Está en la página 1de 3

INTRODUCCION (PREFACIO)

La fundación Galouste Gulbenkian patrocino la primera fase de Portugal 2000 tratando de


predecir la nación portuguesa en el amanecer del siglo XXI, la fundación trato de apoyar toda
clase de temas de índole global y así, examinar las ciencias sociales

Immanuel Wallerstein quien era director del Fernand Braudel Center en la universidad de
Binghamton, hizo un dream team de intelectuales conformado por 6 estudiosos de las ciencias
sociales, dos de las ciencias naturales y dos de las humanidades para estudiar y reflexionar
sobre el presente y futuro de las ciencias sociales. La comisión Gulbenkian para la
reestructuración de las ciencias sociales se creó en julio de 1993. Esta composición refleja la
profundidad como la perspectiva necesaria para alcanzar el análisis presentado en el siguiente
texto.

1. LA CONSTRUCCION HISTORICA DE LAS CIENCIAS SOCIALES DESDE EL SIGLO XVIII HASTA


1945

Lo que hoy llamamos ciencia social es heredera de una sabiduría filosófica tan antigua como la
vida misma, resultado de una realidad transmitida a través de las edades y del tiempo, de
experiencia humana en periodos largos de tiempo y de revelaciones o deducciones racionales
de algunas verdades inherentes y eternas. Esta herencia, sin embargo, es distante y a su vez no
reconoce ni agradece, porque la ciencia social se definió conscientemente a sí misma como la
búsqueda de verdades que fueran MAS ALLÁ de esa sabiduría recibida o deducida.

La llamada visión clásica de la ciencia constaba de dos premisas, el modelo newtoniano en


donde existe una simetría entre el pasado y el futuro y aquel era una visión casi teológica
donde al igual que dios, podemos alcanzar certezas y por lo tanto no necesitamos distinguir
entre el pasado y el futuro puesto que todo coexiste en un presente eterno.

La segunda premisa fue el dualismo cartesiano el cual suponía una distinción fundamental
entre la naturaleza y el humano, materia y mente, mundo físico y mundo espiritual, buscando
siempre y citando a Thomas Hooke “Perfeccionar el conocimiento de las cosas naturales y de
todas las artes útiles, sin ocuparse de teología, metafísica, moral, política, gramática, retorica o
lógica” La ciencia paso a ser definida como la búsqueda de las leyes naturales universales que
se mantenían en todo tiempo y espacio. Sin embargo, Alexandre Koyré observa:

“El universo infinito de la nueva cosmología se mueve sin fin y sin objeto en el espacio eterno,
heredo todos los atributos ontológicos de la divinidad, pero solo esos; todos los demás se los
llevó consigo la divinidad con su marcha”

Adjudicando la falta de valores morales en un mundo que ya no es el globo terrestre, sino el


cosmos. De igual manera, la idea e imagen del progreso se vio sustentada en la idea de un
mundo finito, y la visión de un progreso ilimitado extraía fuerza de la infinidad del tiempo y del
espacio, pero la realización practica del progreso en los asuntos humanos por medio del
avance tecnológico dependía de la explorabilidad del mundo y de la confianza en su finitud en
ciertas dimensiones clave. En el siglo XX, las limitaciones fueron invocadas incluso como
incentivo adicional para las exploraciones, siempre más hacia arriba y hacia afuera, necesarias
para expandir aún más esa esfera de dominio.

“Nuestra vivienda pasada y presente empezó a parecerse cada vez menos al hogar y cada vez
más a una plataforma de lanzamiento “

La universidad revivió a fines del siglo xviii y comienzos del XIX como principal sede
institucional para la creación de conocimiento. La universidad revivió y se transformó después
de la realización y categorización por parte de los filósofos sociales y pensadores europeos que
reconocían la existencia de múltiples tipos de sistemas sociales en el mundo. Las facultades de
teología perdieron importancia o desaparecieron totalmente para ser suplantadas por un
mero departamento de estudios religiosos dentro de la facultad de filosofía. (CONOCIMIENTTO
CIENTIFICO APLICADO: Centro de capacitación en un campo profesional especifico)

Principalmente en la facultad de filosofía se construyeron las modernas estructuras del


conocimiento, la historia intelectual del siglo XIX está marcada principalmente por la creación
de estructuras institucionales permanentes diseñadas tanto para producir nuevo conocimiento
como para reproducir a los productores de conocimiento.

La creación de múltiples disciplinas (las ciencias sociales) se basaba en la creencia que la


investigación sistemática requería una alta concentración en las diferentes zonas separadas de
la realidad, la cual tendría que haber sido racionalmente dividida en distintos grupos de
conocimientos, donde dicha división racional prometía ser eficaz e intelectualmente
productiva. Las ciencias naturales no esperaban la resurrección de la universidad para que
fuese una entidad autónoma institucional si no para solicitar apoyo social y político en base a
la promesa de producir resultados prácticos de utilidad inmediata (ej. Napoleón y la creación
de las grandes ecoles) y a su vez, fueron los no científicos naturales quienes aportaron más
para la resurrección de la universidad, historiadores y estudiosos de las literaturas naturales,
utilizándolos como mecanismo para obtener apoyo del estado en sus trabajos, ellos atrajeron
a los filósofos naturales hacia estas nacientes estructuras universitarias para beneficiarse del
perfil positivo que tenían, pero su resultado fue la eterna tensión entre las humanidades o las
artes y las ciencias, quienes ahora, se definían como modos de conocimientos muy diferentes
e inclusive para algunos, antagónicos.

La idea de progreso puede ser definida entonces como la habilidad de organizar y racionalizar
el cambio social después de su estudio y comprendimiento de las reglas que lo gobiernan. No
solo había espacio para la ciencia social, sino que existía una profunda necesidad social de ella
y mientras más estable la base y más exacta fuese la ciencia mejor sería lo demás. La ciencia
social moderna en la primera mitad del siglo XIX era plenamente consciente de ello. Otros, más
interesados en volver a tejer la unidad social entre los estados, se volvieron hacia la creación
de relatos históricos nacionales con el objeto de dar un soporte a nuevas o potenciales
soberanías, relatos que no eran más que reformulaciones de la historia que dejaría de ser una
hagiografía para justificar a los monarcas y se convertiría en la verdadera historia del pasado
explicando el presente y sembrando las bases para una sabia elección del futuro. Este tipo de
historia basada en la investigación empírica de archivos se unió a las ciencias sociales y y
naturales en el rechazo de la especulación y de la deducción, quienes calificaban y asociaban
esta práctica a los filósofos, pero precisamente porque este tipo de historia estaba enfocada
en la vida de los pueblos, veía con desconfianza los intentos de los exponentes de la nueva
“ciencia social” de generalizar o, mejor dicho, de establecer leyes generales en la sociedad.

En el curso del siglo XIX las diversas disciplinas florecieron y se abrieron para cubrir toda una
gama de posiciones epistemológicas (matemáticas en un extremo, en el otro extremo las
humanidades, las practicas artísticas) donde entre las humanidades y las ciencias naturales,
quedaba el estudio de las realidades sociales con la historia (idiográfica) más cerca de las
facultades de artes y letras, y la ciencia social (nomotética) más cerca de las ciencias naturales.
Y a medida que la separación del conocimiento en dos esferas apartadas y diferentes, cada una
con un enfoque epistemológico diferente que se endurecía cada vez más, la realidad de los
estudiantes que estudiaban las realidades sociales fue quedar atrapado en el medio,
profundamente divididos en torno a esos problemas más epistemológicos.

Todo bajo el margen de una victoria de la ciencia (newtoniana) sobre la filosofía (especulativa)
donde su división había sido proclamada como un divorcio por Auguste Comte (filosofía
positivista) y esta en realidad despreciaba la metafísica aristotélica, no su interés filosófico en
sí. Sin embargo, los planteamientos y los problemas planteados parecían más reales que
nunca, el papel de las leyes deterministas que gobiernan al mundo y la naturaleza de la
invención y la investigación humana fueron cuestionamientos intelectuales que también
poseían presuntas implicaciones políticas.

Se proclamo que la ciencia era el descubrimiento de la realidad objetiva utilizando un método


que permitía salir fuera de la mente, mientras que se decía que los filósofos no hacían más que
meditar y escribir sobre sus meditaciones. Esa visión de la ciencia y de la filosofía fue afirmada
con mucha claridad por Comte en la primera mitad del siglo XIX, y al revivir el termino de física
social, Comte expresaba su interés político en salvar a Occidente de la “corrupción
sistemática” que había llegado a ser indispensable como instrumento del gobierno debido a la
anarquía intelectual que manifestaba desde la revolución francesa. Para Comte, la física social
permitiría la reconciliación del orden y el progreso al encomendar una solución a cuestiones
meramente sociales a “un pequeño número de inteligencias elite” con educación apropiada.
De esa forma la Revolución francesa cesaría gracias a la instalación de un nuevo poder
espiritual. En esa nueva estructura de conocimiento, los filósofos serian ahora “especialistas en
generalidades” aplicando la lógica de la mecánica celeste al mundo social. Esta ciencia positiva
proponía representar la liberación total de la teología, la metafísica y todos los demás modos
de explicar la realidad.

“La ciencia de la naturaleza humana está lejos de alcanzar los estándares de exactitud que hoy
se alcanzan en astronomía, pero no hay razón para que no pueda ser tan científica como el
estudio de las mareas, o como lo era la astronomía cuando sus cálculos solo habían alcanzado
a dominar los fenómenos principales, pero no las perturbaciones” -John Stuart Mil.

También podría gustarte