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El Evangelio del Amor - Enrique Gómez Carrillo

¨El amor lo puede todo, lo santifica todo¨ esta frase escrita por Gómez Carrillo muestra
claramente la gran tesis que envuelve el libro de ¨El Evangelio del Amor¨ y es sin duda la
búsqueda del mismo la que genera grandes conflictos, y la toma de decisiones para millones de
personas en el mundo a lo largo de muchos años.

El autor nos sitúa en Bizancio, capital del Imperio Romano de Oriente, durante la Edad Media;
periodo en el cual la religión dominaba todas las esferas del quéhacer humano, el clero regular y
el clero secular tenían gran importancia en la vida de los ciudadanos, Además que la formación
de los monasterios, inspirados en la vida regular junto a la vida de los ermitaños, produjo que se
formaran grandes abadías que en el futuro servirán para establecer, a sus alrededores, ciudades

grandes e importantes para nuestra época. Tener en cuenta:ojo


exotismo
Enrique Gómez Carillo no solo nos muestra, por medio del arte, el descubrimiento del auténtico
amor que uno de los personajes va experimentando por medio de la convivencia de los seres
humanos, sino que muestra sus amplios conocimientos recibidos de su educación, de sus viajes y
del contacto con nuevas culturas.

El lenguaje que utiliza es modernista por naturaleza, por tanto, su vocabulario es amplio y elevado,
el uso de los adjetivos es preciso (no usa más de los que necesita); dentro de la historia, narra
pequeñas leyendas y mitos para ejemplificar los sucesos de la narración ordinaria. El narrador es
extradiegético en tercera persona.

El personaje principal (Teófilo) es circular, ya que evoluciona dentro de la narración, el resto de los
personajes son planos. La principal preocupación de este personaje al principio era la de encontrar
el amor autentico, el amor que lo deja todo y que todo lo llena (él lo interpreta con el amor Dios),
por dicha razón busca el desierto (Siguiendo los pasos de los ermitaños) para encontrar la unión
con Dios, a medida que experimenta la vida de austeridad, de miseria y de sufrimiento corporal, se
da cuenta que no encuentra lo que tanto desea y es en ese momento cuando una voz le indica que
debe regresar, y que encontrará el amor con la humanidad. Con mucha valentía decide emprender
el viaje de regreso, mientras viaja se encuentra sumergido en su propio mundo interior, el cual
refleja las duras pruebas de una sexualidad no vivida en libertad, reprime sus deseos e impulsos y
recrimina la vida que ha llevado producto de sus pecados, considera que el mundo material (por
ende el cuerpo y sus deseos) deben ser acallados mediante la meditación y el martirio para poder
alcanzar la santidad.

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Se encuentra en un estado de indecisión sobre el amor a Dios o el amor al ser humano; dentro de
su confusión decide casarse con Eudosia, quien lo ama y ve en él, la respuesta a sus oraciones
(encontrar al amor de su vida); Eudosia por su parte era una mujer rica, entregada a sus placeres,
pero llena de miedos y frustraciones por su fealdad, por tanto, ella lo ama con locura y sufre
cuando siente que su amor no es correspondido con pasión verdadera.

La convivencia de ambos hace que Teófilo, descubra el equilibro entre el amor a Dios y el amor a su
pareja, que ambos amores se encuentran unidos y dentro uno del otro; al percatarse que la
mortificación y el desprecio propio no conducen al verdadero amor de Dios ni al verdadero amor al
ser humano, decide viajar para predicar el verdadero mensaje sobre el amor, predicado por Jesús.

¨Y es que yo en mi ignorancia, confundía el amor que nos une con el placer que en otro tiempo me
ofrecieron las fugaces criaturas que conquistaron mis sentido y perturbaron mi alma¨ buscar cita
,numero de pagina de la novela….

¨Era necesario que Dios me condujese hacia ti para que el verdadero amor germinase al fin en mi
ser, poco a poco, cual un rosa,… poco a poco, su… cuando todos admiraban ya la espléndida
transfiguración de tus encantos, yo no la veía aun. Yo no quería verla…¨

Al iniciar su viaje de predicación, se topa con uno de los papas de la Iglesia, con quien descubre
que debe ser prudente y que la expresión del amor es la tolerancia frente a las diferencias (se
relata la filosofía de la Trinidad de Dios, Gómez Carrillo debió de haber estudiado las diferentes
tesis propuestas en los concilios de la Iglesia para poder definir con claridad la existencia de la
Trinidad), y es justamente la predicación del amor verdadero (conocimiento obtenido por
experiencia) lo que le da la muerte al personaje, quien resplandece como un santo, por haber
vivido su vocación de mensajero del amor.

¨Entonces, los demás, viendo que un resplandor áureo nimbaba de luz la cabeza inerte,
postráronse también ante el despojos del bienaventurado Teófilo Constantino Niforos, y
devotamente le besaron los pies descalzos…¨ ojo cita

Durante toda la novela, se encuentran magníficos mitos de diferentes culturas, la interacción de


Occidente con Oriente, que realiza el autor es impresionante, sin duda es una obra que debe de
analizarse con detenimiento, su contenido filosófico es alto, y por lo mismo es necesario que su
análisis sea profundo. Ver relación intertextual, polifonía discursiva, intertexto.

Bibliografía y Fuentes de Consulta.

El Evangelio del Amor; Enrique Gómez Carrillo; Editorial Artemis Edinter; 2006

http://culturaguate.blogspot.com/2011/04/el-evangelio-del-amor-enrique-gomez.htm

LOS PERSONAJES Y LOS ACTANTES

Los distintos personajes de una narración ejecutan acciones que los relacionan entre sí. Por
ejemplo, el accionar del detective para esclarecer un crimen se enfrenta con el objetivo del

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criminal de no ser descubierto, por lo que entre el detective y el criminal se establece una relación
de oposición.

Según las acciones que realicen los personajes, su rol se corresponderá con una función básica:
desear algo; transferir (un mensaje, un secreto, un objeto valioso); recibir (esos elementos); ayudar
a alguien a conseguir algo; oponerse a que lo consiga.

Sin embargo, además de los personajes, intervienen otros elementos que también pueden cumplir
algunas de las funciones anteriores. Por ejemplo, si un detective emplea una lupa para descubrir
una huella digital a fin de resolver el caso, estos elementos desempeñan las funciones de ayudar a
ese sujeto.

En ese sentido, se denomina actante a cualquier componente (ser o cosa) que participa en su
desarrollo y desempeña alguna de las anteriores funciones. De esta manera, la categoría de
actante supera a la de personaje, por lo que en un relato pueden existir muchos personajes, pero
sólo seis actantes. Estos conforman el esquema estancial:

Un sujeto que posee un proyecto o desea algo.

El objeto, aquello a lo cual tiende o busca el sujeto.

El destinador, que hace posible que el objeto sea accesible al sujeto.

El destinatario, que será quien reciba el objeto.

El ayudante, que presentará su apoyo al sujeto para que alcance su objeto.

El oponente, que pondrá obstáculos a la labor del sujeto.

Texto recomendado para entender de qué se trata: El Esquema Actancial de personajes

Crear personajes puede ser un arduo trabajo de investigación, de buceo en modelos conocidos, de
rastreo de las necesidades de la historia que querés contar o puede que te pase como a mí: Los
desgraciados (mis personajes) se me aparecen en la cabeza hablándome de cualquier cosa sin que
yo pueda ni hacerlos callar, ni saber concretamente qué acciones podrían realizar en una buena
historia. Ellos hablan y hablan (en general nacen de a uno (una en la mayoría de los casos) y
monologan incansablemente) hasta que yo me decido a sentarme delante del teclado y hacer que
“les pase algo”. Me cuesta mucho armar una secuencia de hechos interesantes y evitar que las
minas que invento (en general son minas) dejen de parlotear en un tiempo eterno donde no hay
“acción” (ni violenta con autos y armas, ni de la otra).

El esquema de personajes que voy a proponerles hoy es, precisamente, para saber qué hace cada
personaje: no cómo es física ni emocionalmente, no cómo habla, sino cuál o cuáles son sus
objetivos y cómo se relaciona (según ese objetivo) con los demás personajes. Se llama “esquema
actancial” porque analiza a cada personaje como un “actante”, alguien que “actúa”, que “acciona”,
que realiza una acción, que mueve un entramado de sucesos (no como mis personajes que se la
pasan charlando). Veamos la teoría básica (no te desesperes con las definiciones: juro que lo vas a
entender refácil cuando llegues al ejemplo de Caperucita Roja).

Un esquema Actancial consta de seis elementos:

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Sujeto: Es el personaje que tomaré como centro del esquema, aquél que realiza una acción, que
busca cumplir con algún objetivo, que se mueve con algún objeto. (Cualquier personaje, principal o
secundario, puede ser tomado como sujeto para realizar un análisis diferente o profundizar en las
relaciones de los personajes entre sí.)

Objeto u objetivo: Es lo que el sujeto quiere conseguir, lo que lo mueve a actuar.

Destinador: Es el personaje o la fuerza externa o interna que mueve al sujeto a querer conseguir el
objeto u objetivo.

Destinatario: Es quien se beneficia si el sujeto consigue el objeto u objetivo (puede ser el mismo
sujeto u otro personaje o ambos).

Adyuvantes: Son los que ayudan, precisamente, al sujeto a conseguir el objeto.

Oponentes: (Apuesto a que ya sabés la definición de esto sin que yo te la escriba): Sí, son los que
se oponen a que el sujeto consiga el objeto.

Ejemplo tonto (acordate o releé lecciones anteriores para valorar un buen ejemplo “tonto”):

¿Se entiende? La cosa cambia si ponés como sujeto al lobo, cuyo objetivo es comerse a Caperucita,
movido por ¿el hambre?, ¿la maldad?, ¿la lujuria?, y con él mismo como único beneficiario, sin
ayudantes, pero con muchos oponentes, lo que justificará su derrota final.

Utilizar este esquema te servirá para darle coherencia a tus historias: Alguien cuyo objetivo es
conquistar el planeta Venus no puede pasarse tres páginas hablando sobre su infancia a menos
que eso sea decisivo para explicar cuál es su destinador (alguna experiencia infantil, un mandato
paterno, etc.) o para justificar su destinatario (quiere conquistar el planeta para regalárselo a su
abuelita) o para presentar a sus ayudantes o cualquier cosa que le dé a la narración de la escena
infantil un sentido claro dentro del esquema de la acción.

Si te ponés a analizar los cuentos, novelas, obras de teatro, historietas, series o pelis con este
esquema actancial vas a ver cuántas posibilidades de conocer a los personajes y sus motivaciones
te aporta. A mí el elemento que más me gusta es el destinador. Ej.: ¿Qué mueve a Frodo Bolsón
hacia Mordor para destruir el anillo? ¿Su valentía? ¿Su fidelidad a los amigos? ¿Su necesidad de
conservar el mundo que conoce? ¿La fuerza de la amistad de Sam? ¿La seguridad de que es sólo él
quien puede hacerlo? ¿Su deseo de desterrar al mal del universo? Pensar en los oponentes
abstractos además de los representados por personajes concretos también está bueno: ¿Y quiénes

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son los verdaderos y más poderosos oponentes de Frodo? ¿Los orcos? ¿Sauron? ¿O la avaricia de
los humanos? ¿La mezquindad de Boromir (¡cómo amo a Boromir y Faramir!) o la de todos los
humanos? ¿La cobardía inicial del heredero de Isildur? ¿La desunión de La Tierra Media? ¿Los elfos
que se borran?

Así podemos seguir especulando, discutiendo, agregando nuevos aspectos a cualquier historia y
cualquier personaje. Probá y vas a ver qué importante será saber por qué un personaje no tiene
ayudantes o cuyo único destinador es él mismo, un personaje que desconoce su objetivo y anda a
tientas, uno que cree tenerlo muy claro pero a mitad de la narración vive algo que lo hace cambiar
ese objetivo por completo. Algo muy interesante es realizar el esquema poniendo a los personajes
secundarios como sujetos para ver cómo los objetivos y destinadores de ellos influyen (para bien o
para mal) en los objetivos de los personajes centrales. ¿Que se te va a armar flor de kilombo? Y sí,
pero yo prometí explicarte pero no aburrirte, ¿no?

http://llevatetodo.com/esquema-actancial/

Glosario

Conciencia posible: Es una abstracción que, a partir de circunstancias históricas determinadas,


define, define lo que debería ser la conciencia de un grupo implicado en estas circunstancias.

Conciencia real: Es el resultado de múltiples obstáculos y desviaciones que los diferentes factores
de la realidad empírica oponen y hacen experimentar en la realización de la conciencia posible.

Formación ideológica: producto de la formación social que se plasma en la formación discursiva.

Genotexto: Espacio virtual en el que están guardadas las estructuras originales que van a actuar en
el proceso de producción semiótica y que se articulan los unos con las otras, formando un
sistema. Este sistema, más o menos complejo, se plasma, bajo la forma de Genotexto que
concretan esta sintaxis virtual en todos los niveles del texto, con arreglo a las perspectivas
especificadas de cada uno de dichos niveles. Es en este punto de intersección entre la
interdiscursividad y la intertextualidad donde debemos imaginar el proceso de transformación
de la realidad bajo el trabajo de la interdiscursividad que constituye el principio activo de las
deconstrucciones.

Ideal del Yo: (ideal del moi; francés. termino del psicoanálisis de Lacan) “Instancia de la
personalidad que resulta de la convergencia del narcisismo (idealización del ego) y de las
identificaciones con los padres, con sus sustitutos y con los ideales colectivos. Como instancia
diferenciada Ideal del YO... instituye un modelo con el cual el niño trata de conformarse”. Es el
ideal del Yo, el que sólo puede regular las relaciones entre el Ego y el Yo ideal. Ese ideal “Yo” del
resulta pues de la interiorización por el sujeto de los elementos simbólicos inscritos en la cultura, o
sea, por la institución de la instancia que Edmond Cros llama Sujeto Cultural.

Formación discursiva: (situación socio-lingüística); la expresión “formación discursiva” significa sin


embargo algo distinto, ya que remite a la noción “marxista” de formación social y, por lo mismo, a
las articulaciones del proceso dialectico de la Historia.

Interdiscursividad: corresponde, según Edmond Cros, al mosaico de los discursos heterogéneos y a


veces contradictorios adquiridos por el sujeto cultural y que compone “su competencia semiótica”.

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Cuando opera este sistema, el retículo de sus múltiples significantes testimonia la lectura que
efectúa el sujeto de su propio tiempo (o sea, de las condiciones sociohistóricas en que está
inmerso) y, por lo mismo, interviene como uno de los núcleos de la actividad semiótica de la
escritura y de la producción textual.

Intertextualidad: Para Edmond Cros , todo el material semiótico que preexiste al trabajo de la
escritura y que integra no sólo los textos anteriores sino también la materia histórica reproducida
y la sociedad representada por medio de las diferentes prácticas sociales.

No consciente: Según Lucien Goldmann, nivel de conciencia privativo de un sujeto transindividual


y que no es reprimido. Es el espacio privilegiado de la reproducción ideológica para Edmond Cros.
Constituido por las estructuras intelectuales, afectivas, imaginarias y prácticas de las conciencias
individuales, lo no consciente “es una creación de los sujetos transindividuales y tiene en el plano
psíquico un estatuto a las estructuras nerviosas o musculares en el plano fisiológico. Se distingue
del inconsciente freudiano en la medida en que no está reprimido y no necesita vencer ninguna
resistencia para venir a ser consciente, sino sólo que se le saque a la luz por un análisis científico”.

Práctica social: Las actividades humanas se efectúan en unos espacios materiales o simbólicos
(llamados “instancias”) estructurados por modelos de comportamientos, condiciones materiales,
objetivos y tradiciones específicas, relacionado con el Todo histórico. La noción de “practica social”
hace énfasis en el proceso evolutivo que afecta a dichas instancias y en la dimensión plural y
colectiva de las acciones del sujeto que se mueve en dichos espacios.

Situación sociolingüística (lengua legítima: Bourdieu). Expresión utilizada por Pierre Zima para
definir un sistema estructurado de diferencias lingüísticas que retranscribe un sistema igualmente
estructurado de diferencias sociales. Corresponde a lo que es para Edmond Cros una formación
discursiva, generada por la formación social correspondiente por medio de una formación
ideológica.

Sujeto transindividual: Término de Lucien Goldmann. “Con la aparición del hombre, o sea, de un
ser dotado de lenguaje, aparece la vida social y la división del trabajo. A partir de ese momento
hay que distinguir los comportamientos de los sujetos individuales (libido), de los
comportamientos de los sujetos transindividuales (o colectivos o plurales). ejemplo: cuando Juan y
Pedro levantan un objeto pesado , no hay dos acciones ni dos conciencias autónomas con las
cuales cada partenaire desempeñaría alternativamente la función de objeto , sino una sola acción
cuyo sujeto es Juan y Pedro , y la conciencia de cada una de las dos personas sólo es comprensible
con relación a este sujeto transindividual”.

Hacia una sociología del texto (Pierre Zima)

En el pasado se intentó explicar las “formas literarias” en un contexto social, se debe de superar
este enfoque a través de recuperar la representación que aportan los diferentes niveles textuales
como estructuras lingüísticas y sociales simultáneamente. La propuesta de análisis es integrar los
niveles semánticos y sintácticos (narrativos) y de sus relaciones dialécticas.

Para poder hacer operativo esta propuesta metodológica es necesario representar el universo
social como un conjunto de lenguajes colectivos. Se puede tener en cuenta la hipótesis que

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propone Pierre Zima: “de que los textos literarios en los que esos lenguajes colectivos cumplen un
papel importante los absorben y transforman”[CITATION Pie13 \p 159 \l 17418 ].

“El problema de si es posible describir la relación entre el texto literario y su contexto social en un
nivel empírico debe estar en el centro de la escena metodológica. Una descripción tal solo es
posible cuando la literatura y la sociedad aparecen en una perspectiva lingüística”[CITATION
Pie13 \p 160 \y \t \l 17418 ]

La semántica y la sintaxis como funciones sociales

Hay que considerar, que aunque haya que tener en cuenta la función social e ideológica de la
oración, las estructuras macrosintácticas y narrativas son mucho más importantes para la
sociología del texto (así como para la semiótica del discurso). En efecto, la estructura narrativa de
un texto literario o teórico constituye un universo relativamente homogéneo y autónomo; imita y
reproduce la realidad y se identifica a menudo, implícita o explícitamente con esa realidad. El que
narra acontecimientos (históricos, por ejemplo) pretende que su discurso corresponda a la realidad
o que sea idéntico a ella”[CITATION Pie13 \p 162 \y \l 17418 ]

“el Sujeto de la (el narrador) hacia su propio discurso, en tanto construcción semántica y sintáctica
que articula intereses individuales y colectivos” (162).

En esta situación, la sociología del texto debería intentar:

a) Establecer las relaciones sistemáticas entre conceptos semióticos con un carácter


sociológico, y
b) Desarrollar las dimensiones sociolingüísticas y semióticas de ciertas teorías sociológicas, en
particular de la Teoría Crítica de la Escuela de Fránkfurt, cuyos miembros eran
particularmente sensibles a los problemas del lenguaje.
a) El nivel lexical y semántico
La sociología del texto debería partir de dos teoremas complementarios: los valores
sociales no existen independientemente del lenguaje, por un lado, y las unidades lexicales,
semánticas y sintácticas articulan intereses colectivos y pueden convertirse en objeto de
luchas sociales, económicas y políticas, por otro. (…) La articulación de intereses sociales y
colectivos en el lenguaje puede representarse más clara y sistemáticamente en el dominio
semántico que en el vocabulario. Lingüistas y sociólogos han reconocido ese hecho y han
insistido en la necesidad de describir procesos de clasificación (el “hacer taxonómico”, diría
Greimas) como procesos sociales y políticos, estrechamente ligados a intereses de grupo o
de clase”[CITATION Pie13 \p 164 \y \t \l 17418 ]
b) El nivel narrativo
Greimas, tomando como punto de partida la Morfología del cuento (1928) de Propp,
muestra que la estructura semántica (“la estructura profunda”) de un texto narrativo es
responsable de la distribución de las funciones actanciales. El actante, tal y como lo
define Greimas siguiendo a Propp, puede tener un carácter colectivo o no humano;
puede ser un “sincretismo de actores”, como nos lo indica el mismo Greimas.
El concepto de actante que introduce Greimas es mucho más abstracto que el concepto
proppiano de personaje ; el actante puede ser un individuo o una colectividad (o una
fuerza de la naturaleza) , un sujeto humano o un objeto , y se define en relación con la
función que cumple en una secuencia narrativa particular, “en donde el hacer , en tanto

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proceso de actualización , es llamado función (F) y el sujeto del hacer , en tanto
potencialidad del proceso , es designado como actante (A)” (Greimas, 1970: 1968). La
explicación de un texto presupone entonces su análisis actancial. Este está
estrechamente ligado con el análisis semántico.
En la práctica discursiva significa que las elecciones semánticas (las clasificaciones) que
efectúa el sujeto del discurso (el sujeto de la enunciación) se manifestaran en el nivel
actancial en el que rigen el recorrido narrativo[CITATION Pie13 \p 166 \l 17418 ].
Para la sociología del texto hay un aspecto de la semántica estructural que es
particularmente importante: la idea de que los textos teóricos, ideológicos o religiosos
puedan, tanto como los textos literarios (como los cuentos fantásticos) representarse
con ayuda de modelos actanciales.
La situación sociolingüística
Para establecer relaciones entre el texto literario y su contexto social, es conveniente
representar el universo social como un conjunto de lenguajes colectivos que aparecen,
bajo diversas formas, en las estructuras semánticas y narrativas de la ficción.
Jan Mukarovsky, parte de la idea de que la lengua de una sociedad particular puede ser
subdividida, en un momento histórico dado, en varios lenguajes colectivos y regionales.
Mukarovsky sostiene que los problemas sociales son inherentes a la estructura del
texto literario. Insiste mucho en el hecho de que los elementos de ese texto cumplen,
además de funciones ficcionales (inmanentes), funciones sociales precisas.
Podemos decir , resumiendo , “que la lengua se presenta , en el marco de la sociología
del texto , como un sistema histórico cuyos cambios (lexicales, semánticos,
sintácticos ) se explican en relación con conflictos entre colectividades sociales y, por
tanto , entre lenguajes de grupo (sociolectos) más o menos claramente
institucionalizados. Para tener en cuenta el carácter histórico (cambiante) y social de la
lengua, hablo de situación sociolingüística”[CITATION Pie13 \p 175 \y \l 17418 ] .
Sociolectos y discursos
a) Sociolectos

Pierre Zima, considera la “sociedad como un conjunto de colectividades más o menos


antagonistas, cuyos lenguajes (los sociolectos) pueden entrar en conflicto. Adoptar
esta perspectiva, a la vez sociológica y semiótica, no significa, sin embargo, que se
acepte la reducción de los hechos sociales y de los sujetos colectivos (de los grupos) a
fenómenos textuales. Se trata, por el contrario, de establecer vínculos estrechos entre
el texto y la sociedad, representando intereses y problemas colectivos en el nivel
lingüístico. Solo una representación de este tipo permite a la larga poner en
correlación la literatura con lo social, sin tener que recurrir a nociones presemióticas
como “contenido social” o “visión de mundo”. El concepto de ideología (que hay que
desarrollar y redefinir) adquiere una nueva dimensión cuando se reformula en un
contexto semiótico y se lo pone en relación con los conceptos de discurso y de
sociolecto. Este último puede describirse en tres planos complementarios dado que
tiene una dimensión lexical, una dimensión semántica y una sintáctica o narrativa (…).
Tiene una dimensión lexical en la medida en que está compuesto de palabras
sintomáticas que permiten reconocer, en el nivel empírico, un sociolecto liberal,
cristiano, marxista o fascista.”[CITATION Pie13 \p 176-7 \y \t \l 17418 ]

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“En el contexto presente, en el que el concepto de sociolecto substituye al de
enunciado (Bajtín/Volóshinov), se trata de un lenguaje ideológico que articula, en
los planos lexical, semántico y sintáctico, intereses colectivos
particulares"[CITATION Pie13 \p 177 \t \l 17418 ].
Cada grupo social, político, religioso, se sirven de vocabularios diferentes para
explicar y defender sus respectivos puntos de vista. De igual forma un individuo
puede a través de su vida pertenecer a grupos diferentes; de ahí que pueda utilizar
o valerse de diferentes sociolectos en su vida.
“Cuando se abandona el nivel lexical para abordar los problemas semánticos, se
constata que la mayoría de colectividades religiosas, políticas o artísticas no solo
introducen numerosos neologismos (como cosmopolitismo, revisionismo,
surrealismo o futurismo) sino también nuevas oposiciones y distinciones”[CITATION
Pie13 \p 178 \l 17418 ].
“se puede definir un sociolecto como un repertorio lexical codificado, es decir
estructurado según las leyes de una pertinencia colectiva particular. Cuando un
cristiano, por ejemplo, habla de “vida eterna”, sus palabras tienen un sentido
porque remiten a una pertinencia particular: a las oposiciones fundamentales
entre cuerpo y alma y entre mortal e inmortal (…) Se entiende ahora mejor por qué
Bajtín y Volóshinov consideraban la sociedad, en el nivel lingüístico, como una
puesta en escena de rivalidades y conflictos retóricos. Sobre todo en la sociedad
moderna, en una sociedad polifónica que se define a sí misma como “pluralista”,
cada sociolecto remite de manera implícita o explícita a códigos y sociolectos rivales,
incluso “enemigos”[CITATION Pie13 \p 180 \t \l 17418 ]
b) Discurso (ideología)
El lenguaje hablado y escrito no se puede reducir a estos conceptos estáticos, pues
es una puesta en discurso del repertorio lexical y de la estructura semántica. Pero,
¿Qué es un discurso?
“Se puede definir como “unidad transoracional cuya estructura semántica (en tanto
estructura profunda) hace parte de un código y, por tanto, de un sociolecto, y cuyo
recorrido sintáctico puede representarse con ayuda de un modelo actancial
(“narrativo”)”[CITATION Pie13 \p 181 \t \l 17418 ].
La estructura actancial (narrativa) del discurso se explica en relación con las
elecciones semánticas del sujeto (de enunciación), y sus elecciones semánticas solo
son posibles en el marco de un código que pertenece a un sociolecto y, por tanto, a
un grupo particular. Los diferentes grupos articulan sus intereses políticos, jurídicos,
históricos, literarios o científicos narrando la realidad de maneras diversas, a
menudo contradictorias.
A manera de conclusión: el sociolecto puede definirse en relación con sus tres
aspectos esenciales, el repertorio lexical, el código (pertinencia y taxonomía) y la
puesta en discurso. Esta última es la manifestación empírica del sociolecto que, en
cuanto tal, no es más que una construcción teórica: una hipótesis sobre lo real.

En cuanto a la ideología, en un primer momento puede definirse la ideología como manifestación


discursiva (lexical, semántica y sintáctica) de intereses sociales particulares. La ideología será

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inherente en todas las taxonomías y en todas las estructuras narrativas, sean literarias, filosóficas,
sociológicas psicológicos o científicas, etc.

Sin embargo, no podemos contentarnos con esta definición, demasiado general, de ideología: si
todos los discursos fueran ideológicos en el mismo grado, el adjetivo “ideológico” perdería sentido,
dejaría de ser pertinente.

“En un segundo momento, conviene entonces distinguir el discurso ideológico del discurso teórico
o critico tomando como criterio la actitud que el sujeto de la enunciación adopta hacia sus propias
actividades semánticas y sintácticas (narrativas). El sujeto de enunciación puede adoptar una
actitud crítica y, sobre todo, autocritica solo si reflexiona sobre los intereses sociales y los valores
históricos (por tanto cambiantes) que expresa su discurso. Gracias a esta actitud crítica y reflexiva,
puede, en alguna medida, superar su propia ideología, sino de interrogarse sobre las posibilidades
que tiene una teoría de liberarse de la ideología en la que nació”[CITATION Pie13 \p 183 \t \l
17418 ]

La intertextualidad

En la perspectiva de la sociología del texto, el universo de la ficción aparece como un proceso


intertextual: como una absorción por el texto literario de sociolectos y discursos orales o escritos,
ficcionales, teóricos, políticos o religiosos. (…) el análisis intertextual no tiene, entonces, nada
que ver con un estudio empirista de citas, limitando al problema de qué textos orales o escritos
pueden “encontrarse” en el universo literario; nada tiene que ver con un análisis retorico que
tenga por objeto las “técnicas” del autor. Debe dar cuenta de un texto literario en un contexto
dialógico , es decir , en relación con las formas discursivas a las que ha reaccionado
absorbiéndolas , transformándolas , parodiándolas, etc. De lo que se trata, en efecto, es de
explicar las estructuras del texto a partir de esas formas discursivas”[CITATION Pie13 \p 186-7 \t \l
17418 ]

La intertextualidad como categoría sociológica

Según Pierre Zima: “En tanto se plantee la pregunta de qué ideología o visión de mundo “expresa”
un texto particular, se está saltando el escalón lingüístico (empírico) y se está condenando la
investigación sociológica a manejar conceptos vagos como “consciencia”, “compromiso “o
“perspectiva” (186)

“En la perspectiva de la sociología del texto, el universo de la ficcion aparece como un proceso
intertextual, como una absorción por el texto literario de sociolectos y discursos orales o escritos,
ficcionales, teóricos, políticos o religiosos.”(186)

Según, Zima: “En un primer momento conviene situar el texto en una situación sociolingüística
particular, tal y como el autor y su grupo social la vivieron” (187) En este caso, la sociedad de Paris,
Gómez Carrillo, Darío, y todos los miembros del modernismo.

En la novela “El evangelio del amor, “El análisis intertextual no tiene, entonces nada que ver con un
estudio empirista de citas, limitado al problema de qué textos orales o escritos pueden
“encontrarse” en el universo literario; nada tiene que ver con un análisis retorico que tenga por
objeto “las técnicas” del autor. Debe dar cuenta de un texto literario en un contexto dialógico, es

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decir , en relación con las formas discursivas a las que ha reaccionado absorbiéndolas,
transformándolas, parodiándolas, etc”(187)

En el nivel intertextual, El evangelio del amor de Gómez Carrillo absorbe, critica y transforma los
diferentes sociolectos ideológicos de los años diez y veinte. La mayoría de los discursos surgidos de
esos sociolectos se caracterizan por un dualismo rígido y por la contradicción en lo político y
religioso.

El discurso es un producto de la crisis de valores, y en la novela “El evangelio del amor” Gómez
Carrillo lo presenta de esta forma. El ideólogo anuncia verdades absolutas que tiende a presentar
mediante dicotomías maniqueas como fe/ateísmo, amor divino/ amor mundano, héroe/traidor,
guerra/ paz, estas dicotomías se identifican en la novela anterior.

Se puede distinguir la intertextualidad externa (relación de un texto con otro texto).

La intertextualidad interna (la relación entre los elementos del propio texto o de un texto consigo
mismo).

La intertextualidad propiamente dicha (relación entre textos del mismo autor).

Según Genette existen 5 tipos de relaciones transtextuales:

1. La intertextualidad, definida como una relación de copresencia entre dos o más textos ; su
forma más explícita y literal es la cita ; menos explícita , el plagio ; menos aún , la alusión ,
campo privilegiado de Riffaterre;
2. La paratextualidad
3. La Metatextualidad
4. Hipertextualidad.
5. Architextualidad.

Ojo buscar el concepto de intertextualidad e interdiscursividad en diccionario de Marchese


Forradellas.

Delimitar el mecanismo intertextual hasta hacerlo realmente operativo, se han intentado


definiciones tendentes a la precisión de la formula cuasi matemática. Así, Pérez Firmat (1978, I)
estableció la formula siguiente:

T=IT+ET

Donde T=texto, IT= intertexto y ET= exotexto. El texto será igual a la suma del intertexto más el
exotexto, entendiendo por exotexto “lo que queda de un texto después de haber sustraído el
intertexto”, es decir el texto que sirve demarco o de engaste al intertexto y que no es el texto
global T”[CITATION Jos01 \p 77 \t \l 17418 ]

Teoría sociocritica del sujeto: El sujeto cultural (citas a utilizar)

“El Yo, es una máscara, un señuelo, un sustituto, pues detrás de esta subjetividad ilusoria se oculta
el sujeto cultural”[CITATION Edm09 \p 158 \t \l 17418 ]

11
“el sujeto dice siempre más de lo que quiere decir y de lo que cree decir”[CITATION Edm09 \p
159 \t \l 17418 ]

“insertadas bajo las forma de microsemióticas intratextuales, estas características discursivas que
son el producto de las especificidades de las estructuras sociales amplían los límites de la
visibilidad social de los textos (Cros, 1986, 1992).

El sujeto cultural opera en las diferentes formas en que interviene en las distintas prácticas
semióticas de un mismo acontecimiento histórico:

“La cultura es una realidad primera al mismo nivel que el lenguaje y la ideología, de la cual la
cultura y el lenguaje están saturados. Los tres campos me interpelan como sujeto…”[CITATION
Edm09 \p 162 \t \l 17418 ].

“Entiendo por sujeto cultural una instancia que subsume todos los individuos de una misma
colectividad para no ocultar su naturaleza ideológica fundamental: su función objetiva consiste en
integrar dentro de un mismo conjunto todos los individuos, aunque remitiendo a sus respectivas
posiciones de clase en la medida en que cada una de estas clases sociales se apropia (…) de este
bien colectivo”[CITATION Edm09 \p 163 \t \l 17418 ]

“El Yo ha dejado el lugar al ellos, que en el habla popular remite a las fuerzas dominantes lejanas y
por tanto irrepresentables , aquellas que están ausentes ; por emplear la definición de los
gramáticos árabes recordada por Benveniste, la no- persona que posee “como marca , la ausencia
de lo que califica específicamente el “yo” y el “tú”, es decir , la ausencia de todo índice de
subjetividad , la ausencia de toda marca de enunciación”[CITATION Edm09 \p 165 \t \l 17418 ]

“El sujeto cultural , que se expresa esencialmente en el enunciado , se distingue por eso mismo
radicalmente del sujeto del deseo que no puede darse a entender más que en la enunciación.(…) el
sujeto que habla en términos del Yo se ilusiona tomando por su cuenta un ya- ahí ideológico. Bajo
la máscara de la subjetividad se ve entonces operar el discurso del sujeto cultural. Ahora bien este
sujeto cultural de naturaleza doxológica, legislador, dicta normas de comportamiento, designa
paradigmas, recuerda verdades fundadas sobre la experiencia o sobre la fe”[CITATION Edm09 \p
165 \t \l 17418 ]

“El sujeto cultural se construye en espacio intrasiquico de un solo y único individuo, lo que no
significa que se deban dejar de lado fenómenos colectivos que, en el marco de prácticas
institucionales, modelizan uniformemente a los participantes. (…) El sujeto no se identifica con el
modelo cultural, es, al contrario, este modelo cultural el que lo hace surgir como sujeto. El agente
de la identificación es la cultura y no el sujeto. El sujeto en efecto no tiene otra salida que la de
identificarse cada vez más con los diferentes sustitutos que lo hacen presentes en su
discurso”[CITATION Edm09 \p 166 \t \l 17418 ]

“El sujeto cultural y el Ego constituyen dos instancias de un mismo espacio intrasiquico: el primero
(el sujeto cultural) se implanta en lugar y puesto del objeto, es decir, en un vacío que es el espacio
de la representación inconsciente previa a la existencia de otro que estaba en espera de este
exterior”[CITATION Edm09 \p 168 \t \l 17418 ][ CITATION Edm09 \l 17418 ]

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“El sujeto transindividual inviste las conciencias individuales de cada uno de los individuos que
participan de él por medio de microsemióticas especificas(…) Estos diferentes sujetos colectivos
nos proponen , en el momento en que los atravesamos , sus valores y sus visiones del mundo a
través de la materialización de las expresiones semióticas , gestuales o verbales( roles sociales,
sintagmas fijos, organización jerárquica de los ejes paradigmáticos , etc.”[CITATION Edm09 \p
171 \t \l 17418 ]

“No hay sin embargo discurso, en el sentido en que lo entendemos, que no sea ideológicamente
puro sino, más exactamente, trazas discursivas susceptibles de reconstituirse en microsemióticas
significativas, que marcan con más o menos fuerza una palabra y le dan una significación socio-
histórica. En los espacios de contradicción que pone en escena el discurso , cualquiera que sea ,
reconstruye , a su nivel y según modalidades que le son propias , las contradicciones de la
formación social a la que pertenece el sujeto colectivo al que corresponde”[CITATION Edm09 \p
172 \t \l 17418 ]

“Este desfase lleva a Lacan a distanciarse del “cogito ergo sum” de Descartes en estos términos:
“yo pienso donde no existo por el pensamiento, por tanto, yo existo donde no pienso”, que puede
ser formulado como “yo no existo donde yo creo que existo” o incluso “yo estoy ausente de lo que
digo”[CITATION Edm09 \p 174 \t \l 17418 ].

“Como hecho semiótico- ideológico, el sujeto cultural no cesa, pues de trabajar redistribuyendo a
lo largo de su existencia trayectos de sentido complejos heterogéneos y contradictorios que están
llamados a ser transcritos en la producción textual o, más ampliamente, cultural”[CITATION
Edm09 \p 176 \t \l 17418 ]

“el sujeto cultural atraviesa las nociones de “sujeto ideológico” y “sujeto transindividual”, las
recorta, las recubre parcialmente al menos, sin confundirse sin embargo con ellas. La noción de
sujeto cultural especifica las modalidades de funcionamiento de un sujeto ideológico, su
emergencia, su historia, su naturaleza”[CITATION Edm09 \p 176 \t \l 17418 ]

“Mientras el sujeto transindividual es de orden unidimensional, el sujeto cultural define un espacio


complejo, heterogéneo, conflictual, un conjunto con una dominante dinámica donde se
encuentran redistribuidos los trazados semiótico-ideológicos de un cierto número de sujetos
transindividuales cuyo número e importancia varían en función de los individuos”[CITATION Edm09
\p 177 \t \l 17418 ]

“La noción de sujeto cultural pretende dar cuenta de lo socioeconómico transcrito en lo cultural. El
nivel socio-económico no es considerado en las circunstancias que rodean, preceden o parecen
explicar el sujeto cultural, sino en el interior mismo del objeto de estudio que este último
constituye. En el espacio intrasiquico donde se reproduce, el sujeto cultural no cesa de construirse
y de redefinirse a lo largo de la existencia del sujeto”[CITATION Edm09 \p 177 \t \l 17418 ]

“el sujeto cultural aparece en el momento en que una subjetividad ilusoria se instala en una red de
estructuras vacías que están a la espera de ser ocupadas, ya se trate de estructuras
psicofisiológicas (acceso a lo simbólico, fase del espejo y representación inconsciente ya-ahí del
objeto), o de estructuras sociales (practicas semióticas)”[CITATION Edm09 \p 179 \t \l 17418 ]

Tener en cuenta introducción al texto de Francisco Linares Alés: Sociocritica de Edmond Cros.

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Gutiérrez Girardot. El modernismo (p.36/75) se lee lo siguiente:

“Es el apocalipsis del Yo que es su propio padre y creador… refierendose a la crisis de fin de siglo
(secularización) Ojo ver los últimos párrafos de esta página.

Se da una secularización del lenguaje en la lírica y la prosa; el poema de Darío Ite m misse est es
parte de este proceso Girardot (81) aquí se manifiesta la secularización/sacralización: lo erótico
(82)

Secularización: “Consistió en el uso de nociones de y conceptos religiosos para expresar cosas


mundanas profanas, no sólo, pues, en la “mundanizacion” de la vida, sino en algo más profundo
que anuncian Hegel y Jean Paul y desde Nietzsche se conoce como la muerte de Dios”. (82-83)

“Esta ausencia de Dios tiene una de sus causas más inmediatas en los principios de egoísmo y
racionalidad de la sociedad burguesa y en sus valores (…). Esta realización del progreso se debe a la
perdida de la fe, a la mundanizacion, a la secularización (p.83)

“La secularización fue no solamente mundanizacion y sacralización simultanea del mundo y de la


vida, sino también pérdida del mundo” (83) (90-91)

“La triple verdad que buscaban los finiseculares era la de una nueva totalidad, era la superación de
las escisiones de la vida moderna. Pero la nueva totalidad que buscaba, la que abarcara el cuerpo,
la interioridad y el mundo exterior, era una totalidad inmanente, sin más allá, y captable y
expresable con símbolos nítidos y el lenguaje de la ciencia. Y estos dos servían tanto para la
descripción exacta y despiadada de los cuerpos, los individuales y los totales, como para los
análisis sutiles y atormentados de los sentimientos, de las intimidades del ser humano” (98-99)

“Dos instintos oscurecen la moral habitual: el instinto experimental y el instinto de la belleza, el


instinto de comprender y el de olvidar. Estos dos instintos , o si requiere , la búsqueda de una
nueva totalidad inmanente de pensamiento , sentimiento y cuerpo , de un principio subyacente de
las “correspondencias” , deparo a la literatura un enriquecimiento de intensidades y sensaciones ,
de mundos insospechados y de mundos ocultos, pero a la luz de sentimientos de vértigo ante el
infinito que se le abría al hombre y que era a la vez el del cielo, del ensueño , el del famoso “azur”
y el del abismo , el del infierno, el de la elevación y el de la caída”(99)

Sociocrítica e interdisciplinariedad

Un fundamental re-planteamiento de las configuraciones disciplinarias. Tres ejemplos

Lunes 4 de enero de 2010, por Edmond Cros

El ejercicio de la interdisciplinariedad exige que sean definidos unos objetos nuevos e instrumentos
de análisis adecuados. Este estudio contempla desde esta perspectiva el caso de tres epistemes
(Marx, Saussure, Freud) que han llevado a re-fundaciones epistemológicas. Evocando las nociones
de texto semiótico, ideosemas y morfogénesis, Edmond Cros estima que su teoría es la heredera
de este proceso.

Palabras clave: Interdisciplinariedad, Sociocrítica, Episteme, Texto semiótico, idéosema,


morfogénesis.

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Sociocrítica e interdisciplinariedad

¿Qué implica la interdisciplinariedad? ¿Cómo articular dos (o más de dos) disciplinas y con qué
objetivo? ¿Qué tipo de relación existe o puede existir entre la sociocrítica y la
interdisciplinariedad?

Veamos primero la definición de la voz ‘disciplina’. « Disciplina: ‘asignatura’, ‘materia’. Cada una de
las ciencias que se enseñan en un centro de enseñanza o que constituyen un plan de estudios. »
(María Moliner). Descartemos la relación con la enseñanza, ateniéndonos a lo que se refiere a la
ciencia:

« Ciencia: conjunto de conocimientos poseídos por la humanidad acerca del mundo físico y del
spiritual, d sus leyes y de su aplicación para el mejoramiento de la vida. […] Cada rama de ese
conocimiento que se considera por separado. » (Ibid.)

La definición que da en francés el diccionario de Larousse (5 tomos) es algo más precisa, o sea

Science : « 1. Ensemble cohérent de connaissances relatives à certaines catégories de faits, d’objets


ou de phénomènes obéissant à des lois et/ou vérifiés par les méthodes expérimentales – 2.
Chacune des branches de la connaissance, du savoir (souvent pl.) Les sciences mathématiques. »

Consta en efecto de tres elementos:

a) la especificidad de los datos observados (ciertas clases de datos),

b) la existencia objetiva de las leyes que organizan dichos datos,

c) la presentación coherente de las observaciones.

Me consta por lo mismo la importancia de las dificultades que presenta el ejercicio de la


interdisciplinariedad.

1. De interesarse cada una de las disciplinas por una categoría específica de datos que instituyen
sus leyes propias ¿a qué categoría de datos se va a interesarse la interdisciplinariedad? Si cada una
de ellas tiene definido un objeto proprio, las disciplinas contempladas sólo pueden definir un
objeto nuevo.

2. El análisis de cualquier objeto de conocimiento científico pide que se maneje un conjunto de


instrumentos ajustados para esta finalidad.

El ejercicio de la interdisciplinariedad exige pues (o nos debe llevar a) que sean definidos: unos
objetos nuevos, o sean unos objetos que no atañan a ninguna de las disciplinas ‘tradicionales’

- instrumentos de análisis adecuados.

Un fundamental re-planteamiento de las configuraciones disciplinarias. Tres ejemplos

En la historia de las ciencias humanas la interdisciplinariedad ha desempeñado un papel


sumamente importante. Veamos brevemente el caso de tres ejemplos mayores.

-1.K. Marx

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K. Marx es a la vez un filósofo (Feuerbach. Concepción materialista contra concepción idealista,
hacia 1845-1846, La Ideología alemana de Karl Marx y Friedrich Engels, publicada por primera vez
en 1932), un historiador (El 18 brumario de Louis Bonaparte, 1852), un sociólogo y un antropólogo
(se interesa por la familia en su tesis sobre la división del trabajo) y un economista. En este caso,
por ejemplo, sus propuestas representan una ruptura constitutiva de la ciencia económica. Antes
que él David Ricardo (Principios de la economía política y del impuesto, 1817) había renovado ya la
disciplina interesándose por la producción mientras que sus antecesores sólo estaban interesados
por el intercambio pero él no se aparta radicalmente de su disciplina ya que considera el sujeto
productor como simple variante del hombre económico. Con arreglo a él, lo nuevo de la
aportación de Marx consiste en que él articula esta ciencia económica con la historia social. Es esta
articulación de las dos disciplinas la que produce un objeto nuevo, la noción de modo de
producción en la que las relaciones sociales se analizan juntamente con la actividad productora. La
producción, para él, conlleva un proceso de trabajo por el cual el hombre transforma las materias
naturales en productos utilizables pero este proceso se efectúa con ayuda de recursos técnicos que
difieren según los períodos económicos y estos recursos transcriben no sólo la manera cómo las
diferentes sociedades explotan la naturaleza sino también las relaciones sociales que a la vez se
desprenden de la producción y la organizan. La producción no puede ser un objeto de análisis si no
integra estas relaciones sociales. Con esta tesis pasamos de una disciplina, la Ciencia económica a
otra disciplina nueva, o mejor dicho a un objeto nuevo, la Economía política (tal es además el
subtítulo de El Capital). Este objeto nuevo necesita instrumentos de análisis nuevos: nociones de
modo de producción, relaciones sociales, división del trabajo, enajenación…

Cuando aborda el problema fundamental de la esencia del hombre Marx articula también historia
y filosofía, en la polémica con los filósofos idealistas. Éstos distinguen al hombre del animal por la
presencia en el hombre de una conciencia, o de una razón. La ruptura epistemológica marxiana
procede de lo siguiente: para Marx, lo que caracteriza al hombre es que éste debe crear las
condiciones materiales de su existencia; esta necesidad exige que establezca relaciones con sus
semejantes, de donde nace el lenguaje y la conciencia como producto del lenguaje. Nos consta
que, como en el campo de la economía, son las nociones de modo de producción y de relaciones
sociales de producción las que constituyen las bases de la argumentación. En efecto al reproducir
las condiciones materiales de su existencia, los hombres reproducen las condiciones sociales de su
producción.

Las problemáticas de la conciencia, del lenguaje y de la ciencia económica resultan radicalmente


renovadas en el contexto de un sistema explicativo coherente. Asi se nota con toda evidencia que
cualquier objeto científico nuevo : articula varias disciplinas consideradas hasta la fecha como
irreductibles la una a la otra, produce (y se desarrolla gracias a) un conjunto de herramientas
específicas de análisis dentro de un sistema coherente.

-2. F. de Saussure

Para F. de Sausurre, la linguística sólo puede ser una ciencia si se la considera como « un sistema
de signos que expresan ideas y por lo mimo comprable con la escritura, el alfabeto de los sordos-
mudos, los ritos simbólicos, las fórmulas de cortesía, las señales miitares etc. » Luego se la debe
estudiar en el contexto de un nuevo campo científico autónomo que tendría, como los demás un

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objeto propio y que sería « una ciencia que estudie la vida de los signos en el seno de la vida
social ; formaría parte de la psicología social, y luego de la psicología general ; la llamaremos
semiología (del griego semeion, signo). Nos enseñaría en qué consisten los signos, qué leyes los
gobiernan. Ya que todavía no existe, no podemos decir lo que será ; pero tiene derecho a existir, su
sitio está determinado de antemano. La linguística no es más que una parte de esta ciencia
general, las leyes que ha de descubrir la semiología podrán aplicarse a la linguística y ésta resultará
relacionada con un campo bien determinado en el conjunto de los hechos humanos […] si, por
primera vez hemos podido atribuir a la linguística un sitio entre las ciencias es por haberla
relacionado con la semiollogía. » (Sausurre, 1915, in Hollier,1973 : 566-567, esta traducción y todas
las siguientes son de mí)

Para dar a entender lo que es el problema semiológico« sería necesario, sigue diciendo, estudiar la
lengua de por sí ; pero casi siempre la hemos abordado con arreglo a otras preocupaciones, otros
puntos de vista. »En este mismo punto se me aparece otra ruptura epistemológica : Saussure
aparta en efecto sucesivamnete « la concepción superficial del vulgo « que sólo ve en la lengua
una nomenclatura », el punto de vista del psicólogo « que estudia el mecanismo del signo en el
individuo », asi como los análisis que se limitan a los « rasgos de la lengua que se relacionan con
las demás instituciones, las que dependen más o menos de nuestra voluntad y de esta forma
damos de lado, soslayamos, la finalidad, haciendo caso omiso de los caracteres que sólo atañen a
los sistemas semióticos por lo general y particularmente a la lengua. En efecto el signo se escapa
siempre de cierto modo de la voluntad individual o colectiva ; es éste su carácter esencial pero es
el que menos aparece a primera vista. »Saussure rectifica pues los contornos de la linguística como
disciplina insertándola en el objeto nuevo que es la semiología, articulándola con otros campos
científicos : la psicología social y la psicología general pero también con la etnología (Véase la
mención de los ritos, las costumbres etc.)

-3. El psicoanálisis

a) S. Freud es primero un médico y descubre la problemática psíquica en su experiencia clínica.


Construye los fundamentos de su teoría del inconsciente a partir de sus observaciones y de las
curaciones que logra de sus pacientes histéricas. En adelante esta teoría va a funcionar como
verdadera terapia.

b) Así como Saussure quiere que la semiología obtenga el estatuto de ciencia. Freud, « apasionado
por la racionalidad científica y el materialismo » (Mendel,1998 :19) desea que, con el psicoanálisis,
la psicología venga a ser « una rama semejante a las demás de las ciencias naturales »
(Freud,1938 : 21, cité par Mendel, Ibid.). Sienta su teoría sobre dos pilares que atañen a la
biología : una concepción ampliada de la sexualidad y la herencia de los cararacteres adquiridos.
Nota Gérard Mendel que ya en Tres ensayos sobre la teoría sexual, lo psicológico y lo biológico no
pueden separarse (Mendel, 1998 :19) la sexualidad se extiende a todo el cuerpo y la pulsión sexual
dependería de una sustancia química única secretada en todas las partes del cuerpo. Por su parte,
la teoría genética de la muerte del padre permite relacionar la psicología individual y la colectiva.

c) La terapia psicoanalítica cura el cuerpo por y con el lenguaje, ya que la terapia demuestra que las
palabras te ponen enfermo, y que su análisis te pueden curar. Se nota por lo mismo que el lenguaje

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actúa de por sí. A partir de estas fundamentales observaciones Lacan crea una teoría del lenguaje
organizada en torno a unos conceptos basicos : desaparición del objeto en el signo, significante,
metáfora, metonimia etc., una teoría cuyo alcance ha tenido y sigue teniendo un impacto
manifiesto en el campo de los estudios sobre el lenguaje.

d) La psicología se interesa por el hombre o el individuo, la psicología por el sujeto. Se trata de una
ruptura epistemológica fundamental : » « El hombre de la ciencia no existe, escribe Lacan, sólo
existe su sujeto. » (« La science et la vérité », in Écrits, Paris, Seuil, p.659) El sujeto, o sea éste que
habla, éste a quien no se le puede definir por una esencia pero que resulta cooncebido como
escindido entre el inconsciente y lo consciente.

No se trata de comentar críticamente estas tres teorías que han tenido y siguen teniendo tanta
influencia en las actividades de investigación y de enseñanza sino de notar que han provocado las
tres en sus respectivos campos una reconfiguración radical de varias disciplinas ya constituidas e
institucionalizadas y que de esta re-fundación han surgido juntamente nuevos objetos científicos y
nuevas herramientas de análisis que han trastrocado bloques importantes de las ciencias humanas.
Se han situado y se sitúan por encima o al lado de las diferentes disciplinas que atraviesan a veces
de manera oblícua, sin lugar a duda porque su objetivo aspira a proponer la interpretación de una
Totalidad y que cualquier punto de vista estrechamente disciplinario haría levantar una serie de
obstáculos en contra de esta finalidad. Esta postura y este tipo de funcionamiento, ‘fuera de la ley
disciplinaria’ explican por qué el marxismo y el psicoanálisis tienen un estatuto de epistemés , o
sea de sistemas que organizan el saber : para el que acepta entrar en uno de estos sistemas de
interpretación cualquier fenómeno humano o social remite a un mismo esquema intelectual.

Herencia y continuidad

El proceso epistemológico no se detiene con esto. Estas imponentes reconfiguraciones y re-


distribuciónes de conceptos han también instituido interrelaciones entre sí, con la ‘Nueva crítica’,
creando en este segundo nivel otros objetos nuevos en el contexto de una nueva ruptura. Esta
ruptura, nos explica Roland Barthes, se hace cuando

« lo adquirido por la linguística y la semiología quedan expresamente colocados (relativizados,


destruidos, reconstruidos) en un nuevo campo de referencia, esencialmente definido por la
intercomunicación de dos epistemes diferentes : el materialismo dialéctico y el psicoanálisis […]
para que haya una ciencia nueva no s suficiente que se profundice o se extiende la vieja ciencia ( lo
que pasa cuando se pasa de la semiótica de la frase a la semiótica dela obra) : es necesario que se
produzca el encuentro de epistemes diferentes, y hasta ignorantes la una de la otra (es el caso del
marxismo, del freudismo y del estructuralismo) y que tal encuentro produzca un obeto nuevo […]
es este objeto nuevo al que llamamos texto. »

Lo que se significa cuando se emplea el término de texto

Hasta ahora el texto era un objeto moral « relacionado históricamente con un mundo de
instituciones : derecho, iglesia, literatura, enseñanza. » Con este objeto nuevo nace la problemática
del sujeto y de su doble articulación con el significante y el contexto social. Desaparece el Yo
cartesiano, el sujeto se escinde : sujeto del inconsciente, sujeto transindividual, sujeto ideológico.
Ya la conciencia no es un espacio unitario, homogéneo en servicio del individuo, sino un espacio

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caótico de contradicciones (inconsciente, no-consciente, conciencia real y conciencia posible…)
Este objeto nuevo está en el mismo centro del cuestionamiento sociocrítico.

Una refundación epistemológica

La misma intercomunicación ha producido una serie de conceptos decisivos que los autores del
prefacio de Théorie d’ensemble ( Tel quel,1968 :7) reseñan de la forma siguiente :

«Es sin duda demasiado temprano, aunque ya es posible, para determinar con precisión la eficacia
y la fuerza con que una avance teórico general se hará manifestado en torno a ciertos conceptos
decisivos, reutilizados, repetidos o construidos en los últimos años. Escritura, texto, inconsciente,
historia, trabajo,producción, escena : ninguno de esas palabras-encrucijadas (sic) es de por sí una
novedad teórica, ya que no se trata , en la manera cómo intervienen en adelante en regiones
determinadas de nuestra investigación, de invenciones destinadas a agregarse al mercado del
saber sino de una constelación reflejada que desempeña el papel de delimitación y
transformación».

Para precisar la dimensión histórica de lo que ‘ocurre’ sugieren que nos remontemos, más allá de
los efectos localizables en los años 1920-1930 (surrealismo, formalismo, extensión de la linguítica
estructural) hasta el fin del siglo XIX con Lautréamont, Mallarmé, Marx y Freud. Notemos de esta
forma los efectos indirectos de la intercomunicación de las tres epistemes que acabo de evocar :
unos conceptos viejos cobran una nueva significación y una nueva eficacia cuando están insertados
en un nuevo sistema que contribuyen a organizar o reorganizar. Las refundaciones epistemológicas
surgen cuando, en ciertas circunstancias y merced a nuevas nociones, lo adquirido resulta
sometido a un proceso de transformación que hace cuajar lo que hasta la fecha no era posible ni
siquiera imaginable.

La Sociocrítica es la heredera de todo este capital pero ¿qué sociocrítica? Por mi parte sólo puedo
comentar lo que no dejé de proponer desde hace mucho, en tres libros de teoría y en une serie de
aplicaciones que a veces completan, matizan o desarrollan algunos puntos teóricos.

A- Texto y sistema semióticos ( que llamé antes sucesivamente, mapa léxico y campos léxico-
semánticos). Recuerdo rapidamente los presupuestos.

El sistema semiótico no se interesa por la aportación de los signos al enunciado sino por lo que
significan sus relaciones con los demás signos del texto. Se trata de sacar a luz lo que transcribe la
materia linguística distribuida, lo cual supone que se haya determinado previamente el código
implicado con arreglo a las tres coordenadas : espacio, tiempo y estructura social. En un manifiesto
publicado en 1976 (Cros, 1976) estudié desde esta perspectiva el incipit del Buscón. Las tres
coordenadas eran : España, principios del siglo XVII, sociedad teocrática de ordenes y estados
convocada por la expresión cristiana vieja, la cual remite a unos valores sociales determinados
(ascendencia, ortodoxia religiosa). Éste tercer ‘punto de anclaje’ orientaba la reducción semántica
de ciertos signos del texto como trabajos, caballo, o dama. Este tipo de sociosemiótica (o

19
sociolinguística) no sólo relaciona las dos disciplinas de sociología y semiológía sino que también
hace hincapie y pone de realce la Historia, una Historia además analizada en una perspectiva
estructural. El sistema semiótico no es sin embargo de por sí una finalidad. Sólo lo contemplo
como fenotexto en el contexto del funcionamiento de la morfogénesis. Se supone que transcribe
en el nivel de la materia linguística lo que transcriben los demás fenotextos, en los demás niveles
del texto. Desde el punto de vista heurístico su significación desaparece si no se contempla en
este contexto morfogenético. De manera que no se puede reducir su análisis a un sencillo
manejo de sociolinguística.

B – El ideosema

Una nota no firmada que sale en Internet (item Sociocrique) dice de mí que con el nombre de
sociocrítica sólo manejo la pragmática . Se nota que el autor de esta notita alude a un artículo
mío que salió en un número de Littérature, en el que yo proponía el concepto de ideosema. Me
deja bastante perplejo el que autor de esta muy breve presentación sólo haya leído, de entre las
(más o menos) mil páginas que escribí, sólo las diez correspondientes de Littérature y a partir de
esta muy reducida prueba se permita extrapolar de esta forma. Pero vamos al grano ! Cuando
propuse la noción de ideosema, trataba de entender el tipo de mediación que interviniera entre
las estructuras de sociedad y las estructuras textuales al pasar del nivel de lo no-discursivo al
nivel discursivo y textual. Dicho planteamiento implicaba el impacto de la ideología
materializada. Por lo mismo, se tenía que hacer un análisis semiótico de estas prácticas y
reorganizar las conclusiones según un esquema estructural ; proceso imprescindible para que se
pudiera al final articular juntos dos elementos originariamente tan heterogéneos. Los
congresistas que me hayan leído se acordarán de que llamo ideosema a la estructura transferida
directamente de la práctica social al proceso de la escritura. El texto que estudiaba como
ejemplificación era La Vida de Guzmán de Alfarache en el que el relato viene constantemente
interrumpido por sermones o consideraciones morales. Relacionaba este tipo de organización
con una práctica represiva vigente en aquella época : ante la muchedumbre que se había
congregado con esta ocasión un clérigo despachaba un sermon que vertía sobre el crimen
cometido por el reo a quien se iba a ahorcar : asi como los oyentes podían contemplar la horca,
el lector tiene presente en la mente que lo que está leyendo fue escrito por el protagonista
desde las mismas galeras a las cuales lo han sentenciado. La lectura del excelente estudio de
Antonio Gómez Moriana sobre el impacto de las prácticas de la Inquisición en el Lazarillo de
Tormés había llamado mi atención sobre este tipo de proceso. En la práctica ritual que yo
estudiaba en el caso del Guzmán de Alfarache, el tema general consistía en afirmar que la
misericordia de Dios se manifestaba por el rigor de su justicia. Se desprendía de esta observación
una consecuencia importante para mí ya que tal articulación realizaba un avez más la oposición
entre la justicia y la misericordia que tanto papel desempeña en la morfogénesis del texto. Como
lo habrán observado, convocar a la pragmática en este caso es poco pertinente: ésta en efecto
estudia la manera cómo dos interlocutores actúan el uno con el otro e implica dos sujetos que
comparten la misma competencia linguística. Eso no tiene nada que ver con mi hipótesis del
impacto objetivo (que no atañe a la conciencia clara ni a la intención) de un práctica social no
sobre el individuo/lector sino sobre el proceso textual de la producción de significación y más
precisamente sobre la morfogénesis.

20
C- La morfogénesis

Textos semióticos e ideosemas se han de considerar como herramientas en servició de la noción


de morfogénesis. Ésta es el proceso por el cual el texto codifica el proceso de transformación de
las estructuras de la sociedad en estructuras textuales, merced a una mediación socio-discursiva.
He tratado de demostrar varias veces cómo funciona este proceso. Este concepto es para mí un
objeto nuevo que abre nuevas perspectivas de investigación. En ella interviene, como
componente mayor, otro objeto nuevo, el sujeto cultural. No quiero comentar estos conceptos ,
bien conocidos por los congresistas sino, para terminar, insistir en la manera cómo resultan
fraguados por la interrelación de varias disciplinas y una concepción bien determinada de la
interdisciplinariedad , tal como la presenté a principios de esta exposición.La nocion de sujeto
cultural procede de la herencia de la sociología y del marxismo por medio del estructuralismo
genético (Sujeto transindividual Goldmaniano) pero herencia reconfigurada por su articulación
con la semiótica y el psicoanálisis. Por lo que se refiere a la morfogénesis, sólo se puede
entender en el contexto de esta nueva concepción del texto que evocaba más arriba ; es el
producto de la intercomunicación de las tres epistemes evocadas también más arriba, y su
producción de sentido resulta de un proceso de codificación formulada en una serie de
estructuras abstractas.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

CROS, E. (1976), « Propositions pour une sociocritique », Les Langues modernes, n°6, pp.9-29.

FREUD, S., (1938) Abrégé de psychanalyse, re-editado en 1949, Paris, PUF,

HOLLIER, D.,(1973) Panorama des Sciences humaines, Paris, Gallimard, nrf, 1973, pp. 566-567.

KRISTEVA, J., Les mutations sémiotiques in Denis Hollier (1973).

MENDEL, G., (1998) La Psychanalyse revisitée, Paris, La Découverte.

SAUSURRE, F. de, (1915) Cours de linguistique générale, Paris, Payot.

TEL QUEL (1968) Théorie d’ensemble, Paris, Seuil.

Edmond CROS

Conferencia de apertura del XII° Congreso del Instituto Internacional d Sociocrítica, 15-17 oct.
2009, Universidad de Granada.

DEL CAPITALISMO FINANCIERO A LAS NUEVAS ESTRUCTURAS SIMBÓLICAS NOTA SOBRE DOS
IDEOLOGEMAS: REALIDAD VIRTUAL Y TIEMPO REAL:

Domingo 29 de diciembre de 2013, por Edmond Cros

Ideologema Formaciones ideológica y discursiva

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Abstract : These two ideologemas (virtual reality and real time) whose structure does set an
equivalence between the real and the virtual are, alike any ideologema, vehicules of historic
material. They point in fact the process of a production facilities ‘s new economy becoming
apparent more particularly with the upheavals which affected the modes and the relations of
production and, ultimately, the psychic economy and the discursives modes of the representation.

El signo adquiere su estatus de ideologema gracias a su excepcional fluidez, o sea, gracias a la


facultad que él tiene de infiltrarse en un momento determinado de la historia de una sociedad en
todos sus campos discursivos. Asoma primero en uno de esos campos como producto de una
actividad determinada y saca su significación original de un conjunto de condiciones objetivas que,
sobre todo cuando se trata de un neologismo, le confieren una adecuada ubicación en el contexto
de un sistema lógico y coherente. Atrae así la atención sobre sí mismo y sobre el nuevo referente
que parece introducir. Luego sin embargo empieza un proceso que lleva a separar el signo del
sistema original, facilitando su absorbción por otras asociaciones y otros campos semióticos.
Desprendiéndose de su primer contexto, el signo, por otra parte, sufre una involución que lo deja
falto de cualquier significación y esta aparente vacuidad convoca una materia idelógica vehiculada
por su sentido literal desprendido de cualquier contexto. Este producto discursivo en efecto no ha
surgido por casualidad. Cuando se entiende de manera literal, o sea, cuando se nos presenta
desprendido de las condiciones objetivas que lo han forjado, este neologismo dice algo más de lo
que el sistema ‘lógico y coherente’ evocado más arriba le hacía decir (Sobre la noción de
ideologema, véase Cros: 2003, cap. 9). Véamos lo que pasa con las expresiones de Tiempo real o
de Realidad virtual.

La primera expresión viene empleada con significados distintos que dependen del campo
discursivo convocado: en el campo de los medios (radio, televisión, internet, comunicación por
satélite) vale por “inmediato”; se utiliza a veces también en la crítica literaria o fílmica para hablar
de una ficción en la que la acción se desarrolla al compás de la lectura o del espectáculo. Pero, en
realidad, se ha empleado por primera vez en el contexto de las investigaciones llevadas en el
campo de la concepción asistida por computadora aplicada a las imágenes animadas. Sirve para
distinguir la imágen pre-calculada de la imagen tiempo real, distinción hecha necesaria cuando se
trató de perfeccionar la tecnología de las simulaciones de vuelo.

Los simuladores de adiestramiento necesitan tiempos de respuesta compatibles con el aprendizaje


del comportamiento reactivo del aparato simulado. Pero los métodos de la réplica realista
fundados sobre las leyes de la física llevan a unos tiempos de cálculo a veces muy largos frente a
los tiempos de respuesta esperados en los simuladores de vuelo. Por eso se tuvo que imaginar por
los años 60-70 materiales específicos […] para acelerar los diferentes tratamientos de la réplica.
(Tisseau, Nédélec; ésta y todas las traducciones del francès son mías. E.C.).

Se nota pues por una parte que la expresión de tiempo real, limitada en su origen a un discurso
tecnológico, remite a un progreso científico de alcance histórico y cómo, por otra parte, pierde su
significación cuando viene transplantada en otro campo de actividad, transformándose en un
ideologema. ¿Por qué y cómo? Porque así transplantada, ya no tiene ningún significado que sea de
immediato perceptible: se nos aparece, cuando viene utilizada en la televisión por ejemplo,
simplemente como un sinónimo de en directo pero, en el mismo momento en que pierde su

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contenido semántico original, esta misma vacuidad ocasiona la reactivación de otro significado que
el sistema original había borrado. Esta expresión en efecto es un oxímoron, la noción de tiempo es
un abstracción, el tiempo sólo existe por sus efectos o por la manera como viene empleado; de por
sí, no tiene ninguna realidad concreta. De manera que, si nos atenemos a su contenido literal,
significa en contra de la lógica, que la abstracción vale por la realidad. Al reproducir esta
equivalencia, la expresión de tiempo real reproduce una ideología que cuestiona lo real valorando
lo virtual y la abstracción. Se nota pues como la pérdida de sentido (del oxímoron) reactiva otro
nivel de significado. Pero esta expresión no pasa de ser un elemento de un conjunto inmerso que
nos incumbe reconstruir. ¿De qué horizonte pues procede este nuevo nivel de significación?

El alcance y el contenido ideológicos de este oxímoro resultan más evidentes si contemplamos otra
expresión muy similar, la de realidad virtual utilizada por primera vez en julio de 1989 por Jaron
Lanier, responsable de la sociedad VPL Research, en el contexto de su estrategia de marketing sin
tratar de dar ninguna definición del concepto. «Históricamente la noción de realidad virtual
aparece en la encrucijada de diferentes campos de las tecnologías de la informática pero atañe
sobre todo a la concepción asistida por computadora y a la informática gráfica que pretenden
hacer cada vez más realistas las imágenes numéricas de síntesis.” (Tisseau, Nédélec, ibid.).

El esquema de las dos expresiones es el mismo. Tiempo real // Realidad virtual: el mismo
parelelismo acentúa el alcance de la equivalencia enunciada: lo real = lo virtual // lo virtual = lo
real. Las dos expresiones pertenecen al mismo campo discursivo pero hay que notar la distancia
temporal (decenio 1960-1970 vs 1989) y el desplazamiento, dentro del mismo contexto de
actividad, desde el campo de las investigaciones avanzadas (simulaciones de vuelo) hasta la
comunicación y el marketing que abren a un espacio y a un público mucho más amplios. El
comentario de Tisseau y Nédélec, además es significativo: Lanier no trató de dar una definición
precisa de la noción ! Otros tantos indicios que señalan que ésta ya ha derivado fuera del campo
discursivo original. Tisseau y Nédélec precisan por otra parte que la expresión de realidad virtual se
difunde a partir de 1970. Esta noción se plasma definitivamente con la aparición de los diferentes
mundos virtuales creados artificialmente por programas informáticos que se extienden en el
último decenio del siglo XX en diferentes sectores de la actividad social (juegos video, arquitectura,
urbanismo, etc.). El sujeto viene constantemente solicitado por lo virtual que, poco a poco, lo va
apartando de la realidad cotidiana.

Aunque no están nunca definidas precisamente, dichas expresiones saturan en adelante el


discurso social, en tanto que siguen cuestionando implícitamente la realidad. Si nos atenemos a las
fechas límites (a quo y ad quem ) del proceso de su vulgarización (1970-1989), debemos examinar
las condiciones sociohistóricas que puedan explicar el surgimiento de esta estructuración que ha
dominado la imaginacón colectiva de los últimos tres decenios, asentada en un estado
determinado del progreso tecnológico articulado directamente sobre el aparato productivo. Dicho
aparato ha sufrido, desde la segunda mitad del sglo XIX, una evolución que se ha desarrollado en
dos grandes fases. La primera, a veces calificada de “revolución tranquila”, empieza al final de la
segunda guerra mundial y se corresponde con el período de los ”treinta años de gloria» que
termina con el primer «choque del petróleo» (1945-1973). Se caracteriza por un alto crecimiento
de la producción industrial alimentado por un desarrollo tecnológico igual de importancia. En
Francia, por ejemplo, el índice de la producción industrial con precio constante (con base de 100
en 1938) pasa, desde 1947 hasta 1973, de 99 a 452 (se multiplica pues por 4,50); el crecimiento

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medio por año es de 5,9. Durante el mismo período ( por lo menos hasta 1971 y la presidencia de
R. Nixon) el dólar convertible en oro con tasa fija, de resultas de las decisiones tomadas en la
conferencia de Bretton Woods en julio de 1944, constituye una referencia hegemónica estable en
el sistema monetario internacional. Es el apogeo del capitalismo industrial. Pero, en el trasfondo,
está incubando otro tiempo histórico en torno a las investigaciones que se desarrollan
esencialmente en el campo de la informática y de la comunicación que van a traer la subordinación
de lo material a lo immaterial, como lo han observado Daniel Bell y Alain Touraine. La primera
computadora aparece en 1946 (pesa treinta toneladas) y la comercialización de la informática
empieza al final del decenio de los 70. Algo antes, en 1971, empieza un proceso que prepara el
advenimiento del capitalismo financiero, con el fin del patrón oro y, luego, el principio de un
proceso de especulación sobre las divisas nacionales. El apogeo del capitalismo industrial de los
‘treinta años de gloria’ oculta pues la dinámica que prepara el surgimiento de esta nueva fase del
capitalismo. A lo largo del decenio (1970-1980) aparecen algunas nociones que señalan esta
transición entre una continuidad y una ruptura: el postindustrialismo de Daniel Bell y Alain
Touraine a principios del decenio, La Condition postmoderne: rapport sur le savoir de Jean-François
Lyotard en 1979. Estas fechas son significativas en cuanto nos remiten a 1971 y a la desaparición
del patrón oro. La equivalencia que se puede registrar entre el postindustrialismo y lo
postmoderno señala que la modernidad coincide, en el plan de la imaginación social, con el
proceso histórico de industrialización y luego con el capitalismo industrial. Este decenio que
termina con la elección de Margareth Thatcher en Inglaterra, la de Ronald Reagan al año siguiente
en los USA, y el advenimiento correlativo de las doctrinas neoliberales, constituye una línea
divisoria que separa dos tiempos históricos. El impacto de todo lo que implica esta línea divisoria
explica que se haya forjado la noción de postmodernidad. Se trata en efecto de una ruptura
histórica mayúscula. Remito a mi comentario sobre el ideologema de postmodernidad:

«La expresión que se ha impuesto lo indica: no tiene sentido fuera de la relación a lo que precede;
describe un período vivido como una espera, como una época de transición no estabilizada, que no
puede ser definida nada más que por relación a la que la precede. El prefijo post sugiere a la vez un
balance, una herencia y una fractura. Dicho de otro modo, un campo nocional estructurado
alrededor de la continuidad y de la ruptura, lo que no era el caso de la modernidad que transcribía
–o al menos parecía transcribir– una ruptura radical con el pasado. Porque “moderno” no es
sinónimo de nuevo; lo nuevo tiene vocación de convertirse en antiguo y sugiere un movimiento
cíclico. Lo moderno está connotado esencialmente como ruptura; no puede ser reemplazado más
que por otro moderno (surgido él mismo de una fractura en relación al moderno precedente) o por
lo postmoderno o, incluso, por un neo. Estos juegos de la semántica tienen una dimensión
fascinante: la noción de neo que se ha impuesto desde los dos o tres últimos decenios, describe un
espacio donde vienen a abolirse dos utopías contradictorias de las que vamos a volver a hablar: la
utopía del progreso y la utopía de la tradición, la utopía del futuro y la utopía del pasado,
conjunción significativa donde se inscribe de nuevo esta semiótica de la espera, de la perplejidad y,
en cierto sentido, del vacío, pero igualmente conjunción de dos simulacros, el de la modernidad y
el de lo antiguo, por mediación de la cual la semántica denuncia la inautenticidad y el
emborronamiento que afecta nuestros puntos de referencia culturales.» (Cros: 2009, 224-225).

El concepto y la expresión de postmodernidad transcriben pues de manera perfectamente clara un


período estructurado en torno a una problemática de la espera y de la perplejidad. De manera más

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o menos confusa e irracional nuestras sociedades han interiorizado los efectos que anunciaban
esta ruptura histórica cuyas causas y consecuencias eran tanto menos perceptibles cuanto que sólo
se han borrado progresivamente nuestros puntos de referencia. La desaparición de este punto de
referencia fundamental que era el patrón oro ha instalado las esferas financiera, económica y
social en la instabilidad. La pérdida de esta referencia no es únicamente un símbolo sino que se
nos aparece como un elemento importante de un conjunto de causas que ha generado nuevos
espacios económicos y sociales administrados por un nuevo sistema capitalista dominado por la
especulación. En adelante, las monedas y el valor material de los bienes y productos ya no van a
depender más de cualquier valoración objetiva sino de las fluctuaciones de los movimientos
especulativos. La flexibilidad de los cambios monetarios, los nuevos modos de gestión de los flujos
de la produccción y de los intercambios simbólicos, sociales y económicos están totalmente
sometidos a la valoración de lo inmaterial. Esta ruptura no hubiera sido posible sin esta prodigiosa
revolución tecnológica que trajo la informática. El capitalismo financiero surge de manera evidente
de este período de gestación evocado má arriba como el producto de una estrecha símbiosis entre
las investigaciones científicas y el aparato de producción cuyos efectos vendrán a ser perceptibles
en un tiempo histórico algo desfasado en la superestructura ideológica con la constitución y la
difusión de las doctrinas calificadas de neoliberales.

En este contexto destacan dos características: la fluidez de los capitales y la globalización de los
intercambios. La fluidez es la fuerza oculta manejada por el capitalismo financiero. Ateniéndose a
la lógica de las ganancias especulativas de alto rendimiento, la inmovilización duradera del capital
en los medios de producción o en proyectos de inversión a largo plazo es contraproducente. Lo
cual explica la venta de los activos y la desindustrialización, los despedidos masivos, las
subcontrataciones (le incumbe al subcontratista pagar el costo de la inmovilización del capital), la
remuneración excesiva de los accionistas a 15% como mínimo en cuanto se debe integrar en el
rendimiento de la producción el costo de la inmovilización del capital ya que, en esta perspectiva
especulativa, el margen sacado por la actividad industrial tradicional no es suficiente. Liberados de
todas las regulaciones nacionales gracias a la fluidez, los capitales pueden en efecto investirse en
operaciones de mayor e inmediato provecho. El objetivo ideal es una empresa sin fábrica que sólo
produce bienes inmateriales, vendiendo únicamente su patente o su sello tal como Nike que ya no
produce nada concretamente y vende únicamente su nombre. (Véase: La domination du
capitalisme financier: l’impératif de la fluidité in Wikiverts http//Capitalisme financier).

Se nota pues cómo con lo virtual viene articulado lo inestable generado por la desaparición de
todos lo puntos de referencia económicos y sociales. El caso de Nike se puede generalizar y se
puede contemplar desde esta perspectiva la evolución del discurso publicitario en el que muchas
veces las imágenes destinadas a provocar el deseo de comprar un objeto no tienen objetivamente
nada que ver con el artículo que se trata de promover. En este caso sólo se solicita el deseo sin
conexión directa con la realidad. El caso de las cotizaciones bursatiles es significativo: las ganancias
o las pérdidas quedan virtuales mientras no se venda y cuando la especulación rebasa ciertos
límites hablamos de una burbuja que estalla, o sea, de una película llena de aire; los inversionistas
no tienen en cuenta la calidad de la producción de una empresa en la que invertir sino las
perspectivas de progresión del precio de su cotización.

El capitalismo financiero se caracteriza pues por la desconexión del sistema de producción. La


rentabilidad financiera de las inversiones no depende directamente de la producción.

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El segundo parámetro es la globalización. Los intercambios internacionales no han dejado de
crecer desde el descubrimiento del Nuevo Mundo pero en este transfondo hay que proyectar otro
proceso que impactó sobre las superstructuras y los ‘imaginarios sociales’ de los diferentes países.
Las dos dimensiones se articulan la una con la otra aunque con algunos desfases. Mientras que en
los primeros decenios después de la segunda guerra mundial, con el impacto de los procesos de
producción y comercialización estandardizados, la vida social se ha homogeneizado en las
economías ‘avanzadas’, conforme al modelo imperial de los Estados Unidos, en los países
emergentes al contrario, atrasados por el colonialismo y el neocolonialismo después de las
supuestas independencias, los mercados interiores se han instituido y organizado tarde. Esta
situación produjo una serie de desfases que han generado sociedades retrasadas que digamos en
tiempos históricos que pueden calificarse de pre-modernas en la medida en que han sido las
víctimas del saqueo organizado por el capitalismo industrial cuyo modo de intervención impidió la
evolución de sus estructuras económicas y sociales internas. La impresión y la misma noción de
modernidad corresponden con la interiorización por el sujeto cultural de los efectos que producen
tales diferencias en el desarrollo de la producción, diferencias que son agentes de conflictos más o
menos graves (Cros: 2003, 178-181). En esta perspectiva la noción de postmodernidad, que
aparece al final de los años 70 remite, a mi modo de ver, más o menos directamente a una nueva
fase del capitalismo que rebasa los límites anteriores de la modernidad y anuncia el fin
programado del capitalismo industrial más allá del cual asoma un tiempo histórico que es
imposible todavía de calificar y definir. En esta última fase del capitalismo no sólo se trata de una
expansión de los intercambios comerciales de productos manufacturados y materias primas como
se dio el caso, aunque con menos amplitud sin lugar a duda, con el capitalismo mercantil y el
capitalismo industrial sino de una globalización financiera, o sea, de un mercado mundial de los
capitales que genera transferencias instantáneas de un centro bursatil a otro con arreglo a las
oportunidades y perspectivas de ganancias. No sólo se trata ya de la circulación de los productos
materiales en un espacio/tiempo controlado sino de las ganancias y pérdidas que advienen de
manera instantánea y que de momento no son más que virtuales ya que de un segundo a otro la
ganancias se pueden metamorfosear en pérdidas. Esta manera de operar que acampa en el mismo
corazón del sistema no deja pues de generar instabilidad con todas las consecuencias trágicas
evocadas más arriba. Correlativamente acentúa la amplitud de lo virtual ya que estas cifras y estos
mensajes que circulan por el mundo por antonomasia virtual de la informática se nos aparecen
como totalmente desconectados de la realidad.

Remito a lo que escribía yo referente al campo cultural europeo desde la segunda mitad del siglo
XIX hasta la primera guerra mundial (1850-1914) cuando notaba que éste se había organizado en
torno a una estructura mayor: impresión vs sensación; tal como se presentaba tanto en el conjunto
de las ciencias humanas y sociales como en los respectivos campos de la pintura y de la poesía,
esta estructura era el producto del impacto del progreso científico y tecnológico en los campos
respectivos de la Óptica fisiológica, de la teoría vibratoria o del descubrimiento de la electricidad
(Cros 2011, 19-56). Cuando nos remontamos de las consecuencias a las causas, es este tipo de
articulación programada en el campo de la producción, en el mismo centro de la infraestructura, el
que observamos en el caso presente.

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El campo morfogenético que opera se organiza en torno a la oposición entre lo real y lo virtual que
se concreta en formulaciones diferentes (estabilidad vs inestabilidad, limitado vs ilimitado,
obstáculo vs fluidez, coacción vs libertad, duración vs intantaneidad, regulación vs desregulación).

Es evidente que la evolución del capitalismo ha impactado directamente los modos y las relaciones
de producción. Primero los modos de producción, o sea, “las fuerzas productivas que incluyen la
fuerza de trabajo humano y el conocimiento disponible a un nivel tecnológico dado de los medios
de producción (v. g., herramientas, equipamiento, edificios, tecnologías, materiales, y tierras
fértiles).” Estos factores se han vuelto más complejos y en este plan la revolución de la informática
desempeña un papel determinante implicando la función céntrica de la concepcón (en cierto
modo todavía inmaterial) del objeto que producir y de las herramientas necesarias para la
producción. En el caso de la concepción asistida por computadora el objeto es primero totalmente
realizado de manera virtual en los gabinetes de estudio y realizaciones gráficas, trátese de
programas industriales o arquitectónicos por ejemplo.La producción es primero virtual. Lo virtual
es la primera forma visual de la realidad, o sea, la primera. forma en donde se concreta la
imaginación. Desde este punto de vista, la noción de realidad virtual, aunque muy problemática en
el plan de la lógica, transcribe perfectamente este proceso. Lo virtual se nos aparece como la
primera forma en la que se plasman la abstracción y la imaginación. El estatuto del objeto
programado es evidentemente muy distinto de lo que fue en el contexto de la época anterior
cuando, en los gabinetes de estudios de los ingenieros, los esbozos gráficos del proyecto se
limitaban a las dos dimensiones. La construcción semiótica en la que se desarrolla el concepto de
virtual, o sea, el conjunto de las connotaciones y denotaciones estruturado por el concepto, resulta
profundamente modificado. Notemos, detrás de la fachada inalterada del significante, el desfase
que afecta al referente. Ya lo virtual no es lo que era. Lo que ha venido a ser acentúa su capacidad
de adaptación a contextos semióticos distintos y multiplica sus posibilidades de diseminación y de
intervención en los campos discursivos heterogéneos y complejos de los distintos sectores de la
actividad humana. La desconstrucción que impacta el referente lanza el proceso de diseminación
que como lo hemos notado en otras ocasiones caracteriza el funcionamiento del ideologema (Cros:
2009, c.9, 211-247).

Pero esta evolución afecta también a las relaciones de producción, o sea, a las relaciones entre el
capital y los asalariados (“estas relaciones son necesarias para poder llevar a cabo la producción de
los bienes deseados, y son independientes de la voluntad de los agentes productivos.”) Estas
relaciones de producción han sido transformadas por varios factores. Primero por la legislación del
trabajo. Remito al decenio de los 70 en el que se prepara la instalación del capitalismo financiero
para señalar que se legalizó el interín en Francia por la ley del 03 de enero de 1972 y el contrato
temporal por una ley de enero de 1979, aunque la forma actual del CDD (contrato de duración
determinada) es de 1990. Este movimiento se acentúa por una parte con la ley relativa a la
movilidad y a los recorridos profesionales en la Función Pública (junio 2000) y por otra parte con la
ley del 25 de junio de2008 refrente a la modernización del trabajo En el mismo contexto
administrativo, este mercado viene pues sometido cada vez más a la instabilidad, que se nos
presenta una vez más como el producto de lo virtual que, como lo notamos más arriba, es el
resorte principal del capitalismo financiero.

Las relaciones de produción se organizan en torno a las estructuras de dominación, por una parte
tal como se organizan y se ejercen y, por otra parte, tal como son disputadas. Nos hemos de atener

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esenciamente a las empresas del CAC 40 trasnacionales ya que éstas imponen su modelo y sus
leyes de funcionamiento à una multitud de subcontratistas por los motivos evocados más arriba.
Las nociones de propiedad, responsabilidad, estabilidad que se atribuían al patronato tradicional
en el capitalismo industrial ya no valen. El patrón era antes el que poseía y el que mandaba. En los
día actuales, el PDG ya no posee nada directamente: sus ganancias no dependen forzosamente del
resultado de las actividades de la empresa que lleva. Se dio el caso recientemente de unos PDG
cuyos salarios habían sido aumentados a pesar de que sus errores de estrategias o su
incompetencia habían perjudicado los intereses económicos de las empresas que dirigian. Una
importante parte de sus recursos no es más que virtual ya que depende de la subida virtual de las
acciones de la empresa ( los stock options). Esta misma acción no es cotizada con arreglo a la
producción efectiva programada o realizada sino con arreglo a sus perspectivas de alza, o sea, de
su rendimiento especulativo. La acción en la bolsa es en efecto un activo virtual. Los accionistas
que en última instancia son los verdaderos proprietarios no son más que proprietarios virtuales
naturalmente instables ya que en cualquier momento pueden decidir vender y privilegiar otras
inversiones. Afirmar que estos bienes son virtuales no significa que son imaginarios o faltos de
importancia o de interés sino, al contrario, que su misma naturaleza confiere a sus dueños un
excepcional poder. Se trata de un poder ciego ya que el accionista desconoce totalmente la
empresa en la que tiene invertido su capital y no se interesa por lo que pasa con ella. No se
interesa por las perspectivas a medio o a largo plazo. Cuando surge un conflicto no se interesa por
su resolución. Sigue exigiendo su rendimiento y nada más !A los partenarios sociales les incumbe
hacer lo que sea para garantizar su ganancia! ¡Ser inaccesible es el resorte de su poder! Aunque
exige un alto rendimiento a corto plazo, se queda fuera o por encima del campo de producción. La
estructura de dominación se organiza pues en torno a un PDG que no es directamente responsable
en cuanto la empresa puede perder dinero sin que a él le afecte esta pérdida y cuyo objetivo se
cifra en la subida de los activos virtuales de los propietarios accionistas que no tienen una
presencia identificable en la empresa. El PDG administra luego un sistema que le permite
protegerse tras las exigencias de sus mandatorios anónimos cuyos objetivos comparte en provecho
propio. Lo que es interesante notar en este tipo de funcionamiento es la ausencia cínicamente
confesada de cualquier motivo racional que no sea el provecho inmediato. Es también y sobre todo
la imposibilidad de identiticar a los verdaderos dueños que se supone que son los accionistas,
considerados como una masa anónima que no participa nunca en las confrontaciones internas,
aunque su presencia ejerce una presión irreprimible sobre la estrategia económico-social. En estas
nuevas relaciones de producción y nuevo sistema de dominación, el poder es tanto más implacable
cuanto que los que lo ejercen se quedan fuera de alcance y protegidos por el anonimato de la
masa (los fondos de pensión por ejemplo). En tal contexto es evidente que la manera como el
asalariado vive o contesta las estructuras de dominación, o sea, las modalidades de la
confrontación de la lucha de clases ya no es lo que fue durante la fase final del capitalismo
industrial. Al final de la segunda guerra mundial, en efecto, la presión sindical en Europa es fuerte:
hay que reconstruir todas las economías, la mano de obra es insuficiente y el patronato francés
hace una campaña de reclutamiento en África del Norte. En Francia la vida política se organiza en
torno al programa del Consejo Nacional de la Resistencia redactado durante la guerra (final del
1943-comienzos de 1944) por representantes de la Resistencia (un comité que reúne a los
‘gaulistes’, los comunistas, los socialistas y los cristianos progresistas) y que pretende construir una
verdadera ‘democracia social’ (planificación de la economía, control de los grandes sectores

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industriales y de los principales medios de producción y de intercambios). La aplicación de este
programa no se llevó a cabo sin dificultades esporádicas (la huelga general de los mineros de 1948
reprimida ferozmente por Jules Moch y calificada por el gobierno de Henri Queuille de movimiento
insurreccional organizado por el partido comunista). En el contexto de tensión de la guerra fría, la
presión de la URSS sobre las políticas interiores de las naciones del oeste europeo interviene en el
proceso de las relaciones sociales, cuanto más que parte del gran patronato se había
comprometido con la ocupación alemana y los partidos europeos socialistas y comunistas habían
participado activamente en la Resistencia. Las condiciones históricas no son propicias para el
patronato, facilitando al contrario la construcción de un modelo social específicamente francés. Si
comparamos el programa del Consejo Nacional de la Resistencia (CNR) tomando en cuenta
sucesivamente cada uno de sus apartados en los campos económico y social se nota con arreglo a
la situacón actual un contraste significativo e impresionante que observaba perfectamente Denis
Kessler, responsable del sindicato del patronato francés en un editorial publicado por Challenge el
4 de octubre de 2007:

El modelo social francés es el puro producto del Consejo nacional de la Resistencia […] Ya es hora
para reformarlo y el gobierno ha emprendido la tarea. Los anuncios sucesivos de las diferentes
reformas por el gobierno pueden dar la impresión de un patchwork, de tan variadas como
aparentemente son, de importancia desigual, y de distintos alcances: estatuto de la función
pública, regímenes especiales de jubilación, reorganización del Seguro Social, paritarismo… Cuando
se examina detenidamente se nota la gran unidad de este programa. ¿La lista de reformas? Es muy
sencillo. Tomen todo lo que se organizó entre 1944 y 1952, sin excepción. Allí está. Se trata hoy en
día de salir de 1945 y de deshacer metódicamente el programa del Consejo Nacional de la
Resistencia!

Aunque la opinión de D. Kessler es muy significativa políticamente, no se ha de atribuir sin


embargo esta iniciativa únicamente a Sarkozy que acababa de ser elegido como Presidente de la
República en 2007. Su programa es un elemento constitutivo de un conjunto de datos que
transcriben precisamente los efectos producidos por el capitalismo financiero, tales como los
acabamos de evocar. De resultas de las nuevas condiciones económicas, el patronato lleva
obviamente la ventaja. La fluidez es el mismo resorte de la creación de valor para el capital
financiero en cuanto permite que se invierta en el acto en las operaciones más provechosas sin
quedarse impedido por cualquier compromiso en proyectos industriales. Esta fluidez se expresa
con la libre circulacón de los accionistas-propietarios y luego su estatuto y sus modos de
intervención en las estructuras de dominación que organizan las relaciones de producción. Las
estructuras de dominación son parecidas al hurón: están por todas partes pero no se ven nunca;
aunque imposibles de encontrar imponen sin embargo sus implacables leyes.

Vemos pues cómo el capitalismo financiero trastorna las relaciones de producción debido a sus dos
características principales (fluidez y mundialización). Con el chantaje de la deslocalización y las
amenazas del desempleo, las luchas sindicales ya no pueden más que fracasar. ¡Sarkozy se jactaba
de haber acabado con las huelgas! El mundo asalariado queda totalmente desarmado. El
capitalismo financiero pone por obra objetivamente en los días actuales el desquite del capitalismo
que había sido obligado a transigir con las luchas sociales reguladas por las estrategias de los
Estados/naciones al final de la segunda guerra mundial. Las relaciones de producción ya no tienen
perspectiva de evolución en el contexto de este nuevo capitalismo.

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La evolución de las estructuras de dominación se ha de situar con arreglo a la nueva economía
psíquica que en opinión de Charles Melman transcribe el fin del patriarcado (Melman: 2002).
Referente a esta crisis de las referencias y correlativamente a la rebelión contra el padre (G.
Mendel) puesta en escena en los ‘acontecimientos’ del 68, se podría evocar el fin del patrón oro de
1971 señalado más arriba. El fin del patriarcado es en efecto –y el paralelismo con el campo
monetario es significativo– la abolición de los límites,la abolición de este espacio «desde donde se
legitiman y se mantienen el poder y la autoridad..» (Ibid., 30):

«Cuando se apela a un poder, lo sabéis, sólo es por referencia a lo que sería una autoridad no
forzosamente exhibida. Referencia de todas formas sobre la cual se asienta el poder. Hoy en día,
con la desaparición de los límites que se evocaba, lo que constituye la autoridad parece venir
también a hacer falta. En lo que era nuestra cultura la conjunción entre el espacio de la autoridad y
el espacio de lo sagrado era lo normal. El espacio de la autoridad era juntamente donde estaba
oculta la divinidad y el lugar desde donde los mandamientos podían sacar su legítimidad. Nadie
cuestionaba su conjunción y, por lo mimo, por otra parte, el poder fue durante siglos teológico-
político. La política era forzosamente teológica ya que el poder venía de Dios por delegación. Las
repúblicas laicas no se han librado nunca de esta herencia.»(Ibid., 30).

El lugar de la autoridad es por razones históricas el lugar de lo sagrado y en este lugar es donde se
ha instalado y se ubica el patronato tradicional. Por autoridad hay que entender el conjunto del
campo semántico del latín auctoritas que concierne juntamente el derecho (el derecho de
posesión), el derecho comercial (lo que establece la confianza), y la ética (un ejemplo o un
modelo), otras tantas nociones que avalan y estructuran un campo institucional. Tratando de
definir esta estructura antropológica y el espacio en donde acampa en el nivel simbólico debemos
distinguir el poder y la autoridad. Es el puesto que ocupa en este espacio lo que le confiere al
padre su autoridad: «El lugar del padre en efecto sólo depende del patriarcado. De otra forma el
padre es ese tío de hoy, ese buenazo hasta ridículo. ¿De donde saca su autoridad si no es del valor
que se da al patriarcado?” (Ibid., 154). En lo simbólico y en el contexto de la vieja economía
psíquica inherente al capitalismo industrial, las estructuras de dominación sacaban también su
autoridad y su legitimidad por reproducir el modelo del patriarcado. La disyunción que opera con
al capitalismo financiero y los estatutos respectivos del PDG y del accionista lleva las estructuras de
dominación fuera del campo de lo sagrado y luego de la autoridad. A ninguno de los dos se le
considera como legítimo ya que ninguno de los dos representa una referencia estable: en cualquier
momento los accionistas teóricamente pueden despedir al PDG y los accionistas pueden en
cualquier momento también cambiar sus inversiones. Sólo impera el poder de los propietarios
accionistas que, como lo notamos más arriba, no conocen nada de la empresa en la que han
invertido su capital y no se interesan por su verdadera y concreta actividad. Quedándose fuera o
más arriba de la empresa, el propietario/accionista saca su poder de su misma ausencia y su poder
es tanto más fuerte cuanto que él resulta inaccesible. Por algo se habla de la «dictadura el
mercado». En el comentario que hace de la nueva economía psíquica, Melman precisa que un
padre no puede apelarse a sí mismo. «Y si quiere a todo trance apelarse a sí mismo se trata de un
padre violento, brutal, de ésos a los que se denuncia a la justicia.” (153). Melman retoma la idea
acorde a la cual la autoridad es lo que limita al poder. Si desaparece la autoridad, o sea, si
desaparece el espacio sagrado de referencia, desaparecen los límites del poder. Esta afirmación

30
explica por una parte la extrema agresividad de las estructuras de dominación del capitalismo
financiero y por otra la relación que existe entre las estructuras simbólicas y las estructuras
socioeconómicas. En esta perspectiva, la nueva economía psíquica se presenta como un producto
indirecto de la desaparición del patrón oro que al nivel económico lleva a la pérdida de las
referencias y al nivel psíquico al desvanecimiento de lo simbólico inherente al ocaso de la figura
paterna y de las figuras de la ley. Melman recuerda el destino de esta figura, “la manera del todo
sorprendente […] cómo nos dedicamos a caparla, cómo esta cada vez más prohibida, deshecha,
desvalorizada.” (Melman, 26). Pero, en opinión de Lacan, el sujeto tiene aceso al lenguaje, luego a
lo simbólico por la metáfora del nombre del padre. Cualquier daño que afecta a la figura del padre
es un daño que afecta el orden simbólico ya que la instancia fálica es el pilar de lo simbólico. El
ocaso del padre y del patriarcado se articula, pues, en el plano de la nueva economía psíquica,
sobre el fin del patrón oro que interviene en la esfera financiera. Eso no significa que esta
referencia sea el único factor que destacar aunque se nos presenta como un fenómeno
significativo de lo que pasa en el proceso histórico. Junto con otros efectos que quedan por reseñar
esta referecia atrae la atención sobre sí misma, remitiéndonos a un momento histórico en el que
súbitamente todo queda trastornado. Como ya lo notaba más arriba no se trata sencillamente de
un símbolo sino que la pérdida de esta referencia se nos aparece como un elemento entre otros
más que han establecido nuevos espacios económicos y sociales administrados por un nuevo
sistema capitalista dominado por la especulación.

Con eso regresamos a aquel período de gestación que se ha desarrollado en el trasfondo de los
“treinta años de gloria” durante el cual se incubaba el proceso que había de poner por obra la
nueva economía del aparato de producción. Ésta se manifiesta más especialmete en las
alteraciones de los modos y de las relaciones de producción y, en última instancia, de la economía
psíquica. Queda sin embargo por precisar los efectos/trazas de esta economía en otro nivel de la
superestructura que es precisamente el nivel del lenguaje y de la representación. Hemos notado
cómo, considerados como dos ideologemas, las expresiones de realidad virtual y tiempo real son
unos vehículos ideológicos de alcance histórico pero no son más que dos ejemplos entre otros
más. Citemos a guisa de ejemplo ciertas características del discurso televisivo por ejemplo:
contrasentidos en el empleo de las articulaciones linguísticas, contradiccciones entre lo que afirma
la presentación de un tema y los detalles que vienen a continuación, acontecimientos trágicos
evocados con una sonrisa, error o ausencia de puntuación en la dicción que lleva a veces a mezclar
dos datos distintos que resultan por lo tanto difíciles de entender u, otras veces, a separar una
afirmación de su desarrollo lógico. No se debe atribuir esos errores a tal o cual locutor sino a la
evolución de una práctica discursiva específica debida a algunas condiciones determinadas. Son
ejemplos aparentemente insulsos pero transcriben la disyunción que separa la realidad de su
representación por el lenguaje. Ya no se distinguen los diferentes registros discursivos: lo trágico se
confunde con lo trivial aunque las más de las veces se privilegia la emoción. Se mezclan todos lo
registros: así es como, comentando la dimisión (?) o la renuncia (?) del Papa Benedicto XVI, una
locutora francesa del canal Arte utiliza sucesivamente dos metáforas que proceden, la primera, del
discurso deportivo sobre el boxeo (“il a jeté l’éponge”); la segunda, del juego de los naipes (“il
passe la main”). Por otra parte, esta pérdida de las estructuras linguísticas que altera el sentido
pervierte la misma naturaleza de la lengua. Mientras que en este discurso televisivo reina el caos
donde todo está en todo, la lengua sin embargo es un sistema esencialmente organizado en torno
a la diferencia, “no tiene ideas ni sonidos que preexistirían al sistema linguístico sino sólo

31
diferencias conceptuales y diferencias fónicas que proceden de este sistema […] Un sistema
linguístico es una serie de diferencias de sonidos combinados con una serie de diferencias de
ideas."( F. de Saussure: 2007, 166, la traducción es mía, E.C.). El signo linguístico, que en la
economía clásica, se utiliza para representar el objeto, ya no desempeña su función de metáfora,
ya no hace las veces de, en cuanto el objeto ya está presente y no está representado por la lengua.
La nueva economía psíquica “trata de sustituir la imagen a la palabra.» (Melman, 110).
“Finalmente, es como si se estimase con este tipo de funcionamiento nuevo y las nuevas
posibilidades que ofrece, que se puede abandonar la metáfora…” ( J.P. Lebrun in Melman, 29). “[…]
el francés -escribe Melman-, viene a ser más icónico que verbal, la imagen […] ya no funciona
como representación sino como presentación” (Ibid.) El ocaso de la función de representación del
signo, la desaparición de su función metafórica implican una total confusión del signo y del
significante ya que el objeto ya está presente antes de que la palabra lo represente. La nueva
economía psíquica se caracteriza de esta forma por una regresión del orden de lo simbólico, que,
con el sistema de la lengua estructura la realidad por medio de la diferencia, al registro de lo
imaginario en el que (en el estadio del espejo por ejemplo) la noción de semejante desempeña un
papel céntrico y en el que todo está en todo. El orden simbólico excluye en efecto la discriminación
y la contradicción.

De situar en este contexto las dos expresiones que nos interesan, (realidad virtual, tiempo real)
pierden, digamos, su estatuto de oxímoron. No son más que dos productos de las nuevas
estructuras simbólicas y por eso mismo su empleo, aunque es muy discutible, no llama la atención
ni se cuestiona en una sociedad avezada a esta perversión de la palabra. Productos de la nueva
economía psíquica son también y más directamente puros productos de la economía
socioeconómica. Esta equivalencia es significativa ya que pone de relieve una vez más la estrecha
articulación de la estructura ideológica sobre la infraestructura socioeconómica.

BIBLIOGRAFÍA

Cros, E., 2009, La Sociocrítica (Traducción del francés por Francisco Linares Alés y Carmen Ávila
Martín), Madrid, Arco/Libros, Colección Perspectivas, Biblioteca de Teoría Literaria y Literatura
Comparada.

Cros, E., 2003, El Sujeto cultural, Medellín, Colombia, Fondo cultural, Universidad EAFIT.

Melman, C., 2002, L’homme sans gravité, Denoël, Folio, Esais.

Saussure, F. de, 1916, Cours de linguistique générale (Ed de Tullio de Mauro), Paris, Payot, 2007.

Tisseau, J., A.Nédélec, A. “Réalité virtuelle: un contexte historique interdisciplinaire” http// Réalité
virtuelle,http//wiki-les-verts…capitalisme financier.

Del contexto sociohistórico a las estructuras textuales- Interdiscurso y morfogénesisis algunas


precisiones sobre el proceso de transcodificación que opera en la morfogénesis.

Domingo 29 de diciembre de 2013, por Edmond Cros

32
En este artículo Edmond Cros prosigue el examen de algunas nociones fundamentales de su teoría
y más especialmente de la morfogénesis. Precisa que este término se refiere al proceso de
transcodificación, en las estructuras textuales, de las estructuras socio discursivas que operan en el
contexto. Con algunos ejemplos demuestra cómo el texto transcodifica un enunciado estructural
inicial y programador en campos discursivos diferentes regidos por unas aplicaciones respectivas
diferentes. A partir de un elemento embryonario único, este proceso produce entidades
transformadas desemejantes llamadas fenotextos per Edmond Cros.

Palabras claves : Morfogénesis, Fenotexto, Transcodificación, Estructuras Textuales, Capitalismo


mercantil, Saussure, Freud, Alemán, Guzmán de Alfarache

Las investigaciones de Hermann Von Helmotz en el campo de la Óptica fisiológica (Óptica


fisiológica, 1856-1866) han llevado a una definición radicalmente nueva de los mecanismos de la
percepción y, luego, a una nueva problemática de lo visible. En un estudio anterior (Cros : 2012)
había observado yo cómo, de 1860 a 1914, una estructura céntrica del discurso científica
(Impresión vs sensación), redistribuida por una instancia intermediaria, la Estética científica,
articula los dos niveles de la infraestructura y del campo cultural ( aparición del psicoanálisis y de la
semiología, principios del estructuralismo, poesía simbolista, pintura abstracta) Para una mejor
comprensión de lo que viene a continuación, tengo que remitir a la primera parte de este estudio
que se refiere a la relación que se tiene que hacer entre las nociones de imagen sonora de Freud y
de imagen acústica de Saussure.

A primera vista lo que llama la atención en este amplio panorama es la verdadera revolución que
afecta la definición y el estatuto de aquello que Saussure va a llamar significante. Freud cuestiona
la relación entre el objeto y el signo que lo designa al estimar que la representación consciente «
asocia la representación de la cosa y la representación del vocablo correspondiente » y llama
‘afasia simbólica’ a la consecuencia de una alteración o de una ruptura de esta articulación. (Huot :
1987, 66) . En el relato que hace de sus estudios sobre la histeria observa atentamente la nitidez
plástica de las representaciones que aterrrorizan a los enfermos y nota que estas representaciones
se van esfumando conforme ellos las van describiendo. En su Contribución a la concepción de la
afasia propone « un esquema psicológico de la representación de la palabra » que pone de
manifiesto la indisolubilidad de los dos elementos que integran la misma entidad (imagen sonora
del vocablo+ imagen visual del objeto) :

Comenta de la manera siguiente este esquema : « La representación de la palabra se nos parece


como un complejo representativo cerrado, la representación del objeto en cambio como un
complejo abierto. La representación de la palabra no está relacionada con la representación del
objeto por todos sus elementos constitutivos sino sólo por la imagen sonora. De entre las
asociaciones de objeto son las visuales las que representan el objeto así como la imagen sonora
representa la palabra. » (Freud : 1983, Paris PUF,127 ; en este artículo todas las traducciones son
de mí).

No se trata luego de una sencilla equivalencia en la cual uno de los dos elementos podría sustituir
al otro sino de una entidad indivisible. Cuando uno de los dos elementos está alterado o cuando

33
esta entidad constituida por la imagen visual del objeto y la imagen sonora del vocablo se
desagrega , se trata para Freud de una afasia simbólica.

Esta definición por Freud nos remite a la definición similar que propone F. de Saussure el cual
utiliza la expresión de ‘imagen acústica’ para definir lo que terminará por llamar significante :

El signo linguístico une no una cosa y un nombre, sino un concepto y una imagen acústica. Ésta no
es el sonido material, cosa puramente física, sino la grabación psíquica de ese sonido, la
representación que de él nos da el testimonio de nuestros sentidos ; es sensorial y si a veces la
llamamos « material » es sólo en este sentido y por oposición al otro término de la asociación, el
concepto, generalmente más abstracto. El carácter psíquico de nuestras imágenes acústicas
aparece claramente cuando observamos nuestro propio lenguaje. Sin mover los labios ni la lengua,
podemos hablarnos a nosotros o recitarnos mentalmente un poema.Y porque las palabras de la
lengua son para nosotros imágenes acústicas, hay que evitar hablar de los « fonemas » de que
están compuestas. Por implicar este término una idea de acción vocal, no puede convenir más que
a la palabra hablada, a la realización de la imagen interior en el discurso. (Saussure : 2005, 98 ; la
traduccción y el subrayado son de mí)

Este pasaje ha sido muchas veces citado, sin que se haya sin embargo, que yo sepa, subrayado lo
que en él me interesa, o sea la distinción que hace el autor entre el fenómeno físico ( el sonido
material) y el espacio psíquico ( la grabación psíquica de este sonido) en el que se construye una «
representación sensorial », una « imagen interior », o sea, literalmente, una sensación. La imagen
acústica – el signo – es, para Saussure, un fenómeno psíquico. Las dos definiciones, del signo por
Saussure y de la palabra por Freud, son perfectamente similares : en ellas se plasma la oposición
formulada por la óptica fisiológica entre la impresión y la sensación : la grabación psíquica del
sonido, « realización de la imagen interior en el discurso » y cuya naturaleza es sensorial da cuenta
de un recorrido similar a aquel recorrido sacado a luz por la óptica fisiológica que a partir de la
impresión en la retina produce esta « obra del cerebro » que es la sensación. Se trata para mí de
dos microfenómenos discursivos que presentan una significación histórica especialmente densa.
Más allá del discurso científico de Freud que de esta forma, comenta los resultados de sus
investigaciones clínicas referente al funcionamiento del cerebro, la una y la otra remiten en efecto
a un contexto socio discursivo más amplio y, por más señas, al discurso científico producido por la
Óptica fisiológica. En el caso de Freud la filiación genética es evidente : hay que recordar que se
dedicó a la investigación experimental durante seis años en el instituto de fisiología de Viena
dirigido por el Doctor Brücke, el cual pertenecía a la escuela del gran fisiologista Hermann von
Helmhotz cuya Óptica fisiológica (1856-1866) fue traducida al francés por E. Javal y E.T. Klein en
1867. Georges Roque observa que la óptica fisiológica se ha desarrollado de manera espectacular
en la segunda mitad del siglo XIX, y más especialmente merced a los trabajos de Hermann von
Helmholtz :

Como lo ha explicado Georges Ghéroult, que tradujo al francés la Teoría fisiológica de la música, los
rayos luminosos producen en el ojo ‘una impresión que los nervios de la retina transmiten al
cerebro en forma de sensación. Hay que distinguir dos procesos distintos : la impresión, grabación

34
pasiva por la retina, y la sensación, resultado de la transformación de esta impresión por una serie
de mecanismos neurológicos en los que interviene la memoria. Otro discípulo de Helmholtz,
Augusto Laugel, afirmaba más claramente todavía que la sensación no es la obra del nervio óptico
sino del cerebro (Roque : 203b, 51 )

Freud toma parte pues en una investigación colectiva que llevará a cabo una concepción
radicalmente nueva de lo que es la percepción y cuyos efectos se pueden rastrear en varios
campos culturales de la época ( los últimos decenios del siglo diecinueve) y más especialmente en
los ensayos teóricos que se refieren al arte abstracto. (Véase infra) Las expresiones de imagen
sonora e imagen acústica remiten también a la noción de sinestesia cuyo término y cuya
problemática aparecen por los años 1860, primero en los campos clínico y científico de las teorías
de la percepción y después, en los ensayos teóricos que se refieren a la producción artística. Se
evocan y comentan frecuentemente las correlaciones intersensoriales en los últimos decenios del
siglo XIX. Marcella Lista señala, por ejemplo, que se debe el primer reparto de los colores por las
grandes familias de los timbres al pintor y músico alemán Johann Leonard Hoffmann (Lista, 2003,
216). A principios del siglo XX, en 1904, el biologista Le Dantec piensa que « quizás la ciencia nos
permita algún día conocer todos los fenómenos del mundo por medio de uno solo de nuestros
sentidos » y a la noción anatómica de sentido sustituye la de lenguaje (lenguaje-color, lenguaje-
timbre, lenguaje-palpar, lenguaje-olor, lenguaje-sabor). La reversibilidad de un lenguaje a otro
permite concebir ‘una lengua universal de las sensaciones’. ( Roque 2003 y Rousseau, 2003). Para
Kupka en La Creación en las Artes plásticas, « la realización de una obra plástica requiere la
colaboración de todos los sentidos » y con la memoria de los sentidos « se alargan nuestras
impresiones confiriendo de esta forma aspectos colorados a los olores, asimilando a los colores
unos sonidos que los matizan, los vocalizan, los enriquecen por medio de semitonos cromáticos
etc. »

Cuando, en los últimos decenios del siglo XIX, está evocada una ‘armonía de los colores’ o una
‘música de los colores’ no se trata de sencillas metáforas sino de expresiones que debemos
entender literalmente y que transcriben de otra forma lo que significan las expresiones de Freud o
de Saussure que estoy comentando. En su Psicología natural (1898) escribe William Nicati que « las
longitudes de onda de los principales matices forman en conjunto una progresión geométrica
exactamente como las octavas en música.» Esta cita de Nicati pone de manifiesto que la noción de
sinestesia se ha desarrollado merced a dos paradigmas dominantes : el modelo de la
transformación eléctrica de las sensaciones y, sobre todo, sin lugar a duda, el de la teoría de las
vibraciones divulgada precisamente, en 1853, por la Óptica fisiológica de Helmholtz. ( En este
particular, véase Roque : 2003b y Rousseau : 2003). Para Saussure además, el signo linguístico « no
es el sonido material, sino la grabación psíquica de este sonido. », lo cual evoca las investigaciones
dedicadas a tratar de traducir de manera gráfica las sensaciones auditivas y que han desembocado
en la invención, en 1877, por Charles Cros del fonógrafo . (Éste deposita el 18 de abril de 1877 en
la Academia de ciencias de París un sobre sellado en el que describe el funcionamiento teórico del
fonógrafo). Se puede reseñar por lo tanto una serie de realizaciones discursivas en las cuales
resultan transcodificados los términos de un discurso científico con que se plasma una matriz
semiótica (impresión vs sensación) : gramófono, imagen sonora, imagen acústica, Colour Music
(Remington, 1912)…

35
La re-organización de la concepción, hasta ahora vigente, del proceso de la percepción, cuyo
impacto se puede observar en el advenimiento de la semiología, en el arte abstracto y en la
génesis del psicoanálisis, es luego el producto, en gran parte por lo menos, del avance de las
ciencias y, en última instancia, de la infraestructura. Provoca dos importantes consecuencias : una
renovación de la problemática de lo visible y una « nueva interpretación cognitiva de las relaciones
entre el mundo exterior y el individuo que imponen las lecciones de la fisiología naciente,
valorando el imperio de lo subjetivo en la percepción de lo real » (Rousseau : 2009, 19) Pero esta
nueva interpretación se expresa, al nivel discursivo precisamente, por la oposición que acabamos
de ver varias veces operar en cada uno de los campos culturales evocados ( psicoanálisis,
linguística general, o semiología, pintura abstracta, poesía simbolista) entre la impresión y la
sensación que es el producto de un proceso cognitivo en el que intervienen la experiencia personal
y la memeoria ( Cf Cros :2012)

Se puede asimilar el funcionamiento de esta estructura al funcionamiento de la morfogénesis


textual cuyo proceso operativo ya examiné en varios casos. Por lo mismo, al afirmar que el núcleo
del foco morfogenético, en el caso del campo cultural implicado, se organiza en torno a la
estructura impresión vs sensación, los microfenómens discursivos que vienen ser las definiciones
del vocablo respectivamente dadas por Freud y Saussure por ejemplo (imagen sonora/imagen
acústica) pueden calificarse de fenotextos y estos fenotextos transcodifican unos elementos
fundamentales del discurso científico. (Véase infra la definición por Saussure de la imagen acústica)

Se ha de recalcar la expresión de transcodificación ya que es un elemento esencial de mi postura


sociocrítica propia. Remite en efecto a las polémicas sobre los modos de inscripción de la materia
socio histórica en los textos literarios.Se le reprochó muchas veces con razón a la crítica marxista
tradicional su planteamiento demasiado mecánico. Pero, precisamente, la sociocrítica ha
respondido a esta crítica al optar por un planteamiento mucho más complejo del problema basado
sobre la valoración de las mediaciones sociodiscursivas e institucionales que operan en la
producción de sentido. El término de reflejo quedó rechazado y fue substituido por transcripción el
cual vale si con él se evoca la significación que se le da en el campo léxico de la música « partitura
adaptada a un instrumento, una voz o un grupo de instrumentos distintos del original o de los
originales. » (El subrayado es de mí). Por su parte, Lucien Goldmann vacila entre transposición y
homología cuando se refiere a la forma novelesca, la cual sería para él « la transposición en el
campo literario de la vida cotidiana en una sociedad individualista edificada por la producción por
el mercado. Existe una homología rigurosa, prosigue Goldmann, entre la forma literaria de la
novela […] y la relación cotidiana de los hombres con los bienes, de manera general, y, por
extensión, de los hombres con los demás hombres en una sociedad que produce para el mercado.
» ( El subrayado es de mí) Esta observación es muy sugestiva pero se refiere a un problema algo
distinto de lo que de momento me interesa. No se trata en efecto para mí de hacer constar que
existe une relación directa entre dos elementos sino de observar, por una parte, el funcionamiento
de un proceso de producción de sentido que implica una serie de instancias intermediarias y, por
otra parte, el estatuto semiótico de las mediaciones que para mí son otros tantos sistemas, cada
vez epecíficos, de codificaciones, diferentes los unos de los otros. Se me podría objetar sin
embargo que los fenómenos producidos por una morfogénesis determinada son homólogos los
unos de los otros , por lo menos si nos atenemos al significado que se da a la palabra homólogo en
los campos respectivos de la fisiología [ « Órganos que tienen una estructura fundamental idéntica,

36
un origen embrionario idéntico y las mismas conexiones pero cuyas funciones respectivas pueden
ser diferentes. »] o de las matemáticas [« Se aplica en matemáticas al transformado de un
elemento o de un conjunto por una aplicación determinada » (Diccionario Larousse : 1987 ; la
traducción y el subrayado son de mí. María Moliner sólo menciona el uso en la química :’ Se aplica
a los cuerpos que tienen funciones iguales y estructura semejante’].Veamos lo que pasa en el caso
que nos interesa, reanudando con la definición que Saussure da de la imagen acústica : « Ésta no
es el sonido material, cosa puramente física, sino la grabación psíquica de ese sonido, la
representación que de él nos da el testimonio de nuestros sentidos ; es sensorial. » En esta
definición Saussure no se aparta del campo del discurso científico, pero sabemos que muy pronto
va a cambiar el término de imagen acústica por el de significante. Con este cambio de significante
desplaza su definición a otro campo al cual va a llamar semiología y en el que se pierden el
significado y el origen de la expresión original de imagen acústica. Si no se conoce el nuevo sistema
del linguista el vocablo significante no tiene sentido y entre imagen acústica y significante no hay
ninguna conexión semántica. La primera expresión describe un fenómeno científico complejo sin
lugar a duda pero cuyos datos, tales como vienen presentados en la expresión, son claros. La
segunda (significante) oculta este origen, transcodificando literalmente esta primera noción en un
sistema que queda por construir y que va organizando sus propias regularidades. Significante y
significado son, en efecto, en el sentido que les da Saussure en su época dos neologismos.

Tomemos otro ejemplo : el esquema freudiano de la representación de la palabra (Véase más


arriba). Se nota en este esquema una entidad de dos caras que no son disociables : la
representación del objeto+ la representación de la palabra, de manera que cualquier alteración de
una de las dos representaciones afecta también a la otra . La Óptica fisiológica, al cuestionar, por
medio de la oposición entre la impresión y la sensación, el estatuto de lo visible, del objeto y, luego
del significante que lo representa, lleva a destruir este objeto cuyos componentes (formas y
colores) resultan desligados, y, por lo mismo, queda aniquilado el significado también. En adelante
la palabra, ya desconectada de las « asociaciones de objeto » correspondientes, ya no tiene
significado. Los valores plásticos del significante, del color o de la línea se pueden luego
contemplar como unos transformados de la estructura implicada (Impresión/sensación) en los
respectivos contextos de dos partiduras o de dos aplicaciones (Poesía/Pintura) que puedo calificar
también de modelizaciones organizadas en torno a dos sistemas de codificaciones distintos el uno
del otro. Para descartar cualquier ambigüedad, aunque sigo diciendo que los fenotextos son
homólogos, opto por el término de transcodificación ( descartando el de homología), cuando
tengo que evocar el proceso de adaptación de un enunciado estructural inicial y programador a un
nuevo campo discursivo, por medio de una nueva aplicación que organiza las categorías formales
que van a re-configurar el enunciado inicial. La transcodificación consiste en efecto en transformar
una representación de informaciones organizada por una codificación determinada en otra
representación organizada por una codificación diferente.

¿Es admisible sin embargo la reducción del foco inicial de la morfogénesis a una única relación
estructural entre dos conceptos ? Tengo que recordar que, cuando estoy formulando una relación
de este tipo, presentándola como un eje céntrico de la producción de sentido en un texto (o de la
producción semiótica en un campo cultural, como se da el caso aquí) estoy formulando con ello el
resultado de la convergencia de una serie de relaciones, calificadas de relaciones primarias
constitutivas de una relación estructural más abarcadora que las incluye, definida por una

37
oposición de conceptos. Veamos por ejemplo mi estudio de La Vida de Guzmán de Alfarache
(España, 1599-1604) de Mateo Alemán cuya estructura genética inicial es para mí la diálectica de la
Justicia y de la Misericordia. Cabe precisar que en el proceso de mi análisis fueron las conclusiones
sacadas por un previo acercamiento semiótico del texto las que me llevaron a formular esta
estructura, a la inversa de mi actual exposición que acata mis preocupaciones pedagógicas. Dicho
de otra forma, fue despuès de sacar a luz una estructura considerada en adelante como genética
de la producción textual cuando me interesé por el contexto sociohistórico para tratar de entender
y explicar su origen. En este contexto observé las tres problemáticas siguientes :

Esta formulación (Justicia vs Misericordia) se presenta como un producto reconstituido a partir de


varios transformados de esta dialéctica o, mejor dicho, de la transcodificación de esta estructura
básica en ( y por) tres sistemas que corresponden a las problemáticas siguientes cuyos importancia
e impacto son manifiestos en el contexto sociohistórico de la aparición de La Vida de Guzmán en el
último decenio del siglo XVI en Castilla (Cros : 1971)

1- un debate sobre el libre albedrio y la gracia, la querella De auxiliis gracia. En pocas palabras, se
trata de opinar sobre si el hombre se salva porque se lo merece o por la sola misericordia de Dios,
cuestionamiento que lleva a Santo Tomás a distinguir la gracia eficaz y la gracia suficiente.

2- Un debate sobre la reforma de la beneficencia que surgió en las sociedades luterianas del norte
de Europa y que se transplantó en Castilla, particularmente por medio del libro de Vives, Del
socorro de los pobres . En este debate se cuestiona la concepción católica tradicional de la limosna
(dar al pobre es prestar a Dios), oponiéndole la postura de los protestantes que prohiben el
pordioseo a cualquier pobre apto para el trabajo, ya que en el caso contrario el rico compra sus
salud a expensas del pobre válido que, negándose a trabajar, pierde su salvación.

3- A nivel de la forma, ya había demostrado, en 1967 (Cros :1967), el impacto manifiesto de la


Retórica en la composición y la escritura del texto de Mateo Alemán. Y la práctica discursiva judicial
es por antonomasia el espacio en el que el fiscal que exige la justicia se confronta con el abogado
que pide la misericcordia.

Se trata de tres campos discursivos distintos administrados por tres aplicaciones, o tres voces,
distintas que producen transformados respectivos distintos de un solo elemento embrionario. El
objetivo de mi análisis consiste en tratar de identificar este elemento, que, en el caso presente, es
precisamente la dialéctica de la Justicia y la Misericordia. Llamo morfogénesis al proceso complejo
que opera la transcodificación de este elemento. Veamos entonces cómo , en cada uno de los tres
casos que acabo de evocar,la transcodificación viene a desconstruir este elemento embrionario.

En el primer caso, se trata de una relación individual con Dios ; la justicia es el producto de una
relación entre la práctica de unos valores morales y religiosos y la salvación del alma . Dos tesis
teológicas se enfrentan. La Misericordia y la Justicia son puros atributos de Dios y por lo tanto dos
valores absolutos. El segundo caso tiene que ver con un problema de organización de la sociedad y
aunque está implicada en última instancia la religión, se trata de dos valores relativos con arreglo a
las circunstancias y a las personas implicadas. Son verdaderos instrumentos que permiten comprar
su salvación y luego valores degradados. La dialéctica, por otra parte, presenta opciones
contradictorias cuyos límites son dificiles de precisar : ¿en qué circunstancias soy más justo o más
misericordioso con el pobre ? ¿cuando le doy una limosna o cuando me niego a dársela ? ¿Significa

38
mi comportamiento de persona supestamente justa que critico a la persona misericordiosa ? Lo
mismo pasa con la gracia : ¿cuándo pasamos de la gracia suficiente a la gracia eficaz ? ¿Cuándo
pasamos de la misericordia a la justicia o de la justicia a la misericordia ? Las modalidades de las
prácticas de estos dos valores son diferentes : en los dos primeros casos , ‘cada uno es hijo de sus
obras’, aunque los considerandos son diferentes ; el destino del sujeto depende de sí mismo y, en
última instancia , de Dios. En el tribunal es un juez quien ha de decidir despuès de escuchar al fiscal
y al abogado. Se me podría objetar pues que las equivalencias que establezco son discutibles, más
especialmente cuando asiento por ejemplo una equivalencia entre, por una parte la misericordia
de Dios que perdona al pecador, la compasión del hombres piadoso deseoso de aliviar el
sufrimiento de los pobres, la solicitud que aboga por la clemencia de los jurados, y, por otra parte,
el mérito, intrínseco o no, del hombre, la recompensa en el más allá, el castigo de un crimen o una
solicitud de clemencia. Pero precisamente no quiero asentar equivalencias de valores sino
equivalencias de relaciones entre dos valores . Esta relación sigue igual en los tres casos ; sólo
cambian los contenidos léxico-semánticos de las relaciones implicadas. Estas diferencias se
explican por la presencia y la intervención de tres operaciones de transcodificación que remiten a
tres prácticas sociales y discursivas diferentes. Estas constituyen espacios discursivos respectivos
que no se confunden el uno con el otro : distribuyen los mismos significantes pero el mismo
significante ( (justicia o misericordia por ejemplo) remite a significados distintos en el contexto de
cada uno de los tres sistemas cuyo funcionamiento es cada vez específico. Es lo que acabamos de
notar al distinguir la misericordia de Dios de la compasión cristiana y de la clemencia solicitada por
el abogado. Cada sistema (religioso, social o judicial) organiza sus propias asociaciones de signos,
sus propios trayectos semióticos y sus propias regularidades con arreglo a una verdadera clave de
sol que precisamente hace posibles las adaptataciones a una partidura o a otra, a una voz o a otra.
Remito a lo que decía arriba de los fenotextos homólogos. La estructura, que es siempre la misma,
representa el elemento embrionario. Los contenidos que esta estructura organiza remiten a unos
elementos que han servido para construir tres fenotextos distintos. Las relaciones calificadas de
primarias son inferidas de los análisis respectivos y objetivos de cada uno de los tres sistemas.
Ateniéndome a este tipo de funcionamiento en el análisis de la morfogénesis puedo identificar su
punto de convergencia y definir a éste como una relación estructural dialéctica entre la
misericordia y la justicia. La estructura fundamental que se concreta en las relaciones que califiqué
de primarias sale a luz, se revela, gracias a la manera como estas relaciones se organizan entre sí.
Se nota pues obviamente que este punto de convergencia no es el producto de un proceso
argumentativo reductor sino que, al contrario, es un foco dinámico y polifónico que multiplica los
espacios en que se graban los impactos de la inscripción de la materia socio histórica en el texto.

Pero, precisamente, ¿ cómo explicar la coincidencia en el texto de Mateo Alemán de las trazas del
impacto de estos tres campos discursivos (teológico, reformista, retórico) ?¿ Trátase de una
postura teórica y subjetiva del analista o, éste, al contrario, tuvo simplemente que levantar acto de
un tipo de funcionamiento semiótico propio de la producción de sentido ?

Para construir mi argumentación seguí considerando hasta ahora esta estructura genética como un
dato objetivo sacado a luz a partir de mis estudios anteriores y traté de examinar el proceso de
transcodificación a partir de los contextos sociodiscursivo y sociohistórico de los cuales se supone
que emerge esta estructura. Ahora hay que recorrer el camino a la inversa y tratar de demostrar su
presencia y su estatuto en el mismo seno del foco intratextual que programa la morfogénesis.

39
Queda por mencionar con esta perspectiva otra característica del texto que había sacado a luz
en1973 en una conferencia leída en un congreso de la Sociedad de los Hispanistas Franceses (SHF)
en Grenoble, o sea que el texto de Mateo Alemán transcribe el impacto del capitalismo mercantil.
Esta sugerencia quedó confirmada por la excelente y nutrida tesis de Michel Cavillac (Cavillac :
1983). Por mi parte, estudié con esta perspectiva ya en 1983 (y retomé este enfoque varias veces
tratando cada vez de profundizar y precisar mis primeras observaciones) un pasaje de la Segunda
Parte de La Vida de Guzmán de Alfarache. [La última versión de este estudio salió en El Sujeto
cultural (Cros : 2005)] En este pasaje el narrador describe al verdadero amigo como quien lo da
todo sin esperar ninguna compensación ; compara en este sentido al verdadero amigo con la
generosidad de la Tierra , lo cual lo lleva a convocar y a desconstruir el mito de la Edad de Oro. Tal
es el tema explícito desarrollado en unas veinte líneas. Pero para tratar este tema, el narrador
maneja un material semiótico muy sorprendente en este contexto : la escritura en efecto emplea
un conjunto organizado de términos y expresiones que proceden del campo léxico de la actividad
comercial y del derecho mercantil. No se puede imaginar más evidente contradicción entre lo que
se quiere decir y la manera como se dice. (Véase : www. sociocritique.fr Cros, E., « Towards a
Sociocritical Theory of the Text »). Al te doy y tú me das que implica fundamentalmente el
comercio se opone la abnegación y la verdadera generosidad del amigo que te lo da todo sin
esperar ninguna compensación.

Esta realización semiótica (Cambio vs Oferta gratuita) se puede examinar desde dos puntos de vista
: por una parte añade una nueva relación primaria a las dos anteriores ( la práctica discursiva del
mundo del comercio) ; es, por otra parte, el producto de la estructura que presenté más arriba
como abarcadora. Podemos completar con ella nuestras dos series de valores : misericordia divina,
compasión cristiana, clemencia solicitada por el abogado + auténtica generosidad vs mérito,
recompensa en el más allá, castigo de un delito + intercambio en el contexto del capitalismo
mercantil. Recuerdo sin embargo que es a partir de esta última oposición sacada a luz por el
estudio semiótico del texto (Cambio vs Oferta gratuita) como convoqué en el contexto las otras
tres . Pero, en esta perspectiva, el mérito, la recompensa, el castigo son unas manifestaciones
diferentes de un significado idéntico, que es la justicia ; o, dicho de otra forma, un significado
idéntico que es el te doy y tú me das que, obviamente, podemos relacionar con el capitalismo
mercantil y el valor de cambio. La expresión dialéctica Cambio vs Oferta gratuita se presenta como
un transformado del elemento embrionario identificado hasta ahora por la oposición entre la
justicia y la misericordia. Sólo difieren las formulaciones y estas diferencias de formulaciones
proceden de las diferencias que separan los códigos que operan en las prácticas socio discursivas
respectivamente implicadas en los campos religioso, social, judicial o económico.

Pero, en el transfondo de esta relación embrionaria asoma otro esquema en el que se oponen por
una parte los valores auténticos (la compasión, la misericordia,, la indulgencia, la abnegación) y,
por la otra, los valores degradados por ser utilizados como intrumentos en servicio de una
finalidad, tales como el yo te doy y tú me das, en los cuales se plasma el valor de cambio que nos
remite a un tiempo histórico específico dominado por el capitalismo mercantil en el contexto de la
formación social correspondiente. Con esta formación social corresponde une formación discursiva
dominada por el discurso del modo de producción dominante. La formación discursiva e ideológica
que se articula sobre la formación social se estructura por lo mismo en torno a la dialéctica Cambio
vs Oferta gratuita que viene a ser el elemento dominante del sistema a nivel de la superstructura y

40
la dialéctica de la Justicia y de la Misericordia (que se plasma en torno a la querella De auxiliis
gratiae, la polémica sobre la beneficencia y el arte de la Retórica) se manifiesta como el
transformado de la estructura abarcadora.

En este caso para dar cuenta del foco morfogenético es lícito vacilar entre dos formulaciones :
valor auténtico vs valor degradado o bien : valor de uso vs valor de cambio ? ¿Cuál de las dos hay
que privilegiar ? La una y la otra transcriben el mismo significado aparente, situado sin embargo en
dos campos diferentes : el de la ética (valor auténtico vs valor degradado) y el de la economía
(valor de uso vs valor de cambio). Pero, como lo acabamos de observar, esta aptitud para deslizarse
de un campo a otro es un efecto del proceso de la producción de sentido. Este modo de
funcionamiento presenta el valor de uso como un valor auténtico, articulando de esta forma lo
ético y lo económico. Esta observación nos lleva a otro cuestionamiento teórico que se refiere al
funcionamiento de la morfogénesis : ¿Cuáles son las consecuencias de estas contaminaciones
fenotextuales ?

Para tratar de contestar hay que evocar primero aquella red semiótica compleja que hemos
solicitado más arriba. Una vez distribuidos por la escritura, los impactos de estas prácticas
discursivas no actúan con arreglo a las regularidades de los respectivos campos de donde
proceden. En el texto no existe ningún espacio en el que tal o cual campo podría operar, de
manera autónoma, acatando su lógica interna. Los elementos que participaban hasta ahora de las
microsemióticas de cada una de estas prácticas organizan en el texto nuevas asociaciones
desconectadas de cualquier dependencia de su original organización y en el contexto de las cuales
tal o cual significante puede ser atrapado por otros conjuntos de signos. Esta autonomía, que de
cierta forma es aparentemente –y sólo aparentemente- caótica, concierne todo el material
semiótico de los campos sociodiscursivos implicados, incluso los elementos más o menos explícitos
de las problemáticas en torno a las cuales se han organizado inicialmente. Afirmar lo contrario nos
llevaría a imaginar el espacio intratextual como un espacio inerto en el que estarían almacenados
conjuntos semióticos milagrosamente conservados intactos que se podrían reseñar y recolectar,
así, sin más. Con arreglo a estos fenotextextos el esquema estructural funciona a manera de un
conmutador o cambio de agujas que provoca los deslices semióticos y la permeabilidad de los
discursos. Eso se puede concretar , por ejemplo, en unos espacios en los cuales vendrían a
coincidir elementos aislados procedentes de la problemática de la reforma de la beneficencia y
otros del universo del comercio o del debate sobre la eficiencia de la gracia, otros tantos
elementos que, en última instancia, remiten más o menos directamente a la fractura de la
Reforma, que pone en tela de juicio la autenticidad de la fe y la degradación de las prácticas
religiosas, y a la Contra Reforma.

Como lo afirmaba más arriba, no se trata para mí de establecr equivalencias de valores sino
equivalencias de relaciones entre valores. Es esta relación entre el uso y el cambio [o lo auténtico
vs lo degradado] lo que, en el seno de la morfogénesis, es el elemento embrionario. Y esta
dialéctica señala que en el texto opera una dinámica de la confrontación que cuestiona el valor de
cambio desde el punto de vista del valor de uso o el valor degradado desde el punto de vista del
valor auténtico. Cuestiona pues, en última instancia, el campo económico a partir de una postura
teológica. Es este cuestionamiento el soporte fundamental de la inscripción de lo social en el texto
en la medida en que transcribe una fase especialmente importante del desarrollo del capitalismo
cuyos efectos son perceptibles en el campo de la espiritualidad y de lo religioso.

41
Bibliografía

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picaresque et mentalité bourgeoise dans l’Espagne du Siècle d’Or, Bordeaux Institut d’Etudes
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de Tullio de Mauro traduits par L. J. Calvet).

El campo cultural de la segunda mitad del siglo XIX (Freud, Saussure, Poética, Pintura abstracta) y
su articulación con la Historia. 1- De la imagen sonora de Freud a la imagen acústica de Saussure

42
Martes 19 de octubre de 2010, por Edmond Cros

La sociocrítica se interesa por sacar a luz la manera como lo socioeconómico se incorpora en las
estructuras textuales, afirmando sin embargo que esta incorporación no es directa ni automática,
ya que cada uno de los dos niveles implicados (la infraestructura y la superestructura) tiene su
historia y su ritmo propios. Supone además que entre lo socioeconómico y lo cultural existen
instancias intermediarias. Pero la noción de instancia intermediaria quizas sea demasiado abstracta
y es necesario precisar lo que puede significar, acudiendo a un ejemplo concreto. Los dos artículos
enfocan, con esta perspectiva, un período histórico relativamente amplio (la segunda mitad del
siglo XIX hasta el primer decenio del siglo XX), poniendo de relieve cómo una instancia
intermediaria, en este caso la Estética científica, articula sobre la infraestructura los principales
campos culturales de la época implicada (Freud, Saussure, Poética, Ensayos teóricos de Kandinsky,
Klee y Kupka ) (La Bibliografía está al final del segundo artículo )

La sociocrítica se interesa más que todo por sacar a luz la manera como lo socioeconómico se
incorpora en las estructuras textuales, afirmando sin embargo que esta incorporación no es directa
ni automática, ya que cada uno de los dos niveles implicados (la infraestructura y la
superestructura) tiene su historia y su ritmo propios. Dicha postura se fundamenta en la noción de
formación social definida por Marx como constituida por la coexistencia de varios modos de
producción (medieval, precapitalista, capitalista, en el caso del Siglo de Oro por ejemplo). Esta
noción puede parecer poco adaptada a la evolución de las sociedades modernas cuyos modos de
producción tienden a organizarse de manera homogénea pero su interés no deja de ser evidente si
consideramos que, en realidad, la especificidad de cada modo de producción remite a un tiempo
histórico preciso, de manera que la noción de formación social puede ser re-definida por la co-
existencia, en un momento determinado de la historia, de varios tiempos históricos. Debemos
considerar sin embargo que estos distintos tiempos históricos están vinculados entre sí,
constituyendo por lo tanto un sistema gobernado por la hegemonía de uno de sus elementos, en
este caso el tiempo presente. Es este sistema el que genera la formación ideológica
correspondiente. No se puede imaginar en efecto que cada uno de los diversos tiempos históricos
implicados intervenga directamente en esta formación. La complejidad de este proceso se nos
aparece más evidente si recordamos que este segundo sistema (formación ideológica) no se
mueve forzosamente al compás del primero, sino con relación con su propia historia. Y lo mismo
pasa en cuanto a las relaciones que se establecen entre lo ideológico y el nivel discursivo en que se
plasma en última instancia el material socio-económico. Como se habrá observado, el proceso de
incorporación de la historia implica unos mecanismos de mediación, de translado, de
desenganches y de adaptación. Lo más notable, a primera vista, es que, de todas formas, pasando
de un sistema (infraestructural) al segundo (ideológico) y, de éste, al tercero (discursivo), nos
hemos movido sucesivamente en el contexto de tres ritmos distintos o sea que hemos cruzado por
tres tiempos históricos que sólo parcialmente coinciden . Dentro de cada uno de estos tres niveles
y entre el uno y el otro debemos imaginar además una serie de instancias intermediarias que se
presentan ya sea como perfectamente adaptadas al tiempo hegemónico del presente, o al
contrario como atrasadas o avanzadas. Cuando cuestionamos el mecanismo que gobierna este

43
flujo ininterrumpido de la historia, observamos que es la existencia de estos multiples desfases la
que impulsa su dinamismo, en la medida en que las instancias adaptadas al tiempo presente o
avanzadas atraen siempre a las instancias atrasadas. El plurisistema ( la totalidad de las tres
formaciones) en efecto “se presenta en realidad como un dispositivo de producción que funciona
movido por un régimen de desigualdad en el que los desequilibrios generan las mutaciones.”
(Louis Althusser).

Pero la noción de instancia intermediaria quizas sea demasiado abstracta y me parece


imprescindible precisar lo que puede significar, acudiendo a un ejemplo concreto. Quisiera, por lo
tanto, enfocar, con esta perspectiva, un período histórico relativamente amplio (la segunda mitad
del siglo XIX hasta el primer decenio del siglo XX), poniendo de relieve cómo una instancia
intermediaria, en este caso la Estética científica, articula los dos niveles de la infraestructura y del
campo cultural. Haré hincapie en las mayores manifestaciones culturales de la época implicada,
desde Sigmund Freud y Ferdinand de Sausure hasta los manifiestos que atañen a la poética o al
arte abstracto, tratando primero de reconstruir las regularidades de las prácticas discursivas a
partir de algunos micro-fenómenos discursivos.

Freud y La Óptica fisiológica de Helmholtz

Para Freud la representación consciente asocia la representación de la cosa y la representación de


la palabra correspondiente

«Para Freud la articulación del lenguaje con el universo de los ‘objetos’ sensibles pasa por el ojo (la
imagen visual del objeto) y la palabra ( la imagen sonora de la palabra) y Freud llama ‘afasia
simbólica’ a la consecuencia de una alteración o de una ruptura de esta articulación.» (Huot : 1987,
66, esta traducción y las demás en estos artículos son de mí))

Esta teoría referente a la imposibilidad de disociar la una de la otra de las dos imágenes ( la sonora
y la visual) procede de su experiencia clínica que él evocó varias veces, como, por ejemplo en el
pasaje siguiente sacado de su Contribución a la concepción de las afasias (1891) :

«Si el trabajo del pensamiento se cumple esencialmente en un hombre con ayuda des estas
imágenes ópticas [ …] por lo mismo unas lesiones bi-laterales en la zona cortical óptica han de
provocar también alteraciones en las facultades del lenguaje que van mucho más allá de lo que se
puede explicar por la localización.[…] En un ‘hablante visual’ una lesión del element visual no sólo
provocaría la ceguera de las letras sino que lo volvería incapaz de utilizar su aparato del lenguaje .»
(Freud : 1983, 130, 149, in Huot : 1987, 28)

44
Hay que recordar que Freud se dedicó a la investigación experimental durante seis años en un
laboratorio de Óptica Fisiológica (Véase infra) que desde luego repercutía los progresos de la
tecnología, lo cual puede explicar, como lo sugiere Hervé Huot, que no haya dejado de utilizar
como modelos de comparación con el aparato psíquico los instrumentos ópticos como el
microscopio, el telescopio o el aparato fotográfico. » (Huot : 1987, 25). Toma parte en una
investigación colectiva que llevará a cabo una concepción radicalmente nueva de lo que es la
percepción y cuyos efectos se pueden rastrear en varios campos culturales de la época ( los últimos
decenios del siglo diecinueve) y más especialmente en los ensayos teóricos que se refieren al arte
abstracto. (Véase infra) [En su Bosquejo de una psicología científica, distingue, por ejemplo, los
neuronas ‘permeables’ de la percepción de los neuronas ‘impermeables’ de los cuales dependen la
memoria y los procesos psíquicos. (1895, in Huot :1987,67)]

En el primer período de su carrera científica, Freud es un anatomista del cerebro que se interesa
más epecialmente por la Óptica fisiológica. En 1885, está tres meses de pasante en oftalmología. «
Cómo clínico, tengo que dedicarme al estudio de la histeria y hoy en día no se puede publicar nada
en este asunto sin medir el campo visual. » (Carta a Carl Koller, del 13 de octubre de 1886). Su
interés por la histeria lo lleva pues a estudiar los procesos de alteraciones del órgano de la vista en
el caso de los comportamientos histéricos. Hay que recordar además, en este plan, que las dos
primeras enfermas histéricas atendidas por Breuer (Anna O..) y Freud ( Emmy Von N…) tienen
alteraciones de la visión.

En la gestación de lo que va a ser al final el psicoanálisis, la segunda aportación, igualmente


sumamente importante en el recorrido científico de Freud, procede de su encuentro con Charcot y
la hipnosis, la cual, trátese de la patología o de la terapia, no puede dejar de examinar las
relaciones que se traban entre la representación y la palabra, entre la visión y el lenguaje.

«Cuando el hipnotizador dice « Su brazo se está moviendo » , Usted no lo puede dominar, el brazo
empieza a moverse y se nota que el hipnotizado trata vanamente de inmovilizarlo. La
representación que el hypnotizador ha comunicado al hipnotizado por medio de la palabra ha
provocado este comportamiento psicocorporal que corresponde exactamente con su contenido.»
(Freud : 1984, 15-16, in Huot : 1987, 31 ; el subrayado es de mí)

Estudiando la fisiología del ojo es como Freud descubre la estrecha relación entre esta fisiología y
la problemática del lenguaje. El discurso científico producido por el campo de experimentación
clínica de la óptica fisiológica es por lo tanto un elemento capital en el recorrido de un
pensamiento que se precisa y se enriquece a lo largo de los años que Freud dedica a la histeria.

Georges Roque observa que la óptica fisiológica se ha desarrollado de manera espectacular en la


segunda mitad del siglo XIX, y más especialmente merced a los trabajos de Hermann von
Helmholtz :

«Como lo ha explicado Georges Ghéroult, que tradujo al frencés la Teoría fisiológica de la música,
los rayos luminosos producen en el ojo ‘una impresión que los nervios de la retina transmiten al
cerebro en forma de sensacion. Hay que distinguir dos procesos distintos : la impresión, grabación
pasiva por la retina, y la sensación, resultado de la transformación de esta impresión por una serie
de mecanismos neurológicos en los que interviene la memoria. Otro discípulo de Helmholtz,

45
Augusto Laugel, afirmaba más claramente todavía que ‘ la sensación no es la obra del nervio óptico
sino del cerebro’»(Roque : 203b, 51 )

La Óptica fisiológica de Helmholtz (1856-1866) fue traducido al francés por E. Javal y N.T. Klein en
1867. Su influencia, directa o indirecta en las teorías de la pintura y de la música en la segunda
mitad del siglo XIX es manifiesta y parece fundamental. Referente a los colores, supone que existen
tres colores fundamentales, el rojo, el verde y el morado que corresponden con tres terminaciones
nerviosas. A partir de sus análisis fisiológicos construye una teoría del conocimiento.

Tenemos que situar a Freud en este contexto : de 1876 a 1882 trabaja en efecto en el Instituto de
Fisiología de Viena dirigido por el Doctor Brücke quien pertenencía precisamente a la escuela de
Hemholtz, interesándose por la anatomía del cerebro ; en 1879 propone nuevos métodos
histológicos (« Nota sobre un método de preparación anatómica del sistema nervioso »). De 1882 a
1884 publica varios artículos científicos sobre el mismo asunto : « Estructuras de las fibras y de las
células nerviosas del cangrejo de río. » (1882), « Un nuevo método para el estudio del trayecto de
las fibras en el sistema nervioso central » (1884), « Un nuevo método para el estudio de las fibras
nerviosas en el cerebro y la médula espinal. » (1884) (Huot :1987, 22-23).También se interesa por
el proceso de la percepción visual, empezando por la localización del centro visual en el cortex y la
función de este centro en las perturbaciones del lenguaje en los casos de afasias. Escribe en su
Contribución a la concepción de las afasias (1891) :

« Una percepción visual debe ser relacionada en el cortex con la terminación central del nervio
óptico, una percepción auditiva con la región donde se extiende el nervio acústico. Todo lo que va
más allá, tal como la combinación de diversas representaciones para formar un concepto y otras
cosas similares, es una operación de los sistemas de asociación que relacionan diferentes areas
corticales entre ellas y luego no puede ser localizado en una area única. » Freud :1983,53, cit. por
Huot : 1987, 21, subrayado por mí)

El concepto procede pues de un proceso cerebral complejo en el que intervienen varios elementos
que se conectan. Ya están convocados en esta cita los elementos que, a partir de este esquema de
cognición, organizará años más tarde F. de Saussure en torno a la articulación Significado/ Imagen
acústica (o significante).

En 1885 durante su estancia en París, se entrevista con el oftalmólogo Parinaud, ‘el primer
oftalmólogo de Nueva York Knapp’ y el físicooculista Cornu, quien trabaja sobre la velocidad de la
luz y los rayos ultravioletas. (Huot : 1987, 22). Y, sobre todo, conoce a Charcot « el mayor
investigador de la nueva ciencia de la neurología, el maestro de los neurólogos de todos los países.
( en palabras de Freud en una nota necrológica dedicada a Charcot). El encuentro es de una
importancia evidente para la génesis del psicoanálisis : despuès de dedicarse casi nueve años a
investigar la anatomía del cerebro va a pasar otros diez, de 1885 a 1895, a estudiar la histeria.

46
Un nuevo lenguaje

Esta re-definición de la percepción genera un nuevo lenguaje. Para definir lo que es este nuevo
lenguaje remito a lo que escribe Freud referente al caso siguiente :

«A propósito de esto me acuerdo de una dama que desde hacía muchos años padecía de
representaciones obsesivas y fobias, y que con respecto a la génesis de su padecer me remitió a su
infancia, pero no sabía nombrar qué tendría ahí la culpa. Era sincera e inteligente, y ofrecía una
resistencia conciente notablemente baja. (Puntualizo aquí que el mecanismo psíquico de las
representaciones obsesivas tiene muy estrecho parentesco con el de los síntomas histéricos, y para
ambos la técnica del análisis es la misma.) Al preguntarle yo si bajo la presión de mi mano había
visto algo o le acudió algún recuerdo, respondió: «Ni una cosa ni la otra, pero de repente se me ha
ocurrido una palabra». _ «¿Una palabra sola?». - «Sí, pero suena demasiado estúpida». - «Dígala
usted lo mismo». - «Casero». - «¿Nada más?». - «No». - Presiono por segunda vez, y hete ahí que
vuelve a acudirle una palabra aislada, que se le pasa por la mente: «Camisón». Tomé entonces
nota de estar frente a una novedosa manera de responder, y por medio de repetidas presiones
promoví una serie de palabras en apariencia carentes de sentido: Casero- Camisón- Cama- Ciudad-
Carromato. «¿Qué quiere decir eso?», pregunté. Meditó un momento, y luego se le ocurrió: «Sólo
puede tratarse de una historia que ahora me viene a la mente. Cuando yo tenía diez años, y doce la
hermana que me seguía en edad, cierta noche tuvo ella un ataque de furia y fue preciso atarla y
llevarla a la ciudad en un carromato. Sé con exactitud que fue el casero quien la dominó y luego la
acompañó también al sanatorio». - Proseguimos entonces con esta modalidad de la busca, y nos
enteramos por nuestro oráculo de otras series de palabras que, es cierto, no podían interpretarse
como un conjunto, pero se valorizaron para proseguir aquella historia y para anudar una
segunda.la significatividad de esta reminiscencia se obtuvo enseguida. La enfermedad de su
hermana le había hecho una impresión tan honda porque ambas compartían un secreto; dormían
en la misma habitación y cierta noche habían debido soportar ambas los ataques sexuales de una
persona del sexo masculino. Ahora bien, con la mención de ese trauma sexual de la temprana
juventud no sólo quedaba al descubierto el origen de las primeras representaciones obsesivas, sino
también el trauma que tiempo después habría de ejercer efectos patógenos.. Lo raro de este caso
consistió únicamente en el afloramiento de consignas aisladas que debimos procesar en oraciones;
en efecto, la apariencia de no guardar relación y ser inconexas es propia de todas las ocurrencias y
escenas que suelen acudir a la presión, tal y como sucedió con aquellas palabras pronunciadas a la
manera de un oráculo. Persiguiéndolas, por regla general se descubre que las reminiscencias en
apariencia inconexas están estrechamente enlazadas por unas ataduras de pensamiento y llevan
por la vía más directa al momento patógeno buscado.» (128-129 ; el subrayado es de mí)

Se notan en este caso dos tipos de lenguajes : el primero es el discurso del analista que procesa en
oraciones las palabras aparentemente inconexas de la enferma y arma un relato : « La enfermedad
de su hermana le había hecho una impresión tan honda porque ambas compartían un secreto;
dormían en la misma habitación y cierta noche habían debido soportar ambas los ataques sexuales

47
de una persona del sexo masculino. ». Descifra de esta forma otro lenguaje cuyas ideas no tienen
relación aparente entre sí ; en este lenguaje el signo no atañe a la semántica común ; sólo significa
cundo se pone en relación con otro signo que, a primera vista, no tiene nada común con él ; sin
embargo los dos tienen una correferencia que hay que buscar. Antes de que se descubra la
naturaleza de esta relación, no significa nada, está vacío de cualquier significación, está en espera
de quedar ocuoado por esta correferencia. Casero- Camisón- Cama- Ciudad- Carromato.
constituyen una microsemiótica que se ha organizado en torno a una representación patógena.
Todo eso implica que en este nuevo lenguaje el signo sea considerado como autónomo, expuesto a
todas las formas posibles de asociación. El sentido está esencialmente en las relaciones que existan
entre los signos. La noción de asociación, o sea de la puesta en relación, está en el mismo centro
de este nuevo lenguaje.

Me interesa hacer hincapie en la tesis freudiana que consiste en articular estrechamente la visión y
el lenguaje ; dicha tesis, a mi modo de ver, procede de un discurso científico específico que nos
remite a las investigaciones de Helmholtz y que se nos aparece como estructurado en torno a la
oposición entre la impresión grabada en la retina y la sensación « que no es la obra del nervio
óptico sino del cerebro ». Si se examina Estudios sobre la histeria con esta perspectiva, damos con
una estructura ( Exterior/Interior) que se presenta como el producto de esta oposición
fundamental, con los fenómenos de difracción que afectan los tres componentes de cualquier
relato : tiempo, espacio,punto de vista. Pero este relato ya está presente sintéticamente en la
representación y en la palabra patógenas que, de esta forma, se nos presentan como verdaderos
relatos de por sí. Esta observación nos remite a la imposibildad de discriminar los dos elementos
constitutivos de una misma entidad : la imagen sonora de la palabra y la imagen visual del objeto
de la percepción.

De la imagen sonora de Freud a la imagen acústica de Saussure

Esta tesis de Freud es sumamente importante en cuanto la podemos relacionar con la definición
del vocablo por Ferdinand de Saussure :

«El signo linguístico une no una cosa y un nombre, sino un concepto y una imagen acústica. Esta
última no es el sonido material, cosa puramente física, sino la grabación psíquica de ese sonido, la
representación que de él nos da el testimonio de nuestros sentidos ; es sensorial y si a veces la
llamamos»material » es sólo en este sentido y por oposición al otro término de la asociación, el
concepto, generalmente más abstracto. El carácter psíquico de nuestras imagenes acústicas
aparece claramente cuando observamos nuestro propio lenguaje. Sin mover los labios ni la lengua,
podemos hablarnos a nosotros o recitarnos mentalmente un poema.Y porque las palabras de la
lengua son para nosotros imágenes acústicas hay que evitar hablar de los «fonemas » de que están
compuestas. Por implicar este término una idea de acción vocal, no puede convenir más que a la

48
palabra hablada, a la realización de de la imagen interior en el discurso.» (Saussure : 2005, 98 ; el
subrayado es de mí))

Este pasaje ha sido muchas veces citado, sin que se haya subrayado, sin embargo, que yo sepa, lo
que en él me interesa, o sea la distinción que hace el autor entre el fenómeno físico ( el sonido
material) y el espacio psíquico ( la grabación psíquica de este sonido) en el que se construye una «
representación sensorial », una « imagen interior », o sea, literalmente, una sensación. La imagen
acústica – el signo – es un fenómeno psíquico. En efecto :

"Esta definición plantea una importante cuestión de terminología. Llamamos signo a la


combinación del concepto y de la imagen acústica pero en el uso corriente, este término designa,
generalmente, a la imagen acústica sola, por ejemplo una palabra (arbor, etc.). Se olvida que, si
arbor es llamado signo, es sólo porque lleva en sí el concepto ‘arbol’ de tal modo que la idea de la
parte sensorial implica la de la totalidad . (Ibid, 99, el subrayado es de mí))

Las dos definiciones, del signo por Saussure y de la palabra por Freud, son perfectamente
similares : en ellas se plasma la oposición formulada por la óptica fisiológica entre la impresión y la
sensación : la grabación psíquica del sonido, « realización de la imagen interior en el discurso » y
cuya naturaleza es sensorial da cuenta de un recorrido similar a aquel recorrido sacado a luz por la
óptica fisiológica que a partir de la impresión en la retina produce esta "obra del cérebro » que es
la sensación.

Examinemos ahora más detenidamente las dos expresiones, consirándolas como unos micro-
fenómenos discursivos en los que está grabada una significación histórica muy interesante . La una
y la otra nos remiten en efecto a un contexto discursivo más amplio, y, por más señas, a la noción
de sinestesia cuyo término y cuya problemática aparecen por los años 1860, primero en los
campos clínico y científico de las teorías de la percepción y después, en los ensayos teóricos que se
refieren a la producción artística. Se evocan y comentan frecuentemente las correlaciones
intersensoriales en los últimos decenios del siglo XIX. Marcella Lista señala que el pintor y músico
alemán Johann Leonard Hoffmann es a quien se debe el primer reparto de los colores por las
grandes familias de los timbres :

«el azul asociado a las cuerdas frotadas (viola, violín, violoncelo), el verde a la voz humana, los
colores vivos (del amarillo a la púrpura) a los instrumentos de madera y de cobre (trompeta,
corno , flauta, oboe, bajón). Este paralelo viene a ser letra poética en su homónimo, .T.A.
Hoffmann, en el célebre pasaje de Kreisleriana evocado por Baudelaire en el que a merced de un
estado especial que asocia el vino, la música y el adormecimiento de la conciencia, la sinestesia se
desarrolla con un matiz onírico : « No es tanto en un sueño como en este estado de delirio que
precede al sueño y más especialmente después de escuchar mucha música cuando percibo una
armonía general de los colores, de los sonidos y de los perfumes. Todos me parecen manifestarse

49
del mismo modo misterioso, como a través de un rayo luminoso para unirse en un maravilloso
concierto.» (Lista, 2003, 216)

A principios del siglo XX, en 1904, el biologista Le Dantec piensa que « quizás la ciencia nos permita
algún día conocer todos los fenómenos del mundo por medio de uno solo de nuuestros sentidos »
y a la noción anatómica de sentido sustituye la de lenguaje (lenguaje-color, lenguaje-timbre,
lenguaje-palpar, lenguaje-olor, lenguaje-sabor). La reversibilidad de un lenguaje a otro permite
concebir ‘una lengua universal de las sensaciones’. ( Roque 2003 y Rousseau, 2003). Para Kupka en
La Creación en las Artes plásticas, « la realización de una obra plástica requiere la colaboración de
todos los sentidos » y con la memoria de los sentidos « se alargan nuestras impresiones
confiriendo de esta forma aspectos colorados a los olores, asimilando a los colores unos sonidos
que los matizan, los vocalizan, los enriquecen por medio de semitonos cromáticos etc. »

Cuando, en los últimos decenios del siglo XIX, está evocada una ‘armonía de los colores’ o una
‘música de los colores’ no se trata de sencillas metáforas sino de expresiones que debemos
entender literalmente y que transcriben de otra forma lo que significan las expresiones de Freud o
de Saussure que estoy comentando. En su Psicología natural (1898) escribe William Nicati que « las
longitudes de onda de los principales matices forman en conjunto una progresión geométrica
exactamente como las octavas en música. » Esta cita de Nicati pone de manifiesto que la noción de
sinestesia se ha desarrollado merced a dos paradigmas dominantes : el modelo de la
transformación eléctrica de las sensaciones y, sobre todo, sin lugar a duda, el de la teoría de las
vibraciones divulgada precisamente, en 1853 por la Óptica fisiológica de Helmholtz.

Hay que detenerse también en otra fenómeno discursivo que está grabado en la definición que
propone Saussure del signo linguístico, cuando precisa que la imagen acústica « no es el sonido
material, sino la grabación psíquica de este sonido. » En este término de grabación se plasma una
densa significación histórica que nos remite al mismo discurso científico ya que evoca las
investigaciones dedicadas a tratar de traducir de manera gráfica las sensaciones auditivas y que
han desembocado en la invención, en 1877, por Charles Cros del fonógrafo . (Este deposita el 18 de
abril de 1877 en la Academia de ciencias de París un sobre sellado en el que describe el
funcionamient teórico del fonógrafo).

Tengo que señalar otro índice que atañe a la unidad indisoluble de la representación del objeto y
del signo (oído y visión). Ya evoqué más arriba la postura de Freud pero comparte la misma opinión
Saussure para quien el concepto, que es un « hecho de conciencia », está asociado a la
representación mental de la imagen acústica, o sea del signo :

«Sean pues dos personas, A y B, que conversan […] El punto de partida del circuito está en el
cerebro de una, por ejemplo A, en el que los hechos de conciencia, que llamaremos conceptos, se
encuentran asociados a las representaciones de los signos linguísticos o imágenes acústicas que
sirven a su expresión. Supongamos que un concepto dado desencadena en el cerebro una imagen
acústica correspondiente : es un fenómeno enteramente psíquico, seguido a su vez por un proceso
fisiológico : el cerebro transmite a los órganos de la fonación un impulso correlativo a la imagen ;
luego las ondas sonoras se prolongan de la boca de A al oído de B : proceso puramente físico.

50
Luego el circuito se prolonga en B en un orden inverso : del oído al cerebro, transmisión fisiológica
de la imagen acústica ; en el cerebro, asociación psíquica de esta imagen con el concepto
correspondiente. […] Sólo hemos tenido en cuenta los elementos considerados como esenciales ;
pero nuestra figura permite distinguir de inmediato las partes físicas (ondas sonoras) de las
fisiológicas (fonación y audición) y psíquicas (imagenes verbales y conceptos). Es, en efecto, capital
señalar que la imagen verbal no se confunde con el sonido mismo y que es psíquico tanto como el
concepto que está asociado a ella. El circuito, tal como lo hemos representado, puede dividirse
todavía […] en una parte exterior (vibración de los sonidos que van de la boca al oído) y una parte
interior que comprende todo lo demás.» (Saussure : 2005, 27-29, subrayado en el texto)

Cuando las insertamos en su contexto sociodiscursuvo, estas expresiones de Freud y de Saussure


se nos presentan como unas realizaciones perfectamente similares de un mismo esquema
conceptual. Cobran una evidente densidad de significación por dar cuenta de sus relaciones con la
historia de las ideas y, más allá de esta historia, con la historia de la investigación científica y del
progreso tecnológico, directamenta articulada con la dinámica de la infraestructura. Funcionan
algo como unos ideologemas que, en última instancia, nos remiten a un período histórico que
corresponde con el apogeo del positivismo. (1880-1910)

Sale a luz de esta forma la arquitectura que organiza el funcionamiento de los diferentes niveles
del Gran Todo Historico y el espacio donde se sitúa, en este conjunto, la totalidad de los varios
campos culturales. Dentro de este sistema que se autoorganiza hay que observar en efecto que ,
por ejemplo, las prácticas discursivas del psicoanálisis y de la semiología que han tenido un
impacto tan fuerte en todas las ciencias humanas a lo largo del siglo XX , son, en gran parte por lo
menos, los productos del avance de las ciencias y, en última instancia, de la infraestructura. Entre
los dos niveles (Infraestructura y cultura) actúan sin embargo unas instancias intermediarias que
desempeñan un papel fundamental. La primera mediación es obra del discurso que ya hemos
evocado varias veces y que está organizado en torno a una oposición principal entre el exterior y el
interior o entre la impresión (huella que deja el exterior en el interior) y la sensación. Este discurso
que vimos operar en las tesis de Freud y Saussure actúa en todos los campos culturales de la época
y, más especialmente en los debates en torno al arte abstracto.. Conviene en efecto insertar este
discurso científico en un conjunto discursivo mucho más amplio.

(Sigue en el artículo El campo cultural de la segunda mitad del siglo XIX y su articulación con la
Historia (Continuación).)

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Funcionamientos textuales II

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(Continuación) 2- De René Ghil a Kandinsky — El cuestionamiento de la significación por la
Poética y por la pintura abstracta

Jueves 19 de diciembre de 2013, por Edmond Cros

Instancia intermediaria

La sociocrítica se interesa por sacar a luz la manera como lo socioeconómico se incorpora en las
estructuras textuales, afirmando sin embargo que esta incorporación no es directa ni automática,
ya que cada uno de los dos niveles implicados (la infraestructura y la superestructura) tiene su
historia y su ritmo propios. Supone además que entre lo socioeconómico y lo cultural existen
instancias intermediarias. Pero la noción de instancia intermediaria quizas sea demasiado abstracta

52
y es necesario precisar lo que puede significar, acudiendo a un ejemplo concreto. Los dos artículos
enfocan, con esta perspectiva, un período histórico relativamente amplio (la segunda mitad del
siglo XIX hasta el primer decenio del siglo XX), poniendo de relieve cómo una instancia
intermediaria, en este caso la Estética científica, articula sobre la infraestructura los principales
campos culturales de la época implicada (Freud, Saussure, Poética, Ensayos teóricos de Kandinsky,
Klee y Kupka )

(Continuación de El campo cultural de la segunda mitad del siglo XIX (Freud, Saussure, Poética,
Pintura abstracta) y su articulación con la Historia..)

I – La pintura figurativa

Para tratar de entender el proceso mediante el cual el arte abstracto cuestiona la significación
sugiero que contemplemos primero, en la pintura figurativa, las modalidades de la representación
en relación con el lenguaje. En ésta, las líneas y los colores se articulan para constituir unidades
significativas que remiten directamente a la realidad por su dimensión claramente representativa o
mimética. Pero para apropiarme esta unidad tengo que reconocerla y para reconocerla
instintivamente le doy un nombre, la llamo. En todos los casos, la contemplación convoca
automáticamente el lenguaje ya que la mediación por el lenguaje es indispensable para que el
sujeto organice su percepción del mundo, de las cosas, de los seres y de la vida. (Lemaire :
1977,136). De inmediato, inserto el objeto en el campo afectivo de mi experiencia, dotándole de
cierta polisemia o pluriacentuación. La percepción visual « desencadena en el cerebro una imagen
acústica correspondiente » (Saussure, 1900, 27-29), o sea la grabacón psíquica dejada en la
memoria sensorial por el testimonio de los sentidos (Véase supra, artículo precedente).

Las dos percepciones, la percepción visual del objeto (frente al cuadro) y la imagen acústica (el
nombre que le doy al objeto y que se me ocurre automáticamente) son simultáneas, convocando
un concepto.Ya en 1891, en su Contribución a la concepción de las afasias Freud había asociado la
percepción visual del objeto a ‘la imagen sonora’ (la expresión es de él) de la palabra que lo
designa y había representado el esquema psicológico de la representación de la palabra. En Sobre
el mecanismo psíquico del olvido (Freud : 1984, 100-101) cuenta como al tratar vanamente de
acordarse del nombre del autor del fresco de Orvietto se le presenta a la mente el recuerdo
plástico del retrato del pintor.

« Pero el nombre del pintor se me escapaba y seguía imposible de encontrar. Apreté mi memoria,
e hice desfilar delante de mi recuerdo todos los detalles del día que había pasado yo en Orvietto,
resulté convencido de que no se me había borrado ni tampoco obscurecido el más mínimo detalle.
Al contrario […] con especial agudeza estaba delante de mis ojos el autorretrato del pintor […]
hasta que me encontré con un italiano culto que me liberó dándome el apellido: Signorelli . Pude
entonces yo mismo añadir el nombre del hombre, Luca. El recuerdo demasiado claro de los rasgos

53
de la cara del Maestro en su pintura se desvaneció poco a poco.» . ( in Huot :1987, 201. Todas las
traducciones del francès son de mí)

Cuando la enunciación verbal se borra, la representación visual se agudiza pero, cuando vuelve a
asomar, lo visual afloja su intensidad. No se trata de una sencilla equivalencia que le permitiría a
uno de los dos niveles sustituirse al otro sino de una continuidad indivisible. Cuando uno de los dos
niveles queda alterado o cuando se desintegra esta unidad ( constituida por la imagen visual del
objeto y la’imagen sonora’ de la palabra) se trata en efecto para Freud de una « afasia simbólica ».

« El que unas perturbaciones que afectan los elementos ópticos de las representacines de un
objeto puedan producir un efecto tan fuerte sobre la función del lenguaje se explica por ser las
imágenes visuales las partes más sobresalientes y más importantes de nuestras representaciones
de objetos. » (Freud :1983, 127, in Huot ;1987, 66))

En el trasfondo de la sensación que se va construyendo en la mente de quien contempla una forma


de la realidad, asoma o se levanta la relacion entre este concepto y la imagen sonora (Freud) o la
imagen acústica (Saussure) . (Tampoco hay que pasar por alto el imprescindible rótulo que
acompaña el cuadro que a su vez inserta el objeto en un discurso determinado.) En la situación de
comunicación que se va instituyendo pues con el sujeto que contempla el cuadro, el proceso de
cognición pasa por la existencia de un mundo de referencias estables y universales ( los referentes,
que en este caso son las formas reales) , el cual implica un sistema de relaciones entre significantes
y significados. El proceso de cognición pasa por el lenguaje que está grabado en las formas de la
realidad.

Pero el objeto es un objeto proyectado o representado, lo cual plantea la cuestión del cómo o sea
de la diferencia entre el campo semántico del objeto y su figura pictórica. Lo que se dice o se pinta
representa una visión del mundo, la manera como se dice o como se pinta representa otra visión
del mundo. Ya no se trata de un objeto sino de una figura; pasamos del lenguaje propiamente
dicho al lenguaje simbólico o sea a un lenguaje creado en el que intervienen otros elementos tales
como los colores y las líneas y sobre todo un conjunto de relaciones entre todos los signos,
organizado en un sistema que instituye la significación auténtica del cuadro.

En este proceso hay que distinguir en efecto dos niveles o dos tipos de estructuraciones :

1-Una primera unidad significativa que es el objeto figurado, como producto de una primera
estructuración y que atañe al lenguaje pictórico. Representar una forma de la realidad nos lleva a
estructurarla en un espacio desplazado, que no es el espacio de nuestra experiencia cotidiana.

54
« Pintar figurativamente es en verdad apartarse, transformar la percepción ordinaria. El objeto
figurado ya no es la reproducción exacta del objeto percibido ; las líneas y los colores ya no se
articulan con la figura como en el objeto real. » (Sánchez Vázquez : 1974,16).

Dicho proceso implica relaciones que son distintas a las que imperan en la percepción ordinaria.
Podemos reconocer sin embargo el objeto real de nuestra experiencia a pesar de las
transformaciones a las cuales ha sido sometida nuestra percepción de él. Este objeto que es una
forma de la realidad es por lo mismo el punto de contacto más inmediato con el lenguaje
(entendido como macrosemiótica natural o sea el lenguaje preexistente al cuadro, y compartido
por el sujeto cultural correspondiente a la gente que contempla el cuadro), por convocar una
correferencia estable y universal que permite la comunicación. Cuando contemplo un objeto en el
cuadro, me refiero al mismo concepto que el pintor y a la misma imagen sonora que él si comparto
su competencia lingüística. En el caso contrario, mi experiencia me permite apropiarme de él en mi
propria lengua. Lo importante es el recurso imprescindible a la expresión verbal.

2- Esta primera unidad significativa establece, a su vez , relaciones con los demás elementos del
cuadro : colores, líneas, sombras, luces, signos diversos que, en sí mismos, no son significativos
pero que integran el sistema estructurado que contribuyen a instituir. Este sistema transmite una
significación nueva que procede « no sólo de la referencia a lo real, sino de un modo peculiar de
presentar esta referencia. » (Sánchez Vázquez : 1974,5) El subrayado es de mí). En efecto, el
cuadro/signo remite por una parte al objeto real pero por otra parte transcribe una atitud humana
determinada hacia la realidad misma. La realidad figurada es « la manifestación del modo como el
hombre se apropia un fragmento de la realidad. » (Sánchez Vázquez : 1974, 5). En este nivel
semiótico funciona un lenguaje simbólico específico, creado por el mismo sistema, y, por lo tanto,
falto de cualquier dimensión universal y estable.

Toda la problemática abierta por la pintura abstracta en su relación con el lenguaje implica esta
distinción entre estos dos tipos de lenguaje : un lenguaje que existe antes y fuera del cuadro y un
lenguaje creado, específico.

Para ejemplificar este aspecto tomaré prestados dos ejemplos de Adolfo Sánchez Vázquez, el
primero de Giotto , el segundo de Velázquez.

« (Giotto) que se encuentra casi a horcajadas en las postrimerías de la Edad Media y en el alba del
Renacimiento representa a los hombres y a los objetos con cierta desproporción. Pinta por ejemplo
a los hombres desproporcionadamente grandes con respecto a las ovejas. Con ello quiere subrayar
el valor del elemento humano frente a la naturaleza. La figuración responde aquí a cierta actitud
hacia lo real que anuncia ya el humanismo renacentista. Y cuando pinta el rostro del Cristo lo que
representa de verdad es el rostro de un hombre común cuyo sufrimiento inspira compasión. El
modo como el pintor representa un rostro humano responde aquí a una visión de lo divino
demasiado humana. La figura no es sólo signo de un rostro real sino también de una visión
religiosa – prehumanista – del mundo y de los hombres. La línea, el color contribuyen a que la
figura adquiera este poder significativo. La pintura de Giotto se convierte así en un medio para
expresar y comunicar una nueva relación del hombre con las cosas, que se queda expresada en el

55
modo de figurar o representar al Cristo y que difiere ya notablemente del Cristo medieval.[…] Es
decir no ha tomado la forma real como una forma acabada con una significación objetiva,
inmutable […] Se le ofrece como un objeto real que puede albergar, al ser transfigurado , nuevas e
insospechadas significaciones. El objeto real, al ser reproducido o representado, está abierto a
nuevas posibilidades significativas. […] Velázquez toma un rostro y un cuerpo deformes (el del
enano favorito del rey, El Primo) y lo representa – lo transfigura- sobre un fondo montañoso de
nubes para expresar y comunicar el doloroso aislamiento espiritual de los bufones de la Corte.
Pero Velázquez va aun más lejos en esa transfiguración : ese rostro del enano, tristemente
contenido, expresa a su vez la superioridad espiritual de este hombre deforme y sencillo sobre el
mundo aparentemente tan alto y tan bello que lo rodea. » (Sánchez Vázquez : 1974, 7-9)

Es éste el nivel que interesa a la sociocrítica.

II- La pintura abstracta

Como lo vimos más arriba, en el arte figurativo, el referente es el objeto ; el nivel de las formas
reales constituye el sistema de referencias que permite la comunicación para el sujeto cultural que
contempla el cuadro. El arte abstracto rechaza la representación figurativa y, por lo mismo, el
punto de contacto que tenía la pintura con el lenguaje. Remito a lo que escribe Kandinsky,
referente al Objeto :

«Divisé de repente en la pared un cuadro de una hermosura extraordinaria, iluminado por una luz
interior. Me quedé desconcertado, luego, me acerqué a este cuadro jeroglífico, en el que sólo veía
formas y colores y cuyo contenido me resultaba incomprensible. Di rapidamente con la clave : era
un cuadro de mí que había sido colgado en la pared al revés […] Entonces entendí
terminantemente que los ‘Objetos’ perjudicaban a mi pintura.» (Kandinsky, 1946, 20, cit. por
Etienne Jollet, 2003, 35; todas las traducciones del francès en este artículo son de mí;el subrayado
es de mí)

Descartado el lenguaje preexistente grabado en las formas de la realidad, que era considerado
hasta la fecha como una imprescindible mediación entre la creación y la recepción, sólo le quedaba
a la pintura el lenguaje simbólico. Aunque los discursos semióticos fueran cada vez específicos e
irreductibles de un cuadro a otro, quedaba por resolver la invención de un nuevo lenguaje o sea de
un sistema en cuyo contexto y con arreglo al cual los signos pudieran ser entendidos.
Anticipándome a mis conclusiones quisiera de una vez señalar que los teóricos como Kandinsky,
Klee o Kupka, posiblemente sin tener una conciencia clara de la manera como se movían en un
momento cultural mucho más amplio, re- descubrieron (entre 1912 y 1913) el desplazamiento de
la problemática de la significación re-examinado casí en el mismo momento histórico (entre 1907 y
1911) en Ginebra por F. De Saussure : en efecto si, como lo dice Saussure, el signo se puede definir
como algo que es aquello que los demás no son o no es lo que los demás son, si la lengua sólo es
un sistema de diferencias, eso manifiesta que la significación es el resultado de una puesta en
relación ; un signo aislado no significa nada, empieza a significar cuando lo relacionamos con otro
signo. Freud acata un proceso intelectual perfectamente similar cuando procesa en oraciones una
microsemiótica, Casero- Camisón- Cama- Ciudad- Carromato aparentemente desprovista de

56
significación (Véase supra, cap.I). Pero esta ruptura epistemológica resulta esencialmente
soportada por una actividad intelectual que va más alla de la simple percepción y que remite a una
operación cerebral. Volveré a esta observación más tarde. Digamos de momento que pasar de una
semántica del signo a una semántica de las relaciones entre los signos implica una concepción
radicalmentente nueva de la percepción. La significación está codificada en la estructura. Escribe
Klee en Escritos sobre el arte – I. El pensamiento creador (cit. por Roque : 2003, 384) :

«Para un pintor, ser abstracto no significa transformar en abstracciones eventuales


correspondencias entre unos objetos naturales sino que consiste en sacar a luz, fuera de estas
correspondencias eventuales, las relaciones creadoras que existan entre dichos objetos […]
Ejemplos de relaciones creadoras puras : relaciones entre claro y oscuro, color y claroscuro, color y
color ; largo y corto, ancho y estrecho, agudo y mellado, izquierdo y derecho, bajo y alto, delante y
detrás, círculo, cuadrado, triángulo etc.»

La estructura en efecto descarta la semántica de los elementos y sólo se atiene a las relaciones que
instituyen entre si los dichos elementos. El nuevo lenguaje es el lenguaje de las estructuras. Por
eso mismo la abstracción pudo presentarse « como la lengua universal de una época en que
culmina el fantasma esperantista de una Babel contemporánea …» (Rousseau : 2003, 19) [Notar de
paso que Zamenhof crea el esperanto en su manual Lengua internacional, en 1887]

III —De un lenguaje ‘puro’ a un arte ‘puro’ o Del lenguaje poético a la pintura abstracta

El lenguaje verbal fue el modelo que a los pintores abstractos les permitió imaginar y teorizar el
arte abstracto, más especialmente el lenguaje poético :

«Por lo que se refiere a la generación de los pioneros del arte abstracto fue sobre todo el lenguaje
poético lo que les sirvió como modelo, ya que los precursores estaban fascinados por la función
denotativa de las palabras y su fuerza expresiva intrínseca. Así como la poesía constituía un
lenguaje ‘puro’, han concebido un ‘arte puro’ considerando las líneas y los colores de por sí, sin
ninguna relación con la denotación de los objetos. Así fue como Kandinsky llegó a imaginar algo
que se pareciera a una pintura abstracta. El cubo-futurismo ruso constituye un caso todavía más
interesante por haber dado la oportunidad de una extraordinaria emulación entre poetas y
pintores.» (Roque: 2003 a, 19-20. )

Se trata en realidad de un proceso radical de desemantización de los elementos básicos del


lenguaje grabado en los objetos, de una auténtica destrucción del contenido significativo de las
formas reales, un proceso concebido como el único e imprescindible proceso capaz de hacer surgir
una nueva significación. Para que pueda advenir el nuevo lenguaje hay que destruir el sistema de
comunicación pre-existente, aniquilando las relaciones que hasta la fecha existían entre la forma

57
real y la manera como se la llamaba. « De la metáfora construida y motivada por el contexto se
pasa a una poética donde ya no existe ningún anclaje en un plano de signifiancia primaria estable.
» (Angenot : 1989, 821-822)

En este contexto, la significación no se presenta como un dato inmediato de la percepción sino


como un mensaje codificado en la estructura que exige que vayamos más alla de la impresión para
tener acceso a una idea especulativa. En La creación en las Artes plásticas (Fecha de redacción
1910-1913, in Kupka:1989, 44) Frantisck Kupka distingue dos categorías de obras plásticas :

« ‘las que dan cuenta de la opción de simplemente captar la impresión transmitida por las formas
de la naturaleza’ y aquéllas en que el artista ‘nos propone descifrar una idea especulativa que se
traduce por una combinación de elementos plásticos o cromáticos. Aunque el intelecto funciona
en los dos casos, prosigue él, en el primero ‘el artista se limita a concentrar su atención totalmenta
pasiva sobre los datos de la percepción, sobre las impresiones suministradas por el mundo
exterior, mientras que, en el segundo, transforma activamente en imágenes plásticas la expresión
de sus propias reflexiones íntimas’ » ( Roque : 2003b, p.51, el subrayado es de mí).

Kupka repite una oposición que ya habíamos observado entre la simple impresión y la actividad
cerebral (Véase más arriba), la cual, en esta última cita, viene evocada como la transformación
activa de la expresión de sus reflexiones. En otro pasaje el mismo Kupka repite esta distinción con
una formula todavía más significativa entre la impresión y la sensación describiendo a los
sensacionalistas como « aquéllos que por haber reconocido la vanidad de la aspiración a restituir la
naturaleza en las artes plásticas con una total objetividad tratan de expresar más bien las
sensaciones que suscitan en su mente. » (Roque : 2003 b, ibid.)

La oposición así formulada (impresión vs sensación) es el signo/ traza

de un discurso científico que nos remite a un contexto cultural y sociohistórico mucho más amplio.

El « nuevo lenguaje » implica la perfecta autonomía del significante. Es ésta la condición


imprescindible de su funcionamiento. La línea y el color sse hacen independientes del objeto y esta
independencia les confiere una evidente densidad de significación. Cuando se limita a participar en
la descripción del objeto, , el color sólo es uno de los atributos de este mismo objeto. Pero cuando
se exime de esta esclavitud, existe plenamente de por sí y esta autonomía le devuelve su fuerza
expresiva, haciéndolo perfectamente apto para integrar un sistema específico tal como una
gramática de los colores, por ejemplo.. Esta postura ya se nota en los últimos años del siglo XIX en
las « Notes sur la peinture wagnérienne et le salon de 1886 » de Téodor de Wizema (Revue
Wagnérienne,t.III, 8 mai 1886, cit. por Roque:2003a, 377) :

« En efecto los colores y las líneas en un cuadro no son la reproducción de los colores y líneas, muy
distintos, que están en la realidad. No son más que unos signos convencionales, hechos adecuados

58
a lo que significan merced al resultado de una asociación entre las imágenes ; pero finalmente tan
diferentes de los colores y de las líneas reales como una palabra difiere de una noción o un sonido
musical de la emoción que nos sugiere. » ( Subrayado por mí)

Es de notar lo sugestivo de esta observación si se la pone en relación con lo que propone Saussure
unos veinte años más tarde y que evocaba yo en el artícula precedente. Se habrá reconocido en
efecto el esquema sausurriano Sdo/Ste detrás de estas nuevas formulaciones : Concepto/ Ste,
Emoción/Sonido musical. La línea ya no es más la expresión convencional del límite de un cuerpo
en el espacio, sino que viene a ser un trazo , o sea un signo de por sí. En La Creación en las Artes
plásticas ( redactado entre 1910 y 1913) Kupka aborda una Gramática elemental de la línea (punto,
línea, trazo, mancha, planos, volúmenes) ; Kandinsky propone, por su parte, en De lo espiritual en
el Arte (1912), una Gramática del color. (Roque : 2003,381)

Lo que llama la atención de Georges Roque es que muchos pintores abstractos hayan tratado en
vano de conferir significaciones universales y estables a los componentes plásticos. Es evidente que
había una contradiccion básica entre esta aspiración y la valoración de la estructura como el foco
de un proceso de significacion ya que, de todas formas, en este proceso los elementos pierden sus
valores significativos específicos, aunque fueran originariamente estables y universales. A partir de
la estructura es evidente que no se puede remontarse hasta un sistema de referencias cualquier
que sea.

III- Un ‘Gran Campo cultural’ que se articula sobre el’ Gran Todo histórico’

Esta valoración de los elementos que hasta ahora se consideraban como sencillos componentes
materiales de una forma o de un significante faltos de cualquier sentido ( línea, color, pero
también, precisamente, palabra) corresponde a una postura compartida por los pintores y los
poetas. El caso de la vanguardia futurista rusa es significativo : la mayor parte de sus
representantes son a la vez poetas y pintores ; Malevitch, Rozanova, Kandinsky, Bourliouk (Véase
Roque : 2003a, 339).

El Tratado del verbo, de René Ghil (1886, con un Prefacio de Mallarmé) tuvo un impacto notable no
sólo en el campo de la poesía sino también en los teóricos del arte abstracto. Su autor se interesa
por la doble función de la lengua :

a) ideográfica (signos de las ideas),

b) poética (por la sonoridad de los vocablos). El vocablo tiene un valor plástico que constituye un
signo de por sí ; el significante fonético tiene un significado.

A partir del análisis del funcionamiento del vocablo en la poesía de Maeterlink es cuando se le
ocurre a Kandinsky la noción de resonancia interior :

59
« El gran recurso de Materlink es el vocablo. El vocablo es una resonancia interior [Das Wort ist ein
innerer Klang] Esta resonancia interior procede parcialmente ( si no principalmente) del objeto que
el vocablo sirve para designar. Pero si no se ve el objeto y si sólo se lo oye llamar se va formando en
la mente del oyente una representación abstracta, un objeto desmaterializado que en el acto
despierta en el ‘corazón’ una vibración. Así, el árbol verde, amarillo, rojo en una pradera sólo es un
caso material, una forma materializada fortuita del árbol que sentimos al oír el vocablo árbol […]
Igualmente se pierde a veces el sentido hecho abstracto del objeto designado y sólo subsiste,
desnudo, el sonido del vocablo.[…] Cuando Maeterlink lo utiliza, un vocablo a primera vista neutro,
puede cobrar una significación siniestra. Una palabra sencilla (cabellos por ejemplo) puede en una
aplicación convenientemente resentida, dar una impresión de desesperanza, de tristeza definitiva.
Éste es el gran arte de Maeterlink.» (Kandinsky : 1989,84, cit. por Roque : 2003a, 325 ; subrayo el
término de vibración ya que me parece remitir a la Estética ciéntifica que voy a evocar mas
adelante)

Georges Roque observa que esta comprensión del uso poético de la palabra es determinante para
el pensamiento de Kandinsky y para la analogía que, a partir de ellla, él va a deducir entre la
palabra y el color. « Dicho de otra forma, prosigue Roque, cuando ya está separada de su
significado usual y queda solo utilizada por su contenido de significación, la palabra adquiere una
nueva resonancia y se encuentra asociada con otros significados, o, en palabras de Ghil, otros
sensaciones, sentimientos o ideas. » ( Roque : 2003a, 328) Nos damos cuenta en efecto de la
relación fundamental que se traba entre dicha concepción de la total autonomía de la palabra y el
surgimiento de un nuevo lenguaje fundamentado en la puesta en relación de los signos y la
definición de un sistema autoregulado.

El mismo Roque subraya con toda razón el parentesco que se puede establecer entre las nociones
de ‘imagen acústica’ de F.de Saussure y de ‘resonancia interior’ de Kandinsky, recordando la cita
siguiente del lingüista (1907-1911):

« El signo linguístico no reúne una cosa y un vocablo sino un concepto y una imagen acústica. Esta
no es el sonido material, elemento puramente físico sino la grabación psíquica de este sonido, la
representación que nos da de ella el testimonio de nuestros sentidos ; es sensorial y, si
casualmente la llamamos material, es sólo con este sentido y por oponerla al otro término de la
asociación, el concepto, generalmente más abstracto » (Roque 2003,325 ; el subrayado es de mí)

Me parece sumamente importante subrayar la formulación de Sausurre : lo de imagen acústica


puede prestarse a interpretaciones equivocadas : no se trata en efecto de una percepción auditiva
sino del producto de un proceso cerebral en el que viene totalmente implicada la experiencia. (Lo
cual, digamoslo de paso, permite relativizar la crítica que hace M. Bajtin del ‘objetivismo abstracto’
de Saussure en Marxisme et philosophie du langage). Es impactante el paralelismo que se nos
ocurre hacer con la relación entre el sonido musical y la emoción de Téodor de Wizema (Véase más

60
arriba) pero, en su comentario, Roque pasa por alto la aportación de Freud, aparentemente
bastante anterior, a esta problemática. En los tres casos (Wizema, Freud, Saussure) podemos
vislumbrar una formulacion en la que se contraponen la impresion y la sensacion referente a la
cual decía yo más arriba que nos remitía a un contexto cultural y sociohistórico mucho más amplio.

Nos remite efectivamente de manera más precisa a las investigaciones en el campo de la óptica
fisiológica del alemán Hermann Ludwig von Helmhotz, cuyos trabajos ponen de relieve una nueva
concepción, revolucionaria, de la percepción visual (Véase capítulo precedente) y, entre otras
cosas, la diferencia que hay entre la impresión que es una grabación pasiva en la retina y la
sensación que es el resultado de la transformación de esta impresión por una serie de mecanismos
neurológicos en donde interviene también la memoria. (Roque : 2003b, 51).

Esta observación es de una importancia capital ya que en torno a este discurso se construye una
coherencia conceptual que moldea el conjunto del campo cultural correspondiente.En los dos
campos culturales de la poesía y de la pintura se trata de liberar la palabra, la línea o el color de su
esclavitud por el referente. Se descompone la línea hasta el trazo y la palabra hasta la letra. Roque
cita varios manifiestos que salen en 1913 cuyos títulos son muy significativos : La palabra como tal
(Kroutchenykh y Khlebnikov), La Letra como tal, La Liberación de la palabra ((Livchits), Resurección
de la palabra, publicado en 1914 (Chklovski) (Roque : 2003a, 340). Dichos manifiestos evocan lo
que dice Saussure cuando, para dar a entender la naturaleza del problema semiológico, estima que
hay que estudiar la lengua de por sí, apartando las varias concepciones tradicionales, del público
en genetal pero también del psicólogo o del sociólogo : « y de esta suerte se pasa al lado de la
meta, descuidando los caracteres que solo pertenecen a los sistemas semiológicos en general y a la
lengua en particular. Porque el signo escapa siempre en cierta medida a la voluntad individual o
social : es ése su caácter esencial pero es también el que menos aparece a primera vista. »
( Saussure : 2005, 33-35)

Se nos aparece pues una ruptura epistemológica que afecta la naturaleza y el estatus del signo :
éste ya no resulta reducido a su función ancilar en servicio del objeto y de la representación del
mundo ; viene a ser un signo de por sí y por lo tanto dotado de un significado totalmente
autónomo, disponible en adelante para entrar en cualquier sistema de asociaciones. Su valor
significativo resulta desplazado. Solo va a tener el significado que los demás signos le van a
proponer o a imponer.

Reseñemos pues los elementos principales en los que coinciden los discursos respectivos de Freud,
Saussure y los teóricos del arte abstracto.

1- Una definición de lo que es la palabra : un sonido musical (Ghil), una resonancia interior
(Kandinsky), una imagen acústica (Saussure), una imagen sonora (Freud). (Véase De la imagen
sonora de Freud a la imagen acústica de Saussure en el artículo precedente).

2- La autonomía de la palabra . Lo acabamos de ver en los casos respectivos de Ghil, Kandinsky y


Saussure. Re-insertadas en el contexto que vengo describiendo y re-examinadas a su luz, dichas
observaciones transcriben el surgimiento de una refundación epistemológica que se extiende por

61
el espacio europeo y afecta a todos los campos de la actividad cultural, más especialmente de la
poesía y de la pintura sin duda, como lo acabamos de señalar. Pero dicha autonomía es también la
clave del cuestionamiento de S. Freud cuyas observaciones clínicas han demostrado que la palabra
de por sí puede ser patógena o muy al contrario servir en la terapia psicoanalítica para curar el
cuerpo. En los dos casos la voz remite a un significado codificado por la experiencia patógena del
enfermo y no tiene nada que ver con el sitio que ocupa en el sistema lingüístico.Su significado
usual es una máscara detrás de la cual se oculta la patología y, por lo mismo, el significante se debe
desconectar del significado; sólo puede significar si se pone en relación con otro significante, de
momento desconocido, lo cual supone que, en la terapia, sea considerado como un espacio
semiótico vacío, autónomo, abierto a todas las asociaciones, en espera de ser insertado en una
relación, como puede pasar con cualquier trazo, cualquier color o cualquier vocablo poético. En La
Luz y los colores desde el punto de vista fisiológico afirmaba Agustín Charpentier en 1888 que no
percibimos la realidad sino solamente relaciones. (Charpentier :1888,295, cit. por Rousseau :
2003,23)

3- El advenimiento de un nuevo lenguaje fundamentado precisamente en una semántica de las


relaciones producida por unas asociaciones de palabras o de signos dentro de un sistema
organizaso y regulado por estas mismas relaciones.

Esta convergencia se nos aparece como el producto de un discurso científico que vemos operar
temprano en los trabajos de Freud (1875-1882) y que se organiza en torno a :

a) una nueva concepción de los procesos que actúan en la percepción, y que asocian la visión y el
lenguaje (la palabra=imagen sonora o imagen acústica)

b) la oposición entre la impresión y la sensación.

3- Una instancia intermediaria entre la infraestructura y la superestructura : la Estética científica

El panorama que acabo de abalizar esquemáticamente saca a luz un amplio espacio sociocultural,
organizado de manera homogénea y coherente. En el caso contemplado vienen implicados no sólo
la pintura y la poesía sino también la psicología, la linguística, la incipiente semiología y los albores
del psicoanálisis. Hay que observar sin embargo que :

a-los diferentes elementos de este campo cultural no se mueven de manera homogénea. Cada uno
de ellos tiene su historia y su ritmo propios. Las historias respectivas de la linguística, del
estructuralismo, de la psicología, de la pintura y de la poesía son en efecto distintas.

b- Se articulan en última instancia sobre lo que llamo ‘el Gran Todo de la Historia ‘ y de manera más
precisa sobre la infraestructura, por medio de unas instancias intermediarias que en este caso son
los campos estrechamente relacionados de las investigaciones científicas y la tecnología aplicada,
los cuales, a su vez, dan directamente cuenta del avance de las estructuras socioeconómicas de
producción ( la invencion por Helmhotz de un oftalmoscopio, las investigaciones de Freud sobre la

62
anatomia del cerebro que dependen del avance de la tecnología etc.). Desempeña esta función de
instancia intermediaria, a mi modo de ver, en el período considerado, la Estética científica, en
palabras de Charles Henry, que fue director del laboratorio de la fisiología de las sensaciones en la
Sorbona y autor, en 1885, de una Introducción a una estética científica. El título de Charles Henry
remite a un campo discursivo en el que dialogan biologistas, neurólogos, ingenieros, inventores,
poetas y pintores. (Charles Cros, por ejemplo es juntamente poeta, ingeniero e inventor de varios
instrumentos entre los cuales el fonógrafo). El discurso teórico sobre la pintura, y más
generalmente sobre las artes, viene contaminado y hasta dominado por el discurso científico. La
Estética científica, como corriente intelectual, resulta « tributaria de las lecciones de la fisiología
experimental. » Muchas veces asociado a la Edad de oro del positivismo (1880-1910), es la fuente
de las primeras pinturas abstractas para Pascal Rousseau, el cual señala con una serie de ejemplos
cómo dicha estética « ha fomentado la emergencia de una reflexión sobre la autonomía expresiva
de las líneas y de los colores, y, con ello, dado acceso a la posibilidad de una ‘pintura pura’,
emancipada de la obligación mimética y descriptiva tradicional. » (« Un langage universel-
L’Esthétique scientifique aux origines de l’abstraction », Rousseau : 2003,19). Prosigue P. Rousseau,
hablando del « modelo mecanista de la percepción que obsesiona el siglo XIX":

« Estamos en efecto en una época en la que se cree firmemente que la fisiología experimental va a
contribuir a la comprensión no sólo de los mecanismos de la sensibilidad sino también incluso a la
comprensión del funcionamiento del pensamiento. La visión, los fenómenos de atención o de
memoria tendrían una explicación unificada con la exploración del sistema nervioso, con el modelo
de la transformación eléctrica de las sensaciones como paradigma dominante. » (Ibid., 27)

Hay que notar otro paradigma : el de la teoría de la vibración, desarrollada precisamente, por
Charles Henry ; éste adopta su concepción vibratoria de la actividad cerebral de Charles Richet
para quien el cerebro sería un disco en el que se grabarían las vibraciones electromagnéticas
exteriores al modo del fonógrafo. Señalé más arriba la traza aparente de este discurso en la
definición del signo, cuando Saussure habla de la « grabación psíquica de la palabra. »

Las ideas circulan en efecto de un campo a otro. En 1853, más de medio siglo antes de que salga la
edición del Curso de lingüística general, Helmholtz, para expresar la diferencia que existe entre un
objeto del mundo exterior y la sensación que de él tenemos, compara los signos de la sensación
visual con los del lenguaje, « haciendo observar a este respeto que la relación entre estos signos y
el objeto inicial es tan arbitrario como la palabra cn relación con el objeto que designa. » (Roque,
2003,52). Es difícil imaginar que Saussure haya podido desconocer esta Teoría del signo, obra de
uno de los mas famosos fisiologistas de la época, teniendo en cuenta la difusión de todos sus
trabajos en Europa, más especialmente en Francia. La teoría de la vibración, que afecta
directamente la concepción que hasta la fecha se tenía de la luz, del color y del sonido, el modelo
mecanista de la percepción o el de la transformación eléctrica de las sensaciones constituyen otros
tantos temas de comentarios y de debates cuyos impactos son perceptibles en los ensayos teóricos
que se refieren a la música o a la pintura. Así es como, por ejemplo, para Kandinsky, los colores
producen une efecto doble, físico y psíquico, lo cual nos remite al pasaje de Saussure que cité más
arriba, y, primero que todo, a las propuestas fundamentales de la Óptica fisiológica, lo cual da

63
cuenta de la gran permeabilidad de los diversos discursos. Referente al efecto psíquico, Kandinsky
añade una observación también muy significativa cuando escribe que : «se llega al segundo
resultado primordial de la contemplación del color que provoca una vibración del alma. » (Du
spirituel dans l’art et de la peinture en particulier, el subrayado es de mí). La teoría vibratoria
explica la importancia que tiene la noción de sinestesia en la producción discursiva de los tres
últimos decenios del siglo XIX. « En este gran mundo de las vibraciones que constituye la base del
universo » (Roque, 2003a), es muy sugestivo tratar de reducir a un mismo esquema explicativo
todas las manifestaciones de las diversas impresiones de los cinco sentidos. En su « Memoria sobre
los principios de la actividad cerebral » que presenta en la Academia de las ciencias, en1872,
Charles Cros pretende que una vibración sonora es traducible a un fenómeno óptico : « Conocer un
sonido por el oído, escribe treinta años más tarde Le Dantec, es actuar humanamente ; estudiarlo
por medio del receptor de las formas visuales es actuar científicamente […] El sentido de la vista
usurpa con mucho los campos de los demás y su eficacia crece cada día más, merced a la invención
de aparatos perfeccionados ; uno se puede preguntar incluso si no va a llegar más tarde a darnos
un conocimiento perfecto de los fenómenos […] No veo por qué negarse a admitir la posibilidad de
la extensión a todos los fenómenos del estudio óptico directo. » ( Le Dantec : 1904, 19, 30-331, in
Rouseau : 2003, 27)

La reorganización del saber referente al proceso de la percepción, cuya importancia es capital


tanto en el advenimiento del arte abstracto como en la génesis del psicoanálisis, se nos presenta
pues claramente como el producto del avance tecnológico. Trae dos consecuencias mayúsculas :
un nuevo examen de la problemática de lo visible y « una nueva interpretación cognitiva de las
relaciones entre el mundo exterior y el individuo exigida por las lecciones de la emergente
fisiología, fomentando la influencia de lo subjetivo en la percepción de lo real. » (Rousseau :2003,
19). Pero esta nueva interpretación se expresa, en el nivel discursivo, por esta oposición que vimos
operar, en cada uno de los diversos campos culturales contemplados, desde el psicoanálisis, la
lingüistica general, la incipiente semiología hasta la pintura abstracta y la poesía contemporánea,
entre la impresión - punto de contacto entre el mundo y el sujeto – y la sensación que es el
producto de un proceso de cognición en el que intervienen la experiencia personal y la memoria..

Edmond Cros

Instituto Internacional de Sociocrítica

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De la Independencia a los años 1960 en América Latina : los avatares de las conciencias de las
identidades nacionales y culturales *

Lunes 21 de diciembre de 2009, por Edmond Cros

Este tema abre un campo de investigaciones muy amplio y complejo. Implica en efecto unos
espacios heterogéneos sometidos a diferentes procesos que no han evolucionado al mismo ritmo y
diversos estratos étnicos que no tienen la misma historia ni el mismo idioma ni, por lo mismo, la
misma memoria colectiva. Tratar de abarcarlos a todos dentro de una visión global implica que tal
diversidad se organice sin embargo, en última instancia, en torno a ciertas constancias o sea en
torno a un encadenamiento de causas y efectos históricos. El primero de estos datos, el menos
indiscutible es precisamente este que la convocatoria sugiere que se contemple, o sea que se trata
de un conjunto de sociedades colonizadas, repartidas por el poder colonial en fronteras muchas
veces artificiales que han alterado o mutilado su coherencia orgánica, de poblaciones deportadas
de África o desplazadas de Europa por la miseria. La característica común que presentan es,
primero que todo, eso: todas quedaron sometidas a un mismo sistema de opresión que procedía
no sólo de otro espacio sino también, y sobre todo, de otro tiempo. Este choque de dos tiempos
históricos me interesa ya que el tiempo que de esta forma interviene desde fuera del continente
proviene de una fase bien determinada de una evolución sociohistórica propia. Esta fase es la que
resulta importada no sólo en el « nuevo mundo » como lo llaman los conquistadores a partir de su
perspectiva, sino también en un tiempo histórico y económico atrasado con arreglo a la evolución
de la Historia del « viejo » continente. Dicho desfase o « dys-sincronía » constituye el dato
fundamental del poblema que examinamos. En adelante estas sociedades no van a decidir de su
porvenir que dependerá, durante más de tres siglos, de lo que se decida, en otra parte, sin
intervención suya. En efecto, aunque la toma de conciencia de las élites criollas fue, sin lugar a
duda, un factor de la liberación del yugo colonial, hay que subrayar que la Independencia fue
también impuesta tanto al colonizador como al colonizado por la lógica de las fuerzas económicas

66
del liberalismo. No nos olvidemos de que Sevilla era el único puerto que tenía el derecho de
comerciar con las Indias. Esta lógica es determinante cuando el derrumbamiento del Imperio
español lleva a todos estos conjuntos pre-recortados por la colonización hacia une evolución
organizada por el mismo liberalismo y que consiste en transformarlos en naciones « en vías de
construcción », creando, por lo mismo, otros tantos mercados distintos. Interviene la misma lógica,
al servicio de los mismos intereses económicos y políticos, cuando después de la segunda guerra
mundial, por los años 1950-1960, se inicia una estrategia que pone en discusión el concepto de
Estado-Nación. En los dos períodos (Independencia / Plan de globalización) se trata de cambiar la
división geo-estratégica, suprimiendo los obstáculos que dificultan la libre circulación de las
mercancías. Sólo han cambiado la identidad de los participantes y la importancia de lo que se
juega en los dos casos. La historia del continente americano queda vinculada estrechamente con el
capitalismo, como ya lo había señalado Karl Marx.

«La historia moderna del capital empieza con la creación del comercio y del mercado de los dos
mundos en el siglo XVI […] El régimen colonial abría mercados para las incipientes fábricas cuya
posibilidad de acumulación se acrecentó merced al monopolio del mercado colonial. Los tesoros
directamente sacados fuera de Europa por el trabajo forzado de los indígenas esclavizados, por la
concusión, el saqueo y el asesinato convergían hacia la Madre-Patria para allí funcionar como
capital.»

Modernidad y modernismo

¿Corresponde el tiempo que separa los dos períodos (más o menos: 1820-1950/1960) a lo que se
suele llamar la modernidad? El término de modernidad es a la vez ambiguo y sin embargo
significativo. Se refiere a los « tiempos modernos » (del Renacimiento a hoy en día) pero surge con
otro sentido más preciso en Francia en los últimos decenios del siglo XIX. Para el diccionario de
Littré por ejemplo, editado por los años 1866/1870, modernizar es un neologismo y este
diccionario desconoce el vocablo ’modernismo’. Cuando la voz empieza a utilizarse (en la misma
época) sirve para designar, con matices más bien despreciativos, un conjunto de doctrinas y
tendencias que pretenden renovar la teología, la exégesis y la doctrina social de la Iglesia católica
para ponerlas de acuerdo no solamente con lo que se cree que son las necesidades de la época,
sino incluso y sobre todo con el estado de los conocimientos científicos. En una Francia que
permanece, en su aplastante mayoría, rural, y donde el mito de la ciencia no opera nada más que
para una pequeña minoría de intelectuales, los integristas se oponen a la interpretación simbólica
del mensaje crístico que hace esta corriente de pensamiento, irónicamente calificada por ellos de
’modernista’. Este esfuerzo de adaptación hecho por unos para hacer coincidir un tiempo presente
con las mentalidades ancladas en el pasado y, por otra parte, la imposibilidad en la que se
encuentran los otros para aceptar esta actualización, trascriben con una gran precisión la
diferencia que separa, en el campo de lo simbólico, dos momentos de la historia diferentes.

Si la homogeneización que ha afectado a la sociedad francesa ha borrado las huellas de esta


fractura, ¿cómo no ver que este debate se ha desplazado en el tiempo y en el espacio haciendo

67
estallar la cohesión de las sociedades que permanecían hasta ese momento fuera del proceso de
homogeneización económica y cultural?

Con el distanciamiento que permite el tiempo, entendemos que esta re-configuración semiótica y
conceptiva es, en última instancia, un efecto de la revolución tecnológica y científica que
caracteriza la época y que procede de una nueva expansión del capitalismo. Corresponde ésta al
desarrollo del imperialismo clásico fundado sobre la explotación de los países suministradores de
materias primas por las naciones productoras de bienes industriales. Tal es el factor esencial que
explica la aparición del modernismo hispanoamericano: una integración total y definitiva del
subcontinente en el comercio internacional en tanto que suministrador de materias primas, pero
una ausencia no menos total de todo verdadero mercado nacional. A continuación, la
racionalización y la modernización que beneficia al sector primario, la reinversión de beneficios, no
en el sector de la producción industrial, sino en la importación de los bienes de consumo [factores
históricos que conllevan el desarrollo del sector terciario, de la inmigración europea; y también, de
forma correlativa, la emergencia y la consolidación de las clases medias, la expansión y la
organización de las grandes concentraciones urbanas], están en el origen de las profundas
modificaciones que afectan a las prácticas y a las producciones culturales. América Latina queda
atrapada en esta sincronía de lo dys-sincrónico cuyos impactos la afectan violentamente tanto en
la Conquista como en la Independencia. [Las dos épocas del positivismo y del modernismo son,
entre la Independencia y los años 1960, dos jalones importantísimos que no podemos pasar por
alto].

Este nuevo valor que es la modernidad no puede surgir más que en el contexto de una
modernización incompleta. No puede uno sentirse moderno más que en la medida en que los que
están alrededor suyo no lo son; uno no puede aspirar a serlo más que cuando se siente atrasado
en relación con los que están alrededor. Dicho de otro modo, sea cual sea el caso de la figura
tratada, el concepto de modernidad no puede existir sin una toma de conciencia y una
consideración previa de estas dys–sincronías. El modernismo, considerado desde esta perspectiva
transcribe, mediante unas construcciones poéticas y unos sistemas semióticos, un proceso
extremadamente complejo de interiorización por parte del sujeto cultural de esas dys-sincronías
(esos desfases) que actúan sobre el imaginario social y remodelan sus representaciones.

El hombre moderno es el que es, el que se cree o el que es percibido como diferente, no
solamente con arreglo a sus contemporáneos, sino con arregglo todos los que le han precedido en
la Historia. Si todos fuéramos modernos no habría modernidad. La extrapolación de esta indicación
permite definir el período de la modernidad por el carácter incompleto de la modernización, dicho
de otro modo, por la “sincronía de lo no-sincrónico es decir, por la coexistencia de realidades que
emergen de diferentes momentos de la Historia. El proceso de Kafka realizaría esta estructura si
nos atenemos a la lectura que de él hace Jameson:

«Joseph K. es un joven banquero que vive para su trabajo, un soltero que pasa sus tardes ociosas
en una taberna y para el que los domingos son lamentables, cuando no los vuelven más
lamentables todavía las invitaciones que le hacen sus colegas de trabajo para participar en
reuniones sociales profesionales insoportables. En medio de este aburrimiento de una modernidad
organizada, surge de pronto algo un poco diferente y es precisamente esta vieja burocracia arcaica

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que acompaña la estructura política del imperio. Tenemos así una coincidencia muy sorprendente:
una economía moderna o al menos en proceso de modernización y una estructura política
antigua.» (La traducción es de mí).

«Joseph K. is a young banker who lives for his work, a bachelor who spends his empty evenings in a
tavern and whose sundays are miserable, when they are not made even more miserable by
invitations from business colleagues to intolerable professional outings. Into this boredom of
organized modernity, something rather different suddenly comes— and it is precisely that archaic,
older legal bureucracy associated with the Empire’s political stucture. (Jameson 28)»

Los efectos de esta dys-sincronía son constantemente perceptibles en la producción ideológica de


América Latina. Es un elemento que interviene de modo esencial en la organización de las
identidades nacionales. Remito entre más ejemplos posibles a la problemática de la civilización y
de la barbarie que obsesiona la literatura hispano-americana de Facundo a Doña Bárbara. (Sobre el
ideologema de la modernidad, véase Cros, 2003 pág. 109-127)

Los conceptos de Nación y de Cultura

No se trata en este apartado de comentar el análisis de los historiadores respecto al nacimiento de


la naciones europeas ni, por lo mismo, de explicar cómo ciertas provincias o zonas heterogéneas
han sido reunidas progresivamente y después de una serie de luchas sucesivas bajo el poder de las
coronas sucesivas de España, Francia o Inglaterra por ejemplo. Los conjuntos que resultaron así
constituidos se presentaban a principios de la modernidad como colectividades organizadas en
torno a unas estructuras políticas que hemos calificado a posteriori de ’naciones’. Sugiero más bien
que examinemos las causas objetivas que expliquen por qué esta noción ha surgido en el campo
del discurso, primero en Europa y, luego en América Latina y que tratemos de valorar su
operatividad como factor de cohesión social. Esta noción viene a ser el fundamento de la toma de
conciencia de una identidad colectiva que conlleva nuevas representaciones.

Teniendo en cuenta las circunstancias de cuyo proceso surge el concepto, se nota que se trata de
una construcción sociohistórica de cuya evolución dan cuenta los diferentes diccionarios. En
España, por ejemplo, del Tesoro de la lengua española de Covarrubias (1611) al Diccionario de
Autoridades (1726), el vocablo sólo designa los habitantes de un territorio (provincia, reino, país).
En Francia, el Dictionnaire de la langue française classique dice :

" Nation:

- Race, gens de la même profession (terme péjoratif) [Exemples donnés; nation des pédants, nation
des poètes]

69
- Chaque partie de la faculté des Arts: les Arts sont divisés en quatre nations, qui sont la nation de
France, de Picardie, de Normandie et d’Allemagne ou des étrangers.«La constitución de la
Revolución francesa de 1791 instituye por primera vez la noción al atribuir a una colectividad
indivisible el poder supremo. Littré, en 1866, da constancia de esta definicion y precisa su campo
semántico:»Nation:

- Réunion d’hommes habitant un même territoire, soumis ou non à un même gouvernement, ayant
depuis longtemps des intérêts assez communs pour qu’on les regarde comme appartenant à la
même race.[...]

- nation, peuple: dans le sens étymologique, nation marque un rapport commun de naissance,
d’origine et peuple un rapport de nombre et d’ensemble. De là résulte que l’usage considère
surtout nation comme représentant le corps des habitants d’un même pays et peuple comme
représentant ce même corps dans ses rapports politiques. Mais l’usage confond souvent ces deux
mots; et sous la constitution de 1791 on avait adopté la formule: la nation, la loi, le roi." (El
subrayado es de mí)

José Joaquín Fernández de Lizardi repite la fórmula de la revolución francesa en 1812, al alabar la
Constitución elaborada por las Cortes de Cádiz, en un artículo de El Pensador titulado “Sobre la
exaltación de la nación española y abatimiento del antiguo despotismo”:

«La soberanía reside esencialmente en la nación. !Oh, bello epígrafe! [...] Luego que por ambos
hemisferios resonó el eco de este plausible periódico, cayó derrocado el despotismo del solio que
por tantos años tenía usurpado a la nación: rompiéronse sus tiránicas prisiones y fue restituida
como soberana a la antigua y justa posesión de sus derechos.» (Subrayado en el texto; Fernández
de Lizardi 48)

Más recientemente (1987), el Larousse registra una nueva etapa en esta evolución semántica al
insistir en la dimensión política del concepto (« constituyendo una comunidad política […] Entidad
abstracta, colectiva e indivisible […] titular de la soberanía ». La traducción es de mí)

Lo mismo se nota en los diccionarios de español más o menos contemporáneos:

Julio Casares, Diccionario Ideológico de la lengua española (2a edición, 1959): «Conjunto de los
habitantes de un país regido por el mismo gobierno».

María Moliner: Diccionario del uso del español

«Comunidad de personas que viven en un territorio regido todo él por el mismo gobierno y unidas
por lazos étnicos o de historia. -Comunidad de personas de la misma raza con los mismos usos,
particularmente el mismo idioma, que por alguna razón histórica ocupa un territorio dividido en

70
varios paises. -Se aplica también, por ejemplo, al pueblo judío en su totalidad, aunque no esté
reunido en un territorio».

Se notará que los criterios de lengua y cultura aparecen tarde en los dos casos (español, francés).
Hay que precisar también que el concepto de cultura sufre una evolución muy similar. Remito a lo
que tengo dicho en un estudio en el que analizo este concepto como un ideologema (Cros 2009):

La distancia que separa, para un mismo significante, su contenido semiótico-ideológico original de


lo que ha venido a ser, al final del siglo XX es, sin lugar a duda, impresionante. Pero hay que
observar que el sistema de este ideologema, es, en el mismo proceso de sus rectificaciones, una
construcción histórica en la que queda almacenada la memoria de la evolución socio-económica
de nuestras sociedades. Se levanta en efecto sobre las fases sucesivas de una revolución
tecnológica y científica así como sobre nuevas extensiones del capitalismo que han suscitado el
mito del progreso debido al desarrollo de la ciencia y de la racionalidad aplicada a la producción,
mito elaborado a partir de la filosofía positivista a mediados del siglo XIX y que se ha prolongado
más allá del final de la segunda guerra mundial. A lo largo de este período, se ha fortalecido el
concepto de Estado-Nación que llega a su apogeo con el papel de regulador que le confiere Keynes
en el plan económico y que está al servicio de los intereses económicos de las burguesías
nacionales, manteniendo las barreras aduaneras, el orden y el respeto a la propiedad privada. En
este contexto, la cultura cuya representación se estructura, como lo vimos, en torno a un sistema
de diferenciaciones, desempeña un papel central en la necesaria construcción de la cohesión y de
la conciencia de una identidad nacional, sobre el esquema manifiesto de: «nosotros (lo andaluces,
los españoles, los franceses etc.) somos todos semejantes pero distintos a nuestros vecinos o a las
demás nacionalidades.» En efecto, la cultura, tal como la hemos entendido y la entendemos
todavía, es el espacio ideológico cuya función objetiva consiste en enraizar una colectividad en la
conciencia de su propia identidad. Repítámoslo: sólo existe en la medida en que se diferencia de
las demás. Asume el papel objetivo de baluarte contra la doble amenaza que representan los
elementos supuestamente antisociales en el interior y las eventuales y siempre posibles agresiones
desde fuera, por lo cual se presenta a la vista como el sistema de representaciones más apropiado
a la defensa de los intereses de las burguesías nacionales que imperan en las épocas
correspondientes. En otro plan, funciona como una memoria colectiva que sirve de referencia y
por consiguiente es vivida oficialmente como guardiana de continuidad y garante de la fidelidad
que el sujeto colectivo debe observar para con la imagen de sí mismo que de este modo recibe.
Como representación de algo que sería una esencia nacional o, de todas formas, colectiva, la
cultura es el campo donde lo ideológico se manifiesta con mayor eficacia, tanto más cuanto que se
incorpora a la problemática de la identificación donde la subjetividad es conminada a sumergirse
en el seno de la misma representación que la aliena.

Es muy significativo que los dos signos semiótico-ideológicos (Nación/ Cultura) hayan aparecido en
el mismo momento histórico en el siglo XIX. Las representaciones que acarrean son los productos
de circunstancias históricas específicas y están, en este caso, al servicio de la construcción de las

71
nuevas naciones de América Latina. Dichas representaciones proyectan un espacio virtual
destinado a crear una sociedad homogénea en torno a las estructuras importadas del Centro y más
especialmente en torno a una lengua hegemónica promovida como vehículo de la Cultura y signo
distintivo esencial. Esta imagen proyectada –y, como tal, su naturaleza es profundamente
ideológica– tiene una función objetiva: provoca el desvanecimiento de todo lo que, en el campo de
lo simbólico, es diferente, no conforme, heterogéneo y, luego, lo que en última instancia está fuera
de las normas del imperio cultural que las élites políticas pretenden sin embargo abolir. Entre
muchos ejemplos posibles remito a lo que pasó con Cuba:

«La raza ha sido otro de los ejes típicos articuladores de la identidad nacional. La existencia de un
pueblo y una nación se subordinó con frecuencia a una única raza y cultura; en el caso cubano, a
una raza superior y blanca tenida como sinónimo de cultura y de civilización. Partiendo de esta
concepción del pueblo y la cultura, el imaginario nacional creado en Cuba desde finales del siglo
XIX y preservado hasta las primeras décadas del siglo XX excluyó a las restantes identidades
culturales y étnicas presentes en la sociedad insular.»(Consuelo Naranjo Orovio, Blanco sobre
negro. Debates en torno a la identidad en Cuba, citado por Maglia Vercesi, 2007, 188)

Estas representaciones expresan la fuerza que va adquiriendo la fracción dominante de la


colectividad nacional que sigue estrechamente dependiente, en los campos económicos y cultural,
de los modelos de una metrópoli de la cual sólo descarta la dominación política. Este espacio
virtual sigue siendo exogéno y literalmente importado. La dimensión linguística es esencial:
reproduce los valores sociales y morales y los modelos de comportamiento, genera nuevas
jerarquías sociales, organiza lo simbólico. El discurso literario se nos presenta por antonomasia, por
lo mismo, como el campo de expresion privilegiado de las grandes polémicas socio-históricas.
Veamos el ejemplo de la producción discursiva mejicana en la época de la Independencia; o sea en
un momento en que la nacionalidad está por construir y de momento sigue algo confusa.

Como en todas las naciones que están en vías de construcción, en Méjico las élites empiezan por
poner en tela de juicio los privilegios de los cuales gozan los representantes directos del poder
imperial. Los criollos, por una parte, rechazan la dependencia del poder céntrico y, por otra parte,
luchan por apoderarse de los privilegios atribuidos a los españoles nombrados por la metrópoli:

«Debemos ahora hablar de las puertas que han tenido los americanos cerradas para los empleos y
de la ninguna razón ni justicia con que esto se ha practicado.[...] Hasta esta época singular en el
mundo y venturosa en las Indias, nos llamábamos españoles en el nombre; lo éramos en la
realidad pero no gozábamos iguales privilegios.[...] Tal vez no faltará quien decididamente o niegue
mis proposiciones o a lo menos pretenda persuadir que a los españoles americanos se les ha
tratado siempre equitativamente, se ha atendido su mérito y han obtenido en premio de él
cuantos puestos ya pingues, ya honoríficos les han concedido a los de la península la libertad de los
monarcas.[...] [E]n México ha habido 27 arzobispos europeos y sólo 2 americanos; 16 virreyes de
los primeros y sólo 3 de los segundos; como en Puebla no ha habido más de 4 obispos americanos
y 17 europeos; en Lima, Buenos Aires y Santa Fe, entre virreyes y gobernadores, 110 europeos y
ninguno americano; y así discurre por diferentes provincias de las Américas haciendo el cotejo de
empleados de una y otra parte de la monarquía y siempre resulta el exceso en favor de los

72
naturales de la península, con tanta desproporción como la que hemos visto.» (“Puertas cerradas”,
El Pensador, 1812, en Basave Fernández del Valle 70-71)

En todas las naciones en vías de construcción en América Latina, las élites embargan el sentimiento
nacional y las masas quedan sometidas a un sistema que, a principios del proceso de la evolución,
se reproduce sin ningún cambio significativo, al servicio de los nuevos beneficiarios. El
campesinado y más especialmente los indios están relegados al margen del proceso de
construcción, por lo menos hasta el sexenio de Lázaro Cardenas, si nos atenemos al testimonio del
autor de Perfil del hombre y de la cultura en México (1934):

«Es de suponer que el indio ha influido en el alma del otro grupo mexicano (el habitante de la
ciudad) desde luego porque ha mezclado su sangre con éste. Pero su influencia social y espiritual
se reduce hoy al mero hecho de su presencia. Es como un coro que asiste silencioso al drama de la
vida mexicana.» (“El mexicano de la ciudad”, Samuel Ramos, en Basave Fernández del Valle 135)

«Aun cuando la mayoría de la población la compone el indio, su estado mental no le permite


todavía desprenderse de la naturaleza junto con la cual forma el ambiente de primitivismo que
rodea al resto de la nación.» (“La cultura criolla”, Samuel Ramos en Basave Fernández del Valle
142)

[Notemos que en Las venas abiertas de América Latina, Eduardo Galeano, en 1970, califica de
nebulosa, la identidad latino americana]

En las citas que acabo de hacer de El Pensador, se habrá notado que el autor se identifica a sí
mismo a veces como español, a veces como americano y otras veces como español-americano.
Para él, la nación soberana incluye a los españoles y a los americanos: «En suma, nación soberana,
respetable gobierno, el Pensador os hablará, sí, os hablará como hombre de bien» Fernández de
Lizardi (76). La reivindicación de una doble pertenencia se manifiesta también en la relación que
tiene Lizardi con la lengua y la cultura española. Aunque se sitúa en el contexto de la Institución
literaria de la península, su práctica discursiva en El Periquillo Sarniento está salplicada de
mejicanismos que al editor ficticio no se le ocurre traducir. Así se vislumbra un esbozo de toma de
conciencia de la identidad nacional tanto más notable cuanto que un editor real del texto de
Lizardi, en 1842, se empeña en traducirlos en notas al pie de página para los lectores de la ex-
metrópoli (Cros, 1985).

Más de un siglo más tarde, Samuel Ramos reivindica a su vez esta doble identidad:

«Tenemos sangre europea, nuestra habla es europea, son también europeas nuestras costumbres,
nuestra moral y la totalidad de nuestros vicios y costumbres nos fueron legadas por la raza
española. Todas estas cosas forman nuestro destino y nos trazan inexorablemente la ruta. Lo que
ha faltado es sabiduría para desenvolver ese espíritu europeo en armonía con las condiciones
nuevas en que se encuentra colocado.» (Samuel Ramos en Basave Fernández del Valle 143)

Cuando Samuel Ramos escribe (algo como ciento veinte años después de la Independencia), el
proceso de evolución de la identidad nacional, entre la herencia hispánica y las especificidades
americanas no está, pues, terminado.

73
¿ Cómo caracterizar entonces la fase en la que está?

1- La Cultura es la cultura de la burguesía esencialmente “En esta última parte de nuestro ensayo
nos ocuparemos del grupo más inteligente y cultivado de los mexicanos, que pertenece en su
mayor parte a la burguesía del país.” (“El burgués mexicano” (Samuel Ramos, en Basave Fernández
del Valle 138). En opinión de Emilio Uranga, se trata de una cultura importada:

"Lo que ha sucedido en el tránsito de un régimen feudal a un régimen de incipiente industrialismo


y producción capitalista ha significado para la filosofía la definición de un tipo más humano, de un
ser humano con oportunidades para realizar su vida mucho mayores que las que permitía el
porfirismo. Este humanismo se ve hoy amenazado por las mismas cosas que primero lo
promovieron; la burguesía no se identifica ya con el humanismo propiciado por la Revolución
mexicana sino que pretende suplantarlo con un ‘humanismo’ importado de las metrópolis de que
es dependiente económicamente.” (Samuel Ramos citado por Dessau 98)

Esta opinión se puede considerar como confirmada por el proyecto que había presentado dos
decenios más temprano Samuel Ramos:

"México debe tener en el futuro una cultura “mexicana”; pero no la concebimos como una cultura
original distinta de todas las demás. Entendemos por cultura mexicana la cultura universal hecha
nuestra, que viva en nosotros, que sea capaz de expresar nuestra alma. Y es curioso que, para
formar esta cultura “mexicana”, el único camino que nos queda es seguir aprendiendo la cultura
europea. (En Basave Fernández del Valle 159)

El mercado interior está en vías de desarrollo, lo cual explica la estructuración de la ideología


producida por la clase dominante tal como la reconstituyó Adalbert Dessau en su estudio sobre la
novela de la revolución. Notando que la ideología de la burguesía mejicana en el Porfiriato se
atiene al liberalismo clásico, Dessau estima que al adueñarse del poder, en 1938, debe imaginar
nuevas estrategias para enfrentarse con el imperialismo por une parte y el proletariado por otra.
En esta situación la operatividad de los dos conceptos de nación y cultura se nos presenta como la
más eficiente en cuanto son los factores esenciales de la cohesión social. (Los mexicanos deben
reunirse en torno a la nación, olvidándose de sus intereses de clase, para resistir a los advesarios
del exterior y sobre todo al imperialismo yanqui). Se trata de oponerse a los diferentes niveles de
dis-coherencia que proceden más especialmente del estatus de las masas indígenas marginalizadas
y que, cualquiera que haya sido su estado de servitud en el pasado colonial, no han tenido un
contacto humano auténtico con el colonizador. Con la presión de las fuerzas económicas supra-
nacionales que, en esta fase de la evolución del sistema, privilegian la consolidación de los
mercados interiores, las burguesías nacionales usurpan las identidades nacionales y culturales
(Cros 1988) .

El problema de la conciencia colectiva de identidad no está sin embargo solucionado. A principios


de su evolución, en cualquier nación que se libera de la colonización y se construye a partir de
raíces múltiples (bilinguismo o multilinguismo más especialmente) se plantea la cuestión de «
¿Quiénes somos? ». Es lo que le pasa también a Méjico. Por lo mismo, hay que insertar a Samuel

74
Ramos en el contexto de la búsqueda ontológica que caracteriza el decenio 1950-1960: Agustín
Yáñez: “El Pelado mexicano” Letras de México 1940; Octavio Paz: El Laberinto de la soledad, 1940;
Emilio Uranga: Análisis del ser mexicano, 1952; Leopoldo Zea: Conciencia y posibilidad del
mexicano, 1952. (Cros 1988: 168-169).

Si nos remitimos, precisamente, al decenio 1950-1960, observamos que se inicia una doble
evolución. Dentro de un mismo espacio nacional, las minorías étnicas ya son más visibles y
reivindican su propia identidad, lo cual provoca una ruptura entre la conciencia nacional y la
conciencia cultural. En realidad este proceso es también el resultado de un cuestionamiento sobre
la cultura de clase de la burguesía. Ya se nota esta ruptura por los años 1920/1930, en los últimos
años del modernismo, en la poesía afro-antillana de Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo. En un
momento en que la poesía hispano-americana se olvida de la realidad del continente y las elites se
abren a la modernidad transnacional importada del Centro, despreciando la producción intelectual
y artística de las regiones periféricas, se oye una voz que reivindica una conciencia de identidad
cultural distinta de las identidades nacionales. Esta nueva identidad trastorna las representaciones
nacionales tradicionales:

«En efecto, la responsabilidad de la construcción del imaginario de nación en la Cuba de los


primeros años de la República estaba en manos de una élite letrada, cuyo afán por edificar una
representación monocroma del Estado naciente los llevó a elidir a las etnias subalternizadas del
resplandeciente escudo de la patria. Naturalmente la población negra quedaba excluida de la
comunidad imaginada de nación, aunque su innegable vitalidad circulaba por las calles, los
cañaverales y los campos. La aceptación de la pluralidad étnica, considerada en un primer
momento como un elemento descentrador de la identidad será tardía. [...] Dentro del campo
literario de la época, Guillén establece una toma de posición autónoma en relación con el campo
del poder y construye una temprana identidad híbrida nacional como respuesta a la encrucijada
histórica de una Cuba blanquada y enajenada por la situación neocolonial de la República.»
(Maglia Vercesi 188-189).

La identidad nacional parece enriquecerse con tal diversidad pero la noción pierde su eficacia
política e ideológica que ya resultaba algo debilitada por la introducción, en el campo dicursivo, del
concepto de conciencia de clase en el decenio anterior. Por otra parte esta evolución se acelera
con el ultraliberalismo que pervierte la simbólica cultural transformándola en mercancía y
poniendo en tela de juicio el concepto de estado-nacion que obstaculiza su extensión:

Desprovistos sucesivamente, primero de su dimensión sagrada y luego, de su dimensión simbólica


colectiva los objetos y las prácticas culturales ya se nos presentan como atrapados en la red
mercantilista y totalmente cosificados. Lo que nos amenaza entonces no es nada menos que la
desaparición del nivel simbólico con todas las consecuencias que esta desaparición puede
provocar en la imaginación del sujeto y en la vida social. Esta desestabilización transcribe el
relajamiento de los lazos de sujeción nacional: las sociedades industriales resultan cada vez más
integradas en la economía mundial y las clases dominantes ya no tienen por qué interesarse por el
bienestar colectivo a nivel de la nación. Ya se nota cuán claramente las rectificaciones sufridas por
las estructuras del ideologema - en este caso, la pérdida de las representaciones de los lazos cívicos
y nacionales - transcriben el desvanecimiento del poder de las burguesías nacionales en provecho

75
de una verdadera burguesía mundial que está surgiendo. (Cros, E., « Cultura y Mundialización »,
http:// www. sociocritique.fr)

La identificación entre identidad nacional e identidad cultural queda ya definitivamente


cuestionada y esta disyunción re-distribuye los espacios culturales sin tener en cuenta
forzosamente las divisiones en territorios nacionales.

Las dos nociones (de identidad nacional e identidad cultural) eran el producto de la partición de
América latina heredada de la colonización en el siglo XIX. Sus funciones objetivas consistían en
producir, reproducir y consolidar las representaciones que mantenían un consenso ideológico en
torno a las élites respectivas de los distintos países. Se discutieron, a veces radicalmente, a lo largo
de los años 1960-1970, de resultas de la revolución cubana que, como heredera de los grandes
estrategas de la Independencia suramericana, tenía una visión continental de la lucha contra el
yugo colonial. Remito al Informe de la delegación cubana a la primera conferencia de la O.L.A.S.
(Organización Latino Americana de Solidaridad), conferencia abierta el 4 de agosto de 1967 en La
Habana. Los catorce volúmenes de documentación que constituían este informe demostraban a
partir de estadísticas de la ONU y la UNESCO que en América Latina seguía existiendo una situación
política económica y social homogénea. Los cubanos no descartaban la existencia de
particularidades nacionales en el subcontinente pero ponían de realce las similitudes que existían
en todos estos países para llegar a la conclusión que en estas condiciones la revolución debía
extenderse a toda América Latina. (K.S. Karol, 364) Esta postura y el cuestionamiento de las tesis
leninistas que privilegiaban la revolución proletaria fueron más o menos abiertamente rechazados
por los comunistas ortodoxos. En el informe se afirmaba en efecto que no se podía imaginar una
revolución proletaria por ser el proletariado demasiado débil por falta de un verdadero proceso de
industrialización. Por otra parte, la burguesía local estaba tan dependiente de las potencias
económicas de los Estados Unidos que ya había abandonado toda aspiración a desempeñar un
papel económico y político autónomo. (K.S. Karol 364-366) Con un proletariado casi inexistente y
una burguesía nacional tan débil ¿cómo se podía contemplar la posibilidad de promover una «
revolución democrática y burguesa » ? Para los castristas no había nunca existido la burguesía en
América Latina y no iba a existir en adelante.

No podemos pasar por alto el entusiasmo con que se acogió la aparición del regimen castrista en la
escena internacional y la esperanza que levantó en los medios intelectuales latinoamericanos y
europeos. En el Congreso Internacional que se organiza en La Habana del 4 al 11 de enero de 1968
acuden más de quinientos intelectuales que proceden de setenta países:

«Des écrivains prestigieux comme Michel Leiris, Jorge Semprún, Max-Paul Fouchet, Arnold Wesker;
des savants, comme Pierre Lehman, Gionanni Berlinguer, Amati, Vigier; des peintres comme Matta,
Lam, Pignon; des “sociaux-scientistes” comme Miliband, Hobsbawm, Guerin, Axelos - et la liste est
loin d’être exhaustive - devaient faire face à une “contestation” amicale des représentants du Tiers-
monde, parmi lesquels les Latino-Américains et les Antillais - d’Aimé Césaire à Cortázar et
Benedetti - étaient particulièrement nombreux. C’était donc une rencontre sans précédent, par sa
composition et aussi par les thèmes soumis à la discussion/» (Karol 396-397).

76
Las representaciones colectivas vigentes hasta la fecha han sido sin lugar a dudas profundamente
trastrocadas con la irrupción del castrismo en la escena internacional. Así es como el análisis muy
lúcido que expresa el informe que acabo de evocar socavaba los fundamentos de las identidades
nacionales y culturales tradicionales artificiosamente promovidas desde la mitad del siglo XIX. Con
el distanciamiento que permite el tiempo, y dentro de la perspectiva enfocada por los castristas,
estas identidades aparecen como lo que fueron o sea como unas representaciones proyectadas,
sin relación con la auténtica realidad de las sociedades correspondientes. Sólo implicaban a una
estrecha minoría de las poblaciones de los distintos países. En este vacío social el castrismo
proponía, en el lugar de un consenso ideológicamente fantasmal en servicio de una minoría, otra
identidad que, por una parte, estribaba en una conciencia de clase y que, por otra parte, se
extendía a todo el subcontinente. Dicha identidad resultaba edificada a partir de una constancia
(una sumisión compartida por todos) y, correlativamente, de un proyecto utópico que confería una
nueva dimensión a la imaginación colectiva. Cualquiera que sea la opinión que se tenga sobre las
razones objetivas y complejas que expliquen el fracaso de este proyecto y las derivas del régimen,
el impacto de las posturas y del programa castristas sobre la re–configuración de las
representaciones de las identidades nacionales y culturales en América Latina no deben ser
subestimadas. Desde luego las conciencias nacionales siguen vigentes (aunque mucho menos
apremiantes en ciertas categorías de las sociedades) pero ya se articulan con una dimensión
auténticamente latinoamericana cuyo impacto no deja de manifestarse en el proceso de
constitución del « sujeto cultural » correspondiente.

Bibliografía

Basave Fernández del Valle, Agustín. Samuel Ramos.Trayectoria filosófica y Antología de textos.
Monterrey: Centro de estudios humanísticos de la Universidad de Nuevo León, 1965.

Cros, Edmond. Literatura, Ideología y Sociedad. Madrid: Gredos, 1986. [Versión en inglés: Theory
and Practice of Sociocriticism. Minneapolis: University of Minnesota Press, 1988]

Cros, Edmond. “The Values of Liberalism in El Periquillo Sarniento” Sociocriticism 2 Montpellier,


(1985, pág. 85-109).

Cros, Edmond. El sujeto cultural. Medellín: E.A F.I.T. 2003

Cros, Edmond. La Sociocrítica. Madrid: Arco Libros - La Muralla, 2009

Cros Edmond. “Cultura y civilización” in: http://www.sociocritique.com/fr/

77
Dessau Adalbert. La novela de la revolución, México: Fondo de Cultura Económica, 1972.

Fernández de Lizardi, José Joaquín. Obras, III- Periódicos, El Pensador Mexicano, Recopilación,
edición y notas por María Rosa Palazón y Jacobo Chencinsky, México: U.N.A.M., Centro de Estudios
Literarios, 1972.

Jameson, Frederic. “Modernity after Postmodernism”. Sociocriticism, Vol. V, 2, Núm. 10 ,


Montpellier(1989): 23-41.

Karol, K.S. Les Guerilleros au pouvoir, Itinéraire politique de la révolution cubaine, París : Robert
Lafont, 1970.

Maglia Vercesi, G. Identité culturelles vs Identités nationales dans la poésie post-coloniale des
caraïbes hispanophones, Thèse Paris-Sorbonne IV, 2007 (inédite).

Edmond Cros

Université Paul Valéry (Montpellier III)

nstituto Internacional de Sociocrítica

* Este artículo ha sido publicado en : Lillo, Gastón y Leandro Urbina (eds). De Independencias y
Revoluciones. Los avatares de la modernidad en América Latina. Santiago: LOM, Universidad de
Ottawa y Universidad Alberto Hurtado, 2009. Agradezco a los editores por haberme dado permiso
prar reproducirlo aquí.

Por una semiótica del blanco y de lo vacío

Sábado 11 de abril de 2009, por Edmond Cros

Por una semiótica del blanco

78
La sociocrítica se interesa más que todo por sacar a luz la manera como lo socioeconómico se
incorpora en las estructuras textuales, afirmando sin embargo que esta incorporación no es directa
ni automática, ya que cada uno de los dos niveles implicados (la infraestructura y la
superestructura) tiene su historia y su ritmo propios. Dicha postura se fundamenta en la noción de
formación social definida por Marx como constituida por la coexistencia de varios modos de
producción (medieval, precapitalista, capitalista...). Esta noción puede parecer poco adaptada a la
evolución de las sociedades modernas cuyos modos de producción tienden a organizarse de
manera homogénea pero su interés no deja de ser evidente si consideramos que, en realidad, la
especificidad de cada modo de producción remite a un tiempo histórico preciso, de manera que la
noción de formación social puede ser re-definida por la co-existencia, en un momento
determinado de la historia, de varios tiempos históricos. Debemos considerar sin embargo que
estos distintos tiempos históricos están vinculados entre sí, constituyendo por lo tanto un sistema
gobernado por la hegemonía de uno de sus elementos, en este caso el tiempo presente. Es este
sistema el que genera la formación ideológica correspondiente. No se puede imaginar en efecto
que cada uno de los diversos tiempos históricos implicados intervenga directamente en esta
formación. La complejidad de este proceso se nos aparece más evidente si recordamos que este
segundo sistema (formación ideológica) no se mueve forzosamente al compás del primero, sino
con relación con su propia historia. Y lo mismo pasa en cuanto a las relaciones que se establecen
entre lo ideológico y el nivel discursivo en que se plasma en última instancia el material socio-
económico. Como se habrá observado, el proceso de incorporación de la historia implica unos
mecanismos de mediación, de translado, de décrochements, de adaptación. Lo más notable, a
primera vista, es que, de todas formas, pasando de un sistema (infraestructural) al segundo
(ideológico) y, de éste, al tercero (discursivo), nos hemos movido sucesivamente en el contexto de
tres ritmos distintos o sea que hemos cruzado por tres tiempos históricos que sólo parcialmente
coinciden.

Ahora bien. Dentro de cada uno de estos tres niveles y entre el uno y el otro debemos imaginar
unas series de instancias que se presentan ya sea como perfectamente adaptadas al tiempo
hegemónico del presente, o al contrario como atrasadas o avanzadas. Citemos rapidamente
algunos ejemplos. En el período postindustrial en que vivimos, el obrero que trabaja en una fábrica
de automóbiles no vive exactamente en el tiempo histórico de la informática, en su espacio de
trabajo por lo menos, y esta distancia es todavía más evidente y más importante si aludimos al
campesino o al artesano. Dentro de un mismo campo de producción existen similares diferencias,
por ejemplo entre, por una parte, el obrero que trabaja en una empresa poderosa de
construcciones que emplea centenares de trabajadores así como materiales generalmente
preconstruidos y, por otra, el abañil que trabaja por su cuenta, solo o bien ayudado por algunos
pocos empleados; o entre el que pregona sus mercancías en las calles y el cajero que atiende a los
clientes en un supermercado etc. Pero la totalidad histórica no deja nunca de moverse, atraída por
la necesidad proclamada por todos los responsables políticos de todos los paises, de fomentar el
crecimiento económico, cuyo estancamiento, cuando se produce, o parece estar para producirse,
se denuncia como un acontecimiento grave y hasta peligroso para la economía asi afectada.

Cuando cuestionamos el mecanismo que gobierna este flujo ininterrumpido de la historia,


observamos que es la existencia de estos multiples desfases la que impulsa su dinamismo, en la

79
medida en que las instancias adaptadas al tiempo presente o avanzadas atraen siempre a las
instancias atrasadas.

El plurisistema ( la totalidad de las tres formaciones) en efecto “se presenta en realidad como un
dispositivo de producción que funciona movido por un régimen de desigualdad en el que los
desequilibrios generan las mutaciones.” (Louis Althusser). Lo hueco, lo vacío, el desfase, la
ausencia, se nos aparecen, por lo tanto, como abalizando un espacio de nociones que vale la pena
explorar. El nivel discursivo que es el que nos interesa aquí se articula en efecto sobre esta
dinámica y, a partir de este punto de vista, se nos aparece como el producto de una ausencia, lo
cual implica que el tejido textual tenga huecos, blancos, lagunas, escorzos y que tengamos que leer
los textos aplicándonos a descifrar aquello que están silenciando y no solamente lo que sí
expresan. No se me escapa que es un objetivo que segui privilegiando en mis análisis anteriores
pero creo que ya podemos sistematizar y teorizar de manera más general y más eficiente estos
hipótesis generales, dentro del contexto que estoy elaborando del sujeto cultural.

Volvamos primero precisamente a esta noción. Repetí varias veces que se debía contemplar como
un espacio complejo de sedimentaciones, pero quiero hacer énfasis ahora en el hecho de que cada
una de estas sedimentaciones implica un tiempo histórico específico a nivel del mismo individuo .
Claro que en un momento determinado de su existencia este sujeto pertenece simultáneamente a
varios sujetos colectivos pero el proceso por el cual está pasando implica también, por una parte,
que estos diversos sujetos, por estar articulados sobre la totalidad social, evolucionan al compas
del plurisistema, y, por otra parte,que el mismo sujeto entra a participar en nuevos sujetos
colectivos. Hay que añadir que cada modificación de una sedimentación produce una nueva
configuración de la totalidad subjetiva. Dentro de la perspectiva que estamos manejando, estas
sugerencias implican una serie de blancos que poceden de multiples horizontes.

Veamos lo que pasa a un nivel, de momento, puramente superficial. Un recuerdo de la infancia


convoca en mi presente un pasado relacionado con determinados sujetos colectivos; un proyecto
referido a un viaje o al desarrollo de una carrera futura convoca el porvenir; de tal modo que
podemos considerar que el sujeto cultural funciona de manera similar en torno a la presencia
simultánea de múltiples tiempos históricos.

El ultimo cuestionamiento que nos interesa ahora sería si existe entre ellos un elemento que, como
es el caso en el flujo de la totalidad histórica, sería el vector dinamico del sistema.

Quizas el concepto del deseo (colectivo o individual) sea el elemento más apto a operar como
puente y articulación entre el nivel de la totalidad histórica y el nivel del sujeto cultural
propiamente dicho. En efecto, se puede considerar que la fuerza atractiva de una instancia
avanzada depende directamente del deseo manipulado o espontáneo, consciente o no-
conscientemente compartido, por los individuos de una colectividad que se mueve en una
instancia retrasada y anhela superar sus condiciones socioeconómicas actuales y, como tales,
frustrantes. El deseo, orientado hacia el pasado o hacia el porvenir, es también lo que no deja de
gobernar la vivencia cotidiana a lo largo de la existencia. Pero el deseo es el índice de una
ausencia, de una carencia, de un blanco: no se puede desear algo que se tiene; solo deseo algo
que no tengo.

80
Esta observación se aplica a cualquier sujeto colectivo cuyo discurso, contemplado como práctica
social específica, expresa, a nivel del no-consciente, el conjunto de sus frustraciones y de sus
aspiraciones. De manera que la competencia discursiva del sujeto cultural que tengo definida como
un mosaico de prácticas discursivas específicas ( o sociolectos) presenta un panorama exactamente
similar al panorama que se nos ofrece cuando contemplamos el flujo de la totalidad histórica, o
sea un panorama hecho con múltiples instancias interiorizadas separadas por blancos, los cuales
remiten, por medio de las multiples representaciones del deseo, a una multiplicidad de carencias
que podemos asimilar a otras tantas ausencias.

Pero la noción de sujeto cultural se nos presenta con dos dimensiones imbricadas la una en la otra.
La primera se nos ofrece a la vista con tal que nos distanciemos de ella y se nos acerquemos a ella
con un punto de vista crítica. De ésta acabamos de hablar.

La otra es la cara oculta que nos remite al sujeto del inconsciente. Esta ultima noción se debe
explicitar ya que muchas veces se la maneja de manera errónea.

Jacques Lacan llama sujeto del inconsciente a una estructura organizada en torno a una cadena de
significantes almacenados y vinculados entre sí por una relación de metonimia;.Estos significantes
ya construidos (pasado) o por construir (futuro) repiten siempre un mensaje idéntico a pesar de su
aparente diversidad o heterogeneidad. Cada uno remite a un momento distinto de la vida del
individuo y por lo tanto se articula, digo yo, con la totalidad histórica. Esta cadena delega
constantemente al margen del sistema uno de sus elementos que, de esta forma, funciona
provisionalmente como su representante metafórico. El proceso opera como una especie de noria
perpetua pero se notará que su dinamismo procede esencialmente del vacío dejado por el
significante así delegado. Este significante así delegado es el síntoma que, procediendo del pasado
del sujeto, surge en su presente y que podemos observar en su comportamiento, en su discurso o
en el tejido textual. Este síntoma expresa un malestar que interpela al sujeto y que éste expresa
con palabras o metáforas inesperadas en el contexto en que se producen; este malestar se
manifiesta pues en el discurso bajo la forma de una desaveniencia o discordancia, fuera de
cualquier intencionalidad o toma de conciencia. ¿Qué tipo de relacion podemos establecer entre el
impacto del blanco en los niveles que estudiamos antes (totalidad historica y cara externa del
sujeto cultural) y el mecanismo que gobierna el funcionamiento del sujeto del inconsciente?

Antes de tratar de contestar, no podemos dejar de mencionar la importancia que tiene el deseo o
sea el concepto de carencia en las posturas freudiana o lacaniana, como elemento-clave de la
argumentación. Recordemos que para Lacan el deseo corre a lo largo de la cadena de los
significantes, desplazado y postergado del uno al otro y reactivado por la imposibilidad de
quedarse satisfecho. Las observaciones hechas a principios de esta exposición nos llaman la
atención sobre la presencia constante del vacío en la postura psicoanalítica, más especialmente en
la fase básica que es el surgimiento del inconsciente, cuando, con el acceso al nivel simbólico, el
signo se sustituye a lo vivido cuya realidad desaparece, se desvanece en la red semiótico-
ideológica del sujeto cultural, quedandose el sujeto “verdadero” enajenado, ausente de sí mismo.

81
En la medida en que nos hemos adherido a las tesis lacanianas para definir lo que ahora llamo “la
cara oscura” del sujeto cultural” éste es un dato que no podemos descartar de nuestro
cuestionamiento.

La totalidad historica (expresion que hasta ahora, utilicé excluyendo al sujeto por motivos
obviamente pedagogicos pero que en realidad lo incluye) saca pues su dinamismo en todos los
niveles ya sea de la presencia de un desfase, el cual implica un hueco entre los elementos
implicados- hueco que la fuerza atractiva va a llenar - ya sea, directamente, de la presencia de un
silencio o de una carencia Estos huecos o estas carencias repercuten en el tejido textual bajo la
forma de deconstrucciones, de rupturas discursivas, de desavenencias semióticas, de escorzos que
pueden convocar tanto, directamente, el proceso del flujo de la historia como, dentro de este
proceso, las problemáticas específicas del sujeto cultural.

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Por una semiótica del blanco y de lo vacío

Funcionamientos textuales III

Funcionamientos textuales II

82
Funcionamientos textuales III Genotexto y fenotextos

Viernes 27 de julio de 2007, por Edmond Cros

Genotexto

VI

FUNCIONAMIENTOS TEXTUALES III

GENOTEXTO Y FENOTEXTOS

Genotexto y fenotextos

Lo que antecede prueba, a mi juicio, que el estudio del problema sólo se puede seriar para
comodidad de la exposición, al ser tan evidente que el fenómeno textual es el producto de un haz
de elementos que operan de forma simultánea.

Pero ¿cómo opera exactamente este haz de elementos, y a partir de qué lugar del texto?

Utilizaré aquí una metáfora espacial, sugiriendo que se imagine el punto de intersección de dos
ejes, un eje vertical y un eje horizontal. Situemos en el primero el interdiscurso, que materializa,
repitámoslo, a la vez estructuras mentales y las formaciones ideológicas producidas por una
formación social. En este eje se lee el discurso del tiempo sobre el tiempo o, dicho de otro modo,
este interdiscurso traduce en operaciones semióticas, a través de múltiples trazados ideológicos,
las condiciones sociohistóricas en las que se halla inmerso un locutor. De manera opuesta,
situaremos, en el eje horizontal, el intertexto, el preaserto, el preconstruido, la precoerción, es
decir, todo el material de lenguaje deastinado a materializar el sentido y a informarlo. En este
nuevo eje, como en el primero, están señalados trayectos de sentido preestablecidos que van a
ofrecer una mayor o menor resistencia a la modelización textual, en cuyo seno mantendrán islotes
semióticos, microespacios de lectura susceptibles de engendrar, bajo el efecto del eventual
proyecto monosémico de la instancia narrativa, zonas conflictivas.

En este punto de intersección debemos imaginar el proceso de transformación de la realidad


observable bajo el efecto de los códigos de mediación: la complejidad de los elementos que están
en juego muestra con claridad a la vez la necesaria polisemia del texto ficcional, la importancia de
su distanciamiento con respecto a la realidad referencial, así como la resistencia que presenta a la
mirada crítica. En este crisol, sin embargo, surgen lineas directrices, centros de sentido en torno a

83
los cuales se organizan nuevas operaciones semióticas, modelos semánticos, es decir, toda una
combinatoria de elementos que contienen en potencia la textualidad; así se sitúa el dispositivo
conceptual que asegurará la autonomía del texto / signo con respecto a la conciencia que se
supone que l& produce y con respecto a la realidad originariamente instaurada.

Tomaré aquí un término de Kristeva para describir este lugar de focalización de sentido,
convirtiéndolo en un genotexto. El trabajo de la escritura consistirá en desconstruir sin cesar este
mixto formando fenotextos destinados a realizar a todos los niveles textuales, en función de la
especificidad de cada uno de ellos, la sintaxis de los mensajes programados de antemano.

El empleo de estos términos puede causar problemas, en la medida en que, al utilizarlos, nosotros
no los entendemos como propone J. Kristeva , que a su vez los toma de las teorías lingüísticas
generativistas del soviético Saumjan-Soboleva . Para que las cosas queden claras, recordaré que
Kristeva introduce estas nociones en el marco de una teoría de la significancia, entendida como
proceso de germinación perteneciente a un semoanálisis, disciplina distinta de la semiótica,
relegada a «reunir (...) la verdad significante». Para J. K., se trata de distinguir un estado de su
engendramiento, una estructura significada de la operación de generación de este mismo
significado. Si el término de fenotexto es claro en la medida en que remite al texto impreso,
concebido como una de las posibles realizaciones de la lengua (el sentido saussuriano de la
palabra), el de genotexto designa algo más complejo, por no decir más ambiguo. Se refiere,
efectivamente, al mismo tiempo, a un funcionamiento que tendría lugar en la lengua, a un nivel
abstracto del funcionamiento lingüístico, y a un estado:

84
«... el genotexto es el significante infinito que no podría “ser” un “esto”’, porque no es un singular;
se designaría mejor como “los significantes” plurales y diferenciados hasta el infinito, con respecto
a los cuales el significante presente, el significante de la-fórmula-presente-del sujeto-dicho no es
más que un límite, un lugar, una ac-cidencia (es decir, un acercamiento, una aproximación que se
añade a los significantes abandonando su posición)» ( Op. cit.pág. 283).

El concepto de genotexto para Kristeva, por consiguiente, sitúa la realización textual en un


conjunto amplio e indiferenciado en la medida en que

«el genotexto puede presentarse como el dispositivo de la historia de la lengua y de las prácticas
significantes que ésta es susceptible de conocer: las posibilidades de todas las lenguas concretas
que existen y que pueden existir se “dan” en él antes de volver a caer, disfrazadas o censuradas, en
el fenotexto» (pág. 284).

En cuanto a los textos impresos o fenotextos,

«habrá que considerarlos como fórmulas de la significancia en la lengua natural, como


remodelaciones y refundiciones sucesivas de la trama de la lengua. Fórmulas que ocuparían un
lugar paralelo y, si no más, al menos tan importante para la constitución y la transformación de la
historia monumental como los descubrimientos matemático-lógicos.» (pág. 286).

Comprendemos mejor ahora por qué puede pretenderse que

«el semoanálisis se preserve del tematismo psicológico así como del idealismo estetizante, que se
disputan actualmente el monopolio de lo que se ha podido llamar escritura» (Derrida, art. cit., pág.
279).

Todo lo que escribe sobre este punto J. K. es sumamente sugestivo, pero, como hemos visto, no
quiero plantear el problema a este nivel. Al utilizar estas nociones, pretendo establecer un
paralelismo riguroso entre dos estados de la enunciación peculiar de un texto; el primero opera
con categorías conceptuales y corresponde a una enunciación no gramaticalizada, en el sentido de
que esta enunciación aún no está incluida en una fórmula. No es una estructura, pero está llamada
a serlo al estructurarse en las diferentes realizaciones fenotextuales de un mismo texto. Para
nosotros, en efecto, el texto se abre en diferentes niveles (narratividad, conjuntos significantes
múltiples constituidos, entre otros, por los personajes y los códigos de simbolización, cadena de
significaciones de los significantes...) en que operan a la vez categorías propias de estos niveles y
categorías lingüísticas en el marco de un proceso de significancia que tiende a realizar así, de forma

85
aparentemente incoherente y dispersa, las latencias semánticas de un mismo enunciado, que
designamos como genotexto. Así pues, este genotexto sólo existe en esas realizaciones múltiples y
concretas que son los fenotextos, y corresponde a una abstracción que reconstituye el analista.

Entre estos dos estados del enunciado funcionan los que hemos llamado diversos códigos de
transformación, es decir, el proceso de generación del sistema significante que queda englobado
en parte, para J. K. (tenemos aquí otro desplazamiento de los términos con respecto a ella), por la
noción de genotexto. Esta concepción del funcionamiento textual tampoco debe confundirse con
la distinción que introduce la gramática generativa entre estructura profunda y estructura
superficial. Chomsky, en efecto, postula la estructura profunda como el reflejo arquetípico de la
performance, como observa muy acertadamente Kristeva:

«Los componentes de la profundidad son estructuralmente los mismos que los de la superficie y,
en el modelo chomskiano, no es observable ningún paso de un tipo de componentes a otro, ni de
un tipo de lógica a otro. Así, la gramática generativa no genera, propiamente hablando, nada en
absoluto: sólo establece el principio de la generación postulando una estructura profunda, que no
es más que el reflejo arquetípico de la performance.» (pág. 282).

Para ilustrar el tipo de relación que propongo que se establezca entre el genotexto y el fenotexto,
sugiero que volvamos a Ciudadano Kane para extraer de la película, en una primera etapa, una
serie de fenómenos que consideraremos como formas de referencia. Veamos, por ahora, tres de
ellos:

1. El primero corresponde a una frase inscrita en un cartel que aparece en la secuencia del
Noticiario dedicada a la muerte de Kane: «La semana pasada en Xanadu tuvieron lugar los
funerales más importantes y más extraordinarios del año 1941». Recordemos, para comprender
cómo funciona esta inscripción, que el rodaje de la película terminó el 23 de octubre de 1940; su
montaje, a principios de febrero de 1941, y la primera presentación pública estaba prevista para
mediados de febrero (este estreno se retrasó a causa del escándalo provocado por W. R. Hearts,
que pretendía ver en la película una caricatura de su propia biografía, y no tuvo lugar hasta el 9 de
abril). El primer público de la película se encuentra, en el marco de un Noticiario, ante la
reconstitución del pasado de Kane, proyectada a su vez sobre su propio futuro (el fin del año 1941,
implicado en la fórmula elegida: «...más importantes del año...»). Sin duda podríamos observar
que la película se nos presenta así como ficción pura, si esta fórmula, en la que el Pasado y el
Futuro se confunden en el tiempo Presente del espectáculo, no fuera perceptible en otros
aspectos, en otro lugar.

2. En efecto, la secuencia que, en el relato de Bernstein, evoca el paso de un equipo de periodistas


del Chronicle al Inquirer de Kane se puede reducir a un esquema similar. Estos periodistas
aparecen en un grupo de dos filas en una foto expuesta en el escaparate del Chronicle, ante el que
pasan Leland, Kane y Bernstein. Pero, brutalmente, esta foto se descompone, liberándose cada
personaje de la pose que tenía. La intervención de Kane nos hace comprender que se trata de una

86
foto hecha en los locales del Inquirer. Entre los dos instantes de la diegesis que se evocan han
transcurrido seis años. Pero en realidad, sin duda fugazmente, se ha constituido un efecto de
lectura que nos ha trasladado a una zona de anterioridad con respecto a la primera foto. Este
efecto de lectura nos hace pasar del instante en que la foto n.° 1 se percibe como ya hecha al
momento en que se hace, es decir, de un momento [2] a un momento [1], antes de abolirse en un
nuevo efecto que nos hace comprender que esta anterioridad no es sino una falsa anterioridad en
la medida en que este momento [1] está, en realidad, unido a la foto n.° 2. Ahora bien, el primer
efecto de lectura tiene en común con la foto n.º 1 el hecho de corresponder a una imagen del
pasado portadora de un futuro ya transcurrido en el momento en que se percibe dicha imagen.
Así, pasado y futuro se funden en cierto modo en un punto que implica el presente de la visión.
Inscrito en el pasado, el futuro aparece como un «ya ahí».

3. Esta coincidencia del futuro y del pasado en un solo punto, semánticamente focalizada en su
categoría de presente, volveremos a hallarla realizada en el diálogo en repetidas ocasiones. Sólo
citaré dos casos: el primero sólo es legible en el contexto de la serie analógica que estamos
reconstituyendo: «No soy, no he sido nunca, ni seré más que un simple ciudadano americano». El
segundo, por el contrario, apenas necesita ser explicitado; se trata de las palabras pronunciadas
por la voz en off del periodista del Noticiario para describir los últimos años que pasó Kane en
Xanadu: «Solo en su palacio nunca terminado (futuro) y ya (presente) agrietado (pasado), retirado
del mundo, recibiendo sólo raras visitas».

Tres formas de referencia, como decíamos, pero también tres niveles del texto fílmico si aceptamos
distinguir el montaje (caso n.° 1) de la utilización in situ de la sintaxis de las imágenes (aquí, el
fundido-encadenado del caso n.° 2), que tienen cada uno su propio sistema de significación y sus
propias reglas de funcionamiento, y que, en el interior de un mismo texto, no desempeñan el
mismo papel. Estas formas de referencia, sin embargo, dicen lo mismo, y esto mismo que dicen
corresponde a un enunciado del genotexto. Este enunciado se halla desconstruido y redistribuido
por los componentes específicos de cada uno de los tres niveles que estructuran a su manera su
modelización fenotextual.

En el caso de Ciudadano Kane, este enunciado, en la forma esquemática que le es propia, nos
repite –como acabamos de ver en estos tres casos– que «lo que va a suceder ya está aquí»,
concepto que, en el plano de otra categoría textual, la narratividad, está realizado por el sistema
de prolepsis y el conjunto de signos premonitorios de lo que será, en última instancia, el destino de
Kane (sus fracasos sentimentales y políticos, su falta de visión política al predecir que no habrá
guerra...). Lo mismo podría decirse a propósito de los códigos de simbolización elegidos (Torre de
Babel, Pigmalión...), en los que están inscritas, en el seno de los proyectos emprendidos, en el
momento en que Kane los emprende, las marcas de sus fracasos futuros. ¿Acaso no nos dice la
intriga misma, por un efecto de vuelta atrás, que la respuesta a nuestro eventual interrogante y, en
cualquier caso, a la cuestión que la película pretende resolver (¿Quién o qué es Rosebud?) estaba
ya presente en las primeras secuencias?

Sin embargo, donde es más interesante delimitar este punto de coincidencia es en el caso del
lenguaje figurativo que interviene en el discurso de las primeras imágenes. Recordemos que la
evocación de la muerte de Kane se reconstruye en la perspectiva de un transitus mortis,
concretizado por el recurso a una temática del espejo, entendido como el doble lugar poético de la

87
transgresión y de la difracción; esta temática, como explicábamos, constituye el soporte figurativo
que informa el texto fílmico generando así una sistemática de la fragmentación. Pero el espejo
funciona aquí, contradictoriamente, como símbolo de un umbral que hay que franquear y como
superficie reflectora, una especie de tope donde se rompe la linealidad temporal que ya sólo
puede desarrollarse hacia atrás y en donde, de esta manera, se confunden pasado y futuro. Así,
por vías múltiples, volvemos constantemente a nuestro primer enunciado, que hemos calificado
como genotextual.

Este genotexto se considerará, a su vez, como producto ideológico. En el caso de Ciudadano Kane
será preciso relacionar este primer estado de enunciación («lo que va a suceder ya está aquí») con
las teorías sobre la predestinación («lo que debe suceder ya está aquí») de una sociedad puritana.

Funcionamientos textuales II Procesos de transformación y códigos de mediación - I -El caso de


Citizen Kane

Viernes 27 de julio de 2007, por Edmond Cros

Código de transformación Microsemiótica intratextual

PROCESOS DE TRANSFORMACIÓN Y CÓDIGOS DE MEDIACIÓN

I -El caso de Citizen Kane

Pero la producción textual no es reductible a una serie de fenómenos de conciencia. Pone en juego
procesos de transformación de sentidos complejos. En primer lugar, un material de lenguaje ya
elaborado, un «ya dicho» que servirá de soporte a la significación al mismo tiempo que se
desconstruye en ella, a todos los niveles:

A nivel discursivo, primero (lo que nos remite al punto precedente) del preaserto, de los sintagmas
fijos y de las lexías, en donde toda comunidad humana materializa las modalidades particulares de
su inserción histórica, espacial y social.

A nivel textual después, lo que nos remite a la conocida tesis de la intertextualidad (Cf. J. Kristeva,
Σημειωτικn_, París, Seuil, 1969, págs. 191, 195, 255). Contrariamente a otros, como R. Barthes ( R.
Barthes, Le plaisir du texte, París, Seuil, 1973) o M. Riffaterre (M. Riffaterre, Semiotics of Poetry,
Bloomington et London, Indiana University Press, 1978) que enfocan el intertexto desde el punto
de vista del lector («El engendramiento del poema, su lectura, consiste en una práctica de esta
referencia, en una dialéctica memorial entre el texto que se descifra y aquéllos otros que se

88
recuerdan»), lo situaré en el marco del trabajo de la escritura. Recogiendo, desde un punto de vista
distinto del suyo, una sugerencia del autor de Semiotics of Poetry –que emplea un término de
Charles S. Pierce –, precisaré que no es este intertexto el que va a desconstruirse, sino, más
exactamente, su interpretante, es decir cierta idea de este intertexto; no es una antigua
textualidad la que va a desconstruirse en la nueva, sino, de alguna forma, cierta manera de leer
este primer texto. Pero esta descodificación queda asegurada en el marco de una gramática de la
recepción, por medio del mismo dispositivo semiótico que, por otro lado, informa el interdiscurso,
a menos que se suponga –y esto sería probablemente más exacto– que la descodificación que
constituiría el interpretante no es más que un efecto de sentido producido por el genotexto.

A nivel del mito ( In Literatura Ideología y Sociedad véase el análisis de un texto del Guzmán de
Alfarache que reescribe los distintos componentes del mito de la Edad de Oro), de las tradiciones
gestuales y del lenguaje del folklore ( En la misma obra véase in P.II, cap.II los estudios sobre El
Buscón y La hora de todos), es decir de un «imaginario social» (un «imaginaire social»)más
amplio .

A nivel de esquemas arcaicos profundamente establecidos en el seno de un contexto cultural


redistribuido como efecto de circunstancias históricas precisas (cf. en Sociocritique.fr: El Buscón
como sociodrama).

Con respecto al interdiscurso (el habla), en el que veremos un sistema modelizante primario,
diremos que estos preconstruidos –o más bien precoercidos– representan otros tantos sistemas
modelizantes secundarios.

No son éstos, sin embargo, los únicos media que intervienen en el proceso de transformación de la
realidad observable, y parece necesario concebir, en otro estadio, la existencia de otras estructuras
intermediarias que desplazan de alguna manera los signos y los homogeneizan en un mismo
código.

Pongamos como ejemplo la primera secuencia de Ciudadano Kane, es decir, la representación de la


muerte del personaje. Después de haber mostrado el cartel que prohíbe la entrada al palacio, la
cámara va subiendo a lo largo de la verja para introducirse en un jardín exótico; la silueta del
palacio se alza al fondo; una ventana –la única que está iluminada– se apaga bruscamente, en el
mismo momento en que se interrumpe la música. En el interior de la morada, descubrimos un
cuerpo yacente y luego una casa cubierta de nieve encerrada en un globo de cristal sostenido por
una mano que deja caer el objeto; éste rueda por unos escalones y se rompe. En un primer plano,
unos labios pronuncian la palabra Rosebud; por una puerta, en una visión deformada, se acerca
una enfermera que viene a cubrir el rostro del muerto.

Si intentamos ir más allá del nivel anecdótico, comprobamos que a lo largo de esta serie de
imágenes existen los conceptos de paso, de tránsito o de transgresión: al franquear la cerca,
primero, al irrumpir luego en la habitación en la que acaba de morir Kane, pero también, de forma
más sutil y significativa, en la manera en que la mirada, presa en el seno de este microcosmos que
es la bola de cristal, se libera para darnos una visión exterior de ella; en el discurso sobre el tiempo,

89
por último, ritmado por dos flashs-back, de forma que el preciso instante de la muerte del
personaje queda significado tres veces [luz y música interrumpidas-rompimiento del cristal-
cubrimiento del rostro]. La imagen de la muerte se halla así ligada a la inversión del curso del
tiempo, que, siendo lineal cuando la cámara avanza hacia el castillo, se refracta, por decirlo así,
regresa al preciso momento en que se extingue la conciencia. En la medida en que esta recurrencia
se percibe en el marco de una serie analógica, el flash-back oculta su función sintáctica (que
consiste en coordinar imágenes) en beneficio propio. Sin duda invierte los acontecimientos, pero
sobre todo dice que es él el que los invierte; llama la atención sobre lo que es él mismo, por
naturaleza, desde un doble punto de vista metalingüístico y poético. Aquí, el concepto de tránsito
viene dado por la evocación de una especie de tope con el que choca y en donde se rompe la
linealidad temporal, que ya sólo puede desviarse hacia el pasado. El flash-back se integra, en este
sentido, en un texto semiótico, aparentemente semantizado por lo anecdótico, que representa el
óbito como un transitus mortis.

Tomaremos esta primera observación como indicio de una clave de descodificación que nos ofrece
el texto y con respecto a la cual emergen otros hechos. Así, el acceso a Xanadu aparece como una
irrupción en un universo encantado, vacío de toda presencia humana, habitado sólo por esa luz
que pronto se apagará. Al destacar la clausura temporal que acabo de evocar, el encadenamiento
de estos espacios cerrados [límites de la propiedad, altos muros del palacio, habitación del
agonizante, globo de cristal] denuncia al mismo tiempo su vaciedad y representa un teatro
evacuado por sus actores, una corteza definitivamente vaciada de todo contenido a partir del
momento en que allí reinan las tinieblas. En este contexto de vacío es donde se debe percibir la
imagen central del capullo de rosa, denso foco de una plenitud portadora de promesas. En estos
fenómenos reconocemos fácilmente un simbolismo religioso tanto más claro cuanto que, a otro
nivel, Rosebud inscribe en ellos el tema de la fugacidad, de la fragilidad y de lo efímero, mensaje
reforzado por la silueta de este palacio inacabado e irrisorio que nos da a entender que, visto
desde este punto de clausura, todo es sólo vanidad. Nos lo dice también, por otra parte, la bola de
cristal que se estrella después de su breve caída por unos escalones, símbolo manifiesto de la
rapidez con que el hombre alcanza el término de su existencia, y que evoca la metáfora clásica del
camino de la vida. Esta primera secuencia se nos muestra así como una meditación sobre la
muerte enteramente regida por el tópico cristiano, que volverá a aparecer, por lo demás, en las
imágenes siguientes, evocadoras de un demiurgo cuyas orgullosas creaciones (imperios económico
y periodístico, mansiones...) amenazan destruirse. Habría que destacar también que, en la segunda
secuencia, The news on the march, este tópico se expresa de manera muy especial a través de los
mitos del Génesis y de la Torre de Babel que se desconstruyen en ella. No es esto exactamente lo
que tenemos en la primera secuencia. Aquí, como hemos visto, hay todo un estrato cultural que
parece filtrar las imágenes, generarlas o desplazarlas. Este tópico se infiltra en el vacío del pretexto
anecdótico, rechazando su lógica y su programación en provecho de las suyas propias. Así emerge
lo que constituirá uno de los más importantes códigos de transformación del texto fílmico.

Lo que está en juego nos resultará más claro si reduzco el significado global del conjunto de las
imágenes estudiadas a la formulación esquemática siguiente: «Muerte acaecida en su domicilio de

90
X». Intencionadamente dejo de precisar la naturaleza de este domicilio; me vería obligado, en caso
contrario, a plantear lo narrado en términos de enigma y a hipotecar así mi análisis introduciendo
aspectos circunstanciales que no sé, por ahora, si pertenecen al relato o al texto [X muere
aparentemente solo, en un suntuoso palacio: ¿está esta soledad en relación con el texto religioso
que informa la película o bien con lo que, en el marco de la ficción, correspondería a la
autenticidad de la experiencia del personaje?]. Relacionando la primera secuencia con esta
fórmula, destaco el material visual y su disposición, utilizados para significar la muerte: en el
primer punto, pues, una serie de símbolos (luz y música interrumpidas, rompimiento del globo,
cubrimiento del rostro del muerto), pero estos mismos primeros símbolos, cuyo carácter neutro,
trivializado y de algún modo «laico» es inútil subrayar, describen dos puntos de vista, al evocar no
sólo la muerte contemplada (yacen te, el rostro del muerto cubierto por la sábana) sino también la
muerte vivida, como invasión de la conciencia por el silencio y las tinieblas. Con esta llamada
manifiesta a un proceso de identificación, el texto, que sobrepasa el simple pretexto anecdótico,
me interpela, en la medida en que este primer significante (cf. la serie de símbolos citada más
arriba) adquiere su autonomía: esta muerte ya no es la de X sino la mía, la nuestra... la textualidad
se abre a otra dimensión. Lo imaginario, solicitado para sostener el relato, llama la atención sobre
sí mismo y desarrolla a continuación, por contigüidad, su propio universo y su propio texto. Las
imágenes elegidas para significar la muerte de Kane se transforman en significante de una
concepción filosófico-religiosa de la vida, que se exterioriza por medio de las formas icónicas de la
rosa y de la caída del globo, funcionamiento que representaremos así:

Entre So1 y So2 opera una instancia ideológica para la que la comprobación de la muerte es
la ocasión de meditar sobre la existencia humana y dar reglas de vida por medio de esta
meditación. El código de transformación que evocaba antes corresponde a las modalidades
de intervención de esta instancia ideológica en la producción de sentido.
Pero esta instancia ideológica no se expresa únicamente en los niveles visual y de lenguaje
elementales. Exige también la disposición sintagmática de los signos y vierte los puntos de
focalización del relato, es decir, los puntos de referencia que la escritura se otorga a sí
misma para organizar con relación a ellos la arquitectura de los signos. Así –como vimos
ya– el acercamiento a Xanadu lo mismo que los funcionamientos respectivos del inserto y
del flash-back realizan fenotextualmente el concepto de tránsito, semantizado por el punto
de focalización anecdótica como modulación de la temática del transitus mortis.

Si vamos más allá del marco de esta primera secuencia, veremos cómo opera la misma voz,
a través de intervenciones de naturaleza sensiblemente distinta. La reconstitución dada por

91
el noticiario (The news on the march) se organiza en torno a la evocación del poder de
Kane (sus manifestaciones, su magnitud, su origen), pero todo ello mediante un lenguaje
figurativo significativo que se articula esencialmente en torno a dos mitos –ya lo dijimos
antes–, el del Génesis y el de la Torre de Babel. Ahora bien, el primero de estos mitos, que
se vierte explícitamente en el texto fílmico mediante un paisaje en que los límites entre el
agua y la tierra se muestran como indistintos, se desarrolla como telón de fondo de una
temática que trata de la construcción artificial de un universo secundario caracterizado por
la acumulación de recursos, de medios económicos y de riquezas. Este texto sagrado, que
se nos presenta en su origen como fundamento de cierto tipo de espiritualidad, funciona
aquí como indicio de una referencia con respecto a la cual se nos invita a juzgar la empresa
de Kane. La presencia de este texto y sus modalidades de desconstrucción denuncian en la
organización de esta nueva arca de Noé la ausencia de toda referencia a Dios. La dimensión
espiritual inscrita en el texto del Génesis revela lo que es condenable en este proyecto de
cosificación; apunta, por un efecto de vuelta atrás, a lo que se planteaba con el concepto de
vaciedad de las primeras imágenes. Una condena similar resulta de la textualización de la
edificación de Xanadu, reconstituida en tres fases [creación de una montaña en un entorno
geográfico –las extensiones llanas de Florida– que hace que aparezca como demencial,
silueta de una torre de pisos, el palacio mismo]. Otra serie de indicios viene a reforzar la
anterior: recordemos la naturaleza simbólica de la montaña, considerada como lugar de lo
sagrado; la sistemática de los contrapicados, semantizados entonces por el conjunto del
texto semiótico, cuyas imágenes organizan; la enumeración de los diferentes titulares –en
todas las lenguas– de los periódicos del planeta; el aspecto inacabado de Xanadu, que, sin
embargo, se resquebraja ya; el hecho de que este palacio se asimila, en dos ocasiones, a una
tumba; la primera, explícitamente; la segunda, por analogía con las pirámides. El mito de la
Torre de Babel funciona, en este caso, de manera inversa al del Génesis en el sentido de
que, contrariamente a éste, que desempeñaba un papel contrastivo, coincide perfectamente,
por analogía, con el proyecto de Kane. Descubre la cara oculta del primero, resolviendo sus
eventuales ambigüedades. Así, la instancia ideológica duplica su mensaje al hacerlo pasar
por uno y otro mito.
Estos primeros fenómenos, una vez desvelados, aclaran el papel de la voz del comentarista
del noticiario, el énfasis en el que se escuda, la distancia que toma con respecto a su objeto,
su mirada crítica. Nos guardaremos de atribuir este mérito al periodista que se supone que
presenta esta nota necrológica, recordando que todos los proyectos de Kane, ya fueran
políticos o sentimentales, se arruinaron, y que sus predicciones (sobre la segunda guerra
mundial, por ejemplo) resultaron falsas. Todas las creaciones de Kane llevan en sí la marca
de su carácter disconforme con los criterios de la instancia ideológica y, por consiguiente, el
signo premonitorio de la aniquilación a la que están destinadas. Vemos, pues, cómo
interviene la instancia ideológica en la producción de sentido por medio de un código de
transformación.

Sin embargo, hemos reagrupado hasta ahora fenómenos que no pertenecen a una misma
categoría. Los primeros, en efecto, remiten a lo que es manifiestamente un lenguaje
figurativo ya reconocido como tal; éste es el caso de los elementos míticos que hemos
reconocido y que son portadores de la diegesis, según el esquema siguiente:

92
Vemos así claramente cómo el lenguaje figurativo alimenta dos estratos de la textualidad, lo
que permite aclarar el funcionamiento de la desconstrucción, en ambos casos. Al mismo
tiempo que el texto se instituye, organiza los puntos de referencia ideológica que permitirán
leerlo.
Pero, como hemos visto, este lenguaje figurativo se vierte igualmente en el texto en forma
de una especie de segunda simbolización que se nos mostró ya de manera muy especial en
la primera secuencia y que sólo coincide con la primera a través de un foco interno de
semantización. Así sucede, recordémoslo, con la caída del globo de cristal o con las
palabras pronunciadas por el moribundo. Ya no se trata aquí de la mera reproducción de un
código de simbolización que se repetiría como tal en el texto, sino de una nueva realización
de este mismo código. Esto nos remite a una instancia textual que manipula este primer
código, pero que no puede confundirse con él. Esta instancia es la que semantiza el eje
sintáctico (cf. lo que decíamos antes del flash-back, del inserto, de los fundidos-
encadenados) y entra en la combinatoria genética realizada por ella, entre otras cosas, al
reproducir sistemáticamente la categoría de tránsitos, portadora implícita de la visión del
transitus mortis. Por consiguiente, distinguiré la materia simbólica desconstruida (Génesis,
Torre de Babel) del principio activo de su desconstrucción (instancia textual en cuestión).
Opondremos, pues, el código de simbolización, entendido como lenguaje figurativo
utilizado como material portador del significado, al código de transformación, manipulador
del primero y foco activo de significancia.

Si esta distinción puede plantear problemas en el caso de Ciudadano Kane es porque los
dos códigos coinciden en gran parte, por razones que convendría examinar. Las cosas
estarán más claras si tomamos el ejemplo del Guzmán de Alfarache. El texto que estudié en
Literatura Ideología y Sociedad ( Segunda Parte, Aplicaciones) utiliza, para significar la
generosidad de la Tierra, el mito de la Edad de Oro y de una Naturaleza que ofrece

93
espontáneamente sus productos a los hombres. Este lenguaje figurativo clásico es el
vehículo de una visión nostálgica del pasado que condena especialmente la agitación y la
actividad comerciales. Pero, después de haber hecho estallar sus elementos que, en
adelante, tendrán vocación de autonomía, el texto de Mateo Alemán, bajo el efecto probable
de un código de transformación que está por describir y definir, pervierte este código de
simbolización inscribiendo en él temas portadores de modernidad (aventura de ultramar,
por ejemplo) y transgrediendo la prohibición que, en todos los textos anteriores, pesaba
sobre el negocio; este último llega así a ocupar todo el espacio textual.

II- El caso de La vida del Buscón

En el caso del Buscón, al que acudiremos una vez más, recordemos que los códigos de
transformación de la semiosis están constituidos por dos prácticas sociales (Carnaval /
Inquisición) vertidas en forma de prácticas textuales. Por lo tanto, todo elemento de
estructuras mentales que puede proceder ya sea del interdiscurso ya sea, cuando se halla
materializado en un texto, de la intertextualidad, todo material de lenguaje, todo referente
soportará este doble trabajo de transformación antes de encontrarse codificado en
estructuras textuales. Tomemos la realidad que constituye en este caso el origen del habla, a
saber, la existencia de un hacedor de paño que representa un poder económico en Castilla a
principios del siglo XVII y cuya integración sociopolítica es problematizada. El objeto (el
hacedor de paño) está dominado por una estructura mental en el marco de un contexto de
enunciación y de interacción que lo asocia a una comunidad reprobada por estar ligada a
una heterodoxia religiosa (judíos conversos o nuevos cristianos) y amenazadora por partida
doble, en el plano religioso y en el plano político, ya que se la ve como tendente a suplantar
la hegemonía del grupo dominante (que se manifiesta por el interdiscurso). Tal es al menos
el interpretante que la continuación de nuestro análisis nos lleva a reconstituir, en la medida
en que este interpretante desaparece como tal, lo que representa ya un problema en sí y
merecería desembocar en otros interrogantes. (¿Por qué este negarse a designar al
adversario de otra manera que no sea indirecta?) Ahora bien, este mismo interpretante
genera (o es generado por) una serie de asociaciones de significaciones: en cuanto
converso, se supone que el hacedor de paño se oculta y oculta sus prácticas religiosas
condenables; al tener el poder económico, imita el fasto de la nobleza.

Estos dos elementos, el ya dicho (hacedor de paño) y el interpretante, pasan a través de un


primer medium, la retórica conceptista, que situaremos a nivel de la intertextualidad y en
cuyo marco la instancia narradora asimila una expresión lexicalizada a esas perífrasis
enigmáticas cuya moda, como observa Jean Molino, se extendió en esa época por toda
Europa con los nombres de agudeza, witt, concetto, práctica tras la cual se reconocerá la
norma del ornatus ciceroniano destinado a enriquecer el estilo noble y que funciona como
un indicio de que el locutor ha seleccionado cierto tipo de lenguaje. En este caso se trata de
valorizar un significado por medio de la translatio verbi sustituyendo el primer significante
por otro que transfigura en cierto modo al referente.
Pero, en el caso que nos interesa, resulta que, por una parte, esta translatio verbi se aplica a
un referente incongruente, el objeto barbero, que no puede entrar en el campo de
gravitación del estilo elevado, y que, por otra parte, los significantes de sustitución
(tundidor de mejillas y sastre de barbas) corresponden también a signos peyorados
degradados. Vemos entonces con claridad el efecto reflejo del uso de la perífrasis
94
conceptista que capta al personaje en sus aspectos más degradados y ridículos: deseo de
aparentar e inaptitud para manipular cierto tipo de discurso. La amenaza inscrita en la
realidad referencial de ruptura de status social (el fabricante de lana aspira a la hegemonía
política) se desplaza en la parodia, pero este desplazamiento supone una doble codificación,
en una primera operación semiótica, que supone una voluntad de disfraz [Carnaval / Primer
código de transformación], y luego en una segunda operación que implica una
desmistificación [Inquisición / Segundo código de transformación]. De esta forma, la
realidad observable sufre mutaciones sucesivas que le añaden una «plusvalía semántica».

Pero nuestra lectura sociocrítica sería incompleta si no nos preguntásemos por la naturaleza
y el origen de estos códigos de transformación. Como se habrá observado ya, estos códigos
son creaciones mismas del texto y por ello no parece posible establecer sus tipologías. He
mostrado en otro lugar cómo estos códigos, en el texto de Quevedo, formaban parte del
contexto inmediato del objeto que es el origen de la producción del texto. Esto era evidente
en el caso de la Inquisición, cuyas evocaciones permanecen todavía ligadas a las
persecuciones de que fueron objeto los nuevos cristianos en España, pero ¿qué sucedía con
la práctica festiva? Ciertas investigaciones llevadas a cabo sobre documentos de esa época
me han permitido responder a esta pregunta, ya que en la Segovia de principios del siglo
XVII resultaba que esta burguesía urbana representada por los hacedores de paño desvió las
tradiciones rurales folclóricas del Carnaval en provecho propio, como sucedió también en
otros lugares de Europa. De esta forma, la situación sociohistórica generadora de una serie
de fenómenos de conciencia dejaba como estela las modalidades que iban a presidir su
textualización y determinaba fundamentalmente la escritura. De lo que se desprendía una
nueva incógnita: ¿estas dos estructuras de mediación mantenían entre sí alguna relación
aparte de la que las ligaba directamente al objeto pretexto del Buscón? Podemos,
efectivamente, contestar de manera afirmativa, hasta tal punto que me gustaría poder decir
que el Carnaval funciona en el Buscón como el interpretante de la Inquisición y la
Inquisición como el interpretante del Carnaval. Si estas prácticas sociales operan en la
producción textual, el texto, a su vez, hace hablar a estas últimas, las fuerza a realizar en la
práctica de la escritura sus potencialidades latentes.

95
La evidenciación de los códigos de mediación en el objeto cultural y la definición de ellos
que propongo parecen ofrecer una respuesta a la irritante cuestión sin cesar planteada por la
crítica sociológica de la literatura y nunca resuelta, al menos si nos negamos a considerar
como aceptables las propuestas de L. Goldmann (recurso a la noción de visión del mundo y
al concepto de homología).

Podemos deducir de lo anterior que las mediaciones se nos muestran en el texto a través de
un conjunto de huellas semióticas concretas y perceptibles, cuyos modos de presencia son
diversos, desde la simple transposición de ideosemas hasta el vertimiento de la semántica
textual y de las estructuras por la ideología y el interdiscurso.
Las estructuras de mediación que intervienen entre las estructuras de sociedad, por una
parte, y, por otra, las estructuras textuales, son, pues, de naturaleza discursiva, ya se trate de
textos culturales (tradiciones gestuales y de lenguaje de la fiesta carnavalesca, códigos de
simbolización de prácticas sociales, por ejemplo) o de discursos específicos de sujetos
transindividuales. Se muestran siempre en forma de huellas semióticas, conjuntos
significantes y trayectos de sentido, que podemos calificar como microsemióticas
intratextuales. Sin embargo, los análisis siguientes, así como las generalizaciones teóricas
que hemos derivado de ellos, muestran cómo estas microsemióticas funcionan en los
diferentes niveles del texto. En efecto, hay que considerarlas como conjuntos esencialmente
dinámicos, generadores de las desconstrucciones que intervienen en los focos internos de
producción textual. Estas desconstrucciones mismas constituyen lugares semióticos
privilegiados en la medida en que esas microsemióticas intratextuales se desvelan en ellas y
denuncian así sus puntos de origen ideológico. A fin de ilustrar esta operatividad,
reagruparé cierto número de fenómenos, alguno de los cuales se desarrollará en la Segunda
Parte. Esto me ha llevado a citar en varias ocasiones el caso de las desconstrucciones que
afectan a la metáfora conceptista en el Buscón de Quevedo: la difracción en torno a la que
se organizan esas desconstrucciones y que exige que, como telón de fondo de la expresión
burlesca «sastre de barbas», descodifiquemos simultáneamente las huellas y el molde
retórico del lenguaje noble, significa, como hemos sugerido, a la vez la existencia de este
lenguaje y su apropiación abusiva por parte de un sujeto que no es capaz de dominarlo, es
decir, a fin de cuentas, por un individuo que pretende ocultar su condición identificándose
con un grupo social que, a su modo de ver, le es superior; pero esta apropiación abusiva se
muestra como tal por efecto de la distancia existente entre la realidad referenciada (barbero)
y la expresión que utiliza para describirla. El sujeto se desvela a sí mismo por su propia
manera de intentar ocultarse. Podemos captar así la doble función (enmascaramiento vs.
desenmascaramiento) del discurso en el conjunto del texto. Ahora bien, ya he intentado
demostrar anteriormente, a propósito de los códigos de transformación, cómo en estos
fenómenos de desconstrucción coinciden los efectos de dos prácticas sociales (práctica
festiva y práctica represiva) captadas en el marco de sus dos textos culturales respectivos.
Veremos igualmente, en la lectura que propongo de el pasaje ya evocado del Guzmán de
Alfarache, cómo una semiótica intratextual, que inscribe en el texto las huellas de un
discurso mercantil, remodela el mito de la Edad de Oro.

El comienzo de La región más transparente de Carlos Fuentes refleja un funcionamiento


del mismo tipo. Vemos, en efecto, que la imagen crística de «coronado de espinas» se
desconstruye en «coronado de nopales», donde coinciden dos tradiciones icónicas ligadas a
textos culturales religiosos diferentes (religión cristiana / religión azteca). Al analizarlo, el
96
concepto de sincretismo resultante aparece como producido por la manera en que opera en
la novela de Fuentes una microsemiótica que transcribe en última instancia las líneas de
fuerza fundamentales de la ideología de la burguesía mejicana posrevolucionaria. (Véase
Literatura Ideología y Sociedad)

El hecho de privilegiar los modos concretos de la representación intratextual de las


mediaciones nos permite aplicar el mismo procedimiento a objetos culturales distintos de la
literatura. Tomemos el caso de Viva el Presidente de Litin, que se inspira en El recurso del
método de Alejo Carpentier. En el eje de la transhistoricidad se desconstruyen cierto
número de trazados ideológicos, entre ellos el positivismo. Ahora bien, en el momento en
que el Presidente, que se dirige al frente en ferrocarril, se pone el traje oficial, vemos tras él
lo que parece ser su divisa o la divisa de su país: «Dios, Patria, Orden», y no podemos dejar
de reconstituir, más allá de ella, la del Comtismo, Orden y Progreso. La separación que
aparece entonces entre la divisa original y aquello en lo que se ha transformado es
sumamente significativa en la medida en que la nueva formulación inscribe valores
contradictorios con respecto a aquellos en los que se basa el sistema de pensamiento así
convocado. En efecto, el positivismo no sólo fue en su primera fase al menos ateo y predicó
el amor a la humanidad, sino que también hay que subrayar que en cierto número de textos
culturales Dios y Patria son contradictorios con la noción de Progreso. El comtismo se nos
manifiesta así profundamente adulterado en esta nueva figuración. Pero este principio de
adulteración, de inadecuación, de perversión, funciona constantemente en el texto y
podemos relacionarlo con el pensamiento de Martí, que se integra a su vez en el
pensamiento castrista que suscribe Alejo Carpentier y según el cual todos los sistemas de
pensamiento importados del Centro resultan inadecuados en Hispanoamérica. Pero este
pensamiento castrista aparece en la película, así como en la novela, a través de un conjunto
de huellas discursivas y de trayectos de sentido que organizan una microsemiótica
intratextual generadora de sentido.
Tomemos un último ejemplo en el campo de la pintura, con La túnica de José de
Velázquez. Dos conjuntos significantes mayores recorren este cuadro y convocan,
respectivamente, a los conceptos de divinidad y de realeza, cuya coincidencia transcribe la
equivalencia ideológica de esa época que identifica al monarca como el representante de
Dios en la tierra. Según la retórica pictórica vigente en la época del pintor, la túnica debería
ser representada convencionalmente de color rojo. Pero esta convención se desconstruye a
favor de un color leonado que, en el marco de la misma retórica, es un indicio de realeza.

Funcionamientos textuales I Procesos y códigos


de transformación
Viernes 27 de julio de 2007, por Edmond Cros

 Sujeto transindividual

FUNCIONAMIENTOS TEXTUALES

I. PROCESOS Y CÓDIGOS DE TRANSFORMACIÓN

97
Una filosofía materialista del discurso

Todo texto literario es producto de un fenómeno de conciencia, o más bien de una serie de
fenómenos de conciencia. Pero la conciencia no constituye una realidad preexistente,
inmanente, sino, por el contrario, como escribe M. Bajtín, «un hecho socioideológico» que
«sólo puede surgir y afirmarse como realidad mediante la encarnación material en signos»
(Bajtín, M., Le marxisme et la philosophie du langage, essai d’application de la méthode
sociologique en linguistique, París, Ed. de Minuit. 1977, páginas 27 y 30). Debe
confundirse con el conjunto de marcas semióticas que la configuran y que hacen que exista.
No hay conciencia fuera del signo entendido en sentido amplio, ya que también el material
semiótico está constituido por «todo gesto o proceso del organismo: la respiración, la
circulación de la sangre, los movimientos del cuerpo, la articulación, el discurso interior, la
mímica, la reacción a los estímulos exteriores (por ejemplo, la luz), en suma, todo lo que se
lleva a cabo en el organismo puede llegar a ser material para la expresión de la actividad
psíquica, puesto que todo puede adquirir un valor semiótico, todo puede llegar a ser
expresivo» (Ibid., págs. 50-51; cursiva en el texto) . La palabra es, sin embargo, el material
privilegiado de la vida interior en la medida en que «Para un psiquismo, por poco
desarrollado, diferenciado, que esté, es indispensable un material semiótico fino y ligero
[en la medida en que] es preciso además que este material se preste a una formalización y a
una diferenciación en el medio social, en el proceso de expresión exterior» . Ya esté o no
organizada en torno a la palabra la operación semiótica que concreta, en un momento dado,
la actividad mental, se considerará que esta expresión procede de todas formas del exterior
de la conciencia y que sin esta aportación exterior del signo no habría sido posible ninguna
actividad psíquica. Ahora bien, el signo es de esencia social; sólo pueden intercambiarlo
individuos que procedan de una misma comunidad con estructuras específicas; materializa
una comunicación y, al entrar en la conciencia, traza por consiguiente las marcas de cierto
tipo de socialidad .
Partiendo de esta hipótesis, y si nos atenemos únicamente al problema del lenguaje,
supondremos en primer lugar tres niveles de conciencia (la conciencia clara, el no-
consciente, el subconsciente) , esencialmente estructurados en torno a y por signos
adquiridos, lo que no significa que cada uno de estos signos haya transferido intacta su
valencia, sino que ésta, por el contrario, se ha redistribuido dentro de y por este nuevo
sistema. En este sentido, se debe suponer que las expresiones semióticas sólo se constituyen
como sistema a través de sus modalidades de asimilación.
Fieles a lo que hemos dicho anteriormente, añadiremos, dejando aparte a Goldmann, que el
sujeto transindividual invade las conciencias individuales de cada uno de los individuos que
participan en él mediante microsemióticas específicas; pero estas microsemióticas
transcriben en signos el conjunto de las aspiraciones, de las frustraciones y de los
problemas vitales de cada uno de los grupos implicados; ofrecen en cierto modo una lectura
de las modalidades de inmersión en la historia de cada uno de ellos. Cada uno de nosotros
pertenece, e un determinado momento de su vida, a una serie de sujetos colectivos
[generación, familia, origen geográfico, profesión...]; pasará por muchos a lo largo de su
existencia, incluso si se siente marcado de manera especial por el que, en última instancia,
condiciona el conjunto de sus actividades, a saber, su clase social. Estos diferentes sujetos
colectivos nos proponen, en el momento en que pasamos por ellos, sus valores sus visiones
del mundo a través de la materialización de las expresiones semióticas, gestuales o
verbales, que los caracterizan (papeles sociales, sintagmas fijos, organización jerárquica de
98
los ejes paradigmáticos, etc. ...). Consideraremos, por un lado, que el conjunto de estas
materializaciones estará disponible para organizar nuestra vida interior en la misma medida
que nuestros circuitos de comunicaciones externas, y, por otro lado, que la expresión de
todo fenómeno de conciencia moviliza algunos de estos signos en torno a una
configuración específica, que responde a una situación particular. Sacaremos de esto una
primera consecuencia que, aunque es evidente, merece destacarse si queremos basar un
estudio critico del objeto cultural en una filosofía materialista del lenguaje: el texto no
selecciona sus signos en el lenguaje sino en el conjunto de las expresiones semióticas
adquiridas / propuestas por sujetos colectivos. (Veremos más adelante que deben precisarse
otros centros de selección.) Esta breve evocación nos autoriza a refutar la distinción que
introdujo Saussure entre lengua y habla o, más exactamente, los criterios que antepone a
esta distinción:

«Al separar la lengua del habla, separamos al mismo tiempo: en primer lugar, lo social de
lo individual; en segundo lugar, lo esencial de lo accesorio y más o menos accidental. La
lengua no es función del sujeto hablante; es un producto que el individuo registra de
manera pasiva [...] El habla es, por el contrario, un acto individual de voluntad y de
inteligencia en el que conviene distinguir, en primer lugar, las combinaciones mediante las
cuales el sujeto hablante utiliza el código de la lengua con el fin de expresar su
pensamiento personal; en segundo lugar, el mecanismo psicofísico que le permite
exteriorizar estas combinaciones» (Cours de linguistique générale, 1922, pág. 30. La
cursiva es mía).

El concepto de lengua es una abstracción que sólo existe para el historiador. El individuo
no registra pasivamente una lengua, sino una multiplicidad de discursos asimilados
esencialmente en los contextos de enunciación y con sus mutabilidades potenciales,
estrechamente dependientes de la situación de comunicación que les sirve de vehículo y les
confiere así su valencia social e ideológica. El signo se adquiere «en situación» y seguirá
siendo portador de socialidad y de interacción: conserva en la memoria el espacio
dialógico de donde proviene.
El acto de habla es una respuesta individual a una circunstancia determinada, pero el habla
en sí es esencialmente un producto derivado del Nosotros. Esto no significa que se pueda
aislar un discurso del proletariado de un discurso burgués y que haya lenguas y gramáticas
de clases, lo que estaría en total contradicción con la definición de lo que son las clases
sociales («... la clase [... ] no puede captarse de manera estática, pasiva, en sí misma, sino
en su relación con otras clases»... Jean Guichard, Le marxisme, théorie de la pratique
révolutionnaire, Lyon, Chronique Sociale de France, pág. 193) y con la concepción del
discurso que acabamos de recordar; el discurso, cualquiera que sea el sujeto colectivo de
cuyas aspiraciones, frustraciones o valores es portador, transcribe con estos últimos, e
incluso por medio de ellos, elementos contradictorios, contiguos o complementarios de
otros sujetos transindividuales. No hay discurso, en el sentido en que lo entendemos, que
sea ideológicamente puro, sino, más exactamente, huellas discursivas susceptibles de
reconstituirse en microsemióticas significativas, que marca con mayor o menor fuerza un
habla y son a veces susceptibles de darle una significación sociohistórica. En los espacios
de contradicción que pone en juego, el discurso, sea cual sea, reconstruye, a su nivel y
según modalidades propias, las contradicciones de la formación social de la que depende el
sujeto colectivo al que corresponde. Ya he dado varios ejemplos de estos sistemas
99
semióticos que se organizan de manera contradictoria en el seno de una misma habla ; me
contentaré con recordar el de la taqiyya, o sea «el acto por el cual el musulmán aislado en
un grupo social hostil se abstiene de practicar su religión, fingiendo adoptar exteriormente
la religión que se le quiere imponer». L. Cardaillac cita a propósito de este ejemplo un texto
aljamiado que reproduce la respuesta de un muftí de Orán a los moriscos de Granada que lo
interrogan acerca de la práctica de su religión:

«¿Qué debe hacer el morisco cada vez que se vea obligado a renegar de su fe o a profesar la
que no es la suya? Se consideran numerosos casos y a cada uno de ellos se le da una
respuesta: si los cristianos, por ejemplo, obligan a los musulmanes a injuriar al Profeta,
deberán pronunciar su nombre en la forma Hamed a la manera de los cristianos, y pensar no
en el Enviado de Dios, sino en Satán o en un judío que se llama Muhammed (...) En cuanto
a las oraciones, cuando el morisco se vea obligado a acudir a la iglesia a la hora en la que
debiera realizar su oración musulmana, será dispensado de ésta y su culto le será contado
como si hubiera realizado la prescripción coránica vuelto hacia la Meca. Del mismo modo,
si se le impide que rece durante el día, que lo haga por la noche. La ablución ritual podrá
ser reemplazada del mismo modo: según las circunstancias, se puede uno sumergir en el
mar, o frotarse el cuerpo con una sustancia limpia, tierra o madera.» (Moriscos y cristianos,
un enfrentamiento polémico, Madrid, FCE, 1979, cap. II. Se llama «aljamiado» un texto
escrito en castellano con caracteres árabes)

Ahora bien, esta casuística está integrada en la contracasuística constituida por el Manual
de los Inquisidores, que pone en guardia a los jueces contra todo lo que puedan ocultar las
respuestas de los acusados:

«Los herejes sofistican las preguntas –y las eluden– de diez maneras: 1. La primera consiste
en responder equívocamente. Si se les interroga sobre el verdadero cuerpo de Cristo,
contestan sobre su cuerpo místico. Por ejemplo, si se les dice: «¿Crees que eso es el cuerpo
de Cristo?», responden «Sí, creo que eso es el cuerpo de Cristo» (entendiendo por ello una
piedra que ven, o su propio cuerpo, en el sentido de que todos los cuerpos son de Cristo
porque son de Dios, que es Cristo)»... (Nicolau Eimeric, Francisco Peña, El manual de los
Inquisidores, Introducción y notas de Luis Salas Molins, Barcelona, Muchnik Editores,
1983 [colección «Archivos de la herejía», por R. Muñoz Suay], pág. 148).

Estos dos discursos imbricados muestran claramente cómo una ideología dominante integra
en su sistema de representaciones los espacios en que intenta infiltrarse la ideología
dominada y –en el caso de la taqiyya– cómo ésta deja que se transparente la estructura
dominadora. Así, cada uno de los dos discursos se vierte, respectivamente, en el espacio
discursivo con el que se enfrenta, delimitando sus grandes componentes.

Pluriacentuación de las palabras y espacios dialógicos

Si nos adentramos en un análisis más detallado, veremos en la palabra, como M. Bajtín , un


verdadero espacio de conflictos. Sabemos que Bajtín habla, con respecto a esto, de la
pluriacentuación de la palabra «que le da la vida»,

100
«...los posibles contextos de una única y misma palabra están frecuentemente opuestos. Las
réplicas de un diálogo constituyen un caso clásico. Aquí, una única y misma palabra figura
en dos contextos en pugna. Es cierto que el diálogo constituye un caso especialmente
evidente y ostentativo de contextos orientados de manera diferente. Se puede decir, sin
embargo, que toda enunciación real, sea cual sea su forma, contiene siempre de manera más
o menos clara la indicación del acuerdo con algo o del rechazo de algo. Los contextos no
están simplemente yuxtapuestos como si fuesen indiferentes unos con respecto a otros, sino
que se encuentran en una situación de interacción y de lucha tensa e ininterrumpida. La
lingüística ignora totalmente el desplazamiento del acento de valor de la palabra de un
contexto a otro [...] Aunque los acentos de valor carezcan de sustancia, la pluralidad de
acentos de la palabra es la que le da vida. El problema de la pluriacentuación debe ligarse
estrechamente al de la polisemia» (Le marxisme... ed. cit., pág. 116. Sobre el mismo
problema, véase también La poétique de Dostoievski, París, Ed. du Seuil, cap. V, «Le
mot»).

El problema en este caso es la unicidad de la palabra cuando ésta, al entrar en la


enunciación de un mensaje textual, sufre los efectos de una reducción semántica. ¿Cómo es
posible, entonces, restituirle su pluriacentuación original cuando se halla inserta en un solo
contexto? En realidad, se podrá conseguir a dos niveles; por una parte, por la elaboración
de los sistemas semióticos y, por otra, por la reconstitución de las microsemióticas
adquiridas por el sujeto hablante . Para ilustrar este problema, me remitiré a dos textos.
Pongamos el ejemplo de Scarface, que no se refiere a una palabra, sino a un signo ; se trata
de la cruz de San Andrés; esta cruz procede, a mi juicio, de una escritura periodística
sensacionalista que tiene como objetivo desenmascarar los hechos y que representa uno de
los modos de transcripción de una nueva cultura de inmigrantes, urbana, orientada a la
acción colectiva y la comunicación de masas. Es al mismo tiempo, sin embargo, signo de
prohibición y pertenece a una «retórica del silencio y de la ocultación» que materializa, en
la película, la presencia de los censores del Hay’s code, instancia represiva que oprime a la
producción fílmica y que es producto de las estructuras mentales de una vieja América
rural, conservadora y protestante. Estas dos acentuaciones contradictorias de un mismo
signo sólo pueden restituirse en la medida en que éste se restablezca en el contexto de las
dos cadenas de significación que funcionan en el texto fílmico. Nos encontramos aquí, por
consiguiente, en el punto de coincidencia de dos voces que dan prueba de una situación
conflictiva, y que hablan en el texto a través de dos sistemas semióticos contiguos. El caso
del Guzmán de Alfarache es más complejo . En este texto, la exaltación de la generosidad
de la tierra comienza mencionando una serie de productos que ofrece espontáneamente al
hombre [«ésta nos da las piedras de precio, el oro, la plata y más metales de que tanta
necesidad y sed tenemos»]. El término «sed» entra en una microsemiótica que inscribe en
la textualidad la marca de uno de los motivos tradicionales del tópico de la Edad de Oro, a
saber la evocación de cómo vivían los primeros hombres en una naturaleza que les
entregaba espontáneamente sus productos, teniendo ellos que satisfacer únicamente sus
necesidades elementales. Este término se encuentra en el seno de esta microsemiótica con
otros signos como «necesidad, hierbas, frutos, aguas, beber, oveja, leche, lana, etc. ...».
Pero pertenece a una segunda microsemiótica que nos habla de intercambios y de
mercantilismo [oro, plata, comercio...], de productos de segunda necesidad [las telas de
adorno...]; en este segundo contexto se insistirá en otro valor de «sed», a saber, la avidez.
En él se cruzan, pues, dos pensamientos que, reproduciendo las palabras de Pierre Vilar,
101
«coexistieron y lucharon entre sí» a propósito del papel que corresponde al oro y a los
metales preciosos en la prosperidad de un Estado. ¿Es el oro el «único signo (...) de la
grandeza de los Estados», o bien, por el contrario, «germen de disolución de las verdaderas
riquezas, que sólo están en la producción de los bienes necesarios para la vida»?
Aparentemente fijo, a primera vista, en una reducción semántica que la convierte en un
signo de codicia y en el indicio textual de un discurso moral sobre el mercantilismo, la
palabra se desestabiliza aquí de alguna manera en el marco de la semántica textual y dice
también algo distinto, es decir, lo contrario de su significación primera. En este sentido,
representa de hecho un cruce de voces, un espacio de conflictos.
Lo que acabamos de decir de la palabra sigue siendo válido en cuanto a los conjuntos más
amplios que entran en la combinatoria estructural del genotexto. Remitiré aquí al Buscón,
donde, como veremos, la representación de la realidad sociopolítica pasa por la inscripción
en el texto de las dos prácticas sociales que son respectivamente la fiesta del Carnaval y la
instancia represiva de la Inquisición; estas prácticas se vierten en el texto mediante
conjuntos semióticos que se basan a su vez en sistemas de valor contradictorios en la
medida en que podemos considerarlos como proyecciones fantasmales de la
Desestructuración y de la Reestructuración sociales. Al preguntarnos acerca de los
mecanismos que permiten al sistema bascular de un conjunto semiótico a otro y, por
consiguiente, de un espacio al espacio contrario, comprobamos que el punto de
coincidencia resulta ser la pluriacentuación del concepto de máscara, máscara trágica tras la
cual se ocultan, especialmente, ritos prohibidos, y que el procedimiento inquisitorial se
esfuerza en suprimir, o disfraces festivos que permiten expresarse a los marginados. El
hecho de que estas máscaras, en un contexto burlesco, reproduzcan los rasgos de las
autoridades del momento, como sucede frecuentemente en época de Carnaval, o de que, en
el caso de las mascaradas dramáticas de los «autos de fe», reproduzcan, porque se les
obliga, las prácticas rituales de la sociedad dominante, muestra claramente cómo los
espacios discursivos de la marginalidad coinciden con las estructuras que producen
situaciones de exclusión (Cf. «Pratiques idéologiques et pratiques rituelles. Rendre
l’illisible lisible», Imprévue, 19801, págs. 129-137 ).
La comparación que acabamos de hacer entre este análisis y los análisis anteriores del signo
en Scarface o de la palabra en el Guzmán de Alfarache me invita a generalizar mis
observaciones: parece ser, en efecto, que todo elemento textual que se halle profundamente
inserto en la producción de sentido no puede funcionar dentro de ella a no ser con una
forma pluriacentuada.
Si volvemos al problema central que nos ocupa, diremos que no es posible concebir
discursos de sujetos transindividuales que funcionen de manera autónoma. Todo acto de
habla pone en juego un interdiscurso que marca en el texto las huellas discursivas de una
formación ideológica y nos remite así a una formación social. Por eso, esta habla debe
considerarse a su vez como pluriacentuada, lo que implica la necesidad de que
reconstituyamos trechos de sentido frecuentemente contradictorios, que transcriben los
intereses sociales de los distintos sujetos transindividuales implicados. Estos distintos
trechos de sentido recortan de forma múltiple una misma realidad y crean espacios de
lectura polisémicos.
Decir implícitamente, tal como lo hacemos, que los fenómenos de conciencia generadores
de los textos no son reductibles a la categoría del individuo no implica el rechazo de la
originalidad de una escritura en la medida en que el habla redistribuye siempre de manera

102
especial estas distintas voces que han informado la conciencia de un modo único, dándole
una configuración específica.

103
Para girar a la izquierda — Edmond Cros
y las líneas de fuerza de nuestro tiempo:
cultura y política, Norte/Sur, una Europa
social Entrevista de Antonio Chicharro a Edmond Cros
Domingo 25 de marzo de 2007, por Edmond Cros

104
IyF: ¿Cómo se inició su interés por la cultura española y latinoamericana?

R: Empecé a descubrir y estudiar el español relativamente tarde o sea después de salir del
liceo.,... aunque el primer libro que tuve y que hablaba de España me lo regalaron como
premio del fin del año. En aquella época, en efecto, cada colegio (que no se había
generalizado todavía el término de liceo; sólo a los colegios de las grandes urbes se les
llamaba liceos y yo me crié en una pequeña ciudad), cada colegio pues organizaba una
ceremonia oficial en el mayor salón del municipio. Los profesores llevaban su vestido
largo, negro, con la escarpela de color distinto, acorde a la disciplina que enseñaban, En el
estrado, ellos rodeaban a los notables que supuestamente habían costeado la compra de los
libros y que tenían derecho por lo mismo a sentarse junto al alcalde y al director. Entonces
empezaba la lectura de los galardones, desde el primer año del bachillerato hasta el último.
Los alumnos premiados subían al estrado a recibir los libros que les correspondían. De
entre los que me dieron aquel año venía una presentación de las maravillas arquitectónicas
de España ricamente encuadernada y la empecé a hojear en cuanto llegué a casa. Era al
final de los años cuarenta y España no era todavía un destino turístico sino sólo, a lo mejor,
una etapa para los pieds noirs franceses que vivían en Marruecos y cruzaban por España
para venir a veranear en Francia. En mi colegio en aquella época no se enseñaba el español.
Después del bachillerato casi al final del primer año de la clase preparatoria al concurso de
entrada en la Escuela Normal Superior, se me ocurrió estudiar un nuevo idioma extranjero.
Empecé con el alemán pero no me gustó el profesor y fui a las clases de principiantes de
español. El profesor que daba estas clases era también responsable del recién creado
departamento de español en la Universidad de Lyon en donde apenas había una decena de
estudiantes especialistas y él estaba reclutando que digamos. Además él era dinámico,
excelente hispanista y supo despertar en mí una vocación algo tardía. Pensé que enseñar el

105
español debía ser mucho más atractivo que dedicar toda su vida a la enseñanza del latín y
del griego como tenía planeado. Así fue como vine a ser hispanista y, a partir del verano de
1951, fecha de mi primer viaje a España que fue una vuelta a todo el país, regresaba cada
año, compartiendo el tiempo entre descubrir sus paisajes y su gente e investigar en el
archivo de Simancas o, las más veces, en la Biblioteca Nacional de Madrid. Me especialicé
en el Siglo de Oro y, más tarde, me doctoré con una tesis sobre el Guzmán de Alfarache de
Mateo Alemán. Pero en la universidad de Montpellier el director del departamento me
confió las clases que versaban sobre las sociedades y literaturas medievales e
hispanoamericanas, lo cual me incitó a crear y organizar, a principios de los años setenta,
un departamento específico de estudios hispano-americanos y me llevó a viajar con relativa
frecuencia a América latina, a México más especialmente.

IyF: ¿Qué razones han existido para que los estudios sociocríticos hayan desarrollado una
posición crítica y política?

R: Primero una postura personal que, supongo yo, orientó mis preferencias bibliográficas
hacia una filosofía marxista de la historia. Esta me convenció de que la literatura no se
puede estudiar sin tener en cuenta el flujo de la totalidad histórica en el cual está inmersa.
Remito al decenio de los años sesenta que fue un período de efervescencia teórica al final
del cual empecé a formular mis propias proposiciones, período en el cual sobresalen, en el
campo de la lingüística y la crítica literaria, una serie de personalidades científicas
comprome-tidas (Althusser, Balibar, Barthes, Chomsky, Foucault, Goldmann etc.) que han
influido mucho en mi formación. Se impone una concepción del texto radicalmente nueva
que sustituye al criterio de verdad por el de validez. La noción estrecha que se tenía de lo
que es el sentido como algo estable y unívoco se cuestiona a partir de las posturas
freudiana, lacaniana y marxista. Este decenio está en su apogeo en lo que se llamó “el
movimiento de 1968”, en el cual me comprometí personalmente como responsable sindical
y que impulsó, entre más efectos, una serie de experiencias pedagógicas de alcances cívicos
a veces. Por mi parte organicé fuera del recinto universitario se-minarios semanales de
crítica fílmica para los estudiantes de maestría y abiertos a todos. Además, y creo que esto
es lo esencial, mis proposiciones teóricas implicaban la necesidad de tratar de sacar a luz
los trayectos ideológicos que están en el trasfondo de los textos de ficción y que no somos
capaces de entender a primera vista, aunque sí tienen un fuerte impacto a nivel del no-
consciente. Y claro que esta perspectiva se podía y se puede aplicar a cualquiera de los
discursos periodísticos o políticos que nos abruman diariamente. Así la sociocrítica se les
presenta a los estudiantes como una formación capaz de enseñarles cómo liberarse de las
enajenaciones ideológicas. Esta dimensión cívica puede explicar el interés que suscitamos
en los medios intelectuales y universitarios en América Latina.

IyF: ¿Qué significan para usted palabras como ‘postmodernidad’ y ‘mundialización’?.

R: Para mí, son dos ideologemas que remiten a lo mismo aunque pertenecen a dos
contextos semióticos distintos. La propia expresión de postmodernidad indica que su
significación depende de lo que precede, o sea de la modernidad. El prefijo post sugiere
juntamente un balance, una herencia y una fractura o sea un campo nocional estructurado
en torno a la continuidad y la ruptura, lo cual no era el caso de la noción de modernidad ya
que ésta describía, o por lo menos parecía describir, una ruptura radical con el pasado.
106
Moderno en efecto no significa nuevo: lo nuevo está destinado a transformarse en viejo y
sugiere un movimiento cíclico; lo moderno está esencialmente connotado como
ruptura..Además este nuevo valor de la modernidad sólo puede surgir en el contexto de una
modernización incompleta. Sólo te puedes sentir moderno cuando aquéllos que te rodean
no lo son. En un mundo donde todos fuéramos modernos ya no habría más modernidad. La
extrapolación o generalización de esta observación nos permite considerar el período de la
modernidad como una modernización incompleta, no compartida, o sea como la
coexistencia, a nivel mundial, de unas realidades que surgen de diferentes momentos de la
historia. El sentimiento de modernidad corresponde, pues, a la interiorización por el sujeto
cultural de los efectos producidos por estas diferencias en el desarrollo económico, que son
factores de conflictos más o menos graves. En este sentido, el fin de la modernidad sería el
fin del proceso de homogeneización. La expresión de postmodernidad transcribe la inte-
riorización por el sujeto cultural de una visión del porvenir que corresponde a este punto
final del proceso que conduce hacia una homogeneización socioeconómica y sociocultural
total. La forma que digamos negativa de la expresión (“postmodernidad”=”ya no es la
modernidad”) se nos presenta como una alusión a un período que no sabemos cómo
designar, algo que se presiente... o se oculta y... se revela descaradamente en el otro
ideologema que es la palabra “mundialización”. El ideologema “postmodernidad” funciona
de esta forma en el discurso social de los últimos treinta años como el prolegómeno de este
otro que es el término de “mundialización”. Éste último además está saturando el discurso
social actual, desde hace unos diez años mientras que, si no estoy equivocado, se empezó a
hablar de la “postmodernidad” a principios de los años setenta. De manera que, para mí, la
palabra “mundialización” revela lo que se agazapaba en el trasfondo de la anterior. Estos
juegos semánticos son muy elocuentes pero el que “mundialización” se haya sustituido a
“postmodernidad” traduce la evolución del proceso, una marcha inexorable hacia la
globalización. Sin embargo, aunque se presentan como estre-chamente vinculados entre sí,
como todos los sinónimos se insertan en contextos semióticos distintos: “postmodernidad”
evoca más bien el plan cultural y además surgió en el campo arquitectural, difundiéndose a
partir de éste en toda la intelectualidad norteamericana antes de irrumpir en Europa.
“Mundialización” pertenece obviamente al campo económico y connota de manera
significativa otros términos que precisamente pone en tela de juicio como
“nacionalización”..En este plan, no se puede pasar por alto la amenaza a los servicios
sociales nacionales. Podemos imaginar que, a corto o a mediano plazo, ya no quedará en las
democracias europeas ninguna empresa nacionalizada. ¿A quién se le podría ocurrir hoy en
día nacionalizar una empresa? ¡Hay que privatizar al contrario a todo trance! ”Mundializar”
significa primero “privatizar”. La oposición con la cual nos estamos familiarizando entre el
concepto de nación y el falaz concepto de mundo me parece mucho más peligrosa de lo que
parece a primera vista ya que acompaña el desprestigio que afecta a la esfera de lo político
y revela que ya el poder no está más en el estado sino en las fuerzas económicas. El éxito
de la mun-dialización pasa por la destrucción de las estructuras estatales, tales como las
conocemos por lo menos hasta ahora. Pero estas estructuras estatales, aunque no son
satisfactorias, son el producto histórico de luchas sociales y en ciertos campos sociales
(salud, enseñanza, servicios públicos...), ya nos damos cuenta de que constituyen, hasta
ahora, un dique contra la codicia capitalista.

IyF: ¿ Cómo interpretar la dialéctica Norte/Sur?

107
R: Precisamente en el contexto que acabo de describir. Norte y Sur no están
económicamente en el mismo tiempo histórico y el sistema capitalista saca su dinámica de
esta fractura, haciendo producir los bienes industriales en países del Sur donde el precio de
la mano de obra es baratísima y transportar después estos bienes a las zonas de consumo, lo
cual, además de que tales flujos continuos y nutridos de transportes contribuyen
gravemente a la contaminación del planeta, destruye, en el Norte, millares de puestos de
trabajo y genera crisis económicas y sociales generalizadas. En contra de lo que a veces se
pretende, los que se benefician de estas “deslocalizaciones” no son los trabajadores del Sur
cuyos salarios no crecen y que siguen tan explotados como antes, amenazados a su vez al
contrario por nuevas des-localizaciones, caso de que se organicen para defender sus
derechos. Es que siempre hay una zona más “interesante” para des-localizar. Lo vimos
recientemente con el caso de las maquiladoras mexicanas que quedaron afectadas por las
condiciones de producción Excep-cionalmente “interesantes” ofrecidas por China. Para
contrarrestar ese proceso quizás se tendría que establecer o re-establecer impuestos
aduaneros suficientemente altos para que resulte más caro producir fuera que dentro de la
zona de consumo. Pero ¿a quién se le va ocurrir esta solución totalmente contraria a la
visión del neo-liberalismo? No sé, por mi parte, además, si es posible esta solución y hasta
si sería moralmente aceptable; lo único que quiero señalar es la total coincidencia que así se
ofrece a la vista entre los intereses del capitalismo y un discurso ideológico que se organiza
en torno a una sistema de nociones coherente (mundialización por medio de la demolición
de las barreras aduaneras, desprestigio que afecta a los conceptos de nación o de estado
etc.). Hay que observar además que si las mercancías circulan libremente a pesar de las
consecuencias que dicha libertad provoca, la circulación de los seres humanos entre el
Norte y el Sur es cada día más limitada. Que yo sepa, esta separación entre zonas de
producción y zonas de consumo es algo nuevo, en la historia de la economía: decía Ford
que él fabricaba coches para que sus obreros los comprasen. En efecto ¿por qué fabricar
bienes económicos si la gente no los puede comprar? De generalizarse el empobrecimiento
de las poblaciones en las zonas de consumo, antes de que se enriqueciesen los
consumidores potenciales de los países llamados del “Tercer Mundo”, el capitalismo se
encontraría en una situación de contradicción total en donde estaría condenado a
desaparecer. Entonces ¿qué perspectivas tenemos a más o menos largo plazo? Claro que es
muy preocupante la situación de pobreza y, a veces de extrema pobreza, de los países del
Sur pero todos los discursos oficiales o contradiscursos de los “altermondialistas” no me
parecen plantear la cuestión de manera clara: para los países del Sur lo único que se puede
“esperar”, en las circunstancias actuales, es la constitución, en los países calificados de
“emergentes”, de una burguesía artificialmente creada, o sea una burguesía que no haya
surgido del proceso histórico interno sino una burguesía creada e “instrumentalizada” por el
capitalismo internacional en servicio de sus intereses.. Se trata en realidad de una nueva
forma del neo-colonialismo instituido y manipulado por los Estados Unidos en el cual
participan los europeos.

IyF: Además de una Europa de mercados ¿es posible una Europa social?

R: Observar el proceso de la construcción de Europa dentro del contexto que acabo de


privilegiar puede provocar graves preocupaciones ya que cada estado está abandonando
poco a poco los diversos campos en que hasta ahora ejercía su soberanía y cada vez se
debilita más como estado. Por otra parte, y de manera correlativa, se va desarrollando una
108
campaña que pone en tela de juicio y que tiende a restringir sus capacidades de
intervención como “Estado benefactor”. Notemos de paso que los dos calificativos que se
emplean corrientemente hoy de “estado pro-videncial” o “estado bienhechor” ya remiten a
un punto de vista crítico ya que tanto el uno como el otro significan que se le otorga al
ciudadano - un ciudadano irresponsable y pasivo- algo que no se merece, mientras que, en
la segunda mitad del siglo XX, este “estado benefactor” ha sido impuesto por una serie de
luchas sociales, ha protegido (aunque mal o de manera no satisfactoria) a la gente humilde
y ha funcionado como un dique que se oponía al egoísmo de las clases dirigentes. De
manera que asistimos a una delegación de soberanía a otra instancia que es la Comunidad
Europea. Lo malo es que esta instancia, de momento, sólo existe como mercado y las
coerciones específicas del mercado, con el pretexto de favorecer la competencia económica
en la zona europea, lleva a destruir, a más o menos largo plazo, los servicios públicos
nacionales subvencionados por “el estado bienhechor” ¿Qué empresa privada va a aceptar
llevar el correo o la electricidad a los rincones más retirados de nuestros países ya que esos
servicios no son rentables? Estamos construyendo una entidad, socialmente y polí-
ticamente vacía, enteramente sometida al neoliberalismo. Mientras no se cambien
radicalmente las perspectivas políticas, no podemos imaginar el advenimiento de una
Europa social. De momento, hay una contradicción total entre la realidad de lo que es la
Comunidad Europea y el concepto de una Europa social. Por eso, antes de que sea tarde,
sería urgente elaborar una constitución muy distinta a aquélla que se malogró recientemente
o sea elaborar una constitución que sentara las bases necesarias para construir una Europa
social, tratando de salvar y mejorar los avances que las luchas sociales han permitido lograr.
En este plan, cuando contemplamos el panorama político europeo donde dominan los
conservadores, tanto en el parlamento europeo como en los gobiernos de varios paises
¿cómo podría uno ser optimista?.Ni siquiera se ha podido lograr una política fiscal común y
sin embargo los impuestos constituyen el mejor instrumento que tenemos para organizar
una mínima redistribución de los recursos!

IyF: ¿Cómo ve la realidad española?

R: Me parece haber evolucionado de manera impresionante en los dos últimos decenios o


sea desde su incorporación en la Comunidad Europea en 1986 y no como resultado de la
política del Partido Popular. Hay que recordar que España fue, y todavía es, con Irlanda y
Portugal, una de las principales beneficiarias del reparto de los fondos especiales europeos.
Fuera de la tasa de desempleo que es una de las más altas de Europa ( aunque de 1998 a
2001 ha bajado de 18,80% a 13,10%) todos los criterios económicos son positivos ( en
2001, el PNB por habitante había subido a 15.620 dólares y entre 1998 y 2001 las
inversiones extranjeras se han duplicado).El nivel de los precios ha subido bastante,
aparentemente más rápidamente que los salarios. Creo observar que la concentración
urbana se ha acentuado mucho más que en Francia por ejemplo. Lo que me preocupa
personalmente, sin embargo, es la evolución política hacia una regresión a cierta forma de
un neo-franquismo que coincide en algo con la amenaza que representa Le Pen en Francia o
la actual vigencia del partido de Berlusconi en Italia.

IyF: Usted, que conoce extraer-dinariamente bien América desde el Norte al Sur, ¿cree en
las posibilidades cognoscitivas y políticas de lo que se ha llamado post-colonialismo
movido por el motor de la ideología post-occidentalista?
109
R: Es evidente que hay una continuidad entre el período del colonialismo y el panorama
mundial actual y, desde este punto de vista, el término de “postcolonialismo conviene
perfecta-mente. Lo podemos relacionar con el ideologema de “postmodernidad”, ya que
históricamente la modernidad corresponde efectivamente a la expansión del colonialismo.
En la mayor parte del planeta las identidades “nacionales” son el resultado de una serie de
perversiones provocadas por las rivalidades de las potencias coloniales: en 1494, en
Tordesillas, los reyes de España y Portugal se reparten las tierras descubiertas y por
descubrir mediante una línea imaginaria trazada de polo a polo y así nacen los contornos
geográficos de Brasil; Francia e Inglaterra han recortado de manera irracional el continente
africano y el mapa actual exhibe las trazas de las guerras del siglo XIX etc. Las más graves
crisis internacionales actuales, en Afganistán, en Irak, en Palestina, los problemas de la
inmigración, de la “integración”, de las relaciones Norte / Sur... son otros tantos productos,
indirectos -y, a veces, directos- del colonialismo. No se pueden abordar fuera de este
contexto. Ahora bien ¿de qué horizonte discursivo, y, luego ideológico, surgen estos
ideologemas construidos a partir del mismo esquema post? Este prefijo post- transcribe, a
primera vista, un vacío, una ausencia de definición; sirve para introducir definiciones
negativas [“ya no es el colonialismo” “ya no es el oxiden-talismo”] pero, sin embargo, en
estas expresiones, el colonialismo y el occidentalismo siguen funcionando como puntos de
referencia, lo cual significa que sus efectos siguen todavía vigentes, como lo acabo de
señalar además. Para mí, el vacío semántico que implica post- oculta una realidad que es la
realidad del neo-colonialismo. Por otra parte, es difícil decir lo que significa
“postoccidentalismo”. Supon-go que se refiere a la necesaria diversidad de los puntos de
vista, oponiéndose de esta forma a las metáforas del centro y de la periferia previamente
utilizadas. Pero, también en este caso, detrás del ideologema está una realidad muy distinta
que es la realidad del unilateralisme norteame-ricano. Habría que considerar, además, el
contexto discursivo en que se emplean originariamente las dos expresiones: en efecto el
término de “postoccidentalismo” tiene una dimen-sión crítica que, aparentemente, no está
en “postcolonialismo” y que plantea el problema fundamental del imperialismo occidental,
sugiriendo una organización plurilateral del mundo. Yo veo una contradicción entre las
respectivas visiones políticas que sugieren, (ocultación de la realidad en el primer caso,
reivindicación geopolítica en el segundo), contradicción usual en la formación discursiva de
cualquier época. Pienso que el análisis semiótico de esta serie de ideologemas y de la
manera cómo se han sustituido los unos a los otros en los últimos decenios nos puede
ayudar a entender mejor el proceso de la evolución histórica y de este punto de vista tienen
un valor cognoscitivo.

IyF: ¿y África?

R: La presencia del neocolonialismo es más aparente en África que parece tan dependiente
de Europa.

IyF: ¿Qué es ser de izquierda hoy?

R: Le voy a confesar que me siento incómodo a la hora de contestarle porque su pregunta


me interpela como individuo y ciudadano. En efecto, implica una postura intelectual y un
compromiso personal. Le podría decir que ser de izquierda significa, más que todo,
compartir una serie de valores morales como la tolerancia, la justicia, la generosidad etc.
110
pero pienso que tal profesión de fe no es privativa de la llamada izquierda y podría ser
compartida por un humanista o una gente auténticamente religiosa, por ejemplo. Ser de
izquierda debería implicar estos valores pero las nociones de derecha o de izquierda no
atañen, directamente por lo menos, a la esfera de la moral sino a la esfera de la praxis
política. Y a nivel de la praxis hay que distinguir, dos izquierdas, una izquierda reformista y
una izquierda revolu-cionaria. La primera descarta la noción de lucha de clases, piensa que
no se puede ir en contra de las leyes del mercado pero que sí se puede tratar de limitar sus
efectos en el campo social. Una mayoría de los militantes de los Partidos Socialistas
español y francés, por ejemplo, proceden de esta corriente mientras que una minoría se
siente atraída por posturas más radicales, de donde las dificultades que tienen para proteger
su cohesión interna, cuanto más que, para llegar al poder, estos partidos tienen que
proponer un programa que pueda atraer a los sectores moderados del “centro-izquierda”. Lo
malo es que, caso de que hayan llegado al poder, sus objetivos políticos, ya relativamente
limitados, se ven contrarrestados por las mismas leyes del mercado que, precisamente,
decidieron aceptar y su electorado resulta frustrado y decepcionado. En realidad, en efecto,
lo político está sometido a las fuerzas económicas y a la lógica del neo-liberalismo a las que
rechaza al contrario la izquierda revolucionaria. Entonces ¿podemos aceptar una izquierda
que sea simplemente reformista? Si la propia derecha, en Francia por lo menos, maneja
diariamente el concepto de reforma, que hasta ahora era privativo de la izquierda,
aplicándolo sin embargo a preocupaciones y objetivos radical-mente distintos. Por otra
parte ¿es la izquierda revolucionaria utópica? ¿Es ella la verdadera izquierda? Y, si es pura
utopía, ¿cuál es su función objetiva en la praxis política? En efecto, después de la caída del
muro de Berlín y de los fracasos de las diversas experiencias comunistas ¿existe una
alternativa al capitalismo? ¿Es posible “otro mundo”? Frente a estas contradicciones ¿cuál
puede ser mi compromiso o nuestro compromiso personal? La solución, a largo plazo, pasa,
a nivel del planeta, por una toma de conciencia colectiva, que tratan de promover los
militantes altermundialistas. En un nivel mucho más limitado y de mucho menos alcances,
la sociocrítica, por tratar de enseñar a los estudiantes cómo funciona la enajenación
ideológica, aspira a participar en este movimiento de emancipación.

En el margen de la escritura el sueño: a


propósito de Viridiana de Luis Buñuel Por
una aproximación al texto cultural
Jueves 22 de marzo de 2007, por Edmond Cros

 Morfogénesis

 Texto cultural

Por una aproximación al texto cultural

111
Definiremos el texto cultural como un fragmento de intertexto de
un determinado tipo, que interviene según modos específicos de fun-
cionamiento en la geología de la escritura. Se trata de un esquema
narrativo de naturaleza doxológica en la medida en que corresponde
a un modelo infinitamente retransmitido, el cual, como consecuen-
cia, se presenta como un bien colectivo cuyas marcas de identifica-
ción originales han desaparecido. Las incontables manipulaciones de
que dicho esquema ha sido objeto provocan en su contorno incesan-
tes rectificaciones de los componentes secundarios y originan series
de variantes; éstas refuerzan paradójicamente la inalterabilidad de
su núcleo semántico, constituido a su vez por concreciones semióticas
que mantienen entre sí relaciones no susceptibles de sufrir altera-
ción alguna. La invariabilidad del sentido de ese núcleo semántico
estable está protegida por la extrema labilidad de los elementos pe-
riféricos. La una da la medida de la otra.
El texto cultural –tal como yo lo entiendo– no posee verdadera
vida autónoma. No existe más que reproducido en un objeto cultural
con la forma de una organización semiótica subyacente, que sólo se
manifiesta fragmentariamente en el texto emergido a través de hue-
llas imperceptibles, fugaces, susceptibles de un análisis sintomático
en cierto modo. Su funcionamiento viene a ser como el del enigma:
es enigma en sí y marca en el texto un enigma. Enigma en sí, en la
medida en que juega con elementos –las relaciones entre concrecio-
nes semióticas– donde se ha cristalizado y condensado la esencia de
una significación, la cual sólo es accesible en el contexto de un con-
junto estructural. Está cifrado en el texto en forma de una pregunta y
su desciframiento es el primer elemento de un nuevo enigma.
Aquellos a quienes interpela de este modo deben saber, conocer
y reconocer al menor indicio; cuanto más débiles son los indicios,
mayor es “el placer del texto”, más elevado el grado de adhesión a lo
colectivo y la fusión entre el destinador y el destinatario en el seno
del mismo sujeto. Conocemos esas conversaciones íntimas donde nos
comprendemos con medias palabras y comunicamos al límite del si-
lencio, charlas mundanas donde el juego implícito consiste en notar
el menor indicio discursivo sin parecer prestar atención y en devolver
la pelota en la medida de lo posible para hacer saber que hemos reci-
bido el mensaje, codificar a nuestro turno para señalar nuestra perte-
nencia al grupo. El funcionamiento del texto cultural forma parte de
ese tipo de fenómenos.

En el margen de la escritura el sueño: a propósito de Viridiana de Luis Buñuel

Voy a analizar las modalidades del funcionamiento de este fenó-


meno en una película de Luis Buñuel, Viridiana (1961), donde inter-
vienen una serie de textos culturales.

1. Caperucita roja
112
Se trata de un “cuento de advertencia”. La mayoría de las versio-
nes folklóricas precisan que los padres han advertido a la niña del
peligro que representa el lobo. Al mismo tiempo que se refiere a la
fiera, la palabra debe ser tomada en sentido figurado. En el texto de
Perrault, la moraleja no permite dudas sobre este punto:

"Digo el lobo, porque todos los lobos “no son de la misma espe-
cie” [...] Pero, ¡ay! Quién no sabe que esos lobos zalameros son
los más peligrosos de todos los lobos."

Como ha observado perfectamente Barchilon (1975), el autor juega


hábilmente con esta ambigüedad:

"[...] Pero enseguida la ambigüedad se precisa. Seguramente ya


se encuentra en la mayoría de versiones orales en las que el
lobo le pide a la niña que venga a acostarse con él." (Soriano, 1968, págs.155-156)

Una madre que enuncia una prohibición (no salirse del camino,
no correr por el bosque), una niñita que la transgrede, una abuela
enferma a quien la niña debe llevar dulces y cuya cabaña constituye
el objetivo a alcanzar, el correteo por el bosque y el encuentro con el
lobo al que Caperucita roja indica dónde vive la abuela, la conversa-
ción con el lobo que acaba comiéndose a la niña. En este esquema
narrativo se inserta el diálogo entre la niña y el lobo que se ha disfra-
zado de abuela tras habérsela comido. La niña se acuesta, y, extraña-
da al ver que su abuela está desnuda, exclama: “Abuelita, ¡qué brazos
tan grandes tienes! –¡Son para abrazarte mejor, hijita!”, contesta el
lobo. Sigue una retahíla de preguntas y respuestas similares sobre
las piernas, las orejas, los ojos y los dientes.
Este diálogo adquiere una importancia desmesurada en relación
con la que debería tener en la lógica del relato. El juego entre el que
se esconde y el que intenta comprender se desplaza del campo de la
experiencia al campo del discurso. El diálogo se convierte en un tor-
neo oratorio. La manera de retrasar el desenlace así como la repeti-
ción de los mismos sintagmas transforman el drama en un juego de
escondite, a la vez infantil y erótico.

Varias concreciones semióticas se yuxtaponen de la misma ma-


nera. La primera, centrada en torno a la transgresión y a su castigo,
está al servicio del Orden familiar y de la Ley. Las fuerzas del mal
únicamente pueden ser vencidas por la obediencia a la Ley; el lobo es
el instrumento del Orden. La segunda se organiza en torno a un mal
ocultado e implica la complicidad del espectador al cual van dirigidos
verdaderamente los sobrentendidos maliciosos y de quien se supone
que percibe la ingenuidad de la futura víctima. El Mal se esconde tras
la apariencia del Bien (“Son para oirte mejor, para abrazarte, etc.”). El

113
pretexto del Bien es la trampa que tienden las fuerzas del Mal. La
tercera plantea el problema de la tentación y del deseo:

"A Caperucita roja se la ama universalmente porque aún siendo


virtuosa está expuesta a la tentación; y porque su destino nos
enseña que si confiamos en las buenas intenciones del primero
que llega, cosa muy agradable, nos exponemos a caer de cabe-
za en una trampa." (Bettelheim, 1976, pág.220)

Tentación de vagar por el bosque, pero también “mortal fascina-


ción del sexo”, según Bettelheim.

"Esta “mortal” fascinación del sexo, sentida como una fuerte


excitación comparable a la mayor de las angustias, es la que va
unida a los deseos edípicos por el padre y a la reactivación de
esos mismos sentimientos con formas diferentes durante la
pubertad." (Bettelheim, pág.225 )

Esta interpretación del cuento coincide con la de Marc Soriano:

"El lobo no ha comido desde hace más de tres días, devora a la


abuelita que es –hay que repetirlo aquí porque es indispensa-
ble– el doblete de la madre. Se puede, pues, admitir sin dema-
siada fantasía que ese lobo que devora (hace el amor con) la
abuelita (la madre) es el propio padre..."(Soriano, pág.435. )

Hay que señalar, por último, el final feliz con que termina el cuento
en ciertas versiones, como por ejemplo en la de los hermanos Grimm,
recogida en el siglo XIX; llega un cazador, sorprende al lobo dormido,
le abre el vientre y saca de él a la niña y a la abuela. De vuelta al
mundo exterior, la niña se promete: “Nunca jamás en tu vida saldrás
del camino para corretear por el bosque cuando tu madre te lo haya
prohibido”. No podemos más que estar de acuerdo con el comentario
de Bettelheim:

"Los niños comprenden de este modo que lo que “muere” de


verdad en Caperucita roja es la niñita que se ha dejado tentar
por el lobo; y que, cuando ésta salta fuera del vientre del ani-
mal, la que vuelve a la vida es una persona completamente
distinta." ( Bettelheim, pág.228.)

Esta fábula es perceptible en Viridiana, en el plano 31 del desglo-


se de Luis Buñuel. La heroína aparece con un pañuelo en la cabeza y
los hombros cubiertos con una especie de capa corta de lana; su si-
lueta reproduce la representación tradicional de la protagonista del cuento. Cuando va del
establo al gallinero, don Jaime, de espaldas,
parece espiarla detrás de una balaustrada, y al verla la saluda; Viridiana
114
le devuelve el saludo: “Buenos días, tío. ¡Cuánto madrugó usted hoy!”,
a lo que don Jaime contesta: “Lo hago para verte más tiempo”. Vi-
ridiana añade entonces: “Le voy a hacer un pastel de monja que se va
usted a chupar los dedos”.
Huellas sutiles, marcas ínfimas pero inconfundibles (silueta, es
para, pastel...), semiótica que debe reconstruirse a partir de datos
extremadamente fragmentarios, adivinanza o enigma.
Las dos estructuras, la del texto cultural y la del texto cinemato-
gráfico, se reproducen una a otra y se descifran recíprocamente. La
madre superiora teme que la salud de don Jaime no sea buena; por
eso ordena a la novicia que vaya a visitarlo, lo cual recuerda el motivo
de la expedición de Caperucita enviada a ver a su abuela que guarda
cama. Más tarde, Viridiana prepara un pastel para don Jaime. Al ale-
jarse del remanso de paz que supone el convento, Viridiana se aven-
tura en el mundo, espacio de toda clase de peligros en el pensamien-
to religioso. Cae de este modo en la boca del lobo. Al final del plano
35 de la película, don Jaime manda preparar las píldoras que le per-
mitirán dormir a su sobrina, y del plano 36 al 46 desarrolla una estra-
tegia de conquista y posesión, haciendo que se ponga un vestido de
novia, pidiéndole que lo despose, obligándola por último a conceder-
le unos minutos. El espectador, como el auditor del cuento, ve cerrar-
se la trampa sobre una víctima demasiado cándida. Pero, ¿se consu-
ma la violación? La ambigüedad del desenlace en las distintas ver-
siones de Caperucita roja (devorada/salvada por un cazador) señala
el enigma central de la película.

Si tras estas observaciones relativamente superficiales que se apli-


can a secuencias narrativas del cuento, se examinan las estructuras,
esas relaciones son más evidentes todavía. El conjunto de la película
de Buñuel es la imagen misma de la transgresión a todos los niveles:
transgresión de tabús sociales y religiosos, de las normas de conduc-
ta, de los valores más frecuentes. Por otra parte, Viridiana ajusta su
conducta a la virtud de obediencia, obediencia debida a su Madre
Superiora, que aplica al principio de la película (“Mi deseo sería no
volver a ver el mundo, pero si su reverencia me lo ordena...”, plano
1), pero de la que se libera más tarde (“No voy a volver al convento, y
por lo tanto no debo más obediencia que la de cualquier católico”,
plano 77). Las peripecias de la acción, en fin, implican dos niveles de
estructuras familiares: una metafórica, la del convento, dominada por
una Madre Superiora, otra ordenada en torno a un sustituto del Pa-
dre, don Jaime, que en cuanto tal, convoca al fantasma del incesto,
aunque no se trate más que de un tío político; este grado de paren-
tesco merece en todo caso ser examinado. El valor auténtico que se
cuestiona en la película es efectivamente la Ley del Padre. (Cf. Bussière-Perrin, 1995.)

¿Qué decir en este caso de esta segunda concreción semiótica


que he señalado en la parte dialogada del cuento, responsable de que
115
el Bien (Es para... mejor) sea el motivo alegado por las fuerzas del
Mal? ¿Cómo no ver que se nos remite así al centro de la problemática
de la caridad tal como la plantea la película? Piénsese en esta otra
fábula en la que Jorge libera, comprándolo, un desgraciado perro
víctima del sadismo de su amo (plano 115): “amarrado bajo una ca-
rreta, el animal se ve obligado a correr, sin respiro, entre las dos
ruedas”, acto que debe asociarse al plano que sigue, en el que otra
carreta pasa en el sentido contrario y “atado también entre las dos
ruedas, otro perro trota lamentablemente”.
La manera como Jorge juzga la actitud de Viridiana con los men-
digos que ésta ha recogido (plano119) comenta explícitamente la fá-
bula precedente: “Con socorrer a esos pocos entre tantos miles no
arregla nada”. La condena del acto de caridad es evidente en Viridiana,
pero si la caridad es condenada de esta manera es porque aparece
concebida como un acto de redención. Viridiana ha decidido consa-
grar su vida a socorrer a los menesterosos porque se siente culpable
de la muerte de don Jaime. La conversación que mantiene con la
Madre Superiora (plano 77) no deja dudas sobre este punto (“Sólo sé
que mi tío fue un gran pecador y que yo me siento culpable de su
muerte [...] No tengo nada que reprocharme; sólo sé que he cambia-
do. Con mis débiles fuerzas seguiré el camino que de aquí en adelan-
te me trace el Señor. También se puede servir fuera del convento”).

El fracaso de su conducta caritativa puesta en escena con la re-


belión blasfema y violenta de los menesterosos no debe verse como
un testimonio de denuncia contra la ingratitud de los mendigos y la
negrura del alma humana. La responsabilidad no incumbe a los por-
dioseros sino al hecho de que Viridiana conciba la caridad como una
práctica expiatoria. La caridad así instrumentalizada lleva en sí el
germen de la rebelión, en la medida en que con el pretexto de hacer
felices a los demás o de aliviar el sufrimiento (Es para... mejor), el
caritativo compra en realidad su propia salvación. El Bien lleva en sí,
en cierta manera, el germen del Mal. La parodia de la Cena alcanza
pleno sentido en ese contexto; al intervenir como caricatura de la
comunión, el símbolo más fuerte del acto de amor, señala con toda
claridad el fondo de la cuestión. A la perversión de un valor auténti-
co, asumida por Viridiana, responde como un eco la parodia organi-
zada por los menesterosos. Ésta descifra y permite descifrar aquélla.
Puede reconocerse en estos fenómenos textuales estructurales el
impacto del pensamiento anarquista asimismo responsable de la con-
dena –en Los olvidados y en Tristana entre otras– de la instrumen-
talización similar del valor del trabajo cuando éste es concebido como
medio de integración social o de redención. (Cf. Cros, Edmond, 1987.)
Más adelante me ocuparé de la incidencia en el texto cinemato-
gráfico de las dos últimas concreciones semióticas que marcan el
cuento; la primera se organiza en torno al sema de la metamorfosis,
la segunda en torno al deseo edípico.
116
La tentación (planos 8 y 9)

Mientras que don Jaime, con el rostro abstraído y en éxtasis,


toca el armonio, Ramona espía a Viridiana por el ojo de la cerradura
de su habitación. En el plano precedente Viridiana se ha desnudado,
se ha quitado las medias negras con gestos más propios de una se-
ductora que de una religiosa. Ramona comenta lo que ve:

“¡Se hizo la cama en el suelo, señor! En la maleta trae algo así


como espinas. Su camisa de dormir es de lino muy basto; le debe arañar la piel... ¡Una piel
tan fina!”. Jaime, que parece prestar atención de repente, continúa tocando [y le pide a la
sirvienta que se retire] ¡Anda, anda! Retírate ya...” (Las cursivas son mías)

No hay duda de que los gestos de Viridiana no son perceptibles


por don Jaime; no obstante se combinan con las palabras de Ramona
en los efectos de sentido para reproducir la imagen de la seductora,
mediatizada por la sirvienta. Por otra parte, el rostro extático de don
Jaime, al igual que el recurso del armonio que connota la práctica
religiosa, santifican en cierto modo al personaje, más aún cuando, en
este contexto, la orden de retirarse que le da a Ramona en el momen-
to en que ella lo tienta (una piel tan fina) resuena como un ¡Vade
retro!.
Conviene comparar estos dos planos con el plano 40 (gran acer-
camiento de manos femeninas pelando una naranja). Semejante en-
foque que deja el rostro en la sombra, así como la peladura que se
desenrolla como la espiral de una serpiente, y el que ese plano siga
de cerca a la escena de sonambulismo durante la cual Viridiana entra
en la habitación de don Jaime, son otras tantas marcas más o menos
legibles a través de las cuales se manifiesta un texto cultural.
Tentación de Cristo por Satanás y de Adán por la coalición de la
serpiente y de Eva. Así se inscriben en la película otros dos textos
culturales según el modo habitual de la fragmentación y del esbozo
apenas perceptible, al límite de la legibilidad. Ahora bien, estos nue-
vos textos invierten los roles que parecen interpretar en otras esce-
nas los dos personajes principales: la novicia seductora, representa-
da en una escena desnudándose, se vuelve objeto de deseo, instru-
mento de Satanás, con una forma o con otra, y por lo tanto, de cierta
manera, diabólica. Nótese que también aquí semejante intercambia-
bilidad del Bien y del Mal, de Jesús y de Satanás, confirma una vez
más la influencia del pensamiento anarquista.

Como lo muestran los ejemplos que preceden, analizar el funcio-


namiento del texto cultural resulta extremadamente interesante. En
efecto, éste se articula con el texto superficial casi esencialmente por
sus estructuras. El juego mutuo de sus estructuras respectivas es lo
que permite en cierto modo comprobar su presencia y medir el im-
pacto, lo cual tiende a confirmar la importancia que adquieren algu-
117
nos elementos mórficos en el establecimiento de los campos mor-fogenéticos. (Sobre esta
cuestión, veáse Cros, Edmond, De l’engendrement des formes). En el caso que nos ocupa,
dos elementos aparecen como
vectores estructurales fundamentales: la transgresión de la ley del
Padre y la ambigüedad del Bien y del Mal.

2. Cenicienta

El plano 76 muestra el interior de la habitación de Viridiana: una


cama de hierro, una mesa de madera blanca, un tocador sin espejo.
Colgadas en la pared hay una cruz de madera y una corona de espi-
nas. Viridiana está lavando el suelo. Ramona le trae una colación que
se reduce a un plato de verdura, un vaso de leche y un trozo de pan.
De pronto se oye en off el ruido de un automóvil que se detiene.
Ramona mira al exterior por la ventana abierta, dos religiosas entran
en el edificio. Una de ellas es la Superiora del convento de Viridiana.
En este plano interfieren dos representaciones tópicas:
a. la primera opone Marta, símbolo de la vida activa, a María,
dedicada a la contemplación y al rezo. La película, desde este punto
de vista, parece traducir la evolución de la protagonista desde el mo-
mento en que se prepara a pronunciar sus votos (María) hasta el ins-
tante en que decide consagrarse a la caridad activa (Marta).
b. la figura de Cenicienta es connotada varias veces en otros pa-
sajes: cuando Viridiana aparece en el rincón de la chimenea, cuando
llena una cesta de ceniza o cuando don Jaime le pone un zapato de
novia que le viene a la perfección. Esta figura parece tener un impac-
to más importante que la precedente en la semiosis, en la medida en
que sus efectos se manifiestan en el plano estructural.

Se me objetará que aquí no se ha respetado nada del esquema


narrativo del cuento, pero precisamente el texto cultural, tal como yo
lo concibo, no interviene a nivel de esos esquemas y ésto es lo que lo
distingue del intertexto ordinario. [ Para que las cosas estén más claras, precisemos que ni
La Cena de Leonardo de Vinci ni El Mesías de Haendel son considerados como textos
culturales.] En Viridiana no son más que intertextos. Sólo conserva los sujetos lógicos de
las funciones y las propias funciones, una vez eliminadas las variables semánticas o
psicológicas. En ambos casos (Viridiana y el cuento) el poder es asumido por una madre
falsa, ya se trate de una madrastra acompañada por sus dos hijas naturales o de una Madre
Superiora escoltada por su hija espiritual. Y por encima de ese poder se ejerce un poder
superior, el del Príncipe (Cenicienta) o el de don Jaime, Cristo y Satanás a la vez, que se
presentan como otras tantas
transformaciones de la figura paterna.
El juego de esas concreciones semióticas de las que hablaba más
arriba y de las relaciones que esas mismas concreciones establecen
entre ellas aparece aquí claramente; señala una significación perfec-
tamente reconocible en sus efectos: lo que está aquí en tela de juicio
es justamente la problemática del poder en una estructura familiar
118
desestabilizada como la de Cenicienta o la de Viridiana por la ausen-
cia aparente del padre (madrastra, tío por alianza, abandono de los
hijos naturales; en ciertas versiones de Cenicienta, el padre está com-
pletamente sometido a los caprichos de su segunda esposa y abando-
na a su hija). Las funciones que resultan de los esquemas narrativos
originales tienen una trayectoria autónoma y se desplazan de un per-
sonaje a otro. En el caso que nos ocupa, el impacto del cuento irradia y afecta a otras zonas
textuales.

a- el zapato

La mayoría de los textos culturales privilegian lo que puede apa-


recer a primera vista como detalles. Son esos detalles los que au-
tentizan el esquema narrativo y garantizan con mayor eficacia su
circulación; sin ellos, el esquema narrativo no podría ser reconocido,
y al no serlo quedaría sometido a modificaciones que alterarían irre-
mediablemente la significación. Las consideraremos, pues, como ele-
mentos estructurales esenciales. Hemos visto lo que ocurría en Cape-
rucita roja a propósito de la repetición del sintagma (¡Qué [...] tan
grandes tienes! – Son para [...] mejor). En Cenicienta, el zapato tiene
esta función: todas las jovencitas casaderas del reino se lo prueban y
sólo le sirve a Cenicienta. Este simbolismo de la adecuación del zapa-
to al pie debe ser retenido en el plano 18 cuando don Jaime, tras
quitarse los suyos, intenta calzar uno de los de satín de doña Elvira,
zapatos que lleva Viridiana en el plano 42 cuando aparece vestida de
novia. La puesta en escena del zapato es significativa: sentado en
posición de recogimiento, el rostro extático, don Jaime tiene el zapa-
to en las manos abiertas y lo propone como en una custodia a un
personaje ausente que podría ser doña Elvira o Viridiana o, más bien,
que es doña Elvira y Viridiana. El fetichismo buñueliano del pie, cu-
yos indicios en la película son recurrentes, se renueva de este modo
en la semiótica dispersa del cuento.

b- la metamorfosis

Todo el cuento se ordena en torno a la metamorfosis de la calaba-


za, de los ratones, del gato en carroza, en caballos o en postillón, pero
además y sobre todo, metamorfosis de la joven pobre en bella prince-
sa por obra de un poder sobrenatural. El término se impone, asimis-
mo, a la mente en el caso de Viridiana, monja transformada en objeto
de deseo y en instrumento (cf., más arriba, la tentación): “¡Ya no po-
drás volver al convento! ¡Ya no eres la misma que salió de allí!”. El
sema de la metamorfosis se articula, en la película, con el de la ini-
ciación, y alimenta toda una micro-semiótica del tránsito, del um-
bral, presentado como una frontera que franquear, destinada a ser
franqueada o transgredida definitivamente. Nótese la coincidencia

119
que se establece de este modo con la versión de Caperucita roja reco-
gida por los hermanos Grimm (cf. supra).

c- el padre desalmado

Cenicienta, consignado por escrito por primera vez en China el


siglo IX a. de J. C., es probablemente el cuento de hadas más difun-
dido del mundo. En un gran número de variantes, Cenicienta huye de
su padre que quiere desposarla: “En otro grupo de cuentos –escribe
Bettelheim– es relegada por su padre que considera que ella no lo
quiere tanto como él lo desearía”, esquema narrativo que Bettelheim
interpreta como la copia exacta de las fantasías propias de todas las niñas
en las que éstas querrían, sin sentir remordimiento alguno,
que su padre las despose; al mismo tiempo pretenden no hacer
nada para despertar sus deseos. Pero en el fondo saben muy
bien que quieren que su padre las prefiera a ellas, no a su
madre, y estiman que merecen ser castigadas por ello, de ahí
en su fantasía, su huida, su destierro y la degradación de su
existencia que se vuelve semejante a la de Cenicienta. (Bettelheim, págs.306-307.) La
convergencia entre Caperucita roja y Cenicienta, que en este punto estamos sacando a la
luz, define ambos cuentos como copias
exactas de las fantasías propias de todas las niñas y vinculados a los
deseos edípicos por el padre. En semejante sistema, el sema de la
tentación está acentuado por la manera como son convocadas las
escenas de tentación del Paraíso terrestre (la manzana de Eva) y de
Cristo (Vade retro). Esta convergencia, como veremos, descifra el tex-
to cinematográfico de un modo que no deja de ser interesante. Para
intentar demostrarlo voy a referirme a otro texto cultural, el de La
bella durmiente del bosque.

d- La bella durmiente del bosque.

M. L. Tenèze compara el cuento de Perrault con el Pentamerone


de Basile y con dos obras anónimas del siglo XIV, la historia de Troylus
y la bella Zellandine del libro III de Perceforest y el cuento catalán
Frère de Joie, Soeur de Plaisir. En estas tres versiones, un sueño má-
gico impide que la bella se dé cuenta de que hace el amor con el
Príncipe Azul y da a luz mientras duerme. Marc Soriano asocia este
tema a la situación de la Virgen María:

"Esta joven dormida en su pureza y que concibe sin darse cuen-


ta, es decir sin placer y sin pecado, se encuentra en suma en la
situación de la Virgen María, a la vez Virgen y Madre."(Soriano, págs.129-130.)

El plano 50 de la película de Buñuel ofrece una representación


plástica de la bella durmiente del bosque. Don Jaime y Ramona han
depositado a Viridiana sobre el lecho. Don Jaime cruza las manos de
120
la joven sobre su pecho, le junta los pies, arregla los pliegues de su
vestido. El texto del desglose de Buñuel precisa que “Viridiana parece una bella estatua
yacente”. En el plano 52, “don Jaime no cesa de
mirar el cuerpo inmóvil de la muchacha, acaricia sus cabellos y su
frente y acercando su rostro, junta sus labios a los de ella en un beso
dulce y prolongado”. Sabemos que Viridiana se ha dormido por obra
de una pócima mágica (unas píldoras blancas en una taza de café) y,
cuando se despierta, su tío pretende haberla poseído mientras ella
dormía (“Tuve que forzar tu voluntad. Sólo así he podido tenerte en-
tre mis brazos”).

El texto cultural que se manifiesta, irradia a su vez y convoca a la


figura de la Virgen María para cuya representación el cojo pide posar
a Viridiana; el Angelus del plano 127 recuerda precisamente que ha
concebido por obra del Espíritu Santo, es decir, “sin placer y sin peca-
do”.

Indiciada por una de esas marcas imperceptibles que he mencio-


nado más arriba, la figura de la bella durmiente del bosque reactiva
la pregunta que no cesa de formular el texto cinematográfico: nueva
Virgen María o nueva bella durmiente, ¿Viridiana ha hecho el amor
durmiendo... o soñando? Devuelta a la realidad, ¿se ha metamorfo-
seado? (“Sé que he cambiado... Ya no eres la misma...”) ¿Cómo puede
no haber hecho nada malo y sentirse culpable, sin embargo, de la
muerte de su tío? El cuento acentúa de este modo el enfoque que
pone en evidencia la problemática de la culpa en sus relaciones con
el deseo.

La serie de textos culturales que he sacado a la luz –y que nos


remiten a un corpus homogéneo de cuentos de hadas– muestra la
sobredeterminación que en la película afecta a la vez a la noción de
culpa y al sema de la metamorfosis. Ahora bien, otros enfoques críticos permiten considerar
la una y el otro como elementos morfoge-
néticos esenciales de la película.

Tomemos el caso de la culpa: decía que esta noción está sobrede-


terminada en la medida en que cada uno de esos textos culturales la
declina con formas múltiples (la culpa original de Eva, la victoria de
Cristo sobre la tentación, la transgresión de Caperucita y su castigo,
el castigo de la madrastra en Cenicienta, la inocencia de la Bella Dur-
miente...). Ahora bien, esta misma noción se encuentra en todos los
niveles del texto cinematográfico: Viridiana dice ser culpable pero se

 203 -
niega a precisar los motivos de su sentimiento de culpabilidad. ¿Ha
sido víctima del lobo feroz? ¿Ha sucumbido al deseo de ser devorada

121
por su tío? A estas preguntas, los textos culturales implicados dan
todos la misma respuesta. Sugieren asimismo un vínculo de paren-
tesco más fuerte que el que une a una joven con su tío político y es
esto lo que sin duda me ha conducido a hablar de incesto. ¿Podría ser
Viridiana hija de don Jaime? (A. Bussière-Perrin, 1995.) Por otra parte, ¿debe
atribuirse esta culpa –eventual– de Viridiana a una metamorfosis que ha sufrido?
¿Viridiana ha cambiado o ya llevaba dentro el Mal? Estas preguntas nos conducen
de nuevo al pecado original y a la fundamental ambigüedad del Bien y del Mal.

Los respectivos enigmas de estos diversos cuentos, descifrados a


este nivel como fantasías del deseo edípico, refuerzan la interpreta-
ción que consiste en sugerir que la protagonista quiere expiar la cul-
pa inconfesable de su deseo incestuoso. Pero esta interpretación se
manifiesta solamente como posible, un posible centrado consecuen-
temente en el enigma de la culpa.

Los enigmas de los textos culturales indican, pues, como puede


verse el enigma mayor de la película: cuando se hallan insertos como
textos culturales, los cuentos de hadas se convierten en las fábulas
de otro relato, conservando al mismo tiempo su mensaje original. Al
disfrazar sus significaciones en forma de relatos para niños, los cuentos
plantean enigmas que el texto manifiesto (en este caso Viridiana)
descifra a su modo, esto es, diciendo sin decir, lo que equivale a pen-
sar –como escribía más arriba– que este desciframiento es, como he-
mos visto, el primer elemento de un nuevo enigma.
¿Es inherente al texto cultural el no ser perceptible a simple vis-
ta? ¿Estamos condenados a realizar un análisis de las estructuras
textuales para comprobar su presencia? Todo conduce a pensarlo, y
para convencerse basta observar de nuevo sus modos de funciona-
miento tal como acabamos de examinarlos. Estos modos suponen, en
efecto, una semiótica dispersa y fragmentaria; cada uno de sus ele-
mentos aislados se integra en diversos conjuntos del texto englobante,
los cuales intervienen en la semiosis y forman parte, pues, de la mor-
fogénesis.

Esta misma fragmentación dota al texto cultural de una extraor-


dinaria capacidad de condensación: condensa el sentido profundo de
los esquemas narrativos de los que procede y, al mismo tiempo, con-
densa el sentido del texto englobante. En todos los ejemplos que he
aportado, veo tanto al uno como al otro (texto englobante y texto cul-
tural) desplegarse simultáneamente ante mi vista, cualquiera que sea
el que analice.
Desde este punto de vista se habrá notado que el texto cultural
funciona con relación al texto englobante de manera completamente
semejante al modo de funcionamiento que opera en el sueño entre el
texto latente y el texto manifiesto. Podría deducirse de ello que el
interés que Buñuel manifiesto por los mecanismos del inconsciente
122
es responsable de tales fenómenos y que las conclusiones que se
deducen del análisis de Viridiana no son generalizables. Sin embar-
go, yo sostengo la hipótesis de que sí lo son, admitiendo al mismo
tiempo que el funcionamiento que saco a la luz en la película aparece
de una forma excepcionalmente marcada. ¿Hay que concluir de ello que en toda escritura se
abre un espacio de semiosis regido por los mecanismos específicos del sueño? A un
inconsciente que funciona como el lenguaje parece responderle, como un eco, una escritura
que funciona, al menos en parte, como el sueño.

Agradezco a Annie Bussière-Perrin y a Monique Carcaud-Macaire


el haberme puesto tras la pista de Caperucita roja, de Cenicienta
(A. B. P.) y de La bella durmiente del bosque (M.C.M.).

Bibliografía

Barchilon, Jacques, Les contes merveilleux français de 1690 à 1790,


Paris, H. Champion, 1975.

Buñuel, Luis, Viridiana, prólogo de Georges Sadoul, México, Edicio-


nes Era, S. A., 1966.

 205 -
Bussière-Perrin, Annie, “Les liens inavouables” in Tigre, n°8, L’énigme,
Grenoble (oct. 1995).

Bettelheim, Bruno, Psychanalyse des contes de fées, Paris, Robert


Laffont, collection “Réponses”, 1976.

Cros, Edmond, “Formation discursive et déconstruction idéologique


dans Los olvidados” in Luis Buñuel, Los olvidados, Montpellier,
CERS, Co-textes n°12, mayo 1987, págs. 121-133.

Cros, Edmond, De l’engendrement des formes, Montpellier, CERS,


1990.

Soriano, Marc, Les contes de Perrault, Paris, Gallimard, NRF, 1968.

[Tomado de Edmond Cros, El Sujeto cultural, Medellín, Fondo editorial EAFIT, 2002]

El impacto del sujeto cultural en la novela española actual (1975-2000)

Annie Bussière
Institut International de Sociocritique

El corpus seleccionado está constituido por las once novelas si-


guientes:

123
Juan Goytisolo: Makbara (1981), Las virtudes del pájaro solitario
(1988), El sitio de los sitios (1995)
Javier Marías: Todas las almas (1989)
Juan Marsé: El amante bilingüe (1990)
Juan José Millás: La soledad era esto (1990) Volver a casa (1990)
Antonio Muñoz Molina: Beatus Ille (1986), El invierno en Lisboa
(1987), Beltenebros (1989)
Manuel Vicent: Balada de Caín.

En un primer apartado, privilegio el análisis de algunas catego-


rías textuales: sujeto de la enunciación, personajes, comparaciones,
sintaxis y modalidades específicas de la escritura, para tratar de sa-
car a luz el sistema semiótico en el que están codificados los contor-
nos de la representación del sujeto cultural implicado.

Nótese primero que las estrategias textuales observadas en todo el corpus se organizan en
torno a un juego de espejos y de difracciones. Tal es el caso de la instancia de enunciación
cuya identificación viene problematizada por la alternancia de los relatos en tercera y en
pri-
mera persona en El amante bilingüe de Juan Marsé, por ejemplo, con
la introducción del género epistolario en J.J. Millás (La soledad era
esto, Volver a casa) y en la producción de Juan Goytisolo, donde la
escisión del sujeto aparece ya en 1966 (Véase en Señas de identidad el uso del yo y del tú)
y perdura a lo largo de la obra. Por otra parte, el
juego de los pronombres personales es la clave de bóveda de la estra-
tegia de desorientación enunciada de manera explícita en un fragmento de Juan sin tierra,
titulado yo/tú:

«mudan las sombras errantes en vuestra imprescindible horma huera, y hábilmente podrás
jugar con los signos sin que el lector ingenuo lo advierta» (Juan Goytisolo, 1977).

Dicho proceso de confusión entre las personas contamina todas


las categorías textuales y, más especialmente, la representación del
tiempo, produciendo por ejemplo en El amante bilingüe un enuncia-
do agramatical del tipo de “Hoy se sentaba”, donde el presente de
narración coincide con el imperfecto. Edmond Cros (1995) ha señala-
do cómo funciona en Beatus Ille un proceso de confusión que afecta
al sujeto de la enunciación y contamina todas las categorías textuales
generando unos efectos que pueden compararse con el fundido en-
cadenado en donde llegan a confundirse, el uno con el otro, el perso-
naje y el narrador. Esta problematización de la identificación del na-
rrador hace desviar la búsqueda de la identidad hacia la encuesta
policíaca; así es como la intriga se construye en torno al asesinato del
personaje de Mariana y los distintos testimonios discrepan hasta el
momento en que coinciden todos para designar al autor del asesina-
to. Para Edmond Cros esta sistemática atañe a la estructura del texto
y es ésta la que convoca las coerciones de la novela policíaca.
124
Beatus Ille mantiene el suspense hasta la anagnóresis final en
que Minaya, que investiga para escribir la biografía del poeta repu-
blicano desaparecido, descubre que todos los indicios y documentos
que ha ido descubriendo a lo largo de su encuesta han sido forjados
por el impostor Solana. Simultáneamente el lector se entera de que el
narrador de Beatus Ille es el mismo Solana. Búsqueda de identidad,
encuesta, enigma policíaca funcionan sobre el mismo esquema (con-
fundir/enmascarar). Finalmente la novela se nos aparece como un
simulacro de novela policíaca en la que la no-coincidencia no deja de
cuestionar la coincidencia y socavar la búsqueda de lo verdadero, de
tal manera que el texto se desvanece en esos efectos ilusorios en
donde lo verdadero y lo falso vienen a confundirse.
Es el caso también en El sitio de los sitios, que pone en escena la
muerte de un misterioso viajero en un hotel de Sarajevo y la desapa-
rición del cadáver, siendo el único indicio un manuscrito encontrado
en una maleta. La biografía de este hombre, cuyas letras iniciales J.
G. sugieren un parentesco con el autor, es aquello que los co-lectores
de Las semanas del jardín (J. Goytisolo, 1997) tratan de reconstituir
en sus veintiocho versiones diferentes. Planteando el problema de la identidad de
J.G/Eusebio, este relato coloca la encuesta sobre el personaje, el narrador y el autor en el
centro de un juego de pistas inextricable en donde los testimonios contradictorios y
complementarios ponen de relieve el elemento mórfico coincidencia/no-coincidencia que
pertenece al campo morfogenético de todo el corpus.

En Volver a casa la trama se organiza en torno a la desaparición


del hermano gemelo de Juan, autor de una novela por acabar titulada
«Volver a casa». Juan sale a buscar a su hermano para recobrar su
propia identidad, que había cambiado antaño con la suya, e intercam-
biar de esta forma el papel de personaje, al cual resulta condenado
por el papel de autor del cual le ha despojado su hermano.
El esquema a modo de laberinto adoptado en todo el corpus con-
funde las pistas, posterga el resultado de la encuesta, difiere el desen-
lace del enigma, acumulando las digresiones y las bifurcaciones de lo
narrado, de donde el uso recurrente del paréntesis y el recurso a la
práctica del fragmento. En Juan Goytisolo, por ejemplo, el hilo de la
narración está sin cesar interrumpido y reanudado; la unidad del re-
lato se construye a partir de los fragmentos, proceso éste irónica-
mente puesto en escena en Paisajes después de la batalla, donde los
trozos del texto diseminados por una explosión inicial no se reúnen
nunca de manera definitiva conforme a un esquema ordenado y fijo.
De manera general, la difracción del sujeto (narrador, personaje)
está programada en la morfogénesis con la oposición entre el interior
y el exterior, el adentro y el afuera. Así es como en Millás el uso recu-
rrente de la focalización interna asociado con la escasez de diálogos
pone de manifiesto la no-coincidencia del sujeto con la realidad exte-
rior y su encarcelamiento en la fortaleza del cuerpo. J.C. Mainer des-
taca este fenómeno cuándo observa que la novela llamada postmo-
125
derna no refleja la sociedad y que su temática se reduce a unos pro-
blemas de identidad y de relaciones del personaje con su ámbito más
cercano. Comenta la importancia del espacio del cuerpo en Millas:
Las imágenes fisiológicas de Millás, creo que reflejan muy cla-
ramente el miedo a lo que está fuera, el miedo a salir al exte-
rior y la necesidad de volver a su interior, aunque el interior
sea dramático y terrible, pero bastante seguro. Esas inmersiones
de Millás por su propia fisiología expresan una incapacidad de
comercio con la realidad. (Mainer, 1998, pág.55)
El mismo Mainer califica a Javier Marías de “introspectivo y ensi-
mismado egoísta”.
El estatus de la realidad está constantemente cuestionado por los
personajes que evolucionan en campos limítrofes –entre vigilia y sue-
ño, entre recuerdos y realidad, entre razón y locura– a modo de un
border-line, de manera que una duda generalizada socava cualquier
posibilidad de sentar lo verdadero y resolver el enigma inicial. En
Beatus Ille, la memoria de Jacinto Solana introduce un filtro que cues-
tiona la coincidencia de los datos objetivos y de los recuerdos: "No
concuerda el tiempo exacto de los calendarios con el de la memoria".
(pág.44). El protagonista de Volver a casa, por su parte, "se hallaba
cerca de la frontera situada entre el sueño y la vigilia, en la trastienda
de la realidad". En Las virtudes del pájaro solitario (J. Goytisolo, 1986)
una pantalla de TV se interpone en el delirio del narrador protagonis-
ta tendido en su cama de enfermo, mientras que en La Cuarentena
(J. Goytisolo, 1991) el narrador, frente a la pantalla de su TV, incide
en el sueño y se pierde en él sin que vengan a ser explícitos estos
cambios ocurridos en el estatus de la realidad. Finalmente, estos es-
tados limítrofes derivan muchas veces hasta el delirio de la persecu-
ción (Beatus Ille, Volver a casa, El sitio de los sitios), bajo el efecto del alcohol en el caso
de El amante bilingüe.
Hablando del uso de la comparación por Muñoz Molina, Geneviève
Champeau (1997, pág.107) subraya el juego de semejanzas y dife-
rencias que produce esta figura de retórica y la tensión permanente
entre los dos polos que se acercan el uno al otro sin confundirse ja-
más; sin embargo, para mí la coincidencia de los dos opuestos apare-
ce como una esencia o un valor auténtico que sirve de referencia,
pero que no se realiza nunca.
Esta semántica de la difracción en la que resulta rechazado lo
que podría existir se extiende, en Millás, al léxico que así la realiza
concretamente: des-componer, des-asosiego, des-esperación (Millás,
1990b, págs.125-126). Está presente, bajo otras formas, en las cons-
trucciones donde alternan ya y todavía, previsto y resultar, previsto y recuerdo, prevenido y
después de (Marsé, 1999, pág.9) o también en la antítesis de La memoria futura (Muñoz
Molina, 1986), y en otras tantas duplicatas en las cuales cada término evoca dos tiempos
que
se presentan cada vez como desfasados el uno con arreglo al otro:
presente y futuro en ya, previsto, prevenido; presente y pasado en
126
todavía, resulta, recuerdo, después de, memoria. La misma semántica de la difracción se
exhibe en el epígrafe de Muñoz Molina (1986):
Mixing memory and desire, donde se encuentra repetida una vez más
la coexistencia cuestionada de la inmanencia y de la remanencia; se
realiza también en la sintaxis que, privilegiando los giros adversativos
[la mitad vs la otra mitad, unos vs los otros, Millás 1988, pág.94] articulados por no...sino,
sin embargo, introduce una escisión en el seno de la misma frase y genera una
multiplicación de efectos
especulares. El uso de la comparación aumenta este fenómeno. Por
ejemplo, en Juan Marsé, el retrato de Norma –que, por otra parte, es
la copia de una foto– resulta escindido por el articulador adversativo,
lo cual pone de manifiesto la distancia entre el ser y el parecer y, por
consiguiente, la impostura de la máscara:

"una combinación extraña, tan difícil de explicar en Norma: no


que fuese fea, pero que lo pareciese –del mismo modo que no
parecía una mujer rica, y sin embargo lo era, y mucho... (pág.
55) .... Las gafas de cegata le daban un aire de puta desvalida,
sin recursos, pero esta aparencia era desmentida por la ten-
sión del cuerpo, el poder mayestático de los huesos. "(pág.102)

Los giros adversativos [no...pero, no...sino, ni...sin embargo], la


locución comparativa [del mismo modo que], el quiasmo que afecta
ser/parecer, conjugan sus efectos para instituir una microsemiótica
del simulacro.
En todo el corpus se dan unas modalidades de escritura que bo-
rran los indicios distintivos, especialmente entre el discurso directo y
el discurso indirecto [guiones, incisos, rayas...], y privilegian el dis-
curso indirecto libre, o sea, un discurso que media entre los dos dis-
cursos clásicos (directo e indirecto). El discurso directo es minoritario
y, las más de las veces, sólo produce un simulacro en el que un seudo-
diálogo devela su auténtica naturaleza de monólogo.

Lectura psicoanalítica

Difracción, confusión, fragmentación, regresión, etc., constitu-


yen pues otros tantos efectos producidos en todos los niveles textua-
les contemplados en la construcciones poéticas y narrativas más re-
currentes del corpus [viaje iniciático, figuras del doble, del laberinto,
del monstruo, de la máscara, del impostor, del hermano enemigo...].
Se trata de unos efectos producidos por un conjunto de nociones o
valores (sociales y morales) que constituyen un campo morfogenético
cuyo dinamismo viene, las más de las veces, impulsado por el funcio-
namiento de los dos opuestos coincidencia/no coincidencia. Ahora
bien, esta misma oposición se nos aparece como esencial y básica
cuando se analiza el proceso sicofisiológico de la fase del espejo des-
crita por Jacques Lacan, la cual representa la clave de la construc-
127
ción de la identidad.
Remito a la problemática del advenimiento del sujeto tal como la
plantea la teoría sicoanalítica a partir de un concepto céntrico, o sea
el mecanismo de inversión del narcisismo en paranoia. Para Jacques
Lacan, en efecto, en la fase del espejo vienen a coincidir dos tiempos
distintos de la formación del Yo: el niño contempla por primera vez su
imagen reunificada en el espejo; mientras que él sigue sintiendo su
cuerpo fragmentado, su propio reflejo le parece, al contrario, gozar
de un dominio total del suyo. Esta imagen lo fascina, se trata de la
imagen ideal de sí mismo, la cual alimenta su narcisismo, pero se le
presenta también como la representación de otra persona, como un
extranjero que lo domina y lo amenaza, por lo cual su narcisismo se
invierte en paranoia. La fase del espejo es una etapa decisiva en la
historia del sujeto descentrado que, en adelante, se siente como ena-
jenado con arreglo a sí mismo. De este drama entre la enajenación y
la subjetivización surge como consecuencia una discrepancia defini-
tiva entre el ser y el Yo. Este enfrentamiento entre el Yo y el Yo ideal
(la superposición en el espejo del Yo y de su reflejo) genera una riva-
lidad radical y el deseo de matar al otro. La presencia de un tercer
término (el ideal del Yo) es imprescindible para normalizar las rela-
ciones entre el Yo y su doble. Mientras que el Yo ideal es una proyec-
ción imaginaria, este ideal del Yo representa una interiorización sim-
bólica que se construye a partir del significante del padre y viene
constituida por el conjunto de los valores sociales vigentes en la so-
ciedad.

Nos consta, pues, que la fase del espejo se articula sobre el ele-
mento mórfico que hemos calificado de dinámico [coincidencia/no-
coincidencia o inmanencia/remanencia]; el niño en efecto se siente
todavía como fragmentado pero ya se percibe como un cuerpo reuni-
ficado. Caso de que no se haya superado, el componente negativo de
la experiencia acarrea una regresión en la constitución del Yo, un
déficit de subjetivizacion que produce la escisión del sujeto y genera
una serie de dobles y máscaras. El sujeto puede ser indiferentemente
Nadie, como Jacinto Solana en Beatus Ille o todos los demás; no tiene
una identidad fija; la pérdida del otro como parte integrante de sí
mismo constituye una herida sin remedio, como consta en todo el
corpus. El sujeto no reconoce su imagen y ésta se transforma en una
máscara amenazadora, en un impostor que usurpa la identidad del
sujeto y lo persigue.

Durante la fase del espejo, en la inversión del narcisismo en pa-


ranoia, surge la figura del hermano enemigo que señala una falla en
la construcción del ideal del Yo.

Hemos observado que la figura del doble viene generada por la


escisión del Yo que, en algunos casos patológicos de delirio de vigi-
128
lancia, coincide con una instancia crítica hipertrofiada. Este super-Yo
tiránico sustituye al ideal del Yo y opera por medio de la mirada. Aho-
ra bien, en todo el corpus contemplado hemos puesto de manifiesto
la presencia del ojo espía e inquisidor que acecha a su presa, la pre-
sencia también de la mirada tachada o tuerta y otros tantos elemen-
tos recurrentes que atañen a la percepción visual que hemos de in-
terpretar en el contexto de una construcción identitaria perturbada y
de una regresión a la vertiente negativa de la experiencia de la fase
del espejo, entendida como nostalgia del paraíso perdido y de los
territorios míticos de la relación fusional con la madre.

La instancia del super-Yo tiránico opera también en la melancolía


y, estrechamente asociado al narcisismo, señala un fracaso en la
construcción de la identidad, un funcionamiento pervertido del ideal
del Yo como mediación entre el Yo y el Yo ideal (Freud, 1998). La
pérdida de un objeto deseado y querido lleva a una identificación
total del Yo con este objeto introyectado bajo la forma arcaica de la
identificación oral; parte del Yo toma a la otra parte como objeto y la
censura por medio de reproches severos y autodestructores.
El corpus seleccionado ofrece una serie de sujetos que se han
refugiado en sus respectivas fortalezas narcisistas y frente a la pérdi-
da del ser querido reaccionan con un proceso de tipo melancólico:
Jacinto Solana en Beatus Ille, Joan Marés en El amante bilingüe, Juan
José en Volver a casa, el protagonista de El sitio de los sitios.

Lectura sociocrítica

Los efectos de la fase del espejo se articulan en última instancia


con unos fenómenos sicofisiológicos de desfase que generan las imá-
genes difractadas del sujeto que, a su vez, producen narcisismo y
paranoia. Es imprescindible que el ideal del Yo sea suficientemente
fuerte, con puntos de referencia estables y eficientes como para re-
gular este sistema. Hemos observado en nuestra lectura psicoanalítica
que las fallas del ideal del Yo en provecho del Yo ideal producen una
perversión del funcionamiento en la constitución del sujeto. Aunque
esta estructura psiquica básica [yo, Yo ideal, ideal del Yo] puede ser
considerada como un invariante, su funcionamiento viene pervertido
por la re-organización de un campo morfogenético debida a la evolu-
ción del contexto sociohistórico; esta reorganización altera los con-
tornos del sujeto cultural. Tal es la hipótesis que quisiera sentar y
tratar de comentar a continuación.

Para mejor entender de qué se trata, acordémonos de que esta


instancia (el sujeto cultural) viene definida como un espacio comple-
jo de sedimentos heterogéneos cuyos estratos operan conforme a un
ritmo y con arreglo a una historia propios, lo cual nos lleva a abarcar
en una sola visión los contextos españoles que atañen a unos pe-
129
ríodos históricos sucesivos (franquismo, postfranquismo y democra-
cia) y un contexto posterior más amplio representado por el desarro-
llo progresivo del ultra liberalismo. La superestructura ideológica a la
cual me refiero y en la que las evoluciones de la infraestructura no
repercuten de manera forzosamente inmediata y mecánica, revela,
para el período contemplado (1975-2000), algunos trayectos semió-
tico-ideológicos que proceden de estas capas heterogéneas y que se
deconstruyen las unas en las otras. En el trasfondo del caos que cons-
tituyen se puede divisar, sin embargo, una nueva estructura a la cual
se deben atribuir los distintos fenómenos que acabo de mencionar en
mi estudio semiótico anterior. El eje principal que me va a guiar y que
no hemos dejado de observar a lo largo del análisis que precede, es la
antítesis fundamental que opone la coincidencia a la no-coinciden-
cia, la cual en mi estudio sociocrítico cobra la forma de unos fenóme-
nos de dis-sincronía. Estos fenómenos caracterizan en efecto las
modalidades de la articulación de la historia española con la historia
de la Europa occidental, desde el franquismo hasta el postfranquismo
y la institución de la democracia. Es notable el impacto del largo pe-
ríodo 1936-1975, en el plano temático y en la producción de unas
figuras poéticas (la figura de los hermanos enemigos por ejemplo)
pero quizás y sobre todo en el campo de las estructuras profundas
por medio del cuestionamiento del ideal del Yo, y de la figura del
padre más precisamente. La dictadura franquista, en efecto, interio-
rizada como un super Yo tiránico lleva a la desaparición de la figura
del padre, de manera aparentemente paradójica. Se trata de un espa-
cio constituido por un conjunto de nociones sociales y morales y, lue-
go, por unos puntos de referencia cuya pérdida acarrea los procesos
de confusión que hemos observado antes y, más especialmente, la
confusión de los espacios respectivos de la madre y del padre sacada
a luz por Edmond Cros en Demonios en el jardín de Gutiérrez Aragón
(Cros, 1995). Esta indiscriminación resulta re-activada y acentuada
con el desarrollo del ultraliberalismo, justificando las conocidas tesis
de Gérard Mendel (1971).

El elemento principal de la producción discursiva y más repre-


sentativo de la fase socioeconómica del franquismo transcribe, sin
embargo, otra realidad: la de una España que, con arreglo a Europa,
vive en otra época y conforme a un ritmo distinto –dicho con el eufe-
mismo púdico que consiste en describirla como diferente– o, de ma-
nera más explícita, en el debate político donde se enfrentan partida-
rios y adversarios de su integración en la Comunidad Europea que
sólo se realiza en 1986. La evolución de la economía de la península
y la evolución correlativa de las estructuras mentales de los españo-
les, alimentarán una toma de conciencia cada vez más fuerte de este
«retraso» (o desfase) y de la necesidad de remediarlo, de tal forma
que, en el seno de la sociedad, aparecen de manera cada día más
evidente unas fracturas que oponen, en cada una de las dos orillas,
130
aquellos que todavía viven en el pasado y los que ya están en el por-
venir. Acudiendo a una fórmula de Marc Bloch, calificaremos a este
enfrentamiento de sincronía de lo dis-sincrónico, o sea, de la coinci-
dencia de la no-coincidencia:

"El esfuerzo de adaptación que hacen los unos por hacer coinci-
dir un tiempo presente con mentalidades ancladas en el pasa-
do y la imposibilidad para los demás de aceptar esta puesta al
día transcriben con la mayor nitidez la distancia que separa en
el campo de lo simbólico dos tiempos distintos de la historia. "
(Cros, 1996, pág.20)

Las circunstancias de la postguerra civil convocan este cuestio-


namiento tanto más fuertemente cuanto que obsesiona la imagina-
ción colectiva («l’imaginaire social») desde hace más de un siglo. Sólo
pierde su actualidad cuando el gobierno de Felipe González obtiene
la integración de España en la Comunidad Europea. Notemos de paso
que las mediaciones sociodiscursivas que nos interesan entre la pro-
ducción literaria y la infraestructura no respetan forzosamente los
límites de las fases históricas que solemos distinguir con arreglo a las
evoluciones políticas. Así es como los efectos de la dictadura fran-
quista (directos, indirectos y compensatorios) vienen a deconstruirse
en los efectos de la integración de España en la lógica del ultralibe-
ralismo. Ésta no reconoce más que la ley del mercado y del provecho,
y sólo se atiene a la inmediatez del consumo y de la satisfacción de
los deseos, de manera que ya no hay más espacio para los valores en
que se fundamentan la autoridad y la transmisión. Tales consecuen-
cias re-activan, dos o tres decenios más tarde, los efectos producidos
por la dictadura.

Volvamos ahora un poco más atrás, al período llamado de la tran-


sición, que es capital en todos los niveles: es capital para el proceso
de «europeización» que acabo de evocar.

"De forma general, el criterio imperante en el discurso oficial


español actual es el de «igualar a Europa» y el asunto principal
es, a fin de cuentas, el llegar a «ser europeos»... España ha
dejado de ser «diferente» y pretende ya ser parecida. En este
sentido, el programa modernizador de los socialistas españo-
les puede cifrarse en una palabra, que, posiblemente, nunca
hayan utilizado sus dirigentes y que acuñó Costa a finales del
siglo pasado: la ’europeización’ ". (Serrano, pág.49)

Pero es capital, también, para la construcción de «otra España».


Habrán observado que el discurso que se refiere a la eventual adap-
tación a Europa implica la dialéctica fuera/dentro, exterior/interior.
Ya el calificativo utilizado es elocuente de por sí: no se trata de una
131
ruptura ni de una continuidad sino de una transición, o sea, de un
presente en el que coinciden el pasado y el futuro. Dicha coinciden-
cia viene transcrita en el nivel de los microfenómenos que analicé
como componentes de una semántica de la difracción (ya...todavía,
es el ejemplo más recurrente y más evidente) en el nivel de la oposi-
ción inmanencia vs remanencia, y por medio de la metamorfosis. Nos
consta que dichos fenómenos se articulan con el discurso social del
momento histórico implicado. Éste expresa una serie de preocupa-
ciones y de debates obsesionados por la política del consenso, cuyas
bases ideológicas se cifran y cuajan en las dos expresiones que se
utilizan para designar y describir este período, siempre presentadas
como sinónimos, o sea postfranquismo y predemocracia. González
Casanova, hablando de esta zona ambigua en la que post y pre se
superponen, o sea, de una zona conceptual donde la democracia está
en el franquismo y el franquismo en la democracia, dice:
"hablar de postfranquismo y no de democracia ya es una pista...
Quiere decir que el postfranquismo y la predemocracia son dos
formas contrapuestas pero en el fondo convergentes de definir
una situación política de transición, lenta y suave, vista por la
izquierda como una agonía prolongada de la dictadura y por la
derecha como una cauta y temerosa adaptación a la temida
democracia o poder político. Aparentemente la predemocracia
sería la reforma y el postfranquismo la ruptura. Pero no es así.
Ni los franquistas han reformado nada ni los demócratas han
roto el poder editorial de los grupos políticos tradicionalmente
dominantes en España." (1986, pág.328)

Ya se entiende perfectamente cómo tal falta de discriminación


–cuyas realizaciones semióticas y semánticas acabamos de sacar a
luz en la producción novelesca española implicada– pudo generar
tanto una poética de la confusión como los efectos compensatorios
que hayan tratado de contradecirla o rechazarla.

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132
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[Tomado de Edmond Cros, El Sujeto cultural, Medellín, Fondo editorial EAFIT, 2002]

El sujeto cultural colonial - La no-


representabilidad del otro
Miércoles 7 de marzo de 2007, por Edmond Cros

 Sujeto cultural

133
El sujeto colonial: no representabilidad del otro

En su carta a Luis Santángel, con fecha 15 de febrero de 1493,


Cristóbal Colón describe de la siguiente manera el paisaje de la isla
de La Española:

"En ella ay muchos puertos en la costa de la mar [...] y fartos


rios y buenos y grandes que es maravilla; las tierras d’ella son
altas, y en ella muy muchas sierras y montañas altíssimas, sin
comparación de la isla de Tenerife, todas fermosíssimas, de mil
fechuras, y todas andábiles y llenas de árboles de mil maneras
i altas, i parecen que llegan al cielo; i tengo por dicho que ja-
más pierden la foia, según lo pu[e]de comprender, que los vi
tan verdes i tan hermosos como son por Mayo en Spaña; y
d’ellos stavan florridos, d’ellos con frutos, i d’ellos en otro tér-
mino [...]. Y cantava el ruiseñor i otros paxaricos de mil mane-
ras en el mes de Noviembre por allí donde io andava. Ay pal-
mas de seis o de ocho maneras, que es admiración verlas por la
diformidad fermosa d’ellas, [...] así como los otros árboles y
frutos e iervas. En ella ay pinares a maravilla e ay canpiñas
grandíssimas, e ay miel i de muchas maneras de aves y frutas
muy diversas. En las tierras ay muchas minas de metales e ay
gente instimabile numero. La Spañola es maravilla: las sierras
y las montañas y las vegas i las campañas y las tierras fermosas
y gruesas para plantar y sembrar, para criar ganados de todas
suertes, para hedificios de villas y lugares. [...] La gente d’esta
isla y de todas las otras que he fallado y havido ni aya havido
noticia, andan todos desnudos, hombres y mugeres [...]. Ellos
no tienen fierro ni azero ni armas, ni son para ello; no porque
no sea gente bien dispuesta y de fermosa estatura, salvo que
son muy temerosos a maravilla. [...] Verdad es que, después
que aseguran y pierden este miedo, ellos son tanto sin engaño
y tan liberales de lo que tienen, que no lo crería[n] sino el que
lo viese. [...] me quedan de la parte del Poniente dos provinsias
que io no he andado, la una de las cuales llaman Auan, donde
nasen la gente con cola. [...] En todas estas islas me parece que
todos los ombres sean contentos con una mujer, y a su maioral
o Rey dan fasta veinte. Las mugeres me parece que trabaxan
más que los ombres. Ni he podido entender si tienen bienes
propios, que me parecio ver que aquello que uno tenía todos
hazían parte, en especial de las cosas comederas. En estas is-
las fasta aquí no he hallado ombres mostrudos, como muchos
pensavan, mas antes es toda gente de muy lindo acatamiento
[...]. Así que mostruos no he hallado no noticia, salvo de una
isla que es Carib, [...] que es poblada de una iente que tienen
en todas las islas por muy ferozes, los cuales comen carne
umana. [...] Son ferozes entre estos otros pueblos que son en
134
demasiado grado covardes, mas yo no los tengo en nada más
que a los otros. Estos son aquellos que tratan con las mugeres
de Matinino [...] en la cual no ay hombre ninguno. Ellas no
usan exercicio femenil, salvo arcos y flechas [...] y se arman y
cobigan con launes de arambre, de que tienen mucho.«(»Carta a Santángel (1493)" en
Cristobal Colón. Textos y documentos completos. Prólogo y notas de Consuelo Varela,
Alianza Universal, 1984, págs. 219-222.)

Para expresar el asombro que siente ante el paisaje, Colón recu-


rre a unos modelos discursivos que le permiten dar cuenta de una
tierra y unos objetos desconocidos a partir de todo aquello que su
destinatario conoce. La “alteridad” se moldea en un primer momento
en lo semejante. Se trata, además, de lo que podría llamarse una
similitud mítica. En efecto, aquí todo remite a lo paradisíaco: la acu-
mulación de los superlativos, las características de esta tierra (fertili-
dad, belleza, diversidad), sus productos (frutos, plantas, miel), la ar-
monía que reina entre sus elementos (el agua, los bosques, las mon-
tañas, el cielo), la suspensión aparente del tiempo (en pleno mes de
noviembre el follaje de los árboles está tan verde como lo está en
mayo en España; algunos de los árboles tienen frutos, otros están en
flor, otros en una etapa distinta de la producción). Los habitantes,
numerosos, son a su vez bellos, pacíficos, generosos y cándidos, suti-
les. Lejos de ser idólatras, están dispuestos todos a convertirse. Sus
costumbres corresponden más o menos a las costumbres de los espa-
ñoles: “En todas estas islas me parece que los hombres se contentan
con una sola mujer”. En fin, detalle significativo, no parece haber
propiedad privada: “...me ha parecido que todos compartían lo que
cada uno poseía, en particular el alimento”.

No obstante, en este primer discurso van insinuándose las hue


llas de un discurso contradictorio. Lo diferente se desborda, al pare-
cer, de lo semejante. El modelo discursivo no resulta apto para ex-
presarlo todo y deja en sus orillas fragmentos de discurso, objetos,
valores irreductibles; quizá porque ante todo esta realidad se presen-
ta como la realización concreta de un mito. La palabra maravilla, tér-
mino recurrente, alcanza aquí todo su sentido: Colón describe un mun-
do en el que las estaciones se confunden, y este signo de lo extraño
da a lo desemejante su estatuto de desemejante. Para enunciarlo, el
narrador recurre a una expresión que podría considerarse absurda,
sin sentido: “Hay palmeras de seis u ocho especies que son sorpren-
dentes por su bella deformidad...”. Covarrubias nos recuerda, en efec-
to, que deformidad, palabra que se aplica a todo lo que es despropor-
cionado, y por ello mismo carente de una bella apariencia, puede ser
sinónimo de fealdad.
Por muy conjurado que aparezca, gracias a la presencia del adje-
tivo bello, el sema de lo deforme y, de un modo general en la primera
parte del texto, los semas del exceso, de la sobre abundancia, de lo
135
maravilloso, convocan a las figuras de lo monstruoso, las cuales, ade-
más, no tardan en aparecer entre los intersticios del discurso de la
realidad reconstruida: “dos provincias que io no he andado, la una de
las cuales llaman Avan adonde nasen la gente con cola [...] En estas
islas fasta aquí no he hallado ombres mostrudos [...] Así que mostruos
no he hallado ni noticia, salvo de una isla que es Carib [...] poblada de
una iente que tienen en todas las islas por muy ferozes, los cuales
comen carne umana”.
Colón hace aquí alusión a los caníbales de las islas Caribes, así
como a la isla de la Martinica, de la cual se creía que estaba poblada
únicamente por mujeres. Éstas no se dedican a ninguna de las tareas
reservadas en el Viejo Mundo a las mujeres y sustituyen a los hom-
bres.

En la evocación edénica del paisaje de la Española asoma, pues,


un discurso mítico que tiende a poblar las tierras desconocidas de
monstruos, conforme a una tendencia bien conocida. Quien habita
otro mundo no puede ser mi semejante. Como lo escribe excelente-
mente Roberto Lionetti, “la anomalía en cuanto subversión del orden
clasificador encuentra su terreno de predilección más allá de los már-
genes geográficos, en unas tierras misteriosas transformadas en le-
janos horizontes oníricos en los que todo es posible". (R. Lionetti, Le lait du père, pág.139).
De modo que estos fragmentos de discurso evidencian un potencial de re-inversión del
discurso edénico en su contrario; si éste se
actualiza, particularmente al principio del texto, puede en cualquier
momento pervertirse o subvertirse por la actualización de su contra-
rio, conforme a una ley fundamental de funcionamiento de las es-
tructuras discursivas.

Me gustaría atenerme aquí únicamente a la descripción del in-


dio, para tratar de mostrar cómo estas pocas huellas, aunque neutra-
lizadas por la adjetivación (bella diformidad) o por la negación (no he
hallado ombres mostrudos), van a organizarse, más lejos, en un sis-
tema significativo en el que intervienen a la vez los semas de lo mons-
truoso y de la inversión sexual para producir una figura que se inser-
ta, además, en una continuidad folklórica y pinta al indio con los ras-
gos de un hombre que amamanta a su progenie. En su estudio sobre
Le lait du père, R. Lionetti relaciona este tema con ciertos textos pu-
blicados entre finales del siglo XVI y el siglo XVIII. Así, a finales del
siglo XVI, Renward Cysat, en su Relación verdadera sobre las islas y
el reino del Japón descubiertos recientemente y sobre las Indias des-
conocidas anteriormente, habla de “la existencia de una población de
Brasil en la que los hombres estaban provistos de senos tan grandes
e hinchados de leche que eran suficientes para amamantar y criar a
sus hijos”; el naturalista polaco Jonston escribe sobre el mismo tema
en Thaumatographia naturalis (1632): “Los que recorren el Nuevo
Mundo cuentan que casi todos los hombres disponen de una gran
136
cantidad de leche”. Estas fábulas siguen divulgándose en el último
cuarto del siglo XVIII en el libro Investigaciones filosóficas sobre los
americanos (1768-1769), del holandés Corneille de Pauw, lo cual mo-
tiva los comentarios sarcásticos de un jesuita mexicano, Francisco
Saverio Clavigero:

"¡Qué bellos materiales para una Thaumatografía! En verdad yo


no sé qué admirar más: la temeridad y lo impúdico de estos
viajeros que expanden tales fábulas, o la muy grande estupi-
dez de los que las adoptan [...] Y aquel que lea otras contradic-
ciones y tonterías semejantes publicadas en Europa desde hace
algunos años, ¿no se dará cuenta de que los viajeros, historia-
dores, naturalistas y filósofos europeos han establecido en
América el almacén de sus fábulas y sus habladurías y que
para amenizar su obra con la novedad maravillosa de sus su-
puestas observaciones, atribuyen a todos los americanos lo que
ha sido observado en algunos individuos o, aún más, en ningu-
no?"( Clavigero, Storia Antica del Messico, vol II, T. IV, págs. 169 y siguientes.)

Esta representación lingüística se conecta con algunas figuras de


la iconografía de los Grandes viajes publicados en Francfourt por Boy
entre 1590 y 1634, y que Bernadette Bucher analiza de manera atrac-
tiva en La sauvage aux seins pendants. Esta iconografía puebla el
Nuevo Mundo de figuras míticas heredadas de la tradición medieval,
como los hombres sin cabeza cuya cara está dibujada en el pecho y
que se hallan en un mapa de la Guayana, o como los paisajes y los
animales fantásticos “que son reapariciones de las maravillas medie-
vales retocadas por una imaginación barroca”. (B. Bucher, La sauvage aux seins pendants,
pág.23). B. Bucher destaca un motivo “que reaparece con mayor frecuencia que los otros, a
saber,

un tipo de mujeres [...] que, frente al canon de las proporciones res-


pectivas en la imagen de las otras indias, presentan un pecho falto de
gracia con los senos colgantes, a veces asociado al aspecto de juven-
tud robusta de las otras indias, a veces al contrario, a las viejas horri-
bles y demacradas...”. (Ibidem, pág.46)

Relacionada con esta representación se en- cuentra, en la novena parte de los Grandes
viajes, la representación de los indios cabelludos presentados como hermafroditas. Éstos
llevan largas cabelleras ensortijadas y sueltas, según la representación icónica tradicional
del sodomita en la Edad Media; su vestimenta es análoga a la que llevan las mujeres y se
ocupan de tareas generalmente consideradas femeninas. (Ibidem, Pág.210) En otro grabado,
acusados precisamente de sodomía por los conquistadores españoles, son entregados a los
perros para que éstos los devoren.

Ya se trate del hombre que amamanta, de la ambigüedad sexual


o de la mujer de los senos colgantes, están claros el alcance simbólico
137
de estas diversas representaciones y su convergencia; se trata en el
último caso (el de los senos colgantes) de un motivo tradicional “atri-
buido a las mujeres maléficas, vampiros, brujas, demonios, encarna-
ciones de la Envidia y de la Lujuria, representación de la muerte” (Ibidem, Pág.4, y también
a la “mujer salvaje”. En cuanto a la confusión de los sexos,
ésta es tradicionalmente el vehículo simbólico de lo satánico, en la
medida en que lo híbrido es por antonomasia la figura de lo mons-
truoso. Entre otros, remito al mito folklórico del hombre embarazado
analizado por Roberto Zapperi y también a la descripción del mons-
truo de Ravena que se lee en el Guzmán de Alfarache y que presenta,
entre otras características, la de ser hermafrodita, por lo que fue in-
terpretado en relación con la “sodomía y bestial bruteza”.

Lo que acabo de decir a propósito de estas diferentes representa-


ciones lingüísticas e icónicas, marca y define un discurso potencial
del que he hecho aparecer algunos fragmentos en el pasaje de Colón
que estamos analizando. En el trasfondo de esta descripción edénica
hay un discurso de lo satánico; tanto la una como el otro son, por lo
demás, productos discursivos de la noción de lo desemejante, de lo
diferente. Veamos, para confirmarlo, una lectura ideológica de estas repre-
sentaciones. Son conocidas las polémicas que estallaron en España a
mediados del siglo XVI entre Bartolomé de las Casas y Francisco de
Vitoria, por un lado, y Juan Ginés de Sepúlveda y fray Domingo de
Betanzos, por otro. Uno de los primeros puntos de discusión se refe-
ría a la naturaleza del indio. Betanzos sostenía que los indios eran
bestias, que habían pecado y que todos debían perecer porque ha-
bían sido condenados por Dios. (Sobre estos problemas, véase L. Hanke, La lucha
española por la justicia en la conquista de América. Sepúlveda, por su parte, afirmaba que
habían nacido para ser esclavos. Las Casas interviene violentamente contra esta concepción
y no cesa de repetir que los indios son
“hombres verdaderos”.

"El enemigo de la raza humana [...] inspiró a sus satélites quie-


nes, para agradarle, no dudaron en divulgar que los Indios de
Occidente y del Sur y otra gente a quien ahora conocemos por
primera vez se deberían tratar como bestias creadas para nues-
tro servicio, pretendiendo que son incapaces de recibir la fe
católica. Nosotros [...] consideramos, sin embargo, que los In-
dios son verdaderos hombres." (Citado por L.Hanke, ídem. pág.134; el subrayado es mío)

En su Democrates alter Sepúlveda estimaba, además, que los españoles tenían


perfectamente el derecho de gobernar a los bárba-
ros del Nuevo Mundo, dada su superioridad:

"Compara ahora estas dotes de prudencia, ingenio, magnani-


midad, templanza, humanidad y religión con las que tienen
esos hombrecillos en los cuales apenas encontrarás vestigios
138
de humanidad que no sólo no poseen ciencia alguna sino que
ni siquiera conocen las letras ni conservan ningún momento
de su historia." (Citado por L. Hanke, pág.214)

Se deben destacar los términos utilizados para calificar al indio:


hombrecillos, vestigios de humanidad. Para Sepúlveda, esta inferio-
ridad es igual punto por punto a la del niño frente al adulto o a la de
la mujer frente al marido. (F. de Victoria, Relectio de Indis o libertad de los indios, pág.31
Así pues, se asimila al indio con el animal y la mujer. Esta última asimilación es recurrente
en Sepúlveda. Torpeza femenina, tenden-
cia a la sensualidad y a lo irracional, cobardía, ineptitud, estupidez,
etc., el indio comparte con la mujer todos los defectos que la menta-
lidad misógina medieval atribuye a ésta; nos adherimos al punto de
vista de R. Adorno cuando escribe: “este sujeto colonial produce un
discurso estereotipado que representa los valores de la cultura mas-
culina, caballeresca y cristiana”. (R. Adorno, “La construcción cultural de la identidad”,
pág.56.) ¿No es la mujer “ministro de la idolatría” y devoradora, y por lo tanto antropófaga
como el indio? (Sobre este punto, véase J. Delumeau, La peur en Occident, XIV-XVIIIe
siècles, capítulo 10, y especialmente la página 319)
Existe, pues, una convergencia perfecta entre estas representa-
ciones y los discursos polémicos sobre los derechos de los indios.
Desde este punto de vista, las figuras desvalorizadas, más o menos
satánicas, de la salvaje de los senos colgantes, del andrógino sodomi-
ta y del indio que amamanta, constituyen la puesta en imagen o la
puesta en texto de posiciones extremistas como las expresadas por
Sepúlveda y sus epígonos. Esas representaciones tratan de probar la
supuesta degeneración racial de aquellos a quienes se quiere some-
ter, con el fin de justificar objetivos de conquista.
Sin embargo, esta lectura no es la única que debe tenerse en
cuenta, puesto que el texto de Colón no podría articularse directa-
mente con la polémica en cuestión y por esa misma razón, además, el
texto nos invita a situarnos ahora en otra perspectiva. Recordemos,
pues, que en la «Carta a Santángel» lo edénico es lo que convoca a lo
satánico con la forma de lo monstruoso o con la de la inversión de los
sexos, conforme a una ley estructural que organiza las relaciones
entre la actualización y la potencialidad. Esta ley se comprueba en
todas las nociones, incluidas las que habitualmente consideramos
como más estables: así, por ejemplo, en los primeros tiempos del
cristianismo, antes de que lo híbrido fuera el sema icónico de lo de-
moníaco, había sido considerado como uno de los atributos de la divi-
nidad.
Hay otro elemento por considerar en el caso que nos ocupa: se
trata de la incorporación de nuevos objetos en las normas clasificadoras. Estos objetos son,
sin embargo, irreductibles a esas normas y
de ahí las distorsiones que afectan a los modelos discursivos, distor-
siones que producen ya sea la imagen de la denegación (lo que el
nuevo objeto no es), ya sea la de la comparación. Es lo que se produce
139
en la descripción de los paisajes de La Española, como vimos al prin-
cipio. El mito del Edén no es suficiente para dar cuenta de lo que es:
esos paisajes corresponden a una evocación paradisíaca, más otra
cosa; pero otra cosa nueva, otra cosa que desborda los sistemas de
organización del conocimiento, otra cosa que es irreductible a toda
denominación y a cualquier comparación, otra cosa que es simple-
mente Otra y que, por ser Otra, es irrepresentable. Dicho de otra
forma: para definir este Otro, el paso obligado por la semejanza deja
siempre un residuo de “alteridad”, un elemento irreductible a la nor-
ma clasificadora. Para intentar decir lo indefinible no queda sino re-
currir a los encabalgamientos de categorías, es decir, recurrir a las
figuras de lo híbrido o a otras que son, de alguna manera, del mismo
tipo, como por ejemplo las fórmulas antitéticas utilizadas en ese mis-
mo texto (“una bella fealdad”).
La semántica evidencia la valorización del tema del límite: ultra-
mar, nuevo mundo, otro mundo, extraterrestres; todo lo que excede
la esfera de lo conocido cae dentro de lo extrasistemático y de lo no
representable. Pero no sólo se trata de los límites espaciales; se trata
también, y tal vez sobre todo, de los límites fijados a las normas de
comportamiento y, para ser más preciso, de los límites que organizan
esos tabús. Así, en ese Nuevo Mundo, todos los tabús del Viejo Mun-
do son transgredidos: desnudez, canibalismo, idolatría..., lo que con-
voca, sin duda alguna, a la anomalía sexual, la cual “subvierte el
orden de la naturaleza como el de la cultura”. (R. Lionetti, Le lait du père, pág.139
En la medida en que esta “alteridad” se define por medio de una
serie de signos que remiten a lo que está fuera del límite, no es extra-
ño que las representaciones de la “alteridad” se articulen con el es-
pacio mítico de la transgresión, es decir, de lo satánico, ya que la
representación de lo no semejante, de lo disímil, es filtrada una vez
más por los modelos discursivos preestablecidos. Por eso, como lo
recuerda Rolena Adorno, las caracterizaciones de los moriscos, de los
judíos y de los indios coinciden. Según las teorías del siglo XVI sobre
el origen de los indios, ¿no descienden éstos de Cam, uno de los hijos
de Noé, supuesto antepasado de los pueblos asiáticos y de los sarra-
cenos, maldecido por su padre por haberlo mirado desnudo cuando
éste estaba borracho? “La distancia geográfica además del tiempo
transcurrido después de los orígenes, de generación en generación,
había provocado una ruptura de comunicación del indio con la ‘fuen-
te de la verdad’ y había desencadenado en él un proceso de degene-
ración”. (Véase B. Bucher; Le sauvage... págs.64-65, que se apoya en un estudio de
Margaret T. Hopdgen, Early Anthropology in the sixteenth and Seventeenth Centuries,
University of Pensylvania Press,1964. Sobre la asimilación del mundo musulmán, véase,
entre otros, Weckmann, La herencia..., págs.229-230.)

Nos falta ahora ver cómo el Otro ha interiorizado su diferencia en


dos campos de representaciones: el de la historia y el de lo sagrado.
Por lo que al primer caso se refiere, Adorno analiza las crónicas de las
140
conquistas de México y del Perú escritas por Fernando de Alva
Ixtlilxochitl y por Felipe Guzmán Poma de Ayala respectivamente. En
conclusión, Adorno estima que tanto en la una como en la otra, “el
sujeto colonial americano borraba los retratos ajenos que lo identifi-
caban con la naturaleza, la pasión, lo femenino, lo rústico y lo paga-
no, para identificarse con los valores contrarios: la cultura, la razón,
lo varonil, lo público, lo cortesano o caballeresco, lo cristiano...”.(R. Adorno, “La
construcción cultural...”, pág.66)

Por lo que se refiere a la esfera de lo sagrado, sobre lo cual me


gustaría insistir, debemos distinguir, por un lado, las estrategias de
asimilación de los nuevos modelos y, por otro, el proceso de su inte-
riorización individual y subjetiva. Serge Gruzinski ha analizado magistralmente el proceso
y los
modos de cristianización de la imaginación de los indios. “¿Cómo
–escribe– dar a entender y pintar unos seres, unas figuras divinas, el
más allá, sin ninguna equivalencia en las lenguas indígenas ni en las
representaciones locales sino por aproximaciones que traicionaban
la sustancia y la forma?”, (S. Gruzinski, La colonisation de l’imaginaire..., pág.241) es
decir, con otras palabras, por medio del recurso, una vez más, a los códigos o filtros
interpretativos preexistentes. Se podría entonces repetir lo que decíamos anteriormente, esto
es, que esos modelos precolombinos de figuras sagradas no se adaptan al contenido que el
evangelizador quiere propagar y dejan siempre, en los márgenes, un residuo de “alteridad”
irreductible a una representación realizada por el Otro. Los ejemplos abundan:
“el Mictlán nahua, seleccionado para representar el infierno cristiano,
sólo era una de las moradas de los muertos y, lo que es más, era un
lugar glacial”. (Ídem) In Tloque in nahuaque, “el señor de lo próximo y lo
lejano”, elegido para definir tanto a Dios como a Jesucristo, designa
originariamente al “señor de la dualidad”, y Tezcatlipoca y Quetzalcóatl
eran dos de sus manifestaciones. Tonantzin, reservada para designar
a la Virgen María, remitía a una de las representaciones de la diosa-
madre. Sobre el lugar en que los aztecas veneraban a Toci, la abuela
de los dioses, se erige un santuario para honorar a Santa Ana, la
madre de José. Como se les describía generalmente como dos vieje-
citos, San Simón y San José remplazan a Huehuetéotl, el dios viejo, el
espíritu del fuego, y se les añade entonces el sufijo -tzin de venera-
ción: Ximeontzin y Xoxepetzin. El Tepozteco es a la vez Dios del vien-
to e hijo de la Virgen María.

Como vemos, las normas que en el pensamiento cristiano distin-


guen a la divinidad de la santidad explotan y se encabalgan, produ-
ciendo así lo híbrido.
De manera completamente simétrica, los propios indios intentan
reconocer en el Otro los signos que les permitan asimilarlo dentro de
sus propias categorías. Por eso, desde el momento de la invasión y la
conquista, Cortés será identificado como el dios Quetzalcóatl, los re-
ligiosos españoles como los tzitzimime, es decir, los monstruos, que
141
serán más tarde asimilados con los ángeles caídos de los cristianos.
Esta última representación es interesante pues muestra cómo los dos
antagonistas se satanizan recíprocamente. Satanás es el Otro y el
Otro no puede ser más que Satanás. Precisamente en la segunda mitad del siglo XVI, la
vida ejemplar de ciertos evangelizadores y los
prodigios que llevan a cabo facilitan su asimilación con los curande-
ros o brujos indígenas:

"Estos venerables invaden las campañas mexicanas con el rui-


do de sus hazañas, dominan los elementos naturales, alejan
las tempestades, traen la lluvia, gobiernan las nubes y las plan-
tas, prenden o apagan a voluntad los incendios, se dedican a la
profecía y a la adivinación. Sobre todo, multiplican las curacio-
nes milagrosas antes y después de su muerte [...] no es posible
dejar de notar el extraño parentesco que aflora entre esos reli-
giosos, muy a menudo de modesta condición, muertos en olor
de santidad, de una indudable ortodoxia, y los curanderos indí-
genas, los adivinos, los “conjuradores de nubes” que acaba-
mos de citar. [...] Se podría objetar que la analogía es superfi-
cial, pero ¿sería tan superficial para los indios que interpretan
esos fenómenos en su propio lenguaje, que ven a “brujos” en
los venerables y a “santos” en los curanderos?" (S. Gruzinski, La colonization de
l’imaginaire..., pág.240)
Lo diabólico cristiano (el brujo visto del lado español) se metamor-
fosea en figura santa y esta misma figura santa (el venerable para los
cristianos) es vista por el indio como una forma que la evangelización
considera diabólica (ya que está representada por la figura del curan-
dero). La representación de lo diabólico se moldea en la de lo divino y
la de lo divino en la de lo diabólico. Semejantes actitudes perduran y se generalizan; se
perciben en la iconografía de origen popular de la época colonial. Para el proyecto de
evangelización, que se enfrentaba con obstáculos considerables en el plano de la
comunicación, era capital proponer apoyos visuales a la predicación. Los evangelizadores
explicaban sus enseñanzas con ayuda de pinturas. Desde el final de los años de 1520, los
indios formados en México por Pierre de Gand reproducen y difunden las pin-
turas flamencas y españolas. Pero a la par de esta producción contro-
lada por las autoridades coloniales, se desarrolla lo que S. Gruzinski
califica de copie sauvage, de producción independiente “cuya imper-
fección a menudo desacreditada se debe achacar más bien a la inter-
pretación del lenguaje occidental que no a la torpeza indígena” (Ibidem, pág.243) y cuya
hechura provoca la indignación de ciertos miembros del clérigo.
“Es entonces indispensable comprender que la iconografía cristiana
se difundió en los medios más modestos por medio del prisma
deformante y recreador de una producción indígena”.

Dicho de otra forma, las imágenes cristianas se integran en la


imaginación indígena en cuyo seno adoptan nuevos contornos; figu-
ras autóctonas y figuras cristianas se deconstruyen las unas en las
142
otras y hacen estallar los códigos interpretativos originales. Ya se tra-
te de las estrategias de los evangelizadores o de la tendencia espon-
tánea de los artistas populares indígenas a pervertir las representa-
ciones originales de lo sagrado que les propone el colonizador, se
observa una vez más que las normas conceptuales clasificadoras de
unos y otros estallan, creando así unos productos híbridos que co-
rresponden a unas prácticas generalmente consideradas como
sincréticas.

Más allá de estas observaciones, que se aplican a una vivencia re-


lativamente superficial, es posible interesarse por el nivel de la in-
teriorización individual en el proceso de formación de la imagen del
Otro que se instala en el centro de la experiencia subjetiva. Para de-
limitar este tipo de problema disponemos del admirable análisis
que Gruzinski hace de las visiones que tenían los indígenas y que
fueron recogidas por los jesuitas en el período que va de 1580 a 1610.

"Los jesuitas utilizaban experiencias individuales que se considera-


ban ejemplares para llevar la comunidad de fieles a estados de de-
presión y de excitación profundos. Los jesuitas provocaban en los indios una incitación a la
visión, una estandarización de sus delirios y de sus modelos de interpretación. Es evidente
que se imponían los mismos esquemas
sobre estados y desórdenes bastante distintos cuya especifici-
dad se nos escapa la mayor parte del tiempo. Pero estos mode-
los y estos escenarios se difunden y redifunden con una con-
vicción tal que tenemos buenos motivos para pensar que los
indios terminan por interiorizarlos y, en ciertos casos, repro-
ducirlos de cerca. Codificación, estereotipos y delirios indígenas se superponen hasta tal
punto que se confunden, si no en
el espíritu de los visionarios, al menos sí en la mente de la co-
munidad edificada y “transportada”.( Ibidem, pág.243

Pero, nos señala con sobrada razón Gruzinski, esas visiones se


estructuran en torno al antagonismo entre el Bien y el Mal, mientras
que en la idolatría original, cuyas representaciones perduran en la
imaginación de los individuos, “domina [...] la ambivalencia de los
dioses, la permeabilidad de los seres y las cosas, las transformacio-
nes sutiles, las combinaciones múltiples” (ibid).

Así pues, el indio interioriza en el seno de sus categorías origina-


les las categorías que le son extrañas y que, en relación con las pri-
meras, son contradictorias. Interiorizando esta “alteridad” irreductible
a sus propias normas, la imaginación colectiva se manifiesta como
una matriz que no puede producir más que figuras híbridas. Implan-
tada en la conciencia, la “alteridad” no puede, en efecto, disolverse
en ella.
Con la emergencia de esta nueva instancia discursiva nace, pues,
143
“el sujeto cultural colonial”, (Sobre la noción de sujeto colonial, véase Homi k. Bahabla,
“The other question...) a la vez indisociable (colonizado y colo-
nizador alternativamente, y simultáneamente sujeto de la enuncia-
ción y sujeto del enunciado) y sin embargo profundamente y para
siempre difractado. Condenado a proyectarse con la forma de lo se-
mejante y de lo desemejante, condenado a interiorizar su “alteridad”
y, por lo mismo, buscándose incesantemente a sí mismo en la medida
en que, como decía anteriormente, la “alteridad”no puede represen-
tarse puesto que la identificación con el Otro sólo puede producirse a
través de mis propios modelos discursivos, producidos precisamente
para expresar lo que soy, lo que sé o lo que imagino y no han sido
producidos sino por eso; de ahí, su incapacidad para dar cuenta de
todo lo que me es exterior y es exterior a mi universo.

Como contrapunto, tomemos el caso de un texto español de 1976,


La perra vida de Juanita Narboni. Su autor, un tangerino de origen
español que se refugió en Madrid tras la independencia de Marrue-
cos, no puede integrarse en las condiciones de vida de la metrópolis y
se encuentra exilado en su propio país. Dicho texto transcribe el des-
tino de una comunidad en vías de desaparición, la de los judíos de
Tánger, a través de la autobiografía de un travestido vivida como un
largo monólogo interior, es decir, como una “expresión muda”, tradu-
cida en este caso en una lengua original, la yaquetía, de la que me
ocuparé más adelante. El yo que se expresa implica la proyección del
narrador que lee el pensamiento del personaje. El verdadero sujeto,
sede de esos pensamientos, se ha perdido para siempre y nos es inac-
cesible. La relación de la autobiografía con el tiempo lineal o histórico
es de la misma naturaleza. En efecto, el relato autobiográfico se cons-
truye habitualmente a partir de un punto de vista que se supone abarca
la totalidad del pasado para dar a ese pasado toda su significación. El
presente inscribe en el relato el tiempo de la escritura, por oposición
al tiempo del actante, regido completamente por las formas verbales
del pasado. El texto de Vázquez no funciona según ese modelo: cada
uno de los cincuenta y cuatro fragmentos que lo componen está es-
crito en presente, un presente en relación con el cual el flujo de la
conciencia es percibido en la inmediatez de su supuesto transcurrir,
un presente que no se puede identificar en el tiempo histórico y que
oculta las conexiones con el contexto, acentuado así los efectos de
segmentación y de ruptura que imposibilitan el acceso al sujeto au-
téntico. En este punto precisamente es donde interviene la práctica
discursiva de la yaquetía, un español muy particular que no sólo ha conservado gran
número de giros, palabras y expresiones desusadas en España, sino que ha añadido a esos
arcaísmos numerosos préstamos
del hebreo y del árabe dialectal marroquí..., lengua sabrosa y
llena de imágenes cuya originalidad profunda se debe a que
sus formas propias han nacido de las necesidades de la reali-
dad cotidiana y se han amoldado a ellas mezclando con flexibi-
144
lidad las tres lenguas en presencia. (Bendelac, 1992, pág.23)
Esta supuesta transparencia del espíritu alimenta, efectivamen-
te, una escritura que se instala en una red lingüística preexistente
donde se han cristalizado unos valores y un destino colectivos, es
decir, una red lingüística organizada enteramente por un sujeto cul-
tural fuertemente afirmado, puesto que la yaquetía
traduce exactamente y se amolda en todos esos hiatos menta-
les y todas las articulaciones afectivas del pensamiento, a la vi-
da, las creencias, los temores, las alegrías y los tabús de ese
grupo humano tan particular. Estas características se tradu-
cen no sólo al nivel de las palabras y de los giros, sino también
en el tono con el que se profieren las palabras y las frases, hay
una especie de canto de la yaquetía. (Ídem)
En ningún otro lugar puede aparecer con mayor claridad que aquí
la manera como el sujeto cultural en cuanto sujeto transindividual
cierra el acceso al sujeto auténtico. La inaprehensible subjetividad
viene a perderse en esta auténtica estructura social de formas vacías
que están a la espera de ser asumidas por una instancia de discurso.
Cualquier referencia identificatoria ha desaparecido.
Pero, como ya he señalado, no existe yo sin tú y todo monólogo
interior implanta un tú, que no es sino otro yo mismo, el otro que
llevo en mí. Esta total interiorización de la mirada va acompañada, en
Vázquez, por el silencio y el olvido a los que ha sido relegada la co-
munidad marroquí indígena. El Otro auténtico no existe, y al pensa-
miento no le queda otro recurso que dialogar consigo mismo. Esta
ausencia del Otro auténtico, esta vuelta esquizofrénica hacia otro yo,
esta pérdida de referencias identificatorias, en una palabra, esta es-
critura de la incomunicabilidad y de la no representabilidad del Otro
deben ser asociadas, a mi parecer, a la problemática general del suje-
to cultural colonial, un sujeto que hubiera interiorizado, en este caso,
una situación postcolonial vivida en el marco de una crisis de identi-
dad; este sujeto descubre, de hecho, que en sí mismo se encontraba
implantado, con la forma de un patrimonio paisajístico y, más en ge-
neral, cultural y simbólico, un Otro radicalmente extraño y la única
salida que encuentra es dialigar con su sombra. Asistimos aquí a una
consecuencia –de un tipo diferente de la que creo haber revelado en
Colón– de la interiorización de las contradicciones fundamentales que
caracterizan al sujeto cultural colonial. Despojado de sus derechos,
exilado para siempre de la que creía su patria hasta entonces, este
sujeto descubre al mismo tiempo la vacuidad y la soledad que se
venía ocultando a sí mismo detrás de los señuelos de un supuesto
proceso de sincretismo.

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