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CAPITULO I
LA EDUCACION INCLUSIVA
La educación inclusiva se asocia frecuentemente con la participación de los niños con discapacidad en la
escuela común y de otros alumnos etiquetados "con necesidades educativas especiales". Sin embargo, esta
acepción estaría más relacionada, según lo expresado anteriormente, con el concepto de integración
educativa y no el de inclusión. El concepto de educación inclusiva es más amplio que el de integración y
parte de un supuesto distinto, porque está relacionado con la naturaleza misma de la educación regular y de
la escuela común. La educación inclusiva implica que todos los niños y niñas de una determinada
comunidad aprendan juntos independientemente de sus condiciones personales, sociales o culturales,
incluidos aquellos que presentan una discapacidad. Se trata de un modelo de escuela en la que no existen
"requisitos de entrada" ni mecanismos de selección o discriminación de ningún tipo, para hacer realmente
efectivos los derechos a la educación, a la igualdad de oportunidades y a la participación.
El proceso de integración educativa ha tenido como preocupación central reconvertir la educación especial
para apoyar la educación de los niños integrados a la escuela común, trasladando, en muchos casos, el
enfoque individualizado y rehabilitador, propio de la educación especial, al contexto de la escuela regular.
Desde esta perspectiva, se hacían ajustes y adaptaciones sólo para los alumnos etiquetados "como
especiales" y no para otros alumnos de la escuela.
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EDUCACIÓN INCLUSIVA
A continuación, se señalan las principales finalidades que persigue la educación inclusiva y que constituyen
sus principales señas de identidad.
Al respecto, es importante señalar que la inclusión es un proceso que nunca está acabado del todo, ya que
constantemente pueden aparecer diferentes barreras que excluyen o discriminan a los alumnos y alumnas,
o, que limitan su aprendizaje y su pleno desarrollo como personas.
1.2.1 La Inclusión es una cuestión de derechos: La educación inclusiva aspira a hacer efectivo para todas
las personas el derecho a una educación de calidad, que es la base de una sociedad más justa e igualitaria.
La educación es un bien común específicamente humano que surge de la necesidad de desarrollarse como
tal, por ello todas las personas sin excepción tienen derecho a ella. El derecho a la educación va mucho
más allá del acceso, aunque es un primer paso, ya que exige que ésta sea de calidad y logre que todas las
personas desarrollen al máximo sus múltiples talentos y capacidades. La enorme importancia de la
educación también radica en que nos abre las puertas para aprovechar otros beneficios que ofrece la
sociedad y hace posible el ejercicio de otros derechos y de la ciudadanía, lo cual es el fundamento de una
sociedad más democrática. El pleno ejercicio del derecho a la educación pasa necesariamente por educar
en y para los derechos humanos, proporcionando al alumnado, desde los primeros años de la vida escolar,
la oportunidad no sólo de conocer dichos derechos sino de vivenciarlos. Los niños y niñas necesitan
oportunidades de comprender cuáles son sus derechos y deberes, cuáles son los límites que imponen a su
libertad los derechos y libertades de los demás y como sus acciones pueden afectar los derechos de otras
personas.
Un aspecto clave de la inclusión es conseguir la plena participación de todas las personas en las diferentes
esferas de la vida humana.
Actualmente, existe cierto consenso respecto a que la exclusión va más allá de la pobreza, ya que tiene que
ver con la dificultad de desarrollarse como persona, la falta de un proyecto de vida, la ausencia de
participación en la sociedad y de acceso a sistemas de protección y de bienestar. Una mayor inclusión
social pasa necesariamente, aunque no únicamente, por asegurar la plena participación en la educación,
para lo cual los niños y niñas no deben ser objeto de ningún tipo de discriminación por razones de origen
social, étnico, religioso u otros. Todas las personas tienen más posibilidades de desarrollarse como tales si
tienen la oportunidad de participar junto con los otros en las distintas actividades de la vida humana. Como
señala Fernando Savater (2005) la relación con otros seres humanos es fundamental para desarrollar la
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humanidad. La humanidad es una forma de relación simbólica, y los seres simbólicos estamos destinados
a desarrollar nuestras posibilidades en relación con los otros. En el ámbito educativo la participación tiene
varios significados.
En primer lugar, alude a la necesidad de que todos los alumnos y alumnas, sea cual sea su condición, se
eduquen juntos en la escuela de su comunidad, y participen lo máximo posible del currículo y de las
actividades educativas.
Desde el punto de vista de la participación, la escolarización en escuelas o grupos especiales, con carácter
permanente, debería ser una excepción, y habría que asegurar que el currículo y la enseñanza que se ofrezca
equivalga lo más posible a los que se imparten en las escuelas para todos.
La inclusión en educación es un medio para avanzar hacia una mayor equidad y el desarrollo de sociedades
más inclusivas y democráticas Uno de los factores que genera desigualdad en los sistemas educativos de
América Latina es la segregación social y cultural de las escuelas, que reproduce la fragmentación presente
en las sociedades y limita el encuentro entre distintos grupos.
Una de las señas de identidad de la educación inclusiva es precisamente el acceso a escuelas más plurales
que son el fundamento de una sociedad democrática. La escuela tiene un papel fundamental en evitar que
las diferencias de origen de los alumnos se conviertan en desigualdades educativas, y por esa vía de nuevo
en desigualdades sociales. Hoy en día la escuela no es ni mucho menos el único espacio para acceder al
conocimiento, pero todavía es la única instancia que puede asegurar una distribución equitativa del mismo
si se dan ciertas condiciones. Avanzar hacia una mayor equidad en educación sólo será posible si se asegura
el principio de igualdad de oportunidades; dando más a quién más lo necesita y proporcionando a cada
quien lo que requiere, en función de sus características y necesidades individuales, para estar en igualdad
de condiciones de aprovechar las oportunidades educativas. No es suficiente ofrecer oportunidades
educativas hay que crear las condiciones para que todos y todas puedan aprovecharlas. El principio de
equidad significa tratar de forma diferenciada lo que es desigual en su origen para alcanzar una mayor
igualdad entre los seres humanos.
El horizonte de la igualdad en el ámbito educativo tiene diferentes niveles; la igualdad en el acceso, para lo
cual es necesario que haya escuelas disponibles y accesibles para toda la población; la igualdad en la calidad
de la oferta educativa, lo cual requiere que todos los alumnos y alumnas tengan acceso a escuelas con
similares recursos materiales, humanos y pedagógicos; y la igualdad en los resultados de aprendizaje, es
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decir que todos los alumnos alcancen los aprendizajes establecidos en la educación básica, sea cual sea su
origen social y cultural, desarrollando al mismo tiempo las capacidades y talentos específicos de cada uno.
Hay que tener especial cuidado en que la igualdad de resultados no conlleve la exclusión; un sistema
educativo no se podría considerar igualitario si logra similares resultados en el alumnado a costa de excluir
a una parte del mismo. Desde la perspectiva de la inclusión tiene que haber un equilibrio entre aprendizaje
y participación, esto es importante ya que muchas veces las experiencias de integración han dado más
importancia a la socialización de los alumnos que a los logros de aprendizaje. Por el contrario, otras veces
se segrega a los alumnos de distintas maneras con el único fin de lograr los resultados de aprendizaje
esperados.
La educación inclusiva también puede ser una vía esencial para superar la exclusión social que resulta de
ciertas actitudes y respuestas ante las diferencias socioeconómicas, culturales, o de género, por nombrar
algunas de ellas, y que lamentablemente muchas veces se reproducen al interior de las escuelas.
El principio rector del Marco de Acción de la Conferencia Mundial sobre necesidades especiales
(Salamanca, 1994) es que “todas las escuelas deben acoger a todos los niños independientemente de sus
condiciones personales, culturales o sociales; niños discapacitados y bien dotados, niños de la calle, de
minorías étnicas, lingüísticas o culturales, de zonas desfavorecidas o marginales, lo cual plantea un reto
importante para los sistemas escolares. Las escuelas inclusivas representan un marco favorable para
asegurar la igualdad de oportunidades y la completa participación, contribuyen a una educación más
personalizada, fomentan la solidaridad entre todos los alumnos y mejoran la relación costo-eficacia de todo
el sistema educativo”.
No cabe duda, que la educación es un instrumento fundamental para superar la exclusión social, pero no es
menos cierto que la educación por si sola no puede compensar las desigualdades sociales ni eliminar las
múltiples formas de discriminación presentes en nuestras sociedades. Es necesario desarrollar en paralelo
políticas económicas y sociales que aborden los factores que generan desigualdad y exclusión fuera del
ámbito educativo.
Como muy bien señala Reimers, 2000, las políticas educativas por sí solas no crean las oportunidades para
acceder al capital social y cultural necesario. No hacen que los estados sean más democráticos, aunque
preparen a las personas para ello, ni que las sociedades sean más cohesivas o pacíficas, aunque formen en
habilidades de acción colectiva y resolución de conflictos, y por sí mismas no igualan la distribución social
de recursos, diferentes de los recursos educativos.
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• Impulsar la democracia y la justicia, favoreciendo el hecho “que todos los niños y niñas de una
determinada comunidad aprendan juntos, independientemente de sus condiciones personales, sociales o
culturales, incluso aquellos que presentan discapacidad”. (UNICEF, UNESCO).
• Buscar la coordinación de los distintos agentes y entornos formativos (la familia, el barrio, los medios de
comunicación, etc.), avanzando hacia la formación de una comunidad educadora.
• Promover el dinamismo y la interacción entre instituciones para que la inclusión sea una realidad en el
mundo del trabajo y en la sociedad.
• Desarrollar las estrategias de intervención y medidas de apoyo necesarias para detectar y atender las
necesidades y características personales de cada alumno.
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CAPITULO II
interdependencia, respetando los valores del pluralismo, la comprensión mutua y la paz. La educación en
la diversidad es un medio fundamental para el desarrollo de nuevas formas de convivencia basadas en el
pluralismo, el entendimiento mutuo y las relaciones democráticas. La percepción y la vivencia de la
diversidad nos permite, además, construir y reafirmar la propia identidad y distinguirnos de los otros. El ser
humano se realiza plenamente como miembro de una comunidad y una cultura, pero también en el respeto
a su individualidad, por lo que otro aspecto fundamental de la educación ha de ser “aprender a ser”
Es preciso avanzar hacia escuelas más inclusivas que eduquen en la diversidad y favorezcan el desarrollo
de actitudes de solidaridad y cooperación y el respeto y valoración de las diferencias, lo cual facilitará el
desarrollo de una cultura de paz y de sociedades más justas, inclusivas y solidarias.
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Un currículo amplio y flexible es una condición fundamental para responder a la diversidad ya que
permite tomar decisiones ajustadas a las diferentes realidades sociales, culturales e individuales. Pero la
respuesta a la diversidad implica además un currículo amplio y equilibrado en cuanto al tipo de capacidades
y contenidos que contempla. En América Latina, se han realizado importantes avances en el diseño del
currículo que pueden ser muy beneficiosos para dar respuesta a la diversidad, pero todavía no se ha logrado
que éstos modifiquen realmente la práctica educativa, porque muchos docentes no se han apropiado de
ellos. Otro aspecto positivo en la región es que se están eliminando en un buen número de países los
programas paralelos para los diferentes grupos con discapacidad, estableciendo como referente para la
educación de estos alumnos el currículo común con las adaptaciones necesarias.
Los enfoques metodológicos y la pedagogía deben estar centrados en el alumno, y facilitar la diversificación
y flexibilidad de la enseñanza, de modo que sea posible personalizar las experiencias de aprendizaje
comunes. El punto central es cómo organizar las situaciones de aprendizaje de forma que todos los alumnos
participen sin perder de vista las necesidades y competencias específicas de cada uno. Uno de los mayores
desafíos en América Latina es romper con la cultura homogeneizadora de las escuelas y la enseñanza
transmisora y frontal que considera que todos los alumnos son iguales y aprenden de la misma forma.
Proyectos educativos de toda la escuela que contemple la diversidad y compromiso de cambio. Los procesos
de descentralización curricular y de gestión educativa que han emprendido muchos países facilitan que las
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escuelas puedan elaborar proyectos educativos acordes a las necesidades de sus alumnos y su realidad. En
aquellas escuelas en las que existe un trabajo colaborativo entre los profesores, entre profesores y padres y
entre los propios alumnos, es más factible que se pueda atender a la diversidad. La existencia de un buen
clima afectivo y emocional en la escuela y el aula también es una condición fundamental para que los
alumnos aprendan y participen plenamente.
Participación de los padres y de la comunidad. Es importante una relación de colaboración entre todos los
implicados en el proceso: entre directivos, directivos y docentes, entre docentes, entre docentes y padres, y
entre los propios alumnos. Los padres han de participar en las actividades de la escuela, en el apoyo de
determinados aprendizajes en el hogar y en el control de los progresos de sus hijos.
Formación de los docentes y otros profesionales. Todos los cambios señalados no pueden llevarse a cabo
si los docentes y especialistas no cuentan con las competencias necesarias para desarrollar una práctica
educativa distinta. Por ello es fundamental renovar los programas de formación docente inicial y en servicio
y de otros especialistas para responder a los requerimientos de la educación inclusiva. Es también
importante que los profesores tengan unas condiciones laborales adecuadas, una mayor valoración por el
trabajo que realizan y una serie de incentivos que redunden en su desarrollo profesional.
La atención a la diversidad es sin duda uno de los desafíos más importantes que enfrentan las escuelas y
los docentes hoy en día. Si queremos que los docentes sean inclusivos y capaces de educar en y para la
diversidad es imprescindible que tengan la oportunidad de vivenciar estos aspectos, lo cual requiere
cambios profundos en su propia formación. En primer lugar, las instituciones de formación docente
deberían estar abiertas a la diversidad y formar docentes representativos de las distintas diferencias
presentes en las escuelas. En segundo lugar, se les debería preparar para enseñar en diferentes contextos y
realidades y; en tercer lugar, todos los profesores, sea cual sea el nivel educativo en el que se desempeñen,
deberían tener unos conocimientos teóricos y prácticos sobre las necesidades educativas más relevantes
asociadas a las diferencias sociales, culturales e individuales, estrategias de atención a diversidad en aula,
la adaptación del currículum, y la evaluación diferenciada, por señalar algunos aspectos. La atención a la
diversidad requiere un trabajo colaborativo entre los y las docentes de la escuela, en el que cada cual aporte
sus conocimientos y perspectiva responsabilizándose de la educación de todo el alumnado. No obstante,
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por muy buena actitud y capacidad que tengan los docentes, éstos necesitan apoyo para dar respuesta a la
diversidad del alumnado, por lo cual es necesario contar también con otros profesionales que puedan
colaborar con los docentes para atender ciertas necesidades educativas de los alumnos, especialmente
aquellas derivadas de las distintas discapacidades. Para ello es preciso avanzar en la creación de centros de
recursos comunitarios que incluyan diferentes perfiles profesionales con funciones complementarias, ya
que el apoyo de los profesionales que provienen de la educación especial no es suficiente para atender
plenamente la diversidad del alumnado. Estos profesionales de apoyo deberían colaborar, nunca sustituir,
con los docentes en el análisis de los procesos educativos, identificando y promoviendo los cambios
necesarios para optimizar el aprendizaje y la participación de todos los alumnos y alumnas. De esta forma
se beneficiará el conjunto de la escuela y se reducirá la aparición de dificultades de aprendizaje que tienen
su origen en una enseñanza inadecuada. Para lograr el entendimiento y trabajo conjunto con los docentes,
sería sumamente deseable que la formación de carácter especializado se realice “a posteriori” de la
formación general, e incluso después de tener cierta experiencia de trabajo en el aula. Como señala Cesar
Coll (1996) la actividad de los profesionales que apoyen a las escuelas tiene que ver con la manera en como
aprenden y se desarrollan las personas, con las dificultades y problemas que encuentran cuando llevan a
cabo nuevos aprendizajes y con las intervenciones dirigidas a ayudarles para que superen dichas dificultades
y aprendan mejor. Es decir, han de colaborar con los docentes en el análisis, la planificación, el desarrollo
y la modificación de los procesos educativos. Desde esta perspectiva, según este autor, su formación
debería incluir al menos cuatro grandes núcleos: • Formación básica sobre los procesos educativos:
Currículum, organización escolar, estrategias de enseñanza y aprendizaje, organización del aula, etc.
• Formación en los procesos psicológicos básicos que subyacen al aprendizaje y en las bases sociales y
culturales que influyen en los procesos de educativos.
• Formación sobre aspectos específicos para abordar las diferencias en educación y las dificultades de
aprendizaje y de participación que puedan experimentar los alumnos y alumnas.
• Formación sobre las estrategias y herramientas necesarias para la propia labor de asesoramiento a las
escuelas. En cuanto a la formación continua, dado que la educación inclusiva implica un cambio profundo
de la cultura y el funcionamiento de las instituciones educativas, la modalidad de formación centrada en la
escuela como totalidad puede ser una estrategia muy válida para transformar las actitudes y prácticas
educativas, y lograr que los docentes tengan un proyecto educativo inclusivo compartido. Hay además
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suficiente evidencia respecto a que la formación de docentes aislados no consigue que se produzcan
cambios ivos en la cultura de las escuelas.
CAPITULO III
ASPECTOS CURRICULARES Y METODOLÓGICOS
Un currículo único no concuerda con la diversidad de las experiencias vividas por todos y cada uno de los
alumnos, ni con los ritmos y estilos de aprendizaje. El currículo que parte de las experiencias y de los
conocimientos previos de los alumnos tiene sentido para ellos.
El currículo de la Escuela Inclusiva parte del supuesto de que los objetivos de aprendizaje son flexibles.
Se planifica y diseña una metodología activa y participativa, en la que se potencia y favorece el
protagonismo de los alumnos, al tiempo que se promueve la interdependencia positiva entre los alumnos
de la clase. Al alumno se le proporcionan apoyos dentro del aula por medio de:
• El fomento de redes naturales de apoyo como los círculos de amigos, el aprendizaje cooperativo y el
espíritu de cooperación y colaboración.
• La capacitación. La nueva función del profesor consiste en capacitar a los miembros del grupo para que
sean capaces de ayudar a los compañeros que lo necesiten.
• La comprensión de las diferencias individuales, realizando actividades que promuevan esa comprensión.
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Desde la Educación Inclusiva proponemos que el currículo debe ser común, incluyendo aspectos que todos
necesitan desarrollar y perfeccionando cómo son las habilidades adaptativas, tanto en el campo de la
autonomía como en el del ocio, la salud, el desarrollo afectivo-sexual, etc.
Las áreas de un currículo en la Escuela Inclusiva serán aquellas que respondan a las necesidades y
características de la comunidad educativa. Deberá planificarlas todas (programación del PCC), priorizando
aquellas que mejor respondan a sus propias peculiaridades
El desarrollo de un curriculum que incluya a todos los alumnos podría requerir una ampliación de la
definición de aprendizaje que tienen los maestros y quienes toman las decisiones en el sistema educativo.
Mientras se siga entendiendo por aprendizaje la adquisición de conocimientos transmitidos por el docente,
es seguro que las escuelas se mantendrán encerradas en curricula y prácticas de enseñanza organizadas
rígidamente. Generalmente, los curricula inclusivos se basan en la idea de que el aprendizaje es algo que
ocurre cuando los estudiantes están activamente involucrados en darle sentido a sus experiencias. En otras
palabras, no se les puede simplemente explicar las cosas a los alumnos, sino que deben descubrirlas y
comprenderlas por sí mismos.
Esta visión enfatiza el rol del maestro como facilitador más que como instructor. Esto facilita que un grupo
diverso de estudiantes se eduquen juntos, ya que no todos tienen el mismo punto de partida en su aprendizaje
ni todos reciben de la misma forma instrucción del maestro. Por el contrario, ellos deben trabajar a su
propio ritmo y su propia manera dentro de un marco común de actividades y objetivos. Esta visión asume
que los estudiantes aprenderán más efectivamente con sus pares, ya sea trabajando juntos para comprender
algún problema, o cuando los más avanzados ayudan a aquellos que están trabajando en un nivel más bajo.
Esto significa que la ayuda de un niño a otro no es sólo una forma poco costosa de incluir en las aulas una
diversidad de estudiantes, sino que es también una manera efectiva de promover el aprendizaje de todos los
alumnos.
UNESCO
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• En el que lo que se aprende proporcione al alumno una comprensión de la realidad tanto física como
social.
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• La evaluación se realiza a partir de los objetivos, la satisfacción del alumno o alumna particulares. Los
resultados se basan en el crecimiento y progreso personal, en el progreso y en los logros alcanzados por el
alumno, sin establecer una referencia o comparación con el grupo.
• Una herramienta que facilita conocer los resultados alcanzados por el alumno son los Tests de rendimiento
de Wiggins, que están diseñados para medir la actuación del alumno en una serie de tareas.
• También resulta útil la técnica de carpetas –carpeta del alumno-(portafolio), en las que se incluyen las
tareas y los materiales realizados por el alumno a lo largo de un curso y que se evalúan en su conjunto.
• Debemos ser conscientes de lo que estamos enseñando u ofreciendo cuando callamos o incluso los
contenidos que conscientemente hemos seleccionado.
• Nuestros valores y los del entorno se los vamos transmitiendo al alumnado con
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Facilitar el apoyo técnico necesario para hacer más sencillo el trabajo del alumno y favorecer su éxito,
como puede ser el caso de uso de calculadoras, grabadoras, ordenadores, etc.
Experimentar con los contenidos, en la medida de lo posible. Investigar y tratar de llegar a obtener la
información que necesita pasa acceder a los contenidos.
Desarrollar estrategias de aprendizaje cooperativo.
En algunos casos, las adaptaciones irán más allá de los meros contenidos o metodologías empleadas. Tal
vez, entre las necesidades de nuestro alumnado, se encuentren otras de índole emocional o social, por lo
que en algunos casos esta atención a la diversidad puede pasar por proporcionarle el desayuno o la comida,
que en casa no recibe, la higiene que por las condiciones sanitarias de su hogar no disfruta, la atención
médica que por una falta de recursos económicos o por la distancia al centro de salud o el horario laboral
de los padres no recibe.
La atención a la diversidad, debe entenderse de una manera integral, en la que la intervención educativa es
una dimensión más, pero no necesariamente la más urgente. Todas deben ser atendidas.
Para proceder u orientar la intervención según este modelo holístico, debemos realizar un análisis de
necesidades. Sabiendo que los verdaderos conocedores de las necesidades socios-sanitarias del alumnado
son los docentes que realizan este curso y, por ello, los más indicados para elaborar sus propias estrategias,
nosotros nos limitamos a ofrecer a continuación unas orientaciones estrictamente escolares:
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• Desarrollo personal: bienestar físico, expresarse artísticamente, autoestima y confianza en uno mismo.
• Preparación ciudadana: preocupación y respeto por los demás. Trabajar en colaboración, reconocer y
apreciar otras culturas.
Tratar el tema de la participación de los padres y de la comunidad dentro del contexto del impulso a la
educación inclusiva nos invita a reflexionar sobre tres dimensiones principales:
a) las oportunidades de participación social que surgen de la Convención sobre los Derechos de las Personas
con Discapacidad (CDPD),
b) los desafíos que surgen al examinar el estado actual del proceso de implementación en diversos países y
la manera en la que tanto los padres como la comunidad puede tomar parte en dicho proceso y
c) la necesidad reconocida por todos de adoptar los Objetivos de Desarrollo a través de asociaciones y
alianzas con todas las partes interesadas.
Hay que decir que involucrar a los padres y a la comunidad no es un concepto nuevo en el campo de la
educación o el desarrollo social. La mayoría de los enfoques son conocidos por las escuelas y por los
educadores y en alguna medida integran los programas y prácticas ya vigentes. Esto no significa que no
haya oportunidades ni desafíos a considerar o nuevas ideas y herramientas (además de motivaciones) para
impulsar la participación social en apoyo a los esfuerzos que se están realizando en pos de una educación
inclusiva. Resulta de gran importancia comenzar por identificar los programas existentes en los que los
padres y la comunidad ya están implicados, o en los que existe la posibilidad de su participación, y luego
pensar cómo podemos conectarlos con el objetivo de promover la educación inclusiva. Hay numerosos
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ejemplos de programas que existen desde hace tiempo y que pueden ser plataformas eficaces. Es mejor
evitar “comenzar de cero” cuando se intenta crear un entorno comunitario o escolar que esté realmente
preparado para estimular la inclusión y la participación social. Un aspecto a destacar es la importancia de
involucrar a los padres y a las organizaciones de la sociedad civil. Me refiero no sólo a los padres de niños
con discapacidad sino a todos los padres, y no solamente a organizaciones de personas con discapacidad
sino a todas las organizaciones sociales que se interesan en los derechos de los niños. Este es el primer paso
para cambiar la visión predominante sobre la discapacidad y las expectativas predominantes sobre los niños
y niñas con discapacidades. Quisiera extenderme un poco sobre este punto. Algunos de ustedes estarán al
tanto de los estudios hechos en el campo de la educación y que definen un efecto llamado “efecto
Pigmalión”. El efecto Pigmalión, es una forma de profecía auto-cumplida según la cual las bajas
expectativas de un educador resultan en el bajo rendimiento del alumno. Hubo muchos estudios realizados
principalmente en Europa, que demostraron que si se ponía a un niño en un grupo que era percibido como
“A” (es decir el grupo de “los mejores alumnos”) el niño obtenía mejores resultados y si se le asignaba el
grupo B (supuestamente definido por la escuela como los “peores alumnos”) los resultados eran
efectivamente peores.
Se ha podido comprobar como este efecto Pigmalión tiene una gran influencia en la trayectoria de vida de
los niños con discapacidades y esto suele provenir de las bajas expectativas de los padres y de otros
miembros de la familia. Piensen que fuerte es la correlación entre la forma muchas veces marcada por el
temor y por la angustia con que algunos padres miran y tratan a sus hijos con discapacidad y la desconfianza
que esos niños tienen en sí mismos y las consecuencias que esto tendrá obviamente en su proceso cognitivo
y de desarrollo. Piensen entonces en las consecuencias que tiene esta mirada cuando es reproducida por los
educadores, porque las bajas expectativas siguen predominando en la mayoría de las sociedades cuando se
trata de niños y niñas con discapacidad. Es por esto que uno de las razones más importantes para implicar
a los padres y a la comunidad en la educación inclusiva está relacionado con la necesidad de cambiar dichas
expectativas, las cuales son determinantes en el desempeño social y escolar de los niños.
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Enfrentar tales desafíos requiere propiciar una atmósfera particular en la que los padres y otros actores de
la comunidad se sientan bienvenidos, respetados, donde se los escuche, se los necesite y se les demuestre
confianza. Para crear un clima semejante evidentemente debemos enfrentarnos tanto a tradiciones como a
factores sociales y culturales. En algunos lugares, por ejemplo, las escuelas son el centro de la vida
comunitaria, lo cual en sí mismo facilita el proceso. En varios países en América Latina en donde los padres,
las escuelas y la comunidad están acostumbrados a trabajar juntos para responder a una crisis económica o
a un brote de epidemia o ante una catástrofe natural. Tal vez deberíamos tomar estos ejemplos como base
para el aprendizaje. Muchas veces también tenemos que hacer frente a diferentes dinámicas interpersonales
y fuerzas institucionales; por lo tanto, podemos decir que no existe una “receta” para generar una cultura
de cooperación.
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PARTICIPACIÓN Y COMUNIDAD
Participar significa colaborar, intervenir, cooperar, contribuir y aportar[1]. La participación plena
implica tener voz y ser aceptado por lo que uno es; por ello, es fundamental asegurar el derecho de cada
persona a la propia identidad, promoviendo su libertad, autonomía y autogobierno (Blanco, 2005).
Se trata de que el alumno logre una inclusión social a través de su propio bienestar personal y social. En
este sentido, Ainscow, Booth & Dyson (2006) definen la inclusión haciendo referencia a tres
variables: presencia, aprendizaje y participación (p. 25).
Para Zaitegui[2] la inclusión no es sólo el aprendizaje y la participación de todos los alumnos sino el
proceso por el que pasan los centros escolares y las relaciones que éstos mantienen con la comunidad en la
que se desenvuelve y desarrolla cada alumno.
Desde la perspectiva de la Educación Inclusiva no se puede hablar de participación de los diferentes sectores
sin hablar de la colaboración. Gallego (2005) plantea los tipos de colaboración que deben darse para
alcanzar la inclusión: Interinstitucional (proyectos de colaboración entre escuelas), Inter-profesional (entre
escuelas y profesionales), Inter-servicios (entre escuela y servicios educativos y/o sociales del entorno),
entre alumnos (de colaboración en el aula) y con la comunidad familiar (escuela comunidad).
Estar incluido supone participar tanto en la comunidad social como en el contexto educativo (Parrilla,
2007). Por tanto, la inclusión es un proceso en el que todos estamos llamados a participar.
Una comunidad inclusiva es aquella que se plantea a través de sus grupos y organizaciones dar apoyo y
arropar, a los miembros más débiles de la misma, actuar de manera que estos miembros más débiles se
sientan formando parte de la misma, acogidos, interrelacionados, apoyados, comprendidos y puedan
participar en ella desde su propia realidad.
Por lo tanto, toda comunidad educativa debe promover: la pertenencia y la participación de todos, el respeto
a la diversidad, un entorno estimulante y diverso en el que se aprende y se cree. Hay que desarrollar valores
inclusivos compartidos por todos: alumnos, profesionales y familias.
EDUCACIÓN Y PARTICIPACIÓN
El derecho a la educación es un derecho humano fundamental. Este derecho puede considerarse como un
derecho clave puesto que permite el completo ejercicio y disfrute de todos los demás derechos humanos.
Todos los derechos civiles, culturales, económicos, sociales y políticos pueden disfrutarse de mejor manera
si las personas han recibido una educación mínima. La efectiva implementación del derecho a la educación
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es, por lo tanto, un requisito previo para la democratización y para la total participación de los ciudadanos
en todas las esferas de la vida.
La educación es un derecho universal que constituye un elemento fundamental de integración social para
toda la persona. Todo niño tiene derecho a pertenecer a una comunidad y compartir con sus miembros las
distintas experiencias de la vida cotidiana.
Podemos afirmar que la inclusión hace efectivo el derecho a la educación para todas las personas, sin
discriminación porque plantea una escuela para todos sin barreras, con la participación de todos, con un
currículum individualizado, etc., garantizando el desarrollo de cada alumno y con la finalidad de alcanzar
una escuela de calidad.
Todos los niños necesitan estar incluidos en la vida educativa y social de las escuelas, del barrio y en la
sociedad en general (no sólo en la escuela).
El objetivo básico de la inclusión es no dejar a nadie fuera de la escuela ordinaria tanto educativa como
física y socialmente. Esta idea es compartida por Delors (1996) que afirma “las escuelas inclusivas han de
ofrecer al mismo tiempo, un sólido compromiso para que todos los alumnos aprendan a conocer y aprendan
a hacer en las mejores condiciones”.
No debemos olvidar que todos los alumnos son capaces de progresar, y para ello, se les proporcionará una
enseñanza ajustada a sus necesidades y características. Este es el principio de una escuela para todos.
La calidad y la equidad son dos pilares básicos indisociables. Entre los principios se contempla una
educación de calidad adaptada a las características de cada alumno, así como la necesidad de que todos los
componentes de la comunidad educativa colaboren. Participación y esfuerzo compartido que debe realizar
el alumnado, las familias, el profesorado, los centros, las administraciones, las instituciones y la sociedad
en su conjunto para asegurar una educación de calidad y equidad.
Booth (2000) en sus trabajos ha utilizado el término de “barreras para el aprendizaje y la participación”, en
vez del término “necesidades educativas especiales” por centrarse en la política educativa, las instituciones,
la cultura, o las circunstancias económicas o sociales en las que viven. Es decir, hace referencia a la
importancia de los contextos donde vive y se desenvuelve el alumno que pueden presentar obstáculos a la
presencia y la participación del mismo.
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Avanzamos hacia un modelo educativo de calidad y, para ello, los centros educativos deben dar respuesta
a todos los alumnos desarrollando al máximo sus potencialidades e implementando el principio de igualdad
de oportunidades. No podemos olvidar que la educación es un derecho humano universal y que cualquier
niño debe acceder a una educación de calidad junto con otros niños de su propio barrio y contexto social;
así mismo tiene el derecho a pertenecer a una comunidad y compartir con sus miembros las distintas
experiencias de la vida cotidiana.
Esta participación no se dará si no se cumplen los principios y los valores del proceso de inclusión (Arnáiz,
2003)
ACEPTACIÓN DE LA COMUNIDAD
Los alumnos con discapacidad son miembros bienvenidos y valorados por la comunidad escolar. Todos los
alumnos adquirirán aquellas habilidades vocacionales, domésticas, comunitarias o de ocio apropiadas a su
edad en cada momento;
La educación basada en los resultados;
La educación intercultural;
La teoría de las inteligencias múltiples;
El aprendizaje constructivista;
El currículum común y diverso;
Enseñanzas prácticas adaptadas;
La mejor evaluación-valoración sobre la actuación del alumno;
La agrupación multiedad y flexible;
El uso de la tecnología en el aula;
Enseñando responsabilidad y a establecer la paz;
Comunidad educativa: incluye a padres, profesores y otros miembros de la comunidad educativa y
especialmente a los alumnos.
Es fundamental para lograr la inclusión entender la escuela y el aula como comunidad en la que cada
persona es un miembro necesario y valioso y tiene una función que desempeñar para apoyar a los demás.
Para todos y cada uno de los alumnos es de vital importancia el logro de habilidades para la vida
independiente que faciliten su autonomía personal, la participación en la comunidad y la inserción laboral.
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EDUCACIÓN INCLUSIVA
La escuela es el paso previo para la plena integración social. La Educación Inclusiva significa eliminar,
reducir todas las barreras al aprendizaje, formando parte de un movimiento por una sociedad más justa para
todos. La sociedad es diversa; por lo tanto, la escuela de hoy también debe serlo y, por ello, es necesario
que el trabajo de padres, profesores y agentes sociales vaya en la misma línea; la sola presencia física del
alumno no significa que el centro se convierta en centro inclusivo.
La escuela, como servicio público educativo, “sirve a”, pero también “necesita de” la comunidad social
donde se encuentra inserta. La escuela y la sociedad se necesitan mutuamente. Ni la una debe ser una
fortaleza cerrada al margen de la comunidad, ni la otra debe dejar de lado la escuela como si fuera un ente
que tiene su propia vida sin contactos ni relaciones con su contexto (Mendía, 2007). De acuerdo con esta
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EDUCACIÓN INCLUSIVA
afirmación, la escuela inclusiva no puede separarse de la sociedad y aquélla debe convertirse en una
sociedad inclusiva que dé respuesta a todos sus ciudadanos.
La escuela inclusiva ofrece una educación de calidad a todos los alumnos, crea comunidades que aceptan a
cada uno sin tener en cuenta sus características, fortalezas, limitaciones, etc. a la vez que colaboran en la
construcción de una sociedad inclusiva. Pero ésta no es una tarea que le corresponde sólo a ella, sino a toda
la sociedad. La escuela debe entenderse como comunidad inclusiva para todos: alumnos, profesores, familia
y comunidad social (Parrilla, 2007).
Todos los niños tienen capacidades y potencialidades singulares, por lo que distintas características exigen
respuestas diversas. Tienen necesidades no sólo físicas, psíquicas o sensoriales, sino también como
consecuencia de situaciones sociales y culturales desfavorecidas o por carencias del propio sistema escolar.
Estas respuestas deben venir desde el centro escolar y desde la comunidad, a través de los distintos servicios,
programas e instituciones de la misma.
La escuela tiene importancia en la medida en que prepara para la vida, para el empleo, para la independencia
y para la participación social. Durante su permanencia en ella se van adquiriendo competencias que forman
al alumno para la vida y que son útiles a lo largo de la misma. Es decir, el alumno irá adquiriendo, en las
diferentes etapas educativas, aprendizajes significativos y funcionales que le permitirán interactuar con el
entorno adquiriendo así habilidades para la vida diaria, habilidades sociales, que le proporcionará ser lo
más autónomo e independiente posible y, en definitiva, una mejor calidad de vida.
Cada persona tiene sus peculiaridades, capacidades, limitaciones, y, por ello, teniendo esto en cuenta cada
uno de nosotros contribuimos de forma diferente en la sociedad, pero cada uno tenemos un papel único y
debemos ser los protagonistas de nuestra propia vida.
Cada uno de los miembros de la comunidad educativa, por tanto, tendrá que realizar su propia contribución
(Ramos, 2008):
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