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Modo vincular de describir algunas relaciones

típicas.

Isidoro Berenstein

ÍNDICE

Introducción.........................................................................................- 2 -

1. LA RELACIÓN AMOROSA..................................................................- 2 -

2. LA RELACIÓN MADRE – BEBÉ...........................................................- 5 -

3. LOS LUGARES DE PARENTESCO.....................................................- 10 -

El lugar de la Madre...............................................................................- 11 -

El lugar del Padre...................................................................................- 12 -

El lugar del hijo......................................................................................- 13 -

El lugar Cuarto o del Dador de la madre..................................................- 14 -

4. NUEVAS SITUACIONES DE PARENTESCO.......................................- 15 -

Conclusiones.......................................................................................- 18 -

Bibliografía.........................................................................................- 19 -
INTRODUCCIÓN

En esta clase veremos, después de describir las relaciones de amor con una

modalidad vincular, los lugares de parentesco para esbozar la problemática

de nuevas organizaciones familiares.

1. LA RELACIÓN AMOROSA

Un hombre y una mujer se ven y sienten que se atraen. Dirán que se gustan,

posiblemente por las reminiscencias alejadas con ese sentido que toma la

boca y la lengua para otorgarle sensaciones, por lo general, referidas a los

alimentos sólidos o líquidos en base a su incorporación.

Hablan y coinciden en sus comentarios valorativos: las mismas películas, los

mismos conjuntos musicales, las mismas opiniones políticas y sociales,

repudian las mismas injusticias.


En la intimidad las caricias tocan los lugares apropiados y del modo deseado,

y las relaciones sexuales contribuyen a transmitir la idea de que son tal para

cual. Las coincidencias, así como la vivencia de lo mismo, colaboran a

exacerbar la idea de complementariedad, de que son uno.

Se sorprenden de compartir traumas infantiles o adolescentes, una muerte

del padre para uno de ellos y de una hermano para el otro. La diferencia

todavía no cuenta, sólo la similitud. Uno ofrece una parte de su cuerpo que

es tomada por el otro y ese don es aceptado. Se tiene la vivencia de que las

palabras están de más, no agregan nada y romperían el hechizo. Aparente e

ilusoriamente, no se requieren palabras para entenderse. No sólo los

genitales intervienen, también los brazos y las piernas que configuran un

sostén que contrarresta la vivencia de disolución de los límites o de fusión.


En cada uno de ellos figuran los modelos identificatorios parentales, los del

padre y de la madre y los de éstos como pareja, si aquellos se tocan o se

besan cuando están en público, o delante de los hijos, si se divorciaron

después de unas peleas, si hubo separación o no la hubo, para demostrar

que siguieron supuestamente unidos, a pesar de los conflictos.

También están los modelos epocales, lo que hacen las parejas en cada

tiempo, modalidad de acercamiento, privilegio de la vida de dos o de la

actividad y el trabajo de cada uno predominando sobre la vida de pareja.

Podría haber diferencias sociales, religiosas, como la de aquella pareja que

ahora recuerdo formada por una mujer musulmana y un hombre servio de la

misma comunidad, o el enamoramiento de una muchacha francesa con un

soldado alemán, o de un hombre que era represor con una joven militante

presa, secuestrada y luego liberada. Son muchos los recovecos emocionales

que aun no conocemos y, por lo mismo, estamos prontos a condenar. Las

diferencias no cuentan en ese momento y la unicidad los ilusiona acerca del

borramiento de esos detalles de conjunto que fundan una singularidad. En

otro lugar (Berenstein, 2005, 165), dije que el enamoramiento es ese estado

emocional, subjetivo, cuya característica es la de anular la presencia del otro,

lo inaccesible, lo no posible de representar. La coincidencia es una formación

de compromiso.
Probablemente no sea posible representar esa ajenidad de los que forman las

parejas recién mencionadas, que reúnen esas características como serbio-

musulmán, francés-alemán en tiempos de guerra, represor-militante. En

general, ocurre con cada una y todas las parejas. Esto nos acerca al tema de

la pulsión.

Diré que es frente a lo ajeno del otro y su presencia que en el sujeto

emerge la pulsión y, en ese movimiento, tratará de investirlo como su

objeto, haciendo una formación de compromiso, tratando de inscribirlo desde

el pasado infantil. Al ubicar al objeto proyectado en el otro, tiende a borrarlo

en su especificidad pasando a ser ahora lo variable de la pulsión.


Eso irreductible del otro aparece en la vida vincular como sobresaltos de la

idealización de lo uno, en expresiones de extrañeza auto referidas: “No lo

pensé”, “Es impensable”, “No me hubiera imaginado”; o en una sesión de

pareja o familia: “Nunca lo hubiera pensado de ti”, “Es inadmisible”. Estas

frases hablan del centramiento en el sujeto y su dificultad en aceptar lo que

no pasa, lo no pensado por el propio sujeto. Está obligado a admitir que algo

del otro es inaccesible a su conocimiento, lo sorprende porque deberá

admitirlo como nuevo, sin existencia previa.

Esas oposiciones son el trabajo del vínculo.

Dos son sus actividades:


Las acciones que refutan, oponen e imponen al otro una modalidad propia,

que deberá hacer un lugar a una especificidad de ese vínculo. Es la

actividad de configurar el vínculo como algo que es tanto diferente al

mundo interno como al otro. Sería cómo uno de los amantes da a conocer

al otro lo no apropiado en esa relación o para ese momento, de la misma.

Requiere ser tomado en cuenta. Es un acto mediante el cual se destotaliza

una subjetividad y la otra, declara un vacío, algo incierto, porque desde ahí

no podrá predecirse la dirección futura del vínculo. Vendría a ser una

impugnación de la subjetividad instituida, aquella con la que pretende

instalarse en la relación y que resulta un impedimento para el advenimiento

del vínculo.

Lo opuesto a esta impugnación es la idealización del amor, en

detrimento del trabajo de aceptación de esa presencia que determina. Si el

otro es adorado por ser un amante en general, y no por su singularidad, se

inicia el rechazo de esa impugnación, que es de vital importancia para la

Trabajo del

Vínculo

Impugnación de la subjetividad instituida

Impugnación de la fantasía
posible modificación del vínculo entre ambos. Es tomado como un ataque

que instala en el vínculo algún tipo de persecución.

La ausencia del otro, inevitable en la relación, hace que su lugar se vaya

habitando con la fantasía. El freno de la misma se hace a través del trabajo

de impugnación de la fantasía, necesaria en el contacto con el otro,

quien a través del juicio de presencia va(n) haciendo el trabajo psíquico de

confrontación para contradecir y elaborar la relación entre el mundo de la

fantasía y la inscripción de una presencia que no encuentra registro previo

y a la que deberá inscribir para enfrentarse a que el otro sigue instalado

como ajeno.

Así se irá tramitando el vínculo amoroso.


2. LA RELACIÓN MADRE – BEBÉ

Lo que sigue, es una descripción imaginativa acerca de cómo podrían ocurrir

algunos hechos en una situación inaccesible para alguien de afuera e

imposible de poner en palabras para quien convive en su interior.

Para el bebé, las palabras y el pensamiento verbal no están disponibles y

cuando los tenga, sus vivencias iniciales habrán quedado lejos y en algún

lugar inaccesible de su mente. Solo será factible de ser hablado con una

enorme cadena de mediaciones, sino igual, parecida a la que va desde el

deseo inconsciente hasta el sueño relatado por un paciente en una sesión.

Para la madre el relato posible estará tamizado por su sexualidad y

represión y por su creencia de que la situación de conjunto con su bebé

Si la impugnación subjetiva está dirigida al otro, la

impugnación de la fantasía está dirigida al propio sujeto


puede ser transmitida verbalmente. La relación madre – bebé retiene un

firme asidero en la supervivencia del cuerpo del bebé y, aunque el pecho

pueda ser reemplazado por una mamadera o comida artificial, el contacto

emocional parece ser para la mente tan necesario y consistente como la

comida material para el cuerpo.

Durante nueve meses, día más, día menos, la mamá lleva dentro de su

cuerpo a ese ser que sin serlo aún, es llamado bebé. Así llama bebé al niño

de pecho, o de pocos días o semanas. Ni el Diccionario Etimológico de

Corominas ni el de la Lengua Española establecen relación entre el sustantivo

bebé y el verbo beber, a pesar de la acción de tomar el pecho, y que en otras

lenguas usan de términos diferentes.

Los sofisticados métodos de visualización intraútero no suplen esa presencia

que convierte al feto en bebé.

Quizá haya que distinguir entre presencia no presencial, como la que brinda

la ecografía obstétrica, aún en su forma tridimensional, y presencia

presencial, para situaciones como la descripta más arriba en el vínculo madre

– bebé.
También para la relación sostenida por e-mail, surge luego el requerimiento

de verse, manera exigua de referirse a ponerse en contacto con una

presencia.

Veamos ahora la descripción.

Una mamá pone el pecho en la boca de su bebé. El bebé busca y se prende

al pecho de su mamá. Aquella le ofrece una parte de su cuerpo y un

producto biológico, la leche producida y almacenada en su interior, el del

pecho, accesible a través de esa puerta que es el pezón. Esa relación está

marcada, investida tanto con su deseo y sexualidad como con las formas de

la época que están en su modalidad de contacto, cercanía o alejamiento,

horario y frecuencia, y el conjunto de los recursos que figuran en el deber ser

de una mamá y un bebé.


En el pecho figuran los modelos identificatorios de los que la mamá se

apropió e hizo suyos como modalidades de su propia mamá infantil. Allí están

también los conflictos infantiles y adolescentes con ella. Así mismo, figuran

las imposiciones sociales y de la época, consonantes o en conflicto con las

identificaciones.

El bebé en contacto con el pecho despliega sus movimientos reflejos que le

hacen mover la cabeza hasta encontrar el pecho y cerrar la boca alrededor

del pezón para iniciar una serie de movimientos predeterminados de

deglución del líquido – leche. Puede que devenga bebé al beber. También

recibe el contacto con la piel así como con la tensión de los brazos que lo

sostienen. Este término está formado con sos = sub = bajo, tener desde

abajo como una base donde sin saberlo se apoya el bebé. Se suele decir que

estas impresiones son recibidas en conjunto y son difíciles de diferenciar. Así

puede ser una vivencia líquida, sin límites sólidos (a la par de lo que

incorpora) evocada por un contacto cálido con la piel del otro.

Si ambos, la madre y el bebé, invisten el contacto a propósito de la esencial

función de dar alimento por un lado y de comer por el otro, el vínculo es el

trabajo de estar juntos en la diferencia y de producir un encuentro.

Como éste es efímero, deja lugar a una representación de un espacio y un


tiempo donde podrán creer que estuvieron en lo mismo, donde se supusieron

que estaban ligados con el cuerpo puesto en contacto, aunque uno hubiera

ofreciendo el pezón y el otro la boca y la lengua.

Se agrega una promesa no explícita de una próxima vez, pero no por eso

menos eficaz, en el sentido de volver a producirlo.

Inevitablemente el trabajo volverá a darse. Es que sin trabajo no se

produce vínculo ni una subjetividad propia de esa situación, para la madre

y para el bebé. El trabajo les lleva a instituirse como sujetos de esa situación

y pronto sabrán que sólo de esa y no de otra situación, que llevará a otro

trabajo y a otra subjetividad, suplementaria de la anterior. El cumplimiento,

el de ese trabajo, es la realización de esa caída del "no" que presupone una

unidad, “no están separados pues están unidos”.


Los sujetos estarán y se sentirán separados y por eso habrán de encarar

el trabajo de vínculo.

No habría tal actividad si estuvieran unificados, si fueran semejantes o

si trataran de sostener la creencia de estar superpuestos, lo cual tiene las

más importantes consecuencias:

Por un lado, la actividad de investidura de esa memoria y el recorrido por

otras representaciones del otro, lo cual conlleva la función de pensar hasta

reconocer el vínculo como algo más ligado al sentido (estar ligándose o

formar parte de un conjunto) que a un recuerdo inscripto como una huella

perceptiva, cuyo intento de repetición conlleva una marca de equívoco. Es lo

que liga y lo que lleva a encontrar al otro corrido de su lugar supuesto

original, lo que genera una vivencia paranoide de sinsentido. Y no obstante,

la relación mantiene el sentido de pertenecer a un vínculo. Si se postula su

condición de inconsciente deberemos decir, decía en la década del 90, que

es la representación de algo originario perdido, que es considerado como si

hubiera existido. Y, sin embargo, como representación, tiene eficacia

inconsciente porque el vínculo que se produce es registrado como asociado

con otras producciones de vínculo y crece o se fortalece o, por el

contrario, se deteriora o se rompe, o se desvitaliza, o ya no sostiene,

etc.
El vínculo es lo inconsciente en su mayor densidad: es lo que da pertenencia

y establece una discontinuidad continua o una continuidad discontinua entre

los yoes, no percibido por la conciencia que en cambio da la percepción de

discontinuo. Las parejas, los padres y los hijos, se pelean por afirmar la

diferencia. Tanta pelea es por pánico a quedar tomado por y apresado en la

continuidad, lo que da a lugar a la operación originaria que constituye esa

situación arbitraria de un adentro del yo desligado de un afuera, de un

adentro que constituye el mundo interno con representaciones a las cuales el

yo se liga pero que admiten durante un tiempo corto o largo pero siempre

limitado, la ausencia del otro real externo.


Por otro lado, en el mundo vincular, el otro real externo no puede faltar como

soporte del vínculo. No debiera entenderse que siempre tendría que estar

ahí, sea cual fuera el significado de siempre. Pero lo cierto es que el otro no

puede estar permanentemente ausente si se ha de constituir en sostén y

garante del vínculo. Sí ha de estarlo para poder desplegar la investidura de la

representación, pero también haciéndose presente para limitarla. Es un freno

para no ir en dirección a la alucinación y a su relato, como son esos delirios

de la vida cotidiana donde el otro es una fuente permanente de quejas por

sus imperfecciones, que son lo que ese otro siempre, o nunca, hace o debe

hacer. En la convivencia el partenaire difícilmente pueda no involucrarse, lo

cual le lleva a responderle como si fuera una realidad a discutir “ayudando” a

confirmar su maldad, tal como ocurre en tantas peleas matrimoniales y

familiares.

La presentación de la madre sorprende al bebé, sea en su belleza como dice

Meltzer, sea en su otredad.

Pero el significado del comportamiento de la madre, de la aparición y

desaparición del pecho y de la luz de sus ojos, de una cara por la que
pasan las emociones como sombras de nubes por el paisaje, es

desconocido para él. Después de todo ha llegado a un país extraño

donde no conoce ni el idioma, ni las claves y comunicaciones no

verbales habituales. (Meltzer, 1990. 28)

También la madre se sorprende ante la permanente y nunca creíble otredad

del bebé, nunca coincidente del todo con su representación de él.

Uno de los paradigmas de la relación con el otro es la relación de

extranjeridad, que ofrece un límite a la representación, nos interpela así

como se siente interpelado por nosotros, a la espera un trabajo de construir

con nosotros un idioma y claves, a sabiendas de que hay una lengua que

nunca será propia y que deberemos seguir produciendo.


3. LOS LUGARES DE PARENTESCO

Lo que voy a decir ahora, tiene una marca de solidez propia de toda

descripción de funciones supuestamente estables, las correspondientes a

los lugares de parentesco y que constituyen la base de las descripciones

clínicas y metapsicológicas, así como los relatos clásicos basados en la

familia desde la modernidad.

Las modificaciones epocales, las nuevas economías globalizadas, las

condiciones laborales actuales, las migraciones, son algunos de los factores

actuales que están modificando esos relatos. Las funciones se distribuyen de

una manera más fluida y no tan ligada a los lugares clásicos de parentesco.

Los distintos autores psicoanalíticos como Melanie Klein, Winnicott, Stern,

Piera Aulagnier y otros, basarán sus descripciones en este tipo de parentesco

que trataré de describir a los fines didácticos, aunque lo actual sea su fluidez.

Aunque las distintas funciones en su relación trabajan simultáneamente, la

descripción será sucesiva, lo cual sugiere una ordenación que se da en

algunas circunstancias y no se da en otras situaciones de nuestra realidad.

Así, el déficit de alguna función puede ser cubierta por otras, por ejemplo,
una falta en la investidura narcisista del bebé puede intentar suplirse con un

exceso de asistencia material, como sería una madre que da el pecho al bebé

a propósito de distintas necesidades. Aunque el bebé las transmite en

diferentes modalidades de llanto, son interpretadas como si fuera una sola

necesidad: llora por hambre. O cuando un padre inconsistente supone

cumplir la función paterna con una conducta autoritaria, sin registrar las

modulaciones de las demandas del hijo, etc.

Se describirán, a continuación, las distintas funciones habitualmente

adjudicadas a cada lugar.


El lugar de la Madre

La madre tiene a su cargo:

1- Darle asistencia material y emocional al hijo y ayudarlo en su

condición de desamparo, en base a lo descrito inicialmente por Freud

(1950 [1895]) como vivencia de satisfacción.

2- Investir narcisisticamente el cuerpo del hijo así como relacionar las

cambiantes emociones del niño con las propias para la construcción

de su mundo interno.

3- Colaborar en la construcción, en el hijo, de la representación de su

cuerpo así como de la diferencia respecto del cuerpo de la madre. Se

iniciará la subjetivación del niño que será, de ahí en más, una tarea

permanente con las otras personas de la familia y fuera de ella.

También la madre agregará subjetividad a la suya, desde la relación


con su bebé y acorde a como éste inviste el cuerpo de ella.

4- Devenir objeto deseado del hijo, después de haber sido éste un

objeto deseado de ella. Será ubicado en una trama desiderativa que

relaciona a la madre y el padre entre ellos y con el niño quien creerá

y le harán creer que es exclusivo, lo cual, al saberse en un cruce de

deseos que lo excluye de la pareja, implica siempre un grado de

desilusión.

5- Conducir al hijo hacia esa otra presencia que habita más allá de la

propia relación. A eso se refiere cuando se dice dar un lugar al

padre, que lo tendrá una vez que la madre haya dado lugar a un

hombre que será su marido, viéndolo como alguien diferente de si

misma así como de su padre o hermano.


El lugar del Padre

El padre tiene a su cargo:

1- La difícil tarea de cumplir con tres prohibiciones a saber:

a. Prevenir, impedir, obstaculizar la relación infantil de su esposa

con su padre o con su familia;

b. Prevenir, impedir obstaculizar el acercamiento abusivo del hijo a

su madre, esto es, enunciar y sostener la amenaza de

castración;

c. Prevenir, impedir, obstaculizar su propio acercamiento sexual al

hijo.

Esto último es un acto discursivo porque las prohibiciones, por lo

general, vienen desde un exterior y en este caso el padre debe

recurrir a una acción refleja por la cual él desde afuera, como

sujeto, debe enunciar una prohibición que lo toma a él mismo

como objeto de la misma. Esto hace la función del padre

peculiarmente compleja.
2- Aceptar su propia temporaria exclusión de la relación del hijo con la

madre, lo cual requiere confiabilidad en su propio lugar dentro y al

mismo tiempo al lado de ella.

3- Indicar las diferencias entre los lugares y los vínculos, a fin de

asegurar las funciones correspondientes y posibles en cada familia

para cada lugar. Transmitir las voces de lo socio-cultural y. en una

división de funciones, otorgarle a la madre la voz de lo intrafamiliar.

Quizá haya que comenzar a rever esta función a partir de las nuevas

condiciones de actividad en el mercado laboral, con un distinto

posicionamiento en un campo previamente monopolizado por los

hombres.

4- Marcar al hijo como objeto de su deseo (tanto como objeto de su

odio).
5- En el futuro, dar la hija a otro hombre para constituir una pareja, la

de ella, y aceptar no figurar como parte del mundo de la nueva

pareja. Esto es aceptar esta modalidad de exclusión que es diferente

de la exclusión anterior a propósito del vínculo entre la madre y el

hijo. Un plus de dificultad se agrega sobre esta difícil tarea, si el dar

la hija lo es a otra mujer, en una futura pareja homosexual.

El lugar del hijo

El hijo:

1- Aceptará ser un objeto deseado de la madre y del padre, dentro y

fuera de ellos. Aceptará la prohibición del padre en relación con el

acceso a su madre.

2- Ocupará el lugar asignado en la familia, por sus padres como por el

medio socio-cultural al cual la familia pertenece. Podrá hacer suyo el


lugar asignado dándole especificidad a la manera de cumplir sus

funciones.

3- Aceptará que su cuerpo sea narcisizado por la madre y por su padre

y a la vez, su acceso, el del niño a los padres es restringido. Esto es

que el acceso de su madre será cercano a lo irrestricto al comienzo

de su vida, sigue irrestricto en su fantasía, como objeto, en tanto es

restringido y limitado en el vínculo con la madre como presencia.

4- Estará incluido en – excluido de - la pareja parental.

5- Será el portavoz de los ideales familiares y de la cultura a los que él

y la familia pertenecen.
El lugar Cuarto o del Dador de la madre

Las funciones de este lugar son:

1- Aceptar ser garante al otorgar esa mujer, bajo forma de hija o

hermana, que será la esposa de otro hombre y madre de un hijo

que ha de pertenecer a una familia que él no ha de regular.

2- Cambiar de lugar, esto es de padre de la hija al de abuelo o tío del

nuevo niño, lo cual es renunciar a los restos de sexualidad infantil.

3- Renunciar al cumplimiento de la función de indicación que será

cedida al nuevo marido, futuro padre. Se refiere al acto de indicar

una direccionalidad respecto de lugares familiares a ser ocupados,

enunciado de prohibiciones, etc.


4- Aceptar el difícil lugar de exclusión de la nueva familia.

5- Aceptar la disolución de su lugar, aunque pueda permanecer como

sujeto cuya marca predominante será la de extranjero de la nueva

familia.

Veremos a continuación cómo estas funciones que parecen

inmutables, aunque variables, son influidas por algunas

condiciones actuales.
4. NUEVAS SITUACIONES DE PARENTESCO.

Voy a considerar los lugares del parentesco desde algunas cuestiones

actuales.

La familia, desde el siglo XVIII, ha reunido el amor y la sexualidad en el

ámbito de la pareja, y la genitalidad con la generación, en el ámbito de la

familia. Como se recordará, en la Edad Media, lo que actualmente se llama

función paterna, podía estar distribuida en un genitor y un pater. Un hombre

podía generar un hijo y otro, reconocerlo como tal.

El reconocimiento está ligado al carácter representacional: desde el derecho

romano el padre, al reconocer al hijo adquiría el derecho de matarlo.

Padre es aquel que posee, originariamente, un derecho de propiedad

sobre el cuerpo del hijo, del mismo modo que posee un derecho de

propiedad sobre el cuerpo de los esclavos. (Castro, 2006)

Sin necesidad de hacerlo, ambos, padre e hijo, sabían que el primero podía

matarlo y el segundo sabía que podía ser muerto por aquél. No era función

del genitor cuyo papel era transmitir, a través de las células sexuales, la
posibilidad de generar otros humanos.

Algunas de las condiciones actuales plantean nuevas situaciones:

.. En las parejas homosexuales parece volver a separarse el genitor y

el pater y lo que se disputa es esto último, quién tendrá derechos de

paternidad, ya que el hijo se ha de generar en un vientre con un

semen otro, conocido o no. No sólo en el hombre sino en algunas

mujeres parece darse una diferenciación semejante. Una observación

habitual ofrece una serie de situaciones de mujeres que, no teniendo

hijos propios, se manejan excelentemente y despliegan sus funciones

maternales con hijos de otras mujeres, hermanas, amigas,

compañeras. A ello se asocia una dificultad de ser embarazadas con

fantasías persecutorias de invasión de su interior o de implosión desde


adentro, como si portasen una bomba. Separación entre mater y

genitor, lo riesgoso para el cuerpo está en la segunda función y no en

la primera. Los riesgos fantaseados corren por cuenta de otra mujer.

Pareciera importante dar lugar a la función de padre en una conjunción

de dos vías:

a. la identificatoria con el propio padre, aunque esta vez con la

transformación de no hacerla dependiente del sexo, ya que

puede desplegarse en un hombre en contacto con otro hombre o

una mujer en contacto con otra mujer

b. la social, que parece demandar la presencia de un padre. Pater

es alguien que reconocerá un hijo como propio, proclamará su

propiedad y toda propiedad de alguna manera es posesión del

cuerpo del otro en las formas más variadas. Por otra parte, la

lucha por los derechos civiles de reconocimiento de otras


paternidades y maternidades son precisamente para

incorporarse a las formas del derecho, ese mismo derecho que

previamente no se los permitía. En las parejas homosexuales las

diferencias masculino/femenino resultan subsumidas bajo la

diferencia entre sujetos, de donde se deduce que ésta es

fundante. En los tratamientos de parejas el conflicto central se

da alrededor de la diferencia otro/otro y suele estar

defensivamente expresada como discusión acerca de quién

asume el papel de varón y quién el de mujer.

.. La procreación in Vitro viene a decirnos que es posible que se

unan los gametos sin la participación de una pareja y allí obtiene su

máxima densidad la posibilidad de generar humanos, sin la presencia

inicial de subjetividad. Un espermatozoide y un óvulo pertenecientes

a alguien que no tiene nombre propio y no es necesariamente

conocido, de hecho se fomenta que no lo sea, podrán dar lugar a un

ser humano que, por ahora, no requiere de una madre sino de un


vientre femenino donde alojarse. Se produce en el origen un

acercamiento a formas de vida vegetativa. La técnica depurada es en

la medida en que un otro puede no ser necesario para generar la

vida y la presencia de subjetividad, que parecía ser una condición

sine que non, parece ir en camino de modificar al sujeto hacia

nuevas formas, incluso la de negativización.

.. El conocimiento médico amplió sus límites más allá del cuerpo

biológico para incidir en las formas de vida más actuales, planteando

nuevos paradigmas para la vida y la muerte como la prolongación de

la vida vegetativa, mantenida técnicamente por un largo período de

tiempo sujeta al arbitrio de los otros, según sus criterios éticos o

religiosos y sin que sea necesaria la participación del sujeto. De

hecho, no está allí, donde los recursos técnicos mantienen sólo la

vida biológica. La subjetividad, o su suspensión, muestran cómo

están entramados lo biológico, las regulaciones legales y médicas y

su papel en lo político y sus modelos.

De aquí el proceso de ilimitada medicalización que va mucho


mas allá del campo sanitario, con una ósmosis creciente entre

lo biológico, lo jurídico y lo político.” (Esposito, 2005, 196)

Por lo demás la actual producción de leyes en materia de vida y

muerte – fecundación artificial, eugenesia, eutanasia – está

indicando la efectiva superposición de la esfera de lo vivo con la

esfera de lo político, como Foucault sintetizó en una expresión

que con justicia se hizo famosa: “Durante milenios, el hombre

siguió siendo lo que era para Aristóteles: un animal vivo y

además capaz de una existencia política; el hombre moderno es

un animal en cuya política esta en cuestión su vida de ser vivo.

(Esposito, 2005, 196)


De resultas del cruce entre género y sexualidad, y entre generación y

técnica, así como por la incidencia de las modificaciones sociales en las

condiciones laborales, con su consiguiente alteración de los lugares para la

masculinidad y feminidad, es posible que el cuadro de las funciones expuesto

-que alcanzó su mayor densidad en el siglo XX aunque se haya ido

estructurando en los siglos XVIII y XIX-, en el futuro cercano deba ser

planteado en otros términos.

CONCLUSIONES

Los tiempos venideros nos depararán novedades respecto de las clásicas

estructuras del parentesco, cuya mayor densidad se dio en el siglo XVIII y

adelante. De cualquier manera, debemos tratar con ellas ahora, en este

momento, que es una franja de tiempo que separa el pasado del futuro y es

allí donde nosotros operamos, entre la representación de lo que fue y la

incertidumbre de lo que vendrá.


BIBLIOGRAFÍA

Berenstein, I. (2005) Las formaciones del inconsciente y la relación amorosa.

En Segundas Jornadas Pensamiento Psicoanalítico Francés

Contemporáneo. Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires,

Ateneos Científicos, 2005.

Castro, E. (2006) C. P.

Esposito (2005) Inmunitas. Protección y negación de la vida. Amorrortu

editores. Buenos Aires. Pág. 196.

Freud, S. (1950 [1895]) Proyecto de Psicología. En: Sigmund Freud Obras

Completas, XXIII, págs. 7-132. Amorrortu editores. Buenos

Aires. 1982.

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