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Pedagogía del Debate

“Enseñar sin diálogo es educar para la opresión”


- Paulo Freire

En cualquier debate de sobremesa, al analizarse los enormes retos que enfrenta nuestro
país, en un momento de lucidez un comensal afirma: “…el problema es la educación...”.
Que a manera de revelación encuentra puntos de acuerdo entre posturas que parecían
irreconciliables. No es sorpresa que la promesa de invertir más en educación sea parte de
cualquier campaña política pero, por supuesto, la educación como política pública es un
tema tan complejo y multifactorial como los enormes retos que enfrenta nuestro país
juntos. Y es que el cómo y qué enseñamos dice mucho sobre nuestra propia concepción
de la realidad y no es ajeno a agendas ideológicas. En dicho sentido, existen corrientes
pedagógicas que encuentran cada vez mayores detractores -por obsoletas- al alejarse cada
vez más de la moral positiva en un mundo globalizado.

La práctica del debate fomenta el desarrollo de múltiples habilidades que consideramos


valiosas en una comunidad democrática que aprecia la libertad y al individuo:
pensamiento crítico, autoestima (empoderamiento), expresión oral y rendimiento
académico. Múltiples estudios empíricos lo demuestran (ver, “Debating the Evidence”,
CfBT Education Trust y English Speaking Union, 2011 ). Sin embargo, en nuestro país, no es
común que las escuelas promuevan programas académicos de debate competitivo o
exijan debatir como método pedagógico en el aula.

El “Nuevo Modelo Educativo” publicado en 2017 por la Secretaría de Educación Pública


sostuvo que una de las innovaciones del Nuevo Modelo superaría el aprendizaje a través
de memoria para que los alumnos “Aprendan a Aprender”. Una de las principales
estrategias implementadas para lograrlo es fomentando la investigación por parte del
alumnado y el debate tan solo se recupera como actividad de apoyo en ciertas asignaturas
para tópicos en concreto. Si bien todo esto es un paso en la dirección correcta,
consideramos que darle una mayor relevancia a la práctica del debate -sea como actividad
extracurricular o como asignatura- podría avanzar de forma acelerada la agenda
pedagógica de vanguardia que todos deseamos para nuestro país.

Es muy común escuchar entre docentes la opinión -o amarga queja- que las nuevas
generaciones tienen cada vez una menor “capacidad de atención”. Sin embargo, estudios
(Ver “State of Attention Report 2018” de Prezi y Kelton Global) sostienen que no es una
capacidad de atención menor, empero una atención selectiva. Es decir que, ante la
diversidad de información disponible, la persona decide qué información le será útil por
atractiva, interesante, entretenida o por cualquier otra razón que atrape a los temibles
centennials. Una estrategia para enfrentar los retos de la educación frente a la atención
selectiva es empoderando al alumno como un agente del conocimiento y no solo como
receptor.
Una de las principales características que hacen de la práctica del debate un ambiente
idóneo para conseguir este propósito es que exige transitar de la educación pasiva a la
educación activa. El alumno abandona su rol como receptor y se posiciona como
generador de conocimiento quien analiza, discute, expresa y sostiene ideas. Lo anterior
provoca motivación en el alumno quien, para analizar información primero necesita
obtenerla, de dicha manera, una vez trasladada la responsabilidad de generar
conocimiento, el alumno se ve motivado a emplear su atención selectiva en obtención de
información útil. Esta es una de las razones por las que, la práctica del debate, no solo
refuerza las habilidades de expresión oral o pensamiento crítico en abstracto, empero
también impacta en el rendimiento académico general de los alumnos.

Esto no implica abandonar a la cátedra como método de enseñanza, empero


complementarla y reducirla a sus mínimos esenciales. Mientras la parte expositiva se
centrará en lo que los estudiantes deben pensar (conocimiento, comprensión y
aplicación), actividades como el debate se centrarán en cómo pensar (análisis, síntesis y
evaluación) (Ver “Urban Debate and High School Educational Outcomes for African
American Males”, Briana Mezuk, Journal of Negro Education, 2009).

La implementación del debate como actividad extracurricular (equipos de debate) o como


estrategia pedagógica (tópica/mayéutica) o ambas, sería un excelente estrategia para
avanzar la renovación de la educación pública o privada hacia una verdadera pedagogía
de la libertad que empodere al alumno como persona y ciudadano.

Sergio Luna Amaya


Asociado fundador de la Asociación Mexicana de Debate
@sergioestimado
@amxdebate

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