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INTERNA
2ª Edición
Editores
Juan Rodés Teixidor
Jaime Guardia Massó
Secretaria General
Antoni Trilla
Directores
Ciriaco Aguirre Errasti
Vicente Arroyo Pérez
Javier García- Conde Bú
Jesús González Macías
José Luis Rodicio Díaz
Juan José Vázquez Rodríguez
Introducción a la bioética
A. Couceiro Vidal
Es lógico pensar que actividades de este tipo, tan valiosas para la sociedad, siempre han
estado sujetas a una exigente responsabilidad social, aunque los modos históricos para exigir
tal responsabilidad han ido cambiando a través de los siglos. Se ha pasado, progresivamente,
del modelo antiguo o del juramento al moderno de los códigos profesionales, para llegar al
contemporáneo o modelo del respeto a los derechos de los pacientes. Esto significa que si bien
antes eran los profesionales quienes se dotaban de códigos deontológicos que precisan sus
obligaciones para con los enfermos, ahora también la sociedad interviene en la determinación
de los valores morales que deben ser respetados en la relación clínica.
Es importante señalar que los códigos deontológico no son ya suficientes para la resolución de
conflictos éticos. Este tipo de normativas son de difícil aplicación en los casos concretos que se
plantean habitualmente en la práctica sanitaria. Además estos instrumentos resultan
inadecuados, debido a los profundos cambios acaecidos en las dos últimas décadas, tanto en la
estructura de la relación médico-paciente como en los sistemas sociosanitarios. Esto no
significa que los médicos no deban seguir autoimponiéndose normas morales, pero no se
puede seguir manteniendo que sean suficientes para adentrarse en el campo de la ética clínica.
Los cambios antes mencionados pueden ser analizados alrededor de tres ejes: la tecnología
médica, las instituciones sanitarias y la aparición de la autonomía de los pacientes, como ser
verá a continuación.
Relación médico-paciente
Asistencia Sanitaria
Procesos tecnológicos
Los avances tecnológicos de la medicina constituyen el tercero de los factores que han
originado el cambio actual en la relación sanitaria. El médico siempre ha sabido como no dañar
a los enfermos al hacer uso de sus conocimientos, pero casos tan conocidos como el de Karen
Add Quinlan- la muchacha que permaneció 10 años en coma hasta que sus padres pidieron la
desconexión del respirador- generan enormes dudas sobre lo que es beneficioso para los
pacientes. El uso de técnicas de soporte vital que prolongan de manera abusiva y hasta el
encarnizamiento terapéutico del proceso de la muerte de los pacientes, plantea un gran número
de problemas morales: ¿Cuáles deben ser los criterios de acceso? ¿Quién es el individuo que
puede decidir sobre su aplicación? ¿En qué momento deben ser retiradas?.
Interrogantes similares surgen en los campos de la medicina que permiten manipular el origen
de la vida: ingeniería genética, diagnóstico prenatal, fecundación in vitro. El médico percibe en
la práctica diaria que la aparición de estas técnicas origina interrogantes que no siempre sabe
resolver.
Los códigos deontológicos son un compendio de normas que los profesionales se dan a sí
mismos. Pese a su innegable importancia en la historia de nuestra profesión, hoy resultan
absolutamente insuficientes dado el volumen y las características de los problemas éticos en
Biomedicina. La deontología es un conjunto de normas profesionales, mientras que la Bioética
es ética civil. ¿Qué significa esto? Trataremos de explicarlo brevemente.
La ética es una disciplina racional que se pregunta acerca de la corrección o incorrección de
nuestros actos. Es frecuente que en sociedades como las nuestras, con una determinada
tradición histórica, ética y religión se confundan. Este es un grave error que, entre otras cosas,
nos llevaría a afirmar que las personas de credos distintos a los de nuestro entorno están
equivocadas, o que los que no confiesan ningún credo religioso no son morales. Parece
evidente que todas las confesiones deben ser respetadas, puesto que parte de la libertad de
conciencia de cada individuo, un derecho humano de primera generación, pero no pueden ser
impuestas a los demás. Es claro que toda religión proclama unos determinados valores éticos,
pero la capacidad moral de los seres humanos, y la ética en particular, no se circunscribe sólo a
la religión. El mundo globalizado en el que vivimos nos muestra que no todos creemos en lo
mismo, y por ello las sociedades plurales se busca como llegar a unos mismos valores éticos
que los ciudadanos de un país determinado, sean cristianos, musulmanes, judíos, agnósticos o
ateos, puedan compartir.
Una sociedad pluralista es aquella en que los ciudadanos comparten unos mínimos morales
que les permiten disponer de una base común para ir construyendo el tipo de sociedad en que
quieren vivir. El pluralismo consiste en compartir esos mínimos morales desde los que
pensamos que es posible construir una sociedad más justa, y el respetar- precisamente desde
los mínimos compartidos- que cada cual persiga y defienda sus propios ideales de vida
personal, ideal que configuran los máximos éticos de cada ciudadano. Tales mínimos pueden
concretarse en el respeto a los derechos humanos de la primera, segunda y tercera generación,
en los valores de libertad, igualdad y solidaridad, y por último en una actitud de dialogo que
haga posible una tolerancia activa del que quiere llegar a entenderse con el otro. En la relación
clínica esto es de una enorme importancia, pues, por poner un ejemplo, sólo aquel profesional
que perciba a los demás como sujetos autónomos, igualmente capaces de dialogar sobre las
cuestiones que les afectan, cumplirá con las exigencias morales del proceso de consentimiento
informado.
Basta con leerse la Constitución Española – versión positiva de los valores- o el Código Penal –
versión negativa o punitiva -, para hacerse una idea de cuáles son los mínimos pactados en
nuestro entorno. La ética de mínimos es ética civil, y no tiene por qué superponerse a lo
recogido en el código de actuación de unos profesionales. La deontología médica se centra
básicamente en los deberes de los médicos, y toma como principio fundamental la beneficencia
o disposición del médico para hacer lo que considera que es bueno para el enfermo. La
bioética se centra más en los derechos de los pacientes, y trata de clarificar los problemas y
buscar soluciones razonables a los conflictos partiendo de la referencia moral que marca los
mínimos morales. Los códigos deontológicos son códigos profesionales, mientras que la
bioética es mucho más amplia y más cercana a la construcción de una ética civil. Por ello, los
requisitos sin los cuales no es posible la bioética son los siguientes:
Ética civil o secular, no directamente religiosa. Esto significa, como un mínimo, dos cosas:
que habrá que buscar un acuerdo moral sobre los mínimos aceptables por todos, lo que
constituye el núcleo de la ética civil de la sociedad, y que las instituciones están obligadas a
exigir el cumplimiento de esos mínimos.
Ética autónoma. Los sistemas morales pueden ser autónomos o heterónomos. Son
heterónomos aquellos en los que la norma moral es impuesta al individuo desde afuera, bien
desde la naturaleza – ética naturalista-, o desde las conversaciones propias de cada sociedad –
ética sociológica-, o de los libros revelados –ética teológica-. Por el contrario, las éticas
autónomas consideran que el criterio de moralidad es la razón humana.
Ética universal. Aspira a ir más allá de los convencionalismos morales y busca criterios y
normas universales, aunque siempre abiertas y en un proceso de revisión continua.
Problema
Paciente X Actos ético concreto
Figura 6-1
Razonamiento científico y razonamiento ético
PRINCIPIOS DE LA BIOETICA
Los principios utilizados en bioética surgen al tomar en consideración hechos que no siempre
han sido reconocidos en la relación médico- paciente, como la legitimidad moral de todos los
sujetos que intervienen en ella, la propia historia de la profesión médica, las características de la
asistencia sanitaria actual y la exigencia ética de que todos los seres humanos deben ser
tratados con igual consideración y respecto (fig. 6-2).
Paciente
Autonomía
Beneficencia
Relación
Sanitaria
Desde 1970, año en que el término bioética fue utilizado por primera vez, se han diseñado más
de una docena de métodos para la resolución de los problemas éticos planteados en medicina
clínica. Aunque su objetivo es el mismo, los métodos son diferentes porque se fundan en
tradiciones históricas muy distintas.
La tradición filosófica del continente europeo siempre ha buscado principios absolutos para
fundamentar la moral, obligaciones absolutas para todos. El imperativo categórico kantiano
constituye una magnífica expresión de esta pretensión: “Obra de tal manera que trates siempre
a la humanidad, sea en tu persona sea en la de otro, como un fin y nunca sólo como un medio”.
De aquí que esta tradición sea deontologista, basada en principios, y que los métodos nacidos
de ella concedan gran importancia al momento a priori o de los principios.
Existe otra tradición, la anglosajona, que es fundamentalmente empirista, por lo que reivindica
con gran fuerza el momento de la experiencia, de lo particular. Por ello sus métodos conceden
más importancia a las consecuencias y al principio ético que hace referencia al individuo
concreto, el principio de autonomía. Esta es la razón por la que los métodos estadounidenses
intentan resolver los conflictos éticos buscando el curso de acción más adecuado, mientras que
los métodos europeos no creen que esto sea posible si previamente no se busca una
fundamentación de la ética que permita jerarquizar los principios y utilizarlos como lo que son,
obligaciones que indican cómo actuar en la mayoría de los casos y a las que sólo pueden
hacerse excepciones mediante una correcta justificación.
Es evidente que no todos los métodos son igualmente válidos para disminuir la incertidumbre en
la toma de decisiones. Un buen método de resolución de casos en el ámbito de la bioética
clínica debería cumplir los siguientes requisitos:
1. El punto de partida debe ser la historia clínica. Dado que tanto el razonamiento clínico
como el ético versan sobre particulares, es muy coherente utilizar esta herramienta
metodológica para buscar un modelo de historia en el que puedan introducirse los problemas
morales.
2. Deberá realizar una distinción clara y precisa entre hechos técnicos y valores, así como su
secuenciación cronológica. No puede iniciarse el análisis ético si previamente no se ha
realizado una clara delimitación de los problemas biológicos, del diagnóstico y del pronóstico.
En consecuencia, ambos tipos de problemas deben separarse e identificarse.
3. De la misma manera que cada problema técnico tiene su lugar y su desarrollo en la historia
clínica, cada problema moral debe ser identificado para poderlo someter al proceso analítico
ofrecido por el método.
4. Para evitar los problemas señalados en los métodos anglosajones y europeos, un buen
método debe tener presente que, al igual que ocurre en la medicina, no se pueden emitir juicios
éticos si no se trabaja al mismo tiempo en los dos niveles descritos, el racional y apriorístico de
los principios y el experiencial o particular de las consecuencias en y para cada caso.
5. Además, sería conveniente que ofreciera criterios de validez interna tales como la forma de
justificar excepciones, o la existencia de jerarquía entre los principios.
Los juicios morales, como los juicios clínicos, son empíricos y concretos, por lo que los
procedimientos para la toma de decisiones tienen que garantizar que se analicen reflexivamente
los principales factores implicados. Para ello es necesario seguir unos pasos básicos que se
detallan a continuación:
BIBLIOGRAFIA
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