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SEMBLANZAS

J OSÉ M ANUEL
CABALLERO B ONALD :
‘MI PAL ABR A
PRONUNCIA
NOMBRES VIVOS’
Gran prosista y magnífico poeta, su actitud vital,
su especial relación con personajes de distintas
procedencias, pensamiento y militancia permiten,
también, considerarle un hombre íntegro.
M ANUEL QUIROGA CLÉRIGO

S
uperar los 90 años y dar a la imprenta un volumen de
casi quinientas páginas, Examen de ingenios (Seix Barral
2017) es toda una hazaña literaria. Su autor es José
Manuel Caballero Bonald, nacido en Jerez de la Fron-
tera en 1926 y hombre de intensas andaduras. Cierto
es que fue Secretario de la publicación que animaba
Camilo José Cela en Mallorca, Cuadernos de Son Armadans, que tra-
bajó como lexicógrafo en la Real Academia Española, cuya candidatura

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como académico, extrañamente y en tres ocasiones, fue rechazada, y
que se cuentan por decenas sus libros, no sólo de poesía pues las memo-
rias, el ensayo y la novela forman parte de su permanente quehacer.
Pero también enseñó Literatura Española en la Universidad Nacional
de Colombia y el Bryn Mawr College. Empezando, casi por el final,
Caballero Bonald recibió el Premio Cervantes de 2012, ya antes había
acumulado otros importantes galardones. De 1960 data el Premio de la
Crítica de Poesía por su libro Las horas muertas, galardón que repitió
en 1977 cuando se distinguió su Descrédito del héroe. En 1969 ya se
habían reunido sus versos en el volumen Vivir para contarlo. De 1997
es su Diario de Argónida y Ediciones Vitruvio incluyó en su catálogo
Casa junto al mar (2008). Los premios se han acumulado tanto como
el enorme y creciente valor de su escritura, pues a los premios Platero,
Boscán, Fastenrath, Pablo Iglesias de Literatura y Andalucía de las Letras
en 1994 y Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2004, se unen otras
distinciones, como haber sido proclamado Doctor Honoris Causa por
la Universidad de Cádiz en 2004.
La existencia, la amistad, los mares y los horizontes del afecto forman
parte de su biografía. En este Examen de ingenios, último trabajo por
ahora, un centenar de retratos literarios y humanos viene a confirmar
que el autor ha estado siempre en las cercanías de la literatura y la socie-
dad, pues no sólo aparecen figuras de una impresionante talla literaria
sino, también, los protagonistas de un tiempo dócil que abarca al menos
medio siglo de la propia existencia del autor. Son literatos como Azo-
rín, Baroja, Max Aub, Neruda, Borges, Gil de Biedma, Delibes, Onetti,
Matute, Vargas Llosa, Cela, Celaya, Aldecoa, Sánchez Ferlosio, Torrente
Ballester; poetas como Antonio Gala, Aleixandre, Dámaso Alonso, Clau-
dio Rodríguez, José Agustín Goytisolo, Ernesto Cardenal, Blas de Otero,
Luis Rosales, Antonio Gamoneda, Rafael Alberti. La lista se amplía con
filósofos como Aranguren, Emilio Lledó o José Ferrater Mora; gentes del
teatro, entre los que encontramos a Francisco Nieva o Adolfo Marsillach,
pintores, músicos, cantantes, editores, algún político, como Alfonso Gue-
rra, todos los cuales conforman un interesante mosaico pues son parte de
grupos generacionales muy diversos: desde el pesimismo de 1898 a los

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hombres y mujeres de 1914, 1927, 1936, 1950 y más actuales. Se trata de
un libro repleto de comentarios jugosos, de datos y momentos históricos,
de anécdotas en torno a un mundo en decadencia o una sociedad bri-
llante, de retratos que sólo una pluma cercana, la de un observador nato,
es capaz de plasmar con tanta brillantez, pues llega a hablar con soltura,
y a veces con cierto cariño, de personajes como Pepa Flores, la antigua
Marisol del celuloide franquista, y al mismo tiempo analizar la forma de
andar de un Azorín ya mayor o un Paco de Lucía en la plenitud de su
labor creadora. Si a ello se unen las casi fotografías de un Francisco Ayala
“Siempre lo veo cruzando pausadamente por delante de algún jardín,
de alguna biblioteca”, de un Jorge Guillén, conocido en Bogotá, de ese
Max Aub de tantas nacionalidades, de Dionisio Ridruejo, hombre, dice,
“que fue un fervoroso luchador por las libertades civiles”. De Cela, con
quien trabajó, comenta que “muy pocas veces llegó a interesarse por los
demás” y de Octavio Paz que “llegó a ser un escritor-un poeta, modélico”.
Por determinados personajes muestra una especial simpatía, por otros
una decidida aversión, pero en esos retratos cuidados al extremo, en esos
juicios delicados, se muestra el valor literario de una obra que puede for-
mar parte de esas memorias que permiten conocer todo un mundo y una
época. Caballero Bonald ha escrito el libro de un consumado narrador
con la materia de un entusiasmado docente que ve pasar todo un universo
de saberes, de vivencias, de formas de vida y quiere que, a través de su
pluma, permanezcan activos para que las futuras generaciones posean
datos relevantes, de primera mano, que de otra manera se perderían.
Interesa destacar la obra de tan prolífico y oportuno autor. Retro-
cediendo en el calendario, en 1951 entraba en el círculo de los poetas
elegidos: con Las adivinaciones obtuvo un accésit del Premio Adonáis
1951 al que seguirían otros poemarios: Laberinto de fortuna (1984), En
la casa del padre (1988), Poesía amorosa (1999) y novelas como Dos días
de septiembre (Premio Biblioteca Breve 1961), Ágata ojo de gato, Premio
de la Crítica en 1974, Toda la noche oyeron llegar pájaros, Premio Ateneo
de Sevilla 1981, o Campo de Agramante, 1992, la mayoría editadas o ree-
ditadas por Seix Barral. A ellas se unen sus libros de ensayo (recordemos
Oficio de lector, de 2013), los libros de memorias como Tiempo de guerras

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perdidas, de 1995, que comprende la etapa que va desde su infancia hasta
que se instaló en Madrid o La costumbre de vivir, 2001, que se inicia en
1954 y acaba con el fallecimiento del insurgente Francisco Franco; ambos
volúmenes se amplían y reúnen para formar un libro de 916 páginas que
incluye una tercera parte, casi sorpresiva y de interesantes connotacio-
nes literarias y existenciales, titulada Olvidos aplazados. Además queda
patente la grandiosidad de poemarios como Somos el tiempo que nos queda,
cuya última edición es de 2011, Entreguerras y La naturaleza de las cosas,
de 2012. Su dedicación ha visto en las librerías una excelente selección
de versos llevada a cabo por Jenaro Talens y publicada como Summa
vitae. Antología poética (1952-2005), en edición de Galaxia Gutenberg/
Círculo de Lectores, gracias al empeño de Joan Tarrida y de Nicanor
Vélez, en la que Talens recuerda que Caballero Bonald viajó a Cuba y
tuvo ocasión de visitar Camagüey, donde había nacido su padre. Por la
rama materna desciende de la familia del vizconde de Bonald, el filósofo
tradicionalista francés.
Habiendo estudiado náutica en Cádiz, en Mar adentro (Temas de
Hoy 2002), que dedicó “A Pepa Ramis, con quien he navegado desde
el Pacífico al Mediterráneo”, recoge aquellos textos que tienen como
protagonista su gran pasión por el mar, igual que aparece en algunos de
sus escritos el delicado afecto por el coto de Doñama, al que se referirá
en su espléndido, ya mencionado, Diario de Argónida.
Su trabajo en el Seminario de Lexicografía de la RAE abarcó el
período de 1971 a 1973. Poco después ejerció como director literario
de Ediciones Júcar y fue uno de los integrantes de la Junta Democrática,
constituida por un grupo de artistas e intelectuales españoles de varias
tendencias, agrupados en torno al Partido Comunista. En ese momento
es detenido de nuevo –ya lo había sido en anteriores ocasiones por su
oposición al franquismo– y es procesado poco antes de la muerte del
dictador en noviembre de 1975. En tales momentos, dice, “se clausuraban
todos los pretéritos de mi memoria personal alojados en cuatro décadas
de dictadura, desde mis nueve a mis cuarenta y nueve años”.
El poeta, el escritor, el hombre de acción, incansable viajero, comenzó
a partir de ese momento a tener reconocimiento público, dejando atrás

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una época de ostracismo debido a la persecución política a que era some-
tido y al estado de agonía latente en el que se desarrollaba la cultura en
España. Cuestiones como ver su nombre en las calles de varias ciudades
andaluzas o en alguna biblioteca, recibir el premio Andalucía de las Letras
o ser nombrado Académico Correspondiente de la Academia Nortea-
mericana de la Lengua Española, son parte de esos reconocimientos,
como el ser aupado al cargo de presidente del Pen Club Español, aunque
dimitiría en 1980, o ver estrenada en el Centro Dramático Nacional su
adaptación escénica de Abre el ojo de Rojas Zorrilla.
Víctor García de la Concha considera a José Manuel Caballero Bonald
“un gran escritor, gran prosista y grandísimo poeta” y Juan José Armas
Marcelo le considera “el escritor más importante de España en la actua-
lidad”. Su actitud vital, su especial relación con personajes de distintas
procedencias, pensamiento y militancia permiten, también, considerarle
un hombre íntegro, un demócrata convencido, un experimentado coor-
dinador de empresas sociales y un prestigioso protagonista de ese mundo
a la deriva que algunos tratan de hacer más habitable.
Su obra, poética sobre todo, figura en numerosas antologías, libros
colectivos, revistas culturales, medios de difusión, manuales de literatura
como si, ya, se tratara de un legado que es necesario tener en cuenta
para comprender los últimos noventa años de nuestra historia, al menos
literaria. El malogrado novelista Juan García Hortelano le incluyó en “el
grupo poético de los años 50” (Una antología, editorial Taurus, 1978).
De ahí extraemos unos versos de su autoría: “Soy muchedumbre/que
deriva en las aguas de un tenebroso asedio./Mi palabra pronuncia nom-
bres vivos,/materias conocidas de todos/asuntos comunales que van de
boca en boca./¿Por qué entonces –me dije– mi voz conciliativa/lucha y
besa y contagia/cuando ahora la fundo en el metal del tiempo,/cuando
quiero acuñarla con troqueles de indicios?/¿Qué desdén me aniquila si me
llamo el hermano/de otro ser que construye su paz con el silencio?”. 

Manuel Quiroga Clérigo es sociólogo, Consejero de la


Asociación Colegial de Escritores de España. Autor de los
poemarios Volver a Guanajuato y Alrededor.

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