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Trabajo de Investigación:

Alejandro Korn
La libertad creadora; una respuesta a los conflictos
del hombre del siglo XX y de la actualidad.

Materia: Historia de la Psicología.


Cátedra: II - Rossi L.
Alumna: Camila Giordano.
Comisión: 19 – Elcovich Hernán.
Introducción:

En el presente trabajo se abordará la obra del filósofo argentino Alejandro Korn, desde el marco
histórico, político, social y filosófico que la contextualiza. Se hará hincapié en los postulados del
autor, principalmente aquellos que se encuentran en su escrito “La libertad creadora” (Korn, 1920),
considerándolos como una reacción ante el positivismo, movimiento filosófico que, en la escena
mundial de posguerra, y en la nacional de Reforma Universitaria y ampliación de la democracia,
entra en crisis y deja de brindar respuestas a las problemáticas circundantes.
Sin embargo, el objetivo de este ensayo no se agota en demostrar la ofensiva que implica la
producción de este autor en relación a corrientes filosóficas, sino que el eje central conlleva las
implicancias de la misma respecto del desarrollo de la psicología en la Argentina. Se desplegará
el pasaje de ciertas conceptualizaciones científicas y fisiológicas sobre el hombre en psicología, a
elaboraciones filosóficas que buscan devolverle a éste su subjetividad y libertad.
Asimismo, se propondrá la elaboración de dicho autor como una respuesta conveniente a los
cambios de la época y, como antecedente indirecto de corrientes filosóficas venideras, como el
existencialismo que, si bien no le son contemporáneas, se le vinculan por la similitud entre las
condiciones históricas de surgimiento.

Desarrollo
Contexto histórico:
La obra de Alejandro Korn resulta expresión de la voz de un momento histórico muy rico en
cambios, pero también turbulento, en la Argentina y en el mundo. A nivel internacional, en 1914 se
desata la Primera Guerra Mundial, la cual, quitándole a la humanidad sus últimos vestigios de
humanitarismo y filantropía, arrasará tanto con la economía de los países implicados, como con la
de los que sostenían, de forma dependiente, relaciones comerciales con aquellos, entre ellos la
Argentina. Ésta, durante la primer década del siglo XX, afronta oleadas de inmigrantes
provenientes de Europa sin una planificación económica, urbanística y de inclusión cultural, que
pudiera contener las necesidades de la población. En lo que concierne al sistema de gobierno, el
país es dirigido por una minoría oligárquica y fraudulenta.
En lo que respecta a la psicología, se brindan dos cursos en la Facultad de Filosofía y Letras de la
UBA, dictados por el prestigioso médico fisiólogo Horacio Piñero y por José Ingenieros, un médico
destacado y extravagante filósofo. En ambos predomina un enfoque fisiológico, proveniente de
Europa, especialmente de Alemania, con Wundt, y de Francia, con Ribot, y enmarcado en el
positivismo mundialmente preponderante.
Sin embargo, el pueblo es llevado a las urnas, en 1916, como consecuencia de masivos
levantamientos en armas del partido radical, y por lo desbordado de la crisis social. Hipólito
Yrigoyen es electo y se logra por primera vez la aplicación de la ley Saenz Peña que, promulgada
en el año 1912, extiende la democracia hacia los sectores medios y obreros, al establecer el voto
secreto, universal y obligatorio para todos los ciudadanos varones mayores de 18 años. Dos años
después, en 1918, se produce la Reforma Universitaria, donde estudiantes de la Universidad de
Córdoba, que pertenecían a sectores medios de la sociedad, realizaron una seguidilla de huelgas
en reclamo de autonomía universitaria. Dicho pedido, íntimamente relacionado con el cambio
político que venía dándose en el país, nace de una tensión entre sectores medios y oligárquicos,
en la que los primeros, junto con la demanda de autonomía respecto del gobierno, también
exigían libertad de cátedra y concurso. El componente ideológico de trasfondo consistía en la
apertura de la Universidad al libre pensamiento y la inclusión social.
La reforma termina con la titularidad de Piñero e Ingenieros. Este último, candidato a decano en la
Universidad de Buenos Aires, debido a un cambio de enfoque y concepción sobre el sujeto, y le
abre paso a Alejandro Korn, quien fue el primer decano de la Facultad de Filosofía y Letras electo
por los estudiantes, los egresados y los docentes. Cabe destacar que, en este momento histórico
de tanto cambio y transición, comienzan a erigirse nuevas perspectivas filosóficas, en especial
aquella que introduce Ortega y Gasset en el país. Su raciovitalismo se presenta como una nueva
doctrina que centra a la vida como realidad radical, y que pone especial atención a la interacción
entre el yo y la realidad. Ya no se acepta, sino que se rechaza, el dualismo racionalista-realista, y
se propone una superación de ambas.

Obra y pensamiento:
Con este contexto histórico e ideológico, Alejandro Korn introduce el movimiento antipositivista en
la Universidad de Buenos Aires y, a pedido de los alumnos del centro de estudiantes, y como
referente de la reforma, escribe, en 1920, “La Libertad Creadora”, un texto con aires de manifiesto
filosófico, ético y hasta político. En el mismo, comienza con una importante crítica al pensamiento
cristalizado de aquellos años; exclama que “en los grandes sistemas filosóficos se halla siempre el
rastro de las convicciones ingenuas de la época y si una depuración lógica los elimina, en seguida
vuelven como impulsos instintivos, (…) como apreciaciones dogmáticas” (ibíd., p. 49). Inaugura la
obra con una gran acometida hacia aquellos postulados indiscutidos hasta el momento, invitando
a la reflexión respecto del enquistamiento de ciertas corrientes filosóficas y de la resistencia a la
caída de sistemas caducos, en instituciones tanto educativas, como políticas y científicas. Dichas
corrientes son el racionalismo, el realismo ingenuo y el positivismo, y Korn las ubica como
conceptos presupuestos, elementos sobreentendidos, que ejercen su demagogia académica y
social, en tanto su supremacía se ve apoyada en promesas de comprender y dominar al sujeto y
la realidad. Al primero le reprocha un excesivo egocentrismo a la hora de leer el mundo, “(...) al
querer convertir la realidad objetiva en una manifestación del yo (…) Este error egocéntrico
caracteriza al idealismo subjetivo y, en rigor, lleva al solipsismo” (ibíd., p. 56). Es decir, la
reducción del todo objetivo a la conciencia del sujeto lleva a sólo poder afirmar la propia existencia
y nos aleja de la interacción de la realidad, negándola.
Sobre el segundo, Korn rescata que el mérito de las escuelas realistas es oponerse a los
principios idealistas señalados anteriormente, ya que “Al demostrar la independencia del objeto y
del sujeto celebran su mejor triunfo, porque se apoyan en el hecho indiscutible de la conciencia.”
(ibíd., p. 57). Sin embargo, también puntúa que “Desgraciadamente, se apresuran a desvirtuarlo al
querer someter al sujeto a un mundo noumenal” (ibíd, p. 57). Es decir que, al considerar que el
mundo y sus objetos tienen una existencia independiente del observador, y que aquello que es
percibido por los sentidos es, en definitiva, lo que parece y lo único pasible de ser cognoscible, el
realismo supone al sujeto por fuera de lo fenoménico y, por consiguiente, imposible de abordar su
estudio vía el conocimiento.
En consonancia, al positivismo le reconoce el darle entidad al sujeto como algo posible de ser
estudiado. No obstante, juzga la forma en que lo hace, a través de “la necesidad de sistematizar el
cúmulo de los hechos, que obliga a aislarlos, a abstraerlos, a encasillarlos y con ellos se despoja
al proceso psíquico, precisamente, de su vida sintética (…)” (ibíd., p. 68). Es decir, lo que a Korn le
parece inadmisible es el método único que el positivismo plantea, la extrema tentativa de explicar
los hechos del mundo subjetivo, vía su reducción a las leyes del mundo objetivo, lo cual también
conlleva que, al explicar los fenómenos subjetivos mediante esquemas, luego se confunda la
realidad con estos, (ibíd., p. 61), dando por resultado una suerte de tautología.
Es interesante ver que aquello que se perfila en la obra de este autor es la reflexión sobre el
abordaje de la subjetividad de diversas teorías, demostrando los intentos fallidos de las mismas y
poniendo en tela de juicio el criterio que refieren aquellas posturas sobre el hombre.
En particular, la psicología se ve influenciada y hasta determinada por el paradigma positivista, ya
que, en busca de ser reconocida como una ciencia, va aplicando los axiomas que éste le exige,
constriñendo el estudio de la conducta a las leyes de la física, a su universalidad. Así es como se
gesta aquella psicología fisiológica y experimental de los laboratorios de Piñero, y aquella otra de
Ingenieros, también fisiológica, orientada, desde un determinismo biologicista, a la adaptación del
sujeto al ambiente y a la criminología, donde la herencia y lo extranjero definen el grado de
normalidad y adaptación social o, en oposición, la patología; es decir, la imbecilidad, la debilidad
mental, la perversión, etc. Korn, respondiéndoles a dichos autores, dirá que “el positivismo se ha
desarrollado en sistemas realistas, supeditados a una supuesta unidad o jerarquía de las ciencias;
de donde el hecho moral o social estaría tan sujeto a leyes como el hecho físico o químico (…) de
ahí la serie de pseudociencias que, como la sociología y la psicología experimental, todavía
peregrinan en busca de las leyes exactas.” (ibíd., p. 95), desconociendo y cuestionando el rótulo
científico que se adjudicaban.
Asimismo, sobre la corriente mencionada, debe señalarse que la reducción que ésta realiza sobre
el sujeto, al tomarlo como un objeto cuya conducta es predecible vía el método de las ciencias
naturales y, despojándolo de todo proceso psíquico y subjetivo, no tiene consecuencias ni
motivaciones ingenuas, sino que, como indica Korn, se debe prestar atención a la influencia
ejercida, por dicha hegemonía, sobre las políticas estatales y lo social. La reducción del individuo
a un ente biológico, predecible y plagado de fallas a erradicar para lograr su adaptación al medio,
resulta altamente beneficiosa y oportuna para la política anterior a 1916, ya que ampara el voto
restringido y admitido exclusivamente para aquellos considerados “aptos” y, además, aporta
explicaciones tendenciosas que permiten desligar la responsabilidad política sobre las
contrariedades sociales ya que, cuando dicha adaptación es considerada imposible de alcanzar, el
sujeto, pasivo y manipulable, en lugar de ser alojado por el sistema educativo y productivo, queda
a merced de un diagnóstico diferencial que pretende derivarlo a instituciones pertinentes para
abordar el caso, es decir, un hospital psiquiátrico o una cárcel (Rossi, 2001).
Hasta aquí una puesta en claro sobre la embestida que realiza Korn hacia otros sistemas. Sin
embargo, no se han desplegado aún, los axiomas de su propuesta.
En lo tocante a la conciencia y sus aspectos, el escritor afirma con fuerza la existencia de la
misma y la entiende como una unidad, sin perder de vista los componentes que la conforman.
Para Korn, a diferencia del realismo, “El mundo objetivo está, por cierto, fuera del yo, pero no
fuera de la conciencia. Al calificar algo de externo, nos referimos al yo y no a una realidad
incognoscible” (Korn, 1920, p.57), es decir, sólo es posible hablar de ajeno cuando hay algo
interno, de realidad objetiva externa en relación a un interior subjetivo. “La conciencia se desdobla
en un orden objetivo y en otro subjetivo” (ibíd., p.57). Encontramos un parte perceptiva que nos
comunica con el mundo y nos permite ejercer sobre él nuestra voluntad, y otra que refiere al yo,
como la voluntad misma, los afectos, y los juicios.
Al reparar sobre el yo como instancia de la conciencia, Korn se para en la vereda opuesta al
sujeto objetivado. El yo aporta la noción de un sujeto libre y activo, “el sujeto no se mantiene frente
al mundo en actitud contemplativa; no es en manera alguna un espectador desinteresado. La
conciencia es el teatro de los conflictos y armonías entre el sujeto que siente, juzga y quiere, y el
objeto que se amolda o resiste” (ibíd., p.57). Por lo tanto, además de la conciencia como unidad,
se la define, en su versión dinámica, como un proceso psíquico, como movimiento y
transformación. Es, entonces, una zona intermedia entre la realidad interna y externa, en
permanente conflicto entre la necesidad y la libertad, entre el hecho objetivado que resiste y el
sujeto que insiste en someterlo a su libertad y albedrío. Para este autor, el fin último de la
conciencia es la superación de la dualidad sujeto-objeto, que llevaría a la plena realización de la
personalidad, mediante “(...) la conquista del dominio económico de la naturaleza y del
autodominio ético (...)” (ibíd., p. 100). El dominio económico consistiría en domeñar el mundo
objetivo, el cual es entendido como un obstáculo, a través del desarrollo de la ciencia y la técnica.
Se trata de la naturaleza como un amo esclavista del cual el sujeto debe emanciparse. En relación
al autodominio ético, el concepto se desenvuelve en torno al yo de la conciencia y tiene que ver
con el control del hombre sobre sus afectos, el ser dueño de sí mismo. Sobre esto se reflexiona
que, entonces, una ética acabada debe contemplar como elementos un sujeto libre y responsable,
y una sanción. Para Korn la sanción del acto inmoral es precisamente la privación de la libertad, la
degradación de la dignidad. En tanto la recompensa de un buen acto es la conciencia de libertad
actualizada. La dimensión ética es, para este autor, una forma de abordar el problema de la
singularidad del actuar humano y, también constituye una vía para interrogar el determinismo
biológico y darwiniano. “Demostrar que nuestros conceptos éticos actuales son el resultado de
una evolución biológica o social es del mayor interés, pero no hace al caso. (…) La
sistematización biológica, al recordar que derivamos del animal, debiera decirnos por qué lo
hemos superado y tendemos a despojarnos de su residuo bestial. ¿O cree, por suerte, que
conviene retornar a nuestros viejos orígenes?” (ibíd., p. 77). Esta cita ilustra la manera en que el
filósofo le cuestiona al positivismo y a las ciencias naturales que sus desarrollos evolucionistas no
bastan para explicar la ética, la moral y, en definitiva, el libre albedrío del ser humano.
Retomando los aportes a la psicología, no debe pasar inadvertido la introducción importantísima
que hace Korn al aludir a la conciencia como un proceso psíquico y a su finalidad como
realización de la personalidad. Esta última aparece como un término incipiente, que alega algo de
la singularidad de cada sujeto. Además, al presentar la faceta ética del ser humano, le quita un
importante peso al determinismo biológico; la adaptación pasa a ser acción sobre el mundo desde
la libertad y la responsabilidad individual.
Asimismo, y volviendo sobre el contexto, esta nueva concepción del hombre se relaciona de forma
puntual, en el momento histórico que enmarca la obra, fundamentalmente, con la ampliación de la
democracia y la reforma universitaria. En ambos procesos, se produce un pasaje de la restricción
de la participación a una inclusión social que, de trasfondo, implica un sujeto capaz de opinar,
elegir y hacerse responsable por sus decisiones, independientemente de su origen cultural,
biológico y social.
En este punto de la obra, y para finalizar, es sustancial remarcar el hincapié que se hace sobre la
actividad del ser humano. Su capacidad transformadora lleva a pensar la realidad no en ese
término, precisamente, que resuena estático, sino como una actualidad que deviene y es creada y
modificada por decisiones humanas, es decir, por la libertad creadora. Bajo estos fundamentos del
sistema filosófico que propone Korn, es cómo éste invita a la filosofía y a la ciencia a devolver y
retomar dos aspectos que habían sido arrasados e ignorados en los años anteriores, es decir, a
restituir lo humanitario en la humanidad y la libertad en el hombre.

Conclusión:
De lo expuesto anteriormente se confirma que la obra de Alejandro Korn, tanto en sus aspectos
filosóficos, como psicológicos y políticos, responden a una coyuntura determinada por la caída de
grandes sistemas que pretendían explicar y organizar al sujeto y la realidad, desde los
fundamentos pertenecientes a las ciencias naturales y exactas. Como respuesta, sus escritos
consolidan un sujeto activo que actúa sobre su realidad, asentándolo sobre la elaboración teórica
de una conciencia individual, libre y creadora, y de una realidad objetiva entendida como
actualidad. Si bien gran parte de sus conceptualizaciones remiten a la crítica de aquellos grandes
paradigmas, ésta no implica el desconocimiento de la utilidad de cada corriente. Korn convoca
constantemente la superación de conflictos académicos y la comunión de diferentes posturas,
todo esto enmarcado desde su ideología abierta al libre pensamiento. Como expresión de dicha
posición se encuentra la siguiente cita: “La ciencia no ha de hacer bancarrota, pero sí aquellos
que pretenden emplearla como un arma amoral en la empresa de degradar la personalidad
humana. La ciencia construye, y ciertamente con provecho, el nexo causal del universo. Ahí se
agota su misión y falta a ella si invade el dominio de la filosofía (...)” (Ibíd., p. 95). Así se delimitan
los márgenes de cada disciplina, la ciencia como herramienta del ser humano y éste subordinado
a ella y, la metafísica y la filosofía como instrumentos que permiten elaboraciones que perduran
como las obras imperecederas del arte, hijas de un tiempo determinado, de factores étnicos y
personales, “construcciones hipotéticas de la imaginación creadora” (ibíd., p. 101).
Por otro lado, y para concluir, se cree pertinente plantear la relación entre el movimiento que
encuadra la obra de Korn y el existencialismo del siglo XX. Si bien el existencialismo data de fines
del siglo XIX, es necesario indicar que tiene su surgimiento luego de la Primera Guerra Mundial,
como un rechazo a pertenecer a cualquier escuela de pensamiento sistemático y a la filosofía
tradicional alejada de la vida. Es una propuesta frente a los dilemas angustiantes del ser humano
que no hallaban lugar en la filosofía típica. Esto debiera remitirnos a las bases que se presentan
en Ortega y Gasset y Alejandro Korn ya que, efectivamente, sus obras apuntan a lo mismo, y son
producto de la misma trama internacional. Sin embargo, aún en los años '20 el movimiento no
estaba consolidado como tal. Sólo, reforzado por la Segunda Guerra Mundial, toma una
consistencia definida. Autores como Albert Camus, Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre son
íconos del mismo. En este último, especialmente, se encuentran lineamientos y concepciones del
humano y de la libertad muy similares a los que se hayan en el texto de Korn. Para Sartre, la
existencia precede la esencia, no hay determinación del sujeto de antemano, no hay predicción y
control, y tampoco sentido de la vida, sino que existe una incertidumbre rotunda, una libertad
inherente de la que el hombre es esclavo, y un sentido de la vida que dependerá del yo del sujeto.
Asimismo, este autor es considerado como el más eticista dentro del existencialismo, debido a
que, considerándolo un humanismo, sostiene que el individuo, al ser libre, tiene una gran
responsabilidad y un gran compromiso con el prójimo y la libertad de los demás sujetos. En
consonancia, para Korn no sirve pensar en determinismos no relacionados a la conciencia; la
realidad es leída como la actualización de la conciencia del sujeto sobre el mundo y las
modificaciones que imprime sobre él. El enfoque debe darse sobre la libertad del yo, su capacidad
creadora y el dominio del mundo objetivo y el subjetivo, y no sobre un sentido de la vida impuesto
e incuestionable. Lo que resulta muy atractivo de ambas posturas es su relación con el debacle de
la humanidad y la destrucción que han generado las Grandes Guerras y la violencia político-social
de ambos momentos históricos, ya que, tanto los valores éticos existencialistas, como la axiología
de Korn y el dominio ético, se orientan hacia la libertad del sujeto y del resto de los individuos,
promoviéndola hacia la realización vía la solidaridad entre los mismos.
Para finalizar, considerando la similitud entre ambos surgimientos, y teniendo en cuenta la trama
actual, caracterizada por una marcada violencia mundial, que es respaldada y originada por
fundamentalismos religiosos e intereses económicos que nos aproximan a movimientos
nacionalistas y fascistas similares a los pertenecientes al siglo XX, ¿es prudente esperar una
nueva ola de destrucción masiva de la humanidad con consecuente intento de la filosofía por
alojar los restos de la misma, o podría pensarse que, esta vez, tomando la fuerza de las escuelas
mencionadas, la humanidad se anticipará al aniquilamiento de sí misma?

Bibliografía:

• Korn, A. (1920). La libertad creadora. Claridad: Buenos Aires.

• Rossi, L. Y colaboradores (2001). Psicología: su inscripción universitaria como profesión.


Una historia de discursos y de prácticas. Eudeba: Buenos Aires.
• Sartre, J. P. (1948). El existencialismo es un humanismo. Folio: Barcelona.

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