el segundo acto, pero no. Escuchaba
atentamente si disfrutaba la lectura.
Cuando terminé, aplaudió a través del teléfono, haciendo que mis
mejillas se calentaran.
—¿Realmente te gustó?
—¿Estás bromeando? Me encantó. Ese guion es como la persona que
lo creó —dijo Landon—. Es una obra de arte.
Me reí en voz baja.
—Eres tan cursi que es inquietante.
—Muy perturbador. Créeme, me asusto a mí mismo —aceptó—. ¿Estás
cansada?
—No, en realidad no... no después de leer el guion.
—Bien. Entonces... ¿puedes leerlo de nuevo?
Me quedé dormida leyéndole mis palabras, y no podría haber imaginado
una mejor manera de entrar en mis sueños.

—Carol está pasando por un divorcio —comentó mamá, hablando de


su compañera de trabajo durante la cena del domingo.
La cazuela de mima chisporroteó mientras dejaba la sartén sobre la
mesa del comedor. El vapor se levantó cuando mi abuela comenzó a usar su
cuchara ranurada para sacar la comida. Los aromas de la cazuela de fideos
con carne perfectamente cocida llenaron el espacio cuando mi estómago
gruñó con anticipación.
Las tres compartíamos la cena todos los domingos. Durante la semana
estábamos demasiado ocupadas para encontrarnos. Solo podía salir de la
escuela los fines de semana, el estudio de yoga de mima despegaba y se
expandía a diferentes lugares, y el horario de enfermería de mamá había
cambiado a turnos nocturnos. Los domingos era la única vez que
podíamos reunirnos y ponernos al día.
Durante los últimos años, el hecho de que mamá nos pusiera al día en
su vida había implicado un poco de amargura en su lengua.
Gruñó mientras contaba la historia sobre Carol y sus problemas.
—¡¿Puedes creer que el imbécil se acostó con la hermana de Carol?! ¡Su
hermana! Te digo que los hombres son unos cerdos. Harán cualquier cosa
y todo para arruinar la vida de una mujer. Si yo hubiera tenido un poco de
sentido común, nunca habría salido con nadie en primer lugar.
Los procedimientos de divorcio de mamá y papá (corrección: de Kurt,
porque no era padre mío), se habían completado hacía un tiempo, y no hacía
falta decir que mamá nunca se había recuperado de su odio hacia el
hombre. Desde que Kurt traicionó a nuestra familia mamá se había
convertido en la líder del Club de Mujeres A Las Que Les Encanta Odiar A
Los Hombres.
Con una membresía premium, recibía chocolates semanales,
una suscripción al canal Lifetime y un gato.
Inscríbeme lo antes posible, principalmente por el chocolate, algo para
el gato.
—No todo es sobre el hombre, cariño. La hermana tuvo parte en la
traición —agregó mima—. Además, probablemente haya más en la historia
que Carol está dejando de lado. No debemos juzgar.
Mi abuela nunca se metía en el mundo del juicio cuando se trataba de
asuntos ajenos. Asumía que con la edad venía la experiencia, y con la
experiencia uno aprendía a no juzgar a los demás desde fuera.
Mamá también se encontraba envuelta en su propia experiencia en este
momento. Le estaba costando mucho no juzgar a los demás. Yo estaba
aprendiendo que la mayoría de las personas que sufrían juzgaban los estilos
de vida de los demás solo para sentirse más cómodos con su propia historia.
Al menos mamá podría decir que su esposo no la había engañado con
su hermana inexistente. Estaba segura de que Carol había ganado en ese
frente.
—Estoy segura de que la mentirosa sedujo al hombre de alguna
manera. Los hombres son serpientes, bestias viciosas con veneno. Yo, por
mi parte, nunca volveré a confiar en uno. Quiero decir, honestamente, si
Jay-Z tiene la capacidad de tratar mal a Queen Bey, ¿qué esperanza hay
para los plebeyos?
Mima levantó una ceja.
—¿Quién es Queen Bey?
—Beyoncé —dije, metiéndome un tenedor lleno de fideos en la boca. La
mayoría de las veces cuando mamá se enojaba me quedaba callada.
Últimamente parecía que no estaba buscando una razón o una contribución
a su odio hacia los hombres, simplemente quería despotricar. Si tuviera que
escuchar cómo Bill trató mal a Hillary durante una comida una vez más iba
a arrancarme el pelo.
—¿Qué es un Beyoncé? —preguntó mima, haciéndome sonreír.
Oh, ojalá estar tan desconectada del mundo de las celebridades que ni
siquiera sabías quién era la reina de la música.
—Te lo enseñaré cuando seas mayor —bromeé, empujando a mi abuela
a un lado.
Mi teléfono sonó y me apresuré a revisarlo. Una sonrisa pasó por mis
labios cuando el nombre de Landon apareció en la pantalla.
Landon: ¿Estás por aquí esta semana para reconectar? Estoy en
Chicago por un trabajo y me encantaría verte.
Mis dedos comenzaron a teclear rápidamente mientras mis mejillas me
dolían por la profundidad de mi sonrisa.
Shay: Definitivamente haré tiempo para ti.
Landon: Aterrizo tarde esta noche. ¿Puedo ir por ti?
Mi mente empezó a correr, pensando en el estado actual de la casa que
compartía con Tracey y Raine. Mi sujetador y mis bragas del cambio rápido
de esta mañana probablemente siguieran esparcidas por el suelo de mi
dormitorio. Había una pila enorme de ropa sucia en mi cesto de la ropa
sucia, y estaba segura de que la mancha de vino en mi edredón todavía era
visible, incluso después de usar un limpiador. Un consejo para los sabios:
no veas videos adorables de perros siendo adoptados mientras bebes vino
directamente de la botella en tu cama. Llorarás lágrimas de felicidad y
derramarás torpemente el vino en tu regazo.
Además, el área común de la casa era una zona de guerra debido a que
tres chicas vivían juntas.
No hacía falta decir que mi casa era un completo desastre y no estaba
en condiciones de tener compañía, pero nunca dudes de la capacidad de
una mujer para limpiar rápidamente cuando la posibilidad de abrazar a
Landon Harrison está sobre la mesa.
Shay: ¡Suena bien! Te veré pronto.
—Lo siento, señoras, parece que tendré que acortar la cena esta noche
—expliqué, levantándome de la mesa.
Mima sonrió. Mamá hizo una mueca.
—¿Era Landon? —preguntaron ambas al unísono, cada una con un
tono completamente diferente bajo sus respiraciones.
—Era él. Resulta que está en Chicago por unos días, y planea pasar
esta noche por casa.
—Y, por supuesto, dejas todos tus planes para encajar en los suyos —
gruñó mamá—. No me gusta esto, Shannon Sofía. Te he estado observando
en los últimos años, dejando todo para hacer tiempo para este chico. ¿Qué
está sacrificando él exactamente por ti?
Si hubiera tenido un dólar por cada vez que mamá se quejaba de la
idea de mi complicada historia de amor con Landon, habría sido lo
suficientemente rica como para abrir un parque de diversiones.
Me acerqué a ella y la besé en la frente.
—Realmente me encantaría participar en esta conversación, pero tengo
que ir a limpiar y alistarme. Las amo, señoras. Hablaré con ustedes más
tarde.
—Envíale mi amor a Landon —exclamó mima—. Dile que también lo vi
en ese comercial, el de pasta de dientes. ¡Y un cliente mío lo subió a ese
sitio, YouTube, y lo vimos quince veces!
Eso me hizo sonreír. A pesar de toda la molestia que mamá tenía hacia
Landon, mima sentía orgullo.
Landon tenía que haber sido el chico más afortunado del mundo. Ni
siquiera había tenido que hacer la dolorosa búsqueda de un agente. Tres de
las agencias de actuación más grandes del mundo acudieron a él y le
ofrecieron representarlo en sus empresas. ¿Te lo imaginas? ¿No tener que
experimentar la desalentadora tarea de arrodillarte y ofrecer tu hijo
primogénito a una agencia para que piensen en darle una oportunidad
siquiera?
Oh, sueña ese pequeño sueño conmigo.
—Se lo haré saber, mima. —La besé en la frente.
—¡Oh, espera! Déjame empacar algunas sobras, solo espera aquí. —Se
apresuró a la cocina a buscar recipiente, dejándome sola con mamá y su
mirada desagradable.
Suspiré.
—Está bien. Ve por ello —ofrecí, dándole la palabra para inundarme
con su decepción—. Por favor, adelante y dime cómo estoy cometiendo el
mayor error del mundo.
—Estás cometiendo el mayor error del mundo —repitió—. Sé que
piensas que todo esto es diversión, pero quiero que tengas cuidado con tu
corazón —regañó mamá, el mismo regaño que llevaba recibiendo durante
casi tres años—. Él está lejos y llegando a la fama. Las mujeres lo rodean
día tras día. Está viviendo en un mundo donde la infidelidad se logra muy
fácilmente.
Desde que mamá se enteró del engaño de papá hacía tantos años,
estaba convencida de que todo con un pene había perdido el valor.
Sin embargo, a mí no me había importado mucho lo que ella pensaba,
porque solo veía mi relación desde fuera. No sentía la calidez del amor de
Landon, la comodidad que me brindaba incluso a kilómetros de distancia.
Claro, nuestra situación no era típica, pero era nuestra, y sabía que no
debía dejar que los pensamientos de mi madre mancharan mi relación. En
el momento en que invitas a otros a tus asuntos personales, vienen con sus
opiniones tóxicas y envenenan tu historia. No iba a dejar que eso pasara con
Landon y conmigo.
Lo que fuera que tuviéramos merecía el amor y el respeto de nuestra
propia privacidad.

—Oh, Dios mío, cuéntanoslo todo. —Raine sonrió mientras se sentaba


frente a Landon en la mesa del comedor con la barbilla sobre sus manos con
asombro—. Cuéntame todo sobre ser famoso.
¿Esta era la privacidad que pensé que Landon y yo tendríamos?
No iba a suceder con Raine viviendo en el mismo lugar que yo. Estaba
muy emocionada de ver a su mejor amigo, y no podía culparla. Yo estaba
igual de emocionada, incluso más que ella.
Landon estaba guapísimo, muy adulto.
Tenía vello facial perfectamente arreglado, y olía a atractivo sexual y a
miel. Desde su llegada no me había permitido estar lejos de su lado.
Me senté en la silla junto a él, y él no había quitado su mano de mi
muslo, masajeándolo.
—No soy famoso. —Landon se rio y le dirigió a Raine una sonrisa—.
Honestamente, no sé qué me está pasando o por qué me está pasando a mí,
pero siento que algún día despertaré y todo será un sueño.
—¿Sabes lo que odio? —preguntó Raine, arrugando la nariz.
—¿El qué? —contestó Landon.
—Cuando las personas realmente famosas afirman que no lo son. Es
como cuando los niños ricos dicen: “Oh, yo no soy rico, mis padres lo
son”. Como, cállate, Susan. No puedes decir que no eres rica mientras
conduces tu Mercedes Benz con tus zapatos Gucci. Así no es como funciona
eso.
Me reí de mi dramática amiga.
—Tiene razón. Eres famoso, Landon. El mundo ha visto tu culo en
calzoncillos. Esa es la capa superior de la fama.
—Y qué lindo culito —se burló Raine, inclinándose para pellizcarle las
mejillas—. Soy una orgullosa hermana mayor.
—Por enésima vez, soy mayor que tú, Raine —comentó Landon.
—Por edad, no por madurez. —Movió su mirada entre nosotros
dos. Luego, se dirigió hacia la mano de Landon acariciando la parte superior
de mi muslo—. ¿Esto está a punto de convertirse en un pequeño espectáculo
para adultos? ¿Debería irme?
—Probablemente deberías irte —bromeé.
Ella asintió, de acuerdo.
—Bueno, no hagas planes mañana por la noche, Landon. Vamos a
invitar a todos a una reunión. Ahora, hagan lo que sea que estén planeando
hacer, tortolitos, pero recuerden que estas paredes son delgadas y mi
habitación está justo al lado de Shay.
Me reí.
—Lo sé, y recuerdo lo delgadas que son las paredes cada vez que Hank
pasa la noche.
Ella me dio una sonrisa y un guiño.
—Rompimos la cabecera la otra noche.
Landon intervino.
—Y creo que eso cae en el ámbito de demasiada información. No quiero
pensar en Hank y en ti golpeando y rompiendo cabeceros. Eres como una
hermana mayor para mí, después de todo.
Raine se dio la vuelta y le dio unas palmaditas en la espalda.
—Eres lo suficientemente mayor como para saber que tu hermana tiene
sexo, Landon, al menos cuatro veces por semana en muchas posiciones
diferentes.
—Raine —gimió Landon, golpeándose la cara con la mano—.
Demasiada información.
—Apuesto a que no pensarás que es demasiada información cuando
Shay haga algunos de los movimientos del libro de Kama Sutra que le
di. Buenas noches, chicos.
Salió rápidamente y Landon me estaba mirando con una ceja muy
arqueada.
—¿Qué? —pregunté.
—¿Qué es eso de un libro de Kama Sutra? —Sus labios se curvaron
con una sonrisa malvada.
Puse los ojos en blanco.
—No es nada. Raine es solo una chica impulsada por el sexo. Dijo que
ella y Hank necesitaban animar las cosas después de estar juntos tanto
tiempo.
—Me gustan las cosas sexys. Lo sexy es mi cosa favorita. ¿Cuáles son
los nombres de algunos de los movimientos en el libro? ¿Qué vamos a probar
esta noche?
Sentí mi cara calentarse por la idea de todo.
—Ninguno.
Levantó una ceja.
—Oh, mierda. Realmente has leído este libro, ¿no?
—¿Qué? No, en absoluto.
Él sonrió y me señaló con el dedo.
—Tienes uno en la punta de la lengua. Lo veo. Comparte.
—Bueno... —Coloqué del cuello de mi camisa entre mis labios y me
encogí de hombros—. Existe esta cosa llamada mariposa.
La forma en que sus ojos sonrieron junto con sus labios hizo que mis
mejillas se calentaran aún más. Se puso de pie.
—Vamos. Te voy a hacer una mariposa del infierno.
La noche resultó en muchos intentos fallidos de posiciones sexuales.
—¿Debe tu dedo del pie estar en mi oreja? —preguntó Landon,
conteniendo su risa—. Si comienzas a girar el dedo meñique alrededor del
lóbulo de mi oreja, explotaré por estar tan jodidamente cachondo. —Me reí
y comencé a mover mi dedo del pie contra su oreja—. ¡Oh joder, Shay, sí,
sí! Me encanta cuando me tocas —se burló, gimiendo en un tono dramático.
Me empezó a doler el estómago por la risa cuando bajé el pie de su
cabeza y lo dejé caer sobre la cama. Landon cayó contra mí, fingiendo estar
completamente sin aliento.
—No hay nada tan bueno como una buena noche follando con los pies
—dijo.
—La próxima vez usaré mi dedo gordo del pie.
—No me excites tan rápido. Tengo que reponer el tanque.
Puse mi cabeza contra su pecho desnudo y él me abrazó, acercándome
más. Un simple abrazo podría haberse sentido muy sexualmente cargado,
pero estar completamente desnuda junto a Landon era más como
un consuelo, como si estuviera envuelta en la manta más acogedora de mi
vida.
—Tengo noticias que compartir —dijo, haciéndome levantar la vista de
su pecho—. Creo que es genial.
—¿Oh? ¿Qué es?
—Hace unos meses hice la audición para una película dramática con
Kilt Entertainment. Era un papel principal y fuera de mi liga.
—De ninguna manera. ¡Eso es importantísimo! —Kilt Entertainment
era una gran productora conocida por hacer películas dignas de un
Oscar. Trabajaban con lo mejor de lo mejor, y tenían el toque de Midas. Todo
lo que hacían se convertía en oro—. ¿Por qué no dijiste nada antes? —
pregunté. Si fuera yo, habría estado explotando por compartir esas noticias.
—No quería mencionarlo antes de que hubiera una posibilidad real de
conseguir el papel. Pero, bueno, he...
Me senté en la cama.
—Cállate. —Mi corazón dio un fuerte golpe en mi pecho mientras
miraba la vertiginosa sonrisa de Landon y el brillo de sus ojos—. ¿Lo
conseguiste? ¡¿Vas a ser el protagonista de una película de Kilt
Entertainment?!
—Supongo que sí. Todavía no debo decírselo a nadie pero, quiero
decir, no eres nadie. Tú eres la única, la única a quien realmente quería
contárselo de inmediato.
—Tus secretos siempre están a salvo conmigo, pero mierda santa.
Landon, esto es importantísimo. Esto es enorme. Oh, Dios mío. —Me cubrí
la boca con las manos mientras mis ojos se llenaban de emociones. No había
nadie en este mundo que mereciera algo tan grande, algo tan enorme más
que Landon—. Esto es enorme. Este es uno de esos momentos, los que te
cambian la vida y la ponen de revés. Eres fabuloso. —Me incliné y lo besé—
. Eres increíble, de verdad.
—Todo lo que tengo en esta vida es gracias a ti.
¿Lo oyó? ¿Escuchó mi corazón saltar cuando esas palabras salieron de
su lengua?
Se movió en la cama y se sentó un poco.
—¿Adivina quién es la protagonista femenina?
Alcé una ceja.
Él sonrió.
—Te va a gustar. Te va a encantar.
—¿Quién?
—Sarah Sims.
Mi boca golpeó el maldito suelo cuando dijo su nombre. ¡La maldita
Sarah Sims! También conocida como una de las más asombrosas actrices
de este día y época. La maldita Sarah Sims tenía la trifecta de los talentos.
Era una premiada actriz, directora y guionista. Llevaba en el mundo del cine
desde que tenía cinco años. ¡Su padre era Jack Sims, uno de los guionistas
más prolíficos de la historia, y, y, y! Sarah Sims recibió el premio más grande
del mundo.
Era una ganadora del EGOT. Recibió cuatro de mis objetivos en la vida:
un Emmy, un Globo de Oro, un Oscar y un Tony.
Era una de mis más grandes ídolos en todo el mundo, y Landon iba a
trabajar justo a su lado.
Guau guau guau.
—Dile que la amo —dije con voz entrecortada, y los vellos de mis brazos
se levantaron por la idea de todo—. Dile que la amo y que aspiro a ser como
ella, y que creo que es la mujer más talentosa, hermosa y asombrosamente
talentosa de todos los tiempos.
Él rio.
—Dijiste talentosa dos veces.
—Lo sé. Es así de buena.
Él arqueó una ceja.
—¿Estás enamorada de esta mujer? ¿Debería estar preocupado?
—Solo si me dejas acercarme a ella. Soy una chica con clase, pero si
me acerco a Sarah Sims no puedo garantizar que no sienta la necesidad de
tirarme a su pierna.
—Me siento extrañamente perturbado y excitado a la vez.
—Esto es enorme, Landon. ¿Te das cuenta de eso? Esto es enorme para
ti.
Se encogió de hombros, muy indiferente al respecto. No parecía darse
cuenta de que su vida estaba a punto de cambiar para siempre. Un pequeño
nudo de nervios se formó en mis entrañas cuando esa comprensión
realmente se asentó.
Su vida estaba a punto de cambiar para siempre. Su vida, que ya era
ocupada, se volvería aún más loca. No podía evitar el pequeño miedo a
preguntarme cómo terminaría encajando yo en este nuevo mundo
suyo. Apenas habíamos tenido mucho tiempo, pero cuando despegara la
carrera de Landon, ¿qué haría? ¿Cómo podríamos encontrar una manera de
hacernos funcionar? Él se movía a toda velocidad, y yo apenas me movía
unos centímetros. Estaba estancada con mis sueños y, a veces, no podía ver
cómo podría seguirle el ritmo a Landon.
Era casi como si supiera las preocupaciones que flotaban en mi mente
porque me acercó a él y me envolvió en su abrazo.
—Tendrás que venir mientras filmamos. Quizás puedas quedarte una
semana, más o menos. Ahora tengo dinero, Shay. Podemos hacer que los
viajes sean algo más frecuente.
—No puedo hacer eso, Landon. No puedo permitir que pagues viajes
tan grandes.
—Quiero hacerlo —expresó—. Te quiero allí conmigo. Si soy sincero, no
sé cuánto tiempo más puedo pasar sin verte de forma regular, tal vez incluso
una vez al mes. Solo quiero asegurarme de darte la mayor cantidad de mí
posible, Shay. Quiero asegurarme de que soy lo suficientemente bueno para
ti. Además, egoístamente quiero dormirme contigo en mis brazos cada vez
más.
Mi corazón dio un vuelco, sintiendo como si finalmente nos
estuviéramos acercando al sueño que habíamos estado esperando.
—¿En serio?
—En serio. El dinero no es un problema. Te quiero más cerca. Te
necesito cerca. Sé que tienes escuela y todo eso, pero también podemos
solucionar tu horario. Por primera vez en mucho tiempo siento que todo está
mejorando. Las estrellas y la luna se están alineando, y quiero mirar ese
cielo contigo.
Me mordí el labio inferior.
—¿Puedo conocer a Sarah Sims si voy a visitarte en el set?
Él se rio.
—Oh, Dios, no. Me dejarás por ella en un abrir y cerrar de ojos, y no
puedo soportar ese tipo de rechazo.
—Hm. Probablemente tengas razón. Además, apuesto a que Sarah tiene
habilidades mágicas de mariposa.
—Voy a clavar esa posición de mariposa antes de irme, maldita sea, y
vas a olvidar que Sarah Sims existe siquiera.
Me reí por lo bajo.
—Es muy poco probable que olvide que existe, pero te animo a que
sigas probando la mariposa.
—No soy de los que se rinden fácilmente, no te preocupes.
—Estoy muy feliz —dije, pasándome las manos por el cabello—. Estoy
muy feliz de que estés aquí, y estoy muy feliz de que estés logrando tus
sueños. —Sonreí de oreja a oreja y suspiré—. Soy muy feliz, Landon.
—Algún día, pronto, estaré actuando en una de tus creaciones —dijo,
colocando sus labios contra los míos. Era como si viera las inseguridades
que tenía de que mis propios sueños no se realizaran y me besara para que
se durmieran—. Eres la siguiente, Shay. Eres la próxima, y el mundo será
mejor gracias a tus palabras.
Rozó con su nariz la mía, dándome besos de esquimal antes de besarme
en la frente.
—¿Sabes lo que quiero hacer ahora? —susurró, con su aliento caliente
contra mi cuello.
—¿Qué es eso?
—Quiero mariposearte de nuevo.
El resto de la noche estuvo llena de hacer el amor, bromas y divertirnos.
Era fácil sonreír cada vez que Landon se encontraba a mi alrededor, y
esa noche, estaba en un estado de ánimo tan bueno. Me encantó verlo ser
feliz, estar sano, conmigo.
Nos reímos tanto que se nos formaron lágrimas en los ojos y rodaron
por nuestras mejillas por las ridículas aventuras de Shay, Landon y el Kama
Sutra. Me encantaba lo segura que me sentía con él y cómo sostenía mi
cuerpo como si estuviera adorando. Nunca en mi vida había sabido que solo
estar en los brazos de alguien podía hacerme sentir como si estuvieras en
casa. Su piel contra mi piel y mi cabeza descansando contra su pecho... en
casa. Este era mi hogar.
Nuestras respiraciones se entrelazaron en armonía mientras
cerrábamos los ojos esa noche. Una inhalación, una exhalación.
Respiraciones tranquilas que se sentían en paz, en armonía,
extremadamente acertadas. Era difícil estar lejos de Landon durante
períodos de tiempo tan largos, pero el reencuentro siempre valía la
pena. Esta cosa que teníamos era real, y era nuestra.
Sentir que su pecho subía y bajaba era una de mis sensaciones
favoritas. Nunca me había sentido tan cerca de un humano en toda mi vida.
Una inhalación, una exhalación...
Cerré los ojos para dormir, sabiendo que cuando soñara con casa esa
noche, soñaría con los latidos de su corazón.

En nuestra última noche juntos, me desperté en mitad de la noche


debido a movimientos contra el edredón. Frotando para alejar el cansancio
de mis ojos, me levanté sobre mis codos para encontrar a Landon sentado
en el borde de la cama con su teléfono en las manos. Tenía la cabeza baja y
miraba un mensaje.
—¿Estás bien? —pregunté, bostezando. No me respondió. El cielo
seguía muy oscuro. La única luz que brillaba en mi habitación era la del
teléfono. ¿Cuánto tiempo llevaba sentado allí, mirando el brillo?
Me acerqué a él y puse mi mano contra su espalda rígida.
—Land, ¿qué pasa?
—Mi, um... —Se sorbió la nariz y se pasó la mano por debajo de su
nariz—. Es mi padre. Tuvo un ataque al corazón.
—Oh, Dios mío. —Me enderecé—. Lo siento mucho. ¿Está bien?
—No lo sé. Me desperté para ir al baño y vi un mensaje en mi teléfono
de su asistente, April. Fue enviado hace más de cuatro horas. Está en el
Hospital St. Luke.
—Bien, vamos.
Hizo una mueca.
—No. No tienes que venir conmigo. Es tarde, y deberías descansar.
Aunque yo debería ir allí, para ver cómo está.
—Landon, no seas ridículo. Vamos, vístete. Yo conduciré.
Hizo lo que le dije y nos subimos al auto. Todo el viaje fue silencioso, y
Landon se sentó con la mano envolviendo la cadena con el corazón que le di
mientras miraba por la ventana del pasajero. No quise darle ninguna
palabra de aliento porque sabía que cualquier cosa le parecería sombría.
Podía ver que su mente estaba dando vueltas. Pasé suficiente tiempo con
Landon para saber cuando su cabeza le estaba molestando, basándome en
sus expresiones faciales. Tenía las cejas bajas y duras, y su pie izquierdo
golpeaba repetidamente la alfombra del auto. También tenía la mandíbula
apretada.
De vez en cuando me acercaba y le daba un apretón reconfortante en
la rodilla, un simple recordatorio de que no estaba solo. Sabía que a veces
su mente podía hacerlo sentir así, así que mi trabajo era introducir
pequeños recordatorios de que no era la verdad.
El sol apenas comenzaba a salir cuando llegamos al hospital. Entramos
a toda prisa y, en el momento en que doblamos la esquina hacia la sala de
espera, alguien llamó a Landon. Nos dimos vuelta para encontrar a una
mujer allí de pie, con un chaquetón y tacones altos. Tenía un cuerpo
pequeño y parecía un poco mayor que nosotros, tal vez de unos treinta años.
—April, ¿qué está pasando? —preguntó Landon.
April, la asistente de su padre.
Parecía nerviosa y agitada, pero supuse que los hospitales tenían una
forma de hacer que la gente sintiera esas cosas.
—Está en recuperación. Parecía estar mal esta vez, peor que la anterior.
Por eso te llamé.
—¿Peor que la anterior? —preguntó Landon, con la frente fruncida—.
¿Qué quieres decir con peor que la anterior?
April se cruzó de brazos.
—Tuvo un mini ataque al corazón hace unos meses. Iba a decírtelo,
pero se aseguró de decirme que no lo hiciera, diciendo que era asunto suyo
y que no quería que lo supieras. Esta vez fue diferente. Estaba tan asustada
cuando sucedió que...
—¿Estabas allí cuando ocurrió? —intervino Landon.
Los ojos de April se abrieron de par en par con la sorpresa. Eché un
vistazo rápido a su apariencia y noté que el dobladillo de su ropa que se
asomaba debajo de su chaqueta parecía de satén con un borde de encaje.
April me miró fijamente y tiró de la parte inferior de su abrigo.
—Yo... yo estaba...
Landon no dudó en su siguiente pregunta.
—¿Te lo estás tirando?
April sacudió la cabeza.
—Eso no es asunto tuyo, Landon, y es muy inapropiado que lo
preguntes.
—Ahórrate el regaño, April. Eres como seis años mayor que yo, y no
necesito un sermón sobre lo que es apropiado de una mujer que se está
tirando a su jefe.
Abrió los labios para discutir, pero luego se detuvo cuando se dio
cuenta de que no podía mentir sobre la situación.
—Señora Harrison, siento interrumpir, pero su marido está despierto
si quiere verlo. Está en la habitación 2033 —dijo una enfermera, caminando
hacia nosotros tres y lanzando otra bola curva a la situación.
La cara de Landon palideció cuando las palabras salieron de la boca de
la enfermera.
—Gracias —murmuró April, con un tono brusco.
—¿Qué diablos significa eso? —gritó Landon—. ¿Por qué te llamó
señora Harrison?
—Creo que todos sabemos lo que es el matrimonio, Landon. —Ella era
más alta de lo normal, pero no lo suficiente como para que Landon la viera
cara a cara—. Tu padre y yo nos amamos. Lo hicimos durante un tiempo, y
después de que el divorcio se terminara finalmente pudimos actuar.
—¿Por qué pienso que eso es una mierda, y no esperaste a actuar en
absoluto? —murmuró—. Al diablo. No estoy aquí para hablar del circo que
tú y mi padre están viviendo. Estoy aquí para asegurarme de que esté bien.
Así que, si me disculpas, voy a ver a mi padre.
Tomó mi mano con la suya y me apartó de April y sus revelaciones.
Nos dirigimos a la habitación de su padre y, cuando llegamos a la
puerta, detuve mis pasos.
—Esperaré aquí.
—Puedes entrar —ofreció.
—Creo que esto es algo que deberías hacer por tu cuenta con tu padre.
—Por favor, Shay —dijo en voz baja—. Te necesito ahí dentro conmigo.
No podía decir que no a esa petición. Si me necesitaba, lo seguiría hasta
el fin del mundo.
—Bien. —Asentí, apretando su mano con la mía—. Estoy aquí.
P
apá se encontraba en la cama del hospital, luciendo agotado
como siempre. Supuse que parecía común que hubieras ido al
infierno y regresado maltratado y con moretones después de un
ataque al corazón.
Shay entró en la habitación conmigo y se quedó en el rincón, sin querer
involucrarse demasiado en mi interacción con mi padre. Pero al menos
estaba allí. Saber que se encontraba en la misma habitación que yo hacía
que fuera mucho más fácil respirar.
—Hola, papá. —Hice una mueca al acercarme a su cama.
Él me miró y resopló antes de volverse hacia la ventana. Había
máquinas que sonaban a su alrededor, cables que corrían por todas partes.
Los tubos de oxígeno se le metían en la nariz, y cada vez que respiraba
parecía agotarlo.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Exhaló como si el esfuerzo de esas
palabras fuera suficiente para eliminar tres años de su vida.
—Quería asegurarme de que estuvieras bien. April me envió un
mensaje y...
—Le dije que no lo hiciera. —Frunció el ceño profundamente.
—Estoy feliz de que lo haya hecho.
Unos gruñidos venían de él mientras se movía ligeramente en la cama.
—¿Quién es la chica?
Eché un vistazo a Shay de aspecto nervioso en la esquina.
—Es mi novia. —Era un término que nunca habíamos usado antes,
novia o novio, pero me imaginé que era un hecho que Shay era mía y yo de
ella. Nunca habíamos necesitado etiquetas para expresar ese hecho.
Papá miró a Shay de arriba a abajo y sacudió la cabeza.
—¿Crees que eres lo suficientemente bueno para hacer feliz a una
chica?
Vete a la mierda, papá.
Me aclaré la garganta y metí las manos en los bolsillos, no queriendo
ser un imbécil hacia el imbécil que acababa de tener un ataque al corazón.
—Lo es —dijo Shay, con la voz fuerte y severa—. Es más que suficiente.
—Espera a que se desmorone —murmuró, cerrando los ojos—. Siempre
puedes contar con que ese hijo mío se derrumbe y te deje para lidiar con su
desastre.
Shay se adelantó para decirle a papá unas palabras, pero yo levanté
una mano para detenerla. De todas formas, no importaba lo que él pensara.
Era solo un viejo con un corazón frío. Nunca me había entendido y nunca
lo haría.
Aun así, no había tenido otra opción que aparecer para ver cómo
estaba. Llámalo estupidez, pero incluso si no amaba a mi padre me
importaba saber que estaba bien.
—Si no estás aquí para decirme que has vuelto a la escuela y vienes a
la empresa, entonces vete —dijo—. No quiero lástima de los más
lamentables.
—Soy actor, papá, y acabo de conseguir un papel protagónico en una
gran película. No voy a ser abogado. Nunca iba a ser abogado.
—¿Qué es lo que te pone tan contento con ser mediocre? —refunfuñó.
—No es mediocre —espetó Shay, marchando hacia su cama.
—Shay, está bien.
—No, no lo está. No es justo, y no está bien que te hable así. Señor
Harrison, su hijo tiene un talento increíble y está haciendo algo por sí
mismo. Solo porque no esté creciendo como usted cree que debería ser no
significa que no esté alcanzando la grandeza, y en el momento en que se
enteró de esto dejó todos sus sentimientos a un lado y vino corriendo a verlo
porque se preocupa mucho por usted. Es cruel que lo trate así cuando se
presentó en su momento de necesidad.
—Niña, no sé quién crees que eres, pero estás entrando en el territorio
equivocado —advirtió papá.
—Igual que usted —respondió Shay, de pie. Si estaba nerviosa no lo
reveló. No temblaba ni un poco.
Me aclaré la garganta.
—Escucha, has pasado por mucho, así que vamos a dejar de
molestarte. Me alegra que estés bien, papá. Te deseo lo mejor.
—No me llames papá. Está claro que no tienes ganas de volver a tus
raíces; por lo tanto, ya no eres mi hijo. No eres nada para mí. No vuelvas
aquí. No quiero volver a verte.
Se apartó de mí y miró por la ventana sin decir una palabra más.
Shay lo miró, desconcertada por la frialdad de mi padre, pero no era
nada nuevo para mí. La última vez que lo vi dijo que no se sorprendería si
me quitaba la vida. No me sorprendió que todavía fuera duro, incluso
después de un problema potencialmente mortal.
El corazón de mi padre había sido dañado mucho antes de su ataque
al corazón.
Nos dimos la vuelta para alejarnos, y mi padre volvió a hablar mientras
salíamos.
—Te va a lastimar, y luego te quedarás como una tonta.
Las palabras obviamente estaban dirigidas hacia Shay, un último
esfuerzo por hacerme daño.
Tomé la mano de Shay con la mía, y vi que el fuego aún ardía en
sus ojos indicando que todavía estaba lista para pelear, pero no valía la
pena. Él no valía la pena.
Cuando salimos de la habitación, April estaba allí de pie con ojos
preocupados.
—No lo estresaste, ¿verdad? Su corazón ya ha pasado por mucho. No
necesita ningún estrés adicional.
No le dije una palabra.
Seguía repitiendo los ataques de papá dentro de mi cabeza.
No dejes que esos comentarios se te queden, Landon. Sé mejor que él. Sé
más fuerte.
Shay le dio a April la mirada más sucia y ladeó la cabeza con los ojos
entrecerrados.
—Espero que nunca cambies, porque parece que el padre de Landon
no puede manejar a las personas que experimentan crecimiento
personal. De lo contrario, ten cuidado. Solo se aferra a las cosas que están
de acuerdo con sus jodidas opiniones.
Nos alejamos, dejando a April allí de pie, aturdida y confundida.
Lo que fuera que pasara con mi padre era un problema con el que ella
tenía que lidiar.
Cuando salimos al aire fresco, el sol de la mañana brillaba contra
nuestra piel. Shay se apresuró a abrazarme.
—Lo siento mucho, Landon. No tenía idea de qué tipo de monstruo era
tu padre. No puedo creer que fuera tan cruel, incluso después de lo que
acaba de pasar. Uno pensaría que una experiencia cercana a la muerte lo
haría más humilde.
—Mi padre hace la humildad de la misma manera que hace el amor, no
lo hace.
—Aun así, lo que te dijo fue cruel.
—Ah, si tuviera un dólar por cada vez que alguien me dijera algo cruel
sería lo suficientemente rico como para no importarme —bromeé. Estiré la
mano para abrir la puerta del pasajero a su auto, y Shay colocó la suya
sobre mi brazo para detenerme.
—Landon, sabes que esas cosas que dijo no son ciertas, ¿verdad?
—Está bien, Shay. Mi papá solo habla. Eso es todo.
—Sí, pero por favor dime que sabes que sus palabras no tienen nada
de verdad en ellas.
Le di una sonrisa a medias. Ella frunció el ceño cuando tomó mis dos
manos entre las suyas y las colocó contra mi pecho. Luego comenzó a repetir
las palabras que me había dicho la noche que le mostré mis cicatrices.
—Eres inteligente. Eres talentoso. Eres guapo. Eres bueno, Landon
Harrison. Eres tan bueno que me duele que cualquiera en este mundo pueda
pensar de manera diferente.
Dios. ¿Cómo lo hacía? ¿Cómo ayudaba a calmar mis pensamientos
erráticos?
—¿Qué estás pensando? —me preguntó, mirándome con esos ojos color
chocolate—. ¿Qué está pasando por tu mente en este momento?
Tragué con fuerza, colocando una mano debajo de mi nariz.
—¿Por qué me preocupo tanto por un hombre que ni siquiera me
ama? ¿Por qué sus comentarios siempre pican un poco más?
—Porque lo amas —respondió ella—. Incluso cuando duele, lo
amas. Ese es el problema con el amor: no puedes apagarlo solo porque no
sea recíproco.
—¿Todavía amas a tu padre? ¿Después de todo lo que le ha hecho a tu
familia?
—Partes de él, sí. —Asintió—. Incluso cuando no quiero, hay piezas de
ese hombre que amo, o recuerdos, mejor dicho. Como cuando era pequeña,
se acostaba conmigo en la hierba y nombrábamos las formas de las nubes. O
cómo cada vez que volvía a casa después de estar lejos mucho tiempo
entraba a mi habitación, me acostaba y me besaba la frente. O cómo me
ayudaba con mi escritura o actuación y me cantaba. Me encantan esas
piezas de él, los recuerdos, pero también me amo lo suficiente a mí misma
como para no dejarlo acercarse, para no dejarle estar lo suficientemente
cerca como para afectarme más de lo que ya lo ha hecho. El amor que tengo
por él permanece en esos recuerdos. Descansan en el pasado y me niego a
dejarlos entrar en mi futuro.
—¿Cómo te volviste tan inteligente?
Ella sonrió, lo que siempre me hizo sonreír también.
—He visto mucho Dr. Phil con mima.
—Suena bien.
—En serio, Landon, no dejes que ninguna de esas cosas que dijo tu
padre se te queden, ¿de acuerdo? Sé que es más fácil decirlo que hacerlo,
pero trata de no hacerlo.
La abracé de lado y la besé en la frente.
—Lo haré. ¿Ahora podemos ir a desayunar? Estoy hambriento.
Ella seguía mirándome con los ojos entrecerrados, casi tratando de
mirar más allá de las palabras que le estaba dando para encontrar el diálogo
pasando por mi cabeza.
No mires demasiado de cerca, Chick. No es muy agradable en este
momento.
Sonreí y le di un codazo.
—Comida —supliqué—. ¿Por favor?
Ella movió sus cansados ojos y asintió.
—Sí. Por supuesto.
Nos subimos al auto y puse la música. Shay no tardó mucho en
comenzar a moverse y cantar mal, y yo también canté, porque sabía que
estaba preocupada por mí y mis pensamientos.
Aunque canté y sonreí, mi mente seguía repitiendo las palabras de papá
en mi cabeza.
No eres mi hijo.
Siempre puedes contar con ese hijo mío para que se desmorone y te deje
para lidiar con su desorden.
Esas declaraciones se reprodujeron en un círculo en mi cabeza
mientras cantaba las palabras de una canción de la lista de éxitos. Esa era
una de las cosas sobre la ansiedad y la depresión: de vez en cuando venía
con máscaras, máscaras para ayudar a proteger a tus seres queridos de tu
sufrimiento porque sabía cuánto los lastimaría, máscaras para protegerlos
del dolor que sentías.
Así que me puse mi máscara.
Fingí que estaba bien por ella. No quería que se preocupara. No quería
que se preocupara de que la mecánica de mi mente estuviera atascada y
jodiéndome. Y funcionaba. Cuanto más conducíamos, más tranquila se
sentía Shay. Se relajó en su asiento y dejó de mirarme para asegurarse de
que estuviera bien.
El problema con el uso de las máscaras era que cuando las usabas
durante demasiado tiempo comenzaban a romperse. Después de que las
máscaras se rompieran, finalmente se hacían añicos, y cuando la mía se
hiciera añicos ella se quedaría para lidiar con mi desastre.
Me la quitaría pronto. Me permitiría respirar sin fingir que estaba bien,
pero no durante mi tiempo con Shay. Durante mi tiempo con ella estaría
bien. Sería feliz y no le mostraría mis cicatrices. Nuestro tiempo real juntos
era muy corto, y no quería estropearlo con profundas conversaciones sobre
mi psique defectuosa.
Merecía una versión feliz de Landon, así que eso era lo que le daría.
Luego regresaría a Los Ángeles y me derrumbaría en el lugar que me
corresponde: dentro de la oficina de la doctora Smith, donde no solo se
permitía derrumbarme, sino que me alentaba a hacerlo. "Debes
derribar algunas vallas para llegar a pastos más verdes, Landon". Y estaba
planeando derribarlas todas, porque una vez que hiciera el trabajo en mí
podía concentrar aún más atención estar con Shay. Hasta entonces, solo
tenía que seguir desempacando mis cajas mentales de una en una,
descargándolas sobre las personas adecuadas, no sobre Shay.
Nos detuvimos para comer, y mantuve la máscara bien puesta.
Cuando casi estábamos en casa, sonó mi teléfono y el nombre de April
apareció en la pantalla. Se me formó un nudo en el estómago, bajé el
volumen de la radio y el canto de Shay, aún intoxicante, se detuvo.
—¿Hola? —dije respondiendo a la llamada. April no dijo nada al
principio. Todo lo que escuché fue el llanto de sus lágrimas mientras
sollozaba sin control. ¿Qué demonios?— ¿Qué está pasando? —pregunté.
—¡Tú! —gritó—. Tú hiciste esto. Esto es tu culpa —bramó, y su voz se
quebró cuando se vino abajo.
Espera, ¿qué?
Ella siguió y siguió sobre cómo después de que nos fuimos sufrió otro
ataque cardíaco masivo y sufrió un paro cardíaco.
Fue declarado muerto treinta minutos después de que saliera del
hospital.
El teléfono se me cayó de la mano y golpeó la alfombrilla.
—¿Qué pasa? —preguntó Shay, mirando hacia mí—. ¿Qué está
pasando?
—Es mi padre. —Me ahogué.
—¿Sí? ¿Qué hay de él? ¿Está bien? ¿Deberíamos volver?
—No. —Sacudí la cabeza cuando el ácido comenzó a subir por mi
garganta—. Está muerto.

Tenía que llamar a mi madre para contarle las noticias sobre papá, y
cuando se enteró lloró al otro lado de la línea como si le hubieran robado un
pedazo de su alma, de la misma manera que April había
llorado. Incluso después de todo lo que el hombre había hecho pasar a mi
madre, ella todavía encontró lágrimas para llorar por él.
Yo no lloré. Debería haberme derrumbado, haberme desmoronado,
pero no lo hice.
No me sentía triste. No me sentía molesto. No me sentía aplastado.
No sentía nada.
El entumecimiento corría a través de mí, tragándome entero.
Shay me llevó de regreso a su casa y pude ver la preocupación en sus
ojos, pero no pude responder. No podía hablar. Las palabras parecían
demasiado agotadoras.
Se sentó frente a mí en su cama mientras yo miraba hacia adelante,
sin fijarme en nada en particular.
—¿Cómo puedo ayudarte? —preguntó, frotando con sus manos mis
muslos—. ¿Qué puedo hacer?
Sacudí la cabeza.
Nada. No podía hacer nada.
A veces no había nada que hacer. A veces todo lo que una persona
podía hacer era sentarse.
Entonces nos sentamos.
Nos acostamos.
Ella durmió.
Yo no.
L
levaba sin hablar más de veinticuatro horas.
Cuando la madre de Landon llamó a su teléfono para ver
cómo estaba, le respondí porque él no había salido de la
cama. Ella estaba en el extranjero y estaba luchando por tomar
un vuelo a casa, pero no podría hacerlo en otras veinticuatro horas.
—¿Qué debemos hacer? —susurró Raine mientras ella, Hank, Eric y yo
nos sentábamos en la sala de estar—. Tiene que comer algo. No ha salido de
esa habitación desde que regresaron.
—Lo sé, pero no se mueve. No habla. No hace nada. Me sorprendió que
se levantara para ir al baño siquiera —dije.
—Su padre era un imbécil —se quejó Hank—. Trataba a Landon como
una mierda.
—Es cierto, pero él todavía lo amaba —le respondí.
Eric frunció el ceño y se rascó la nuca. Estaba en la escuela en
Wisconsin y había bajado en el momento en que Raine le informó sobre lo
que había sucedido. Greyson estaba lidiando con algunos de sus problemas
personales, pero estaría en camino lo antes posible.
—Esto no puede ser bueno para él, para su mente. Ya sabes lo oscuro
que puede llegar a ser ese lugar para Land. Ya ha pasado por mucha mierda,
y estaba mejorando. Está mejorando, pero siento que esto va a ser un gran
obstáculo para su progreso —dijo Eric—. Ha llegado muy lejos, pero
joder. Esto es pesado. No sé si puede soportar el peso de esto en este
momento.
—Estoy bien.
Todos levantamos la vista hacia el pasillo, donde Landon se encontraba
ahora de pie. Tenía las manos metidas en los bolsillos y los hombros
arqueados hacia adelante.
—No tienen que preocuparse por esto —comentó, golpeando el costado
de su cabeza—. Estoy bien.
—Amigo, no tienes que estar bien ahora —le dijo Hank—. Tu padre
falleció, y eso es importante.
—Como dijiste, Hank, era un imbécil y me trataba como a una
mierda. Estoy mejor sin él. No es como si me quisiera, de todos modos.
Esas palabras tiraron de mi corazón. Me puse en pie y me acerqué a él.
—¿Qué podemos hacer? ¿Cómo podemos ayudar?
—Para empezar, pueden dejar de estar deprimidos —dijo, pasando la
mano por debajo de su nariz—. Estoy bien. Eric, sé que condujiste un largo
camino hasta aquí, pero no tenías que hacerlo. Ya le envié un mensaje a
Grey y le dije que se quedara donde estaba. Está lidiando con su propio
tornado, no necesita entrar en el mío. Solo voy a dormir una siesta. Todos
ustedes pueden seguir sus propios caminos.
Giró sobre sus talones y regresó a mi habitación.
Volví a mirar a nuestros amigos, y todos tenían miradas sombrías en
sus rostros.
—Estaremos aquí —dijo Eric con severidad—. No nos vamos. Ahora,
adelante. —Señaló hacia el pasillo—. Ve a cuidar de nuestro chico.
Asentí y me volví para caminar hacia mi dormitorio. Cada paso que
daba era pesado. No sabía cómo darle a Landon lo que necesitaba porque
no me decía nada. No se abría. No me dejaba entrar, ni a mí ni a nadie.
Cuando entré en mi habitación, vi que su cuerpo se encontraba
acurrucado en una bola. Abrazaba una de mis almohadas, y tenía los ojos
cerrados. Parecía frágil, quebrado.
Me arrastré hasta la cama y me acosté detrás de él. Envolví con mi
cuerpo el suyo y me acurruqué contra él, sintiendo su piel fría contra mi
calor.
—No tienes que hacer eso —comentó.
—¿Hacer qué?
—Abrazarme.
Fue entonces cuando me aferré más fuerte. Sabía que cuando la gente
dice que no tienes que aferrarte a ellos es cuando más lo necesitas. Lo hice
por mi madre las noches que lloró después de enterarse de la traición de mi
padre. Me metí en su cama, la envolví en mi abrazo y la apreté con fuerza.
Hice lo mismo por Landon, pensando en las palabras de mima mientras
lo hacía.
Sé valiente. Sé fuerte. Sé amable. Y quédate.
Landon no fue notificado de cuándo se celebraría el funeral de su
padre. April no había respondido a ninguno de sus mensajes, así que
tuvimos que rastrear la información por nuestra cuenta. Cuando Landon,
su madre y yo nos presentamos a la iglesia donde se celebraba el funeral,
nos detuvieron casi de inmediato cuando April nos vio entrar al edificio.
—No —dijo, con su atuendo completamente negro. Tenía los ojos
hinchados como si no hubiera dormido en días, y su cabello recogido en un
moño perfectamente elaborado—. No puedes estar aquí.
Landon metió las manos en los bolsillos de sus pantalones grises y se
encogió de hombros.
—Era mi padre. Creo que tengo derecho a estar aquí más que tú.
—No es así como Ralph lo hubiera querido. —No estuvo de acuerdo.
La madre de Landon dio un paso adelante, erguida, con los hombros
hacia atrás.
—Sí, bueno, no es algo que tú debieras decidir.
—Tú definitivamente no deberías estar aquí —regañó April, mirando a
la madre de Landon de arriba abajo—. Eres la última persona que querría
aquí.
—Estuve casada con él más de veinte años. ¿Y tú, qué? ¿Follando con
él durante veinte días?
—Intenta siete años —escupió April, mientras el veneno en sus
palabras picaba a Lori—. Y la única razón por la que pudo aguantarte en
esos últimos años fue porque me tenía a mí para volver en sí cuando estaba
abrumado por ti.
—Lo sabía —murmuró Lori, con las fosas nasales dilatadas.
Una sonrisa siniestra curvó los labios de April, como si se sintiera
victoriosa al expresar finalmente la verdad de su aventura con Ralph, pero
no entendía por qué se sentía bien con eso. ¿Cómo podría alguien sentirse
bien por ser tan malvado?
—Eres repugnante —escupió Lori.
—Sí, bueno, al menos no soy tú —respondió April.
Landon dio un paso adelante con un fuego que ardía en la parte
posterior de su mirada.
—Di una palabra desagradable más a mi madre, y me aseguraré de que
pagues por ello.
—Landon —dijo Lori, su voz controlada mientras ponía una mano
delante de su hijo—. No.
Gruñó un poco pero dio un paso atrás a petición de su madre.
—Me iré, pero al menos deja que Landon presente sus respetos a su
padre —pidió Lori, manteniéndose mucho más tranquila que yo si estuviera
en su situación.
—Como dije antes, no. Ninguno de los dos es bienvenido aquí. Es culpa
de Landon que su padre falleciera, de todos modos. Fue el último en hablar
con él y lo alteró hasta un extremo.
—Nunca le digas esas tonterías a mi hijo. Él no fue la causa de lo que
pasó —gritó Lori, elevando su voz a un nivel que hizo que todos a nuestro
alrededor miraran hacia nosotros. Ahora era el momento de que sus ojos
brillaran con ira—. Te arrancaré tu pobre excusa de extensiones de la cabeza
si vuelves a decir algo así.
—Es verdad. —April frunció los labios—. Como Ralph siempre decía,
ustedes dos son tóxicos, y no los querría cerca de él hoy. Así que váyanse.
Hubo unos segundos de pausa mientras Lori y April se paraban nariz
a nariz, respirando pesadamente. Landon finalmente tomó el brazo de su
madre y tiró suavemente
—Está bien, mamá. Vámonos. Tiene razón, no me querría aquí. Para
ser honestos, yo tampoco quiero estar aquí.
Me dolía el pecho por Landon, porque sabía que eso no era cierto. Sabía
cuánto le importaba el hombre que no lo había amado como se merecía.
Sabía cuánto le dolía después de la muerte de su padre, sobre todo porque
su última conversación no había sido buena. Estaba segura de que quería
una oportunidad de decir mejores palabras a su padre, una oportunidad de
dar sus verdades, pero no iba a ser capaz de hacerlo.
La vida no era justa para mucha gente en este mundo, pero estaba
segura de que era aún menos justa para Landon Harrison.
Le había ido muy bien, hablando de un futuro, un futuro conmigo, un
futuro para nosotros, pero vi la pesadez en sus ojos durante los días que
pasaban. Vi la forma en que se aferraba a su interior y no decía una palabra.
Vi sus heridas, a pesar de que no las desatara. Las mantenía bien
encerradas.
Ni siquiera ha llorado, pensé mientras caminábamos hacia el auto para
salir.
Esa era la parte más aterradora para mí, el hecho de que Landon no
mostrara ningún tipo de emoción por la muerte de su padre. No se había
desmoronado. No había dejado salir ningún sentimiento, y eso me
aterrorizaba. Si no lo dejaba salir, se lo guardaba todo.
Y nada bueno venía de Landon y sus pesados pensamientos.
—Me voy a quedar en el hotel con mi madre esta noche —me dijo
Landon después de que cenáramos juntos esa noche. Apenas comió nada
de su comida, de la misma manera que apenas había tocado sus comidas
los días anteriores. Me preocupaba que no comiera lo suficiente, pero no
había mucho que pudiera hacer. Mima incluso había traído algunos platos
para que los probara, pero tampoco los había tocado.
Eso era una clara señal de que las cosas estaban mal. Landon nunca
dejaba pasar una comida de mima.
Su declaración fue directa y fría.
—¿Oh? Es tu última noche, ¿verdad? ¿Vuelas temprano? —pregunté,
tratando de no sonar muy desconsolada por todo esto.
—Sí.
—¿Estás seguro de que no puedes quedarte más tiempo? Puedo cuidar
de ti. Solo imagina... —Sonreí, caminando hacia él y poniendo mis manos
sobre sus hombros—. Desayuno en la cama, masajes, abrazos cuando los
necesites, e incluso cuando no los necesites.
Puse mis dedos en sus omóplatos, y me dio una sonrisa cansada y
forzada.
—Me gustaría, pero tengo que volver al trabajo. Mi jefe ya me está
regañando por unos cambios de última hora que tuvimos que hacer.
La decepción se arremolinó dentro de mí, pero traté de no expresarla.
Estaba pasando por mucho. No necesitaba sentirse culpable de que lo
extrañara.
—De acuerdo, está bien.
Me dio otra sonrisa, esta con un poco más de corazón.
—Desearía poder quedarme esta noche, pero después de hoy creo que
mi madre podría necesitarme de verdad.
—Lo entiendo, de verdad. Ella te necesita, y tú la necesitas a ella.
Adelante.
Me atrajo para darme un abrazo, y yo me aferré a él con mucha fuerza.
—Gracias por todo, Shay. Siempre vas más allá.
Apoyé mi cabeza contra su pecho.
—¿Cómo está tu corazón?
No respondió, solo se inclinó y me besó la frente.
—Debería irme. Pero no te preocupes por mí.
—Sabes que lo haré.
—Intenta no hacerlo. —Se echó hacia atrás y se inclinó, besando mis
labios con tanta suavidad—. Te amo dos veces.
—Te amo dos veces —repetí, y mis labios se posaron en los suyos—.
Oye.
—¿Sí?
—No dejes que tu mente te aleje demasiado de mí. Estoy aquí cuando
me necesites. Siempre.
Cuando nos despedimos y se subió a su auto para irse, me sentí
incómoda al verlo doblar la esquina. Se había ido con la mente aturdida y el
corazón pesado, y no tenía ni idea de cuándo encontraría el camino de vuelta
a mí. El otro día habíamos estado hablando de nuestro futuro, cerrando la
brecha entre nosotros, pero ahora sentía como si esa brecha se estuviera
ampliando una vez más.
Se me rompió el corazón al pensar que Landon se alejaba tanto de mí,
tanto en distancia como en corazón.
L
a doctora Smith tenía los pies en el escritorio cuando entré en
su oficina ese día. No me lanzó una bola para el estrés ni sonrió
con su tonta sonrisa. No me pidió tres cosas buenas que
hubieran sucedido en los últimos dos días, y lo agradecí.
No tenía nada que darle.
Se sentó allí, mirándome como si tratara de meterse en mi cabeza para
ver cuánto daño había hecho la pérdida de mi padre. La respuesta era
mucho.
Tanto maldito daño que quería fingir que no estaba ahí.
—Land...
—Vacío —la interrumpí.
—¿Qué?
—Eso es lo que siento. Me siento vacío. No sé si mis medicamentos
funcionan porque no siento nada. Me siento vacío por dentro.
Ella asintió.
—Un sentimiento de desesperanza es común después de una muerte.
—No. Eso no es lo que dije. Dije que me siento vacío, no desesperado.
—Sí, lo sé, pero a veces esas dos cosas se parecen tanto que puedes
confundir los sentimientos.
—¡No me digas lo que estoy confundiendo! —grité, con mis manos
agarrando los apoyabrazos. Cerré los ojos, sintiendo un arrepentimiento
instantáneo—. Lo siento. No quise gritar.
—No, eso es bueno. Gritar es bueno. ¿Sabes por qué? Porque si gritas
significa que no puedes sentirte vacío. Creo que lo que sientes es lo opuesto
a vacío, Landon. Creo que estás sintiendo demasiado. Creo que ahora estás
sintiendo todo lo que existe, y no eres capaz de procesar todo lo que se te
está lanzando en este momento. Estás en modo sobrecarga, lo que te hace
sentirte como si no pudieras hacer nada en absoluto.
—¿Cómo lo arreglo? —susurré a través de mis dientes apretados—.
¿Cómo me arreglo?
Suspiró y se frotó la nuca.
—Al darte cuenta de que no estás roto, estás de duelo.
Dejé que esas palabras se asentaran y me moví en mi asiento.
¿Iba a hacer eso? ¿Iba a llorar por un hombre que ni siquiera me quería
cuando estaba vivo?
No. Que se joda.
Que se joda por no quererme, y que se joda por no importarle, y que se
joda por morir.
—Son las medicinas —comenté, juntando los dedos.
—La medicina que estás tomando está bien.
—No lo sé. Tal vez deberíamos intentar otra cosa —refunfuñé,
rascándome el cuello.
—No es la medicina —dijo la doctora Smith una vez más.
—¿Cómo lo sabe? No está en mi cuerpo.
—Antes de lo que pasó con tu padre, ¿cómo te sentías, Landon?
Pensé en los días anteriores al ataque al corazón de mi padre. Pensé en
Shay y su sonrisa, nosotros riendo, besándonos, haciendo el amor. Pensé
en lo bien que me sentía al estar con ella, lo fácil que era. Pensé en las
oportunidades de actuación que me habían dado, en cómo mis sueños se
hacían realidad, en cómo tenía sueños de mierda. Yo. Tenía sueños. En el
pasado solo había vivido en pesadillas.
Durante las últimas semanas no me había sentido más que vivo.
Bajé la cabeza y miré fijamente el suelo alfombrado.
—¿Esto es dolor? —pregunté.
Ella asintió.
—Sí. Esto es dolor.
Maldición.
Esperaba poder tomar una droga para arreglar este dolor dentro de mí.
¿Quién sabía cuánto tiempo tardaría en pasar? No tenía ni el tiempo ni
la energía para lidiar con el dolor. Así que lo puse en espera y lo empujé lo
más lejos posible. Me enterraría en mi trabajo y en los personajes que debía
interpretar.
Al menos así podía ser otra persona durante un tiempo, alguien que no
fuera yo.
Me aclaré la garganta.
—No creo que quiera hacer esto más.
—¿Hacer qué?
—Nuestras reuniones. Mi agenda con el trabajo se está volviendo muy
ocupada, y ya no tengo tiempo para comprometerme con la terapia.
—¿Qué? Landon, no. —Por primera vez, la doctora Smith parecía
preocupada—. Ahora más que nunca es el momento de cumplir con este
compromiso. Ya veo lo que está pasando. Veo que sientes que tu mundo se
está desmoronando a tu alrededor, pero no es así. Has hecho muchos
progresos. No demos un paso atrás. Sigamos desempacando esas cajas.
Mi mente sacó uno de los últimos comentarios que papá hizo hacia mí.
Siempre puedes contar con que ese hijo mío se desmorone y te deje para
lidiar con su desastre.
No quería que tuviera razón. No quería desmoronarme y dejar a la gente
con mis problemas. No quería ser el débil imbécil que papá decía que era.
No quería ser como el tío Lance.
Últimamente no podía respirar, y sabía que eso significaba que estaba
a segundos de volver a caer en espiral. Abajo, abajo, abajo, de vuelta a la
oscuridad. Pero no quería hacer eso. No tenía tiempo para la pena o para
otro ataque de depresión común y corriente, y sabía que, si seguía
desempacando mierda con la doctora Smith, caería aún más profundamente
en los sentimientos que quería mantener encerrados.
No quería revivir mi trauma. Quería estar mejor.
Pensé que estaba mejorando.
—Esto es lo mejor, doc. Gracias por todo lo que ha hecho —dije,
levantándome de mi silla para salir de la habitación.
—Landon, espera. Por favor —suplicó, poniéndose en pie.
Me giré para mirarla y arqueé una ceja.
Ella suspiró, y sus ojos brillaron con emoción.
—Eres una buena persona que merece un final feliz. No te rindas con
eso. No pierdas esta batalla. Si me alejas a mí, confía en alguien. Encuentra
a alguien con quien mantener esa puerta abierta. Porque es fácil cerrarse al
mundo y hacer que parezca que estás solo, pero no lo estás. Incluso en los
días que parece oscuros, siempre hay alguien extendiendo una mano
abierta.
—Sí. Está bien.
—Y, como siempre —Me dio una sonrisa triste—, mi puerta siempre
está abierta.
Después de salir de la oficina de la doctora Smith me puse mi máscara,
y cometí el error de dejarla puesta por mucho tiempo. Se convirtió en una
parte de mí. Sonrisas falsas, risas falsas, todo falso para ocultar el dolor que
estaba pasando dentro de mí. Por suerte para mí, era un actor de Hollywood,
el mundo de lo falso. Encajaba perfectamente, y nadie pestañeaba pensando
que era un extraño. Para ellos, era Landon Pace, el actor feliz y afortunado,
pero sabía que la máscara no iba a durar para siempre porque, pasara lo
que pasara, las máscaras siempre se rompían.
Y, cuando empezó a romperse para mí, se rompió en un millón de
pedazos.
Satán,
Oye, pensé que volvería a nuestra norma enviándote una carta, aunque
te envíe un mensaje todos los días. Tracey ha vuelto de estudiar en el
extranjero, y parece que hay una pequeña desconexión entre nosotras. Puede
que esté todo en mi cabeza, pero siento que por todo lo que digo me regaña o
no está de acuerdo conmigo. Ni siquiera son grandes cosas, en realidad. El
otro día me gritó porque me había bebido la última leche del cartón y no había
tenido oportunidad de reponerla. Son las pequeñas cosas las que más me
vuelven loca.
Por ejemplo, si digo que me encanta un suéter, me dice todas las razones
por las que no me queda bien. "Hará que tus hombros se vean abultados. El
color chocará con tu piel". Siempre lo negativo.
Raine dijo que las cosas siempre han sido así entre Tracey y yo. Supongo
que nunca me di cuenta hasta que se fue y luego volvió a mudarse con
nosotras. Mamá dijo que la gente cambia con la edad, y que quizás Tracey y
yo crecemos en diferentes direcciones.
Para que quede claro, me lucí con ese jersey, con hombros voluminosos
y todo eso.
¿Cómo estás? ¡¿Cómo está Sarah Sims?! ¿Le dijiste que la amo? ¿Le
pediste un autógrafo? ¿Le pediste que se casara conmigo? Por favor, di que sí
a todo lo anterior.
¿Sigues pensando en que vaya a visitarte? Puedo enviarte un mensaje
con mi disponibilidad. Y las escapadas de fin de semana son siempre
agradables.
Te echo de menos, Landon.
No puedo esperar a que estemos en la misma zona horaria otra vez.
Chick

P.D. SweetTarts para mi SweetHeart1. Probablemente no deberías


comerlos, son del último día de San Valentín. Hank se los dio a Raine, y ella
aún no los había tirado. Así que, a menos que estés interesado en dulces de
siete meses, deberías pasar.

1 Juego de palabras: SweetTarts es una marca de dulces, y Sweetheart en inglés significa


cariño.
Satán,
Oye, tú. Te envié una carta hace un mes y me di cuenta de que tal vez
ni siquiera estés en casa para recibirla. Olvidé que tu horario de trabajo es
una locura. No estoy segura de cuándo volverás a casa a revisar tu correo.
En la carta te puse al corriente de la vida. Desde mi punto de vista no
es muy emocionante. Principalmente quería ver cómo estabas después de
perder a tu padre. Espero que te estés cuidando. Puedes contactar conmigo
en cualquier momento. De día o de noche.
De todos modos, esta será una carta corta y dulce. Finge que te envío
Tootsie Rolls.
Porque son cortos y dulces.
Chick

P.D. ¿Cómo está tu corazón?


P.P.D. Sé que es una tontería, y estoy segura de que estás bien, pero si
no lo estás, por favor, extiende la mano. Te amo y estoy empezando a
preocuparme.
Shay: Hola, Landon. Solo pensé en mandar un mensaje para ver si estás
bien. Ha pasado una semana desde que te envié un correo electrónico, así
que pensé en enviarte un mensaje. ¿Está todo bien?

Shay: Hola. Han pasado más de seis semanas desde que supe de ti. Por
favor, responde. Me estoy volviendo loca.

Shay: Seis semanas y cuatro días. ¿Dónde estás? No sé cómo ponerme


en contacto contigo.

Shay: Dos meses. Siento como si te estuvieras cerrando a mí, Landon, y


me asusta. Nos iba muy bien durante muchos tiempo. Sé que todavía estás
pasándolo mal después de lo que le pasó a tu padre pero, por favor, sabes
que puedes hablar conmigo. Puedes abrirte a mí, como siempre lo has hecho
en el pasado. Siempre estoy aquí para apoyarte. Aunque no sea de forma
romántica, como amiga. Eres mi mejor amigo, Landon, y pensar en que estés
herido solo hace que me duela el pecho.
Si no puedes hablar conmigo, por favor, hazme saber que estás hablando
con alguien. Por favor, hazme saber que no te estás ahogando en tu propia
mente. Te necesitamos aquí, Landon. No dejes que la depresión te hunda.
Eres fuerte, y no estás solo. Incluso si te sientes así algunos días. Te amo dos
veces. Por favor, envíame un mensaje.

Shay: Vi una entrevista tuya y vi la falsedad en tu sonrisa. No sé qué


está pasando, Landon, pero veo que estás sufriendo. No tienes que ser falso
a mi alrededor. Si hay una persona en este mundo con la que puedes ser real
soy yo. He visto tus cicatrices y no me asustan. Vuelve a mí y desmorónate.
Te sostendré. Estoy aquí.
U
n jueves por la tarde de noviembre pasé por el buzón de correo
después de mi clase para ver si había una carta de Landon.
Lo revisaba con demasiada frecuencia, aunque sabía cuándo
entregaba el cartero las cartas.
Aun así, nada.
Mientras la decepción se asentaba en mi pecho por el silencio, empecé
a caminar hacia la casa y me detuve cuando vi a un chico sentado en las
escaleras del porche. Mi chico.
Se me salió el corazón del pecho mientras me apresuraba a ir hacia él.
Sus hombros estaban inclinados hacia adelante y su cabeza baja mientras
se miraba los zapatos. Su cabello largo y castaño le cubría la cara, húmedo
y grasiento.
—Landon... ¿qué estás haciendo aquí? —pregunté, con un millón de
pensamientos disparándose por mi mente. ¿Qué importaba por qué estaba
allí? Todo lo que sabía era que quería envolverlo con mis brazos y aferrarme
con fuerza.
—No quería desmoronarme como él dijo que lo haría —murmuró.
—¿Qué quieres decir? ¿Quién dijo eso?
—Mi padre. Dijo que me desmoronaría y que tú te encargarías de
limpiar mi desastre. No quería que eso fuera lo que pasara, pero no sabía a
dónde más ir. —Me miró con una emoción cruda situada en su mirada—.
¿Crees que soy la razón por la que está muerto? —me preguntó. Las lágrimas
brotaron de sus ojos y comenzaron a recorrer su rostro—. ¿Maté a mi padre?
Me acerqué y me senté a su lado mientras lo rodeaba con mis brazos.
Olía mucho a whisky y marihuana; dos cosas que sabía que no había
tomado en mucho tiempo.
Oh, Landon.
¿A dónde has ido y cómo puedo hacer que vuelvas?
—No, por supuesto que no fue tu culpa. No hay forma posible de que
fuera tu culpa.
—Tal vez necesitara que viniera a trabajar para él. Tal vez todavía
estaría aquí si le hubiera dado lo que quería.
—Landon, sabes que eso no es verdad. Tu padre estaba enfermo... no
tenía nada que ver contigo.
—¿Entonces por qué siento como si fuera mi culpa, como si Lance fuera
mi culpa?
—Lance no fue tu culpa. Nada de esto fue tu culpa. —Lo vi pasar justo
ante mis ojos... él cayendo de nuevo en sus viejos y oscuros pensamientos.
Se sorbió la nariz, y se la frotó con la mano, ahogándose con sus
palabras.
—Lo siento, Shay. Estoy jodido —murmuró—. No quería que me vieras
así, pero la mierda... —Se pasó la mano por la boca repetidamente mientras
más lágrimas caían de sus ojos. Todo su cuerpo comenzó a temblar mientras
se perdía en mi porche. Apedreado, borracho y destrozado.
—Vamos —le dije, poniéndolo en pie. Le envolví con un brazo la cintura
y lo llevé hacia la casa del pueblo—. Vamos a limpiarte.
—No deberías tener que lidiar con esta mierda —susurró, borracho,
tropezando de un lado a otro mientras yo trataba de mantenerlo estable—.
No deberías tener que lidiar con mi maldito desastre.
—Shh —lo silencié, sabiendo que su mente se movía demasiado rápido
para comprender cualquier cosa que le dijera en su estado actual—. Vamos
a tomar una ducha, ¿de acuerdo?
Asintió.
Mientras lo guiaba por la sala, Tracey levantó la vista del sofá.
—¿Qué está pasando? —Sus ojos se dirigieron a Landon—. ¿Está
borracho? Son las tres de la tarde —comentó—. ¡De un martes!
—Ahora no, Tracey —dije, caminando hacia el baño. Lo último que
necesitaba eran sus juicios. Entramos en el baño y cerré la puerta detrás de
nosotros, con llave. Landon se apoyó en la pared mientras yo abría la ducha,
asegurándose de que el agua estaba lo suficientemente caliente.
—Mierda, lo siento, Shay. Lo siento mucho —repetía. No le respondí
nada. Lo ayudé a quitarse la ropa y a entrar en la ducha—. ¿Vienes? —me
preguntó.
Yo también me desnudé y entré en la ducha con él. El agua corrió sobre
nosotros, y puse champú en mis manos y empecé a frotar el cabello de
Landon. Luego, enjaboné su cuerpo mientras él se balanceaba de lado a
lado, todavía completamente fuera de sí. Mi mente jugaba conmigo mientras
la situación se asentaba, y tenía recuerdos de mi pasado, sintiendo mucha
inquietud por todo ello.
—Mamá, ¿qué estás haciendo? —pregunté, pasando por el baño donde
papá se encontraba desplomado en la ducha—. ¿Papá está bien? —No
parecía estar bien. No tenía los ojos abiertos, y se balanceaba de un lado a
otro en la bañera.
—Está bien, Shay —dijo ella, apurándome para salir del baño—. Vuelve
a la cama. Estaré allí para arroparte pronto.
Traté de sacudirme los recuerdos de encima, sin querer que se
asentaran demasiado, pero la situación estaba tan fresca en mi mente
mientras atendía a Landon de la misma manera que mamá lo hizo con mi
padre.
Un sentimiento extraño me siguió mientras lo llevaba a mi habitación
y lo acostaba en la cama. Él seguía disculpándose mientras se desvanecía
para dormir, y yo envolví con mis brazos su cuerpo, sin poder descansar.
¿Qué había estado pasando Landon en las últimas semanas? Lo había visto
en las revistas, tan feliz como siempre, y dando algunas entrevistas,
sonriendo de oreja a oreja. Pero no fue a quien vi aparecer en mi casa esa
tarde. El chico delante de mí estaba roto, con cicatrices y sangrando de dolor
por los demonios de su mente.
Estaba claro que la persona que mostraba al mundo era todo una farsa.
El chico en mi cama esa noche era el verdadero Landon. El Landon
roto.
El chico que perdió a su padre y se culpaba a sí mismo.
Cuando se despertó en medio de la noche, yo seguía despierta.
Se volvió hacia mí y me dio una sonrisa descuidada.
—Hola.
—Oye. ¿Estás bien? —Me dio otra sonrisa, y yo sacudí la cabeza—. Solo
verdades, no mentiras.
Su sonrisa se desvaneció y se pasó un dedo por debajo de la nariz.
—No —confesó—. No estoy bien.
Coloqué mi frente sobre la suya y rocé con mi boca sus labios.
—Dime lo que necesitas.
—A ti —susurró, poniendo una mano en mi nuca. Su lengua se deslizó
a través de mi labio inferior antes de chuparlo ligeramente—. Te necesito.
Así que eso fue lo que le di. Le di todo de mí. Me desnudó y se adueñó
de mi cuerpo, tragándome entera. Mi espalda se arqueó por sus toques y
sus dedos moviéndose para chupar y mordisquearme los pezones.
Mientras Landon se deslizaba en mi interior, casi grité por el placer de
todo ello. Cielos, lo extrañaba. Extrañaba su contacto, sus besos, su calor.
Pero la forma en que hicimos el amor fue diferente esa noche. Casi como si
una parte de él se hubiera apagado, y se moviera a toda velocidad. Mientras
me tiraba del cabello y me sujetaba, me quedó claro que no estábamos
haciendo el amor esa noche. Me estaba follando, sin contenerse, duro,
profundo y rápido.
Gemí de deseo, sabiendo que la forma en que tomaba el control de mi
cuerpo era preocupante, pero aun así me sentía bien. Egoístamente quería
que me usara hasta que su dolor desapareciera. Si amarme le daba unos
segundos para alejarse de los demonios de su mente, quería permitirle que
me tragara entera. Si podía hacerle sentir bien, haría lo que fuera necesario.
Porque lo amaba, y sabía de sus problemas. Por la mañana podríamos
hablar. Podríamos explorar sus pensamientos y asegurarnos de que
estuviéramos en la misma página. Podría escuchar sus problemas y
ayudarle a superarlos, haciéndole saber que no estaba solo.
El único problema con eso fue que, cuando me desperté a la mañana
siguiente, se había ido. Dejándome solo con una nota en su almohada
diciendo que lo sentía.

Parecía que Landon trabajaba mucho, usando eso como una excusa
para no lidiar con sus emociones. Le era fácil aislarse de sus problemas si
encarnaba un personaje, y me imaginé que eso era exactamente lo que
estaba haciendo: aislar sus sentimientos hasta el momento en que se
volvieran demasiado y terminara en mi puerta.
Cada pocas semanas encontraba el camino de regreso a mí, y se llevaba
otra parte de mí cuando se iba. Me hacía el amor de forma dura y profunda,
sin decir una palabra sobre el desorden de su mente. Luego, cuando llegaba
la mañana, se iba.
Pasaron meses sin saber nada de él, y la preocupación comenzó a
entrar en mi estómago de nuevo. El año nuevo vino y se fue sin una palabra
de él, San Valentín pasó, y yo no tenía un novio con quien celebrarlo.
—Probablemente esté ocupado con el trabajo —razonó Raine una noche
mientras ella, Tracey y yo nos sentábamos en el comedor a comer comida
china y a hacer los deberes.
—No necesita mucho para enviar un maldito mensaje —argumentó
Tracey—. Creo que está jugando.
—¡Tracey! —dijo Raine jadeante, golpeándole el brazo—. ¿Cómo puedes
decir eso?
—No está tan lejos del ámbito de las posibilidades. Está trabajando con
gente como Sarah Sims. Es la persona más hermosa del mundo. ¿Podrías
culparlo si huyera?
—Por supuesto que podría culparlo —comentó Raine—. Pero no lo hará
porque es Landon y ama a Shay.
—Solo digo que la tentación estará ahí. Ni siquiera es como si fueran
una pareja real. Apenas se ven y, cuando lo hacen, él está súper triste.
Puedo ver por qué querría algo que está ahí mismo, delante de él.
—Si sigues hablando así te voy a arrancar las extensiones —amenazó
Raine.
No dije una palabra porque ni siquiera sabía lo que pensaba.
Principalmente, todo lo que sabía era que me avergonzaba un poco por toda
la situación. Sentía que, cuanto más tiempo pasaba, más me parecía a mi
propia madre, de pie junto a la ventana esperando a que un hombre volviera
a mí. Entonces él venía, me tomaba y se iba de nuevo.
Las chicas continuaron hablando de mí como si no estuviera allí, y en
cierto modo no lo estaba. Mi mente se encontraba alejada de mis estudios,
de la comida china y de la charla de mis amigas.
—Quiero decir, honestamente —dijo Tracey, metiéndose un rollo de
huevo en la boca—, casi nunca hablaban por teléfono.
—¿Qué importa eso? A algunas personas no les gusta hablar por
teléfono —argumentó Raine.
—Pero ellos están en una relación a distancia. Es raro, eso es todo. Es
como si te estuvieras conformando, Shay.
—¿Qué demonios, Tracey? ¿Qué se metió en tu trasero y dejó un
parásito? —remarcó Raine en respuesta a sus duros comentarios.
—Todo lo que digo es que se merece más que lo que él le está dando,
que son migajas. Es algo patético de ver. No podría imaginarme perdiendo
el tiempo suspirando por un chico que no creía que fuera lo suficientemente
buena para responderme a los mensajes, y luego viene a echar un polvo y
huir. Tal vez la fama se le subió a la cabeza y se imagina que puede tener lo
que quiera, cuando quiera. De cualquier manera, es una mierda. Quiero
decir, ¿te habla cuando viene, o es solo sexo?
Ojalá pudiera decir que no era solo sexo, pero habría sido una mentira.
Tracey tenía razón. Sabía que ella y yo habíamos chocado algunas veces
a lo largo de los años, pero sus palabras eran acertadas esta vez. Le envié
un correo electrónico y un mensaje a Landon muchas veces, y no recibí
ninguna respuesta.
Ni. Una. Sola. Respuesta.
Pero cuando aparecía en mi porche tontamente lo dejaba volver, de la
misma manera que mamá dejó entrar a papá durante tantos años.
¿Qué estaba haciendo?
¿En quién me estaba convirtiendo?
—¿E
stás segura de que no quieres venir a la fiesta
esta noche? —me preguntó Tracey un sábado
por la noche de abril, desviando mi atención de
mi computadora—. Es la fiesta de primavera,
después de todo. Vamos, Shay. No puedo pensar
en nada que sea mejor. Beber, bailar, chicos. —
Puso énfasis en la palabra chicos, como me di cuenta rápidamente.
Me senté en mi escritorio con las piernas dobladas como un pretzel.
—No creo que vaya a hacerlo esta noche. Tengo que estudiar para un
gran examen que se aproxima.
—Ooo podrías estudiar a Jason Hopps. —Sonrió, caminando para
darme un empujón en el brazo—. Sabes que ha estado loco por ti desde
siempre. ¿Cuándo vas a darle una oportunidad de verdad?
Le sonreí a mi amiga, que había estado tratando de jugar a ser mi hada
madrina emparejándome con Jason. Nos habíamos conocido el año anterior
durante nuestro curso de escritura creativa. Cuando nos emparejaron para
trabajar en un cuento corto desarrollamos una gran amistad. Claro, era
consciente de que Jason sentía algo por mí. Me lo había dicho el año anterior
en una fiesta, seis meses después en otra fiesta, y dos meses después
durante otro encuentro, pero no me sentía bien respondiéndole cuando mi
corazón no estaba completamente libre para que alguien lo tomara.
Todavía pertenecía a un chico roto, que había desaparecido de mi vida.
A pesar de que no había sabido nada de él en mucho tiempo. Habían
pasado tres meses desde la última vez que Landon se puso en contacto
conmigo. Después de meses de silencio, supe que era estúpido que todavía
lo amara. A pesar de que había sido ignorada, no sabía cómo deshacerme
de ello, especialmente en ese día. Su cumpleaños. Landon siempre había
encontrado la manera de volver a mí en su cumpleaños, ya fuera en persona
o al menos con una llamada telefónica.
—Jason y yo solo somos amigos —le dije mientras abría mi
computadora portátil—. No quiero fastidiar eso. —Además, aunque no
hubiera sabido nada de Landon en tanto tiempo, seguía siendo suya, al
menos en mi corazón lo era.
—¿Por qué no? —gimió, exhausta porque siempre alejaba a Jason—.
Es perfecto. Es guapo, es inteligente, huele como la mañana de Navidad y
ama a su madre, pero no de una manera espeluznante en la que necesite
terapia. Además, se rumorea que su miembro es de oro sólido y grueso.
¡¿Qué más podrías querer de un tipo?!
—Sé que Jason es increíble. Créeme, lo sé, pero no lo veo de esa
manera.
—Eso es porque no estás mirando. Por favor, no me digas que es por
Landon. Shay. Se ha ido, y te mereces el derecho de seguir adelante. No
sigues esperándolo, ¿verdad?
—No, no lo espero —mentí, y ella sabía que era una mentira.
Tracey suspiró, dándose una palmada en la frente.
—Shay. Sabes que te quiero, pero esto está haciendo retroceder a las
mujeres cinco mil años. No entiendo qué clase de influencia tiene ese tipo
sobre ti, pero no vale la pena. No podría importarme menos que sea una
celebridad prometedora. Eso no le da derecho a tratarte como basura.
—Tal vez Tracey tenga razón, Shay —dijo Raine, uniéndose a la
conversación. Eso fue impactante para mí. Raine siempre había estado
defendiéndonos a Landon y a mí, así que oírla decir esas palabras fue como
una daga en mi corazón.
—Ustedes no lo entienden. Es complicado con él —dije, y me sentí como
una idiota cuando las palabras escaparon de mis labios.
—El amor no debe ser tan complicado, Shay. La forma en que te trata.
La forma en que te ignora durante meses. Eso no es amor. Eso es abuso —
dijo Raine—. Sé que es como un hermano para mí, pero lo malo es malo, y
te está haciendo mal.
Me quedé callada después de que dijera eso. Sentí que mis paredes se
cerraban mientras mi amiga me hablaba de que Landon no era algo bueno
para mí, pero ella no lo sabía. No entendía la forma en que nuestros
corazones palpitaban cerca del otro. No entendía por qué la conexión entre
Landon y yo era más grande que un amor normal.
Éramos un desastre, rotos, complicados y hermosos.
Además, un día terminaría de encontrarse a sí mismo y volvería a mí
al cien por ciento. Casi había estado allí antes de que su padre falleciera,
así que sería capaz de hacerlo de nuevo. Sabía que lo haría. Se había topado
con un bache en la carretera, pero se daría cuenta.
Parpadeé, cerrando los ojos, escuchando mis propios pensamientos,
avergonzada de ellos y de mí misma.
¿Qué estaba haciendo? ¿Cómo había llegado hasta aquí? ¿Cómo me
había puesto en posición de parecerme tanto a la persona que mi madre
solía ser? Esperando a que un hombre me amara plenamente, esperando a
que un hombre volviera por mí.
—Tal vez salga mañana —ofrecí, esperando que eso les diera a mis
amigas un poco de esperanza.
Ambas suspiraron, y Raine fue a buscar su bolso.
—Está bien. Envíanos un mensaje más tarde si cambias de opinión.
—Lo haré.
Las chicas tenían razón en todo, por lo que contaba con que Landon
me enviaría un mensaje en algún momento. La única razón por la que sabía
que se encontraba vivo y bien era por mis búsquedas en Internet sobre él.
Su carrera parecía seguir yendo bien, pero eso no me ayudaba en nada.
Sabía que no podía seguir con la locura porque me estaba convirtiendo en
una persona a la que ya apenas reconocía. Me estaba convirtiendo en la
chica que dije que nunca sería. Me estaba desesperando por un hombre que
me diera su amor.
Esperé con la respiración entrecortada a que Landon contactara
conmigo.
Mi autoestima sufría más y más con cada momento que pasaba.
Necesitaba respuestas de él. Necesitaba que me dejara acercarme, que me
dijera lo que éramos, en lo que planeábamos convertirnos. Necesitaba su
futuro, o tendría que dejar ir nuestro pasado.
Mi corazón no podía vivir en este limbo mucho más tiempo.
Necesitábamos tener una charla, y teníamos que hacerlo cara a cara. O al
menos en una llamada telefónica. Cualquier cosa. Necesitaba respuestas, y
rezaba para que Landon fuera lo suficientemente hombre para dármelas.
Pasé el resto de la noche esperando a que llamaran a mi puerta.
Esperando que ese chico estuviera de pie al otro lado. Esperando que
estuviera listo para mí, toda yo. Esperando que dijera que no se iba a ir de
nuevo y que estaba listo para abrirse a mí emocionalmente.
Era casi la una de la mañana cuando renuncié a la esperanza de que
Landon viniera y llamara a mi puerta. No sabía por qué lo había esperado
tanto tiempo. No sabía por qué le permitía tener tanto control sobre mí, un
tirón tan fuerte en mi corazón, pero cuando ese golpe llegó a las dos de la
mañana, abrí la puerta y sonreí cuando vi a ese chico roto parado frente a
mí.
Un hombre roto.
Ya no había nada de infantil en Landon. Había cambiado físicamente
en el curso de los últimos meses, de más formas de las que yo podía
imaginar. Tenía los brazos cubiertos de tatuajes, la tinta ocultaba las
cicatrices de su pasado, diferentes diseños que se movían en espiral sobre
su piel bronceada, pero algunas cosas seguían siendo las mismas.
Su tonta y torcida sonrisa. Su perfectamente tallado hoyuelo. Sus ojos,
llenos de pasión y deseo.
Ahora allí estaba, todavía tan dolorosamente roto.
Dañado.
Roto.
Desaliñado.
Y mío.
Suspiro.
No tan mío.
—Hola —dijo con una exhalación, metiéndose las manos en los
bolsillos.
—Hola —respondí, tratando de domar mis salvajes latidos. No sabía
que se podía extrañar tanto a alguien incluso cuando lo tenía justo frente a
mí. Era como si estuviera allí físicamente, pero el Landon que esperaba ver
se encontraba muy lejos de mí.
Crucé los brazos, aferrándome a mí misma con fuerza, nerviosa por si
al soltar el fuerte agarre me rompería en un millón de pedazos justo delante
del chico que controlaba mis latidos.
—¿Cómo está tu corazón esta noche?
No respondió a mi pregunta. Se acercó rápidamente y me atrajo para
darme un abrazo. Sus labios se apretaron contra los míos y me robó los
besos como si fueran el soporte vital que lo mantenía vivo esa noche. Inhaló
mi existencia, dejándome débil y temblorosa. Sus manos subieron por la
parte de atrás de mi camisa mientras apretaba su dureza contra mi muslo.
Y mi cuerpo cayó instantáneamente en sus manos. Traicionó mi mente
al permitir que mis piernas temblaran de deseo. Sus besos sabían a whisky,
y esa fue la primera bandera roja. Claro, tenía edad suficiente para beber, y
claro, no era su madre y no podía regañarlo por tomar alcohol, pero el sabor
del licor quemaba un pedazo de mi alma.
Sus besos estaban llenos de pasión, y apenas tuve tiempo de registrar
lo que estaba pasando exactamente. Se pasó la camisa sobre la cabeza y la
tiró a un lado de la habitación. Luego me quitó la mía e hizo lo mismo.
—Land... espera... —murmuré sin aliento. Me puso contra la pared y
comenzó a mover su lengua contra mi cuello, en pequeños círculos,
chupando la piel y mordisqueándome mientras sus caderas se mecían
contra las mías.
—Te deseo tanto, joder —gruñó en mi oído mientras levantaba una de
mis piernas y la colocaba alrededor de su cintura—. Te quiero toda esta
noche, Shay... por favor... ¿Puedo tenerte? ¿Puedo saborearte? ¿Puedo
tragarte entera esta noche?
—Sí. —Suspiré la palabra, sintiendo vergüenza de mi necesidad de
darle todo lo que quería, vergüenza de mi necesidad de darme a mí misma
cuando se él negaba a hacer lo mismo. Mi cerebro se apagó, y mis deseos se
hicieron cargo. Le devolví el beso, con más fuerza cuando mis caderas se
apretaron contra su dureza—. Eres mi veneno —susurré, con dolor en mi
respiración mientras mi cuerpo se apretaba contra el suyo.
Sus labios se movieron contra mi clavícula mientras me desabrochaba
los vaqueros.
—Eres mi remedio —juró mientras su boca se apretaba contra la mía.
El pánico se apoderó de mí mientras profundizaba mi beso contra sus
labios. Me lo tragué, sabiendo que la forma en que me amaba me estaba
matando, sabiendo que mañana se iría a un mundo que no me incluía. No
era bienvenida en el universo que había creado en los últimos meses. No era
parte del futuro que estaba construyendo. Yo era solo un pequeño rincón de
su pasado que solo visitaba en sus días más oscuros.
Era su sombra, rezando estúpidamente para que los pedazos de luz
brillaran a través de mí.
Me llamaba su remedio, su refugio, su libertad, pero para mí era todo
lo contrario. Era mi debilidad, mi criptonita, mi jaula. Mientras yo lo hacía
volar, él me anclaba. Me confundía cómo el amor podía ser tan parecido a
una guerra. Mientras Landon salía victorioso, yo moría en el campo de
batalla.
Esto no es amor, pensé.
Era una adicción, una enfermedad infecciosa que me iba a dejar en
carne viva y destrozada... como mi abuelo había dejado a mima, como mi
padre había destrozado a mi madre.
¿Cómo habíamos llegado aquí? ¿Cómo habíamos pasado de sentir todo,
mente, cuerpo y alma, a solo sentir los toques del otro? ¿Cómo habíamos
cambiado a algo que era únicamente físico?
Él solía hablarme. Se abría a mí. Ahora, cada vez que venía, parecía
que solo anhelaba mi cuerpo, no mi mente, no mis pensamientos, no a mí.
Éramos estrictamente algo físico, nada más y nada menos. Ni siquiera podía
pensar en la última vez que me preguntó cómo estaba mi corazón. Si lo
hubiera hecho le habría hablado de sus latidos erráticos.
Por la mañana él se iría y yo me quedaría con los pedazos de mi corazón
que Landon dejó atrás. ¿Por qué permitía que siguiera ocurriendo cada año?
¿Por qué me guardaba para un hombre que no estaba dispuesto a darme
nada más que una noche? ¿Quién era la persona en la que me estaba
convirtiendo?
Había crecido rodeada de relaciones inestables. Había visto a mi abuelo
tomar y aprovecharse de mi abuela. Había visto a mi padre secar a mi
madre. Y, aun así, de alguna manera, me encontré en la misma posición.
Era como si las mujeres de mi familia estuvieran maldecidas con un
amor roto, un amor que dolía más de lo que sanaba.
Con cada empujón en mi interior, Landon tomaba un pedazo de mi
alma. Con cada beso profundo y apasionado me robaba una parte de mí. Me
estaba desmoronando por un chico que ni siquiera iba a estar cerca para
guardar mis pedazos destrozados.
No podía respirar cuando el pánico en mi pecho comenzó a subir cada
vez que sus dedos rozaban mi piel, cada vez que su lengua se deslizaba
contra mi núcleo, cada vez que su dureza se deslizaba en mi interior.
Nos acostamos en la cama teniendo sexo, y era lo suficientemente sabia
para no confundirlo con hacer el amor. El amor no era así. El amor no dolía.
Al menos no debía doler.
Cerré los ojos cuando las lágrimas empezaron a caer por mis mejillas.
Giré la cabeza mientras Landon me subía las manos sobre la cabeza. Mis
sollozos aumentaron más y más, haciendo que abriera los ojos y me mirara.
Realmente me mirara. Me imaginé que era la primera vez que me miraba
desde que llegó a mi casa.
Sus movimientos se detuvieron mientras se cernía sobre mi cuerpo.
—Estás llorando.
—Me estás haciendo daño.
Salió de mí y se sentó. Levantó una ceja.
—Puedo ir más despacio.
Sacudí la cabeza y me senté yo también.
—No, me haces daño, Landon —dije una vez más, esta vez poniendo mi
mano sobre mi pecho—. Me haces daño cada vez que vienes aquí y luego
desapareces. —Coloqué la sábana sobre mi cuerpo expuesto mientras
descubría más y más de mi corazón dañado—. Cada vez que vienes me
siento entera durante una fracción de segundo. Luego te vas, y te llevas
pedazos de mí contigo. Me estoy desmoronando esperando el día en que
digas que estás listo para esto, para mí, para nosotros, y no me refiero solo
a mi cuerpo. Me refiero a mi corazón y mi alma. Cada día que pasa me siento
más como una tonta.
Agarró el borde del colchón y bajó la cabeza.
—Las cosas han sido una locura en Los Ángeles... He estado tratando
de trabajar en mí mismo, y es difícil, Shay.
—Lo entiendo, de verdad. ¿Pero eso significa que no puedas ni siquiera
contactar conmigo ni llamarme? ¿O ponerme al día en algo? ¿Nada? ¿Todo
lo que obtengo es a ti cuando estás en tu peor momento?
—Shay...
—Me haces sentir como una puta —susurré, y las palabras se
deslizaron de mi lengua—. Algo que puedes usar y luego tirar a un lado
cuando termines. Puedes ponerte de pie y marcharte sin que nada te haga
daño.
Hizo una mueca y se rozó con la mano la nuca mientras su bíceps
tomaba forma.
—No quiero hacerte daño. No quiero hacerte daño nunca.
—Que no quieras hacerlo no significa que el dolor no exista. —Me
acerqué a él y puse sus manos sobre las mías. Mi corazón se aceleró cuando
me incliné y puse mi frente contra la suya—. Dime. —Suspiré, cerrando los
ojos—. Dime que estás listo para dejarme volver a acercarme a ti
emocionalmente. Dime que me amas. Dime que te quedarás. Dime que no
estoy haciendo el ridículo esperando a un chico que ya no me espera a mí.
Dime que es nuestro momento.
Mi corazón palpitaba salvajemente en mi pecho.
Un latido, dos latidos, tres latidos, cuatro...
Entonces me paralizó.
—No puedo decir eso.
—¿No puedes o no quieres?
Su silencio era dolorosamente fuerte.
Dejé caer sus manos y me alejé unos centímetros de él. Tenía los ojos
llenos de emoción, vidriosos como si estuviera sosteniendo algo dentro de sí
mismo. Como si tuviera mucho que decir, pero aun así no hubo palabras.
—Te esperé —susurré, sacudiendo la cabeza con incredulidad—. Te
esperé. Mantuve esto entre nosotros por tanto tiempo porque te amo,
Landon, pero claramente ahora esto es solo una cuestión de sexo para ti.
—No es así, Shay. No lo he pensado bien. En el momento en que te vi
solo quería estar cerca de ti, quería abrazarte y sentir que todo estaba bien.
No sabes lo que es estar en el centro de atención ahora mientras tratas de
entender tu propio cerebro desordenado. Ha sido difícil últimamente.
—¿Cómo es?
Otra vez, silencio.
Bajó la cabeza y no dijo ni una palabra más.
Vaya. ¿Cuándo ocurrió eso? ¿Cuándo había dejado de abrirse a mí?
Esto no era lo que habíamos sido. No era la historia de amor que habíamos
creado. Era un amor completamente diferente y retorcido que ya no
reconocía.
No podía hacerlo más. No podía sostenerlo porque estuviera roto. No
podía proteger su corazón mientras le daba la libertad de aplastar el mío.
No podía salvarlo mientras me entregaba.
Me negaba a ser su sacrificio cuando se negó a dejarme entrar.
—Tienes que irte —susurré, con las palabras ardiendo mientras las
apartaba de mis labios.
—Shay... —Suspiró y se pasó las manos por su melena salvaje.
—No digas mi nombre si no hay verdades después.
Más silencio.
Se levantó y comenzó a vestirse.
Me ardían las lágrimas en el fondo de los ojos mientras estudiaba su
cuerpo, inclinándose para subirse los vaqueros. Sin embargo, no lloré. No le
daría la satisfacción de ver cómo me hacía daño. No le daría el placer de
saber el efecto que tenía en mi alma.
No le daría más de mis lágrimas.
Ya había llorado bastante por el chico que no estaba listo para mí, que
obviamente nunca estaría listo para esto, para nosotros... para la historia
de amor que podríamos haber contado.
—Di que se acabó —dije, manteniéndome derecha a pesar de que mi
cuerpo quería desmoronarse.
—¿Qué?
—Quiero que digas que hemos terminado. No quiero creer que vas a
aparecer aquí de nuevo. No quiero pensar que todavía puede haber una
oportunidad para que resolvamos esto. Así que dilo. Di que se acabó. Di que
hemos terminado.
La comisura de su boca se movió, y dudó durante una fracción de
segundo. Ni siquiera tuvo el valor de mirarme a los ojos.
—Hemos terminado, Shay, tú y yo. Sea lo que sea esto, se acabó.
A pesar de que le dije que me dijera esas palabras, me atravesaron
mientras las decía.
Eso era todo. Habíamos terminado. Landon y Shay habían terminado
oficialmente.
Antes de irse, me miró. Sus ojos azules eran pesados, y parecía
agotado. Había algo allí, algo que me daba miedo que se comiera su espíritu,
y todo lo que quería hacer era abrazarlo. Quería acercarlo a mí y decirle que
todo iba a estar bien, pero no podía.
Habíamos terminado, y ya no era mío para poder abrazarlo.
Además, no me habría dejado.
—Te amo —confesó, y sus palabras me robaron el aliento—. Te amo
muchísimo, Shay, y siento mucho estar tan mal. Ojalá hubiera podido ser
lo que querías, lo que necesitabas, lo que te merecías, pero no puedo
hacerlo. Espero que tengas todas las mejores cosas de este mundo para ti.
Espero que consigas todo lo que siempre has deseado. Te amo más de lo que
nunca he amado nada en este maldito mundo, y lo siento. Siento muchísimo
haberte hecho daño —dijo. Las lágrimas rodaron por sus mejillas al salir por
la puerta principal. Tenía los hombros encorvados hacia adelante, y las
manos metidas profundamente en sus bolsillos.
Oh, Landon.
Me dolía el pecho por el arrepentimiento, la preocupación y el amor.
¿No lo sabía? ¿No podía verlo? Lo único que deseaba era que volviera a
mí. Él era mis sueños, mis esperanzas, mis deseos y mis oraciones, y ahora
me dejaba y yo lo dejaba ir.
Se fue esa noche y yo me quedé en la cama, sin poder descansar. Los
días siguientes pasaron lentamente, y el nudo en mi estómago no
desapareció. No podía sacarlo de mi mente. No podía concentrarme en la
escuela, en comer, en nada más que en la parte vacía de mi corazón que
quedó después de que Landon se fuera.
Hubo muchos momentos en los que sentí como si hubiera cometido un
error, como si me hubiera equivocado al alejarlo. Sabía cómo sus demonios
lo devoraban cada noche. ¿Quién era yo para intentar acelerar su curación?
Además, le dije que se tomara su tiempo. Peor aún, le dije que no se
apresurara. Sin embargo allí estaba, con las voces de mis propias dudas y
las de los demás gritando dentro de mi cabeza, diciéndole a Landon que se
diera prisa y que averiguara cómo amarme y abrirse a mí.
Había cometido un error, un error enorme y duro que me dejó
anhelando al chico roto que amaba.
Lo amaba.
Ni siquiera se lo había dicho antes de que se fuera. Cuando me dijo que
me amaba, yo no le dije que lo amaba dos veces. Esa fue la peor parte,
pensar que se había ido sin saber que lo amaba más de lo que jamás había
amado a otro.
Cada vez que mi teléfono sonaba, estúpidamente esperaba que fuera
Landon, escribiéndome para explicarme las cosas, escribiéndome para
aclarar mi confusa mente. Cuando no veía su nombre, suspiraba.
Abrí el mensaje de todos modos, viendo que era un mensaje grupal
entre Tracey, Raine y yo.
Tracey: ¡¿Qué coño?! Qué jodido imbécil. Te dije que esto era algo.
Mi corazón empezó a latir cuando vi que había adjuntado un enlace a
un artículo. Lo abrí y leí el titular una y otra vez.

ALERTA DE NUEVA PAREJA: La actriz Sarah Sims, ganadora de un


Oscar, ha sido vista con el nuevo chico en el mercado, el prometedor
actor Landon Pace.

¿QUÉ? No podía ser. Eso no era posible.


Clickbait2. Tenía que ser clickbait, no había otra opción.
Sarah Sims era una de las más bellas e impresionantes actrices de la
industria en ese momento. Lo consiguió todo, y tenía suficientes premios
para demostrarlo. Ella era todo lo que yo quería ser y todo lo que no era. Yo
era su mayor fan. Él sabía que era su mayor fan. No me haría eso.
El artículo explicaba cómo los dos habían estado trabajando en la
promoción de su película y se les había visto ponerse cómodos fuera de las
entrevistas. Eso no podía ser. No había forma de que Landon se acostara
con una mujer tan pronto después de que nos separáramos. No habían
pasado ni dos semanas. No había manera de que hiciera tal cosa, no había
manera de que se acercara a alguien más mientras me dejaba a mí.
Luego vinieron las fotos.
Fotos de Landon y la maldita Sarah Sims acurrucados. Fotos de ellos
almorzando juntos. Fotografías de sus brazos rodeándolo. Sus labios
besándole las mejillas. Su sonrisa.
Su sonrisa.
Oh, Dios mío, él ya nunca venía a mí con sus sonrisas, solo con su
oscuridad. Pero con ella irradiaba de oreja a oreja su emoción. Había tanta
luz en sus ojos que me dio ganas de llorar. Y gritar. Y destrozar.
Entonces la última fotografía fue su beso.

2
Clickbait: traducido al español como «ciberanzuelo», «cibercebo» o «anzuelo de clics», es
un neologismo en inglés usado de forma peyorativa para describir a los contenidos en
Internet que apuntan a generar ingresos publicitarios usando titulares maneras
sensacionalistas y engañosas para atraer la mayor cantidad de clics posibles.
Su. Beso.
Ellos. ¡BESÁNDOSE!
Los labios de él contra los de ella. Los labios de ella contra los de él.
Eran perfectos juntos, como si fueran un rompecabezas con piezas
iguales perfectamente cortadas, encajando de una manera en la que yo solo
soñaba con encajar al lado de Landon.
Iba a vomitar.
Tracey: Te dije que estabas perdiendo el tiempo con ese perdedor.
Ahí estaba, el "te lo dije" que Tracey había estado esperando decirme
durante años. Raine me envió un mensaje por separado, fuera del grupo.
Raine: ¿Estás bien?
Raine: Voy de regreso a nuestra casa.
Esa noche sollocé en los brazos de Raine, sintiéndome humillada, triste
y furiosa. Me dolía el corazón mientras lloraba, mis palabras eran inaudibles
entre mi hipo. Me tranquilizó, me acunó en sus brazos mientras me
desmoronaba por un chico que me había traicionado de la forma más
dolorosa. Ni una sola vez esa noche Raine me regañó por llorar por un chico
como él. Ni una sola vez dijo que me lo había dicho, como lo había hecho
Tracey. Simplemente sostuvo mis pedazos rotos en sus manos y me dijo que
dejara salir mis emociones.
M
e estás haciendo daño.
No había dejado de repetir esas palabras en mi cabeza
desde que Shay las dijo.
Eran un bucle sin fin en mi mente. La única persona
a la que no debía herir sufría por mi culpa, y sabía que tenía que arreglarlo.
Volví a Illinois unas semanas después de que el humo se despejara de
mi infierno personal. Quería ver a Shay y explicárselo todo. Se merecía eso,
al menos. Se merecía una razón de por qué yo era como era, y cómo todo se
desmoronó para mí en los últimos meses.
—Maldito idiota —me dije. Debí haberle dicho lo que estaba pasando.
Debí haberme abierto, porque sabía que ella probablemente sería capaz de
calmar mi locura, pero una parte de mí no creía que mereciera ser curado.
A pesar de que luchaba contra ello cada día, mi depresión estaba
empezando a paralizarme de nuevo. Después de estar bien durante tanto
tiempo era como si la muerte de mi padre actuara como un ancla, me
lanzara al aire y me quedara atrapado en las redes de la desesperación,
incapaz de liberarme. Traté de ignorarla. Fingí que no existía, pero eso
pareció empeorarla. A veces no podía huir de la depresión, había que
enfrentarla de frente, y cuando me giraba para mirarla a los ojos casi me
mataba.
El único momento en que me sentía seguro cayendo en pedazos era
cuando estaba en los brazos de Shay. Era como mi refugio seguro. Un lugar
en el que podía estar dañado y roto. Ella era mi cielo y yo su infierno.
Volví a casa de Shay para hablar con ella. Cuando estacioné el auto,
me acerqué a su puerta con un patético ramo de caramelos Laffy Taffys y
M&M's de maní, junto con nuestro cuaderno. Justo antes de que estuviera
a punto de llamar, escuché risas desde el interior. Miré por la ventana y vi
a Shay echando la cabeza hacia atrás entre risas, tan feliz como siempre, y
a su lado había un tipo riéndose con ella. Un maldito tipo con su mano
contra su muslo. Un maldito tipo que la hacía reír. ¿Quién coño era ese tipo?
Mi sangre empezó a hervir de rabia al verle tocar sus piernas. ¿Quién
diablos se creía que era? Fui a irrumpir en una casa cuando una voz me
detuvo.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Me di la vuelta para ver a Tracey allí de pie con su mochila. Parecía
sorprendida de verme.
Me alejé un paso de la puerta principal.
—Hola, Tracey.
—No me digas “Hola Tracey”, Landon. ¿Qué diablos haces aquí? —gritó,
con los ojos ardiendo de rabia. Su mirada se dirigió hacia la ventana donde
Shay y ese maldito tipo seguían charlando—. Tienes que irte, Landon. Tienes
que dejarla en paz y dejar que siga adelante con esa mierda que le hiciste.
—Tracey…
—No. Lo digo en serio. No sabes por lo que ha pasado. No sabes cuántas
noches ha pasado llorando hasta dormirse porque tú la abandonaste. No
sabes cuántas veces Raine y yo hemos tenido que consolarla por ti. Quiero
decir, honestamente, Landon. ¡¿Qué coño pasa?! Ella pasó por un infierno
para cuidarte, ¿y así es como se lo pagas? ¿Todos estos años estuvo
defendiéndote y te apoyó, y tú decides que está bien destruirla así?
Hice una mueca.
—Lo sé. Me equivoqué.
—Es más que equivocarte. Arruinaste lo mejor que te pasó. Ahora vete.
Miré una vez más hacia Shay y ese maldito tipo, y luego bajé la cabeza.
—No puedo irme sin explicarle las cosas.
—No necesita una explicación ni tus tontas excusas. Necesita seguir
adelante, y eso es lo que está haciendo.
—¿Con ese tipo? —resoplé, molesto, dolido, triste. Mayormente triste.
Muy triste, joder. Mi corazón cicatrizado se desangraba, y no sabía cómo
detenerlo.
—Sí. Jason es genial para ella. Tienen mucho en común y han sido
amigos durante mucho tiempo.
—Nunca mencionó a un Jason —dije, con celos a fuego lento en la boca
de mi estómago.
—Probablemente porque te seguía esperando. Pero mírala ahora. —
Tracey hizo un gesto hacia la ventana—. Ya no está esperando. Déjala ir. Se
merece más que tú.
No se equivocaba, pero aun así. Después de todo lo que habíamos
pasado, no podía irme sin decirle a Shay lo que sentía. No podía irme sin
hacerle saber el infierno por el que había pasado.
—Tracey, por favor. Solo déjame hablar con ella.
—¿Y decirle qué? ¿Que has tenido problemas? ¿Que has perdido el
camino? ¿Que, una vez más, la has decepcionado? Vamos, Landon. Esto es
lo que haces. Te desmoronas y esperas que ella te espere para sostenerte. Y
sabes que lo hará, pero eso no es justo. ¿Realmente quieres que recoja tus
pedazos rotos durante el resto de su vida? ¿Quieres que lleve esa carga?
Dale la oportunidad de perder el dramatismo de ustedes dos. Dale la
oportunidad de ser realmente feliz.
—¿Crees que ese tipo puede hacerla feliz?
—No lo sé —respondió honestamente—, pero es seguro que no la
pondrá tan triste como tú.
Odiaba que tuviera razón. No estaba estable y no lo había estado en
mucho tiempo. Shay había esperado a que volviera con ella, completamente
listo para comprometerme con ella, con nosotros, pero como siempre
terminé dejándola maltratada y con moretones.
Hería a la gente que amaba.
Y mi padre tenía razón. Sabía que la tenía simplemente al ver a Shay
moviéndose en la sala con ese maldito tipo. Me dijo que a la gente no le
importaría mi triste historia para siempre, y que tendría una fecha de
caducidad.
Se acabó el tiempo.
—¿Puedes decirle que la amo? —pregunté, sintiéndome como un
maldito tonto por pensar que merecía una oportunidad de hablar con Shay.
—No, no lo haré. Eso no lo hará más fácil, Landon. Tienes que
ignorarla. Desaparecer.
—Solo dale este cuaderno. Entonces tal vez pueda entender lo que
estaba pasando —casi supliqué, sosteniéndolo hacia Tracey.
Ella resopló.
—No, déjalo.
Dijo que lo dejara como si alejarme del amor de mi vida fuera la cosa
más fácil del mundo.
Me senté frente a la doctora Smith, sintiendo como si hubiera tocado
la etapa final del fondo. La parte donde todo lo que podías hacer era
levantarte y comenzar de nuevo.
Me crucé de brazos, sintiéndome un poco como una mierda por la
forma en que abandoné nuestras sesiones hacía unos meses.
—Me preguntaba si podíamos volver a poner las cosas en marcha para
que pudiera volver a ponerme en pie. Yo, eh, me he desviado un poco del
camino, y no estoy seguro de cómo mantenerme en pie por mi cuenta.
Además, me apoyé en la gente equivocada y los lastimé en el camino, y no
quiero volver a hacerlo. Quiero mejorar y aprender a apoyarme en mí mismo.
Sonrió y asintió.
—Estoy orgullosa de ti, sabes.
—¿Por qué?
—Por ser lo suficientemente valiente para empezar de nuevo. Entonces,
¿por dónde empezamos hoy? ¿Qué caja quieres desempacar primero? Estoy
segura de que te han pasado muchas cosas en los últimos meses.
Empecemos por el punto de partida.
—Bueno... —Respiré profundamente y sacudí la cabeza ligeramente—.
Podemos empezar con la sobredosis.
U
na vez me enamoré de un chico.
Un hermoso y roto chico que tenía su propio mundo de
problemas.
Hacía años Landon Harrison había prometido volver a mí
cuando se encontrara a sí mismo. Hacía años dijo que encontraría el camino
de vuelta a mis latidos. ¿El problema de hacer ese tipo de promesas en tu
juventud? No hay suficiente pegamento en la historia de amor para que se
pegue de verdad.
Los dos éramos jóvenes, ingenuos, niños rotos. ¿Qué sabíamos del
amor? ¿Qué sabíamos sobre los verdaderos sentimientos? ¿Qué sabíamos
sobre cómo hacer que las cosas funcionaran?
En los libros de cuentos cuando un hombre le hacía una promesa a
una mujer siempre volvía. Llegaba con un gran gesto y arreglaba el desastre
con el que la había dejado. Confesaba que los últimos años de su vida
habían estado llenos de problemas y dificultades, y no dejaba de hablar de
que su amor era lo único que le permitía respirar.
Durante un tiempo pensé que eso era lo que iba a suceder. Durante
mucho tiempo me senté a esperar el gran gesto, esperando que Landon
viniera corriendo con un caballo blanco, diciéndome todas las palabras que
quería oír. Me había echado de menos. Había arreglado sus latidos rotos.
Estaba listo para que nuestra historia de amor tuviera su felices para
siempre.
Pero eso nunca me pasó.
Los años pasaron y Landon nunca miró atrás. Y sabía que se había
encontrado a sí mismo, porque estaba por todo Internet, en vallas
publicitarias, llenando la gran pantalla. Ya no era más Landon Harrison, el
chico al que una vez amé, sino que se convirtió en Landon Pace, el chico de
oro de Hollywood. Vi sus sonrisas con Jimmy Fallon. Lo vi sonreír de oreja
a oreja en las alfombras rojas. Lo vi florecer hasta ser el hombre que siempre
supe que era capaz de ser. Floreció y floreció como las peonías en primavera
y olvidó completamente que yo había existido.
Landon se convirtió en una mega estrella en Hollywood, y tuve el
privilegio de verlo ganar una y otra vez desde la distancia. Era el Brad Pitt
de hoy en día, y yo era la espeluznante exnovia que acechaba su Instagram,
siguiendo historias en TMZ sobre con quién se acostaba, a qué fiesta asistía
y qué yate se llevaba para su fiesta de cumpleaños anual.
Pasó su cumpleaños en un yate con docenas de supermodelos. Si eso
no era un golpe a mi ego no estaba segura de lo que sería. Durante un breve
tiempo, esos cumpleaños habían sido míos. Sus manos habían descansado
contra las mías.
Él había sido mío.
Aunque solo fuera durante un pequeño momento.
Además de verlo triunfar a distancia, también vi cómo sus relaciones
se propagaban como un incendio forestal. Landon era un seductor en serie
que hacía que Leonardo DiCaprio pareciera un hombre de familia con los
pies en la tierra. Me sorprendió un poco que no hubiera encontrado el
camino de regreso a mí, porque prácticamente encontró el camino hacia
todas las demás mujeres solteras del planeta.
Quiero decir, honestamente, ¿cómo podría seguir y encontrarse a sí
mismo y olvidarse alguna vez de, oh, no sé, agradecerle a la única chica que
lo empujó a hacer exactamente eso? ¿Cómo pudo seguir adelante tan rápido
con estrellas de cine como Sarah Sims y ni siquiera ofrecer una disculpa?
¿Cómo pudo irse y nunca mirar atrás?
Si no fuera por mí, nunca habría estado interesado en actuar en primer
lugar. Si no fuera por mí, nunca habría sabido cómo era un guion. Le abrí
esas puertas y caminó directamente hacia ellas sin mirarme a mí ni una
fracción de segundo.
Mientras él vivía en la tierra de La-Land, yo recibía cartas de rechazo a
diestra y siniestra, luchando por encontrar una forma de hacer realidad mis
sueños. Luego estaba el dulce viejo Landon, comiendo filete con La Roca,
probablemente incluso llamándolo Dwayne como si tuvieran una verdadera
amistad, mientras yo trataba de averiguar cómo no comer ramen tres veces
a la semana.
La vida no era justa.
Él estaba viviendo el sueño que me había propuesto alcanzar,
acostándose con ganadoras del EGOT, y yo estaba luchando para pagar mis
préstamos estudiantiles para un título de artes creativas que nunca usé.
Cada vez que aparecía en la televisión, en las redes sociales o durante
los preestrenos en el cine, una parte de mi alma ardía de pura rabia. Volvía
a lo esencial con mis sentimientos hacia Landon, a los días antes de que
nuestra estúpida apuesta del instituto echara raíces, volviendo a que él era
Satán, nada más y nada menos.
Una vez le dije a unos compañeros de trabajo de cafetería en la que
trabajaba que Landon y yo salimos, y se rieron en mi cara.
—Claro, y yo salí con Rihanna. —Mi gerente Brady se rio—. Oh, Shay.
Tú y tu humor.
Nunca más lo mencioné, ni a él. Pasé mis veintes siendo una completa
idiota, pensando que había una posibilidad de que Landon volviera a mí. Me
rehusaba a hacer lo mismo con mis treinta.
Mi adolescencia y mis veintes habían sido una época de estúpidos
errores amorosos.
El resto de mi vida la pasaría descubriendo el amor propio.
En el pasado creí en los cuentos de hadas. Creía que el verdadero amor
lo conquistaba todo, pero ahora era lo suficientemente mayor como para ser
más sabia. La única historia de amor que importaba era la que vivía conmigo
misma. Si yo estaba enamorada de mí, no importaba si algún hombre lo
sentía él también. Mi amor tenía que ser suficiente para mantenerme
caliente por la noche. Así que empecé a enamorarme de nuevo: de mí, de mi
vida, de mis sueños.
Me decía día tras día que estaría preparada si llegaba el momento de
que Landon y yo nos volviéramos a cruzar, pero sabía que era imposible
estar preparada para un día así. No después de lo que habíamos compartido.
No después de lo que fuimos. El tiempo que pasamos juntos fue como una
hoja que se aleja flotando por la brisa sin sentido de dirección o destino,
pero nuestro amor fue real aunque solo existiera por momentos. Los
primeros amores eran diferentes. Nunca veías las llamas llegar antes de que
fuera demasiado tarde, y te quemabas.
No creía que alguna vez te alejaras de tu primer amor. Simplemente le
permitías vivir en un pequeño rincón de tu corazón, ocupando el primer
lugar en tu alma.
Sabía que, después de amar a Landon, no sería capaz de volver a dar
mi amor completamente de nuevo. Mi corazón se congeló después de que
me dejara.
Habría hecho falta un milagro para que algún día se descongelara, y ya
no creía en los milagros.
—S
erá mejor que termines lo que estés escribiendo,
porque estamos a punto de llegar al edificio —dijo
Willow, echando un vistazo a mi dirección antes de
devolver la mirada a su teléfono.
Miré hacia mi cuaderno e hice una mueca. Las palabras no fluían muy
fácilmente esta tarde.
Todos los días escribía una sola carta.
Cientos de palabras anotadas en un papel rayado. Diferentes colores
de tinta, diferentes trazos, diferentes formas de expresar mi amor.
Algunas eran cortas mientras que otras no paraban en páginas y
páginas. Compartía partes de mí en los cuadernos, sangrando con cada
sentimiento que sentía a través de la tinta de la pluma. Llevaba escribiendo
cartas unos años. Nunca pensé que sería el tipo de persona que escribía
cartas de amor a nadie, pero fue algo que se convirtió en un elemento básico
de mi vida.
Cada carta goteaba verdad, algo que faltaba mucho en mi vida
cotidiana. No era un secreto que, si no fuera por Shay Gable, nunca habría
tomado un bolígrafo para expresarme.
Ahora me resultaba tan natural como ducharme y cepillarme los
dientes.
Nunca supe que las palabras podían curar hasta que tomé un bolígrafo
y me desangré.
—¿Estás listo? —preguntó Willow , mirando hacia mí durante una
fracción de segundo antes de mirar su teléfono y escribir, probablemente
lidiando con el desastre que era mi bandeja de entrada. Willow había sido
mi asistente durante los últimos años, y sin sus habilidades nunca habría
llegado a una audición, proyección o entrevista. En general, dirigía mi vida
de arriba a abajo.
Estábamos sentados en un auto negro fuera de The Tonight Show, y
estaba tratando de prepararme para el caos cuando abrí la puerta y salí del
vehículo. Llevaba más de diez años haciendo esto de la fama, y aun así no
me había acostumbrado. No estaba acostumbrado a caminar por la calle y
escuchar a la gente gritar mi nombre. No estaba acostumbrado a que la
gente me esperara en los lugares solo para poder verme. No estaba
acostumbrado a que la gente se preocupara por mi existencia.
Bueno, sobre mi existencia inventada, al menos.
Se preocupaban por mi personaje: Landon Pace, el chico de oro de
Hollywood.
No les podría haber importado menos el verdadero Landon Harrison.
Aun así, me sentía agradecido.
Tenía fans que habían esperado bajo las condiciones climáticas más
extremas a lo largo de los años solo para tomarse una foto rápida conmigo.
Si eso no era humillante no sabía qué lo era. No cambiaba el hecho de que
tenía que esforzarme para salir del vehículo cada jodida vez que salía,
porque una vez que salía comenzaba el espectáculo. Sonreía, era encantador
y todo lo que soñaban que sería y más. Les daba a mis fans todo lo que
tengo, y luego me iba a casa y me quedaba con mi perro.
Respiré profundamente, cerrando mi cuaderno. Buscando en mi
bolsillo, saqué una cereza Jolly Rancher y me la metí en la boca.
—Listo.
—Bien. Me aseguraré de tomar algunas fotos de ti interactuando con
los fans. —Willow acercó su cuerpo a la puerta y agarró la manija—. Vamos.
En el segundo en que la abrió, liberé mi aliento y encendí el encanto.
Salí del auto al sonido de los chillidos y las aclamaciones, todos para mí. No
era que mi sonrisa fuera falsa. Era genuina de principio a fin, pero estaba
cansado. Llevaba cansado tanto tiempo que no estaba seguro de sentirme
despierto.
Mi carrera me curó y me drenó de muchas maneras.
Entonces miré a mi izquierda y vi a un niño pequeño con un disfraz de
superhéroe, vestido como uno de mis personajes, y no pude evitar sentirme
feliz. Eso era por lo que seguía haciendo lo que hacía. Por eso me presentaba
día tras día: para los fans, tanto viejos como jóvenes, que seguían
presentándose para mí.
Tomé tantas fotografías y firmé tantos autógrafos como pude antes de
que Willow les dijera a todos que tenía que irme. Me llevó al edificio y, en el
momento en que la puerta se cerró detrás de mí, relajé la cara.
—No entiendo por qué están tan obsesionados contigo —comentó
Willow, tocando su teléfono—. Es como si no supieran que tomas enormes
cantidades de basura después de comer comida china.
Me reí entre dientes.
—Creo que creen que cago oro.
—Basándome en los olores, es más probable que estés cagando
estiércol. —Una cosa que me gustaba de mi asistente era el hecho de que
nunca me hiciera la pelota. Era tan real como podía ser y, teniendo la carrera
que tenía, encontrar gente genuina era un regalo.
Después de que me llevaran a mi camerino, encontré a mi estilista
esperando con mis opciones de ropa para la entrevista de esa tarde.
—No has estado durmiendo —dijo mamá, mirándome desde el carrito
de ropa en el que estaba hurgando. Se acercó a mí y tiró de mis mejillas,
examinando mi agotamiento—. Podemos cancelar el programa de esta noche
si estás demasiado agotado.
Me reí.
—No vamos a cancelar lo de Jimmy Fallon, mamá. Estoy bien. Dormiré
esta noche.
—Dijiste eso anoche —argumentó.
Me encantaba que mi madre trabajara para mí, de verdad. Ser capaz
de hacer que nuestros dos sueños se mezclaran era más que una bendición.
Y era buenísima en su trabajo, no era como si la contratara solo por ser mi
madre. Creía en sus habilidades y en su ojo para los detalles.
Pero, a veces, la madre dominante que había en ella tenía una mano
más pesada que el estilista.
—Me preocupa que te estés presionando demasiado, Land. Han sido
meses de viajes sin parar haciendo promociones en el extranjero, y luego
empiezas a filmar muy pronto. No puedo evitar preocuparme de que te vayas
a consumir.
Estaba en mis treintas, y mi madre todavía me cuidaba. Dudaba que
eso fuera a cambiar pronto. Además, tenía razón. Sentía que llegaba a mi
límite con ser abrumado. Estaba en mi punto de inflexión y necesitaba
hablar con mi representante, más temprano que tarde, sobre tomarme un
descanso.
Cuando pasaba demasiado tiempo sin descansos mi mente volvía a sus
viejos hábitos. Mi terapeuta, la doctora Smith, decía que una clave para
aprender a vivir con mi ansiedad y mi depresión era detectar los factores
desencadenantes. Si conocía la mecánica de mi cabeza sería más capaz de
dirigir el barco hacia mares más tranquilos. Si ignoraba mis
desencadenantes terminaría naufragando.
Después de años de prueba y error, comencé a aprender a navegar,
pero aun así mi barco se balanceaba de vez en cuando debido a las duras
condiciones climáticas. Necesitaba un descanso, y quizás pronto podría
conseguirlo.
Me encogí de hombros ante sus comentarios y asentí hacia los estantes.
—¿En qué estamos pensando hoy? —pregunté, cambiando la
conversación.
Mamá me frunció el ceño, la preocupación persistía en sus ojos, pero
me permitió redirigir el enfoque.
—Estaba pensando en estos pantalones de terciopelo con un top negro
liso y ajustado.
—¿Terciopelo? Pica —comenté.
—Hace que las chicas se animen —corrigió—. Y, ya que estás
promocionando una comedia romántica esta vez, estamos haciendo que las
chicas se animen por ti. Eres un rompecorazones para ellas, Landon.
Necesitas hacer ese papel. Además, los pantalones harán que tu trasero
resalte.
—Oh, Dios. Por favor, nunca hables de mi trasero, madre.
—¿Por qué no? —Sonrió de oreja a oreja—. Después de todo, obtuviste
tus mejores atributos de mí.
—Voy a fingir que esta conversación nunca ocurrió.
Tomó las perchas del estante y me las entregó.
—Haz lo que dice tu madre. Pantalones de terciopelo.
Hice lo que dijo porque mamá sabía lo que era mejor.
La entrevista fue la quinta del día y, cuando terminó, me dirigí
directamente a casa para pasar la noche. Lo que más me gustaba hacer
después de un largo día de entrevistas era ir a casa, tirarme en el sofá con
mi perro y pensar en todas las cosas estúpidas que podía haber dicho.
La forma en que decías algo durante las entrevistas podía ser
completamente malentendida, haciéndome tener los casos más graves de
ansiedad. Podías parecer un idiota cuando pensaste que estabas haciendo
una broma tonta. Podías parecer un imbécil cuando malinterpretabas algo
que el anfitrión te preguntaba.
Fui bendecido con una mente hiperactiva. Pensaba demasiado, joder.
La mitad de las cosas que salían mal en mi cabeza nadie más lo notaba.
¿Pero yo? Me rompía cada segundo de cada día, porque no sabía cómo
apagar esa parte de mi cerebro.
Estaba seguro de que ese proceso de pensar demasiado era súper
saludable y súper útil.
Después de un tiempo moví mis pensamientos a otra cosa porque
encontrar los defectos en mis actuaciones era dolorosamente agotador.
Greyson me había llamado a principios de esa semana para ponerme al día
sobre la fiesta de lanzamiento del whisky, que iba a patrocinar para él, y me
sentí bien al hablar con él.
En los últimos meses Greyson había pasado por algunas de sus propias
guerras infernales, y fue solo recientemente que comenzó a llamarme él en
lugar de que yo lo llamara día tras día, todo por una niñera llamada Eleanor.
Desde que regresó a la vida de Greyson, se estaba convirtiendo más y
más en la persona que sabía que tenía en lo profundo de su ser. Se estaba
despertando de la peor pesadilla porque esa mujer se encontraba dispuesta
a ser paciente con lo roto que estaba.
La última vez que hablé con Greyson se aseguró de señalar que Shay
vendría al lanzamiento de whisky con Eleanor, ya que eran primas.
Me habría gustado decir que no había pensado en ella en los últimos
años, pero habría sido una mentira descarada.
Cuando pensaba en los momentos decisivos de mi vida, Shay se hallaba
en lo más alto de mi lista. Era la primera y casi la única persona que había
sido capaz de despertarme de mi profundo sueño. Antes de ella había
luchado mucho con quién era, con mi valor, con el motivo por el que había
sido traído a este mundo. Después de unos meses con ella, me había
ayudado a ver más claro.
Me abrió los ojos a las posibilidades y me hizo soñar con un futuro, un
futuro que una vez pensé que nunca llegaría a experimentar, un futuro que
casi me perdí de vivir. Me había ido de su lado pensando que algún día me
encontraría a mí mismo, lo que me llevaría de vuelta a sus brazos. Pensé
que, con algo de práctica, descubriría los pedazos rotos de mí y sería
suficiente hombre para que ella los amara.
Resultó que esa mierda no era fácil, y a mí no se me daba muy bien el
auto descubrimiento.
Fracasé una y otra vez y, cuando los años pasaron, supe que ella estaría
mejor sin el desastre que habría dejado en su puerta. Seguí adelante,
sabiendo que ella estaría mejor si hiciera lo mismo. Hubo muchas veces que
quise volver con ella, pero sabía que no podía aparecer con mis pedazos
rotos esperando que me ayudara a curarlos. Sabía que estaba mejor sin el
desastre que habría dejado en su puerta.
Se trataba de no ser egoísta. Se trataba de no intentar apoyarme en ella
para mantenerme en pie. Se trataba de que quería más para Shay de lo que
jamás podría haberle dado. Ella quería todas las partes de mí, pero mi
corazón trabajaba en fases como la luna. Se movía cada pocas semanas, a
veces sintiéndose completamente lleno, y otras veces parecía una media
luna.
Aun así, cruzaba mi mente de vez en cuando. Ahora que Greyson me
había informado de que asistiría al lanzamiento del whisky el próximo fin de
semana, aparecía en mis pensamientos con mucha más regularidad.
¿Cómo era hoy en día?
¿Qué es lo que hacía?
¿Tenía los ojos tan marrones y llenos de esperanza como antes?
¿A quién amaba?
Esa pregunta pasaba por mí más que la mayoría. ¿A quién amaba
ahora, y quién la amaba a ella?
La mayoría de las mujeres con las que pasaba mi tiempo nunca se
quedaban conmigo. Era conocido por la rapidez con que salía con ellas
porque nunca me asentaba, siempre pasaba a la siguiente. La mayoría de
la gente probablemente pensara que era porque era una superestrella de
Hollywood que no tenía que sentar cabeza. Probablemente pensaran que
solo buscaba sexo, pero eso era mentira.
Buscaba cualquier cosa que tuviera un pequeño parecido con la
primera chica que me amó: al verdadero yo, al yo roto, al chico con cicatrices
que no sabía cómo amarse a sí mismo.
Buscaba partes de Shay en cada mujer que se cruzaba en mi camino,
pero nunca se acercaban a la forma en que ella encendía algo intenso en
todo mi ser.
Rookie se arrastró hasta mi regazo y comenzó a roncar con su pesada
respiración.
Después de que mi perro, Ham, falleciera hace años, me llevó un tiempo
considerar la posibilidad de conseguir otro compañero. Tal vez las personas
que no eran personas de perros nunca habrían entendido la angustia que
se produce cuando el perro de una persona muere, pero para mí fue como
perder a un mejor amigo. Ham había estado a mi lado durante los períodos
más duros de mi vida, tanto en mi juventud como en mi carrera. Perderlo
casi me mató a mí también.
Pospuse conseguir otro perro por mucho tiempo. Sentí como si de
alguna manera traicionara a Ham por seguir adelante, pero en el momento
en que vi a Rookie en el refugio supe que era el adecuado para mí. Orinó en
mis zapatos y todo. Desde entonces estábamos unidos por la cadera. Era un
pequeño caniche de juguete, un perro muy varonil, obviamente, y era
tratado como un rey de reyes. Al día siguiente, él y yo volveríamos a Chicago
para la fiesta de lanzamiento del whisky el fin de semana siguiente. Al día
siguiente estaría en la misma ciudad y respiraría el mismo aire que Shay.
Unos días después de eso estaríamos cara a cara.
Me senté allí en el silencio de mi ático de Nueva York, mirando fijamente
la oscuridad mientras cada recuerdo de Shay Gable volvía a mí. Los
reproduje en un bucle porque cada recuerdo merecía ser revivido.
M
i abuela siempre bromeaba con que los hombres buenos
existían, pero resultaba que todos vivían en la pantalla de
cine.
Normalmente me encantaban nuestras cenas de los
domingos, pero últimamente eran como el campo de batalla del amor, y
mima disparaba bombas tratando de diseccionar mi relación actual.
Mamá llegó tarde a la cena, otra vez, y eso dejó la conversación abierta
para que mima fuera la entrometida, preguntando sobre mi vida amorosa o
la falta de ella. Sam y yo llevábamos saliendo durante los últimos nueve
meses, y me encontraba en un cómodo estado de satisfacción con nuestra
situación, pero eso no parecía suficiente para complacer a mima.
Su asado favorito crujió cuando lo puso en la mesa del comedor.
Después de eso, sacó el puré de papas y la cazuela de frijoles verdes. Típico
de mima cocinar todo un festín para una simple cena de domingo para tres.
El vapor se elevaba de la comida, y los aromas de los alimentos
perfectamente cocinados llenaron el espacio mientras mi estómago vibraba
en anticipación.
—No entiendo por qué no lo hemos conocido si ustedes dos han estado
saliendo tanto tiempo —argumentó, dejando una ensalada mixta—. Ni
siquiera nos has dado un nombre.
—Te lo dije, mima... no quiero traerlo por aquí si no es serio. Además,
solo han pasado nueve meses.
—Eso es suficiente para saber si te gusta alguien. La gente tiene hijos
en nueve meses. Si son capaces de hornear un humano completo, tú
deberías ser capaz de decidirte por un hombre. Si no es serio a estas alturas,
no va a ser serio. Además... —Tomó una gran cucharada de su puré de
papas, demasiado para mí, pero definitivamente me lo comería todo, y lo
dejó caer en mi plato—. No creo que sea el indicado para ti.
Me reí.
—¿Cómo lo sabes? Apenas hablo de él.
—Exactamente. Si alguien es el indicado para ti, no puedes evitar
sentirte extasiada por ello. Quieres hablar de él todo el tiempo. Se derrama
de ti como la lava, calentándote desde las puntas de los dedos de los pies
hasta la cabeza... lo que me hace creer que no es el indicado. No hay pasión
detrás de esto.
—No tiene que haber pasión. Esto no es una película. Es la vida real.
—La vida real debería ser mejor que las películas.
Era extraño cómo mima creía tanto en el amor cuando el amor no había
sido lo mejor para ella. Incluso después de todo el dolor que había pasado
con mi abuelo, seguía creyendo en los felices para siempre.
Yo, por otro lado, luchaba con el concepto diariamente. Solo había
sentido ese amor que aplasta el alma una vez en mi vida, y había hecho
exactamente eso: aplastarme el alma. Estaba completamente de acuerdo
con flotar en el reino de gustar en vez de entregarme completamente a
alguien.
No todos los romances tenían que ser The Notebook.
Algunos podían ser una historia hecha para la televisión. Por ejemplo,
esas películas de Hallmark en las que dos personas se enamoran en tres
días y ningún alma es aplastada en la creación de su conexión. Esas
historias tenían algún atractivo. Eran más fáciles. Fluidas y cómodas.
Además, si la pareja se separaba después de los créditos, no era como si
alguien quedara destrozado. La chica probablemente volvería a trabajar en
la ciudad de Nueva York de nuevo, y el héroe comenzaría a vender más
árboles en el lote de árboles de Navidad de su padre hasta que otra chica de
la gran ciudad se cruzara en su camino al año siguiente.
—Tal vez esas cosas sean solo para los cuentos de hadas, mima. Tal
vez todo eso de los saltos de corazón y las flores sean solo para los libros de
cuentos.
—Oh, cariño. No puedes creer eso. Eres, después de todo, la que va a
romper la maldición de amor en esta familia.
Aquí vamos de nuevo.
La maldición de la familia Martínez.
Mi abuela creía firmemente que los cuentos de hadas aún existían en
la vida real, aunque nunca viviera para ver una relación verdaderamente
saludable dentro de nuestra familia. Mima creía en caballeros de armadura
brillante, princesas, compañeros divertidos, villanos y maldiciones mágicas.
Dios mío, creía en esas maldiciones. Estaba convencida de que nuestra
familia tenía muchas maldiciones generacionales que nos ensombrecían y
nos impedían lograr nuestra mayor historia de amor.
No hay mayor presión que la de una abuela que está convencida de que
eres la persona traída a este mundo para romper la maldición familiar
generacional que se le impuso a tu familia décadas atrás. Mima estaba
completamente convencida de que yo era quien terminaría con la sequía
amorosa de las Martínez.
No quería creer en sus locos discursos, pero juré que a veces tenían
algo de verdad. Las mujeres Martínez habíamos tenido un poco de mala
suerte en el departamento de romance durante años.
Podía oír a mi madre en mi oído en todo momento. Cada vez que me
decepcionaba el sexo opuesto, escuchaba sus susurros.
—Nunca hubo hombres buenos en nuestra historia familiar, mi amor. Las
mujeres estamos condenadas a amar a hijos de puta. Mi abuelo era un hijo
de puta. Tu abuelo era un hijo de puta, tu padre era un hijo de puta. Estamos
mejor solas.
Entonces, escuchaba a mima y su esperanza aparece.
—Rezo a Dios cada día para que seas tú quien acabe con esta maldición
que se nos ha impuesto a las mujeres Martínez. Eres nuestra salvadora.
De nuevo... sin presión.
A lo largo de los años, las tres damas nos habíamos vuelto más
cercanas que antes. Nos sosteníamos cada vez que la vida trataba de
derribarnos, lo que había hecho una y otra vez. Pero, con el amor de mi
madre y mi abuela, sabía que siempre superaríamos los días más oscuros.
Las tres éramos como una versión de bajo presupuesto de Jane the
Virgin, llenas de amor, luz, risas y apoyo. Las mujeres Martínez fueron
construidas para sobrevivir, incluso si estábamos maldecidas por el amor.
Yo era Jane, la chica que intentaba crearse una carrera de escritora, pero
no tenía a un Michael o Rafael peleando por mí ni mi amor.
En cambio, tenía a Sam. Dudaba que fuera alguien que iría a la guerra
por mí. No lo culpaba. Yo tampoco empuñaría una espada por él. No
teníamos ese tipo de relación. No habíamos necesitado ir a la guerra por
nuestra conexión.
Antes de que pudiera responder sobre la maldición del clan Martínez,
mamá entró corriendo por la puerta principal, tarareando fuerte y dando
vueltas.
—¡Estoy enamorada, estoy enamorada, y quiero que todo el mundo lo
sepa! —exclamó.
Sus palabras me confundieron. ¿Mi madre? ¿Enamorada?
¿Qué demonios…?
—¡Ves, esa es la clase de emoción que deberías tener por este chico
misterioso! —exclamó mima.
No es muy probable.
Mamá parecía feliz y luminosa, sonriendo de oreja a oreja. En cualquier
momento sería Tom Cruise, saltando en el sofá de mima sobre su aventura
amorosa.
—¿Sabes quién te emocionó? —me preguntó mima.
No digas Landon Harrison. No digas Landon Harrison...
—Landon Harrison. —Resplandecía con un brillo en los ojos. Si había
alguien a quien mima amaba casi tanto como a mí, era Landon. Desde el
primer día siempre fue su mayor fan. Pero, si había algo que mima se
tomaba en serio, era su lealtad. Cuando Landon y yo nos separamos, ella
cortó los lazos con él también, para mostrarme su amor y apoyo. Cuando se
trataba de elegir un bando, mi abuela siempre elegía el mío.
Aun así, eso no significaba que no mencionara ocasionalmente a
Landon y me recordara que era un chico maravilloso.
—La última vez que te oí sonar emocionada por una relación fue cuando
estabas viendo a ese increíble chico. Deberías llamarlo —ofreció mima.
—Ha pasado más de una década, mima. Definitivamente no tengo su
número —respondí.
—Es una lástima. —Hizo pucheros—. Eras muy feliz con él. —Era una
adolescente... ¿qué sabía yo sobre la verdadera felicidad?
—Hablando de felicidad... —Me aclaré la garganta—. Probablemente
deberíamos hablar del nuevo amor de mamá. —Necesitaba que la atención
pasara de mí a otra persona, y ¿quién mejor que el cachorro enfermo de
amor que era mi madre? Tal vez ella fuera la encargada de romper la
maldición de los Martínez, no yo.
—Sí. ¿Cuál es ese amor del que hablas tanto? —preguntó mima,
llenando un plato para mamá.
Mamá se dejó caer en su silla, todavía sonriendo de mejilla a mejilla.
—Acabo de rescatar un cachorro —dijo.
Bueno, eso tenía más sentido. Definitivamente era amor de cachorro.
—Lo recogeré de la Sociedad Humanitaria mañana y, Dios mío, lo
adoro. Quiero decir, ¡mira! —Sacó su teléfono y pasó una foto del perro más
adorable de todos los tiempos.
Mientras mima sostenía el teléfono en su mano, sacudió la cabeza.
—¿Quieres decirme que entraste en mi apartamento girando por un
perro?
—No es solo un perro, mamá —gritó mamá—. El perro. Se llama Bella,
y es la cosa más adorable del mundo.
—Oh, genial —se quejó mima, poniendo los ojos en blanco—. Otra
vagina en la familia.
Me reí un poco en voz baja.
—¿Qué pasa con ustedes, señoras? ¡Cuándo van a establecerse y traer
un hombre a cenar! Me estoy cansando de comer cada semana con ustedes
dos tontas. Y, además, ¡me estoy haciendo mayor y me gustaría tener una
nieta algún día!
—¿Qué pensaste que quería decir cuando dije que estaba enamorada?
—preguntó mamá—. ¿Que iba a traer a un tipo?
—¿Es eso tan loco? —preguntó mima.
—Um, un poco. No hay manera de que un chico sea más emocionante
que un cachorro. ¿Qué podría darme un chico que un cachorro no pueda?
Amor, comodidad, abrazos...
—Orgasmos —dijo mima, causando que escupiera mi vino sorprendida.
—¡Mima!
—¿Qué? Es verdad. Saliste a buscar un cachorro porque
probablemente te estabas cansando de estar sola en casa, ¿verdad, Camila?
—Bueno, sí.
—¿Sabes qué podría hacerte sentir aún menos sola en casa? Un
hombre grande y fuerte. Además, puede poner su pene dentro de ti, lo cual
es un beneficio para todos.
Oh, Dios mío, mi abuela hablaba de orgasmos y penes dentro de mi
madre. Esta conversación tomó un giro muy extraño.
—¿De verdad estamos hablando de orgasmos en la cena del domingo?
—pregunté, aún desconcertada.
El teléfono de mamá sonó, y fue a responder con entusiasmo. Sus
mejillas se pusieron rosadas, y nos dio la espalda un momento mientras
empezaba a escribir.
—Lo siento, era la protectora. ¡Dijeron que puedo recoger a Bella esta
noche si voy cuando termine aquí! —exclamó.
—¿Ves? ¿No echas de menos eso, Shannon Sofia? —preguntó mima,
haciendo un gesto hacia mi madre—. A pesar de que tu madre está
mostrando esa emoción por un chucho, sigue siendo emocionante. Algo que
haga que tu corazón se acelere cada vez más.
—No, gracias. No me gustan los ataques al corazón.
Mima frunció el ceño.
—¿Cuándo te volviste tan poco romántica? Solías vivir para las buenas
historias de amor. ¿Todavía escribes historias de amor, pero me dices que
ya no crees en el amor?
—Puedo escribir historias de amor y no creer en el concepto, mima.
Dudo que Melissa Mathison y Steven Spielberg creyeran en E.T., pero
hicieron un gran trabajo creando esa película. Además, mi relación está
bien.
—Bien —resopló mima, agitando su mano hacia mí—. Nadie quiere
estar bien en una relación. Quieren estar vivos.
—Tal vez deberíamos dejar esta conversación —le ofrecí. No quería
hablar más de Sam y, por suerte, mamá se apresuró a hablar de Bella. Aun
así, seguí pensando en los comentarios de mima sobre Sam y nuestro
deslucido romance. Sam y yo no teníamos fuegos artificiales masivos
disparándose desde nuestros corazones, pero nuestras pequeñas chispas
estaban bien.
Al salir, mima me empacó algunas sobras y puso sus manos en mis
mejillas.
—Espero que sepas que mi preocupación por tu vida romántica viene
desde un lugar de amor, Shannon Sofía. Temo que si sigues este camino de
dureza con tu corazón, pronto se convertirá en piedra.
Le di una sonrisa perezosa, me incliné y le besé la barbilla.
—No te preocupes, mima. Este corazón mío sigue latiendo.
Solo que no exclusivamente para la atención de los hombres.
—Piensa en llevar a tu novio a esa fiesta de whisky que organiza
Greyson East. Podría ser bueno que se los muestres al mundo allí.
Me encogí de hombros.
—Lo pensaré.
Mi prima, Eleanor, me había invitado recientemente a acompañarla en
el lanzamiento del whisky de otoño de Greyson. Iba a ser un gran evento con
alfombras rojas, celebridades y exnovios.
Pensé en el momento en que Eleanor me informó de que Landon iba a
estar en el evento. Hice lo que pude para actuar con calma y fingir que la
mariposa de los nervios no se arremolinaba en mi estómago.
—Eso fue hace mucho tiempo. Historia antigua —le dije.
Eleanor se rio un poco.
—Recuerdo haber dicho lo mismo sobre Greyson cuando acepté este
trabajo.
—Entonces, ¿finalmente admites que sientes algo por Grey?
—No —se retractó rápidamente—. Todo lo que digo es que, aunque sea
historia antigua, sigue siendo historia, de todos modos. Quería asegurarme
de que te pareciera bien ir si Landon estaba allí.
—Por supuesto. —Asentí—. Está bien. Todos mis sentimientos por
Landon murieron hace años. Además, ambos somos adultos. Creo que
puedo soportar estar en la misma habitación que él. Está bien. Estoy bien.
Estoy genial. Muy bien. Bien. —Dije "bien" demasiadas veces, sonando como
Ross de Friends cuando se enteró que Joey y Rachel estaban saliendo.
Estoy bieeeen.
Aun así, había estado pensando en la fiesta desde que me invitaron.
Pensando en Landon y en lo que le diría... Si le decía algo. Tal vez mima
tuviera razón. Tal vez debería haber llevado a Sam conmigo y usarlo como
escudo. Solo estaba tratando de entender por qué esa idea me inquietaba
tanto.
Después de la cena, llegué al edificio de mi apartamento con la
necesidad desesperada de una botella de vino y un baño de burbujas.
Después de dejar el campo de batalla del amor en casa de mima, siempre
terminaba necesitando relajarme. Comenzó a llover después de que me fuera
y, por supuesto, no había paraguas en mi auto.
Cuando salí del auto, tomé mi bolso y las llaves, y me puse el abrigo
sobre la cabeza mientras la lluvia me golpeaba. Salté de charco en charco,
empapándome mientras mi cuerpo se enfriaba por el diluvio. Al doblar la
esquina del edificio hacia la escalera de enfrente, me detuve un momento
cuando vi a un pobre y patético hombre sentado allí empapándose de pies
a cabeza con la cabeza agachada mientras intentaba protegerse de la lluvia
con sus manos. Un terrible intento de escudo, si es que podía decirlo yo
misma. Tenía su cabello rubio pegado a su frente mientras temblaba de frío.
Parecía... patético. Patéticamente rico, eso es.
Miré a sus pies y vi zapatos de diseñador Gucci. Sosteniendo sus
pantalones en su lugar había un destello de oro de su cinturón Gucci a
juego. ¿Qué podía decir? Tenía buen ojo para las cosas caras que nunca me
podría permitir.
—¿Te dejaron fuera? —pregunté, sintiéndome mal por el imbécil bien
vestido que probablemente estuviera a segundos de contraer una
neumonía—. ¿O necesitas que llame a la puerta del apartamento de alguien
una vez que entre? Nuestro timbre ha estado estropeado toda la semana y...
Mis palabras se apagaron cuando el extraño y empapado hombre
levantó su cabeza para mirarme. El mundo enloqueció cuando esos ojos se
cruzaron con los míos.
Esos ojos.
Esos diabólicos y deliciosos ojos azules.
Los latidos de mi corazón se detuvieron cuando miré fijamente a los
ojos del primer y único hombre al que había amado. Landon se encontraba
sentado en la escalera de mi edificio, empapado de pies a cabeza, enviando
mi mente a un torbellino de emociones.
¿Qué hace aquí? ¿Por qué está aquí? ¿Cómo sabe siquiera dónde está?
Cada centímetro de mí comenzó a temblar, no por la lluvia sino por su
presencia. Mis labios se separaron y ninguna palabra salió de mi boca.
¿Por qué me sentía mal? ¿Por qué quería correr? ¿Por qué no podía
evitar que mi corazón se volviera loco? Después de todos los años que
pasaron, después de todo el trabajo que me llevó liberarme de ese hombre
que existía en mi mente, él aún controlaba de alguna manera los latidos de
mi corazón.
¿Qué está pasando?
Se puso de pie y metió las manos en sus pantalones, que se pegaban a
sus muslos como si fueran medias.
Sus labios se separaron y su voz tembló cuando solo dos palabras
cayeron de entre sus labios.
—Hola, Chick.
Hola, Chick.
Esa era yo... al menos la que solía ser cuando él estaba cerca. Yo era
su Chick, él era mi Satán, y solíamos estar perdidamente enamorados el
uno del otro. Así de fácil, me envió atrás en el tiempo. Tenía diecisiete años
otra vez y estaba completamente confundida por cada faceta de mi vida.
Recordé la primera vez que nos besamos. Recordé la primera vez que
hicimos el amor.
Recordé la forma en que nuestros cuerpos se entrelazaban. Lo recordé
todo y regresó corriendo hacia mí, quitándome el aire de los pulmones.
Dije la única palabra que pude mientras me limpiaba las gotas de lluvia
de la cara.
—No.

NO.
No, no, no, no.
Esa fue la única palabra que le dije a Landon, sentado en la escalera
de la entrada de mi apartamento.
Mi corazón se hundió en mi pecho después de la muy corta interacción.
Mi mente seguía girando por la idea de que hubiera estado sentado en esos
escalones bajo la lluvia. ¿Cuánto tiempo había estado sentado esperando
antes de que llegara, y por qué sentía que mi increíble amiga Raine tenía
algo que ver con que se supiera dónde vivía?
Shay: Estás oficialmente en mi lista de mierda.
Raine: Estaba esperando a que llegara este mensaje, pero no puedes
culparme. Estoy hormonal y embarazada de ocho meses. Cuando Landon
preguntó por ti, no pude controlar mi lengua.
No era sorprendente. Raine nunca había sido capaz de controlar su
lengua. Desde que éramos niñas había estado metiendo las narices en los
asuntos de los demás. Una de sus frases más usadas era “No quiero
meterme, pero...”.
Sabía que ella y su marido, Hank, habían mantenido el contacto con
Landon a lo largo de los años. No era un secreto oculto que mantenía a casi
todas sus amistades excepto yo. Pero Raine casi nunca lo mencionaba
porque sabía lo difícil que era para mí saber de Landon.
Supuse que no pensó que sería un gran problema darle mi dirección
para que me acosara un poco en un domingo lluvioso.
Raine: Perdóname, por favor.
Raine: Si lo hace mejor, deberías saber que hoy me hice pis en la fila de
Target después de agacharme a recoger una barra de Snickers. Eso es cierto.
Me hice pis en la fila de Target, y luego me eché a llorar, causando aún más
escándalo. Ten piedad de tu horrible amiga.
Le sonreí al mensaje. Por extraño que pareciera, eso me hizo sentir un
poco mejor.
Raine: Déjame compensártelo... Almuerzo este domingo, yo invito. Un
sinfín de mimosas para ti, y yo tendré que sentarme y verte beber mi bebida
favorita del mundo. Dejaré que te emborraches mientras yo intento no
hacerme pis en otro lugar público.
Shay: Trato hecho.
Me apresuré a entrar en mi habitación y empecé a preparar un baño,
uno en el que pensaba quedarme hasta que el agua se enfriara y mis dedos
se convirtieran en pasas.
Mi teléfono sonó una vez más.
Raine: Pero estaba guapo, ¿verdad? Pensé que estaba guapo. Sano.
Feliz. Sexy, como todos los demás.
Shay: Voy a borrar tu número hasta el domingo, y espero que le pongas
mi nombre a tu hijo después de este incidente.
Raine: Pero voy a tener un niño.
Shay: Cierto. Hazle sufrir como me has hecho sufrir a mí.
Me metí en el agua caliente con una botella de vino tinto, porque
cuando tu exnovio famoso aparece en tu puerta después de una década de
silencio no necesitas una copa de vino. Directamente de la botella era, como
la dama con clase en la que me había convertido.
Después de unos grandes tragos de la botella, la coloqué en el suelo de
baldosas del baño. Me recosté en la bañera e intenté hacer lo mejor para
deshacerme de la idea de Landon, pero parecía casi imposible hacerlo.
Porque Raine no se equivocaba, Landon estaba guapo. Demasiado.
Claro, en el momento no parecía el tipo más feliz del mundo sentado bajo la
lluvia, pero parecía sano. Suspiro. Y guapo. Estaba dolorosamente guapo ahí
de pie, empapado, conmigo en su mente.
Lo que más odiaba de él era cómo envejecía tan bien, como el mejor de
los vinos. Me habría gustado que pasara de ser un cisne a un patito feo con
el tiempo pero, por desgracia, Landon era hermoso. No sabía que los
hombres podían ser bellos hasta que lo vi crecer de un joven preadolescente
con acné a un sorprendente adulto. Se volvió tan condenadamente guapo
que era nauseabundo. Una vez, cuando Eleanor y yo estábamos borrachas
de vino y viendo películas de Navidad de Hallmark en julio, buscamos las
botellas de vino más caras del mundo, y maldita sea si Landon no era un
Barolo Monfortino Riserva Conterno del 2010.
Esperaba de verdad que se convirtiera en una botella de Moscato de
tres dólares en una gasolinera.
Tampoco era una característica la que lo hiciera hermoso. Era cada
cosa. Tenía muchos rasgos faciales bien definidos, desde sus brillantes ojos
azules hasta los hoyuelos tallados en sus mejillas, su mandíbula cincelada
y sus labios.
Oh, esos labios rellenos y besables.
Comencé a recordar el número de veces que esos labios habían estado
en todo mi cuerpo, cuántas veces me habían probado, explorado, poseído
en todos los sentidos. Cómo esos labios y ese hombre me habían quitado las
dos cosas que nunca podría haberle dado a otro hombre: mi virginidad y mi
corazón.
Además, su cuerpo también estaba bien constituido. Dios mío, su
cuerpo era musculoso... probablemente gracias a la película de acción que
terminó de filmar hace unos meses. No había visto la película. No había visto
ninguna de sus películas desde que nos separamos, pero no podías estar en
las redes sociales sin ver a Landon y sus diecinueve millones de abdominales
en esa película. Sus abdominales rompieron más el internet que el brindis
por el culo de Kim Kardashian con champán.
La piel de Landon también brillaba, incluso cuando goteaba por la
lluvia. Cuando éramos niños el sol solía atacarlo y convertirlo en un tomate
maduro, pero ahora Landon parecía más bronceado que quemado. Tenía un
tono cobrizo que probablemente hiciera que millones de mujeres se volvieran
locas.
Y, de los millones de mujeres en el mundo que lo perseguían, terminó
en mi puerta.
No le des demasiada importancia, Shay.
Cielos. ¿Cómo podía no hacerlo? Estaba en su mente tanto que me
buscó para... ¿qué? Todavía no estaba segura de lo que buscaba buscando
cuando llegó a mi puerta esa noche. ¿Una reunión? ¿Un destello de emoción
del otro? ¿Qué le dijera que no había dejado de amarlo después de todo este
tiempo?
No le di nada de lo que quería, ni mi tiempo ni mi atención. No le di
nada, porque nada era lo que se merecía. Ya no era la chica que esperaba
que los chicos tuvieran tiempo para que encajara en sus vidas. Era
demasiado vieja para juegos que no fueran el Sudoku, y me negaba a
permitir que Landon Harrison jugara conmigo otra vez.
E
speré hasta la mañana del lanzamiento del whisky para tener
el valor de pedirle a Sam que me acompañara. Las últimas
noches había estado un poco recluida, trabajando en mis
manuscritos. Sam siempre decía que entendía cuando me ponía
en modo artista y me quedaba en mi cueva de escritura. La
verdad era que la cueva de escritura era una excusa para saltarme la
realidad durante un corto período de tiempo.
Landon seguía cruzando mi mente como un mal hábito. Me sentía
intoxicada por el recuerdo de él, de pie bajo la lluvia en esos escalones. No
podía apartarlo de mi mente sin importar lo mucho que lo intentara, y
realmente lo intentaba.
Todavía no estaba segura al cien por cien de pedirle a Sam que asistiera
a la fiesta conmigo, pero pensé que era lo correcto, especialmente sabiendo
que Landon y yo estaríamos cara a cara en unas pocas horas.
Habría mentido si hubiera dicho que escuchar a mima hablar una y
otra vez sobre que Sam no era el adecuado para mí no me molestaba ni un
poco. Lo que me molestaba aún más era cómo sentí más con esos pocos
minutos cerca de Landon que en los últimos nueve meses con Sam. Había
un pequeño nudo en mi garganta donde se acumulaban esos nervios, pero
hice todo lo posible por removerlos.
Estábamos bien, Sam y yo, porque realmente no había lugar para el
drama. Ese era otro problema con los romances apasionados, el drama que
implicaban. Estar de pie cerca de Landon durante esos pocos minutos había
encendido fuegos artificiales dentro de mi alma, y ardían intensamente. Él
entró ardiendo, dejándome con ampollas.
Sam y yo no éramos así. Éramos fáciles. ¿Qué tenía de malo ser fácil?
Él nunca terminaría frente a mi casa bajo una lluvia torrencial, y eso estaba
bien.
Sam no era el chico malo. Era un caballero. Me llevaba a citas, me abría
las puertas, me sacaba las sillas y, cuando me enviaba un mensaje, usaba
oraciones completas.
Por primera vez en años, la soledad me alcanzó y le di a Sam una
oportunidad.
Necesitaba un buen chico, y parecía encajar de ese modo para mí.
Era básico en todas las formas correctas. No había verdaderas
sorpresas cuando se trataba de Sam, y lo agradecía. Nunca había
consumido drogas. Era un bebedor ocasional. Amaba a su madre y llamaba
a su abuela todos los fines de semana. Tenía un sano amor por los animales,
y había participado en la marcha de mujeres el pasado otoño.
Claro, tenía sus rarezas de cerebrito, pero eso me gustaba. Me gustaba
cómo podía hablar de Star Trek con un brillo en sus ojos. Me gustaban
nuestras noches de citas en bares de juegos. Aunque yo no era una jugadora
de ninguna manera, verlo emocionarse era suficiente para hacer latir
lentamente mi frío corazón.
Honestamente, parecía cien por ciento de primera categoría... hasta
que lo encontré follándose a la princesa Leia temprano esa mañana.
Bueno, no la verdadera princesa Leia, ya que era un personaje de
ficción. Además, Sam no tenía las habilidades necesarias para acostarse con
una princesa de verdad. La chica a la que se estaba follando llevaba un traje
de cosplay, y juré que gritaba “Sam, tú eres mi papi” con una especie de
chillido orgásmico, agudo y empollón.
Sam. Tú. Eres. Mi... Papi.
Oh, por el amor de Dios.
—¿Estás bromeando? —espeté, de pie en el cuarto de Sam mientras el
clítoris de una mujer estaba pegado a su boca. La forma en que movió su
rostro para mirarme hizo que el ácido subiera por mi garganta, dejándome
a segundos de vomitar. Estaba metido hasta el cuello en la vagina de otra
chica y tenía el descaro de ponerme ojos de cachorro culpable.
Ojos de cachorro y labios brillantes.
Mi estómago se apretó al ver todo esto. Durante una fracción de
segundo consideré cómo me quedaría un traje naranja. La verdad es que el
naranja no era mi color. ¿Era el color de alguien? No podía pensar en la
última vez que dije “¡Oh, Heather! ¡Realmente te queda bien esa blusa
naranja, chica!”.
¿Cuántos años pasaría en prisión por el asesinato de dos seres
humanos?
¿Sería el juez más indulgente si le contara la historia de la princesa
Leia?
Los ojos de la mujer se encontraron con los míos, y di unos cuantos
pasos hacia atrás cuando me di cuenta de que era Tina, la mujer que venía
a la panadería y cafetería de Ava todos los días.
Le servía el café todas las mañanas, y nos reíamos y bromábamos sobre
la vida juntas. Era adorable en muchos sentidos. Si Sam fuera una mujer,
sería Tina. Era encantadora sin esfuerzo cuando hablaba de cosas de friquis
que yo no entendía. Cuando hablaba me daba cuenta de que le apasionaba,
y no había nada que me gustara más que encontrar gente que se apasionara
por las cosas en lugar de les apasionara la gente.
Cuando había mencionado que organizaba una noche de juegos de
Dungeons and Dragons todas las semanas, la informé de que mi novio
(corrección: exnovio), había estado buscando unirse a una actividad de grupo
de ese tipo. Casi le rogué que dejara que Sam se uniera a su grupo, solo
porque estaba harta de que él tratara de explicarme que Dungeons and
Dragons no tenía nada que ver con látigos y salas rojas.
En cierto modo, yo los había unido.
Oh, Dios.
Esto es obra mía.
Sam está haciendo cosquillas a su duende de madera por mi culpa.
Lo había enviado a su sótano semanalmente después de haberle
preparado un café con leche y caramelo cada día.
Le daba galletas de mantequilla gratis la mayoría de las veces, y ella
tuvo el descaro de hacerme esto. Bueno, ya sabes lo que dicen: si le das una
galleta a una puta, probablemente le chupará la polla a tu novio.
Dándome la vuelta, salí de la habitación mientras Sam gritaba mi
nombre.
No lloré.
Llorar por chicos era algo que me había prometido que nunca haría,
después de demasiadas lágrimas en mi pasado, y la verdad es que apenas
conocía a Sam lo suficiente como para darle mis emociones. Las reservaba
para unas pocas cosas selectas: mi familia, mis amigos, y videos en YouTube
de Corgis nadando.
Sam comenzó a perseguirme, así que aceleré mi paso a través de su
casa, saliendo por la puerta principal hacia el aire frío. El otoño se había
trasladado rápidamente a Chicago, trayendo días de lluvia y mañanas más
frescas.
—¡Shay, espera, por favor! —gritó Sam detrás de mí.
Me giré para enfrentarlo y me encontré con él medio desnudo, de pie
en la calle con nada más que sus gafas y pantalones de chándal que debía
haber tomado al salir.
Qué gafas tan estúpidas. Qué rostro tan estúpido, un rostro del que
casi había considerado enamorarme en algún momento. Tal vez. Con el
tiempo suficiente podría haberme enamorado de ese rostro. Era una buena
esfera, algo que podría haber mirado... ¿para siempre?
Ag, ¿por qué me estoy mintiendo?
—¿Qué, Sam? —grité, sintiendo un nudo en el estómago—. ¿Qué
excusa podrías tener para lo que acabo de ver?
—Yo, ehh... —Se encogió un poco, pellizcándose el puente de su nariz.
La culpa llenó su mirada, pero no me importaba. La gente solo tiene culpa
en los ojos después de hacerle algo desagradable a otra persona. El daño ya
estaba hecho. No había manera de retractarse—. Lo siento. No quería que
esto sucediera.
—¿No querías tener sexo con Tina? ¿O no querías ser descubierto?
—Yo, bueno, es...
—Di complicado y te patearé entre las piernas —le dije.
Su cuerpo retrocedió ante esas palabras y dio un paso atrás.
—Pensé que hoy estarías en el trabajo. Deberías haberme dicho que
estabas en camino.
Oh, de acuerdo, entonces.
Ahora lo entendía.
Ese fue el error que cometí, no informarle a Sam que me dirigía a su
casa. Si lo hubiera hecho podría haber echado a la princesa Leia antes y ser
visto como el príncipe azul que solo fingía ser.
Abriendo puertas, llamando a su abuela, haciendo pasteles para los
desfavorecidos, Sam, el santo de todos los santos que casualmente tenía un
pene no domesticado.
Habría mentido si hubiera dicho que la situación actual no me afectaba
ni un poco. Era una mujer fuerte, pero aun así era humana después de todo.
Las cosas me afectaban. Incluso Sam y su traición estaban afectando a mi
corazón, aunque, lo admito, mucho menos de lo que debería.
Sam hizo una mueca.
—Mira, Shay, creo que eres una gran chica, pero...
—No —interrumpí, sacudiendo la cabeza—. No vas a hacer eso. No vas
a terminar conmigo mientras estás sin camisa en la calle porque te descubrí
engañándome. No, yo soy quien termino contigo, ¿de acuerdo? Así que
regresa adentro y continúa follándote a tu princesa. Ustedes dos realmente
son perfectos para el otro. ¿En lo que respecta a ti y a mí? Terminamos. Así
que, solo para que quede claro, yo terminé contigo. No al revés. ¿Entendido?
Se encogió de hombros.
—Está bien.
¿Está bien?
Dios, ¿por qué le parecía tan bien la ruptura?
Por supuesto que no peleó por mí, porque no éramos fuegos artificiales
en el cielo. Éramos pequeñas chispas que se apagaban, sin longevidad.
No tenía sentido que siguiera presionándolo, que siguiera excavando
en sus acciones. La verdad era que apenas nos conocíamos. No íbamos a
ser nada más que los últimos nueve meses. No íbamos a descubrir más
primeras veces.
Yo no conocería a su madre, y él no conocería a la mía.
No celebraría mi cumpleaños, y no le daría regalos de Navidad.
Éramos solo un par de casis.
Vamos, Shay. Levanta la barbilla, la cabeza en alto y vete. Conoces a tu
cartero desde hace más tiempo que a este chico. Hay conservas en tu
despensa más antiguas que esta relación. Sigue adelante.
Me dirigí hacia mi auto, sin sentir demasiado sobre toda la situación o
sobre Sam. Ojalá hubiera podido decir que estaba sorprendida, pero la vida
me había enseñado todo sobre los hombres. Resultaba que todos los
hombres eran iguales, sin importar qué. Podía ser un friqui, un deportista,
un científico o un monje. Al final del día, todos eran iguales porque todos
tenían penes.
Todo lo que un pene podía hacer eran cosas de penes, y nosotras las
mujeres teníamos que lidiar con ello.
Pero, en el lado positivo, al menos el vino todavía existía.
Mientras me dirigía a mi auto para irme, mi teléfono sonó con un
mensaje de Eleanor.
Eleanor: Solo un aviso, creo que Landon traerá una mujer esta noche.
¿Quizás reconsiderarías tener un hombre misterioso en tu brazo?
Oh, genial.
Iba a saltarme el vino e ir directamente al vodka.

Cualquiera que pensara que las once de la mañana era demasiado


temprano para el vodka probablemente nunca lo había probado. No debería
haberme preocupado de que Landon fuera a traer a una mujer. Podría haber
traído a todas las mujeres del planeta de su brazo, y a mí debería haberme
parecido bien con ese hecho. Pero la verdad es que no. Después de verlo la
otra noche, las heridas que creía cerradas empezaron a abrirse de nuevo.
Luego, con la traición de Sam, me sentía aún más expuesta.
Me senté en mi apartamento, pasando descuidadamente de izquierda
a derecha en mi teléfono como la patética mujer en la que me había
convertido. Durante el último año y medio me había prohibido usar
aplicaciones de citas. Después de unirme a ellas antes en un intento de
superar a Satán, descubrí que había una pendiente resbaladiza que venía
con el territorio. El nivel de adicción que tenía al abrir las aplicaciones era
repugnante.
¿Bumble? ¿Tinder? ¿Coffee Meets Bagel?
No importaba, estaba obsesionada.
No solo navegaba sin sentido, también estaba toda la fase dramática de
borrar todas las aplicaciones de citas de tu teléfono, porque estabas, y cito
literalmente, cansada, solo para volver a descargarlas una semana después,
porque la adicción era real, y quién sabe, tal vez PimpDaddy69 realmente
fuera mi alma gemela. Solo porque escribiera su biografía en mayúsculas y
deletreara princesa con símbolos de dólares no significaba que no fuera mi
caballero de brillante armadura.
Tal vez necesitara a la chica adecuada para que lo convirtiera en un
buen hombre.
Tener citas en tus treinta se parecía mucho más a pescar en una pecera
sucia de aguas turbias. La mayoría de los peces flotaban boca abajo, y los
que no corrían de cabeza hacia los lados.
Por eso exactamente era por lo que había dejado el mundo de las
aplicaciones de citas hace tanto tiempo. Encontré a Sam solo porque entró
en la panadería en la que trabajaba, y juré que, si volvía a tener citas, tendría
que cruzarme con la persona en un escenario del mundo real.
Sin embargo, allí estaba, borracha de vodka a las once de la mañana,
pasando sin parar porque necesitaba una aventura instantánea, solo
durante unas horas.
Necesitaba tener a alguien de mi brazo esa noche, porque mi ego había
sido lastimado y no podía aparecer con las manos vacías, sobre todo
sabiendo que mi primer amor iba a estar allí con otra mujer.
Para el resto del mundo era Landon Pace, el chico de oro de Hollywood,
el siguiente Brad Pitt. ¿Pero para mí? Para mí era el viejo Landon Harrison,
el chico que me rompió el corazón y nunca miró atrás.
No tenía ganas de volver a verlo, especialmente sin Sam a mi lado
porque, aunque Landon me enfurecía hasta los extremos, todavía tenía
algún tipo de efecto en mí. Odiaba la idea de estar cerca de él, porque de
todos los hombres con los que me había cruzado él era el único que hacía
que mi corazón se desbocara. No sabía que era posible que un hombre
hiciera que tu piel se erizara por la molestia y que te hiciera sentir un
cosquilleo de deseo al mismo tiempo.
Necesitaba poner distancia entre nosotros... o un ser humano como
mínimo. Así que seguí borracha, navegando en mi teléfono, buscando una
aventura de un solo evento con cualquiera, incluyendo a PimpDaddy69.
Cada vez que un tipo me enviaba un mensaje con ¿Follams?, yo
respondía con VAPCALYFQSEME: vamos a poner celoso a Landon y fingir
que Shay está mentalmente estable.
No hace falta decir que no recibí demasiadas respuesta y, a medida que
pasaban las horas, una sensación de desesperanza creció en mi interior. Me
acababa de quedar soltera, iba a tener que enfrentarme a mi ex dentro de
unas horas, y él tendría a otra mujer de su brazo.
O
diaba las reuniones sociales.
El lanzamiento del whisky de Greyson era el primer
gran evento al que asistía desde los Oscars, y todavía no
estaba preparado. Sentía como si me tomara unos diez
meses recuperarme de la temporada de premios. Estar rodeado de otras
celebridades era lo más agotador del mundo, pero sabía que la publicidad
sería genial para Greyson y su compañía. Incluso si estábamos en un
espacio lleno de serpientes.
Alrededor del noventa y cinco por ciento de la gente en el lanzamiento
del whisky se odiaba, aunque sonreían como si no fuera así. Una habitación
llena de actores. Eso es lo que significaba asistir a cualquier evento social
con los extremadamente ricos, pero estos individuos eran verdaderos
actores. Todos recibían su nutriente de MEC: mentiras, engaños y chismes.
Alrededor de un tercio de la multitud probablemente se dirigiera hacia la
bancarrota, pero mentían al respecto. Otro tercio estaba engañando a sus
cónyuges, y sus amantes probablemente estuvieran en la misma habitación.
El último tercio eran simplemente humanos de mierda.
La mayoría de las conversaciones eran mujeres chismeando sobre
mierda que no importaba y tipos hablando de que su yate era el más grande
que había. Esa conversación siempre lanzaba a otra persona a no estar de
acuerdo, y luego hablaban de sus enormes y palpitantes motores de yate.
Tranquilos, amigos. Todos ustedes son hermosos y únicos.
Bebí un poco de mi whisky y me mantuve lo suficientemente ocupado
para que los tabloides no publicaran historias sobre lo antisocial que me
había vuelto. Normalmente ni siquiera me habría molestado en asistir a un
evento como este, pero como era para Greyson sabía que aparecería. No
había mucho que no haría por mi mejor amigo, especialmente después del
trauma que él y sus dos hijas sufrieron cuando tuvieron un accidente de
auto hacía unos meses.
Cualquier cosa que necesitara, la haría sin dudarlo. Sabía que él haría
lo mismo por mí en un abrir y cerrar de ojos.
—A tu izquierda está Ralph Weldon. Trabajó como productor en tu
película Un lapso en el tiempo. A su izquierda está su esposa Sandra, que
acaba de dar a luz a su segundo hijo hace unos meses —susurró Willow
mientras se inclinaba hacia mí.
Pasé mis manos sobre mi traje a medida de Giorgio Armani. Mis ojos
se movieron alrededor de la ceremonia del whisky, analizando los rostros
familiares de las personas con las que me había cruzado a lo largo de los
años. Nunca olvidaba un rostro, pero estaba casi garantizado que olvidaría
el nombre.
Afortunadamente, Willow siempre estaba cerca para inclinarse y
susurrarme los nombres. No estaba seguro de cómo podría hacer algo sin
ella, y menos aún de cómo saludar a los demás. Su cerebro era un
archivador de información, y hablaba como Sherlock Holmes en un caso.
Si le preguntaba qué había comido hacía un año exacto, podía entrar
en completo detalle sobre los condimentos que se usaron en el plato. De
acuerdo, quizás no fuera tan buena, pero casi.
Caminamos hacia Sandra y Ralph para saludarlos, y los felicité por su
nuevo hijo. Si había algo en lo que era un maestro era en comunicarme con
los individuos de tal manera que se sintieran en casa cuando me hablaban.
Era parte de las tareas del trabajo de los famosos, agasajar a las personas
para así dejar una impresión duradera. El objetivo era que la gente se
sintiera tan cómoda contigo que los hombres se fueran pensando que podían
tomar una cerveza contigo y las mujeres se preguntaran si podía tener lugar
una aventura secreta.
De mal gusto, pero poderoso. Ser bien recibido y querido en el mundo
de la actuación era una de las mejores características que una persona
podía tener. No podía ser solo talentoso, sino que había que tener una
personalidad sólida para mostrar dicho talento.
Además, dejarías una huella en los individuos y, cuando los directores
de casting empezaran su búsqueda, aparecías en sus mentes.
Todo Hollywood era un juego. Todo lo que tenías que hacer era saber
cómo funciona el sistema. Me llevó unos años entender cómo iban las cosas
en el país de la fantasía, pero una vez que aprendí, dominé mis habilidades.
Nunca había permitido que la gente se acercara lo suficiente como para
conocer el verdadero yo. De lo contrario, dudaba que hubiera conseguido
tantos papeles como los que había logrado.
Por ejemplo, si Ralph y Sandra supieran que sufrí uno de mis ataques
de pánico de camino al lanzamiento del whisky esta noche, dudo que me
hubieran encontrado tan encantador.
Había pasado un tiempo desde que sufrí de un ataque de pánico,
gracias a unas buenas sesiones de terapia y a los mecanismos de adaptación
que había aprendido a lo largo de los años. Sin embargo, después de la
noche espontánea de irrumpir en la vida de Shay sin ser invitado y de que
me rechazara, mi mente se había sobrecargado. Había probado todos los
utensilios de mi cinturón de herramientas de salud mental, pero
desafortunadamente no era así como la salud mental funcionaba todo el
tiempo. A veces, en la tranquilidad de la noche, era víctima de que mi cuerpo
se rindiera ante la sobrecarga de pánico.
Había sucedido esa noche en camino hacia el evento. Willow estaba en
la camioneta conmigo mientras nuestro conductor se dirigía al lugar del
evento. Ella sabía lo que estaba pasando, porque siempre me bloqueaba
completamente. Mis manos agarraban los lados de los asientos, y bajaba la
cabeza entre los muslos, tratando de controlar mi respiración.
Tres cosas buenas, pensé para mí.
Esa fue una de las enseñanzas básicas que aprendí de mi terapeuta.
Cuando tenía un ataque de pánico, tenía que forzarme a nombrar tres
cosas buenas que ocurrieron en los últimos dos días. Podían ser grandes o
pequeñas, y funcionaban como recordatorios de que yo iba a estar bien.
1. Me desperté esta mañana.
2. Rookie se comió toda su comida de perro, algo contra lo que se ha
estado rebelando desde que le di comida humana la otra noche.
3. Al menos pude ver a Shay.
Tres cosas buenas, tres cosas que probablemente habría dado por
sentadas en el pasado. La última cosa definitivamente la había dado por
sentada.
Willow le dijo al conductor que diera unas vueltas extras por el lugar
antes de dejarme, y por suerte, pude recuperar la compostura.
Willow me llevó por los alrededores para saludar a algunos otros, y los
cautivé, y los sorprendí, e interpreté el papel que había aprendido a dominar.
Conversaciones vacías y sin verdades, era lo que querían, así que les daba
exactamente eso.
Mis ojos se elevaron desde un productor que no paraba de hablar de
cómo le había chupado la polla una interna hacía unas noches, porque era
una conversación informal normal, y en el momento en que aterrizaron en
la entrada principal sentí que la pequeña chispa que vivía dentro de mi
corazón empezaba a reavivarse.
—Si me disculpas, Paul —lo interrumpí, alejándome unos cuantos
pasos.
Willow se apresuró a acompañarme. Su mirada siguió la mía, e inclinó
la cabeza.
—Bueno, por supuesto que es Greyson, pero no estoy segura de
quiénes son los otros dos. Mmm... —Se dio unos golpecitos en los labios con
los dedos—. Puedo investigar un poco y...
—Shay —murmuré, haciendo que se detuviera—. Y su prima Eleanor.
—Shay —repitió Willow. Arqueó una ceja—. Te refieres a Shay. A... ¿la
Shay?
Asentí una vez, y eso fue suficiente información para que Willow
supiera que era libre de irse de mi lado. Había hablado de mi primer amor
con Willow unas cuantas veces a lo largo de sus años trabajando para mí, y
siempre llamaba a Shay mi Julieta de la vida real, lo cual era correcto. Solo
que yo nunca iba a ser su Romeo.
Me fijé en Shay en el momento en que entró en la habitación. Estaba
riendo libremente con Eleanor y Greyson y, cuando se tomaba dos copas de
whisky, todo su cuerpo tembló de placer. Ese cuerpo...
Jesús, ese cuerpo.
Llevaba un vestido negro de seda que le quedaba como un guante,
resaltando cada curva. Su trasero era increíble, como siempre, y el color
carmesí de sus labios hizo que mi mente se volviera loca.
Sin pensarlo, me encontré moviéndome en su dirección. Mis putos pies
se movieron sin el permiso de mi cerebro, y no había pensado en lo que le
iba a decir. ¿Sacaba a relucir la incómoda situación de aparecer en su casa
la otra noche? ¿Lo mantenía casual? ¿La apartaba a un lado para hablar de
nuestro pasado? ¿Sobre mi partida y mi no retorno? ¿A ella todavía le
importaba? Por Dios. Demasiados pensamientos en mi cabeza, no suficiente
tiempo para resolverlos.
No había ningún hombre de su brazo, lo que me hizo sentir mucho más
cómodo con mi acercamiento.
—¡Oh, Dios mío, Greyson! ¡Esos son increíbles! —elogió Shay los
nuevos whiskeys de mi amigo. Sus caderas se movían de un lado a otro
mientras el suave licor se deslizaba por su garganta.
Demonios, esas caderas definitivamente no mentían.
—¿Cuál es tu favorito? —dejé escapar, como un maldito tonto. Mantuve
los ojos en Shay, sin molestarme en mirar a los otros dos, y su mirada se
fijó en la mía.
Eleanor se inclinó hacia su prima y le susurró una cosa u otra. Shay
se apresuró a cerrar su ligeramente abierta boca.
Pasé mis manos sobre mi traje.
—Eleanor, me alegro de verte de nuevo. Shay, cuánto tiempo sin verte
—murmuré. Si no cuentas mi momento de rarito de hace unos días—. Estás
tan hermosa como recuerdo. —Fue lo más cierto que había dicho en mi vida.
Shay había pasado de ser una chica hermosa a una mujer impresionante.
Sus mejillas se enrojecieron.
—Lo que sea, Landon. Tú también —dijo, agitando su mano,
desestimándolo ligeramente.
Traté de apartar la urgente necesidad de abrazarla, porque ¿qué coño?
Abrazarla no era algo que habría tenido sentido. Aunque mi cuerpo no
habría odiado la idea de estar presionado contra el suyo. Echaba de menos
sus abrazos. En cambio, me mantuve firme.
—Veo que todavía tienes esa intensa personalidad.
—Y veo que a ti todavía no te quedan bien tus orejas —respondió, esta
vez con una ligera sonrisa.
Sus sonrisas también.
Echaba de menos sus abrazos y su sonrisa.
Me quedé allí, sin saber qué decir después de todos estos años, porque
todo lo que me sentía era incómodo.
Molesto e incómodo, joder.
Greyson y Eleanor debieron darse cuenta de lo incómodo de la
situación, porque los dos se excusaron rápidamente. Cuando un camarero
pasó con una bandeja de muestras de bebidas, Shay y yo las agarramos y
las tomamos.
Qué bien.
Metí las manos en los pantalones y sonreí como un maldito tonto.
—¿De verdad crees que no me quedan bien mis orejas? La revista
People me votó como Las orejas más sexys del mundo el año pasado. —Traté
de aliviar la tensión, pero dejé que se hiciera aún más extraña.
No se rio, pero sonrió dulcemente. Maldita sea, había pasado mucho
tiempo desde que la oí reír. No pude evitar preguntarme cómo sonaba.
Me aclaré la garganta.
—Esperaba que pudiéramos hablar antes de que la noche se vuelva
más salvaje.
—¿Hablar? ¿Hablar de qué?
De todo bajo la maldita luna.
—Bueno, antes que nada quería disculparme por pasar por tu casa la
otra noche. Greyson mencionó que vendrías a la fiesta y dije que me
encantaría hablar contigo antes. Raine también me dio tu dirección. No lo
pensé bien, y lo siento por eso.
—Fue una pequeña sorpresa, pero no te preocupes. Siento haberte
rechazado tan rápido. Fue una noche extraña.
—No, lo entiendo. Esa noche honestamente esperaba hablar de
nosotros.
—¿Nosotros?
Giré mis hombros hacia atrás y me enderecé.
—Sé que esto es probablemente incómodo, pero quería asegurarme de
que estábamos bien.
Levantó una ceja, desconcertada por mis palabras.
Lo intentaría de nuevo.
—Cuando Grey me dijo que vendrías esta noche, quise asegurarme de
que tú y yo estábamos bien. Yo… eh… Sé que no terminamos en los mejores
términos —ella resopló audiblemente ante mis palabras, pero yo continué—
, pero quería asegurarme de que estuviéramos bien, juntos en la misma
habitación.
—¿Por qué no estaría bien estar en la misma habitación que tú? Ambos
somos adultos ahora, Landon. No necesitamos ser los niños
extremadamente angustiados que fuimos durante tanto tiempo. —Sonrió y
pareció sincera.
Fruncí mi frente.
—Bien. Por supuesto. Solo quería...
Hablar contigo. Quería verte y hablar contigo y estar cerca de ti después
de todos estos años de no hacerlo, porque estar contigo fue la última vez que
me sentí como en casa.
Mierda.
Estaba loco.
Parpadeé.
—Bien, bueno. Bien. Me alegro de que podamos estar en buenos
términos.
—Por supuesto. Sin daño no hay falta. —Lo dijo despreocupadamente,
como si no hubiéramos tenido una historia tan pesada entre nosotros—.
Está claro que Eleanor y Grey se están volviendo bastante cercanos, así que
probablemente estemos en las mismas inmediaciones de vez en cuando. Por
lo tanto, tal vez sea mejor que volvamos a la forma en que éramos.
Sus palabras encendieron un fuego en mi corazón. De la forma en que
éramos cuando estuvimos enamorados... la forma en que solíamos
abrazarnos para superar la oscuridad. Puede que llevara algo de tiempo
llegar a lo que fuimos, pero haría el trabajo. Le mostraría que no era el
mismo chico que solía ser, hace todos esos años. Le demostraría que era
mejor. Hice el trabajo para arreglar mi mente, y sabía en el fondo que podía
ser el hombre que siempre quiso. El hombre que se merecía. No era el mismo
chico roto de mi pasado. Claro, todavía tenía cicatrices, pero los cortes no
eran tan profundos.
—Sí —dije con avidez—. Me gustaría mucho eso.
—Ya sabes... —Se encogió de hombros—. Como éramos antes de hacer
esa tonta apuesta en el instituto. Solo sarcástico y ligero. Nada más y nada
menos.
Si eso no fue un cuchillo que atravesó mi maldito pecho…
Moví nerviosamente las manos, sin saber qué hacer con ellas.
—Claro. Sí. Por supuesto. Sarcástico y ligero. Me gusta.
—Sí —accedió—. Yo también. Fácil.
—Así que... —Bajé las cejas para estudiarla—. ¿Estamos bien?
Sonrió tanto que juré que mi mente trató de tomar fotos de su rostro
para poder recordarla para siempre.
—Mejor que bien.
—Mejor que mejor que bien —añadí. ¿Qué? Cierra la boca, Landon.
Estás siendo raro.
—Sí, algo así.
Antes de que pudiera decir nada más, Willow apareció, me dio un
golpecito en el hombro y se inclinó hacia mí.
—Siento interrumpir, pero debes dar un brindis de bienvenida en cinco
minutos. Están preguntando por ti en la entrada.
Los ojos de Shay bailaron sobre Willow, y luego me miró. Se puso tensa
y dio unos pasos hacia atrás. Frunció el ceño mientras miraba a Willow, y
se formó un nudo en mis entrañas cuando me di cuenta de lo que
probablemente se veía.
—Shay —comencé.
—Nos pondremos al día más tarde. Adelante. —Me dio una pequeña
sonrisa—. Ve a ser el señor Hollywood.
Se fue antes de que pudiera responder. Sabía que tendría que encontrar
la oportunidad de encontrarla para hablar más tarde. No podía estar en la
misma habitación después de todos estos años y no estar cerca de ella.
Quería ocupar con avidez tanto de su tiempo y energía como fuera posible,
porque la echaba de menos. La echaba de menos, a ella y a su sonrisa, su
risa y sus latidos.
Mierda. Esto era más difícil de lo que pensé.
Sabía que quería dejar las cosas ligeras y sencillas, pero yo quería tener
la oportunidad de hablar a un nivel más profundo. Tomarme un tiempo para
recordar a las dos personas que solíamos ser.
Pero primero tenía que ser Landon Pace, porque la gente me esperaba.
Como siempre, sin importar cuánto lo temiera algunos días el espectáculo
tenía que continuar.
Al menos podía descansar un poco más, porque Shay y yo estábamos
mejor que bien.
H
abía estado intentando acercarme a Shay para poder hablar a
un nivel más profundo, pero siempre nos mezclábamos con
grupos de personas. Además, casi parecía como si ella se
desviara para evitar mirarme. Podríamos estar interactuando
con los mismos individuos, pero nunca me miraba. Además,
cuando yo decía algo ella se reía con la multitud, y tal vez me estuviera
volviendo loco pero juraría que se apartaba y ponía los ojos en blanco ante
cada cosa que yo dijera. No bromeo, en un momento pensé que la vi hacer
un gesto de arcadas.
Poco después, cuando pude localizarla, la encontré colándose en una
habitación cerrada con un guardia de seguridad afuera. Le enseñó un pase
que Greyson le había dado y entró.
La seguí hacia el cuarto trasero con mi pase VIP en el bolsillo y se lo
mostré al guardia de seguridad.
—¿Crees que puedes asegurarte de que nadie entre aquí durante un
rato? —pregunté, queriendo tener la oportunidad de tener una verdadera
conversación con Shay por primera vez.
El guardia de seguridad sonrió de oreja a oreja.
—Claro que sí, es sexy.
—No, no es así. Solo quiero hablar con ella en privado.
—Claro. —Me hizo un guiño y me dio un codazo—. Por supuesto, señor
Pace. Lo que necesite.
Le di las gracias y él cerró la puerta tras de mí mientras entraba.
—Hola —dije, aclarándome la garganta.
Shay me daba la espalda, y saltó un poco por la sorpresa cuando hablé.
Se volvió para mirarme, y durante un segundo juré que frunció el ceño antes
de levantar los labios para sonreír.
—Hola —respondió—. ¿Siguiéndome?
—Un poco.
Metí las manos en los bolsillos y asentí.
—Bueno, antes dijiste que estábamos bien, ¿verdad?
—¡Sí, sí! Todo está bien.
—Tengo la sensación de que no lo dices en serio.
Soltó una risita seca y se dirigió a la mesa con las botellas de whisky,
donde se sirvió un vaso, agregando dos cubitos de hielo antes.
—¿Por qué no iba a decirlo en serio? Estamos bien, Landon. Estamos
genial.
La forma en que lo dijo, el genial con tanto énfasis dejaba muy claro
que no estábamos muy bien en absoluto.
—Entonces, ¿por qué has estado poniendo los ojos en blanco toda la
noche?
—Estás delirando. No he estado poniendo los ojos en blanco en toda la
noche.
—Sí, lo has hecho. Incluso Greyson lo notó.
Sacudió la cabeza.
—Odio tener que decírtelo, pero te equivocas. Todo está en tu cabeza,
y estoy segura de que simplemente pusiste esos pensamientos en la de
Greyson también. Te lo dije, estamos bien.
—Sí, claro. Mejor que mejor que bien, ¿verdad?
—Exactamente —dijo, alejándose un poco de mí y poniendo los ojos en
blanco en mayor medida hasta ahora.
—¡Ves! ¡Eso! ¡Justo ahí! Shay, ¡¿qué demonios es eso?!
—Oh, Dios mío, Landon —se quejó—. Déjalo ya.
—No puedo, Shay. No puedo porque está claro que estás irritada por
mí en este momento.
Suspiró y puso su vaso sobre la mesa. Levantó las manos.
—De acuerdo, Landon, ¿qué quieres? Obviamente no estás de acuerdo
con que lo mantengamos simple, así que, ¿qué quieres de mí? ¿Quieres que
llore como una niña patética porque me rompiste el corazón hace tantos
años? ¿Quieres que me desmorone y me arrastre ante tus caros zapatos y
te suplique que me ames de nuevo? —ladró, y todo lo de mejor que mejor
que bien de su parte se fue por completo—. Bueno, qué pena, porque te dejé
en mi pasado y ahora soy feliz, ¿está bien? Soy feliz.
Mis cejas bajaron.
—Me alegro de que seas feliz, Shay.
—No, no te alegras —respondió. Sus ojos marrones levantaron la
mirada hacia mis ojos azules y sacudió la cabeza—. Apuesto a que esperabas
que no fuera feliz —murmuró, con los ojos vidriosos. No estaba seguro si la
vidriosidad provenía del whisky o de sus emociones. En cualquier caso, no
había nada sarcástico y ligero en la situación que tenía delante de mí.
—Nunca querría que fueras infeliz, Shay.
—¿Entonces por qué te fuiste? —dijo. Las palabras salieron tan crudas
que casi pensé que las había imaginado, pero la expresión de dolor en sus
ojos me dijo que la había escuchado correctamente. Abrí los labios para
responder, pero ella sacudió la cabeza—. No respondas a eso. No lo dije en
serio. No quiero saberlo.
—Puedo, Shay. Puedo intentar explicarlo, al menos.
—No. Me niego a ser como éramos antes, dramáticos y pesados. Nada
pesado.
Di unos pasos hacia ella.
—Podemos ser pesados un minuto. Hay mucha historia entre nosotros.
—Sí, exactamente. Historia, tiempo pasado. Además, ya lo superé. Ya
te superé. Todo está bien.
Fruncí el ceño, viendo finalmente las reacciones que creí que
aparecerían. Metí las manos en los bolsillos y di un paso adelante. Cuanto
más me acercaba, más tensa se ponía.
—Maldita sea, Landon, ¿quieres dejar de caminar hacia mí?
—No puedo evitarlo, Shay. Solo quiero estar cerca de ti, después de no
haberlo estado por tanto tiempo.
—¿Y de quién fue la culpa?
—Mía —admití—. Todo lo que salió mal con nosotros fue por mi culpa,
y quiero compensarlo.
—Deja de decir esa clase de mierda —ordenó—. No puedes simplemente
aparecer y empezar a decir ese tipo de cosas, porque me harás decir algo a
mí también.
—¿Cómo qué? —pregunté. Necesitaba saberlo. Necesitaba saber qué
tenía en mente, y donde residían sus pensamientos hacia mí—. ¿Qué dirías?
Tenía que estar sintiéndolo. Tenía que sentir la fuerte conexión entre
nosotros, la atracción magnética que siempre sentíamos cerca del otro.
Nunca en mi vida había sentido un vínculo tan fuerte como el que había
tenido con Shay.
Las palabras que salieron de su boca no eran lo que estaba esperando
escuchar. No sabía lo que buscaba, o más bien lo que deseaba, pero lo que
me dijo fue como un cuchillo en el corazón.
—Te odio, Landon.
Q
ué. Maldito. Imbécil.
Qué descaro tenía Landon al acercarse a mí, todo
elegante, rico y famoso, como si no hubiera pisoteado mi
corazón y me hubiera dejado para morirme del asco hacía
tantos años. Qué descaro tenía por seguirme esa noche, por seguir tratando
de reconectare conmigo después de todos esos años.
Me había imaginado cómo sería encontrarme con Landon un millón de
veces en el pasado. Había reproducido escenarios de cómo reaccionaría.
También había pasado por todas las versiones. Había tres versiones
principales en las que me había decidido.
1. Amor instantáneo. Lo veo, lo perdono por todo lo que hizo,
e ignoro el hecho de que desapareció, me rompió el corazón y me
dejó por la maldita Sarah Sims.
2. Desato la furia de un millón de demonios. Reacciono como
una psicópata infantil y definitivamente no actúo acorde a mi edad
ni muestro ninguna forma de clase.
3. Soy como Michelle Obama. Cuando él da un golpe bajo,
yo me elevo. Aparezco por encima de todo. Sonrío, asiento, estoy de
acuerdo, y le hago saber que somos civilizados y estamos bien.
Bieeeeeen. Comento cómo éramos muy jóvenes cuando salíamos,
seguimos adelante, y le deseo lo mejor.
Seamos honestos, no le deseaba lo mejor.
Hubo un buen periodo de tiempo en el que le deseé una diarrea masiva
durante un evento en la alfombra roja. Deseé que se tropezara con los
escalones antes de aceptar sus muchos Oscars. Deseé que se quedara calvo
a los treinta. Había muchas cosas que deseaba para Landon, pero
definitivamente no le deseaba lo mejor.
Entre las tres opciones, la número tres era la versión más adulta.
Además, pensaba que esa versión no me provocaría ninguna emoción buena
o mala, lo que hacía que pareciera que no tenía ningún efecto sobre mí. Eso
era exactamente lo que quería. Quería que pensara que no sentía nada, ni
bueno ni malo. Con clase. Meghan Markle habría estado muy orgullosa de
mí.
Pero entonces empecé a beber, y el alcohol hizo que mis emociones se
dispararan a una nueva altura, dándome más rabia que quietud.
—Te odio —repetí con él frente a mí.
Dos palabras salieron de mis labios, dejándome allí de pie con un
Landon muy aturdido.
Su rostro cayó y mi estómago se revolvió mientras repetía las palabras.
—Te odio tanto que me dan ganas de gritar. Odio que hayas aparecido
en mi casa después de todo este tiempo, sin ganas y sin razón. Odio que
entraras como si pudiéramos ser las personas que éramos antes y volver a
tener una conversación normal. Y sobre todo te odio porque era la única
manera de detener el dolor en mi pecho por el dolor que me causaste.
—Shay…
—No. —Sacudí la cabeza, sintiendo el whisky corriendo por mi
sistema—. No hagas eso. No digas mi nombre de esa manera.
—¿Cómo cuál?
—Como si aún perteneciera a tu lengua. Trabajé duro para superarte,
Landon. Trabajé duro para superar el daño que me causaste, el dolor que
creaste. Así que discúlpame si no siento que podamos tener algo más que
una conversación amistosa. Discúlpame si estaba tratando con todas mis
fuerzas de mantener las cosas informales con sarcasmo y ligereza, pero
ahora estoy borracha y sentimental, y no puedo estar cerca de ti de esta
manera, porque mi mente no sabe cómo estar borracha y cerca de ti. Mi
mente me está traicionando y me hace pensar que quiero hablar contigo,
obtener algunas respuestas... sostenerte, abrazarte, preguntarte cómo has
estado, y no puedo hacer eso. No puedo abrir esa puerta, porque te odio.
Tengo que odiarte, Landon —dije, con la voz baja y temblorosa.
—¿Por qué?
—Porque si no lo hago serás capaz de romperme de nuevo.
—Shay —suplicó, acercándose. Seguí retrocediendo hasta que me
choqué con una pared, y me acorraló. El calor de su cuerpo se acumuló
alrededor del mío, y traté de ignorar los latidos de mi corazón contra mi
pecho.
Ahí estaban, los fuegos artificiales, la angustia, el sentimiento
indescriptible que Landon siempre desataba en mí. Las emociones opuestas
que había sido capaz de construir dentro de mí me confundían tanto. Quería
alejarlo mientras lo acercaba. Quería abofetearlo y dejar que mis dedos se
quedaran contra su piel. Quería besarlo. Cielos, quería besar sus labios
rellenos, a pocos centímetros de mí, respirando su aliento caliente contra
mí, con su boca tan perfectamente formada, tan perfectamente llena, tan
perfectamente...
No.
—Escúchame, Shay. No soy el mismo chico que era cuando te dejé hace
todos esos años. He trabajado mucho en mí mismo. Finalmente he
descubierto muchos de los desencadenantes de mi mente, y sé cómo
evitarlos. Me encontré a mí mismo, Shay. Por completo, me encontré a mí
mismo.
—Ya lo sé —accedí—. Pero nunca volviste. “Cuando te encuentres,
vuelve a mí”. ¿Recuerdas? ¿O la fama te hizo olvidarlo?
Bajó la cabeza.
—Lo recuerdo, pero si me dejas explicarte…
—No me importa —mentí, porque tenía que mentir. Era la única
manera de evitar que me permitiera fundirme completamente contra él. La
verdad era que sí me importaba. A una gran parte de mí le encantaría
escuchar lo que había descubierto, que había encontrado su camino, que
estaba bien. Una gran parte de mí anhelaba las respuestas que nunca había
recibido de él sobre por qué nunca volvió.
Pero a otra parte todavía le dolía la forma en que me había roto. En su
camino al autodescubrimiento llevó un mazo contra mi corazón, y ahora se
encontraba frente a mí como si esperara que le diera todo de mí.
No había forma de que lo hiciera de nuevo.
No era la misma chica ingenua y llena de esperanza que fui una vez, y
no cometería el mismo error dos veces. Le había dado todo de mí una vez y
él lo había tratado como basura, algo para ser tirado porque alguien mejor
llegó.
—Yo también he cambiado, Landon. No soy la misma chica que
conociste.
—Lo sé —concordó—. Lo sé. Eres más fuerte. Más sabia.
—Tus cumplidos no me sirven de nada.
—Sí, pero eso no significa que no sean verdad. —Se pasó una mano por
el rostro y luego puso una mano contra la pared a cada lado de mí—.
¿Realmente me odias? —preguntó, con la voz baja y controlada.
—Sí —le dije. Cerré los ojos—. No. —Suspiré—. Pero eso no significa
que quiera ser tu amiga.
—Créeme, no te estoy pidiendo que seas mi amiga, Chick.
—Entonces, ¿qué estás pidiendo?
—No lo sé —confesó mientras se pasaba las manos por el cabello—. Es
raro estar cerca de ti después de todo este tiempo, y no puedo fingir ser
sarcástico y ligero contigo. No después de todo lo que hemos pasado.
—Ya ni siquiera me conoces, Landon. Éramos niños en ese entonces,
no sabíamos nada de la vida. No sabes una maldita cosa sobre mí, ni si soy
algo en lo que estarías interesado.
—Me gustaría volver a conocerte.
—No, no es cierto.
—Sí, lo es.
Resoplé, molesta por sus palabras. ¿Y qué? ¿Elegía él cuándo volvía a
mi vida? ¿Ahora me las arreglé para encajar en su agenda?
El whisky se arremolinó dentro de mí, y mi corazón estaba intentando
con todas sus fuerzas escapar de mi pecho porque no quería sentir tanto.
Había trabajado duro para apagar mis emociones cuando se trataba de
hombres hacía mucho tiempo. Típico de Landon entrar y accionar sin
esfuerzo ese interruptor.
Se acercó y mis manos se posaron en su pecho y lo empujé ligeramente.
—Jódete, Landon.
—Ahí está. Ahora estamos logrando las emociones reales —dijo, dando
un paso de nuevo—. Dime lo que sientes, Shay.
Lo empujé de nuevo.
—Jódete por ahora. —Empujón—. Jódete por los años de silencio. —
Empujón—. Y jódete por hacer imposible que vuelva a confiar en nadie. —
No paraba de enumerar todas las emociones que me estaban atravesando
mientras lo empujaba una y otra vez. Las lágrimas ardían en la parte
posterior de mis ojos mientras ponía mis manos contra su pecho.
Empujar. Empujar. Empujar. Tirar.
¿Tirar?
Lo acerqué más. Tiré de su traje, acercándolo a mi pecho. Lo dejé a
centímetros de mí. Centímetros. Milímetros. El aire en el espacio entre
nosotros se hizo más difícil de respirar mientras me miraba con intención
en los ojos. Debería haberlo empujado de nuevo. Debería haberlo alejado. Y,
en vez de eso, tiré de su costosa corbata hacia mí y lo arrastré para darle el
beso más profundo de mi vida. Lo besé con mi amor y luego con mi odio.
Mis manos envolvieron su cuello mientras él colocaba las suyas detrás de
mi espalda, besándome como si confiara en mis labios para su próxima
bocanada de oxígeno. Sus manos cayeron debajo de mi culo, y me levantó
mientras yo envolvía con las piernas su cintura. Me presionó contra la
pared, con su dureza empujando contra la tela de mi vestido. Bajé una mano
y subí el vestido por mis muslos, permitiéndole empujar sus caderas hacia
adelante, mostrándome su deseo, su necesidad, lo mucho que me había
estado extrañando a lo largo de los años.
—Shay —gruñó contra mis labios.
—No hables —ordené mientras mis manos se movían hacia la hebilla
de su cinturón, luchando por deshacerlo antes de volver a la Tierra y darme
cuenta del enorme error en el que estaba participando. Me arrepentiría de
esto por la mañana, cuando el whisky desapareciera y la realidad tomara su
lugar pero, en el calor del momento, sintiéndolo presionado contra mi muslo,
sintiendo su palpitante necesidad, queriendo recordar lo que se sentía al
tenerlo tan dentro de mí, me rendí.
El whisky y los recuerdos ganaron esa noche, mientras le ordenaba a
mi héroe convertido en villano que me llevara en ese mismo momento.
Un charco de calor llenó mi estómago mientras sus manos agarraban
mi tanga y me lo arrancaba. Sus ojos se dilataron y sus toques fueron
controlados cuando le bajé los pantalones hasta los tobillos. Me miró
fijamente y esperó un segundo mientras su dureza se frotaba contra mi
centro, casi pidiendo permiso para entrar.
Asentí una vez y entró, tan profundamente dentro de mí que casi grité
por el increíble placer. Landon salió y entró en mí repetidamente,
llevándome al borde repetidamente.
—Oh, Dios mío —susurré, apoyando la cabeza en su hombro y
gimiendo contra él para amortiguar el sonido—. Sí, sí, por favor, Landon.
Más fuerte... por favor... fóllame como si lo sintieras —supliqué.
—Maldición, Shay —gruñó, moviendo su dureza aún más—. No puedes
decir ese tipo de cosas a menos que quieras que me venga.
Lo miré a los ojos, me incliné y le mordí el labio inferior.
—Dije que me follaras como si lo sintieras.
Fue entonces cuando vi el destello de locura desatarse de él, y comenzó
a penetrarme, salvaje, indómito y desatado.
Y me sentí muy bien.
Tan jodidamente bien que no pude mantener mi orgasmo mucho más
tiempo. Mientras tenía el orgasmo contra él, él gimió por mí apretándole la
polla.
—Shay, voy a... —Sus palabras vacilaron al intensificarse sus
embestidas, penetrándome más y más, y luego se dejó ir, dándome todo de
la misma manera en que yo misma se lo había dado.
Una vez que terminamos, salió de mí y me bajó al suelo. Un escalofrío
llenó la habitación, y todo el calor que había sentido hacía unos momentos
se desvaneció.
Me bajé el vestido y volví a la realidad.
Él separó sus labios, pero no salió ninguna palabra, y eso era
absolutamente perfecto.
No quedaba nada que decir. Al menos en mi mente no lo había.
—Debería irme —dije, recogiendo mis cosas y tratando de domar lo
salvaje de mi cabello y mi corazón.
Mi corazón, que no conocía, todavía sabía cómo latir.
Mi corazón, que estúpidamente latía que latiera por él.
Detente, corazón.
Apágate.
—Espera, deberíamos hablar —dijo.
—Creo que ya hemos hecho suficiente.
Me dirigí hacia la puerta, y él me siguió de mala gana.
Cuando salimos de la habitación, el guardia de seguridad nos miró a
Landon y a mí de arriba a abajo con una sonrisa diabólica en su rostro.
Procedió a levantarle la mano a Landon con el pecho hinchado de orgullo.
—¡Diablos, sí! Sabía que lo lograrías. Es sexy, hombre —exclamó hacia
Landon, como si Landon hubiera hecho una buena obra para el movimiento
Pollas Por América al meterse en mis pantalones.
Mi pecho se apretó un poco ante toda la interacción. ¿Fue esa la razón
por la que entró en esa habitación conmigo? ¿Para tener sexo? ¿Para un
viejo polvo? ¿Para ver si su pasado sabía tan bien como sus días presentes?
¿Se lo mencionó al tipo de seguridad antes de entrar en la habitación? ¿Fue
solo un juego para él? ¿Le di exactamente lo que vino a buscar?
Un remolino de ira se instaló en mis entrañas.
Landon no chocó los cinco con el tipo, pero continuó siguiéndome.
—Shay, espera, deberíamos hablar —gritó.
Intenté alejar las emociones que se acumulaban en mi interior, porque
tenía ganas de llorar y no lloraría por algo tan estúpido como acostarme con
Landon. Aunque el sexo era el mayor recuerdo de nosotros, de lo que
solíamos ser. Era como si estuviéramos destinados a estar juntos, como si
nuestros cuerpos se movieran como uno solo y entendiera exactamente que
necesitaba para llevarme a ese siguiente nivel. Fue como si yo fuera suya, y
él fuera mío otra vez.
Aunque solo fuera durante unos momentos.
Pero nada de eso era cierto. Yo no era suya, y él no era mío. Yo era solo
otra mentira para él.
—Creo que las palabras no son realmente necesarias —respondí,
sacudiendo la cabeza—. Espero que haya sido un buen polvo para ti. Qué
manera de lograrlo —me burlé.
Me agarró del brazo y me hizo girar para que lo mirase a la cara. Se
acercó, respirando con fuerza. Durante un segundo vi el dolor en su
expresión. Esos hermosos ojos azules que una vez amé tanto me penetraron
directamente.
—Sabes que no es así.
—No sé nada de lo que pasa contigo, Landon. No te conozco. Suéltame.
—No puedo.
—¿Por qué no? —escupí en su dirección, con mi rabia y vergüenza
aumentando cada vez más con cada segundo que pasaba—. Pareció muy
fácil que lo hicieras antes.
Esas palabras le ardieron cuando dejó caer mi mano y retrocedió unos
pasos. Bien. Ya era hora de que sintiera una pizca de lo que me dejó
sintiendo todos esos años a mí.
—Nunca quise hacerte daño —susurró, con la voz entrecortada.
—Que no quisieras herir a alguien no borra el hecho de que lo hicieras.
Simplemente mantén la distancia, Landon. Lo has hecho durante mucho
tiempo. No rompamos esa tendencia.
—Shay…
Antes de que pudiera terminar, dos supermodelos se acercaron a
nosotros y sonrieron de oreja a oreja con sus blancos dientes nacarados y
sus largas piernas bronceadas con unos zapatos que probablemente fueran
demasiado caros para que yo siquiera los mirara.
—¡Landon, hola! Ha pasado mucho tiempo. Deberíamos ir a tomar algo
al bar —dijo una de las mujeres.
—Sí, y luego tal vez podamos encontrar una fiesta a la que ir —
respondió la otra, girando su cabello alrededor de su dedo, mirando a
Landon como si fuera a comérselo todo.
Ya tenía sus dos siguientes platos preparados delante de él. Cena y
postre. Yo simplemente fui el aperitivo, indigna de ser su plato principal.
Iba a vomitar.
Se pusieron delante de mí como si fuera invisible, y así fue exactamente
como me empecé a sentir.
Invisible.
Me sentí insanamente invisible.
—Lo siento, señoritas, ahora mismo no es un buen momento. En
realidad, estaba teniendo una conversación con...
—Nadie —lo interrumpí. Les di a las dos mujeres una sonrisa, y me
observaron de arriba a abajo con miradas de desprecio—. Es todo suyo,
señoritas.
Me fui, sintiendo como si me hubieran golpeado contra una pared con
un camión. Mi cuerpo me dolía no solo por el dolor de cómo Landon sacudió
mi cuerpo, sino también por el dolor de cómo sacudió mi alma.
Se suponía que ya no podía hacer eso. Había pasado los últimos años
tratando de borrar cada parte de él de todo mi ser. Pero resultaba que los
primeros amores no eran capaces de borrarse por completo de la psique de
una persona. Una parte de Landon siempre viviría en mi corazón. Solo con
su beso abrió esa esquina de mis latidos, y luego procedió a romperlo de
nuevo.
Dejé de beber esa noche y, lamentablemente, Landon permaneció en
mi mente.
¿L
a peor parte de acostarte con tu exnovio que era famoso?
No podías regodearte en la autocompasión por tu grave
error. Te veías obligada a verlo en todos los lugares a los
que fueras. En vallas publicitarias, en tráileres de
películas, en la cola de la caja del supermercado. Y la cola
de la caja era el peor lugar para verlo. Porque en las portadas de las revistas
Landon nunca estaba solo. Siempre había alguna modelo o actriz muerta
pegada a su brazo. Siempre estaba elegante como siempre, sonriendo de
oreja a oreja.
—Espera, ¿te acostaste con él? —preguntó Raine, completamente
desconcertada por la historia que acababa de contarle sobre mi interacción
con Landon mientras empujaba el carrito de la compra por la tienda. Raine
se frotó con las manos su creciente estómago y miró fijamente la revelación
de mi tiempo en la fiesta del whisky.
La había estado ayudando a hacer la compra durante las últimas
semanas, ya que estaba embarazada de ocho meses y lista para explotar
cualquier día. No podía llegar a los estantes inferiores y le costaba recoger
algunos artículos, así que la acompañaba. Hank viajaba mucho por trabajo,
así que no había estado en las últimas semanas. Hank le dijo que podían
hacer que le entregaran la comida, pero Raine estaba en contra de esa idea.
“Me niego a estar postrada en cama y a engordar. Necesito salir. Pero, Shay,
ven conmigo para que puedas agarrar los frascos de pepinillos por mí”.
—Sí. Accidentalmente tuve sexo con él.
Ella arqueó una ceja.
—¿Accidentalmente? ¿Cómo haces eso siquiera? ¿Te quitaste
accidentalmente la ropa interior y te sentaste accidentalmente en su pene?
—En realidad me arrancó la ropa interior. —Fruncí el ceño—. Y eran
mis favoritas.
—Si yo fuera tú le pasaría la factura. Y también le cobraría de más.
Tiene el dinero para cubrirlo. Pero, en serio, Shay. ¿Cómo?
—Bueno, me sorprendió y comenzó a hablar una y otra vez de cosas
del pasado. Y, no lo sé, simplemente me quebré. Fui a decirle cómo lo odiaba
y lo empujé repetidamente mientras sentía rabia en el pecho, y lo siguiente
que supe fue que lo besaba agresivamente y le quitaba la ropa.
—Ohh —exhaló—. Sexo por odio. Sexy.
—No es sexy. Después fue muy humillante. El guardia de seguridad de
afuera chocó los cinco con Landon, como si fuera algo que hiciera
normalmente. Me sentí ridícula.
—Bueno, no deberías. Además, sé cómo esas mujeres se acercan a
Landon. Probablemente lo acorralaran.
—¿Cuándo te pusiste de su lado? —pregunté, algo que todavía me dolía
por los acontecimientos de la fiesta del whisky.
Levantó las manos.
—No. Suiza. Solo digo que he visto cómo le atacaban esas modelos a lo
largo de los años.
—Oh, sí. Pobre Landon, el hombre que tiene supermodelos cayéndole
encima. Pobrecito.
—Lo siento, Shay. Sé que no es fácil. Aunque haya pasado tanto tiempo,
no cambia el hecho de que lo que tenían era real. Realmente pensé que
ustedes estaban destinados para siempre.
Odiaba que yo también lo hubiera creído. Que Landon era mi objetivo
final. Mi "felices para siempre". Mi eternidad.
Qué chica tan estúpida había sido en ese entonces.
—Está bien —mentí—. Estoy bien.
Estoy bieeeen.
—No quiero ser entrometida, pero voy a ser entrometida... ¿cómo fue?
—¿El sexo? —pregunté, pensando en el salvaje intercambio. Todavía
me daba escalofríos pensar en la forma en que Landon poseyó mi cuerpo en
esa habitación, hacía unas noches.
La forma en que sus besos sabían a pecado y quemaban más que el
whisky. La forma en que salió y entró en mí, empujando su dureza contra
mi núcleo, follándome como si hubiera estado esperando para mostrarme
cuánto había estado en su mente todos esos años que nos habíamos
perdido. Me folló como si se disculpara por las cicatrices que me dejó.
Recordar la noche era casi suficiente para dejarme caliente y molesta de
nuevo. Fue el mejor sexo que había tenido, y odiaba ese hecho. Odiaba que
nunca hubiera estado tan excitada en mi vida. Odiaba que me llevara a
nuevas alturas a las que ni siquiera sabía que el sexo podía llegar. Odiaba
lo mucho que me encantaba la forma en que me hacía sentir.
Odiaba querer volver a sentirlo dentro de mí. La otra noche, en la cama,
me desperté caliente y molesta, y supe que era porque Landon había entrado
en mis sueños. Terminé sacando mi vibrador y usándolo en medio de la
noche, pensando estúpidamente en él mientras me venía. Después me sentí
sucia, avergonzada y también muy bien.
¿Qué me pasaba?
Me aclaré la garganta.
—Estuvo bien.
La boca de Raine se abrió.
—Así de bueno, ¿eh?
Suspiré, frotándome la cara con las manos.
—El mejor que he tenido.
—Va, eso es una locura. Siempre imaginé cómo debía ser el sexo por
odio. Apasionado, poderoso, intenso. Recuerdo que una vez intenté que
Hank se enojara conmigo solo para poder experimentar el sexo por odio,
pero él no quería tener nada que ver. Le encanta follarme mientras me dice
lo perfecta que soy. Es realmente molesto.
Sonreí.
—Sí, debe ser horrible ser adorada como una diosa —me burlé.
—Muy molesto —bromeó. Luego trajo el tema de vuelta a Landon, por
supuesto. ¿Pero a que está guapo?
—Parece un troll.
—Mentirosa —dijo, frotándose la parte baja de la espalda con una mano
mientras buscaba una caja de cereales de Oreo. Sí, las Oreos tenían
cereales, y recientemente Raine terminaba una caja cada tres días—. Está
guapo. Sano. Cada vez que lo veo está más guapo que antes. Como un buen
vino.
—Como una estúpida botella de Barolo Monfortino Riserva Conterno
de 2010 —refunfuñé. Raine arqueó una ceja hacia mí. Sacudí la cabeza—.
No importa.
Pero era verdad. Landon fue hecho como un dios.
—Bueno, por suerte para ti tú eres sexy e increíble, así que estoy segura
de que se está pateando el trasero por dejarte escapar. Tú eres la que se le
escapó —me dijo mientras caminábamos hacia la cola del supermercado—.
Simplemente lo sé. Perderte es su mayor arrepentimiento.
—¿Alguna vez te ha dicho eso?
—No tenía que decirlo. Podía verlo en sus ojos cuando preguntaba por
ti.
Intenté apartar ese pensamiento y no dejar que se asentara. Fue
entonces cuando vi las revistas. La cara de Landon las llenaba, posando con
diferentes mujeres de la fiesta del whisky de hacía unos días. Estaba
sonriendo, bailando y tomando fotos. Lo llamaban el mujeriego del siglo,
diciendo que Landon era un monógamo en serie que hacía que Leonardo
DiCaprio pareciera un hombre de familia con los pies en la tierra. Las fotos
de la portada de la fiesta lo mostraban con docenas de mujeres diferentes.
Era como si estuviera viviendo una maldita canción de Mambo número 5.
Había encontrado a Angelina, Pamela, Sandra y Rita, y cuando más
continuaba las chicas eran cada vez más guapas.
Agarré una de las revistas y empecé a hojearla, un poco aterrorizada de
que me hubieran sacado una foto junto a Landon. Cuanto más páginas
pasaba, más se me caía el estómago.
Nada.
No se tomó ni una sola fotografía mía con Landon, casi como si nunca
hubiera existido. ¿Ese rincón de mi corazón que aún le pertenecía? Me sentí
tonta y avergonzada de haber tenido el valor de dejar que Landon se acercara
durante el poco tiempo que tuvimos.
Todas esas malditas chicas.
No estaba amargada por ello en absoluto.
No. Ni siquiera un poco.
No. Ni siquiera un poco. Está bien. Llámame café, cariño, porque la
amargura era oficialmente mi primer, segundo y último nombre.
Raine se dio cuenta de que miraba el resto de las revistas. Se acercó y
las puso todas al revés en el expositor.
—Estas cosas son basura —murmuró, haciéndome sonreír. Aunque
probablemente fuera una sonrisa de aspecto triste.
—Súper basura.
—¿Estás bien, Shay? —preguntó, frunciendo el ceño. Debió quedar
claro que estaba agitada por ver esas revistas.
Asentí.
—Sí, estoy bien. Estoy feliz de que no haya habido ninguna prueba
fotográfica de mi noche con Landon. Ahora puedo seguir fingiendo que
nunca sucedió.
Desafortunadamente era simplemente una de las muchas mujeres en
la vida de Landon con la que había jugado, de nuevo.
Cuando llegué a casa esa tarde traté de mantenerme ocupada, aunque
mi mente buscara un millón de razones para pensar en Landon. Evité las
redes sociales durante las últimas cuarenta y ocho horas para no ver la cara
de Landon cubriendo el Internet con fotografías de la fiesta.
La tentación era el diablo. Hubo muchas veces en las últimas cuarenta
y ocho horas que quise escribir su nombre en una búsqueda de Google solo
para leer los artículos más recientes sobre él.
Pero no lo hice, porque eso sería abrirme a más dolor y sufrimiento.
No tenía tiempo de estar herida por ese hombre, ya fue suficiente en el
pasado.
Me ocupé de escribir. Crear mundos ficticios era lo que más me gustaba
hacer cuando mi realidad era demasiado pesada. Me encantaba escribir
historias de amor, porque me alejaba del hecho de que ya no creía en el
amor verdadero. Al menos en mis historias el amor verdadero era algo real.
Y, ¿en esas historias? El verdadero amor siempre ganaba.
—N
ecesito un descanso, Joey. Un año sabático o algo
así de todo este mundo —le dije a mi agente
mientras paseaba por mi ático. Habían pasado unos
días y debía volver a Nueva York, pero aún no había
dado el salto para dejar Chicago.
Había estado pensando demasiado en todo lo que pasó con Shay, y
tenía que encontrar la manera de disculparme por nuestra última
interacción. Quería hablar con ella para tratar de llegar a la misma página,
y decirle cómo nunca en un millón de años quise que se sintiera como si
fuera otra mujer más con la que me iba a acostar. Lo vi en sus ojos en el
momento en que esas dos mujeres se acercaron a nosotros. Sabía que
pensaba que no era más que otra mujer.
Cuando en realidad lo era todo y más.
No podía dejar de analizar cada segundo que había pasado con Shay
ese día. Mi mente no paraba de repetir las formas en que la había fastidiado.
No debería haberme acostado con ella. ¿Quería hacerlo? Por supuesto que
sí. ¿Fue un error? Garantizado.
No porque no fuera bueno, sino porque lo fue. Fue mejor que bueno.
La última vez que sentí algo tan apasionado, crudo y real fue cuando estuve
con ella.
No me sorprendió que el sexo fuera increíble, pero la verdad es que
terminó haciendo más daño que bien. La lastimé. La lastimé de nuevo, y fui
un maldito idiota por hacerlo.
La doctora Smith me habría dicho que dejara de pensar en lo que pasó
y me concentrara en lo que venía después. El problema era que no sabía lo
que venía después cuando se trataba de Shay.
Después de ver todas las revistas que me hacían parecer demasiado
cercano a ciertas mujeres en la fiesta del whisky, estaba seguro de que Shay
no querría tener nada que ver conmigo nunca más. Me sorprendió cómo
esas revistas podían tomar una situación perfectamente inocente y hacer
que pareciera un escándalo. ¿Cómo dormía esa gente por la noche?
Probablemente en sus sábanas de seda con una sonrisa en la cara.
—¿Qué quieres decir con un año sabático? No tenemos tiempo para
vacaciones.
—No dije que quisiera unas vacaciones. Dije que necesitaba unas
vacaciones. —Una clave para trabajar en mi salud mental fue darme cuenta
de mis desencadenantes. Se me había terminado dando bien darme cuenta
de cuándo mis pensamientos empezaban a escapárseme. La doctora Smith
me enseñó que, si aprendía a captar esos pensamientos desde el principio,
sería más fácil frenarlos. Si los atrapaba demasiado tarde era como si
estuviera corriendo a toda velocidad, y para cuando me diera cuenta de que
me estaba desmoronando sería demasiado tarde y me estrellaría.
Joey entrecerró los ojos y se apoyó en la isla de mi cocina.
—¿Tu mente se está volviendo loca otra vez?
—Me siento mal. Llevo un tiempo sin parar y no quiero hartarme. Si
sigo a este ritmo hartarme es la única opción. Lo que me llevará a un
descanso aún más grande y aterrador.
Frunció el ceño mientras se pasaba la mano por la cara.
—Así de malo, ¿eh?
Asentí.
—Llegando. Hace tiempo que no hago algo bueno por mi alma.
—¡Acabas de ganar un Oscar! Si eso no es bueno para tu alma no sé
qué lo es.
—No, me refiero a devolver. Ayudar en las comunidades. Quiero ir a
algunas zonas desfavorecidas y realmente ayudar en el tema de la salud
mental.
Le había estado diciendo esto a Joey durante años, y siempre le quitaba
peso, pensando que solo estaba siendo dramático. “Simplemente escríbele
un gran cheque a alguna organización y vuelve al trabajo” me decía siempre.
“Necesitan tu dinero, no tu aparición”.
Pero eso no me parecía suficiente.
Era uno de los afortunados bastardos que tenía suficiente dinero para
conseguir la mejor atención del mundo. Había mucha gente que no tenía
ese mismo privilegio, especialmente los jóvenes. Quería mirarlos a los ojos y
contarles mi historia. Quería recordarles que no estaban solos simplemente
por pasarlo mal. Quería crear un diálogo abierto en torno a la salud mental
y retribuir tanto con dinero como con mi tiempo.
Joey tenía un problema con esa idea, porque en su mente el tiempo era
dinero y, si algo no nos traía dinero, entonces no teníamos tiempo para ello.
—No tenemos tiempo para eso ahora mismo, Landon. ¡Es tu mejor
momento!
—Ha sido mi mejor momento durante los últimos diez años.
—Exactamente, por lo que no debes dejar que tu mente se tambalee.
Piensa en todo lo que tienes. Tienes todo lo que todos han soñado. Eres
jodidamente rico, tienes talento, y podrías tener a cualquier chica que
quisieras.
No a cualquier chica, eso era un hecho.
Continuó:
—No entiendo por qué tienes que estar triste. ¡Eres Landon Pace,
cariño!
—Harrison —lo corregí—. Landon Pace es un personaje inventado. Yo
no soy ese.
—Sí, pero eso es lo que te hizo ser alguien.
Hice una mueca por sus palabras. Como si mi carrera de actor fuera lo
que me hiciera importante, aparte del hecho de que era un humano vivo y
que respiraba. No discutí con él, porque estaba cansado y sabía que Joey
no vería las cosas desde mi punto de vista. Creía que el dinero traía felicidad
y no podía, aunque le fuera la vida en ello, entender por qué demonios tenía
yo que estar triste.
Debió haber captado la energía de la habitación y me hizo sonreír a
medias.
—Escucha, ¿qué tal esto? Tómate el mes libre. Hacemos eso, luego
filmaremos Eter aquí en Chicago, y luego lo trabajaré para que tengas más
tiempo libre.
—Necesitaré seis meses para empezar con lo que quiero hacer —le dije,
y juré que hizo una mueca como si le hubieran dicho que alguien le iba a
cortar el dedo gordo del pie.
—Podemos trabajar en la cantidad de tiempo cuando lleguemos allí.
Hasta entonces, tómate el mes para poner tu cabeza en orden. Yo me
encargaré de todo lo demás. Tú solo preocúpate de mantenerte en forma.
—Sí, está bien. Gracias, Joey.
—Cualquier cosa por mi estrella. Parece que la fiesta del whisky fue un
éxito. Posaste con todas las chicas adecuadas.
—Posé con todas las chicas. —Excepto con la que quería.
—Lo sé. Lo cual es cierto. El atractivo vende. Por eso tu carrera despegó
del salto. ¿Recuerdas el anuncio de Calvin Klein?
¿Cómo podía olvidar el anuncio de Calvin Klein?
—He vendido suficiente atractivo sexual a lo largo de los años. Ahora
deberíamos pensar en dejar que las películas hablen por sí mismas.
Debió haber captado las pistas del contexto de que no me interesaba
hablar más sobre el trabajo o la narrativa que se suponía que debía intentar
seguir en las reuniones. El misterioso mujeriego que nunca sentaba cabeza,
bla, bla, bla, bla.
Se frotó los ojos con las palmas de las manos.
—Dejaré de molestarte, pero si necesitas algo avísame. Buenas noches,
Landon.
—Buenas noches.
Salió, y yo me quedé otra vez solo con mi perro.
Sentí como si finalmente fuera capaz de respirar, ahora que no había
gente esperando nada de mí. Solía odiar estar solo, pero cuanto más tiempo
vivía en el mundo de los famosos más ansiaba mi soledad.
En el pasado estar solo significaba vivir con mis pesados pensamientos,
y a veces eso seguía siendo cierto. La depresión no era algo que se fuera con
la fama, el éxito y el dinero. Todavía vivía dentro de mí, y todavía luchaba
diariamente para no alejarme demasiado de las verdades de lo que
realmente era.
La doctora Smith me obligaba a hacer ejercicios de respiración
regularmente, y ella era la razón de que me metiera en el yoga hacía muchos
años. Pequeñas cosas como esas ayudaban a mi problemática mente a
aprender a ir un poco más despacio. No siempre funcionaba y, a veces, aún
me tropezaba y pasaba noches enteras despierto, sin poder controlar la
ansiedad en mi pecho. Pero estaba mejor que antes, porque me negaba a
renunciar a mí mismo nunca más.
Esa noche, hice mis ejercicios de respiración y pensé en mis tres cosas
buenas.
1. Un mes de descanso.
2. Shay.
3. Shay.
Sabía que no debía nombrar la misma cosa dos veces, pero no podía
evitarlo. Por primera vez en mucho tiempo sentía que alguien me veía como
quien realmente era, no como un dios de los famosos o una mierda así. Veía
a mi verdadero yo y, aunque no apreciaba mucho lo que tenía delante, me
hacía sentir bien ser visto. Si la volvía a ver, lo que de alguna manera había
planeado hacer durante mi tiempo libre, le mostraría más de mí y esperaba
que algún día me dejaría volver a acercarme a ella. Porque, incluso después
de todos estos años, estar cerca de ella seguía siendo como un hogar. Un
hogar desordenado que necesitaba muchas reparaciones, pero que seguía
siendo un hogar.
—Entonces, ¿cuál es tu plan? —dijo la doctora Smith en nuestra
videollamada—. ¿A dónde vas desde aquí, ahora que tú y Shay han vuelto a
conectar?
Habíamos estado hablando durante la última hora sobre la altura de
mi ansiedad y trabajando en ella. Desempacando las cajas de mi estrés una
por una.
—No hay nada que pueda hacer —dije—. Me odia.
—¿Estás seguro de eso?
—Pude verlo en sus ojos. Parecía estar más que herida después de que
esas dos mujeres se acercaran a nosotros.
—Estar herida por tu culpa y odiarte no es lo mismo. ¿Crees que hay
alguna posibilidad de que puedas arreglar esto?
—No tengo ni idea de cómo hacerlo; además, con la forma en que los
medios de comunicación me presentaron en la fiesta del whisky, estoy
seguro de que Shay no quiere tener nada que ver conmigo.
—Pero ese no eres tú, Landon. No el verdadero tú, al menos. Es un
personaje inventado que está basado en la ficción. Así que tal vez ahora
tengas la oportunidad de reconectar con Shay. Dijiste que tienes un mes
libre, ¿verdad? Quizás ahora sea el momento de intentar mostrarle quién
eres realmente. Lo que eres.
—No me dejará acercarme tan fácilmente.
—Nunca dije que sería fácil —argumentó la doctora Smith—. Nada
importante es fácil, pero valdrá la pena. ¿Sabes por qué?
—Ilumíname.
—Porque es la primera vez en años que te oigo hablar de algo con una
luz en los ojos. Una chispa. La última vez que te vi tener esa chispa fue por
la misma chica. No te pierdas una segunda oportunidad de ser feliz, Landon.
La mayoría de la gente no las tiene y, aunque no funcione, al menos sabes
que lo diste todo.
—¿Cómo le demuestro que no soy el mismo chico jodido que solía ser?
—Fácil. —Sonrió a través del teléfono, y luego arrojó sus piernas sobre
su escritorio—. Muéstrale el hombre que eres hoy. Tu pasado no te define
para siempre. Has hecho el trabajo para mejorar tu mundo. Ahora tienes
que cosechar las recompensas de tu duro trabajo. Todo lo que tienes que
hacer es ser lo suficientemente valiente como para ir a por las cosas que
más te asustan. La gente más valiente del mundo vive con miedo: dejan que
su motivación ahogue los sonidos del miedo.
—No sé ni cómo contactar con ella hoy en día.
—Piensa en el pasado. ¿Cuál era tu forma favorita de comunicarte con
Shay cuando eras más joven? —preguntó la doctora Smith.
Sabía exactamente a dónde quería llegar y, aunque había una gran
posibilidad de que no funcionara, sabía que tenía que intentarlo.
Después de colgar con la doctora Smith saqué un cuaderno, me senté
en la mesa del comedor, y empecé a hablar con Shay de la única forma que
sabía, con mis verdades.
—¿C
ómo te volviste tan buena con esto? —preguntó
Karla mientras leía algunos de mis
manuscritos con una mirada de asombro en
los ojos. Me habría gustado que los agentes
miraran mis palabras con tanto disfrute como
esta niña de catorce años.
Karla era la hija mayor de Greyson. Había pasado por muchos traumas
emocionales y físicos después de un accidente de auto masivo que acabó
con la vida de su madre y dejó a Karla maltratada y con moretones.
Caminaba con una gran cojera debido al accidente, y su cara y brazos tenían
cicatrices por todas partes. Se vestía de negro y se cubría la cara con el
cabello para ocultar algunas de las cicatrices, pero yo hacía todo lo posible
para convencerla de que sus cicatrices eran hermosas.
Nos conocimos hacía unas semanas, cuando Greyson me invitó a
unirme a las chicas y a Eleanor para un partido de béisbol. Karla y yo
congeniamos, lo que pareció importante, porque Greyson dijo que su hija
había sido antisocial durante mucho tiempo. Desde el accidente, Karla
perdió a muchos de sus amigos. Se burlaban de ella por su apariencia y la
llamaban Jorobada, por su postura.
Recordaba que la secundaria era cruel cuando yo estaba allí, pero no
podía imaginarme estar en la escuela con la tecnología de hoy en día. Las
cosas que Karla me dijo que la gente había dicho y que le enviaban a través
de las redes sociales me ponían la piel de gallina.
¿Cómo nos desarrollamos en un mundo donde los niños no tienen
moral? ¿Cuándo se volvieron tan crueles?
Una vez que Karla supo que era escritora, me preguntó si podía revisar
algunas de sus historias.
—No tienes que hacerlo, porque estoy segura de que estás ocupada y
no querrás perder tu tiempo con mi estúpido trabajo —dijo,
menospreciándose, algo que estaba segura de que había aprendido a hacer
de los demás—. No quiero hacerte perder el tiempo.
Odiaba lo baja que era su autoestima y quería ayudarla a aumentarla
lo más posible, aunque fuera a través de su palabra escrita.
Además, disfrutaba de su compañía. Era una buena chica con el
corazón dañado que solo necesitaba que le dijeran que era suficiente.
Una vez conocí a un chico roto con sus propias cicatrices que
necesitaba que le dijeran lo que valía.
¿Qué podía decir? Tenía un tipo.
Sonreí mientras los ojos de Karla se movían de un lado a otro sobre mi
manuscrito.
—Yo nunca seré tan buena.
—No —corregí, quitando los papeles de su empuñadura—. Serás mejor.
Ya eres mejor. Así que volvamos a trabajar en tu manuscrito. Podemos
trazar algunas de las escenas principales e ir desde allí.
Asintió con el ceño fruncido, casi como si tuviera miedo de profundizar
en su historia. Puse una mano reconfortante sobre la suya.
—Sabes que eres lo suficientemente buena, Karla, ¿verdad? Eres una
chica hermosa con hermosas historias viviendo dentro de ti. Se te permite
dejar salir esas historias.
Bajó la cabeza.
—No tienes que hacer eso.
—¿Hacer qué?
—Llamarme hermosa. Sé que no es verdad, y que intentas ser amable,
pero no tienes que mentir.
Puse mi dedo bajo su barbilla y levanté su mirada para que se
encontrara con la mía.
—Eres hermosa, Karla. Todas y cada una de tus partes, y las partes
que crees que son feas son realmente las más impresionantes.
Ella resopló.
—Díselo a los chicos de la escuela.
—Por suerte para nosotras los chicos de la escuela no llegan a definir
lo que es hermoso. Nosotras sí.
Entrecerró los ojos e inclinó la cabeza hacia mí, como si tratara de
entenderme.
—¿Cómo te volviste tan confiada?
—Fácil. —Me encogí de hombros—. Dejé de decirme cosas malas.
—No puedo pensar en una cosa mala que te dirías sobre ti misma.
Quiero decir, mírate. Eres perfecta. Si me pareciera a ti, tendría a todos los
hombres del mundo queriendo mirarme.
Oh, Karla.
Ojalá volver a ser tan joven y loca por los chicos otra vez.
—No necesitas que los chicos te miren para ser digna.
—Lo dice la mujer que probablemente tenga a todos los hombres
mirándola.
—Que miren no significa que te respeten. Confía en mí. Los hombres
me han fastidiado las suficientes veces para saber que piensen que eres
hermosa no significa que te valoren.
Karla se rio, sacudiendo la cabeza.
—No vas a ganar esta batalla, Shay. Tú eres la reina del baile, y yo soy
la rarita de la escuela. Así es como es para algunas personas.
Antes de que pudiera responder, el teléfono de Karla se iluminó. Vi las
palabras "tío Landon" en la pantalla antes de que se apresurara a contestar.
Mi estómago se tensó al ver su nombre en la pantalla. Sabía que
Landon había estado muy unido a las dos chicas de Greyson, especialmente
después del accidente, pero al ver la palabra "tío" junto a su nombre me di
cuenta de que estaba mucho más unido a las chicas de lo que pensaba.
—Hola, tío Landon. ¿Qué tal? —preguntó Karla, sosteniendo el teléfono
contra su oreja. Se giró ligeramente alejándose de mí, pero no me perdí la
pequeña sonrisa que se extendió por sus labios mientras le hablaba—. Sí,
lo sé. —Su sonrisa se hizo más profunda—. Sí, lo sé. —Entonces, se rio.
¡Se rio! La chica rota con tan baja autoestima se rio de las palabras que
Landon le estaba dedicando a través de su llamada. Eso hizo que mi corazón
se calentara. Aunque tenía mis opiniones sobre Landon, me hacía feliz que
fuera capaz de hacer sonreír y reír a Karla, porque sabía que ella hacía
ambas muy escasamente.
—¡Está bien, está bien! —Karla se rio, sacudiendo la cabeza—. Bien. Lo
diré, pero solo porque estás siendo molesto al respecto. Yo también te amo.
Ya está. ¿Feliz?
Ella siguió sonriendo, y la sonrisa debía haber sido contagiosa porque
una sonrisa cayó en mis labios también.
Karla levantó una ceja.
—Espera, ¿qué? —Se puso de pie—. ¡¿En serio?!
Yo también me puse en pie, confundida por sus movimientos
repentinos.
—Bueno, sí. Bien, adiós. —Karla colgó el teléfono, y esa sonrisa se
quedó plantada en sus labios. Miró hacia mí y se puso el cabello frente a la
cara—. Um, lo siento, Shay. ¿Está bien si acortamos la lección de hoy? Mi
tío, Landon, está en la ciudad mucho más tiempo del que pensaba y quería
llevarme a una cita.
El timbre sonó mientras sus palabras se asentaban en mi mente.
Empezó a salir cojeando de su habitación con los hombros hacia adelante y
los ojos mirando el suelo de madera. Siempre caminaba con los ojos pegados
al piso como si tuviera miedo de levantar la mirada.
La seguí, tratando de controlar los latidos de mi corazón, que en ese
momento estaban perdiendo la razón dentro de mi pecho.
Cuando Karla abrió la puerta principal, estrelló su cuerpo contra el de
Landon, quien la abrazó con fuerza. Se agachó para sostener a la joven
contra sí y le susurró algo que la hizo reír de nuevo al oído.
Esa risa.
Qué hermoso sonido.
Mientras ella se alejaba de él, él le colocó el cabello detrás de las orejas
para poder verle la cara. La forma en que la miraba, como si solo viera la
perfección en lugar de sus cicatrices, hizo que cada pieza de resentimiento
que le guardaba se derritiera momentáneamente.
Luego, dijo las palabras que hicieron que mi alma cayera en picada.
—¿Cómo está tu corazón, Karla? —dijo, con la voz baja y controlada
con ternura y cuidado.
Ella se encogió de hombros antes de dejar que cayera pesadamente.
—Sigue latiendo.
Las lágrimas brotaron de mis ojos cuando el familiar dicho salió de sus
labios. Pestañeé para alejar la emoción lo mejor que pude antes de tragar
con fuerza y aclararme la garganta.
Los dos me miraron, y la conmoción que brotó de los ojos de Landon al
verme me hizo sentir como si estuviera invadiendo un momento muy
privado. Entonces sus ojos se suavizaron como si estuviera contento de
verme allí.
Metí las manos en los bolsillos de mis vaqueros y me balanceé
torpemente de un lado a otro.
—¡Oh, tío Landon, esta es Shay! Es la prima de Eleanor y me está
enseñando a ser escritora.
—Ya eres escritora. —Le sonreí a la chica, que no había perdido su
sonrisa desde que Landon llegó.
—Pero quiero ser genial como tú —comentó. Se volvió hacia Landon—.
¡Es una guionista increíble, tío Landon! Deberías estar en una de sus
películas. Es la mejor.
—Me lo creo —dijo, todavía mirándome. Parpadeó unas cuantas veces
y separó los labios como si tuviera algo más que decir, pero luego se volvió
hacia Karla—. Quizá deberías ir a buscar tu abrigo y tus zapatos para que
podamos salir a pasar el día.
—Bien —aceptó Karla, empezando a caminar de nuevo hacia su
dormitorio—. Shay, tal vez podamos compensar las cosas que nos perdimos
hoy y reunirnos dos veces la semana que viene. Si tienes tiempo. No quiero
quitarte mucho tiempo.
—Mi tiempo es tuyo. —Sonreí—. Me encanta nuestro tiempo juntas,
Karla. Avísame cuando estés libre y lo haré encajar en mi agenda.
Me dio las gracias de nuevo antes de irse a preparar su cita con Landon.
Me quedé congelada en el vestíbulo mientras Landon metía las manos
en sus bolsillos.
—Hola —susurró.
—Hola —respondí, tratando de mantenerme relajada y tranquila. Mejor
que mejor que bien.
Por suerte, no estaba borracha de whisky para esta interacción.
Se acercó a mí y pasó una de sus manos a través de su desordenado
cabello. Su cabello, junto con su apariencia, no era tan perfecto como en la
fiesta del whisky. Parecía una persona común, una persona común muy
atractiva, pero aun así. Se parecía más a Landon Harrison y menos a su
personaje de actor.
—Esperaba hablar contigo de nuevo en la fiesta del whisky, pero todo
se volvió loco al final.
—Lo sé. —Asentí—. Vi las revistas sobre los eventos que tuvieron lugar
después de que tú y yo tuviéramos nuestra... situación.
Hizo una mueca.
—Eso fue todo pantomimas.
—Y modelos —añadí—. No hay que olvidar a los modelos.
—Escucha, estoy en la ciudad un poco más de lo que pensaba. Tal vez
podamos encontrarnos para tomar un café.
—No me gusta el café.
—Antes te gustaba el café.
—La gente cambia.
—Bien. Tal vez un té.
—Me da gases.
Sacudió la cabeza.
—El té no le da gas a la gente.
—¿Qué eres? ¿La policía del té? Principalmente lo que digo es que no
quiero verte, Landon. La otra noche fue algo de una sola vez. Un error de las
más altas proporciones. Estábamos borrachos y cometimos un error, y
ahora se nos permite dejarlo en el pasado.
—No quiero dejarlo en el pasado.
—Sí, bueno, no es que vayamos a tener un futuro. Así que, bueno.
Mantengámoslo ligero, ¿de acuerdo? Si nos volvemos a cruzar, entonces
interactuamos a un nivel muy simple. Somos adultos ahora, Landon. No
tenemos que ser los niños angustiados que una vez fuimos. Sé que dije
algunas cosas en esa fiesta que fueron pesadas, pero honestamente estaba
borracha. No quise decir nada de eso.
—¿En serio? —preguntó, con las cejas bajas—. ¿No quisiste decir nada
de eso?
—Ni una palabra.
—¿Incluso la parte en la que dijiste que me odias?
Me reí un poco y me froté el cuello con la mano.
—Por supuesto que no te odio, Landon. Reservo mi odio para la gente
a la que realmente conozco.
Un destello de desesperación pasó por sus ojos mientras asentía
lentamente.
—Eso tiene sentido. Bien, bueno. Tal vez nos crucemos y podamos
intercambiar algunas palabras ligeras.
—Sí, por supuesto. Si por casualidad nos cruzamos haremos
exactamente eso.
Parpadeó unas cuantas veces como si tratara de alejar el momento de
tristeza de su mirada.
—Suena bien. Y, ¿Shay? Gracias por lo que estás haciendo por Karla.
Necesita a alguien en su vida que crea en ella. Gracias por ayudarla. Eres
buena para ella.
—Es una buena chica. Está un poco rota, pero encontrará su camino.
Se rio suavemente y se frotó la mano contra la nuca.
—Todos estamos un poco rotos y tratando de encontrar nuestro
camino, supongo.
Quería sonreírle, pero aun así parecía un poco triste. Nada como en las
revistas.
—Te adora —comenté, queriendo darle una rama de olivo—. Realmente
te admira. Cuando llamaste se iluminó, y fue la primera vez que la oí reír.
—Como dijiste, es una buena chica. Es una gran niña a la que le dieron
una mierda en la vida. Solo intento recordarle que este mundo tiene un lugar
para ella y que pertenece a este lugar. Pero la conozco. Sé que sus
pensamientos pueden ser muy pesados y oscuros. Me preocupo por ella
todos los días.
—Bueno, si hay alguien que puede ayudarla a salir de la oscuridad es
un hombre que encontró el camino para salir de la suya.
—¿Crees que he encontrado mi camino para salir de la oscuridad? —
preguntó con un tono bajo y oscuro. Sus palabras me atravesaron el pecho.
Por supuesto que había encontrado su camino para salir de la
oscuridad. Durante años había visto su luz y felicidad desplegarse en la
pantalla de mi computadora.
—¿Estás listo, tío Landon? —preguntó Karla cuando salió de su
dormitorio. Vino justo antes de que pudiera responder al comentario de
Landon, lo cual fue algo bueno.
No tenía ni idea de lo que habría dicho en respuesta.
Las dos se despidieron de mí mientras caminábamos hacia nuestros
autos para salir. Mientras se alejaban, me tomé unos segundos para
sentarme en mi auto mientras el motor rugía. Me tomé esos pocos segundos
para recordarme respirar.
—A
sí que crees que es bastante asombrosa, ¿eh? —le
pregunté a Karla mientras cenábamos juntos un
filete en uno de los restaurantes más caros de
Chicago. Llamé el día anterior para tener todo el
lugar para nosotros. Cada vez que llevaba a Karla a
sus citas siempre me aseguraba de que el restaurante estuviera vacío de
gente, porque una vez mencionó lo cohibida que se sentía por el hecho de
que la gente la mirara como si fuera un monstruo.
Odiaba a la gente y sus malditas miradas críticas. A veces incluso los
oía hacer jadeos verbales. Otras veces los niños reaccionaban en voz alta a
las cicatrices de Karla. “¿Qué le pasa a su cara, mamá? Qué miedo”.
Odiaba esos comentarios más de lo que podría expresar, especialmente
porque sabía cómo las palabras podían filtrarse en el alma de una persona
e incrustarse en toda su existencia.
Viví esa vida antes.
Todavía vivía esa vida en ciertas ocasiones. No quería eso para Karla.
Conocía la lucha contra los demonios a una edad tan temprana. No le
desearía esa crueldad a nadie, y mucho menos a Karla.
Era una chica muy feliz antes del accidente. No me podía imaginar un
momento en el que Karla no bailara y cantara, como su hermana pequeña
Lorelai. Había una luz en ella que pensé que nunca podría ser demolida
pero, después del accidente y de perder a su madre, la luz de Karla había
desaparecido casi por completo.
Pero no se había ido completamente, lo que me hacía feliz.
Todavía veía un pequeño brillo en sus ojos mientras hablaba de sus
historias y de Shay. No me sorprendió en absoluto. Shay era una chispa de
luz en mi mundo oscuro ella también.
—Es más que asombrosa, tío Landon. Es... ¡genial! —Karla suspiró,
hablando de Shay—. Escribe mejor que nadie que haya leído antes. Y, no te
ofendas, pero sus guiones son mejores que los de cualquier película en la
que hayas estado tú. Mucho mejor.
Me reí entre dientes.
—No hay necesidad de herir mi ego.
—No es tu culpa que a veces salgas en películas mediocres, tío Landon.
Tu actuación siempre es genial, pero las palabras que dices a veces son
basura —dijo con naturalidad mientras cortaba su filete.
No pude evitar sonreír por el comentario.
—No puedo discutir con eso.
—Si puedo ser la mitad de buena guionista de lo que es Shay, sería
feliz. No lo entiendes, es la mejor.
Podría haberme sentado a escuchar a Karla hablar una y otra vez de la
grandeza de Shay Gable, y nunca me habría cansado de ello. Y estaba seguro
de que cada palabra que decía sobre Shay era cierta. Todo coincidía con la
chica que conocía.
Pero mis citas para cenar con Karla no eran para nadie más que para
nosotros dos. Era una oportunidad para mí de comprobar su cuerpo, mente
y espíritu.
—Basta de hablar de Shay —dije, metiéndome en la boca un montón
de coles de Bruselas—. Hablemos de ti.
Karla se puso más sombría y su sonrisa se desvaneció.
—¿Tenemos que hacerlo?
—Conoces las reglas, Karla. Yo te compro un filete demasiado caro, y
tú me permites entrar en esa hermosa cabeza tuya.
Se movió en su asiento.
—Estoy bien. Pero mi terapeuta es muy entrometida.
—O solo está tratando de ayudarte.
—No puede conseguirme una cara nueva, así que dudo que pueda
ayudarme mucho.
Fruncí el ceño, sabiendo que sus cicatrices eran un gran problema para
su confianza. Ni siquiera podía culparla por estar incómoda con ellas,
porque yo también tenía mis cicatrices, que pasé mi infancia escondiendo.
Entonces continué y las cubrí con tatuajes por todos mis brazos.
—Tu cara es perfecta.
—Díselo a todos en la escuela —resopló—. La gente es una mierda.
La habría regañado por decir palabrotas, pero no era su padre, era el
tío Genial. Además, tenía razón. La gente era una mierda.
—¿Has pensado en cambiar de escuela, como mencionó tu padre? —
Recibía una buena dosis de acoso escolar en su escuela. Incluso hubo
mucho tiempo en el que se saltaba la escuela, pero una vez que Greyson se
enteró se aseguró de que Eleanor acompañara a Karla directamente a su
clase por la mañana.
—No puede ser. —Sacudió la cabeza—. Eso sería un nuevo grupo de
imbéciles que tengo que conocer. Al menos conozco a los imbéciles de mi
escuela. Sé qué comentarios patéticos me harán, lo que hace que esté bien.
No son muy listos, así que no pueden hacerme mucho daño.
Fruncí el ceño al darme cuenta de que todavía le hacían daño.
—Además, Brian comenzó a hablarme de nuevo —dijo, con una ligera
curva en sus labios—. Quiero decir, no dice mucho delante de otras
personas, pero cuando estamos solos me habla.
—¿Por qué no te dice nada delante de la gente?
—Porque no puede arriesgar su popularidad frente a nuestros amigos.
—Se detuvo y frunció el ceño—. Me refiero a sus amigos.
Solían ser sus amigos, hasta que se volvieron fríos con ella después del
accidente.
Además, que se joda Brian por ser un mierda y solo ser amigo de Karla
en la clandestinidad. Ella se merecía más que eso. Se merecía el puto
mundo, pero en vez de eso se quedaba lidiando con el instituto y los
matones, lo que me molestaba muchísimo porque la gente era una mierda.
—No dejes que nadie te convierta en su secreto, Karla. Si no puede ser
tu amigo en público, entonces no te merece.
Se encogió de hombros.
—Es el único amigo que tengo. Realmente no tengo voz ni voto en lo
que puedo tener con este aspecto.
—Definitivamente tienes algo que decir al respecto. Además, no es tu
único amigo. Yo soy tu amigo.
Puso los ojos en blanco.
—No te ofendas, tío Landon, pero tener un amigo de cuarenta años no
es realmente lo que busco.
—¿Cuarenta? No tengo cuarenta.
Levantó una ceja.
—¿Entonces por qué pareces tan viejo?
Típico de una joven de catorce años asegurarse de que eres humilde.
—¿Quieres hacer tres cosas buenas? —pregunté, hablando del ejercicio
que había aprendido de mi propia terapeuta. Se lo pasé a Karla, porque
quería que recordara que, incluso en los peores días, había al menos tres
cosas buenas que sucedían.
Levantó una ceja.
—¿Tengo que hacerlo para conseguir el postre?
Le di una sonrisa de conocimiento. Claro que tenía que hacerlo para
conseguir el postre.
Suspiró y se peinó con los dedos el cabello que colgaba delante de su
cara.
—Bien. Uno, conseguí trabajar con Shay. Dos, conseguí verte. Tres,
Brian me sonrió en el pasillo.
Que se joda Brian y que se jodan sus sonrisas.
Pero no dije eso. Pude ver que el pequeño corazón ingenuo de Karla
estaba más interesado en ese chico de lo que debería haber estado y, si decía
algo, podría hacer que se cerrara un poco sobre su vida. Necesitaba que se
mantuviera abierta, porque sabía lo que se sentía al cerrarse al mundo.
Además, maldecir mentalmente a un chico de catorce años
probablemente no fuera lo más maduro que podía hacer. Pero, ¿qué podía
decir? Amaba demasiado a Karla, y cualquiera que le faltara el respeto a su
corazón tendría que tratar conmigo.
—¿Y tres recuerdos? —pregunté.
Gimió, pero asintió.
—La sonrisa de mamá, la forma en que bailaba fatal cuando papá ponía
el álbum de Navidad de Mariah Carey, y la forma en que lloraba lágrimas de
la risa mientras veíamos videos en YouTube de hámsteres comiendo
burritos.
Tres buenos recuerdos.
Siempre le pedía a Karla que nombrara tres recuerdos de su madre,
Nicole, para no olvidar los buenos momentos. Recientemente había
empezado a hacer lo mismo con ella sobre mi tío, Lance. Nunca lo había
hecho, y era extrañamente curativo hablar de los buenos recuerdos en lugar
de centrarme en el hecho de que nuestros seres queridos ya no estaban.
—¡Oh! —Sonrió, lanzando su mirada hacia mí—. ¿Puedo contarte la
idea que Shay me dio para mi historia?
La forma en que se iluminó me iluminó a mí también.
—Por supuesto. Cuéntamelo todo.
Empezó a hablar del guion, y vi la felicidad que recibía por trabajar con
Shay. Shay le daba a Karla razones para sonreír, y estaba más que
preparado para darle las gracias la siguiente vez que la viera. Shay tenía
una forma natural de mejorar la vida de la gente. Agradecía que estuviera
ahí para Karla en medio de la tormenta.
—¿Cómo está ella? —preguntó Greyson después de que dejara a Karla
en su casa. Estaba corriendo con Lorelai en el patio cuando llegamos,
actuando como el viejo y divertido Greyson que siempre conocí.
Nos encontrábamos sentados en su oficina, bebiendo un vaso de su
mejor whisky mientras me informaba sobre la situación actual de Karla.
—Está bien. Todavía está trabajando en mucho, pero lo logrará, Grey.
Sé que te preocupas por ella, pero está bien.
Hizo una mueca.
—Todavía me mantiene a distancia. Sé que me lo merezco después de
todo lo que le hice pasar, pero se cierra conmigo en algunos momentos.
Estoy agradecido de que la visites. Necesita un refugio seguro.
—Está asimilando muchas cosas, Grey. No seas tan duro contigo
mismo. —Sabía que lo haría sin importar lo que le dijera—. Además, siempre
estoy aquí para ti y las chicas. Eres mi familia, y haría cualquier cosa por
ti. Siempre. Pero, por favor, sepan que ustedes son su verdadero refugio. Yo
solo soy un refugio temporal hasta que encuentre el camino a casa, y lo
hará, Grey. Te lo prometo. Sigue llamando a su puerta. Te dejará volver a
entrar muy pronto.
Se reclinó en su silla y agitó el whisky en su vaso.
—El otro día las chicas y yo estábamos viendo una película. Hice una
estúpida broma típica de padre, y Karla se rio de ella durante una fracción
de segundo.
—¡¿Ves?! Eso es progreso. ¡Sigue siendo el humano tonto y sin gracia
que sé que eres, y volverás a gustarle más pronto que tarde!
—Gracias por todo, Landon. Siempre has estado ahí para mí, en las
buenas y en las malas, y eso significa el mundo para mí.
—Para eso están los mejores amigos. ¿Cómo van las cosas con Eleanor?
—pregunté. Su cara se puso de un color rojo intenso y dejó de beber.
—Las cosas están bien.
—Como, ¿bien o bien?
—Bien, creo, pero me lo tomo con calma. Tengo que hacerlo, de lo
contrario podría arruinar cualquier oportunidad que tengamos. Un día a la
vez.
—Me alegro por ti, Grey. Mereces ser feliz.
—Podría decir lo mismo de ti. ¿Cómo van las cosas con Shay?
Me reí.
—¿Qué cosas con Shay? Después de la fiesta del whisky no nos hemos
dicho una palabra hasta hoy, cuando vine a buscar a Karla. Fue tan torpe
e incómodo como te puedes imaginar.
—Bueno, la acosaste y apareciste en su casa bajo una lluvia torrencial
como un psicópata.
Me quejé.
—¿Tienes que recordarme mis estúpidos errores?
—Sí. Viene con ser tu mejor amigo. Puedo recordarte tus estupideces.
Lo habría maldecido si no estuviera tan feliz de que volviera a ser el
mismo de antes, juguetón.
—Lo que sea. Todo lo que sé es que he estropeado las cosas con Shay,
y necesito dejarlo.
—¿Quieres dejarlo? —No contesté.
Se inclinó hacia adelante, juntó las manos y las apoyó en su escritorio
mientras miraba hacia mí.
—Eleanor dijo que cree que Shay está realmente interesada en
reconectar contigo, pero tiene demasiado miedo de dejar caer esas paredes.
—Sí. Ni siquiera creo que merezca que derriben esas paredes
honestamente.
—Solo está procesando demasiado, Landon. No seas tan duro contigo
mismo. —Se rio con ironía mientras me decía las mismas palabras que le
había dicho yo a él antes—. Sigue llamando a su puerta. Vendrá y te dejará
entrar muy pronto.
Tal vez eso fuera cierto para su relación con Karla, pero no era lo mismo
para Shay y para mí. No me habría sorprendido que no me dejara entrar
nunca más. La verdad era que no merecía volver a su vida. No cuando fui
yo quien se alejó en primer lugar.
Esto no era una especie de cuento de hadas. Yo no era el príncipe
encantador de Shay, y nuestra historia probablemente no terminaría con un
felices para siempre.
Pero eso no significaba que no fuera a intentar ganármela de nuevo,
aunque eso significara simplemente convertirme en su amigo.
—Está trabajando en una cafetería estilo panadería llamada Ava's —
mencionó Greyson—. Pero no lo escuchaste de mí. Solo di que Raine te lo
dijo.
Debidamente anotado.
H
abía tres cosas en la vida que sabía que eran absolutamente
ciertas:
1. Uno nunca podía comer demasiados cruasanes.
2. Los días de lluvia eran para los suéteres y los libros
de gran tamaño.
3. A Landon le gustaba su café con una de azúcar y dos de
crema.
Solo sabía el último hecho porque se encontraba en el mostrador de
Ava's, pidiendo su café con un cruasán a un lado.
—Dos de crema, una de azúcar.
—Creo que es gracioso que trabajes en un sitio de café aunque el otro
día dijiste que lo odiabas —comentó—. Aunque tiene sentido, ya que
trabajas con café todo el día.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté, sintiéndome nerviosa con él
frente a mí, con un abrigo perfectamente ajustado y unos pantalones negros.
—Me estoy encontrando contigo. —Dijo todo esto con la sonrisa más
tonta del mundo, y quería arrancársela de la cara, pero a Landon le quedaba
bien una sonrisa.
No, que le den a esa sonrisa.
—¿Quién te dijo que trabajaba aquí?
—Greyson podría haberlo soltado por error. —Metió la mano en su
bolsillo y sacó dinero en efectivo para pagar su café—. Pensé que tal vez
podríamos tener una charla tranquila durante tu descanso.
—No tengo un descanso hasta dentro de una hora.
—Eso está bien para mí. Esperaré.
—No te molestes. No quiero hablar contigo.
—Pero dijiste que, si me veías de nuevo, tendríamos una conversación
simple.
—Dije que si nos cruzábamos, lo que significa de manera orgánica. No
hay nada orgánico en que averigües dónde trabajo y aparezcas.
—No dejaste clara la parte orgánica —mencionó—. Además, no me
gustan las cosas orgánicas. Dame las cosas malas, y entonces sí. —Levantó
su taza de café y asintió en mi dirección—. Voy a sentarme en ese rincón
trasero hasta que cambies de opinión.
—Vas a estar sentado un rato, así que asegúrate de comprar algo más
tarde. No hay nada peor que una persona que se sienta en la cafetería
durante horas y horas y solo pide un café de un dólar.
—No te preocupes. —Levantó un periódico de la pila que tenía a su lado
y se lo metió bajo el brazo—. Tengo una adicción interminable al café.
Mientras hablaba, la gente le tomaba fotos, recordándome una vez más
que para mí era simplemente Landon, pero para el resto del mundo era una
estrella.
—¿Alguna vez te cansas de eso? —pregunté, asintiendo hacia los
individuos que sostenían sus cámaras.
—Es un regalo y una maldición. Sé que no sería capaz de vivir la vida
que tengo sin ellos, pero también desearía que hubiera una manera de hacer
lo que amo y seguir siendo anónimo.
—Ser doblador es lo mejor.
—Habría sido un Shrek muy malo. —Asintió hacia mí—. ¿Alguna vez te
cansas de eso?
—¿De qué?
—¿Fingir que no quieres al menos tener la conversación que
deberíamos tener sobre nosotros?
Oh, sí. Es un don y una maldición.
—No hay un nosotros.
—Vamos, Chick —dijo, con la voz baja y controlada—. Solo una
conversación tranquila.
Mariposas. Un enjambre de estúpidas mariposas que no deberían estar
en ningún lugar cerca de mi estómago. ¿Por qué tendría mariposas porque
me llamó Chick?
—Vete, Landon.
—Como quieras.
Pero no se fue. Hizo exactamente lo que dijo que haría. Se sentó en una
mesa y empezó a estudiar su periódico mientras las cámaras le tomaban
fotos a escondidas. Era muy extraño ver el lado de la fama de su vida. Es
extraño ver a la gente con la que creciste con un tipo de luz diferente.
Volví al trabajo, tratando de deshacerme de la idea de Landon sentado
en la parte de atrás de la tienda. ¿No era un actor famoso? ¿No tenía algo
mejor que hacer con su tiempo?
Justo cuando pude sacarlo de mi cabeza, alguien a quien actualmente
despreciaba más que a él entró en la tienda.
—Shay, hola. ¿Cómo estás? —preguntó Tina, la siguiente en la fila
como una maldita psicópata. Tenía los ojos llenos de emoción, y parecía un
poco patética.
Lo único que nos separaba era la bandeja de cruasanes y bagels.
Se colocó el cabello detrás de las orejas y miró al suelo antes de
mirarme a mí.
—Solo quería venir aquí para disculparme por las cosas que pasaron
entre Sam y yo. No esperábamos que te enteraras.
Entonces dejó de hablar. Eso fue todo.
¿Era eso lo que contaba como una disculpa en estos tiempos? ¿Una no-
disculpa era ahora lo que la gente llamaba disculpas? Simplemente dijo que
nunca esperaron que me enterara, no que se arrepintiera de sus malas
acciones. No dijo que se sintiera triste por las malas decisiones que tomó,
solo que estaba decepcionada de que me enterara de sus aventuras
sexuales.
Tina se movió en sus zapatos.
—Quiero decir, seamos honestas, puedes ver por qué soy la elección
correcta para él. Sam y yo encajamos de muchas maneras, maneras en las
que nunca conectaste con él.
¿Qué demonios estaba pasando ahora mismo? ¿La mujer con la que
me engañó mi novio me estaba diciendo todas las razones por las que ella
era buena para él y yo mala?
No podía entender el concepto de Tina frente a mí diciendo esas
palabras.
Amaba a las mujeres.
Amaba a las mujeres mucho más que a los hombres. Hacía todo lo
posible para homenajear a las mujeres, para animarlas, para hacerles
entender el poder de su existencia, y que se vieran como las reinas que eran.
Luchaba por nuestros derechos, impulsaba el autodescubrimiento
femenino, y era una defensora, una animadora para cualquier mujer que
hubiera sido despreciada por el sexo opuesto. Yo. Amaba. A las mujeres.
Sabía que sonaba raro, pero en cierto modo estaba más decepcionada
con Tina por sus acciones que de Sam. Tal vez estuviera tan cansada que
pensé que Sam terminaría siendo una decepción de todos modos, pero
¿Tina? Tina debía ser parte de la hermandad. Se suponía que me cubriría
la espalda de la misma manera que yo se la cubría a ella. Sin embargo, aquí
estaba ahora, diciéndome que yo no era la adecuada para mi exnovio y que
por lo tanto se sentía bien follándose a Jar Jar Binks.
—Si lo piensas, quizás el universo me trajo a esta cafetería todos esos
meses atrás solo para poder relacionarme con Sam. Si no fuera por ti, nunca
nos habríamos conocido —dijo con una sonrisa.
¡Con una maldita sonrisa como una maldita psicópata! ¿Qué iba a
hacer a continuación? ¿Empezar a despellejar gatos mientras sorbía su
café?
Fue entonces cuando ocurrió. Fue cuando la parte lógica de mi cerebro
se apagó.
Allí, cara a cara, me perdí. Fue como si tuviera una experiencia
extracorpórea. Sostenía una bebida en mi mano mientras Tina hablaba
hacia mí. Seguía moviendo la boca y explicando repetidamente por qué ella
y Sam estaban destinados a estar juntos. Seguía moviendo sus manos con
movimientos rápidos, y lo siguiente que supe fue que el café con leche en mi
mano estaba empapando su camiseta.
En algún momento mi mano tiró la bebida hacia su cara, cubriéndola
de la cabeza hasta los pies. Era un café con leche helado, obviamente. No
era una completa psicópata como ella, solo una loca en el mejor de los casos.
Tina se quedó parada ahí, congelada mientras todos en la tienda se
giraban y miraban, incluyendo a Landon. Oh, mierda. Él seguía ahí,
viéndome en el centro de atención del público.
La boca de Tina estaba sorprendida, y apostaría que mi mirada imitaba
la suya.
—Shay, ¡¿qué demonios?! —preguntó Brady, saliendo
apresuradamente del cuarto de atrás con bolsas de café molido en las
manos. Era mi gerente, así que estaba claro que esto no iba a ir a las mil
maravillas.
Tina finalmente exhaló mientras su cuerpo se sacudía, y luego se
apresuró a salir de la tienda, chorreando café con leche por todo el piso.
Brady sacó una fregona, limpió el desorden, me llamó al cuarto trasero
y procedió a decirme que estaba despedida.
—¿Qué? —Me quedé sin aliento. Quiero decir, sí, tirar café con leche
helado a los clientes cae dentro de la categoría de empleados que se
comportan mal, pero se acostó con mi novio. Tenía que haber algún tipo de
política corporativa para dejar pasar eso en la primera ofensa del empleado.
—¡Le tiraste un café con leche a la cara, Shay! No podemos dejarlo
pasar —explicó, apretando el puente de su nariz.
—Era un café con leche helado —comenté, como si eso marcara la
diferencia—. Por favor, Brady, necesito este trabajo ahora mismo. No puedo
permitirme perderlo.
—Sí, lo entiendo, Shay, de verdad, pero tomaste una decisión, y no
puedo quedarme quieto y dejar que ese tipo de comportamiento se vaya sin
consecuencias drásticas.
—Entonces suspéndeme de mis descansos para el almuerzo. Quita el
café con leche de mi salario. No me despidas.
Brady frunció el ceño y supe que no le era fácil tomar la decisión. Era
contrario a la confrontación, y si hubiera podido habría preferido enterrar
la cabeza en la arena antes que despedirme.
—Lo siento, Shay. Ya no está en mis manos. Por favor, no hagas esto
más difícil de lo que tiene que ser.
Separé los labios para hablar, pero no salió ninguna palabra de mi
boca. Tenía razón, había arrojado una bebida a la cara de una mujer, y no
había forma de evitarlo. La verdad era que merecía ser despedida; solo
deseaba que Brady lo hubiera pasado todo por alto.
Me quité el delantal, tomé mi bolso y me dirigí hacia el frente de la
tienda para salir. Cuando empecé a caminar, Landon recogió sus cosas y se
apresuró a seguirme.
—Shay, espera. ¿Qué diablos fue eso? —preguntó.
—No quiero hablar de ello —murmuré, todavía caminando hacia la
parada del autobús.
—Sí, pero ¿estás bien? ¿Te acaban de despedir por eso? Además, ¿por
qué le tiraste una bebida a esa chica...?
—Landon —ladré, girándome de golpe para enfrentarlo.
—¿Sí?
Me lagrimeaban los ojos y me ardía un poco el pecho mientras me
miraba fijamente. No dije una palabra, y no tuve que hacerlo porque él ya lo
sabía. Sabía que me estaba rompiendo, sabía que estaba cayendo en un
momento de dolor, porque me conocía, incluso después de todo el tiempo
que había pasado.
¿Cómo era posible?
Se acercó a mí y me envolvió con sus brazos mientras empezaba a
sollozar contra su camiseta.
—Estás bien, Chick. Estás bien, te tengo —me tranquilizó, pasando sus
manos sobre mi cabello.
En la última semana, atrapé a mi novio engañándome, me acosté con
mi exnovio, le tiré un café helado a una mujer y perdí mi trabajo. Si eso no
era un terrible resumen semanal no sabía qué lo era.
Se aclaró la garganta, bajó su boca a mi oído y me susurró:
—Probablemente deberíamos movernos de aquí. —Fui a levantar la
cabeza de su pecho, pero me sostuvo en su lugar. ¿Qué diablos?—. Quédate
abajo.
—¿Por qué?
—Hay algunos paparazis rodeándonos ahora mismo, y dudo que
quieras tu cara en las revistas mañana. Vámonos.
—¿Ir? ¿Ir a dónde?
—A cualquier lugar menos aquí. Confía en mí. Te tengo. Solo quédate
cerca y mantén la cabeza gacha. Tenemos que llegar a mi auto, a la vuelta
de la esquina, y entonces estaremos listos para irnos.
Cuando Landon me llevó, me envolvió con su chaqueta, manteniendo
mi cara cubierta. En el momento en que me subí a su auto me ordenó que
me agachara hasta que saliera.
¿Era esto lo que significaba estar en el centro de atención? ¿Nunca ser
capaz de aparecer en público sin que alguien esté ahí para tomarte una foto
para la portada de alguna revista de mal gusto?
Cuando nos fuimos, me di cuenta de que estaba sentada en el auto con
un hombre que me esforzaba por no volver a introducir mi corazón, yendo
Dios sabe a dónde.
—Puedes llevarme de vuelta. Estoy segura de que se ha calmado —le
dije.
—Les gusta quedarse en el lugar un rato después de que una celebridad
sea vista. Deberíamos esperar una hora más o menos.
—¿Deberíamos? —pregunté—. No te ofendas, pero no tengo la energía
para pasar una hora contigo. Puedes llevarme a mi casa.
—¿Estás segura de que quieres estar sola?
No, por supuesto que no.
Nadie quiere estar solo. Algunas personas terminan de esa manera.
—Estaré bien —respondí mientras buscaba mis llaves en mi bolso, pero
me detuve cuando me di cuenta de que seguían en el bolsillo de mi delantal,
en la cafetería.
Me apreté el puente de la nariz.
—Necesito las llaves de mi casa. Las dejé en la panadería. Tengo que
volver más pronto que tarde.
—Más tarde que pronto es mejor —discutió—. Confía en mí, puedo
llevarte a mi casa. Podemos quedarnos allí hasta que las cosas se calmen.
Te juro que ni siquiera intentaré hablar contigo.
—Bien, pero nada de hablar una vez que lleguemos allí.
—Ni una palabra.
Me moví en mi asiento y junté las manos.
—He querido preguntarte algo desde la fiesta del whisky...
—Cualquier cosa. Ve por ello.
—¿Estás limpio? —espeté, girándome hacia él—. Quiero decir, como...
¿te han hecho pruebas recientemente? Yo tomo la píldora, así que no
tenemos que preocuparnos por un inesperado escándalo de embarazo en
una revista, pero conozco tu reputación de ser un mujeriego. Si no estás
limpio y necesito hacerme la prueba, házmelo saber y lo haré. Fue un
estúpido error por mi parte. Nunca me habría acostado contigo sin un
condón si no estuviera borracha. Quiero decir, probablemente no me habría
acostado contigo en absoluto si no estuviera borracha
Frunció el ceño durante una fracción de segundo antes de apartar la
expresión adusta.
—Estoy limpio. Me hicieron la prueba hace unos meses y no me he
acostado con nadie desde entonces. Contrariamente a la creencia popular,
no soy un mujeriego.
—Eso no es lo que dice TMZ.
Su mandíbula se apretó y sus manos agarraron el volante tan fuerte
que no me sorprendería que se partiera por la mitad.
—No deberías creer todo lo que lees en Internet.
—Entonces, ¿qué debo creer? ¿A ti?
—Hubo un tiempo en que lo habrías hecho.
—Esa fue también una época en la que era joven e ingenua.
Sus ojos me miraron antes de volver a la carretera.
—Estás resentida conmigo.
Lo estaba. Estuve resentida con él durante años por la forma en que
terminó las cosas. Resentía el dolor que me causó. Resentía la forma en que
me hizo cerrar mi corazón al mundo, y lo resentía a él por volver de la nada,
y hacer que empezara a latir de nuevo.
—Tal vez también deberíamos viajar en silencio —murmuré, dándole la
espalda ligeramente y mirando por la ventana.
Nos detuvimos en un hotel de cinco estrellas y usamos una entrada
privada para llegar al ático. Nunca en mi vida había puesto un pie en un
ático, y el de Landon no me decepcionó. Era más que hermoso, y lujoso. En
el momento en que entramos quise desmayarme ante la vista. Todos los
muebles eran de color crema, y los detalles de azul y verde mar llenaban el
espacio. La decoración era perfecta, y parecía como si hubieras entrado
directamente en un anuncio de Pottery Barn.
Todo lo que necesitabas era un perro sentado en una alfombra para
que fuera aprobado.
Justo en ese momento un perro salió trotando de un cuarto trasero,
moviendo su corta cola de un lado a otro con la lengua colgando de su boca.
—Hola, Rookie —le dijo Landon a su fiel compañero. Se inclinó para
acariciar al perro, Rookie, pero en vez de eso su cachorro siguió trotando
hacia mí, moviendo esa cola y dándome un empujón en la pierna.
No pude evitar sonreír mientras me agachaba para acariciarle el
vientre.
—Hola, lindo. ¿Cómo estás? —le pregunté, dándole los mejores mimos.
—Acabo de ser abandonado por mi perro por una mujer.
—No puedes evitar que tenga buen gusto.
Landon me dio una sonrisa torcida mientras se quitaba el abrigo y
caminaba hacia el área de la cocina.
—¿Quieres un trago?
Hice una mueca.
—Creo que voy a dejar de beber durante los próximos días. La idea del
alcohol me da ganas de vomitar.
Se rio.
—Principalmente me refería a café o al té.
Oh. Por supuesto, porque solo eran las diez de la mañana.
—Si tomas café, no me resistiré a ello.
—Pensé que odiabas el café.
—Soy una mujer complicada.
Me hizo una taza como siempre me había gustado, con más crema que
café, e incluso puso dos galletas en un plato para acompañarlo.
—Gracias —le dije, tomando el café y los dulces y moviéndome al sofá
para sentarme y beber. Rookie se apresuró a mi lado y se acurrucó cerca de
mí.
—Si te molesta puedes apartarlo.
—Nunca seré la chica que apartó a un perro.
Le sonreí a Rookie cuando bajó la cabeza y se durmió.
Landon se preparó su propia taza de café y luego se acercó a la mesa
del comedor. Sacó un cuaderno y empezó a escribir sin parar en las hojas.
No pude evitar preguntarme qué era lo que estaba garabateando, pero
sabía que no debía preguntar. Le había dicho que no me hablara, y habría
sido grosero romper mi propia regla.
Garabateaba muy rápido, moviéndose de página en página mientras
las palabras salían de él. De vez en cuando sus labios se levantaban y, una
vez que terminaba una hoja, la doblaba como una carta y la ponía a un lado.
Cuantas más cartas creaba, más aumentaba mi ansiedad. ¿Era este su
aspecto cuando me escribía sus palabras en los diarios del pasado? ¿Había
sonreído un poco y puesto tal pensamiento?
—Me rompió el corazón, sabes —dije.
Me miró con una mirada desconcertada en sus ojos.
—¿El qué?
—Cuando dejaste de escribirme las cartas y nunca regresaste. —Bajó
su brazo a la mesa y colocó su bolígrafo en el suelo.
Sabía que no debía hablar del pasado, porque tenía una forma de abrir
viejas cicatrices que me había esforzado en cerrar, pero no pude evitarlo
mientras lo veía escribir cartas, del mismo tipo que solía escribir para mí.
—Me dolió mucho cuando te vi feliz y saludable en la televisión. Sé que
es estúpido, pero me dolió.
—No es estúpido —discutió.
Traté de sonreír pero no pude forzar mi boca a subir.
—¿A quién le escribes?
¿A dónde van tus cartas de amor hoy?
Sus labios se separaron para decírmelo, pero levanté la mano para
detenerlo.
¿Qué estoy haciendo?
No quería saber eso, en parte porque no era asunto mío, sobre todo
porque dolería demasiado saber para quiénes eran todas. Eché un vistazo a
mi teléfono para comprobar la hora.
—Creo que ya puedo irme.
—Te llevaré de vuelta a la cafetería.
—No, está bien. Tomaré un Uber. Probablemente sea más seguro que
tenerte de vuelta allí. —Me levanté y le di a Rookie un último abrazo antes
de ir a la puerta principal—. Gracias por el café.
Landon se puso de pie y se dirigió hacia mí. Mantuvo la puerta abierta
y, cuando pasé junto a él, su mano se posó en mi antebrazo, deteniéndome.
—Shay, espera.
—¿Qué es?
Se acercó un paso más a mí, cerniéndose sobre mi cuerpo mientras los
escalofríos me recorrían con su pequeño toque.
—Hace unos días, cuando hicimos el amor...
—Tuvimos sexo —corregí, tratando de domar el salvajismo que se
disparaba a través de mí.
—Sí. Hace unos días cuando tuvimos sexo... ¿Lo sentiste tú también?
—Mis ojos se encontraron con los suyos.
—¿Sentir el qué?
Bajó la voz y su aliento caliente rozó mi piel.
—Todo. Shay... no ha pasado un día en el que no haya pensado en ti.
Eres la primera mujer, la única mujer, que ha despertado cada parte
dormida de mí. Fuiste un momento decisivo de mi vida.
—¿Entonces por qué desapareciste? —susurré, sintiendo que el dolor
en mi pecho crecía más y más. Sentí que mis emociones se acumulaban,
por lo que supe que tenía que irme. Ya no podía desmoronarme por él. Se
suponía que ya lo había superado. Se suponía que me había liberado de sus
cadenas. Se suponía que estaba bien—. Olvídalo, de verdad. Esta no es una
conversación simple. Esto es duro, y ya no puedo con lo duro contigo. Lo
siento, Landon. No puedo.
No lo miré mientras salía de su ático. Me apresuré a salir al pasillo y
traté de mantener a raya las lágrimas de mis ojos, pero en el fondo sabía la
respuesta a su pregunta cuando me preguntó si sentí algo en la fiesta de
whisky. Sabía la verdad que me esforzaba por ignorar.
Lo había sentido todo.
Sentí todo la noche en que estuvimos juntos y, por un momento, me
sentí muy bien.
—D
ebo admitirlo, es una buena idea —dijo Raine
mientras nos sentábamos frente al monitor de su
computadora, paseando por artículo tras artículo—.
Te están llamando La Chica Café, y los titulares son
verdaderas joyas. La Chica Café: como un cencerro
—dijo, riéndose.
—Eso no es gracioso, Raine —me quejé, encorvándome en mi silla.
¿Cómo sucedió esto? Justo ayer había perdido mi trabajo, y por suerte para
mí el señor Hollywood estaba allí, lo que provocó que mucha gente con
cámaras de teléfono grabara videos y fotos de él dentro de la panadería.
Llegaron justo a tiempo para capturarme lanzándole un café con leche
(corrección: café con leche helado) a la cara a Tina, y ahora yo era la chica
en todas las redes sociales, lanzando una bebida en la cara de una cliente
aparentemente simpática.
¿No es increíble la vida?
—¡Oh, mira! ¡Tienes una colección de memes en Twitter! Oh, Dios,
Shay. ¡Eres un meme! —exclamó Raine, tomándolo todo con calma, mucho
mejor que yo. Pero no era su cara la que parecía una completa loca en todo
Internet.
—Esto es humillante —gemí, colocando mi camisa sobre mi cara para
ocultar mi vergüenza. No podía creer que esto estuviera sucediendo. Y los
ángulos que obtuvieron de mí ese día fueron horribles. Parecía que tenía
cara de perra en reposo, lo cual era completamente opuesto a lo que era.
¡Era una chica feliz! Solo que me atraparon en un momento no tan feliz.
Todo esto era culpa de Landon.
Si él no hubiera aparecido, queriendo tener una conversación
tranquila, habría sido capaz de tener un momento completamente normal
de tirarle a la cara un café con leche helado sin que los espectadores lo
captaran en cámara.
¿Qué era aún peor de toda la situación? Los titulares estaban corriendo
con una historia de que tiré la bebida porque estábamos peleándonos por
Landon.
¿Podrías creerlo? Lo pintaron como el tipo por el que todas las chicas
se peleaban, ¡cuando la realidad de la situación era que estábamos peleando
por el maldito Jar Jar Binks!
La ira que se cocinaba dentro de mí era demasiado fuerte. Ahí estaba
yo otra vez, avergonzada por Landon y su fama. Solo que esta vez no era
invisible frente a dos modelos. Esta vez el mundo entero me miraba.
—Ojalá hubieran tomado algunas fotos mías de la fiesta de whisky en
lugar de éstas. Al menos en esas estaba sexy.
—También eres sexy aquí —comentó Raine—. Vamos, Shay. No dejes
que esto te afecte demasiado. El Internet se centrará en el próximo momento
dramático en unos minutos. Esto será barrido bajo la alfombra en un abrir
y cerrar de ojos.
—Espero que tengas razón.
—La tengo. Así que, vamos, levanta la barbilla. ¿Qué hay en tu agenda
de hoy? Aparte de evitar Internet a toda costa.
Me bajé la camisa y suspiré.
—Bueno, estoy buscando trabajo una vez más. Encontré unos cuantos
puestos en cafeterías que voy a intentar conseguir. Además, voy a buscar
algunos empleos de camarera. —Me sentía un poco avergonzada incluso al
decir esas palabras. Era una mujer de treinta y tantos con un master en
bellas artes buscando trabajo de camarera.
Raine debía haber captado mi inquietud. Puso una mano reconfortante
en mi rodilla.
—Puedes hacerlo, Shay. Sé que las cosas parecen un poco sombrías
ahora, pero el barco no puede estar siempre en el mar. Empezarás a moverte
hacia la orilla muy pronto. Mantén la cabeza en alto.
Sonreí y agradecí a mi amiga las palabras de aliento. Para ser honesta,
las necesitaba. Perder mi trabajo no podría haber llegado en peor momento,
ya que las cuentas ya estaban apretadas. No tenía tiempo para un descanso
en mi sueldo, y actualmente me estaba golpeando por permitir que mis
emociones causaran esto.
—Estoy bien. —Le sonreí a mi amiga, no quería que se preocupara
demasiado.
—No, no lo estás, pero sé que lo estarás. Ahora ven a la cocina. Nos
haré una jarra de café. —Se detuvo y me dio una sonrisa malvada—.
Pensándolo bien, hagamos un té.
Se levantó de su silla y comenzó a alejarse hacia la cocina. Una vez que
llegamos allí, agarré las tazas de té mientras Raine acunaba su estómago.
Parecía que se había quedado sin aliento por la pequeña caminata y se
encogió como si el bebé se estuviera quejando.
—¿Está pateando por ahí? —pregunté, sonriéndole a mi amiga.
—Más bien tocando los malditos tambores. Te lo digo, no te quedes
embarazada. Todas en Instagram hacen que esta mierda parezca linda, pero
no publican fotos de sí mismas orinándose en la fila de Target y teniendo
vaginas peludas porque no pueden agacharse. El otro día Hank me afeitó,
porque es Hank y perfecto, pero creo que afeitó un rayo ahí abajo, porque
cuando el bebé nazca quiere decir “Eres un mago, Harry", porque es un
maldito lunático. Intenté decirle que un rayo en el vello púbico de Lily Potter
no es lo que hizo de su hijo un maldito mago, pero él dijo “Nena, tienes que
creerme. Tu vagina es mágica". Lo odio a veces.
Me reí.
—Eso es algo muy propio de Hank.
—No puedo soportar a ese hombre —refunfuñó mientras caminaba
hacia su armario para el té y lo abría. Juré que tomaba más té del que nadie
debería haber tomado nunca. Ni siquiera estaba segura de que a Raine le
gustara el té, para ser honesta. Había tomado The Crown hacía unos meses,
y desde entonces compraba dos paquetes cada semana. Pensarías que era
británica, hasta que escuchabas su horrible acento británico.
Después de calentar el agua, se apoyó en el mostrador, respirando
profundamente mientras se frotaba el estómago.
—¿Crees que podemos hablar del gran elefante en la habitación? —
preguntó, levantando una ceja hacia mí.
Suspiré.
—Te refieres al hecho de que Landon se presentó en mi trabajo y ha
sido muy persistente en hablar conmigo, y al hecho de que cuanto más se
presenta más quiero hablar con él para obtener respuestas a preguntas que
realmente no importan, porque ya lo superé, y ya no soy una adolescente
emocional que necesita saber por qué no era lo suficientemente buena para
volver, y el hecho de que no debería mirar atrás, sino solo hacia adelante,
aunque no puedo dejar de pensar en la noche que nos acostamos y desde
entonces he estado teniendo sueños sexuales con él, y secretamente
queriendo acostarme con él sobria para ver si el sexo fue bueno por el whisky
o si realmente fue bueno, pero sé que es una idea terrible porque si me
acostara con él otra vez estaría abriendo una puerta que no debería abrirse
pero, quiero decir, ¿no está ya abierta viendo como ya hemos follado? Quiero
decir, la gente tiene sexo sin más, ¿verdad? No tiene que significar otra cosa
que no sea follar. No tiene que haber sentimientos de por medio, porque no
creo que vaya a tener sentimientos a ese nivel nunca más, así que no lo sé.
Eso es todo. Es todo lo que tengo que decir.
La boca de Raine estaba abierta cuando sus ojos se abrieron de golpe.
—Mierda, esa fue la frase más larga que he escuchado. Honestamente,
no creo que ni siquiera pestañearas ni respiraras una vez.
—Lo sé, pero solo quería quitar el elefante de la habitación, porque
estoy bastante segura de que has sabido lo que tenía en la mente desde que
ocurrió. Así que... Todo está en la mesa ahora.
Raine parpadeó repetidamente, todavía parecía aturdida.
—¿Qué? —pregunté.
Sus ojos se movieron a través de la habitación y señaló.
—Hablaba del enorme jodido elefante de peluche que Hank pidió por
Amazon el otro día. Ha estado comprando peluches como si tuviéramos un
maldito cuidador de zoológico.
Oh.
Se refería a ese elefante.
Claro, por supuesto.
—Supongo que esto tomó un giro incómodo. —Me reí torpemente
—¿Giro incómodo? Shay, acabas de utilizar el eufemismo más grande
del mundo. ¿Has estado pensando en acostarte con Landon?
Me froté con la cara las manos.
—No puedo dejar de pensar en dormir con Landon, lo que me está
volviendo loca. No debería sentir nada de esto, porque mi mente lógica es
demasiado lista para pensarlo.
—No siempre puedes escuchar a tu mente. A veces tienes que dejar que
tu corazón te guíe —dijo Raine, encogiéndose de hombros—. Landon no es
el mismo chico que era hace tantos años, e incluso la persona que era
entonces no era horrible. Simplemente estaba perdido.
—¿Sabes por qué nunca volvió? —pregunté, sintiéndome un poco
estúpida por preguntar. Raine y yo nunca hablamos de cómo Landon siguió
adelante sin mí. Le pedí que no volviera a mencionar su nombre después de
que se fuera tan públicamente con Sarah Sims hace años. Verlo con ella me
destrozó, y no tuve la energía para hablar de él. Pero últimamente esa
pregunta había estado muy presente en mi mente.
Raine se puso sombría, algo que no ocurría a menudo.
—Sí, pero no me corresponde a mí decirlo.
Me reí.
—Vamos, Raine. No puedes guardar un secreto aunque te vaya la vida
en ello.
—Sí, lo sé. Soy una parlanchina habitual, pero esto es diferente, Shay.
Si escuchas las razones tienen que venir de la boca de Landon.
Bajé la cabeza, algo confundida por sus palabras.
—¿Eran buenas las razones?
Ella asintió.
—Sí. Sé que probablemente también te moleste mucho, pero te lo digo
yo, Shay. Landon ha pasado por muchos problemas a lo largo de los años,
pero ha hecho mucho para mejorar. Si le dejas volver a tu vida, aunque sea
para acostarte con él, por favor no le eches en cara sus errores del pasado.
O la mierda que lees en las revistas. Si quieres saber quién es hoy,
pregúntaselo directamente. Ahí es donde está la verdad.
Acepté sus comentarios, sin saber cómo reaccionar ante ellos.
—Además —se encogió de hombros—, siempre he sido fan del Equipo
Lay desde el instituto.
—¿Equipo Lay?
—Ya sabes, el Equipo Lay. Es cuando pones los nombres de Landon y
Shay juntos. —Clavó la lengua en su mejilla—. Lo que en realidad tiene
sentido porque quieres acostarte con él. Sus nombres juntos son Lay.
Debían acostarse3.
—Oh, Dios, cállate.
—Solo lo digo, Shay. Es tu destino. —Se encogió una vez más mientras
se sentaba con las manos sobre su estómago, y cerró los ojos muy fuerte—.
Puede que tengamos que posponer el té un tiempo.
—¿Por qué?
—Um, porque estoy bastante segura de que acabo de romper aguas.

—Es demasiado pronto, es demasiado pronto —gritó Raine mientras


íbamos al hospital. Corría por las carreteras, tratando de no pasar por
ninguna señal de stop o semáforo en rojo. Una de mis manos se encontraba
en el volante mientras la otra agarraba fuertemente la mano de Raine,
sentaba en modo pánico.
—No te preocupes, Raine. Todo está bien. Todo va a estar bien. Estamos
bien, estamos bien. Tú estás bien. El bebé está bien —dije repetidamente,
con la esperanza en Dios de que no le estuviera mintiendo a mi amiga. La
verdad era que estaba nerviosa por ella. Estaba embarazada de treinta y
cuatro semanas y se suponía que aún faltaban semanas para que rompiera
aguas.

3 Juego de palabras: en inglés, lay puede significar sexo, acostarse.


—Hank no responde. He llamado muchas veces, y no contesta —
sollozó, poniendo las manos sobre su estómago—. Y está a horas de
distancia por trabajo. ¿Cómo debo hacer esto, Shay? Está muy lejos, y ¿qué
pasa si algo sale mal antes de que llegue aquí? ¿Y si...?
Las lágrimas corrían por su rostro mientras la preocupación la llenaba
por dentro. Quería envolverla con mis brazos y quitarle la ansiedad, pero
sabía que no podía hacerlo. La verdad es que los únicos que podían hacerlo
eran los médicos y Hank. Mi principal misión era llevarla a ese hospital
antes de que nada pudiera empeorar.
En el momento en que llegamos al hospital, Raine fue llevada a una
habitación y me pidió que siguiera intentando llamar a Hank. Me senté en
el vestíbulo marcando su número repetidamente, esperando que
respondiera o al menos escuchara uno de los cientos de mensajes de voz
que le había dejado.
Cuando finalmente contestó, me dijo que estaba regresando a casa,
tratando de llegar allí lo antes posible.
Los médicos salieron a decirme que iban a ayudar a Raine a dar a luz.
—¿No es demasiado pronto? —les pregunté, con los nervios
disparándose a través de mi sistema.
—Es más pronto de lo que nos gustaría, pero con sus treinta y cuatro
semanas debería haber menos complicaciones que si diera a luz antes.
Nuestra mayor preocupación es que el bebé corra el riesgo de una infección,
pero ella pide que estés en su habitación a su lado si es posible.
—Por supuesto.
Me dirigí a la habitación de mi amiga en el hospital, y estuve a su lado
lo antes posible, tomándole la mano.
—¿Sabes algo de Hank? —preguntó, con lágrimas aún en los ojos.
—Sí. Está volviendo ahora. Tardará unas horas, pero tratará de volver
tan pronto como pueda.
—Me van a inducir el parto —dijo, limpiándose los ojos con las manos—
. Estoy muy asustada, Shay.
—Lo sé, cariño, pero créeme, estos médicos saben lo que hacen. Todo
saldrá bien, y antes de que te des cuenta tendrás un hermoso bebé en tus
manos. Todo está bien —la tranquilicé, sintiéndome más segura de decir
esas palabras después de escuchar al doctor asegurarme de que Raine
estaba en buenas manos. Además, envié un mensaje a mi madre, Eleanor,
y a mima para que rezaran por Raine ellas también. Me imaginé que unas
pocas oraciones extra nunca podrían hacer daño.
Después de que los doctores empezaran el proceso de inducir a Raine,
las cosas se movieron mucho más lento de lo que habría pensado. Horas
pasaron en las que sostuve las manos de Raine, y afortunadamente el
tiempo que pasó hizo que mi amiga respirara mejor a través de su ansiedad.
Mientras el doctor revisaba el cuello del útero de Raine, la puerta del
hospital se abrió y entró una persona con un ramo de flores en sus manos.
—¡Mierda! —gritó, viendo las piernas de Raine abiertas de par en par.
Raine miró a la puerta y procedió a enloquecer.
—¡Oh Dios mío, Landon! ¡¿Qué demonios estás haciendo aquí?! ¡No te
atrevas a mirar mi vagina de rayos! —gritó.
—¡¿Qué demonios es una vagina de rayos?! —gritó, alejando la de Raine
y protegiéndose los ojos con las flores.
—¡Algo que no deberías ver! —exclamó ella.
—¡De acuerdo, de acuerdo, estoy fuera, estoy fuera! —respondió él,
saliendo corriendo de la habitación.
No pude evitar reírme de toda la interacción mientras se desarrollaba.
Landon se escabulló como una cucaracha a la luz.
—Jesucristo. La última cosa que una mujer quiere es que alguien a
quien considera un hermano vea su gatito con botas. —Raine suspiró,
golpeándose la frente con la mano. Al menos su humor estaba volviendo.
—Honestamente no sé para quién fue peor, si para ti o para él.
—¿Tenía flores?
—Creo que sí.
—Apuesto a que Hank lo llamó para que viniera a verme, imbécil. —Se
giró para mirarme—. ¿Crees que puedes asegurarte de que está bien y que
no queda marcado de por vida? Quiero decir, sé que a mi marido le encanta
mi piso de abajo, pero no es para todo el mundo.
Levanté una ceja.
—¿Estás segura de que no estás tratando de juntar al Equipo Lay?
Suspiró y puso los ojos en blanco.
—Confía en mí, Shay. La única cosa que estoy tratando de empujar
ahora mismo es a este imbécil para sacarlo de mi vagina. Solo quiero
asegurarme de que Landon está bien.
—Bien, puedo hacerlo. Solo asegúrate de no tener el bebé mientras no
esté.
El doctor me miró y sonrió.
—No se preocupe. Ese bebé no llegará muy pronto.
Raine respiró hondo.
—Hijo de puta. Cuando Hank llegue aquí, lo mataré por poner esta cosa
dentro de mí.
Me incliné y besé la frente de Raine.
—Cariño, tal vez no deberíamos hablar de matar a tu marido delante
del doctor.
—He escuchado cosas mucho peores de parte las esposas. Tu amiga
está siendo bastante mansa —expresó el doctor.
Tenía la sensación de que decía la verdad, pero antes de que pudiera
hacer más preguntas, fui a comprobar y asegurarme de que Landon no
quedara marcado de por vida.
V
i el rayo de Raine.
Ni siquiera sabía lo que significaba, pero me estaba
dando vueltas en la cabeza porque Raine era como una
hermana para mí, y lo último que quería ver era el maldito
rayo de mi hermana.
Hank me llamó, sabía que estaría en la ciudad unos días más, y me
pidió que fuera a ver a Raine para asegurarme de que estaba bien hasta que
él volviera a la ciudad. Obviamente vine sin dudarlo porque, cuando tu
familia te necesitaba, aparecías tan pronto como podías.
Me dio su número de habitación y todo, pero no esperaba entrar con
las piernas de mi amiga abiertas de par en par mientras un médico le hacía
alguna mierda rara.
—¿Estás bien? —me preguntó una voz, haciéndome mirar desde las
rosas en mis manos.
Shay se encontraba frente a mí con una pequeña sonrisa en sus labios.
—Define bien —bromeé mientras dejaba las flores en la silla a mi
izquierda, y Shay se sentó en la silla a mi derecha.
Cruzó las piernas a mi lado y jugó con el cuello de su camisa, como si
estuviera debatiendo ponerlo entre sus labios. Un viejo hábito nervioso suyo
que echaba de menos.
—¿Lo lleva bien? —pregunté por Raine—. Sé que probablemente esté
volviéndose loca porque Hank no está aquí, pero fuera de eso, ¿está bien?
Dejó caer las manos sobre su regazo y se volvió hacia mí.
—Sí, creo que está mejorando. El bebé va a llegar antes de lo esperado,
pero los médicos están cuidando mucho a Raine, lo que la hace tener menos
miedo. Además, ha pasado tanto tiempo que la ansiedad de Raine se ha
desvanecido un poco. Así que en general está bien. Van a ser padres mucho
antes de lo que pensaban.
—Me es muy extraño que vayan a tener un hijo.
—Son la pareja de ensueño —dijo—. Solía desear su tipo de historia de
amor.
—¿Solías?
—Sí. No estoy segura de que mi vida esté hecha para esa clase de amor
verdadero, pero estoy feliz de conocer a dos personas que lo recibieron.
—¿Qué quieres decir con que tu vida no está hecha para el amor
verdadero?
Se encogió de hombros mientras abrazaba sus rodillas contra su pecho.
—No creo mucho en el amor. Al menos no para mí. Siento que Raine y
Hank son una historia de amor de una sola vez en la vida. Esas cosas no
suceden para la mayoría de la gente.
—Pero podría suceder —argumenté.
—Es muy poco probable, pero está bien. Por lo menos puedo ver esa
clase de amor fuerte a distancia con Hank y Raine.
Fruncí el ceño.
—¿No crees en el verdadero amor para ti?
—Oh, no. —Sacudió la cabeza—. Creo en el amor. Solo que él no parece
creer en mí.
—¿Amaste a tu último novio?
Se rio.
—¿Sam? Oh no. Sé que le tiré un café con leche helado a la cara a una
mujer y todo eso, pero no creo que hubiera ningún amor en esa situación.
Apenas lo conocía.
—Bueno, ¿quién fue la última persona a la que amaste?
Se volvió sombría, apoyó su barbilla contra sus rodillas, e inclinó su
cabeza hacia mí.
—Oh, vamos Landon —susurró, con su voz baja y controlada—. Creo
que sabemos la respuesta a eso.
Antes de que pudiera responder, una persona entró corriendo por las
puertas del hospital. Voló hacia el mostrador de la recepcionista.
—Hola, estoy aquí para ver a mi esposa, Raine Jacobs, y...
—Hank —grité.
Se volvió hacia mí y suspiró con alivio. Luego vio a Shay y se acercó
rápidamente.
—¿Qué está pasando? ¿Está bien? ¿La gente no los dejó entrar en su
habitación? ¿Está sola? Oh, Dios mío, está sola. ¿Algo salió mal? ¿Qué salió
mal? ¿Qué está pasando?
Se pasó las manos por el cabello sin parar, en modo de locura total.
Shay se puso de pie y puso una mano calmante en su hombro.
—Está bien, Hank. Está bien. Todo se está desarrollando bien. Está en
su habitación ahora y un doctor estaba terminando de revisarla. Me pidió
que saliera y me asegurara de que Landon estaba bien.
—¿Qué significa eso? ¿Por qué no estarías bien?
—Porque vi el rayo de tu esposa.
—No sé qué significa eso, pero suena raro.
—Confía en mí, lo es, pero por ahora ve a ver a tu esposa. Se alegrará
de verte.
—O podría matarte. Honestamente, está en el aire ahora mismo —
bromeó Shay.
Hank se fue corriendo, probablemente más que nervioso por
convertirse en padre. Pero sabía que sería genial. Algunas personas nacieron
para ser padres, y Hank Jacobs era uno de esos individuos.
Con el paso del tiempo, Hank nos informó a Shay y a mí de que el bebé
probablemente tardaría un poco más en llegar al mundo, para que Shay y
yo pudiéramos ir a casa a descansar.
Estaba muy oscuro cuando Shay y yo dejamos el hospital. Mientras
caminábamos hacia nuestros autos, Shay llegó primero al suyo y yo fui a
darle las buenas noches, pero ella intervino primero.
—Bueno, he estado pensando —dijo. Se frotó las manos y se mordió el
labio inferior—. En nosotros.
Nosotros.
Sí.
Me gustó el sonido de eso.
—¿Sí?
—Sí. El otro día me preguntaste si sentí algo después de que nos
acostáramos, y la verdad fue que sí. Me sentí... —Soltó un aliento pesado de
entre sus labios y sacudió la cabeza—. Muy, muy bien.
—Como el mejor sexo de mi vida.
—Exactamente. —Asintió y sus mejillas se sonrojaron un poco, pero
siguió adelante—. Por eso estaba pensando que tal vez podamos hacerlo de
nuevo.
—¿Hacer qué otra vez?
—Ya sabes... —Se pasó las manos por el cabello—. Todo el asunto de
follar. Hace mucho tiempo que no siento algo así. No quiero nada serio entre
nosotros, obviamente, pero no estaría en contra de sentir eso de nuevo.
Levanté una ceja.
—¿Me estás pidiendo que sea tu follamigo?
—¿Qué? No. Eso suena inapropiado y equivocado. Es más como un
polvo conocido —dijo, haciéndome reír—. Eso suena mucho mejor. Si no te
interesa...
—Espera, ¿qué? ¿Estás bromeando? Por supuesto que estoy
interesado. Solo estoy despistado, eso es todo. Honestamente esperaba que
fuera lo último que me dijeras, ya que saliste corriendo esa tarde,
aparentemente sin interés en reconectar conmigo.
—Lo sé. Soy una chica complicada, pero esto entre nosotros no tiene
por qué ser complicado. Solo tiene que haber unas cuantas reglas antes de
que empecemos.
—¿Reglas? ¿Cómo qué?
—Para empezar... es estrictamente físico. Nada más y nada menos.
Le di una pequeña sonrisa.
—Tal vez podamos modificar esa regla más adelante.
—No habrá modificaciones.
Luché contra el ceño fruncido que quería bajar a mis labios.
—Bien, bien. ¿Cuáles son las otras reglas?
—Es casual. Si estás en la ciudad podemos hacer que suceda. Si no lo
estás lo dejamos.
—Bien, suena bien. ¿Qué más?
—No se lo decimos a la gente. Es algo muy privado. Simplemente entre
nosotros dos. Además, no hablamos de nuestro pasado. Simplemente nos
centramos en el presente. No profundizamos.
Sonreí.
—Confía en mí, voy a profundizar.
Se rio, y me encantó el sonido mucho más de lo que debería.
—Por último, soy la única persona con la que te acuestas cuando te
acuestas conmigo y viceversa. Si te acuestas con alguien más durante el
tiempo de inactividad tienes que decírmelo.
—No me acostaré con nadie más. No quiero acostarme con nadie más.
Sus labios brillaron con una pequeña sonrisa antes de que extendiera
su mano hacia mí.
—Entonces, ¿tenemos un trato? ¿Podemos ser follaconocidos?
Me reí del término, pero mantuve mi mano en su dirección.
—Creo que puedo adherirme a tus normas.
Nos dimos la mano.
—Esto es bueno, porque significa que puedo dejar de soñar con lo que
he estado soñando —dijo, haciéndome levantar otra ceja.
—¿Has estado soñando conmigo?
Se mordió el labio inferior y escondió la sonrisa que intentaba salir.
—No tenemos que hablar de eso.
—Oh, pero realmente quiero hablar de eso.
Abrió la puerta de su auto y entró.
—Lástima. No va a suceder.
—Entonces, ¿cuándo empezamos con este pequeño acuerdo?
—No hay momento como el ahora. Te daría mi dirección, pero parece
que ya sabes dónde vivo. Así que, si te presentas allí en unos treinta
minutos, no me resistiría a dejarte entrar. Eleanor no estará en casa esta
noche. Se queda en casa de Greyson. ¡Oh! —Levantó una mano—. Esa es
otra regla. Nada de quedarse a dormir.
—Te echo una carrera —bromeé, metiendo las manos en los bolsillos
de mi abrigo.
—Bien, ¿y Landon?
—¿Sí?
—Estate atento. No quiero que la fiesta del whisky sea el mejor sexo
que haya tenido. Quiero algo mejor cada vez.
—No te preocupes, Chick. Estaré atento, junto con algo extra. Hay tanto
que mostrarte.
Me encantaba lo tímida que se volvía de vez en cuando. Se colocó un
mechón detrás de las orejas y cerró la puerta.
—Bien. Te veré pronto.
Sí, me vería pronto, y probaría cada pieza de ella.
La doctora Smith probablemente me habría aconsejado no tener una
relación estrictamente sexual con Shay. Habría sacado a relucir todas las
razones por las que sería un error en el futuro, pero por suerte la doctora
Smith no tenía por qué saberlo. No había forma de que dejara pasar una
forma de conectar con Shay, incluso si era estrictamente física.
Tal vez en el futuro eso podría cambiar.
Tal vez en el futuro pensaría en dejarme volver a su corazón y
permitirme quedarme un tiempo.
—J
ameson Landon Jacobs —reveló Raine doce horas
después de que Landon y yo saliéramos del hospital.
Landon y yo pasamos la noche juntos haciendo
cualquier cosa menos dormir, y no bromeaba sobre
estar atento junto con algo extra.
Landon sacudió mi mundo en todas las direcciones posibles,
dejándome con las piernas doloridas y las mejillas sonrojadas.
Solo salimos de mi apartamento cuando recibimos un mensaje de Hank
de que Raine había dado a luz a su hijo. Nos dirigimos al hospital de
inmediato para encontrarnos con el paquete de alegría.
Jameson estaba en la unidad de cuidado intensivos para niños, debido
a que entró en el mundo antes, pero le iba muy bien. Los cuatro nos
quedamos en su área cerrada y lo miramos como si fuera el que fue traído
al mundo para salvar a la humanidad. Era perfecto en todos los sentidos.
Lo llamaron Jameson porque los padres de Raine le pusieron a ella el
nombre del pueblo en el que nació. Para mantener esa tradición, los dos
nuevos padres llamaron a su hijo como el licor con el que fue concebido.
Siempre manteniendo la clase.
—¿Landon? —cuestionó Landon, levantándoles una ceja a nuestros
amigos.
—Sí. Queríamos ponerle el nombre de su padrino. Si al menos te
interesa ese papel —dijo Raine—. Si no, házmelo saber porque creo que
todavía tengo tiempo de cambiarle el nombre —bromeó.
Landon sonrió y miró a Jameson.
—Sería un honor para mí.
Hank se volvió hacia mí y me dio un codazo en el brazo.
—Es mejor que creas que su segundo nombre habría sido Shay si fuera
una chica.
Sonreí.
—Me pido al siguiente pequeño bribón.
—Eso será dentro de mucho, mucho tiempo. —Raine suspiró. Parecía
exhausta, pero asumí que eso era lo que pasaba cuando dabas a luz. Estaba
bastante segura de que estaría agotada durante los próximos dieciocho
años—. Pero por supuesto que tú eres la madrina. No tienes derecho a
rechazar ese papel. Es tuyo, así que acéptalo.
—No lo rechazaría aunque mi vida dependiera de ello.
—¿Quieres sostenerlo? —le preguntó Hank a Landon.
—¿Puedo? —Una gran sonrisa cayó en los labios de Landon, y
accidentalmente dejé escapar una sonrisa de mis labios solo por ver la suya.
Pero no pude evitarlo. Parecía abrumadoramente feliz.
—Por supuesto, aquí. —Hank levantó a su bebé en brazos y lo puso en
los de Landon. Había algo genuino en la forma en que Landon miraba a
Jameson. Era la misma forma en que miraba a Karla, como si estuviera
mirando la estrella más brillante del mundo.
—Nunca conocerás un día de soledad —susurró Landon, poniendo sus
labios en la frente de Jameson.
En ese momento, Jameson abrió sus ojos azules de cristal por primera
vez desde que llegamos, y se convirtió oficialmente en el momento más
hermoso de la historia de todos los tiempos.
Había algo maravilloso en ver a un hombre grande sosteniendo a un
niño pequeño en sus brazos.
El hermoso momento se arruinó segundos más tarde cuando Raine
arrugó la nariz e hizo una cara.
—¿Soy solo yo o huele a sexo asqueroso aquí? —se preguntó. Entonces
sus ojos se movieron entre Landon y yo. Una pequeña sonrisa cayó sobre
sus labios y pareció complacida mientras mis mejillas se calentaban más y
más—. Oh. No importa.
No estaba segura de quién tenía la cara más roja en ese momento, si
Landon o yo.

Los siguientes días fueron difíciles para mí.


Resultó que el fiasco de La Chica Café no se había calmado en la última
semana, y tuve la suerte de entrar en el nuevo año con la gente todavía
etiquetándome en línea en su humor de mal gusto.
Sí, eso era cierto. Internet era tan bueno en sus habilidades de acoso
que habían descubierto exactamente quién era y dónde vivía. Eso fue más
aterrador de lo que uno pensaría. Encontré granos de café esparcidos por el
porche de mi edificio, junto con un montón de tazas de café con leche helado.
Estaba segura de que lo habían hecho niños inmaduros y debía ser una
especie de broma, pero no me hizo reír.
Terminé quedándome unas cuantas noches en casa de mima.
Me quedé con una sensación de malestar porque la gente supiera quién
era y pensara que tenía derecho a venir por mí cuando quisieran.
Por eso siempre pensé que querría dedicarme a la escritura de guiones
en vez de a la actuación. Parecía haber un poco de misterio en ser escritor.
Estar en las sombras en vez de en el centro de atención, y me encantaba esa
idea. Resultó que no estaba hecha para ser el centro de atención, y los
pequeños quince minutos de fama que había conseguido no podrían haber
pasado lo suficientemente pronto.
Tenía tres entrevistas de trabajo en mi haber, y me sentía bastante
desesperada al entrar en la cuarta esa semana. Cada puesto sacaba a relucir
el hecho de que había sido un meme de Internet y concluía que no encajaría
bien en el puesto. No podían trabajar con empleados inestables. Un
empleador incluso llegó a decir que debería haber tenido más orgullo que
estar peleando por Landon Pace. “Se acuesta con todo el mundo, cariño. No
vale la pena perder el trabajo por él”.
La última vez que lo comprobé estaba solicitando un trabajo, no ser
regañada por noticias falsas.
Mientras me sentaba para la cuarta entrevista en una linda cafetería
llamada Beans & Things, me sentí bastante aliviada cuando pasaron 15
minutos y el gerente no mencionó mi dramático salto a la fama.
—Parece que tienes bastantes años en la carrera de camarera —
exclamó Matt, escaneando mi currículum—. ¿Es esta una de tus pasiones?
¿Servir café a la gente? No. No es una pasión. Pero pagar mi alquiler
era una pasión, así que hice lo que la mayoría de la gente hacía durante las
entrevistas: mentí.
—Oh, sí. Me encanta interactuar con la gente a diario. Además, sé que
la gente es mucho más feliz con una gran taza de café en las manos, y me
gusta poder darles esa alegría. Nada es mejor que ver una sonrisa en su
cara cuando se van con su pedido hecho a la perfección. Además, también
soy rápida. Puedo hacer bebidas mientras duermo, y puedo memorizar sus
especialidades en un instante. Esta sería una oportunidad increíble para
trabajar en su negocio.
Matt sonrió, complacido por mi respuesta.
—Bien, bien. Me alegra oírlo. Ahora, solo hay una última cosa. Una
prueba, si aceptas.
Asentí.
—Claro, está bien.
Miró hacia el mostrador donde estaba un empleado y lo llamó.
El empleado se acercó con una sonrisa en su cara y un café con leche
helado en su mano.
Oh, no.
Lo situó en la mesa, y Matt se giró para mirarme.
—Entonces, digamos que un cliente entra en la tienda, y tienes un mal
día. Digamos que hay un café con leche helado delante de ti. ¿Qué haces
con dicho café helado?
Mi estómago cayó y mi cara se calentó cuando Matt y el empleado
comenzaron a reírse de mí. Sentí lágrimas ardiendo en la parte de atrás de
mis ojos mientras se reían directamente en mi cara, como si ya no fuera
humana, sino solo un estúpido meme que les estaba dando una patada esa
tarde.
Recogí mis cosas y me puse de pie, sin ofrecerles una palabra más.
Cuando llegué a mi auto, me senté dentro y me fui.
Mientras conducía, dejé caer las lágrimas.
Al menos esta vez no había paparazis para capturar mi dolor.
Landon estaba en la ciudad unos días más, y cuando le envié un
mensaje para ver si podía venir a hacerme olvidar mi supuesta vida por un
tiempo me invitó a su casa. En el pasado, cuando sentía alguna forma de
ansiedad, salía a correr para ayudarme a relajarme. Sin embargo, no había
nada mejor que hacer que Landon me desvistiera y pasara las manos por
todo mi cuerpo. Cada vez que se metía en mí mi mente se iba a otra parte,
lejos de mis problemas actuales. Me perdía en él, de la misma manera que
él se perdía en mí cuando éramos jóvenes.
Ojo por ojo.
Pasaron semanas de nuestro arreglo. Estuvo en la ciudad mucho más
de lo que debía, pero no lo discutí. Si iba a venir a la ciudad por una
aventura cualquier, entonces me encontraba a favor.
Cada beso era un consuelo, cada orgasmo sacudía mi mundo y cada
día me recordaba que era estrictamente físico. No me apegaría a él de nuevo
como solía hacerlo.
Era puramente sexo.
Era el tipo de sexo realmente genial, alucinante, que te hacía doblar los
dedos de los pies. Pero, aun así, solo era sexo.
Nada más y nada menos.
Incluso si ese pequeño rincón de mi ingenuo corazón quería que fuera
algo más.
—¿C
rees que podemos tomarnos un descanso de
hablar de los perfiles de los personajes para
hablar de algo diferente, Shay? —preguntó
Karla, alejándome de nuestro plan de lecciones
actual. Habíamos estado hablando una y otra
vez sobre lo que hace que un personaje destaque en un manuscrito, y las
formas de hacer que cada personaje sea realista. Algunos de los personajes
de Karla eran demasiado perfectos, así que trabajábamos para desglosarlos.
Incluso los héroes tenían sus propios defectos.
—Por supuesto. ¿Qué tienes en mente?
—Bien. —Sus mejillas se calentaron y se encogió de hombros—. Es de
chicos.
—Ohh. —Me alegré—. Cuéntame más.
—Hay un chico en la escuela llamado Brian. Es guapísimo. Como,
super sexy. Solía ser mi mejor amigo, pero después del accidente dejamos
de hablar un tiempo. Hace poco empezó a hablarme de nuevo, y quiero
decirle que me gusta, pero no sé cómo hacerlo. Además, dudo que le vuelva
a gustar de esa manera. Todavía es bastante popular, y yo... bueno... no.
Le sonreí mientras se quedaba allí sentada con las mejillas sonrosadas
por los nervios.
—En una escala del uno al diez, ¿cuánto te gusta?
—Como cien. —Se rio. Era muy agradable ver este lado de Karla. Un
lado que no era tan serio y difícil. Un enamoramiento adolescente normal.
—¿Y es bueno contigo?
—Oh, sí. Es más o menos la única persona en la escuela que me hace
no sentirme invisible.
—Eso es importante. Quieres estar con una persona que te vea y que
le encante lo que ve.
—El otro día unos chicos me estaban acosando y Brian se enteró. Más
tarde ese día encontré un caramelo en mi casillero con una nota que decía:
Lamento que la gente sea imbécil. Aquí tienes un chocolate. —Sonrió de
mejilla a mejilla—. Y supe que era de Brian. Es así de simpático.
Sonreí, pensando en mis días de secundaria cuando solía encontrar
regalos en mi casillero. Caramelos Laffy de plátano.
Una ráfaga de mariposas atravesó mi estómago por el recuerdo, pero
hice lo posible por apartarlas y centrarme únicamente en la situación de
Karla.
—Bueno, esta es la cuestión, Karla. A veces en la vida hay que dar un
salto de fe. Si quieres decirle a este chico que te gusta, no tengas miedo de
hacerlo. Sé valiente y ponte en acción. Si no está interesado él se lo pierde.
Eres un diamante, y tendría la suerte de acercarse para verte brillar.
Bajó la cabeza y se colocó el cabello por detrás de la oreja. Cuando me
miró, estaba sonriendo y mostrando sus hermosas cicatrices.
—Gracias, Shay.
—Por supuesto.
—Creo que podría amarlo —confesó, jugando con sus dedos—. No lo sé
con seguridad, pero creo que lo amo.
—Bueno, esa es una razón más para decirle lo que sientes.
—¿Cómo le dijiste a tu novio que te gustaba?
Me reí.
—No tengo novio.
—¿Qué? —Se le salieron los ojos—. ¡Pero eres guapísima!
—Aprecio el cumplido, pero aun así estoy tan soltera como se puede
estar.
—Probablemente porque estás esperando a la persona adecuada. Por
eso el tío Landon no tiene novia. Dijo que está esperando a que la persona
adecuada vuelva a su vida. Dijo que solía amar a una chica, hace mucho
tiempo, pero no funcionó.
Mi corazón dio un vuelco, pateó y gritó en mi pecho. Hice todo lo posible
por ignorarlo.
—¿Oh? ¿Es así? —pregunté.
—Sí. Nunca ha tenido novia de verdad desde entonces. Mi madre solía
llamarlo mujeriego y decía que le preocupaba que un día su pene dejara de
funcionar.
Me reí.
Afortunadamente, dicho pene seguía firme.
—¿Y qué hay de ti? ¿Has estado enamorada alguna vez? —preguntó
Karla, mirándome con los mismos ojos que su padre.
Me enderecé en mi silla y tomé un respiro.
—Una vez. Hace mucho tiempo.
—¿Qué se siente? —Sus ojos brillaban con asombro, como si buscara
pistas para ver si lo que sentía por Brian era amor verdadero.
Mi mano masajeó mi hombro izquierdo mientras reunía mis
pensamientos sobre lo que se sentía al estar enamorado todos esos años
atrás.
—Como el éxtasis. Como si estuviera flotando por el mundo y no tuviera
miedo de caer porque estaba convencida de que iba a haber alguien allí para
atraparme. Como una curación. Me sentí feliz. Muy, muy feliz cada vez que
cruzaba por mi mente. A veces me sentaba en clase y ni me concentraba en
lo que el profesor decía porque pensaba en él y en la próxima vez que lo
vería.
Suspiró.
—Eso es lo que siento cuando estoy cerca de Brian. También pienso en
él todo el tiempo. A veces escribo mi nombre con su apellido en mis
cuadernos. Lo amo.
—Eres una chica afortunada, entonces.
—Eso no es suerte. No sé si me ama.
—Pero está bien. Cualquiera que experimente el amor en esta vida es
uno de los afortunados.
Empezó a mirarse las uñas.
—Algunos de mis viejos amigos me han estado enviando mensajes
sobre una fiesta que se aproxima. Dijeron que Brian estaría allí, así que
estaba pensando en ir y quizás decírselo allí.
—Creo que es una gran idea, Karla. Y recuerda, sin importar lo que
pase después de eso, al menos fuiste lo suficientemente valiente como para
ponerte en acción. Si alguna vez tienes la oportunidad de elegir entre tener
miedo o ser valiente, por favor, Karla, sé valiente.
Asintió y murmuró las palabras para sí.
—Sé valiente... —Me sonrió, y yo estaba agradecida de que ya no tratara
de ocultarme sus cicatrices. Ver a esa joven curarse era curativo para mi
propia alma. No había nada más hermoso que ver a alguien encontrar su
camino en la vida.
Karla se merecía el mundo, y esperaba que no dejara de intentarlo
hasta que todos sus deseos y sueños se hicieran realidad.
—Bien. —Suspiró, frotándose la mejilla con la mano—. Ahora de vuelta
a mis personajes.

Las semanas pasaron y mi búsqueda de trabajo continuó. Hice lo que


pude para no decepcionarme, pero para ser sincera empezaba a sentirme
desanimada. A una persona solo se le podía decir que no un máximo de
veces antes de que empezara a afectar a su espíritu.
Afortunadamente, después de otro rechazo Landon volvió en la ciudad,
así que pude usarlo para aclarar mi mente. Estaría en la ciudad cuarenta y
ocho horas. Veinticuatro de esas horas eran para ver a la familia de Greyson,
y dejó las otras veinticuatro abiertas para mí.
Después de otra ronda de asombroso sexo con Landon, me excusé para
ir a tomar una ducha rápida antes de otra ronda de nuestras aventuras
sexuales.
Cuando salí de la ducha, envuelta en mi toalla, descubrí a Landon
sosteniendo uno de mis guiones en la mano.
—¿Qué estás haciendo? —exclamé, arrebatándole el papel de las
manos—. Eso es privado.
—Eso es jodidamente increíble —exhaló—. Karla tenía razón. Eres más
que talentosa. Sabía que eras buena cuando éramos jóvenes pero, Shay,
esas palabras son obras maestras.
Sentí que mis mejillas se calentaban por sus palabras, e intenté hacer
lo que pude para empujar mis emociones a un lado.
—Están bien.
Se rio.
—Creo que solo eres humilde. Necesitas hacer que algunas de ellas se
conviertan en películas.
—Es más fácil decirlo que hacerlo. No todo el mundo tiene por arte de
magia una carrera.
—Cierto. Pero, si me das una oportunidad, puedo mostrarle tu guion a
alguien. Puedo ponerlo en las manos adecuadas.
Sacudí la cabeza.
—Has estado diciendo eso desde que éramos jóvenes, pero todavía
quiero conseguirlo por mi cuenta. —Lo último que quería era que la gente
dijera que La Chica Loca del Café solo alcanzó la fama por un chico. Quería
hacerlo por mi propio mérito.
Me acerqué a la cama con mi toalla todavía envuelta alrededor de mi
cuerpo.
—Bien, pero si alguna vez cambias de opinión la oferta sigue en pie. —
Continuó hurgando los guiones de mi escritorio—. Es irónico —me dijo,
poniendo los papeles en mi escritorio antes de arrastrarse hasta la cama
para dejar su cuerpo sobre el mío. Puso sus manos sobre mis hombros,
colocó las piernas cerca de las mías y estudió mi rostro. Odiaba cuando
hacía eso. Odiaba cuando me miraba con tanta dulzura en sus ojos. Odiaba
la forma en que me tomaba y se fijaba en las líneas de mi cara. Odiaba cómo
sus ojos bailaban por todo mi cuerpo, mirándome con asombro. Estudiaba
las imperfecciones de mi piel. Los kilos extra que había ganado con los años.
Luego se agachaba y besaba cada parte que yo consideraba indigna. Cada
parte que me hacía dudar de mí misma.
Besaba cada centímetro de mí y me llamaba hermosa.
Odiaba cómo sus palabras y sus caricias hacían que mi frío corazón se
volviera loco.
—¿Qué es lo irónico? —susurré mientras él desataba la toalla de mi
cuerpo y la tiraba a un lado de la habitación. Sus labios rozaron mis caderas,
creando escalofríos por mi columna.
—Cómo escribes historias de amor pero no crees en el amor.
Levanté una ceja.
—Creo en el amor.
—No, no crees.
—Sí, creo. —Me levanté un poco sobre mis codos y lo miré fijamente—
. Como dije antes, creo en el amor. Simplemente no creo que sea para mí.
Los ojos azules de Landon se suavizaron y se apoyó en sus muslos,
mirándome de arriba a abajo.
—¿Entonces por qué escribes sobre ello?
Tragué con fuerza, sintiéndome más vulnerable de lo que me había
permitido sentirme cerca de un hombre en mucho tiempo. Si te ven tan
abierta usarán tu amabilidad como una debilidad. Si oyen que tu voz se
quiebra te considerarán frágil.
Y luego, ¿ese corazón tuyo? Lo destrozarán.
Me senté más y envolví mis brazos alrededor de su cuello.
—No hacemos esto, Land —susurré, rozando mis labios contra los
suyos.
Su lengua se movió lentamente a través de mi labio inferior antes de
morderlo suavemente.
—¿No hacemos qué?
—Hablar.
Cerró los ojos y apretó su frente contra la mía.
—Podríamos, Shay. Podrías dejarme entrar.
—Ya lo intenté una vez. —Me encogí de hombros—. Realmente no
funcionó para mí.
Hizo una mueca.
—Te rompí el corazón hace muchos años.
—No importa. Éramos unos niños estúpidos. Eso no era amor real. Era
ficción.
—No subestimes lo que teníamos, Shay. No lo hagas. Esa fue lo más
real que he sentido en toda mi vida.
Entonces ¿por qué no fui suficiente?
Mi pecho se apretó y sentí que mis emociones comenzaban a
arremolinarse mientras Landon se abría camino hasta mi corazón. Un
corazón que trabajaba duro por mantener alejado de los hombres,
especialmente de él.
Detente, corazón, ordené. No te atrevas a saltar por el hombre que te hizo
pedazos.
Extendí la mano hacia su dureza y empecé a acariciarla mientras
cerraba los ojos. Luego lo puse boca arriba y me incliné hacia adelante y
empecé a succionarlo, encantada con los gemidos que escapaban de sus
labios. Mi lengua corrió arriba y abajo por su eje mientras se ponía cada vez
más rígido en mi mano. Me encantaba eso. Me encantaba sentir cómo mi
tacto le daba placer. Me encantaba ver cómo su cuerpo reaccionaba a mí.
Me encantaba...
No, Shay.
No necesitas sentimientos.
Es solo sexo.
Miré a esos ojos azules y dilatados que parecían encantados. A él
también le encantaba. Le encantaba cuando lo miraba con su dureza en la
boca, complaciéndolo. Le encantaba esa conexión, y yo también la anhelaba
en secreto. En esos momentos casi sentía como si fuéramos uno. Como si
la energía que corría por sus venas fuera lo que se usaba para alimentar mi
alma. Creábamos destellos de vida con solo nuestro toque.
Me miró como si tuviera mil planes para devorar cada parte de mí.
Lentamente me tocó el clítoris mientras me miraba. Me levantó y me puso
contra el colchón, devolviendo el control a sus manos. Se volvía más salvaje
cuando me deseaba, y lo necesitaba. Necesitaba lo salvaje de Landon, no la
calma. La calma me hacía pensar, lo salvaje me hacía sentir.
Todo lo que quería era sentirlo, probarlo, follarlo. No era nada personal.
No podía serlo.
No lo permitiría.
—¿Quieres que te deje entrar? —susurré, mientras sus labios
succionaban contra mi cuello.
—Sí —siseó contra mi piel.
—Está bien, entonces. —Lo rodeé con mis piernas, tirando de él hacia
mí mientras presionaba su palpitante polla contra mi entrada—. Entra.
Entró en mí con fuerza, decidido a follarme más fuerte de lo que
habíamos follado antes, y le permití quedarse un rato.
P
ensé que las interacciones con Shay iban bien hasta que hablé
con Raine y me enteré de que Shay había perdido su trabajo
hacía semanas por mi culpa. Tampoco había podido encontrar
una nueva forma de empleo, lo que me hizo sentir muy mal.
Era un idiota.
La cara de Shay había sido difundida por todo el Internet por mi
presencia en su lugar de trabajo. Los paparazis no habrían estado allí si no
fuera por mí y, debido a eso, ella no había podido conseguir otro trabajo.
Sabía que no debía entrar en los establecimientos sin estar de
incógnito, pero ¿me equivoqué al querer tener un momento en mi vida sin
sentirme enjaulado en las funciones de la celebridad?
Quería tener la oportunidad de ver a Shay y ser normal con ella de
nuevo. Intentar construir una amistad con ella después de arruinarlo todo
tantos años atrás. Fui un idiota al ir a su lugar de trabajo, y ahora ella
estaba sin trabajo y era un maldito meme de Internet.
Ni siquiera me habló de sus problemas, porque no hablábamos a ese
nivel. No me dejaba entrar.
Nunca quise eso para ella. Sabía lo que era ser objeto de burla en línea
y ser acosado por los trolls. Shay no se merecía eso. Estaba en una posición
vulnerable, y sabía con seguridad que cualquiera habría reaccionado como
ella lo hizo con lo que esa mujer le decía. Pero, tristemente, sus fallos no
fueron captadas en el vídeo.
Me rompí el cerebro una y otra vez, tratando de averiguar qué podía
hacer para arreglar esto. Necesitaba una forma de arreglar el desastre que
Shay vivía, y lo único que se me ocurrió fue volver a lo básico.
Volver a la mujer que nos enseñó a Shay y a mí tanto sobre la vida.
—Lo siento, estamos cerrando por hoy —dijo una dulce voz mientras
empujaba para abrir la puerta de Harmony, un estudio de yoga en el centro
de Chicago. Era un estudio impresionante, y la paz que sentí al entrar fue
abrumadora. Música de jazz calmante sonaba por los altavoces y los aceites
esenciales llenaban el espacio. Lavanda, supuse.
—¿Quizás puedas encontrar unos cinco minutos para hablar con un
viejo amigo? —dije, haciendo que la mujer mayor se diera la vuelta y mirara
hacia mí.
La abuela de Shay, Maria, sonrió de oreja a oreja al verme.
—Bueno, lo haré... si no es un destello del pasado.
No dudó en abrazarme fuertemente, y aunque le sacaba casi treinta
centímetros de altura, me derretí en sus brazos, apretándola con fuerza.
—Me alegro de verte, Maria.
—Yo también, Landon. —Se echó hacia atrás y me dio una bofetada en
el pecho—. Pero también estoy enojada contigo. Simplemente desapareciste
hace todos esos años.
Fue directamente a la reunión, sin pausa.
—Lo sé. Lo siento. Esos años fueron muy duros para mí.
—Aun así, eso no era una excusa para irte y desaparecer. Aunque
estaba muy disgustada contigo por lo que le hiciste a mi nieta, aún me
importabas. Sabes que siempre fuiste como de la familia para mí.
—Y tú lo eras para mí. Desearía tener una mejor excusa para mis
acciones, pero no la tengo. Pasé por una fase oscura en mi vida, Maria. Perdí
mi camino.
—Pero lograste superar esa mala racha, ¿sí?
—Sí. Tomó mucho tiempo, trabajo y terapia, pero lo hice. Todavía hay
algunos días difíciles, con pensamientos oscuros, pero lucho contra ellos.
—Siempre supe que llegarías al otro lado de la oscuridad.
—Creíste en mí cuando yo no podía ver el camino, eso es seguro.
Me miró de arriba a abajo y luego una pequeña y suave sonrisa apareció
en sus labios mientras ponía una mano reconfortante en mi mejilla.
—¿Cómo está tu corazón?
Cuatro palabras. Cuatro simples palabras e instantáneamente era
aquel adolescente tan perdido, de pie frente a una mujer que tan a menudo
me había ayudado a encontrar a mi camino. Metí las manos en los bolsillos
y me aclaré la garganta.
—Sigue latiendo.
—Déjame hacernos un poco de té —dijo, caminando hacia el cuarto de
atrás—. Puedes ir a esperar en el estudio, podemos sentarnos, respirar y
ponernos al día.
Hice lo que me dijo.
El estudio de yoga de Maria era un verdadero placer. Era espacioso y
era exactamente como su nombre indicaba, armonioso. Bajé dos de las
colchonetas de yoga que estaban colgadas en la pared y las puse en el suelo
de madera. Cuando Maria regresó tenía dos tazas de té en sus manos,
todavía con esa sonrisa suya. Me dio una taza y luego se sentó en una de
las colchonetas. Yo hice lo mismo.
Me sorprendió lo joven que aún parecía Maria después de todos los
años que habían pasado. Solo por su aspecto podría tener la misma edad
que cuando la que la dejé años atrás. Asumí que el yoga había sido bueno
para ella. Además tenía una forma de vivir una vida pacífica, sin dejar que
la negatividad la afectara demasiado.
—Aunque me alegro de verte, Landon, ¿por qué tengo la idea de que
estás aquí por mi nieta?
—Siempre has sido muy buena leyéndome.
—¿Qué puedo decir? Soy una mujer muy culta.
Sonreí un poco y tomé un sorbo del té. El calor de la taza era increíble
en las palmas de mis manos.
—Necesito arreglar una situación. Quiero decir, obviamente hay
muchas cosas que necesito arreglar cuando se trata de Shay. Pero la más
reciente es todo este fiasco de la cafetería. Si no fuera por mí no habría
perdido su trabajo, y ahora Internet está perdiendo la cabeza y se burla de
ella sin parar. Es mi culpa que los paparazis estuvieran allí. Nunca debí
haber entrado en esa tienda sabiendo cómo me siguen.
—¿Le dijiste que le tirara la bebida a la cara de esa mujer?
—No, pero...
—Entonces no es tu culpa.
—No, lo es. Esas personas tomaron videos de ella porque yo estaba allí.
Maria arqueó una ceja.
—¿Le dijiste a esa gente que te siguiera y tomara esos videos?
—Bueno, no.
—Entonces no es tu culpa. Entiendo que pienses que eres el culpable
de lo que pasó en esa cafetería, Landon, pero esta vez la culpa no recae sobre
ti. No es una carga que tengas que llevar.
Me froté la nuca y fruncí el ceño.
—Durante una fracción de segundo, en Navidad, pareció que Shay casi
me iba a dejar volver a acercarme a ella. Quiero decir, obviamente no en el
mismo contexto que antes, pero éramos amigables con el otro. Casi
juguetones, y lo arruiné.
—Si al principio no tienes éxito... —murmuró, sonriendo hacia mí.
Inténtalo, inténtalo de nuevo.
Que era exactamente lo que planeaba hacer.
Coloqué mi taza de té en mi tapete de yoga, metí la mano en mi bolsillo
trasero y saqué mi billetera.
—Voy a grabar en la ciudad durante los próximos meses, y una de mis
coprotagonistas necesita una nueva ayudante mientras la suya está de baja
por maternidad. Le pasé el nombre de Shay y pensé que podría ser útil para
conseguirle un nuevo trabajo. Mi coprotagonista está más que dispuesta a
ayudar. Sin embargo, necesita conocerla esta semana, ya que empezamos a
rodar. Necesito tu ayuda para pasarle la información a Shay. No la aceptará
si cree que viene de mí. No después de lo que pasó.
Maria bebió su té antes de dejarlo y tomar el papel con un número.
—Todavía te importa, ¿verdad?
—Creo que nunca dejé de preocuparme. Creo que nunca lo haré.
—Bueno, haré todo lo posible para que vaya a una entrevista. Pero seré
honesta, mi nieta puede ser un poco terca a veces. —Sonrió mucho—. Lo
sacó de mí.
—Mientras lo intente será suficiente para mí. No puedo imaginarme no
intentar arreglar este asunto. Aunque hayas dicho que no es mi culpa, me
siento responsable.
Ella extendió la mano y tomó la mía y me dio una palmadita.
—Me aseguraré de que lo intente siempre y cuando me hagas dos
promesas.
—¿Y qué es eso?
—Ya que estás aquí en la ciudad un tiempo, debes venir a algunas
clases de yoga conmigo. Una vez a la semana. Sé que eres un actor de
primera, pero si no tienes tiempo para ir más despacio y respirar una hora
a la semana entonces no tienes tiempo para hacer nada más. ¿Trato hecho?
—Trato hecho. ¿Y cuál es la otra promesa?
—Vienes para la cena del domingo, como en los viejos tiempos. Haré tu
favorita.
—¿Lasaña?
—Lasaña —repitió—. Incluso hornearé pan casero.
—Bueno, me tenías con la lasaña y sellaste el trato con el pan recién
horneado.
Seguimos hablando de la vida y nos pusimos al día un poco más antes
de que ambos nos abrazáramos una vez más para despedirnos por la noche.
Salimos del estudio, y Maria cerró la puerta con llave. Esperé para
acompañarla a su auto. Cuando nos acercamos, le abrí la puerta y entró.
—Gracias, Landon.
—Por supuesto. —Sostuve mi mano en la puerta y dudé—. ¿Maria?
—¿Sí?
—¿Por qué has sido tan amable conmigo? Después de lo que hice hace
años, desaparecer y romperle el corazón a Shay. ¿Por qué estás siendo tan
acogedora?
Metió la llave y su auto arrancó con un rugido.
—Porque sé que probablemente te hayas castigado lo suficiente por lo
que pasó, pero por suerte para todos nosotros sigues aquí, y tengo la
sensación de que vas a pasar el resto de tu vida tratando de compensar esos
percances.
—Gracias. Por todo.
—Por supuesto. No vuelvas a desaparecer. Esta vez te buscaré y te
golpearé el trasero.
—¿Q
ué quieres decir con que alguien dejó esto en
tu estudio? —le pregunté a mima mientras la
miraba desconcertada. Me llamó para que la
ayudara a mover un tocador, pero cuando
llegué ya había cambiado de opinión sobre el
cambio de lugar, pero nos hizo un poco de
café y me cortó una rebanada del pastel que hizo el día anterior.
—Quiero decir exactamente eso. Alguien vino al estudio y puso el cartel.
No es raro que la gente cuelgue carteles en mi estudio. Sucede
semanalmente. Me quedé con este para mí, porque parecía perfecto para ti.
—¿Esto es todo lo que decía? ¿Una dirección de correo electrónico?
—Bueno, no. Había un folleto más grande, pero no me molesté en
traerlo. Es para un trabajo de asistente personal en un set.
—¿Una película para quién? —pregunté—. ¿Y a quién estaría
ayudando?
Mima agitó su mano en forma despectiva.
—Shannon Sofía, tienes que aprender a moverte con el universo a
veces.
Me reí.
—Ni siquiera sé lo que eso significa, mima. ¿Me das una dirección de
correo electrónico cualquier, sin nombre, y debo enviarles un correo
electrónico para que se pongan en contacto?
—Sí. Exactamente.
¿Qué diablos estaba pasando?
—Esto huele a podrido —dije, estrechando los ojos.
—Eso es solo porque comí atún en el almuerzo. Ahora ve, envía un
correo electrónico a la persona y mira lo que sale de él. Imagínate trabajando
en un set, rodeada de estrellas de cine. Siempre has querido estar en la
industria del cine. No puedo ver cómo esto no puede ser algo bueno.
—Bueno, suena más como una especie de película porno, viendo lo
impreciso que es.
—Sí, bueno —mima me cortó otra rebanada de pastel y la colocó en mi
plato—, las estrellas porno también necesitan asistentes.
—¡Mima! —Me quedé sin aliento.
—¿Qué? Es verdad. Ahora hazle a tu abuela el favor de enviarle un
correo electrónico a esa persona. ¿Quién sabe? Esto podría ser el comienzo
de algo especial, Shay. Tienes que abrir las puertas a nuevas posibilidades.
Cuando Dios te da una rama de olivo, la tomas.
—No sé...
Me señaló con un dedo severo.
—Es por eso por lo que necesitas empezar a ir a la iglesia conmigo de
nuevo. Estás perdiendo la fe. Solo piensa en esto durante las próximas
cuarenta y ocho horas, ¿de acuerdo? Y si no sale nada no sale nada. Pero
no le faltes el respeto a las bendiciones de Dios.
—Bien, le enviaré un correo. ¿Eso te hará feliz?
—La más feliz.

Me alegró saber que la entrevista de trabajo no era para un estudio


pornográfico. Después de unos cuantos correos de ida y vuelta con Lane, la
actual asistente de la actriz para la que trabajaría, me quedé un poco
sorprendida de que fuera tan rápida en darme la información para el rodaje.
Me dieron instrucciones de ir al lugar de rodaje y encontrarme con Lane allí
para que me llevara a la entrevista.
Dios mío. Estaba en un set de estudio.
Ni siquiera un set de porno, sino un set de cine de verdad. Era increíble.
Había mucho ajetreo a mi alrededor. Parecía como si todo el mundo
estuviera corriendo en círculos, haciendo tareas. Desde fuera parecía como
si fuera un tren descarrilado, pero sorprendentemente todo el mundo se
movía como si supiera exactamente cuándo apartarse y cuándo intervenir.
Un caos organizado.
—¿Shay? —gritó una voz.
Me volví para ver a una mujer muy embarazada caminando hacia mí.
Era impresionante de pies a cabeza y llevaba tacones altos, aunque parecía
que le estaban matando los pies.
Sonreí.
—Sí, soy yo.
Ella extendió una mano y la estreché.
—Soy Lane. Me alegro de que estés aquí. Quiero que conozcas a Sarah
lo antes posible antes de que empiece su sesión matutina. Está en
peluquería y maquillaje en su remolque, así que podemos ir allí y poner las
cosas en marcha.
Sentí el calor de mis mejillas.
—Todo esto es una locura.
Lane me dio una sonrisa amable mientras ponía sus manos en sus
caderas.
—¿Primera vez en un set?
—Sí.
—Me di cuenta. Todavía veo las estrellas en tus ojos. No te preocupes,
te acostumbras. Solo muévete como si fueras de aquí y nadie pensará otra
cosa, están demasiado ocupados ocupándose de sus propios asuntos.
Empezamos a caminar hacia los remolques de los actores, y yo tenía el
estómago lleno de más nudos cuanto más nos acercábamos.
—Sé que probablemente sea extraño hacer una entrevista en un
remolque, pero a Sarah le gusta tener la oportunidad de conocer realmente
a alguien y sentir su energía y todo eso. —Se inclinó hacia mí y bajó la voz—
. Hace poco vio un video sobre cristales y se puso en modo hippie en los
últimos dos años. No te asustes si te pide que sostengas una de sus piedras.
Es solo, ya sabes, gente famosa haciendo cosas raras de famosos.
Me reí entre dientes.
—Sostendré cualquier cosa que me entregue.
—Es bueno saberlo. De lo contrario, mi consejo... Sé tú misma. Sarah
probablemente tendrá un millón de preguntas para ti. Le gusta mucho tener
una buena idea de con quién está trabajando.
—Está bien. Soy un libro abierto. O un guion abierto, debería decir. No
hay nada que esconder aquí.
—Maravilloso. Además, si tuvieras algo que esconder, Sarah lo
encontraría. Bien, aquí estamos —dijo Lane, deteniéndose frente a un
remolque. Miré fijamente el nombre contra la puerta, y me envió
instantáneamente atrás en el tiempo.
Sarah. Sims. Joder.
La mujer con la que salió Landon después de que terminara de
arrastrar mi corazón por el fango.
También mi actriz favorita de todos los tiempos.
Iba a vomitar.
—Espera. ¿Voy a entrevistarme con Sarah Sims? —Me ahogué, con el
corazón en la garganta—. ¿Como la Sarah Sims?
Lane asintió.
—Sí. Lo siento, pensé que lo había mencionado antes.
—Definitivamente no lo mencionaste antes.
—Espero que no sea un problema.
Sacudí la cabeza, tratando de recuperar la compostura.
—No, por supuesto que no. No esperaba que fuera ella, eso es todo.
La expresión de preocupación de Lane se disipó cuando asentí.
—Oh, sí. Bueno, cuando traemos asistentes para los actores, tratamos
de mantener el nombre del individuo en secreto. Mantiene a los fanáticos
alejados.
—Claro, por supuesto.
—Espera aquí y déjame comprobar si Sarah está lista. —Me quedé
parada fuera del remolque mientras Lane se apresuraba a entrar. Cuando
volvió a asomar la cabeza, me hizo señas para que me acercara—. Entra,
Shay.
Subí los escalones del remolque, y para mi sorpresa era mucho más
grande de lo que supuse desde fuera. Había un gran sofá, una pequeña
cocina con una mini nevera y una mesa de comedor. Hacia la parte trasera
del remolque había un área para el cabello y el maquillaje, que era donde
Sarah se encontraba actualmente.
—¡Oh, Dios mío, tú debes ser Shay! —exclamó, de pie con los rulos
todavía en el cabello y su pequeña forma envuelta en una bata—. Entra
aquí, —dijo, saludándome para que le diera un abrazo.
La rodeé con mis brazos, y aunque era el momento más extraño de mi
vida también fue muy emocionante.
—Encantada de conocerte —dijo, alejándose para echarme un vistazo—
. ¿Cuál es tu signo del zodíaco? —preguntó.
—Uh, um, Acuario —dije, desconcertada por su pregunta.
—Oh, sí, esa sensación me da. Definitivamente eres un Acuario. Es
bueno estar cerca de tu energía. Soy Géminis, así que tiene sentido por qué
es tan bien.
Sonreí, sin tener ni la menor idea de lo que decía.
—Sí, totalmente.
Puso sus manos contra mis mejillas y me miró fijamente durante cinco
minutos seguidos, e hice lo posible por no quedar totalmente desconcertada
por el extraño intercambio. Pero, honestamente, ¿cómo podría no estarlo?
Fue... raro. Por decir lo menos.
—¿Puedes hacer algo por mí? —preguntó, finalmente dejando caer su
mano sobre mi cara.
—Claro, por supuesto.
—¿Puedes sujetarme las pelotas? —Uh, ¿otra vez?
—¿Perdón? —Esperaba tener una cara de póquer decente, porque tener
a la maldita Sarah Sims pidiéndome que le agarrara las pelotas era muy
incómodo.
—Bueno, mis cristales. Me gusta llamarlos mis bolas, ya que me gusta
frotarlos más que un par de bolas reales. —Me guiñó el ojo.
Me relajé un poco más. Claro, Sarah era extraña, pero al mismo tiempo
era bastante encantadora. De una manera muy rara.
Se acercó a su mesa, agarró sus pelotas y volvió a mí. Extendí las
manos y las colocó en ellas, envolviendo mis dedos alrededor de sus bolas,
eh, cristales.
Se apartó, juntó las manos y me sonrió como si fuera una madre
orgullosa que veía la graduación de su hijo.
—¿Cómo te sientes? —preguntó, con los ojos abiertos por la intriga.
—Um. —Dudé, sin saber cómo debía responder a eso.
Me hizo un gesto con la mano.
—No hay ninguna respuesta equivocada. Continúa. Solo lo primero que
se te ocurra.
—Bueno, están... calientes.
—Sí. —Suspiró, complacida por mi respuesta—. Mis bolas están
calientes.
Dios mío, ¿me estaban engañando? ¿Estaba Ashton Kutcher a punto
de salir del baño de la caravana?
—¿Qué más, Shay?
—Suave. Son suaves.
—Muy suaves —gimió, más metida en esto de lo que debería—. Ahora
tararea.
—Lo siento, ¿qué?
—Ya sabes, tararea. Cierra los ojos y tararea. Luego sopla ligeramente
sobre mis bolas.
Ese momento incómodo cuando descubrías que uno de tus ídolos era
un maldito psicópata.
Pero por desgracia necesitaba trabajo, y si eso significaba tararear a
dos bolas entonces por supuesto que iba a tararear con el corazón.
Cerré los ojos y, justo cuando estaba a punto de juntar los labios para
tararear una melodía, estalló una risa en la habitación.
Abrí los ojos y levanté una ceja mientras Sarah, su peluquero y su
maquillador se quedaban todos allí riéndose de mí.
—Lo siento, lo siento, es solo una broma. No les tarareamos a las
piedras. Eso sería una tontería. Solo quería ver hasta dónde estarías
dispuesta a llegar con mis locas peticiones.
Tomé una bocanada de aire.
—Oh, bueno, está bien. —Obviamente llegaría hasta el punto de
soplarle en las pelotas. Ese era el nivel de desesperación sobre el que estaba.
—Creo que nos vamos a divertir trabajando juntas —comentó Sarah,
quitándome las piedras de las manos—. Y está claro que tienes mucha
dedicación, así que creo que nos llevaremos bien. Toma asiento, y te daré la
lista de tareas que Lane te ha escrito.
—Lo siento, ¿no estamos... entrevistando para el puesto?
—¿Entrevista? Oh, no, cariño, ya has sido contratada. —Levantó una
ceja—. Lo siento, pensé que lo había dejado claro. No fue muy importante
que te contrataran, ya que tu nombre nos fue dado por una de mis personas
favoritas.
—Lo siento, ¿te lo dieron?
—Sí. Viniste con la referencia más alta. Honestamente, con tus
antecedentes como camarera y tu fiasco de chica del café con leche estuve
aún más emocionada de trabajar contigo. Quiero decir, si tuviera un dólar
por cada vez que una historia terrible sobre mí se hizo viral, sería rica. —
Hizo una pausa—. Eh. Sería más rica. De todos modos, realmente confío en
ti, ya que Landon habló tan bien.
Se me cayó el estómago.
—¿Dijiste Landon?
—Sí. Dijo que eras una vieja amiga, y honestamente haré lo que sea
para conseguir caerle bien. —Se sentó en la mesa y dio una palmadita a la
silla que estaba a su lado—. Además, ya que tienes una historia con él,
pensé que podrías darme alguna información interna.
—¿Qué quieres decir? —Mi mente seguía girando por la idea de que
Landon fuera el que me había conseguido el trabajo. ¿Por qué haría eso?
—Bueno, ya sabes. —Se lamió los labios y luego se mordió el inferior—
. No es un secreto que Landon es un soñador. He intentado durante años
acostarme con él, pero nunca funcionó.
—¿Qué? Pensé que ustedes dos salieron hace años. ¿Antes, cuando
salió su película? —pregunté, tratando de mantener mi pregunta tan
tranquila como siempre, a pesar de que mi corazón golpeaba contra mi
pecho, tratando de salir de mi cuerpo de un salto.
Sarah me hizo un gesto con la mano.
—Oh, ojalá. Eso fue solo una tontería de promoción porque Landon se
metió en un pequeño problema dramático en aquel entonces. Pero
probablemente lo sepas todo, siendo una parte tan importante de su vida.
Me senté en mi silla, confundida como siempre.
—Sí, por supuesto. Claro.
—No me malinterpretes, lo intenté con él en ese entonces, pero no
resultó. Estaba demasiado obsesionado con una novia de la escuela o algo
así. Juro que se sentaba en el set todos los días, escribiéndole cartas de
amor en un cuaderno como un tonto enfermo de amor. Nunca había visto
nada igual.
¿Me escribió cartas?
Las emociones en el fondo de mis ojos eran intensas, e hice lo mejor
que pude para intentar parpadear.
—¿Escribió cartas en el set? —pregunté, mi voz se quebró, pero Sarah
estaba demasiado en su propia tierra mágica para darse cuenta.
—Juro que llenó cuaderno tras cuaderno para esa chica. Me sorprende
que no terminaran juntos. Si alguien estuviera tan obsesionado conmigo me
casaría con él en un abrir y cerrar de ojos.
—¿Alguna vez dijo lo que pasó entre ellos?
—No. Solo que ella estaba mejor sin él y sus problemas.
Había tantas piezas perdidas en el rompecabezas de Landon y mi
pasado que ni siquiera estaba segura de qué pensar de todo ello.
—Afortunadamente no funcionó para ellos dos. Me deja más de una
oportunidad para reconectar con él. La productora quiere volver a impulsar
la narrativa esta vez: los viejos amantes reavivan su llama, lo cual me parece
bien. Solo que esta vez no quiero que sea una falsa historia de amor. Quiero
que Landon se enamore realmente de mí, y será mucho más fácil con tu
ayuda.
—¿Mi ayuda?
—¡Sí! Por supuesto. Parece que ustedes dos deben ser cercanos, así que
tal vez puedas darme consejos sobre Landon. Ayudarme a conocer algo
sobre lo que le gusta. Lo que le gusta, lo que no.
—No sé... —dije lentamente—. Tal vez eso debería ser algo que hagas
tú... hacer crecer la conexión tú misma.
—Lo haría, pero no tengo mucho tiempo con mi agenda.
—Hace tiempo que no nos relacionamos —confesé—. No sé mucho
sobre lo que le gusta y lo que no.
— Está bien. Tienes tiempo para aprender. —Tomó mis manos con las
suyas y apretó—. Creo que esto va a ser mágico. ¿No lo crees?
—Puedes decir eso —resoplé, sacando una sonrisa.
—Bien, ahora vamos. Vamos a sostener las bolas de nuevo.
—¡¿U
saste a mima para llegar a mí?! —ladró una
voz, fuera de mi remolque hojeando mi guion.
Levanté la mirada para ver a Shay
irrumpiendo hacia más. Cuanto más se
acercaba más notaba que su nariz se hinchó
y tenía la frente arrugada—. ¿Estás
bromeando, Landon?
—Supuse que no tomarías el puesto si te lo entregaba, pero quería
ayudar después de todo lo que hice. Me sentía muy mal por la forma en que
perdiste tu trabajo porque me presenté yo. Todo fue tan rápido que no quería
ser la causa de que te quedaras sin trabajo.
Suspiró.
—Habría perdido el trabajo con o sin ti allí.
—Sí, pero no se burlarían de ti en Internet por ello. Habría sido barrido
bajo la alfombra, pero por mí y por quien soy la gente estaba allí para
capturar una situación de mierda. Necesitaba hacer algo para arreglarlo,
Shay. Tenía que arreglar eso.
Sus cejas bajaron.
—¿Haciéndome trabajar con tu exnovia?
Negué con la cabeza.
—Sarah nunca fue mi novia. Sé lo que parecía en ese entonces, pero
eso era todo negocio. Nunca tuvimos una conexión a ese nivel.
—¿Por qué hiciste que pareciera que sí?
Eso parecía una pregunta cargada, y no estaba seguro de cómo
abordarla sin que mi mente se saliera de control. Hacía lo que podía para
no recordar ese período de mi vida en el que las cosas se fueron a la mierda.
Shay frunció el ceño, viendo la duda que tenía al responder la pregunta.
Se movió en sus zapatos.
—Sarah es... mucho más rara de lo que pensaba.
Me reí, un aliento de alivio corriendo a través de mí.
—¿Te pidió que sostuvieras sus bolas?
—Sus grandes y suaves bolas —añadió—. Y también me dijo que cada
una costaba alrededor de cuatro mil dólares. Sabes que tu vida está bien si
puedes gastar cuatro mil dólares en un cristal.
—No es un secreto que Sarah tiene bastante dinero.
El sol irradiaba sobre ella cuando se volvió hacia mí, y se protegió con
la mano, estrechando los ojos.
—Creo que esta es la primera vez que te veo como un actor de verdad.
Me reí entre dientes.
—¿Quieres decir que huir de los paparazis no fue suficiente para
probarlo?
—No me malinterpretes, eso fue una locura, pero verte en un set con
tu nombre en un remolque... no lo sé. Esto lo hace más real.
Asentí.
—¿Quién habría pensado que un chico jodido como yo llegaría hasta
aquí?
—Yo —dijo suavemente, con una ligera curva en sus labios—. Yo lo
habría pensado.
La energía entre nosotros se intensificó por sus palabras, y todo lo que
quería hacer era dar un paso adelante y envolverla con mis brazos y nunca
dejarla ir.
Me mantuve alejado de hacer tal cosa. Todavía tenía levantadas sus
paredes conmigo. No quería seguir intentando derribarlas sin su permiso.
—Tú mereces estar aquí más que yo —dije, con intención.
—Sí, pero resulta que estoy aquí por ti. Y, para que conste, habría
aceptado el trabajo si me hubieras dado la oportunidad. Habría sido súper
terca al respecto, pero me habría rendido después de un tiempo.
—Es bueno saberlo.
Negó con la cabeza, un poco incrédula.
—Realmente usaste a mi abuela para hacer tu trabajo sucio, increíble.
—Fue extrañamente fácil de convencer.
—No es sorprendente —mencionó Shay—. Siempre sintió algo especial
en su corazón por ti.
—No puedo decir eso de mucha gente —bromeé.
—Yo puedo decirlo al menos de dos —respondió.
¿Fue eso...?
¿Fue un destello de luz en sus ojos? ¿Reveló que todavía había un
sentimiento especial en su corazón para mí? ¿Por qué tenía ganas de llorar
y saltar de alegría como un maldito tonto?
Mantén la calma, Landon. Actúa con naturalidad.
—Bien, bueno, mejor vuelvo con Sarah. Va a guiarme por una especie
de meditación. Pero, antes de irme, tengo que preguntarte algo realmente
importante.
Tomé un respiro.
—Dispara.
Shay me dio una ligera sonrisa.
—¿Cuántos cristales tienes?
Rocé el pulgar con la punta de mi nariz.
—Oh, ya sabes, solo unas tres o cuatro docenas. Nada demasiado loco.
Se rio.
Dios, se rio, y quise reprimir el sonido y soltarlo en mis días más tristes
porque estaba seguro de que su risa siempre me haría sonreír, incluso en
mis momentos más bajos.
—Te debo una, Landon —dijo, caminando hacia atrás.
—¿Por qué?
Miró a su alrededor, con los ojos muy abiertos y completamente
asombrada por su entorno. Sus manos cayeron sobre su pecho mientras
fijaba su mirada con la mía y me robaba el aliento.
—Hacer que este sueño se haga realidad.
Cuando quieras, ojos marrones.
Cuando quieras.
—Pero, para que quede claro, esto no significa que no te siga odiando,
porque te odio —dijo, con un brillo en los ojos.
—Por supuesto. Yo también te odio.
Sonrió, porque sabía que era mentira.
Nunca podría odiarla, aunque lo intentara.
—Ojalá tuviera a un tipo tan interesado en mí que me consiguiera un
trabajo en el set de una película importante —comentó Willow, sentadas en
mi remolque esa tarde.
Estaba escribiendo sin parar, probablemente actualizando mis redes
sociales mientras yo mordía el sándwich que me había traído.
—No es gran cosa —dije, encogiéndome de hombros—. Se lo merecía.
—Y tú te la mereces. —Willow sonrió mirando desde su teléfono—. He
trabajado contigo mucho tiempo, Landon, y nunca en mi vida te he visto
mirar a nadie de la forma en que miras a Shay. ¿Por qué no lo intentas de
nuevo con ella?
Me reí. Como si fuera tan fácil.
—Conoces la historia, Willow. Shay y mi historia no terminaron en los
mejores términos.
—Tal vez ese no fuera el final —desacordó—. Tal vez ese fuera solo el
intermedio. ¿Por qué el universo los volvería a juntar si no estabas destinado
a terminar tu historia?
Una antorcha de fuego me atravesó.
—Has estado demasiado cerca de Sarah y su personaje hippie con tu
charla sobre el universo que une a la gente.
—Todo lo que digo es que, si yo tuviera algo que me hiciera tan feliz
como ella parece hacerte, no lo dejaría pasar. —Se acercó y me quitó el
pepinillo del envase del sándwich—. La gente no tiene segundas
oportunidades en el amor, Landon. No arruines la tuya.

El domingo siguiente me dirigí a casa de Maria para cenar, totalmente


preparado para que me volviera loco con su lasaña. Extrañaba mucho sus
comidas caseras, pero no tanto como los domingos que pasamos juntos.
Durante una larga parte de mi vida las cenas de los domingos me salvaron
de caer en una depresión demasiado profunda. Maria no sabía que había
sido un salvavidas para mí durante mis días más oscuros.
—¿Soy solo yo, o huele a cielo aquí? —recalqué mientras Maria me
abría la puerta de su apartamento. Sostuve una botella de vino tinto en las
manos y se la llevé—. Estoy seguro de que ya has elegido bebida, pero pensé
que sería grosero no aparecer con una botella.
—Oh, esto parece elegante. Va a ir genial con todo. Gracias. Ahora
entra, siéntete como en casa.
Hice lo que dijo, quitándome los zapatos mientras entraba.
La casa de Maria era acogedora, como la mujer que vivía dentro de ella.
—Shay y Camila deberían estar en camino muy pronto —explicó—. Una
o ambas siempre llega tarde.
—¿Les dijiste que me uniría a ustedes?
—Me imaginé que sería una sorpresa agradable —dijo, volviendo a la
cocina para terminar de preparar la comida.
Oh, vaya. No estaba seguro de cómo se iban a tomar que me uniera a
su cena. No era un secreto que Camila no era mi mayor fan de adolescente,
y estaba seguro de que me odiaría aún más después de que las cosas se
estropearan con Shay. No le echaría en cara que me odiara completamente.
Luego estaba Shay. Claro, habíamos pasado los últimos días en el set
juntos, pero no estaba seguro de que estuviéramos listos para tener cenas
de domingo el uno con el otro. Me dejó entrar poco a poco, y no me sentía
bien chocando demasiado con su mundo. Quería volver a entrar, pero no
quería parecer desesperado, aunque lo estuviera. Quería que volviera a mi
vida, pero también sabía que no quería asustarla.
—Puse un álbum de fotos en la mesa de la sala de estar, si quieres
darle una vuelta para ver algunas fotos adorables de Shay mientras termino
de poner la mesa.
Pues lo haré.
Me apresuré a ir al sofá y tomé el álbum. Cuando empecé a hojearlo, la
sonrisa más amplia del mundo cayó en mis labios mientras estudiaba a una
joven Shay montando un pony. Parecía absolutamente aterrorizada por toda
la situación, lo que hizo que la imagen fuera mucho mejor. La siguiente fue
una horrible fotografía de la escuela primaria con su cabello en dos
desordenadas coletas. No pude evitar reírme al verla. A pesar de que era una
mala, pésima foto, era tan perfecta.
Era una niña adorable.
Solía preguntarme cómo era de niña, y me pregunté cómo serían
nuestros hijos si tuviéramos alguno.
Mientras hojeaba las fotos sonó el timbre y Maria se apresuró a dejar
entrar a las recién llegados. Tenía la cabeza gacha cuando escuché una voz
que atravesaba el aire.
—¡OH, DIOS MÍO, MIRA ESTE LUGAR! ¡Qué pintoresco! —expresó la
mujer, su voz se balanceaba en el apartamento.
En el momento en que oí el sonido supe exactamente de quién venía.
Lo que no sabía era por qué esa voz estaba en la casa de Maria.
Me levanté del sofá y me di la vuelta para ver a Sarah de pie, con los
ojos muy abiertos. Shay entró después de ella, y la confusión se agitó en mi
estómago mientras tomaba nota de la situación.
En el momento en que las dos mujeres miraron en mi dirección, la
conmoción las golpeó a ambas.
—Oh, Dios mío, Landon, ¿qué estás haciendo aquí? —dijo Sarah, y se
acercó para darme un abrazo.
La abracé rápidamente y dejé caer mi brazo rápidamente.
—Maria me invitó a cenar hace unos días.
—¿En serio? —preguntó Shay, mirando a su abuela—. Es gracioso, no
me lo había mencionado.
—De la misma manera que tú no mencionaste que traías a una amiga
—le disparó Maria a su nieta antes de darle un beso en la mejilla—. Pero
cuantos más, más feliz me siento.
—Espero que esté bien —preguntó Sarah—. Iba a volar a Nueva York,
pero mi vuelo fue cancelado por el clima, así que me habría quedado en el
hotel. Shay hablaba de que siempre pasaba los domingos en tu casa, y la
forma en que cocinaba me hizo querer invitarme a mí misma. —Me miró de
arriba a abajo—. Es incluso mejor ahora que hay un invitado sorpresa.
El teléfono de Shay sonó, y respondió rápidamente al mensaje que llegó.
—Parece que mamá llega tarde. Bella masticó su par de zapatos
favoritos, así que dijo que llegarían tarde.
—Y pensó que un perro sería mejor que un hombre —comentó Maria,
haciéndome levantar una ceja, pero no cuestionaría la pregunta. Eso
aparecía justo ahí arriba en la categoría de “No es asunto mío”.
—Bueno, pondremos un lugar en la mesa una vez que ella y Bella
aparezcan —dijo Maria—. Por ahora, vamos todos a sentarnos a comer antes
de que la comida se enfríe.
Todos hicimos lo que dijo, y mientras recorría la habitación sirviendo a
cada uno de nosotros, sonrió a Sarah.
—Entonces, Sarah. ¿Tú también eres actriz?
—Sí. He estado en el negocio desde que tenía cuatro años. Vengo de
una familia de artistas. Todos hemos estado en el mundo del cine, desde mi
tatarabuelo. Oh. —Sarah levantó su mano frente a Maria justo antes de que
estuviera a punto de poner la comida en su plato—. Lo siento, ¿hay pasta
en eso?
Maria levantó una ceja.
—¿Estás preguntando si hay pasta en la lasaña?
—Sí, lo siento. Debí mencionar que estoy trabajando en comer pocos
carbohidratos. No puedo comer pasta de ningún tipo. —Le sonrió con fuerza
a Maria—. ¿Tienes algún trozo que sea un poco menos fideo?
La mirada en blanco que Maria le dio a Sarah casi me hizo estallar en
risa. Shay tuvo que darse la vuelta para esconder sus risas.
Maria, como la serena y dulce persona que era, dijo:
—Puedo quitar la pasta para ti.
Qué desperdicio de un gran pedazo de lasaña.
Cuando todos empezamos a comer, la conversación se alargó un
minuto. Habría sido mejor si Sarah no estuviera allí, pero parecía que había
un obstáculo que me impedía conectar con Maria y Shay. Fue una lástima,
porque estaba deseando tener la oportunidad de volver a conectar.
En cambio escuchamos a Sarah hablar una y otra vez sobre los
cristales y cómo era muy importante cargarlos a la luz de la luna, o algo
parecido. Si soy honesto desconecté cuando empezó a contar las diferencias
entre los cristales de cuarzo.
—De todos modos, estoy interesada en saber más sobre mi
coprotagonista de adolescente —dijo Sarah, dándome un codazo con el
brazo y sacándome de mis pensamientos. Pensamientos que habían sido
únicamente sobre Shay. Miró a Shay con asombro—. ¿Cómo era en la
secundaria?
Me reí, agarrando otro pedazo de lasaña.
—No querrás aburrirte con esos detalles. Confía en mí.
—Oh, pero sí quiero. Me encanta aprender más sobre mis compañeros.
Años antes estabas tan involucrado con tu novia en ese momento, incluso
después de la ruptura, que no tuve la oportunidad de conocerte realmente.
Me encantaría ahora. Así que, vamos, Shay. —Cerró sus manos y brilló—.
Comparte las historias.
Shay se rio incómodamente y se movió en su silla.
—¿Quieres saber antes, cuando lo odiaba, o después?
Los ojos de Sarah se abrieron de par en par de la emoción.
—¡Oh, Dios mío! ¿Se odiaban antes de ser amigos? ¡Dime, dime!
—Bueno, no hay mucho que contar. Landon y yo nos peleamos por un
millón de razones —dijo—. Principalmente porque él pensaba que yo era
alguien que no era, y yo pensaba lo mismo de él. Luego, con el tiempo, nos
convertimos en... —Sus palabras se desvanecieron y miró el tenedor en sus
manos, pinchando su pasta. Levantó la cabeza hacia Sarah—. ¿Quieres
saber quién era de joven?
Sarah asintió codiciosamente.
—Landon era un imbécil. Un gran y maldito imbécil. Trataba a la gente
horriblemente, y a mí aún peor. Entraba en la escuela con su personaje de
chico malo y actuaba como si no le importara nada ni nadie, excepto sus
cuatro amigos principales.
—Ohh —balbuceó Sarah—. Un chico malo. Me gusta. Continúa.
—Y, justo cuando pensabas que el chico malo no podía mejorar... —
Shay me miró fijamente y la sonrisa más pequeña del mundo cayó en sus
labios—. Lo hizo. Se abre y es verdaderamente este amable y generoso tipo
que simplemente había creado una barrera a su alrededor, con razón. Y una
vez que la derribaba venía corriendo a tu vida con tanto amor y cuidado que
apenas sabías qué hacer con él. Landon de adolescente era complejo. Roto,
pero de alguna manera entero. Enojado pero increíblemente amable. Y una
de las mejores personas que he conocido en mi vida. Landon era el tipo de
chico del que cualquier chica podría haberse enamorado. Conocí a una chica
que hizo exactamente eso. Y se rumorea que nunca se recuperó del todo.
Sus palabras me penetraron y quise abrazarla y besarla muy fuerte.
Había tanta emoción flotando de un lado a otro entre nosotros que estaba
seguro de que toda la maldita habitación podía contar la poderosa conexión
que una vez compartimos.
Todos excepto Sarah, que pareció perdérselo.
—Vaya. Suena increíble. Me habría encantado conocerte de joven —
dijo, inclinándose hacia mí y tocando la parte superior interna de mi muslo.
La parte superior e interior.
¿Qué carajo?
Mis ojos se posaron en su mano y le di una media sonrisa mientras
tomaba con mi mano la suya y la volvía a poner en la mesa.
—No era tan genial.
Miré al otro lado de la habitación y vi que Shay notó el agarre que Sarah
tenía contra mi pierna antes de apartar la vista tímidamente.
No pienses mucho en eso.
La habitación se quedó en silencio y el aire se llenó de preguntas sobre
qué decir.
—Bueno. —Maria tomó el control, se aclaró la garganta y se puso de
pie—. ¿Quién está listo para el postre?
En ese momento la puerta principal se abrió y Camila entró en la
habitación.
—¡Lamentamos llegar tarde! —exclamó, con la sonrisa más grande que
conocía la humanidad.
Esperaba a ver a su perro, Bella, trotando detrás de ella, pero en vez de
eso un hombre adulto entró con dos botellas de vino y una enorme sonrisa
en la cara.
Todos tenían los ojos muy abiertos mientras mirábamos al extraño.
—¿Quién eres? —preguntó Maria, mirando al hombre.
Él le dio la sonrisa más amigable del mundo, y se apresuró a su lado.
Colocó las botellas de vino sobre la mesa y abrazó a Maria.
—Oh, Dios mío, debe ser la madre de Camila. Aunque eso es
impresionante, ya que parece que tiene la edad suficiente para ser su
hermana.
Maria parecía un poco confundida por toda la interacción, pero sus
mejillas se agitaron un poco con el color del cumplido.
—Bueno, gracias. Pero, de nuevo, ¿quién eres?
—Oh, claro. —Se puso de pie y alisó su traje—. Soy David.
—David —dijo Shay, haciendo eco de su nombre.
—Sí, su nombre es David —dijo Camila, con una sonrisa más amplia
de la que jamás había visto—. Es mi prometido.
¿Q
ué demonios estaba pasando? Había un extraño de pie
en el comedor de mima, David aparentemente, y decía
ser el prometido de mi madre.
Arqueé una ceja.
—Lo siento, ¿qué?
—Es mi prometido —dijo mamá, tan segura como siempre. Como si no
escuchara lo ridículo de las palabras saliendo de su boca. Mi mamá no tenía
prometido. Diablos, ni siquiera tenía novio. Mi mamá era la maldita
directora de CDMALQLEOALH, Club de Mujeres A Las Que Les Encanta
Odiar A Los Hombres. No salía con hombres, los odiaba apasionadamente.
La extraña pareja se acercó a todos y se abrazaron. El cuerpo de mi
mamá estaba contra un hombre.
De nuevo... ¿qué demonios estaba pasando?
—Uh, veo que esto parece un asunto privado, así que tal vez Sarah y
yo deberíamos irnos —dijo Landon, levantándose.
—Probablemente sea una buena idea —concordó mima.
—¡Oh, Landon! ¿Puedes llevarme a mi casa? Vine con Shay, y
obviamente está demasiado ocupada para llevarme —comentó Sarah
mientras le frotaba el brazo. Casi pongo los ojos en blanco, me pero aguanté.
Además, seguía atrapada en el hecho de que había un hombre llamado
David de pie en la casa de mi abuela.
—Por supuesto —aceptó Landon. Los dos se despidieron de todos y se
apresuraron a irse, dejándonos a los cuatro para hablar.
—Lo siento, no sabía que iba a haber otras personas aquí —comentó
mamá—. Si lo hubiera sabido habríamos traído más vino.
—¿Cómo que estás comprometida? —gritó mima, ignorando las
palabras de mamá.
La cara de mamá se puso roja cuando David tomó su mano con la de
él.
—No sabía cómo decírselo, pero llevamos saliendo un tiempo.
—¿Cuánto tiempo es un tiempo? —pregunté.
—Tres meses —respondió mamá.
—¡¿Tres meses?! —Jadeé—. ¡¿Y ni siquiera nos dijiste que estabas
saliendo con alguien?!
—Bien, señorita nueve meses de relación que nadie conocía desde hace
mucho tiempo, dudo que tú tengas mucho que decir sobre el tema —
interrumpe mima, señalándome por mi comentario.
Cierto, cierto.
—Pero ¿cómo se conocieron? —preguntó mima, tomando asiento en la
mesa. Hizo un gesto para que ellos hicieran lo mismo, y así lo hicieron.
—Bueno, cuando fui a recoger a Bella hace tres meses pareció haber
una confusión en el papeleo. Parecía que a David también le prometieron a
mi dulce Bella. Apareció al mismo tiempo que yo, y por supuesto estaba
furiosa. Quiero decir, ya sabes lo mucho que amé a Bella en cuanto la vi.
—Sí, un poco demasiado si me preguntas a mí —añadió mima—. Pero
continúa.
—Sí, bueno, David estaba igual de apasionado por la situación. Así que
llegamos a un acuerdo para ser juntos padres de Bella.
Oh, por el amor de Dios. ¿Esto es la vida real?
—Y una noche, cuando me tocó dejar a Bella, me di cuenta de que
Camila tenía un terrible resfriado. Soy médico y...
—¡¿Médico?! —Mima sonrió, y sus ojos se abrieron de par en par con
alegría—. ¡Adelante!
David continuó tímidamente.
—Sí, bueno, soy médico, y estaba tratando de ayudar a prescribirle algo
para que se sintiera mejor. Pero ya conoces a Camila. Es un poco difícil de
aconsejar. Especialmente cuando dicho consejo viene de un hombre. Pero
insistí. Discutimos un rato, y finalmente me dijo que era enfermera y que
podía cuidarse sola. Le dije que solo porque pudiera cuidarse sola no
significaba que tuviera que hacerlo. Para no hacerlo largo, resultó que
trabajábamos en el mismo hospital, nos enamoramos por los debates y el
mal café de las máquinas expendedoras, le pedí que se casara conmigo, dijo
que sí, ¡y aquí estamos! ¡Conociendo a la familia! —Se giró hacia mí con la
sonrisa más grande—. Por cierto, Shay, hola. Es un placer conocerte. Camila
no ha parado de hablar de lo increíble que eres.
Le di la mirada más en blanco conocida por la humanidad.
—¡Bueno, esto es muy emocionante! ¡Abramos el vino para celebrarlo!
—dijo mima, como si no acabara de escuchar la historia más horrible de su
vida.
—Espera, no. No están comprometidos de verdad. ¿Qué está pasando
en realidad? Mamá, no te casarías con alguien a quien no conoces.
—Tienes razón. No lo haría. Pero conozco a David. Siento como si lo
conociera de toda la vida.
—Eso es ridículo e infantil —dije, negando con la cabeza con
incredulidad—. Lo siento, pero no voy a seguir la corriente de esto.
—Shannon Sofía, cuida tu tono —ordenó mima.
—Lo siento, mima, pero esto es una locura. Estás cometiendo un error,
mamá. Un gran error. Está claro que está tratando de sacarte algo. No
querría casarse contigo sin más.
En el momento en que las palabras salieron de mi boca probé su
amargura. Los ojos de mamá se humedecieron.
—¿Y por qué, Shay? ¿Porque no soy lo suficientemente buena? —
preguntó.
—No. Detente. Eso salió mal. Lo que quería decir era que nadie debería
comprometerse tan pronto. Necesitas más tiempo para ver cómo te
decepciona.
—Shay. —Mima suspiró—. No todos los hombres son el diablo.
—Sí, pero todos pueden hacerte daño de la misma manera que el
diablo.
—¿Cuándo te volviste así, Shay? ¿Cuándo te volviste tan fría? —
preguntó mamá, dejándome desconcertada.
—¿Estás bromeando, mamá? Todo lo que he aprendido sobre odiar a
los hombres lo aprendí de ti.
¿Qué estaba diciendo?
¿Cómo salieron esas palabras de mi boca?
¿Cuándo me volví tan cruel?
Las lágrimas de mamá empezaron a rodar por sus mejillas, y David se
apresuró a calmarla. Mima me miraba con sorpresa en los ojos.
—Sabes qué, Shannon Sofía, tal vez deberías irte si vas a tener esa
actitud. Esta es una ocasión alegre, y no dejaré que le arruines esto a tu
madre.
No sabía qué decir, porque mima tenía razón. Debía irme, porque nada
en mí se sentía alegre en ese momento. Me sentía confundida. Traicionada.
Mamá pasó años expresando cómo los hombres eran malvados. ¿Cómo
podía ir y cambiar de opinión un día y actuar como si fuera normal?
Recogí mis cosas y salí del apartamento de mi abuela, murmurando
una disculpa al salir.
—¡Shay, espera! —me llamó una voz mientras caminaba por el pasillo.
Me giré para ver a David persiguiéndome. Un nudo se formó en mi
estómago cuando se acercó a mí, y me acerqué el bolso al pecho.
—¿Sí?
Se frotó con la mano su canosa barba y suspiró.
—Sé que no confías en mí. Tienes todas las razones del mundo para
ser cautelosa. No me conoces, y lo entiendo. Soy un completo extraño para
ti, pero te prometo con todo lo que soy que amo a tu madre. La amo
muchísimo, de maneras en las que no sabía que el amor podía existir, y me
pasaré toda la vida probándoles a ella y a ti que mi amor es verdadero.
Deseaba poder creerle, pero aún no tenía ni idea de quién era, aparte
de un hombre que mi madre conoció hace tres meses.
—Lo siento, esto es demasiado para mí. No tienes ni idea de lo que ha
pasado mi familia.
—Lo sé. Solo sé las cosas que Camila ha compartido conmigo sobre tu
padre y tu abuelo, y sé que hay muchos traumas allí. Pero te juro que no
soy ellos. Trabajaré para demostrártelo, pero quiero que sepas que no me
importa que no confíes en mí desde el principio. La confianza se gana, no se
da. Así que tómate todo el tiempo que necesites.
No le dije ni una palabra más, porque no sabía qué decir. Mi mente
corría a un millón de kilómetros por hora y no parecía estar planeando
reducir la velocidad pronto.
Dejé la casa de mi abuela con una gran culpa en el pecho por hacer
llorar a mi madre. Sin embargo, no podía darle mi visto bueno. No cuando
se estaba enamorando de un completo extraño.
Al día siguiente hice todo lo posible para sacudir la noticia del
compromiso de mamá y David de mi mente. Por suerte, Sarah me mantuvo
ocupada en el trabajo.
—Necesito que le digas unas líneas —me dijo Sarah cuando terminó de
arreglarse el cabello y el maquillaje. Acababa de pasar la última hora
hablando de cómo su cuerpo estaba más que hinchado debido a la épica
cena del domingo de mima. Esperaba no vivir nunca una vida en la que los
carbohidratos no estuvieran permitidos.
Si llegaba el momento, prefería morir gorda, con una sonrisa y una
barra de caramelo en la boca.
Cualquier otra forma parecía demasiado tortuosa. ¿Qué debía hacer?
¿Morir con una ensalada? ¿Qué diría mi lápida? Aquí yace Shay Gable. Vivió
su vida por debajo de las mil calorías y nunca disfrutó del chocolate.
Qué vida tan triste vivió.
—¿Qué quieres decir con "decirle una líneas"? —pregunté, sentada en
su mesa.
—Ya sabes las líneas —repitió, como si fuera sorda o directamente
tonta—. Me pidió que lo hiciera con él el otro día, pero estoy demasiado
ocupada. Tengo un maestro de reiki que viene a darme una sesión, pero
necesita a alguien que diga las líneas con él.
—¿No puede hacerlo su asistente Willow?
—Sí, puede —aceptó Sarah, pero me dio una sonrisa diabólica—. Pero
deberías ser tú quien lo haga. Por eso puedes conseguirme más información
sobre él. Como sus nuevos pasatiempos o comidas favoritas. Quiero planear
algo para él, pero necesito más información.
—Para ser honesta, no me siento cómoda haciendo todo esto, Sarah.
Lo último que quería hacer era ayudar a Landon a atrapar a otra mujer.
Durante una fracción de segundo juré que vi llamas en los ojos de
Sarah antes de que volviera a su normalidad, dulce pero extraña.
Tomó unas cuantas respiraciones y las soltó lentamente.
—Shay. Sé que este puede no ser el trabajo más normal para ti, pero
es parte de lo que implica, ¿de acuerdo? —Se acercó a mí y me entregó el
guion—. Por favor, haz el trabajo sin quejas. Nos llevamos muy bien —dijo,
sonriendo de oreja a oreja, pero me di cuenta de que la estaba forzando—.
No me gustaría que nada de eso cambiara. ¿De acuerdo?
Sonaba más como una amenaza que otra cosa.
Tragué fuerte y le quité el guion.
—Está bien.
Volvió a su alegre personalidad y aplaudió.
—¡Oh, maravilloso! Me alegro de que estemos en la misma página. Me
alegro de haber sido clara.
—Como el cristal. —Sonreí con dientes apretados. Sabía que si no
aceptaba el guion probablemente me quedaría sin trabajo al final del día. Y
mis cuentas habrían estado muy enojadas conmigo.
Me dirigí al remolque de Landon y llamé dos veces antes de que Willow
abriera la puerta con una amplia sonrisa.
—Oh, hola, Shay. ¿Qué tal? —Sonrió. Willow había sido mi salvación
en los últimos días, y se había mostrado como una especie de mentora en el
set. Estaba claro que llevaba trabajando en la industria mucho tiempo,
basándome únicamente en cómo se movía por el entorno.
Yo seguía tropezando con mis pies, tratando de actuar con normalidad,
aunque me sentía como un payaso con zapatos de gran tamaño en todo
momento.
—Hola. Sarah dijo que se suponía que iba a decir líneas con Landon,
pero no podía hacerlo. Así que me envió a mí a hacerlo.
Willow hizo una pausa un segundo, con un ceño confuso, pero luego
volvió a sonreír.
—Claro, entra. Iba a salir un rato a buscar el desayuno. —Saltó del
remolque y me abrió paso para entrar.
Subí los escalones del remolque y me alegré de que el espacio de
Landon fuera completamente opuesto al de Sarah. No había señales
importantes de mojo hippie por ahí. Solo música tranquila y una televisión
con el canal de deportes.
Podía lidiar con eso.
Landon levantó la vista del sofá, donde se encontraba sentado
cómodamente garabateando en un cuaderno, y se puso de pie.
—Shay. Hola.
Me pasé los dedos por el cabello mientras las mariposas se asentaban
en la boca del estómago.
—Hola. Siento molestarte, pero Sarah dijo que necesitabas repasar las
líneas con ella. Pero está muy ocupada ahora mismo, así que me envió a
hacerlo contigo. —Levantó una ceja curiosa, y sonreí—. Sé que no tiene
mucho sentido, pero estoy aprendiendo a seguir las peticiones de Sarah.
—Probablemente eso sea algo inteligente que hacer. Puede ser muy
difícil si alguien va en contra de ella.
—Algo que estoy aprendiendo diariamente.
—Entra, toma asiento. Solo hay unas pocas escenas que tengo que
repasar, pero tu ayuda sería genial.
Hice lo que me dijo y empecé a hojear el guion. Tener en mis manos el
guion real de alguien me pareció muy surrealista. Tenía los sueños de otro
en la punta de mis dedos, y secretamente esperaba algún día hacer lo mismo
con los míos en un set.
Landon no tomó su guion, pero me dio instrucciones de ir a la página
treinta y tres, como si se supiera de memoria cada escena y número de
página. No me sorprendió porque, cuando estuvimos en Romeo y Julieta
juntos, se aprendió el guion en cuestión de días.
Me dirigí al lugar de donde recitaba, y en el momento en que empezó
escena me enamoré completamente de su persona.
Landon era un actor fantástico de adolescente, pero ¿de adulto? Era
dueño de cada palabra que salía de sus labios. Nunca sobreactuaba o dejaba
de hacerlo en una escena. Decía las palabras con convicción y prosa, y
cuando estaba destinado a desmoronarse por las palabras se desmoronaba
de tal manera que me traía lágrimas a los ojos.
Landon Harrison estaba destinado a ser actor. Destacaba en ello, y fue
un regalo ver su actuación en el remolque esa mañana. Era como un regalo
secreto que quería guardar solo para mí, pero pronto encontraría el camino
al set y todos los demás podrían disfrutar de la excelencia que era.
—Estuviste increíble —grité, con el aliento saliéndoseme del pecho.
Frunció el ceño y se pellizcó el puente de su nariz.
—Siento que puedo hacerlo mejor.
—Lo dice el perfeccionista.
—¿Qué puedo decir? Lo aprendí de ti. Recuerdo lo dura que solías ser
contigo misma cuando actuabas en la secundaria.
Me reí.
—Eso es porque yo no tenía ni de cerca el talento que tenías tú. Juro
que tienes más talento en tu meñique que yo en todo mi cuerpo.
—Mentirosa —dijo tan sinceramente que me dio escalofríos por toda la
columna vertebral.
Moví mis pies.
—Aunque este guion está muy bien escrito. Me dio escalofríos leer las
palabras. Es poderoso.
Sus ojos se abrieron de par en par con intriga.
—Tus palabras son más poderosas. Deberías dejarme pasar uno de tus
guiones —ofreció por millonésima vez.
—Una vez más, paso. Quiero tratar de conseguir esto por mi cuenta
primero, y es como si me estuviera moviendo en la dirección correcta.
Asintió.
—Estoy orgulloso de ti, Chick.
—No ha pasado nada —dije.
—Todavía no. —Sonrió—. Pero pasará muy pronto. Lo sé.
Su confianza en mí me hizo dar un giro. Me moví contra el cojín del
sofá y me aclaré la garganta.
—Bueno, debería dejarte volver a lo que sea que estabas escribiendo.
Necesito ir a ver si Sarah está bien cuidada y...
—Sal conmigo —interrumpió.
—¿Qué?
Parpadeó unas cuantas veces y negó con la cabeza de un lado a otro.
—No quiero decir ahora mismo, obviamente. Tengo que estar en el set
en unos minutos, de todos modos, pero me gustaría salir contigo. Fuera del
trabajo. Solo quiero... —Sus palabras vacilaron y se encogió de hombros—.
Sal conmigo, Shay.
No estaba segura de qué decir a su pregunta, así que dije lo único que
se me ocurrió.
—Está bien.
Sus ojos se abrieron de par en par como si estuviera sorprendido por
que accediera. Se pasó las manos por el cabello y luego hizo una mueca.
Estaba segura de que su estilista se tomó un buen tiempo para hacer sus
ondas bien. Gracias a Dios que esta película ya no lo tenía de rubio. Le
quedaban mejor sus mechones marrones.
—Genial, bien, bien. Voy a tomar una clase de yoga en el estudio de tu
abuela esta tarde. Tal vez puedas acompañarme allí y podamos cenar más
tarde.
—Un paso a la vez, Landon. Qué tal yoga y seguimos a partir de ahí —
ofrecí.
Asintió, aparentemente de acuerdo con ese plan.
—Aceptaré lo que me des.
Un golpe cayó contra la puerta del remolque antes de que Willow
metiera su cabeza.
—Hola, siento interrumpir, pero te llaman en el set, Landon. Sarah ya
está ahí fuera.
—Lo que significa que no estoy donde debo estar —bromeé,
poniéndome de pie—. Buen trabajo, Landon —dije, extendiendo la mano
para estrechársela.
¿Qué diablos?
¿De verdad le ofrecí mi mano para que la estrechara?
En qué persona tan rara me había convertido.
Pero me dio la mano con una sonrisa y me agradeció el ayudarle.
Los tres nos dirigimos al set, y no pude ignorar el ataque de las
mariposas en mi estómago mientras Landon caminaba a mi lado. Una vez
que llegamos al set, Willow y yo nos quedamos atrás mientras Landon se
adelantaba y se convertía en su personaje al subir al escenario. La forma en
que transformó su cuerpo no se parecía a nada que hubiera visto. Cómo
cuadraba sus hombros, cómo curvaba su espalda y jugaba con sus dedos.
Ya no era Landon, ahora era Larry Price, el ermitaño roto que tenía
demasiado miedo a vivir.
Ver a Landon actuar hizo que se me saltaran las lágrimas. Era
buenísimo en lo que hacía, completamente en el campo profesional
adecuado para su vida.
Aunque cuando lo arruinaba salía del escenario y se tomaba un respiro.
Cada vez metía la mano en el bolsillo y sostenía algo en su mano y respiraba
un poco con los ojos cerrados.
—¿Qué es eso? —le pregunté a Willow, mirando a Landon con
asombro—. ¿Qué es lo que tiene en la mano?
—Oh, es su tradición. Lo lleva haciendo desde que recuerdo. Cada vez
que necesita centrarse y respirar saca ese collar de cadenas y lo sostiene en
su mano mientras respira un poco.
—¿Es algún tipo de collar especial?
—Bueno —Me sonrió antes de volver a su teléfono—, estoy bastante
segura de que es tu corazón.
Sus palabras me tranquilizaron.
Mi corazón.
El collar del corazón que le había dado hacía todos esos años era lo que
usaba para calmar su alma salvaje.
¿Mi corazón de verdad? ¿El que tenía en el pecho y que había pasado
los últimos años completamente aislado del mundo? Sin mucho aviso,
lentamente comenzó a latir de nuevo.
Y esa tarde, cuando latió... latía por él.

Landon era... flexible.


Santo cielo. Era flexible en formas en las que no sabía que la gente se
podía doblar.
Había tomado mi justa parte de clases de yoga en el estudio de mi
abuela, pero tenía que admitir que no era una perfeccionista. Sin embargo,
la forma en que Landon era capaz de doblarse como un pretzel y mantener
las poses como si fuera sin esfuerzo me dejó alucinada.
—¿Por qué tengo la idea de que este no fue tu primer rodeo? —bromeé,
goteando sudor después de la clase. Las mujeres del grupo se quedaron
boquiabiertas con Landon, y admito que no podía culparlas.
Yo también estaba embobada.
—Mi terapeuta me hizo empezar hace unos años. Pensó que el yoga
podía ser una buena forma de liberar algo de energía acumulada —explicó,
agarrando una toalla y limpiándose el sudor de la cara.
—¿Y ayuda?
Asintió.
—Sí. Además, es algo que me encanta. No tengo muchos momentos
para ir más despacio en mi carrera, así que esto me hace sentir bien. Es
agradable tomar un descanso del ajetreo de mi vida. Aunque hace tiempo
que no hago yoga, así que me alegré cuando Maria mencionó que tomara
clases aquí.
—Me alegro de que te funcione. —Y, vaya, fue muy divertido verlo.
—Como no puedo llevarte a cenar, ¿crees que puedo acompañarte a tu
auto?
—No voy a dejar pasar esa oferta.
Recogimos nuestras cosas y salimos a la fría noche. Cada vez que
respiraba podía verse cuando lo exhalaba en el aire frío. Empezamos a
caminar por la esquina hacia mi coche mientras intentaba no congelarme.
—Entonces te va bien —mencioné—. ¿Con tu corazón y tu mente?
—Sí. Sé que en ese entonces me costó mucho encontrar mi lugar, pero
tuve la suerte de tener los ingresos para obtener la ayuda que realmente
necesitaba.
—Eso es muy bueno, Landon. Es todo lo que siempre quise para ti.
—Lo sé. Me costó mucho trabajo, y todavía lucho con ello, no voy a
mentir. Pero estoy en un lugar mejor que nunca. Por eso me siento ansioso
por que esta película termine para poder volver a ayudar a los demás.
—¿Ayudar a los demás?
—Quiero tomarme un año de descanso de la actuación y viajar por
Estados Unidos para ayudar a los niños en zonas desfavorecidas y hablar
de salud mental. No quiero darles solo dinero, sino que quiero estar allí con
ellos para contar mi historia. Para escuchar la suya. Existe un estigma sobre
la salud mental, y recuerdo que me aterrorizaba en mi juventud. Lo sentía
como una sentencia de muerte, pero no lo era. Me llevó mucho tiempo darme
cuenta de que no era el final de mi vida, solo una parte de ella. Quiero
ayudar a estos niños a aprender lo mismo.
»Aunque no se les han dado las mismas oportunidades que a mí para
mejorar mi salud. No hay mucho tiempo ni dinero que se dedique al mundo
de la salud mental en muchas zonas urbanas. Por lo tanto, quiero
sumergirme en ese mundo para ver cómo puedo devolver y ayudar.
Hice una pausa y lo miré con asombro.
—No hagas eso, Landon —susurré, negando con la cabeza.
—¿Hacer qué?
—Hacerte un personaje redimible en nuestro libro.
Me dio una sonrisa a medias.
—Solo quiero hacer el bien, Shay. Pensé que, si estoy en este mundo,
podría usar mi tiempo para hacerlo un poco mejor.
—El mundo necesita más gente como tú.
—Nunca esperé oírte decir eso, después de todo lo que pasó entre
nosotros.
Me reí entre dientes.
—Créeme, yo tampoco lo esperaba. Pero lo digo en serio. Estás
haciendo mucho bien para este mundo. Tenemos suerte de tenerte aquí.
Frunció el ceño una fracción de segundo y miró al suelo.
—Hubo muchas veces en las que pensé que no habría llegado tan lejos.
—¿Cuán afortunados somos de que lo hayas hecho?
Se frotó la mano contra la nuca y levantó la mirada.
—Siento haberte hecho daño.
Las palabras fueron dolorosamente verdaderas cuando cayeron de sus
labios, y la forma en que me miró me hizo querer llorar en sus brazos para
perdonarlo.
—No tenemos que hablar de eso ahora mismo.
—Pero deberíamos hacerlo en algún momento. Deberíamos hablar de
lo que pasó. Estoy en un lugar donde estoy listo y dispuesto a tratar de
explicarte lo que me pasó hace tantos años. Si estás dispuesta a
escucharme, te mostraré mis cicatrices.
Asentí lentamente.
—Por supuesto.
Nos acercamos a mi auto y empecé a rebuscar en mi bolso, buscando
mis llaves.
—Bueno, esto fue divertido. Tal vez podamos hacerlo la próxima
semana también —ofrecí.
—Me encantaría.
Seguí buscando en mi bolso.
—¿Shay?
—¿Sí?
Se quedó allí con las manos metidas en los bolsillos e inclinó la cabeza
hacia mí.
—¿Cómo está tu corazón?
Esas palabras me dejaron sin aliento. Mi mano cayó de mi bolso, y me
acerqué a él. Tomé sus manos con las mías y las puse contra mi pecho,
contra mi corazón, contra mi alma.
—Sigue latiendo.
Apretó ligeramente mis manos con las suyas y miró nuestro agarre.
—Sé que probablemente no tenga derecho a decir esto, y
probablemente me patee por ponerme así, pero tengo que hacerlo. Si hay
algún momento en el que empiezas a creer en las segundas oportunidades
—dijo, con la voz baja y calmada—. Por favor, dame una.
Antes de que pudiera responder, una cámara nos disparó una luz.
Flash.
Seguido de otro.
¡Flash, flash!
Así como así, el agradable momento se arruinó, porque en el mundo en
el que vivíamos Landon no tenía permitido momentos fuera del foco de
atención.
L
andon había volado para un evento de caridad en California, y
no habíamos podido hablar desde que se abrió y me pidió que le
diera otra oportunidad.
Mi mente no dejaba de girar desde que dijo eso. No sabía
cómo lidiar con esas palabras que salieron de su boca. Para mí, una segunda
oportunidad en el amor significaba una segunda oportunidad para la
angustia. No estaba segura de estar preparada para eso. La última vez que
mi corazón fue aplastado me llevó una eternidad volver a juntar las piezas,
y juré que nunca volvería a latir igual.
Todos mis pensamientos sobre ese tema quedaron en espera cuando
recibí una llamada telefónica de Eleanor una mañana temprano, sollozando
en el receptor del teléfono.
—Ellie, ¿qué está pasando? —pregunté, con pánico cayendo en mi
pecho mientras me sentaba en la cama. Los gritos de mi prima eran fuertes,
y con solo oír el sonido sentí que yo también me iba a desmoronar—. ¿Qué
es? ¿Qué pasa?
—Es Karla —dijo, con las palabras eran duras y ásperas.
Eso me hizo sentarme aún más.
—¿Qué pasa con ella? ¿Qué pasó?
—Hubo un accidente. Anoche fue a una fiesta y la gente la acosó hasta
el extremo. Le tiraron basura por todas partes y le frotaron tripas de pescado
por todo el cuerpo.
—Oh, Dios mío. ¿Está bien? —¿Qué demonios...?
Me dolió el pecho por el pánico cuando Eleanor me dijo lo que le habían
hecho a Karla. En una fiesta... la fiesta a la que le dije que debería ir. La
culpa me recorrió mientras escuchaba a Eleanor desmoronarse.
—No, no está bien. Me quedé con Greyson esa noche para consolarlo,
porque se estaba desmoronando por lo que había pasado, y a la mañana
siguiente Karla me encontró en su cama. Explotó, sobre cómo él estaba
traicionando a su madre y oh, Dios mío, Shay —lloró, incapaz de continuar
con sus palabras.
—Respira, Ellie. Por favor, respira. Todo va a estar bien.
—Aunque no va a estarlo. Nada va a estar bien —dijo, sonando más y
más destrozada con cada segundo que pasaba—. Se escapó, y Greyson la
encontró en la lápida de su madre. T-tenía un frasco de pastillas con ella,
Shay. Iba a tener una sobredosis.
Oh, Dios mío.
No podía respirar.
Oficialmente las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas.
Lo primero en lo que pensé fue en Landon.
Tenía que llamar a Landon, porque aunque no éramos lo que solíamos
ser todavía recordaba lo mucho que las situaciones pesadas afectaban a su
alma. Especialmente cuando se trataba de cosas como una persona con
sobredosis y tratando de quitarse la vida.
Me esforcé por marcar su número de teléfono y, cuando respondió,
sabía exactamente por qué lo llamaba.
—Hola. Grey ya me llamó. Me dirijo al aeropuerto ahora mismo para ir
a casa —dijo. Podía oír el pánico en su voz, el miedo en su garganta.
—Bien. Si necesitas algo... —empecé.
—Gracias —respondió—. ¿Estás bien? —preguntó.
La pregunta hizo más lágrimas salieran de mis ojos.
—No. ¿Y tú?
—En absoluto.
C
uando llegué a Chicago, Greyson ya tenía a Karla en una
clínica de salud mental. Hice que un taxi me llevara
directamente del aeropuerto a la clínica y, cuando llegué,
Shay se encontraba sentada en la sala de espera, justo al lado
de Greyson.
Me apresuré a ir hacia ellos y no dije ni una palabra. Simplemente le
di a Greyson un fuerte abrazo y me negué a soltarlo.
—Joder, Grey —murmuré, sintiendo que mis emociones aumentaban
mientras me aferraba a mi amigo.
—Lo sé —concordó, alejándose de mí. Se pellizcó el puente de su nariz
antes de secarse las lágrimas que empezaron a caer por sus mejillas—.
Nunca he estado tan asustado en mi vida. Landon, si hubiera tomado esas
píldoras... —empezó.
Negué con la cabeza.
—No lo hizo. No lo hizo, Greyson. Está bien.
—No está bien. —Resopló y se limpió debajo de la nariz con su mano—
. Está tan lejos de estar bien.
No sabía qué decir, porque tenía razón. Karla no estaba bien, y no lo
estaría en mucho tiempo. Conocía esos problemas, y la pesadez de los
pensamientos que venían con los del suicidio. Sabía cómo superaban a una
persona y podía tragárselos enteros.
Ya había estado allí. Había vivido esa vida, y me llevó mucho tiempo y
examen de conciencia salir de esa cueva de desesperación.
—¿Señor East? —llamó una mujer—. Ya puede regresar. El examen ha
terminado, y su hija pidió que estuviera con ella para los próximos pasos.
Greyson se fue corriendo. Me pasé las manos por el cabello y respiré
profundo antes de girarme hacia Shay.
—Hola.
Se puso de pie.
—Hola.
Luego me atacó con un abrazo. Me abrazó. Sus brazos rodearon mi
cuerpo con un cálido abrazo. No pude recordar la última vez que Shay me
abrazó. Demonios, habían sido años. Claro, últimamente nuestros cuerpos
habían estado juntos, pero nunca en forma de abrazo.
Le di la bienvenida.
Lo necesitaba, porque sentía que estaba a segundos de desmoronarme.
Me aclaré la garganta mientras nos separábamos.
—¿Cómo está tu corazón? —presioné.
Sonrió la sonrisa más triste del mundo mientras sus ojos marrones
penetraban en mi alma.
—¿Cómo está tu corazón? —respondió.
Unas pocas lágrimas cayeron de mis ojos, y rápidamente las aparté.
Forcé una sonrisa.
—Sigue latiendo. —No tan fuerte como debería, pero seguía siendo
fuerte, porque Karla seguía con nosotros en este mundo. No la habíamos
perdido, y eso era como la más pequeña de las victorias.
Nos sentamos en la sala de espera, silenciosos mientras el tiempo
pasaba, pero todo a nuestro alrededor parecía callado.
No intercambiamos palabras porque no había mucho que pudiéramos
haber dicho. Me alegré de que estuviera sentada a mi lado, porque
necesitaba a alguien cerca de mí. Necesitaba el toque aquí y allá que me
había dado en el hombro o en la rodilla que me recordaba que no estaba
solo, aunque mi mente estuviera tratando de contarme una historia
diferente.
Tal vez mi pesadez se contagió a Karla.
Tal vez sea culpa mía.
Esas fueron algunas de las mentiras que me pasaron por la cabeza.
Esos eran los demonios a los que intentaba matar. Cada vez que los
pensamientos crecían demasiado encontraba la mano de Shay contra mi
omóplato y el peso del mundo empezaba a disolverse.
Golpeé con mi pie el suelo de baldosas repetidamente mientras mi
mente descendía en espiral por una larga escalera de recuerdos.
—Es difícil estar aquí —confesé en voz baja.
Shay inclinó la cabeza en mi dirección y frunció el ceño.
—¿Por tu tío?
—No. —Negué con la cabeza—. Por mí.
Sus ojos se entrecerraron con confusión mientras miraba hacia mí.
Unas horas más tarde, Greyson salió y me dio una sonrisa torcida.
Parecía exhausto, como si hubiera sido golpeado con un camión.
—Hola, Karla quiere verte —me dijo.
Asentí y miré a Shay.
—¿Tú también vienes?
Negó con la cabeza.
—No. En realidad dudo que quiera verme, ya que estoy conectada a
Eleanor, y eso fue un gran problema. No quiero ser un detonante para ella.
—Oh. —Ladeé la cabeza—. ¿Entonces por qué estás aquí?
Me dio una sonrisa apretada y supe exactamente cuál era su respuesta
sin que lo dijera.
Estaba allí por mí.
Creo que en ese momento me enamoré de nuevo.
Para empezar, la verdad fue que probablemente nunca dejé de amarla.
Cuando fui a ver a Karla, mi instinto se endureció mientras caminaba
por los largos pasillos. El punto máximo de mi ansiedad estaba por las
nubes, pero sabía que tenía que ser fuerte porque esa niña necesitaba que
estuviera ahí con ella. No mostraría mis debilidades al sentarme a su lado.
La clínica tenía habitaciones privadas preparadas para cada uno de los
pacientes. Al pasar por algunas de las habitaciones vi decoraciones en sus
paredes, mostrando sus vidas. Cuantas más decoraciones, más tiempo
llevaban en la clínica.
Recordé que, durante el tiempo que estuve en la clínica, mis paredes
estaban vacías al principio. Luego, cada día que pasaba, llenaba las paredes
con cartas.
Cartas que había escrito para Shay.
Pasé tres meses en la clínica, y cuando salí anoté todas mis palabras y
esperé dárselas algún día, para mostrarle cómo me había ayudado a
atravesar la oscuridad aunque ni siquiera supiera que me estaba ahogando.
Para cuando estuve mejor, Shay ya había seguido adelante y nunca fue
capaz de leer las palabras que había creado solo para ella.
Me detuve en la puerta de la habitación de Karla y miré las paredes en
blanco, esperando que no tuviera que llenarlas hasta el borde antes de
encontrar el camino a casa.
Había una cama de matrimonio, una mesa con dos sillas y un
escritorio. Todo parecía aburrido y sin vida. En esa pequeña cama se
encontraba sentada Karla y su hermosa oscuridad.
Me llevó mucho tiempo darme cuenta de que la oscuridad también
podía ser hermosa. Muchas cosas hermosas vivían en las sombras, y era
nuestro deber ser lo suficientemente amables con ellas y recordarles que
también existían.
Me miró y trató de sonreír, pero fracasó.
—Hola, tío Landon.
—Hola, niña. ¿Puedo entrar?
Asintió.
Entré en la habitación y fui directamente en su dirección. Me senté en
la cama y la rodeé con mis brazos. Me abrazó. Me abrazó muy fuerte. Muy
muy fuerte. Casi como si estuviera agradecida de seguir cerca para
abrazarme. Para sentir. Para existir.
Yo también estaba muy feliz por eso.
Estaba muy feliz de estar abrazando a esa niña esa noche.
—Lo siento —resopló, alejándose.
—¿Por qué?
—Por ser estúpida y pensar en tomar esas píldoras. —Negó con la
cabeza—. No iba a hacerlo, tío Landon. Lo juro, no lo iba a hacer.
Froté con la mano su espalda.
—¿Sabes lo que soy para ti, Karla?
—¿Qué?
—Un lugar seguro. No tienes que decir lo que crees que la gente espera
de ti conmigo. No tienes que mentir para tratar de proteger mis
sentimientos. ¿De acuerdo? Soy tu lugar seguro. Puedes confiar en mí. No
hay mentiras aquí. Solo verdades.
La curva de su espalda se intensificó cuando dejó caer los hombros.
—Ya lo he pensado antes —confesó en voz baja—. He pensado mucho
en ello desde el accidente.
Esa verdad me dolió en el corazón más que nada en el mundo, pero la
escuché pacientemente compartir su oscuridad conmigo.
—Creo que estoy deprimida —susurró, casi como si se avergonzara de
admitirlo.
—Dime cómo es eso para ti.
—Cada día es duro. Incluso los días buenos son duros, y no sé cómo
evitar que me duela el corazón. Todos a mi alrededor son uy felices todo el
tiempo últimamente. Lorelai es la niña más feliz del mundo. Papá se va a
mudar con Eleanor. Todos están mejorando después del accidente excepto
yo. Todos se están curando excepto yo. Y me molesta. Me enfurece que todos
sean felices excepto yo. Eso es todo lo que quiero. Quiero ser feliz, tío
Landon.
La envolví con mis brazos y la arrastré hacia mi lado. Necesitaba que
sintiera mi presencia, que le recordara que no estaba sola esa noche.
—Llegarás, Karla, lo juro. Sé que suena muy cursi, pero estas cosas
llevan tiempo. Cuando tu mente está pesada tienes que pasar por muchas
pruebas para saber qué funciona y qué no. A veces es meditación, otras
veces medicación. No hay un camino único para la depresión, Karla. Tienes
que averiguar lo que funciona para ti, tienes que aprender los factores
desencadenantes. Te lo prometo, que te enfrentes a la depresión no significa
que sea una sentencia de muerte.
—No quiero morir —juró, y le creí. Lo vi en sus ojos. Quizás esa fuera
su mayor verdad, el hecho de que quería vivir.
—Lo sé, y vamos a hacer todo lo que esté a nuestro alcance para
asegurarnos de que descubrimos qué es lo mejor para ti.
Asintió lentamente, tomando todas mis palabras.
—¿Cómo sabes tanto sobre la depresión? Lo tienes todo. Dudo que
hayas estado triste ni un día de tu vida.
Me reí un poco.
—No tienes ni idea de lo irónico que es ese comentario.
—¿Qué? Lo digo en serio. Apuesto a que ni siquiera has llorado por
estar triste.
—Lloré hoy, cuando me enteré de lo tuyo. He llorado muchas veces
debido a mi tristeza. Mira. —Me arremangué la camisa y tomé su mano con
la mía. Pasé sus dedos por mis tatuajes, a través de mi piel llena de
cicatrices, donde las huellas de mi pasado aún existían—. ¿Sientes eso?

—Sí, ¿qué es?


—Mi tristeza pasada. Solía autolesionarme porque intentaba descubrir
mi propia depresión.
Sus ojos se abrieron de par en par.
—¡¿Te hacías daño?!
—Lo hice. Estaba buscando una manera de sentir algo. De sentir lo que
fuera. Me llevó un tiempo aprender lo que funcionaba para mí, pero créeme
cuando digo que hoy en día tengo muchos más días felices que malos.
Encuentro razones para sonreír cada día, y una de esas razones eres tú,
Karla. Este mundo es mejor porque tú estás aquí, y vas a marcar la
diferencia de la forma más mágica. Solo necesito que sigas luchando,
sabiendo que tienes un equipo fuerte defendiéndote, ¿de acuerdo?
—Lo haré. Lo prometo. Mamá no querría que me rindiera —dijo.
—Tienes razón, no lo querría. Sé que te está mirando con orgullo ahora
mismo, porque ve lo fuerte que estás siendo con todo esto.
Sonrió y eso me hizo sonreír a mí también.
—Me alegra que no te hayas lastimado demasiado de joven. Te habría
extrañado demasiado si no estuvieras cerca. Me alegra mucho que sigas
aquí, tío Landon.
Mi corazón se derritió ante esas palabras.
—Yo también me alegro mucho de que tú sigas aquí.

Después de darle las buenas noches a Karla, prometí pasar a verla a la


mañana siguiente. Greyson pasó la noche con su hija para asegurarse de
que supiera que no estaba sola. Los dos tenían un largo camino de curación
por delante, pero me alegraba de que pareciera que finalmente caminaban
por el mismo camino, al lado del otro.
Entré en la sala de espera para encontrar a Shay todavía sentada allí.
Me sonrió y se puso de pie.
—¿Cómo está?
—Viva y comenzando el camino de la curación.
—Bien. Me alegro. Odio que tenga que pasar por esto.
—Yo también, pero a veces tienes que caminar por la oscuridad un
tiempo antes de que puedas alcanzar la luz. Llegará allí. Me aseguraré de
que lo haga.
—¿Y qué hay de ti? ¿Qué hay de tu luz?
—Estoy viendo un poco más de eso cada día.
—Bien. —Asintió una vez—. Eso es muy bueno. —Se movió antes de
mirarme otra vez—. ¿Quieres que te lleve a tu hotel?
—Eso sería genial. Si pudieras dejarme allí sería perfecto.
Condujimos en silencio, y de vez en cuando Shay me miraba. Vi la
preocupación en sus ojos mientras lo hacía. Como si estuviera preocupada
de que viviera demasiado en mi cabeza, lo cual hacía. Estaba demasiado
cansado de ponerme una máscara y actuar como si estuviera bien. Además,
ya no quería usar máscaras alrededor de Shay.
Me acompañó a mi habitación de hotel y le agradecí todo.
—No deberías estar solo esta noche —comentó, apoyándose en el marco
de la puerta.
—Estaré bien. Además, tenemos reglas, ¿verdad? Nada de dormir
juntos —bromeé, tratando de reírme de la pesadez que sentía en el pecho.
Shay metió las manos en los bolsillos de sus vaqueros y se balanceó
ligeramente.
—Landon... —susurró, con la voz baja y débil—. Si me dices que me
quede, me quedaré. Si me dices que me vaya me quedaré aún más tiempo.
Eso fue suficiente para hacerme asentir lentamente y hacerme a un
lado para que pudiera entrar en la habitación del hotel. Cerró la puerta tras
de sí y me miró con mucho cuidado.
—¿Qué puedo hacer? —preguntó.
No lo sabía. No podía borrar lo que le había pasado a Karla. No podía
volver atrás en el tiempo y cambiar la historia. No podía evitar que los
pensamientos problemáticos se me subieran a la cabeza.
Pero sí podía hacer una cosa, y quizás fuera lo que más necesitaba en
ese momento.
—¿Puedo abrazarte? —Hablé en voz baja, bajando la cabeza.
La necesitaba cerca de mí esa noche. Necesitaba envolverla con mis
brazos y agarrarme fuerte para recordar el hecho de que no estaba solo.
Me rodeó con sus brazos y me acercó. Se fundió contra mis brazos,
como si todo lo que estuviera destinada a hacer fuera descansar contra mi
cuerpo. Cuando le dije que podía soltarse fue cuando se agarró más fuerte.
Estaba muy, muy agradecido por el abrazo de esa mujer, joder.
—E
stoy bien, de verdad, Shay. Es gracioso, el único
pensamiento que pasa por mi cabeza ahora mismo es
que estoy agotado. Realmente quiero arrastrarme a mi
cama e irme a dormir —dijo Landon, frotándose los
cansados ojos. Había pasado las últimas tres horas
con mis brazos envolviéndolo y, si soy honesta, no estaba lista para dejarlo
ir.
Entrecerré los ojos en su dirección, sin saber qué creer. Porque en su
mayor parte parecía estar bien. Parecía como si estuviera lidiando con todo
perfectamente bien. Por otra parte, conocía a Landon. Sabía cómo escondía
sus heridas del mundo exterior. Cómo se esforzaba por ser fuerte incluso
cuando todo lo que quería era desmoronarse. Sabía cómo su corazón roto
latía torcidamente.
Así que lo último que quería era volver a mi casa y dejar que se
desmoronara solo. Si se iba a desmoronar, quería estar allí para atraparlo.
—Pasaré la noche contigo —susurré.
—¿Qué? No. Estoy bien, de verdad, Shay. No hay nada de qué
preocuparse. Estoy bien.
Seguía mintiendo, y yo seguía con él.
—Por favor, Landon, déjame quedarme esta noche. Solo hasta la
mañana, y luego puedes echarme. Lo prometo de verdad.
Me miró con los hombros hacia atrás, mostrando su fuerza, pero en
esos ojos azules suyos vi su dolor. Venía en destellos, y a menudo intentaba
parpadear para alejarlo. Tenía el corazón roto por Karla, y no estaba segura
de cómo se curaría si se lo guardaba todo.
La verdad era que el dolor dolía menos cuando lo dejabas salir.
Entonces no tenía tiempo de hervir demasiado y quemarte.
—Estoy bien —susurró, esta vez con la voz un poco más temblorosa
que antes.
—Sí, lo sé, pero aun así —tomé sus manos con las mías—, déjame
quedarme.
Inhaló profundamente y asintió lentamente. Su frente se apretó contra
la mía y cerró los ojos.
—¿Puedes acostarte conmigo hasta que me duerma? No quiero hablar,
pero si pudieras acostarte a mi lado sería genial.
—Sí, por supuesto.
—¿Lo prometes?
—Lo prometo.
Me llevó a la cama y me ofreció una de sus camisetas y un par de
pantalones cortos. Eran demasiado grandes para mí, pero de alguna manera
parecía encajar perfectamente contra mi piel.
Se acostó en la cama y le permití envolverme con sus brazos. Aunque
estaba allí para hacerlo sentir mejor, de alguna manera terminé siendo yo
la que se sentía segura. En sus brazos sentí que sucedía. Sentí que mi frío
corazón se descongelaba, todo por el hombre al que una vez amé.
La habitación se llenó de silencio, aunque ninguno de los dos dormía.
Sabía que su mente corría rápidamente, y no quería parpadear por si
necesitaba que le recordara que respirara.
No sabía cuánto tiempo permanecimos en esa posición, apretados el
uno contra el otro, silenciosos como la noche. No sabía cuánto tiempo siguió
girando su mente girando. No sabía cómo domaba sus pensamientos. Pero,
en el momento en que oí su respiración tranquila y me di cuenta de que
estaba durmiendo, yo también me desvanecí hasta un sueño.

En los días siguientes fue mi responsabilidad vigilar a Landon y


asegurarme de que se mantuviera a flote.
Shay: ¿Cómo está tu corazón hoy?
Landon: De alguna manera sigue latiendo.
Shay: ¿Necesitas compañía?
Landon: Está bien. Estoy seguro de que estás ocupada.
Shay: Lástima, ya estoy en la puerta de tu hotel, así que es mejor que
me dejes entrar.
Cuando la abrió, sonrió mucho.
—No voy a mentir, estoy bastante feliz de que estés aquí.
Yo también, Landon. Yo también.
Nos dirigimos a su habitación de hotel. Landon cerró la puerta tras de
mí mientras me quitaba los zapatos.
—Estaba planeando pedir comida para llevar, sentarme en tu sofá y no
hacer nada. Si te apetece me aseguraré de pedir suficiente comida para dos.
—Eso suena perfecto —dijo.
Levanté una ceja.
—¿Quieres ver Friends?
—Diablos, sí, quiero ver Friends. —Sonrió de oreja a oreja y se dirigió
al sofá para tomar asiento. Agarré mi teléfono para pedir la cena y me senté
a su lado. Terminamos pidiendo más comida china de la que podríamos
haber comido y, mientras el veía Friends, yo lo miraba a él.
Era como en los viejos tiempos. Cuando comíamos comida chatarra y
veíamos Friends y olvidábamos que el mundo fuera de nosotros se
desmoronaba por un tiempo. Nos reíamos, nos acurrucábamos y nos
aferrábamos para mantener juntos nuestras piezas rotas.
Sentados allí, Landon no parecía uno de los mejores actores del mundo.
Parecía un ser humano normal, disfrutando de su tiempo conmigo.
Llevé mis rodillas al pecho y las abracé.
—¿Qué te pasó, Landon?
—¿Qué quieres decir?
—Hace todos esos años... ¿Qué te pasó? ¿Por qué desapareciste? —
Bajó la cabeza y se estremeció un poco. Obviamente estaba nervioso por la
pregunta—. No tienes que responder.
—Sí, tengo que hacerlo. Aunque a veces es difícil de mencionar, quiero
que lo sepas. Me importa que sepas la verdad, aunque sea difícil hablar de
ello.
Apagué el televisor, me acerqué a él y puse sus manos sobre las mías.
—No voy a ir a ninguna parte, a pesar de lo que digas. Estoy aquí. Estoy
escuchando.
Tragó, con su manzana moviéndose, y empezó a hablar.
—Después de que mi padre muriera me perdí, pero traté de fingir que
estaba bien. No quería preocupar más a la gente. Las palabras de mi padre
se repetían una y otra vez en mi cabeza, que había defraudado a la gente.
Que había un límite de tiempo para las personas a las que les importarían
mis problemas. Que era débil y que terminaría solo. Así que traté de alejar
mi depresión en lugar de enfrentarla.
Se giró para mirarme y me dio una sonrisa rota mientras continuaba.
—Pensé que si seguía trabajando sin parar estaría bien. Pensé que si
dejaba de ir a terapia y dejaba de arrastrar mi pasado estaría bien. Podría
concentrarme en el trabajo y en nada más. Podría ponerme una máscara,
parecer feliz ante el mundo y evitar lidiar con la oscuridad dentro de mí.
Oh, Landon...
Sabía que tenía que ser así, pero aun así me rompió mientras sucedía.
—Yo, um, se me terminó dando tan bien fingir que era feliz que dejé de
tomar mi medicina. Asumí que no la necesitaba y que podía seguir actuando
con fortaleza. Pero... resultó que no podía. Recuerdo que estaba en una
fiesta que uno de los miembros del elenco organizaba. Fue una cosa
estúpida, en realidad. Todos los actores eran mucho más experimentados
que yo, y estaban leyendo tuits malignos que publicaban sobre ellos,
riéndose mucho.
»Entonces llegó mi momento de leer mis tuits malos, lo que necesitaría
que me miraran, y joder... —Respiró profundamente y frotó con los dedos
los míos—. Eso fue duro. No solo estaba lidiando con la crítica de mi padre,
sino que ahora tenía extraños en todo el mundo diciéndome que no era lo
suficientemente bueno, y permití que me aplastara. “Landon Pace es un
aspirante a actor y no puede decir una frase bien ni para salvar la vida”. “El
mundo sería mejor si Landon Pace no estuviera en esta tierra porque esa
película fue un asco”. “Landon Pace es un pedazo de mierda al que nadie
echaría de menos si muriera”. La lista seguía y seguía, y no podía lidiar con
ello, no sin mis medicinas o mi verdadera gente que se preocupaba por mí.
Me fui a casa con pensamientos muy, muy oscuros. Más oscuros de lo que
nunca había tenido. Lo siguiente que supe fue que me desperté en una cama
de hospital después de que me lavaran el estómago.
—Oh, Dios mío, Landon. —Mis manos se dispararon a mi pecho
mientras él desplegaba una historia que no estaba lista para escuchar—.
¿Tuviste una sobredosis?
Asintió.
—No a propósito, pero sí. Llegué a casa con mi mente moviéndose a un
millón de kilómetros por hora, y tomé mis pastillas para la depresión para
tratar de frenar mis pensamientos. No ayudó que estuviera muy borracho.
—Nunca lo habría pensado... Cada vez que te veía en Internet parecías
muy feliz.
—Las alegrías de la actuación —bromeó—. Nadie sabe si estás
realmente feliz o solo interpretando un papel.
Se frotó la nuca.
—Ya estábamos muy avanzados en la postproducción de mi película
con Sarah y no querían que el escándalo de la sobredosis saliera a la luz.
Así que redirigieron la narración e hicieron que pareciera que Sarah y yo
éramos pareja. Después de esas fotos me interné en un centro psiquiátrico
como el de Karla y volví a tomar mis medicinas. También empecé a ver a la
doctora Smith de nuevo. Fue el peor período de mi vida, y tuve que luchar
con fuerza para volver, pero lo hice.
Un pesado pozo de confusión se instaló en el fondo de mi estómago.
—¿Por qué no volviste a mí? ¿Por qué me alejaste? Lo habría entendido.
Podrías habérmelo explicado todo.
Sus ojos azules me miraron con una dulzura que no había visto antes.
ladeó la cabeza y se encogió de hombros.
—Merecías ser feliz. Cuando me presenté para explicar las cosas supe
que era demasiado tarde. Te estabas riendo con un tipo, y yo seguía bastante
mal de la cabeza. Sabía que si te veía no habría muchas risas en un tiempo.
Habría mucho dolor, muchos problemas contigo tratando de sostenerme
mientras me desmoronaba, y no quería eso para ti. Ya no quería ser tu carga.
¿Un tipo?
Mi mente empezó a correr hacia mis años de universidad, tratando de
identificar de qué tipo hablaba. El único tipo que se me ocurrió era Jason,
y nunca fuimos más que amigos aunque él quería más. Vino a casa varias
veces para ver si podíamos hacer que algo funcionara, pero nada se convirtió
en algo más que una amistad.
—Landon. —Me acerqué a él, poniendo sus manos en las mías. Mi
frente se apoyó contra la suya mientras su aliento rozaba mi piel—. Habría
aceptado nuestros días duros antes que los días felices con cualquier otra
persona en este mundo.
—Lo sé. Por eso tuve que alejarme. Habrías renunciado a tu felicidad
para nadar en mi oscuridad, y no quería eso para ti. Quería poder darte más
días felices que tristes, así que tuve que irme. Tenía que arreglar mi mente
y aprender a apoyarme en mí mismo en vez de ti. Pero entiéndelo... aunque
tuve muchos días malos, el peor día de mi vida fue cuando tuve que alejarme
de ti.
Nuestras manos se unieron y cerré los ojos mientras sus palabras se
incrustaban en mi corazón y mi alma. Me acerqué aún más, hasta que
estuve en su regazo, y sus manos me rodearon.
Nuestros labios se rozaron cuando mi corazón comenzó a latir
salvajemente en mi pecho.
—Dime tu mayor verdad, y yo te diré la mía. —Suspiré contra su boca,
con suaves besos cayendo contra él.
—Nunca dejé de extrañarte —confesó, con sus manos haciendo
pequeños círculos contra mi espalda—. Nunca dejé de soñar contigo —
susurró mientras su boca se acercaba a mi cuello—. Nunca dejé de desearte
—prometió—. Y nunca dejé de amarte.
—Yo también te amo, Landon —confesé, sintiéndome cruda, expuesta
y protegida en sus brazos—. Más de lo que puedo expresar, te amo. Intenté
enterrarlo. Traté de borrarlo de mi corazón, pero ese corazón... Todavía late
por ti. Siempre lo ha hecho y siempre lo hará.
—¿Me das otra oportunidad de demostrarte que soy lo suficientemente
hombre como para cuidar de tus latidos? —Su voz era tímida y baja
mientras me miraba a los ojos.
—Sí, pero, por favor... —Tomé una inhalación profunda—. Ve despacio.
Más tarde esa noche me llevó a la habitación. Desnudó mi cuerpo
mientras yo desnudaba el suyo, y nos tumbamos desnudos y expuestos al
otro. Nuestras verdades se mostraron con cada toque que compartimos.
Cuando entró en mí esa noche, lo sentí. Sentí su calor, sus promesas y su
amor, y esperaba que los cielos de arriba también sintieran el mío.
U
n jueves por la mañana Greyson me llamó y me pidió que fuera
a visitar a Karla. Estaba un poco sorprendida cuando recibí la
llamada, porque estaba segura de que Karla no querría tener
nada que ver conmigo debido a mi conexión con Eleanor. Me
dirigí hacia la clínica tan pronto como recibí la llamada.
Tenía los nervios por las nubes mientras caminaba por el pasillo hacia
la habitación de Karla. Cuando miré hacia su espacio, sonreí al verla
sentada en el escritorio con su cuaderno y su bolígrafo, garabateando.
No sabía lo que estaba escribiendo, pero me alegró verla poner sus
palabras en la página. Sin importar qué, la palabra escrita tenía una forma
de curar las almas rotas.
—Hola, tú —dije, haciendo que Karla mirara desde su cuaderno.
Sus ojos se abrieron de par en par con alegría, y vino cojeando en mi
dirección.
—Hola.
Se quedó frente a mí un momento, frotándose el brazo mientras miraba
el suelo.
Sonreí.
—Bueno, ¿vas a abrazarme o qué?
Un aliento pasó por sus labios como si estuviera esperando permiso
para darme un cálido abrazo. Me rodeó con sus brazos y me apretó con
fuerza.
—Pensé que me odiabas —susurró.
—¿Qué? ¿Por qué demonios te odiaría?
—Porque hice romper a mi padre y a Eleanor. No quise hacerlo, de
verdad. Solo estoy... tratando de entenderlo todo. No puedo entender cómo
mi padre podría ser feliz con otra persona después de perder a mi madre.
Quiero decir, me gusta mucho Eleanor. Es una buena persona. Solo que...
me siento como si me hubieran traicionado —confesó.
Pensé en mi propia madre y en la traición que sentí cuando anunció
que estaba comprometida con David. La culpa instantánea me golpeó,
porque sabía que Eleanor y Greyson tenían una verdadera conexión. Tal vez
mi madre y David también la tuviera.
No pude verlo hasta que miré el libro de otra persona y vi las similitudes
con el mío.
—Si hay algo que conozco de la vida es el hecho de que el amor es
complicado —expliqué, tomando asiento en la mesa de Karla—. Todavía
estoy tratando de averiguar cómo funciona, pero si es amor verdadero todos
ustedes lo descubrirán. Lo juro.
—He estado escribiendo mucho últimamente —me dijo—. Me ha estado
ayudando a descubrir lo que está pasando en mi cabeza. Y creo que lo estoy
entendiendo. Estoy pensando en mí como un personaje como en mis libros.
Soy la heroína, que tiene muchas personalidades. Tengo defectos, pero estoy
tratando de ver cómo me hacen hermosa.
Sonreí.
—Creo que eso es hermoso, Karla.
—Quizás puedas leer mi historia cuando la termine.
—Sería un honor. Estoy orgullosa de ti por hacer el trabajo duro. Por
cavar profundo y buscar en tu interior las respuestas.
Ella asintió.
—El tío Landon me ha ayudado mucho con eso. Dijo que el objetivo
final es la felicidad, y eso es todo lo que quiero. Quiero ser feliz de nuevo.
—Y lo serás. Lo prometo. No puedo esperar a verte volar.
—He estado haciendo listas de cosas que me hacen feliz. Como
canciones, y películas, y cosas así. Creo que me está ayudando.
—Es una muy buena idea. Creo que podría hacer lo mismo por mí.
Quizás fuera hora de que estudiara mis propias personalidades, porque
no importaba la edad que tuviera, siempre había espacio para crecer.
Después de que terminara mi tiempo con Karla, me dirigí directamente
a casa de mi madre. Cuando abrió la puerta tenía el ceño fruncido,
obviamente todavía molesta por mi comportamiento infantil.
—Lo siento, mamá —le dije, sacudiendo la cabeza—. Es solo que estoy
muy asustada del amor. No sé cómo funciona, o cómo se mueve, o cómo
evitar que me rompa el corazón. Reaccioné fatal al escuchar las noticias
sobre David, y lo siento mucho.
Su ceño fruncido lentamente comenzó a cambiar.
—Te lo dije de golpe —confesó—. Podría haberlas un poco más.
—Eso no cambia el hecho de que reaccioné fatal. Sé por qué te hizo
pasar papá hace tantos años, y no quiero que vuelvas a sufrir así nunca
más.
—Lo sé. Créeme, he pasado tanto tiempo viviendo en ese mundo de ira
que he luchado por dejar que la gente vuelva a acercárseme. No confío en
los hombres, aún no lo hago en su totalidad, y eso es algo en lo que tendré
que trabajar. Pero confío en David. Shay... si supieras cómo me trata nunca
dudarías de su amor. El amor de tu padre me enjauló, mientras que el de
David me libera. Soy muy feliz —exclamó, poniendo su mano contra su
pecho. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero esta vez fue por su alegría. Mi
madre era... feliz.
No podía recordar la última vez que la vi tan feliz. La felicidad brotaba
de su alma. Aterrizaba en sus ojos y se acomodaba contra sus labios.
—¿Puedes contarme más sobre él? —pregunté.
—Por supuesto. Necesitaré que mi dama de honor conozca todos los
detalles, después de todo.
—¿Soy tu dama de honor?
—Oh, vamos, Shay. —Sacudió la cabeza con incredulidad—. Como si
alguna vez fuera a elegir a otra.

Parecía que las cosas finalmente volvían a juntarse a mi alrededor, y yo


estaba increíblemente agradecida por ello. Karla y yo íbamos a trabajar para
volver a nuestras reuniones de escritura. Le pregunté a Eleanor si estaba
bien que lo hiciera, y me rogó que continuara mi trabajo con Karla. Se
preocupaba mucho desde la distancia. Estaba segura de que pronto
encontraría el camino de vuelta al mundo de Greyson.
Algunas cosas simplemente estaban destinadas a ser.
Todo era genial hasta que me presenté a trabajar con una actriz muy
infeliz.
—¡¿Qué demonios es esto?! —ladró Sarah cuando me presenté a
trabajar. Entré en su remolque y algo en sus cristales debió funcionar mal,
porque su energía era más que errática.
—¿Qué es qué? —pregunté, tan confundida como siempre.
Se me acercó con rulos en el cabello y el maquillaje a medio hacer, con
los ojos locos.
—Esto —siseó, sosteniendo su teléfono frente a mi rostro,
mostrándome las fotografías de Landon y yo casi besándonos frente al
estudio de yoga.
Ya había visto las fotografías, y solo podía pensar en una cosa.
—Bueno, al menos no estoy tirando un café con leche helado —bromeé.
A Sarah no le pareció muy divertido.
—Te dije que te acercaras a él para que pudieras darme alguna
información, Shay. ¡Luego veo esto! ¿Cómo pudiste? Confiaba en ti.
—Para ser justos te dije que no me sentía muy cómoda haciendo eso
por ti. No quería involucrarme.
—Sí, bueno, parece que te abriste camino directo hacia él. Voy a tener
que despedirte.
Espera, ¿qué?
—¿Hablas en serio? ¿Por una revista sensacionalista? Ni siquiera nos
íbamos a besar.
Sarah se encogió de hombros y me despidió como si no fuera nada.
—Sí, bueno, deberías haber pensado en eso antes de traicionarme.
—No te traicioné —me quejé—. No hice exactamente lo que querías que
hiciera. Además, no soy Cyrano de Bergerac. No voy a empujarte a los brazos
de alguien que me importa.
—Entonces, ¿es verdad? —preguntó—. ¿Te importa?
Por supuesto que me importaba. ¿Cómo podría no hacerlo? Él era mi
Satán, y yo era su Chick.
Siempre lo cuidaría, aunque nunca recibiéramos nuestro felices para
siempre. Lo último que quería hacer era empujarlo a los brazos de una loca
de poca monta.
—Nada de eso importa.
—Tienes razón, porque tú no importas. ¿Realmente crees que tienes
una oportunidad con Landon cuando yo estoy aquí? No eres nada en el gran
panorama de las cosas. Eres tan reemplazable como un par de zapatos.
Claro, tal vez viniste y le recordaste a Landon su pasado, pero no eres su
futuro y nunca lo serás.
Entrecerré los ojos ante la mujer adulta frente a mí, completamente
desconcertada por sus acciones.
—Oh, dame un puto respiro, Mónica —gemí.
Sarah arqueó una ceja.
—¿Quién diablos es Mónica?
—Tú. Tú eres Mónica. Eres la chica de la secundaria que cree que
puede intimidar a la gente para que actúe de cierta manera porque crees
que tienes poder. ¿Pero sabes qué? No me siento intimidada por ti. Cuando
era más joven, y pensaba que tú y Landon realmente tenían una conexión,
claro. Me sentí menos. Pero ahora que realmente te conozco estoy
completamente convencida de que no tengo nada que temer. Así que
adelante. Despídeme. Pero, al final del día voy a ganar igualmente, porque
me negué a dejar que una mujer que lleva piedras me llamara inútil. Y,
¡noticias de última hora! ¡Recibí las mismas malditas piedras de Amazon por
nueve dólares!
P
arecía que mi viaje semanal al estudio de yoga de Maria no era
posible después de que las cámaras nos atraparan a Shay y a
mí juntos la semana anterior. En el momento en que doblé la
esquina y vi la fila de gente de pie fuera del edificio, supe que se
había corrido la voz sobre mi aparición allí la semana anterior.
El negocio estaba en auge para Maria, lo cual era excelente.
Odiaba que una vez más algo especial que realmente disfrutaba me
fuera arrebatado por la fama. Ni siquiera podía ir a respirar en paz.
—Se te da muy bien atraer a la gente —dijo una voz. Me volví para ver
a Shay allí de pie, y sonrió al principio, pero luego vaciló al fruncir el ceño—
. ¿Estás bien?
Me encogí de hombros.
—Solo quería tener algo que fuera mío un tiempo. Las clases de Maria
eran eso para mí.
Se acercó y la comisura de su boca se movió ligeramente.
—No puedo imaginar lo molesto que debe ser tener a la gente
siguiéndote todo el tiempo. Mi drama del café con leche finalmente ha
desaparecido, y eso fue un infierno. No podría imaginarme tener ese tipo de
atención sobre mí todo el tiempo.
—Puede ser demasiado. —La verdad es que se estaba convirtiendo en
una molestia cada vez mayor desde que Shay volvió a mi vida. Había muchas
cosas que quería hacer con ella. Quería llevarla a cenar y ser capaz de
sentarme frente a ella y tener una conversación amistosa. Quería entrar en
una cafetería y no tener que preocuparme de que la gente sacara una
cámara y grabara nuestras interacciones.
—¿Alguna vez deseaste no haber actuado nunca? —preguntó.
—No lo sé. Quiero decir, me encanta lo que hago, las películas. Pero me
encanta aún más tener los medios para hacer lo que puedo por la gente. Por
lo que hago, por esta carrera, soy capaz de ayudar a la gente que tal vez no
haya podido ayudarse a sí misma, y en cierto modo eso hace que toda esta
locura valga la pena. Incluso si a veces puede ser un poco agotador.
Miró hacia el estudio lleno de gente. La gente hacía cola fuera,
obviamente no vestida para un pacífico estiramiento de yoga.
—¿Quieres dar un paseo conmigo? —ofreció—. ¿Para alejarte de este
mundo un poco?
—Me gustaría eso más que nada.
Me dio una sonrisa, y yo le di la mía cuando empezamos a caminar en
dirección contraria a la multitud.
—Bueno, esperaba poder hablar contigo esta noche, de todas formas.
Quería hablar contigo durante el rodaje de hoy, pero siempre había alguien
alrededor. Aun así, pensé que debía avisarte. Se trata de Sarah.
—¿Sí? ¿Qué pasa con ella?
—Bueno. —Shay suspiró e inclinó su cabeza hacia mí—. Es una especie
de loca de mierda.
Me reí a carcajadas.
—Es todo lo contrario de lo que esperaba que me dijeras.
—Lo siento, pero lo es. Sé que ha sido mi ídolo durante los últimos
años, y sé que pensé que su interpretación de Lucy Knight era perfecta y sé
que deliré sobre cómo interpretó a ese personaje psicópata de forma tan
realista, pero ahora todo tiene sentido. Estaba encasillada en ese papel. Es
una psicópata.
—Bueno, podría habértelo dicho.
Levantó una ceja.
—Bueno, me alegro de que lo supieras. Hoy me habló feo y me despidió
por las fotos que los paparazis nos tomaron la semana pasada.
—Espera, ¿qué? ¿Te despidió?
—Sí. Está bien, de verdad. Encontraré algo más, y si empeora puedo
dar algunas clases en el estudio de mima.
—Pero te encantaba estar en el set. Mereces estar en el set.
—Volveré a ello de alguna manera. Puede que solo lleve unos cuantos
años de intentarlo.
Toda la situación era una mierda. Sarah cruzó una línea despidiendo a
Shay, y yo estaba decidido a hacerle saber que se equivocaba.
—Lo siento mucho, Shay. De verdad.
—Está bien. Me alegro de que supieras de ella. No me gustaría que
terminaras con una chica como ella.
—¿Con qué clase de chica quieres que termine? —pregunté.
Detuvo su andar y me miró. Tenía el corazón desbocado y la mente
indómita mientras separaba sus labios para responder.
—Probablemente deberías terminar con una chica como yo.
—¿Y cómo exactamente termino con una chica como tú?
Se acercó más a mí y se mordió el labio inferior.
—Creo que tienes que besarme aquí y ahora mismo.
Esa fue la petición más fácil que jamás cumplí.

Mía.
Shay finalmente dijo las palabras, era mía, y no podría haber estado
más feliz aunque lo intentara. Habíamos pasado las siguientes noches
juntos, envueltos en los brazos del otro. Cada día en el trabajo evitaba a
Sarah todo lo que podía. No tenía una mierda que decirle a la desalmada
actriz que había decidido tener un ataque de histeria cuando no pudo salirse
con la suya.
Una tarde, cuando entró en mi remolque, casi hice que Willow la
echara, pero en vez de eso me abstuve. Teníamos que ser profesionales, ya
habíamos dedicado tanto tiempo y energía en la película.
—Hola, Landon. Quería pasar por aquí y asegurarme de que tú y yo
estuviéramos bien. Sé que pareció haber cierta tensión entre nosotros ya
que tuve que despedir a Shay, pero esperaba que pudiéramos superarlo.
—No —respondí rotundamente.
—¿Qué?
—Dije que no. Lo que le hiciste estuvo mal, y no te perdonaré por ello.
Shay es la persona más importante de mi vida y me niego a dejar que alguien
como tú se interponga entre nosotros. Así que digo que no, Sarah. No quiero
trabajar en este drama contigo. Mostraste tu verdadero yo, y lo dejaremos
así.
—Eso no es mi verdadero yo —dijo, sacudiendo la cabeza—. Debe haber
habido un poco de confusión entre Shay y yo. Si quiere recuperar su trabajo
puede tenerlo. Nunca quise causarle ningún problema —se retractó,
haciéndome querer poner los ojos en blanco.
Miró la mesa, donde había un guion, y sus ojos se abrieron de par en
par.
—¿Esto es de Shay? —preguntó, levantando el manuscrito en sus
manos—. No sabía que le gustara escribir guiones.
—Eso es porque nunca te molestaste en preguntarle.
Empezó a hojear el manuscrito, y yo me puse de pie rápidamente y se
lo arrebaté de las manos.
—Eso no es asunto tuyo.
—Vamos, Landon. Si está buscando empezar una verdadera carrera
puedo ayudarla. Lo haré como un favor para ti. Mi padre es el mayor
guionista del mundo. Estoy seguro de que puedo conseguirle a Shay un
trabajo de mentor debajo de él.
Eso sonaba demasiado bueno para ser verdad, y sabía que debía
rechazar la oferta de Sarah. Sabía que no era una mujer en la que pudiera
confiar.
—Lo conseguirá por su cuenta, sin tu ayuda —le dije. Claro, le había
quitado el guion a Shay después de descubrir que había perdido su trabajo
con el propósito de intentar ponerlo en las manos adecuadas de algunos
individuos. A medida que el tiempo pasaba a lo largo del día me di cuenta
de que habría sido un error. Me había pedido muchas veces que no
compartiera su trabajo, y eso era lo que había planeado hacer. Respetar sus
deseos. Solo deseaba que hubiera una manera de ayudarla, pero sabía que
era algo que debía conseguir por su cuenta. Eran sus sueños, y yo era
simplemente el bastardo afortunado que tendría la suerte de verlos
realizarse.
—Estás cometiendo un error —advirtió Sarah—. Tú y yo podríamos ser
la próxima pareja poderosa si me dieras una oportunidad real.
—No hay nada de poderoso en dos personas que no están hechas el
uno para el otro.
—¿Cómo sabes que no estamos hechos el uno para el otro?
Porque mi corazón pertenece a otra persona.
Siempre lo ha hecho y siempre lo hará.
—Estoy enamorado de ella, Sarah. No se puede evitar eso.
Ella resopló, y ese verdadero yo comenzó a aparecer de nuevo.
—¿Cómo puedes amar a alguien como ella? —siseó, con la repugnancia
escrita en su rostro.
—La verdadera pregunta es cómo podría alguien como ella amar a un
hombre como yo. De todas formas, creo que es hora de que te vayas de mi
remolque.
—Tienes mucho valor —refunfuñó.
—Sí, lo tengo. Ahora vete antes de que haga que te saquen.
—¡Nunca en mi vida me han faltado tanto al respeto! —se quejó, como
un niño de cinco años que no consiguió una piruleta.
—Sí, bueno. —Me encogí de hombros mientras caminaba hacia mi
puerta y la abría para que se fuera—. Hay una primera vez para todo.
M
e senté en el sillón reclinable de Raine con el bebé Jameson
en mis brazos mirando la pantalla de televisión.
Recientemente las cosas empezaron a mejorar para mí.
Había pedido un trabajo en una universidad para enseñar
escritura de guiones como profesora adjunta, y me
llamaron para una segunda entrevista. Si no fuera por Karla nunca habría
considerado enseñar, pero resultó que tenía una pasión por educar a la
gente en la palabra escrita. Claro que no era Hollywood, pero me parecía
una gran oportunidad para recibir.
Quería celebrar la noticia con Landon, pero él estaba en Nueva York
haciendo una promoción con el mismísimo diablo, Sarah, para su próxima
película. Raine y Hank me invitaron a unos cócteles matutinos, y creo que
en secreto era para que pudiera sostener a Jameson y permitirles un
descanso.
No me importaba en absoluto, Jameson era un pequeño santo.
La televisión estaba encendida y todos nos sentamos emocionados
alrededor de la pantalla, esperando a ver la entrevista de Landon.
Cuando apareció en la pantalla mi corazón empezó a acelerarse con
solo verlo. Me recriminé el perderme tantas apariciones suyas a lo largo de
los años. Ahora no podía imaginarme perderme una de sus entrevistas.
Estaba guapísimo sentado sobre el escenario, y alrededor del cuello
llevaba el collar de mi corazón. Finalmente había comenzado yo también a
usar mi collar del corazón de nuevo. Me pareció que era hora de sacarlo.
—Sí, grabar esta película ha sido emocionante para mí —expresó
Landon—. Trabajar con Sarah fue un sueño hecho realidad —exclamó, y me
reí del comentario. Me dejó bien claro las mentiras de mierda que tenía que
decir ante la cámara gracias a la productora.
Pude ver cómo se convertía en su personaje de actor frente a la cámara.
Se erguía un poco más y sonreía más, pero esos ojos... Aún eran suyos, y
podía ver al verdadero Landon cada vez que los miraba.
—Sí —concordó Sarah, poniendo su mano sobre la rodilla de él.
—Qué perra —dijo Raine.
No podría estar más de acuerdo.
Landon le dio una palmadita en la mano juguetonamente, se la quitó
de la pierna y siguió con la conversación como si Sarah no importara en
absoluto.
Ese es mi chico.
—Bueno, parece que ustedes dos disfrutan trabajando juntos —
preguntó el entrevistador—. Esta es la segunda vez que han trabajado
juntos, después de todo, ¿verdad?
—Sí... —Landon empezó a responder, pero Sarah lo interrumpió.
—Ha sido más que increíble, y estoy emocionada de compartir con
ustedes que vamos a trabajar juntos en otra película este año, llamada
Easton. Es una hermosa película, escrita por Shay Gable, sobre dos
amantes que han pasado la mayor de las tormentas el uno con el otro —dijo
Sarah, haciendo que me quedara con la boca abierta.
No paró de hablar del guion, estropeando toda la trama sin ninguna
preocupación. Toda la trama a mi guion.
¿Qué es lo que pasaba? ¿Cómo supo de mi historia? Lo había
estropeado todo con una sonrisa en la cara en televisión nacional, y vi la
conmoción que se posó en los ojos de Landon.
—¿Qué acaba de pasar? Parece que Landon está a punto de tener un
ataque de pánico. Normalmente tiene un mejor rostro inexpresivo —comentó
Raine. Se giró para verme y levantó una ceja después de ver mi expresión—
. En serio. ¿Qué está pasando?
—Esa es mi historia —dije con voz ahogada.
—Espera, ¿qué? ¿Esa es tu trama? —preguntó Hank, aturdido.
—Sí. He estado trabajando en eso mucho tiempo. Fue la historia que
mi agente ha estado buscando. Es mi mejor pieza hasta ahora. Y la jodida
Sarah Sims se la ha contado al mundo.
—Santa mierda —exhaló Raine—. ¡Qué perra!
No podía respirar. Le entregué a Jameson a su madre porque no podía
respirar.
La única forma en que Sarah podría haber sabido algo sobre mi guion
fue si Landon se lo hubiera contado, y no podía entender por qué lo haría.
¿Por qué tomaría algo tan importante para mí y lo arruinaría? Ese guion era
mi bebé, mi estrella, y se lo entregó a otra mujer. Una mujer que me
despidió.
Me fui de casa de Raine y me apresuré a volver a casa. Desordené mi
casa, buscando mis palabras. Buscando mi manuscrito, que debería haber
estado ubicado en la pila con los otros. Pero ya no estaba.
Se lo llevó sin mi permiso, y cada parte de mi corazón que empezaba a
abrirse de nuevo para Landon y su amor se cerró al instante.

—Puedo explicarlo —dijo Landon, de pie en la puerta de mi


apartamento un día después. Ni siquiera sabía por qué le había abierto la
puerta. Me imaginé que encontraría la manera de volver a mí después de la
entrevista, pero no podía imaginarme qué clase de excusa iba a intentar
darme.
Tenía los ojos hinchados por haber pasado la noche anterior llorando
sobre mi almohada. Sabía que no había manera de que pudiera arreglar lo
que había hecho, la forma en que me había traicionado a mí y a mis
palabras. Aun así, quería ver lo que iba a decir.
—Adelante. Inténtalo.
Metió las manos en los bolsillos y dejó caer los hombros.
—Sarah debió haber robado el guion de mi remolque mientras hacía
una escena. Fue la única forma en que pudo haberlo conseguido. Después
de que le dijera que se fuera a la mierda el otro día debió sentir como si
necesitaba vengarse de mí o algo así. Así que me quitó algo para hacerte
daño.
—Ya lo sabía —dije.
Me miró con esperanza en sus ojos.
—¿Lo sabías?
—Sí. Después de trabajar con Sarah un tiempo aprendí qué tipo de
persona era. No me sorprende en absoluto. Lo que me sorprende es el hecho
de que tuvieras mi guion en primer lugar.
Su boca se abrió para hablar, pero no salió ninguna palabra.
Asentí.
—Exactamente. Me traicionaste.
—No, Shay. No es así. Quería intentar ayudarte después de que te
despidieran, pero...
—No creías que pudiera conseguir algo por mi cuenta. Lo entiendo.
—No es eso en absoluto. Por supuesto que creía que podrías encontrar
algo. Por eso cambié de opinión y decidí no mostrarle a nadie tu trabajo.
Tomé el guion sin pensarlo bien, y cometí un gran error.
—Te llevaste algo que era mío sin mi permiso. Ya no puedo confiar en
ti, Landon. Ya he tratado con suficientes mentirosos en mi vida. No puedo
volver a hacerlo contigo.
—Shay... por favor...
—Deberías irte —dije, poniendo las manos contra la puerta. Empecé a
cerrarla, alejándolo de mi vida porque era lo único que se me ocurría hacer.
Esto era mi propia culpa, de verdad. Dejé entrar en mi vida a alguien que
me había hecho daño en el pasado. No entendía por qué esperaba resultados
diferentes.
Si me engañas una vez la culpa es tuya. Si me engañas dos veces la
culpa es mía.
—Por favor, Shay. Podemos resolver esto. Sé que hay una manera en la
que podamos resolver esto. Hemos pasado por muchas cosas juntos. No
podemos dejar que esto nos rompa —suplicó, con los ojos llenos de
emociones.
—Exactamente, Landon. Hemos pasado por mucho, y estoy cansada.
No quiero hacer este juego en el que cada pocos años quedo decepcionada y
lastimada. No quiero hacer esto nunca más.
—Pero te amo —susurró, con la voz empapada de dolor—. Te amo
muchísimo, Shay. Y estábamos tan cerca. Estábamos tan malditamente
cerca de nuestro para siempre.
—Tal vez para siempre fuera solo un sueño. No algo que sería alguna
vez nuestra realidad.
—No lo dices en serio. Te conozco y tú me conoces. Sabes que estamos
destinados a estar juntos. Hemos atravesados malditos campos de guerra,
Shay. No dejes que esto ponga fin a lo nuestro. No me alejes.
Tenía que alejarlo. Era la única manera de poner fin a la dolorosa
historia que habíamos vivido durante demasiado tiempo. Empezó cuando
éramos adolescentes y creció demasiado. Era el momento de cerrar nuestra
novela. Era hora de escribir nuestras últimas palabras.
—Lo siento, Landon. Esto es todo. Hemos terminado.
Cerré la puerta y lo escuché golpearla desde el otro lado, pero no podía
volver a abrirla. No podía volver a dejarlo entrar, por mucho que mi corazón
anhelara su amor.
—Le tienes miedo al amor —explicó mima en la cena del domingo
después de escuchar los efectos colaterales entre Landon y yo. Fue muy
concreta en su declaración, como si no viera los fallos de sus palabras.
Sacudí la cabeza, sorprendida por el comentario de mi abuela. ¿No
escuchó cómo Landon me traicionó? ¿Cómo tomó mi trabajo sin mi permiso
y permitió que cayera en las manos equivocadas?
¿Qué tenía que ver eso con que le tuviera miedo al amor?
—Eso no tiene nada que ver con este asunto —dije—. Mi amor por
Landon no tiene nada que ver con que haya roto con él. Me traicionó.
Como cualquier otro hombre en mi vida. Eso era lo que los hombres
hacían, decepcionaban a las mujeres.
—No. Cometió un error, y tú estás usando ese error como una razón
para huir. La verdad es que habrías encontrado cualquier error que
cometiera y lo habrías usado como una excusa para huir, porque le tienes
miedo al amor.
—No le temo al amor —dije a través de dientes apretados. Un nudo se
asentó en la boca de mi estómago mientras esas palabras flotaban en mi
cabeza.
—Cariño, tiene razón —concordó mamá, extendiendo las manos para
tomar las mías—. Veo mucho de mí en ti, y me culpo por ello. No confías en
los hombres. Tienes la idea de que, sin importar lo que pase, siempre te
decepcionarán, y sé que lo he inculcado en tu sistema. Ayudé a construir
ese miedo, y lamento mucho eso, porque no es verdad. No todos los hombres
son malos.
—Pero todos nos han defraudado —susurré, permitiendo que esa
profunda verdad incrustada se deslizara de entre mis labios.
—Eso no es cierto —dijo mima—. ¿Se equivocan los hombres de vez en
cuando? Por supuesto, pero también las mujeres. Somos humanos,
perfectamente imperfectos. Cometemos errores. Vamos a la derecha cuando
deberíamos haber ido a la izquierda. Caemos en malos hábitos. A veces
lastimamos a los que más queremos. Lo intentamos y fracasamos, pero
también aprendemos de nuestros errores y tratamos de hacer lo correcto
para seguir adelante. Conozco a Landon y te conozco a ti. Sé que ambos se
aman con un amor más grande que este mundo. No huyas de ese amor por
miedo, mi amor. No dejes que el miedo te controle para siempre. Si lo haces,
terminarás viviendo en una historia de la que no deberías ser parte. No tires
tu historia antes de llegar a tu felices para siempre.
—Tal vez yo no tengo final feliz —dije, bajando la cabeza—. Tal vez
mamá era la indicada para romper la maldición de la familia, no yo.
—No. Somos las dos —dijo mamá, todavía sosteniendo mi mano—.
Tenemos el final feliz. Solo porque estés en medio de tu historia con Landon
no significa que el resto de tus páginas estén condenadas. El final va a valer
la pena, Shay. Ningún felices para siempre se hizo a partir de una historia
perfectamente tejida. Termina con esta. No te rindas con él todavía.
Escuché sus palabras, también escuché su apoyo, pero el miedo a todo
esto era tan fuerte en mi cabeza que ahogaba lo demás.
Tenían razón. Le tenía miedo del amor. Tenía miedo de ser lastimada
una y otra vez, y no sabía cómo superar mi mayor temor.
—F
rancamente, estoy preocupada por ti —dijo Karla,
sentada frente a mí durante nuestra cita para cenar.
Tenía una mirada de preocupación muy severa
mientras cortaba su filete.
Habían pasado meses desde que Shay me alejó. Volvió a enfriar su
corazón una vez más, y no estaba seguro de que me dejara volver a intentar
descongelarlo.
—Me va bien, niña —le dije, tratando con todas mis fuerzas de ocultar
mi tristeza con una sonrisa. La verdad es que tenía el corazón destrozado
en un millón de pedazos. Cada día era duro, pero seguí adelante lo mejor
que pude. Vivía en piloto automático, viviendo día a día. Intentando con
todas mis fuerzas no desmoronarme y entrar en espiral en un lugar del que
no podía volver.
—No te va bien —discutió Karla—. Eres miserable, y no puedo seguir
viéndote así. Por eso he traído refuerzos.
Arqueé una ceja.
—¿Qué? ¿De qué estás hablando?
Sacó su teléfono y marcó un número.
—Hola, sí. Estamos listos. Entren. —Cuando colgó el teléfono, me dio
una sonrisa amplia—. No te preocupes, tío Landon. Esto es lo mejor.
Antes de que pudiera explicarme más, la puerta del restaurante se
abrió, y un grupo de personas entró.
Greyson, Eleanor, Camila, Maria, Raine y Hank se reunieron alrededor
de la mesa. Cada uno tomó una silla y se sentó.
—¿Qué está pasando en este momento? —pregunté, tan confundido
como siempre.
—Es una intervención amorosa —dijo Camila, uniendo sus manos—.
Porque creemos que es hora de que levantes tu trasero y hagas algo para
recuperar el corazón de mi hija.
—¿Qué? No. No hay forma de que pueda volver a tener su perdón. No
después de lo que he hecho.
—¿Te refieres a intentar que su guion llegara a las manos adecuadas
porque te importaba tanto que tuviera éxito en sus sueños? ¿Te refieres a
ese error? —peguntó Maria.
—Bueno, sí. Ese es. Eso apilado con todas las otras cosas de nuestro
pasado es demasiado.
—Y una mierda —dijo Greyson.
—Sí, ¡y una mierda! —repitió Karla.
—Lenguaje, Karla —la regañó Greyson.
—Lo siento, papá —respondió.
—En cualquier caso tienen razón. Tus excusas son débiles, como las
de ella. Ustedes dos tienen demasiado miedo de lograr el felices para siempre
después de haber trabajado para conseguirlo —explicó Maria—. Y,
francamente, todos estamos hartos de esperar a que dejen de holgazanear y
hagan algo al respecto. Así que ahora nos estamos metiendo.
—¿Cómo? No sé cómo puedo arreglar esto. No se me ocurren las
palabras adecuadas para que todo esto esté bien.
—Tienes razón. No se te ocurren nuevas palabras para darle a Shay.
Pueden parecer demasiado vacías, pero lo que puedes hacer es darle tus
viejas palabras —ofreció Raine—. Nunca dejaste de escribirle en esos
cuadernos, Landon. Tienes años de tus sentimientos escritos para que los
reciba. Ahora es el momento de sacarlos y dárselos. Necesita ver esas
palabras más que nunca.
Seguía sin estar seguro. Había pasado los últimos meses
imponiéndome en la vida de Shay. Lo menos que podía hacer era darle el
espacio que quería.
—Por el amor de todas las cosas buenas, ¿puedes dejar de pensar en
todo durante cinco minutos y dar un salto? —ladró Camila, levantando las
manos—. Sé que no fui tu mayor fan cuando eras más joven, Landon, pero
me equivoqué al tener tanto en tu contra. Pasé por alto tu amor por mi hija
debido a mis heridas pasadas, y temo que he endurecido su corazón por la
forma en que hablaba del amor a su alrededor. Le tiene miedo al amor,
Landon. No sabe cómo dejarlo entrar después de haber sido lastimada
tantas veces, pero si hay una persona que puede encontrar una manera de
abrirse paso hasta ella eres tú. Tu amor y tus palabras pueden sanar el
corazón roto de mi hija. Puede que lleve algo de tiempo, pero ya sé que estás
dispuesto a trabajar en ello. Así que hazlo.
Suspiré, sintiendo una pequeña ola de esperanza abalanzándose sobre
mí con la gente que amaba a Shay y a mí sentada alrededor de la mesa,
presionando para que nuestra historia de amor tuviera finalmente nuestro
felices para siempre.
—¿Sabes lo que Shay me dijo una vez? —preguntó Karla—. Dijo que si
alguna vez te dan la oportunidad de elegir entre tener miedo o ser valiente,
sé valiente. Así que esta es tu oportunidad, tío Landon. Esta es tu
oportunidad de ser valiente. Es lo que Shay habría querido que hicieras.
Sé valiente.
—Sí —concordó Maria—. Sé valiente. Sé fuerte. Sé amable. Y quédate.
Levanté una ceja hacia ella.
—Tendrás que aclararme eso, Maria.
Camila se rio, y tomó mi mano con la suya.
—Sé valiente. Sé fuerte. Sé amable. Y quédate. Ahora es el momento de
luchar por tu amor, Landon. Así que, adelante. Sé valiente.
—De acuerdo. —Asentí—. Entonces, ¿por dónde empezamos?
Raine sonrió ampliamente y juntó sus manos.
—Bien. El plan comienza con que seas algo así como un imbécil con
Shay en Navidad. Como en los viejos tiempos. Antes de que ustedes dos
hicieran esa tonta apuesta.
Bueno, vaya.
No lo vi venir.
—Necesitamos que la sacudas un poco. Que la empujes de una manera
que no vea venir —explicó Raine—. Shay se esfuerza por mantenerte a
distancia, y si te acercas a ella con palabras bonitas las apartará sin
pensarlo. Así que tienes que llegar a ella. Si la tratas como si fueras un
imbécil estará tan confundida que tendrá que reaccionar. Su sangre
comenzará a hervir, y se verá obligada a interactuar contigo. No hay forma
de que no se defienda si la tratas como un monstruo, y entonces es cuando
entras con la segunda parte de este plan.
—Tiene razón —Camila estuvo de acuerdo—. Sé grosero con ella.
Levanté una ceja.
—Espera. ¿Quieres que sea un imbécil con tu hija?
—No solo quiero que lo hagas, sino que necesito que lo hagas. Adelante,
Landon, usa esas habilidades de actuación. Trata a mi hija como una
mierda.
—¿Puedo decir mierda yo también, papá? —le preguntó Karla a
Greyson.
—No, no puedes decir mierda —respondió Greyson.
Sonreí un poco y junté las manos.
—Bien, entonces, ¿cuál es la segunda parte de este plan?
—Ohh. —Raine se alegró, aplaudiendo—. Te va a encantar esta parte,
garantizado.
H
abía pasado los últimos meses centrándome en el trabajo de
profesora que conseguí. Cada día que pasaba hacía lo posible
por no pensar en Landon. Intentaba no recordar cuánto lo
extrañaba, pero no podía evitar que se me cruzara por la
mente.
Aparecía cada día sin ser bienvenido en mis pensamientos y, como la
mujer tonta que era, dejaba que los pensamientos se quedaran.
Lo extrañaba tanto que aún lloraba a menudo por su ausencia.
Pensé que sería capaz de apagar mis sentimientos por él como lo hice
cuando era más joven, pero no fue tan fácil esta vez.
Estaba pasando por el momento más difícil de dejarlo ir de verdad. Tal
vez porque enamorarme de él como adulta era diferente. Más fácil, en cierto
modo. Hasta el momento en que veía un destello de preocupación y lo
alejaba.
Me iba bien hasta que empecé a recibir los mensajes más extraños del
mundo de parte de Landon antes de las vacaciones.
Landon: Estoy soñando despierto con que te sientes en mi cara. ¿Estás
tú pensando en mí también?
¿Qué?
¿Qué demonios fue eso?
¿Accidentalmente le envió un mensaje a la chica equivocada?
Eso hizo que mi estómago se revolviera de la peor manera posible.
Lo ignoré.
Al día siguiente, llegó otro mensaje de Landon.
Landon: ¿Follams?
Landon: He estado soñando con nadar entre tus muslos. Algunos días
más pasaron.
Landon: Shay, si no podemos estar enamorados, podríamos ser
conocidos que follan de nuevo. Sin ataduras, a menos que quieras que te ate.
Claramente Landon había perdido la cabeza.
Hice lo que pude para ignorar sus mensajes, pero cada vez que llegaba
uno quería tirar mi teléfono al otro lado de la habitación.
Cuando llegó la mañana de Navidad, hice todo lo posible por dar lo
mejor de mí. Sabía que me cruzaría con Landon, y definitivamente no lo
quería después de sus locos mensajes.
Me levanté esa mañana y me dirigí a casa de Eleanor y Greyson para
almorzar.
Era muy extraño decir eso, Eleanor y Greyson, como si fueran una sola
unidad. Eleanor se mudó con él y sus dos chicas no hacía mucho tiempo.
En los últimos meses, Greyson y Eleanor finalmente habían hecho
oficial su historia de amor, y fui invitada a su casa la mañana de Navidad
para celebrar la fiesta con ellos. Me presenté temprano para ayudar a
Eleanor a cocinar y limpiar para el almuerzo que estaba preparando.
Todo iba bien hasta que oí abrirse la puerta y la hija menor de Greyson,
Lorelai, de unos siete años, gritó encantada.
—¡Tío Landon!
Miré por encima del hombro hacia la sala, donde Landon acababa de
entrar en el espacio con un montón de regalos en sus manos. Cada parte de
mí se congeló mientras lo miraba, de pie a solo una habitación de distancia
de mí.
Parte de mí quería estrellarse contra él y volver a caer juntos.
Quería abrazarlo y fingir que nuestra ruptura nunca había ocurrido.
En cambio, me quedé quieta.
—¡Felices fiestas! —Hizo malabares con los regalos en una mano y
abrazó a Lorelai con la otra. Era una niña adorable, alegre y llena de vida.
Si alguna vez querías oír las historias más épicas del mundo, hacías que
Lorelai te las contara, y nunca se saltaba un detalle. Juraría que una
historia sobre un simple viaje al supermercado podía durar más de una hora
y, tal y como Lorelai la contaba, probablemente habría alienígenas y
unicornios bailando en el pasillo nueve junto a la mantequilla de maní y las
mermeladas. Greyson tenía un hogar de mentes creativas en sus manos.
Froté un plato mientras estudiaba la interacción de Landon con su
sobrina por amor, no genética.
Lorelai rápidamente comenzó a escarbar en los bolsillos de los
pantalones de Landon, buscando algo con bastante atención.
Landon se rio, y el sonido envió escalofríos por mi columna. Estaba
guapo, y saludable también. Casi como si no tuviera el corazón tan roto
como yo. Tal vez no lo tuviera. Quizás yo sintiera más por él que él por mí.
Quería ser mezquina y odiar su felicidad, pero la verdad es que lo único que
quería era que ese hombre fuera feliz para siempre.
—Bien, bien, bien, déjame dejar esto —insistió, moviéndose hacia el
árbol de Navidad mientras dejaba la pila de regalos de sus manos. Se puso
de pie, metió la mano en el bolsillo y sacó un caramelo para dárselo a su
sobrina.
Un caramelo Laffy Taffy de plátano.
Traté de ignorar la tormenta de mariposas que atacó mi estómago
mientras presenciaba el intercambio.
Llevaba caramelos en los bolsillos. Llevaba caramelos Laffy Taffys en
sus bolsillos, Laffy Taffys de plátano. Todavía era un favorito absoluto mío.
Los recuerdos volvieron a mí cuando pensé en cuando estábamos en el
instituto y llenó mi taquilla con todos esos caramelos de sabor a plátano
junto con peonías. El recuerdo hizo que una ola de calor me atravesara. Era
uno de mis recuerdos favoritos de nosotros. Lo consideraba la etapa inicial
de la historia de Landon y Shay. En aquel entonces no tenía ni idea de
adónde nos iba a llevar. Nunca imaginé que terminaríamos de la manera en
que lo hicimos.
—Si fijas más la vista podrías perderla —dijo una voz por encima de mi
hombro, haciendo que casi se me cayera el plato en las manos.
—¿Qué? No estaba mirando —mentí cuando me volví hacia Eleanor—.
Quería ver quién estaba aquí, eso es todo.
Ella me dio una sonrisa conocedora pero no profundizó en el tema.
Coloqué el plato en el suelo y volví al resto delante de mí, tratando de
sacudirme de encima las mariposas provocadas por ver a Landon actuando
como el hombre de los dulces.
Después de terminar el último de los platos, atravesé la casa para llegar
al baño. En el camino, pasé por la habitación de Karla.
Me fijé en Landon de pie en su habitación, abrazándola fuertemente.
Le susurraba cosas al oído, y lo que decía parecía ser exactamente lo que
Karla necesitaba oír. Las lágrimas rodaban por sus mejillas, pero una
sonrisa se dibujó en sus labios mientras asentía a sus palabras.
—Bien —susurró—. Lo sé, tío Landon.
Cuando terminó de hablarle, se retiró y le dio la sonrisa más genuina y
cálida del universo. Deseé no haberla visto, la forma en que le daba a una
chica tan rota tanto consuelo. Me hizo querer encontrar consuelo en su
abrazo yo también para mis pedazos rotos.
Landon le puso los pulgares en la cara y le secó las lágrimas que caían.
—Te amo, Karla, y me alegro de que estés aquí.
No sabía si se referían a aquí en Navidad o aquí viva, pero de cualquier
manera, ¿ese corazón mío? Latía fuertemente.
—Yo también te amo, tío Landon, y me alegro mucho de que estés aquí.
Cada vez que las chicas lo llamaban tío Landon pensaba que mi corazón
iba a explotar. ¿La forma en que amaba a esas chicas y la forma en que
sonreían cuando entraba en una habitación?
Era suficiente para calentar las partes más frías de mi corazón.
Los ojos de Landon miraron hacia la puerta, y me sorprendieron
escuchando su dulce momento con Karla.
Al principio pareció sorprendido, luego sus labios se curvaron en la
sonrisa más sexy y asintió una vez, separó los labios y dijo:
—Hola, Chick.
Salí disparada hacia el baño, sintiéndome avergonzada por
entrometerme en su momento íntimo.
En el momento en que llegué al baño cerré la puerta, corrí hacia el
lavabo y me salpiqué la cara con agua. Todo mi cuerpo se sentía apagado y
no estaba segura de cómo manejar la ráfaga de emociones que me invadía.
Landon estaba guapo, saludable y feliz. No podía dejar de pensar en
acercarme a él y acercarlo para darle un pequeño abrazo. ¿Qué me pasaba?
Tal vez la tristeza de las fiestas.
Más bien la tristeza del corazón.
Golpeé suavemente las manos contra las mejillas y procedí a darme
una charla de ánimo.
—Bueno, contrólate, Shay. Es solo Landon después de todo. No hay
nada que pensar en exceso aquí. Eres una mujer fuerte e independiente que
puede estar en la misma habitación que tu ex. Ambos son adultos y han
estado viviendo una vida propia desde hace unos meses. Pueden ser
cordiales y amables sin permitir que ningún pensamiento romántico
aparezca en su cabeza. Tú... lo tienes controlado —dije.
—Sí —comentó una voz al otro lado de la puerta—. Lo tienes controlado.
Abrí la puerta para ver a Landon ahí de pie con una sonrisa burlona en
su cara.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté—. ¿No sabes que es de mala
educación espiar a alguien?
Levantó una ceja.
—¿Me estás regañando por espiar como si no nos hubieras hecho lo
mismo a Karla y a mí hace unos segundos? ¿O como si no me estuvieras
follando con los ojos cuando llegué y fui a saludar a Lorelai?
¿Se dio cuenta de que lo observé?
Qué humillante.
Además, espera, ¿qué? ¿Acaba de decir que me lo estaba follando con
los ojos?
—No te estaba follando con los ojos —grité, sintiendo que mis mejillas
se calentaban por la vergüenza.
—Confía en mí, Chick, sé cuñando me están follando con los ojos. Pero
no te preocupes. —Se acercó un paso a mí, enviando una ola de electricidad
a través de mi cuerpo—. Yo también te estaba follando con los ojos.
Era tan arrogante como siempre, como si no hubiéramos roto hacía
unos meses. Como si no nos hubiéramos amado. Actuaba como un
completo... idiota engreído.
—¿Podemos dejar de decir "follando con los ojos"? Además, deberías
intentar dejar de llamarme Chick. Ya tenemos treinta años, Landon. Es un
poco infantil.
—¿Preferirías que te llamara cariño o querida?
—Probaste ambos en la secundaria. Ninguno funcionó.
—Entonces, ¿cómo debo llamarte?
—¿Qué tal si vamos con Shay?
—Bien, Chick. Veré lo que puedo hacer.
¿Qué demonios?
Sonrió con una sonrisa malvada, como si supiera algo que aún no he
descubierto.
—Puedes llamarme Shannon, si quieres mantenerlo profesional —le
ofrecí, tratando de ignorar el hipo que tenía en la garganta.
Se acercó un paso más a mí. Vi sus ojos bailando por mi cuerpo,
moviéndose por cada centímetro, siguiendo mis labios, a los que miró
durante lo que parecieron horas, aunque solo fueran unos segundos.
—¿Qué te hace pensar que quiero ser profesional contigo, Shay Gable?
Oh, dulce Caroline, me estaba follando con los ojos. Sentí la piscina de
calor en el estómago comenzando a crecer y el temblor de mis muslos
mientras Landon procedía a follarme con los ojos allí mismo en el pasillo de
Greyson, bajo el muérdago.
Di un paso atrás, tratando de interrumpir la incómoda pero deliciosa
interacción entre nosotros. Supuse que podía ver cómo me hacía sentir,
basado en el enrojecimiento de mis mejillas.
Su sonrisa se profundizó, complacido por lo nerviosa que me dejó. Él
dio un paso atrás, y yo di otros dos.
—Feliz Navidad, Shay —susurró, metiendo la mano en su bolsillo y
sacando un caramelo Laffy Taffy de plátano.
Resoplé y moví las manos mientras le quitaba el caramelo de las manos.
—Lo que sea, Landon. Feliz Navidad.
Me apresuré a volver a la cocina para ayudar a Eleanor a preparar la
comida. Levantó una ceja hacia mí.
—¿Estás bien?
—Bien. Todo está muy bien —refunfuñé para mí, pensando en lo raro
que estaba actuando Landon—. ¿Sabes qué? No. ¿Sabes qué es lo que más
odio en este mundo?
—¿Qué es eso?
—A Landon Harrison. —Se rio como si no me creyera, porque por
supuesto que era ridículo, pero no podía sacarme el malestar del pecho, así
que seguí adelante—. Quiero decir, ¿puedes creerlo? Cuando me presenté
hoy, tuvo el descaro de decirme: "Feliz Navidad". ¿Puedes creer a ese
imbécil? —escupí.
Por imbécil quería decir que lo amaba. Se rio.
—Qué grosero.
—Exactamente. Es como si estuviera tratando de confundirme.
—O solo quiso decir Feliz Navidad.
Resoplé y jadeé. Tal vez estuviera pensando demasiado en todo.
Al menos eso era lo que pensaba hasta que asomó la cabeza en la
cocina.
—¿Necesitan ayuda aquí, señoras? —preguntó.
—¿Cocinas? —contesté.
—Sí, a veces.
—¿Por qué me cuesta creerlo?
—No lo sé, pero si me das unos minutos estoy seguro de que puedo
traer una buena salchicha a tu vida. —Me guiñó el ojo.
Me.
Guiñó.
Mi estómago se revolvió por sus palabras. Estaba fuera de lugar para
él, y no tenía ni idea de lo que estaba pasando. Me recordaba al viejo Landon
que tanto solía odiar.
—Eres repugnante —grité, jodidamente confundida por la persona que
me hablaba. Ese no era el hombre al que amaba. No, en absoluto.
—Solo digo que probablemente sea la mejor carne que hayas comido
en un tiempo. Y, si la memoria no me falla, lo cual es así, ya me dijiste
cuánto te encantaba mi salchicha.
—Cállate, Landon —silbé siseé mis mejillas se calentaban—. Eres un
arrogante.
—Lo sé, ¿verdad?
—Oh, vete a la mierda, Landon —exhalé, completamente nerviosa y
avergonzada por la forma en que hablaba.
El resto de la mañana continuó con los crudos comentarios y extrañas
miradas de Landon, dejándome completamente incómoda. Sentí como si
hubiera entrado en la Dimensión Desconocida y no tuviera forma de salir.
Cuando llegó la hora del almuerzo, Eleanor me pidió que fuera a reunir
a todos.
—Los chicos están en la oficina de Grey. Entra y diles que vengan.
Estuve de acuerdo y me apresuré en su dirección. Cuando fui a abrir
la puerta cerrada, me detuve al oír voces que hablaban.
—Todo lo que digo es que podría hacer que Shay se enamorara de mí
otra vez si quisiera, pero no. Tengo mejores cosas que hacer con mi tiempo
—comentó Landon, clavándome una daga en el corazón.
—Lo dudo, hombre. Apuesto a que no podrías hacerlo. Está por encima
de ti —añadió Hank a la conversación.
—Estoy con Hank —comentó Greyson—. No va a volver a ti.
—Apostemos por ello —dijo Landon—. Dos mil dólares a que puedo
hacer que Shay se enamore de mí otra vez en los próximos tres meses.
—Oye, oye. No todo el mundo tiene una compañía de whisky o es un
actor famoso. Algunos somos pobres. Apuesto cincuenta dólares. Nada más
—añadió Hank, y ahora estaba más que enojada.
Estaban apostando por mí como si estuviéramos en el instituto. No
había forma de que volviera a tener algo que ver con esto.
Irrumpí en la habitación, lista para atacar a los chicos por su
comportamiento infantil, pero hice una pausa cuando entré y vi papeles
esparcidos por toda la oficina. Pedazos de papeles colgaban del techo como
estrellas que llenan el cielo. Los papeles cubrían el suelo y las estanterías.
Cientos y cientos de páginas a través de la habitación.
Miré a los tres tipos, que estaban haciendo mucho ruido.
—¿Qué está pasando? —pregunté, mirándolos con sus sonrisas
descaradas.
—Creo que dejaremos eso para que Landon responda —dijo Greyson
mientras él y Hank salían apresuradamente de la habitación, cerrando la
puerta tras de sí.
El corazón me latía en el pecho como si estuviera a segundos de salir
de mi cuerpo.
—¿Qué es todo esto?
—Somos nosotros —dijo, metiendo las manos en los bolsillos. Caminó
hacia mí y asintió hacia el techo—. Bueno, al menos soy yo quien te habla.
Hay más de tres mil pedazos de papel. Tres mil cartas que te he escrito. Tres
mil páginas de mi amor por ti.
Recogí un trozo de papel del suelo, completamente confundida por lo
que estaba diciendo. Mis ojos se movieron a través de las palabras mientras
se formaban lágrimas en mis ojos.

8 de enero de 2007
Chick,
Esta noche es difícil. No he podido dormir. Quería llamarte, pero dudo
que aún tengas mi número. Quería abrazarte, pero sabía que ya no tenía ese
derecho. Mi mente ha estado ocupada últimamente, y la única forma de
ralentizarla es cuando pienso en ti.
Pienso en tu sonrisa. Tu risa. Tu hoyuelo. Tu bondad.
Cada vez que me siento abrumado pienso en tus latidos.
Siempre calma la guerra dentro de mi alma.
Te extraño.
Creo que siempre lo haré.
Raine me dijo que últimamente eres feliz. A cambio, yo también lo soy.
Satán

Recogí más cartas, con mis ojos saltando por las páginas como si fuera
una adicta que necesita mi próxima dosis.

3 de febrero de 2010
Feliz cumpleaños, Chick. Espero que sea uno en un millón.
Satán

Y otra.
12 de julio de 2014
Chick,
Sé que es estúpido que siga escribiendo estas cartas, pero después de
todo este tiempo se ha convertido en una rutina. Me mantiene la cabeza
despejada, y mi terapeuta dice que cualquier cosa que mantenga mi mente
centrada es algo que vale la pena tener en cuenta. Así que sigo elaborando
mis palabras para ti. Solo para ti.
Anoche quise soñar con tus ojos.
Odio que se estén desvaneciendo de mi memoria.
Satán

Y otra…

23 de agosto de 2018,
Chick,
Anoche me dijiste que me odiabas, en la fiesta de whisky.
Odié querer decirte que aún te amaba. Que todavía eras como estar en
casa para mí. Que la época más feliz de mi vida fue cuando estaba en tus
brazos. No puedo culparte por odiarme. Yo también me odiaría por lo que he
hecho.
Pero mi amor por ti sigue ahí sentado fuerte dentro de mi pecho. Te amo
dos veces.
No creo que eso cambie nunca.
Satán

—¿Me... me escribiste todos los días durante la última década? —Me


ahogué, y la sorpresa recorrió mi sistema mientras me hallaba en medio de
la mente de Landon. Palabras que creó únicamente para mí.
—Sí. Sabía que llegaría un momento en el que debería haber parado,
pero no podía. Sentí que si dejaba de escribir mis cartas te perdería
oficialmente, y nunca quise eso. Nunca quise dejarte ir.
Me acerqué a él, repasando sus historias, y tomé sus manos con las
mías. Las puse contra mi pecho y agité la cabeza.
—Mi corazón no funciona como debe hacerlo. Tengo miedo de amarte,
porque eso significa que puedo perderte de nuevo, Landon, y eso me
aterroriza.
—Lo sé. Sé cuánto te asusta, porque me asusta a mí también. Me
aterroriza estropear esto. Me aterroriza arruinar lo mejor que me ha pasado
debido a mis caídas en la depresión, o a mis problemas con los errores que
a veces cometo. Peor la idea de perderte de nuevo es demasiado para mí.
Podemos estar asustados, pero aun así quedarnos. Podemos tener miedo y
aun así honrar nuestro amor. Todavía podemos luchar por esto, porque esto
es todo, Shay. Nunca habrá nada ni nadie más para ti. Tú eres mi historia.
Eres mi última página. Eres mi última palabra.
Tomé una inhalación profunda y la liberé lentamente.
—¿Qué pasa si tardo demasiado en descubrir cómo dejar de tener
miedo?
—¿Recuerdas lo que me dijiste cuando éramos jóvenes? ¿Cómo me
dijiste que me tomara mi tiempo y fuera despacio? Necesito que lo hagas por
ti, pero estaré aquí esperando, listo para recogerte si empiezas a caer.
Prometo ir despacio contigo, tomarme el tiempo para saborear nuestro amor,
no acelerar y perderme los momentos hermosos... tu risa, tu sonrisa, tus
latidos. Prometo moverme en silencio por nuestra historia de amor, tomando
cada respiración con cuidado y pasión. Te prometo todo esto, todo de mí. Te
prometo que seré valiente, fuerte, amable y que me quedaré. —En el
momento en que esas palabras cayeron de su boca, las lágrimas comenzaron
a rodar por mis mejillas.
Lo besé.
Fue tan suave y pequeño que ni siquiera estaba segura de que calificara
como un beso, pero mis labios rozaron los suyos cuando el tiempo se detuvo.
—¿Esta vez es para siempre? —susurré contra sus labios.
—Esta vez es para siempre. No podría imaginarme pasar otro día sin ti
a mi lado. Te amo, Shay. Te amo más de lo que pueden expresar las
palabras, y voy a pasar el resto de mi vida compensando todos los recuerdos
que nos perdimos crear. Esto —dijo, acercándome a su pecho—. Tú, yo y
nosotros. Esto es solo el comienzo de nuestra hermosa historia, y no puedo
esperar a ver qué más escribimos en nuestras páginas.
—Esta va a ser la mejor historia que he escrito.
Apoyó su frente contra la mía, sosteniéndome como si no tuviera planes
de dejarme ir.
—Te amo dos veces —dijo, besándome suavemente.
—Te amo dos veces —repetí.
Y tres veces, cuatro veces, infinidad de veces.
—¿C
ómo lo llevas? —preguntó mamá mientras
asomaba la cabeza hacia mi probador.
Mi corazón se aceleró mientras me miraba
al espejo. El vestido que descansaba contra mi
cuerpo era todo lo que había soñado. Era el
primer vestido de novia que me había probado, y supe al instante que era el
vestido para mí. Aun así, Raine y Eleanor me presionaron para que me
probara algunas opciones más.
—Nunca vas con tu primera opción, porque siempre hay algo mejor a la
vuelta de la esquina —explicó Raine—. Además, este es el primer día que he
estado lejos de Jameson en los últimos dos años, así que necesito que te
tomes más tiempo para poder emborracharme con el champán gratis.
Después del séptimo vestido y de que Raine encontrara una agradable
borrachera de champán, volví al vestido original del que me enamoré
instantáneamente.
A veces, en la vida, la primera opción era siempre la mejor.
Eso valía para el vestido, y para el hombre con el que me casaría en
unos meses.
Durante los últimos dos años, Landon y yo trabajamos para hacer
crecer nuestra historia de amor. Habíamos aprendido más sobre los
altibajos del otro. Aunque yo no sufría personalmente de depresión como
Landon, tenía días, semanas y meses en los que me sentía completamente
fuera de lugar. Pasaba por oleadas de dudas y, cuando llegaban esos días,
Landon estaba a mi lado. Me tomó mucho tiempo construir mi confianza en
nuestra relación. Sufría de muchas viejas creencias que contaminaron mi
mente, y el miedo a veces entraba en mi corazón, haciéndome creer que las
cosas eran demasiado buenas para ser verdad. Que algún día Landon se
daría cuenta de que estaba mejor sin mí. Que no era suficiente.
En esos días, semanas y meses, Landon se acercaba a mí. Su amor se
convirtió en un arma contra mis dudas y las eliminó recordándome nuestras
verdades. Que nuestro amor era fuerte. Que nuestro amor era real. Que no
importaban las tormentas, el sol siempre brillaría sobre nuestra historia.
Cuando me pidió que me casara con él, fue el sí más fácil de mi vida.
—Creo que esto es todo. —Me volví hacia mi madre con lágrimas en los
ojos—. Este es el vestido con el que quiero casarme con Landon.
Sus ojos brillaban.
—Es perfecto. Simplemente perfecto.
En los últimos años, nunca había visto a mi madre más feliz. David
hizo lo que prometió y fue más allá para mostrar la cantidad de amor que
sentía por mamá. Llevaban más de un año felizmente casados, y nunca en
mi vida supe que el amor podía ser tan completo.
Resultó que no todos los hombres eran malvados, algunos no querían
nada más que la felicidad para los amores de sus vidas. Esa era una de las
mejores verdades que había aprendido.
Mima metió la cabeza en el probador y sus ojos se llenaron de lágrimas
mientras miraba hacia mí.
—Dios mío, eso es todo, ¿no? Lo supe la primera vez que te vi en él.
—Sí. Este es el elegido. —Asentí mientras pasaba los dedos sobre la
hermosa tela crema. Era un vestido de princesa, cubierto de encaje y
cristales en todo el vestido.
Mima caminó hacia mí con un gran sobre en sus manos y me lo mostró.
—Se me instruyó que te diera esto una vez que hubieras tomado tu
última decisión. Vamos, Camila. Démosle un tiempo a solas con el paquete.
Las dos salieron del probador, y abrí el paquete.
Dentro había un cuaderno con algunos caramelos en el fondo del
paquete.
Caramelos Laffy de plátano.
Mis labios se curvaron con una sonrisa cuando abrí el cuaderno y
empecé a leer las palabras contra la página.

Chick,
Hoy es el día en que la mujer de mis sueños ha encontrado el vestido de
sus sueños. Ha descubierto el vestido que llevará cuando camine por el pasillo
para darme mi "felices para siempre". No creí en las historias de amor antes
de que entraras en mi vida. No creía en el romance ni en los finales felices, ni
en nada con un gramo de vida.
Tú cambiaste todo eso para mí. Me trajiste a un nuevo reino de creencias.
Me has hecho creyente del amor verdadero, y no puedo agradecértelo lo
suficiente.
Quería compartir contigo unas palabras sobre cómo has cambiado mi
vida para mejor, cómo sin ti no hay hogar.
Eres la definición de fuerza y amor. No solo el amor por los demás, sino
por ti misma. Ha sido un honor ver cómo te has convertido en la mujer fuerte
que eres hoy. Luchas por tu felicidad en todos los aspectos de tu vida, y me
inspiras a ser mejor. Me empujas a perseguir mis sueños sin preocuparme por
las opiniones de los demás. Calmas la tormenta dentro de mi cabeza. Cuando
estoy en las profundidades de una zona de guerra, tú sigues siendo mi mente.
Eres mi alma gemela, mis latidos, mi amor de cuento de hadas, y no
puedo decir lo suficiente lo mucho que me has convertido en una mejor
persona.
Cuando camines por el pasillo hacia mí con esa hermosa vestimenta,
sabrás que te prometo mi eternidad. Te prometo mis altibajos. Te prometo que
me esforzaré por hacerte feliz. Por hacerme feliz a mí. Por hacernos felices.
Hubo un momento en mi vida en el que nunca pensé que llegaría a los
treinta. Vivía con una nube de oscuridad sobre mí que pensaba que nunca se
aclararía, y entonces llegaste a mi vida y me iluminaste con la tuya. Me
trajiste a un lugar donde aprendí a hacer las paces con mis demonios, no
permitiéndome, sino empujándome a querer más para mí. Para darme la
mejor oportunidad de la vida.
Me has salvado.
Día tras día me salvas la vida.
Te amo dos veces. Desde ahora hasta siempre. No puedo esperar a que
seas mi esposa.
Brindo por nuestra historia. Nuestros problemas, nuestra luz.
Gracias por las hermosas palabras que me has dado a lo largo de los
años.
Soy el hombre que soy hoy gracias a tu amor.
Satán

P.D. Estás hermosa hoy. No te preocupes, no estoy a la vuelta de la


esquina echando un vistazo. Solo sé que no importa lo que haya sobre tu
cuerpo, siempre estás radiante. Espero que hoy puedas sentir mi amor desde
la distancia. Lo estoy enviando en oleadas.
Mis labios se curvaron con la más grande sonrisa mientras mi corazón
golpeaba contra mi pecho. Una vez me enamoré de un chico. Un hermoso y
roto muchacho que tenía su propio mundo de problemas. Luchó contra sus
demonios. Iba a la guerra cada día y volvía más fuerte que antes, y era mío.
Todos sus golpes, todos sus moretones y todas sus cicatrices de batalla
eran míos, y amaba a todos y cada uno de ellos.
—Y
el ganador del mejor guion es para… —el
presentador se tomó su tiempo abriendo el sobre
mientras mi mano se mantenía fuertemente
envuelta en el agarre de Shay—, Steven Kane por
Beyond.
La sala aclamó a Steven cuando subió a los escalones del escenario
para aceptar su Oscar por la noche. Shay y yo aplaudimos por él mientras
daba su discurso. El tipo incluso lloró, lo cual era de esperar. Lo habían
nominado a diez Oscars en el pasado y nunca había ganado uno en su vida.
Aun así, sentí como si a mi esposa le hubieran robado el premio.
Shay había sido nominada a su primer Oscar, y había asumido la
pérdida de la misma manera que había asumido cada momento de su vida:
con gracia y humildad. Aplaudió a Steven con una verdadera y genuina
sonrisa en sus labios, y esa fue la razón por la que la amaba más: porque
sabía cómo ser feliz por los demás. Comprendía que el éxito de Steven no la
convertía en un fracaso. Sabía que, sin importar qué, era lo suficientemente
buena, se lo dijeran otros o no.
Nunca aceptó mi oferta de dejar caer su nombre para que su trabajo
fuera visto por el mundo, aunque curiosamente Sarah Sims la ayudó en ese
frente. Hacía años, después de que Sarah publicara la historia de Shay en
Good Morning America, unos agentes se acercaron a Shay, preguntándole si
necesitaba representación. Era divertido cómo funcionaba el universo, lo
que parecía el final de los sueños de Shay fue realmente solo el principio.
A partir de ahí, trabajó duro con su nueva agente, Maggie Estate, para
alcanzar sus objetivos. La primera vez que vimos su película en el cine lloré
como un maldito bebé porque estaba muy orgulloso de ella. Era la definición
de perseverancia. A lo largo de los años, a Shay le habían dicho "no" docenas
de veces, pero nunca abandonó sus sueños porque su creencia en sí misma
era más grande que el "no" de cualquier otra persona.
—Algún día alguien tendrá que decir sí —decía siempre—. Así que ahora
no es el momento de dejarlo.
Me encantaba su disposición a no rendirse nunca ante nada.
Afortunadamente nunca se rindió conmigo. Incluso en nuestros días más
oscuros mantuvo una parte de su corazón abierto a nuestro amor.
Nunca se me dio tan bien como ella no ahogarme en las dudas, pero
me enseñó a respirar en los momentos difíciles. Me enseñó que cada
segundo era una oportunidad para empezar de nuevo. Cada vez que me caía
me recordaba que podía levantarme y empezar de nuevo. Cuando me caía
Shay estaba allí, extendiendo su amor hacia mí, ayudándome a ponerme en
pie.
Me habría gustado decir que me había curado de mi depresión, pero no
era así. Sin embargo, aprendí a honrar mi oscuridad. A no hacerla a un lado
y a tener conversaciones sinceras con mi desesperación. Me permití sentir
lo que tenía que sentir a veces para resolver mis problemas. Día tras día
había desempacado mis cajas, y lo hermoso de desempacar era que pude
hacer espacio para las cosas hermosas que venían a mi mundo.
Tres cosas para ser exactos. Tres cosas buenas.
Shannon Sofia Harrison.
Ava Maria Harrison.
Lance James Harrison.
Los tres amores de mi vida.
Cuando Shay y yo nos enteramos de que íbamos a tener gemelos, nos
alegramos mucho. Ava y Lance cumplieron cinco años el fin de semana
pasado, y eran los niños más felices niños conocidos por la humanidad.
Eran como su madre, el faro que me llevaba a casa cada noche.
Después de la entrega de premios, Shay y yo decidimos no ir a la fiesta
de los Oscar de Vanity Fair. Teníamos nuestra propia celebración
esperándonos en casa.
Cuando llegamos a nuestra casa de Los Ángeles, una sonrisa se dibujó
en mi cara mientras los ojos de Shay se abrían de par en par con alegría.
—No lo hiciste —dijo con un suspiro, aturdida.
—Sí, lo hice.
En el porche estaban todos nuestros seres queridos, sosteniendo un
cartel que decía “Eres nuestra dama ganadora”. Todos vinieron para el gran
evento. Todos nuestros amigos y familiares se presentaron para animar a
nuestra protagonista.
Se formaron lágrimas en los ojos de Shay mientras nuestros pequeños
tenían en sus manos Oscars hechos a mano.
Cuando salimos del auto, corrieron hacia su madre y la abrazaron.
—Aquí están tus verdaderos Oscars, mamá —dijo Ava, entregándole las
obras artesanas—. Los de la televisión parecían realmente falsos.
—Sí, mamá. Tienes dos aquí, a diferencia de ese estúpido programa —
dijo Lance, entregándole también el suyo.
Las lágrimas rodaron por su rostro y besó las mejillas de nuestros hijos.
—Estos son los mejores premios que he ganado.
Abrazamos a todos los que se presentaron esa noche y descorchamos
botellas de champán en honor al gran logro de Shay. La noche siguió y siguió
con risas, alegría y amor. Mientras miraba alrededor de mi casa, me di
cuenta de que todo lo que había soñado se había hecho realidad. No se
trataba de fama, dinero o éxito. Se trataba de la familia, el amor y la
felicidad. Tenía esas tres cosas desbordándose de mi vida. Era el hombre
más afortunado del mundo, con cicatrices y todo.
Cuando la noche avanzó, todos acordaron reunirse al día siguiente para
un gran almuerzo de celebración.
Shay se dirigió a nuestra habitación para ducharse y prepararse para
la cama mientras yo me encargaba de acostar a los pequeños.
—¿Puedes leer otro? —Lance bostezó mientras estaba en la cama.
—Sí, papá, otro —dijo Ava, haciéndose eco del bostezo de Lance.
Aunque fácilmente podrían haber tenido sus propios dormitorios, los
gemelos estaban convencidos de que querían compartir habitación hasta los
ciento cuatro años. Veríamos cómo se sentían al respecto cuando los años
de la adolescencia llegaran.
Me acerqué a ellos y los besé en la frente.
—Esta noche no. Ya hemos leído cuatro libros, y ya se ha pasado la
hora de acostarse.
Los dos hicieron pucheros, pero no iba a ceder. La noche anterior
terminé leyéndoles seis libros. Shay me llamaba "fácil de convencer". Estuve
de acuerdo un millón de veces. No me sorprendía que a los niños les
gustaran tanto los cuentos, ya que su madre era una de las narradoras más
asombrosas de todos los tiempos.
Casi, lo suficientemente buena para un Oscar. De nuevo, si me
preguntas a mí, se lo robaron.
Apagué la luz del dormitorio de los niños y me dirigí a mi habitación
para caer en la cama con una esposa muy cansada.
Ya estaba medio dormida mientras me arrastraba hasta su lado. Le
besé la frente mientras llevaba su cuerpo contra el mío. Se fundió contra mí
como si los latidos de su corazón estuvieran hechos solo para encajar con
los míos.
—Soy muy feliz —susurró, rozando con sus labios los míos.
—Yo también. —Muy, muy feliz.
Bostezó y se acercó más. Sus ojos se cerraron cuando la somnolencia
comenzó a arrastrarla por el resto de la noche, pero sus labios se separaron
cuando suavemente me hizo la pregunta más importante de mi vida.
—¿Cómo está tu corazón?
—Completamente lleno —respondí.
¿Ese corazón mío? ¿Ese corazón dañado, maltratado y magullado
dentro de mi pecho? Latiría por y para siempre por ella.
La autora Brittainy C. Cherry es número uno en la lista de mejores
vendidos de Amazon. Ha estado enamorada de las palabras desde el día que
en tomó su primer aliento. Se graduó en la universidad de Carroll con una
licenciatura en arte dramático y un título menor en escritura creativa. Sus
novelas han sido publicadas en más de dieciocho países alrededor del
mundo. Brittainy vive en Brookfield, Wisconsin, con sus bebés peludos.

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