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I, 27-30
I, 27-30
En el pasaje anterior (me refiero al texto de los vv. 12-26), Pablo compartió las
reflexiones sobre su encarcelamiento y su inminente juicio (o sobre su presente y
su futuro, si se quiere), concluyendo con su expectativa de que pronto se reuniría
con los filipenses (según los vv. 25-26). En estos últimos dos versículos, notamos
un cambio de enfoque en el escritor, pues en casi todos los versículos se centra
en él mismo y en sus propias circunstancias, pero en este último par de versículos
se centra en sus remitentes, los filipenses.
Este cambio de enfoque se acentúa aún más a partir del v. 27, desde donde (y
hasta el 2:18), Pablo se centra en los filipenses y en sus circunstancias presentes.
Así que este pasaje trata sobre «los asuntos de los filipenses», tanto como 1:12-
26 trataba sobre los asuntos de Pablo.
“Pero aunque entre las dos secciones haya similitudes, también hay tres
diferencias importantes, señala Gordon Fee. En primer lugar, la sección anterior
era principalmente narrativa; esta es principalmente imperativa. Si 1:12-26 refleja
el estilo y contenido de las cartas de amistad, esta sección responde a las cartas
de exhortación. En segundo lugar, en esta sección hay muchas más referencias a
sí mismo que referencias a los filipenses en 1:12-26, lo cual es comprensible dado
que Pablo se atreve a exhortarles gracias a la fuerte relación que hay entre ellos.
En tercer lugar, aquí estamos ante uno de los pasajes más elevados del Nuevo
Testamento, en el que se hace hincapié en Cristo de una forma especial y única.
Así, la «historia» de Cristo sirve como paradigma para la «actitud» que los
filipenses necesitan para estar unidos en el Evangelio”.
En cuanto a su forma o estructura, el pasaje está dividido en 5 puntos principales:
I. Revisemos entonces, en primer lugar, los versículos 27-30 que sirven como
introducción a todo el pasaje y, como tal, muestran los dos temas que Pablo va a
tratar a lo largo del mismo: (1) la preocupación por la firmeza y unidad de los
filipenses (2) en vista de la oposición y el sufrimiento; los cuales quedan recogidos
en el subtítulo LLAMAMIENTO A LA FIRMEZA Y UNIDAD EN MOMENTOS DE
OPOSICIÓN (leemos los v. 27-30).
Para dar un paliativo a esta mala situación, por lo menos hasta que les visite
(como está convencido que sucederá en el 25), Pablo les da un imperativo que
sirve de encabezado para todo lo que les va a decir desde aquí hasta 2:18:
“Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo” (v.
27), o “Pase lo que pase, comportaos de una manera digna del evangelio de
Cristo” (v. 27). Del mismo modo en que él se ha comportado de una manera digna
del evangelio de Cristo a pesar de la oposición del exterior como a la oposición
dentro de la comunidad cristiana, Pablo anima a los filipenses a hacer frente a los
problemas de la persecución y la disensión de una forma que sea coherente con el
evangelio.
Así que la traducción literal de ese verbo es «vivir como ciudadanos». Por otro
lado, al unirlo con el adverbio «dignamente», Pablo utiliza ahora el verbo de forma
metafórica, o sea, no quiere decir «vivir como ciudadanos de Roma» –aunque eso
no es irrelevante– sino más bien, «vivir en la colonia romana de Filipos como
ciudadanos dignos de vuestra patria celestial». Después de todo, ese es el
contraste que se establece en 3:17-20, donde «nuestra ‘ciudadanía’ está en los
cielos», a diferencia de aquellos que fijan la mente en «cosas terrenales».
Así que, del mismo modo en que Filipos era una colonia de Roma en Macedonia,
la iglesia era una «colonia del cielo» en Filipos, cuyos miembros debían vivir como
ciudadanos celestiales en Filipos.
Pablo quiere que ellos empiecen a arreglar sus diferencias y a comportarse una
manera digna del evangelio independientemente de si él sea puesto en libertad y
pueda ir a visitarlos (como inferimos que espera que suceda a partir de los vv. 25-
26), o que envíe a Timoteo para «saber de vuestro estado» (2:19), quien
obviamente vendrá después de la carta y quizás volverá a Pablo antes que Pablo
llegue a Filipos.
Entre tanto que esto sucede, Pablo describe de forma concreta tres temas
relacionados entre ellos sobre los que le gustaría «oír»: (1) que estando firmes en
un mismo Espíritu (2) están luchando unánimes por la fe del Evangelio; y (3) que
al hacerlo no se intimidan ante los adversarios responsables de su sufrimiento
presente. A lo que Pablo añadirá dos apuntes explicativos: (1) que cuando hagan
lo que les está pidiendo, servirá como una señal en contra de sus oponentes, así
como de evidencia que Dios les salva; (2) que, en cualquier caso, su sufrimiento
presente es parte del discipulado, como ya han visto y ahora oyen en el caso de
Pablo.
Ahora bien, lo primero que quiero anotar al abordar el primero de estos temas,
quiero decir, sobre la firmeza en un mismo espíritu, es que cuando el apóstol
manifiesta su deseo de que los filipenses estén “firmes en un mismo espíritu” no
se refiere a un tipo de «mentalidad común» dentro de la comunidad, como si
deseara que todos fueran de un mismo pensamiento y un mismo propósito
(aunque esta idea es correcta; no es lo que Pablo intenta expresar aquí); si no que
más bien el apóstol se está refiriendo a que todos estén firmes en el Espíritu de
Dios. Varias cuestiones indican que es así.
En primer lugar, «en un mismo espíritu», que a nosotros ya nos parece una
expresión perfectamente normal, en realidad no tiene ninguna analogía en la
literatura griega, ni siquiera en Pablo ni en el Nuevo Testamento. Pablo nunca
utiliza pneuma de esta forma. En Pablo no encontramos nada que nos haga
pensar que «espíritu» podría ser una metáfora antropológica de la disposición de
una comunidad.
En este momento Pablo les está llamando a que, en medio del sufrimiento
presente, busquen la unidad. Usar como argumento a favor de la unidad que
Pablo les insta dos veces a estar firmes y a luchar con unidad de propósito es un
argumento bastante débil; era más convincente instarles primero a estar firmes
«en un mismo Espíritu» y, de ahí, que lucharan «unánimes» contra sus
adversarios. Después de todo, la idea de que el Espíritu es la clave para la unidad
en la Iglesia es especialmente paulina. La encontramos de forma explícita en
pasajes como 1ª Corintios 12:13 o Efesios 4:4 y, de forma implícita, muchos otros
textos (incluyendo 2:1 de esta misma carta a los Filipenses). Si describe al Espíritu
como «en un mismo Espíritu» es para hacer hincapié en la fuente de su unidad. La
única forma de luchar «unánimes» (como una sola persona) por el Evangelio en
medio de la oposición es estando firmes en el mismo y único Espíritu. Esto explica
mejor por qué ésta sea la primera idea que aparece en el extenso llamamiento a la
unidad que aparece en este párrafo.
La razón por la cual necesitan «estar firmes en un mismo Espíritu» es para poder
«luchar juntos unánimes (o como una persona) por la fe del Evangelio». La forma
compuesta del verbo griego que la RV60 traduce como “combatiendo” es
estrictamente metafórica, y el sentido que tiene es el de «participar codo con
codo», «ayudarse mutuamente» o «luchar en compañía de», en este caso en la
lucha por la causa del Evangelio en Filipos. El hecho de que en 4:3 vuelva a usar
este verbo (cuando se refiere específicamente a Evodia y Síntique, quienes una
vez habían «compartido mis luchas en la causa del Evangelio» en Filipos, pero
que ahora están enfadadas), indica que ese pasaje recoge los problemas que
llevan a Pablo a lanzarles el imperativo de 1:27.
Todo este énfasis en la unidad indica que se trata de un tema al que los filipenses
deben prestar atención; a la luz de su situación, seguro que debieron de percibir el
énfasis que Pablo estaba haciendo. Unidos, unánimes es la única forma en la que
ellos pueden luchar de manera eficaz «por la fe del Evangelio» o «la fe contenida
en el Evangelio». Por tanto, su «progreso y gozo en la fe» (amor mutuo y unidad)
está directamente relacionado con la lucha unida «por la fe del Evangelio» en
medio de esa oposición que están experimentando en Filipos.
El complemento del v. 28: “en nada intimidados por los que se oponen”, nos
aporta el trasfondo histórico necesario para comprender de forma plena la
cuestión del sufrimiento de los filipenses. Tenían, en su propia ciudad,
«adversarios». Pablo no revela su identidad, pero a la luz de varias pistas que
encontramos en esta misma carta, especialmente el énfasis que se hace en que
Cristo es «Señor» y «Salvador», y también la lealtad de esa colonia a su
emperador, parece muy probable que los ciudadanos (romanos) de Filipos, que
adoraban al Emperador en todos los actos públicos, estaban presionando a los
creyentes; ahora rendían homenaje a otro kyrios, Jesús, que había sido ejecutado
a manos del Imperio. El presente contexto, donde Pablo asegura que ellos están
sufriendo «la misma lucha» que él (que es prisionero del Imperio), nos hace
pensar que ésta es una opción muy probable.
Por tanto, Pablo les insta a que en su lucha por la verdad del Evangelio no se
dejen intimidar por la oposición que se ha levantado en contra de ellos, por fuerte
que ésta parezca. Para afianzar esta exhortación en sus corazones, ofrece un
breve paréntesis sobre esta persecución: “que para ellos ciertamente es indicio
de perdición, más para vosotros de salvación; y esto de Dios”. Para
animarles, Pablo les dice que su acción es “indicio”, es decir, prueba o evidencia
de que Dios está perfeccionando su obra de salvación en ellos (cuando una
persona sufre por vivir y pregonar el Evangelio, su sufrimiento es prueba de su
salvación); luego, la perseverancia de los filipenses en medio de la persecución
sirve de señal a los creyentes filipenses de su propia salvación.
Al mismo tiempo, es indicio, es decir, una señal para sus adversarios de que no
están tomando el camino correcto. Si ellos no se dejan intimidar ni por nada ni por
nadie, entonces sus enemigos entenderán que están luchando contra una fuerza
más grande que ellos y retrocederán en su perverso empeño; aún más “quizá Dios
les conceda que se arrepientan para conocer la verdad”. Luego, la manera
correcta de entender la expresión traducida por “para ellos ciertamente es
indicio de perdición” es la siguiente: que al observar la fidelidad valerosa de sus
víctimas, los adversarios de los filipenses podrán percibir de algún modo su propia
destrucción, que Dios destruirá a aquellos que persiguen a su pueblo.
Un frente de estas características, unido, en el avance del Evangelio en Filipos,
formado por personas cuya certidumbre de que «el morir es ganancia», dado que
la muerte significa «partir y estar con Cristo», les dará una valentía fuera de lo
común y hará que sus adversarios no logren intimidarles; es en este sentido que,
esta disposición de los creyentes servirá para avisar a sus adversarios de su
destrucción.
Ahora bien, quizá para recordarles que la salvación es una obra de gracia y no
algo que se gana a cambio de sufrir por Cristo, y ciertamente también para
introducir el tema del sufrimiento en el v. 29, Pablo le recuerda a los filipenses al
final del v. 28 que la salvación es iniciativa de Dios, viene «de» Él. Todo viene de
Dios; pueden confiar y descansar en esa verdad. Convicción que también es
necesaria si tenemos en cuenta la explicación teológica sobre el sufrimiento que
va a añadir a continuación: “Porque a vosotros os es concedido a causa de
Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él, teniendo
el mismo conflicto que habéis visto en mí, y ahora oís que hay en mí”.
Estos dos versículos ofrecen una explicación teológica del sufrimiento que los
filipenses están experimentando. Pablo comienza con un enfático «porque a
vosotros se os ha concedido». Vuestra salvación, que viene de Dios y os ha sido
dada gratuitamente (por Gracia) por medio de Cristo, incluye además otro
elemento que también deriva de la Gracia: sufrir por su causa. La intención de
Pablo está clara. El Dios que les ha dado por Gracia la salvación mediante Cristo
(«no solo creer en Él»), con la salvación también les ha dado por Gracia el «sufrir
por Él». Y en este sentido el sufrimiento es un regalo porque, cuando uno
persevera y se mantiene firme, tiene una confirmación de su salvación futura.
En segundo lugar, les recuerda que su «conflicto» es como el «que habéis visto en
mí». Los filipenses habían sido testigos de las dificultades por las que Pablo pasó
al llegar a Filipos. Entre los receptores de esta carta, después de todo, están el
carcelero y su familia y (quizás) la joven esclava cuya liberación de Satanás había
sido la causa del primero de los sufrimientos por causa de Cristo que ellos
«habían visto». Así, no mucho después de su estancia inicial en Filipos,
escribiendo a otra congregación de Macedonia se refirió a la experiencia en Filipos
diciendo que allí habían sufrido y habían sido maltratados (1 Ts. 2:2).
De la misma manera, después de recibir esta carta, los filipenses sabían por
Epafrodito y por la pluma de Pablo (1:12-26) (por eso dice “y ahora oís que hay
en mí”) del sufrimiento que estaba soportando en prisión por el avance del
evangelio.
APLICACIONES
I. Una de las razones por las que la Iglesia de Occidente no conoce mejor el
contenido de los vv. 29-30 es porque han prestado muy poca atención a la triple
exhortación que acabamos de analizar: (1) estad firmes en un mismo Espíritu (por
lo general, nuestra pneumatología es especialmente floja); (2) luchad por la fe del
Evangelio como si fuerais una sola persona (la «fe del Evangelio» ha sido
rebajada de tantas formas, no solamente por el «liberalismo», sino también [¡o
sobre todo!] por el claro materialismo que ha invadido la iglesia evangélica, que
muchas veces no merece la pena luchar por ella; y nuestro sectarismo ha hecho
que en algunas ocasiones invirtamos más fuerzas en las disputas internas que en
la lucha contra los que se oponen al Evangelio); y (3) hacedlo sin amedrentaros
ante la oposición (que tiende a centrarse en nuestras muchas debilidades, para
intentar desviarnos de nuestra verdadera meta, que es luchar por el Evangelio de
nuestro Salvador crucificado).
Sin embargo, cuando Pablo habla del sufrimiento como un don, no quiere decir
que Dios sea el autor del sufrimiento. Los filipenses paganos de Filipos que
perseguían a sus vecinos convertidos al cristianismo estaban pecando, y Dios no
es el autor del pecado. Esos perseguidores, siguiendo su voluntad caída,
escogieron perseguir a la iglesia primitiva. Ellos eran los culpables del sufrimiento
de los cristianos, no Dios. Y él les iba a pedir cuentas por ello. Pero Pablo describe
ese sufrimiento como un regalo de Dios porque, en su soberanía, lo utilizó para
sus buenos propósitos. Como dijo José a sus hermanos: “ustedes pensaron
hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien para lograr lo que hoy
estamos viendo: salvar la vida de mucha gente” (Gn 50:20). De algún modo
misterioso, incomprensible para la mente humana finita y caída, los hermanos de
José hicieron el mal, pero ese mal no quedó fuera de la mano soberana de Dios.
Él lo “recondujo” para sacar de ello un resultado favorable a sus propósitos.