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3º de Traballo Social │Curso 2021-221 │Materia Política Social Europea –Tema 1

POLÍTICA SOCIAL EUROPEA 2021-22

Tema 1 Bibliografía estudio

Bibliografía obligatoria:
1. Tema 1- La Unión Europea. Génesis y etapas de la construcción europea
(pdf)
1. LA UNIÓN
EUROPEA: Génesis y Lecturas complementarias:
etapas de la construcción
europea. 2. Brugmans: 'La idea europea 1920-1970' (pdf)
3. Discurso de Winston Churchill en la Universidad de Zurich, 1946 (pdf)
4. Discurso George Marshall, Universidad de Harvard ,1947 (pdf)

TEMA 1.- LA UNION EUROPEA. Génesis y etapas de la construcción europea

1. Introducción.
2. Génesis de la idea europea.
a) Pan-europa: su acción y sus argumentos
b) La iniciativa de Briand
c) 1947, año crucial
d) Hacia “el movimiento europeo”
3. Etapas de la construcción europea
a) Nacimiento de la Europa de los seis
b) “Dramatis personae”
c) Un salto a lo desconocido
d) La génesis del Tratado de Roma
e) Las ampliaciones
4. Breve cronología.
5. Referencias bibliográficas

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"Ya quisiera yo para América Latina una cosa como la Unión Europea"
José Mujica. Expresidente de Uruguay.

1. INTRODUCCIÓN

La Unión Europea (UE) es una entidad geopolítica que cubre gran parte del continente europeo.
Europa 1 es uno de los continentes que forman el supercontinente euroasiático, que de forma convencional
y por motivos históricos es considerada un continente. Alberga un gran número de Estados soberanos,
cuyo número exacto depende de la definición de la frontera de Europa, así como de la exclusión o
inclusión de Estados parcialmente reconocidos.

Europa es el cuarto continente más poblado después de Asia, África y América con una
población de 735.000.000, alrededor del 11% de la población mundial. Según proyección de
población de la ONU, la cuota de Europa se reducirá al 7% en 2050. Sin embargo, las
fronteras de Europa y la población son objeto de controversia, ya que el término continente
puede referirse a un bien cultural y político o a distinciones fisiográficas.

La historia de la Unión Europea, comparada con la de Europa, es muy corta, poco más de 50 años
frente a siglos de confrontaciones y alianzas.

La Unión Europea es una asociación económica y política única en el mundo, formada por 27
países europeosi. La Unión no es una simple organización internacional. Las organizaciones internacionales
de ámbito regional se caracterizan exclusivamente por el intergubernamentalismo: las decisiones se adoptan
por unanimidad y no existen instituciones autónomas responsables de velar por su cumplimiento efectivo o
de formular propuestas que vayan más allá de los objetivos iniciales. Por otra parte, éstos suelen ser
modestos y limitados a la liberalización de los intercambios comerciales y los movimientos de los distintos
factores productivos. La UE funciona con arreglo a criterios totalmente distintos, más propios del Estado.
Sin embargo, la UE no es un Estado, es decir, un ente político soberano dotado de la autoridad y
legitimidad necesarias para imponer sus decisiones sobre un territorio determinado y actuar en nombre de

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La Unión cuenta actualmente con 27 países miembros. El Reino Unido salió de la Unión Europea el 31 de enero de 2020.

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la comunidad nacional en el ámbito exterior.

La Unión no cumple con la mayor parte de los requisitos tradicionales de la soberanía. No ejerce el
monopolio de la violencia legítima ni tampoco dispone de una verdadera política exterior y de defensa y ni
siquiera de fronteras establecidas. No existe un “gobierno” en el sentido tradicional de la palabra, un centro
visible de autoridad política emanado del parlamento o directamente elegido por los ciudadanos, ni
tampoco partidos políticos europeos capaces de agregar y articular consensos.

Aunque dispone de un presupuesto, no fija ni recauda impuestos directamente de los ciudadanos y


las empresas, pero puede imponer sanciones. Sus poderes de control sobre la implementación de las
políticas son muy limitados. Más allá del reconocimiento de la libertad de circulación de las personas ligada
al mercado y de la participación de los ciudadanos en las elecciones europeas, falla el concepto de
comunidad política, basada en los derechos inherentes a una ciudadanía común.

Los redactores del tratado de Maastricht en 1992 dejaron bien sentado que la ciudadanía de la
Unión sólo podía completar, y no sustituir, la de los Estados miembros. Por lo demás, la UE no se
fundamenta en una Constitución formal, sino en un conjunto de tratados que combinan distintas –y
variables– dosis de supranacionalismo y de intergubernamentalismo.

No obstante, paradójicamente, la UE ha ido asumiendo muchas de las funciones típicas de los


Estados: administra un presupuesto; convoca elecciones; regula el mercado y la moneda; genera en mayor o
menor medida políticas de todo tipo; produce bienes y servicios públicos; desarrolla una política económica
exterior; interviene en los foros internacionales; coopera con el tercer Mundo, actúa como mediadora,
participa en misiones humanitarias y de paz, etc. Por otra parte, el derecho comunitario es superior
jerárquicamente y se impone por tanto al de los Estados miembros. Conviene recordarlo, puesto que se
trata de un elemento de crucial importancia sin el cual resulta imposible entender la institucionalización del
sistema (Díez-Picazo, 2009).

La UE se asemeja pues a un Estado sin serlo (Medina Ortega, 2013). En todo caso se trata de una
forma original de organización del poder político; un proceso en constante evolución hacia un destino
todavía incierto (Morata, 2000: 12-13).

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Pero antes de analizar el sistema político de la Unión Europea y para entender la evolución y
dimensiones de la política social europea y su agenda social es necesario volver la mirada a los inicios, al
porqué de la Unión Europea.

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2. GÉNESIS DE LA IDEA EUROPEA2

“Pero al mismo tiempo se ve que las naciones industriales no podrán contentarse ya con vivir como están acostumbradas a hacerlo, dando
una pequeña, o no tan pequeña, parte de sus riquezas a los subprivilegiados. Se hace demasiado grande el escándalo entre el lujo de unos y la miseria de
otros, y para impedir un conflicto mundial, no basta con que los ricos hagan ‘sacrificios’. Será necesario que reconsideren su modo de vida a la luz de
una solidaridad mundial y de un esfuerzo común, a nivel de ‘todo el globo’. Mientras que la única norma de la producción siga siendo la rentabilidad
inmediata, las posibilidades de venta, con la ayuda de la publicidad, seguirá siendo verdad alguna variante de las terribles palabras de Kipling: ‘El Sur
es el Sur y el Norte es el Norte, y nunca jamás se encontrarán los dos’”.

Henri Brugmans, “La idea europea, 1920-1970", p. 359.

Este texto escrito en los años 70 del siglo pasado por Henri Brugmans y que hoy sigue
manteniendo plena actualidad, nos va servir de base para conocer los antecedentes de la
Unión Europea. Brugmans fue uno de los líderes intelectuales del Movimiento Europeo y
cofundador y primer presidente de la Unión de Federalistas Europeos. Fue también el primer
Rector del Colegio de Europa y es entonces cuando recopila y elabora “La idea europea,
1920-1970", en 1970.

¿Qué ha aportado Brugmans a Europa? Para empezar, el libro que encabeza e


introduce la bibliografía de esta materia. Con él accedemos a un sin fin de respuestas
que nos planteamos estos días en que Europa es más actual que nunca. Pero lo más
importante es su concepción federalista de Europa, una Europa unida, pero sin intentar
alienar su diversidad. Esta es una idea que deja entrever en las páginas del libro. Para el
autor, “al examinar la idea europea, la examinamos como una respuesta, buena o mala, pero concreta en todo caso dada a
un problema concreto que tiene planteado nuestro continente: la división de Europa en Estados-naciones soberanos y el de los
nacionalismos que acarrea esta división”.

“Para encontrar una buena fórmula y construir la Europa unida, bien pensada, eficaz y democrática, es necesario el
federalismo”. En estas palabras queda bien clara la concepción federalista de Brugmans. No puede haber
unión bien hecha si no se asienta sobre el pilar histórico de la democracia. Democracia para todos los
Estados, para todas sus regiones, para los pueblos y sus gentes.

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a. “Pan-europa”: su acción y sus argumentos

La organización más espectacular en favor de Europa unida fue creada en 1923 en


Viena por el conde Richard Coudenhove-Kalergi: se trata del Movimiento "Pan-
Europeo". A partir de 1923, la Unión Paneuropea, creada y dirigida por el conde
Coudenhove-Kalergi, promovió en Viena por toda Europa una corriente de opinión cuyo
objetivo era asociar estados europeos en una unión que lograse alejar la amenaza de una segunda guerra
mundial.

El movimiento pan-europeo no llegó nunca a las masas. Los congresos pan-europeos reunieron a
un número impresionante de hombres de Estado, de políticos de todas las tendencias, de sabios y de
hombres de negocios, pero relativamente pocos “militantes de base”. Según Coudenhove-Kalergi, Europa
es heredera de un rico pasado y debe estar unida para sobrevivir, aunque preservando las particularidades
de todos sus pueblos, teniendo éstos a su vez el derecho incontestable de conservar dichas particularidades.
El rechazo a todo prejuicio nacionalista, la defensa de la libertad y la consolidación de la paz son, junto con
la reconciliación de Francia y Alemania, los pilares de la unidad europea.

"Europa como concepto político no existe. Esta parte del mundo engloba a pueblos y Estados que están instalados en el caos, en un
barril de pólvora de conflictos internacionales, y en un campo abonado de conflictos futuros. Esta es la Cuestión Europea: el odio mutuo de
los europeos que envenena la atmósfera. (....) La Cuestión Europea será resuelta sólo mediante la unión de los pueblos de Europa. (...) El
mayor obstáculo a la realización de los Estados Unidos de Europa son los mil años de rivalidad entre las dos naciones más populosas de Pan-
Europa: Alemania y Francia..."

Richard Coudenhove-Kalergi Pan-Europa, 1923

¿Cuáles eran los argumentos dados por Coudenhove-Kalergi? Europa seguía siendo aún el
principal centro del poder en el mundo, y un observador superficial podría preguntarse por qué esta
situación no podía durar. Sin embargo, estaban realizándose unas transformaciones fundamentales, visibles
para el ojo lúcido del pan-europeo, y Europa, dividida, no podía enfrentarse a ellas. La Rusia soviética se
encontraba provisionalmente fuera de la vida internacional. Pero Coudenhove-Kalergi no se equivocaba al
decir que la revolución comunista, lejos de haber creado la anarquía, constituía por el contrario, un ejemplo
impresionante de moderno “Empire building”. A pesar de las apariencias, al Este de Europa se constituía
en un poder gigantesco y amenazador. También era cierto que los Estados Unidos de América, tras haber

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Este apartado es una síntesis del libro de BRUGMANS, puede leerse en su versión completa en BRUGMANS, H.: La idea
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lanzado la Sociedad de Naciones, se negaban a adherirse a ella. Con el “status quo” de la división
nacionalista, Europa iba a decaer. Siempre estaría expuesta al doble peligro de dejarse “conquistar por la
Unión Soviética”, o “comprar por los Estados Unidos”. Europa debía ser consciente de la decadencia de la
hegemonía del globo: la “potencia” en adelante ya no sería Europa.

Además, los hombres de “Pan–Europa” estaban cada vez menos convencidos de que la Sociedad
de Naciones, basada sobre la soberanía nacional inviolable, pudiera garantizar realmente la paz amenazada
de Europa. En consecuencia: que en Europa debía hacerse la unión de pueblos, si se quería salvar al
mundo de una nueva guerra mundial.

¿Cuál debía ser la forma interna de una Europa unida? El movimiento siempre fue poco claro
en este punto. El fin era unir a toda Europa, menos las dos potencias mundiales que eran entonces: la
Unión Soviética, debido a que su carácter totalitario hacia imposible cualquier lazo federal con el Oeste; y el
Reino Unido, ya que la existencia del pasado colonial inglés hacía inoperante toda especulación sobre la
adhesión inglesa. La reconciliación franco-alemana era el centro de todas las preocupaciones de Pan-
Europa; el movimiento, creado durante la ocupación del Ruhr, afirmaba que el porvenir de Alemania, y de
rechazo el de Europa, dependía de Francia. La unión sólo se podía establecer en torno a esta
reconciliación.

En toda su propaganda, Coudenhove-Kalergi no olvidaba el argumento económico, lo absurdo de


las fronteras y de las pequeñas entidades nacionales en nuestra época, así como la necesidad de una unión
continental. En torno a tal solución, todos los partidos democráticos podían unirse. Los hombres de
derechas, al ver en Pan-Europa un nuevo principio de orden; la izquierda, porque el federalismo se
presentaba como la única solución posible de su ideal internacionalista. Con la ayuda de semejante arsenal
intelectual, Pan-Europa consiguió constituir un poderoso “grupo de presión” en la Europa de entonces,
pero aún había que buscar la ocasión propicia para aplicar esas doctrinas a la realidad. Y la ocasión se
presentó el 8 de septiembre de 1929, con el discurso de Aristide Briand, ministro francés de Asuntos
Exteriores, ante la Sociedad de Naciones, en el que se propuso establecer en Europa “un lazo federal entre
nuestros pueblos”.

Europea 1920-1970. Madrid, Moneda y Crédito, 1972.


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b. La iniciativa de Briand

Recogiendo este espíritu, el ministro de Asuntos Exteriores de Francia,


Aristide Briand, dirigió en 1930 a la Sociedad de Naciones (la antecesora de la ONU),
el célebre Memorándum que lleva su nombre. Un célebre periodista parisino de la época,
cuenta lo siguiente en palabras de Briand:

“Los 27 Estados europeos, unidos en los terrenos económico, aduanero, militar; ahí está la salvación”
(BRUGMANS, 1970: 69).

Desde hacía cinco años, sostenía la Sociedad de Naciones y proponía una reconciliación con
Alemania. El acercamiento, comenzado con el Tratado de Loncarno en 1925, fue obra suya y de su colega
alemán el Dr. Gustav Streseman. Pero ahora se trataba de ir más lejos. Gustav Streseman, ministro de
Exteriores alemán, en 1929, fue el primero en apoyar la proposición de Aristide Briand. Como conclusión
del debate en la Sociedad de Naciones, se pidió a Briand que elaborase un memorándum que sería
sometido oficialmente a los gobiernos interesados, para su comentario. El memorándum del 17 de mayo
recogía, desarrollándolas, las ideas expuestas seis meses antes, y pedía una respuesta, poniendo en un grave
aprieto a los veintisiete cancilleres europeos a los que iba dirigido. El Memorándum a pesar de toda su
prudencia, encontró muchas más reservas, por no decir hostilidades, que aprobaciones.

El Memorándum Briand fue acogido con más curiosidad que verdadero interés y una atención
muy mitigada, por unos gobiernos y una opinión pública muy ocupada, al enfrentarse con la tremenda
depresión económica que había empezado poco antes (1929). En 1931, un informe final sobre este tema
casi no llamó la atención. La proposición Briand había “caído”.

¿A qué se debía este fracaso? Hay que citar cinco causas principales. Primero, sus dos principales
defensores desaparecieron pronto de la política activa. En segundo lugar, y paradójicamente, el plan era
irrealizable debido a su falta de atrevimiento. Briand, frente a terribles oposiciones, incluso en sus círculos
más allegados, quiso eludir el problema de la soberanía nacional, pero el fondo de la cuestión estaba ahí, y
sus adversarios no se dejaron engañar. En tercer lugar, las respuestas de los otros países no todas fueron
favorables. Ya en 1924, Gran Bretaña, por miedo a comprometerse demasiado, no ratificó el protocolo de
Ginebra. Es interesante observar que en 1929 estaba dividida la opinión británica respecto a Europa. Pero,
desde el primer debate, el portavoz del Imperio Británico no dejó ninguna duda sobre la actitud inglesa:
primero impedir la realización del proyecto, y después, si por desgracia se hacía, no participar en él. Cuarta
razón del fracaso: el hecho de que el discurso de Briand coincidiera con el comienzo de la crisis económica
mundial. El hundimiento del Wall Street se comunicó muy pronto a Europa. Ello produjo en todos los
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países un pánico y un fenómeno que puede caracterizarse con el término de “proteccionismo social”; cada
cual quería proteger su propio mercado de trabajo. Por último, el nacionalismo, agravado por la crisis, no
tenía sólo carácter económico. En el transcurso de ese mismo mes de septiembre de 1930, el domingo 14,
cuando la Comisión europea de la Sociedad de Naciones acababa de votar su resolución, desprovista de
todo contenido, los electores alemanes votaron en masa por el Partido nacional-socialista, que bruscamente
apareció como una terrible fuerza de futuro. Después, bastaron dos años y medio para que el Führer llegue
a ser canciller del Reich (1933).

En esas circunstancias era imposible la unión europea. Coudenhove-kalergi abandonó el continente


en 1940 para ir a New York como profesor de la Universidad de Columbia. De sus entrevistas con
estudiantes y profesores nació la idea de lo que sería un día el Plan Marshall.

c. 1947, año crucial

A mediados del 1946 parecía que las principales cuestiones estaban en vías de solución por medio
de restauraciones nacionales. La idea europea y los programas de renovación que anteriormente habían
tenido una considerable audiencia parecían haber desaparecido de la escena política. Sin embargo, el año
1947 demostró que no era así. Al mundo occidental se le planteaban toda una serie de problemas, y las
soluciones dadas orientaban las mentalidades hacia fórmulas internaciones e incluso supranacionales, pero
europeas en todo caso.

El primer fenómeno que llamó la atención de la opinión pública fue la decadencia del Gran
Bretaña como potencia mundial, y esto en el mismo momento en que el país, después de la victoria, había
elegido un gobierno laborista, dispuesto a establecer un “welfare State”. En adelante, la Gran Bretaña
dejaría de ser la primera potencia del mundo como en los tiempos de la Reina Victoria, siendo sustituida
por los Estados Unidos. El 15 de agosto de 1947, el gabinete laborista decidió conceder la independencia a
la India Británica, que ahora iba a escindirse en dos repúblicas: India y Pakistán.

En el año 1947 tuvo lugar la primera realización diplomática de lo que parecía poder convertirse en
una aproximación anglo-francesa y una cooperación europea. En efecto, el 5 de marzo, se firma el Tratado
de Dunkerque un tratado de alianza y amistad entre Gran Bretaña y Francia. Oficialmente se trataba de
una asistencia mutua contra un eventual peligro alemán. En realidad, el alcance del acuerdo era mucho
mayor y muchos europeos creyeron que Londres se ponía a la cabeza de un inmenso movimiento europeo
de integración. Sin embargo, no todos los británicos consideraban así las cosas, pareciéndoles más urgente

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la solución de otros problemas. En cuanto a Francia, sus preocupaciones eran aún muy poco europeas.
Continuaba obsesionada por su miedo a Alemania. En esas condiciones, el Tratado de Dunkerque no
podía convertirse en un acontecimiento crucial. Pero sí implicaba el principio de una política nueva. Un
año después, la alianza franco-británica se amplió con la adhesión de los tres países del Benelux. Así nació
la “Europa de los Cinco”, y con ella una primera concentración política en nuestro continente. Recibió el
nombre de “Unión Occidental”. En 1949 será arrinconada por la OTAN y por el Consejo de Europa. Y es
también, en este mismo año, cuando en medio del desconcierto y el pesimismo, el secretario de Estado del
presidente Truman, General Marshall, propuso la concesión de una colosal ayuda económica a los Estados
europeos que estuvieran dispuestos a sustituir los comportamientos proteccionistas que los enfrentaban
entre sí, por una concertación y una cooperación controlada. Tal era la esencia del célebre Plan Marshall.
El General Marshall intervino con un discurso pronunciado en la Universidad de Harvard el 5 de junio de
1947.

Este discurso dio origen a un plan de ayuda de gran importancia (ver documento disponible en el
espacio virtual de la materia Discurso George Marshall, Universidad de Harvard, 1947.pdf). Se trataba de la
aplicación de la doctrina Truman (mediante la cual Estados Unidos suministraría ayuda militar y económica a
los países amenazados por la agresión y la subversión comunista) a la situación peculiar de Europa. Pero
contenía algo más que una promesa de nuevas generosidades. Subrayaba al mismo tiempo que los Estados
europeos sólo podrían beneficiarse del maná americano, estableciendo previamente un plan conjunto, un
plan de futuro.

Tras un profundo análisis, en junio de 1947 Marshall anunció que, si Europa diseñaba un programa
de reconstrucción a largo plazo basado en la mutua cooperación, Estados Unidos estaría dispuesto a
proporcionar los fondos necesarios. El Congreso estadounidense aprobó una ayuda de más de 13 mil
millones de dólares. El 70% se gastó en comprar bienes a Estados Unidos. Esto conduce a la fundación en
1948 de la Organización Europea para la Cooperación Económica (OECE) que fue el órgano encargado
de gastar el dinero.

Los gobiernos de Europa, bajo la presión saludable de los Estados Unidos, aprendieron, de buena
o de mala gana, a tomar el camino de la “Entente”. Solamente eso, ya que todavía no se trataba de
“integración” entre las economías nacionales, y menos aún de “supranacionalidad”. La mayor parte de la
ayuda se dirigió al Reino Unido, Francia, Italia y Alemania Occidental. A medida que crecían las tensiones
por la guerra fría en 1949, los fondos empezaron a destinarse más a los gastos militares que a la
reconstrucción industrial.

El Plan Marshall contribuyó poderosamente a sensibilizar a la opinión y a la práctica gubernamental


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hacia la idea europea, mientras que los movimientos federalistas nacientes encontraban en la política
americana un punto de aplicación no despreciable. La “utopía” de ayer podía tomar forma.

Así, a partir de 1947 tiene lugar también la formación de movimientos a favor de la unión europea.
La primera manifestación federalista después de la guerra tuvo lugar en Suiza, en Hertenstein en
septiembre de 1946. El núcleo de militantes que formaron la “Unión Europea de Federalista” (U.E.F.) en
diciembre de 1946 proyectaba la Unión Europea como una fuerza pacificadora entre los dos bloques. Si
bien, las diferencias de interpretación en su seno les llevó a su desaparición en 1956.

d. Hacia “el movimiento europeo”

El intento de unificar Europa bajo la bota hitleriana había dañado muy seriamente, a ojos de las
opiniones públicas nacionales, la idea de forjar su unidad, en que se inspirara quince años antes el
Memorámdum Briand. Por eso constituyó una sensacional sorpresa y un acto muy singular de coraje
político –difícil de imaginar, al cabo de casi medio siglo, por quienes no vivieron aquellos días ni respiraron
aquel ambiente– el discurso que pronunció en la Universidad de Zurich Wiston Churchill el 19 de
septiembre de 1946, menos de año y medio después de la capitulación de Alemania (ver documento en
disponible en el espacio virtual de la materia).

"Entre los vendedores solamente se oye una Babel de voces. Entre los vencidos no encontramos silencio y desesperación
[...] Existe un remedio [...] consistente en reconstruir la familia europea [...] Debemos crear una especie de Estados Unidos de
Europa [...] El primer paso que debemos dar es constituir un Consejo de Europa. Si, al principio, no todos los Estados
europeos quieren o pueden adherirse a la Unión, corresponderá unir, cuando menos, a los que los deseen y sean capaces de
hacerlo. [...] Para realizar esta tarea urgente, Francia y Alemania deben reconciliarse"

Así, Churchill se atrevía a proclamar –a sabiendas de la inmensa repercusión que iban a tener sus
palabras– lo que, durante la guerra y los meses siguientes, sólo en círculos muy reducidos y en
publicaciones de corta difusión habían venido diciendo unos pocos militantes. Unos meses después del
discurso, Churchill fundó en Londres su “United Europe Committee” orientado hacia la derecha lo que
complicó sus relaciones con la UEF, cuya orientación era más bien de izquierdas. En la misma época
acababa de fundarse un tercer organismo: “la Liga Independiente de Cooperación Europea”, fundada por
un antiguo ex ministro belga con posiciones políticas más próximas a Churchill que a la UEF. A su vez el
conde Coudehove-Kalergi había regresado a Europa en 1947.

Con todos estos movimientos europeos se hacia necesaria una coordinación, ya que los diferentes
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grupos divergían en cuanto a sus doctrinas, sus métodos y sus aspiraciones. De ello resultó, a finales de
1947, la creación en París, de un “Comité de Coordinación de los Movimientos en favor de la Europa
Unida”, que en 1948 se cambia de nombre a “Movimiento Europeo”.

Había llegado el momento de organizar una gran manifestación pública que sobrepasara en
amplitud a las habituales reuniones de propaganda y que demostrara que se constituía una verdadera
corriente de opinión a favor de la Europa Unida. Reunidas en el Congreso de la Haya en 1948,
destacadas figuras políticas en numerosos países de Europa pusieron las bases del Movimiento Europeo
que encauzó una corriente de opinión pluripartidista mucho más nutrida y fuerte que la Unión Paneuropea
de Coudenhove-Kalergi antes de la guerra. La participación era impresionante: 800 personas pertenecientes
a casi la totalidad de los países europeos libres, y representando a todos los sectores de la opinión pública,
de la vida social, de la vida cultural, intelectual y artística. Destacó la nutrida representación alemana. Por el
contrario, fue deplorada la cuasi-ausencia del partido laborista británico. También participaron como
observadores un pequeño grupo de americanos.

Finalmente, fue leída una declaración solemne (BRUGMANS, 375) por su autor Denis de
Rougemont.
“En esta unión Europa se juega su destino y el de la paz del mundo. Quede, pues, claro para todos que nosotros, europeos, reunidos para
dar una voz a todos los pueblos de este continente, declaramos solemnemente nuestra común voluntad en los cinco artículos siguientes, que resumen las
resoluciones adoptadas por nuestro Congreso:
1. Queremos una Europa unida…
2. Queremos una Carta de los derechos del hombre…
3. Queremos un Tribunal de Justicia…
4. Queremos una Asamblea Europea…
5. Y aceptamos de buena fe el compromiso de apoyar con todas nuestras fuerzas, en nuestros hogares y en público, en nuestros partidos, en
nuestras iglesias, en nuestros ambientes profesionales y sindicales, a los hombres y a los gobiernos que trabajan en esta obra de salvación pública,
suprema posibilidad de la paz y prueba de un gran porvenir para esta generación y las venideras"
Mensaje a los europeos, Denis de Rougemont, Congreso de la Haya 1948 (Anexo BRUGMANS, 375).

A pesar de las dificultades, de las mutuas desconfianzas y las controversias entre los organizadores,
la sesión final acabó con un entusiasmo unánime.

El 5 de mayo de 1949, exactamente doce meses después del Congreso de la Haya, se creó una
nueva institución, según los deseos del Movimiento Europeo. La firma del Tratado de Londres, diez
gobiernos (los del Reino Unido, Francia, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Dinamarca, Irlanda, Italia, Suecia
y Noruega) instituían el Consejo de Europa y fijaban su sede en la ciudad propuesta por Wiston Churchill
tres años antes: Estrasburgo (Francia), que de simbolizar la discordia entre franceses y alemanes debía pasar
a ser símbolo de su reconciliación.

Las esperanzas despertadas en la primera sesión de la Asamblea no se realizaron en modo alguno.


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Primero, en lo que se refiere al mismo Consejo, se vio muy pronto que el verdadero poder continuaba
residiendo en los gobiernos nacionales. De esta manera, aunque el Consejo de Europa continuó siendo un
símbolo popular durante largo tiempo, desde entonces se vio que este primer organismo político de unión
europea sería paralizado.

En definitiva, se habían puesto de manifiesto las dos tendencias existentes sobre el concepto de
Europa: tesis Unionista , pretendía la unión de Europa sobre las bases de la cooperación en ciertos
campos, sin necesidad de pérdida alguna de soberanía y la tesis Federalista , intentaba lograr una
federación de Estados Europeos al estilo de EE.UU., implicaba una pérdida de soberanía. Frente a estos
dos modelos, surge la idea de la Unión Europea sin llegar a constituirse en federación, los Estados
renuncian a parte de su soberanía para cederla a una instancia supranacional (concepto de
supranacionalidad).

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3. ETAPAS DE LA CONSTRUCCIÓN EUROPEA

a. Nacimiento de la Europa de los seis

El problema de la Unión Europea estaba ya planteado oficialmente a partir de 1947. Dos años más
tarde, tras el efímero éxito del Consejo de Europa y la vuelta a las soluciones nacionales, la crisis quedaba
abierta. Si bien era cierto que el Plan Marshall empezaba a dar sus frutos y que el renacimiento industrial
del Occidente europeo se ponía en marcha, la postura a adoptar con Alemania seguía siendo el gran punto
de interrogación. Pero fue precisamente alrededor del dilema alemán como se construyó la pequeña
Europa en 1950. Las potencias anglosajonas aceptaron con relativa rapidez la reconstitución de un Estado
alemán en el Oeste, puesto que al otro lado del telón de acero se extendía una zona soviética cada vez más
bolchevizada. Sólo los franceses se encerraron en una actitud defensiva y negativa en un principio, pero a
comienzo de 1950, los franceses que miraban aún a Alemania como el enemigo vencido eran o bien
comunistas, o bien nacionalistas retrasados, que se agotaban en una batalla de retaguardia perdida de
antemano (Brugmans, 154).

El problema consistía en evitar que Alemania pudiera perjudicar en el futuro, pero haciéndolo de
una manera tal que ella lo pudiera aceptar honorablemente y que no se opusiera al estatuto de igualdad que
conquistaba cada día con mayor fuerza en el mundo occidental. Por esta razón no es de extrañar que la
palabra “supranacional” que hasta entonces había sido patrimonio exclusivo de los movimientos
federalistas, entrara en ese momento en el vocabulario político oficial. Además, se empezó a comprender
que no servía de nada hablar de Europa Unida si no se permitía crear ese mínimo poder de decisión, cuya
falta había paralizado al Consejo de Europa. Por primera vez el futuro europeo se encontraba ante la
necesidad de un nuevo impulso. Por último, una tercera consideración se imponía en el ánimo de los
hombres de Estado en este año 1950: no sólo había que volver a la idea de Europa bajo nuevas
modalidades, no sólo había que dar una solución audaz al problema alemán, sino que además había que
proyectar la estructura económica del continente. Había que pensar en la creación de una Alta Autoridad
supranacional, capaz de definir y aplicar una planificación europea, de acuerdo con los gobiernos
interesados y bajo control de una verdadera Asamblea Parlamentaria Europea. Las mentalidades iban
cambiando en medio de la inquietud y la angustia.

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b. “Dramatis personae”

Hubo dos hombres, sobre todo, que trabajaron


en esta línea. Dos franceses —Jean Monnet, un
funcionario público (entonces alto comisario del Plan en
Francia), y Robert Schuman (nacido en Luxemburgo),
ministro de Asuntos Exteriores— creían que Francia y
Alemania podrían dejar de lado su viejo antagonismo si
existían incentivos económicos para la cooperación.

Si Jean Monnet elaboró un proyecto, embrionario, pero ya de naturaleza técnica, Robert Schuman
tuvo el mérito de adoptarlo políticamente y hacerlo “cosa suya”, colocando a Francia a la cabeza de
Europa. Pero Schuman no era el único hombre de Estado que pensaba de este modo. En primer lugar,
estaba ligado por excelentes relaciones personales con su colega luxemburgués Joseph Bech, que fue su
condiscípulo en el liceo de su ciudad natal. Y al otro lado del Rin también encontró un interlocutor: el
doctor Adenauer que, como jefe de gobierno, negociaba duramente con los aliados en Petersberg, sin
perder nunca su objetivo a largo plazo: integrar a la RFA en un sistema europeo. Y el primer ministro
italiano, Alcide de Gasperi que también se adhiere al federalismo europeo. Era un “frontalier”, un hombre
fronterizo y un hombre de centro izquierda, por las mismas razones que Schuman y mucho más, que el
renano Adenauer. Para él, como para Adenauer y Schuman, con quien muy pronto le ligaría una sólida
amistad, había un deber por encima de los demás; el de pacificar definitivamente Europa. Estos hombres
fueron determinantes en la idea europea. Se aproximaron entre sí, no sólo por su pertenencia al partido
demócrata-cristiano y por su común horror a la demagogia extremista, sino también por manejar el alemán
como lengua propia, materna o casi materna.

c. Un salto a lo desconocido

Así, el 9 de mayo de 1950 tiene lugar la Declaración Schuman: el ministro de Asuntos Exteriores
francés, Robert Schuman, propuso la creación de una autoridad común para regular la industria del carbón
y del acero en Alemania Occidental y en Francia; la oferta se extendía también a otros países de Europa
occidental. La conferencia de prensa del 9 de mayo de 1950, (cuyo texto se encontrará en el anexo de
Brugmans, 376), evitó toda grandilocuencia. Schuman leyó una declaración con voz poco impresionante,
con titubeos, lapsus, un poco como pronunció el general Marshall su discurso en Harvard. Pero cuando un
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periodista, que había captado la importancia del asunto y estaba preocupado por ello, le preguntó si no se
trataba de una imprudencia insigne, de un “salto a lo desconocido”, el ministro le miró por encima de sus
gafas con una serenidad llena de humor y respondió: “exactamente, un salto a lo desconocido”. Acababa de
ocurrir lo irreversible (Brugmans, 165). La “bomba” del 9 de mayo tuvo resonancia internacional.

“Europa no se hará de un golpe, ni en una


construcción de conjunto: se hará por realizaciones
concretas, creando ante todo una solidaridad de hecho. La
unión de las naciones europeas exige que la secular
oposición entre Alemania y Francia se elimine: la acción
emprendida debe alcanzar en primer lugar a Francia y a
Alemania (…) Colocar el conjunto de la producción franco-
alemana del carbón y del acero bajo una Alta Autoridad
Común, en una organización abierta a los demás países de
Europa (…) La solidaridad de producción que se
establecerá de este modo, manifestará que toda guerra entre
Francia y Alemania se convierte no sólo en algo impensable,
sino además materialmente imposible”.

Robert Schuman, 9 de mayo 1950

Esta Declaración es la base de la construcción europea que hoy conocemos y su aniversario se


celebra como el Día de Europa en toda la Unión Europea. Detrás de esta propuesta, de apariencia
meramente económica, había una voluntad política tanto más difícil de disimular cuanto que se trataba del
control de dos productos básicos cuya importancia en tiempo de paz se acentúa aún más en tiempo de
guerra. El paso siguiente era hacer que una comisión especializada examinara las implicaciones técnicas del
plan. Estaba muy claro que el presidente de esta comisión técnica sería Jean Monnet. Muy pronto se
pudieron entablar negociaciones oficiales. Estas agrupaban no sólo a los franceses y alemanes, a los que
Schuman se había dirigido de manera especial, sino también a los italianos y a los países del Benelux.

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Además de Francia y de la entonces


recién nacida República Federal de Alemania,
solamente otros cuatro Estados -Italia, Bélgica,
Holanda y Luxemburgo- firmaron en 1951, el
Tratado de París y se creó la Comunidad
Económica del Carbón y del Acero (CECA)
en 1952. Este documento estaba inspirado en
una filosofía supranacional. En consecuencia, el
organismo central de la CECA iba a ser, no un
comité de ministros, como era el caso en el Consejo de Europa, sino una Alta Autoridad, responsable ante
un Parlamento Europeo y operando en un cuadro jurídico controlado por un Tribunal de Justicia.

En realidad, la evolución de la situación iba a demostrar pronto que la mayoría de los políticos
nacionales no estaban preparados para una concepción tan atrevida. Pero en 1950 la supranacionalidad y la
creación de una soberanía europea aparecieron como las piedras clave del edificio europeo, como la
condición previa para una solución al problema alemán.

El Gobierno británico vaciló y, tras una aprobación de principio hizo contraproposiciones que
reducían considerablemente la esfera de las competencias de las autoridades comunes y que no fueron
aceptadas. Así, rechazó el carácter supranacional de la CECA y optó por no unirse a esta organización. Así
como el plan Marshall consagró la división con el Este europeo –división que hubiera llegado de todas
maneras, pero la oferta americana y la negativa de Moscú fueron la ocasión del hecho consumado– el plan
Schuman consagró el nacimiento de los “Seis” y la separación, provisional sin duda, del Reino Unido. La
suerte estaba echada. Sólo los partidarios del proyecto de Carbón y del Acero iban a lanzarse hacia delante
y negociaban ya el plan Pleven. El Consejo de Europa debería buscar otras justificaciones de su existencia.
Ya no podía convertirse en un núcleo federal europeo.

Así, nació con seis estados miembros, la Europa comunitaria, llamada (a sus comienzos, con cierta
sorna) "pequeña Europa" hasta que, más de veinte años después, empezaron a ensancharse sus fronteras al
aumentar el número de sus Estados miembros.

d. La génesis del Tratado de Roma

El año 1950 significó de nuevo un giro en la historia europea. Vio nacer no sólo el proyecto de la
CECA, sino también un segundo proyecto “supranacional”. Unas semanas después de la conferencia de

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prensa de Robert Schuman, la guerra de Corea resucitó el problema militar bajo una forma dramática y dio
lugar al nacimiento del Plan Pleven que pronto se convertiría en el tratado de una Comunidad Europea
de Defensa. El Plan Pleven se presenta el 24 de octubre de 1950 e incluye la propuesta de creación de un
ejército europeo. Los Estados Unidos, que soportaban la inmensa mayoría del coste económico y humano
del funcionamiento del aparato militar occidental, presionaban para que la República Federal Alemana, a la
que se le había prohibido tener ejército propio y que tampoco deseaba tenerlo, se sumase al esfuerzo que
realizaban ya los países europeos aliados de los Estados Unidos y contribuyera a ayudarles con una parte de
dinero y de los hombres que tan eficazmente estaban consagrándose a reconstruir y consolidar la economía
de su país. Esta idea no fue bien acogida: sugerir en aquellos momentos la restauración de un ejército
alemán, a tantos europeos que tenían fresquísimos los recuerdos de la ocupación de sus países por las
tropas de Hitler, era algo así como mentarles la bicha. En vista de todo ello, el gobierno francés propuso
que, en lugar de crear un ejército propio la República federal de Alemania formase parte de una
Comunidad Europea de Defensa (CED), en cuyo ejército las fuerzas alemanas se integrarían con las de los
demás Estados miembros, bajo un mando y un Estado mayor únicos, de modo que no habría un ejército
alemán independiente. Pero en 1954 el tratado de creación de la CED fue rechazado por la Asamblea
Nacional Francesa. El motivo es la negativa a ceder competencias sustanciales a las autoridades supranacionales
de la Unión. Francia, que era una pieza esencial, de la cual no se podía prescindir, ponía a la integración
unos límites más estrechos que los previstos. Así se mostraba de acuerdo con "supranacionalizar" el carbón
y el acero; pero no el ejército, ni la política exterior. Por tanto, no quedaba más salida que rectificar el
rumbo y apartarse del camino directo. Por eso los gobiernos de la "pequeña Europa", estimulados por el
buen funcionamiento de la CECA. Y entendiendo que sus países saldrían ganando si avanzaban por el
camino de la integración, decidieron que este camino, en vez de ir derecho por el terreno de la política,
pasase -dando un rodeo- por el de la economía.

El camino de la construcción europea debía seguir, pues, por la senda emprendida consistente en
hacer realizaciones concretas en materia de unión económica. En esta línea se convoca la Conferencia de
Mesina en junio de 1955, en la que se decide que la integración que ahora está relegada al carbón y al acero
se amplíe a toda la economía. Así pues, se asientan las bases de la CEE o Mercado Común extendido a
todos los productos, los bienes y los servicios de las naciones miembros y libre de cualquier derecho de
aduanas y de cualquier restricción cuantitativa a la importación. Se considera que este “mercado común”
debía ser implantado en etapas sucesivas. Y obrando en consecuencia, negociaron los tratados que
instituían la Comunidad Económica Europea (CEE) y la Comunidad Europea de la Energía
Atómica (CEEA), firmados en Roma el 25 de marzo de 1957 y comúnmente conocidos como tratados del
Mercado Común y Euratom. Esta última resultó tener poca importancia ya que cada gobierno nacional
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mantuvo el control sobre su programa de energía nuclear. En la práctica, lo que se creó básicamente fue
una unión aduanera, conocida popularmente como el “Mercado Común” (libre circulación de bienes). El
libre movimiento de personas, capitales y servicios siguió sufriendo importantes limitaciones. Las dos
nuevas Comunidades fueron dotadas de unas instituciones paralelas a las de la CECA. Desde que fracasó el
proyecto de la CED hasta que comenzó a discutirse la ratificación del tratado de Maastricht, la cuestión de
la unificación europea se ha planteado casi siempre a la opinión pública en el campo de la economía y en
términos económicos, con solo raras menciones –en general, alusiones no siempre claras– de su alcance
político, mucho más fácil de callar que de negar. A consecuencia de ello, la inmensa mayoría de los
ciudadanos permanecía insensible a la trascendencia política del empeño.

En términos económicos, el Tratado de la CEE estableció un plazo de doce años, para la


eliminación de las barreras comerciales entre los miembros, la implantación de un arancel común para las
importaciones del resto del mundo y la creación de una política agrícola conjunta. Políticamente, el tratado
otorgó a los gobiernos nacionales un papel mayor que el del Tratado de la CECA, aunque también
determinó que la CEE fuera más supranacional conforme progresaba la integración económica.

El Tratado de Roma significó el triunfo de las tesis


funcionalistas representadas esencialmente por Jean Monnet. Ante la
imposibilidad de acceder de manera inmediata a una unión política
(fracaso de la CED), proceso de integración que vaya afectando poco a
poco a diversos sectores económicos y que vaya creando instituciones
supranacionales en las que los Estados paulatinamente vayan cediendo
competencias económicas, administrativas y, en último caso, políticas
(objetivo a largo plazo).

Las características económicas básicas del Tratado de la CEE se fueron cumpliendo gradualmente y
las tres comunidades (la CEE, la CECA y el Euratom) se unieron en julio de 1967 en la Comunidad
Europea.

e. Las ampliaciones

En enero 1972, casi después de dos años de negociaciones, se firmaron los tratados para la
adhesión de los cuatro países aspirantes el 1 de enero 1973. Gran Bretaña, Irlanda y Dinamarca se
adhirieron como estaba previsto (tras la realización exitosa de un referéndum (Irlanda y Dinamarca) y tras
la ratificación por los Parlamentos (Reino Unido, Irlanda y Dinamarca); sin embargo, en un referéndum los

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noruegos votaron en contra del ingreso, referéndum en el cual el 53% de la población noruega se
pronunció en contra del ingreso de su país en la CE. Con la vuelta a la democracia Grecia presento su
solicitud de adhesión en 1975, ingresando en la CE en 1981. Y, tras ocho años de negociaciones, en 1986,
se adhirieron España y Portugal. Para España significaba la satisfacción de un anhelado deseo, aunque el
aislamiento de España respecto de Europa se había podido superar ya en gran medida desde la muerte de
Franco. Más tarde, y tras el hundimiento de sus regímenes en 1989, se incorporan muchos antiguos países
comunistas de Europa Central y Oriental en dos oleadas, entre 2004 y 2007. Con la adhesión de Croacia en
2013, la UE pasa a tener veintiocho Estados miembros. La Unión cuenta actualmente con 27 países
miembros tras la salida del Reino Unido el 31 de enero de 2020.

La Unión Europea hoy tiene 27 Estados miembros y 24 lenguas oficiales: alemán, búlgaro, checo,
croata, danés, eslovaco, esloveno, español, estonio, finés, francés, griego, húngaro, inglés, irlandés, italiano,
letón, lituano, maltés, neerlandés, polaco, portugués, rumano y sueco.

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4. BREVE CRONOLOGÍA DEL PROCESO DE INTEGRACIÓN EUROPEA

AÑO SUCESO

1951. El 18 de julio se firma el Tratado de París, constitutivo de la Comunidad Europea del Carbón y
del Acero (CECA), que entraría en vigor el 24 de julio de 1952. Supone la primera apertura de un mercado
común del carbón y del acero entre seis Estados europeos (Bélgica, República Federal de Alemania,
Francia, Italia, Luxemburgo y Países Bajos).

1957. El 25 de marzo se firman los Tratados de Roma constitutivos de la Comunidad Económica


Europea (CEE) y la Comunidad Europea de la Energía Atómica (Euratom). Los países firmantes son los
mismos que seis años antes constituyeron la CECA. Estos Tratados entran en vigor el 1 de enero de 1958.
El nacimiento de la CEE supuso básicamente la creación de mercado común que abarcaba una extensa
variedad de bienes y servicios.

1965. Tratado de Bruselas (también denominado Tratado de Fusión del poder ejecutivo). Crea una
única Comisión y un único Consejo de Ministros de las Comunidades Europeas.

1968. El 1 de julio se eliminan los derechos de aduana industriales entre los seis Estados miembros.

1973. Ingresan en la CEE: Dinamarca, Irlanda y Reino Unido.

1974. Nace el Consejo Europeo.

1975. Creación del Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER). Nace la Política Regional
Comunitaria con los objetivos de ayudar económicamente a las regiones menos desarrolladas o envueltas

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en situaciones de crisis y fomentar la convergencia económica entre las distintas regiones europeas.

1979. Primeras elecciones democráticas al Parlamento Europeo.

1981. Adhesión de Grecia.

1985. Jacques Delors es elegido Presidente de la Comisión. Permaneció en el cargo durante diez años.
Existe un pensamiento generalizado que lo califica como el mejor Presidente de la Comisión, hasta la
fecha. Fue uno de los artífices del Tratado de la Unión Europea y uno de los mayores impulsores del
proceso de integración.

1986. Entrada de España y Portugal. Firma del Acta Única Europea que entra en vigor el 1 de julio de
1987. Impulso del gran mercado interior y del carácter político de la Comunidad.

1991. Los días 9 y 10 de diciembre se celebra la cumbre de Maastricht; sin duda, una de las más
trascendentales de todas las celebradas hasta ahora. Se firma el Tratado que crea la Unión Europea. Entra
en vigor el 1 de noviembre de 1993. Se establece la ciudadanía europea, se crean nuevas políticas comunes
y disposiciones sobre seguridad interior, y se fija una Unión Monetaria para 1999. Nace el Comité de las
Regiones. Se reforma el artículo 146 TCE para posibilitar la presencia de ministros regionales en las
reuniones del Consejo.

1995. Ingreso de Austria, Finlandia y Suecia.

1997. Tratado de Ámsterdam. Amplía las competencias de la Unión. En vigor el 1 de mayo de 1999.

2000. Se aprueba la Estrategia de Lisboa con el fin de adaptar la economía europea a las nuevas
condiciones de la economía mundial.

2001. Tratado de Niza. Se modifica la asignación de votos en el Consejo y de escaños en el Parlamento


con vistas a la gran ampliación con países del centro y del este de Europa. Se reforma y potencia la
votación por mayoría cualificada. Entró en vigor el 1 de febrero de 2003.

2002. El 1 de enero entra en circulación el euro en 12 Estados miembros.

2003. Finaliza su trabajo la Convención Europea encargada de redactar el Proyecto de Tratado


Constitucional para Europa.

2004. El 1 de mayo ingresan en la UE: Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, Hungría, República Checa,
Eslovaquia, Eslovenia, Chipre y Malta.

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2005. Rechazo de los referendos francés y holandés al Tratado Constitucional.

2007. Adhesión de Bulgaria y Rumanía.

2009. El 1 de diciembre entra finalmente en vigor el Tratado de Lisboa. Se realizan importantes cambios
institucionales: modificaciones en la toma de decisiones, nuevas reglas de mayorías, creación de cargos de
responsabilidad (Presidente del Consejo Europeo, Alto Representante de la Unión para Asuntos
Exteriores y Política de Seguridad).

2013. El 1 de julio Croacia se incorpora a la UE, que pasa a tener así 28 Estados miembros.

2016. El 23 de junio se celebró un referéndum en el Reino Unido en el que los ciudadanos votaron a
favor de abandonar la Unión Europea (UE).

2017. El 29 de marzo, el Reino Unido comunicó oficialmente al Consejo Europeo su intención de


abandonar la UE mediante la activación del artículo 50 del Tratado de Lisboa.

2020. El Reino Unido salió de la Unión Europea el 31 de enero de 2020. La Unión cuenta actualmente
con 27 países miembros.

Bibliografía:

Brugmans, H. (1972). La idea Europea 1920-1970. Madrid, Moneda y Crédito.

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Díez-Picazo, L. M. (2009). La naturaleza de la Unión europea. Madrid, Civitas.

López, J. M. V. & Valle, J. M. (2006). La Unión Europea y su política educativa (Vol. 2). Madrid, Ministerio de
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Medina Ortega, M. (2013). La Unión Europea como organización política. Revista Teoría y realidad constitucional (32), p.
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El 23 de junio de 2016 se celebró un referéndum en el Reino Unido en el que los ciudadanos votaron a favor de abandonar
la Unión Europea (UE). El 29 de marzo de 2017, el Reino Unido comunicó oficialmente al Consejo Europeo su intención de
abandonar la UE mediante la activación del artículo 50 del Tratado de Lisboa. El Reino Unido salió de la Unión Europea el
31 de enero de 2020.

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