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¿Quiénes son los integrantes de la familia del genero Burkholderia?

¿Son buenos
o malos?
López. C1, Mathieu. L1, Martínez. J1, Chávez. E1, Mejía. A1, Cárdenas. V1, Carrillo. L2.
En 1992 fue definido el género por primera vez por Yabuuchi y este consistía de solo siete
especies. Los patógenos primarios en humanos y animales ( Burkholderia pseudomallei y
Burkholderia mallei), los Fitopatógenos (Burkholderia caryophylli y Burkholderia gladioli), los
patógenos oportunistas Burkholderia solanacearum (plantas) y Burkholderia pickettii (humanos) y
la última especie Burkholderia cepacia, a quien se le atribuyo como el agente causante de la
pudrición bacteriana de los bulbos de las cebollas. Al pasar el tiempo, se han ido descubriendo
más de 100 especies y se ha demostrado que este género posee un gran potencial en el campo
biotecnológico debido a que sus especies producen una amplia variedad de enzimas
comerciales como las enzimas hidrolíticas y sustancias bioactivas, que ayudan a las plantas en
su crecimiento y salud, sin embargo, su uso es limitado en el campo agrícola e industrial debido
a la amenaza potencial de algunas cepas en el ser humano y animales. El uso de Burkholderia
en las aplicaciones naturales es de doble filo ya que es beneficioso en lo ambiental y desastroso
en el campo clínico, B. pseudomallei y B. mallei están relacionadas al complejo Burkholderia
cepacia (Bcc), las cuales surgieron como patógenos oportunistas que causan infecciones graves
en pacientes inmunocomprometidos o con fibrosis quística, aunque todas se hayan aislado de la
naturaleza como la rizósfera y el suelo. Hoy en día se cree que este género bacteriano es seguro
para las aplicaciones naturales ya que son raros los reportes clínicos contra la salud humana.
El hábitat perfecto para el género Burkholderia es el suelo pero pueden ser fuertemente
afectados por el pH de este. Las cepas de este género poseen una ventaja en suelos ácidos
debido a su acido intrínseco, pero poseen una fuerte competitividad en suelos alcalinos. Se ha
descubierto que Burkholderia coexiste con una amplia gama de hongos ya que pueden formar
una relación mutualista o antagónica. Un ejemplo es la relación entre Burkholderia terrae y
Lyophyllum, la bacteria no solo puede usar las hifas para transportarse y dispersarse sino que
también obtienen nutrientes debido a sus exudados. También Burkholderia posee la biosíntesis
de la toxina antimicótica rizoxina ( B. rhizoxinica) esta protege la división celular vegetal e impide
al hongo (Rhizopus microsporus) su capacidad de reproducción volviéndolo estéril en su etapa
vegetativa. En los últimos años ha aumentado las nuevas especies de Burkholderia asociadas a
plantas, ya que tienden a vivir en la rizósfera y poseen un estilo de vida endófito, formando una
simbiosis foliar obligada con las plantas. La cepa más investigada a nivel de agricultura es B.
phytofirmans debido a que protege a las plantas de la sequía, altas concentración de sal,
resistencia al estrés y altas temperaturas. Esta simbiosis obligada planta-bacteria es incapaz de
existir uno sin el otro, se cree que esta relación es hereditaria a través de la colonización de la
bacteria en las semillas en desarrollo, además se ha demostrado que su colonización en los
nódulos de las hojas producen grandes cantidades de metabolitos secundarios para proteger las
plantas de herbívoros.
Se ha demostrado que muchas cepas de Burkholderia exhiben excelente actividad de biocontrol,
solo hay muy pocas cepas de Burkholderia que son potencialmente útiles para fines de
biocontrol, el por qué será explicado en consiguiente; solo tres especies como lo son
Burkholderia phenazinium, Burkholderia megapolitana y Burkholderia bryophila, que han sido
aislados de musgos, demuestran actividad antifúngica, dado que la mayoría de los agentes
antifúngicos exhiben efectos tóxicos más generales en organismos eucariotas, estos compuestos
pueden contribuir a la virulencia de una cepa. Se informó que B. phenazinium produce el
fenazinaiodinina que exhibe no solo un alto nivel antimicrobiano sino que también una actividad
citotóxica, a nuestro entender, los compuestos antifúngicos producidos por B. megapolitana y B.
bryophila no ha sido identificada, ni sus agentes patógenos potencial evaluados en un modelo de
infección.
Debido a la escasez de casos que han sido notificados, al parecer muchas cepas pertenecientes
al linaje de Paraburkholderia han sido consideradas con poca posibilidad de que causen una
infección en seres humanos. Así mismo puede aplicarse a algunas cepas de Burkholderia como
por ejemplo la cepa Bcc Burkholderia contaminas MS14, el cual se descubrió que poseía
múltiples genes de biosíntesis antimicrobiana pero no los loci genéticos necesarios para la
patogenia.
Recientemente se ha propuesto dividir el género Burkholderia en dos géneros, con uno nuevo
llamado Paraburkholderia que deberá contener especies ambientales supuestamente buenas y
las Burkholderia con las especies ambientales patógenas.
Paraburkholderia presenta a su vez varias cepas de Bcc son útiles para el biocontrol y virulencia
atenuada. Por lo tanto, se deberá realizar una observación y caracterización detallada antes de
considerarse si una cepa es “segura”. Será necesario utilizar modelos como el ratón para evaluar
la patogenicidad de una cepa y determinar si han sido aisladas de un ser humano. Cabe
destacar que varias especies de Paraburkholderia como el endófito B. phytofirmans, son
incapaces de crecer a 37°C, característica esencial para infectar a seres humanos. La capacidad
de crecer a 37°C se ha propuesto como un medio para diferenciar los patógenos y no patógenos
de Stetrophomonas maltophilia y Stenotrophomonas rhizophila. Por tanto, en cuanto estas
últimas especies se sugiere que sus representantes ofrezcan alternativas en las aplicaciones
biotecnológicas sin provocar riesgos en la salud humana. Una importante línea de investigación
futura consistirá en evaluar la patogenicidad de las cepas ambientales utilizando un huésped
mamífero a 37°C primordialmente en escenarios de infección multiespecies, que reflejen con
mayor precisión su situación clínica; esto explica porque no todas las especies pueden ser
usadas en cultivos de interés económicos, básicamente porque no se puede definir el nivel o
impacto que acarreara en la salud humana.
Ahora bien, la comunidad científica puede o no adoptar estos nuevos nombres. Los autores se
convencen a sí mismos que estos cambios de nombres tienen un fundamento erróneo, por lo
que pueden seguir con el estudio de nombres de especies originales al ser publicados de forma
válida. Un estudio reciente empleó la genética comparativa para evaluar el potencial patogénico
que poseen cepas ambientales sobre la presencia, o ausencia, de factores de virulencia
conocidos, el cual nos muestra claramente que los muchos de estos factores conocidos se
encuentran, principalmente, en representantes del clado Burkholderia patógeno, mientras que en
el clado Paraburkholderia no se encuentran.
En términos de biocontrol las cepas de Burkholderia destacan por la producción de varios
compuestos con potente actividad antifúngica. De hecho, varias cepas de Burkholderia han sido
registradas por la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA) para utilizar
como agentes de control biológico contra hongos Fitopatógenos en la década de 1990, sin
embargo, después evaluación de riesgos, estos productos fueron retirados del mercado y la EPA
impuso una moratoria al registro de productos que contiene especies de Burkholderia.
Por otro lado de Burkholderia se habla de muchas especies beneficiosas para el medio ambiente
como algunas mencionadas anteriormente, ya que algunas especies son capaces de fijar el
nitrógeno, nodular las leguminosas, promover el crecimiento en plantas y degradar compuestos
recalcitrantes. Se consideran que estas especies no representan ningún riesgo para la
humanidad, haciéndolas unas buenas candidatas a ser aplicadas para el biocontrol,
biofertilización y la biorremediación, lo cual según el artículo es una visión simple, ambiciosa y
deseosa.

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