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Seminario Filosófico I.

Reporte de lectura no.6: Estado, Monocracia y Democracia.


David Putoy.

Vallés elabora un análisis comparativo acerca de las dos formas de gestión político-social más recurrentes
del Estado en nuestros días: la dictadura y la democracia. En este sentido, el texto trata de definir en qué
consisten estas dos expresiones del Estado y cuán efectivas son estas en relación al fin último de la política.

En primer lugar, en relación a las dictaduras (que someten a alrededor del 70% de la población mundial),
Vallés afirma que la idea de el gobierno de uno solo está teorizada desde la Grecia Antigua; Aristóteles
proponía que este tipo de gobiernos podían expresarse de dos formas: Monarquía (bien común) y Tiranía
(bien personal).

Sin embargo, a raíz de la masificación de la política, los seis tipos de gobiernos aristotélicos fueron
condensados en dos: la dictadura y la democracia. La dictadura se caracteriza por: 1) la concentración de la
capacidad política en una o pocas manos; 2) un acceso difícil, selectivo o restringido a los medios y recursos
informativo-políticos; 3) decisiones políticas que buscan beneficiar no a la población en general, sino a los
pocos relacionados con la dictadura; 4) negación del derecho de la ciudadanía a la crítica, la protesta y la
libertad de expresión; 5) personalización de la autoridad; 6) uso de mecanismos fuertes de control contra la
ciudadanía. Vallés procede a ejemplificar y describir cómo han funcionado las dictaduras a partir de
realidades políticas contemporáneas.

En segundo lugar, en relación a las democracias, Vallés plantea que estas representan una contradicción
frente a la esencia misma del Estado; el Estado es un organismo concentrado, con el poder de incidir sobre
el resto de los individuos, sin embargo, la democracia propone que todas las personas de una comunidad
son iguales. Por lo tanto, la superioridad político-social inherente de quienes conforman el estado, se
contradice con el principio de igualdad democrática. Además, hay que recordar que desde una perspectiva
clásica, la democracia es concebida como un modelo corrupto de funcionamiento estatal.

Aún con todo esto, Vallés propone que la democracia se caracteriza por: 1) libre acceso a la actividad
política de todos los miembros de la comunidad; 2) designación electoral de las autoridades en competición
libre, transparente y periódica; 3) la existencia de un control permanente sobre la actuación de las
autoridades; 4) la capacidad de la población para crear organizaciones independientes del Estado; 5) respeto
a la libertad de expresión y el libre acceso a la pluralidad de información. Vallés procede a explicar cómo
las aplicaciones de la democracia han demostrado la futilidad de su eficacia política.
En conclusión, se trata de un texto de carácter teórico, pues demuestra con claridad en qué se caracterizan
las dos formas de gestión político-social más recurrentes del Estado en la contemporaneidad.

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