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La infección vertebral sucede cuando un microorganismo invade la columna vertebral.

Empiema epidural o subdural. Un empiema es una infección localizada en un espacio


de una cavidad. En este caso puede estar en el espacio epidural o en el espacio
subdural.
Osteomielitis vertebral o espondilitis infecciosa. Un absceso es una infección
organizada en un tejido. Cuando afecta al hueso, es decir, a la vértebra, se
denomina osteomielitis vertebral o espondilitis infecciosa.
Sin la infección afecta exclusivamente al disco intervertebral se denomina discitis
infecciosa. Si es mixta (disco y vértebra) se hablará de espondilodiscitis
infecciosa.

Si la infección llega a afectar las membranas que recubren el sistema nervioso se


desarrollará una meningitis.

El nivel torácico es el más frecuentemente afectado (50%) seguido del lumbar (35%)
y cervical (15%). A menudo coexisten empiemas y discitis u osteomielitis.

Imagen del icono de la consulta de Segunda Opinión. Clínica Universidad de Navarra


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¿Cuáles son los síntomas habituales?


La infección vertebral aparece por tres vías de diseminación de los
microorganismos: vía hematógena, inoculación externa directa y por contigüidad a
partir de tejidos vecinos.

La infección de la columna vertebral puede provocar un dolor constante, que empeora


por la noche y con los cambios de posición, la deambulación y realización de
actividades.

Este dolor puede irradiarse al tórax o al abdomen.

Cuando afecta a espacios cervicales puede provocar disfagia y/o tortícolis.

Si existe déficit neurológico puede aparecer hipoestesia (disminución de la


sensibilidad), adormecimiento y calambres en la extremidad afectada.

Los síntomas más habituales son:

Dolor local, inespecífico y moderado.


Fiebre.
Malestar general y cansancio generalizado.
Alt

¿Cuáles son las causas?


El origen de la infección puede ser iatrogénico (cirugías o pinchazos) o por
diseminación hematógena y en algunas ocasiones incluso resulta imposible discernir
la procedencia del patógeno (Hasta un 50% en algunas series).

Hoy en día cada vez son menos frecuentes ya que los avances en la asepsia
quirúrgica y en la antibioterapia han reducido significativamente estas
infecciones.

El Staphylococco aureus es el germen que se observa con mayor frecuencia (>50%). La


tuberculosis (Enfermedad de Pott) e infecciones fúngicas, muy infrecuentes en
individuos inmunocompetentes se han de sospechar en pacientes inmunodeprimidos o
pacientes adictos a drogas por vía parenteral (ADVP).
¿Cuáles son los factores de riesgo?
Existen algunos factores que puede favorecer la aparición de una infección
vertebral:

Diabetes mellitus, alcoholismo, traumatismo penetrante, procedimiento quirúrgico


previo, edad avanzada, obesidad, desnutrición, inmunodepresión o inmunodulación
(corticoterapia, VIH/SIDA, trasplantados etc.), drogadicción, comorbilidad médica
importante, mal estado del paciente, hemodiálisis etc.

¿Cómo se diagnostica?
Imagen del PET-TAC. Clínica Universidad de Navarra
Las pruebas de laboratorio (velocidad de sedimentación globular (VSG), proteína-C
reactiva (PCR), procalcitonina, fórmula leucocitaria etc. Son parámetros
indispensables para el control de este tipo de enfermedad.

El estudio radiológico simple aporta información de los cambios cronológicos en el


hueso, pero no es suficiente para una valoración de la fase aguda-subaguda de la
enfermedad; no obstante, una Rx dinámicas para valorar la estabilidad vertebral
según cuánto haya afectado a las vértebras también son de gran importancia.

La resonancia magnética (partes blandas) y el escáner o TC (elementos óseos) son


las pruebas de referencia para un estudio adecuado y eficaz de la infección.

También puede servir de ayuda ante casos dudosos las pruebas de medicina nuclear,
éstas son la gammagrafía con leucocitos marcados o con Galio/Tecnecio, el SPECT-TC
y el PET-TC.

El estudio definitivo diagnóstico de una infección es una toma de biopsia con el


que se obtienen muestras para cultivo del patógeno a tratar. Puede llevarse a cabo
en un acto quirúrgico o de manera percutánea guiada con TC.

¿Cómo la tratamos?
Tratamiento
El tratamiento de cualquiera de estas infecciones es la antibioterapia intravenosa.
Si conocemos el patógeno que ha provocado la infección se le administrará
antibioterapia dirigida. Si aún se ignora el origen de la infección se implementará
antibioterapia de amplio espectro.

Si el empiema o el absceso produce una compresión patente sobre estructuras


nerviosas, la cirugía está indicada para aliviar la presión en la zona afectada.

Si debido a la destrucción ósea, presenta una inestabilidad vertebral, se puede


indicar una cirugía de estabilización, ya que a menudo esta consecuencia de la
infección, acarrea mayores problemas de dolor al paciente.

En una discitis infecciosa post-quirúrgica, el tratamiento habitual es


antibioterapia intravenosa empírica, reposo y una ortesis lumbar o dorso-lumbar.

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