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Como se puede apreciar, el desglose de los principios básicos conduce a la distinción de doce
normas concretas que a continuación se enumeran:
12. La evaluación, reelaboración y continua adecuación de cada secuencia de acuerdo con los
resultados obtenidos tras su aplicación real en el aula.
El nivel madurativo de los alumnos con los que se va a trabajar constituye el criterio primero y
fundamental para cualquier enfoque didáctico. La comprobación de cuál sea realmente su
nivel de desarrollo cognitivo y procedimental fundamentalmente, habrá que determinarlo en
el aula en cada caso concreto
En segundo lugar por la incidencia que presenta, hay que considerar los conocimientos previos
de los alumnos.
Correlacionado con los objetivos que se proponen a los alumnos que alcancen en cada
secuencia, el sondeo de estos conocimientos previos se puede concretar una vez que se haya
conseguido respuesta a cuestiones similares a las planteadas
— ¿qué saben ya que tenga relación con estos contenidos, y qué grado de comprensión y de
aplicación de lo que conocen o poseen?
En el diseño curricular de cada nivel se incluyen contenidos variados, tanto de una misma área
como de áreas diferentes, por lo que es necesario estructurarlos secuenciadamente en su
conjunto dentro del área; y si se quiere conseguir una formación integral, también entre las
áreas, tanto Ciencias de la Naturaleza, Matemáticas y Sociales, como con otras sólo
aparentemente más alejadas (Lengua, Expresión Gráfica, Filosofía).
La estructura interna de cada rama del saber humano y la dinámica que esa estructura genera,
proyectan una serie de peculiaridades en el proceso de aprendizaje de los conocimientos
implicados;
Desde otro punto de vista tan consistente como el anterior, parece que se pueden
esquematizar los grandes procesos que ocurren en las capas más externas del planeta según
un ciclo fenomenológico.
Parece que deben encontrarse dentro de las siguientes normas generales de acción:
* De lo simple a lo complejo. Se trata de comenzar observando en los seres naturales una sola
característica fácilmente visible, o analizando procesos dependientes de una sola variable, e ir
incorporando otras características
la evaluación que el profesor hace de sí mismo (autoevaluación docente), puesto que versa
sobre un elemento fundamental de su actividad, en el que ha volcado buena parte de su saber
y de su saber hacer en el aula. Esta autoevaluación, en general, se refiere a preguntas como las
siguientes:
• ¿Cuáles son las causas de los tropiezos, de los estancamientos, de los fracasos?
• ¿Están bien coordinados los objetivos propuestos con las actividades sugeridas para
conseguirlos y con los contenidos a desarrollar?
• ¿Se ha realizado la evaluación con los instrumentos adecuados, que cumplían los requisitos
necesarios?
En el caso concreto
—¿ha contado eficazmente con las ideas previas y las ha afinado o cambiado
adecuadamente?
—¿a una continuidad sólo aparente? ¿a una incorrecta selección de las ideas-clave? ¿a una
valoración incorrecta del grado de dificultad?
—¿a una progresión excesivamente rápida de los pasos sucesivos? ¿a una inadecuada
secuenciación de las secuencias?
EL SISTEMA PREVENTIVO, EXPRESION DEL ALMA EDUCATIVA Y PASTORAL DE DON BOSCO
“El educador está convencido de que en todo joven, por marginado o perdido que se encuentre,
hay energías de bien que, si se cultivan de modo pertinente, pueden llevarlo a optar por la fe y
la honradez”.
LA RAZÓN: Este término destaca, según la visión auténtica del humanismo cristiano, el valor
de la persona, de la conciencia, de la naturaleza humana, de la cultura, del mundo del trabajo y
del vivir social, o sea, el amplio cuadro de valores que es como el equipo que necesita el
hombre en su vida familiar, civil y política.
“Don Bosco trata de sacar de los jóvenes lo mejor de sí potenciando sus cualidades en cada
ámbito de la vida del mismo”.
RELIGIÓN: El segundo término, indica que la pedagogía de Don Bosco es, por naturaleza,
trascendente, en cuanto que el objetivo último de su educación es formar al creyente. Para él,
hombre formado y maduro es el ciudadano que tiene fe, pone en el centro de su vida el ideal
del hombre nuevo proclamado por Jesucristo y testimonia sin respeto humano sus
convicciones religiosas.
“Don Bosco no solo se conforma con educar humanamente a los jóvenes, quiere proyectarlos a
la trascendencia, una trascendencia que se basa en el ejemplo de Jesucristo, quiere formar
honrados ciudadanos pero también buenos cristianos”.
AMOR: Se trata de una actitud cotidiana, que no es simple amor humano ni sólo caridad
sobrenatural. Denota una realidad compleja e implica disponibilidad, criterios sanos y
comportamientos adecuados.
Él prestaba mucha atención al ambiente, el clima general para que en una atmosfera
adecuada naciese el afecto y la confianza de cada uno. El amor se traduce en dedicación del
educador como persona totalmente entregada al bien de sus educandos, estando con ellos,
dispuesta a afrontar sacrificios y fatigas para cumplir su misión. Ello requiere estar
verdaderamente a disposición de los jóvenes, profunda concordancia de sentimientos y
capacidad de diálogo.
. Con acertada intuición dice de modo explícito: lo importante es “no sólo querer a los jóvenes,
sino que se den cuenta de que son amados”. El educador auténtico, pues, participa en la vida
de los jóvenes, se interesa por sus problemas, procura entender cómo ven ellos las cosas,
toma parte en sus actividades deportivas y culturales, en sus conversaciones; como amigo
maduro y responsable, ofrece caminos y metas de bien, está pronto a intervenir para
esclarecer problemas, indicar criterios y corregir con prudencia y amable firmeza valoraciones
y comportamientos censurables. En tal clima de “presencia pedagógica” el educador no es
visto como “superior”, sino como “padre, hermano y amigo”.
Estos son los tres pilares sobre los que descansa el Sistema preventivo, aplicado desde sus
principios en el Oratorio de Turín por Don Bosco y actualmente carta de identidad educativa
en toda obra salesiana. El Sistema preventivo tiene muchos matices que trascienden a algo
más que un sistema educativo.
· la voluntad de estar entre los jóvenes compartiendo su vida, mirando con simpatía su
mundo, atentos a sus verdaderas exigencias y valores;
· el criterio preventivo, que cree en la fuerza del bien que hay en todo joven, aún en el más
necesitado, y trata de desarrollarla mediante experiencias positivas de bien;
· la centralidad de la razón, que hace razonables las exigencias y las normas; que es flexibilidad
y persuasión en las propuestas;
· de la religión, entendida como desarrollo del sentido de Dios innato en cada persona y
esfuerzo de evangelización cristiana; del amor, que se expresa como un amor educativo que
hace crecer y crea correspondencia;
· con un estilo de animación, que cree en los recursos positivos del joven.