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Gonzalez David - La Carretera Roja PDF
Gonzalez David - La Carretera Roja PDF
Córdoba, 2012
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NOTA DE EDICIÓN:
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La no ficción a la que siempre está aferrado el de San Andrés
de Los Tacones no da pie a otras posibles interpretaciones:
el texto tiene una voz propia tan contundente que es
innecesario. Por la causa que he mencionado más arriba, no
es de recibo tratar de aclarar al lector lo que podrá
encontrarse a continuación. Tampoco lo es hablar sobre la
persona de David González. Pese a lo que él pueda pensar, el
compromiso vital, esa convicción sobre su forma de entender
la poesía y lo que conlleva hasta el final marca, o ha
marcado, a muchos de los que se iniciaron hace unos años o
quieren iniciarse a día de hoy. Sí puedo afirmar con
rotundidad que el autor tiene una voz propia, inconfundible,
y que el fruto de esa siembra lo ha ido recogiendo, poco a
poco, y con el paso de los años, aquí y allá. Repito: aunque
él se empeñe en dejarnos claro que todo lo que le rodea no
es más que mero humo, muestra de ello es la cita que escoge
de Paul Bowles para su poema El príncipe de los tejados
(“Durante cuarenta años he estado vendiendo agua a la orilla
de un río”). No se engañen. Su figura es demasiado alargada
como para que, en general, sea obviada. Aún así, trataré de
que este prólogo se ciña al David que yo conozco.
Creo recordar que fue hace cinco o, tal vez, seis años,
cuando escuché a David en directo. Un buen amigo, Antonio
Díez, me invitó a acudir con él a una lectura que se producía
ese día, por la noche, en un local del barrio de Lavapiés. Me
llevó para oír, sí, oír, abrir la mente y prestar atención.
Parece que fue ayer: en aquella cita nombres como Ana
Pérez Cañamares, Gsús Bonilla, José Naveiras, Deborah
Vuküsic o el propio David dejaron de ser anónimos para mí.
Nunca había acudido a algo similar; él leyó en último lugar.
Sus armas eras sus poemas y sus manos cargadas de anillos.
Todo funcionaba solo, sin mayor explicación. Me gustó. A
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posteriori lecturas como “Loser”, “En tierras de Goliat”,
“Sembrando hogueras” o “El demonio te coma las orejas”, por
poner algunos de los distintos títulos, sustituyeron a Blas de
Otero, Ángel González o Mario Benedetti. No por mejor o
peor, sencillamente por interés: David fue la punta del
iceberg, el extremo del ovillo de muchos más libros y
escritores que fui desmigajando: Karmelo Iribarren,
Mohamed Chukri, Paul Bowles, toda la Generación Beat y un
largo etcétera. Lecturas, quizá, ahora muy lejanas en mis
intereses actuales, pero no puedo evitar la verdad, y no es
otra que su impronta en mis inicios como ávido lector y
escritor. Pero no hablemos de mí. Quiero seguir centrado en
David González y la trayectoria que he ido siguiendo hasta
convertirnos, por qué no decirlo, en buenos colegas.
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defensa del débil como algo imborrable en su mente. Ese
libro titulado “Hablando de Leyendas (poemas para España)”,
editado en Baile del Sol, resulta escalofriante. Dar voz a los
que no la tuvieron.
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pero sin interrogar, sin juzgar, no quiere juicios de valor: “si
el Señor \ es mi pastor, \ entonces, \ ¿quién es mi perro?”.
Desde aquí, David, te digo que seguí y sigo ese consejo. Que
sé porqué me lo dijiste pese a que tú abandonases todo por
la escritura. Que te creo y creo en tu convicción. La realidad
otra vez, sin enmascarar, como en sus poemas. Una buena
recomendación gratis que en ningún momento, amigos, debe
ser rechazada.
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Carretera Roja con la idea o el concepto equivocado sobre su
autor y su poesía, y así llevarle, por si quedara alguna
duda: a lo obvio, y que no cesa en la herida poética del
POETA que se van a encontrar en la sucesivas páginas, y
que dice: “Escribo, para limpiarme por dentro”.
Me insisto:
Me repito:
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Porque hermanos también lo son quienes tienen vínculos
comunes entre sí, y no son pocos los que él y yo de un
tiempo a esta parte tenemos. Y mantenemos.
Machaco:
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con mucho acierto. Posiblemente yo tenga poco más que
añadir. Así que decido, para este prólogo, coger la variante
hasta nuestro cruce de caminos particular, tomar el acceso
en el que se encuentra el milagro de la amistad, y ahí
diseccionar, en la medida justa de mi juicio, al tipo, y al
arquetipo, desde la atalaya de la confianza y el
conocimiento mutuo que se procesan los hermanos; en otras
palabras, y por si no quedó claro, aprovecho la ocasión y
muestro mi gratitud al POETA que camina sin paraguas por
el centro de la calle cuando llueve; al POETA que hizo que
me acuerde de Laura cada vez que uso jabón; al POETA de
los pasos perdidos; al POETA de los brazos, al POETA de las
manos, al POETA de las piedras, al POETA, sobre todas las
cosas, del gesto; a mi hermano, el de las letras mayúsculas
en beneficio de las minúsculas, al POETA David González;
POETA, al que una parte amplia de los nuevos y -otros no
tan nuevos- mercaderes de la cultura tratan de ocultar; y
NO supongo que, por desconocimiento de su valiente
propuesta literaria, sino más bien, entiendo yo, por las
otras mierdas en formato prejuicio, perjuicio o interés, que
acompañan siempre a los tratantes*. Y muestro mi gratitud,
mal que les pese, a este Ser Humano y sin embargo,
POETA.
Gsús Bonilla
(Noviembre del 2009, en un lugar de la acogedora Siberia Extremeña)
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sigues la carretera roja y te conduce a la posada vacía.
ARTHUR RIMBAUD
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¿tú, predicador?
DAVIS GRUBB
si el Señor
es mi pastor,
entonces,
¿quién es mi perro?
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camino con las manos en la lluvia.
KATERINA GOGU
sin paraguas.
mojándome.
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y afilo mi lápiz con el cuchillo de cortar el pan.
KUTXI ROMERO
solamente el loco
que rebaña escudillas de otros
que recoge migajas de pan
permanece junto a ellos
terminé la carne
cogí lápiz y papel
y me fui a mi cuarto
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Yo tenía el pantalón mojado.
MOHAMED CHUKRI
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de los pantalones de tergal que llevaba puestos
y lo agarraba por la parte de la hebilla.
Nunca se le caían.
Los pantalones.
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no malgastaré más tiza.
BART SIMPSON
no se molestaron en oír
los zumbidos de la mar
en mil orejas de puntillas,
en comprender
que la regla astillada
castigaba sus propias manos,
en contemplar
en las pizarras
niños de tiza,
borrándose
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Comemos la sonrisa
y escupimos los dientes.
CHARLES SIMIC
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es extraño que ahora piense en ti.
ALLEN GINSBERG
saliva.
morreábamos.
escupir.
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quiero atar el tiempo como el cordón umbilical.
CAROLYN FORCHÉ
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y los paisajes se deslizan…
LINDA GREGG
un bosque de encinas.
al fondo, sobre la colina,
las ruinas de una torre.
en el valle, el trigo.
el sol es un agujero
que atraviesa la alcayata
que fija
el calendario
a la pared.
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con las manos esposadas.
JOHN FANTE
no les dejaron,
y yo,
adiós.
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creo que me gustaría verte al menos una vez más.
RYU MURAKAMI
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y hay un niño que camina junto al caballo.
C.K WILLIAMS
Eran de hierro.
El hierro estaba oxidado.
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y trozos de teja
y de ladrillo.
¡AL GALOPE!
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El puñetazo
me provocó desprendimiento de retina,
me hinchó el ojo
y me lo puso morado.
Desmonté,
cogí de las riendas al caballo
y el resto del camino
lo hicimos a pie,
uno
al lado
del otro.
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no era distinta a las demás.
JEREMY IRONS (en el film HERIDA)
esta mañana
he visto a esa mujer
que tantas y tantas veces
me chupó la polla.
empujaba un carricoche.
tenía
los labios pintados.
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La vida es lo de siempre.
JUDY SPIKE
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Es una bolsa con ropa. Como no tenemos lavadora, una vez
a la semana, de jueves, mi madre se lleva a su casa nuestra
ropa sucia. Nos la trae al otro jueves. Limpia. Y planchada.
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– Como siempre, mamá. Tirando. ¿Cómo quieres que me
encuentre?
– Tienes que tener fe -me dice-. No tienes que desesperar.
Ya verás como todo se acaba arreglando.
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Cuando me diagnosticó la muerte dulce, lo primero que
hizo el médico de la seguridad social fue rellenar el parte
de baja y entregarme un volante para que a la mañana
siguiente, a eso de las nueve, fuera, por urgencias, al
hospital de Cabueñes.
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Si le consiguiera un puesto de esas características, me dijo,
¿empezaría usted a trabajar?
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Mamá, papá, no se trata de dinero. O no sólo de dinero. He
funcionado siempre por la ley del mínimo esfuerzo posible.
Jamás en la vida me ha interesado nada lo suficiente como
para entregarme a ello en cuerpo y alma.
No me gusta trabajar.
Nada.
No.
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Hasta empiezo a dudar que seas hijo mío. Me cuesta trabajo
creer que un hijo mío pueda ser tan inútil. ¿A quién cojones
habrás salido? A mí no, desde luego. A tu madre, a la familia
de tu madre, a ella has salido, eso seguro.
– ¿Y es grave?
– No lo sabrán hasta que no entre al quirófano.
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– ¿Y cuando le van a operar?
– Pronto. El martes tiene cita con el anestesista.
– Berta -dice mi padre-. Se nos está haciendo tarde.
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No tengo ni para comprarme unas enaguas por dároslo todo
a vosotros, se quejaba nuestra madre.
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un hombre echa a andar.
VARLAM SHALÁMOV
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no puedes calzártelos haciendo uso de la fuerza
no puedes cruzar las piernas cuando estás sentado
no puedes fumar
CAMINAR
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las horas se elevan apartando estrellas.
E. E. CUMMINGS
La estrella.
luz,
muerta.
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y siempre soy consciente de que estoy comprometido
con la realidad, no con la literatura.
ALEXANDER TROCCHI
pudo ser
en cualquier otra parte.
en la calle sierpes.
en una terraza.
no tenía piernas,
el anciano.
le dimos unas monedas.
si estuviera en mi mano,
le dijo ángeles,
le devolvería las piernas.
¿piernas?
¿para qué quiero yo unas piernas?
¿cómo iba a ganarme la vida?
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hubo adioses como yunques.
KUTXI ROMERO
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y su color era el de la nieve pisoteada.
Su barbilla era como el asa del cazo en que calentaba
/ la leche.
Masticaba las galletas con las encías.
Tenía brazos y piernas cubiertos por tiritas, gasas
/ y vendas.
Mi abuela Mercedes había pasado
por el peor trance por el que pueda pasar cualquier
/ madre:
que se te muera un hijo. A ella se le habían muerto dos.
El día de la mudanza,
después de subir a casa de mi prima Inma sus
/ escasas pertenencias,
entre las que se contaba un colchón de lana del que
/ no quiso desprenderse,
mi abuela Mercedes y yo nos quedamos solos.
Entonces, en voz baja, escupiéndome las palabras
/ con desprecio,
salpicándome la cara con su saliva, me dijo:
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No he vuelto a verla.
A veces, sin embargo, si me acuerdo, por mi madre
/ o por mi hermana,
le mando flores.
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aquellos sobre quienes se basaba mi esperanza.
WOLFF BIERMANN
arrestado en mil937,
Isaak Bábel
fue fusilado
en un campo de concentración
en mil941
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¡Me estoy desangrando!,
Cáncer de pulmón.
Eso le habían diagnosticado
a Raymond Carver
después de escupir sangre
en septiembre de mil987.
El médico dijo que contó 32 antes
de dejar de contarlos 2 .
Tras una serie de análisis,
y yo,
David,
soy el anciano
que ya no mira las esquelas en los periódicos
porque sabe
que la única
que puede encontrar
es
la suya propia.
Notas:
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Los gritos de los que desaparecen
pueden tardar años en llegar hasta aquí.
CAROLYN FORCHÉ
desaparecer.
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vienen tiempos tan duros
que hasta los lobos huyen en desbandada.
JUDY SPIKE
pensad en ella:
una mina,
de unos treinta,
de ascendencia vasca,
iribarren,
fabrica
jabones
con agua de plata,
agua de lluvia,
esencias
y una planta
que crece
sin que nadie la siembre.
fabrica
jabones
que luego vendemos
en el mercado de trueque.
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que un par de zapatos nuevos.
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hay multitud de soledad.
PONCHO K
como esto.
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generaciones que se aproximan a toda velocidad.
ALLEN GINSBERG
el vaso,
de cristal,
pasó rispiándome la cabeza,
fue a estrellarse contra la parte de atrás de un 4 x 4
y estalló en mil blasfemias.
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¡Que me sueltes, joder!
Y no era feliz.
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A quién hablarle.
GEORGE OPPEN
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No aspiro a ningún sitio en el palio
sino a un lugar en la mesa familiar.
CHARLES REZNIKOFF
En la mesa familiar,
me sentaba enfrente de mi padre.
Mi padre lo hacía de espaldas a la ventana.
Mi hermana, de espaldas a la cocina de carbón.
Mi abuela Mercedes a su lado.
Mi madre no se sentaba.
He regresado a mi casa.
Plaza de la Soledad, número 11, 5º derecha.
En el portal no estaba mi bicicleta
y mientras subía por las escaleras
iba pensando en la vez que las bajé
en compañía de dos policías vestidos de paisano
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Subía por las escaleras, digo,
y me dio por pensar en mi madre:
ya no bajaría corriendo a encontrarse conmigo.
Cuando entré en el que había sido mi cuarto
eché en falta las tres camas plegables
en que dormíamos
mi hermana de ocho años,
mi abuela de ochenta y cinco
y yo de diecisiete.
Eché en falta las risas cómplices de los tres,
por las noches,
después de apagar la luz,
cuando güelita nos contaba anécdotas de cuando
nuestros padres eran niños.
Eché a faltar, incluso, el vozarrón de mi padre:
He regresado a casa.
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En la mesa familiar,
mi mujer se sienta en la banqueta de mi madre
y yo sigo ocupando
el lugar
del hijo,
frente
a
padre.
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estamos hechos de tierra.
SUSAN HOWE
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como si nada de esto hubiera sucedido, realmente…
ANTONIO ORIHUELA
a veces ocurre:
me quedo parado
en mitad del pasillo,
mirando fijamente
las baldosas del suelo,
sin reconocerlas,
ni reconocer en ellas,
los
pasos
perdidos.
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Durante cuarenta años he estado vendiendo
agua a la orilla de un río.
PAUL BOWLES
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Mi padre y yo, para no variar, acabamos discutiendo.
Mi hermana se enfada con nosotros,
y mi madre me desliza un billete por debajo de la mesa.
Haciéndome el muerto.
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A mí lo que me atormenta es el sueño.
LOUIS- FERDINAND CÉLINE
Mi padre fue
de los primeros padres del barrio
en comprar coche. Los domingos,
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y en una ocasión,
en una escuela abandonada,
encima de la mesa del maestro.
La misma escuela en que había cursado
los estudios de Educación General Básica.
Pero la mayor parte de las noches
a la intemperie.
Otros,
no dormían.
contar
las noches
por sueños.
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Os vais a enterar de lo que es bueno.
HUBERT SELBY JR
Sólo precisas
un brazo,
una mano,
piedras.
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No miro a nadie por encima del hombro
y eso que mido 1 metro con 85 centímetros.
No hablo.
Escribo.
Escribo poemas.
brazo,
mano,
piedras,
pero,
sobre todo,
el gesto.
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Y el pasado estará de rodillas.
PONCHO K
Me apretó la mano,
mi esposa por aquel entonces,
y dijo:
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¿A que sí? ¿A que te gustó?
Estuve mortificándole
hasta que le deshice
los ojos en lágrimas.
perdón
Perdón.
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uno encuentra lo que necesita
cuando llega el momento, es todo.
JUDY SPIKE
yo necesito amor
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Tú, mujer mártir.
JEROME ROTHENBERG
Te he visto vieja.
Sí.
Esta tarde te he visto
mayor, vieja, desengañada de la vida.
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el agua la luz la renta la comunidad el bar.
envejecido juntos.
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me apagan y me encienden, me encendieron.
JAIME SABINES
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y, por favor, que esté también yo en ella.
KRZYSTOF KARASEK
A nueces.
¡Dios!,
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Es cierto: no vamos cogidos de la mano.
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él y ella
ella y él
KLAUS RIFJBERG
sí.
¿y no te aburres?
no.
¿el qué?
estamos juntos.
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He visto cosas que no creerías.
RUTGER HAUER (en BLADE RUNNER)
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Si has llegado hasta aquí es que has leído este libro
(o eso espero). Has leído un libro de DAVID
GONZÁLEZ, con todo lo que ello implica. Pero… ¿de
verdad que lo has leído, o sólo lo has mirado? Si
dudas en tu respuesta, deja ahora mismo de leer este
texto de este triste escribidor y secuestrador de lunas
y vuelve a leer, repito, a leer LA CARRETERA ROJA
desde el inicio hasta el final de este camino que
DAVID GONZÁLEZ nos propone; LA CARRETERA
ROJA por la que caminan para siempre los poemas,
hechos de jirones de su propia vida, de la vida de mi
hermano DAVID GONZÁLEZ. En LA CARRETERA
ROJA, el Poeta se desangra, camina por el centro y se
moja, sí. Se moja. En la que vuelve a ser un niño y no
sabe qué hora es. En la que protesta con la única
forma que puede y que sabe. En la que no reconoce
los pasos perdidos. Ahora, repito, deja de leer este
texto final e insustancial y vuelve al principio del
libro. Y vuelve a leer, repito, a leer sus poemas.
Paladea cada uno de sus versos, muy lentamente. La
prisa es mala consejera de la poesía. Si me haces caso
sentirás un sabor amargo al finalizar cada texto. El
verdadero sabor de la vida, el verdadero camino. Esta
CARRETERA ROJA que todos estamos condenados a
seguir.
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David González Díaz (San Andrés de los Tacones,
1964). Poeta que cultiva la denominada poesía de no
ficción, narrador y traductor. Autor de “No hay
tiempo para libros” (Editorial Origami), “El día en
que Peter Pan empezó a envejecer” (La fragua de
Metáforas), “El debut del chico tatuado” (Azotes
Caligráficos), “Loser”, “Algo que declarar”, “Anda,
hombre, levántate de ti”, “Sembrando hogueras”
(Bartebly), “El amor ya no es contemporáneo”, “En
las tierras de Goliat” (Baile del Sol), “Reza lo que
sepas” (Eclipsados), “Ley de vida” (DVD), etc.
Aparece en multitud de antologías literarias: “Esto no
rima: antología de poesía indignada”, “Nocturnos:
antología de los poetas y sus noches” (Origami),
“Leyendas Urbanas” (Editorial Laria), “Nadando
contracorriente” (Ediciones Escalera), “Puta poesía”
(Luces de Gálibo), “Beatitud. Visiones de la Beat
Generation” (Ediciones Baladí), “Hank Over \ Resaca”
(Caballo de Troya), “Antología de poetas en Platea”
(Cangrejo Pistolero), “Once poetas críticos en la
poesía española reciente” (Baile del Sol), “Golpes:
ficciones de la crueldad social”, “Feroces: radicales,
marginales y heterodoxos en la última poesía” (DVD),
etc. Ha sido traducido al inglés, alemán, húngaro y al
árabe.
85
La portada y la contraportada de esta reedición de la
obra de David González, “La carretera roja”, son obra
del ilustrador Felipe Solano. Las fotografías interiores
(correspondientes a las páginas 18 y 82) pertenecen a
Felipe Zapico. La autoría de la última imagen de este
libro digital, situada en la página 91, corresponde a
Charles H. Carpenter.
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Nota de edición 5
Rebaño 19
Alquitrán 20
La misión 21
La hora del cinturón 22
El reproche 24
La ley del cuadrilátero 25
Saliva 26
Jaque 27
Paisaje 28
Despedida y cierre 29
Como una noria rota en la noche 30
La carretera roja 31
Barra de labios 34
Obediencia a la vida 35
Con los pies en el suelo 44
Una semana antes de Navidad 46
Sobre ruedas 47
Mudanza 48
88
La tristeza de los lápices 51
La señora X 53
El prestidigitador 54
Jabones 55
La única respuesta posible 57
El vaso 58
El mejor amigo 60
La otra vuelta del hijo pródigo 61
Fin y principio 64
El resto del camino 65
El príncipe de los tejados 66
Autobiografía del insomnio 68
La hora de pelear 70
Absolución 72
Necesidad 74
Edad 75
Luz 77
Muelle de Oriente 78
El lenguaje de la lluvia 80
Es hora de vivir 81
Epílogo 84
Sobre el autor 85
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David González 2012
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