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“Si los dioses ignoran mis rezos debido a que he sido mancillado por la sangre del enemigo,

no puedo hacer nada si no es continuar mis actos de devoción sin preocuparme de la


mancha. Incluso, aunque los dioses no aman las manchas de sangre, yo tengo mi propia
manera de ver las cosas. No me olvido jamás de mi hora cotidiana de oración. E incluso si en
el campo de batalla me salpica la sangre o tropiezo en los cadáveres que yacen a mis pies,
tengo confianza en la eficacia de mis rezos dedicados a los dioses para alcanzar el éxito
militar o asegurarme una larga vida”.

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