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Derechos de La Persona Humana
Derechos de La Persona Humana
Fundamentos filosóficos
Dicho de otro modo, se puede ser mejor persona si uno adquiere cualidades
morales, pero no se puede ser más persona. Cualquier otra consideración, como
grado de desarrollo, estado de salud, inteligencia, nivel cultural, raza, sexo, etnia o
religión es accidental con relación a la condición de persona.
La libertad proporciona dominio sobre los propios actos. Porque tiene voluntad
libre, el hombre se autodetermina a actuar y a dirigirse al bien por sí mismo. La
libertad da capacidad de amar con amor humano; no sólo por impulsos emocionales,
sino por el conocimiento del bien que reconoce en el otro por la razón.
Alma y cuerpo forman una profunda unidad (una «unidad substancial»). Gracias al
7
Aunque, todos los hombres son personas, sin embargo, no todas las personas son hombres. Este punto es particularmente importante en
teología al considerar sujetos espirituales como los ángeles y las almas de los difuntos que también son personas. Dios mismo es un ser
personal en el cual hay tres Personas realmente distintas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
8
Cf. CCE 362-363.
9
GS 14.
2
alma espiritual, la materia que integra al cuerpo es un cuerpo humano y viviente10 y,
por tanto, también el cuerpo participa de la dignidad de persona. «En la unidad de
cuerpo y alma, el hombre, por su misma condición corporal, es una síntesis del
universo material, el cual alcanza por medio del hombre su más alta cima y alza la
voz para la libre alabanza del Creador» 11
10
Cf. CCE 364-366.
11
GS 14.
12
Cf. Gén 1, 26.
13
Cf. GS 12.
14
Cf. Gén 1, 28-30.
15
Cf. GS 12.
16
CCE 358.
17
GS 24.
18
Cf. CCE 362.
19
Heb 4, 15.
20
Cf. GS 22.
21
Cf. Rom 8, 32.
22
GS 22.
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Este título llega a su máxima expresión al considerar que el hombre está llamado
a la santidad, que se inicia en este mundo por la gracia y llega a su perfección en la
bienaventuranza eterna, que consiste en vivir en unión con Dios por toda la
eternidad23. La filiación divina llegará entonces a su plenitud. Esto lleva a concluir
que «la más alta razón de la dignidad humana está en la vocación del hombre a la
comunión con Dios»24.
La Iglesia sabe que la dignidad humana es una dignidad trascendente por estar
fundamentada en Dios, al tiempo que proclama «la altísima vocación del hombre y la
semilla divina que en éste se oculta»26.
Hay una igualdad esencial entre todos los hombres por su común naturaleza
humana y su dignidad de personas. Esta igualdad es especialmente subrayada en la
Sagrada Escritura. «Dios hizo de uno todo el linaje humano y para poblar roda la faz
de la tierra»,27 y también: «uno mismo es el Señor de todos»28.
La dignidad humana alcanza por igual a todos los seres humanos, sin distinción
de raza, etnia, creencia o condición. Tampoco hay diferencia en dignidad entre varón
y mujer, ya que ambos son seres humanos en el mismo grado; tamo el hombre
como la mujer fueron creados a imagen de Dios, redimidos por Cristo y llamados a la
bienaventuranza eterna29.
San Pablo declara esta igualdad fundamental entre rodos los seres humanos,
apoyándose en el misterio de Cristo: «ya no hay diferencias entre judío y griego, ni
entre varón y mujer, ya que codos vosotros sois uno solo en Cristo Jesús» 30. De aquí
que la Iglesia insista en que «la igualdad fundamental entre todos los hombres exige
un reconocimiento cada vez mayor, porque todos ellos, dorados de alma racional y
creados a imagen de Dios, tienen la misma naturaleza y el mismo origen. Y porque,
redimidos por Cristo, disfrutan de la misma vocación y de idéntico destino» 31.
La DSI enseña que la igual dignidad de las personas exige que se llegue a una
situación de vida más humana y más justa y que se superen las excesivas
desigualdades económicas y sociales entre los miembros o los pueblos de una única
familia humana32.
32
Cf. GS 29; CCE 1937-1938.
33
Dt 10, 19.
34
Lc 10, 30-37.
35
Cf. GS 66.
5
en lo que concierne a los deberes de los emigrantes respecto al país de adopción» 36.
Por su parte, «el inmigrante está obligado a respetar con gratitud el patrimonio
material y espiritual del país que lo acoge, a obedecer sus leyes y contribuir a sus
cargas»37.
Por fin, en 1963, el Papa Juan XXIII publicó la encíclica Pacem in terris, cuya
primera parte, constituye una verdadera carta magna de la concepción cristiana de
los derechos humanos. El Concilio Vaticano II y los últimos Romanos Pontífices no
han dejado de insistir en la proclamación y defensa de los derechos humanos.
De aquí se deduce que todos los hombres tienen los mismos derechos
fundamentales, independientes y anteriores a su reconocimiento y promulgación por
parte de la sociedad a través de las leyes. Son derechos que por derivar de la
dignidad innata de todo ser humano «son anteriores a la sociedad y se imponen a
ella»44.
El valor de los derechos de la persona humana deriva del respeto que merece su
dignidad, la cual, como hemos indicado anteriormente, tiene su fundamento último
en Dios. Más aún, Dios mismo ha revelado el respeto a determinados derechos
humanos fundamentales. Así, el Decálogo contiene un conjunto de deberes que
suponen la existencia de derechos en los demás (derecho a la vida, a la propiedad,
42
PT 261-280, GS 29; CCE 1934-1036.
43
PT 261.
44
CCE 1930.
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a la buena fama...).
Únicamente el hombre, al ser dueño de sus actos, es titular de los derechos que
denominamos fundamentales, por ser base o fundamento de toda relación
interpersonal. No es correcto hablar de «derechos de los animales» porque los
animales carecen de racionalidad y libre albedrío, pero, no por ello pueden ser
maltratados. Han de ser tratados de un modo apropiado a su condición, por respeto
a uno mismo (la crueldad con los animales embrutece el espíritu) y por respeto al
Creador.
Aunque los derechos, en sentido estricto, son de las personas, en un sencido más
amplio, puede hablarse también de determinados derechos colectivos y de
«derechos de cada nación», ya que las naciones y las patrias son una realidad
humana de valor positivo e irrenunciable con cierta «subjetividad» o «soberanía», y
derechos inviolables. Estos derechos se refieren al ámbito económico, político-social
y, en cierto modo, cultural47.
c) Universales: Pertenecen a todo hombre, ya que todos los seres humanos tienen
la naturaleza humana y dignidad de persona. Por ello son universales e
inalienables.
e) Inalienables: No pueden ser enajenados o suprimidos por nadie, sea cual sea su
autoridad. Puede ocurrir, sin embargo, que en determinadas circunstancias
47
Cf. SRS 15.
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concurran dos derechos incompatibles entre sí y uno de ellos, necesariamente,
tenga que ceder al otro. Tal es lo que ocurre, por ejemplo, en el caso de legítima
defensa (el derecho a la vida de un injusto agresor puede ceder ante el mismo
derecho del atacado). En este caso, el derecho a la vida del agresor se mantiene,
pero es lesionado con voluntariedad indirecta por ser inevitable ante unas causas
objetivamente graves (por esta razón cal lesión no es culpable).
El derecho a la libertad religiosa consiste en que rodos los hombres deben estar
inmunes de coacción para obrar en materia religiosa, de modo que ni se obligue a
nadie a actuar contra su conciencia ni se le impida que actúe conforme a ella en
privado y en público, solo o asociado, dentro de los límites debidos 48.
La DSI proclama, defiende y promueve los derechos humanos como sólida base
para organizar la convivencia tica y como sólida referencia en la edificación del
mundo. Más aún, los derechos de la persona humana «constituyen el elemento
clave de todo el orden moral social»52.
A pesar de los esfuerzos ya realizados, hay países en los que todavía se siguen
conculcando derechos fundamentales. En ocasiones, incluso habiendo asumido
compromisos públicos de respetarlos y promoverlos. Es necesario cumplir no sólo la
«letra», sino cambien el «espíritu» de los derechos humanos 54.
51
RH 17.
52
LE 17.
53
Cf. GS 29.
54
Cf. RH 17.
55
Cf. GS 27.
11