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EL CONTRATO DE SEGURO

1. Función del seguro:

El costo de la reparación de un daño futuro e incierto, coloca al agente pasivo de ese


eventual daño en la necesidad de adoptar técnicas preventivas que contribuyan a
bloquear total o parcialmente las consecuencias derivadas del daño eventual.
Una de esas técnicas lo constituye el seguro.
El seguro no elimina el dañó sino que tolera que sus consecuencias sean transferidas
por el sujeto amenazada a otro (asegurador) que a esos fines ha constituido una
mutualidad especialmente preparada para absorber el riesgo de indemnización.

El objeto del contrato de seguro consiste en una operación jurídico-económica


constituida por el intercambio entre una cotización o prima a cargo del asegurado
por el resarcimiento de un daño, si es que se verifica un evento futuro e incierto
susceptible de provocarlo, ó el cumplimiento de una prestación a cargo del
asegurador.
Es decir el asegurador se compromete, contra el pago de un precio convenido, a
eliminar las consecuencias dañosas sufridas por el asegurado derivadas de la
verificación de un siniestro cubierto que implique la realización de un riesgo
determinado, o en afrontar el pago de una prestación convenida sin consideración
de la existencia de un daño. Será pago de la indemnización en el primer caso y en el
segundo pago de la prestación convenida con abstracción de la existencia de daño.

Generalidades de la operación técnica del seguro:

La operación seguro no es factible de ser entendida de un punto de vista técnico


-económico, fuera de la mutualidad de asegurado y con la intervención de una
empresa intermediaria entre una pluralidad de sujetos expuestos a riesgos
determinados.
Es decir, el seguro no es posible comprenderlo en su función económica técnica en
forma individual, esto es como asunción aislada de las consecuencias dañosas a las
que está expuesto un solo sujeto.

Resulta esencial de la operación la conformación de una mutualidad que consiente el


reparto entre aquella pluralidad de sujetos expuestos a riesgos, de la carga
económica que implica su efectiva realización (siniestros).
De ese modo, el riesgo individual se transforma en un riesgo colectivo.

La causa-fin económica-técnica del seguro está alcanzada en la dispersión del riesgo


individual en una pluralidad o suma de economías individuales que conforman la
noción de comunión de riesgos o mutualidad.

El método estadístico de relevamiento de probabilidades de los hechos humanos y


naturales facilita una determinación anticipada del costo que afronta cada
integrante de la mutualidad.
Concepción unitaria del contrato de seguros:

La doctrina de la concepción unitaria del seguro entre la que se enrola Ruben Stiglitz
considera al contrato de seguro como un contrato indemnizatorio.
Consideran que el principio indemnizatorio atrapa conceptualmente todos los
riesgos que constituyen su objeto, se trate de seguros de daños patrimoniales o de
personas, lo que justifica y explica la existencia de principios generales comunes a
todos ellos, aún cuando normativamente se regulen hipótesis particulares
correspondientes a tipos contractuales diversos entre sí.

Tesis dualista:

Esta posición doctrinaria, en la que se destaca Halperín, sostiene que el desarrollo


del seguro de personas, especialmente el seguro de vida y de él específicamente el
seguro de vida en caso de supervivencia, ha dejado bloqueada la posibilidad de que
el contrato de seguro en todas sus ramas pueda ser explicado o fundado en una
única función indemnizatoria.
Halperin niega el carácter resarcitorio del seguro de vida y el de supervivencia,
aduciendo que el capital es debido al vencimiento del plazo o del siniestro porque se
percibió la prima correspondiente, sin prueba del daño, aunque se haya cobrado
otros seguros o se haya percibido de un tercero la indemnización por muerte.
En síntesis, la tesis dualista afirma que la obligación del asegurador consistente en
una prestación dineraria fijada en proporción a la prima, no es debida en
consideración de un daño sufrido por el acreedor al pago. El asegurador lo afronta
con motivo de haber percibido la cotización acordada y en favor del titular del
crédito quien o asume la carga de la prueba del daño ni de su extensión. La
prestación se debe aunque por el mismo evento se haya celebrado otro contrato
análogo, se haya recibido indemnización del daño de un tercero por distinta fuente,
o aunque no haya existido daño.

El seguro como contrato indemnizatorio:

Ciertas especies del seguro de personas, como es el de seguro de accidentes


personales (arts. 149/152 LS) o colectivo (art. 153/156 LS) presupone la existencia de
un daño (lesiones corporales/muerte) que se traducen en el reconocimiento de una
indemnización como contenido de la obligación del asegurador que varía
convencionalmente según la consideración de la incapacidad del titular del interés
asegurable o del beneficiario, según el caso o el valor de la vida humana tarifado
legalmente.
En todos los casos de estos seguros se trata de una presunción irrefragable de daño
real.

El seguro como operación jurídico-económica y sus fundamentos técnicos.


Para alcanzar una definición sobre la operación jurídico-económica denominada
“contrato de seguro” se requiere detenernos en una explicación técnica.
Así el contrato de seguro solo es factible de ser comprendido en un contexto más
dilatado que el del mero intercambio entre prestaciones pues ello no basta para
comprender los fundamentos y normas a las que se halla sometido el contrato.

La mutualidad:

La operación seguro configura la transferencia a una empresa de las consecuencias


dañosas para la hipótesis de realización de una riesgo (siniestro).
Es que no es concebible el seguro entre quien se halla sometido a la potencial
verificación de un único evento incierto, futuro, dañoso si se pretende transferir los
efectos perjudiciales que derivan del mismo, a un asegurador que tomarìa a su cargo
sólo los efectos de ese siniestro y de ningún otro.
Se tratarìa de una transferencia meramente especulativa, y que sucederìa ante la
insolvencia del asegurador?

No debe confundirse la aleatoriedad del seguro con el contrato de seguro. El


primero, desde su concepción técnica, requiere para su explotación comercial y su
administración de una empresa cuya función consiste en eliminar o disminuir las
consecuencias del azar. En cambio, el contrato de seguro, por esencia, constituye un
contrato aleatorio, al que le es inherente el azar. Y el modo de eliminar los efectos
derivados del álea se alcanza mediante el agrupamiento de una multitud de
asegurados que contribuirán proporcionalmente con cada una de sus respectivas
cotizaciones o premios a un fondo común de una misma empresa. De dicho fondo se
extraerán las sumas de dinero con las que se afrontarán los siniestros, en beneficio
de los integrantes de la mutualidad.

Esta mutualidad es la que permite amortiguar los efectos del álea, neutralizar la
entidad de los riesgos realizados (siniestros), fraccionar o diluir sus consecuencias.

Organización científica de la empresa:

La operación seguro solo es factible de comprender como objeto de la actividad de


una empresa científicamente organizada. Esta empresa podemos definirla como
“aquella que ejerce profesionalmente una actividad organizada con la finalidad de
producir servicios”.

Los elementos estructurales que integran esa definición son:


a) La actividad profesional;
b) La organización;
c) La finalidad consistente en la producción de servicios para ofrecerlo en el
mercado, que no es otra que la actividad continua repetida y organizada
conclusión de contratos de seguro.
La empresa de seguro constituye el ejercicio profesional y organizado de la actividad
aseguradora, que se manifiesta a través de la conclusión (perfeccionamiento)
repetida y continuada de contratos.
La empresa aseguradora requiere la organización de la mutualidad de riesgos en
función de lo que se enuncia como “leyes de la estadística” que son las que permiten
determinar anticipadamente la probabilidad teórica o matemática de producción de
siniestros (entidad del álea), la regularidad con que se verifican (dato experimental),
frecuencia y su costo medio o entidad de la prestación.

La empresa de seguros científicamente organizada debe prever el número de


siniestros que habrán de verificarse con relación a la naturaleza de los riesgos
asegurados. Ello requiere de un cálculo de probabilidades y este sólo es posible
sobre la base de experiencias siniestrales pasadas, recogidas estadísticamente.

Fundamentos o normas técnicas.

La actividad profesional de la aseguradora debe fundarse en una serie de criterios o


normas técnicas cuya eficacia se halla condicionada a la obtención de la más amplia
masa de riesgos.

El asegurador debe intentar obtener la más amplia masa de riesgos pues la mayor
cantidad de operaciones de seguros que concluya genera una suerte de
compensación entre los riesgos de mayor probabilidad siniestral con los riesgos de
menor probabilidad siniestral.

Cuáles son esos criterios técnicos:

1. Homogeneidad de los riesgos: La masa de riesgos debe homogeneizarse


estadísticamente. Ello significa que se clasifican los riesgos por grupos
homogéneos, lo que facilita el cálculo del premio. La estadística nos proporciona
el grado de probabilidad de siniestros en función de cada grupo de riesgos y ello
presupone homogeneidad de tarifas.
2. Dispersión de los riesgos: Desde la observación empírica se predica que, cuanto
más amplia es la masa de riesgos, son menores los eventos de una determinada
naturaleza que tendrán posibilidad de gravitar sobre la totalidad de los riesgos
asumidos. Los riesgos generalizados suponen una concentración de los daños y el
consecuente aumento de la entidad de los mismos. Para neutralizar ese efecto es
preciso asumir riesgos diseminados o dispersos, lo que evita la realización de los
mismos (siniestros) que abarquen gran cantidad de intereses asegurador.
3. Frecuencia de riesgos: No es factible concebir el seguro sobre la base de la
realización extremadamente repetida o reiterada del riesgo ni tampoco de que la
producción sea insólita, pues ambas hipótesis obstaría a una adecuada
apreciación estadística cuya eficacia se halla condicionada a hechos repetidos
con cierta regularidad.
4. Fraccionamiento de riesgos: No siempre la empresa puede afrontar las
consecuencias económicas íntegras de la realización de un riesgo, en tanto
podría exceder su plan financiero, por lo cual opta por su fraccionamiento. Este
supuesto implica asumirlo parcialmente a través de distintas alternativas como
ser: la pluralidad de seguros o seguro acumulativo o múltiple, instituto que tolera
que por iniciativa del tomador y sin acuerdo previo entre aseguradores la
cobertura de un mismo interés asegurable, contra el mismo riesgo, durante el
mismo plazo, con más de un asegurador (art. 67-1 LS) tomando a su cargo cada
uno de ellos una contribución proporcional al monto de su contrato, hasta la
concurrencia de la indemnización debida (art. 67-2 LS). Otra alternativa lo
constituye el coseguro o coaseguro, especie de pluralidad de seguros y que
consiste en que cada asegurador cubre una cuota parte del riesgo total, fijando
de antemano por convenio entre los aseguradores, y finalmente, el reaseguro
que implica en principio, una transferencia del excedente de la suma máxima
asegurada (pleno) que tolera su plan financiero.

Efecto que produce el cumplimiento de esas normas técnicas.

Uno de los efectos es que se permite la acumulación de la mayor cantidad de dinero


proveniente de premios o cotizaciones.
La formalización de la mayor cantidad posible de contratos importará una
acumulación de dinero procedente del pago de premios que le permitirá disponer de
una masa importante de dinero para afrontar el pago de las indemnizaciones y
prestaciones a su cargo.
Esa acumulación de fondos le permitirá la aplicación de tarifas justas y razonables.
La aplicación de esas tarifas se halla condicionada a la correcta observación empírica
de la probabilidad de realización de los riesgos (siniestros), de su costo indicativo, de
la masa de premiso acumulados y de una correcta administración de esos fondos.
Para el funcionamiento correcto de éste sistema es importante destacar que la
aseguradora asume la obligación contractual en consideración a un riesgo, tal como
ha sido contractualmente establecido, es por ello que a la hora de conflicto es
importante que se realice una interpretación literal de las cláusulas contractuales
pues ello constituye un elemento esencial para la empresa aseguradora, de lo
contrario se pone en riesgo justamente esa “comunidad de riesgos”.-

La contratación en masa:

La disciplina uniforme de las relaciones contractuales singulares se ejerce a través de


la determinación, por parte de la empresa de seguros, de la tarifa de los premios, de
la predisposición de las condiciones generales que devendrán en el contenido
contractual, de su instrumento probatorio por excelencia, la póliza.

Las primas deben ser elaboradas sobre la base de un cálculo estadístico actuarial que
tiene en cuenta el presupuesto financiero en cada anualidad asegurativa para hacer
frente a las obligaciones contractuales asumidas por los aseguradores. Ello responde
a la técnica específica de las aseguradoras del parcelamiento por categorías
homogéneas de la masa de riesgos y la sucesiva repartición pro cuota de la carga
económica, estadísticamente determinada entre el universo o mutualidad de
asegurados.

De ello se sigue la ineludible necesidad de que la empresa aseguradora opere con


contenidos contractuales unilateral y uniformemente predispuestos por ella, lo que
presupone la eliminación de la etapa de tratativas previas al perfeccionamiento del
contrato. Todo como consecuencia de la comercialización en masa de servicios.

Como ya sabemos ésta modalidad contractual deja al cocontrante no predisponente


en la situación de adherir o no contratar colocándolo desde la génesis en una
situación de desigualdad. De ello se deriva la necesidad de consagrar una plataforma
normativa sólida que satisfaga la legítima tutela de los derechos de los tomadores de
seguros de los posibles abusos.
Esta exigencia se atiende a través del control directo del contenido de los términos
contractuales desde el aspecto de la legitimidad y claridad (transparencia) del
contrato y éste control debe provenir de “afuera del contrato”.

La empresa aseguradora:

La empresa aseguradora es aquella que ejerce con carácter profesional una actividad
económica organizada que tiene por finalidad ofrecer en el mercado la celebración
continua de contratos de seguros.

Se trata de una empresa cuyo objeto exclusivo consiste en la celebración de


contratos de seguro.

La actividad de la aseguradoras tienen su propia regulación especial.

La ley regulatoria de la actividad aseguradora no sólo debe preservar la constitución


y funcionamiento de las empresas, sino además vigilar la estricta observancia de los
principios sobre los que se asienta la organización de la mutualidad y la estructura de
las sociedades. Asimismo, este sistema de control debe atender como objetivo
último, la protección efectiva y conducente del asegurado y de terceros interesados.

El ejercicio de la actividad aseguradora y el control de la misma se halla sometido a


una ley especial que la regula, la ley 20.091.

Esta regulación específica se extiende a:


a) La naturaleza de los entes que pueden operar en calidad de aseguradores (arts 2
inc. A, b y c)
b) La autorización para funcionar como tales (art. 2-s)
c) Condiciones de funcionamiento (art. 7)
d) Aprobación previa de planes técnicos y contractuales (art. 23) entre los que están
la aprobación de la predisposición de los textos de las pólizas (art. 23 inc. A y 25),
la propuesta; las primas aplicables (art. 24 incs. A y b y 26).
e) Control de gestión de la empresa: capitales mínimos (art. 30); reservas técnicas y
de siniestros (art. 33); a las inversiones (art. 35-2); reaseguros (art. 36);
administración (art. 37) y balances (art. 38).
f) La fusión y cesión de cartera (art. 46);
g) La revocación de autorización para operar (art. 48);
h) La liquidación por disolución voluntaria (art. 50);
i) La liquidación forzosa (art. 51);
j) Penas aplicables (art. 58);
k) Autoridad de control (art. 64) y
l) Procedimientos y recursos (art. 82)

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