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teniendo los propios actos consecuencias sobre los otros. En este contexto, se ha
elaborado todo un código no sólo normativo, sino también moral en función de las
creencias compartidas sobre lo que resulta o no aceptable o los valores que
seguimos.
considerado como el padre de la epistemología genética, famoso por sus aportes al estudio de la
Jean Piaget es uno de las más reconocidos autores en lo que respecta al estudio
del desarrollo infantil, siendo uno de los padres de la psicología evolutiva.
El autor considera que de cara a poder hablar de moral va a ser necesario adquirir un
nivel de desarrollo equivalente a los dos años de edad, equivalente al periodo
preoperacional (anteriormente se considera que no existe la suficiente capacidad
mental para hablar de algo semejante a la moral).
A partir de dicho punto, el ser humano va a ir desarrollando una moral cada vez más
compleja según su capacidad cognitiva se va haciendo mayor y con capacidad para
el pensamiento abstracto e hipotético-deductivo. Así, la evolución de la moral
depende de la de las propias habilidades cognitivas: para ir avanzando es
necesario ir reorganizando y añadiendo información a los esquemas
previamente existentes, de tal manera que se pueda desarrollar un conocimiento
cada vez más profundo y a la vez crítico con la consideración que merece un
comportamiento determinado.
Además de ello será necesaria la interacción con sus iguales, como principal
mecanismo para adquirir información y dejar de lado el egocentrismo propio de las
primeras etapas vitales. Por último es imprescindible que, poco a poco y según se
van adquiriendo y dominando las capacidades y el pensamiento hipotético-deductivo,
se vaya produciendo un progresivo alejamiento e independencia de los progenitores
y su punto de vista, siendo esto necesario para que se desarrolle cierto relativismo y
capacidad crítica propia.
La segunda de las etapas del desarrollo moral se da entre los cinco y diez años,
apareciendo las reglas como algo procedente del exterior pero que se comprende
como relevante y de obligado cumplimiento, siendo algo inflexible.
La mentira está mal vista, y se acepta el castigo por la disidencia sin tener en cuenta
posibles variables atenuantes o las intenciones, siendo lo relevante las
consecuencias de la conducta.
Con el tiempo dejan de verse las reglas como algo impuesto por otros pero que
siguen siendo relevantes per se sin que se precise de una motivación externa.
Esta etapa surge aproximadamente a partir de los diez años de edad, en la etapa de
las operaciones concretas e incluso en el inicio de las formales. En esta etapa el
menor ya ha alcanzado la capacidad de utilizar la lógica a la hora de establecer
relaciones entre las informaciones y fenómenos que vive.
1. La comprensión de las reglas por parte de los niños. Lo cual implica preguntas como:
2. La comprensión de los niños sobre la responsabilidad moral. Esto lleva a preguntas tales como:
Los niños consideran que la moralidad obedece las reglas y leyes de otras
personas, las cuales no se pueden cambiar.
Aceptan que todas las reglas son creadas por una figura de autoridad, como
por ejemplo, padres, maestros, Dios, y que infringir las reglas dará lugar a
un castigo inmediato y severo, o sea a una justicia inmanente.
Durante esta etapa, los niños consideran que las reglas son absolutas e
inmutables, es decir, «divinas». Creen que las reglas no se pueden cambiar
y que siempre han sido las mismas.
Ejemplo 2
Una niña llamada Margaret fue y tomó las tijeras de su madre un día
cuando su madre no estaba. Ella jugó con ellas durante un tiempo.
Entonces, como no sabía cómo usarlas correctamente, accidentalmente
hizo un pequeño agujero en su vestido.
Descubrió que los niños más pequeños valoran la gravedad de una mentira
en términos del tamaño de su desviación de la realidad.
Por ejemplo, para el niño aquel que afirma que vio a un perro del tamaño
de un elefante sería juzgado como más mentiroso, que quien diga haber
visto un perro del tamaño de un caballo, aunque es menos probable que se
le crea al primero.
Con respecto al castigo, Piaget también descubrió que los niños en esta
etapa tenían una visión característica.
Para ellos la función del castigo es hacer sufrir al culpable. Piaget llamó a
este fenómeno como justicia retributiva, o castigo expiatorio, porque el
castigo se percibido como un acto de retribución o venganza.
Los niños en el periodo operativo concreto tienen una visión muy antigua
del castigo, similar a la del Antiguo Testamento, o sea «ojo por ojo».
Por ejemplo, una de las historias que contó fue sobre dos niños que robaron
en un huerto de uno agricultores locales.
Sin embargo, en el camino a casa, este niño tuvo que cruzar sobre la
corriente por un tronco muy resbaladizo. Este niño se cayó y se cortó la
pierna gravemente.
Ahora, cuando se les preguntaba a los niños en esta etapa, sobre por qué el
niño se hirió la pierna, no dicen «porque el tronco estaba resbaladizo«,
afirman al contrario, «porque le robó al granjero«.
Por lo tanto, es una moral que proviene del respeto unilateral que le deben a
sus padres, maestros y otros figuras de autoridad.
Sin embargo, a medida que los niños crecen, las circunstancias de sus vidas
cambian, su actitud ante las cuestiones morales sufre un cambio radical.
Los niños mayores normalmente creen que su primera lealtad es con sus
amigos cercanos y no solo con sus compañeros en general. Este sería un
ejemplo de la moral autónoma del niño.
Durante este periodo los niños comprenden que no existe el bien o el mal
absoluto y que la moralidad depende de las intenciones y no de las
consecuencias.
Piaget creía que alrededor de la edad de 9-10 años la comprensión de los
niños de los problemas morales sufre una reorganización fundamental.
Como resultado, las ideas de los niños sobre la naturaleza de las reglas
mismas, sobre la responsabilidad moral, sobre el castigo y la justicia
cambian, por tanto, su forma de pensar se asemeja más a la de los adultos.
Los niños ahora entienden que las reglas no provienen de alguna fuente
mística «divina«. La gente crea reglas y las personas pueden cambiarlas; no
están inscritas en tablas de piedra.
Con respecto a las «reglas del juego«, los niños mayores reconocen que se
necesitan reglas para evitar peleas y garantizar el juego limpio.
Todo esto demuestra, en opinión de Piaget, que los niños ahora pueden
apreciar la importancia de los hechos subjetivos y de la responsabilidad
interna.
Ahora reconocen que todas las mentiras no son iguales, por ejemplo,
puedes decir una «mentira piadosa» para proteger los sentimientos de
alguien.
También reconocen que si alguien dice algo que sabe que no es cierto, ello
no significa necesariamente que la otra persona esté mintiendo. Ya que
podría ser que cometieron un error o que se trate de una diferencia de
opinión.
Los niños en este periodo también reconocen que la justicia en la vida real
es un sistema imperfecto.
En lugar del respeto unilateral que los niños más pequeños deben a sus
padres, una actitud de respeto mutuo rige las relaciones entre pares.