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El problema mente-cuerpo y la imposibilidad de un lenguaje privado en la filosofía de

Wittgenstein1

Introducción

A partir de los años treinta Wittgenstein se ocupa del tratamiento de los problemas
conceptuales que rodean el lenguaje psicológico con la intención de aclarar la enredada
gramática de dichas expresiones. Con base en este supuesto, quisiera partir de la tesis de
que los problemas filosóficos sobre lo mental son problemas conceptuales2 para luego
mostrar que un análisis y aclaración conceptual de las expresiones relacionadas con el
problema mente-cuerpo pueden ser solucionadas apelando al argumento del lenguaje
privado propuesto por el Wittgenstein de las Investigaciones Filosóficas.

Wittgenstein no se propone construir una nueva teoría psicológica. Su intención es aclarar


los malentendidos que surgen en el uso de estos términos, pues como dice Gilbert Ryle, si
bien sabemos usar de manera adecuada las expresiones psicológicas, solemos caer en
confusiones al intentar teorizar sobre ellas. Para él, el uso mismo de los verbos
psicológicos es confuso por lo que es difícil obtener una visión sintética de su uso.

Los problemas filosóficos no son verdaderos problemas pues no tienen solución. Estos
problemas son más bien problemas conceptuales que surgen en nuestra deficiente
comprensión de los distintos usos de las expresiones lingüísticas. Así, los problemas sobre
la “gramática” del lenguaje se originan por un lado, al querer encontrar reglas y
definiciones estrictas que dirijan el uso de las expresiones; por otro, debido a una mala
comprensión de palabras que tienen funciones desacostumbradas; y finalmente, de malas

1
Quisiera aclarar previamente que el presente trabajo se ciñe básicamente a los aportes hechos por Carlos
Rodríguez Sutil, Carlos Muñoz Rodríguez y Jaime Ramos Arenas en aras de una mejor comprensión y defensa
de la filosofía wittgensteinian. El título de los artículos se referencian respectivamente en las diferentes citas
y al final de documento.
2
Cfr. o véase, RAMOS, A. Jaime. Confusiones gramaticales acerca de lo menta. En: BOTERO, J. José et al. El
pensamiento de L. Wittgenstein. Bogotá, D.C.: Universidad Nacional de Colombia. 2001. p. 201-220
analogías entre usos de palabras supuestamente semejantes en disímiles juegos del
lenguaje.

Con respecto a la filosofía de la psicología, Wittgenstein considera que los problemas


filosóficos sobre la mente son confusiones conceptuales. Así, la relación mete-cuerpo es
un problema que se resuelve aclarando las confusiones en las que se cae con respecto a
los conceptos de lo mental; lo que se debe realizar son descripciones del uso de las
expresiones con el fin de obtener una visión clara del uso de las palabras, evidenciando las
conexiones entre dichos usos, y no con investigaciones empíricas sobre el funcionamiento
del cerebro o experimentos psicológicos.

Al sacar las expresiones del uso habitual tratando de captar la esencia del significado de
las expresiones solemos perder el camino al abordar los problemas filosóficos. (Para el
caso los concernientes a los conceptos mentales, v.g. “pensar”) Wittgenstein nos dice:

(116) Cuando los filósofos usan una palabra –“conocimiento”, “ser”, “objeto”, “yo”,
“proposición”, “nombre”- y tratan de captar la esencia de la cosa, siempre se ha de
preguntar: ¿Se usa efectivamente esta palabra de este modo en el lenguaje que tiene su
tierra natal?-
Nosotros reconducimos las palabras de su empleo metafísico a su empleo cotidiano3.

Se suele tropezar en estas confusiones al querer atrapar la esencia de los conceptos, sin
embargo Wittgenstein nos recuerda que tal labor es quimérica pues estos conceptos no
corresponden a definiciones precisas en la medida que los conceptos poseen límites
borrosos. Según él, los conceptos tienen una serie indefinida de propósitos, no cerrados,
ni rígidos que tienen diferentes funciones dependiendo de su uso en un determinado
contexto.

Antes de desarrollar el modo como Wittgenstein propone disolver el problema conceptual


mente-cuerpo, quisiera desarrollar un sucinto rastreo histórico hasta la formulación
gruesa del problema hecha por Descartes.

3
WITTGENSTEIN, Ludwig. Investigaciones Filosóficas. Trad. A. García Suárez y U. Moulines. Barcelona:
UNAM/Crítica, 1998. p. 125
Orígenes del problema mente-cuerpo

En los griegos no encontramos como tal un desarrollo del problema mente-cuerpo, a


grandes rasgo, advirtieron la diferencia de que el alma o intelecto se incorpora en el
proceso del conocimiento para aprehender lo común de las cosas, lo que perviviría como
universal. Si bien Platón distingue entre alma y cuerpo, para él no existía un problema en
dicha distinción ya que el cuerpo y el alma eran dos cosas de dos mundos esencialmente
diferentes. No era un problema la unión e interacción entre los dos. No era necesario
mediar, buscar una explicación o legitimar un conocimiento. Todo estaba en su lugar.

Una caracterización de lo mental, que originó una serie de conflictos, lo encontramos


fundamentalmente en Descartes. Él aúna el ámbito de lo mental, que en los griegos hace
parte del cuerpo, sensaciones y percepciones, con algo ajeno incluso al hombre,
pensamiento y conocimiento. Además atribuye como mental cualquier actividad del
hombre que no haga parte del mecanismo del cuerpo. De esta manera aparece una
radical distinción entre dos sustancias: pensamiento y extensión, o mente y materia como
dos espacios herméticamente cerrados con una conexión causal problemática
(paralelismo psicológico)4.

Es sorprendente –como lo menciona R. Rorty– la ocurrencia de Descartes, pues a


diferencia tal vez de San Agustín, nunca se había propuesto radicalmente esta diferencia,
dice Rorty:

La novedad estuvo en la idea de un solo espacio interior en el que eran objeto de cuasi-
observación las sensaciones corporales y perceptivas (“ideas confusas del sentido y la
imaginación”, como diría Descartes), las verdades matemáticas, las reglas morales, la
idea de Dios, los talantes depresivos, y todo el resto de lo que llamamos “mental”. Este
escenario interior, había aparecido insinuado en varios momentos del pensamiento
antiguo y medieval pero nunca se había tomado en serio el tiempo suficiente como para
servir de base a una problemática5.

4
Cfr. o véase. RODRÍGUEZ, S. Carlos. El problema mente- cuerpo. Un ensayo de antropología
wittgensteiniana En: Estudios de psicología 49 [online]. 1993, [citado 14 abril 2014]. pp. 107-120. Disponible
en: http://perso.wanadoo.es/quipuinstituto/quipu_instituto/pdf/Sutil_Wittgenstein.PDF
5
RORTY, Richard. La filosofía y el espejo de la naturaleza. Traducción de Jesús Fernández Z. 3 ed. Madrid.:
Ediciones Cátedra, 1995. p. 54-55
Descartes fractura la ideal clásica aristotélica de que se ve por medio del ojo interno;
diferente a esto, según él, lo que vemos es “un producto de nuestra actividad mental a
través de nuestra actividad cerebral”6. Ahora bien, las soluciones dadas sobre la conexión
entre res extensa y res cogitans no son muy persuasivas por lo que la noción de verdad se
vuelve sumamente problemática, por lo menos en lo que tiene que ver con la
correspondencia fiel entre ideas y objetos físicos. Se debe buscar, entonces, un modelo
explicativo sobre la capacidad de representarnos y de actuar en el mundo externo a
nosotros.

¿Cómo dos cosas esencialmente diferentes se relacionan causalmente entre sí? Las
soluciones propuestas, nos dice Carlos Muños:

[…] todas ellas pasan por eliminar lo no privilegiado vía lo privilegiado o por construir un
nivel superior que englobe a ambos y que module los tránsitos, de tal forma que baste
una sola descripción para comprender los dos subniveles. Pero con todo, la descripción
elegida deja oculto, por irrelevante, el subnivel problemático.
No obstante esto crea un malestar ya que nadie debería atreverse a negar u obviar las
fuentes del conocimiento, esto es, la realidad. […] La ciencia debe ocuparse de la
realidad, salvar las apariencias o explicar los fenómenos, pero quien quiera que dude de
la realidad adquiere una postura de salón. Hume lo refiere claramente, Wittgenstein lo
expresa inmejorablemente7.

Ahora bien, el poder fundamentar tal problema marcará el desarrollo posterior de la


filosofía. Empero, dicha distinción no la ha resuelto ni el idealismo (solipsista) ni el
empirismo (materialista), ni las muchas posturas intermedias. Por tal motivo intentaré
mostrar como el análisis conceptual del segundo Wittgenstein (Investigaciones Filosóficas)
puede destruir el supuesto básico del dualismo cartesiano.

6
Cfr. o véase. MUÑOZ, G. Carlos. La disolución del Problema Mente-Cuerpo. En: A parte rei. Revista de
Filosofía [online]. [citado 14 abril 2014]. p. 3 Disponible en:
http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/carlos31.pdf
7
Íbid. p. 4-5
Atacando el dualismo mente-cuerpo

Para Wittgenstein un peligroso error es que pensemos en nuestras cabezas, en un espacio


completamente cerrado, oculto8. Tal confusión procede –según Ryle– de un “error
categorial”. Pertenecen a distintas categorías lógicas lo “mental” y “material”; así, este
error consiste en buscar un espacio material donde se localice lo mental, la cosa pensante
cartesiana. De esta manera se le asigna a lo mental aspectos semejantes a lo material. “el
error se origina en la semejanza superficial entre ‘pensar’ y otros verbos que denotan
actividades como ‘escribir’ y ‘hablar’, lo que nos lleva a considerar al pensar como una
actividad, como algo que hacemos, distinguible de hablar, leer, etc.”9. La existencia de
estos verbos nos inclina a buscar una actividad, distinta de éstas, pero análoga a ellas, que
pertenezca a la palabra “pensar”. Jaime Ramos nos lo ilustra este error diciendo que “si
alguien dice una oración con sentido, ello no implica que hizo dos cosas, emitir la oración
y pensarla”10. Estas analogías11 llevan a concluir que pensar, así como entender, saber,
significar o recordar, son algún tipo de actividad, que si bien no es corporal, entonces
debe ser mental, por ende, privada, oculta y únicamente posible en un misterioso medio
inmaterial.

Al describir el dualismo como un “error categorial”, Wittgenstein y Ryle, tal vez apuntan a
que en principio es pensable la idea de una mente inmaterial como inscripción del
pensamiento, sin embargo, al intentar desarrollar la idea y articularla con lo que se sabe
acerca del mundo nos percatamos que tal propósito es realmente impensable. En la
Investigaciones Filosóficas nos dice: (36) “Y hacemos aquí lo que hacemos en miles de
casos similares: Puesto que no podemos indicar una acción corporal que llamemos señalar

8
Cfr. o véase. RODRIGUEZ, S. Carlos. El lenguaje del pensamiento como lenguaje privado. Una crítica
wittgensteiniana al innatismo de fodor. En: Psicothema: universidad de Oviedo, España. [online] 1992, vol. 4,
núm. 1 [citado 14 abril 2014]. Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=72704109 ISSN:
(versión impresa) 0214-9915
9
Op. Cit. RAMOS, A. Jaime p. 205
10
Íbid. p. 205
11
En los cuadernos azul y marrón nos dice Wittgenstein “Cuando las palabras tienen prima facie en nuestro
lenguaje ordinario gramáticas análogas nos inclinamos a intentar interpretarlas análogamente; es decir,
tratamos de hacer valer la analogía en todos los campos”. WITTGENSTEIN, Ludwig. Los cuadernos azul y
marrón. Trad. Francisco Gracia Guillen. Madrid: Edit TECNOS, 1976. p. 34
la forma (en contraposición, por ejemplo, al color) decimos que corresponde a estas
palabras una actividad espiritual”12. Acabamos usando conceptos ordinarios de objetos y
procesos físicos intentando explicar aquello que no lo es.

Si bien, Wittgenstein, ataca el dualismo, no por esto debe concluirse que es un “monista”.
En ningún momento afirma que las locuciones mentales no tengan un uso, aunque intenta
evitar la “imagen de interioridad” que se le aúna13.

La noción de “imagen interna” es rechaza por Wittgenstein pues de ser así el proceso, que
a simple vista parece simple, sería muy complicado. Si quisiéramos comprobar que la
imagen que nos brinda la memoria es la correcta (rojo, por ejemplo) tendríamos que
disponer de un tercer término de comparación, y así indefinidamente. El desacierto se
origina de la inclinación de dar un valor per se a dichas imágenes internas; estas imágenes
tienen consistencia únicamente si se las confronta con su uso. El postulado esencial es la
comunicación interpersonal y no los sistemas representacionales. “La imagen interna es
subsidiaria de la imagen externa, la auténtica, y, en último extremo, del lenguaje”.14 Así, el
rojo que imagino y el rojo que veo delante de mí es el mismo ya que a ambos se aplica la
misma palabra15.

Wittgenstein y el Argumento del Lenguaje Privado (ALP)

El ALP se ha considerado la crítica fundamental a las corrientes filosóficas empiristas y


racionalistas las cuales defienden la existencia de un lenguaje de este tipo. Ambas
corrientes comparten el supuesto, tal vez no manifiesto, de que nuestro lenguaje es, en
principio, privado. Según ellos porque nuestras palabras obtienen significado mediante
una definición ostensiva interna16. Wittgenstein nos recuerda que una definición ostensiva

12
Op. Cit. WITTGENSTEINI, Ludwig. Investigaciones Filosóficas. p. 55
13
Cfr. o véase. Íbid II p. 411-415
14
Op. Cit. RODRÍGUEZ, S. Carlos. El lenguaje del pensamiento como lenguaje privado. Una crítica
wittgensteiniana al innatismo de fodor. p. 137
15
Según Wittgenstein solemos confundir el “ver” (verbo perceptivo) con el “ver como” (una forma de
pensamiento) como cualidades separadas. Empero, nos advierte la imposibilidad de separar percepción de
pensamiento.
16
Una definición ostensiva es aquella definición que refiere el significado de un término señalando las
“cosas” del mundo. Establece una relación directa entre el signo (palabra) y el objeto.
–como lo desarrolla San Agustín en Las confesiones– supone que nacemos con un lenguaje
al que traducimos las palabras que nos enseñan.

Un verdadero lenguaje privado no es aquel que algunos humanos hablarían solos en un


monólogo pues esto no conlleva mayor dificultad. Un lenguaje privado en términos de
Wittgenstein –nos dice Anthony kenny– es aquel cuyas palabras se refieren a lo que
puede ser conocido sólo por la persona que habla, esto es, a sus sensaciones privadas
inmediatas. De ahí que quienes defiendan un lenguaje privado suelan cometer el error,
primero sobre la naturaleza de la experiencia y segundo, sobre la naturaleza del lenguaje.
En el primer caso se comete el error de creer que la experiencia es privada
(incomunicabilidad), en el segundo de que las palabras pueden adquirir significado
simplemente a través de definiciones ostensivas privadas (inalienabilidad). Con relación al
primer error Wittgenstein nos dice:

(246) ¿Hasta qué punto son mis sensaciones privadas? –Bueno, sólo yo puedo saber si
realmente tengo dolor; el otro sólo puede presumirlo. –Esto es en cierto modo falso y
en otro un sinsentido. Si usamos la palabra “saber” como se usa normalmente (¡y cómo
si no debemos usarla!) entonces los demás saben muy frecuentemente cuándo tengo
dolor. –Sí, ¡pero no, sin embargo, con la seguridad que yo mismo lo sé! – De mí no
puede decirse en absoluto (excepto quizá en broma) que sé que tengo dolor. ¿Pues qué
querrá decir esto, excepto quizá que tengo dolor?
No puede decirse que los demás saben de mi sensación sólo por mi conducta –pues de
mí no puede decirse que sepa de ella. Yo la tengo.
Esto es correcto: tiene sentido decir de otros que están en duda sobre si yo tengo dolor;
pero no decirlo de mí mismo.17

Una persona, en cierto sentido, no puede saber si otra tiene dolores. No porque en
realidad no lo sepa, sino porque es un sinsentido decir que lo sabe o no. No se trata de
una cuestión empírica. Tal enunciado no se puede comparar con una afirmación de hecho
sino con una de corte lógico o gramatical, a saber, que pertenece al modo de
representación así como “no hay meta en una carrera de resistencia”.

17
Op. Cit. WITTGENSTEIN, Ludwig. Investigaciones Filosóficas. p. 221
Sobre el segundo error, Wittgenstein concibe, frente a la opinión común, razonable el que
uno pueda sentir dolor en el cuerpo de otra persona. Así como el ciego puede sentir las
obstrucciones en la punta de su bastón nosotros podemos sentir dolor en otros cuerpos.
El cuerpo no es el límite de las sensaciones. Algo similar ocurre en el “miembro fantasma”
de los amputados. Con estos dos casos se polemiza el principio de creer que la experiencia
es privada. Wittgenstein no lo expone en estos términos:

(253) “Otro no puede tener mis dolores”. –¿Qué son mis dolores? ¿Qué cuenta aquí
como criterio de identidad? Considera lo que hace posible, en el caso de objetos físicos,
hablar de “dos exactamente iguales”. Por ejemplo, decir: “Esta silla no es la misma que
viste ayer aquí, pero es una exactamente igual”.
Hasta donde tenga sentido decir que mi dolor es el mismo que el suyo, hasta ahí
podremos también tener ambos el mismo dolor. (Y sería también imaginable que dos
hombres sintiesen dolor en el mismo –no meramente en homólogo– lugar. […])
He visto cómo, en una discusión sobre este tema, alguien se golpeaba el pecho y decía:
“! Pero otro no puede sin embargo tener ESTE dolor ¡” –La respuesta a esto es que no se
define ningún criterio de identidad mediante la acentuación enfática de la palabra
“este”. El énfasis nos sugiere más bien el caso en que un criterio semejante nos es
familiar, pero nos ha de ser recordado18.

Es de tener en cuenta que sigue siendo posible el engañar sobre nuestras sensaciones
pues de hecho la mentira existe, no obstante, el mentir formaría parte de un juego del
lenguaje que necesita aprenderse.

Ahora bien, en una definición ostensiva interna la estructura gramatical


objeto/designación no es apropiada para conceptualizar las sensaciones. No hay un objeto
interno “dolor” que coincida con la designación dolor. Esta palabra es en ciertos
momentos el sustituto y habitualmente el acompañante de la conducta primitiva de dolor.
Si nunca manifestáramos el dolor no podríamos enseñarle a un chico la expresión “dolor
de cabeza”, sin embargo, al dar un nombre al dolor suponemos la gramática de la palabra.
La imagen de dolor no tiene por qué corresponder con un estado de cosas. El error
básicamente consiste en la creencia de que nuestras aserciones sobre supuestos estados
internos son “descripciones”. Describir “mi cuarto” y describir “mi estado mental” son dos

18
Íbid. p. 223-225
juegos del lenguaje distintos. Las palabras, entonces, poseen significado porque hacen
parte de un juego del lenguaje19 y no porque correspondan con algún objeto.

(293) Si digo de mí mismo que yo sé sólo por mi propio caso lo que significa la palabra
'dolor' — ¿no tengo que decir eso también de los demás? ¿Y cómo puedo generalizar
ese único caso tan irresponsablemente?
Bien, ¡uno cualquiera me dice que él sabe lo que es dolor sólo por su propio caso!—
Supongamos que cada uno tuviera una caja y dentro hubiera algo que llamamos
«escarabajo». Nadie puede mirar en la caja de otro; y cada uno dice que él sabe lo que
es un escarabajo sólo por la vista de su escarabajo. — Aquí podría muy bien ser que
cada uno tuviese una cosa distinta en su caja. Sí, se podría imaginar que una cosa así
cambiase continuamente. — ¿Pero y si ahora la palabra «escarabajo» de estas personas
tuviese un uso? — Entonces no sería el de la designación de una cosa. La cosa que hay
en la caja no pertenece en absoluto al juego de lenguaje; ni siquiera como un algo: pues
la caja podría incluso estar vacía. — No, se puede 'cortar por lo sano' por la cosa que hay
en la caja; se neutraliza, sea lo que fuere.
Es decir: si se construye la gramática de la expresión de la sensación según el modelo de
objeto y designación', entonces el objeto cae fuera de consideración por irrelevante20.

Si se admite incluso la posibilidad de un conocimiento privado de la sensación, este se


agotaría en sí mismo, no se podría conocer el dolor de los demás con base en el mío y
perseguir lo contrario (conocer el dolor a partir de los demás) sería un absurdo.

Posible objeción

Se suele calificar a Wittgenstein de conductista (lógico) vinculándolo con el


verificacionismo del Círculo de Viena. Si él defiende en un principio el verificacionismo
sólo lo hizo en una versión débil, similar a la verificación del pragmatismo, concretamente
al de William James. Con respecto al presunto conductismo se suele recurrir en su defensa
a la noción de criterio. Wittgenstein expone las nociones de criterio y de síntoma entorno
a su argumento del lenguaje privado, a saber, que los procesos privados (internos)
necesitan de criterios externos21 (581). Así, el barómetro puede medir la presión

19
Recordemos que en los juegos del lenguaje se pone de manifiesto no sólo como se emplean las palabras,
sino también cómo se conectan éstos empleos con actividades humanas. Es en esta interconexión entre
usos lingüísticos y actividades humanas donde las palabras adquieren vida, a saber, donde se origina el
significado.
20
Íbid p. 245
21
Cfr o véase. Íbid. p. 363
atmosférica, en el caso que descienda tendremos un síntoma de lluvia, si salimos por la
ventana y observamos caer gotas de agua tendríamos un criterio.

(354) La fluctuación en la gramática entre criterios y síntomas hace que se produzca la


apariencia de que sólo hay en suma síntomas. Decimos, por ejemplo: «La experiencia
enseña que llueve cuando baja el barómetro, pero también enseña que llueve cuando
tenemos determinadas sensaciones de humedad y frío, o tal y cual impresión visual». En
favor de esto se da como argumento el que esas impresiones sensoriales pueden
engañarnos. Pero no se tiene en cuenta que el hecho de que precisamente nos
produzcan la falsa apariencia de lluvia se basa en una definición22.

Lo que se quiere aclarar es que el significado del término lluvia no se aclara o enseña
señalando un barómetro. Los síntomas no sirven de criterio sino que son acontecimientos
que suceden en relación temporal con cierto fenómeno. Que algo sea criterio de X no es
cuestión de experiencia sino de definición. De esta manera, las sensaciones internas no
tienen vida independiente de los criterios externos, no tiene por qué existir, como en el
ejemplo del escarabajo de la caja. Yo me quejo porque me duele no porque tenga una
sensación de dolor o porque siento dolor. Sensación entonces, es un concepto de un juego
del lenguaje más. Ahora bien, Wittgenstein no traduce los términos mentales a términos
conductuales. Son términos conductuales o no son nada.

Conclusión

En el presente escrito se ha intentado mostrar que los análisis conceptuales y su


propuesta de juegos del lenguaje desarrollados por el Wittgenstein de la Investigaciones
Filosóficas proponen una disolución del problema mente-cuerpo en virtud de los
argumentos de la imposibilidad de un lenguaje privado.

Así, se mostró que distinguir, en principio, dos sustancias, dos espacios (interior exterior)
llevan a lo que páginas atrás se nombró –en palabras de A. Ryle– un error categorial. De
acuerdo a esto podemos concluir que la mente no se aloja en la cabeza sino en la acción.
Sólo por abstracción caímos en sugerir la existencia de dos realidades separadas, esto es,
mente y cuerpo. Partir, en principio, de dicha distinción nos conduce a múltiples

22
Íbid. p. 273-275
confusiones sobre todo en aquella de localizar la mente en un espacio interior y oculto al
que se accede únicamente por introspección o inferencia.

Se intentó mostrar indirectamente, además, que no existe estructura o esquema anterior


a la aparición del lenguaje sino que es exterior (social) en vez de interior (personal). Existe
comportamiento antes de conquistar el primer juego del lenguaje.

Solo nos queda por mencionar que si bien la labor de Wittgenstein es una tarea
destructiva, coherente con su pensamiento, de una u otra manera deja las cosas como
están.
BIBLIOGRAFÍA

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Nacional de Colombia. 2001. 230 p.

KENNY, Anthony. Wittgenstein. Madrid.: Edit. ALIANZA. 1982. 207 p.

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RODRIGUEZ, S. Carlos. El lenguaje del pensamiento como lenguaje privado. Una crítica
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[online] 1992, vol. 4, núm. 1 [citado 14 abril 2014]. Disponible en:
http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=72704109 ISSN: (versión impresa) 0214-9915

El problema mente- cuerpo. Un ensayo de antropología


wittgensteiniana En: Estudios de psicología 49 [online]. 1993, [citado 14 abril 2014]. pp.
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RORTY, Richard. La filosofía y el espejo de la naturaleza. Traducción de Jesús Fernández Z.


3 ed. Madrid.: Ediciones Cátedra, 1995.

WITTGENSTEIN, Ludwig. Investigaciones Filosóficas. Trad. A. García Suárez y U. Moulines.


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Los cuadernos azul y marrón. Trad. Francisco Gracia Guillen.


Madrid: Edit TECNOS, 1976. 230 p.

Observaciones sobre la filosofía de la psicología. Trad. De alemán.


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