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Raúl Macías Mosqueira

Apreciación del soneto A una dama bizca y hermosa

de Francisco de Quevedo

Francisco de Quevedo (1580 – 1645) es conocido por su hábil uso de la hipérbole y el escarnio

para tanto elogiar como caricaturizar a sus sujetos. El soneto A una dama bizca y hermosa

combina la celebración y la burla para generar un “elogio paradójico”; en la obra, Quevedo hace

alarde de su ingenio para hacer un encomio de lo que a todas luces es un grotesco defecto físico.

Si a una parte miraran solamente

vuestros ojos, ¿cuál parte no abrasaran?

Y si a diversas partes no miraran,

se helaran el ocaso o el Oriente.

El esfuerzo de ensalzar una cualidad que en realidad es un defecto es realizado magistralmente, y

cumple con la finalidad de provocar hilaridad aparentemente a espaldas de (y claramente a

expensas de) la mujer “elogiada”.

El mirar zambo y zurdo es delincuente;

vuestras luces izquierdas lo declaran,

pues con mira engañosa nos disparan

facinorosa luz, dulce y ardiente.


El soneto describe la primera fase de la degradación del sentido de la vista, misma que va

aconteciendo en los otros dos sonetos de Quevedo dedicados a este sentido, A una dama tuerta y

muy hermosa y A otra dama de igual hermosura y del todo ciega. El tono burlesco va en sentido

contrario a esta degradación, terminando en este último soneto en una suerte de elogio de la

ceguera:

Envidia, Antandra, fue del sol y el día,

en que también pecaron las estrellas,

el quitaros los ojos, porque en ellas

el fuego blasonase monarquía.

El encomio paradójico sirve al poeta para, mediante contrarios, enfatizar características obvias

sin recurrir directamente a la sorna, característica que comparte con los elementos paródicos y

satíricos de la literatura augusta de años posteriores.

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