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un fin de
siglo:
(Reseñas de lectura)
Fco. Javier San Martín: “PIERO MANZONI”
Podemos tomar la serie llamada “Achromes” como punto de partida del devenir
conceptual de Manzoni. La serie, iniciada en el otoño del 57, adoptará diversidad de
soluciones técnicas: desde el yeso aplicado sin excesivo cuidado a la tela de cuadros
cosidos de 1959 o la fibra de vidrio de 1962. A diferencia por ejemplo del aspecto
negativo que supone otros cuadros monocromos (como culminación de un proceso
depurador en Málevitch o como simple gesto negativo en el borrado neo-dada del
dibujo de De Kooning por Rauschenberg), los monocromos de Manzoni se presentan
como la puesta en evidencia concreta “del blanco”: si primero adopta la forma de
emular el gesto del artesano al disponer el yeso, luego se pasa al propio color dado, que
no es ni tan siquiera aplicado, sino que ya está. La diferencias con la “revolución azul”
de Klein son más o menos evidente. A lo largo de la propia serie se hace evidente la
propia evolución del artista desde la cercanía a la concreción matérica en que se
complacía el informalismo italiano a lo Burri hacia presupuestos más conceptuales. Si
fontana quería aún traspasar el soporte con su gesto, el de “artesanía” de Manzoni es
modestamente concreto y sólo nos remite a él, luego ni siquiera le hará falta este gesto
“impositivo” para remitirnos a su primigenia ausencia de color, sobre la que se articula
un infinito posible.
Es a este hecho último que ponen sintéticamente de relieve las “bases mágicas”, al que
aluden los escritos de Manzoni fundamentalmente: al modo en que se articulan
misteriosa y dialécticamente “zonas” mágicas (auráticas) sobre la realidad concreta de
las cosas.
Javier Arnaldo: “YVES KLEIN”
Yves Klein nació en Niza en el seno de una familia de Pintores en 1928 y, aunque sus
inquietudes le llevaron pronto por caminos muy diversos de los de la pintura y le
impulsaron a llevar una vida errática en diversas ciudades del extranjero, acabaría
orientándose en esta tras algunos conatos en otras direcciones. La más importante de
aquellas sería la que sentiría por el Judo, que marcaría la orientación de su posterior
trayectoria artística, y que le impulsaría a permanecer por una estancia prolongada en
Japón, donde aprendería la técnica del judo Kodokan, aún desconocida en Europa.
El punto de arranque de su trayectoria artística lo podemos localizar (a parte de otros
conatos anteriores poco documentado) en la publicación de su folleto “Yves: Peintures”
editado por su amigo, en cuyo club de judo trabajaba entonces en Madrid, Fernando
Franco de Sarabia. El proyecto se presenta como un falso catalogo para unas pinturas
que aún no existían; venía presentado por un “preface” firmado por su amigo el poeta
Claude Pascal, que firmaba “Pascal Claude”, consistente en simples líneas sin contenido
literario real. Se pueden distinguir en ella una serie de constantes que luego seguirán
presentes en su trabajo: la voluntad fundamentalmente conceptual de la propuesta, el
aspecto prioritariamente “publicitario” (el artista queda oculto tras la neutralidad de las
pinturas y el homónimo “Yves” o el pseudónimo “Haguenault” en la segunda edición).
Ese mismo año de 1954, Klein regresa a París donde se reintegra en el ambiente de las
tertulias artísticas de sus padres, recibe el primer rechazo de su obra en el
pretendidamente vanguardista“Salon des Réalités Nouvelles” de una obra suya:
“Expresión del mundo del color naranja minio”, continua con sus actividades en el
ámbito del judo y monta una película: “La guerra de la línea y el color”, en la que hace
una interpretación de la historia del arte (y humana occidental) como la victoria
perniciosa de la línea sobre el color. Con su compañera la arquitecta Bernardette Allain
iniciará experimentos para que el color una vez aplicado al soporte conservara el brillo
original, como una tarea de espiritualización y transfiguración de la realidad.
La labor de síntesis cósmica que supone al creación artística para Klein queda más
evidenciada aún en otros de sus trabajos: los monocromos de otros colores (rosas y
dorados, que con el IKB formaban una santísima trinidad de caracteres ontológicas: la
realidad total); la obras con la acción de elementos (como “Viento París/ Niza”) o las
obras en que se hace uso del fuego. No hacen sino continuar una línea de trabajo que
desde sus inicios le llevaron a fantasear con las arquitectura con muros de aire o las
fuentes de agua y fuego; obras en las que se evidencia su propósito: el de fusión del ser
humano con la realidad natural que le circunda en una experiencia de fusión creadora,
de totalización que trascienda las formas concretas en que esa energía se manifiesta, ese
vacío.
Tonia Raquejo: “LAND ART”
En el “Land Art” confluyen una serie de preocupaciones de tipo más o menos secular,
más o menos coyuntural de la sociedad occidental de los años sesenta en cuyo seno
nace: por una parte la romántica filiación de retorno a la naturaleza y a la pretensión de
superar su aislamiento “moderno” mediante la recuperación experiencia de lo
“sublime”. Ello hay que entenderlo en el contexto del surgir de nuevas formas de
sociabilidad y experiencia (de la filosofía vital del “retorno a la naturaleza”) asociadas a
los movimientos contraculturales, que tendrán su florecimiento en los setenta, tras la
revolución cultural que se desarrollo en torno al Mayo del 68. Por otra parte hay que
entender este nuevo interés por la vinculación a lo natural y primigenio en acuerdo con
el desarrollo y divulgación de los avances en arqueología y ciencia (recuérdese la
llegada a la Luna en 1969), que alimentó la imaginación de estos artistas; la nueva
relación en que la tecnología sitúa al hombre va a ser fuente de inspiración de una parte
importante de estos artistas (señaladamente: Walter de María, Campo de Relámpagos)
Desde este contexto general de crisis de la modernidad y esplendor del modernismo, las
obras se presentan con una considerable variedad ideológica: si por una parte hay
manifestaciones del “Land art” en el primer sentido que como la obra de la performer
Ana Mendieta reivindican una subversión de los valores patriarcales en la sociedad
occidental capitalista, otras obras han sido acusadas de representar la máxima expresión
de la cultura de la imposición técnica (Ge-Stell de Heidegger) sobre el medio ambiente,
en el ejercicio de la violencia de la razón instrumental y economicista. Las obras de
Smithson, De María, Heizer, Morris o Nancy Holt. Serían los monumentos que el poder
occidental hace a su propio triunfo.
De las tres líneas apuntadas en el primer parágrafo, las dos primeras: la acción íntima a
pequeña escala que representan trabajos como los de la citada Mendieta, Dennis
Oppenheim, Graham Metson, Keith Arnatt o Michael McCafferty, y muchas de las
acciones a gran escala al modo del Earthwork norteamericano pueden ser catalogadas
sin ambages como “process art”: el evento ha de ser documentado fotográficamente
para que quede memoria de su existencia, necesariamente perecedera. El Spiral Jetty o
el Amarillo Ramp no existen ya en la actualidad. Por ello estas obras presentan un
carácter radicalmente opuesto a las de el británico Jim Dibbets, que de hecho trabaja
sobre la fotografía como obra (no documento), cuestionando los procedimientos
perspectivos tradicionales del arte occidental.
Muchas de las obras del “espectro artístico” que hemos llamado genéricamente “Land
Art” concectan con amplitud, por este mismo carácter fronterizo, con otras tendencias
establecidas. Por citar ejemplos: es clara la filiación de bastantes de las manifestaciones
de estos artistas con el Povera (la obra de Richard Long, por citar al más claro ejemplo);
también con el minimal, por su pretensión de simplificación de las formas y gestos, si
bien se distancia claramente de él, por la escala en la que opera y por los medios de los
que se vale (e.g: Richard Fleischer: Laberinto, Charles Ross Eje Estelar), Otras obras
optan por unas manifestaciones más claramente figurativas (James Pierce: Mujer de la
tierra, Altar). Lo conceptual también se hace presente en el cuestionamiento de la
realidad física de la obra (por extensión su posibilidad de ubicarse en un museo:
recuérdense la dialéctica de los Sites y Non-Sites de Smithson); en cualquier caso todas
(o casi todas las obras) remiten a una experiencia de la relación de la eventualidad del
individuo humano con la totalidad de su entorno cósmico circundante, que relativiza la
dimensión objetual o material de la manifestación, mientras conecta con la dimensión
mítica y religiosa del entorno. La medida y el concepto de límite (como en la obra de P.
Manzoni) como modo de acercamiento metafísico a lo real van a tener un papel
destacado en obras como Anular Rings de Oppenheim, ejecutada en la frontera entre
Canadá y EE. UU.
Aurora Fernández Polanco: “ARTE POVERA”
L’arte povera hay que entenderlo a partir del ambiente socio-cultural del mayo francés.
Lo que hay de común entre casi todas las propuestas del povera es su voluntad común
de oposición a la sociedad capitalista y a la vanguardia formalista institucionalizada
como forma de colaboración con el orden alienante: pop-art y el arte abstracto venían
por igual a caer bajo la común condena de un orden deshumanizante.
Agrupados en torno a la figura central del crítico Germano Celant los artistas del povera
(casi todos de artistas italianos originarios de los círculos artísticos de Milán, Turín y
Génova) llegaron a su disolución como grupo en 1970, cuando se negaron a usar más la
etiqueta de “arte povera”, que decían, ocultaba una realidad de creación compleja y
múltiple de acercamiento a lo vivo y en curso: la negación a la institucionalización de
los participantes les llevaron a definirse como “anti-vanguardia” que buscaba recuperar
la creación con ejercicio frente a las obras, frente a los objetos, como ejercicio de
perpetuo “nomadismo” creativo. Esa forma de humanismo que representaban estos
artistas se presentaba como una ética, como una actitud peculiar contra la “reificación”
cultural lo que les ponía en contacto con otras tendencias artísticas del momento que
ahondaban en la cuestión de la posición del ser humano en el mundo y la necesidad de
recuperar sus orígenes, de lo primitivo y acultural o pre-cultural, que se vale de lo
socialmente degradado o degadable como medio de creación, lo rechazado como de
ínfima calidad.
Hay que vincular, por otra parte, el desarrollo del arte povera al desarrollo de otras
manifestaciones paralelas en el ámbito de las artes: señaladamente el proyecto de “teatro
pobre” que inició por aquellas fechas el director de escena polaco Jerzy Grotowski,
cuyas pretensiones eran muy semejantes: trabajar con los mínimos elementos
indispensables para la creación (trabajar “pobremente”), redescubrimiento de la verdad
humana (del actor como centro del trabajo teatral) a través de la puesta en cuestión de
todo el artificio teatral, intento de “desnudar” la realidad psicológica del actor para
llegar a los fundamentos energéticos de la interpretación. Frente al uso del bagaje
biográfico que constituía el material del actor stanislavskiano, la forma de trabajar de
Grotowski pretendía retomar contacto con el centro energético del individuo, eludiendo
todo los “complejos” psicológicos. El paralelismo con el modo de rechazar “la cultura”
y la alineación características del hacer creativo espontáneo de los artistas povera, están
en una misma línea de contacto con las terapias alternativas, filosofías orientales y la
psicología sintética y proyectiva jungiana (frente al psicoanálisis freudiano), tan en boga
en estos años.
Hay que recordar también por otra parte, la importancia de los movimientos
contraculturales y de reivindicación de la democracia directa, con los que se va a
relacionar la obra de la mayoría de estos artistas.
Por otra parte, ya dentro del ámbito de las artes hay que recordar el contacto promiscuo
del povera con el mínimal en su pretensión de valerse de pocos elementos
imprescindibles o elementos anti-formales (concretamente en la obra de Robert Morris)
o con el process art, en su carácter con frecuencia efímero o con el conceptual, en la
insistencia que la obra artística había de transmitir creación y no objetos, ideas y no
fetiches.
Entre los artistas más importantes del movimiento se pueden destacar los siguientes:
-Mario Merz: En la obra de este milanés se repite la construcción del iglú como núcleo
espacial a partir del que el individuo intenta expandir su ámbito de experiencia hasta
ponerlo en relación con la problemática humana global. Realizaciones como Che fare?
(1968) o el Iglú de Giap (1969) -con el neon en que figura escrito “Se il nemico si
concentra perde terreno, se si disperde perde forza”- son bien ilustrativo de esta
dialéctica individuo/ mundo humano, centro/ periferia.
-Michelangelo Pistoletto, que hizo su irrupción en el mundo del arte con sus Specchi,
en los que cuestiona la noción tradicional de arte mimético y perspectivo, como realidad
separada del preceptor, al integrarlo como reflejo en la misma obra e integrarlo en otras
figuras que han sido superpuestas a la superficie. A partir de ahí Pistoletto se va a
plantear su obra como un ejercicio de descarte: Sus Oggetti in meno no son sino el
ejercicio de acumulación de objetos que han estado vinculados al artista: son pues
modos de “liberarse”, tienen por tanto una significación puramente negativa. La Venere
degli stracci parte del mismo principio de acumulación para poner en cuestión la el
concepto tradicional de belleza, mediante la fusión de la misma con modos alternativos
de ser estético, acaso bellos también (o no) pese a la diferencia con respecto al modelo
previo.
-Jannis Kounellis va a interesarse fundamentalmente por el hecho de la energía en
estado puro, viva o elemental. Obras como Margarita de Fuego (1967) o los dodici
cavalli vivi (1969) instalación en la galeria romana L’Attico son clara ilustración de
este interés por hacer energéticamente presente el arte.
-Gilberto Zorio va a tenr la explícita voluntad en su obra de trascender la existencia
inerte de las palabras: hacer que “perro” ladre. Así presenta obras en que se produce
simultáneamente la realidad significante y se revela en el mismo momento su contenido
semántico: Así en “Odio” la airada inscripción de la palabra con un hacha sobre la
pared.
-Giovanni Anselmo tiene también el claro interés de manifestar la importancia de la
temporalidad y las tensiones vivas en la obra. Su obra más conocida Senza titolo de
1968 nos presenta las tensiones precarias de entre dos piezas petreas que han de reposar
en un precario equilibrio mecánico que se verá alterado por el proceso de degradación
biológica de la materia orgánica (lechuga y filete) sobre la que se apoyan.
-En la obra de Luciano Fabro las implicaciones políticas están muy presentes en todo
momento a través de la reflexión espacial: tanto en su En cubo (1966) como en sus
silueta de la península italiana en distintos materiales se deja ver la relación entre el
espacio del individuo y la dureza de los límites con su entorno como motivo de
reflexión.
-Otros artistas que trabajarán en el ámbito del Povera son Marisa Merz, Giuseppe
Penone y Pino Pascali.
Si decía G. Celant que se hallaban “Así, en un contexto dominado por las invenciones y
las imitaciones tecnológicas, las posibilidades de elección son dos: la apropiación (la
cleptomanía) del sistema, de los lenguajes codificados y artificiales, en el diálogo con
las estructuras existentes –tanto sociales como privadas-, la aceptación y el pseudo-
análisis ideológico, la ósmosis con cualquier “revolución” –aparente, e integrada al
momento-, la sistematización de la propia producción en el microcosmos abstracto (op)
o en el macrocosmos sociocultural (pop) y formal (estructuras primarias); o bien, por el
contrario, la libre proyección del ser humano”, es claro que estos artistas pretendieron
elegir la segunda opción.
Mª Sagrario Aznar Almazán (Coordinadora): “LA MEMORIA PÚBLICA”
“El pensamiento sólo puede consumarse a través de la muerte y luego, sin embargo,
existe algo más alto para el pensamiento: su resurrección en la libertad conquistada
mediante la muerte, una nueva vida para el pensamiento (...) El ser humano debe
volver a entrar en relación, hacia abajo, con los animales, las plantea, la naturaleza y,
hacia arriba, con los ángeles y los espíritus”.
“Me di cuenta del papel que el artista puede representar indicando los traumas de una
época e iniciando un proceso de curación. Esto tiene que ver con la medicina, o con lo
que la gente llama alquimia o chamanismo”.