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La importancia de lo ontológico
La psique, del griego ψυχή, psyché, «alma humana», es una
conceptualización cuyo origen se remonta a la antigua Grecia. Los griegos
designaban la fuerza vital de un individuo como psyché y la encarnaban en el
cuerpo de la persona. Sostenían que al momento de morir, el alma se
desprendía del cuerpo y el cuerpo quedaba sin vida. Desde entonces y sobre
la base de esa conceptualización el concepto de psyché ha sido asociado a
alma y entendida como una noción metafísica.

La metafísica es un concepto que viene de la época de los filósofos de la


Grecia Antigua entre ellos Platón y Aristóteles. Para ellos la metafísica remitía
al estudio de los fundamentos y las causas primeras que dan origen a la
realidad y que permiten entender su sentido y finalidad. Tres son las preguntas
que pretende responder la metafísica:

1. ¿Qué es ser?
2. ¿Qué es lo que hay?
3. ¿Por qué hay algo, y no más bien nada?

La metafísica, que ha tratado de responder a esas interrogantes, tiene


dos ramas centrales, la ontología y la teleología. La ontología, como parte de
la metafísica está orientada a investigar qué entidades existen y cuáles no,
más allá de las apariencias. El objeto de estudio de lo ontológico no es fácil
ya que está ligado a lo inmaterial, aquello que no resiste la demostración. La
teología estudia el conjunto de conocimientos acerca de Dios y sus atributos.
Para preguntarse por lo ontológico debe haber una comprensión del
hombre que incluya la idea de que tras o junto al ente hombre existe el ser;
pero no sólo ello; es necesario sentir que ese concepto amerita ser meditado.
Si pensamos que hay ser, entonces bien vale la pena preguntarse por el
sentido de esa palabra; de lo contrario, la pregunta resulta vacía.
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La obra de Heidegger se orienta a invitar al lector a pensar en el ser,


distinguiéndolo del ente. Este último del latín ens, remite al estudio de lo que
es, lo que existe. El concepto de ente trasciende lo material, lo palpable, ya
que un ente es también una mesa, un televisor, una montaña o la ecuación
que permite sacar un promedio. No obstante los conceptos no son tan claros
y a ello alude el filósofo alemán cuando en su obra Ser y Tiempo (1927)
muestra cómo ha habido varios prejuicios, a lo largo de la historia de la
filosofía, que han impedido hacer explícita y trasparente la pregunta por el
ser conduciendo muchas veces a obviarla.
En el parágrafo 1 del libro recientemente mencionado enumera tres
prejuicios que han puesto un velo a la necesidad de volverse a preguntar por
el estudio del ser. A saber: a) en palabras del autor: “el concepto de ser es el
más universal y vacío. Como tal, opone resistencia a todo intento de
definición”. El ser no puede ser definido sin más. Ello nos lleva al segundo
prejuicio: b) “el concepto de «ser» es indefinible”, ya que al intentar definirlo
decimos el ser es lo que constituye un error lógico inaceptable. Por otra
parte, si una definición se elabora mediante género próximo y diferencia
específica, como se hace en la mayoría de las definiciones, aparece el
concepto ser como indefinible en tanto es el más universal de los conceptos;
por lo que no puede subsumirse en ningún género que lo contenga. De tal
manera que esa forma de definir es aplicable sólo a los entes, dice Heidegger,
en tanto ellos pueden ser definidos en términos de género próximo y
diferencia específica. Por ejemplo estudiantes (genero próximo) de
psicología (diferencia específica). El ser no tiene un género próximo por lo
que no permite ese tipo de definición.
El tercer prejuicio que dificulta replantear la pregunta del ser es que: c)
“el ‘ser’ es un concepto evidente por sí mismo”, se supone obvio; por ende,
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no se necesitaría una investigación ontológica para explicitarlo, pues ya


sabemos lo que es, sin definición precisa alguna. Sin embargo, en sus
palabras: “el hecho de que ya siempre vivamos en una comprensión del ser y
que, al mismo tiempo, el sentido del ser esté envuelto en oscuridad
demuestra la principal necesidad de repetir la pregunta por el sentido del
«ser»”.
A la luz de los prejuicios, que han mantenido en la oscuridad el
concepto de ser, Heidegger llega a la conclusión de que es necesario volver a
preguntarse sobre ello y volver a pensarlo.
Si bien es posible afirmar que el ser no es un ente, esa distinción
requiere ser precisada, ya que los entes son entes en el ser y el ser es ser de
los entes. Esta frase, que a primera lectura puede parecer una tautología, sería
necesario releerla y considerar. Afirma Heidegger “si el ser constituye lo
puesto en cuestión, y si ser quiere decir ser del ente, tendremos que lo
interrogado en la pregunta por el ser es el ente mismo. El ente será
interrogado, por así decirlo, respecto de su ser”. De tal manera que el ente a
quien en primer lugar va dirigida la pregunta por el ser es aquél que es capaz
de preguntarse, comprender y conceptualizar lo preguntado, y ese ente no es
otro que el ser humano que Heidegger llama Dasein.
El concepto Dasein es ser ahí o siendo ahí a quí y ahora. Habría que
definirlo.
Como sostiene Varela, cada vez que un sujeto distingue un fenómeno,
lo distingue estando en el presente, inmerso en un contexto determinado, el
que siempre va siendo distinto momento a momento y por tanto los actores
del proceso también distintos. Esa idea ya estaba presente en los griegos.
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Escuchemos a Platón aludiendo a Heráclito: “no te puedes sumergir dos


veces en el mismo río” (278)1.
La psicología trata con personas únicas e irrepetibles, es decir con
seres humanos únicos e irrepetibles que van cambiando a medida que van
existiendo. Sería entonces válido preguntarse: será entonces posible enseñar
psicología. La respuesta a esa pregunta no es sencilla. Pienso que lo que es
posible es enseñar una forma de pensar, una forma de entender al otro
incluyendo en ello su contexto, sus mapas referenciales así como el contexto
desde el cual yo lo interpreto. Interpretar el comportamiento de otro en una
entrevista laboral no es lo mismo que entender a otro en una fiesta donde el
alcohol está permitido.
En el año 1996 escribí un artículo que llamé “Una mirada
constructivista en Psicoterapia”2, donde presenté las ideas que Fernando
Coddou, expuso en el Seminario sobre Integraciones en Psicoterapia,
organizado por CECIDEP (1992)3. Se planteaba entonces que en su operar
todo enfoque psicológico involucra diversos niveles jerárquicos
conceptuales, que hasta hace poco yo pensaba eran suficientes para entender
desde dónde pararse a describir lo que un psicólogo hace; me refiero a un
nivel epistemológico, a uno de paradigma, a uno de teoría, a uno de modelo
intermedio y a uno técnico.
Un nivel epistemológico: este nivel tiene que ver con las explicaciones
o ideas del observador acerca de cómo opera o funciona la realidad. La
pregunta es si el psicólogo es una agente activo en la construcción de la
realidad o sólo tiene un rol pasivo y de observador en lo que le pasa a
1
Platón. Cratilo, 402 a. En C. G. Kirk y J. E. Raven, (1996) Los filósofos presocráticos, Ed. Gredos: Madrid.
España.
2 Zlachevsky, A.M (1996) Una mirada constructivista en psicoterapia. Revista Sociedad Chilena de

Psicología Clínica año XIV, volumen VI (2), no 26


3 Opazo Roberto Opazo C. et al. |1992 Ediciones CECIDEP | 490 páginas
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quienes está observando. Es decir, si el psicólogo se hace o no cargo de las


operaciones de distinción que realiza al atender a un otro. Este nivel de
análisis es, siguiendo el pensamiento de Bateson, el que lleva a preguntarse
¿cómo es que los seres humanos conocen, piensan y deciden sobre el
mundo? ¿Son meros receptores pasivos de la realidad o la construyen?4
Un nivel de paradigma: este nivel tiene que ver con los principios-
ideas fundamentales que sirven como sustrato de un conocimiento posible,
desde el que se prefigura (Kuhn, 1961) lo que es susceptible de ser conocido,
el modo de preguntar, el espectro de respuestas válidas, así como la unidad
de análisis que ha de orientar la mirada. De esta manera, el paradigma es el
lente desde el cual se construyen determinadas unidades de análisis,
pudiendo co-existir varias de éstas dentro de un mismo paradigma. En otras
palabras, responde a la pregunta ¿cuál es la unidad de análisis con la que se
va a trabajar? El otro como un individuo aislado, conductas aisladas, un
sistema familiar, un sistema de significados, un contexto que permita
entender, etc.
Un nivel de teoría: este nivel se relaciona con el conjunto de ideas
que, empleando una metodología consensual, permite observaciones que
puedan establecer regularidades, generar normas, leyes o establecer hipótesis
básicas sobre las unidades de análisis planteadas a nivel paradigmático.
Un nivel de modelo intermedio: en este nivel se establece o intenta
establecer las conexiones entre los distintos elementos que configuran el
nivel teórico, relacionándolo con su aplicación a la vida cotidiana; en otras
palabras, se describe o explica cómo operar en concreto con personas
concretas.

4Ver Jutorán, S., “El proceso de las ideas sistémico-cibernéticas”. Revista Sistemas familiares, Año 10,
Nº 1, 1994.
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Un nivel técnico: conformado por las técnicas o métodos específicos


que utiliza el psicólogo en su operar terapéutico.
No obstante, hoy pienso que es necesario agregar un eslabón más a
dicho esquema. Me refiero al nivel ontológico. Es este nivel el que da cuenta
de cómo la persona se responde a su propia interrogante de qué es para él o
ella lo que define el ser de “lo humano” y cómo actúa desde esa comprensión.
Sabiendo que la idea de “ser de lo humano” no es ni más ni menos que una
interpretación que el hombre ha hecho del misterio de la vida —o como da a
entender Ortega “la interpretación filosófica de la Vida”5—, pienso que un
psicólogo, que trabaja con vidas humanas, no la puede soslayar. Filosofar dice
Acevedo – “ha sido hasta ahora interpretar la Vida a partir del concepto de
Ser” (35) 6, es decir a partir de un posicionamiento ontológico.
La explicitación de lo ontológico le facilita al psicólogo entender la
propia coherencia de significados que emerge en el momento de estar con
otro. No quisiera que se me malentienda; no digo que los psicólogos tendrán
que pensar ontológicamente, como lo hago yo en este momento, sólo digo que
debiera ser perentorio hacerse la pregunta por el ser de lo humano y tratar de
responderla, siendo lo más fiel posible a la propia comprensión.
Una gran mayoría de psicólogos no se detienen en esa reflexión, y no
siempre les interesa; sin embargo, los psicólogos de la Universidad Central
son siempre invitados a que lo hagan y la respuesta que emerge es siempre
personal. Las creencias en que cada uno de nosotros vive se trasuntan en
nuestro quehacer y de ello nos debemos hacer cargo al momento de realizar
alguna intervención psicológica.
5
Ortega y Gasset, J. (1962). La idea de principio en Leibniz, O. C., VIII, Ed. Revista de Occidente, Madrid,
1962, pp. 269 s. (§ 28, sub fine). Véase, también, «Apuntes para un comentario al Banquete de Platón», § 2,
O. C., IX, Fundación J. Ortega y Gasset / Ed. Taurus, Madrid, 2009, pp. 746 ss.
6
Acevedo G., J., “Ortega: Contribuciones a la filosofía”, Revista de Filosofía Vol. 61, Santiago de Chile, 2005,
p. 35.
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Aun cuando, la pregunta por el ser de lo humano, puede ser a veces


vista como una pregunta griega, pienso que vale la pena hacérsela, ya que
invita a quién se la hace a preguntarse por uno de los asuntos serios de la
existencia: el misterio de la vida, con la que los psicólogos trabajamos.
Bibliografía

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