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Seminario Filosófico I: Filosofía política.

Ensayo: Dignidad y derechos humanos.


David Putoy.

A pesar de que los derechos humanos puedan parecer la cosa más natural e inherente al ser humano
posible, nunca se debe perder de vista que son meras construcciones sociales. Es por eso que este
ensayo consistirá en una propuesta acerca de la forma adecuada en que se deben concebir los
derechos humanos actualmente.

El carácter dialéctico, cambiante y subjetivo de los derechos humanos se fundamenta en el hecho


de que a lo largo de la historia, han existido múltiples propuestas acerca de qué y cuándo algo debe
considerarse derecho humano. Si los derechos fuesen una verdad apodíptica y su inherencia al ser
humano fuese verdaderamente indudable, entonces tendríamos una contradicción, debido a que
tenemos certeza de los cambios esenciales que ha experimentado el concepto de derechos humanos
desde su creación. Por lo tanto, gracias al principio de no contradicción, podemos concluir que los
derechos humanos no son verdades absolutas y universales, sino más bien verdades contingentes
y particulares que poseen una esencia dialéctica y cambiante.

Prueba de esto es que existen debates acerca de si los derechos humanos deben concebirse como
algo que debe aplicarse a todos los países por igual, o si, por el contrario, deben aplicarse a cada
país tomando en cuenta su contexto específico (Cf. Gómez, pp.16-17). También, existen opiniones
diversas acerca cuál debe ser el enfoque de los derechos humanos; los de tendencia más liberal
proponen que deben estar enfocados a las libertades individuales, mientras que los de tendencia
más socialista proponen que deben estar enfocados al bien colectivo (Cf. Gómez, p.7).

Al estar ya al tanto de la naturaleza dialéctica, cambiante, particular y contingente de los derechos


humanos, podemos proceder al meollo de este ensayo, a saber: la propuesta de un modo adecuado
de entender los derechos humanos y sus criterios.

Ferrajoli (Cf. 2006, pp.117-118), al preguntarse cuáles son los derechos que deben garantizarse
como fundamentales, propone una serie de criterios para determinarlos: paz, igualdad y
vulnerabilidad. Este autor propone que todo derecho que tenga como principio fundamental al
menos uno de estos tres criterios, debe ser considerado como derecho fundamental.
Tomando esto en cuenta, examinemos rápidamente el derecho a la libertad, porque, en primer
lugar, a causa de este derecho se han cometido revoluciones y se ha alterado incontables veces la
paz. De esto se deduce que la libertad, al no compaginar con el criterio de paz propuesto por
Ferrajoli, entonces no debe ser considerada un derecho fundamental, a menos que compagine con
alguno de los otros dos criterios restantes.

Más aún, el derecho a la libertad es la causa muchas veces de las desigualdades; esto se evidencia
claramente en el problema del individuo y la colectividad: a veces el individuo tiene deseos de
algo (que quizás en términos económicos y sociales es más productivo) pero la colectividad no
quiere hacerlo, lo cual lleva al individuo a aislarse y por ende, ser más exitoso o adinerado que el
resto, en fin: ser desigual. De esto se deduce entonces que la libertad, al no compaginar con el
criterio de igualdad propuesto por Ferrajoli, entonces no debe ser considerada un derecho
fundamental, a menos que compagine con el criterio restante.

Y además, el derecho a la libertad la mayoría del tiempo afecta a los más vulnerables; esto se
evidencia haciendo un análisis acerca de las élites económicas, quienes en su ejercicio del derecho
de la libertad económica, acaban provocando esos inmensos abismos porcentuales entre el capital
de los más privilegiados y los más vulnerables (Cf. Reuben, 2016). De esto se deduce que la
libertad, al no compaginar con el criterio de vulnerabilidad propuesto por Ferrajoli, entonces bajo
ningún aspecto debe ser considerada un derecho fundamental.

Creo que cualquier persona cuerda estaría de acuerdo en que resulta absurdo e incluso inmoral
pensar que la libertad no debe ser un derecho fundamental, por lo que no queda más remedio que
descartar la propuesta de Ferrajoli. Pero, entonces, ¿cómo debemos concebir los derechos
humanos, si sus criterios aparentemente más obvios (la paz, la igualdad y la vulnerabilidad) han
sido desechados?

La respuesta es simple: todo derecho fundamental debe ser concebido teniendo la dignidad
humana como fundamento; es decir, todo aquél derecho que otorgue dignidad al ser humano debe
ser considerado como fundamental. Se entiende dignidad como aquél principio de valor ético-
ontológico que posee cada ser humano de forma inherente a su esencia.

Sin embargo, esta propuesta nos lleva inmediatamente a una contradicción terrible, pues, si los
derechos humanos deben ser concebidos a partir de la dignidad humana, que es universal y
necesaria, ¿cómo se explica el carácter particular, contingente, dialéctico y cambiante de los
derechos que se ha demostrado algunos párrafos más arriba?

No cabe duda de que la dignidad humana es algo que pertenece a cada ser humano, sin excepción,
y si los derechos están basados en la dignidad, no tendrían por qué ser contingentes, particulares y
cambiantes. Lo que sucede es que los derechos no suelen estar determinados únicamente por la
dignidad humana, sino que a veces son determinados (o mejor, instrumentalizados) por las
hegemonías ideológicas predominantes.

Es justamente este desvío en el concepto de derechos humanos lo que ha provocado que los
concibamos como una construcción social. Si los derechos humanos fuesen concebidos a partir
únicamente de la dignidad humana, estos serían verdades universales y absolutas. Creo que
cualquier persona cuerda estará de acuerdo en que derechos tales como la libertad y la vida son tan
esencialmente dignos, que deben ser universales y necesarios.

Alguien podría criticarme diciendo que el derecho a la libertad muchas veces niega la dignidad de
la vida (piénsese en un asesinato), y que el derecho a la vida muchas veces niega la dignidad de la
libertad (piénsese en la eutanasia como delito). A lo que yo respondo lógicamente que nada puede
contradecirse a sí mismo, es decir, la dignidad no puede contradecirse a sí misma: un asesinato no
tiene nada de digno, pues desde el momento en el que el acto libre de asesinar atenta con la
dignidad del otro, este acto libre de asesinar se vuelve indigno (la misma lógica se aplica a la
eutanasia como delito).

Por supuesto, se me puede contradecir diciendo que ciertos asesinatos no son indignos, por
ejemplo, el asesinato de genocidas o de violadores o de gente terriblemente infame. Incluso, no
hay nada indigno en ciertas muertes ocurridas durante guerras en las que los dos bandos tienen
motivaciones y soldados igual de justas y equitativos. Ante este nuevo problema respondo que
existe una confusión de conceptos entre justicia y dignidad; ninguna muerte tendrá nunca nada de
digno, sin embargo, hay ciertas muertes que a pesar de ser indignas, no por eso son injustas. A
diferencia de la dignidad, la justicia no es algo absoluto y universal; sería incorrecto afirmar que
matar a un infame como Hitler es digno, lo correcto sería afirmar que matar a alguien como Hitler
es justo, necesario incluso.
Con todo esto aclarado, queda demostrado que la concepción adecuada de los derechos humanos
debe sustentarse en la dignidad. Esto rompe con todo debate acerca de la particularidad-
universalidad, pues la dignidad humana es algo que inevitablemente debe ser universal y necesario.
Todo derecho que no esté fundamentado en la dignidad, se convierte inmediatamente en un
privilegio.

El reto actualmente consistirá en replantearnos nuevamente el concepto de derechos humanos, con


el fin de redescubrir su carácter más esencial. Las discusiones entre capitalistas-socialistas,
liberales-coservadores respecto al enfoque y la naturaleza de los derechos nunca concluyen, debido
a que en ambos casos se instrumentaliza el concepto de derecho, y por ende se ignora su carácter
más esencial: hay que redescubrir el vínculo entre derecho y dignidad, que hoy se haya perdido en
medio de tantos rizomas ideológicos.

Como conclusión, quiero esclarecer que estoy consciente de que no he expuesto cuáles son los
derechos fundamentales, ni en qué consisten, ni cómo deben ser aplicados. Lo que he expuesto en
este ensayo ha sido únicamente una propuesta acerca de la forma adecuada de concebir los
derechos humanos, una concepción libre de cualquier tipo de mancha ideológica, una concepción
sustentada únicamente en el valor más esencial del ser humano: la dignidad.

Referencias bibliográficas

Ferrajoli, L. 2006. Sobre los derechos fundamentales. Texto facilitado por el docente.

Gómez, F. Los derechos humanos en perspectiva histórica. Texto facilitado por el docente.

Reuben, A. 2016. El 1% del planeta ya tiene tanto como el otro 99%, asegura Oxfam. Recuperado
de: 160118_1_por_ciento_mas_rico_pobreza_desigualdad_economia_mr

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