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Contra dicha resolución de segunda instancia administrativa, las recurrentes interponen una acción de
amparo alegando lo siguiente:
El juzgado alega que debemos ir en un camino hacia la tolerancia que deben tener las mayorías (el
colectivo heterosexual) frente a la evolución y cambios de los conceptos jurídicos más acorde al
derecho convencional y tendientes a tutelar el acceso a los derechos fundamentales, otro aspecto
relevante es la determinación de la posibilidad de realizar control difuso en este caso y determinar la
inaplicación de la norma del código civil que justifica la resolución administrativa. En primer lugar, se
parte de la idea que la Constitución, a diferencia del CC, al momento de aludir al matrimonio no hace
una diferencia sobre el sexo de los contrayentes, siendo que por el contrario sí hace tal distinción
cuando aborda la convivencia o concubinato. En tal sentido, en lo relativo al matrimonio estaríamos
frente a una norma heteroaplicativa, siendo que el desarrollo de la institución puede estar sujeta a
cambios. Agrega el Juzgado, sobre este último punto, que en la medida que no existe un concepto
definido en la constitución, se debe tener presente que diversas instituciones (como por ejemplo la
familia) en la evolución histórica han ido adoptando nuevos contornos bajo la modificación,
interpretación y aplicación de normas supranacionales, asimismo bajo el control de convencionalidad
se han presentado una necesaria modificación e interpretación de la Constitución y las leyes
nacionales, según normas internacionales y según las sentencias de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos.
La sentencia de primera instancia que declara fundado el proceso de amparo promovido por Susel
Paredes y Gracia Aljovín no solo carece de un raciocinio lógico, sino que también está exenta de un
análisis jurídico exhaustivo por lo cual sería errada.
Se confunde el concepto jurídico de familia con el de matrimonio, y da por sentado que son
sinónimos, cuando lo cierto es que el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales, la Declaración Universal de Derechos Humanos, el Pacto Internacional De Derechos
Civiles y Políticos, la Convención Americana de Derechos Humanos, la Opinión Consultiva 24-
17/2017 de la Corte CIDH, así como la Constitución Política del Perú son muy cuidadosos en la
delimitación de estos dos conceptos.
Es una regla del derecho internacional privado que el reconocimiento de sentencias extranjeras
(execuátur), nunca jamás son imperativas en el país donde se quiere hacerlas valer. Si un jeque llega a
Lima con sus seis esposas ¿acaso se debe reconocer su matrimonio con 6 mujeres? No, pues, porque
nuestro CC dice que el matrimonio es la unión de un varón con una sola mujer, no con dos, ni tres,
etc.
El derecho nacional amparado en la soberanía del Estado realiza un proceso de filtro para que las
normas extranjeras no afecten ni sean incompatibles con la ley nacional. El respetable matrimonio de
dos mujeres en Miami es nulo en el Perú porque nuestra ley no lo prescribe. No se puede forzar el
derecho, pues lo que no está en la norma es porque no existe y no es que la ley peruana tenga vacíos.
No. Es que nuestra legislación solamente pensó el matrimonio como la unión de un varón y una
mujer, guste o no.