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Immanuel Wallerstein quien era director del Fernand Braudel Center en la universidad de
Binghamton, hizo un dream team de intelectuales conformado por 6 estudiosos de las ciencias
sociales, dos de las ciencias naturales y dos de las humanidades para estudiar y reflexionar
sobre el presente y futuro de las ciencias sociales. La comisión Gulbenkian para la
reestructuración de las ciencias sociales se creó en julio de 1993. Esta composición refleja la
profundidad como la perspectiva necesaria para alcanzar el análisis presentado en el siguiente
texto.
Lo que hoy llamamos ciencia social es heredera de una sabiduría filosófica tan antigua como la
vida misma, resultado de una realidad transmitida a través de las edades y del tiempo, de
experiencia humana en periodos largos de tiempo y de revelaciones o deducciones racionales
de algunas verdades inherentes y eternas. Esta herencia, sin embargo, es distante y a su vez no
reconoce ni agradece, porque la ciencia social se definió conscientemente a sí misma como la
búsqueda de verdades que fueran MAS ALLÁ de esa sabiduría recibida o deducida.
La segunda premisa fue el dualismo cartesiano el cual suponía una distinción fundamental
entre la naturaleza y el humano, materia y mente, mundo físico y mundo espiritual, buscando
siempre y citando a Thomas Hooke “Perfeccionar el conocimiento de las cosas naturales y de
todas las artes útiles, sin ocuparse de teología, metafísica, moral, política, gramática, retorica o
lógica” La ciencia paso a ser definida como la búsqueda de las leyes naturales universales que
se mantenían en todo tiempo y espacio. Sin embargo, Alexandre Koyré observa:
“El universo infinito de la nueva cosmología se mueve sin fin y sin objeto en el espacio eterno,
heredo todos los atributos ontológicos de la divinidad, pero solo esos; todos los demás se los
llevó consigo la divinidad con su marcha”
“Nuestra vivienda pasada y presente empezó a parecerse cada vez menos al hogar y cada vez
más a una plataforma de lanzamiento “
La universidad revivió a fines del siglo xviii y comienzos del XIX como principal sede
institucional para la creación de conocimiento. La universidad revivió y se transformó después
de la realización y categorización por parte de los filósofos sociales y pensadores europeos que
reconocían la existencia de múltiples tipos de sistemas sociales en el mundo. Las facultades de
teología perdieron importancia o desaparecieron totalmente para ser suplantadas por un
mero departamento de estudios religiosos dentro de la facultad de filosofía. (CONOCIMIENTTO
CIENTIFICO APLICADO: Centro de capacitación en un campo profesional especifico)
La idea de progreso puede ser definida entonces como la habilidad de organizar y racionalizar
el cambio social después de su estudio y comprendimiento de las reglas que lo gobiernan. No
solo había espacio para la ciencia social, sino que existía una profunda necesidad social de ella
y mientras más estable la base y más exacta fuese la ciencia mejor sería lo demás. La ciencia
social moderna en la primera mitad del siglo XIX era plenamente consciente de ello. Otros, más
interesados en volver a tejer la unidad social entre los estados, se volvieron hacia la creación
de relatos históricos nacionales con el objeto de dar un soporte a nuevas o potenciales
soberanías, relatos que no eran más que reformulaciones de la historia que dejaría de ser una
hagiografía para justificar a los monarcas y se convertiría en la verdadera historia del pasado
explicando el presente y sembrando las bases para una sabia elección del futuro. Este tipo de
historia basada en la investigación empírica de archivos se unió a las ciencias sociales y y
naturales en el rechazo de la especulación y de la deducción, quienes calificaban y asociaban
esta práctica a los filósofos, pero precisamente porque este tipo de historia estaba enfocada
en la vida de los pueblos, veía con desconfianza los intentos de los exponentes de la nueva
“ciencia social” de generalizar o, mejor dicho, de establecer leyes generales en la sociedad.
En el curso del siglo XIX las diversas disciplinas florecieron y se abrieron para cubrir toda una
gama de posiciones epistemológicas (matemáticas en un extremo, en el otro extremo las
humanidades, las practicas artísticas) donde entre las humanidades y las ciencias naturales,
quedaba el estudio de las realidades sociales con la historia (idiográfica) más cerca de las
facultades de artes y letras, y la ciencia social (nomotética) más cerca de las ciencias naturales.
Y a medida que la separación del conocimiento en dos esferas apartadas y diferentes, cada una
con un enfoque epistemológico diferente que se endurecía cada vez más, la realidad de los
estudiantes que estudiaban las realidades sociales fue quedar atrapado en el medio,
profundamente divididos en torno a esos problemas más epistemológicos.
Todo bajo el margen de una victoria de la ciencia (newtoniana) sobre la filosofía (especulativa)
donde su división había sido proclamada como un divorcio por Auguste Comte (filosofía
positivista) y esta en realidad despreciaba la metafísica aristotélica, no su interés filosófico en
sí. Sin embargo, los planteamientos y los problemas planteados parecían más reales que
nunca, el papel de las leyes deterministas que gobiernan al mundo y la naturaleza de la
invención y la investigación humana fueron cuestionamientos intelectuales que también
poseían presuntas implicaciones políticas.
“La ciencia de la naturaleza humana está lejos de alcanzar los estándares de exactitud que hoy
se alcanzan en astronomía, pero no hay razón para que no pueda ser tan científica como el
estudio de las mareas, o como lo era la astronomía cuando sus cálculos solo habían alcanzado
a dominar los fenómenos principales, pero no las perturbaciones” -John Stuart Mil.