Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
b) La revolución copernicana.
El pensamiento clásico y moderno entendían que nuestras ideas verdaderas eran
aquellas que se correspondían con la realidad, por lo que la mente para conocer
verdaderamente las cosas debe adecuarse a ellas y pensarlas como son. ¿Por qué no plantear,
se pregunta Kant, la hipótesis contraria? Esto es precisamente lo que supone nuestro
pensador: no es la mente la que tiene que adecuarse a los objetos sino que son los objetos los
que tienen que adecuarse a la mente. Semejante hipótesis es llamada revolución
copernicana: es el sujeto quien conforma o rige al objeto (y son las estructuras del sujeto las
que otorgan al conocimiento del objeto la universalidad y necesidad deseada). La revolución
copernicana es llamada así por Kant porque es análoga a la que Copérnico llevó a cabo con su
teoría heliocéntrica. Éste, al darse cuenta de que los problemas astronómicos no podían
resolverse desde la óptica geocéntrica habitual, invirtió los términos descubriendo un universo
nuevo. Lo mismo pretende hacer Kant: no podemos estudiar a “las cosas en sí mismas”, sino
Filosofía II Kant
que todo conocimiento del objeto está mediatizado por el sujeto que conoce, con lo que éste
último se convierte en el centro de atención.
Una revolución semejante, nos dice el germano en el prólogo a la segunda edición de
la Crítica de la razón pura, es la que ha encauzado a las matemáticas y la física por el seguro
camino de la ciencia.
2
Kant Filosofía II
3
Filosofía II Kant
¿Está el predicado
1 incluido en la noción NO SINTÉTICO
del sujeto?
¿Cómo conocemos la Independientemente de la
A PRIORI
2 verdad del experiencia.
Por experiencia. A POSTERIORI
enunciado?
4
Kant Filosofía II
Apliquemos estos
dos criterios al
[Relaciones de ideas]
juicio «la mujer
cordobesa tiene Analítico A priori
(Universal y necesario)
el pelo negro»: la
experiencia nos
muestra que las
mujeres nacidas [Juicio sobre hechos]
en Córdoba Sintético A posteriori
tienen de hecho el (No universal estricta-
pelo negro, pero mente y contingente)
no nos muestra
conexión necesaria alguna entre «haber nacido en Córdoba» y «tener el pelo negro». No es
contradictorio que en esa población nazca una pelirroja (como sí que lo sería el que existiera
un triángulo con más o menos de tres lados). Por tanto, ningún juicio extraído de la
experiencia es universal ni necesario en sentido estricto. El juicio sobre la mujer cordobesa
expresa simplemente que hasta ahora no se han producido excepciones, no que sea imposible
que las haya.
5
Filosofía II Kant
Kant, sin embargo, piensa que existen afirmaciones que no entran dentro de las
clasificaciones anteriores. Tomemos el siguiente ejemplo: «la línea recta es la distancia más
corta entre dos puntos». ¿Se trata de un juicio analítico? Kant piensa que no, ya que el
predicado no está incluido dentro del sujeto: en el concepto de línea recta no se nos da idea
alguna de distancias (cantidad), sólo de ausencia de curvatura (cualidad). Es, por tanto,
sintético. ¿Es un juicio a posteriori? Tampoco, piensa Kant, ya que: a) nos consta su verdad
sin tener que medir distancias entre dos puntos (sin necesidad de recurrir a ninguna
experiencia comprobatoria), y b) es estrictamente universal y necesario (carece de posibles
excepciones). Es, por tanto, a priori. Contrariamente a Hume, Kant admite que hay juicios
sintéticos a priori. Según Kant el cuadro de los juicios es el siguiente:
Hay, pues, juicios sintéticos a priori. Por ser sintéticos son extensivos, es decir,
amplían nuestro conocimiento de la realidad; por ser a priori, son universales y necesarios y
su verdad no procede de la experiencia. Los principios fundamentales de la ciencia
(matemática y física) son de este tipo.
La matemática se divide en aritmética y geometría. El ejemplo utilizado más arriba
(«la línea recta es la distancia más corta entre dos puntos») es un juicio sintético a priori de la
geometría. Un ejemplo de juicio sintético a priori de la aritmética sería: «7+5=12». Aunque a
primera vista parece un juicio analítico (el predicado estaría comprendido en el sujeto), si lo
examinamos con atención, resulta que no es así pues del simple análisis de los conceptos de 7,
de 5 y de adición no me proporciona el de la noción de «12» 3 sino sólo que de la reunión de
los dos primeros se sigue un tercer número único. Cuando identifico este número único con
«12» y no por ejemplo con «11» o «14» estoy ampliando mi conocimiento; por tanto, se trata
de un
juicio
«Un triángulo es un polígono de tres lados»
6
Kant Filosofía II
cuerpo se contraiga en vez de dilatarse. Si, puestos a imaginar, ocurriera esto último (que el
calor contrajera los metales), ¿significaría una excepción al principio general de causalidad?
No, piensa Kant. Significaría una excepción a esa ley particular, pero no al principio de
causalidad. Tal contracción no dejará por eso de tener una causa. El principio de causalidad es
una ley universal y necesaria (a priori), una ley que el entendimiento aplica necesaria y
universalmente a todos los fenómenos de la experiencia. Suprímase esa ley y el mundo de
la experiencia se tornaría imposible. Por tanto, el enunciado «todo lo que comienza a existir
tiene una causa» es un juicio sintético a priori.
Así pues, Kant cree descubrir un tipo de juicio que, por ser sintético, amplía nuestro
conocimiento, y por ser a priori, es universal y necesario; tales son los juicios que otorgan a la
matemática y a la física el carácter de ciencia. Por tanto, la pregunta por las condiciones que
hacen posibles los juicios de la ciencia (matemática y física) equivale a ésta: ¿cuáles son las
condiciones (trascendentales) que hacen posibles los juicios sintéticos a priori? A
responder esta pregunta, entre otras cosas, se encamina su obra Crítica de la razón pura, que a
continuación vamos a estudiar.
7
Filosofía II Kant
8
Kant Filosofía II
que me permiten tener objetos de experiencia (ya ordenados): para que yo capte cosas
«situadas fuera de mí» y localizadas en distintos lugares (unas al lado de otras) es necesario
que esté, a la base de tales representaciones, el espacio. Del mismo modo, todas las
experiencias se nos dan, como condición, en una sucesión temporal. Espacio y tiempo son
elementos pertenecientes al sujeto, elementos que son, en definitiva, el punto de partida de
toda percepción, aquello que condiciona de antemano toda experiencia.
De la sensibilidad. Es decir, del conocimiento sensible. Pero, al mismo tiempo, el
conocimiento sensible no existiría sin el elemento externo, pues espacio y tiempo están
referidos a la experiencia y son indisociables de ella.
b) Espacio y tiempo: intuiciones puras.
Intuiciones. Que el espacio y el tiempo son intuiciones significa que no son conceptos
del entendimiento sino estructuras de la sensibilidad.
Puras. El término «puro» significa en Kant vacío de contenido empírico. El espacio y
el tiempo son como dos coordenadas vacías en las que se ordenan las impresiones sensibles
que dan lugar al fenómeno.
4.1.2. Justificación del carácter científico de la matemática.
Ya dijimos que el carácter a priori de los juicios matemáticos explica su impronta
científica. Ahora bien, ¿cómo se explica dicho carácter a priori de sus juicios? O dicho de otro
modo, ¿cuáles son las condiciones que hacen posible formular juicios sintéticos a priori en la
matemática? La respuesta es la siguiente: la matemática no estudia un conjunto de objetos
dados en la experiencia, sino las intuiciones puras del espacio y del tiempo, que son elementos
a priori (condiciones previas a la experiencia, dijimos). La intuición pura del espacio
posibilita la geometría (que es la ciencia universal y abstracta sobre el espacio) en tanto que
cualquier estudio geométrico (figuras, etc.) no es sino un estudio sobre el espacio. La
intuición pura del tiempo da lugar a la aritmética (que es la ciencia universal y abstracta sobre
el tiempo) en cuanto que el número no es otra cosa que la adición sucesiva de la unidad en el
tiempo. Así pues, la aprioridad del espacio hace posibles los juicios sintéticos a priori en
geometría y la aprioridad del tiempo hace posibles los juicios sintéticos a priori en aritmética.
Además, como la matemática formula juicios acerca del espacio y el tiempo y todos los
objetos de nuestra experiencia se dan necesariamente en el espacio y en el tiempo, podemos
concluir de ello que en todos los objetos de nuestra experiencia se cumplirán necesariamente
los juicios de la matemática (es decir, son juicios estrictamente universales y necesarios, sin
excepción posible). Queda, pues, respondida la cuestión de cómo son posibles los juicios
sintéticos a priori en matemática y, por tanto, cómo es posible la matemática como ciencia.
9
Filosofía II Kant
10
Kant Filosofía II
intuiciones sensibles. Y esto teniendo en cuenta que lo particular subsumido son los datos de
la sensibilidad y el elemento universal ordenador son las categorías.
Kant creía que lógica aristotélica era perfecta, y allí encontró, según él, todas las clases
o tipos de juicios posibles atendiendo a su forma. Los tipos de juicios existentes, según Kant,
pueden tener doce formas, así que, como cada tipo lógico de juicio está determinado por un
tipo de categoría, tenemos también doce categorías, como vemos en el cuadro siguiente:
11
Filosofía II Kant
(dato empírico). Se trata de un concepto a priori, porque es la forma (intelectual) que nosotros
le hemos impuesto a eso que hemos visto.
Todo lo dicho tiene una importante consecuencia: que los conceptos puros no son, sin
más, objetos de nuestro conocimiento sino que constituyen la condición de posibilidad de
todo conocimiento. La causalidad (y como ella, las restantes categorías) no es algo que está
impreso en la naturaleza y que nosotros hemos descubierto; se trata más bien de un esquema
perteneciente al sujeto por el que los distintos acaecimientos de la naturaleza en tanto que
conocida por nosotros se nos presentan como ordenados.
4.2.2. Justificación del carácter científico de la física.
La síntesis entre experiencia y categorías da lugar a los juicios sintéticos a priori en
física, lo que posibilita la necesidad y universalidad de esta disciplina.
Los principios fundamentales en los que se basa la física para estudiar la naturaleza
-como el principio de causalidad: «todo lo que sucede tiene una causa»- son juicios sintéticos
a priori. Veamos por qué. 1º) El concepto de causa (como el resto de categorías) es un
concepto puro que no procede de los sentidos sino que es previo a la experiencia, a la cual se
aplica. Luego la validez del principio de causalidad no procede ni depende de la experiencia
sino que la precede y la condiciona; es, por tanto, a priori. 2º) Los fenómenos solamente
pueden ser entendidos si les aplicamos las categorías. Luego, el principio de causalidad es
aplicable a todos los fenómenos que el entendimiento conoce (o puede conocer). Es, por tanto,
estrictamente universal y necesario.
Ya sabemos por qué la física se compone de juicios sintéticos a priori y, por tanto, por
qué es una ciencia. Ahora bien, ¿puede extenderse esa misma seguridad a los objetos de la
metafísica? Para Kant esto no es posible, pues supera -como veremos- los límites objetivos de
nuestro conocimiento.
12
Kant Filosofía II
sin embargo, su uso no puede extenderse más allá de la experiencia. En este sentido,
podemos distinguir entre un uso legítimo de las conceptos puros, que es llamado por Kant,
uso empírico, y un uso supraempírico o trascendental (Kant usa este término en sentido de
trascendente, esto es, que está más allá de la experiencia). El primero refiere las categorías a
objetos de experiencia; el segundo las aplica abusivamente a objetos no sensibles. Sólo hay
conocimiento fundado cuando hay uso empírico. Esto nos lleva de la mano a la distinción,
típicamente kantiana, entre fenómeno y noúmeno.
b) El idealismo trascendental kantiano: fenómeno y noúmeno.
Fenómeno es lo que se me aparece, la cosa en tanto que captada por mí (con las
consiguientes estructuraciones que realizan los elementos a priori). Sin embargo todo
fenómeno tiene siempre un correlato inevitable: el noúmeno o cosa en sí. Noúmeno es la
cosa en sí misma fuera de su relación con el sujeto. Noúmeno es, pues, aquello que está más
allá de lo captado por nosotros, aquello que está más allá de nuestra experiencia. En este
sentido, el noúmeno marca el límite de nuestro conocimiento, aquello a lo que nunca podemos
acceder. La distinción fenómeno-noúmeno tiene dos importantes consecuencias:
1. Permite comprender por qué Kant denomina a su doctrina «Idealismo
trascendental»: porque el espacio, el tiempo y las categorías son condiciones de
posibilidad de la experiencia, de los fenómenos, y no propiedades o rasgos reales de
las cosas en sí mismas. Nunca podemos conocer el noúmeno, pues conocerlo supone
ya una elaboración por nuestra parte, elaboración que da como resultado el fenómeno.
La cuestión es que dicha elaboración resulta de la unión materia-forma y, por tanto,
exige de la experiencia como uno de sus componentes. El sujeto no crea enteramente
al objeto de conocimiento (Idealismo absoluto, de corte racionalista), ni se limita
simplemente a recibirlo (Idealismo sensista, de corte empirista) sino que transforma
una información procedente de las cosas (Idealismo trascendental).
2. Al no poder conocer a las cosas en sí, todo lo que no sea objeto de nuestra experiencia
no puede ser conocido. Ahora bien la metafísica lo que hace precisamente es elevarse
más allá de la experiencia y acceder a objetos como el alma o Dios. Por tanto, el
Idealismo trascendental, al ser fenoménico, se traduce en agnosticismo ontológico:
no sabemos cómo son las cosas en sí mismas. La suerte de la metafísica está echada.
Veamos cómo se articula esta crítica a la metafísica, que es expuesta por Kant en la
tercera parte de la Crítica de la razón pura: la Dialéctica trascendental.
13
Filosofía II Kant
trascender lo sensible. Dicha facultad usa, al igual que el entendimiento, de los conceptos
pero, a diferencia a aquel, no toma los elementos aportados por la sensibilidad.
¿Cuál es la actividad peculiar de la razón? Si el oficio propio de la sensibilidad era
intuir, y el del entendimiento juzgar, la razón se reserva un tercer cometido: razonar, construir
razonamientos. Lo característico de la razón es un proceso deductivo por el que se infiere
una proposición a partir de otras anteriores de tal modo que su norte último es elevarse de lo
condicionado a lo incondicionado. Esto es lo que llamaremos uso lógico de la razón.
Pongamos un ejemplo: dado el juicio «los filósofos son mortales», la razón en su uso
lógico intentará demostrarlo a partir de juicios anteriores. Esto es lo que hace, por ejemplo,
con el siguiente raciocinio:
Los hombres son mortales,
los filósofos son hombres,
luego, los filósofos son mortales.
No se trata aquí de realizar un análisis exhaustivo del silogismo como mecanismo
deductivo (objeto de numerosas investigaciones por parte de Aristóteles y la lógica medieval).
Sin embargo, es importante señalar que el juicio «los filósofos son mortales» ha quedado
demostrado en base al enunciado, de carácter más general, «los hombres son mortales». Pero
el proceso no termina ahí. La razón pretende entonces demostrar la verdad del enunciado «los
hombres son mortales». Tal demostración se puede realizar, por ejemplo, mediante el
siguiente raciocinio:
Los seres vivos son mortales,
los hombres son seres vivos,
luego, los hombres son mortales.
Así pues, el juicio «los filósofos son mortales» ha quedado demostrado a partir del
enunciado «los hombres son mortales», que a su vez se demuestra a partir de la proposición
«los seres vivos son mortales». No es necesario seguir poniendo ejemplos concretos para
mostrar que la razón, en su uso lógico, tiende a conocer el fundamento de todas estas verdades
prolongando el proceso hasta encontrar una proposición que fundamente todo el cuerpo de la
demostración. A tal verdad la denominamos lo incondicionado, pues no depende de una
condición, de una verdad anterior y más general.
Una vez explicado el funcionamiento general de la razón vamos a ver, cuáles son los
tres grandes incondicionados a los que ésta tiende en su búsqueda para fundamentar todo el
conjunto de verdades. Tales incondicionados, que son llamados por Kant elementos a priori de
la razón o ideas trascendentales, son: el Alma, el Mundo y Dios. Así, la razón tiende a
pensar que el conjunto de todas nuestras actividades y propiedades se fundamenta en un
sustrato último al que llamamos alma. Del mismo modo, asigna a la pluralidad de cosas y
acaecimientos que observamos la entidad de mundo. La razón, en fin, tiende a pensar que
existe una causa incausada, Dios, fundamento último de todo lo existente.
Aunque no podamos considerar tales incondicionados como objetos científicos
(existentes realmente), sí que tienen un papel activo en el desarrollo de la ciencia. Para el
desarrollo de la física, por ejemplo, es bueno e incluso necesario actuar como si los
fenómenos observados fueran parte de una totalidad concebida como un conjunto de
conexiones causales (mundo) o como si todo fuera obra de una inteligencia ordenadora
(Dios). Dios, alma y mundo tienen, en este contexto, un uso regulativo, porque actúan como
principios que estimulan y orientan la investigación.
b) La razón en su uso puro (ilegítimo): el carácter constitutivo de las ideas.
Todo esto lo hace nuestra razón que, en su uso lógico, tiende a buscar lo
incondicionado para lo condicionado. De este modo, los objetos de los que trata la metafísica
14
Kant Filosofía II
(alma, mundo y Dios) no son, por decirlo así, invenciones caprichosas sino el resultado de una
tendencia natural de la razón. Ahora bien, una cosa es que nuestra facultad raciocinante tienda
a afirmar tales ideas, y otra bien distinta es que existan como objetos reales. Dicho de otro
modo: Dios, alma y mundo son ideas propuestas naturalmente por la razón, e incluso puede
que se correspondan con objetos realmente existentes, pero, de esto último, dice el germano,
no tenemos ninguna garantía. Cuando la razón, yendo más allá del legítimo uso lógico,
afirma que las ideas trascendentales existen como algo más que una tendencia natural,
entonces hablamos de la razón en su uso puro, y este uso es indebido. Oigamos al propio
Kant:
«Sostengo que las ideas trascendentales no tienen nunca un uso constitutivo que suministre
conceptos de ciertos objetos y que, en el caso que así se entienda, son simplemente conceptos
sofísticos. Pero, en desquite, tienen un uso regulador excelente, indispensable y necesario: el
de dirigir el entendimiento hacia un cierto fin que hace converger las líneas directivas que
siguen todas sus reglas a un punto que pese a no ser más que una idea (focus imaginarus), es
decir, un punto de donde los conceptos del entendimiento no partan realmente, puesto que se
halla colocado fuera de los limites de la experiencia posible, sirve, sin embargo, para
procurarles una mayor unidad con la mayor extensión»
(Crítica de la razón pura, A, 644; B,
672)
¿Por qué es ilícito afirmar la existencia de las ideas trascendentales como objetos de
nuestro conocimiento? Una mirada a los principios de la analítica trascendental nos bastará
para mostrarlo: no podemos aplicar las categorías del entendimiento a lo que está más allá de
la experiencia, y hacerlo sería transgredir ilegítimamente los límites del conocimiento
fundado. Dios, alma y mundo son producto de nuestra razón. Puede que existan en la
realidad pero no podemos pretender hacer ciencia de tales objetos extraempíricos. Son
pensables, pero no cognoscibles; corresponden a estructuras formales del conocimiento (son
posibles) pero, al faltar el elemento material, nunca podremos saber con seguridad si existen.
Es evidente entonces por qué sobre objetos extraempíricos no podemos formular juicios
sintéticos a priori. Estos son los límites del conocimiento humano.
3.3.2. La imposibilidad de la metafísica como ciencia.
La pregunta por la posibilidad de la metafísica como ciencia, que preocupa tanto a
Kant, es contestada negativamente en la dialéctica trascendental. La metafísica, entendida
como un conjunto de proposiciones acerca de realidades que están más allá de la experiencia,
es imposible ya que las categorías sólo pueden aplicarse legítimamente a los fenómenos, a los
datos de los sentidos. La aplicación de las categorías fuera de la experiencia (aplicadas a las
ideas trascendentales) es lógicamente ilegítima y da lugar a la ilusión trascendental. La
dialéctica trascendental tiene como misión mostrar tales ilusiones y errores que provienen, en
último término, de pasar por alto la distinción entre fenómeno y noúmeno.
Cuando la metafísica se empeña en ofrecer conocimiento científico sobre tales ideas
incurre en errores que Kant denuncia en su crítica a la psicología (sobre el alma), a la
cosmología (sobre el mundo como totalidad) y a la teología (sobre Dios):
1. Cuando la psicología intenta demostrar la existencia del alma, incurre en
paralogismos, esto es, en razonamientos falsos.
2. Respecto a la cosmología Kant afirma que se puede demostrar una tesis y su contraria.
Así, se puede demostrar, según nuestro pensador, la existencia y la inexistencia de un
origen del mundo en el tiempo... Se trata de antinomias, esto es, de argumentos
contradictorios.
3. Por fin, también critica el pensador alemán los tres argumentos clásicos sobre la
existencia de Dios (el argumento ontológico de San Anselmo, las demostraciones
basadas en la finalidad y las pruebas cosmológicas). Cuando se aspira a la síntesis total
15
Filosofía II Kant
16