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Consumo de alimentos

orgánicos en Santiago de
Chile
¿Necesidad nutricional o mecanismo de
distinción?
Entrega final Taller.

Marzo-diciembre, 2015.
Contenido

Introducción y antecedentes...............................................................................................................3
Aproximación al problema de investigación......................................................................................4
Marco teórico.....................................................................................................................................7
Bourdieu – Clase, consumo y distinción........................................................................................7
Baudrillard – Función signo y lógica de clase................................................................................9
Estrategia metodológica...................................................................................................................11
Metodología Cualitativa...............................................................................................................11
Población y muestra.....................................................................................................................11
Instrumento..................................................................................................................................12
Plan de análisis.............................................................................................................................13
Plan de trabajo..............................................................................................................................14
Análisis de la información................................................................................................................16
1. ¿Quiénes son los consumidores orgánicos?..............................................................................17
2. Razones para consumir productos orgánicos............................................................................19
2.1. Interés por la industria orgánica y su impacto...................................................................19
2.2. Productos orgánicos vs. Productos no orgánicos...............................................................21
3. Percepciones sobre consumidores y no consumidores..............................................................22
3.1. Percepción sobre sus pares................................................................................................22
3.2. Cómo los perciben sus cercanos........................................................................................24
3.3. Percepción sobre los no consumidores..............................................................................25
3.4. Cómo perciben los no consumidores a los consumidores orgánicos..................................26
4. Productos orgánicos como bienes de consumo: lo auténtico y la imitación..............................26
4.1. Lo orgánico como moda....................................................................................................27
4.2. Masificación de lo orgánico..............................................................................................27
5. Obstáculos para el consumo de productos orgánicos................................................................29
5.1. Obstáculos subjetivos........................................................................................................29
5.2. Obstáculos objetivos..........................................................................................................30
Conclusiones....................................................................................................................................36
Bibliografía......................................................................................................................................39
Introducción y antecedentes

Con el aumento de enfermedades derivadas de la mala alimentación, como la obesidad o la


diabetes, por ejemplo, se han impulsado variadas políticas públicas, cuyos programas buscan
generar mayor conciencia en las personas respecto a qué alimentos es preferible consumir y cuáles
evitar. De este modo, se ha instalado fuertemente la tendencia de comer saludable y tener un cuerpo
sano, lo que es posible evidenciar en cada supermercado o almacén, en donde pueden comprarse
toda clase de productos bajos en grasas, calorías y azúcar, o con nuevos endulzantes naturales.

Otros alimentos sanos que han incrementado su producción, venta y consumo, y que son los que
interesan a la presente investigación, son los alimentos orgánicos. Se entiende por agricultura
orgánica aquella que busca producir alimentos sanos, pero desarrollando una agricultura
sustentable, sin el uso de fertilizantes químicos y pesticidas que dañen la salud de las personas ni
que disminuyan la fertilidad de los suelos1.

En Chile, el cultivo de este tipo de productos ha ido en aumento: para el año 2011 habían más de
70.000 hectáreas de plantaciones orgánicas, en su gran mayoría en la octava región, de las cuales,
sin embargo, una proporción importante de la producción es exportada a Europa y Estados Unidos
(SAG, 2011; ODEPA, 2007).

Del mismo modo, la comercialización de estos bienes ha crecido. Se venden mayoritariamente en


tiendas especializadas, pero también es posible encontrarlos en algunos supermercados o
restaurantes, y hasta por internet. La mayor parte de estos lugares de expendio de alimentos
orgánicos se encuentran en la región metropolitana, con poco más de 30 locales, en su mayoría
ubicados en las comunas de Santiago, Ñuñoa, Providencia, Vitacura y Las Condes (ODEPA, 2007:
40)2.

En cuando al consumo, de los datos anteriores se desprende que, si bien se han masificado los
bienes de tipo orgánico, el acceso a éstos no ha tenido el mismo proceso. Los alimentos orgánicos
siguen siendo un privilegio, lo que se evidencia, primero, por los puntos de venta descritos,
ubicados en la zona oriente de la ciudad, donde se concentran los estratos socioeconómicos más
altos, y segundo, por sus altos precios: los alimentos orgánicos pueden ser hasta un 300% más caros
que los no orgánicos (Manríquez, 2009: 93). Es decir, éstos dan cuenta de cómo el consumo y la
alimentación siguen estando cruzados por una lógica de distinción y desigualdad.

Aproximación al problema de investigación

1
Referencia tomada de la página de la tienda Tierra Viva, manejada por una asociación de agricultores
orgánicos. [http://www.tierraviva.net]
2
Ver Anexo 1.
El poder consumir estos productos no se constituye sólo como privilegio por el hecho de tener el
capital económico para acceder a ellos, sino también por la posesión de un capital cultural y social
específicos. El preferir alimentos libres de pesticidas y químicos tiene detrás un conocimiento
previo de lo que éstos son y de los daños que pueden llegar a causar en el organismo. Es decir, hay
una mayor conciencia y educación alimenticia entre los consumidores orgánicos, educación que no
viene precisamente desde el gobierno o desde las instituciones escolares, porque no es un tema que
suela tratarse (ni siquiera en las campañas antes mencionadas que invitan a comer sano). Por lo
tanto, sería un conocimiento que está más allá, en las disposiciones de los individuos, es decir, en su
habitus, definido, a su vez, y en términos de Bourdieu, por la posición de clase ocupada.

Estudios sobre el consumo de alimentos orgánicos, como el de Costa et al. (2014), Méndez et al.
(2014) o el de Novotny (2012) dan cuenta de lo anterior, ya que sus resultados afirman que el
consumo orgánico, más que a un poder adquisitivo alto, a lo que se asocia es a niveles altos de
estudio, y a un conocimiento sobre el tema. Es decir, existe un acuerdo en que las diferencias a la
hora de alimentarse tienen una relación más estrecha con el capital cultural que con, por ejemplo, la
participación en el mercado del trabajo.

Novotny (2012) llega a la conclusión de que el consumo de alimentos orgánicos funciona como
barrera de clases en dos sentidos; primero, en cuanto al acceso, en tanto la venta de estos productos
suele estar concentrada en nichos, apuntando a grupos pequeños de consumidores. Además, está el
tema de los altos precios de la comida orgánica. La segunda forma en que este tipo de consumo
actúa como barrera es el conocimiento privilegiado acerca de los beneficios de consumir productos
orgánicos, es decir, la falta de educación sobre el tema. De esta forma, la autora afirma que, aunque
pudiese haber un acceso fácil y amplio, el no tener conocimiento sobre los productos haría que no
existiese el deseo de consumirlos. Así, el gusto de las clases más bajas estaría definido, en relación
al tema de investigación, por el no poder acceder a estos productos, o sea, las diferencias de clases a
la hora de consumir alimentos se deberían a estas barreras sociales y económicas.

Desde la rama de la sociología de la alimentación, también es posible afirmar que existe, de hecho,
una relación entre el consumo alimentario y la clase social ocupada, que las clases sociales son
relevantes para comprender los comportamientos alimentarios y sus pautas normativas (Gómez,
2008). Del mismo modo, en su libro La Distinción, Bourdieu plantea que “las diferencias
alimentarias son diferencias de clase y los gustos se modelan culturalmente y se controlan
socialmente” (Díaz, 2005: 30). Es decir, nuevamente se está más allá de un fenómeno meramente
económico.

Y es esto último lo que se ha hecho relevante en variados estudios acerca del consumo. Baudrillard
(1974), en su Crítica de la economía política del signo, plantea que la lógica del consumo no puede
reducirse sólo a una satisfacción de necesidades económicas, hay detrás de estas una lógica de
función signo. O sea, el consumo de bienes no debe entenderse únicamente como una forma de
satisfacción, sino también de significación, “y en el límite, de discriminante de clase” (Baudrillard,
1974: 15). De modo similar, Bourdieu plantea que las clases no se diferencian sólo por su relación
con la producción y propiedad, sino por el valor simbólico de esos bienes (Venegas, 2011).

De los planteamientos de ambos autores, se puede derivar que al consumir, la persona no está sólo
satisfaciendo sus necesidades, sino que al mismo tiempo, a través de un estilo de vida que se
desprende de su gusto (que a su vez proviene de su habitus), se está distinguiendo de los demás, y
acercándose a aquellos que comparten su habitus. En otras palabras, las elecciones alimentarias
serían una respuesta al querer mantener un status de diferenciación social, adoptando hábitos,
prácticas y estilos de vida que diferencien a determinado grupo sociales de otros peor situados
(Méndez et al., 2014).

Entonces, cabe preguntarse, y he ahí el principal interés de la investigación, si el consumo de


alimentos orgánicos en Santiago tiene algo de esta lógica de distinción, si, más allá de la
satisfacción de una necesidad tan básica y vital como es la alimentación, existe también el
otorgamiento de un valor simbólico a estos productos, que les permite, a quienes los consumen,
conformar un estilo de vida propio (con un conjunto de personas, bienes y prácticas específicas) que
los diferencie de otros grupos dentro de la sociedad.

Hay que mencionar que, a pesar de existir una amplia teorización acerca de la relación entre clase
social y consumo, ésta ha sido llevada sólo de forma general y escueta al ámbito de la alimentación.
La sociología de la alimentación es aún un campo muy poco reconocido (que suele fundirse con la
antropología de la alimentación), y mucho menos aún en Chile, pues la mayoría de las
investigaciones que es posible encontrar son europeas (y muchas de ellas enmarcadas dentro de
estudios de mercado). No es necesario mencionar que las investigaciones en torno a la alimentación
orgánica son todavía más raras, ya que la mayoría de los estudios provienen desde el sector
agropecuario, y se centran en la producción, y, en el caso de tener un contenido más sociológico,
éstas suelen poner énfasis en el individuo, pero en cuanto a sus razones medioambientales o de
salud para consumir productos orgánicos, más que en el valor simbólico o social que podría tener
ese consumo.

Es por lo anterior que aparece como relevante sociológicamente llevar el tema del consumo, en
tanto distinción simbólica, al tópico de la alimentación, en especial de la orgánica, pero desde la
perspectiva de los mismos consumidores, no ya de los modos de producción. Lo que hace a éste un
estudio sociológico –y que probablemente lo diferencie de uno antropológico o de uno de mercado-
está en la preocupación por dilucidar si detrás del consumo de cierto tipo de elemento se están
reproduciendo lógicas de diferenciación, estratificación y hasta desigualdad.

Se asume, sin embargo, el carácter exploratorio e incipiente de una investigación como ésta (tanto
por la falta de antecedentes como por la falta de herramientas de las que se dispone –tanto
académicas como económicas-), por lo que no se pretende buscar relaciones ni causalidades entre
los fenómenos y conceptos planteados, sino más bien conocer la motivación que hay detrás del
consumo de alimentos orgánicos, e intentar develar si, más allá de una función nutricional y de
salud, se les asigna a los productos un valor simbólico.

A partir de los antecedentes y problematización anteriores, se ha decidido centrar el estudio en la


ciudad de Santiago (por ser ahí donde más locales de comida orgánica se han establecido), en el
presente año 2015, y en los compradores y consumidores de aquellos locales. De este modo, la
pregunta de investigación que busca guiar la investigación es:
¿Cuál es el discurso que tienen los consumidores de productos orgánicos de Santiago acerca de su
acción de consumir, y qué papel cumplen para ellos estos productos en tanto bienes de consumo?

Marco teórico

Para responder a la pregunta de investigación planteada, es necesario discutir qué se entenderá por
consumo, así como las lógicas que existen detrás de los bienes de consumo, que van más allá de lo
económico.

Para esto, y en base a lecturas personales y a otros estudios similares, las teorías que servirán como
pilares para el estudio serán las de Pierre Bourdieu, específicamente sus análisis del habitus y del
gusto y distinción, y de Jean Baudrillard, con su crítica de la economía política del signo. Ambas
comparten el situar el estudio del consumo ya no en lo económico, sino que en lo simbólico, en las
significaciones sociales.
Bourdieu – Clase, consumo y distinción
En su libro La distinción, Bourdieu examina las relaciones entre las clases socioeconómicas y
varios tipos de consumo cultural, entre ellos el alimenticio. Su énfasis principal está en que la
estructura social juega un rol importante en la formación de gustos y en el mantenimiento
aparentemente natural de los límites entre las clases sociales. Todo este análisis lo hace basado en
su teoría del habitus. A continuación se tratarán los principales conceptos de esta teoría que servirán
para la presente investigación.

Lo primero que hay que mencionar acerca de la teorización de Bourdieu, es que, como se verá
luego con Baudrillard, no centra el estudio del consumo sólo en torno a la producción ni la
circulación, sino que propone incluir una dimensión simbólica del consumo. Lo anterior está dado
por la forma en que el autor define las clases sociales, que no es sólo a partir de la ocupación o de
los ingresos económicos (capital económico), sino que conjuga esto con el capital social –en tanto
contactos, relaciones y redes sociales- y el capital cultural –que dice relación con conocimientos,
habilidades y acumulación de cultura propio de determinada clase, adquirido durante la
socialización-. Además, el autor define un capital simbólico, que tiene que ver con aquellas
propiedades (económicas, sociales o culturales) que son reconocidas por los demás actores.

Estos capitales están distribuidos de forma desigual en el espacio social, y los agentes luchan por
obtener la mayor cantidad posible de ellos. El capital de un agente estará compuesto por distintas
cantidades de cada uno de los tres capitales, y esa composición y volumen determinarán la posición
que ocupa en el espacio social. De este modo, Bourdieu define a una clase social como todos
aquellos agentes que ocupen posiciones similares, y que por tanto, están sujetos a condiciones de
existencia similares (Bourdieu, 2001: 110).

Estas condiciones son incorporadas por el agente, produciendo un conjunto de disposiciones: el


habitus (Aguilar, 2009: 136). Quienes ocupen una posición similar, tendrán un habitus similar, un
habitus de clase, que los orienta a actuar según esa posición. El habitus es formado e incorporado
en la más temprana socialización (familia y escuela), por lo que llega a ser tomado como algo
completamente natural e inconsciente (Maestri, 1998).

El habitus, o las disposiciones incorporadas, logran exteriorizarse a través de los estilos de vida
(Novotny, 2012), por tanto, diferentes clases tendrán diferentes estilos de vida asociados a ellas. La
premisa máxima de los estilos de vida, es que se configuran en torno a gustos compartidos.
Entonces, los gustos también se derivan del entramado de relaciones ya señalado: dependen de la
clase social, pues son producto de sus condiciones de existencia (Bourdieu, 2012).

El gusto no es sólo una elección por un determinado bien (tampoco totalmente consciente, ni mucho
menos racional), sino que, en tanto disposición de clase, permite diferenciar, o, en términos de
Bourdieu, “unir y separar” (Bourdieu, 2012: 63). El gusto, entonces, distingue, une a todos aquellos
agentes que son producto de condiciones semejantes, y los separa (distingue) de los demás, de los
de otra clase. En otras palabras, la estructura social forma los gustos de consumo, y al hacerlo,
mantiene, a través de la distinción, los limites aparentemente naturales de las clases sociales
(Novotny, 2012: 8).
Cabe mencionar que Bourdieu usa el concepto de habitus “como forma de escapar así al dualismo
entre acción y estructura” que él critica (Aguilar, 2009: 136), por lo que si bien el autor plantea que
son las estructuras sociales y las clases, a través del habitus, las que configuran prácticas, acciones,
y también el gusto, no deja al agente totalmente desprovisto de su subjetividad, pues afirma que los
agentes también son creadores de clases sociales. El habitus en un sistema generador de prácticas
enclasables, y también de un sistema de enclasamiento. Es en este último momento donde entra el
agente, quien lucha por el poder de nominación y establecimiento de las fronteras de clase
(Bourdieu, 2001).

Entonces, el gusto, en tanto sistema de enclasamiento, como se ha mencionado, tiene el poder de


“amplificar o simplificar simbólicamente el espacio de diferencias entre los agentes a través de la
transformación de prácticas distintivas en prácticas de distinción” (Aguilar, 2009: 138). La lucha de
clases, a través de las prácticas de consumo y el origen social del gusto, se establece aquí como una
competencia por afirmar la distinción social (Díaz, 2005: 30). Las clases se reproducen a sí mismas
mediante la distinción. Sin embargo, no todas las clases tienen el poder de hacerlo, sólo la clase
dominante posee la cantidad de capital cultural necesaria como para tener el poder de legitimar su
propio gusto como distinción. Es, por tanto, el capital cultural el que permite construir las
distinciones que expresan diferencias de clase (Maestri, 1998; Safa, 1991).

Todo lo anteriormente planteado puede fácilmente aplicarse al consumo alimentario, y es


justamente lo que hace Bourdieu. Es más, el autor afirma que es en lo más corriente de la existencia
cotidiana, “en el mobiliario, en el vestido y en la cocina donde son más reveladoras las
disposiciones profundas y antiguas, por estar situadas fuera del campo escolar” (Bourdieu, 2012:
88), es decir, es en la elección de comida donde más inconsciente es el gusto, y donde más se
naturaliza, por tanto, la lógica de distinción.

Como en comida también existen gustos que son más refinados o distinguidos que otros, por
ejemplo, la alimentación orgánica (Costa et al., 2014), quienes los porten –las clases con mayor
capital cultural-, transmutarán estos bienes en signos (Venegas, 2011) para así usarlos como
sistemas de enclasamiento, distinguiendo a su clase de las demás por medio de la creación legítima
de fronteras y cierres.

Bourdieu también analiza el tema de las necesidades, las cuales, afirma, están dadas por el habitus,
y también por el capital económico, que permite distanciarse respecto a la necesidad. Por un lado, el
gusto popular, o de las clases bajas, se define por un gusto por lo necesario, por una elección
forzada de qué consumir que está dada por las condiciones de existencia, es decir, que es coherente
con el habitus. Es la privación en oposición a la distinción (Grignon et al., 1991).

Por otro lado, el gusto burgués, de las clases dominantes, está marcado por una distancia de la
necesidad, por la total posibilidad de elección. “A medida que aumenta la distancia objetiva con
respecto a la necesidad, el estilo de vida se convierte cada vez más en el producto de lo que Weber
denomina una ‘estilización de la vida’” (Bourdieu, 2012: 62), lo que les permite a las clases
superiores reafirmar su poder (su tenencia de capital económico, social y cultural) sobre la
necesidad popular, dominada por la urgencia y los intereses ordinarios.
En relación a lo anterior, Bourdieu hace una nueva distinción: fondo/función y forma. Lo primero se
relaciona precisamente por la urgencia que caracteriza a las clases populares, a sólo consumir para
satisfacer una necesidad básica, como es la alimentación, eligiendo por precios o alimentos que den
fuerza para trabajar. El desplazamiento del fondo a la forma está dado por la distinción. La forma es
propia de las clases dominantes, es lo puramente estético, transformando a una necesidad básica –
comer- en una estrategia simbólica, “prefiriendo productos más atractivos y sabrosos, buenos para
la salud, ligeros y que no hagan engordar” (Ivanovic, 2004: 31).

En suma, el análisis que Bourdieu hace resulta útil para estudiar al consumo de alimentos –en este
caso, orgánicos- como un mecanismo de diferenciación social y simbólica.

Baudrillard – Función signo y lógica de clase


Como ya se anticipó brevemente, Jean Baudrillard propone una crítica a la economía política por
centrar su estudio sobre el consumo únicamente en los valores de uso y de cambio, en tanto
comportamiento utilitarista cuyo solo fin es la satisfacción de necesidades. Así, el autor propone
superar la ‘visión espontánea’ de los objetos (ligada sólo al valor de uso), e incluir una teoría de los
objetos y del consumo que tome en cuenta la función social distintiva de los objetos (Baudrillard,
1974), es decir, una teoría que se centre en la significación social de éstos.

Los objetos, entonces, dejan de ser satisfactores y pasan a ser signos, cumpliendo un rol de
discriminantes sociales, de “jerarquía social y cultural que constituye una dimensión de la
estratificación y las clases” (Aguilar, 2009: 134). Sin embargo, cabe aquí hacer una salvedad: dado
que se plantea que el consumo se da no por necesidad, sino por una lógica de distinción y
diferenciación, autores proponen excluir de este análisis a las clases más bajas, pues resulta poco
probable que ellos decidan consumir no por necesidad, sino por un mero deseo de distinción (esto
es asimilable al gusto por necesidad de Bourdieu). Por tanto, esta teoría quedaría limitada sólo a las
clases medias, y en especial a las clases altas, pues son ellas, por sus mayores ingresos, las que
pueden comprar objetos con el puro fin de diferenciarse y comunicar su posición en la estructura
social (Aguilar, 2009).

Si bien este último alcance podría ser susceptible a críticas, como las de Grignon (1991), que critica
el que los estudios sociológicos legítimos sólo se centren en las clases superiores, legitimándolas
aún más, para efectos de esta investigación se seguirá adelante con la teoría de Baudrillard, pues es
posible, dadas sus características demográficas y socioeconómicas (ODEPA, 2007), considerar a los
consumidores frecuentes de alimentos orgánicos como parte de las clases superiores, y por tanto,
capaces de invertir en objetos con valores signo.

Entonces, serían las personas con mayores ingresos las más susceptibles a ocupar los objetos como
mecanismos de distinción, lo que les permite establecer límites de clase. Esto lo logran
monopolizando esos objetos o bienes (como podría ocurrir con la monopolización geográfica de los
alimentos orgánicos (ODEPA, 2007)), aislándolos del resto de las clases, y así provocando un cierre
social. Estas prácticas de cierre social pueden relacionarse con lo que Weber (1987) define como
“estamentos” en Economía y Sociedad, delimitados por el honor y el prestigio (límites simbólicos),
y en oposición a la “clase social”, más que nada relacionada con una situación de mercado.
Entonces, Baudrillard “desmitifica la ideología del consumo como comportamiento utilitarista del
sujeto individual, condicionado sólo pro la satisfacción de sus deseos” (Venegas, 2011: 28). Lo que
hay detrás del consumo es más bien todo lo contrario a un deseo individual: es una búsqueda de
distinción social. Distinción de clase (valor signo) por sobre el placer (valor de uso).

En resumen, si bien ambas teorías parten desde perspectivas diferentes, pues Baudrillard tiene un
enfoque estructural, mientras que Bourdieu crítica tanto al estructuralismo (objetivismo) como al
constructivismo (subjetivismo), proponiendo un dualismo de ambos a través del habitus, los dos
autores coinciden en varios puntos que resultan relevantes, teóricamente, para la presente
investigación. Estos son, principalmente, el hecho de visualizar al consumo (en este caso
alimenticio) como una práctica que va más allá de la mera satisfacción de necesidades, y que se
sitúa en una lógica de distinción, para así separarse del resto de las clases mediante la tenencia
exclusiva de ciertos bienes de consumo (en este caso alimentos orgánicos). Y es que el consumo
alimenticio ya ha dejado de ser solamente una respuesta necesidades básicas, se ha transformado en
un consumo cultural, en tanto ya no puede entenderse sólo según su valor de uso o de cambio, sino
según su valor simbólico, encargado de reproducir desigualdades de clase.

Estrategia metodológica
Metodología Cualitativa
En ciencias sociales existen dos principales metodologías –o modos en que la investigación se
acerca a lo social-, la cuantitativa y la cualitativa. A muy grandes rasgos, la primera estudia los
hechos, mientras que la segunda se encarga del sentido, la representación, significaciones sociales y
discursos (Pérez, 2002: 374).

Considerando el objetivo que guía esta propuesta de investigación, se decidió ocupar una
metodología cualitativa, la cual permitirá llegar a una dimensión más simbólica y subjetiva de la
realidad social estudiada (Martinic, 2005: 2). Es decir, el enfoque cualitativo permite aproximarse a
las perspectivas propias del sujeto investigado, a sus maneras de pensar y sentir, al sentido que dan
a sus acciones, en resumen, a su universo simbólico (Canales, 2006; Ortí, 1993).

Lo anterior es especialmente relevante, dado que el principal cuestionamiento de este estudio será
acerca de cómo los niños/as inmigrantes perciben ellos mismos, desde su subjetividad, los procesos
de socialización que viven, así como las identidades enfrentadas en ellos.

En cuanto a la técnica de producción de información a utilizar –en tanto procedimientos a seguir


para obtener los objetivos planteados-, se ha optado por una entrevista en profundidad semi dirigida,
que, como las demás técnicas cualitativas, dan protagonismo a la voz y perspectiva de los sujetos
investigados. Esta elección radica en el carácter exploratorio de la investigación, pues al no tenerse
tanta información sobre el tema, se busca obtener la mayor cantidad de información por parte de los
consumidores, a la vez que, al ser una conversación abierta y no tan estructurada, permite la posible
aparición de temas relevantes que no se habían considerado originalmente y que permitan
comprender mejor cómo se da el proceso de consumo orgánico.
Población y muestra
Dado que la pregunta de investigación se centra en el sentido otorgado tanto a la acción de
consumir productos orgánicos como a los bienes orgánicos consumidos, la población a estudiar se
restringe a personas que estén familiarizadas con los alimentos orgánicos. Entonces, la población de
estudio son todos los consumidores de alimentos orgánicos que vivan en Santiago. Son ellos
mismos quienes se consideran como la unidad de análisis.

La muestra a utilizar, al tratarse de una investigación cualitativa, no es ni estadísticamente


representativa de la población, ni probabilística, sino estructural, es decir, los sujetos que
pertenecerán a la muestra se eligen según la posición que ocupen en la estructura social estudiada.
De este modo, lo que hace representativa a una muestra cualitativa es el cubrir todas las posiciones
de habla posibles dentro de esa estructura (Canales, 2006). Esta representatividad opera por un
principio de redundancia o saturación (Canales, 2006: 23), y es este mismo principio el que define
el tamaño muestral. A diferencia de una muestra cuantitativa, en las cualitativas no se puede definir
a priori cuántos elementos compondrán la muestra, pues lo relevante no es la cantidad, sino el tipo
de discursividad y subjetividad expresadas por los sujetos. Así, como plantea Canales (2006), la
muestra se cerrará cuando se agote la información nueva aportada por los entrevistados, es decir,
cuando se sature y alcance representatividad.

Los criterios de muestreo para este estudio son de tipo temporal, ya que se limitará a aquellos
consumidores de alimentos orgánicos que practiquen su consumo de forma regular y hace por lo
menos un año. De este modo, se asegura el que sean personas familiarizadas con los productos
orgánicos y con su consumo, y que puedan aportar información relevante.

La selección de quienes compondrán la muestra (unidades de información) se realizará con la


técnica de bola de nieve, o un derivado de ella, esto ya que no se cuenta con una cantidad suficiente
de contactos que sean consumidores de productos orgánicos, y el acceder a más personas se facilita
cuando son los mismos entrevistados los que dirigen a otros sujetos que conozcan. Esta técnica se
considera adecuada y probable al ser relativamente pocos los locales de venta de alimentos
orgánicos, y por el hecho de que los compradores/consumidores se mueven, en general, en espacios
sociales y geográficos comunes (Manríquez, 2011; ODEPA, 2007). 3

Instrumento
Al elegirse como técnica de producción de información la entrevista en profundidad, no se tiene un
cuestionario rígido ni extenso, ya que se apunta a una conversación o diálogo más bien libre, que, si
bien se guía siempre al tema de la investigación, da cabida a que surjan otros temas relevantes.
Debido a lo anterior, sólo se tiene una pauta de posibles preguntas y tópicos a tocar, que sirven de
(semi) dirección al momento de establecer el diálogo:

3
La tienda en la que se pretende obtener el primer contacto a entrevistar, es el local Tierra Viva, ubicado en
la comuna de Ñuñoa [http://www.tierraviva.net], ya que ha sido visitada con anterioridad.
-Descripción sociodemográfica de la persona (edad, ocupación, residencia, nivel educacional,
estado civil, etc.)

-Preguntas que permitan conocer y caracterizar el estilo de vida de la persona (práctica de deportes,
actividades en el tiempo libre, hobbies, intereses, etc.)

-Cómo se insertó en el mercado de los alimentos orgánicos, y razones (iniciales y actuales) para
consumir estos productos

-Cómo y dónde compra alimentos orgánicos

-Valoración simbólica y material de los productos orgánicos

-Cómo es la gente que consume productos orgánicos (¿tienen un estilo de vida similar?)

-Qué razones cree que hay detrás de aquellas personas que no consumen este tipo de comida. A qué
se debe que el consumo no sea tan masivo

-Cómo se perciben en relación a quienes no consumen alimentos orgánicos

-Percepción de los otros (¿la gente que conoce sabe que consume alimentos orgánicos?, ¿cómo cree
que perciben los no-consumidores a los que sí consumen orgánico?, etc.)

Plan de análisis
La información producida –a través de las entrevistas en profundidad transcritas- se analizará
utilizando la técnica de Análisis de Contenido, la cual, en términos amplios, busca inferir o explicar
una determinada realidad a partir de mensajes comunicativos (Andréu, 2001).

Tal como el análisis cuantitativo de contenido, la variante cualitativa busca ser objetiva y
sistemática, pero, a diferencia del primero, pone énfasis no sólo en el contenido manifiesto
encontrado en los datos, sino también en el contenido latente, es decir, lo no directamente
observable, lo que está detrás de las palabras (Andréu, 2001; Cáceres, 2003; Navarro et al., 1999).

Lo anterior corresponde al sentido y significación de las acciones, que son precisamente lo que el/la
investigador debe inferir para luego poder interpretar. Esa inferencia, sin embargo, debe siempre
hacerse tomando en cuenta el contexto social en que se inserta la acción (Andréu, 2001: 3). Es esta
profundización en el contexto lo que también diferencia al análisis cualitativo de contenido de uno
de tipo cuantitativo, ya que cada interpretación que se haga del texto debe ser relacionada con su
contexto social, pues sólo así se puede llegar al sentido (al verdadero contenido).

A su vez, la constante comunicación que se da entre texto y contexto es apoyada, y en parte


explicada, por el marco teórico que sustenta la investigación, lo que le brinda al análisis parte de la
objetividad a la que aspira.

El procedimiento del análisis de contenido consiste, principalmente, en “reducir e integrar el


material en bruto, (…) construyendo un corpus de análisis” (Cáceres, 2003: 60), o, en otras
palabras, desestabilizar la inteligibilidad inmediata del texto (Navarro et al., 1999: 182). Así, lo que
se busca, mediante reglas sistemáticas y una justificación teórica, es obtener una descripción más
precisa del contenido del texto, lo que logra descomponiéndolo en distintos códigos (que van
aumentando la interpretabilidad), los que luego se categorizan reuniendo características en común.
Estas categorías pueden ser de tipo inductivo, es decir, que se derivan del texto mismo, o
deductivas, formuladas a partir de la teoría con la que se trabaja (Andréu, 2001). Sean del tipo que
sean, son las categorías lo que finalmente se interpreta –siempre en relación al contexto-.

Esta técnica se presenta como relevante y pertinente tomando en cuenta que la pregunta que guía la
investigación es acerca de los discursos que tienen los consumidores de comida orgánica acerca de
su acción de consumirlos. Aunque se use la palabra discurso, un análisis de contenido es más
adecuado, en este caso, que un análisis del discurso, ya que, más que enfocarse en la estructura del
mensaje, como hace este último (Andréu, 2001), interesa centrarse en el sentido detrás de esa acción
de consumo (y las significaciones latentes del texto obtenido en la entrevista).

Para casos de esta investigación, y en base a estudios previos (Novotny, 2012), la elaboración de
códigos y categorías será de tipo inductivo, es decir, se generarán una vez conseguido el texto, se
derivarán de éste. A partir de la lectura del texto, se seleccionarán frases y oraciones relevantes para
la investigación (que serán la unidad de análisis), a las cuales se les asignará un código, los que
luego serán agrupados en una categoría que logre tanto englobar distintas codificaciones, como
responder a la pregunta de investigación. Servirá de guía para esto los tópicos tocados en la pauta de
la entrevista, pero no se tomarán como categorías fijas, ya que, al realizarse una entrevista en
profundidad, se espera que emerjan temas que no se tenían contemplados de antemano, y el armar
categorías después de hechas entrevistas, permite incluir en el análisis nuevos hallazgos y variables.

Para Pérez (2002), es precisamente este trabajo de categorización inductivo lo que permite ayudar a
hacer emerger al contenido latente, ya que las unidades de sentido se encuentran en los discursos de
las personas y en el análisis de éstas, e intentar fijarlas antes de producir la información, y sólo
basándose en la teoría y en las prenociones, cerraría el espacio para que surja el verdadero discurso
y las significaciones detrás de éste.

Plan de trabajo
Una vez terminado y corregido el diseño de investigación preliminar, se comenzará con el trabajo
de campo, es decir, con la observación y producción de información. Se espera empezar a realizar
las entrevistas durante el mes de septiembre del año 2015, y, en el mejor de los casos, acabar en
octubre, para así pasar al proceso de análisis e interpretación de los datos a partir de noviembre.

Durante los meses de agosto y septiembre se planea buscar y establecer contactos con consumidores
de alimentos orgánicos que sirvan de candidatos a ser entrevistados. Para esto, se visitarán distintas
tiendas que vendan este tipo de productos, especializadas o no (ver listado inicial de posibles
tiendas en Anexo), para así vincularse y observar tanto el espacio como vendedores y
consumidores, a quienes, luego de contarles sobre el tema y propósito de la investigación, se les
propondrá ser parte de ella. Paralelamente, se contactarán personas conocidas –o conocidas de
conocidos- que consuman regularmente productos orgánicos, también proponiéndoles ser parte del
presente estudio.

Una vez conseguida una entrevista, por cualquiera de las dos opciones recién descritas, se acordará
un lugar de encuentro con el entrevistado. El día de la entrevista, se le presentará a éste un
consentimiento informado, indicando más detalladamente de qué tratan la investigación y la
entrevista, así como pidiendo la autorización para grabar el audio de ésta. En caso de que sea
estrictamente necesario, se verá la posibilidad de agendar una segunda entrevista con la misma
persona para producir más información. Para finalizar el proceso, y poder así ampliar la muestra,
siempre que sea posible se le solicitará a la persona el poder contar a algún otro consumidor sobre la
investigación, o bien dar el contacto de un potencial siguiente entrevistado, y así hasta que se sature
la información.

El proceso de transcripción de entrevistas se realizará en paralelo con la realización de éstas, y, en


el mejor de los casos, se analizarán inmediatamente después, para así poder realizar modificaciones
pertinentes en el instrumento. Esto ya que, al tratarse de un estudio exploratorio y una entrevista
sólo semi dirigida, el/la entrevistada puede tocar temas no considerados en un principio y que
pueden resultar relevantes para responder a la pregunta de investigación (o para futuros estudios).

Por último, cabe destacar que toda la planificación descrita (así como el diseño en su totalidad),
puede sufrir modificaciones al enfrentarse efectivamente al trabajo de campo.
Análisis de la información

El siguiente análisis se realiza en base a cuatro entrevistas realizadas entre los meses de octubre y
noviembre del 2015. En el Cuadro 1 se muestra un resumen de las características sociodemográficas
de los sujetos, así como de características relevantes para el análisis. Con el fin de mantener el
anonimato de los participantes, se han cambiado sus nombres.

Cuadro 1. Características sociodemográficas y de consumo de los sujetos entrevistados.

Paula Benjamín Estela Julieta


Edad 60 28 25 29
Comuna La Reina Santiago Puente Alto Providencia
Sector
Medio Alto Medio Medio Alto
socioeconómico
Universitaria Universitaria Universitaria
completa completa completa
Nivel de estudios Técnico y talleres
(Licenciatura en (Pedagogía en (Ingeniería Civil
Danza) Lenguaje) Química)
Recursos Jefa de Proyectos
Ocupación principal Terapeuta/Sanadora Maso terapeuta
Humanos Operativos
Inferior a Inferior a $900.000 -
Ingresos Inferior a $500.000
$500.000 $500.000 $1.300.000
Tipo de consumo Muy estricto y Semi estricto y Poco estricto y Estricto y
orgánico frecuente frecuente frecuente frecuente
Gasto promedio
mensual en $20.000 - $40.000 $40.000 - $80.000 $40.000 - $80.000 $40.000 - $80.000
productos orgánicos
Cuentacuentos, Pilates, danza
Actividades/deportes Talleres artísticos Danza, gimnasio
flamenco contemporánea
Tabaco -No -No -No -No
Alcohol -No -Ocasional -No -Ocasional
Vegetariana/o Sí No Sí No
Hijas/os 2 - 1 -
1. ¿Quiénes son los consumidores orgánicos?
Se iniciará intentando hacer una caracterización del perfil que tienen los consumidores de productos
orgánicos, así como de su proceso de inserción en este mercado. Tomando en cuenta el cuadro
anterior e información recogida en las entrevistas, se puede deducir que, en su mayoría, los
consumidores orgánicos son personas jóvenes, con un nivel educacional alto, y que residen o
trabajan en comunas del sector oriente de Santiago.

En cuanto a la ocupación, se da como coincidencia en toda la muestra el hecho de que la ocupación


principal difiere con los estudios superiores realizados. Por el lado de las actividades, deportes e
intereses, destaca la práctica de distintos tipos de danza.

En relación al proceso de inserción en el consumo orgánico, se describen dos formas: la existencia


de contactos vinculados con estos productos, y el haberse hecho vegetariano, ambas formas
cruzadas por un creciente interés por el tema:

“Igual mi hija menor (…) también es como muy fuerte su inquietud. Igual ella es, trabaja en el
tema bastante, entonces también ella me traspasa mucha información, y por ahí… yo creo que más
información al principio recibí de ella, claro” (Paula, consumo muy estricto, medio alto). 

“Cocino prioritariamente con alimentos orgánicos. ¿Por qué? Porque mi viejo tiene un huerto y
está él incursionando, hace ya más o menos un año va a ser, con, haciendo como productor hacia
restaurantes, con al menos un porcentaje de materias orgánicas, con vegetales” (Benjamín,
consumo semi estricto, medio).

“Y ahí empecé también a educarme en el tema, porque, siendo vegetariano, tienes más carencia de
hierro, por ejemplo, del fierro de las proteína animal, entonces tratar de buscar otra fuente para
encontrar y suplir esas proteínas, que es principalmente el hierro. Entonces empecé a investigar y
me di cuenta que hay vegetales que lo tienen, y cereales que también lo tienen. Y ahí me metí en el
mundo orgánico, porque iba a otros lugares a comprar la comida” (Estela, consumo poco estricto,
medio).

“Si te empiezas a meter en el tema de alimentarte mejor, inevitablemente vas a terminar en los
productos orgánicos (…) y así partí, así llegué como al tema en el fondo, desde hacerme
vegetariana, yo creo, como de preocuparte, como que la alimentación sea un tema para ti, más que
sólo comer” (Julieta, consumo estricto, alto).

De este modo, a partir de estos dos hitos es que se surge un interés personal que lleva a adentrarse e
investigar cada vez más sobre el tema. Se deduce, también, que esta inserción en el mundo orgánico
es reciente, que es una decisión propia que han tomado como adultos. Sin embargo, detrás de esta
decisión individual, se describen hábitos alimenticios de su infancia que se consideran sanos. Existe
un pasado común entre los entrevistados, en que lo basal de la dieta no era la carne, sino las
verduras:
“Hay lugares en que si no hay carne no se cocina, pero mi vieja así como fanática del guiso de
berenjenas, fanática del guiso de zapallo italiano, charquicán, legumbres, los porotos. Entonces
siempre crecí entendiendo que era bueno” (Benjamín, consumo semi estricto, medio).

“Cuando yo era chica nunca, por ejemplo, nos dio tanta carne. Tampoco vengo de una familia en
que vivieran haciendo asado, mi mamá no come carne nunca, no come frituras nunca, en mi casa
nunca compraron bebida, no se tomaba no más” (Julieta, consumo estricto, alto).

No sólo pareciese que el consumo excesivo de carne se opone a una alimentación orgánica, sino que
se puede decir que este hábito alimenticio de sus padres es incorporado en ellos como un habitus,
que es el que, en cierta forma, ha determinado sus prácticas y elecciones en la actualidad, un habitus
en que el comer carne, frituras y bebidas no es lo deseable. Esto no quiere decir que los
entrevistados, ni mucho menos los consumidores orgánicos en general, compartan un mismo
habitus, sino que sus tomas de posiciones están determinadas y estructuradas en parte por sus
experiencias en su temprana socialización.

Se da cuenta además de la existencia de personas en su círculo cercano que también tienen un


interés por el “alimentarse bien”, como sus hijas (caso de Paula), algunos familiares, o amigos:

“Igual, al menos el círculo de gente en que yo me muevo, mis amigos más cercanos son bailarines,
entonces como que siempre está el tema de alimentarse bien, por una cuestión de que tienes que
cuidar tu herramienta de trabajo, que es el cuerpo, entonces, son consumidores de productos
orgánicos no tanto así como…” (Benjamín, consumo semi estricto, medio).

“[Y dentro de tu círculo cercano, aparte de ti y de tus hijas, ¿hay alguien más que consuma este tipo
de comidas? ¿O estos productos en general?] Sí, sí. Sí, sí. Ahora, qué tan estrictos son ellos en…
miti miti. Yo te diría que deben consumir, como en términos generales, no sé, como el 60% de sus
cosas orgánicas, que de repente se relajan más. O están un tiempo, y como que se aburren de no
comer, no sé po, el huevo frito, no sé, o cosas así como más… y ya, y comen no más po. Pero… o
caen en la carne de nuevo. Eso. Pero así como súper estrictas, no sé, mis hijas. Mis hijas y yo”
(Paula, consumo estricto, medio alto).

A partir de lo anterior, otro aspecto relevante para caracterizar al consumidor y su tipo de consumo
es el qué tan rígido o estricto es éste. Ya se ha adelantado que los entrevistados están en distintos
niveles de rigidez, el cual ha sido determinado y conceptualizado posteriormente, a partir de sus
discursos, en base a dos componentes: (1) cantidad y tipos de productos orgánicos consumidos, y
(2) posibilidad de consumir alimentos no orgánicos. De este modo, el consumo poco estricto, en
este caso, corresponde al sólo consumir cereales orgánicos, y frutas y verduras cuando es posible.
En el otro extremo, el muy estricto va más allá de sólo los alimentos, y es el único de los cuatro que
incluye detergentes y cosméticos orgánicos:

“De partida, no compro nada que esté envasado, ni en tarro, ni en cartón. Nada elaborado. No
compro nada elaborado. O sea, mínimamente elaborado… qué te podría decir que compro, no sé…
el café en grano, que está envasado, digamos, sería como una cosa así. Pero, pero si tú ves, en mi
cocina no hay nada elaborado. (…) Uso jabones naturales, uso detergente natural, no uso cremas
de cara, uso aceite de coco orgánico, uso pasta de dientes también orgánica. Trato lo más posible,
lo único que no puedo evitar es el agua” (Paula, consumo muy estricto, medio alto).
Por el contrario, en los otros dos casos se menciona que se intenta consumir la mayor cantidad
posible de alimentos orgánicos, pero que eso no los restringe en caso de tener un antojo:

“No es como un dogma, no es como ‘no, esto no es orgánico, entonces no lo toco’, porque no es
real. Igual, si tengo ganas de comer un pastel, me como un pastel con todos los preservantes
posibles del mundo” (Julieta, consumo estricto, alto).

Al momento de adquirir el producto, también existen varias opciones, como tiendas especializadas,
vendedores que van al lugar de trabajo, o ferias especializadas. En cuanto a la modalidad de
compra, ésta suele ser directamente en los locales, aunque también se mencionan productos que
pueden ser llevados a domicilio, o compra de cosméticos naturales por internet. También se da
relevancia a las certificaciones de organicidad, dejando ver que hay una mayor confianza cuando se
sabe quién es el productor. Cabe mencionar, en este sentido, que las secciones de frutas y verduras
orgánicas del supermercado no generan la misma confianza, ya que los cuatro declararon no
comprar ahí, o incluso evitarlo.

2. Razones para consumir productos orgánicos


Para responder a la pregunta de investigación que guía este estudio –“¿Cuál es el discurso que
tienen los consumidores de productos orgánicos de Santiago acerca de su acción de consumir, y
qué papel cumplen para ellos estos productos en tanto bienes de consumo?”-, es necesario conocer
cuáles fueron y son las razones detrás del consumo de estos productos. Se distinguen dos ejes:
interés por distintos aspectos que envuelven a la producción orgánica, y una diferencia física entre
los productos orgánicos y no orgánicos.

2.1. Interés por la industria orgánica y su impacto

Se han distinguido tres principales razones por las que los entrevistados se interesan en la
producción y consumo de las materias orgánicas, una de ella de tipo nutricional, y las otras dos
extra-nutricionales.

a. Cuidado del medioambiente


Uno de los intereses extra-nutricionales que se identifican en relación a los productos orgánicos está
en su impacto medioambiental, que tiene que ver con no explotar los suelos y lograr un
bioequilibrio sustentable:

“Porque pienso que esto del alimentarse sano, y con verduras, tiene que ver con, también, un poco,
con la humildad de uno y su impacto en la tierra. Como, mientras menos daño hagas, obvio que es
mejor po, porque vas a tener más recursos para poder seguir sirviéndote de ellos” (Benjamín,
consumo semi estricto, medio).

Se da énfasis a la preservación de la materia, un recambio en vez de una explotación. En resumen,


hay una preocupación por un cultivo respetuoso con el entorno.
a. Apoyo a determinada industria productiva
Se manifiesta también un especial interés en brindar apoyo a una industria no explotadora, no sólo
del medioambiente, sino también de los trabajadores, eligiendo financiar una línea de producción
distinta:

“Entonces, si al menos ya tienes conciencia de eso, sabes que no vas a comprar el tomate del
Líder, porque ahí también ya viene lo otro, que es como más económico, que tiene que ver con
fomentar prácticas laborales, explotadoras, donde hay una tipa en packing, trabajando 12 horas
parada empaquetando uvas, mamándose los químicos… entonces ahí como que también empieza,
no sé si una revolución, pero sí un empoderamiento de las cosas, como darse cuenta de que uno
tiene el poder de parar las cosas po” (Benjamín, consumo semi estricto, medio).

“También hay un tema del tipo de industria que tú estás financiando, yo igual prefiero pasarle mi
plata a ese señor que tiene su huerta, que quizás pasarle mi plata tantas veces al Jumbo. Hay un
concepto de “votar con la billetera”, que igual cuando uno paga por algo eliges financiar toda una
cadena de producción y de consumo, y tú eso lo puedes ir cambiando. A veces la lata es que no
tienes tantas opciones, pero si a veces tienes la opción, si te importa hacer el esfuerzo por financiar
la que tiene más concordancia con lo que tú piensas…” (Julieta, consumo estricto, alto).

Existe, entonces, lo que podría denominarse un consumo orgánico con razones más políticas, contra
la explotación laboral, y la exposición de estos trabajadores a sustancias químicas, así como contra
grandes cadenas o consorcios empresariales.

b. Autocuidado
De las razones dadas al por qué consumir este tipo de productos, la más recurrente fue un interés
por el autocuidado. Lo orgánico, en tanto alimento libre de fertilizantes químicos y pesticidas, se
percibe como más sano que lo no orgánico, siendo así un beneficio a la salud y al sentirse bien:

“Si te empiezas a meter en el tema de alimentarte mejor, inevitablemente vas a terminar en los
productos orgánicos, porque hay una relación, o sea, es sabido que lo que le echan no te puede
hacer bien al cuerpo, o sea, eventualmente vas a terminar allá” (Julieta, consumo estricto, alto).

“Yo lo destaco súper por el bienestar el comer sano, porque lo que uno ingiere va a ser el reflejo
de cómo te sientes, de lo que te puede aportar a tu organismo y esas cosas” (Benjamín, consumo
semi estricto, medio).

Frente a esto, la premisa principal, y que es compartida por todos los entrevistados, es que
alimentarse de alimentos orgánicos es siempre un beneficio, pues se previenen enfermedades. Así,
se afirma que pese a que estos productos puedan ser un poco más caros, son una inversión que se
verá en un futuro al no tener que ir al médico:

“O sea, es más caro, pero yo pienso, por ejemplo, lo que tú estás gastando ahora en alimentarte no
te lo vas a gastar en médicos después, y yo sí eso veo, por lo menos yo siento que me enfermo
mucho menos que mis compañeros, que la gente que me rodea. Pero son hartas medidas, no es sólo
lo orgánico, cachái, lo que te decía, ejercicio y todo eso” (Julieta, consumo estricto, alto).
“Dejar de lado, en el fondo, los medicamentos y todas esas cuestiones, y que el refrigerador y
todos sus componentes, todo lo que uno consuma, en el fondo, sea para tu bienestar” (Benjamín,
consumo semi estricto, medio).

“Yo estoy por cumplir 61 años y yo no tengo ninguna enfermedad. O sea, aparte de que tengo que
tomar el Tirox porque me operaron de la tiroides hace varios años atrás ya, nada, no tengo presión
alta, típico las señoras de mi edad que andan con una bolsa llena de medicamentos para la
presión, para el no sé qué, para el no sé cuánto. Yo, felizmente, no. Y creo que tiene que ver con
todo lo que hago. Con mi trabajo como sanadora, y segundo porque me cuido po, porque me cuido,
simplemente” (Paula, consumo muy estricto, medio alto).

El principal beneficio de consumir alimentos orgánicos está, entonces, en cuidar el organismo y


prevenir enfermedades, lo cual es un beneficio tangible y comprobable para los entrevistados. En el
fondo, se trata de que “el alimento sea la medicina”, “que la despensa sea tu farmacia”.

2.2. Productos orgánicos vs. Productos no orgánicos

Un segundo factor clave a la hora de elegir consumir estos productos, son las diferencias físicas que
es posible apreciar entre aquellos alimentos que usan pesticidas y fertilizantes artificiales y los que
no. Estas razones se expresan en relación a que el cultivo orgánico genera diferencias en el sabor,
color, apariencia, tamaño y textura de los alimentos, poniendo énfasis en frutas y verduras:

“En el sabor uno cacha al tiro. Como comerse el tomate… pobre tomate del Líder, comerse el
tomate del Líder y comerse un tomate, que en tamaño es mucho más pequeño, inclusive, se nota, la
cáscara, hay otra consistencia, otro sabor. Inclusive los beneficios para el organismo. El tomate
común y corriente, o sea, un tomate del mercado, es mucho más ácido que un tomate de huerta
orgánica” (Benjamín, consumo semi estricto, medio).

“Entonces, pasa eso, o sea, te compras un tomate, una lechuga en el supermercado y es como
nada, como comerse una esponja el tomate, sin sabor, y te compras un tomate orgánico, así
cultivadito ahí, o sea, el aroma, el sabor… es que nadie lo puede negar. Es como muchísimo más
rico” (Paula, consumo muy estricto, medio alto).

En oposición a esto, los alimentos no orgánicos se describen como contaminados, plásticos, tóxicos,
químicos, sintéticos, etc. Resulta interesante recalcar que al hacer la comparación de la comida
orgánica, generalmente es el producto que se vende en el supermercado el que es usado como punto
de comparación:

“[lo orgánico] es mucho más sano que lo que te venden en el súper, que tú ves que los colores no
son los reales, tienen menos sabor también. [¿Se nota eso?] Sí, son muy plásticos” (Estela,
consumo poco estricto, medio).
Frente a estas buenas, deseables y comprobables características de lo orgánico, es posible ver que
quizás lo único negativo es que, dado que no se utilizan preservantes, frutas y verduras orgánicas se
deterioran más rápido que las otras.

La amplia variedad de productos orgánicos que es posible encontrar en las ferias es otro factor que
es valorado a la hora de elegirlos.

3. Percepciones sobre consumidores y no consumidores


En este apartado se busca abordar las percepciones que los entrevistados tienen de otros
consumidores orgánicos, así como de aquellos que no consumen. Además, se verá cómo perciben
ellos que tanto los no consumidores como sus conocidos los perciben a ellos, en tanto personas que
consumen alimentos orgánicos.

3.1. Percepción sobre sus pares

Al momento de describir cómo son las personas que consumen comida orgánica surgieron distintas
características, algunas que tenían que ver con cómo ellos se habían planteado a sí mismos, es decir
que las razones e intereses que ellos veían en los otros coincidían con las suyas, y otros aspectos de
los que se expresaban un tanto distantes.

Una forma en que definieron a otros consumidores orgánicos fue como personas que se preocupan
de su alimentación, que son conscientes de ella, y también del impacto que las industrias tienen en
el ecosistema:

“Como estilo, yo creo que es gente que se interesa con el ecosistema, así de amplio, porque
finalmente, lo que te decía, una producción orgánica, el impacto ambiental es mucho menor que
una producción industrial” (Benjamín, consumo semi estricto, medio).

“Yo creo que principalmente es gente joven, es gente joven como, no sé po, yo tengo 28, gente que
tiene como… todos los cabros chicos de ahora están cachando que la cosa ya no es el
McDonald’s” (Benjamín, consumo semi estricto, medio).

Es decir, en el hecho de ser jóvenes, conscientes e interesados en el medioambiente y en una


alimentación más saludable –razones que coinciden con las expuestas anteriormente- sí existe una
identificación con los otros consumidores. No obstante, esta identificación o coincidencia deja de
percibirse al momento de afirmar que hay gente que consume orgánico por moda:

“Es un restaurante principalmente de comida vegana y vegetariana, pero igual es cuático, porque
vas allá a comer, y te das cuenta de que la mitad de la gente como que va por la taquilla del ser
vegetariano y del comer sano, cachái, porque igual es cierto que es súper taquillero ir a la feria
orgánica, y encuentras todo súper bacán… ya, pero cuál es el feedback que puedes encontrar en
todo eso, cómo te influye el comer sano” (Benjamín, consumo semi estricto, medio).
“O sea, tendría que ser muy burra para decir “no, si esto no… esto es una moda no más, es snob,
es top comer orgánico”. No, no. A lo mejor alguien lo hace, qué se yo, como en todas las cosas de
la vida, pero en mi caso no po, tengo pruebas muy concretas de que es realmente sano comer
sano” (Paula, consumo muy estricto, medio alto).

El tema de lo orgánico como una moda se verá más adelante, pero por lo pronto cabe rescatar el que
este hecho es, como se ha dicho, mirado desde afuera, justificando que no lo hacen por moda,
porque sí saben cómo influye el comer sano, o porque tienen pruebas de ello.

Además de una descripción del perfil del consumidor orgánico en torno a sus intereses alrededor de
estos productos (estén de acuerdo con ellos o no), en la respuesta al quiénes son estos consumidores
también fue posible ver un componente de clase:

“No sé si es tanto más caro ir allá [a la Eco Feria], pero igual va gente de un perfil social… no
van todas las personas a comprar allá. Igual es divertido, van como autos muy grandes, muy caros
(…) Yo creo que sí… como el mayor público, sí yo creo que son como de cierta manera una élite, o
somos una élite, porque quiere decir que tuviste como muchas necesidades básicas cubiertas en
mucho tiempo para que tú puedas llegar al punto de reflexionar que quizás la comida que come
toda la sociedad no te hace bien, entonces tú eliges esta vía alternativa, que queda más lejos, que
es un poco más caro, cachái, que no se ve tan bonita como la que has visto toda tu vida” (Julieta,
consumo estricto, alto).

“De hecho, las ferias gourmet y cosas así, son todas en el barrio alto, Parque Bicentenario, Feria
Paula Gourmet, que son… que van cuicos po, gente que tiene tiempo para buscar esas cosas, y
tiene tiempo para pagar 3 veces más por un producto” (Estela, consumo poco estricto, medio).

Las personas que suelen comprar cosas orgánicas pertenecen, entonces, a un sector económico alto,
que tiene dinero para pagar productos que son más caros que los tradicionales, y que viven en donde
están precisamente los locales o ferias que los venden. No se percibe que sea un mercado muy
expandido a otras personas que no sean cuicos o élite.

Como en el caso de la moda, los entrevistados no se sienten parte de esta clase alta, salvo Julieta,
que se incluye expresamente en esta élite que tiene la libertad de elegir vías alternativas de
alimentación, que tiene plata y que tiene tiempo. Los consumidores orgánicos son para ellos, en su
mayoría, gente que ha tenido un acceso hace más tiempo a este tipo de alimentación, por lo que se
les aparece como algo natural, habitual. Este componente de clase se retomará más adelante, en los
apartados 4 y 5.

3.2. Cómo los perciben sus cercanos

En general, todos afirman que tanto familiares como amigos saben que consumen productos
orgánicos, y que lo hacen más o menos estrictamente. Frente a esto se dan dos casos, uno en que la
gente reacciona de manera positiva, halagando la preocupación y estilo alimenticio de la persona, y
otro en que la gente pareciera incomodarse con esta alimentación distinta que se sale de la norma:
“Siempre está el comentario de ‘ay, comes súper sano’. Pero es más positivo que negativo. No hay
así como un tipo de discriminación, no” (Benjamín, consumo semi estricto, medio).

“Yo siento que a veces incomoda a las personas, porque, claro, cuando uno va de visita a una
casa, típico que te tratan de atender, de servir, y que uno diga a todo ‘no’, es como fome po. Ahora,
si uno sabe que esa persona –y es la otra mirada-, y es como que te tratan de imponer, de que
“oye, es que tienes que comerlo. O sea, cómo no lo vas a comer?”. Oye, si no me gusta, o siento
que me hace mal, por qué tengo que comerlo, me entiendes? “No, pero si esto es sanito, cómetelo,
cómetelo”. Entonces como, hay como una falta de respeto en ese sentido, de aceptar que la otra
persona come otras cosas no más” (Paula, consumo muy estricto, medio alto).

En este último caso se observa que, más allá de ser imitado o bien mirado, lo que se da es un
choque de gustos y hábitos alimenticios distintos: son habitus distintos, pertenecientes a familias
tradicionales que no congenian con estilos alternativos:

“Sí, gente mayor, o sea, si es por tirarte un estereotipo, en general, por lo menos la gente que yo
conocí que tuvo más conflicto, era como gente que era muy religiosa, de una familia muy
conservadora como del campo chileno. Como a la antigua. (…) a la gente que más le conflictúa es
a la gente que tiene, claro, que tiene de repente una visión muy cerrada de cómo tienen que ser las
cosas. Acá hay una cosa que es buena y todo lo demás es malo. Como tú no estás en una faceta en
eso bueno, eres malo po” (Julieta, consumo estricto, alto).

Lo que se da, entonces, es que un gusto legitimado se justifica por medio del rechazo y negación de
otros.

3.3. Percepción sobre los no consumidores

Al momento de describir algunas características que comparten los que no consumen alimentos
orgánicos, se replica lo recién planteado. Se recurre justificar su propio gusto por lo orgánico y lo
sano a través de un rechazo y crítica a la alimentación del resto de las personas. De este modo, se
les percibe como personas sin conciencia de lo que comen, y que no entienden que lo que están
ingiriendo es insano, atribuyendo esto a que no quieren saber sobre el tema y prefieren que los
demás decidan por ellos:

“Es porque es más fuerte la tentación de comer las cosas así como, las grasitas… entonces como
que no entiende, no entiende. Yo creo que ella no entiende realmente lo insano que de repente”
(Paula, consumo muy estricto, medio alto).

“Como que podría, quizás, en este caso, más separarlo en las personas que no quieren saber y
deciden porque los otros deciden por ellos, y las personas que se hacen conscientes de ciertas
cosas, y en base a eso tomas decisiones” (Julieta, consumo estricto, alto).
Esta falta de interés y conciencia que ven en aquellos que no consumen orgánico –en oposición al
interés y conciencia que ellos sí tienen-, les hace afirmas que, incluso si todos tuvieran un igual
acceso a estos productos, siempre habría gente que preferiría seguir consumiendo lo otro, o que, en
caso de que los consumiese, sería sin ser conscientes de qué tiene de diferente lo que están
comiendo. Este punto se desarrollará más profundamente en el apartado 4.

“Tampoco sé si en algún momento va a llegar a ser tanta la demanda, hay gente que siempre va a
preferir caracoquesos. Igual es cuático, porque igual habla de un estrato social, cachái?”
(Benjamín, consumo semi estricto, medio).

Como se ve en la cita anterior, el perfil del no consumidor también dice relación con posiciones
dentro de la estructura social, generalmente haciendo alusión a los sectores más bajos:

“No le vas a pedir a un señor que gana un sueldo mínimo que se pegue el pique hasta La Reina a
comprar tomates orgánicos, no es como tan relevante en su escala de vida, en lo que son sus
prioridades” (Julieta, consumo estricto, alto).

El tema de las diferencias de clase a la hora de acceder a productos orgánicos también se verá más
cabalmente más adelante, en el apartado 5. Lo principal acá, por tanto, es el hecho de que la
separación entre consumidores y no consumidores se hace, sobre todo, basándose en una posesión o
falta de conciencia sobre lo que es comer sano (lo que tiene mucho que ver con los distintos
habitus). De este modo, al describir a los consumidores orgánicos, se habla de personas
comprometidas con el medioambiente y con su salud, recalcando su buena elección, mientras que al
caracterizar a los no consumidores, lo que se logra es estigmatizar, en cierto modo, el estilo de vida
que llevan, sus elecciones (las ‘grasitas’).

3.4. Cómo perciben los no consumidores a los consumidores orgánicos

La visión que tienen los entrevistados consumidores de cómo los perciben aquellos que no
consumen cosas orgánicas se aleja de la conciencia e intereses que ellos mismos se adjudican, y que
los no consumidores no poseerían.

“¿Los que no consumen comida orgánica a los que sí la consumen? Medios hipster, puede ser”
(Estela, consumo poco estricto, medio).

“Yo creo que la gente que no come, así como que le da lo mismo lo que come en el fondo, debe
mirarlo como una cuestión súper, así como problemas del primer mundo, por decirlo así, como que
“ay, sí, ya. Anda a gastarte 10 lucas en comprar hueás orgánicas”, como “ya, cómprate eso que
vale 5 veces más que la otra”. Lo deben ver medio ridículo” (Julieta, consumo estricto, alto).

La percepción es que los no consumidores ridiculizan su consumo, viéndolo como algo sin sentido,
o como algo que denota arribismo, sin tener una opinión respecto a los intereses que hay detrás de
ese consumo, lo que podría deberse precisamente a que los consumidores no reconocen en los no
consumidores la conciencia suficiente como para poder adquirir o reconocer esos intereses.
Por otro lado, se considera que desde afuera con percibidos como cuicos, como parte de un estilo de
vida que no les pertenece a todos:

“Pero [mi hermano] tiene ese prejuicio, y dice como ‘ay, yo consumo comida orgánica, ay’, y me
molesta de esa manera, y yo creo que así nos deben ver mucho a la gente que consume comida
orgánica (…) Quizás también por prejuicio, o considerar que eso no le pertenece a todos” (Estela,
consumo poco orgánico, medio).

De este modo, se percibe que son vistos como algo exclusivo, como un estilo de vida y un gusto al
que sólo puede acceder cierta gente.

4. Productos orgánicos como bienes de consumo: lo auténtico y la


imitación
Como ya se ha mencionado, el mercado de productos orgánicos no está aún tan expandido en la
población, manteniéndose como un nicho en ciertos sectores de la ciudad, como los mismos
entrevistados expresaron, o atrayendo a gente que lo ve como una moda. Frente a esto, y para
aportar a responder la pregunta de investigación, resulta relevante conocer cómo se percibe una
posible masificación de estos productos.

4.1. Lo orgánico como moda

Surgió en todas las entrevistas el hecho de que el consumo de productos orgánicos se esté volviendo
para algunos una moda, que existe gente que lo consume sólo porque es cool o porque sale en las
revistas:

“Yo creo que porque también, un poco, está de moda, te hace más cool también, no sé po… hoy día
igual es como decir ‘no, soy vegano, como comida orgánica’, también te hace estar en un estatus
diferente” (Estela, consumo poco estricto, medio).

“No sé, en la revista Mujer de La Tercera salió que era súper entretenido tomar este jugo de algo
que vendían allá, entonces… a mí me da un poco esa impresión, es súper estereotípico, pero sí, me
da un poco esa impresión. Pero está bien, está bien que se ponga de moda eso, entre que se ponga
de moda eso y la Coca-Cola…” (Julieta, consumo estricto, alto).

Se observa que se está atrayendo a más gente a consumir este tipo de productos ofreciéndoles
entretención, ser cool y tener status, más que beneficios de salud, por ejemplo, que son los intereses
que se manifestaban por parte de los entrevistados.
4.2. Masificación de lo orgánico

Se plantea que sí se cree que lo orgánico se masificará, y que sería bueno que esto pasara, pues
llegaría información a toda la población y todos serían más sanos:

“Sí, como que yo creo que en algún momento igual va a empezar a tirarse la balanza más hacia lo
sano, orgánico, que a la chatarra o a la comida de industria” (Benjamín, consumo semi estricto,
medio).

“Entonces, si se masifica eso, sería genial, porque seríamos todos más sanos, y si tenemos un
cuerpo más sano tenemos una mente más sana” (Paula, consumo muy estricto, medio alto).

Sin embargo, pese a estos deseos de que sí se expanda el mercado, y lo positivo de sus resultados,
surgió de más de una persona el hecho de que probablemente si se masifica, seguirá habiendo gente
que siga consumiendo comida no sana, pues, como ya se vio anteriormente, se tiene la creencia de
que los no consumidores no tienen conciencia ni interés sobre lo que es comer sano:

“Si hay más, igual la gente quizás va a consumirlo sin conciencia de que lo que está consumiendo
es sano, a lo mejor, digo” (Paula, consumo muy estricto, medio alto).

“Entonces, no sé así como que se vaya a masificar, yo creo que se va a masificar más, sí, pero por
un tema como de moda, y porque es un nicho de mercado, o sea, estamos hablando de alguien que
igual va y consume una cuestión que de repente vale 6 veces más y ni lo cuestiona, es como “ah,
pero es orgánico, entonces démosle” (Julieta, consumo estricto, alto).

Se observa que la visión es que las personas tendrán más acceso, y lo comprarán aunque sea más
caro, sólo por el hecho de ser orgánico, o por el hecho de que esté ahí a la vente, pero sin plantearse
todos los cuestionamientos que ellos se hicieron, ni las razones e intereses que tuvieron para
empezar a consumirlos.

Podría hablarse, entonces, de un comer orgánico con conciencia y un comer orgánico por comer,
una oposición ente un consumo auténtico, de vanguardia y uno que es imitación. Tiene que ver con
lo que Bourdieu (2012) denomina el conocimiento y reconocimiento, en relación a una buena
voluntad cultural. Esta buena voluntad tomaría diferentes formas según el grado de familiaridad que
se tenga con la cultura legítima o el reconocimiento de ésta, en este caso, el consumo consciente de
materias orgánicas. A menos familiaridad se hablaría de un mero conocimiento de este consumo, es
decir, sin abarcar sus implicancias de fondo. De este modo, al plantear que si se masifica, mucha
gente consumirá de forma inconsciente, se podría aventurar a decir que lo que expresan es que ese
consumo será de mera imitación –o por moda, como se plantea explícitamente-, sin una
preocupación verdadera por reconocer y reconocerse en ese consumo.

Asimismo, se expresa que la masificación incipiente no debe forzarse, que debe hacerse de manera
natural y a escala personal:
“Claro, sería ideal que fuese –quizás- más masivo y todo eso, pero hay como un… no sé, tiene que
ir siendo como más natural también, no sé. Yo creo que es mucho más personal la cosa, como en
una escala mucho más pequeña. Como que si hay opciones de revertir cuestiones, es en una escala
mucho más pequeña, con las pequeñas decisiones que puedes ir haciendo…” (Julieta, consumo
estricto, alto).

Frente a estas posturas, surge otra que relaciona este no-consumo-a-pesar-de-la-masificación con un
factor de clase:

“Tampoco sé si en algún momento va a llegar a ser tanta la demanda, hay gente que siempre va a
preferir caracoquesos. Igual es cuático, porque igual habla de un estrato social, cachái?”
(Benjamín, consumo semi estricto, medio).

Acá ya no se trata de que se consumirá por consumir, sino que probablemente ni siquiera logre
masificarse tanto el mercado, porque hay gente de clases más bajas que no lo comprará, porque no
está informada de sus beneficios. Del mismo modo, tampoco se ve como un problema a escala
personal, sino que es un problema social.

5. Obstáculos para el consumo de productos orgánicos


Los obstáculos identificados se presentarán en dos niveles: uno subjetivo y uno objetivo. El primero
tiene que ver con decisiones –o no decisiones- propias de los sujetos que les impiden entrar al
mundo orgánico, y el segundo da cuenta de condiciones de tipo más estructural, o que están fuera
del alcance de las personas. Sin embargo, se plantea que, en este caso, lo objetivo podría estar
determinando a lo que los entrevistados llaman obstáculos subjetivos.

5.1. Obstáculos subjetivos

Dentro de este tipo de obstáculos entran varios aspectos mencionados constantemente en apartados
anteriores, como es el tema de la conciencia y el interés. Se plantea que dentro de los principales
impedimentos a la hora de optar por alimentos orgánicos, es la falta de conciencia sobre estos, la
falta de voluntad para cambiar de hábito, sumada a una comodidad, y una falta de interés por el
tema de la alimentación.

“El nivel de conciencia yo creo que es bajo también, o no está enfocado en este tema, porque,
como te digo, yo soy de la idea de que cuando a uno le baja el bichito y tienes la inquietud, buscas
po, y te las ingenias para lograr lo que quieres. O sea, entonces eso de que la ignorancia está
dentro del marco de que uno quiere seguir siendo ignorante, en el fondo, o que no le interesa ir
más allá” (Paula, consumo muy estricto, medio alto).

“Porque no conocen, no deben saber que hay ciertos beneficios, o porque sienten que no es algo
que merece tanta preocupación” (Estela, consumo poco estricto, medio).
Se puede ver que se percibe una falta de conocimiento sobre el tema, la que está dada por una falta
de interés y preocupación por el tema en cuestión. De la mano de esto, está el hecho de que adquirir
una inquietud por la alimentación implica investigar e informarse, buscar alternativas, acción que,
según se expresa, no todos están dispuestos a hacer:

“Claro, porque en el fondo es más fácil decir ‘no tengo la solución’, entonces sigo con mi vida.
Salir de la zona de confort es muy difícil. Entonces, por ahí va, en que a la gente le da susto el
cambio, es más cómodo seguir con lo mismo de siempre… hay muchas razones” (Paula, consumo
muy estricto, medio alto).

Este miedo a salir de la zona de confort también es vinculado, entonces, con una comodidad, con un
“dejar que los otros decidan por ellos”, como se señaló más arriba.

Frente a estas faltas de voluntad, interés, conciencia, e iniciativa (en oposición a la comodidad y
confort), existe otro obstáculo que se ha definido como de carácter más subjetivo: el hecho de que la
alimentación no sea una prioridad para ciertas personas:

“Entonces, en este caso, que es desde la alimentación, que también es algo como súper abyecto,
porque alimentarse bien no lo hace todo el mundo, sino que algunos” (Benjamín, consumo semi
estricto, medio).

“Pero también está asociado a cuáles son las prioridades de esas personas, porque, en el fondo,
cuando buscas comer más limpio, creo yo, o preocuparte más de tu alimentación, si hablamos
como en términos económicos, las cosas que tú más te preocupas es donde inviertes más plata,
entonces si a ti no te importa la alimentación, lo más probable es que no te calce el hecho de
invertir mucha plata ahí po. Desde ahí, si tú no le das mucha importancia… de nuevo, quizás la
gente no consume porque lo encuentra caro, pero le da lo mismo quizás gastarse la plata en un
celular y después ahorrar en la comida” (Julieta, consumo estricto, alto).

Se describe una escala de prioridades, donde para algunos en la cima estaría una buena
alimentación, mientras que otros –los no consumidores-, la delegan a puestos inferiores. Es posible
ver que algunos de los entrevistados relacionan distintas escalas de prioridades con distintas
posiciones sociales:

“No le vas a pedir a un señor que gana un sueldo mínimo que se pegue el pique hasta La Reina a
comprar tomates orgánicos, no es como tan relevante en su escala de vida, en lo que son sus
prioridades” (Julieta, consumo estricto, alto).

“Como que la gente que tiene menos recursos obvio que nunca va a tener un feeling apropiado con
el alimentarse bien, porque la sociedad ya los dejó tirados, porque la sociedad tampoco les da las
herramientas para que ellos puedan producir un huerto” (Benjamín, consumo semi estricto,
medio).

Es precisamente por lo anterior que se plantea que el cómo se definen las prioridades de cada
persona –o cada sector- se mueve entre obstáculos subjetivos y objetivos. Pues, si bien es una
decisión propia y personal el elegir a qué se le da relevancia en su vida, se propone que el habitus
juega un rol importante en guiar esa toma de decisiones, por lo que las prioridades son al a vez
estructuradas y condicionadas desde afuera, en este caso, desde la posición social ocupada. Es esta
posición, estrato o clase social lo que se define como el principal obstáculo objetivo para insertarse
en el mundo del consumo orgánico, con distintos factores dentro de él.

5.2. Obstáculos objetivos

Dentro de los obstáculos objetivos, como se ha mencionado, destaca la clase social a la que se
pertenece. Sin embargo, cabe mencionar otros factores antes, que pueden o no tener relación directa
con el estrato social (esto en la forma y grado en que como obstáculos afectan a las personas).

a. Tiempo, acceso y precio


Uno de los obstáculos más destacados, no sólo para aquellos que no consumen, sino que para los
mismos consumidores, fue el tema del tiempo. Se manifiesta que el comprar productos orgánicos
requiere de más tiempo, pues requiere buscar los productos. Además, el mantener un hábito
alimenticio saludable implicaría cambiar y mantener nuevas rutinas.

“Como para la colación la galleta Museo con el néctar Andina, y es como ‘no! La galleta Museo
es sodio y el néctar Andina es sodio, para de meterle eso’, ‘no, si sé, pero es lo más práctico’. Ahí
viene de nuevo el tema del tiempo. En vez de preparar una ensalada de frutas. Que, igual, esos son
hábitos, finalmente es el hábito de, lo que te decía, de levantarse a las 6 de la mañana a preparar
el desayuno” (Benjamín, consumo semi estricto, medio).

“En relación a los que son más estrictos, encuentro que igual me falta un poco de eso, para ser
más consecuente, en realidad, con lo que pienso. Quizás yo creo que si tuviera más tiempo lo
haría, pero también es un tema de comodidad” (Estela, consumo poco estricto, medio).

En el fondo, se plantea que el alimentarse bien requiere de tiempo, de organizarse bien y llevar
comida de la casa, pues es por no planificar el día que uno termina almorzando en cualquier parte.
Como se mencionó, también el tiempo es necesario para ir a comprar estos productos, pues los
locales que los ofertan son escasos y concentrados en un sector de la ciudad (sector oriente de
Santiago). De este modo, se necesita de tiempo para buscar tiendas, y aparte para transportarse:

“Al súper voy cuando tengo poco tiempo, y porque tengo al lado de mi casa, entonces, a veces
cuando estoy sola con mi hijo, prefiero ir al súper, porque me queda al lado. Pero, si tengo tiempo,
voy acá a las tostadurías del centro, a La Vega una vez fui, pero me quedaba muy lejos de mi casa,
que vivo en Puente Alto. Me gustaría ir más, pero, por tiempo, ahora no puedo” (Estela, consumo
poco estricto, medio).

Se distingue acá que otro problema para poder consumir cosas orgánicas es el acceso a las tiendas
en que se venden, pues, como se ha dicho, suelen estar concentradas:

“Pero es plata, igual hay que tener más plata, moverse más, porque no todo está tan accequible
[sic] como ir a un supermercado. O, no sé po, yo al lado de mi casa tengo un Jumbo, pero ese
Jumbo no tiene lo mismo que tiene el Jumbo del Costanera, por ejemplo, o más arriba. Cambia
mucho por el sector socioeconómico, es súper importante” (Estela, consumo poco estricto, medio).

“En el Jumbo del Costanera hay una sección orgánica, pero la vieja de Puente Alto no se va a
pegar el pique al Jumbo del Costanera a comprar un tomate orgánico, cachái? Compra en la feria,
compra pan blanco…” (Benjamín, consumo semi estricto, medio).

Esta diferencia de accesos, entonces, estría dada por la comuna en que se vive, ya que en la gran
mayoría de ellas no se encuentra oferta orgánica, ni en ferias, tiendas ni supermercados. Del mismo
modo, se nota que en estos últimos, que han ido incorporando poco a poco estos productos –sobre
todo Jumbo-, no se tiene la misma variedad de productos según la comuna en que esté ubicado.

El tema del acceso también tiene que ver con la poca oferta, en general, que existe en la ciudad.
Existen unas dos ferias grandes y periódicas (en La Reina y Las Condes), las pequeñas secciones
mencionadas en ciertos supermercados, y tienditas especializadas, las que muchas veces se
especializan en comida natural o gourmet, pero no necesariamente orgánica. Además, no todas estas
tiendas cuentan con, por ejemplo, página web, por lo que llegar a ellas es muy difícil.

Otro obstáculo de gran importancia que haría que la gente se abstuviese de consumir productos
orgánicos es su precio. Al ser éstos producidos en menor escala, suelen costar más, o mucho más en
algunos casos. Para los entrevistados, si bien algunos mencionan que ya no es tan caro como antes,
este sería el principal obstáculo para los no consumidores:

“Igual tienes que invertir lucas, porque igual el comer sano, o comer orgánico… un paquete de
tallarines orgánico, que son muy pocas las cadenas de supermercados en que hay, cuesta luca dos,
versus un paquete de tallarines cuesta $650, entonces igual hay una diferencia, que por economía
de la casa, del hogar, o sea obvio que compras el tallarín Luchetti po” (Benjamín, consumo semi
estricto, medio).

“Ahora, lo que es un poco más caro, a lo mejor, a veces. Igual como que han ido bajando los
precios, antes era mucho más caro, mucho pero mucho más caro. Igual ahora hay cosas que,
claro, uno dice, oh, en realidad, pucha, duele la guata pagar esto” (Paula, consumo muy estricto,
medio alto).

“Sí, pero en los supermercados que venden cosas orgánicas son mucho más caras. Ahí sí que son
mucho más caras. O sea, el Jumbo tiene una línea, unas cosas orgánicas, pero no sé cuánto vale el
kilo de arándanos, como 25 lucas, una cuestión así, cachái?” (Julieta, consumo estricto, alto).

Estos tres aspectos, tiempo, acceso y precio, están muy relacionados, y suelen ser los más abarcados
por la literatura que ha estudiado el tema.

b. Fomento y publicidad
Otro factor que se releva es el cómo se fomenta o no un consumo alimenticio saludable. En este
aspecto surgen dos ideas: la primera es que no se fomenta ni enseña a la gente estos productos y sus
beneficios; la segunda es que este no-fomento y el publicitar productos poco saludables es
intencional, siguiendo los intereses de industrias, empresas, y sistemas de salud.
“Es tan parvulario, tan así… la forma en que se le da el contenido a la gente, al pueblo, a la masa,
a la sociedad, es como tan así ‘ya, coma sano’, pero qué es comer sano?, es comer verduras no
más, ‘ya, coma verduras a destajo’. Y es como no po, tiene que haber también una enseñanza, no
sé” (Benjamín, consumo semi estricto, medio).

“Entonces, te fijas que no es nada de difícil, pero es como que la estructura ya está hecha de que
tiene que ser… porque la propaganda, el marketing, es lo que te enseñan po, es lo que le meten a la
cabeza a las personas, entonces, porque en ninguna parte dice “oiga, prepárese una leche de
almendras”, y ‘compre las almendras en no sé dónde, en cualquier tostaduría. Nadie le hace
propaganda a las almendras” (Paula, consumo muy estricto, medio alto).

En las citas anteriores se expresaría una falta de compromiso tanto de políticas gubernamentales,
que promueven un comer sano sin entregar las herramientas para ello, como de la industria
alimenticia y la publicidad, que promocionan fuertemente productos poco saludables y adictivos.
Con este tipo de políticas, lo que se buscaría, de acuerdo a los entrevistados, es mantener intacto un
sistema en que la industria de la comida va entregando constantemente pacientes a hospitales y
clínicas:

“Como que igual si haces comida que es muy sintética y muy rica, y que daña mucho el cuerpo,
tienes asegurados a los pacientes cuando tengan 50 años, obvio, va a estar toda la gente enferma.
Igual yo lo pienso en un nivel así un poco, como medio complot” (Julieta, consumo estricto, alto).

“Además que igual hay muchos intereses, entonces igual la comida y toda esa industria mueven
mucha plata. Como te digo, no sé si sea tan rentable para las clínicas que la gente ya no se
enferme tanto, porque se cuidó un poco más en su juventud. Imagínate, tienen que ser ricos con la
cantidad de bypass gástricos que hacen porque la gente está gorda” (Julieta, consumo estricto,
alto).

Como se planteó al momento de revisar las razones de por qué estas personas deciden insertarse en
el consumo de alimentos orgánicos, una que destacaba era el comer sano para prevenir y evitar
enfermedades. De este modo, se propone que lo que se hace desde las cúpulas de poder es enfermar
intencionalmente a las personas para que se mediquen y vayan al médico, y que se hagan adictas a
los productos para que sigan consumiendo.

c. Clase social
Un último obstáculo definido como impedimento para acceder y consumir productos orgánicos es la
clase o estrato social al que se pertenece. Dentro de los factores de clase que influirían en este no
consumo, destacan el poder adquisitivo, el poder de elección, costumbres alimenticias, el esfuerzo,
y, relacionado con apartados anteriores, el barrio y las prioridades.

En cuanto al poder adquisitivo, se manifiesta que es el determinante principal del si se puede o no


comer sano. Como se expresó más arriba, no se esperaría de alguien que gana el sueldo mínimo que
vaya a comprar tomates orgánicos a La Reina.

“Es más fácil… o sea, la Cajita Feliz cuesta cuánto? Luca. Francamente… lo mismo que cuesta un
pasaje en metro. Entonces como no tienes plata, tienes luca, vas al McDonald’s, te la compras, te
comes una hamburguesa de plástico. En este país todo es la plata, el poder adquisitivo es lo que
finalmente te determina si puedes comer sano, si puedes… todo, cachái?” (Benjamín, consumo
semi estricto, medio).

Son los ingresos los que determinarían, en parte, a la gran mayoría de los factores siguientes. Sin
embargo, hay que recordar que la clase social no está sólo determinada por el capital económico,
sino que también por un capital social y un capital cultural, resultando éste último igualmente
relevante.

Un segundo aspecto que resulta relevante al momento de conocer qué factores de clase determinan
el poder o no poder comer cosas orgánicas es lo que se denomina el poder de elección, o libertad de
elección:

“Igual yo siento que tengo una posición más menos privilegiada dentro de la estructura país que
tenemos, o sea, estudié en una universidad, igual estudié con crédito, pero estudié, estudié en un
colegio privado… igual eso es un porcentaje, cada vez vas achicando más el porcentaje de gente
que tiene acceso a eso, y gano un sueldo que igual está bien ubicado para mi edad, para todas las
cosas. Entonces, como que no me cuesta nada, yo que puedo, financiar esa línea de producción, y
dejarle, quizás, la no libertad de poder elegirlo a la persona que realmente no puede” (Julieta,
consumo estricto, alto).

“Sí po, el poder de la elección también, porque si dices ‘ya, no quiero más de esto’, igual tienes
encima una cantidad de factores, que es como ‘ya, no quiero comer más caracoquesos, pero no me
puedo ir a la pega todos los días en metro’, cachái?, porque me daba para comprar los
caracoquesos yéndome todos los días en el metro” (Benjamín, consumo semi estricto, medio).

Este poder de elección tiene mucho que ver, por tanto, con el poder adquisitivo recién mencionado.
Se entiende que personas con más ingresos tienen ya satisfechas necesidades básicas, y que por
tanto pueden elegir entre nuevos bienes más beneficiosos:

“Yo creo que son como de cierta manera una élite, o somos una élite, porque quiere decir que
tuviste como muchas necesidades básicas cubiertas en mucho tiempo para que tú puedas llegar al
punto de reflexionar que quizás la comida que come toda la sociedad no te hace bien, entonces tú
eliges esta vía alternativa” (Julieta, consumo estricto, alto).

Es lo que Bourdieu (2012) denomina el gusto de necesidad y el gusto de lujo/libertad. Estos últimos
se distancian de la necesidad en la medida en que se posea más capital económico. Es decir, el
gusto, en tanto libertad de elegir, sería una idea netamente burguesa. Las clases más bajas, en tanto,
tienen su gusto limitado sólo a aquello que se les presenta como necesidad, o sea, su gusto es una
elección, pero una elección forzada.

De este modo, las personas que consumen comida orgánica ya han visto satisfecha su necesidad
básica de alimentación, por lo que su gusto ya no se restringe solamente a aquello que les sirva para
hacer funcionar su cuerpo, sino que, al distanciarse de esta necesidad básica, pueden optar por otros
alimentos de lujo, que otorgan mayores beneficios, y que, a su vez, los distancian más de aquellos
que siguen consumiendo en función de la necesidad. Entonces, las personas de menos recursos no
pueden alejarse mucho de la necesidad, y su gusto queda encapsulado ahí.
Esto se puede ligar con las costumbres alimenticias, las formas de comer que tiene cada clase.
Como se relató al comienzo, los cuatro entrevistados concordaban en haber tenido una infancia con
hábitos alimenticios dentro del todo sanos, con una preponderancia de las verduras, un papel
mínimo de la carne, e inexistencia de bebidas. Totalmente lo contrario es lo que ellos perciben de
las clases más bajas:

“Una persona, así, hablando en idioma de ellos, como de los quintiles más bajos, jamás existe la
feria, porque, porque no po, porque, de partida, siempre tuvieron la enseñanza de que la cocina es
con carne, de que la comida es con carne, y la verdura siempre es un lugar más como de
acompañamiento… (...) Entonces, son costumbres tan arraigadas que, es complicado, pienso,
cambiar las cosas de un momento a otro” (Benjamín, consumo semi estricto, medio).

“Sobre todo para los sectores más bajos, que la gente suele consumir mucho embutido, mucha
comida insaludable [sic], pudiera tener más acceso a esto, porque estaría más impregnada de
información. Sería positivo” (Estela, consumo poco estricto, medio).

Mucha carne y embutidos, y pocas verduras serían las constituyentes de la dieta de personas de
clases más bajas. Alimentos más pesados, más funcionales y sustanciales que de forma, como diría
Bourdieu (2012). Esta dieta tiene que ver, como se menciona, con costumbres arraigadas, es decir,
con un habitus incorporado desde la infancia, un habitus de clase que es difícil de cambiar, y con el
cual no concuerdan las prácticas –alimenticias y otras- de otros habitus.

Otro factor relevante que tiene que ver con la clase son el de los barrios y la escala de prioridades,
ya mencionados con anterioridad, que afectan tanto al acceso a la oferta como al interés por
acceder:

“Pero en mi barrio, por ejemplo, yo no encuentro nada vegetal, o sea, en las ferias, pero si voy a
un negocio, ni siquiera tienen pan integral, por ejemplo, porque la gente no lo consume. [¿Y de qué
depende eso?] Yo creo que del sector socioeconómico, porque hay menos acceso, y también no hay
tiempo para estar preocupado de esas cosas, hay cosas que son más urgentes” (Estela, consumo
poco estricto, medio).

Un último factor, que dista bastante de los recién mencionados, tiene que ver con el esfuerzo. Se
plantea que las personas de sectores no tan acomodados tienen oportunidades para salir adelante, y,
en este caso, para alimentarse mejor, pero no lo logran porque no hay un esfuerzo detrás, por
comodidad:

“Si naces en un país subdesarrollado, algo tienes que aprender de vivir en ese país
subdesarrollado, o al revés, si naces en un país que está híper desarrollado, y hay de todo, y te
puedes dar la gran vida, bueno, también po, para algo naces ahí. Entonces la gente que nace en
una población, versus la gente que vive en un barrio súper acomodado de Santiago también. Todo
está relacionado, no son cosas como separadas. De repente la gente dice “oye, pero como claro, si
no tienen oportunidades, y cómo van a salir adelante, comer mejor”, y cuánta gente hay que es
súper híper pobre y nace en cuna de paja, y, sin embargo, llega a ser millonaria. Y por qué?
Porque le puso empeño” (Paula, consumo muy orgánico, medio alto).
Conclusiones

La presente investigación fue de carácter exploratorio, y tuvo como objetivo el conocer el discurso
que tienen los consumidores de productos orgánicos en Santiago acerca de su acción de consumir, y
qué papel cumplen para ellos estos productos en tanto bienes de consumo. La hipótesis planteada en
un comienzo fue que existía un discurso preocupado e interesado por el medioambiente al momento
de elegir consumir productos orgánicos, pero que estos productos, en tanto bienes de consumo,
develaban una lógica de distinción de clases inferiores, otorgándoles así un estatus privilegiado.

Luego de las entrevistas realizadas, y del posterior análisis, se puede concluir que la hipótesis no se
aprueba del todo, pero que sí se tiene material considerable y relevante que permite responder a la
pregunta planteada en torno al tema.

Lo primero que fue posible evidenciar, fue que los hábitos alimenticios que los entrevistados han
ido adoptando no tienen un correlato extremadamente diferente con el que tenían en su niñez en
casa de sus padres. Se menciona que el consumo de verduras era lo basal de su dieta, relegando la
carne a raras ocasiones. De este modo, se puede hablar de un habitus que se incorporó en su
infancia y que, si bien se vio influenciado por otros entornos a lo largo de los años, una raíz
importante de su actual interés y prioridad por la alimentación sana tiene su origen ahí.

En cuanto al proceso de inserción al consumo orgánico, éste suele darse a través de conocidos ya
insertos o relacionados con el tema, o como variación de otros hábitos alimenticios alternativos,
como el vegetarianismo (que también tiene su origen en este consumo escaso de carne
mencionado). Ambas formas son cruzadas por un interés personal que los lleva a informarse más
sobre el tema, y así, a adquirir distintos regímenes de alimentación, algunos mixtos, entre alimentos
orgánicos y no orgánicos, y otros muy rígidos y estrictos, de sólo alimentos orgánicos y cosméticos
y detergentes naturales.

Las razones para consumir estos productos giran en torno a intereses por apoyar una línea de
producción a escala pequeña, más respetuosa con sus trabajadores y con el medioambiente, y sobre
todo, con lograr un autocuidado. El dejar de consumir productos que utilizan fertilizantes químicos,
pesticidas y preservantes no sólo les otorga una experiencia sensorial distinta (en términos de mejor
sabor, color, textura, etc.), sino que les brinda un beneficio a la salud, por lo que la idea más
recurrente era usar este tipo de alimentos como una inversión que les evitara, a futuro, enfermarse y
tener que recurrir a medicamentos.

Para intentar conocer si los productos orgánicos tenían, en términos de Baudrillard (1974), una
función signo, o de valor social, se indagó en las percepciones que tenían los entrevistados tanto de
los consumidores como de los no consumidores orgánicos, así como cómo creían ellos que sus
conocidos y no consumidores veían a los que consumen cosas orgánicas.
El hallazgo más relevante acá fue la clara oposición que se hizo al describir a sus pares
consumidores como a los no consumidores. Se da cuenta de dos gustos totalmente distintos, los
cuales se rechazan y estigmatizan unos a otros. Las entrevistas permiten ver que el perfil que ellos
ven de otros consumidores orgánicos es de gente que se preocupa de comer bien, que tiene
conciencia de lo que come y del medioambiente, y que, en su mayoría, pertenecen a grupos sociales
específicos (cuicos o élite), que son personas que pueden pagar productos más caros, tienen tiempo
para ir a comprarlos y buscarlos, y tienen la libertad de elegir más allá de las necesidades básicas.
Por el contrario, el no consumidor es descrito como menos consciente, que le da lo mismo lo que
come, más cómodos y de otro grupo social. Al hacer el ejercicio al revés, los entrevistados
consumidores consideran que los que no consumen perciben su gusto por lo orgánico como algo de
cuicos, hipster y hasta ridículo. O sea, al que es su par consumidor se le recalcan sus buenas
elecciones, mientas que al no consumidor se le estigmatiza, poniendo como centro su falta de
conciencia e interés.

Un cuarto punto analizado dice relación con cómo se conciben a los productos orgánicos en tanto
bienes de consumo, dando cuenta de su percepción sobre su masificación. Esto es especialmente
relevante para responder a la pregunta de investigación. La primera idea que surgió acá fue el
considerar que el consumo de materias orgánicas se está volviendo una moda, algo cool y
taquillero, en que la gente consume más por un status que por un verdadero interés por lo sano. Fue
precisamente por esto que la hipótesis no fue del todo aprobada, pues no fue posible develar en su
discurso un uso de lo orgánico más como un mecanismo de distinción y estatus que como una
necesidad nutricional, como sí perciben ellos que, de cierta forma, lo usan quienes lo hacen por
moda. Sin embargo, cabe preguntarse si acaso no buscan, mediante esta valoración negativa de
aquellos que lo hacen por moda, distanciarse. La distinción no tendría ya un componente
económico, pues se entiende que quienes lo hacen por moda pueden pagarlo, sino que un
componente más cultural (de la buena cultura), dado por el estar verdaderamente conscientes de lo
consumen.

Antes de profundizar más sobre este punto, hay que detenerse en otro muy ligado: la masificación
de los alimentos orgánicos. Es consenso que sería bastante positivo que estos tipos de productos se
masificaran, para que así más gente pudiera acceder a ellos y ser más sana. Sin embargo, se
argumenta que aunque se masifique, no se logrará que todos los adquieran, porque, por una parte,
siempre habrá gente que preferirá comer comida chatarra o comidas no saludables en general, y, por
otra, que si se llega a dar una masificación sólo porque está de moda, la gente comprará el producto
porque está ahí a su alcance, pero sin adquirir una verdadera conciencia de qué es lo que está
comiendo, qué beneficios le da a su cuerpo y por qué.

Es por esto que, muy probablemente aventurándose y cayendo en prenociones, se plantea que
quizás sí hay un interés por distinguirse a través de este consumo, ya que, al verse más personas
insertas en él, el argumento es que no serán conscientes de qué les está brindando ese producto. Es
un consumo vanguardista y auténtico versus uno que imita, un reconocimiento de lo que hay detrás
de la producción y consumo orgánico versus un conocimiento superficial. Es necesario dejar claro,
sin embargo, que estas no son declaraciones textuales de los entrevistados, sino sólo una
interpretación.
El último punto que se revisó en esta investigación fue el de los obstáculos que pueden identificarse
que hacen que haya personas que no consuman alimentos orgánicos. Se definieron dos tipos de
obstáculos: subjetivos (en relación a interés, voluntad, conciencia, comodidad, etc.) y objetivos (que
tienen más que ver con condiciones estructurales del entorno, como la oferta de productos, fomento
de éstos, clase social, etc.). Luego del análisis, se plantea, a modo de conclusión, que todos los
obstáculos descritos están, de hecho, cruzados por una lógica de clases. Los que fueron definidos
como subjetivos responden a un bajo capital cultural, a una falta de educación (institucional y
familiar) en el tema que les impide desarrollar un gran interés o dar una gran importancia al tema de
la alimentación libre de químicos. Por otro lado, los obstáculos más objetivos darían cuenta de un
capital económico inferior, que les hace tener menos ingresos, menos tiempo, menos libertad de
elección o vivir en barrios más periféricos, por ejemplo.

Es por esto que cabe cuestionarse el gran énfasis que durante las entrevistas se puso a la idea de
conciencia, al hacerse consciente, quizás ignorando que no todos tienen los mismos conocimientos,
habilidades o acumulación de cultura que les permita hacerlo. Llama la atención, entonces, cuando
se plantea que la “masificación” de los productos orgánicos no debe hacerse de forma colectiva ni
desde arriba, sino que a una escala mucho más pequeña, a un nivel personal. De este modo, los
únicos que podrían lograr este salto personal a ser más consciente de lo que come son,
precisamente, aquellos que poseen volúmenes más elevados de capital cultural, social y económico,
pues su entorno y habitus se los facilita.

Pareciera, nuevamente enjuiciando puramente desde el sentido común, que, desde su posición
privilegiada, estos consumidores de productos orgánicos que ya tienes satisfechas sus necesidades
básicas, y, por tanto pueden distanciarse y comenzar a tener un gusto más ligado al lujo, han
naturalizado esta satisfacción al resto de la sociedad, asumiendo que el único paso que les falta para
lograr consumirlos es hacerse conscientes, dejando de lado todas aquellas necesidades vitales aún
insatisfechas. Nuevamente se recalca que éstas son interpretaciones libres de los discursos
revisados, no citas explícitas. Es más, si se recuerda, es posible ver que algunos entrevistados sí
hacían alusión a estas necesidades no resueltas.

Como se aclaró en un principio, esta investigación corresponde a un estudio exploratorio, por lo que
la búsqueda de posibles causalidades tiene un fundamento aún leve. Para futuras investigaciones
sobre el tema, resultaría relevante ahondar más en las problemáticas recién levantadas, así como
quizás conocer la verdadera percepción que tienen los no consumidores de este tipo de productos.
Se trata de un tema escasamente investigado dentro de la sociología en Chile, por lo que cualquier
aproximación resultará relevante e interesante.

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