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Este documento discute la aplicabilidad del conocimiento en las universidades dominicanas. Argumenta que la teoría y la práctica no son distintas sino fases del conocimiento, y que separarlas crea confusión. También señala que las nuevas tecnologías plantean retos para la enseñanza superior, como motivar el aprendizaje sin lecturas o instrucción directa. Finalmente, propone que las universidades deben decidir no solo cómo centralizar o descentralizar el conocimiento, sino también cómo extenderlo, expandirlo y diversificarlo.
Este documento discute la aplicabilidad del conocimiento en las universidades dominicanas. Argumenta que la teoría y la práctica no son distintas sino fases del conocimiento, y que separarlas crea confusión. También señala que las nuevas tecnologías plantean retos para la enseñanza superior, como motivar el aprendizaje sin lecturas o instrucción directa. Finalmente, propone que las universidades deben decidir no solo cómo centralizar o descentralizar el conocimiento, sino también cómo extenderlo, expandirlo y diversificarlo.
Este documento discute la aplicabilidad del conocimiento en las universidades dominicanas. Argumenta que la teoría y la práctica no son distintas sino fases del conocimiento, y que separarlas crea confusión. También señala que las nuevas tecnologías plantean retos para la enseñanza superior, como motivar el aprendizaje sin lecturas o instrucción directa. Finalmente, propone que las universidades deben decidir no solo cómo centralizar o descentralizar el conocimiento, sino también cómo extenderlo, expandirlo y diversificarlo.
El discurso en su decurso -como recurso del curso- estimula en su retórica pero restringe en su dialógica. La cátedra universitaria debe perseguir la concreción de objetivos lógicos para que la episteme logre abstraerse desde la doxa y la tecné concretizarse en la praxis; el conocimiento de la técnica ejercerá su influencia pedagógica en la opinión de la práctica: lo que se practica también se teoriza y lo que se teoriza a su vez se tecnifica. Es decir que, en tanto que pragmática sofisticada en la experiencia psicosocial, la teoría es una técnica cognitiva de captación de datos, organización de informaciones y memorización de conocimientos y la técnica es una teoría procedimental que restringe el comportamiento y potencia la conducta ─lo mismo en los procesos adaptativos de comprensión y transformación de la realidad que en los procesos de expectación y de recreación de la consciencia (y en ella quedan implícitos, por supuestos, los procesos biopsicosociales concebidos desde las neurociencias). Por tanto, el ser y su hacer humano están proyectados y proyectándose constante y permanentemente en un mismo plano de la realidad: sintiendo (dimensión biológica), pensando (dimensión psicológica) y actuando (dimensión social) transformamos conscientemente nuestro entorno o nos adaptamos inconscientemente a él, pues somos seres que transforman y que a su vez son transformados (no solo por la influencia del ambiente sino también por las propias acciones realizadas).
Ahora bien. Si de lo que se trata en el aula es de convencer (transformar) a estudiantes que oyen (o miran) a que escuchen (o vean) para que atiendan (observen), entiendan (reflexionen) y comprendan (critiquen), entonces hay que elegir bien las palabras (o las imágenes) para estimularles a que hagan lo que tienen que hacer al recibir la enseñanza, que será aprender a aprehenderla primero y, luego, a procesarla sistematizada para posteriormente aplicarla metodologizada.
Sin embargo, en nuestras academias -y en nuestras sociedades- se pretende hacer una separación forzosa entre lo teórico y lo práctico como si ambas actividades fueran en esencia independientes una de la otra y ello crea mucha confusión en el proceso de enseñanza-aprendizaje, llevando incluso al menosprecio de una u otra por parte de los estudiantes (y de los mismos sistemas de enseñanza), sin saber -o sin querer aceptar- que la teoría y la práctica solo son fases diferentes mas no distintas del conocimiento. Como nota al pie, podría decirse que la confusión tal vez se origina en el supuesto ingenuo de que los procesos de adquisición de información y aplicación del conocimiento están determinados por la dicotomía existente entre la teoría abstracta versus la práctica concreta.
No obstante a todo ello, a veces lo extrínseco queda implícito en la situación y otras, por el contrario, queda explícito lo intrínseco en el contexto. Como ejemplo de lo anterior está el libro, instrumento y herramienta teórico-práctica por excelencia para la construcción del conocimiento; para aprender la teoría solo se necesita práctica (o tirar páginas para la izquierda, como se dice en los coloquios). El libro, jugando entre lo tácico y lo fáctico un papel fundamental en la civilización de la cultura, es la prueba irrefutable de que la teoría (ideológica) y la práctica (tecnológica) van unidas, pues, metodológicamente, una no es posible sin la otra, al menos no en un contexto académico (y en este contexto, asumimos al audiolibro como lectura auditiva).
Imaginemos, pues, a esa persona que va a la academia superior con la intención de instruirse (motivos) y el objetivo de especializarse (razones). Tendrá entonces varias opciones, (1) creer en un facilitador del que desconfía (2) confiar de un libro en el que no cree. (A) Negarse a leer es negarse a aprender y (B) quien no quiera aprender no podrá escuchar cátedras. Por suerte, también suele ocurrir lo contrario, que es el encuentro idílico entre la cátedra y el discipulado. La ideología de la tecnología es la (teoría) que posibilita el desarrollo de la técnica en la solución práctica de los problemas (incluso la tableta de lectura digital no ha podido prescindir de un librillo o pequeño manual impreso que explique su correcto uso).
Entonces, qué hacer -y cómo- para motivar a las consciencias al aprendizaje, sin lecturas y sin la instrucción directa del facilitador, qué razones podrían presentárseles. Una problemática como esta, abordada desde una perspectiva pragmática, necesitará de axiomas informativos, en tanto que conceptos de lo “apriorístico” y “aposteriorístico”, como fenomenologías de lo histórico, quedarán por completo relegados a la virtualización de la enseñanza en la web 2.0, 3.0 y subsiguientes. En tanto que la epistemología académica deberá considerarla desde una óptica revolucionaria, pues ese dilema no ha podido ser resuelto tampoco por las mismas tecnologías de la información (realidad virtual) y del conocimiento (realidad aumentada). Tal vez, lo que suceda sea que la consciencia 'post-moderna' quiera la aplicación (app) sin entender el software (media) y sin comprender el hardware (smart). La 'smart media app', es la aplicación comunicativa inteligente que no ha podido por sí misma instruir y especializar en ciencias, sustituyendo y desplazando al intelecto humano.
Por otro lado la diversa heterogeneidad de las poblaciones estudiantiles en un salón de clases exige dinámicas didácticas que integren a los individuos en grupos para que estos a su vez pasen a formar parte de colectivos capaces de auto gestionar información disponible y construir nuevos conocimientos a partir de ella. A veces el problema es la brecha sociocultural y tecnológica existente entre los mismos estudiantes y no entre estos y el profesorado (unos no poseen los requisitos aptitudinales u otros no tienen las características actitudinales). Pero, cuidado, es una contradicción enseñar lo que no se aplica en lo inmediato; toda enseñanza debe ser demostrable en la situación y en el contexto mismo en que se aprende o será considerada anticuada en el ambiente. ¡Es lo que exige la pedagogía de la tecnología!
Sin embargo, las telas siguen siendo bordadas bajo los mismos criterios de antaño y los vestidos cortados y confeccionados sobre el mismo molde de siempre: el alma del cuerpo humano que es en esencia una exigente mente vanidosa. Lo que sí debemos observar y estudiar a fondo en la des- estandarización de la enseñanza en la República Dominicana es si -para quienes la reciben- la invariabilidad del conocimiento práctico es o no es una ilusión o si lo ilusorio es pretender que la realidad cognoscible se virtualice en tanto que sea más que ficticia fácticamente ejecutable como si de una aplicación de un software se tratase. Es decir que debemos establecer una diferenciación entre las hipótesis planteadas por las ciencias naturales y sociales de los futurismos en aquellas plasmadas por la ciencia ficción en las películas y/o documentales.
Vamos a intentar abordar el mismo planteamiento desde otra perspectiva. Hoy sabemos que la supuesta ingravidez de las partículas sub-electrónicas ha puesto en entredicho al método deductivo, al menos como modelo de pensamiento que intenta derivar en conclusiones verídicas y objetivas desde observaciones naturales; partiendo de lo general a lo particular llega un punto en que, si seguimos la metódica cartesiana, las deducciones (lógico-analítico- factoriales) pasan a serles al ente cognitivo y cognoscente totalmente fortuitas, es decir que en una observación deducible se podrá cuantificar, pero en la siguiente se estará obligado, como observador (de lo otro ente cognoscible) a inducir cualidad (aquello que se observa, simplemente ¡deja de ser perceptible!). Es vano enseñar informática computacional sin el artefacto u ordenador a mano, pero no lo es en modo alguno enseñar física cuántica sin el colisionador de hadrones bajo los pies.
En este -infinitesimal- punto, cabe preguntarse hasta dónde será plausible la metodología de la aplicabilidad del conocimiento en las universidades dominicanas. Eso dependerá de los paradigmas de enseñanza y de las metódicas empleadas para no sólo entender lo que esté dentro de esos paradigmas educativos, sino también lo que hay fuera, sobre y debajo de ellos.
Las primeras proposiciones son, pues, las esperadas: la aplicabilidad del conocimiento en las universidades dominicanas deberá seguir tendiendo hacia la universalidad del conocimiento mismo. El reto, pues, es profundizar en esa universalidad transdiscursiva (de la experiencia con el libro de texto) hasta llegar a una transversalidad transcursiva (implicada en el experimento con el ensayo escrito).
La universidad, como corpus potestativo de la investigación, deberá decidir, no ya si centraliza o descentraliza el conocimiento, sino también si lo extiende o lo expande y si además lo diversifica. Esa crítica que se hacía desde la filosofía existencialista a la sub-especialización de la ciencia hasta la reducción al absurdo y la que se hace hoy desde la transdisciplinariedad al descuartizamiento del 'homo universita' en estratos facultativos es a lo que los dialécticos neomarxistas evitan referirse como la “alienación de la mente por la mente”, pues hoy no hay ningún indicio de que el cuerpo del hombre libre conlleve necesariamente libertad de consciencia; la enajenación cultural no es de familia sino de especie.
En conclusión. La cuestión fundamental de la aplicabilidad del conocimiento en las universidades dominicanas radica en eso que he venido planteando desde el inicio: el saber es un problema, y la manera de poder resolver ese problema va a depender del modo en que elijamos enfrentarlo. El conocimiento certero es el experimentado y los límites del conocimiento radican allí donde termina la experiencia ─de la consciencia que lo experimenta. Decir hoy que el propósito del conocimiento no debe ser otro que aquel que descubre felicidad y sana el sufrimiento es una falacia. La sociedad del conocimiento es en realidad mucho más conocedora en apariencia que socializadora en esencia, porque el saber se oculta y la ignorancia se disimula. Notes [←1] ESTE ARTÍCULO VIENE COMO CONTINUACIÓN DE OTRO PUBLICADO EN ESTE MISMO DIARIO EL 28 DE AGOSTO DE 2016, BAJO EL TÍTULO “LA UNIVERSALIDAD DEL CONOCIMIENTO EN LAS UNIVERSIDADES DOMINICANAS ”.