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Grupo Segundo - tema 28

UNIÓN EUROPEA

Actualizado a 20 octubre 2019

Tema 28

Evolución histórica del proceso de integración europea. El proceso de


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profundización. El proceso de ampliación. El Brexit. El debate sobre el futuro de
Europa

ESQUEMA

I. INTRODUCCIÓN

II. EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL PROCESO DE INTEGRACIÓN EUROPEA

III. EL PROCESO DE PROFUNDIZACIÓN

IV. EL PROCESO DE AMPLIACIÓN

V. EL BREXIT

VI. EL DEBATE SOBRE EL FUTURO DE EUROPA

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Grupo Segundo - tema 28
UNIÓN EUROPEA

I. INTRODUCCIÓN

La Unión Europea no es solamente un espacio geográfico y económico. Decía


Henry Brugmans que Europa es una región del mundo en la que las raíces históricas van
en profundidad. En efecto, Europa, comunidad de culturas ha dejado en las páginas de la
historia huellas de su voluntad de unificación y, de forma especial en este siglo, de su
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resuelta decisión para llevarla a cabo.

Desde la Baja Edad Media ha existido siempre una vocación de unificar Europa, pero fue
tras la Segunda Guerra Mundial cuando el desastre de este episodio bélico propició el
contexto político-económico favorable para que Robert Schuman anunciase la creación de
la primera de la Comunidades Europeas, la Comunidad Europea del Carbón y el Acero (en
adelante CECA). Tras este primer paso la evolución ha sido irreversible hasta la firma del
Tratado de Maastricht (o Tratado de la Unión Europea, TUE) y la reciente entrada en vigor
del Tratado de Lisboa.

Muchos han sido los escollos que se han tenido que sortear, entre ellos cabe destacar la
siempre dicotomía ideológica existente entre la tendencia intergubernamentalista y
federalista. Además, también se deben destacar las diferentes crisis institucionales, como la
que provocó la fallida adopción del Tratado de la Constitución Europea, así como los
problemas anexos a los procesos de ampliación de los miembros de la Unión (como podría
ser actualmente el caso de Turquía) o de retirada (caso Reino Unido).

Pero lo cierto es que la Unión Europea (UE) constituye el mejor de los ejemplos de
integración regional en el plano mundial y los beneficios obtenidos por este proceso para
los ciudadanos de la región han sobrepasado ampliamente los costes de este proyecto
común.

II. EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL PROCESO DE INTEGRACIÓN EUROPEA

LA IDEA DE EUROPA EN LA HISTORIA

Europa, comunidad de culturas, ha dejado huellas de su voluntad de unificación a lo largo


de su historia y, de forma especial en el siglo XX, de su resuelta decisión para llevarla a
cabo.

1.- Desde los orígenes del proceso de integración hasta el s. XIX

1. a.- La Baja Edad Media: Encontramos ya en esta época la idea de una cristiandad
medieval organizada, nostálgica del Imperio Romano en proyectos como el del francés
Pierre Dubois. La comunidad cultural de Europa medieval se caracterizaba por una lengua
y religión comunes. El imperio y el Papado daban en este tiempo la unidad estructural de la
región, pero eran políticamente ineficaces (prueba de ello son las numerosas guerras
acontecidas entre los soberanos de la época).

1. b.- La Edad Moderna (s. XV-XVIII): En el Renacimiento, la Universitas Christiana de


Carlos V fue su fracasada idea imperial, basada en una Europa unida bajo su cetro. En la
época de la Ilustración podemos destacar el proyecto para hacer que la paz sea perpetua
entre los soberanos cristianos del abate Saint-Pierre y el proyecto de E. Kant “Sobre la Paz

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Perpetua” en la que el filósofo alemán nos enuncia que, para conseguir una paz mundial,
Europa requiere de una organización europea de Estados y que éstos adopten el principio
de separación de poderes.

1.c.- Durante el S. XIX: En la primera época del siglo XIX Europa tuvo que soportar las
consecuencias del Congreso de Viena (1815), pero en Viena se alumbraron propuestas
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al respecto, tanto desde las posturas conservadoras de Metternich (la “Santa Alianza”)
como desde las revolucionarias de Saint Simon (“De la organización europea de
Estados”), el positivista Aguste Comte o el dramaturgo Victor Hugo, quien profetizó
que: “llegará un día en que las naciones europeas, sin perder vuestras cualidades distintas y
vuestra gloriosa individualidad, os fundiréis en una unidad superior y constituiréis la
fraternidad europea”.

2.- La idea de Europa entre 1900 y 1945: la iniciativa de A. Briand

Fue en el periodo de entreguerras cuando las elites intelectuales y políticas mostraron su


preocupación por la idea europea a fin de detener la trágica experiencia del odio
nacionalista. Precisamente en este periodo de entreguerras se fundaron numerosas
asociaciones y publicaciones periódicas de europeístas en defensa y difusión de sus tesis
federalistas; también cabe destacar en el periodo de entreguerras el proyecto de una Europa
confederal de Richard Coudenhove-Kalergi difundido en su manifiesto “Plan Europa” de
gran calado en los medios intelectuales de la época.

Pero el intento de mayor trascendencia política fue la propuesta hecha por Francia, a través
de su Ministro de Asuntos Exteriores, Aristide Briand, ante la Sociedad de Naciones
(SDN) el 5 septiembre de 1929 donde se proponía:

- La creación de una federación europea denominada la Unión Europea.


- La coordinación de los Estados europeos en el seno de la SDN mediante la
creación de una conferencia europea, un Comité político permanente y una
Secretaría.
- Todo esto respetando la soberanía de los Estados Europeos e intentado acercar la
economía de éstos.

3.- La construcción europea después de 1945: el movimiento europeo y el federalismo


europeo

Después de la segunda guerra mundial nos encontramos un panorama desolador en la


Europa de la posguerra. El continente estaba económicamente devastado e
ideológicamente dividido entre el bloque del Este y el del Oeste. El peor de los presagios
de un nuevo enfrentamiento recorría Europa.

Por todo ello, la necesidad de resucitar la idea de la unidad europea se hizo urgente y
sentida entre la población, formándose multitud de asociaciones pro-europeístas de
carácter privado. Movimientos de opinión pública, que no respondían a impulsos
gubernamentales, entre los que cabe destacar las organizaciones sindicales, los
universitarios, o de personalidades de la vida intelectual y artística, etc.

Estas corrientes sociales y políticas que trascendían las fronteras estaban animadas por las
ideas federalistas que aireaban europeístas de reconocido prestigio como H. Brugmans o

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Altiero Spinelli. En palabras de H. Brugmans los elementos definitorios del federalismo


europeo son:

- Concepción de un poder central y unos poderes múltiples.


- El objetivo de este movimiento no era reemplazar la soberanía nacional por una
europea sino crear instituciones adecuadas que por sus competencias pudieran
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resolver los problemas que surgen en el ámbito europeo.
- Los principios políticos del federalismo eran: Autonomía, Cooperación y
subsidiariedad.

Todas las propuestas que se han ido haciendo para una Europa unida (desde el remoto
medievo hasta 1950) han tenido un elemento caracterizador: la común identidad cultural
europea. Europa ha sido una entidad cultural: ha tenido una actitud propia ante la vida, un
pensamiento y una actitud sobre el ser humano, y sobre los valores éticos y sociales
diferente a otros pueblos y civilizaciones.

4.- El Plan Marshall: el despertar inmediato de la integración europea

La economía europea de la segunda posguerra se basaba en la autarquía y en el trueque. La


situación de penuria económica era tal que la dislocación económica, social y política que
se vivía en el continente hacía temer que esta mitad occidental pudiera caer en manos
comunistas y, por tanto, bajo el control de la URSS. Esta situación provocó que los
Estados Unidos presentaran el “Plan de Reconstrucción Europea” más conocido como
“Plan Marshall”.

La economía americana precisaba de mercados exteriores con ávidos consumidores.


Europa estaba devastada y necesitaba la ayuda americana para salir adelante. Luego, el
Secretario de Estado Norteamericano, el general George Marshall, en una conferencia en la
universidad de Harvard el 5 de junio de 1947 propuso el “Plan de Ayuda para la
Reconstrucción Europea”. El gobierno de Estados Unidos aceptaba con este plan poner a
disposición de los gobiernos europeos importantes cantidades de dinero, pero a tal fin, el
General Marshall sugirió la necesidad de crear un acuerdo común entre los Estados
Europeos para gestionar estas ayudas.

La respuesta fue inmediata, 16 Estados Europeos decidieron crear al mes siguiente la


Organización Europea de Cooperación Económica (OECE) para gestionar en común la
ayuda del Plan Marshall. Los méritos del Plan Marshall fueron muchos entre los que cabe
destacar:

- Promover un plan para poner en pie las economías europeas.


- La creación de un sistema multilateral de intercambios.
- La organización de la convertibilidad de las monedas.
- En el orden político, promovió el entendimiento entre los países europeos para
gestionar la ayuda común americana.

De hecho, lo más sobresaliente y decisivo fue que la gestión de las ayudas enseñó a Europa
occidental las posibilidades de su unión, y la maltrecha Europa supo aprender de la OECE
la mejor de las lecciones sobre la organización de una Europa con energías propias.

5.- El Consejo de la Haya y la creación del Consejo de Europa

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De estos años habría también que recordar otros acontecimientos como el Congreso de
Europa, convocado por el “Comité de coordinación de los Movimientos por la Unidad
Europea” y reunido en la Haya del 7 al 11 de mayo de 1948, en el que confluyeron decenas
de organizaciones federalistas pro-europeístas con la participación de más de 750
delegados.
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En esta magna asamblea, una suerte de “Estados Generales de Europa” ya se hicieron notar
dos grandes corrientes europeístas que persisten hoy en día: aquellos que pretendían una
cooperación intergubernamental y los que soñaban con una integración de carácter federal.

En el plano político, el Congreso se pronunció por una transferencia de derechos soberanos


a favor de una unión política y económica. En los planos económico y social se inclinaron
por la desaparición completa de los aranceles y las restricciones cuantitativas al comercio
con el fin de lograr un día una unión aduanera, la libre circulación de capitales y la
unificación monetaria.

Aquellas dos corrientes desembocaron en creaciones organizativas distintas:

- En primer lugar, fue la creación del Consejo de Europa (Estatuto de Londres de 9


de mayo de 1949) que dio satisfacción a las corrientes intergubernamentales
apoyadas por los anglosajones quienes no deseaban hacer cesión alguna de su
soberanía con la creación de instituciones internacionales dotadas de poderes
importantes sino abogaban por una cooperación intergubernamental estrecha y
permanente con poderes consultivos.

- En segundo lugar, las corrientes federalistas: partidarios de la cesión parcial de


soberanía y, por tanto, insatisfechos con el Consejo de Europa, encontraron un
cauce en la propuesta francesa de creación de la CECA iniciando de este modo el
proceso de integración europeo.

LA CREACIÓN DE LAS COMUNIDADES EUROPEAS

Proceso histórico de la CECA, la CEE y la CEEA

La CECA fue la primera de las comunidades europeas y, si se tiene en cuenta la difícil


situación de la época, la más ambiciosa políticamente, aunque muy limitada
sectorialmente. Al término de la segunda guerra mundial, los aliados establecieron en los
acuerdos de Postdam un sistema de distribución de la producción de la cuenca del Ruhr a
fin de poner en marcha un sistema general de reparaciones por daños de guerra en el marco
de la reconstrucción europea y del aprovechamiento de una zona de gran valor estratégico,
así como para limitar y controlar el nivel de la industria alemana. En 1947, al decidir los
Estados Unidos e Inglaterra transferir su zona de administración a las autoridades
alemanas, Francia y los miembros del BENELUX (Bélgica, Holanda y Luxemburgo)
mostraron su desacuerdo. Al surgir diferencias entre las potencias que se habían repartido
la explotación de la cuenca, en 1949 se acordó la internacionalización del Ruhr con la
participación de Alemania –en una situación de desigualdad- frente a los aliados, en la
explotación y el control del carbón y el acero de la cuenca. A partir de esta experiencia de
administración internacional de la cuenca del Ruhr Francia daría el siguiente paso: una
administración europea.

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El proceso de integración europea nació de forma inmediata con la CECA, y se


desencadenó gracias a la histórica declaración Schuman (presentado por el Ministro de
Asuntos Exteriores francés pero elaborada por Jean Monnet) el 9 de mayo de 1950. Esta
declaración rezaba frases como la aquí citada:

“Europa no se hará de golpe ni en una construcción de conjunto: se hará mediante


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realizaciones concretas, creando primero una solidaridad de hecho”.

El principal objetivo de Schuman era poner fin al antagonismo franco-alemán. De hecho,


este ministro francés consideraba que la unificación política europea derivaría de una
solidaridad de hecho y una fusión de intereses entre las naciones europeas.

Al llamamiento de Schuman respondieron, además de Alemania e Italia, los tres miembros


del Benelux. El Reino Unido declinó la invitación debido, en gran parte, a sus intereses
económicos con las colonias. El Tratado se firmó entre estos seis Estados el 18 de abril de
1951 en París y entró en vigor el 23 julio de 1952; Jean Monnet fue nombrado presidente
de la Alta Autoridad.

Entre los principales objetivos de la CECA se pueden destacar:


- Establecimiento de un mercado común, unos objetivos comunes y unas
instituciones dotadas de poderes efectivos.
- Se iniciaba un proceso irreversible de federalización parcial o funcional, basado en
la progresividad, que afectaba un sector concreto pero decisivo en la estrategia
económica y política de los seis Estados fundadores.
- El éxito político-económico de la CECA fue muy reconocido. De hecho, el propio
Reino Unido lograba firmar un acuerdo con la CECA el 21 de diciembre de 1954.

Dos años después de que se creara la CECA, y tras el fracaso del intento de creación de la
Comunidad Europea de Defensa (CED- para más información sobre esta fallida
organización se recomienda la lectura de libro de Araceli Mangas Martín, Instituciones y
derecho de la Unión Europea) se produjo el siguiente hito en el desarrollo de las
comunidades europeas. Una vez creado ya el BENELUX como mercado único el año
1954, estos países elevaron una memoria proponiendo hacer extensible el modelo de
mercado único a los 6 países de la CECA. Los seis se reunieron en Messina en junio de
1955. Se encargó al holandés Berger y al belga Spaak un proyecto de relanzamiento de las
comunidades sobre las siguientes bases:

- Desarrollo de las instituciones


- Fusión progresiva de las economías
- Creación del mercado común
- Armonización de las políticas sociales

Las negociaciones se llevaron a cabo en el castillo de Val Duchese (Bruselas) y condujeron


finalmente a la firma el 25 de marzo de 1957 de los Tratados Constitutivos de la CEE y la
CEEA. Así pues, desde 1958 quedaron constituidas las tres comunidades europeas de las
cuales, tras la expiración de la CECA en julio de 2002, se mantuvieron dos.

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III. EL PROCESO DE PROFUNDIZACIÓN

La profundización y la ampliación son dos corrientes de pensamiento sobre cómo debería


evolucionar la Unión Europea (UE).

La noción de profundización hace referencia a esta unión cada vez más estrecha y se ve en
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la mayor integración de la UE.

Los partidarios de la ampliación consideran que la UE debería aumentar en cuanto al


número de miembros, pero que la adhesión debería ser más flexible de lo que desearía la
corriente de la profundización. Además, la UE ha conseguido ampliarse, pasando de
quince países en 2004 a veintiocho en 2013.

LA CREACIÓN DE LA UNIÓN EUROPEA POR EL TRATADO DE MAASTRICHT

El Tratado de la Unión Europea (TUE), firmado en Maastricht el 7 de febrero de 1992, es


una etapa más en el proceso de integración de Europa iniciado en los años cincuenta por
los Tratados de París y Roma, constitutivos de las Comunidades Europeas. Pero además el
TUE muestra la división estratégica o los dos modos de entender el futuro de Europa entre
los Estados miembros: un grupo de países, renuentes a la cesión de parcelas soberanas,
capitaneados por Dinamarca y el Reino Unido que intentaba conseguir un acuerdo bajo
mínimos y otro, liderado por Alemania y Francia, que pretendía avanzar decididamente
hacia una Europa federal, no sólo en los ámbitos económico o monetario, sino también
político. En este sentido, el TUE supone un punto de inflexión en la construcción europea
de importante calado. Ciertamente, tras su aprobación en Maastricht, el proceso de
ratificación se evidenció complicado y en ocasiones azaroso: referéndum (Dinamarca,
Francia e Irlanda), reforma constitucional (Alemania, Dinamarca, España, Francia y
Portugal), y aceptación de una Unión Europea a la carta (para Dinamarca y el Reino
Unido), entró en vigor el 1 de noviembre de 1993.

Suele decirse que el TUE es un instrumento complejo y un tratado de tratados debido


principalmente a dos razones: por una parte, el TUE supone una reforma importante y
profunda de los tratados constitutivos de las Comunidades europeas, muy especialmente
del TCEE; y por otra supone dar un nuevo armazón jurídico a los referidos tratados
constitutivos, envolviéndoles y asentándose sobre ellos. Por tanto, siguiendo esta misma
idea, el TUE encierra dos dimensiones: una reformadora, por satisfacer la función de
revisar y modificar sustancialmente los Tratados originarios de las Comunidades, y por
otra una dimensión novedosa al cumplir con la función de crear un nuevo espacio jurídico
institucional para dar cobertura a todo el sistema de las Comunidades Europeas. Desde un
punto de vista estructural, el TUE permitía ser visualizado como si de un templo griego se
tratara a través de los siguientes elementos arquitectónicos:

- Un FRONTISPICIO que contenía las “disposiciones comunes” que van de los Art. A a
F relativas a la creación de la UE, sus objetivos, principios y elementos constitutivos.

- TRES PILARES: sobre los que reposaba la UE distribuidos en un pilar central


(“primer pilar”) y dos laterales (“segundo y tercer pilar”).

o El primer pilar era de naturaleza estrictamente comunitaria dado que en él se


contienen los preceptos que dieron lugar a la profunda reforma de los tratados

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originarios. En particular, el Título II (art.G) introduce las disposiciones por las


que se modifica el TCEE con el fin de constituir la Comunidad Europea, el
Título III (art. H) introduce las disposiciones por las que se modifica el TCECA
y el Título IV (art. I) introduce las disposiciones por las que se modifica el
TCEEA.
o El segundo y tercer pilar guardan el común denominador de su naturaleza
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intergubernamental dado que las decisiones que recaen en su ámbito de acción
se adoptan en el seno del Consejo bajo el sistema de la unanimidad. En
particular el segundo pilar viene regulado por el Título V introduciendo la
llamada POLÍTICA EXTERIOR Y DE SEGURIDAD COMUN (PESC); y el
tercer pilar viene regulado por el Título VI introduciendo la llamada
COOPERACIÓN en ASUNTOS DE JUSTICIA E INTERIOR.

- Un BASAMENTO que contenía las disposiciones finales, relativas a la entrada en


vigor, las lenguas auténticas, etcétera. Importa destacar que se preveía un
procedimiento único de revisión y de adhesión; que para la adhesión de nuevos
Estados miembros se otorgaba al Parlamento Europeo un poder de dictamen conforme;
y que cualquier solicitud futura de adhesión era a la Unión y no simplemente a la
Comunidad Europea. De esta manera y dado este basamento común que contenía el
TUE quedaron suprimidas las disposiciones finales, que, sobre estas materias, se
incluían en los Tratados CE, CECA y CEEA.

LOS TRATADOS DE AMSTERDAM Y NIZA

Los Tratados de Ámsterdam y Niza constituyen instrumentos clave de revisión del TUE y
consiguientemente de los Tratados de las Comunidades Europeas.

En particular y por lo que se refiere al Tratado de AMSTERDAM, éste es el producto de la


propia previsión establecida en el TUE, en su versión de Maastricht, de conformidad con la
cual se recomendaba la revisión de algunas de sus disposiciones previa valoración de las
Instituciones comunitarias y los Estados miembros. Así, el 29 de marzo de 1996 comenzó
en Turín la conferencia intergubernamental para negociar la reforma del Tratado, cuyos
trabajos concluyeron con la firma en Ámsterdam, el 17 de junio de 1997, de la primera
revisión formal del TUE, modificando y completando en numerosas cuestiones lo que
aquél disponía, y tras dos años de estudios y negociaciones, el 2 de octubre de 1997 los
Estados Miembros de la UE firmaron el Tratado de Ámsterdam, que y entró en vigor el 1
de mayo de 1999.

Su relevancia en el proceso de la integración europea puede resumirse en los siguientes


aspectos:

1. Respecto al objetivo general del Tratado: se trata de capacitar a la Unión Europea,


política e institucionalmente, para responder a los desafíos del futuro: la rápida
evolución de la situación internacional, la mundialización de la economía y sus
consecuencias sobre el empleo, la lucha contra el terrorismo, la delincuencia
internacional y el tráfico de estupefacientes, los desequilibrios ecológicos y las
amenazas para la salud pública.

2. Respecto los logros del Tratado en el marco general de la construcción europea:

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- Introduce garantías específicas de respeto a derechos fundamentales dentro de la


UE, especialmente los que se refieren a la igualdad entre hombre y mujer,
igualdad de trato y al tratamiento de los datos personales.
- Se establecen las condiciones de integración del espacio de Shenguen en el
marco jurídico de la UE.
- Se incorporan mejoras relativas a los derechos, intereses y bienestar de las
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personas tales como el desarrollo del concepto de ciudadanía europea, mejora de
los instrumentos para promover un alto nivel de salud pública, se consolida la
política de medio ambiente incorporando definitivamente el eje conceptual del
desarrollo sostenible.
- Desde el punto de vista institucional, se procura hacer realidad el principio
democrático a través del refuerzo de la función del PE en el procedimiento de
codecisión; se reconoce la competencia del Tribunal de Justicia en el ámbito de
los Derechos fundamentales; se refuerzan las funciones del Tribunal de Cuentas,
del Comité Económico y Social y del Comité de las Regiones; se introduce la
noción de la “cooperación reforzada” para dar la opción a los Estados que lo
deseen de poder profundizar en la integración (sistema éste que fue objeto de
numerosas críticas al considerar que daría lugar a una “Europa de dos
velocidades”).

Por lo que se refiere al TRATADO DE NIZA, éste es el resultado de una previsión


explícitamente contemplada en el Tratado de Ámsterdam de conformidad con la cual
«al menos un año antes de que el número de Estados miembros de la Unión Europea
exceda de veinte, se convocará una conferencia de representantes de los gobiernos de
los Estados miembros con el fin de efectuar una revisión global de las disposiciones de
los Tratados sobre la composición y el funcionamiento de las instituciones». Asimismo,
tres Estados miembros, Bélgica, Francia e Italia, hicieron incluir una declaración por la
que consideraban que el fortalecimiento de las instituciones constituye una «condición
indispensable para la conclusión de las primeras negociaciones de adhesión».

Sobre esta previsión se convocó la Conferencia Intergubernamental de 2000, con vistas


a preparar el marco institucional de la UE para su inmediata (en 3 meses) ampliación a 25
miembros, que dio lugar al Tratado de Niza, acordado en el plano político en el Consejo
Europeo de 11 de diciembre de 2000 por los Jefes de Estado o de Gobierno, firmado el
26 de febrero de 2001 y, tras los problemas generados por el referéndum negativo de
Irlanda, entrado finalmente en vigor el 1º de febrero del 2003.

Así pues, a diferencia del Tratado de Ámsterdam, el objetivo principal del Tratado de
Niza consistía en preparar a la UE para la ampliación, revisando los tratados en tres
ámbitos principales:

- El tamaño y composición de la Comisión a un nacional por Estado miembro.

- La ponderación de votos en el Consejo junto con la cláusula demográfica que


permite que cualquier miembro del Consejo podrá solicitar que se compruebe,
cuando se adopte una decisión por mayoría cualificada, que dicha mayoría
cualificada representa como mínimo el 62 % de la población de la Unión.

- Las cooperaciones reforzadas: flexibiliza la posibilidad de que se lleven a cabo


suprimiendo, por ejemplo, el derecho de veto.

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Además, el Tratado de Niza incorpora también disposiciones dirigidas a


consolidar áreas temáticas tales como la de los Derechos fundamentales, la
seguridad y la defensa, la cooperación judicial en materia penal o el estatuto de
los partidos políticos europeos.

El sistema de Niza aún es el vigente en la actualidad, pero ha dejado pendientes la


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simplificación de los tratados y del sistema de votación en el Consejo, así como la
aplicación de la carta de derechos fundamentales entre otras cosas, por lo que, antes
incluso de su entrada en vigor ya empezó el amplio debate constitucional que dio paso a la
fracasada Constitución para Europa, de la que tratamos a continuación.

LA CONVENCIÓN EUROPEA

En el Consejo Europeo de Laeken de diciembre de 2001 convocó una Convención


encargada de reflexionar sobre las cuestiones principales que plantea el futuro de la UE
y hacer llegar opciones y recomendaciones a la Conferencia Intergubernamental que se
debía celebrar en el año 2004 y decidirá la revisión de los Tratados.

Las conferencias intergubernamentales constituyen los procedimientos habituales para


la revisión de los Tratados. Sin embargo, dada la trascendencia de los cambios a los que
debe hacer frente la UE (ampliación, reforma institucional, Constitución Europea), los
Estados miembros decidieron crear, en virtud de la Convención sobre el futuro de
Europa, un procedimiento institucionalizado más democrático, abierto a todos los
actores institucionales nacionales y comunitarios, así como a la propia sociedad civil
europea directamente. Este procedimiento ya había sido utilizado en la elaboración de la
Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europeas que fue proclamada el 8 de
diciembre de 2000 en Niza.

La Convención estaba integrada por 105 miembros titulares (con su correspondiente


suplente): El presidente (Valery Giscard d’Estaing) y los dos vicepresidentes (Giuliano
Amato y Jean Luc Dehaene); 28 representantes de los Jefes de Estado o de gobierno de
los quince Estados miembros y de los trece países candidatos; 56 parlamentarios
nacionales (dos por cada Estado miembro y país candidato); 16 miembros del
parlamento europeo; 2 representantes de la Comisión (Michel Barnier y Antonio
Vitorino). Asimismo, en calidad de observadores, la Convención contaba con: 3
representantes del Comité Económico y Social; 3 representantes de los interlocutores
sociales europeos; 6 representantes del Comité de Regiones; y el Defensor del Pueblo

Los trabajos de impulso y coordinación correspondían al Presidium, órgano que estaba


compuesto por 12 miembros: el presidente y los dos vicepresidentes; los representantes
de los tres gobiernos que ejercerán la presidencia del Consejo durante la Convención
(España, Dinamarca y Grecia); dos representantes de los parlamentos nacionales; dos
representantes del Parlamento Europeo; dos representantes de la Comisión. Asimismo,
el Presidium contaba con la asistencia de una Secretaría de la Convención, asumida por
la Secretaría General del Consejo en la que se integran funcionarios de la Comisión y
del Parlamento Europeo. Se reunía periódicamente, por lo general dos veces al mes: una
vez inmediatamente antes de las sesiones plenarias de la Convención y otra entre sesión
y sesión. Entre las funciones del Praesidium estaban en particular la preparación del
proyecto de orden del día de las sesiones plenarias y supervisar las actividades y la
organización del Foro.

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La Convención celebró su sesión inaugural el 28 de febrero de 2002, reuniéndose en


sesión plenaria una vez al mes, en el edificio del Parlamento Europeo en Bruselas. Las
sesiones tenían carácter público y su duración era de dos medias jornadas. Asimismo,
los miembros de la Convención participaban en grupos de trabajo con el fin de
profundizar en temas concretos.
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Finalmente, la Convención adoptó por consenso, los días 13 de junio y 10 de julio de
2003, un proyecto de Tratado por el que se instituye una Constitución para Europa; y
que constituyó el proyecto de base en las negociaciones de la Conferencia
Intergubernamental que adoptó el Proyecto de Tratado por el que se constituye una
Constitución para Europa firmada el 29 de octubre de 2004.

El proyecto de Tratado por el que se establecía la Constitución Europea, se estructuraba


en cuatro partes. La Primera Parte incluía las disposiciones que definían la Unión, sus
objetivos, competencias, procedimientos de decisión e Instituciones, y se dividía en
nueve títulos. Asimismo, la Unión asumía los derechos y libertades enunciados en la
Carta de los Derechos Fundamentales y proponía la adhesión al Convenio de Roma de
los Derechos Humanos. La Segunda Parte contenía la Carta de los Derechos
Fundamentales de la Unión. La Parte Tercera, de las Políticas y funcionamiento de la
Unión, incluía el denominado “derecho material”, es decir, las políticas de la Unión en
los diferentes ámbitos de actuación. La Parte Cuarta, relativa a las Disposiciones
Generales y Finales se centraba en la entrada en vigor y la revisión del Tratado
Constitucional.

El proceso de ratificación se paralizó, y aunque 16 Estados miembros lo ratificaron


(Lituania, Hungría, Eslovenia, España, Italia, Grecia, Eslovaquia, Austria, Alemania,
Letonia, Bélgica, Chipre, Luxemburgo y Malta), dos lo rechazaron explícitamente en
sendos “referendos” celebrados en Francia (29 de mayo de 2005) y Países Bajos (1º de
junio de 2005) y, en consecuencia, el proceso quedó suspendido.

EL TRATADO DE LISBOA Y LA SUPERACIÓN DE LA ESTRUCTURA DE


PILARES.

La suspensión del proceso de ratificación tras los rechazos de Francia y Países Bajos al
Tratado Constitucional produjo un estado de generalizado aturdimiento político en
Europa. Se abrió un “periodo de reflexión”, al que siguieron dos largos años de impasse
constitucional, durante los cuales afloraron propuestas muy variadas.
Gracias a los esfuerzos de otros países (Francia, Alemania y España) la Unión Europea
encontró por fin en el Consejo Europeo de 21 y 22 de junio de 2007 el camino para salir
de la complicada situación en que se encontraba. La cumbre aprobó, en efecto, un
mandato de convocatoria para una inmediata conferencia intergubernamental que
elaborase un nuevo tratado de reforma que modificaría el TUE y el TCE de acuerdo con
una detallada “hoja de ruta”.
Se trataba de incorporar las modificaciones incluidas en el Tratado por el que se
constituía una Constitución para Europa, eliminando o modulando, aquéllas que se
consideren más representativas, más alegóricas, que recuerden de alguna forma a una
estructura de carácter estatal. Expresamente se subraya que el resultado de la revisión
“no tendrá carácter constitucional” y además en los Tratados resultantes “no se utilizará
el término Constitución”.

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UNIÓN EUROPEA

Tras haber sido acordado el texto definitivo elaborado por la citada Conferencia
Intergubernamental, el nuevo Tratado de Revisión fue firmado por los Estados Miembros
en Lisboa el 13 de diciembre de 2007.

El proceso de ratificación del Tratado de Lisboa se detuvo cuando Irlanda, en junio de


2008, rechazó el Tratado en referéndum. Ello devolvió a Europa a una situación de
12
impasse que había paralizado el proceso de profundización hasta la presidencia francesa de
la Unión en el segundo semestre de 2008 cuando, en la cumbre del Consejo de diciembre
de 2008, la UE decidió resolver algunas de las preocupaciones principales de los electores
irlandeses a cambio de que el Gobierno irlandés reiniciara el proceso de ratificación antes
del fin del mandato actual de la Comisión Europa. Ello se ha traducido en un nuevo
referéndum que se celebró el 2 de octubre de 2009 y cuyo resultado positivo ha permitido
la ratificación de Irlanda. Finalmente, el 1 de diciembre de 2009 entró en vigor el Tratado
de Lisboa.

Con este tratado (también conocido por Tratado de Lisboa), el TCE pasa a llamarse
Tratado de funcionamiento de la Unión Europea (TFUE). En este sentido, el art. 1.3 TUE
prevé expresamente que “la Unión se fundamenta en el presente Tratado y en el Tratado de
Funcionamiento de la Unión Europea.

Tenemos de este modo, un tratado básico, el ‘Tratado de la Unión’ (TUE), que regula los
aspectos más relevantes de la Unión Europea y un tratado de desarrollo, llamado ‘Tratado
sobre el funcionamiento de la Unión’ (TFUE) – nuevo nombre del TCE - que concreta el
funcionamiento de esa Unión en sus diversos aspectos institucionales, procedimentales,
competenciales, etc. El mandato acordado precisa que no existe ningún tipo de
subordinación entre ambos textos, de modo que ambos tienen el mismo valor legal. Como
expresa el art. 1.3 TUE, ambos Tratados tienen el mismo valor jurídico

Tras la reforma introducida por el Tratado de Lisboa de 2007 desaparece formalmente la


estructura de pilares que había introducido el Tratado de Maastricht: el pilar comunitario y
los dos intergubernamentales de la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) y de la
cooperación judicial penal y policial. Los tres pilares conducían a los objetivos últimos de
la Unión; pero se distinguían por utilizar instrumentos de integración diferentes y por el
método comunitario (basado, en breves palabras, en la iniciativa exclusiva de la Comisión
y la aprobación por mayoría cualificada en el Consejo y mayoría en el Parlamento
Europeo), aunque participaban parcialmente del sistema institucional.

Para lograr una mayor simplificación, el articulo 1 TUE declara que, a partir de la entrada
en vigor del Tratado de Lisboa, la Comunidad Europea es sustituida por la Unión misma,
de modo que esta asume todos sus derechos, obligaciones y procedimientos.

No se extingue el Tratado de la CE o de Roma, sino que se modifica por el Tratado de


Lisboa. Lo que se elimina o desaparece es la Comunidad Europea como organización
internacional separada si bien sus atribuciones, instituciones y procedimientos se asignan a
la Unión Europea misma. En efecto, la Unión Europea se erige con expresa personalidad
jurídica internacional y se responsabiliza de la continuidad del proceso de integración.

IV. EL PROCESO DE AMPLIACIÓN

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UNIÓN EUROPEA

Desde la creación de la CECA en 1951 hasta 1972 el proceso de institucionalización de


las Comunidades Europeas se consolidó en torno a los seis Estados fundadores: Francia,
República Federal de Alemania, Italia, Bélgica, Holanda y Luxemburgo, llegando a
denominarse «la Europa de los Seis». Esta situación ha evolucionado a través de
sucesivas ampliaciones de las Comunidades Europeas y de la Unión Europea hasta
llegar a la actual “Europa de los Veintiocho”, formada por los miembros originarios más
13
el Reino Unido, Dinamarca, Irlanda, Grecia, España, Portugal, Suecia, Finlandia,
Austria, Polonia, la República Checa, Eslovenia, Eslovaquia, Estonia, Letonia, Lituania,
Hungría, Chipre, Malta, Bulgaria, Rumania y Croacia.

El origen de esta evolución hay que situarlo en las relaciones entre las tres Comunidades
Europeas originarias y el Reino Unido. Inicialmente, este país permaneció al margen de
la experiencia comunitaria e incluso propició la creación de la Asociación Europea de
Libre Comercio (AELC/EFTA, de la que actualmente sólo son miembros Liechtenstein,
Islandia, Noruega y Suiza), una zona de libre comercio creada por el Tratado de
Estocolmo de 4 de enero de 1960 entre Austria, Dinamarca, Noruega, Portugal, el Reino
Unido, Suecia y Suiza.

La actitud del Reino Unido cambió a partir de 1961, fecha en que inició un
acercamiento hacia la experiencia de integración europea que representaban las
Comunidades Europeas. Pese a este acercamiento, sin embargo, la decisión política de
los seis Estados comunitarios de ampliar las Comunidades Europeas no se produjo hasta
1969 en la Reunión de jefes de Estado y de gobierno celebrada en La Haya. Tras una
serie de negociaciones se produjo la primera ampliación de las Comunidades Europeas,
con la incorporación del Reino Unido, Irlanda y Dinamarca, el 22 de enero de 1972.
Conforme al procedimiento entonces previsto en los Tratados constitutivos la
ampliación se realizó mediante una Decisión del Consejo sobre la adhesión a la CECA y
un Tratado de Adhesión relativo a la CEE y CEEA; añadiéndose como anejo, además,
un Acta relativa a las condiciones de adhesión y adaptación de los Tratados.
Instrumentos, todos ellos, en vigor desde el 1 de enero de 1973. Con la incorporación de
estos países, la entonces Comunidad Económica Europea pasaba de seis a nueve
miembros.

La ampliación a nuevos Estados planteaba, desde el punto de vista político, la


necesidad de definir los elementos esenciales de cohesión entre sus miembros; de aquí
que sea con motivo de la primera adhesión cuando afloran de forma expresa, a nivel
comunitario, los valores que ya habían sido explicitados como patrimonio común
europeo en el preámbulo y los artículos 1 y 2 del Estatuto del Consejo de Europa. Así,
además de los requisitos de carácter económico, se establecía que «el respeto y el
mantenimiento de la Democracia representativa y de los Derechos Humanos en cada
uno de los Estados miembros constituyen elementos esenciales para la pertenencia a las
Comunidades».

La práctica seguida en esta primera ocasión sirvió de pauta para las sucesivas
ampliaciones de las Comunidades Europeas. La adhesión de Grecia (Decisión del
Consejo de 24 de mayo 1979; Tratado relativo a la CEE y CEEA de 24 de mayo 1979;
en vigor desde 1 de enero de 1981); la adhesión de España y Portugal (Decisión del
Consejo de 11 de junio de 1985, Tratado relativo a la CEE y la CEEA de 12 de junio de
1985, en vigor desde 1 de enero de 1986); y la adhesión de Suecia, Finlandia y Austria
(Decisión del Consejo de 16 de mayo de 1994; Tratado de Adhesión a la Unión Europea

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de 24 de junio de 1994, en vigor desde 1 de enero de 1995 y Decisión del Consejo de 1


de enero de 1995) supusieron una ampliación muy importante del ámbito geográfico de
las Comunidades Europeas y de la Unión Europea, pero también pusieron de relieve,
con toda su crudeza, la dicotomía existente entre dos aspectos complementarios, la
profundización y la ampliación del proceso de integración europea y evidenciaron, en
particular, la necesidad de adecuar el marco institucional y las competencias de la
14
organización a las necesidades de una Unión Europea de quince Estados miembros con
intereses y prioridades heterogéneas.

Esta misma exigencia estuvo muy presente a lo largo del proceso de adhesión de
Polonia, la República Checa, Eslovenia, Eslovaquia, Estonia, Letonia, Lituania,
Hungría, Chipre y Malta (Decisión del Consejo de 14 de abril de 2003; Tratado de
Adhesión de 16 de abril 2003, en vigor desde 1 de mayo de 2004) y de Bulgaria y
Rumania (Tratado de Adhesión de 25 de abril de 2005, en vigor a partir de 1 de enero
de 2007), propiciadas por la caída del muro de Berlín y el hundimiento del orden bipolar
heredado de la Segunda Guerra Mundial. La última ampliación se produjo el 1 de julio
de 2013 mediante la incorporación de Croacia (Tratado de Adhesión de 9 de diciembre
de 2011).

LAS CONDICIONES DE ADHESIÓN A LA UNIÓN EUROPEA.

Los redactores de los Tratados contemplaron en su momento la admisión de nuevos


miembros y su participación futura en el proyecto de integración europea, articulando
un sistema abierto a la adhesión. Esta preocupación aparecía ya en el preámbulo del
TCEE, en el que ya constaba el deseo de los Estados signatarios de "consolidar,
mediante la consecución de este conjunto de recursos, la defensa de la paz y la libertad e
invitando a los demás pueblos de Europa que participan de dicho ideal a asociarse a su
esfuerzo".

Varios son los requisitos de admisibilidad para la adhesión de un nuevo miembro a la


Unión Europea, que se concretan actualmente en el artículo 49 del TUE, además de
haberse recogido por el Consejo Europeo de Copenhague en junio de 1993 en los
denominados “criterios de Copenhague”.

En primer lugar, el Estado solicitante debe ser un Estado europeo; es decir, debe
conjugar los elementos geográficos, históricos y culturales que lo identifiquen como tal.
En segundo lugar, debe existir, por parte del Estado solicitante, una voluntad
suficientemente expresada de participar en la obra común que supone la construcción
europea, incluso si para ello es necesaria la modificación de sus disposiciones
constitucionales. Así, la adhesión de un nuevo miembro no puede poner en peligro la
existencia de la Unión Europea, que en su estado actual constituye más que una simple
unión aduanera y contiene elementos propios de una auténtica unión económica y
política. Los nuevos Estados miembros se asocian a la voluntad inicialmente expresada
por los Estados signatarios en los años cincuenta y su pertenencia a la organización no
puede cuestionar su identidad ni desde luego suponer una renegociación de los
Tratados.

En tercer lugar, la solicitud de adhesión no es aceptable más que en relación con


aquellos Estados que participan de un mismo ideal democrático. El Tratado de
Ámsterdam, si bien no innovó respecto a la práctica anterior de la Unión Europea,

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precisó este criterio, al condicionar formalmente la adhesión de nuevos Estados al


respeto de los derechos humanos y al Estado de Derecho. De este modo, el artículo 49
del TUE dispone ahora que “Cualquier Estado europeo que respete los valores
mencionados en el artículo 2 y se comprometa a promoverlos podrá solicitar el ingreso
como miembro en la Unión.”. Se hace por tanto especial referencia a “los valores de
respeto de la dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de Derecho y
15
respeto de los derechos humanos, incluidos los derechos de las personas pertenecientes
a minorías” a que se refiere dicho artículo 2 del TUE.

Por último, no debe olvidarse que las consideraciones de tipo económico y social,
resultantes de las divergencias entre las estructuras de los Estados miembros y del
Estado solicitante, tienen un peso específico en la decisión de las instituciones
comunitarias respecto a la adhesión. Esto presupone la existencia de una economía de
mercado mínimamente eficaz y un marco jurídico-administrativo adecuado.

Existen otros elementos de fondo que condicionan el proceso de adhesión del Estado
candidato. Así, la adhesión de un nuevo Estado a la Unión Europea se efectúa en
relación con todo su acervo comunitario. La adhesión no implica únicamente la
aceptación de los Tratados, sino también de todos los actos comunitarios reales o
potenciales a través de los cuales la Unión Europea se ha ido desarrollando, obligación
ésta que suele recordarse en el primer artículo de cada una de las Actas de Adhesión.
Este acervo comunitario incluye los principios y objetivos económicos y políticos
inscritos en los Tratados constitutivos y en los actos que los modifican, así como todos
los actos adoptados en aplicación de los Tratados, incluidas las declaraciones y
resoluciones, la jurisprudencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, y los
acuerdos internacionales concluidos entre los Estados miembros y por las Comunidades
Europeas o la Unión Europea con otros sujetos internacionales. Dicho acervo
comprende también las actuaciones de los Estados miembros en el ámbito del acuerdo
de Schengen así como lo que hasta el Tratado de Lisboa de 2007 se recogía en los
pilares intergubernamentales sobre Política Exterior y de Seguridad Común y sobre
Cooperación Policial y Judicial en materia Penal y que ahora es objeto de regulación en
los artículos 23 a 46 del TUE y 82 a 89 del TFUE respectivamente.

Además, la adhesión debe ser progresiva. Probablemente, el nuevo Estado no podrá


insertarse en la realidad comunitaria de forma automática, ya que podrían producirse
graves disfunciones de carácter económico y social. Es necesario el establecimiento de
períodos transitorios, cuya duración y modalidades deben ser objeto de un acuerdo que
se concluye entre los Estados miembros y el Estado solicitante.

Por último, la adhesión de un nuevo Estado a la Unión Europea implica toda una serie
de adaptaciones de los Tratados. Al respecto, se excluye que tales adaptaciones puedan
cuestionar las bases fundamentales, ya que, de nuevo, la aceptación de las mismas es
una de las condiciones de la adhesión. En cuanto a su naturaleza, es obvio que la
presencia de nuevos Estados exige necesariamente una adaptación de las normas en que
intervienen criterios cuantitativos o numéricos, por ejemplo, en relación a la
composición de las instituciones, la composición de los diferentes comités o las normas
que hacen intervenir, como criterio de cálculo, la participación de los Estados
miembros.

LAS PERSPECTIVAS DE AMPLIACIÓN

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En este punto podemos distinguir entre países candidatos y candidatos potenciales.

PAÍSES CANDIDATOS
Estos países están en proceso de "transponer" (o incorporar) la legislación de la UE al
Derecho nacional:
16
Entre ellos, Turquía, con quien la Unión Europea tiene un acuerdo de asociación desde
1964, presentó su solicitud de adhesión el 14 de abril de 1987 pero no se la consideró
oficialmente como candidata a la adhesión hasta diez años después. En efecto, el
Consejo Europeo de Helsinki de diciembre de 1999 acordó, en vista de los progresos
realizados en los ámbitos económico, político y social, que Turquía podía ser candidata
a la adhesión en los mismos términos aplicables a los otros Estados candidatos, esto es,
previo el cumplimiento de los “criterios de Copenhague”. Ello llevó a la adopción de
determinados instrumentos de pre-adhesión, en el marco de los cuales se han articulado
desde entonces las relaciones de este Estado con la Unión Europea. En diciembre de
2004, el Consejo Europeo de Bruselas convino finalmente que Turquía cumplía con los
criterios políticos establecidos en Copenhague. La Comisión inició las negociaciones
con este Estado en octubre de 2005 y desde entonces pocos capítulos negociadores se
han cerrado.

En lo que se refiere a los Balcanes occidentales, la Antigua República Yugoslava de


Macedonia obtuvo el estatuto de candidato en el Consejo Europeo de Bruselas de
diciembre de 2005, aunque las negociaciones no han comenzado todavía. Este país debe
resolver sus disputas con Grecia antes de que se pueda llegar a una decisión sobre su
ingreso a la UE.

También Montenegro es oficialmente candidato a la adhesión desde el 17 de diciembre


de 2010. En la actualidad ha abierto 22 capítulos del proceso de adhesión, Montenegro
considera que puede adherirse a la UE en 2020 o en 2021.

Serbia presentó su solicitud de ingreso a la Unión Europea de manera oficial el 22 de


diciembre de 2009 y el 2 de marzo del 2012, los jefes de Estado y de Gobierno de la UE
le concedieron el estatus oficial de país candidato a la adhesión.

Finalmente, el 24 de junio de 2014 Albania le fue otorgado el estatus de candidato. En


este sentido, el Consejo Europeo del 28 de junio acordó responder positivamente al
progreso realizado por Albania y establecer el camino hacia la apertura de las
negociaciones de adhesión con este país en junio de 2019.

CANDIDATOS POTENCIALES
Son los posibles países candidatos que no cumplen todavía los requisitos para ingresar
en la UE. Entre ellos, Bosnia y Herzegovina y Kosovo.

V. EL BREXIT

El Brexit es el nombre con el que se conoce el proceso de retirada por parte del Reino
Unido de la Unión Europea. El 23 de junio de 2016, los ciudadanos del Reino Unido

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decidieron en referéndum salir de la Unión Europea. La votación tuvo lugar tras intensas
negociaciones sobre un régimen que reforzaría el estatuto especial del Reino Unido en la
UE.

Ante los resultados del referéndum, el Reino Unido nombró a David Davis ministro del
Reino Unido para la Salida de la Unión Europea y la Comisión Europea hizo lo propio
17
nombrando al excomisario francés de Mercado Interior y Servicios Financieros, Michel
Barnier, como negociador principal.

Ante el nombramiento de Barnier, el 2 de octubre de 2016, en la Conferencia de


Birmingham, la primera ministra del Reino Unido, Theresa May, declaró que el Reino
Unido iniciaría formalmente el proceso de negociación de su retirada a más tardar a finales
de marzo de 2017. De esta forma, el 29 de marzo de 2017, el Reino Unido notificó
oficialmente al Consejo Europeo su intención de abandonar la UE.

Mediante un Consejo Europeo Extraordinario, el 29 de abril de 2017, los dirigentes de la


UE-27 se reunieron en la primera cumbre desde que el Reino Unido invocó oficialmente el
Artículo 50. En la citada cumbre, se adoptaron por unanimidad las orientaciones para las
próximas conversaciones sobre el Brexit, quedando definido el marco de las negociaciones
y las posiciones y principios globales de la UE.

El 19 de junio de 2017, Michel Barnier jefe de negociaciones de la Comisión Europea, y


David Davis, ministro del Reino Unido para la Salida de la Unión Europea, iniciaron la
primera ronda de negociaciones sobre el Brexit. Además de en la estructura de las
negociaciones y en cuestiones futuras, la apertura de las negociaciones se centró en:

• las cuestiones relacionadas con los derechos de los ciudadanos


• la liquidación financiera
• la frontera de Irlanda del Norte
• otros temas de la separación

Tras varias rondas de negociaciones, el 28 febrero de 2018, la Comisión Europea publicó


el proyecto de acuerdo de retirada entre la Unión Europea y el Reino Unido. El proyecto
de Acuerdo consta de seis partes y un Protocolo sobre Irlanda e Irlanda del Norte.

Las partes abarcan los siguientes ámbitos:


• disposiciones preliminares
• derechos de los ciudadanos
• otras cuestiones relativas a la separación, tales como los productos introducidos en
el mercado antes de la fecha de retirada
• disposiciones transitorias
• disposiciones financieras
• disposiciones institucionales

Sobre la base del proyecto de acuerdo, a principios de noviembre de 2018, el negociador


principal de la UE, Michel Barnier, entregó el texto de la propuesta de acuerdo sobre el
Brexit al presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, que propuso ultimar y formalizar
el acuerdo en una cumbre extraordinaria.

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La propuesta de acuerdo, por un lado, establece que el Reino Unido permanecerá en la


unión aduanera y acatará las normas que emanen de Bruselas si tras el Brexit y el período
transitorio de salida (que expira el 31 de diciembre de 2020) no se ha encontrado una
solución definitiva para Irlanda. Por otro, la UE acepta incorporar en el acuerdo de salida
ciertos elementos sobre la relación futura y ampliar una declaración política que siente las
bases sobre la negociación del futuro acuerdo comercial. Al respecto, la propuesta de
18
acuerdo prevé una única extensión de ese período transitorio que no podrá extenderse más
allá del 1 de enero de 2023.

El 25 de noviembre de 2018, tuvo lugar una Cumbre extraordinaria del Consejo Europeo
relativa a la aplicación del Art. 50 TUE donde se refrendan la propuesta de Acuerdo de
Retirada y se aprueban las Declaración Políticas sobre las relaciones futuras entre la UE y
el Reino Unido. La cumbre estuvo a punto de peligrar por el veto de España a la propuesta
de acuerdo, que levantó a última hora tras un pacto con Bruselas sobre el estatus de
Gibraltar mediante una declaración interpretativa relativa a la interpretación del artículo
184 del Acuerdo y mediante una declaración del Consejo Europeo sobre el ámbito de
aplicación territorial de los futuros acuerdos.

En diciembre de 2018, el acuerdo de retirada se debe someter al llamado voto significativo


del Parlamento británico. No obstante, el Acuerdo no recabo los apoyos necesarios, y se
produjo una renegociación del mismo dando lugar a un nueva propuesta de acuerdo en
marzo de 2019.

En marzo de 2019, el Acuerdo fue nuevamente rechazado por el Parlamento Británico y


comportó que Theresa May, primera ministra del Reino Unido, solicitara a Donald Tusk,
presidente del Consejo Europeo, una extensión del período del Artículo 50 hasta el 30 de
junio de 2019.

Ante la situación generada, el Consejo Europeo adoptó una decisión formalizando el


acuerdo político alcanzado el 21 de marzo de 2019 sobre la extensión del período bajo el
Artículo 50. De conformidad con los tratados, la decisión se tomó de acuerdo con el Reino
Unido en base a dos alternativas:

- En el caso de que el Parlamento Británico apruebe el Acuerdo de Retirada para el 29


de marzo de 2019 a más tardar, el período previsto en el artículo 50, apartado 3, del
TUE se prorroga hasta 22 de mayo de 2019.
- En el caso de que el Acuerdo de Retirada no sea aprobado por el Parlamento Británico
para el 29 de marzo de 2019 a más tardar, el período previsto en el artículo 50,
apartado 3, del TUE se prorroga hasta el 12 de abril de 2019.

Ante la situación de bloqueo en el Parlamento Británico, Theresa May, primera ministra


del Reino Unido, solicitó en abril de 2019 una nueva extensión del período del Artículo 50.
En este caso, Theresa May propuso la fecha del 30 de junio de 2019, y agregó que el
gobierno del Reino Unido continuaría preparándose para celebrar elecciones al Parlamento
Europeo en caso que el Reino Unido aún fuera miembro en el momento de las elecciones.

En la cumbre especial del 10 de abril, los líderes de la UE acordaron una extensión del
Artículo 50 hasta finales de octubre de 2019. Si ambas partes ratificaban el acuerdo de
retirada antes, el Reino Unido partirá el primer día del mes siguiente. La decisión fue
tomada de acuerdo con el Reino Unido. Ante la situación de bloqueo, la primera ministra

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del Reino Unido dimitió el 7 de junio de 2019, dando paso a un gobierno liderado por
Boris Johnson, ex-ministro de exteriores del Reino Unido.

En octubre de 2019, la Comisión Europea alcanzó un acuerdo a nivel negociador con el


Reino Unido sobre un Protocolo revisado sobre Irlanda/Irlanda del Norte y una
Declaración Política revisada sobre el marco de la futura UE Relación del Reino Unido.
19

No obstante, el Protocolo revisado no fue ratificado por el Reino Unido y, el Consejo


Europeo, en fecha 29 de octubre de 2019, acordó una ampliación del plazo de acuerdo con
el Reino Unido. La extensión es hasta el 31 de enero de 2020 para permitir más tiempo
para que se ratifique el Acuerdo de retirada. Al respecto, la ampliación establece que el
Reino Unido puede irse antes, el 1 de diciembre de 2019 o el 1 de enero de 2020, si el
Acuerdo es ratificado por ambas partes.

VI. EL DEBATE SOBRE EL FUTURO DE EUROPA

A raíz de la decisión del Reino Unido de retirarse de la Unión y de la acumulación


persistente de varias crisis – financiera, económica y social – pero también política, que
sacudieron la Unión Europea, situación que contribuyo a una subida subsecuente del
euroesceptismo en muchos estados miembros, se empezó a plantear una “crisis
existencial” de la construcción europea.

Ante tal reto, se vislumbró la necesidad de abrir un calendario de debates sobre


el futuro de Europa con la participación de las instituciones de la Unión con el objetivo
de disponer de propuestas precisas para el mandato 2019-2024.

- El Parlamento Europeo adoptó en febrero 2017 una serie de resoluciones sobre, en


particular, las reformas institucionales necesarias tanto en el ámbito del tratado de
Lisboa como fuera de él. A tal efecto, el Parlamento presentó también un plan
preciso de consolidación de la Unión Económica Europea.

- La Comisión Europea publicó por su parte en marzo de 2017 su “Libro blanco sobre
el futuro de Europa”, seguido de 5 documentos sobre las cuestiones sociales, la
globalización, la Unión Económica y Monetaria, la Defensa y las finanzas de la UE,
temas todos trascendentales para la Unión.

El Libro Blanco fue la contribución de la Comisión Europea a la Cumbre de Roma


del 25 de marzo de 2017, donde los dirigentes de la UE debatieron los logros de los
últimos 60 años y el futuro de la Unión Europea de 27 Estados. Analizando los
posibles retos, desde la globalización y el impacto de las nuevas tecnologías en la
sociedad y el empleo, a las preocupaciones en materia de seguridad y el auge del
populismo, el Libro Blanco presentó cinco escenarios de evolución de la Unión:

1. Seguir igual: La EU-27 se centra en cumplir su programa de reformas positivas.


2. Sólo el mercado único: La EU-27 se vuelve a centrar gradualmente en el
mercado único.
3. Los que desean hacer más, hacen más: La EU-27 permite a los Estados
miembros que lo deseen una mayor colaboración en ámbitos específicos.

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4. Hacer menos pero de forma más eficiente: La EU-27 se centra en aumentar y


acelerar los logros en determinados ámbitos, interviniendo menos en los demás.
5. Hacer mucho más conjuntamente: Los Estados miembros deciden hacer mucho
más conjuntamente en todos los ámbitos políticos.

- Estos documentos marcaron las bases de un debate que lideraron los propios países,
20
pero también la sociedad civil y la ciudadanía, que condujo al Consejo Europeo (sin
el Reino Unido) a la adopción en mayo de 2017 de la “Declaración de Roma” que
presenta los principales objetivos que debería alcanzar la Unión en los 10 próximos
años.

Ante tal perspectiva, se acordó antes de la elecciones del año 2019 organizar una serie
de "Debates sobre el Futuro de Europa" en las ciudades y regiones de la Unión Europea.
En ellos participaron los parlamentos nacionales, las autoridades locales y regionales y
la sociedad civil. La Comisión también contribuyo al mismo con una serie de
documentos temáticos de reflexión que ofrecían diferentes opciones para Europa.

Los debates se iniciaron a principios de 2018 con la participación de los jefes de Estado
o de Gobierno y a otras personalidades europeas destacadas a dar a conocer su visión en
un foro abierto democrático y abierto. En lo que respecta al Parlamento Europeo, este
proceso no tenía precedentes en la vida institucional del Parlamento y llegó en un
momento en el que todas las contribuciones e ideas eran valiosas para restaurar la
estabilidad y la claridad del proyecto europeo.

La conclusión de los debates se plasmó en la Resolución del Parlamento Europeo, de 13


de febrero de 2019, sobre la situación del debate sobre el futuro de Europa. En la cual se
reitera que, habida cuenta de la situación actual del proyecto de integración, la Unión
debe agotar todas las vías posibles para garantizar la plena aplicación del Tratado de
Lisboa; señala que la posterior revisión de los Tratados debería basarse en la
celebración de un Convención que garantice la inclusividad a través de su composición
de representantes y ofrezca una plataforma para la reflexión y la interacción con las
partes interesadas y los ciudadanos, con vistas a debatir y extraer conclusiones de las
diversas aportaciones al proceso de reflexión sobre el futuro de Europa.

Asimismo, se hace hincapié en que, una vez investidos el nuevo Parlamento y la nueva
Comisión 2019-2024, estos deben aprovechar la labor realizada en la anterior legislatura
y empezar a trabajar en las propuestas formuladas trabajando conjuntamente y mediante
una mayor y mejor integración y solidaridad entre Estados miembros, utilizando
plenamente las actuales disposiciones del Tratado de Lisboa y, posteriormente,
reformando los Tratados a fin de mejorar el proceso decisorio institucional y garantizar
el equilibrio adecuado de competencias.

CEI International Affairs / Escuela Diplomática de Barcelona - TEMARIO OPOSICIONES CARRERA DIPLOMÁTICA
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Grupo Segundo - tema 28
UNIÓN EUROPEA

BIBLIOGRAFÍA

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Comunitario Europeo, Ariel Derecho, 6ª edición, 2011

− Alonso García R., Sistema Jurídico de la Unión Europea, 4a ed., Civitas 21


Thomson Reuters, Navarra, 2014

− Beneyto Pérez, J. (dir.) José María Beneyto Pérez (coord.), Jerónimo Maillo
González-Orús (coord.), Belén Becerril Atienza (coord.):
- Tratado de Derecho y Políticas de la Unión Europea. Vol. I: Desarrollo
histórico y caracteres básicos de la Unión Europea. Naturaleza, valores,
principios y competencias, Aranzadi, 2009
- Tratado de Derecho y Políticas de la Unión Europea Vol. 3: Sistema
institucional y procedimientos decisorios. ISBN 978-84-9903-738-7
- Tratado de Derecho y Políticas de la Unión Europea Vol. 4: Las fuentes y
principios del derecho de la Unión Europea. ISBN 978-84-9903-016-6
- Tratado de Derecho y Políticas de la Unión Europea Vol. 5: Sistema
jurisdiccional de la UE. ISBN 978-84-9903-939-8

− Gutierrez Espada, C.; Cervell Hortal, M.J., Piernas López, J.J., La Unión
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Unión Europea, Tecnos, 8ª edición, Madrid, 2014.

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