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Actuar de frente
La palabra “crisis” expresa, en la lengua china, al mismo tiempo peligro y oportunidad. ¿Oportunidad de qué? De
ejercer liderazgo, de tomar conciencia de la situación actual y de actuar de frente –y no evadiendo-, la dificultad del
momento. ¿Cómo hacerlo? Movilizando a los demás en estas situaciones de incertidumbre.
Ejercer liderazgo es difícil y riesgoso, pues siempre genera resistencias individuales y grupales. Mientras los costos son
seguros, los beneficios son inciertos. Difícil, porque se ejerce en situaciones de incertidumbre. Peligroso, porque las
personas y el sistema social pueden volverse en nuestra contra, y el fracaso es siempre una alternativa posible si el
proceso no se maneja de modo estratégico.
La pregunta que debiese haberse hecho al menos uno de los miembros del equipo de diseño de Toyota es ¿cómo lograr
motivar y convencer a los demás de la necesidad de llevar adelante un cambio respecto de los aceleradores de estos
modelos de autos? Este “alguien” debía haber tenido claro que las personas –sus compañeros de trabajo- son racionales
y emocionales y que se comportan de la mejor manera que creen que deben hacerlo.
Por lo tanto, su invitación al cambio implicaría, necesariamente, que modificaran su comportamiento del momento; que
renunciaran a sus patrones de conducta acostumbrados y a los valores, intereses, hábitos o actitudes que movían ese
actuar.
Las personas, a fin de cuentas, deben aprender nuevos modos de actuar. Y el aprendizaje es imposible si no renunciamos
a aquello que creíamos correcto. Visto de esta manera, ejercer liderazgo significa nadar contra la corriente. En el caso
de Toyota, implica reflexionar sobre los problemas que estaban sucediendo en la aceleración de los autos, proponer una
solución alternativa y modificar el diseño que estaban usando, a pesar de todo lo que eso podría implicar.
En nuestra sociedad, quizás más que nunca, se hace necesario ejercer el liderazgo: personas que asuman sus
responsabilidades, que hagan lo que piensan y que provoquen que las cosas se hagan. En el caso de una empresa, lo
importante es que ésta cumpla con el propósito (misión) para el cual fue creada. Toyota, por ejemplo, se lo plantea de la
siguiente manera:
El hecho de haber desprestigiado la marca implicó romper con muchos de los principios y objetivos que se proponían.
Faltó alguien que tomara las riendas del asunto, alguien que activara a los demás, que ejerciera liderazgo. Y esto nos
habla de que ejercer liderazgo es una actividad, no un conjunto de cualidades personales; por lo tanto, invalida la idea de
que los líderes nacen y que por lo mismo, muchas personas nunca podrían ser líderes. Al verlo como una actividad, el
ejercicio del liderazgo no sólo pasa a ser una posibilidad, sino una obligación moral de todos los miembros de la
empresa. De capitán a paje.
A lo largo de su trayectoria, Toyota se había caracterizado por generar un sistema de organización del trabajo dinámico y
austero, con un suministro just-in-time de los materiales a ensamblar, aplicando los conceptos del mejoramiento continuo y
la Calidad Total de Edward Deming. En este reto nipón, Toyota había entregado una fuerte participación a los trabajadores
en las decisiones relacionadas con la producción, generando una horizontalidad proactiva al proceso de producción, que
fue lo que la diferenció claramente del fordismo tradicional estadounidense, donde imperaba la verticalidad de mando.
Por lo mismo, todos se consideraron responsables del problema. Para restaurar el equilibrio, redefinieron
principalmente dos valores: calidad por sobre cantidad; y nunca dejar de prestar atención a lo que dicen los clientes.
Ejercer liderazgo requiere valentía y sentido de propósito, pero también astucia y sentido estratégico. Muchas veces la
razón y el expertise técnico deben ceder espacio a la intuición y las emociones para interpretar los caminos que debemos
seguir. Recordemos que en situaciones de incertidumbre, las soluciones no son conocidas. Muchas veces, ni siquiera lo
son los problemas.
Por lo tanto, hay que entender el entorno en el cual competimos, tanto inmediato (clientes, empleados, gerentes,
accionistas) como cercano (medios de comunicación, gobierno, ONGs, etc.) Y entender también nuestro propio contexto
empresarial. Sólo así sabremos si vamos bien o mal encaminados. Y estaremos mal encaminados cuando haya una
brecha entre lo que debiéramos estar haciendo (propósito, valores, aspiraciones) y lo que en verdad estamos haciendo
(realidad). Inevitablemente, esto implica que no estamos cumpliendo la promesa que le hicimos a nuestros clientes: la
razón de existir de cada empresa.
Hacerse cargo
Al percatarse del problema y darse cuenta que no estaban cumpliendo con la promesa que le habían hecho a sus clientes,
el equipo de Toyota publicó un website especial con toda la información sobre los modelos que podrían tener problemas,
avisos en televisión y pedidos de disculpas de los directivos de la compañía en YouTube y en los principales medios de
prensa.
Más que líderes, lo que una empresa necesita son personas responsables y decididas. Y esto no necesariamente se
refiere a quienes están en los mandos mayores; sino que se requieren personas que tengan la habilidad de responder
cuando se requiere; que motiven a los demás en el logro de los objetivos del grupo; personas que conciban una visión de
lo que debe ser la organización y que generen las estrategias necesarias para llevarla a cabo.
En palabras de Winston Churchill: “No basta con hacer lo mejor posible. Hay que hacer lo que sea necesario”.
Un líder no es el individuo que tiene la respuesta o la solución para conducir a las personas hacia la salida. Ejercer
liderazgo es hacer que todos en la empresa se hagan cargo de la complejidad en juego; que internalicen que son parte del
problema y se hagan responsables de él.
En definitiva, quien decide ejercer liderazgo no sabe siempre hacia dónde quiere que la organización se movilice. Lo que
sí sabe es que existe un problema del cual hay que salir, enfrentándolo. Por ello, su rol es interpretar las señales para
descubrir el camino correcto e indicárselo al resto de los individuos. Se trata de transmitir el “para dónde vamos” , pues
sólo cuando logre que se vea el problema y los demás acepten su existencia, podrá ir paulatinamente comprometiendo a
los integrantes de la organización en la necesidad de trabajar y construir juntos una solución.
Y es que el simple ejercicio de agrupar a las personas en torno a la visión que proporciona el líder, aunque sea correcta,
las priva del trabajo que ellas deben hacer. En ese caso, el liderazgo se convierte allí en una suerte de guía en la que los
demás descansan y de la cual se hacen dependientes. El liderazgo efectivo, en cambio, requiere desafiar el “status
quo” para que las personas asuman la porción del problema y de la solución que a cada uno corresponde.
Mientras el “líder” está condenado a concentrar sobre sus hombros toda la responsabilidad –y en muchos casos también
la tarea–, el ejercicio de liderazgo involucra a todo el equipo y los hace responsables individual y colectivamente.
De más está decir la motivación y pertenencia que se genera en cada uno de nosotros cuando nos sentimos parte del
equipo.
En resumen...
El liderazgo es una actividad, no un conjunto de cualidades personales.
Puede ser ejercido por cualquier persona por medio de las estrategias adecuadas.
Ejercer liderazgo es movilizar a un grupo de personas para producir un cambio y
hacer frente a los problemas difíciles que se generan cuando encontramos una
brecha entre realidad y aspiraciones. Esta brecha genera tensión.
El proceso de cambio garantiza costos y pérdidas, por eso la tendencia a
mantener el statu quo.
Quien decide movilizar una organización o grupo para producir cambios se
impone a una labor peligrosa y difícil. Ejercer liderazgo es nadar contra la
corriente.
Para reflexionar:
¿Qué es el liderazgo?
¿Puedo yo ejercerlo? ¿Puedo yo llevar a cabo cambios dentro de mi empresa?
¿Qué problemas surgen en mi empresa cuando reconocemos la brecha entre
realidad y aspiraciones?
¿Por qué ejercer liderazgo es nadar contra la corriente?