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Uno de los procesos que permiten que las empresas funcionen. Unsplash.
Vivimos en una sociedad en el que gran parte del mercado laboral está
configurado en base al ámbito empresarial. Sean grandes multinacionales, pymes,
negocios familiares o incluso servicios individuales, todas ellas deben tener en
cuenta que un elemento esencial para su supervivencia es la coherencia en la
organización y la comunicación entre sus partes por tal de aunar esfuerzos y
dirigirse hacia un objetivo común.
Objetivos generales
Los objetivos que tiene la comunicación empresarial son fácilmente entendibles.
A nivel interno, por un lado permite que se produzca una organización coherente
y se comparta la información y los resultados obtenidos por sus diferentes
departamentos o trabajadores, así como que se pueda generar y transmitir los
objetivos y la visión corporativa de la empresa.
1. Interna y externa
La primera de ellas es la que establece la distinción entre comunicación interna y
externa, siendo la primera la que se produce entre los diferentes departamentos y
trabajadores de la propia empresa y la segunda la que va dirigida a establecer una
comunicación con el medio.
2. Bidireccional y monodireccional
Asimismo, también podemos encontrar estilos de comunicación empresarial con
mayor o menor nivel de interactividad, pudiéndose encontrar desde la más
habitual comunicación bidireccional en que emisor y receptor interactúan y se
intercambian información hasta la monodireccional en que únicamente se envía
un mensaje, generalmente desde puestos de poder, a un receptor que no tiene
opción a réplica.
3. Ascendente, descendente y horizontal
Dentro de la comunicación empresarial interna de una organización, podemos
encontrar tres grandes tipos en función del punto donde parta la información y la
posición entre el emisor y el receptor de una misma comunicación. Hablamos de
comunicación descendente cuando el acto comunicativo se lleva a cabo desde un
emisor con un cargo mayor que el del receptor.
4. Formal e informal
Finalmente, cabe destacar que en la comunicación empresarial nos podemos
encontrar con la existencia de dos diferentes tipos de vías de comunicación: la
formal y la informal. En la primera es en la que suelen tratarse los aspectos
técnicos y vinculados con las tareas en sí, siendo un tipo de comunicación
respetuosa y centrada en la razón y en el objetivo de la empresa.
1. Falta de consistencia
Uno de los factores que más influye en que la comunicación sea en verdad útil es
la credibilidad del emisor y la consideración que se muestra para con el receptor
del mensaje Un ejemplo de ello puede ser la existencia de disonancias entre lo
que se dice y lo que se hace, no manteniendo los emisores una manera de
actuar coherente con los mensajes emitidos.
Del mismo modo y por ejemplo en el caso de grandes empresas con una gran
cantidad de departamentos, si existen divergencias entre las figuras de autoridad
o referencia dentro de la empresa probablemente podría generarse una
situación en que el trabajador no sabe realmente qué liderazgo debe seguir,
algo que puede generar frustración y desconfianza.
3. No comprender el contexto
También debe valorarse la adecuación a la situación actual y a los avances
sociales, así como a las particularidades de la propia situación. Por ejemplo, en
una sociedad cada vez más globalizada y en el que las nuevas tecnologías
permiten la comunicación inmediata con un amplio número de personas al
mismo tiempo, puede ser necesario analizar e invertir en políticas de
comunicación que tengan en cuenta el poder de las redes sociales y cómo
transmitir correctamente la información deseada, además de valorar el contacto
con posibles clientes de otras regiones del mundo.
Otro problema podría ser el contenido de los mensajes que se emiten: es posible
que aunque existe la comunicación esta no transmita o no haga entender el
contenido que sería necesario transmitir. Es posible que se centre en aspectos
más bien suplementarios y obvien por ejemplo la orientación o los objetivos que
debe tener un puesto determinado, o que den por sentado la existencia de un
conocimiento que nunca se ha explicitado.