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Tradicionalmente, son mencionados dos conceptos muy difundidos de derechos humanos que se
basan en diferentes criterios y que, si son empleados exclusivamente, pueden resultar vacíos y
tautológicos. El primero consiste en la definición de los derechos humanos como los derechos que
deben ser reconocidos a todos los seres humanos; tenemos aquí la aplicación del criterio
subjetivo. Aisladamente, ese criterio no resuelve el problema conceptual porque no responde a la
pregunta de cuáles son los derechos que deben ser reconocidos a todos los seres humanos.
El segundo concepto, recogido en un criterio ontológico, define los derechos humanos como todos
aquellos que deben existir y ser reconocidos en razón de su contenido, o sea, de los bienes y
pretensiones que son justificados directamente por el respeto a la igual dignidad de todos los
seres humanos; aquí tenemos la aplicación del criterio material. Tampoco es suficiente ese
criterio.
Aquí nos topamos con un dilema muy parecido al que ya fue examinado por Carlos Santiago Nino
en el inicio de su famosa obra Ética y Derechos Humanos. A su juicio, caracterizar —o asimismo
fundamentar, para nosotros— “los derechos humanos sería una forma de valorarlos y no se puede
valorar un objeto antes de conceptuarlo”. Cita 1 aquí
Santiago Nino pretendió resolver ese dilema por medio de “un proceso de ajustes mutuos entre la
elucidación conceptual y la elaboración de la teoría en cuyo marco opera el concepto”. Cita 2 aquí
Así, primero intentó desarrollar un concepto provisional para después confirmarlo o enmendarlo
en el desarrollo de la fundamentación de los derechos humanos. Intentaremos esbozar un camino
semejante, pero inverso. Considerando que la noción de los derechos humanos es el resultado de
un desarrollo histórico, filosófico, ético, político, religioso y jurídico, nos parece que es —como
mínimo— más didáctico y conveniente demostrar el desarrollo de esa noción, desplegando así sus
fundamentos, para entonces pasar a construir un concepto de derecho humano que sea la base de
su propia teoría.
Sin embargo, no existe una perspectiva única para explorar estos fundamentos. Todo lo contrario,
cuando intentamos separar didácticamente esos fundamentos material e histórico-consensual,
percibimos que ellos están imbricados y que están también superpuestos a muchos otros
fundamentos filosóficos, políticos, morales y jurídicos que no pueden —o no deben— ser
comprendidos separadamente.
Valor absoluto, igualdad y libertad: esas son las nociones básicas que constituyen la idea de la
«dignidad humana», pero esta expresión simboliza un concepto que se construyó y continúa
construyéndose progresiva, histórica y culturalmente. En este sentido, el profesor argelino Marie-
Luce Pavia et Thierry Revet explican que:
Sin embargo, no se puede entender la dignidad humana como un concepto cerrado, concebido ya
listo y acabado. Si la propia esencia del ser humano es indefinible, tampoco puede ser definida
apodícticamente su dignidad. La idea de dignidad humana está íntimamente enlazada con el modo
como el ser humano se mira a sí mismo, reconociendo en su espejo todo el género humano. Como
bien reflexionó Karl Jaspers, “la dignidad del hombre reside en el hecho de ser indefinible. El
hombre es como es porque reconoce esa dignidad en sí mismo y en los otros hombres” Cita 5 aquí
La igualdad entre los hombres es uno de los elementos constitutivos de la idea de dignidad
humana. Pero cuando se declara que los seres humanos son iguales, está implícito el parámetro
que se toma en consideración: las personas son iguales en su valor intrínseco. En virtud de la
dignidad humana, un ser humano es siempre igual en dignidad a cualquier otro. Se trata aquí de
una igualdad axiológica, valorativa. Si toda persona tiene en si un valor absoluto, supremo, un
hombre no puede «valer» más que otro. En este sentido, todos somos iguales.