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Fr. Ricardo W.

Corleto OAR

PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA ARGENTINA


FACULTAD DE TEOLOGÍA
HISTORIA DE LA IGLESIA IV

SUBSIDIOS PARA EL ESTUDIO

La irrupción de los bárbaros en el Imperio Romano


y la nueva configuración del Orbis Christianus1

Bibliografía básica

 DAWSON Christopher, Los orígenes de Europa, Madrid, Rialp, 1991.


 HALSALL Guy, Las migraciones bárbaras y el Occidente Romano (376-568), Valencia,
Publicaciones de la Universitàt de Valencia, 2012.
 PIRENNE Henri, Mahoma y Carlomagno, 1ª edición 5ª reimpresión, Madrid, Alianza
Editorial, 1993.

1. El concepto de “pueblos bárbaros”

En el contexto del Imperio Romano, la palabra “barbari”; palabra que los latinos
tomaron del término griego bavrbavroi (literalmente “gente que farfulla”) designaba a
todos los pueblos no pertenecientes al mundo cultural y lingüístico grecolatino 2; en la
1
En este apartado, sigo de cerca a Henri PIRENNE, Mahoma y Carlomagno, 20-29.Ver el correspondiente mapa
en Großer Atlas zur Weltgeschichte, 48, I.
2
En su obra Las migraciones bárbaras y el Occidente Romano (376-568), Guy Halsall ha estudiado una serie de
cuestiones conexas con la cuestión de los “bárbaros” en el contexto de la caída del Imperio romano de
Occidente tales como el problema del “germanismo”, la “etnicidad”, etc. Para el punto que aquí abordamos,
a saber, el significado que los romanos daban a la palabra barbari, cabe señalar la evolución que se dio a esta
“apropiación” latina de un concepto gestado entre los griegos. Los griegos se percibían a sí mismos como
geográficamente ubicados en el centro del mundo, con cambios estacionales pronunciados, una geografía
mixta, etc. todo lo cual hacía que entre ellos se combinasen los mejores factores del mundo para convertirlos
en los mejores guerreros y en los hombres más propensos a adoptar sistemas de gobierno adecuados; en la
medida que los diferentes pueblos se alejaban más de estas condiciones climáticas y geográficas ideales,
tanto más se convertían en seres más extravagantes. Los romanos, por su parte, sintiéndose a sí mismos
como ubicados en el centro del mundo, consideraban que en torno al Mediterráneo se daban las mejores
condiciones del mundo y cuanto uno más se alejaba de esa región los seres humanos eran más primitivos,
eran barbari. Para los romanos la “moderación” de su suelo (el “justo medio” y no las condiciones extremas
de las que hablaban los griegos) era lo que determinaba el carácter templado de los latinos, caracterizado por
su comportamiento racional, su sujeción al gobierno, etc. Siempre según Hallsal, el carácter más que la raza,

1
Antigüedad Tardía, designaba en particular a los pueblos de estirpe germánica que
habitaban en las zonas limítrofes del Imperio, con el cual –al menos en algunos casos–
tenían ya ciertos contactos en carácter de “foederati”.

Por “invasión de los pueblos bárbaros” se entiende la irrupción de las tribus


germánicas establecidas al este del Rin y al norte del Danubio (ríos que constituían el limes
romano).
La fecha de origen de las invasiones se puede colocar en el año 375; en efecto, si
bien las migraciones poblacionales se remontaban a un tiempo muy anterior a esa fecha,
fue precisamente en ese año en que los godos (ostrogodos y visigodos), fueron derrotados
por los hunos y debieron abandonar su lugar de asentamiento (sur de la Rusia actual y
norte del Danubio para los visigodos; norte de la península de Crimea para los
ostrogodos), forzando en el 376 las fronteras del Imperio. Eran unos 40.000 hombres, de
los cuales 8.000 eran guerreros (guiados por duques).

En atención a su lugar de origen los germanos suelen dividirse en dos grandes


grupos:

Orientales: Ostrogodos, visigodos, burgundios, vándalos, y longobardos, etc.

Germanos
Occidentales: Francos, bávaros, alamanes, turingios, anglos, sajones, etc.
(estos últimos se desplazaron lentamente más allá de sus fronteras, pero sin
perder contacto con su tierra de origen).

El avance de los germanos orientales se produjo en varias oleadas (no de forma


uniforme). Consecuencia de estas múltiples y repetidas “oleadas” fue que muchos pueblos
y ciudades de Europa occidental se vieron invadidos repetida y sucesivamente por
distintos pueblos, que los conquistaban y saqueaban.

Mientras que el Imperio Romano de Oriente (Capital Constantinopla),


prácticamente no sufrió las invasiones de los germanos –e incluso las desvió hacia
Occidente–, la parte occidental del Imperio (Capitales: Roma, Milán, Ravena) tuvo que
soportar toda su furia y finalmente fue destruido.

era lo que determinaba estas características. Los romanos pensaban también que los bárbaros era gente
menos civilizada (describiendo a los propios ancestros con costumbres y vestimentas correspondientes a los
bárbaros contemporáneos). En el mundo greco-latino, pues, la distinción entre hombres “bárbaros” y
“civilizados” estaba condicionada por factores de tipo físico-geográficos, biológicos e históricos. Guy
HALSALL, Las migraciones bárbaras…, 61-63.

2
Después que Odoacro destronó en el 476 al último emperador romano de
Occidente: Rómulo Augústulo; en Europa occidental se fueron constituyendodiversos
reinos étnicos germánicos que, sólo nominalmente, seguían perteneciendo al Imperio 3.

Junto con el Imperio, entró en crisis también el mundo antiguo; y la plurisecular y


gloriosa cultura grecolatina –al menos por el momento– entró en decadencia 4.

Las penurias sufridas por la población de Europa occidental urgieron a la iglesia a


preparar socorros materiales y a ayudar a los emigrados; aún a costa de distraerse muchas
veces de su tarea espiritual y evangelizadora.
Sin embargo, no hay que creer sin más a las descripciones catastróficas que de los
bárbaros hicieron algunos Padres de la Iglesia (Jerónimo, Víctor de Vita, etc.); ya que
muchos príncipes arrianos fueron respetuosos de la Iglesia.

2. Las migraciones bárbaras

Dijimos que, a causa de la derrota de los visigodos y ostrogodos por parte de los
hunos (375), los primeros se pusieron en movimiento y forzaron las fronteras del Imperio;
esto ocurrió en la primavera del 376.

Los ostrogodos se ubicaron en Panonia (actual Hungría) y los visigodos cruzaron el


Danubio penetrando en la península balcánica. Los invasores entraron como un pueblo,
conservaron sus leyes y continuaron siendo gobernados por sus duques. El emperador de
Oriente se ve forzado a admitirlos como “federados” e incurrió en un grave error: no
haberles asignado tierras o haberlos disgregado, pues entraron como un cuerpo extraño
dentro del Imperio.

En su marcha hacia el Mediterráneo enfrentaron a las tropas imperiales en la batalla


de Adrianópolis (378) [O de Constantinopla, a orillas del río Arda, actual ciudad de
Edirne]; en esta batalla perdió la vida el emperador Valente (361-378), la región de Tracia
fue saqueada por los invasores.

Constantinopla logró resistir; el emperador Teodosio (379-395) los alejó, pero no


logró derrotarlos y los godos recorrieron Grecia saqueando todo a su paso. [Entretanto
habían reemplazado a sus duques por un rey: Alarico (407-410)]

3
Respecto a la pertenencia de los reinos germánicos al Imperio Romano –más ficticia que real– es
interesante considerar las ideas de Henri PIRENNE contenidas en su libro Mahoma y Carlomagno, Madrid,
Alianza, 1993. Pirenne minimiza la importancia de la presencia germánica, al menos durante los primeros
años de la invasión y de la creación de los reinos bárbaros.
4
Christopher Dawson ha demostrado, a mi entender, cómo la ruina del Imperio en general, y en particular la
decadencia de la cultura grecolatina no fue total; antes bien, el ideal de Imperio y la tradición clásica
conservados por el cristianismo; sumados al sustrato étnico de los bárbanos constituyen, precisamente, los
tres elementos fundamentales que dan origen a la Europa medieval. Christopher DAWSON, Los orígenes de
Europa, Madrid, Rialp, 29-122.

3
Finalmente, el emperador Arcadio (395-408) los autorizó a establecerse en el Ilírico
y constituyó a Alarico como Magister Militum per Illiricum (en el intento de someterlo e
integrarlo a la estructura del Imperio).

Los godos no se conformaron con el lugar asignado y en el 401 se arrojaron sobre


Italia. Estilicón los hizo retroceder, pero –muerto éste pocos años después– en el 408
volvieron a lanzarse sobre Italia y en el 410 saquearon Roma5. El mundo parecía
derrumbarse.

Los godos marcharon hacia el sur y luego, muerto Alarico, Ataúlfo emprendió el
camino de las Galias (en Narbona [SE de Francia, casi en el límite con España] se casa con
Gala Placidia, hermana del Emperador Honorio). Después de algunas incursiones en
España, los visigodos se establecieron en la Aquitania II [SO de Francia, entre los ríos Loira
y Garona], donde permanecieron aproximadamente hasta el 465 en que se precipitaron
sobre España.

Entre tanto, los suevos se habían posesionado de la provincia de Gallaecia (411) y los
vándalos, guiados por su Rey Genserico habían atravesado media Europa atravesando, en
el 429, el estrecho de Gibraltar. El África –granero del Imperio– cayó en manos de los
vándalos arrianos; una tras otra fueron arrasadas sus ciudades más importantes: en el 430
–mientras Agustín agonizaba– el conde Bonifacio luchaba por salvaguardar la ciudad de
Hipona, que finalmente caería en manos de los invasores. Por último, la gran ciudad de
Cartago, base naval del África noroccidental, cayó en manos de los vándalos en el 439,
formándose un reino arriano en África del Norte; desde allí, la Ciudad de Roma sería
invadida y saqueada nuevamente por Genserico en el 455.

Por su parte, los burgundios (o borgoñones), rompiendo sus pactos con el Imperio,
se posesionaron de buena parte del sur de Francia [alrededor del Ródano].

Aprovechando la debilidad del Imperio, Odoacro, Rey de los hérulos en el 476 destronó a
Rómulo Augústulo (último Emperador Romano de Occidente), convirtiéndose en jefe de
toda Italia. Odoacro, a su vez, sería, combatido, derrotado y finalmente asesinado por los
ostrogodos en el 493; Teodorico, Rey de los ostrogodos, terminaría apoderándose de Italia.

3. Nueva configuración político-religiosa del “Orbis Christianus”

5
En este contexto histórico, y como resultado de las noticias traídas por los exiliados que huyeron del saqueo
de Roma del año 410, debe ubicarse el sermón De Urbis excidio de san Agustín.
Agustín reconoce: “Nos han anunciado cosas horrendas. Exterminios, incendios, saqueos, asesinatos,
torturas de los hombres. Ciertamente que hemos oído muchos relatos escalofriantes; hemos gemido sobre
todas las desgracias; con frecuencia hemos derramado lágrimas, sin apenas tener consuelo. Si, no lo
desmiento, no niego que hemos oído enormes males, que se han cometido atrocidades en la gran Roma”.
SAN AGUSTÍN, Sermón De Urbis excidio, II, 3 en Obras Completas, XL, 519.

4
Como consecuencia de las invasiones germánicas, la cara del Occidente cambió
completamente: Se formaron diversos reinos germánicos que, sólo de una forma muy
débil guardaban cierta relación con el Emperador de Oriente6.
Los reinos que configuraron el “nuevo mapa” del Occidente europeo y del norte de
África fueron:

 Italia: Primero fue ocupada por los hérulos, luego por los ostrogodos y
finalmente por los longobardos.
 El Norte de África: fue ocupado por los vándalos.
 Galicia y parte de Portugal: fue invadida por los suevos.
 El resto de España y el suroeste de Francia: fue conquistado por los
visigodos.
 En torno al valle del Ródano: se ubicaron los burgundios.
 En el norte de las Galias: Del espacio que seguía perteneciendo al Imperio
se adueñó Clodoveo en el 486. Sus conquistas desplazaron a los visigodos a
España.
 Britania (hoy Inglaterra y Gales): Fue invadida por los anglos, los sajones,
los jutos, los daneses, etc. (siglos V-VI).

Así, hacia el siglo VI, aunque nadie aún se hubiera atrevido a atribuirse el título de
emperador –recién lo haría Carlomagno en la Navidad del 800–, no quedaba en toda
Europa occidental ni un centímetro cuadrado que, más allá de ciertas formalidades,
obedeciera de forma efectiva al Emperador de Oriente.

6
Según indica Henri Pirenne, los bárbaros invasores no tuvieron –al menos en la generalidad de los casos– el
deseo de destruir la Romania; “nada animaba a los germanos contra el Imperio, ni motivos religiosos, ni
odio racial, ni menos aún consideraciones políticas. En lugar de odiarlo, lo admiraban. Todo lo que
querían era establecerse allí y disfrutar de él. Y sus reyes aspiraban a las dignidades romanas”. Henri
PIRENNE, Mahoma y Carlomagno, 30-31.

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