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Un Siglo de AGM en R.D
Un Siglo de AGM en R.D
REPUBLICA DOMINICANA
TABLA DE CONTENIDO
APENDICE
El estudio que presento en esta pequeña obra, más que el resultado de mis
investigaciones, puede ser considerada como el fruto del esfuerzo investigativo compartido
de dos personas que, a pesar de estar separada generacionalmente por más de cuarenta y
cinco años, y tener formaciones disimiles, se encuentran unidas por los lazos que vincula n a
un nieto de su abuelo.
El Autor
PREFACIO
No es poco lo que actualmente viene haciéndose en nuestro país para develar el misterio
de nuestro pasado histórico, en pos de conocer el porqué de todos y cuantos rasgos
identifican nuestro rostro social, político, económico y cultural prevaleciente.
Presiento que el autor actúa movido por el peso de una responsabilidad que gravita sobre
toda la presente generación de intelectuales y técnicos, entre cuya filas circula la
confidencia de un dictamen sentencioso: Podría ser que el presente momento histórico
fuese nuestra última oportunidad como Nación para validar la estatutos que nos permitirá
trascender hasta el siguiente capítulo del devenir , con la dignidad de seguir siéndolo, a
pena de desandar hasta la regulación de nuestro derecho a ser Estado Soberano.
Hoy se discute con ardor nuestro sistema de tenencias de tierras, nuestra concepciones
urbanística, nuestra ideología – si es posible la expresión- sobre la propiedad en todo sus
órdenes, nuestra peculiar crisis habitacional y, ya como último grito de preocupaciones
universales, los puntos de contactos de los problemas anteriores con la disciplina
ecológicas; el hombre al servicio del medio o el hábitat al servicio del hombre.
Porque somos un país agrícola y pequeño, sujetos a poderosas contingencias que exceden
en mucho a nuestro mero desenvolvimiento auto dinámico; somos dependencia nítida de
trabazones históricas cuyas solución reclama enérgicas reacciones precedidas de una
disciplina de trabajo que, lamentablemente, no posee antecedentes muy profundos en
nuestro medio.
Quizás la resistencia a ver en algo que prejuzgamos ridículo en sus detalles más recónditos,
nos impida buscar en nuestro pasado histórico verdades insoslayables . En esa medida
podríamos resultar aportadores de un futuro que no merecemos, ni nosotros ni las
generaciones venideras.
Ahí veo la residencia más importante del presente esfuerzo que, por lo demás, tendrá que
ser tomado en cuenta para toda redefinición de nuestro status jurídico, académico, social e
histórico concerniente a las normas de propiedad territorial y en estrecho vínculo a nuestra
ineludible evolución estatal.
Jacobo Constant
LA AGRIMENSURA Y LA SITUACION AGRARIA
DE 1844 A 1882
b) Las extensas áreas de tierra en la cuales se habían fundado los hatos ganaderos.
d) Las tierras a cargo de las comunidades o instituciones religiosas que al correr de los
tiempos y después de proclamada la Independencia de la Republica Dominicana
fueron considerados como bienes del dominio del Estado, pero la iglesia católica
siguió teniendo la administración de algunos de sus bienes, aun cuando carecía de la
personalidad jurídica que más tarde le fue reconocida.
e) Las que conformaban los ejidos y las cuales fueron asignadas por el gobierno
colonial a los cabildos municipales de algunas poblaciones con motivo de sus
fundaciones y que más tarde las siguieron poseyendo los Ayuntamientos,
considerado bienes comunales.
f) Las gravadas por títulos, censos, tributos, capellanías, vinculaciones, etc., y las
cuales fueron extinguidas mediante la Ley dictada por la Cámara del Tribunal de la
Republica Dominicana el día 30 de mayo del 1845.
Todo agrimensor podrá tener bajo su servicio un ayudante o discípulo que queda
exento de realizar servicio militar, pero los agrimensores tenían que actuar por sí mismo
no por medio de sus ayudantes, además se le prohibía: 1) Ejercer en provincia que no
fuera la de su nombramiento, salvo autorización del Poder Ejecutivo; 2) Actuar en favor
de sus parientes en línea directa y en la colateral hasta el cuarto grado; 3) Destruir o
modificar en sus operaciones las de otro agrimensor, fuera de los casos de revisión.
Para asegurar el pago de sus honorarios, se les permitía a los agrimensores exigir a
quienes requirieren de sus servicios, el depósito en la alcaldía del importe al cual tuviese
derecho, pero no se le permitía el pago antes de entregar el trabajo (planos con su
respectiva acta).
Las únicas funciones no compatibles con la de agrimensor eran las que tenían que ver
con la autenticidad.
Los instrumentos de mensuras que la ley prescribía eran la brújula, la cadena y la toesa
de seis pies de rey francés. Respecto de esto se exigía que: 1) La brújula debía ser
adaptada a un grafómetro, y cada agrimensor debía tocar la suya dos veces al año, por
lo menos, con una piedra de imán, así como verificarla en presencia del Alcalde
Constitucional de la comunidad o ser verificado por dos personas designada por este
funcionario. De la verificación se levantaba un acto que firmaban todo los involucrados
en la operación; 2) La cadena era un instrumento que se dedicaba la medición de
terrenos montañosos, y debía constar de cincos pasos geométricos, cada paso dividido
en seis eslabones de seis pulgadas francesas cada uno. También se usaba la cadena
doble para medir terrenos llanos. 3) De la toesa se exigía también que tenía que marcar
sus sub-divisiones en pies, pulgadas y líneas, rematando en dos ajustes de metal. 4) El
error permitido en las operaciones de mensura era de una línea por cada toesa, y una
vara por cada cien varas, fuera de estas prescripciones había lugar a revisión.
No siempre el resultado de una revisión dejaba a las partes conformes y ella conducía
uno de estos dos resultados: a) que la operación realizada se juzgara correcta, en este
caso la parte que había solicitado la revisión podría mantener sus pretensiones
recurriendo a una segunda revisión, que en lenguaje lega se llamaba contrarevisión, b)
que las operaciones realizadas se juzgasen incorrecta, en este caso el recurso a esta
segunda revisión podía ejercerlo la parte que sostenía la corrección de las operaciones
realizadas o el mismo agrimensor. La contrarevisión solo era posible se ordenada por
una sentencia de un Juzgado de Primera Instancia y realizada por cinco agrimensores
nombrados por este de oficio. En caso de que en la provincia no hubiese el número de
agrimensores suficientes para ser designado, la parte que pedía la contrarevisión podía
pedir a la Suprema Corte de Justicia que supliese esa deficiencia con agrimensores de la
provincia vecinas.
Para la revisión de los planos la ley del 1848 afirmaba: ¨El plano será fechado y firmado
por el agrimensor. Los diferentes linderos del terreno mensurado se señalaran por
líneas, las mojonaduras en que terminan, con letras, y la tierra limítrofes, con los
nombres de sus dueños. Los agrimensores harán figurar en sus planos los linderos que
terminan en costas o que terminen atravesados por agua corriente, borrascas o crestas
de lomas, de caminos o playa, en caso de obstrucción invencible, los designaran con
líneas de puntos donde no haya podido aplicar la cadena. El Norte será indicado por una
lanza coronada por una flor de Liz y las aguas corrientes con una flecha¨. Para la
redacción de actas esa ley prescribía que ¨debía llevar la misma fecha que el plano.
Conteniendo el nombre y apellido del agrimensor, los requirente, los de todas persona
presente, los de aquellos citados y de aquellos que no hayan comparecido. Se debía
hacer mención de los títulos del requirente, en nombre del terreno medido, si es
conocido el nombre, la comunidad y la provincia de que hace parte, mas
particularmente la sección rural, la ciudad o pueblo, y las calle en que este situado,
señalando de una manera precisa los lugares o puntos notables que se haya reconocido,
y la mojonaduras que se hayan puesto o que hayan encontrado el agrimensor, y en
general, cuanto pueda servir a la inteligencia del plano. En fin será firmado por el
agrimensor y partes presentes, o se hará mención de las causas por que lo rehúsan¨.
Las copias de las actas y los planos de mensuras debían certificarse conforme a sus
originales y firmado por el agrimensor debiendo indicar la fecha de su expedición. El
agrimensor solo podía emitir copias de planos y actas a parte legítimas, es decir aquellos
que le habían requerido la operación, o a sus herederos, compradores, donatarios, etc.
El propietario y otro particular, en razón de sus intereses, que necesite copia de actas y
planos que no es parte legítima, no podía despachársela el agrimensor, sin previa
autorización por escrito de la Justicia Mayor, a quien se le expondrán los motivos que le
asisten, la pena de cincuenta pesos de multa contra el agrimensor, sin perjuicio de los
daños e intereses a que diera lugar. Todas las actas como sus copias debían ser escritas
en papel sellado oficial impreso, vendido por la oficina del Tesoro con fines de
impuesto; durante la intervención Norte Americana de 1916 fue sustituido el papel
sellado por el uso de los actuales sellos. Los agrimensores además, estaban obligados a
registrar sus actas en el curso de los quince días de su expedición, en virtud de la Ley
Sobre la Naturaleza y Los Efectos De Registro, primera Ley de Registro de Actas
Judiciales y Extrajudiciales de la República Dominicana, promulgada dos días después de
la de agrimensura el 8 de julio del 1848. Por otra parte, los agrimensores estaban
obligados a anotar de su puño y letra, el horario que percibían. Todo agrimensor tenía el
deber de llevar un libro de registro, una especie de libro indico, para anotar en él, en
forma abreviada y en orden de fecha y número, todas las actas de sus operaciones. Este
libro era rubricado y foliado por la Justicia Mayor, y luego visado por esta cada seis
meses. Igual visado debía hacer el Director de Registro de la comunidad donde residiese
el agrimensor, bajo pena de cuarenta pesos de multa.
Las personas con interés legítimo en los planos y actas podían citar a los agrimensores
ante los tribunales para obligarlo a presentarlos.
Es de sumo interés, para el estudio que realizamos hacer mención de las tarifas que la
Ley de Agrimensura estipulaba. El articulo cuarenta y dos (Art. 42.) Se señala a los
agrimensores:
La medida agraria antigua era la caballería que de acuerdo a la ley, se componía de mil
doscientos cuarenta cuadros de cien cuerdas cuadradas cada uno, y cada cuerda de diez
varas conuqueras treinta castellanas, por lado. Esta caballería, reducida a tal medida
geométrica, constaba de 587.957 pasos geométricos de tres y medio pies franceses cada
uno, equivalente a 58 cuadrados 2,957 pasos. Cada cuadrado de 10, OOO pasos
geométricos de superficie equivalente a 2,058 varas conuqueras, cuatro varas
castellanas y dos pulgadas. Si se observan las medidas se puede denotar la influencia de
medidas antiguas del Haití colonial. El cuadro que hacia el oficio de la unidad de medida
agraria, el paso geométrico y el pie francés; por otra parte, la caballería de tierra, la vara
conuquera y la vara castellana, usada en la parte española de la isla durante la colonia.
Esta mezcla de medida trajo muchas confusiones, pero al parecer fue inevitable tal
establecimiento.
MODIFICACIONES A LA LEY DE AGRIMENSURA DE 1848 Y
SUS COMPLEMENTARIAS
La primera Ley de Agrimensura de 1848 fue sustituida por la de 1871 y esta a su vez por
la 1882, que con ligera modificaciones es la que aún tenemos vigente. Antes de la Ley de
1871 otras materias legislativas distinta ampliaron o modificaron la de 1848,
fundamentalmente las relativas a la organización judicial, materia que no era de todo
extraña a la profesión de agrimensura, pues se consideraba a los agrimensores en los
primeros años de nuestra vida republicana como parte del cuerpo judicial, ya que se
colocaba en un plano que igual que los secretarios de tribunales, escribanos públicos,
defensores públicos, oficiales del estado civil, etc.
La Ley Sobre Organización Judicial del 19 de mayo de 1855 modifico la primera ley de
agrimensura de 1848, se advierte en ella que la edad requerida para ser agrimensor es
de veintiún años, no de veinticinco que exigía el Art. 4 de la ley de 1848. A este respecto,
la segunda parte del artículo 4 de la ley de 1855 decía: Para ser oficial ministeria l, vasta
la edad de vente y un años cumplidos, y los demás requisitos expresado, excepto los
escribanos públicos que deben tener veinte y cinco años cumplidos. Además el párrafo
final del artículo 122 de dicha ley expresaba que: El número de agrimensores es
ilimitado. Con lo cual quedaba reformado el art. Primero de la ley de 1848 que, como
hemos visto, limitaba el número a seis por cada provincia.
La Ley Sobre Organización Judicial del 24 de mayo de 1857 derogo la del 1855. En su
artículo primero incluye a los agrimensores entre los oficiales ministeriales de forma
explícita. Se vuelve a exigir en ella la edad de veinte y cinco años. No dice esta ley si el
número de agrimensores era o no limitado, pero da a entender que eran designados
como los escribanos públicos, a tal efecto ella dice: Los escribanos públicos agrimensores
y venduteros públicos no podrán instrumentar fuera de su comunidad sin una licencia
del presidente del tribunal de la Primera Instancia a que pertenezcan, y si es otro
distrito, esta licencia debe ser de la Suprema Corte. Los funciones de los agrimensores
eran, pues, circunscripcionales o jurisdiccionales.
El 22 de agosto de 1871 fue votada una nueva Ley de Agrimensura con treinta y cinco
artículos distribuido en cinco capítulos y una disposición general, todos consagrado, como
la de 1848, a la misma materia. El artículo primero dice textualmente: ¨ La profesión de
agrimensor público será libre en toda, la extensión de la Republica Dominicana¨. No existe,
a partir de entonces, limitaciones en su número, pero no obstante esto, continúan sus
funciones limitadas a las provincias para los cuales han sido nombrados, excepto cuando la
obtienen, previa autorización del Poder Ejecutivo, para actual en otra. Con relación a los
requisitos el articulo 4 disponía: ¨ Ninguno podrá obtener el título de agrimensor si no tiene
25 años cumplidos, y después de haber sufrido un examen por una junta nombrada por el
Poder Ejecutivo, compuesta de tres personas competentes, cuya junta dará al aspirante el
título correspondiente. Obtenido el título de aptitud, el aspirante se presentara ante el
Poder Ejecutivo, con el fin de obtener el exequatur necesario, para poder ejercer las
funciones de agrimensor en la Provincia en que quiera ejercerla¨. Se exigía además el
certificado de vida y costumbre. El ejercicio de la agrimensura era incompatible, no con
cualquier función que tuviese carácter de autenticidad, como decía el artículo 5 de la ley de
1848, sino con toda otra función pública. Esta nueva Ley no reproducía las disposiciones del
art.7 de la ley de 1848 a ese respecto lo cual indica que ya se daba por supuesto que ningún
agrimensor podía tener en su poder planos o documentos de terrenos situados en
provincias distinta de la que ejercía sus funciones. El art. 6 de la ley de 1871 reproducía a
disposición del art. 6 de la ley de 1848, con la única diferencia relativa a la designación del
funcionario encargado recibir el juramento: juez de primera instancia de la provincia, que
era el nombre que se le daba, desde la ley de organización judicial de 1855, a la Justicia
Mayor, señalado en la ley de agrimensura de 1848. Con respecto a los discípulos o ayudas,
nada decía la ley de 1871, pero como los trabajos de su profesión los debía hacer el propia
agrimensor, y puesto que la ley no decía al respecto, parece lógico deducir que un
agrimensor podía tener a su servicio, con tal carácter, el número de discípulos o ayudas que
pudiese, aun cuando esta circunstancia no le librase del servicio militar. La Ley de 1871 solo
contenía las siguientes prohibiciones: a) La de actuar en otras provincias que no fuesen la
suya, excepto previa autorización por el Poder ejecutivo; b) La relativa a la destrucción de
las operaciones realizada por otro, a no ser en caso de revisión, pero nada se decía en
actuar en favor de sus parientes.
En lo tocante a los planos, actas y archivos, puede decirse que la nueva ley innovó solo en
cuanto a la confección del plano y en lo referente al destino que debía darse al archivo del
agrimensor que dejaba de serlo, en lo demás las cosas quedaron como antes, salvo cambios
de palabras que no alteraron el sentido del texto. La nueva Ley dispuso en su art. 25. ‘‘Todo
plano será fechado y firmado por el agrimensor, y delineado con la mayor claridad como lo
prescribe la ciencia y la práctica’’. Con todo, justo es decir, por una parte, que cuanta
exigencias contenía la ley de 1848 continuaron siempre observadas después de botada la
ley de 1871, había cuenta de que ya para el año esas exigencias constituían, sino la ciencia,
por lo menos la práctica, y por otra parte, que la ley que sustituyo a la de 1871, que es la
vigente volvió a adoptar, por lo menos en la parte, lo que sobre confección de plano
disponía la de 1848. Las disposiciones de la referida ley con respecto a la redacción de las
actas, a la expedición de la copias de estas y de los planos a las personas que podían
obtener esta copia, al papel en que se debían ser hechas las actas y sus copias, a registro, ya
la sindico, eran las mismas que las de 1848. En lugar de disponer simple y puramente, que
los planos, actas y registro del agrimensor muerto, destituido o que hubiese renunciado se
entregarían al ayuntamiento de la comunidad correspondiente, se efectuaba en la nueva
ley, una distinción en caso de muerte, dimisión o destitución de un agrimensor, si se
encuentra en posesión de planos u otros documentos de su ramo pertenecientes a
individuos particulares, deberán entregarse a sus legítimos dueños; y a falta de estos se
depositaran en el Ayuntamiento respectivo, donde quedaran depositados y archivados,
para fines de que haya lugar, con respecto a la tarifa se observa en la nueva ley una notable
alteración. He aquí la nueva tarifa:
Por la mensura de un solar en una ciudad o pueblo, con su correspondiente plano…$ 3.00
Por la mensura de una propiedad rural, hasta cinco cuadros inclusive, c/u………………$ 1.00
De seis hasta quince…………………………………………………………………………………………………$ 0.75
De diez y seis hasta treinta……………………………………………………………………………………… $ 0.50
De treinta y uno en adelante………………………………………………………………………………….. $ 0.40
Por cada legua de distancia, un peso fuerte proporcionándoles el trasporte: las cantidades señaladas
en la anterior tarifa incluían el costo de la copia del plano y del acta de mensura, pero el papel sellado
y el registro, serian convencionales los costos de apertura, renovación o reconocimientos de linderos,
y en los casos excepcionales de división de terrenos comuneros en los cuales no se reconociesen
linderos y esto tuviera que establecerlo el agrimensor, los honorarios de este serian también
los acordados con los interesados.
La Ley de 1871 alteraba la equivalencia de la caballería de tierra señalada por la anterior, así
como la de sus fracciones, y usaba, además, nombres de unidades distintos: ‘‘La caballería
de tierra, se compone de 1,200 cuerdas o tareas de cien varas conuqueras cuadradas, y
cada cuerda de 10 varas castellanas o 30 castellanas de lado. Esta caballería reducida a
medida geométrica establecía constar de 582,956 pasos geométricos, de tres y medio pies
franceses cada uno, equivalente a 58 cuadros de 2,957 pasos. Hubo errores, sin dudas
muchos errores, en la equivalencia consignadas por esta ley y en la anterior, cuya magnitud
no nos interesa averiguar, ya que la de 1882, que es la vigente, estableció otras tomado
como base el sistema métrico decimal.
Como ocurrió con la Ley de Agrimensura de 1848, la del 1871 fue objeto de algunas
reformas y aplicaciones consignadas, igual que en el caso de aquella, en leyes relativas a la
Organización de Tribunales, debido a que, todavía en épocas posteriores se seguía
considerando a los agrimensores como oficiales ministeriales.
En la ley Orgánica para Los Tribunales de la Republica del 27 de Enero del 1873, es
introducida una reforma en lo tocante a la edad para ser agrimensor, la cual fija 21 años
cumplidos, art. 86, con la cual queda modificado el art. 4 de la Ley de 1871, que la fijaba en
25 años. La Ley de Agrimensura del 1871 fue sustituida por la ley de agrimensura del 1882,
que estudiaremos luego.
LA ENSEÑANZA DE LA AGRIMENSURA
DE 1844 A 1882
Allí era posible estudiar: Ciencias Médicas, Ciencias Políticas, Ciencias Filosóficas además se
impartían cursos de: idiomas vivos, teneduría de libros, aritmética razonada, agricultura y
horticultura, veterinaria, química aplicada las artes y por otra parte literatura . Los estudios
de agrimensura estaban integrados a los de filosofía; la ciencias filosóficas era una carrera
que se cursaba en dos años, durante el primer año se impartían las siguientes asignaturas:
lógica, ideología, metafísica, ética, física, geografía y cronología, durante el segundo año se
ofrecían: matemáticas puras, trigonometría, agrimensura y cosmografía. Como el lector
puede observar, no es, la carrera de filosofía, una profesión desligada del quehacer
concreto de la época, dando vigencia al art. 15 del decreto que dio origen al colegio en
cuestión que afirmaba: ‘‘Para el establecimiento de las clases se tendrá presente la urgencia
de conocimientos en los ramos industriales y en la administración del país. La Resolución
número 285 del Poder Ejecutivo, nombraba a los señores: Dr. Elías Rodríguez y Gaspar
Hernández como preceptores para el Colegio San Buenaventura en las cátedras de filosofía,
el primero para la enseñanza de la lógica, ideología, metafísica, ética, física, geografía y
cronología y el segundo para la de las matemáticas puras, trigonometría, agrimensura y
cosmografía.
La ley que creaba los colegios disponía que estos fuesen dirigidos por un rector y un vice-
rector nombrados por el poder ejecutivo de entre los mismos profesores y bajo la
inmediata vigilancia de los jefes políticos respectivos. Los rectores dependían de la comisión
Central de Instrucción Pública. Las clases eran diarias y de dos horas; los estudiantes de
ciencias políticas, médicas y filosóficas cursaban dos o tres asignaturas a l día
estableciéndose los pre-requisitos de las mismas. Todo aspirante a ingresar en el Colegio de
San Buenaventura debía llevar a cabo un procedimiento que describimos a continuación: 1)
El interesado debía matricularse en los registros que llevaran a tal efecto los jefes políticos
regionales. 2) Cada estudiante debía pagar cuatro reales fuertes o su equivalente en
moneda nacional al Jefe Político. 3) Se pasa una copia de la matricula al administrador de
Hacienda respectivo, y otra al Ministerio de Instrucción Pública. 4) Se determinaba si el
aspirante era pobre o no. Con el objetivo de determinar si podía o no pagar sus estudios, en
caso de no poder pagar nada se le cobraba, pero sin podían sufragar sus estudios debían
pagar cuatro reales fuertes al administrador de hacienda mensualmente por cada clase que
cursare, 5 ) Los admitidos debían probar que sabían leer y escribir correctamente y contar, y
haber cumplido 18 años para cursar las carreras de ciencias médicas y políticas, para
ciencias filosóficas bastaba haber cumplido los 16 años y para los cursos de literatura tener
los 15 años de edad.
Luego de clausurado el colegio San Buenaventura la ley sobre instrucción pública número
396 del 20 de junio de 1855, estableció que con el fin de que los cursantes de filosofía y
medicina del Colegio de San Buenaventura no sufran atraso ni perdida en su instrucción, el
poder ejecutivo proveerá inmediatamente en dicho colegio Seminario las cátedras de
derecho patrio, filosofía medicina y las demás que le atribuye la misma ley, eligiendo los
catedráticos, según le es facultativo y dotándolos con las retribuciones y asignaciones que
permita la posibilidad del Seminario. Así mismo el art. 22 de la aludida ley establece que:
Los libros, papeles, muebles y demás enseres del colegio de San Buenaventura, con
inventario formal se trasladaran al Colegio Seminario, y bajo recibo en forma, se entregaran
al Síndico del referido Seminario. De esta manera quedo desmantelado el Colegio San
Buenaventura de una manera definitiva y sus estudios trasladado al Seminario.
En el año 1859 el Presidente General Pedro Santana, por tercera vez en el poder, y poco
tiempo antes de la anexión de la República a España promulga la ley número 602,
restableciendo la antigua Universidad de Santo Domingo el 16 de Junio de ese año. La
universidad debió abrir sus puertas con las cuatros facultades tradicionales: filosofía,
jurisprudencia, ciencias médicas y sagradas letras. Esta institución de educación superior no
llego a plasmarse en la realidad debido a la proclama anexionista y la guerra restauradora
que le siguió. Por ser de interés las modificaciones que la carrera de filosofía acuso, con
relación a la que impartían en el Colegio de San Buenaventura, en este proyecto festinado,
las daremos a conocer. La facultad de filosofía se dividía en dos secciones: la primera se
denominaba de literatura y la segunda de filosofía. La sección de literatura comprenderá la
enseñanza de los ramos siguientes: Gramática castellano, lengua latina, lengua francesa,
retórica y elocuencia, metodología, historia profana antigua y moderna. La sección de
filosofía comprendía las enseñanzas de las siguientes asignaturas: Algebra, geometría,
trigonometría rectilínea, lógica, psicología, moral, metafísica, física y elementos de química,
historia natural, geometría, matemática y de geografía física, historia de la filosofía. Como
el lector podrá notar el curso de agrimensura que se impartía en el Colegio de San
Buenaventura, ha desaparecido, así como el de cosmografía, introduciéndose en el nuevo
proyecto los de algebra, geografía, matemática, lengua castellana, historia de la filosofía,
elementos de química, etc. Pero de todos los expuestos podemos concluir con que los
estudios de la agrimensura de una manera explícita desaparecen en el proyecto de
restablecimiento de la Universidad de Santo Domingo.
Luego de terminada la contienda restauradora, en el año de 1866, por resolución del poder
ejecutivo número 979, el presidente Cabral restableció el colegio seminario, bajo la
dirección del presbítero Fernando A. de Meriño conforme a las disposiciones del concilio
tridentino y a la ley del 8 de mayo de 1848. Las condiciones sociales, económicas y políticas
se caracterizaron por su gran inestabilidad impidiendo que se organizaran instituciones de
educación coherente y estable lo que denota que los estudios de agrimensura, para ese
periodo, no se desarrollaron de manera sistemática y regular. Fue en el año 1882 donde
después de fundado el Instituto Profesional es cuando estos estudios se estabilizan y se
sistematizan donde el quehacer del agrimensor era aprendido, para el periodo estudiado y
validados por la Junta examinadora nombrada por el poder ejecutivo, que sometía al
aspirante a un examen de competencia.
EJERCICIO DE LA AGRIMENSURA DESDE 1882 EN ADELANTE
A partir del año 1882 se comenzaron a exigir cuatros requisitos para el ejercicio de la
profesión de agrimensor: a) de nacionalidad. La ley establecía que tenía derecho de ejercer
la profesión de agrimensor en el territorio de la republica los dominicanos que tengan las
cualidades y llenen los requisitos que expresa la presente ley. Además de la innovación que
significa el efectivo derecho a ejercer la profesión en todo el territorio nacional, consigna en
forma expresa, por primera vez la exigencia de la nacionalidad dominicana para dicho
ejercicio, se trata, en el caso de este requisito de una medida de pura protección en favor
de nuestro profesionales, en cuyo mantenimiento ha actuado con encomiable celo nuestro
legislador, como lo muestra la letra de la primera parte del art. 90 de la primera ley de
Registro de Tierra, tal como quedo después de modificado por la ley 1140 del 25 de mayo
de 1929 en su art. 1 dice: ‘‘Los Agrimensores empleados en las operaciones de mensura
catastrales deben ser dominicanos cuya esencia reproduce la actual Ley del Registro de
Tierras, en vigor desde noviembre del 1947, el artículo 40 de ella manifiesta que “Los
agrimensores que realicen la mensura catastral han de ser dominicanos”; b) de edad. La Ley
establecía como requisito indispensable el haber cumplido los 21 años de edad civil.
Aunque la edad se apartó de la Ley de 1948 y 1871, que requerían 25 años de edad; usted
podrá recordar que algunas Leyes orgánicas de los tribunales tanto posterior a la del 1848
como la de 1871 habían fijado en 21 años de edad, c) de capacidad intelectual. Pueden ser
agrimensores los alumnos del Instituto profesional, luego transformado en Universidad por
un decreto del 1914, que hayan aprobado el examen del Segundo años de matemáticas. El
art.3 prescribe: para obtener el título de agrimensor los alumnos del Instituto profesional
solamente necesitan solicitarlo al Poder Ejecutivo, por medio de una instancia, acompañado
del certificado de examen expedido por la junta superior de estudio. Los art. 4 y 5
expresaban las condiciones mediante podían obtener título de agrimensor un ciudadano no
alumno del Instituto profesional. Esos textos fueron derogados poco después de entrado en
vigencia la Ley de agrimensura, por los artículos 15 y 18 de la Ley Orgánica de Estudios
Profesionales del 7 de Julio de 1882, los cuales han seguido prevaleciendo hasta el
momento en que terminamos nuestra investigación en 1944; y d) de moralidad. La Ley de
1882 disponía en su art.4 derogado junto con el 5, según se dijo ya, día después de su
puesta en vigor: todo ciudadano no alumno del Instituto Profesional, que desee ejercer la
profesión de agrimensor, deberá acompañar su solicitud al Poder Ejecutivo un certificado
de Buena vida y costumbre, expedido por el ayuntamiento de la comunidad de su
residencia, otro por el gobernador de la Provincia o el Distrito y otra por el Procurador
Fiscal del Tribunal o Juzgado de Primera Instancia de la misma. No exigidos esos certificados
a los alumnos del Instituto Profesional, y derogado el texto reproducido a los pocos días de
haber comenzado a regir la nueva Ley; el requisito de moralidad quedo eliminado, si bien
en la práctica continuo observándose, es posible que el requisito de moralidad a los no
alumnos del Instituto Profesional se deba, no con el propósito de excluir a los alumnos del
mismo, sino que el art. 4 de lay de 1882 era una reproducción del texto de la dos leyes
anteriores, las cuales no podían referirse a los alumnos o no alumnos del indicado centro de
estudio profesionales, puesto que este no existía, en el caso de la primera ley, o no
funcionaba en el caso de la segunda.
En la actualidad, la vigente ley sobre exequatur dispone nuevamente a ese respecto: ‘‘Cada
solicitud de exequatur deberá de ir acompañada de un certificado de buena conducta,
expedido por el Procurador Fiscal de la jurisdicción del solicitante o por el Procurador
General de la Republica’’. Por lo demás. Conviene advertir que la observancia de buena
conducta no termina con la obtención de exequatur. ‘‘El Poder Ejecutivo, en cas o de mala
conducta notoria en el ejercicio de la profesión de un profesional a quien se le hubiere
otorgado el exequatur’’, expresa el párrafo capital del art. 8 de la ley citada, ‘‘podrá privarle
de este hasta por un año mediante decreto motivado’’ y el párrafo primero del mismo
artículo agrega: ‘‘En caso de reincidencia, la privación del exequatur se podrá ordenar hasta
por 5 años’’.
Sin embargo, muy pocos ayuntamientos cumplieron con la obligación de fijar los postes
en todo el país, y desaparecidos los pocos que se llegaron a fijar, el tercer requisito no
se cumplió nunca.
Cada vez que sobrevenía una discusión entre las partes presentes en el lugar donde se
efectuaba una mensura, la que se creía perjudicado tenía derecho a hacer oposición
ante el oficial urbano o rural allí presente, este tenía el poder suficiente para hacer que
los trabajos se detuviesen, enviando a las partes impugnas ante el alcalde de la
comunidad para que este magistrado decida lo que sea de justicia. En caso de
suspensión el agrimensor no debía limitarse pura y sencillamente a dejar de trabajar, si
lo hiciera bastaría con que uno de los colindantes se pusiera dilatar indefinidamente el
ejercicio del derecho de delimitar que tiene todo propietario de heredar para que lo
lograra. La ley en previsión de esto y sobretodo, para que el agrimensor tenga que
reemplazar una operación suspendida, disponía que cuando este se veía obligado a
interrumpir sus operaciones fijaría piquetes de señales.
Como recordara, la ley de 1848 señalaba los instrumentos que debían servirse los
agrimensores en sus trabajos y las formas y circunstancias que debían ser usados. Ni la
ley de 1872 ni la de 1882 reproducen esta parte de aquella, ni dispusieron nada al
respecto. Debe entenderse, por tanto, que se dejó a la elección del agrimensor el uso de
lo que ofreciesen mayor garantía de exactitud y meno9s dificultades en sus trabajos.
Una vez que los trabajos eran terminados, sus resultados eran vaciados en un papel
concorde a los datos de la libreta en que había anotados los rumbos, ángulos, etc. que
debían expresarse gráficamente en el plano, el cual era fechado y firmado por los
agrimensores, y delineados con la mayor claridad y precisión posible. Todos los planos,
en teoría porque no vimos que fue posible, debían ser orientados a través de la
amplitud angular del meridiano magnético en el día y la hora en que principiaba sus
operaciones. Se suponía que cada municipio existía un poste que en su parte superior
debía tener trazada, en un plano horizontal, la meridiana; tal poste existió en muy pocos
municipios y estos desaparecieron poco tiempo después. En las actas de mensuras que
para la época se confeccionaban podemos encontrar tres tipos de enunciados: 1)
enunciados en los cuales se señalaba el nombre y el apellido del agrimensor, el de su
cliente, y el de todas las personas presentes, el de la fecha tanto del acta como de los
planos, así como, el de la comunidad y provincia o distrito del que hace parte, y muy
particularmente el de la sección rural, ciudad o pueblo y la calle en que este situado,
señalando de forma precisa los puntos notables que se hayan reconocido. 2) los
enunciados que se pudieran servir para la mejor comprensión del plano, como rumbo,
distancia, etc. 3) los enunciados que puedan servir a la relación de hechos o
circunstancias particulares de cada operación o para comprobar algunas exigencias de
legales. Tanto las actas como los planos debían ser firmados por los agrimensores, a
pesar de que la ley de 1882 no dice nada al respecto.
El archivo de cada agrimensor estaba constituido por las minutas de su acta, el libro de
registro y los planos originales y demás documentos de su ramo. La ley exigía a cada
agrimensor un libro de registro en el que se anotaban sumariamente, por orden de
fecha y número, todas las actas de sus operaciones, este debía ser enumerado y
rubricado por el tribunal de Primera Instancia de la respectiva provincia o distrito. En
caso de muerte de un agrimensor, los libros, planos y demás documentos de su ramo se
depositaran en la secretaria del ayuntamiento de la comunidad bajo inventario, en
donde quedaban archivados, los planos y documentos pertenecientes a particulares,
eran entregados a estos por la secretaria del ayuntamiento, las copias de los planos o
actas eran entregados por la aludida secretaria y un agrimensor contratado para tal
efecto.
Todos los agrimensores debían expedir la copia certificando que estaba conforme a las
originales firmando debidamente el documento entregado. Estos solo eran entregados
a partes legítimas, al propietario limítrofe que, en razón de sus intereses necesitaba
copias; al que no fuera parte legitima el agrimensor no podía expedirles copias al menos
que la justicia fallara al respecto, bajo pena de 50 pesos de multa. En los caso de
revisión a contra revisión, las copias y los planos no podían ser entregados a nadie
aisladamente, sino con todas las adiciones que resultaban de la revisión o contra
revisión, las cuales debían ser transcritas segundamente de la minuta primitiva del acta;
bajo pena de cincuenta pesos de multa para el agrimensor contraventor. Antes de
expedir una copia de actas, el agrimensor debe hacerla registrar en la Dirección de
Registro de Actos Judiciales y Extrajudiciales de la comunidad, quince días después de
haberse practicado la operación y antes de darse la copia.
La solución adoptada por el Art. 20 merece cierta crítica. Veamos… Que soporte esas
costas el agrimensor en el caso de que el procedimiento lo haya promovido con éxito
un reclamante que tuvo presente en la mensura revisada y produjo sus títulos , es
aceptable el error cometido al efectuar la operación pudo haber sido por descuido
suyo, de su ignorancia o mala fe, porque tal vez tuvo la oportunidad de encontrar en
los títulos del reclamante los datos que hubieran evitado dicho error. En cambio, puede
no ocurrir lo mismo cuando se trate de una revisión promovida por un reclamante que
no fue citado. ¿Cuál es la culpa en este caso del agrimensor culpable? ¿No debe haber
citado a quien promovió le revisión?
Mientras estaba en vigor la ley del 1848 y 1871 podía hablarse de agrimensor culpable,
en los casos de falta de citación de unos de los propietarios colindantes; porque en
ambas leyes se imponía al agrimensor la obligación de citar a esos. Pero esto no ocurre
conforme a la ley que estamos analizando. La citación de los propietarios contiguos
corre a cargo de la autoridad local, y el agrimensor se le obliga solo a oficial a la
autoridad local, nada más. De esta forma resulta, que puede llamarse culpable el que
oficia a la autoridad local para los fines y en el plazo señalado por la ley, cite o no,
comparezcan o no, el o los propietarios contiguos que promuevan la revisión. Es
criticable, en efecto, que el legislador modificara la obligación impuesta originalmente
a los agrimensores, para ponerla a cargo de la autoridad local, y que, no obstante,
dejase sin alterar, a redactar el art. 20, la parte de que se considera ‘‘culpable’’ al
agrimensor en el caso de que el reclamante no hubiese sido citado.
Cuando los resultados de una revisión no son lo suficientemente convincentes para una
de las partes, esta puede incoar un recurso que se denomina contrarevisión de
mensura. Este recurso puede ser promovido tanto por una de las partes que se
consideraba perjudica en los resultado de una revisión, como el agrimensor penado.
Este solo puede ser efectuado a través de una sentencia judicial, y efectuada por el
número de agrimensores que se juzgaban necesarios para tal efecto, nombrado por
oficio por el tribunal competente.
Fue la ley de 1882 la que estableció las dos medidas agrarias del sistema métrico decimal en
nuestro país; el área con sus submúltiplos para solares urbanos, y la hectárea y sus
submúltiplos, para fines rurales. Ya para el año 1882 la mayoría de los dominicanos habían
vuelto a la uso de la que, aquí, se han llamado con tanta propiedad ‘‘antiguas medidas’’;
que lo fueron ciertamente durante los tiempos coloniales españoles, y dejaron de serlo
durante el curso de la dominación haitiana. Debido a eso el legislador de ese año creyó
necesario establecer normas fijas para la reducción de las medidas agrarias de ese sistema a
las del sistema métrico decimal instituido por él, y así lo hizo efectivamente, en el art. 35 de
la ley que dictamos a continuación: ‘‘Para la reducción de medidas de las antiguas del país,
se tendrán presentes las siguientes equivalencias: Una vara castellana equivale 9 0,836 de
metros. Una vara castellana cuadrada equivale a 69 decímetros, 87 centímetros y 35
milímetros cuadrados. Una tarea o cuerda de 10 varas conuqueras o 30 varas castellanas de
lado o sean 100 conuqueras o 900 castellanas cuadradas, equivale a 6 áreas, 28 metros
cuadrados, 86 decímetros y 25 centímetros cuadrados. Una peonia equivale a 19 hectáreas,
49 áreas, 47 metros cuadrados, 67 decímetros y 2 centímetros cuadrados. Una caballería de
4 peonias o 1240 tareas, equivale a 77 hectáreas, 97 áreas, 90 metros cuadrados, 68
decímetros y 6 centímetros cuadrados’’.
El Congreso Nacional en decreto 6 de julio de 1883, rectifico, entre otras medidas antiguas
señalada por la ley de 1882, la de la caballería, en ese momento declarada base para la
medida de terrenos, la de la peonia y la del cuadrado o carreau (caro), considerando que
uno de los medios que garantizan la propiedad es la homogeneidad y la exactitud de las
medidas, y que toda disposición que tienda a alterar los cálculos de tiempo inmemorial
existen, no daría por resultado más que contestaciones entre los copropietarios. A
continuación exponemos como quedaron las medidas antiguas con su equivalencia:
El art. 1 del decreto manifiesta: ‘‘Se establece como base para la medición de terrenos la
antigua caballería que contiene 1200 cuerda o tareas; y sus equivalencias son las siguientes:
Una vara castellana 836 milímetros. Una vara castellana cuadrada 69 decímetros cuadrado,
87 centímetros cuadrados y 37 milímetros cuadrados. Una vara conuquera cuadrada es
igual a 6 metros cuadrados, 28 decímetros cuadrados, 86 centímetros cuadrado, 35
milímetros cuadrado. Una tarea o cuerda de 100 varas conuqueras o sean 900 varas
castellanas cuadradas igual a 6 áreas, 28 metros cuadrados, 86 decímetros cuadrados, 34
centímetros cuadrados, 52 milímetros cuadrados. Una peonia de 300 tareas igual a 18
hectáreas, 86 áreas, 59 metros cuadrados, 3 decímetros cuadrados, 56 centímetro
cuadrados y 36 milímetros cuadrados. Una caballería de 4 peonia igual 75 hectáreas, 46
áreas, 36 metros cuadrados, 14 decímetros cuadrados, 25 centímetros cuadrados y 47
milímetros cuadrados. Un carreau o cuadrado de 10,000 pasos geométricos de superficie,
ultima de dicha agraria legal, equivale a 2.058 varas conuqueras cuadradas, 4 castellanas y
2 pulgadas cuadradas; la caballería equivale por consiguiente, a 582,957 pasos geométricos
de 3 ½ pies de rey francés; por lo tanto resulta que un cuadrado de 10,000 pasos
geométricos cuadrados es 12,944,970.942 metros cuadrados, o sean una hectárea 29 áreas,
44 metros cuadrados, 97 decímetros cuadrados, 9 centímetros cuadrados y 42 milímetros
cuadrados.
Aun cuando fue por primera vez una ley de 1867 la que declaro por primera vez que en
todo el territorio de la Republica Dominicana regiría un solo sistema de pesos, que sería el
métrico decimal, ella figuro como letra muerta y fue 15 años más tarde cuando se pensó
seriamente en el cambio de nuestras antiguas medidas agrarias por el área y la hectárea,
con sus respectivos submúltiplos del sistema en cuestión. Sin embargo, buen conocedor de
nuestro medio y previendo los inconvenientes de un cambio brusco de medidas tan
antiguas, bien conocidas de todo el mundo, por otras que, aunque científicamente
sistematizadas, era a razón, apenas conocidas por muy pocos de nuestros legisladores de
1882, a la vez que declaraba una formula mediante la cual, sin relegar al futuro la
observancia de la ley, evitara los posibles trastornos que el preveía. La fórmula fue así
concebida: ‘’ Durante el espacio de diez años, contando desde la publicación de la presente
ley, estarán obligados, los agrimensores a explicar en sus actas en unidades métricas y en
equivalencia de medidas antiguas del país, el área de los terrenos que midan; pero las
escalas de los planos se referirán a unidades métricas’’.
A pesar de que la hábil formula tenia implícitamente la indudable voluntad del legislador
de que, pasado los diez años en ella señalados, el área de los terrenos medidos por los
agrimensores se expresaran en las actas en unidades métricas, sin el uso de equivalentes en
medidas antiguas, a pesar de esto, los agrimensores siguieron redactando sus actas como si
el plazo de los diez años hubiese sido prorrogado. Ni querían los particulares que en sus
documentos sobre terrenos se expresase medidas que ellos desconocían, en su mayor
parte, ni sabían los notarios de aquellos tiempos, salvo raras excepciones usar las
equivalencias legales para dejar satisfechos a sus clientes haciendo ellos, por si mismos, las
medidas que querían estos últimos en sus documentos. Por lo tanto, no quedaba otro
camino a los agrimensores que el de seguir expresando el área de los terrenos que median
en unidades métricas, con sus equivalencias de medidas antiguas, para que los notarios a su
vez, guiándose por estas últimas pudieran dejar satisfechos a compradores y vendedores.
Con carácter permanente, de hecho, lo que debió ser satisfactorio, conforme al art. 36 de la
ley de 1882, intervino la ley de 29 de abril de 1913 cuyo art. 1 y 3 dispusieron,
respectivamente: “Noventa días después de la publicación de la presente regirá en todo el
territorio de la republica el sistema métrico decimal. Todos los contratos o transacciones de
cualquier índole que se celebren para la ejecución de trabajos para la venta y entrega de
efectos y que hayan de referirse a medidas de longitud, de peso, de capacidad o de
volumen, deberán ser formulados obligatoriamente, de conformidad al sistema métrico
decimal. Cada infracción a lo previsto en este artículo serán penadas con multa de cinco a
cincuenta pesos.” Los agrimensores solo harán referencias en sus planos y actas de
mensuras a las medidas del sistema métrico decimal, con conclusión de equivalencias a
cualquier otra clase de medidas bajo la pena de doscientos pesos de multa.
A pesar de la multa que establecía, esta ley de 1913 fue también letra muerta, y las cosas
continuaron como antes. Esto se debió, fundamentalmente, a que desde fines del años
1911 hasta que ocurrió la primera intervención Norteamericana, 29 de noviembre de 1916,
la guerra civil y las pasiones políticas exacerbada por ella, relegaron a un segundo plano
todas las actividades públicas y privadas de todo el país. La drástica ley de 1913, condenada
por el desuso, no dejo de existir, al menos legalmente, sino al promulgarse la numero 702,
del 17 de marzo de 1942, cuyos tres artículos reproducimos a continuación, sin
comentarios, y habidas cuentas de su vigencia. ¨ El Sistema Métrico de pesas y medidas
basados en el metro patrón universitario reconocido (diez millonésima de un cuarto de
meridiano terrestre), será el sistema legal de pesas y medidas en la Republica. ¨Sin
embargo, y excepto en las operaciones de tierras y levantamientos de planos, podrá
hacerse usos de otros tipos, patrones o unidades de pesas y medidas, siempre que, de
hecho, guarden la relación matemática que hasta ahora se les ha reconocido con los
respectivos patrones del sistema métrico decimal.¨ queda derogada la ley n o5218, del 29 de
abril de 1913.
El 28 de agosto de 1944 el Poder ejecutivo promulgo la ley número 683, que agrego los
siguientes párrafos a la ley de 1942: párrafo I. Los agrimensores solo harán referencia en
sus planos y actos de mensuras a las medidas del sistema métrico decimal, con exclusión de
equivalencia a cualquier otra clase de medida bajo pena de doscientos pesos de multa.
Párrafo II: Las personas que efectúen operaciones de tierra utilizando como medida de
referencia el carreau (caro) serán castigadas con multas de cinco pesos y arresto de cinco
días. Son pues, estas disposiciones legales, en cuanto a las unidades de medida, las que
tienen vigencia en nuestros días.
Art. 31. Los honorarios de los agrimensores serán convencionales entre estos y los
particulares que los soliciten en el ejercicio de su profesión.
Art.32. Cuando fuesen requeridos por mandato gubernativo o judicial, entendiéndose que
el primero no podrá tener lugar sino se trate de bienes del Estado, percibirán con cargo a
quien fuese de derecho los honorarios siguientes:
--Por la mesura de una ciudad o pueblo que no pase de una hectárea, por cada área o
fracción de esta……………………………….$ 2.00
--Por la mesura de una propiedad rural hasta de veinte hectáreas, por cada
una…………………………………………………………$ 1.00
Párrafo I: También se abonara en este caso a los agrimensores por cada legua o fracción de
legua un peso fuerte, proporcionándole el transporte.
Párrafo II: En la presente tasación quedan incluidos el plano, acta de mensura y su copia,
pero no el papel sellado, registro y timbre.
Párrafo III: El costo que ocasione la apertura, renovación y reconocimiento de linderos, s erá
convencional entre la autoridad requirente, el agrimensor y el interesado.
Art. 33. En los casos de revisión o contra revisión, cuando este se verifique por mandato
judicial, se le asignara a cada uno de los agrimensores asistentes la mitad de los honorarios
de acuerdo a la presente tasación; pero si estos actos se verifican arbitrariamente entre las
partes sin intervención legal, los honorarios serán convencionales.
LOS TERRENOS COMUNEROS, SU EVOLUCION Y LA AGRIMENSURA
En esta sección reproducimos una genial síntesis efectuada por el Lic. Manuel Ubaldo
Gómez en su obra La Agrimensura Legal; en ella encontramos una evolución histórica-legal
del problema de los terrenos comuneros.
Conforme a lo expresado en la segunda parte del art. 1ro. de ¨ la ley de 1911, son terrenos
comuneros, aquellos cuya propiedad se tiene por acciones y pertenece a dos o más
personas.¨ La ley de Registro de Tierras del 11 de noviembre de 1947, que es la vigente,
dispone al respecto, en su art.2: cuando esta ley se emplean las palabras ¨Terrenos
Comuneros¨ o ¨Sitios Comuneros¨, se entenderá que significan predios indivisos que
pertenecen o se dice pertenecer a dos o más personas cuyos derechos están representados
en acciones denominadas ¨pesos¨ u otras unidades que más bien guarden relación al valor
o derechos proporcionales que el área de terreno perteneciente a dichas personas o
reclamados por ellas; y siempre que se empleen las palabras ¨pesos de títulos¨ se
entenderá que significan los títulos sobre ¨terrenos comprendidos dentro del perímetro de
un sitio deberán ser excluidos: a) las extensiones determinadas sobre las cuales tenga
derecho por prescripción a otra persona: b) las porciones de terrenos que ya hayan sido
adjudicadas, en forma definitivas o irrevocable, por el Tribunal de Tierra; y c) las
extensiones determinadas sobre las cuales hayan adquirido derecho de esta ley, otras
personas. Aunque todas las acciones correspondientes a un sitio comunero se hubieren
adquirido por una sola persona, regirán siempre las disposiciones de esta Ley en lo que se
refiere a la determinación del valor de los títulos representados en acciones, en la misma
forma y extensión que si los terrenos estuvieron indivisos.¨
Atengámonos, sin embargo, a la primera definición, más corta y más extensa, a nuestro
juicio, para dar una idea de lo que realmente es un terreno comunero. La segunda,
demasiado larga y confusa, más que una definición, es una información relativa al status
presente de sitios actualmente comuneros, en su todo o en parte, y que tiene por lo mismo,
muy poco que ver con el concepto mismo que caracteriza al terreno comunero.
No se sabe, con certeza absoluta, cual es el origen de este estado en el cual se mantuvieron
durante tantos años, casi todos los terrenos rurales de nuestro país, y hay, a tal respecto,
más de una hipótesis más o menos aceptable que para explicarlo. Pero lo que sí es cierto, lo
que nadie discute, es que ese origen hay que buscarlo en los tiempos coloniales.
Con sus miras puestas en la obra de colonización que más tarde debían emprender en estas
tierras recién descubiertas, los Reyes Católicos comenzaron a hacer concesiones de ellas a
favor de quienes decidían emigrar al Nuevo Continente, con ánimo de establecerse en él, y
a autorizarlas en beneficios de aquellos que habían prestado servicios eminentes en las
empresas del descubrimiento y la conquista, como premio de estos servicios.
Según Navarrete, citado por don Casimiro N. de Moya en su Bosquejo Histórico del
Descubrimiento y Conquista de la Isla de Santo Domingo, t.l.p. 85, nota 2.¨Por real cedula
del 22 de julio de 1497, colon fue autorizado a repartir tierras entre los buenos servidores
de la corona obligándose los beneficiados a fundar casas en ellas y a cultivarlas; pero no
pudieron disponer de esta propiedad sino la adquirían con cuatro años de no interrumpida
permanencia.¨ Mas tarde, esas concesiones o mercados, como se les llamo, fueron
acordadas en virtud de leyes: las del 18 de junio y 9 de agosto de 1513, entre otras.
Otra de las formas adoptadas poco después por la Corona Española para la enajenación de
tierras a favor de partículas fue la de la venta. Una ley de fecha 27 de febrero de 1531
organizo un sistema especial de subastas. Pero, tanto en las mercedes como en las ventas,
los títulos que se otorgaban a los adquirientes solo enunciaban, la mayor parte de las veces,
puntos de referencia para señalar total o parcialmente los linderos de los terrenos
enajenados, raras veces las áreas respectivas de los mismos.
Esta circunstancia, y muchas otras más, dieron lugar a que muy pronto se produjera un
estado de confusión en cuanto al derecho de propiedad de las tierras: con sobrada
frecuencia los mismos que habían sido beneficiados por alguna merced o alguna venta, ya
por malicia, ya por ignorancia, realizaban actos de dominio más allá de los limites señalados
por sus respectivos títulos. De aquí que, para remediar tan grave mal, tuvieron los royos
que distar disposiciones especiales leyes de noviembre de 1578 y de noviembre de 1591,
organizando modos de armonizar los intereses de la Corona con los ya adquiridos por los
particulares, a fin de que quienes de estos ocupasen tierras sin título legítimo, pagaran una
suma la ¨composición¨ para regularizar su situación,
En puridad, los amparos reales no eran títulos de propiedad, sino una especie de decisiones
rendidas en procedimientos breves y sumarios para proteger las posiciones; pero la
decisión en sí misma el amparo. Suponía, en cierto modo, que la persona favorecida por ella
tenía algún título más o menos legítimo.
Como lo que interesaba principalmente a quienes poseían con buenos títulos era que no se
les molestase en el disfrute de su derecho, era suficiente para ellos que la decisión solo
amparase el hecho de su posesión, por lo menos frente a la administración pública misma,
ya que el amparo se otorgaba sin perjuicio de derechos de terceros.
Como consecuencia de las leyes de 1578 y 1591 mencionadas antes y más tarde de las
reales instrucciones antes y más tarde de las reales instrucciones del 15 de octubre de
1754, los propietarios obtenían constancia oficial del resultado de los procedimientos de
depuración de sus respectivos títulos: en unos casos, esa constancia oficial indicaba que las
posesión del propietario concordaba con los derechos que le otorgaba su título; en otros,
que la posesión era mayor, pero que el propietario había pagado la suma que se le había
exigido para componer el exceso, o, más frecuentemente, que se obligaba a pagarla.
Esas constancias oficiales, que no eran, propiamente amparados reales, fueron llamadas
con este nombre por la gente común, debido a que los funcionarios que participaban en
aquellos procedimientos de depuración, decían por lo regular que actuaban por investidura
y voluntad reales.
También le dio el vulgo igual nombre, andando el tiempo, a todo documento antiguo que
señalaran los linderos de algún sitio comunero, utilizando muchas veces, a falta de mejor
guía, para determinar los límites de sitios antiguos. Al mismo tiempo que los Reyes de
España hacían mercedes de tierras y vendían estas a particulares, autorizaban la erección
de ciudades, villas y lugares, fijándoles determinadas pociones de terrenos, una legua de
radio, por lo regular, excepto Santo Domingo que tenía diez, de esta superficie la parte no
ocupada por esta ciudad, villa o lugar se destinaba al uso común de sus habitantes; fue este
el origen de nuestros Ejidos.
Por otra parte, y en orden a proteger la crianza, los reyes disponían lo necesario para que
los pastos, montes y aguas fueran de uso común a los criadores de cada lugar. Puede
citarse, en este sentido, una importantísima ley del 15 de abril de 1541, mencionadas por
nuestros historiadores, cuya parte más importante reproducimos a continuación, tomada
de obra que hemos consultado:
¨ No hemos ordenado, que los pastos, montes y aguas sean comunes en las indias y algunas
personas sin títulos nuestros tienen ocupada muy gran parte de termino, y tierras en que
no consisten que ninguno ponga corral, ni buhío, ni traiga aquí su ganado. Mandamos que
el uso de todos los pastos, montes y aguas de las provincias de las Indias, sean común a
todos los vecinos de ellas, que ahora son y después fueren, para que los puedan gozar
libremente y hacer junto a cualquier buhío sus cabañas, traer allí los ganados, juntos o
apartados, como quisieren, sin embargo de cualquier ordenanza, que si necesario es, para
que en cuanto a esto las revocamos y damos por ninguna y de ningún valor y efecto. Y
ordenamos a todos los Consejos, Justicias y Regidores, que guarden y cumplan, y hagan
guardar y cumplir lo contenido en esta nuestra ley, y cualquier persona que lo estorbare,
incurra en pena de cinco mil pesos de oro, que sea ejecutada en su persona y bienes para
nuestra Cámara¨.
Con los datos que ya tenemos acerca de las mercedes, ventas y composiciones de tierras y
las tierras con pastos, montes y aguas destinadas al aprovechamiento común, podemos
afrontar la cuestión de solución hasta ahora incierta relativa al origen de nuestros terrenos
comuneros.
Según opinan algunos, estos terrenos son: aquellos que desde muy antiguos habían sido de
pastos, montes y aguas, cuyo uso es común correspondían a los vecinos de cada lugar.
Otros, por el contrario, consideran que, en su mayor parte cuando menos, los llamados
¨Sitios Comuneros¨ son los mismos terrenos que originalmente habían sido objeto de
mercedes o ventas, y se explican, al respecto del siguiente modo:
Como en la generalidad de los casos las mercedes y las ventas no indicaban la superficie del
terreno que cada uno comprendía, cuando el dueño originario disponía de una parte, o
cuando a su muerte era dividido el terrenos entre sus herederos, en lugar de expresarse en
unidades de superficie la parte vendida o la que correspondía a cada heredero, las
cantidades se indicaban por su valor en dinero o valor real, o figurado para esos fines en
proporción al valor asignado a todo el terreno. De aquí que, pasada dos o más generaciones
de multiplicadas las ventas, lo que había constituido en promedio de una sola persona,
pasase a ser propiedad de muchas, cuyos derechos se enunciase por peso y fracción de
pesos.
Por otra parte, ya propiedad de muchos, esa precisión (copropiedad), sin que ninguno
pudiera precisar en cualquier clase de unidad de medida, la cantidad de terreno que le
pertenecía a cada uno, sin embargo, tenía el derecho de disfrutar de una parte, era
accionista de ese terreno, de ese lugar o sitio.
Tal es, a grandes rasgos y expuestas en forma sencilla, una de las explicaciones que se han
dado acerca del origen de nuestros terrenos comuneros, y de las partes o derechos sobre
estos que se conocen con los nombres de ¨pesos¨ y ¨acciones¨.
Para que cada accionista o codueño de un sitio comunero, comunista se le llama a veces,
aunque esta última denominación se presta al equívoco sepa cuál es la cantidad exacta de
terreno que le corresponde de dicho sitio y pueda obtener su individualización y
localización, es preciso que se proceda a la partición del mismo entre todos los accionistas o
codueños.
Hasta los primeros meses del año 1911 la forma que se seguía para dividir los terrenos
comuneros era, en cuanto las circunstancias de cada caso lo permitían, la señalada por
nuestro código civil y de procedimiento civil para la partición de las sucesiones.
Pero como en las generalidades de los casos era difícil determinar quiénes eran todos los
accionistas de un sitio cualquiera, lo cual imposibilitaba toda división amigable, se hacía
necesario que la partición la ordenaran los tribunales, y aun así, podía ocurrir que,
habiéndose dejado de poner en causa algún codueño por ignorarse su nombre o por
cualquier otra circunstancia, la partición resultase frustratoria.
Con todo, y aun fuera de estos casos, el procedimiento resultaba no solamente dilatado, en
cuanto obligaba a averiguar quiénes eran los accionistas y donde vivían estos, sino costoso
además, por la sencilla razón que, para realizarlo conforme a derecho, era preciso notificar
por medio de alguacil a cada uno de esos accionistas la demanda de partición: de otro
modo, todo resultaba sin valor legal, frustratorio, como se ha dicho antes. Sin embargo,
dilatado y costoso, como realmente era el procedimiento, a él se sometieron diversos sitios
comuneros, puesto que no era posible recurrir a ningún otro y en vista de que muchas
circunstancias fue preciso partir algunos sitios para zanjar graves dificultades entre
codueños.
Estas operaciones no se realizaban, sin embargo, tan fácilmente como se enuncian. Con
sobrada frecuencia surgían dificultades de distinto género: discusiones sobre los linderos
del sitio, con los propietarios o codueño colindantes; contestaciones sobre el derecho la
validez de títulos entre los mismos accionistas; protestas y querellas en ocasión de las
parcelaciones, etc.
En notorio contraste con lo que ocurría en la parte francesa de esta isla durante todo el
periodo colonial, en esta parte nuestra, por razones económicas y políticas diversas, se
prefería la crianza a la agricultura, a tal punto, que desde el nacimiento de la Republica fue
empeño constante de nuestro gobierno el fomento de la última, en orden a que se llegase
al necesario equilibrio de esas dos fuentes de producción.
Gracia a estos empeños y otras causas favorables, ya en el último cuarto del siglo pasado la
preferencia había llegado a ganarla la agricultura, con lo cual comenzó a aumentar el valor
de las tierras propias para el cultivo. Y fue a parir de ese cambio cuando empezó a perfilarse
el problema de la propiedad de los terrenos comuneros y cuando el interés por la tierra
empezó a complicar ese problema; accionistas cuyo derechos en un sitio eran
necesariamente indeterminados, vendían cuadros de terreno sin tener en cuenta, o tal vez
teniéndolo en cuenta, que acaso disponían de todo los que le habría de corresponder en
una partición, o en exceso de ello, en perjuicio de los demás accionistas o de su propios
compradores, según los casos.
Poco después, sin embargo, la ilícita especulación abrió otra vía: como el hecho de ser
propietario de acciones o pesos daba derecho a cultivar una porción de terreno en el sitio,
los accionista vendían acciones o peso (negocios ilícito desde luego); pero, al concurrir con
los compradores ante el notario que debía redactar el acta de venta y mostrar a este los
documentos que demostraban que ellos (los accionista verdaderos), eran realmente de
acciones o peso, el notario de limitaba a declarar en el acta de venta que había examinado
aquellos documentos, y los volvía a entregar a los vendedores son dejar constancia en ellos
que indicasen que de los pesos o acciones mencionados en los mismo se había vendido una
parte. De este modo, un propietario de $ 100.00 de un sitio, por ejemplo, podía hacer
fácilmente diez venta de $ 25.00 cada una y , como continuaba con el documento en su
poder, seguía siendo, por lo menos aparentemente, propietario de sus $ 100.00.
Le ley del 24 de mayo de 1910 a la cual acabamos de referirnos, puso fin a la multiplicación
de los pesos y acciones en la forma que ya conocemos; pero no pudo evitar que los
traficantes de títulos idearan, como lo hicieron, nueva formas de continuar tan lucrativo
negocio. En verdad, el único medio de cavar con tal desorden era facilitar la medición y
partición de esos terrenos; tal fue el objeto de la importantísima ley del 21 de abril de 1911,
que se conoce con el nombre de LEY SOBRE DIVISION DE TERRENOS COMUNEROS.
Para tener una idea cabal del procedimiento establecido por esta ley para hacer cesar el
estado de indivisión de los sitios comuneros, conviene que expliquemos en forma somera
como se solicitaba la orden de mensura y partición; el de que título se procedía a estas
operaciones y cuál era el contenido de esta título (sentencia); como se hacía la designación
del agrimensor encargado de realizarlas, en que termino debía comenzarse, como se
determinaba los derechos exclusivos de cada accionista, cuál era la forma de sancionar
como se procedía la ejecución de la partición de la tierra (parcelación).
Par que pudiera procederse a la mensura y partición de un sitio comunero, uno a mas
accionista debían dirigir una instancia o petición al Juzgado de Primera Instancia de la
provincia a la cual correspondiese el sitio, acompañando esa petición de los documentos
que probaran sus derechos como accionista de dicho sitio, y expresando en ella los
nombres y residencia de los demás accionistas conocidos por los peticionarios, así como si
había menores sin tutor o si los peticionarios lo ignoraban.
En los dos meses siguiente a la publicación del extracto de la sentencia que ordenaba la
mensura y partición del sitio, los agrimensores interesados en realizar estas operaciones
depositaban proposiciones en la Secretaria del Juzgado que había dictado la sentencia que
las ordenaba, y al cabo de esos dos meses dicho juzgado designaba a aquel cuya
proposición fuese mejor para los accionista, siempre que en esa preposición también
declarase el agrimensor que cada accionista podía pagarle con terreno, en cantidad que no
podía exceder de la cuarta parte de lo que correspondiese al accionista deudor. Sin
embargo, las tres cuartas partes de los accionistas tenían la facultad de escoger un
agrimensor, y este caso, el juzgado debía aprobar la elección hecha por esa mayoría de
accionista.
Después que el juzgado homologaba la partición numérica hecha del modo indicado, el
notario debía entregar a cada accionista una constancia o certificación en la cual se dijese
con exactitud el número de hectáreas, áreas, etc., que le había correspondido, de acuerdo
con los documentos por el depositados y tomando como base la razón ya determinada
entre el número total de hectáreas del sitio y el número total de pesos depositados.
Con esa constancia o certificación en sus manos, cada interesado podía pedir al agrimensor
comisionado que le midiese la porción del terreno que le había correspondido en la
partición numérica. A contar de entonces, comenzaba la denominada partición en
naturaleza, estos es, la partición sobre el terreno mismo: la parcelación del sitio.
Hecha todas las parcelaciones, y entregado a cada interesado el plano y el acta de mensura
de su parcela, el agrimensor la comunicaba al Juzgado de Primera Instancia y pedía a este,
al mismo tiempo, que aprobase esas operaciones finales. La sentencia que en tal sentido
rendía el Juzgado terminaba todo el procedimiento.
Era frecuente, sobre todo en los sitios comuneros cuyas tierras eran de buena calidad, que
un propietario ocupara mayor cantidad de terreno de lo que le correspondía conforme a
sus títulos. En este caso, al hacerse la parcelación, el exceso de esa ocupación se lo atribuía
al agrimensor, a otro que no tuviese ninguna o que le faltaba por ocupar, y se planteaba
inmediatamente el siguiente dilema: o el que ocupaba ese exceso de terreno se lo
compraba a aquel a quien le hubiese sido atribuido, o este último compraba al primero la
mejoras.
Podía ocurrir (y de hecho ocurrió frecuentemente), que un propietario o accionista del sitio
cuya mensura y partición se había ordenado, dejara de depositar sus títulos en la oficina del
notario comisionado. En este caso, si todavía se habían transcurrido tres años, contados
desde la publicación del extracto de la sentencia que había ordenado la mensura y
partición, ese ¨copropietario negligente¨ podían hacer rectificar las operaciones que se
hubiesen hecho, mediante autorización del juzgado, pero pagando todos los gastos de estas
nuevas operaciones. Si, por el contrario, ya habían pasado tres años, los derechos del
copropietario negligente quedaban extinguidos a favor de los demás.
El notario comisionado para recibir los títulos debía formar un expediente, con la copia de
la sentencia que había ordenado la mensura, los documentos que se fuesen depositados y
cada una de las actuaciones que se realizasen, el cual debía ser encuadernado debidamente
al cerrarse las operaciones.
Para recibir en depósito cualquier título, el notario debía redactar un acta con las siguiente
enunciaciones: a) número de la inscripción en el expediente, el cual debía corresponder al
número del recibo de depósito que otorgase al depositante; b) el día, mes y año del
depósito; c) el nombre, profesión, domicilio y residencia del depositante, y el nombre,
domicilio y residencia del dueño, si no lo era quien hacia el depósito; d) descripción sumaria
del título, con indicación de su procedencia; e) firma de la persona que hacia el depósito o
mención de la circunstancia que le impedía firmar, y f) firma de los testigos que
concurriesen al acto del depósito. Iguales menciones debía contener el recibo que expedía
el notario al depositante.
Disponía la Resolución que las actas de depósito fuesen redactadas en papel sellado del tipo
que correspondiese; que entre una y otra acta no se dejase espacio alguno en blanco, y no
hubiese enmiendas, raspaduras ni interlineas. Los errores que se cometiesen en la
redacción debían ser subsanados conforme lo disponía la ley del notario (la de 1900, que
era entonces la vigente).
Los títulos recibidos por el notario debía quedar en su poder, después de escribir una nota
en cada uno, con expresión de la fecha del depósito y la constancia de que había sido
depositado para fines de la partición del sitio al cual correspondiese. Todos los títulos
depositados en el curso del periodo fijado para el depósito debían ser protocolizados en el
expediente de la partición, ¨ de modo que con ese expediente pudiese siempre
comprobarse la verdad de la constancia que, en cumplimiento de lo dispuesto por la ley,
dar el notario de lo que en la partición correspondiese a cada accionista¨.
Cuando un título ya depositado era declarado nulo por alguna sentencia irrevocable, el
Fiscal debía notificar el dispositivo de la misma al notario, en el término de tres días,
independientemente de la notificación que pudiese hacer la parte interesada. Con vista de
la sentencia, de la cual debía anexar al expediente cualquier copia que le fuese notificada, al
notario había de poner una nota en el título declarado nulo, haciendo constar esta
circunstancia.
Si era el dueño mismo del título quien convenía con los que lo impugnaba en que este no
fuese tomado en cuenta, y así lo era notificado al notario, también debía poner esto último
una nota similar, anexando la notificación al expediente. Cuando el dueño hacia
personalmente la declaración de exclusión ante el notario, esto se limitaba a redactar acta
de tal declaración y a escribir la nota en el título, en presencia y con la asistencia de dos
testigos.
Con alguna frecuencia ocurría que un mismo título contenía derechos relativos a distintos
sitios comuneros o derechos de diversa naturaleza. En el caso de ser depositado para fines
de mensura y partición de un sitio, el notario comisionado debía expedir al depositante,
junto con el recibo correspondiente al depósito, una escritura que expresara el resto de las
acciones o de los derechos contenidos en el título depositado, no pertenecientes al sitio en
mensura y partición.
Tan pronto como el agrimensor comisionado para la medición del sitito terminaba la
mensura general-perímetro, debía entregar al notario una copia del plano y otra del acta,
las cuales anexaba el ultimo al expediente por el formado y quedaban como parte del
protocolo de la partición.
Terminada la medición general y hecho el depósito de las copia del plano y del acta, el
notario y el agrimensor computaban las acciones depositadas y establecían la razón entre
estas y el perímetro, de lo cual redactaba el primero la correspondiente acta, que firma ban
y certifican ambos y luego sometían al Juzgado de Primera Instancia para que este la
homologara, a fin de que el agrimensor procediese a parcelar el sitio conforme a los
resultados de esta última operación.
Ya veremos, al estudiar la Orden Ejecutiva N0195 en el título siguiente, que esta orden
impuso a los notarios una obligación que debía ser cumplida en ocasión de la partición
numérica, como medida útil de protección en provecho de los verdaderos copropietarios
del sitio en partición.
A medida que el agrimensor iba parcelando, conforme al resultado de la partición
numérica, una vez homologada esta, tal como se ha explicado al estudiar la Ley sobre
División de Terrenos Comuneros, entregaba copias del acta y del plano de cada parcela al
notario, independientemente de la obligación de entregar iguales copias al propietario
correspondiente. El objetivo de la entrega de estas copias al notario era completar con ellas
el expediente de partición. De estas copias entregadas al notario no podía este permitir que
se sacasen copias.
Para asegurar la aplicación de sus disposiciones, el reglamento obligaba a los notarios que a
la fecha de su publicación tuviesen encargo de recibir en depósito títulos para la mensura
de algún sitio, a redactar un inventario en el cual debían describir dichos títulos y expresar
el nombre de las personas a quienes correspondiesen. Este inventario suplía el acta de
entrega de que hemos hablado antes, en cuanto a la mensura y particiones ordenadas
antes de la publicación del reglamento, a la razón en curso.
La redacción del inventario antes dicho debía hacerse dentro del mes de la publicación del
reglamento. Por otra parte, el notario debía enviar copia de cada inventario al secretario
del juzgado de primera instancia que había ordenado la mensura y partición, para ser
anexada a la sentencia correspondiente.
La Ley sobre División de Terrenos Comuneros, como se recordara, ordenaba a las partes
hacer público, por medio de la prensa, el resumen de la sentencia que ordenaba la mensura
y partición de un sitio.
Sin embargo, como no se decía dónde y en qué clase de periódico debía hacerse esta
publicación, este silencio de la ley dio lugar a que los interesados de mala fe en las
operaciones de mensura y partición, hicieran la publicaciones en periódicos de circulación
local, editados lejos del lugar en donde debían realizarse dichas operaciones, impidiendo,
de este modo, que el propósito mismo de la exigencia legal, dar la mayor publicidad a que
la sentencia se cumpliese cabalmente: se observaba así, la letra de la ley, pero se violaba su
espíritu, con lo cual se causaban grandes perjuicios a los accionistas que ignoraban la
existencia de la sentencia, los cuales no podían depositar en tiempo hábil sus títulos.
Para corregir tan grave abuso, el art. 10 del reglamento que estudiamos establecía que la
publicación de los avisos ordenados por la ley de 1911 de hiciese ¨en uno de los periódicos
de mayor circulación de la Provincia donde radique el terreno de cuya partición¨ se tratase,
y ¨en uno de los de mayor circulación de la Provincia más próxima en donde radicase el
terreno; por lo menos una vez por semana durante tres meses¨.
Habíamos dicho antes que ni el decreto de 1907 ni la ley de 1910, había logrado detener las
maniobras de aquellos que se dedicaban al tráfico ilícito de títulos sobre terrenos
comuneros, y digamos luego que ese fin habría de cumplirlo la Ley sobre División de
Terrenos Comuneros. Pero es claro que esto podía ser cierto, no más, para aquellos sitios
que se sometiesen a los procedimientos de dicha ley: medido y parcelado un sitio entre sus
copropietarios, cesaba, ipso facto, toda posibilidad de injerencia de los especuladores,
habida cuenta de que la posición de copropietario indiviso hasta entonces ostentada por
cada accionista, se transformaba en posición de propietario exclusivo de la parte que en la
mensura y partición del sitio le había correspondido.
La medición y partición de los sitios comuneros, sin embargo, no podía hacerse sino
paulatinamente; tanto más, cuanto que el procedimiento debía iniciarse a diligencia de los
copropietarios mismos, quienes, en muchos casos, o no tenían interés en que el sitio se
midiese y dividiese, o lo tenían en el sentido de que permaneciese en estado de indivisión.
Los traficantes, mientras tanto, unas veces se daban a la fácil tarea de sustraer viejos
documentos originales o copias de notarías y alcaldías, aprovechando el descuido o la falta
de honradez de algunos notarios o alcaldes, o de parientes de estos otras veces, a la de
fabricar títulos, a los cuales trataban de dar apariencia de antiguos, para librarlos de
sospecha de falsedad, mediante el uso de diversos procedimientos más o menos
ingeniosos.
Como medio coadyuvante en la lucha contra semejante estado de cosas, dicto el Congreso
Nacional la ley del 25 de mayo de 1912, denominada LEY DE REGISTRO DE LA PROPIEDAD
TERRITORIAL.
El objetivo de esta ley fue la formación de una especie de catastro de la propiedad rural y
de los derechos sobre la misma, derechos ciertos o presumidos, mediante un sistema
especial de registro en el cual debían ser inscritos, sin distinción y en determinado plazo,
todos los documentos y los derechos no titulados relativos a terrenos rurales, así como las
transferencias de los mismos; los que amparaban porciones medidas o sin medir, los que se
referían a acciones o pesos de terrenos, y declaraciones unilaterales sobre posesiones aptas
para la prescripción, respecto de las cuales no existiesen documentos.
La inscripción, por lo demás conviene hacerlo notar, no atribuía validez al título. Este podía
ser impugnado luego. Más aun, en muchos casos, la inscripción misma, si se realizaba con
notoria tardanza, daba lugar a que la buena procedencia del título se hiciese sospechosa y,
por lo mismo, lo convertía en mercancía de difícil venta.
Pero esta importancia de la ley de 1912, deducida de su objeto, solo tiene relación con el
pasado, y no justificaría su estudio sino como mera conveniencia de carácter histórico. Y la
verdad es que el conocimiento de esta ley es todavía útil por razones que la ligan al
presente, a pesar de haber sido definitivamente derogada en 1939.
Para convencerse de ello, en efecto, bastara hacer notar, no más que nuestra primera Ley
de Registro de Tierra (la Orden Ejecutiva N0 511, del 1ro, de julio de 1920) tomo en cuenta
los efectos de aquella ley, al establecer, en uno de sus textos el art. 67 letra B, n.2 una
presunción de nulidad contra aquellos títulos que ¨siendo relativos a terrenos
indudablemente rurales, no contuvieren la nota de haberse inscrito en el Libro Registro de
la Propiedad Territorial de la provincia en que este ubicada la propiedad; y también
aquellos que no estuvieren registrados en el Registro de Actos Civiles¨, que por otra parte,
aunque ya derogada definitivamente en 1939 aquella ley de 1912, la Ley N 0 833, del 9 de
marzo de 1945, sobre saneamiento de títulos y terrenos comuneros, estableció en el
párrafo II del art. 5, relativo a los preliminares del proceso de depuración y saneamiento de
los títulos comuneros que el juez designado al efecto podía, si lo creía necesario, ¨requería
del Conservador de Hipotecas de la Provincia en cuya jurisdicción este incluido el sitio
comunero de que se trata, que le envié en un plazo no mayor de treinta días a contar del
requerimiento, una relación de los títulos de pesos o acciones del sitio que haya sido
inscritos en el Registro de la Propiedad Territorial¨, y declaraba además, en su art. 10, letra
b) que serían excluidos de la partición de un sitio los títulos de pesos acciones cuyos
originales no apareciesen en los protocolos de los funcionarios públicos que los
instrumentaron; pero agregando, textualmente: ¨cuando los protocolos hayan sido
destruidos o no sea posible presentarlos por causa de fuerza mayor debidamente
comprobada, los títulos podrán ser admitidos si tienen la nota de inscripción en el Registro
de la Propiedad territorial o figuraban en la Relación de Conservador de Hipotecas a que se
refiere el párrafo II del art. 5 o si han sido registrados en la Oficina de Registro de Actos
Civiles y Judiciales¨; y finalmente, que la vigente ley de Registros de Tierras, del 9 de
octubre de 1947, no solo reproduce literalmente esos dos textos de la Ley N 0 833 en lo que
respecta a los títulos de terrenos comuneros que deban ser sometidos a depuración y
saneamiento (v. art. 90, párrafo II y art. 96, letra b de dicha ley de 1947), sino que, en
términos generales, presume como ¨^nulos hasta prueba en contrario¨… ¨b) Los títulos y
documentos relativos en terrenos rurales que no fueron inscritos en el Registro de la
Propiedad Territorial, ni registrados en la Oficina de Registros de Actos Civiles¨. Art. 73,
letra b.
Ahora bien, y puesto que las inscripciones realizadas por virtud de aquella ley ya derogada
no han cesado de producir efectos en el saneamiento de los derechos sobre las tierras y sus
mejoras, tierras comuneras o no, es claro que el conocimiento de las leyes que rigen ese
saneamiento, y que es parte importantísima, en la época actual, del estudio de los
Agrimensura Legal, seria incompleto, sino incluyera en el de la preindicada ley, cuando
menos en la medida necesaria para que se supiese, no solo cual fue su objetivo, sino cómo
y por qué medios debía dicha ley lograrlo; en qué consistía la inscripción por ella prescripta
con carácter obligatorio; a quienes estaba encomendado hacer esa inscripción en los
registros, etc., que es, en definitiva, lo que se propone enseñar, a grandes rasgos, el
presente capitulo.
El 13 de diciembre de 1919 fecha que conviene recordar, por lo que se verá más adelante,
publico el Gobierno Militar. En las dos órdenes ejecutivas dictadas para atemperar el rigor
de la ley de 1912 y de la O.E. 195 se menciona la fecha de 22 de febrero de 1919, porque
esta era la del vencimiento del segundo plazo de tres meses acordados por el 195. En
cuanto a los derechos que debía pagar quien se acogiera a favor de la O.E. 304, eran de
cinco pesos para el Conservador de Hipotecas y de cincuenta pesos para la comunidad
donde estuviera situado el terreno o la mayor parte de este.
Aunque las leyes sobre división de terrenos comuneros de 1911 y sobre registro de la
propiedad territorial del año siguiente (1912) comenzaron a regir en fechas distintas, las
asociaciones, sin embargo, en esta parte consagrada a sus respectivas épocas de vigencia,
dada la relación indudable que existe entre los propósitos combinados de ambas, en cuanto
tienen de comunes, y los de la ley de registro de tierras, que más tarde las sustituyo. Así
pues, siguiendo un orden estrictamente cronológico, nos referimos a los diversos actos del
Poder Público que intervinieron, desde las respectivas fechas de entrada en vigor de una y
otra hasta las de su derogación definitiva, unas veces para suspender los efectos de una o
de la otra, y otras veces para limitarnos, solamente.
De Santo Domingo su Orden Ejecutiva N0 363, fechada a 6 de dicho mes, en cuya virtud
quedo ¨suspendida en sus efectos¨, decía dicha orden ¨la Ley sobre División de Terrenos
Comuneros¨…¨y en consecuencia¨, agregaba más adelante, ¨suspendida en el mundo en
que ella se encuentran las particiones que fueron ordenadas y se están efectuando de
conformidad con dicha ley¨, etc.
La O.E. 363 impuso a los notarios que tuvieran en depósitos títulos de terrenos comuneros
en vía de partición, la obligación de formular, en los quince día de la publicación de dicha
orden, tres inventarios detallados o un inventario en triplicado de los títulos
correspondientes a cada sitio, los cuales debían enviar respectivamente en cada caso, al
secretario del juzgado de primera instancia que había ordenado la mensura, a la Secretaria
de Estado de Justicia e Instrucción Pública, que entonces existía y luego fue suprimida, y al
agrimensor encargado de la partición.
Cada inventario debía encabezarse con el nombre del sitio, así como los de la sección,
común y provincia donde estuviese ubicado aquel la indicación de la sentencia que había
dado comisión al notario. Y al hacerse mención de cada título debía indicarse: el número
que le correspondiera en el expediente de la partición, el nombre del depositante y el de su
dueño, su fecha, el funcionario que lo había instrumentado, la cantidad expresada en el
título y un resumen de la nota de inscripción en los Registros de Propiedad.
Los notarios que dejasen de cumplir la obligación que queda señalada, debían ser juzgados
disciplinariamente por la Suprema Corte de Justicia, la cual podría acordarles un plazo
¨proporcional¨ si consideraba justas las razones que expusiese el notario como causa de su
incumplimiento.
Uno de los originales debía ser entregado al secretario del juzgado de primera instancia que
había ordenado la mensura y partición del sitio, para que lo anexase al expediente
correspondiente; otro enviado al Secretario de Estado de Justicia e Instrucción Pública, y el
tercero, entregado al notario designado para recibir los títulos y hacer la partición con el
agrimensor.
La sanción prevista para los casos de no-redacción del informe en el plazo antes dicho, era
la de suspensión en el ejercicio profesional durante un plazo de uno a cinco años. Su
aplicación correspondía a la Suprema Corte de Justicia, en funciones disciplinarias, como en
el caso de los notarios; pero es digno de hacerse notar que a este alto tribunal no se le
concedía, como en el caso de los notarios, la facultad de conceder a los agrimensores un
plazo ¨proporcional¨, en los casos en que considerase justas las razones que ellos
expusiesen.
Sin embargo, podía el agrimensor a quien se había confiado ¨la partición de un terreno¨…
¨mensurar y deslindar¨ las porciones de dicho terreno que estuviesen ocupadas, a la fecha
de la publicación de esta Orden Ejecutiva, con edificios, vías férreas, plantaciones, pasto
artificial bajo cercas, instalaciones febriles, o epiarios bajo cerca; excepción destinada según
se pensó en aquel entonces a favorecer los ingenios, casi todos de compañías extranjeras,
pero que aprovecho, no obstante, a muchos hacendados dominicanos.
Después de declarar que las sentencias rendidas sobre mensura y participación de terrenos
comuneros, impugnación de títulos, reivindicaciones, rectificación de linderos, etc., que no
fuesen susceptibles de recursos a la fecha de su publicación quedaban ¨con fuerza de cosa
juzgada¨ lo cual era superabundante, la Orden Ejecutiva 363 disponía:
a) Que las acciones y los recursos ya intentados podrían continuarse hasta su solución,
siempre que esta se obtuviese dentro de los seis meses a contar de dicha
publicación.
b) Que podrían intentarse recursos contra las sentencias que a la fecha de esa
publicación fuesen susceptibles de ellos, bajo condición de que se solucionase en el
mismo término de seis meses, y
c) Que no podrían intentarse nuevas acciones relativas a terrenos comuneros, excepto
interdictos posesorios, hasta que se promulgase ¨la proyectada Orden Ejecutiva
sobre deslinde, mensura y partición¨.
Decíamos que la Orden Ejecutiva 363 prohibía a los agrimensores, a partir de su
publicación, practicar operaciones en los terrenos comuneros, pero que no obstante,
permitía a aquellos encargados de la mensura y partición de un sitio comunero ¨mensurar y
deslindar¨ las porciones de estos terrenos que estuvieran ocupadas con edificios, vías
férreas, etc.
Para acallar, en parte, el descontento y la muda protesta que esa extemporánea medida
produjo en diversos sectores del pueblo, el Gobierno Militar promulgo su Orden Ejecutiva
N0 471, de fecha 2 de marzo de 1920, cuyos tres artículos dictamos a continuación:
10. ¨Las posesiones en terrenos comuneros que pueden deslindarse y mensurarse conforme
a la última parte del artículo 6 de la Orden Ejecutiva N0 363, son aquellas que fueron
adquiridas antes de la publicación de dicha orden¨
20. ¨Cualquier propietario de terreno comunero puede demandar ante los jueces
competentes el abandono del terreno ocupado sin derecho, por cualquier persona.¨
30. ¨Los jueces quedan capacitados para conocer y homologar, si fueren conforme a
derecho, los expedientes de mensuras generales y los de partición de terrenos comuneros
que hayan sido terminados antes de la publicación de la Orden Ejecutiva N 0 363.¨
El proyecto que, según la Orden Ejecutiva N0 363, tenía en estudio el Gobierno Militar para
modificar la ley sobre terrenos comuneros, fue publicada el 31 de julio de 1920, con el
nombre de LEY DE REGISTRO DE TIERRA (O.E. 511).
El art. 146 de esta nueva ley único texto de ella que nos interesa por ahora, derogaba la ley
sobre división de terrenos comuneros del 21 de abril de 1911 y la de inscripción de títulos o
registros de la propiedad territorial del 1ro de junio de 1912 y sus enmiendas y
ampliaciones.
Como consecuencia de la derogación de la primera de esas dos leyes, el art. 146, citado,
declaraba ‘‘revocados a todos los procedimientos que estuvieran pendientes para la
partición de terrenos’’, de acuerdo con dicha ley, y disponía además, que ‘‘los notarios y
demás funcionarios públicos en cuyas oficinas se hubieran depositado títulos en
cumplimiento de cualquier fallo u orden citada en cualquier procedimiento instituido de
acuerdo con dicha ley sobre División de Terrenos Comuneros¨ depositarían
¨inmediatamente, y sin más avisos, todos dichos títulos¨, etc., en las conservadurías de
hipotecas conforme se explicara seguidamente.
Según el art. 40 de la nueva ley (la O.E. 511), todo notario o alcalde que actuase como
notario estaba obligado a preparar una lista exacta en triplicado, en un plazo de sesenta
días a contar de la publicación de dicha ley, ¨de todos los documentos y actos notariales de
toda índole que tuviera en su poder, salvo los testamentos de personas vivas¨ que se
relacionasen ¨con títulos de propiedad inmueble.¨ Esta lista debía hacerse con tantos
detalles como fuesen necesarios ¨para identificar con facilidad todos los documentos¨ que
se constasen.
Pero eso no era todo. También disponía el citado texto que si los expediente, protocolos o
archivos de un notario demostraban que en cualquier tiempo estos habían tenido en su
poder cualesquiera otros documentos o expedientes notariales que comprendiesen
propiedad inmuebles que no estuviesen en su poder en el momento de promulgarse la
orden Ejecutiva, debía incluirlos ¨y entregarlos con los otros documentos¨; y si no podían
obtener los documentos que ya no estaban en su poder, debía indicar el motivo por el cual
no lo estaban así como el que impedía obtenerlos.
Recibidos los documentos, expedientes, etc., con las listas y comprobada su conformidad, el
Conservador de Hipotecas daba constancia de su recibido en cada copia de la lista, cuyo
original devolvía al notario; conservaba el duplicado y enviaba el triplicado al Secretario del
Tribunal de Tierras.
El mismo art. 40 de la O.E. 511- inciso c) exigía a los agrimensores despojarse, en igual
termino al señalado a los notarios, de ¨todos los libros de registros de Actas de mensura
llevados por ellos de acuerdo con las disposiciones del art. 29 de la Ley de Agrimensura¨,
mediante envió al Secretario del tribunal de Tierras.
La sanción establecida para el caso de incumplimiento de las obligaciones mencionadas en
los párrafos que anteceden, era según el art. 42 de la indicada orden ejecutiva, la de multa
no mayor de $1,000.00 o prisión de no más de un año, o ambas penas, cumulativamente, a
discreción del Tribunal de Tierras, que era el llamado a juzgar el hecho. Cuando se tratase
de lista falsa o incompletas presentada por un notario o alcalde, este debía ser juzgado por
perjurio y castigado con multa de cincuenta a diez mil pesos o prisión correccional de un
mes a dos años, o ambas penas a la vez.
Conforme lo disponía el art. 41 (O.E. 511), después de entregados por los notarios y
alcaldes los protocolos, expedientes, etc., en su poder, y una vez designados los
Registradores de Títulos que debían funcionar, de acuerdo con dicha orden, solo estos
serían los ¨depositarios legales de instrumentos originales relativos a propiedad inmueble¨.
Pero hasta tanto fuesen designados estos registradores de Títulos, desempeñarían sus
funciones los Conservadores de Hipotecas, según establecía el art. 43 de la misma orden.
Las perturbaciones de distinta índole producidas por la prematura derogación de las leyes
sobre registro de la propiedad y sobre mensura y partición de terrenos comuneros,
obligaron al Gobierno Militar a volver sobre sus pasos.
La Orden Ejecutiva 590, que modifico diversos textos de la 511 (Ley de Registro de Tierras),
enmendó las disposiciones del art. 146 en cuya virtud habían quedado derogadas aquellas
dos leyes. Dispuso, en efecto, en cuanto a la de registro de la propiedad territorial: ¨La ley
de junio de 1912, que dispone la inscripción de títulos de bienes raíces y la Orden Ejecutiva
195, según han sido enmendados, quedaran en vigor y tendrán efecto de leyes, pero por
esta disposición no debe entenderse que se permite la inscripción de títulos de terrenos
rurales que no hubiesen sido inscritos antes¨. (art.15) En cuanto a la de división de terrenos
comuneros, no solo certifico su total derogación declarada en el art. 146 de la O.E. 511, en
el sentido de volver a un status parecido al creado por la O.E.417 que, como hemos dicho
antes, había hecho menos grave la suspensión decretada por la N 0 363, sino que preciso
mejorar la circunstancia en que podían ser parcelados los sitios comunes cuya mensura
general había sido terminada antes del día 1ro de agosto de 1920.
Aunque el texto de la O.E. 590 que consagraba esta capacidad de conocer y homologar a
favor de los juzgados de primera instancia (art. 16) agregaba que la ley de división de
terrenos comuneros quedaba restablecida… ¨para estos fines únicamente¨, es claro que
este restablecimiento implicaba la facultad, para los agrimensores, de proceder a la
parcelación de los terrenos cuyas mensuras generales fuesen homologadas o los hubiesen
sido antes, así como la de continuar las parcelaciones ya comenzadas a la fecha en que
todas las operaciones de mensura habían quedado suspendidas por efecto de la O.E. 363.
Así lo daban a entender dos disposiciones de la misma O.E. 590: una que reconocía a
cualquier persona interesada el derecho de oponerse a la homologación, mediante el
depósito de un escrito, en la secretaria del juzgado de primera instancia, firmado por ella o
por apoderado especial, que contuviese, bajo juramento, los motivos en que se basase
dicha oposición y una relación de las pruebas que para el efecto de invocaran; y otra que
preceptuaba que, en caso de oposición, el juez debía dictar una ordenanza dando traslado
del asunto al Tribunal de Tierras, si estimaba que existían motivos serios ¨para considerar
que la continuación de los procedimientos de división o partición de un terreno comunero
pudieren llegar a perjudicar legítimos intereses del oponente¨, etc..
Sin embargo, ¨a fin de evitar dudas en la ejecución e interpretación del art. 16 y siguientes
de la Orden Ejecutiva N0 590¨, la Secretaria de Estado de Justicia e Instrucción Pública dicto
la Orden Departamental N0 1 de fecha 19 de febrero de 1921, en la cual declaraba:
¨2do. Los Notarios y Agrimensores pueden continuar los procesos de partición que fueron
interrumpidos por la Orden Ejecutiva N0 363, siempre que la mensura general haya sido
terminada antes del 1ro de agosto de 1920¨.
¨3ro. Los Agrimensores, no solo pueden continuar las parcelaciones comenzadas en un sitio
comunero, sino que también pueden principiar las que no se hayan iniciado. Basta que la
mensura general haya sido cerrada antes del 1ro de agosto de 1920¨.
¨4to. Los Notarios están en el deber de instrumentar sus procesos de partición numérica sin
pérdida de tiempo a fin de que lo ejecuten en el terreno los Agrimensores comisionados¨.
A pesar de que los efectos de la Ley División de Terrenos Comuneros de 1911 habían
quedado suspendidos desde el 13 de diciembre de 1919, fecha de la publicación de la O.E.
363, del 6 de dicho mes, excepto en cuanto a las limitadas operaciones previstas en esa
orden, precisadas luego por N0 417, la facultad acordada por la O.E. 590 de hacer
homologar los expedientes de mensura y de parcelar, solo comprendían los terrenos cuyas
mensuras generales hubiesen sido terminadas antes del 1ro de agosto de 1920, es decir,
antes del día subsiguiente a la publicación de la Ley de Registro de Tierras, que derogada la
de terrenos comuneros, según hemos visto.
¨Los Juzgados de la 1ra. Instancia quedan capacitados para conocer y homologar conforme
a la Ley sobre División de Terrenos Comuneros de fecha 21 de abril de 1911, la cual queda
restablecida para estos fines únicamente, los expedientes de división de terrenos
comuneros cuya mensuras generales hubiesen sido terminadas antes del día 1ro de agosto
de 1920, así como los de la mensura comenzadas al 6 de diciembre de 1919, fecha en que
fueron paralizadas por mandato de la Orden Ejecutiva N0 363, las cuales podrán ser ahora
continuadas, siempre que no se hubiesen ordenado y empezado una mensura catastral que
comprenda el sitio en donde alguna de aquellas mensuras fue principiadas ¨.
El nuevo art. 16 de la O.E. 590 contenía, por otra parte, tres disposiciones de gran interés
para los codueños, en sus relaciones con el agrimensor comisionado para la partición de un
sitio. Dada la claridad de redacción de esas tres disposiciones, y la importancia de su
contenido, nos permitimos dictarlas en su propio texto:
¨a) cuando uno o más propietarios de estos sitios¨- se refiere a los comuneros, tuvieren
motivos para quejarse de un agrimensor en el ejercicio de su cargo al practicar estas
mensuras, se podrá pedir la revisión, la que será ordenada y fiscalizada por el Tribunal de
Tierras. Este, para practicarla, comisionara a uno o más agrimensores del Gobierno. Si el
agrimensor se creyere perjudicado en la revisión, podrá pedir la contra revisión, la que
deberá ordenar el mismo Tribunal de Tierras, y se practicara por uno o más agrimensores
por comisionados por el Tribunal con tal fin, asistido por otro agrimensor que represente al
que pidió la contra-revisión. Si quedare comprobado que había motivo para la revisión de la
mensura, todos los gastos serán por cuenta del agrimensor; en caso contrario, todos los
gastos serán por cuenta de los propietarios que la pidieron¨.
Como se puede advertir, esta disposición reproducía la sustancia de lo prescrito por la Ley
de Agrimensura del año 1882, en cuanto a derechos de revisión y contra-revisión.
¨b) Cuando conforme al artículo 2 de la Ley sobre División de terrenos Comuneros decida
algún codueño pagar en terrenos sus honorarios al agrimensor, este no podrá adjudicarse
toda la porción que le corresponda en la mejor calidad dejando al propietario la peor parte,
sino que será repartida proporcional y equitativamente entre uno y otro, es decir, entre
agrimensor y propietario a fin de que ninguno quede perjudicado¨.
Se trataba, en el caso de este nuevo párrafo, de una disposición de equidad que, aunque
sobreentendida en lo que establecía el art. 2 de la Ley sobre División de Terrenos
Comuneros, pasaban por alto algunos agrimensores, en su condición de árbitros únicos en
las operaciones de partición de sitios que realizaban.
¨c) Los agrimensores que en el ejercicio de su cargo, al hacer estas mensuras, faltaren a la
equidad, por medio de un cohecho o abusando de su profesión en cualquier forma, serán
suspendidos en sus funciones, por el Tribunal de Tierras, hasta por cinco años, sin perjuicio
de las penas en que hayan podido incurrir por virtud de otras leyes¨. Reproducía ese
párrafo, c) como es fácil advertirlo, las prescripciones del art. 12 de la Ley de Agri mensura,
si bien con menos amplitud de contenido.
ALGUNAS REFERENCIAS A LA LEY DE REGISTRO DE TIERRA
Según el párrafo segundo del art. 5, las palabras TRIBUNAL DE TIERRAS ¨abarcaran
cualquier tribunal que actué conforme a las disposiciones de esta Ley y comprenderán al
Tribunal Superior de Tierras y a los demás Tribunales presididos por un solo Juez¨.
Habrán tantos jueces de esta última categoría, con carácter de ¨Jueces de Jurisdicción
original como fuesen necesarios y lo permita le Ley de Gastos Públicos¨, y al ser designados
se indicaran sus respectivas residencias permanentes. Salvo que hayan de actuar en la
capital de la Republica (art. 13). Sus órdenes, decisiones o fallas, en ocasión del
saneamiento de un terreno o de derechos en el mismo, no tendrán fuerzas ni efectos sin la
aprobación y revisión del Tribunal Superior, salvo las excepciones previstas en la ley o
cuando se trate de medidas relativas a la instrucción de la causa (art.15).
Dirección General de Mensura Catastrales. Es esta ¨una oficina técnica que está adscrita al
Tribunal de Tierras, como una dependencia de El¨. (art.33). Su organización, tal como ha
venido funcionando en estos últimos años, fue obra de la Ley 1140 del 25 de mayo de 1929,
cuyo art. 2 dispuso: ¨Desde la publicación de la presente ley quedara adscrita al Tribunal de
Tierras como una dependencia del mismo, la Dirección General de Mensuras Catastrales¨.
Durante los primeros años de vigencia de la ley de Registro de Tierras de 1920, las
operaciones de agrimensura las realizaban agrimensores designados por el Secretario de
Estado de Fomento (art.55) sin sujeción a ningún control oficial. Un reglamento de
agrimensura dictado por el Gobierno Militar y publicado en la Gaceta Oficial N 03165, del 3
de noviembre de 1920, dispuso que ¨todos los Agrimensores y Ayudantes que actuasen en
las mensuras que se practicaran de acuerdo con la Ley de Registros de Tierras serían
considerados como empleados del Gobierno Militar, y disfrutarían de sueldos mensuales,
etc.¨ Mas tarde, el decreto N083 del 20 de agosto de 1923, al permitir que se concediese
prioridad en virtud de solicitud de los propietarios de una porción de terrenos, previo a
contrato hecho por ellos con un agrimensor para las operaciones de mensura, dispuso en su
art.5 que los planos hechos por estos agrimensores fuesen sometidos a la Oficina de
Agrimensura del Gobierno junto con las notas de campo para efectuar las copias en azul y
para su aprobación por dicha oficina; y proveyó en su art.5 para que el Gobierno fijase
anualmente en la Ley de Gasto Publico una suma no menor de $15,000.00 para atender al
sostenimiento de la Oficina de Agrimensura, etc. Con posterioridad a estas disposiciones del
decreto mencionado, un REGLAMENTO SOBRE MENSURAS CATASTRALES, dictado por el
Tribunal Superior de Tierras el 7 de enero de 1924, adjudico a la Oficina de Agrimensores
del Gobierno atribuciones específicas para la dirección y el control de todas las mensuras
catastrales, y entre ellas la de reproducir en un periodo de gran circulación el aviso de
mensura que debía publicarse y se publicaba en la Gaceta Oficial, de acuerdo con el art. 54
de la Ley de Registro de Tierras de 1920.
Nacionalidad: Los agrimensores que realicen las mensuras catastrales, dice el art.40, en su
párrafo capital, ¨deberán ser Dominicanos¨.
¨Todo contrato para la mensura catastral de cualquier terreno que no sea cabalmente
ejecutado, en el tiempo que el mismo señale, o en el tiempo suplementario que por causas
atendibles conceda el Tribunal Superior de Tierras o la dirección General de Mensuras
Catastrales¨, dice el art.49, queda sin efecto. Los intervenidos con anterioridad a la
promulgación de esta Ley, deberán ser ejecutados en el tiempo que señale el Tribunal de
Tierras.
Según el párrafo del mismo texto para los fines de la disposición que antecede, debe
considerarse ejecutado el contrato de mensura, cuando los planos provisionales
depositados en la Dirección General de Mensuras Catastrales han sido revisados y
aprobados por esta Dirección, se consagra en este caso, como signo de ejecución de una
obligación contractual, el hecho de un tercero.
Dispone a este respecto el párrafo II del art.50: ¨Todas las diferencias que sugieren entre los
interesados en el contrato de mensura y el agrimensor encargado de la misma, con motivo
de su ejecución, serán resueltas por el Tribunal Superior de Tierras¨.
Al describir las cuatro etapas del proceso de registro de un terreno, decíamos en la parte
correspondiente a la segunda (Medición e identificación del terreno y de sus partes) que
después de concedida la prioridad, ¨el Director General de Mensura Catastrales dictas las
provincias necesarias para la medición de terreno comprendido en ella¨, etc., y se procede
a la publicación de los avisos correspondiente, etc.
La ley exige enunciaciones distintas para estos avisos, según se trate de mensura de
terrenos situados en zonas urbanas o fuera de estas.
¨El aviso o notificación al público en general de la mensura de uno o más solares o parcelas
situados en la zona urbana¨, dice el art. 52, deberá estar fechado y contendrá, además lo
siguiente:
1) Fecha de la resolución que concede prioridad y fechas de las resoluciones de
ampliación, si las hubiere.
2) Nombre del peticionario de la mensura y de su representante, si lo tuviere.
3) Nombre de todo peticionario de ampliación.
4) Números catastrales de la manzana y del distrito que figuren en la concesión de
prioridad.
5) Nombre de la calle donde esté situado el solar o parcela.
6) Nombres aplicados a los barrios o ensanches de donde se encuentren localizados el
solar o parcela.
7) Números de las casas fabricadas en el solar o parcela.
8) Nombre del reclamante de las mejoras, cuando fuere persona distinta al reclamante
del terreno.
9) Nombre de los colindantes.
10) Nombre de las calles que circundan la manzana mencionada en la concesión de
prioridad.
11) Hora, día, mes y año en que se dará comienzo a la mensura de cada uno de los
solares o parcelas.
12) Nombre y dirección del agrimensor que efectuara los trabajos cuando la mensura se
fuere a realizar en virtud de contrato. Cuando la mensura se efectué por
administración se hará constar esta circunstancia en el aviso.
13) Una advertencia general para que las personas que crean tener algún interés en el
solar o parcela que se va a mensurar, lo comunique por anticipado, o en el
momento de la mensura, al agrimensor encargado o al Director General de
Mensuras Catastrales.
El texto que acabamos de reproducir expresa, en su párrafo I, que entre la publicación del
aviso y la fecha de la mensura debe transcurrir un término de no menos de quince días; y
en su párrafo II y III se refiere a determinados casos de mensura de inmuebles urbanos,
para limitar las indicaciones relativas a estos en los avisos:
¨Cuando la mensura comprenda dos o más solares o parcelas contiguos, se indicaran las
colindancias de la porción que los abarque a todos sin omitir los demás detalles¨ (II).
¨Cuando la mensura comprenda una manzana entera o más manzanas inmediatas, y solo
hubiere un reclamante para todos los solares de las mismas, bastara indicar, como
colindancias, los nombres de las calles que limitan toda la porción. Cuando dentro de una
de estas manzanas existieren mejoras reclamadas por terceros, se describirán dichas
mejoras en el aviso, así como el solar y la manzana donde estuvieren localizadas¨.
Según el párrafo único del texto que antecede, deberán transcurrir, cuando menos, 20 días
entre la publicación del aviso y la mensura. El aumento de cinco días, en este caso, entre la
fecha de la publicación y la del comienzo de la mensura, se debe a la naturaleza de la misma
de los lugares donde ha de realizarse la operación y a la diferencia en cuanto a la eficacia de
la publicación que se deriva de dicha naturaleza.
¨El aviso por medio del cual se notifique al público que ha de procederse a una mensura
catastral ordenada de acuerdo con las disposiciones que anteceden¨, perpetua el art.54,
será firmado por el Agrimensor Contratista y avisado por el Director General de Mensuras
Catastrales, y este mismo artículo dispone, en su párrafo II: ¨Cuando la mensura se fuese a
efectuar por administración, el aviso será firmado solamente por el Director Genera l de
Mensuras Catastrales, quien se encargara de hacer cumplir las formalidades de
publicación¨.
¨El Agrimensor Contratista hará fijar dicho aviso, expresa el párrafo I del art.54, antes
reproducido¨, en lugares visibles de la casa consistorial y del Juzgado de Paz de la
comunidad o del Distrito de Santo Domingo en donde se hallen situados los terrenos que se
van a mensurar. Además, lo hará publicar en un periódico diario de la misma localidad.
Cuando en la localidad no se editen periódicos diarios, la publicación del aviso se hará en un
diario de circulación nacional que indicara el Director General de Mensuras Catastrales.
Estas medidas adicionales las señalan el art.55 y sus tres párrafos separados, cuyos textos
dicen respectivamente:
1) Hará fijar un ejemplar del aviso de la mensura en un lugar visible del frente de cada
solar o parcela que aparezca descrito independientemente en el aviso; así como en
el frente de uno de cualquiera de los solares o parcelas que junto con otros formen
una sola porción.
2) Entregará en la residencia de cada colindante, o en la del representante de es te, un
ejemplar del citado aviso, debiendo tomar nota del nombre de la persona que lo
recibe, así como las especificaciones de su cedula personal de identidad, si la
tuviere.
3) Entregará igualmente sendos ejemplares del aviso a cada uno de los reclamantes y
de los ocupantes de las mejoras existentes dentro del terreno, o a sus
representantes, anotando sus respectivos nombres y cedulas.
Párrafo I. Si al repartir los ejemplares del aviso de mensura entre los colindantes,
reclamantes y ocupantes de las mejoras comprueba el agrimensor que ha figurado
equivocado el nombre de cualquiera de ellos, averiguara inmediatamente los verdaderos
nombres, con el objetivo de hacerles llegar el aviso y comunicara lo ocurrido al Director
General de Mensuras Catastrales y al Abogado del Estado.
Párrafo III. Todos los ejemplares del aviso de mensura de solares o parcelas, situados en la
zona urbana, deben ser fijados y entregados a más tardar ocho días antes de la fecha fijada
para la mensura.
Párrafo I. Tan pronto haya sido realizado él envió de los avisos a los funcionarios arriba
indicados, el Director General de Mensuras Catastrales, lo notificara al Abogado del Estado,
quien dictara todas las medidas que considere útiles a las más amplia información de todo
interesado.
Párrafo II. Cuando los terrenos a mensurar comprendan una o más parcelas de más de
sesenta y cinco hectáreas de superficie (una caballería), o más de diez parcelas dentro de
una sola porción, el Director General de Mensuras Catastrales enviara a los funcionarios
preludios, junto con los ejemplares del aviso antes dicho, un numero de hojas con el aviso
que figuro en el aviso, sin que nunca puedan ser menos de cincuenta; para que sean
repartidos en los lugares por los Alcaldes Pedáneos correspondientes.
Párrafo III. Todos los ejemplares del aviso de mensura de parcelas situadas fuera de la zona
urbana deben ser emitidos, para fines de entrega y fijación, a más tardar quince días antes
de la fecha fijada para la mensura.
Con relación a las materias enunciadas en este rubro, disponen los arts.57 y 58,
respectivamente: ¨El agrimensor encargado de la mensura de un terreno urbano o rural¨
(art.57) ¨deberá enviar al Director General de Mensuras Catastrales y el abogado de Estado,
a más tardar cinco días antes de la fecha fijada para la mensura, un informe detallado
respecto del cumplimiento de las formalidades de publicidad exigidas en los artículos
anteriores¨. En dicho informe se indicara la fecha de cada diligencia, y se articularan los
nombres, direcciones postales y cedulas, si las tuvieren de las personas notificadas o de sus
representantes, o de aquellas que, a cualquier título, hubieren recibido personalmente
ejemplares del aviso de mensura. Igualmente suministrara cualquier información que
hubiere obtenido respecto a los a gravámenes, servidumbres u otros derechos reales, y
arrendamientos, que afecten los terrenos que se van a mensurar.
Cuando la mensura se vaya a efectuar por administración, el citado informe será preparado
y enviado por el Director General de Mensuras Catastrales al Abogado del Estado.
Párrafo II.- El agrimensor que practique una mensura en terrenos rurales deberá, antes de
abandonar el terreno, mostrar a la autoridad rural de cada una de las secciones en que ha
medido, los hitos que ha colocado, y levantara un acta de esta diligencia en la cual mencionara
los nombres de dichas las autoridades y declarara expresamente que ha colocado en los
terrenos todos los hitos, en la forma prevista por esta ley y por los reglamentos de
mensuras catastrales. Dicha acta será además firmada por las autoridades rurales. Los
linderos o colindancias de todas las diversas porciones que estén poseídas o que
pertenezcan a varias personas, se harán constar en los planes lo más exactamente posible.
Párrafo V.- En los terrenos urbanos se llenaran mismos requisitos consignados en los
párrafos anteriores, así como lo que se indicaran en los dos rubros que siguen,
exceptuándose los casos en que no sea posible la fijación de los hitos por impedirlo así las
construcciones que hubiere en el solar. La autoridad que deberá atestiguar la fijación de los
hitos y firmar el acta, será el agente de la Policía Nacional que designe el Jefe de Puesto de
la misma, a quien deberá dirigir el agrimensor un requerimiento para el caso.
Tan pronto como el agrimensor haya terminado sus planos, dice el párrafo III del mismo art.
60, deberá someterlo a la Dirección General de mensuras Catastrales para su revisión y
aprobación, junto con los documentos relativos a la mensura y el acta de fijación de los
hitos. El agrimensor será responsable de cualquiera irregularidad que hubiere cometido en
el terreno en relación con la fijación de los hitos.
Es el párrafo IV del citado art. 60, el que concede tal facultad a la oficina, así como la de
suspender la revisión y tomar otras medidas, en el caso de irregularidades en la fijación de
loa hitos. Su texto expresa: ‘‘Si a pesar de la declaración del agrimensor, consignada en el
acta ya citada, la Dirección General de Mensuras Catastrales tuviese informes de que se
cometieron irregularidades en la fijación de dichos hitos, deberá comprobarlo enviando al
lugar de la mensura a un inspector; y en el caso de que se hubiesen cometido las
irregularidades denunciadas, suspenderá la revisión del trabajo y enviara un informe sobre
el caso al Abogado del Estado, para que lo someta al Tribunal de Tierras. Todos los
documentos presentados a la Dirección General de Mensuras Catastrales por el agrimensor,
relativos a este trabajo, serán retenidos en ella hasta la decisión del, Tribunal de Tierras’’.
c) El art. 16 de la O. E. No. 590, del 2 de enero de 1921, que enmendó el art. 146 de la
O. E. 511 en el sentido de declarar restablecida la ley de 1911 exclusivamente para
permitir a los jueces homologar los expedientes de mensuras generales terminado
al 1 de agosto de 1920, lo cual implicaba, para los agrimensores, la facultad de
parcelar los terrenos comprendidos en las mensuras que se homologasen, conforme
lo aclaro la Secretaria de Estado de Justicia e Instrucción Pública, en su Orden
Departamental No. 1 del 19 de febrero del 1921.
d) El art. 8 del Decreto del 20 de agosto de 1923, que modifico el art. 16 de la O. E. 590,
primero para pedir la homologación, no solo de los expedientes de división de
terrenos comuneros cuyas mensura generales hubiesen sido terminadas antes del 1
de agosto de 1920, sino también los de las mensuras comenzadas el 6 de diciembre
de 1919, fecha en la que fueron paralizadas por mandato de la O. E. No. 363, y
segundo, para reglamentar determinadas situaciones que podían presentarse en las
relaciones entre el agrimensor y los codueños de un sitio.
e) La Ley No. 833, del 9 de marzo de 1945, que derogo definitivamente a la del 1911 y
todas disposiciones posteriores que la habían mantenido parcialmente en vigor.
Es indudable que las disposiciones del art. 16 de la O. E. 590 favoreció a los agrimensores y
en cierto modo, a los codueños de un predio que tenían algún interés en salir del estado de
indivisión en que se encontraban, pero también está fuera de duda que aquella disposición
creo una situación anómala, permitiendo la coexistencia de dos leyes para la mensura y
partición de la misma clase de terreno, ya que la de registro de tierras también podía
aplicarse a los terrenos comuneros, y sobre todo, si se tiene en cuenta que un terreno
mensurado y dividido conforme a la ley de 1911 no podía ser registrado, de acuerdo con el
nuevo sistema instituido por la O. E. 511, sino después de medido catastralmente, lo que
implicaba un mayor gasto para los propietarios, aparte de que esta doble operación de
mensura fue causa muchas veces de dificultades y litigios, a los cuales vino a poner fin una
sentencia de la Suprema Corte de Justicia del 28 de septiembre de 1934, que declaro que
las particiones llamadas numéricas que convertían los pesos o acciones en cantidades
determinada de terreno, investían a los que habían sido comunistas del derecho de
propiedad.
Aunque esta situación anómala fue motivo de críticas, más de una vez, los denominado
intereses creados la mantuvieron en pie hasta que se dictó la ley 833 de 1945, cuando ya
quedaban pocos sitios, relativamente, cuyas mensuras pudieran ser continuadas de
conformidad con la vieja ley de 1911.
Es oportuno advertir que nuestra primera Ley de Registro de Tierras establecía reglas
especiales, con carácter suplementario, para el saneamiento y registro de los terrenos
comuneros, tomando como pauta la ley de 1911 (arts. 82-88, O.E. 511, modif. O. E. 590),
que la ley 833, al derogar la de 1911 y las subsiguientemente la dejaron parcialmente en
vigor, para someter los terrenos comunero el régimen catastral, de forma exclusiva,
reprodujo las principales disposiciones de la O.E. 511 sobre la materia, y adopto otras
basadas en el modus operandi establecido por aquella de 1911, y finalmente, que si la
nueva ley de registro de tierras derogo la No. 833, fue para formar con el contenido de esta
su capítulo XI, integrado por los art. 89 al 117 inclusive.
En 5 etapas pueden dividirse el proceso de registro del derecho de propiedad sobre los
terrenos comuneros, conforme a nuevo régimen en vigor, depuración de títulos, medición
del terreno, partición numérica, parcelación y registro.
Se trata, en el caso, de un método similar, en cierto modo, al de la ley de 1911, que había
adoptado la No. 833, del 9 de marzo del 1945, según vemos el art. 89 ‘‘El Presidente del
Tribunal de Tierras, a petición de parte interesada, del Abogado del Estado o de oficio,
designara un Juez del Tribunal de Tierras para que efectué la depuración y el saneamiento
de los títulos de pesos o acciones del sitio comunero a que se refiere la petición, quedando
facultado el Presidente del Tribunal de Tierras para disponer, si lo estimare conveniente,
que dicha depuración se haga como medida previa al saneamiento catastral.’’
El juez designado actuara con carácter de juez de jurisdicción original, pero es de toda
oportunidad aclara que la misma ley de ahora en vigor ha declarado expresamente excluido
del proceso de depuración de títulos por ella establecido y que en ningún caso el
procedimiento de depuración de títulos establecido por esta Ley podrá ser aplicado a sitios
comuneros en los que únicamente estén pendientes las operaciones de deslinde por el
agrimensor a favor de los comunistas adjudicatarios, por existir sentencia de homologación
pronunciadas de conformidad con las disposiciones de la Ley sobre División de Terrenos
Comuneros del 21 de abril de 1911, ya que las acciones que fueron computadas quedaron
validadas por dichas sentencias. (Art. 117).
El juez designado para la depuración y saneamiento de los pesos o acciones llamara por
medio de aviso publicado en la prensa tres veces con ocho días de intervalo cada una, a
todos los comunistas del sitio, así como el notario comisionado si hay algunos designados,
para que depositen en la Secretaria del Tribunal de Tierra, mediante recibo, los títulos de
pesos o acciones de que sean propietarios, los comunistas, o que hayan sido depositados en
mano del notario.
Este depósito deberá ser hecho dentro del plazo de dos meses a contar de la fecha de la
última publicación del aviso, en la cual se hará constar la siguiente mención: ‘‘ULTIMA
PUBLICACION’’, debiendo el juez anexar al expediente un ejemplar del periódico en que
haya sido hecha esta última publicación. (Art. 91).
Los títulos de pesos o acciones que no hayan sido depositados en la Secretaria del Tribunal
de Tierras dentro del plazo señalado en el artículo anterior, quedaran excluidos del
cómputo de los títulos de pesos o acciones del sitio comunero de que se trate y no será
tornados en cuenta en la partición del mismo. (Art. 92).
En interés de asegurar los fines perseguidos con la publicación del aviso el art. 91 ordena.
‘‘Este aviso será fijado en la puerta del Consejo Administrativo, del ayuntamiento o de los
ayuntamientos y en los del o los Juzgados de Paz del Distrito de Santo Domingo, o de la
Comunidad o de las comunidades en que este incluido el sitio, enviándosele copias a los
alcaldes pedáneos para fijarlas en la puerta de su residencia y distribuirlas entre las
personas interesadas. Todo sin perjuicio de cualquier otro medio de publicidad que el Juez
designado crea conveniente poner en práctica’’.
Vencido el plazo indicado para el depósito de los títulos, el Juez designado emplazara los
interesados, al Abogado del Estado y al Notario Comisionado, si lo hubiere, para la
audiencia pública en la que se efectuara la depuración de los títulos de pesos o acciones del
sitio comunero de que se trate. El emplazamiento será hecho por medio de un aviso
publicado en la prensa y, además, fijado en la puerta del local que ocupe el Consejo
Administrativo en el Distrito de Santo Domingo, o el ayuntamiento o los ayuntamientos de
la comunidad o comunidades en que este incluido el sitio comunero, debiendo el Juez
anexara al expediente un ejemplar del periódico en que haya sido publicado el
emplazamiento.
La audiencia no podrá efectuarse sino treinta días después, por lo menos, de la fecha del
remplazamiento.
El día señalado para la audiencia pública, a la que podrán comparecer todos los interesados,
personalmente o por medio de representantes, el Juez oirá las reclamaciones y alegatos de
las partes, las pruebas orales o escritas que le presenten en apoyo de sus pedimentos.
El Juez podrá conceder los plazos que las partes soliciten para depositar alegatos es critos y
tendrá, para dirigir la audiencia y ventilar el caso, la misma autoridad y las mismas
facultades que le acuerda esta Ley para las causas catastrales.
Nuestro legislador establece una serie de reglas para la determinación del valor jurídico de
los títulos o terrenos comuneros sometidos a depuración, cuya aplicación es obligatoria
para el juez. Por sus consecuencias, estas reglas pueden clasificarse así: a) las que señalan
una nulidad absoluta del título; b) las que declaran posible la nulidad; c) las que proclaman
la ineficacia absoluta del título; d) las que proclaman su ineficacia respecto del reclamante.
a) Reglas que señalan una nulidad absoluta del título. Son nulos de pleno derecho los
títulos siguientes:
1- Los que hubieren sido declarados nulos por sentencia final de cualquier tribunal
competente.
2- Los que previa investigación del Juez, o de los expertos que este nombre, si lo cree
necesario, sean declarados como falsificados.
3- Los que Sean depositados en original sustraído o separado de los protocolos de los
notarios o de los funcionarios que hagan sus veces.
4- Les que tengan algún defectos materia que le impida al Juez conocer y apreciar
claramente condiciones esenciales del título.
5- Los que estuvieren afectados por caducidad legal.
Podrán ser declarados nulos, a juicio del Juez, los título de pesos o acciones que carezcan de
datos claros y precisos sobre su origen y procedencia, pudiendo en ese caso el Juez suplir
con otras pruebas, datos, reseñas y explicaciones, si lo cree necesario y le satisfacen, la
deficiencia antes señalada.
Serán excluidos de la partición los títulos de pesos o acciones cuyos originales no aparezcan
en los protocolos de los funcionarios públicos que los instrumentaron. Cuando los
protocolos hayan sido destruidos o no sea posible presentarlos por causa de fuerza mayor
debidamente comprobada, los títulos podrán ser admitidos si tienen la nota de inscripción
en el Registro de la Propiedad Territorial, o figuran en la relación del Conservador de
Hipotecas a que se refiere el párrafo segundo del artículo 91, o si han sido registrados en la
Oficina del Registro de Actos Civiles y Judiciales.
Por otra parte deberán ser excluidos del cómputo y no entraran en la partici6n del sitio los
títulos de pesos o acciones que hayan sido aplicados, mediante actos de mensura, escritura
de venta o documentos similares, para amparar porciones de terrenos que luego hayan sido
adjudicadas por prescripción en favor del interesado, reclamante o de sus causahabientes.
Pero Cuando la reclamación por prescripción de una porción de terreno del sitio haya sido
rechazada. Los títulos de pesos o acciones que el reclamante hubiera hecho valer para estos
fines serán examinados por el Juez y, si son declarados válidos, formaran parte del cómputo
para los fines de la partición.
La parte interesada tienen la facultad de apelar ante el Tribunal Superior de Tierra contra
las sentencias del juez relativas a la validez de los títulos depositados, dentro de un plazo de
un mes.
Medición de terrenos. La medición del sitio comunero es la segunda etapa del proceso de
registro de los terrenos comuneros. Una vez que sea irrevocable la sentencia del Tribunal
Superior de Tierras que haya revisado la del Juez de Jurisdicción Original que ha declarado
el monto de los título validos del sitio, la mensura de este se ordena por el Tribunal
Superior de Tierras, a requerimiento del Abogado del Estado, o cuando la pida un numero
de accionistas cuyos títulos sumen por lo menos las dos terceras partes del total de los
computados del sitio.
Cuando se mensure un sitio comunero, se hará constar sus linderos, la situación de las
porciones del mismo que estén cercadas o cultivadas, los edificios, las construcciones y
cualesquiera otras mejoras que allí se encuentren, así, como los nombres de las personas
que pretendan ser sus dueños, o de las que estuviesen en posesión de ellas. Se hará
también, sin el uso de instrumentos de agrimensura, para acompañarlo a la mensura, un
boceto topográfico en el cual se indicaran lo más realmente posible, las condiciones
generales del terreno, esto es, si es montañoso, pedregoso, pantanoso o llano; también la
porción que parezca fértil o la de poco o ningún valor agrícola; y se expondrán en Informe
aparte los motivos que hayan servido para hacer tal apreciación, ya sea esta parcial o total.
El Abogado del Estado o las personas interesadas podrán pedir al Presidente del Tribunal de
Tierras la designación de un Juez para que conozca y falle sobre dicho procedimiento de
partición. A falta de pedimento, se ordenara de oficio. El Presidente del Tribunal podrá
escoger al Juez que había sido designado para el saneamiento de los títulos o acciones de
pesos del sitio.
Tan pronto como el Juez reciba del Director General de Mensuras Catastrales la información
a que se refiere el artículo anterior, determinara por una sentencia la porción de terreno
del sitio que corresponde a cada peso o acción y, en consecuencia, asignara a cada
accionista la cantidad de terreno a que tenga derecho, conforme al número de sus acciones
declarada válidas.
Para la mayor exactitud de los cálculos, el Juez podrá enviar previamente el expediente a la
Dirección General de Mensuras Catastrales, a fin de que esta oficina técnica lo haga.
Parcelación del terreno. Una vez irrevocable la sentencia del Superior de Tierras en revisión
de la del Juez de Jurisdicción Original que determina la porción de terreno de cada
accionista, será enviada al Director General de Mensuras Catastrales para que este requiera
del Agrimensor contratista del Distrito Catastral, que proceda a las parcelaciones
correspondientes. Si por cualquier circunstancia el Agrimensor Contratista no pudiere
actuar inmediatamente o no pudiere o quisiere seguir actuando, el Director General de
Mensuras Catastrales designara otro agrimensor.
c) No estará obligado a dar a cada condueño todo su terreno unido, pero hará lo posible por
que esto se haga así, teniendo en cuenta las posesiones que cada uno de ellos tengan en el
sitio, por lo menos un año antes de la publicación de la Ley No. 833 del 9 de marzo de 1945
y las indicaciones sobre la localización de determinadas porciones, en las cuales tengan
interés en que se les separe la parte que le corresponde.
d) procederá así, no obstante las operaciones de los otros condueños, las que aceptara o
rechazara, dando los motivos para ello en el informe que al respecto debe someter a la
Dirección General de Mensuras Catastrales, al cual le anexara las protestas que puedan
presentarle los interesados.
e) Procurar siempre ejecutar la partición de una manera equitativa para los condueños.
Tan pronto como el Tribunal reciba el expediente fijara una audiencia pública para conocer
de él, a la cual citara al Agrimensor, al Abogado del Estado y a todas las personas
interesadas, para que expresen su aceptación a lo hecho o hagan sus reparos u
observaciones.
El Tribunal tendrá facultad para aprobar el trabajo del agrimensor cuando estime que este
ha actuado correctamente y que no ha faltado a la equidad y a las reglas establecidas en
esta ley para la distribución de las tierras; o podrá rechazar el trabajo, en caso contrario, y
aun ordenar su corrección parcial o totalmente, y ordenar que se le someta otro plano de
conformidad con las instrucciones que dicte a ese efecto.
Si, por cualquier motivo, un terreno comprendido en una extensión comunera no pudiera
dividirse equitativamente, y los condueños no llegaren a un acuerdo en cuanto a lo que
deba hacerse con los terrenos. La solución adoptada, en tal caso, es similar a la que se
consagraba la ley de 1911, que también había previsto dicho caso, a saber; el Tribunal oirá
la declaración de las personas que estuvieren mejor informadas acerca del valor de bienes
inmuebles en dicha localidad, y, guiado por dichas declaraciones, pero sin que estas
constituyan para él una obligación, el Tribunal procederá 1ro; a justipreciar las mejoras; 2do
a justipreciar el terreno sin las mejoras; y entonces dispondrá que se vendan a base de su
justiprecio en subasta, el terreno y las mejoras en el fomentadas.
Los gastos que ocasione la venta se descontaran primeramente del precio de adjudicación.
Del sobrante se le pagara al dueño de las mejoras una suma que guarde la misma
proporción al precio total de la venta que la que exista entre el valor justipreciado de las
mejoras y el del terreno y las mejoras juntos. El resto se repartirá entre los condueños en
proporción al interés que tenga cada uno en el terreno.
La sentencia que dicte el Tribunal aprobando la partición, será revisada por el Tribunal
Superior de Tierras sin ninguna otra formalidad, si vencido el término que indica el Art. 97
de esta Ley, no ha habido apelaci6n. En el caso de que hubiere apelación, el Tribunal
Superior de Tierras ejercerá sus funciones de conformidad con las disposiciones legales al
respecto.
Una vez que sea final la sentencia del Tribunal Superior de Tierras, el Secretario del Tribunal
dará aviso de ella a la Dirección General de Mensuras Catastrales para que reclame al
agrimensor los planos definitivos de las parcelas en que haya quedado dividida la región
comunera y proceda a su revisión y aprobación.
Hecho esto, se enviaran los planos al Secretario del Tribunal de Tierras, quien expedirá a
cada condueño el Decreto de Registro en ejecución del cual el Registrador de Títulos
correspondiente le expedirá su Certificado de Título.
Como apéndice de cuanto hemos expuesto acerca del proceso especial de registro, en
materia de terrenos comuneros, conviene que hagamos mención de las disposiciones que,
con carácter transitorio, formulo nuestro legislador para que rigiesen los procedimientos y
operaciones sobre terrenos comuneros que estaban en curso al publicarse la nueva
Ley de Registro de Tierra. Nos limitaremos, para tal fin, a transcribir, en cada caso, del
epígrafo que convenga a su contenido.
Las particiones de sitios comuneros que, al dictarse la presente Ley hayan sido ordenadas
por el Tribunal Superior de Tierras o se encuentren en curso ante dicho tribunal, deberán
ser continuadas según las reglas aquí establecidas, quedando facultado el Tribunal Superior
de Tierras para resolver, soberanamente, cualquier dificultad que pueda presentarse en el
procedimiento.
En los sitios comuneros en donde se hayan efectuado mensuras catastrales, si estas no han
abarcado todo el sitio, el Tribunal Superior de Tierras podrá ordenar, aun de oficio, que se
concluya el saneamiento catastral de todas las tierras incluidas en el perímetro del mismo,
a fin de completar el procedimiento. La mensura así ordenada tendrá el carácter de
obligatoria y su costo será soportado proporcionalmente por quienes resulten
adjudicatarios.
Una vez iniciado por el Tribunal Superior de Tierras el procedimiento para la depuración de
las acciones de un sitio, queda terminantemente prohibido efectuar transferencia alguna de
dichas acciones, sin un certificado previo del Secretario del Tribunal de Tierras en donde
conste que las acciones que se trata de transferir han sido declaradas validas por el
Tribunal, o que han sido sometidas a su depuración. La violación de esta disposición se
sancionara con las mismas penas que el delito de desacato.
En los sitios comuneros donde haya sido homologada la partición numérica de conformidad
con lo que dispone la ley sobre división de terrenos comuneros, del 21 de abril de 1911, el
Abogado del Estado solicitara, a requerimiento del agrimensor o de parte interesada, la
mensura catastral de las porciones del sitio que no hubieren sido deslindadas, a los
condueños o accionistas computados, sometiendo al efecto un contrato con el agrimensor
que fue comisionado para la partición del sitio, siempre que dicho agrimensor este de
acuerdo en hacerla dentro de las regulaciones del contrato intervenido para la mensura
ordinaria y partición de dicho sitio.
Para los fines de este artículo se considerara que el terreno ha sido deslindado en favor del
accionista cuando la mensura se ha efectuado en el campo aunque no se haya levantado el
acta correspondiente. Estas disposiciones solamente podrán favorecer a los Agrimensores
que cumplieron con lo que dispuso el Art. 30 de la Ley No. 833, de fecha 9 de marzo de
1945.
LA ENSEÑANZA DE LA AGRIMENSURA A PARTIR
DEL AÑO 1882
Las luchas políticas en las década de los 60 y 70 arruinaron la imagen política y la influencia
del partido rojo, ya que la brega política demostró que sus líderes estaban interesados más
en su prestigio y lucro personal, que resolver los problemas del país. El liderazgo ejercido
por los jefes políticos de dicha agrupación encabezados por Cáceres, propendió, en
ausencia de Báez, a su provecho personal, y resquebrajo la unidad baecista, además este
partido, como lo afirma en historiador Frank Moya Pons en su obra Manual de Historia
dominicana, también termino desgastándose porque llego a convertirse en el partido de
una generación que había comenzado su vida política a principio de la primera República y
sus principales dirigentes ya estaban viejos y cansados , además de haberse desacreditado.
En este contexto, de indiscutible avance en los planos político, económico y cultural, nace y
se desarrolla de manera sistemática la enseñanza de la agrimensura como carrera
profesional liberal, en el Instituto Profesional. La Ley No. 2037, ley orgánica de estudios
profesionales, dada por el Congreso Nacional, en su art. 4 manifiesta: La enseñanza que por
ahora dará el Instituto Profesional será, Las materias indispensable para la abogacía, para el
ejercicio de la medicina y de la agrimensura y los preparatorios que son indispensable para
todo los estudios. Los estudios de agrimensura se efectuaran en la facultad de Matemáticas
y estos se componían: a) Estudios preparatorios, que se realizaban en tres cursos anuales,
el primero comprendía gramática general y particular, lógica, aritmética, algebra y
geometría, el segundo estaba constituido por las asignaturas de historia y geografía patria,
historia y geografía general, trigonometría, cosmografía y nociones de mecánica racional; el
tercer curso estaba compuesto por las asignatura, física, química e historia natural. b) Los
estudios propios de la carrera de agrimensura se efectuaban en la facultad de matemática,
en donde, de acuerdo al art. 15 de la ley ya mencionada se afirmaba: Los grados y títulos
son dos, el de bachiller en ciencias y letras, que es necesario para el de licenciado para lo
que hayan terminado sus estudios en derecho y medicina, el de agrimensor para los que
hayan estudiado los dos primeros años de matemáticas, y el de mecánico para los que
hayan completado el curso de matemática completo. Los estudios de matemática se
efectuaban en un periodo de cuatro años académico y el listado de sus asignaturas era el
siguiente:
Primer año
Aritmética
Algebra (hasta ecuaciones de segundo grado)
Dibujo lineal
Segundo año
Topografía
Geometría plana
Agrimensura
Algebra (hasta teoría Gral. De ecuaciones)
Tercer año
Geometría del Espacio y descriptiva
Trigonometría esférica
Algebra superior
Física
Química
Cuarto año
Geodesia
Geometría analítica
Calculo diferencial e integral
Mecánica aplicada
Creemos que sería importante destacar a través de algún ejemplo el nivel que esto cursos
poseían, y para tal finalidad analizaremos el contenido de uno de los del área de
matemática, como usted recordara en el curso preparatorio el estudiante recibía una
introducción al algebra, aritmética, geometría y ala trigonometría y en consecuencia el
alumno recibía tres cursos de algebra, y si estudiaba la carrera completa tomaba otro curso
de algebra cuyo contenido eran: Tema I; de las ecuaciones de primer grado, ecuaciones de
primer grado con una sola incógnita, problemas de primer grado con una sola incógnita,
ecuaciones de primer grado con varias incógnitas, teoría de las cantidades negativas,
discusión de algunos problemas de primer grado, discusión general de las ecuaciones de
primer grado. Tema II; de los problemas y ecuaciones de segundo grado, formación del
cuadrado y extracción de la raíz cuadrada de las cantidades algebraicas, cálculo de los
radicales de segundo grado, transformaciones para la valuación numérica de los radicales
de segundo grado, resolución de las ecuaciones de segundo grado con una solo incógnita,
discusión general de las ecuaciones de segundo grado, transformación de la desigualdad
cuadrática, propiedades de los trinomios de segundo grado, ecuaciones trinomiales de
cuarto grado. Tema III: análisis de indeterminadas de primer grado, propiedades de la
incógnita, método fundado en las fracciones continuas, averiguar si el número de
soluciones es limitado o infinito, máximo número de soluciones, ecuaciones indeterminada
con una incógnita, objeto del análisis de indeterminadas de segundo grado, dificultades de
presenta.
El tercer curso de algebra que el estudiante de agrimensura recibía puede ser sinteti zado
en el siguiente contexto. Tema I: formación de potencia y extracción de raíces de cualquier
grado, binomio de Newton, extracción de raíces de los números, formación de potencias y
extracción de raíces de cantidades algebraicas, teoría de los exponentes de cualquier
naturaleza, aplicación de la fórmula del binomio a extracción de raíces por aproximación,
método de los coeficiente indeterminado, desarrollo en serie de las expresiones
algebraicas. Tema II: teoría de las progresiones y de los logaritmos, de las progresiones por
diferencia, de las progresiones por cociente, resolución de ecuaciones exponenciales,
generación de los números absolutos por medio de potencia, propiedades de los
logaritmos, uso de las tablas, aplicación de las tablas, proporciones y progresiones por
cociente, serie logarítmicas. Tema III: teoría general de las ecuaciones, principio de la
divisibilidad de las funciones entera, propiedades generales de las ecuaciones, teoría del
máximo común divisor relativo, aniquilación del segundo término de una ecuación,
aniquilación de otro cualquier, ley de la formación de los polinomios derivados, eliminación
de los denominadores de una ecuación, problema general de las transformaciones, teoría
de la eliminación, de la reducción de grado de una ecuación de la ecuaciones reciprocas, de
las funciones simétricas, determinación de grado de una ecuación final.
Como el lector habrá podido observar estos programas de álgebra que recibía el agrimensor
estaban basado, en lo fundamental, en lo que para aquella época se entendía era el objeto
del algebra, el arte de resolver ecuaciones.
Dos años después, la Ley General de Estudios de 1884, modifico la anterior ampliando el
espectro de carrera, agregando las facultades de farmacia y filosofía. Tanto el listado de las
asignaturas como los títulos conferido por la Facultad de Matemática son ampliado,
otorgándose el de Lic. En Matemática y el de Maestro para Fabricas Urbanas, obsérvese el
listado de asignaturas que se presentan, no ya en cuatro años, sino en cinco:
Primer año
Geometría
Trigonometría plana y esférica
Dibujo lineal
Segundo año
Algebra superior
Topografía
Agrimensura
Dibujo topográfico
Gravado de planos
Tercer año
Geometría analítica
Geometría descriptiva
Dibujo de solido
Arquitectura
Cuarto año
Calculo diferencial e integral
Mecánica racional e industrial
Quinto año
Geodesia
Astronomía física
Física
Química industrial
Como se podrá notar, en los dos primeros años se efectuó un ligero cambio en las
asignaturas, determinado de esta manera, la primera reforma curricular formar efectuada
en los estudios de agrimensura en nuestro país, este plan de estudio se mantuvo así hasta
el año 1895. Solo algunas modificaciones se introdujeron a la carrera de matemática, pero
esta no afectó su pensum ya que se refería al problema del ejercicio profesional del Lic. En
matemáticas. En efecto, el Congreso Nacional, seis años después, en 1890, considera que la
ley de estudio no ofrecía a los alumnos del Instituto Profesional, que se dedicaban a las
ciencias exactas las ventajas profesionales que gozaban las otras carrera y teniendo en
cuenta que solo los estudiantes que cursaban el tercer año pueden, en virtud de la ley,
obtener el título de Maestro de Obra para Fabricas Urbanas, y considerando que los
alumnos del 4to. Y 5to. Quedaban en igual condiciones que los de tercero, el Congreso
dispuso que los estudiantes que cursaban en cuarto y quinto año en dicha facultad, además
del título de Lic. En Matemática que acordaba la ley se le otorgara también el de Ing. Civil.
También acordó por el mismo decreto que los catedráticos de dicha facultad debían ser Lic.
En Matemática o Ing. Civiles.
La facultad de matemática entre el año 1882 y 1902 graduó nueve agrimensores, dos
licenciados en matemática y dos Maestro de Obra para Fábricas Urbanas, esto fueron:
Los primeros dos a partir del año 1890 tuvieron además, los títulos de ingeniero civiles, en
virtud a la enmienda hechas a la ley, los cuatros primeros egresado también podían ejercer
la agrimensura, ya que para ser agrimensor bastaba tener los dos primeros años, uno de
estos egresado el señor Eduardo Soler, se distinguió como un eminente y prestigioso
académico, el 23 de diciembre de 1895 se diplomo de ingeniero civil y el 24 de marzo de
1926 se doctoro en Ciencias Físicas y Matemática, primer dominicano que obtuvo tal grado,
fue decano por más de cuatro lustros de la facultad de matemática y rector en varias
ocasiones.
La ley general de instrucción pública del 25 de junio de 1895, dictada por el presidente
Heureaux, modifico la del año 1889, que reproducía esta última, en casi todo su articulado
la de 1884, sin modificar los estudios de la facultad de matemática y por ende de
agrimensura. Aquella introduce una serie de modificaciones tanto en los estudios
superiores, como en los profesionales, así como en los títulos a otorgar por el Instituto
Profesional. Los grados que el instituto suministrara a los egresados son: el de Bachiller en
Letras y Ciencias, el de Licenciados para los que hayan terminado sus estudios de Derecho y
Medicina, además el de Farmacéutico, el de Agrimensor, para los que hayan estudiado los
dos primeros años de matemática, y el de Maestro de Obras para los que recorran el curso
completo de matemáticas. El pensum de las asignaturas de la carrera de matemática fue
modificado tanto en su duración como en las asignaturas a cursar por los estudiantes, este,
en la nueva ley, queda reducido a los cuatros años, con un cuadro de materias distribuida
de la siguiente forma:
Primer año
Aritmética
Algebra
Segundo año
Dibujo lineal y topográfico
Geometría plana
Trigonometría rectilínea
Agrimensura
Algebra
Tercer año
Geometría del espacio y descriptiva
Trigonometría esférica
Topografía
Algebra superior
Física
Química
Cuarto año
Geodesia geometría analítica
Calculo diferencial e integral
Mecánica aplicada
Como usted podrá observar, a los estudiantes de agrimensura se les dejo de brindar las
siguientes asignaturas: trigonometría esférica, topografía, algebra superior y gravado de
planos. Consideramos que la reforma efectuada sobre la carrera de agrimensura fue
desafortunada ya que asignaturas como estas son fundamentales para el agrimensor.
La Ley General de Estudios del año 1899, modifico sustancialmente los estudios de la
aludida carrera y la expidió de los títulos. El nuevo plan de estudio comprendía las carreras
de derecho, medicina, cirugía, farmacia y matemáticas, también agrimensura. El ciclo de
estudio se extendió a cinco años, nuevamente, y el listado de las asignaturas fue
nuevamente variado, en efecto, he aquí su listado de asignaturas.
Primer año
Aritmética razonada
Algebra
Geometría plana
Dibujo lineal
Segundo año
Algebra
Geometría del espacio
Trigonometría rectilínea
Agrimensura
Dibujo topográfico
Tercer año
Geometría descriptiva y estereotomía
Trigonometría esférica
Algebra superior
Química
Física superior
Cuarto año
Calculo diferencial
Geometría analítica de dos dimensiones
Cinemática y estática
Geodesia
Química
Física superior
Quinto año
Calculo integral
Geometría analítica de tres dimensiones
Dinámica del punto material y los sistemas materiales
Física superior
Química orgánica
Nociones sobre construcciones civiles e industriales
Resistencia de materiales
Como el lector podrá notar solo se introdujeron reformasen los dos primeros años, es decir,
en los correspondiente a la carrera de agrimensura, el álgebra del segundo año desaparece,
la aritmética razonada del primero también, y se introduce una nueva asignatura.
No fue hasta el 11 de abril del 1918 que se estructuro una significativa reforma curricular,
dictada por el gobierno de ocupación. Por primera vez se alude al título de ingeniería civil al
margen de licenciado en matemática.
Esta facultad entre los años 1902 y 1918 egreso 53 agrimensores y 3 Lic. En matemática,
estos fueron:
NOMBRE FECHA TITULO
José del Carmen R. Mayo 9, 1903 Agrimensor
Luis A. Ortega F. Julio 19, 1904 Agrimensor
Domingo C. Creales Oct. 31, 1904 Agrimensor
Miguel Antonio D. Oct. 31, 1904 Agrimensor
Agustín F. Pérez Oct. 31, 1904 Agrimensor
Horacio V. Vicioso Oct. 31, 1904 Agrimensor
Ervido V. Creales Enero 15, 1905 Agrimensor
Rafael A. Castro Enero 16, 1905 Agrimensor
Juan F. Mejía Dicbre. 16, 1905 Agrimensor
Arístides G. Mella Julio 2, 1907 Lic. En Matemática
Osvaldo Rodríguez Julio 29, 1907 Agrimensor
Luis E. Jansen Nov. 5, 1907 Agrimensor
Vicente Tolentino Nov. 5, 1907 Agrimensor
Carlos R. Mejía Nov. 5, 1907 Agrimensor
Enrique A. Curiel Mayo 4, 1908 Agrimensor
Adán M. Creales M. Mayo 4, 1908 Agrimensor
Miguel Ángel R. Mayo 14, 1909 Agrimensor
Felipe Sánchez R. Sept. 8, 1909 Agrimensor
Miguel Antonio G. Dicbre. 20, 1910 Agrimensor
Francisco A. Gámez M. Dicbre. 21, 1910 Agrimensor
Rafael O. García H. Dicbre. 22, 1911 Agrimensor
Félix María Germán Marzo 11, 1912 Agrimensor
Emilio G. M. de Oca Julio 31, 1913 Agrimensor
Julio A. Bonetti Julio 31, 1913 Agrimensor
Miguel A. Ravelo Nov. 4, 1913 Agrimensor
Leónidas M. Grullón Nov. 4, 1913 Agrimensor
Joaquín Santana Enero 16, 1914 Agrimensor
Pedro P. Bonilla Atiles Enero 16, 1914 Agrimensor
José A. Fernández Enero 24, 1914 Agrimensor
Pedro A. Bobea Hijo Marzo 12, 1914 Agrimensor
José Manuel Ramos Marzo 12, 1914 Agrimensor
Juan Paradas B. Abril 2, 1914 Agrimensor
Carlos Manuel García Vila Abril 12, 1914 Agrimensor
Manuel de Jesús Pérez Morel Abril 18, 1914 Agrimensor
Miguel Ángel Logroño Junio 18, 1914 Agrimensor
Hilton Nataniel Miller Dicbre. 16, 1914 Agrimensor
Miguel A. Chalas Dicbre. 30, 1914 Agrimensor
Raúl A. Carbuccia Enero 8, 1915 Agrimensor
Osvaldo G. de la Concha Enero 8, 1915 Lic. En Matemática
José E. Kundhart Junio 15, 1915 Agrimensor
Luis Sánchez Reyes Julio 17, 1915 Agrimensor
Emilio A. Billini Junio 2, 1916 Agrimensor
Álvaro V. Fernández Junio 31, 1916 Agrimensor
Luis A. Cambiaso Junio 31, 1916 Agrimensor
Félix A. Castillo Pimentel Junio 31, 1916 Agrimensor
Manuel Alexis Liz Junio 31, 1916 Agrimensor
Manuel Alejandro J. Oct. 4,1916 Agrimensor
Agr. Rafael O. García Henríquez Junio 12, 1917 Lic. En Matemática
Tomás E. Soñé Julio 10,1917 Agrimensor
José M. Álvarez Julio 14,1917 Agrimensor
Julio Eligio L’Official Mayo 7, 1918 Agrimensor
Tomás Humberto R. Mayo 11, 1918 Agrimensor
Emiliano Castillo Julio 16, 1918 Agrimensor
José E. Gómez Julio 17, 1918 Agrimensor
Tomás Genaro Sénior Nov. 5, 1918 Agrimensor
Para el gobierno interventor los agrimensores fueron piezas claves para hacer realizar todas
sus aspiraciones en el ámbito agrario y en tal virtud introdujo modificaciones sustanciales a
la formación de estos, no en su aspecto técnico, sino, y fundamentalmente, en su instancia
legal, formación, que antes de la invasión no existía.
Cinco años más tarde, en octubre de 1937 se formula una importante reforma curricular
por su trascendencia, ya que los niveles de excelencia académica aumentan
sustancialmente por las medidas docentes adoptadas.
El artículo 44 de la nueva ley afirma en uno de sus acápites que: La Facultad de Ciencias
Exactas otorgará el título de Ing. Civil, el de Ing. Arquitecto y el de Agrimensor. Las dos
primeras abarcaran estudios de cuatros años y el de agrimensor de dos años,
reglamentado por el Consejo Universitario dentro del mínimum de asignaturas
fundamentales:
INGENIERO CIVIL
Análisis Infinitesimal
Geometría Analítica
Geometría Descriptiva
Mecánica Teórica y Aplicada
Topografía Teórica y Aplicada
Hidráulica Teórica y Aplicada
Construcciones Civiles
Vías de Comunicaciones (carreteras y ferrocarriles)
Construcciones de Hormigón Armado
Agrimensura Legal
Dibujo
ING. ARQUITECTO
Análisis Infinitesimal
Geometría Analítica
Geometría Descriptiva
Mecánica Teórica y Aplicada
Topografía Teórica y Aplicada
Astronomía Práctica
Arquitectura Civil
Composición Arquitectónica
Legislación e Higiene de las Construcciones
Construcciones de Hormigón Armado
Agrimensura Legal
Dibujo
AGRIMENSOR
Geometría Descriptiva
Topografía Teórica y Aplicada
Agrimensura Legal
Astronomía Práctica
Dibujo
Los privilegios que en aquel régimen disfrutaban los estudiantes libres llegan a ser, en
efecto, el principal de los obstáculos para que la Universidad pudiera asegurarle a su
enseñanza el alcance de que ella era teóricamente susceptible, y hasta para conservarle
la importancia que antiguamente se le reconocía.
El estudiante libre tenía el derecho de hacerle admitir en los exámenes de opción a los
títulos universitarios sin ningún requisito de previa docencia, y el de simultanear los
cursos de un mismo grado académico, con el objetivo de examinar más de uno de ellos
en un solo año electivo. Podía así alcanzar aquellos títulos sin haber seguido enseñanza
magistral alguna, y fijando, conforme a sus propios criterios la duración de los estudios
que ellos suponen.
De ahí que no existiera compulsión, directa ni indirecta, para asistir a los cursos, ni
siquiera respecto, del estudiante oficial, cuya matrícula parecería sin embargo suponer,
a lo menos, la obligación de seguir la enseñanza magistral y la de participar en los
trabajos prácticos. Pero como esa asistencia no era objeto de ninguna comprobación,
no tenida en cuenta para la evaluación de la labor académica de los candidatos, estos
podían descuidarla, y hasta abandonarla por completo, sin que ello pudiera deducirse
perjuicio alguno para su opción al título.
Así, esta opción no estaba supeditada, en definitiva, para los candidatos de una y otra
categoría, sino a la aprobación de las materias del curso en los exámenes formales, a los
que todos eran admitidos con solo la justificación de la matrícula.
En este examen el jurado no podía interrogarlo sino acerca del contenido de un tema
del programa sacado al azar, y con la premura que imponía lo limitado del tiempo que
de ordinario se asignaba a la prueba. El estudiante sabía de antemano, además, la fecha
exacta de la prueba, pudiendo por lo tanto prepararse para ella con la apresurada
lectura del texto que de ordinario se tiene por suficiente para afrontarla.
Y muchos otros factores del examen formal le eran más ventajosos, para obtener la
aprobación, que la libertad inherente a los ejercicios del aprendizaje activo. En aquel
examen, por lo pronto, el jurado suele atribuir alguna parte de la insuficiencia del
candidato al nerviosismo consecuencia de la prueba. Muchos examinadores, además, se
complacen contestando ellos mismos a las preguntas que formulan, y como la
generalidad prefiere, en la duda, la aprobación a la repulsa, no pocos candidatos eran
aprobados demostrando su suficiencia mediante simples signos de asentamientos.
Mas, no era solo el estudiante el que rehuía el contacto espiritual intimo con el docente
que el aprendizaje activo podía procurarle. Lo evitaban también, con no menor ahínco,
muchos catedráticos. Algunos porque entendían que lo característico de la enseñanza
universitaria estriba precisamente en su carácter expositivo, y hubieran querido, en
consecuencia, reducirla a los cursos magistrales; y otros porque, creyendo erradamente
que en Europa y sobre todo en Francia no había otra forma de docencia superior, que la
resultante de esos cursos, no se atrevían a utilizar, aunque los juzgaran bueno, lo que
allá se imaginaban repudiados.
Colocados en ese pedestal como resultado de una larga tradición, el catedrático, por
honrado que fuera, había de experimental dificultades para admitir las ventajas del
sistema que lo redujera, de la condición de amos del privilegio académico a la de un
verdadero servidor del interés público. Y esto es, precisamente, a lo que conduce el
régimen de aprendizaje activo, puesto que en este régimen el catedrático viene a ser no
más que el conductor y consejero del estudiante, en vez de su juez y señor. Como
resultado inevitable de todos esos factores nuestra enseñanza universitaria hubo de
reducirse, o a la simple exposición verbal, por el catedrático, de alguna de las nociones
contenidas en el texto de las materias, o a la ocasionar aplicación o la crítica por este de
esas mismas nociones; o en este último caso, a la exhibición de su saber más que al
provecho del estudiante. Faltaban en esa enseñanza, por lo tanto los procedimientos
didácticos que, vitalizando la instrucción de los candidatos a título universitario,
condujeran a su educación, tales como las prácticas de seminarios o de tutorías los
ejercicios de repetición inmanente o metódica, las manipulaciones de laboratorio,
gabinete o taller, y las demás actuaciones o realizaciones del aprendizaje activo.
Esto conlleva, naturalmente, la admisión de esos candidatos para la opción de los títulos
académicos sin sujeción necesaria a ninguna enseñanza objetiva; porque, hasta el
estudio de las asignaturas de carácter importante en la que sin embargo el
conocimiento debe resultar para su mayor efectividad, del contacto directo del
educando con objetos y fenómenos, la instrucción descansaba en la asimilación por el
estudiante de las nociones que sacara de la lectura del texto o que verbalmente le
transmitiera el docente.
La ley imponía sin duda, como requisito para expedición del título profesional, que el
candidato acreditara asistencia, por cierto tiempo, al gabinete de algún profesional
dedicado al oficio o a algún otro dedicado a la práctica de la profesión a que deseara
consagrarse. Pero, aparte de que la certificación de esa asistencia que otorgaba de
ordinario por puro favor, semejante practica no podía equivaler, en ningún caso al
adiestramiento resultante del aprendizaje técnico aprendido por el mismo docente que
tuviera a su cargo la enseñanza teórica.
Admitido a los títulos académicos. Ya ni es posible, por lo tanto, alcanzar esos títulos si
pasar por el aula, y con solo la lectura de los libros de texto. Ya no puede la universidad
descansar en su papel de simple autoridad examinadora, ofreciendo la enseñanza como
mera coloratura y acreditando estudios sin previa docencia, o con docencia
fragmentaria.
Ese cambio, ha sido, sin duda, la más importante de las reformas de 1937 a la actividad
académica. Su implantación ha implicado una verdadera transformación de la vida
universitaria, por la importancia de las obligaciones que ha impuesto a los estudiantes y
a la universidad. Ya, en efecto, no le es posible al aspirante a los títulos universitarios
alcanzados sin abandonar el lugar de su residencia, y sin descuidar otras ocupaciones.
Ahora tiene que ser, sobre todo, estudiante, residiendo por largo tiempo cerca del
asiento de la universidad, y dedicando a la asistencia a los cursos y a los trabajos
prácticos muchas de las horas del día que antes podía emplear en ganarse el sustento. Y
si el estudiante no pertenece a algún grupo familiar residente en la mayoría de los
casos, esa asistencia le impone un sacrificio económico que es considerable, y a veces
prohibitivo para los recursos del estudiante de modesta fortuna.
Las afirmaciones hecha por el Dr. Ortega Frier, Rector de la Universidad de Santo
Domingo en esa ocasión, ponen al desnudo la realidad docente y los niveles de
excelencia académica de la institución. No cabe duda, por la forma y el estilo en que
desempeñaba su quehacer la universidad, que la formación brindada en el aludido
centro era deficiente y muy limitada, ya que ella había enajenado su papel. Las medidas
tomadas en las disposiciones de la Ley de Organización Universitaria del año 1937
reorientaron su labor académica dándole una dimensión ajustada a su misión. Después
de esta importante reforma curricular, no ocurren acontecimientos de relevancia en el
área que puedan considerarse como tal hasta la muerte del dictador Trujillo. Aun
cuando este estudio que realizamos es hasta 1944, no estaría demás efectuar un
estudio comparativo entre el pensum de la asignaturas de 1937 y el de 1957 para
mostrar la anterior afirmación. Veamos:
Ley 4799, art. 44, afirma: La Facultad de Ingeniería y Arquitectura otorgara los títulos de
Ing. Civil, Ing. Arquitecto y Agrimensor. Los dos primeros abarcaran estudios de cinco
años y el último de dos años, reglamentado por el Consejo Universitario dentro del
siguiente mínimum de asignaturas fundamentales:
INGENIERO CIVIL
Análisis Infinitesimal
Geometría Analítica
Geometría Descriptiva
Algebra Superior
Mecánica
Trigonometría
Topografía
Física
Astronomía
Hidráulica
Construcciones Civiles
Vías de Comunicaciones
Construcciones de Hormigón Armado
Agrimensura Legal
Dibujo
INGENIERO ARQUITECTO
Análisis Infinitesimal
Geometría Analítica
Geometría Descriptiva
Algebra Superior
Mecánica
Trigonometría
Topografía
Física
Astronomía
Arquitectura Civil
Composición e Higiene de las Comunicaciones
Construcciones de Hormigón Armado
Agrimensura Legal
Dibujo
AGRIMENSURA
Geometría Descriptiva
Topografía
Astronomía
Agrimensura Legal
Dibujo
Al comparar ambos planes notamos que el periodo de estudio se prolonga un año más, no por
la añadidura de nuevas asignaturas, sino porque alguna asignaturas, como Estabilidad de
Construcciones, Mecánica, Hormigón Armado, Puentes, Hidráulica, que se daban en un año,
pasaron a impartirse en dos años. El nombre de la Facultad fue cambiado de Facultad de
Ciencias Exactas al de Facultad de ingeniería y Arquitectura. En definitiva no hubo en esos veinte
años modificaciones sustanciales en la enseñanza de la ingeniería, como habíamos ya afirmado.
La Facultad de Ciencias Exactas entre el año de 1919 al año 1944 gradúo los siguientes
profesionales:
CAPITULO I.
Art. 21. Antes de emprender una operación, el agrimensor deberá hacerse presentar
los títulos de propiedad de sus requirentes, como también los planos y demás actos de
mensuras que puedan haberse levantado anteriormente.
Art. 22. Si los títulos no son suficientes o no están en regla, el agrimensor
suspenderá todo el curso de la operación.
Art. 23. Luego que los títulos sean juzgados válidos y suficientes, el agrimensor hará
advertir a todos los propietarios contiguos que se presenten o se hagan representar, con
sus títulos, planos y procesos verbales de mensura en el lugar, día y hora que se señale,
observando siempre los términos para las citaciones.
En el mismo término el agrimensor deberá advertir al oficial de la policía rural del lugar, de
la operación que va a hacerse para que esté presente a la operación, en caso de falta, el
agrimensor procederá a su operación, haciendo mención en el proceso verbal de la
ausencia del oficial de policía.
Del mismo modo se entenderá con respecto a los propietarios contiguos que no se
presentaren a que se negaren a la exhibición de su título.
Art. 24. Se ordena a los agrimensores que hagan abrir, a costa de los requirentes, los
carriles en los terrenos que mensuraren y planten una mojonadura en cada ángulo, de
madera solida o de mampostería a lo menos de tres pies sobre el nivel del suelo.
Art. 25. Los agrimensores no podrán con pretexto alguno quitar ni mudar las
mojonaduras, ni reemplazar aquellas que hayan sido quitadas o caídas por vejez, solo en
presencia y de acuerdo con todas las partes interesadas y que sea autorizado por
Justicia.
Art. 26. Sin embargo, cuando sobrevenga contestación entre las partes presentes en
el lugar donde se practique una mensura, la que se crea expuesta a ser perjudicada, podrá
hacer oposición ante el oficial de policía, el que deberá hacer suspender la operación,
mandando las partes por ante el Alcalde de la comunidad para que decida; en cuyo caso la
parte que sucumba será condenada por la sentencia de oposición a todo los costos, gastos y
transportes que se causaren.
Cuando el agrimensor se vea obligado a interrumpir su operación fijara no mojonaduras,
sino piquetes de señales.
Art. 27. Toda revisión será hecha por dos agrimensores, uno nombrado por la parte
que reclama, y otro por la parte que contesta; y en caso de discordia, la autoridad ante
quien sea llevada la demanda, nombrara un tercero entre aquellas personas que juzgue de
mayores conocimientos en la materia.
Art. 28. Luego que una parte presente a una operación y que haya producido sus
títulos, a una parte que no fue llamada, pida la revisión de esa operación los costos, si
sucumbe, serán de su cuenta, y en caso contrario a cargo del agrimensor culpable.
Art. 29. Si una parte que no ha comparecido o que se ha negado a producir sus
piezas, o que aun produciéndolas se juzguen nulas o insuficientes, pidiera la revisión, los
costos de ella serán siempre a su cargo.
Art. 30. La parte o el agrimensor que crea que la revisión perjudica a sus intereses,
puede pedir la contra revisión.
Art. 31. La contra revisión solo podrá tener lugar en virtud de una sentencia de la
Justicia Mayor, y por cinco agrimensores nombrados por el de oficio.
En caso que no haya el número suficiente en una Provincia, podrá la parte interesada pedir
a la Corte Suprema se suplan los que falten, de dos agrimensores de las Provincias vecinas.
Art. 32. En caso de revisión y contra revisión, el interesado deberá ante todo
depositar en la Alcaldía del lugar la suma a que asciendan, los costos.
Art. 33. El acto de revisión o contra revisión se transcribirá a continuación de la
minuta primitiva, y los nuevos planos se le agregaran.
Las copias y planos no podrán darse solo, sino con todas las adiciones, so pena de cincuenta
pesos de multa al agrimensor que contravenga.
CAPITULO V.-De los planos y actos de mensura y archivo de los agrimensores.
Disposición final.
Art. 44. La caballería de tierra, Antes medida agraria del país, se compone de mil doscientos
cuarenta cuadros de cien cuerdas cuadradas cada uno, y cada cuerda de diez varas
conuqueras o treinta castellanas.
Esta caballería, reducida a la medida geométrica establecida por la presente ley, consta de
587.957 pasos geométricos de 3 y medio pie francés cada uno, equivalente a 58 cuadrados
2957 pasos. Cada cuadrado de 10,000 pasos geométricos de superficie equivalente a 2058
varas conuqueras, cuatro varas castellanas y dos pulgadas.
La presente ley de agrimensores deroga toda disposición que le sea contraria.