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I. Introducción 1:1–9
A. Saludos 1:1–3
1:1
“Pablo, llamado a ser un apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios, y
Sostenes nuestro hermano. ”. (1 Corintios 1:1)
Cuando Jesús llamó a Pablo para ser apóstol, también lo revistió de autoridad
divina para predicar el evangelio y para dirigirse a todas las iglesias (4:17;
7:17; 14:33b; 16:1). En consecuencia, ninguna persona de la iglesia de Corinto
estaba en posición de poner en duda la apostolicidad de Pablo (cf. 9:1,2). Si
alguien lo hacía, estaría oponiéndose al Señor.
1:2
a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los que han sido santificados en
Cristo Jesús, llamados a ser santos, con todos los que en cualquier parte
invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro:
A mediados del primer siglo, los cristianos empezaron a hablar de sus propias
asambleas como de la iglesia (ekklēsia) en Cristo. El término se empezó a
usar, porque los creyentes querían diferenciarse de los judíos que, para
referirse al lugar donde se reunían, usaban la palabra sunagogē (cf., sin
embargo, el texto de Stg. 2:2).
Con mucho esmero, Pablo hace una clara diferencia entre las asambleas de los
cristianos y las reuniones de los gentiles y las de los judíos en la sinagoga.
Esto ya se ve en una de sus primeras cartas: «a la iglesia de los tesalonicenses
que está en Dios el Padre y el Señor Jesucristo» (1 Ts. 1:1; 2 Ts. 1:1). Sus dos
cartas a los corintios las dirige «a la iglesia de Dios que está en Corinto» (1
Co. 1:2; 2 Co. 1:1) sin relacionar a la iglesia directamente con Jesucristo. Con
todo, el concepto de iglesia sólo se puede entender cuando se le relaciona a
Jesucristo, puesto que la iglesia de Dios es en él.
1:3
Gracia sea a vosotros y paz, de parte de Dios nuestro Padre y del Señor
Jesucristo.
«Gracia sea a vosotros y paz, de parte de Dios nuestro Padre y del Señor
Jesucristo». Éste es el saludo que comúnmente Pablo emplea en la mayoría
de sus epístolas; con algunas modificaciones la salutación también aparece en
las cartas de Pedro y de Juan. Era común en el mundo helénico que la gente se
saludara usando el verbo jairein (que se podría traducir «saludos»; p. ej. Hch.
15:23; 23:26; Stg. 1:1). Una forma derivada de [P. 43] la misma raíz es jaris,
que quiere decir «gracia». Los judíos, en cambio, se saludaban usando la
palabra shalom (paz). En la literatura epistolar de la iglesia cristiana, aparecen
juntas las dos expresiones gracia y paz, las cuales tienen un significado
decididamente teológico. R.C.H. Lenski observa que:
Dios concede a sus hijos las virtudes de la gracia y de la paz, y les entrega
estos dones como Padre. En armonía con la oración en la que Jesús enseñó a
sus discípulos a decir «Padre nuestro», Pablo también representa a Dios como
«nuestro Padre». Todo el que ore en el nombre del Señor Jesucristo tiene a
Dios como Padre. Por tanto, todos los creyentes son hijos de Dios por medio
de Cristo, y es por medio de él que también reciben las bendiciones de la
gracia y la paz.
1:4
Sin cesar agradezco a mi Dios por vosotros, por la gracia de Dios que os ha
sido dada en Cristo Jesús.
¿Pero cómo es que Pablo puede agradecer a Dios por la iglesia de Corinto?
Las divisiones que se dan en la congregación, la inmoralidad, los problemas
matrimoniales y los litigios han llenado su corazón de aflicción.
¿Está Pablo usando con precisión la expresión sin cesar? ¿Está usando un
simple formalismo para comenzar su carta? No, el corazón de Pablo está lleno
de gratitud porque Dios decidió llamar a su pueblo para que se apartaran del
ambiente inmoral e idólatra de Corinto. Aun en esa ciudad, Dios estableció a
la iglesia en comunión con Jesucristo (v. 9). Por esa razón es que agradece a
Dios sin cesar.
Esto quiere decir que los que han recibido esta gracia, han sido redimidos y
ahora separados del mundo pagano en el que viven.
1:5
Porque en él habéis sido enriquecidos en todo, en toda palabra y en todo
conocimiento.
1:6
así como el testimonio acerca de Cristo fue confirmado en vosotros;
1:7
De manera que no os falta ningún don espiritual, mientras aguardáis
deseosos la revelación de nuestro Señor Jesucristo.
El griego muestra que en este pasaje Pablo usa dos veces el verbo
confirmar/establecer (vv. 6, 8). Así como la predicación del evangelio
confirma a los creyentes en su fe, así también la promesa de que el poder de
Dios siempre estará con ellos, los confirma hasta la consumación. La frase os
confirmará no es sólo un deseo de parte de Pablo, sino que una promesa que
Dios cumplirá.
1:9
Dios es fiel, a través de quien habéis sido llamados dentro de la comunión
de su Hijo, Jesucristo nuestro Señor.
c. «Su Hijo, Jesucristo nuestro Señor». Pablo reconoce que Dios el Padre
llama al creyente a la comunión y que el creyente tiene comunión con el Hijo,
que es Jesucristo, a saber, nuestro Señor. Pablo termina su acción de gracias
haciendo una compilación de nombres y funciones divinas. El Hijo,
eternamente engendrado por el Padre (Sal. 2:7), se hizo carne y se le dio el
nombre de Jesús. En el Antiguo Testamento aparece el nombre de Josué, el
cual se escribe Jesús en el Nuevo, y recibe esta explicación: «Él salvará a su
pueblo de sus pecados» (Mt. 1:21). Mientras que el nombre que el Hijo
recibió era Jesús, su nombre oficial es Cristo, esto es, el Ungido o Mesías. El
nombre señala a su oficio de profeta, sacerdote y rey. Por último, cuando
Pablo llama a Jesucristo «nuestro Señor», se está refiriendo a su estado de
exaltación: «Rey de reyes y Señor de señores» (1 Ti. 6:15).
II. Respuesta a problemas que le fueron comunicados a Pablo 1:10–6:20
Jesús dijo que un reino está dividido contra sí mismo termina desolado
y que una casa dividida contra sí misma termina cayendo (Mt. 12:25;
Mr. 3:24, 25; Lc. 11:17). Cuando Pablo escuchó acerca de las divisiones
que había dentro de la iglesia de Corinto, sabía que antes de poder
enseñarles los principios de la conducta espiritual, tenía que confrontar
a los destinatarios de esta carta respecto a sus facciones, peleas y
jactancia.
1. Facciones
1:10–17
1:10
Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que
habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino
que estéis perfectamente unidos en una misma mente y un mismo parecer,
Pablo les prohíbe a los corintios formar partidos en la iglesia. Insinúa que al
minar la unidad de la iglesia, los corintios son una afrenta a Jesucristo. En la
misma oración, les exhorta a vivir en armonía y les prohíbe ser cismáticos
(«que no haya divisiones entre vosotros»). Sus palabras no buscan refutar
herejías, más bien tratan de prevenir las discordias. Como dice el proverbio, la
forma positiva y negativa de su instrucción son las dos caras de la moneda. La
palabra divisiones comunica la idea de camorra y riñas que despedazan la
iglesia. En una palabra, Pablo manda a los corintios a desistir.
En lo fundamental—unidad;
En lo no esencial—tolerancia;
1:11
Porque, hermanos míos, algunos de los de Cloé me han informado sobre
vosotros, que hay rivalidades entre vosotros.
1:12
Me refiero a lo siguiente: que cada uno de vosotros dice, «yo soy de Pablo»,
o «yo soy de Apolos», o «yo soy de Cefas», o «yo soy de Cristo».
c. «Yo soy de Cefas». No se puede constatar que Cefas (Pedro) haya visitado
Corinto durante la ausencia de Pablo. Es probable que fuera. Hay que suponer
que los corintios conocían a Pedro, porque Pablo les menciona que Pedro
hacía sus viajes misioneros junto a su esposa (9:5). Pedro era altamente
respetado, ya que se le conocía como cabeza de la iglesia y vocero de los
apóstoles. Pablo identifica a Pedro con el nombre de Cefas, lo que pareciera
indicar que él se inclinaba a usar su nombre arameo, no la transliteración
griega Petros. En sus epístolas, Pablo menciona el nombre Pedro sólo dos
veces (Gá. 2:7, 8), mientras que usa el nombre Cefas ocho veces (en el griego,
1:12; 3:22; 9:5; 15:5; Gá. 1:18; 2:9, 11, 14; véase Jn. 1:42 para la misma
construcción). Pedro y Pablo se respetaban mutuamente, así que podemos
estar seguros de que también a él le habría parecido horrible que alguien
conectara su nombre a una facción de Corinto.
«Yo soy de Cristo». Varias preguntas nos surgen al tratar de interpretar este
dicho. Por ejemplo, ¿estaba el grupo de Cristo formado de los corintios que
rehusaban asociarse con los otros grupos? ¿No eran todos estos cristianos
seguidores de Cristo? ¿No está Cristo en una categoría distinta que la de las
otras tres personas? ¿Buscaba Pablo contrastarse con los corintios diciendo
«yo soy de Cristo»?
Muchas preguntas como éstas quedan sin respuesta, dado que Pablo no
entrega información adicional a la contenida en esta sección del texto. Al
menos la gramática del presente texto nos prohíbe pensar que Pablo mismo
pronunciara el dicho yo soy de Cristo. En otro lugar repite los tres nombres
Pablo, Apolos y Cefas, para añadir de inmediato que son de Cristo (3:22, 23 y
2 Co. 10:7). Insinúa que la iglesia universal con todos sus individuos
pertenece a Jesucristo.
Consideraciones prácticas de 1:10–12
«cuando abundan los conflictos religiosos, no se puede evitar que afloren los
pensamientos de los hombres en la forma de verdaderos conflictos. Porque si
bien es cierto que no hay nada que nos una más que el coincidir en asuntos de
religión, uniendo nuestras mentes y manteniéndolas en paz, sucede que el
desacuerdo en estas materias inevitable y rápidamente incitará a los hombres
a pelear, y no existe una área que tenga disputas más violentas».
1:13
¿Está Cristo dividido? ¿Fue Pablo crucificado por vosotros? ¿Fuisteis
bautizados en el nombre de Pablo?
1:14-15
Doy gracias a Dios que yo no he bautizado a ninguno de vosotros, a
excepción de Crispo y de Gayo, para que nadie diga que habéis sido
bautizados en mi nombre.
1:17
Porque Cristo no me envió a bautizar, sino a predicar el evangelio, no con
sabiduría de palabras, para no hacer vana la cruz de Cristo.
Aquí Pablo menciona una cosa positiva y tres cosas negativas. La afirmación
positiva es que Cristo lo envió a predicar el mensaje de salvación. Las
afirmaciones negativas son que a él no se le comisionó para bautizar
creyentes, que la proclamación del evangelio no debe convertirse en un tratado
de filosofía y, finalmente, que la cruz de Cristo no debe perder su posición
central.
a. La tarea. En los dos versículos anteriores (vv. 15, 16), Pablo subraya
enfáticamente que no tiene interés alguno en bautizar creyentes. Ahora nos
dice por qué: Cristo le dio la tarea de ser un predicador del evangelio (Ro. 1:1;
15:15, 16; Gá. 1:16). La tarea de predicar el evangelio requiere talento,
educación, tacto y habilidad. Bautizar creyentes es un acto simple que no
requiere mucha ciencia, mientras que la predicación es la interminable labor
de llevar a la gente al arrepentimiento, a la fe, a la nueva vida y al crecimiento.
El bautismo es un ritual que se administra una sola vez para separar al
cristiano del resto del mundo; la predicación, en cambio, ocurre todos los
domingos y durante la semana.
b. Estilo. «No con sabiduría de palabras». Para ser exactos hay que observar
que Pablo no dice «palabras de sabiduría» o «sabiduría para hablar», sino
«con sabiduría de palabras». Ésta es la primera vez que en esta epístola Pablo
menciona la palabra sabiduría. En lo que resta del capítulo 1 y en el capítulo 2,
Pablo usa dicha palabra para hacer un contraste entre la sabiduría de Dios y la
sabiduría del mundo. En el presente versículo, sin embargo, la frase sabiduría
de palabras describe el estilo de un orador griego, que con elocuencia
pronuncia su discurso. La retórica griega le exigía al orador que presentara
con destreza los argumentos filosóficos en favor de algún punto de vista
particular. Pablo no quiere saber nada con este estilo de oratoria, porque su fin
era proclamar con sencillez el mensaje de la cruz.
Ps. Nicolás García COMENTA: ¿Qué pretende expresar Pablo con esta frase?
Para entenderlo debemos tener en cuenta el contexto en que fue escrita. Para
una gente que vivía bajo la fuerte influencia de la filosofía griega. En la que se
le daba demasiada importancia al conocimiento.
Pablo, les está diciendo que él se consideraba más predicador que orador. Se
refiere a la retórica tan valorada por los griegos. Pablo, sin ser ignorante,
rehuía de la destreza retórica en beneficio de la sencillez y claridad en el
mensaje de la cruz.
Pablo entendía que la gente sería ganada por el contenido del mensaje del
evangelio y no por la elocuencia del predicador.
Si así fuera, ¿Quiénes podrían salvarse? Pues, entonces, sólo los inteligentes, o
sabios, podrían alcanzar la salvación.
Los corintios sabían bien que Pablo había predicado el evangelio de la muerte
de Cristo sin acudir a la oratoria ni a la sabiduría humana (véase 2:1).
Humildemente los había llamado al arrepentimiento y a la fe en Jesucristo.
Había señalado a la vergonzosa cruz de Cristo, cruz que los había salvado del
pecado y de la muerte.
2. La locura de la cruz
1:18–2:5
En esta sección Pablo enseña que lo que para el mundo es locura (esto es, el
evangelio de la cruz), para Dios es sabiduría, y lo que para el mundo es
sabiduría (esto es, sistemas filosóficos ideados por el hombre), para Dios es
necedad. Describe el efecto que causa predicar el mensaje de la cruz de Cristo
(v. 18), fundamenta su enseñanza con un pasaje del Antiguo Testamento (v.
19) y por medio de una serie de preguntas, fuerza a los corintios a que saquen
sus propias conclusiones (v. 20).
1:18
Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que
se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios. (RV60)
¡El mensaje de la cruz es una ridiculez para los que van rumbo a la
destrucción! Pero nosotros, que vamos en camino a la salvación, sabemos
que es el poder mismo de Dios. (NTV)
En este texto, cada palabra está llena de significado, pues cada una contribuye
a producir un poderoso mensaje. La conjunción porque sirve de nexo con la
mención de la cruz de Cristo (v. 17) e indica que el versículo 18 es
explicativo. Cuando Pablo escribe la palabra de la cruz, la separa de la frase
sabiduría de palabras (v. 17). Aunque en griego los dos términos traducidos
«palabra» y «palabras» comparten la misma etimología (logos), en el presente
contexto no tienen nada en común. De hecho, tienen significados opuestos. La
palabra de la cruz es el mensaje que proclama un acontecimiento de
significado histórico y teológico. Apunta a Cristo, quien sufrió la muerte de un
criminal, pero cuya muerte afecta el destino del ser humano. Por contraste, la
sabiduría de palabras que emite el orador tiene un origen humano y se opone
al mensaje de la cruz.
«La palabra de la cruz es una locura (insensatez, ridiculez) ». Para los
gentiles del tiempo de Pablo, el relato de la muerte de Cristo sobre una cruz
fuera de la ciudad de Jerusalén era una tontería. Clasificaban a Jesús como un
criminal o un esclavo degenerado, porque los romanos sólo crucificaban a
desviados de esa calaña. Por tanto, el mensaje de la cruz que Pablo predicaba
era una estupidez para los griegos (v. 23).
Por contraste, los corintios no se están perdiendo, sino que han sido llamados
y santificados (v. 2); pertenecen a una clase diferente por haber aceptado «la
palabra de la cruz» y creído en el evangelio. Por eso, Pablo anima a sus
lectores. Se incluye a sí mismo, cuando dice:
«Pero para nosotros los que estamos siendo salvados». Nótese que la
oración los que estamos siendo salvados cumple la función de explicar el
pronombre nosotros. Pablo se pone en el mismo nivel que los corintios y
afirma que están siendo salvados. ¿Pero no fueron salvos cuando Dios los
llamó? ¿Qué es lo que Pablo enseña en cuanto al tiempo de salvación? ¿En
qué tiempo aparece el verbo salvar? Algunos ejemplos servirán para ilustrar la
enseñanza de Pablo, según traduzco del original:
Pasado:
Presente:
Futuro:
Esto nos enseña que en principio los creyentes son salvos en esta vida. Gozan
de esta bendita seguridad a lo largo de su peregrinaje terrenal, porque saben
que están camino de la salvación total (cf. Heb. 1:14). La salvación completa
les llegará cuando dejen este escenario terrenal y entren en la presencia de
Dios.
«Es el poder de Dios». Pablo puede decir con confianza a sus lectores que:
«el poder de Dios es nuestro». Esta forma de hablar se asemeja al lenguaje que
Pablo usa en su epístola a los Romanos: «No me avergüenzo del evangelio,
pues es poder de Dios para la salvación de todos los que creen» (1:16). El
poder de Dios se hace efectivo cada vez que se predica el evangelio y la gente
acepta el mensaje de la fe. «La palabra de la cruz» tiene el poder de levantar al
pecador de su muerte espiritual y de proveerle novedad de vida. En suma, es
Dios mismo el que está activo, proveyendo de salvación a su pueblo.
Así que, ¿dónde deja eso a los filósofos, a los estudiosos y a los especialistas
en debates de este mundo? Dios ha hecho que la sabiduría de este mundo
parezca una ridiculez. (NTV)
En su oráculo contra Egipto, Isaías pregunta dónde están los sabios del Faraón
(Is. 19:12). Después, en el contexto de la miseria pronunciada contra los
asirios, Isaías pregunta dónde está el escriba (Is. 33:18). Reflexiona sobre
cómo las fuerzas de Senaquerib, rey de Asiria, sitiaron Jerusalén (Is. 36–37).
Cuando el ejército asirio sitió Jerusalén, el rey Ezequías confió en el Dios de
Israel, que lo libró de la opresión. El ángel de Jehová mató a 185,000 soldados
asirios (Is. 37:36). «Al reflexionar en este hecho, Isaías se imagina al pueblo
diciendo asombrado: ‘¿Dónde está el escriba que debía contar el tributo
(impuesto a los judíos)? ¿Dónde está el que debía pesar el tributo? ¿Dónde
está el que debía contar las torres (que los asirios pensaron destruir)?’ [Is.
33:18]».56 Pero para los fines de Pablo, el escriba se convierte en el experto
en las Escrituras del Antiguo Testamento.
Dios promete redimir a Israel diciendo que destruirá la sabiduría de los sabios
(Is. 44:25). Mediante una pregunta retórica que espera una respuesta
afirmativa, Pablo afirma que Dios ha hecho que la sabiduría del mundo se
convierta en insensatez.
b. «A Dios le agrado salvar a los que creen por medio de la insensatez del
mensaje que fue predicado». El verbo placer alude a la soberanía de Dios
por la cual a él le parece bien elegir creyentes en base a su decreto,
determinación y propósito. No obstante, lo que a Dios le place se opone
diametralmente a la necedad humana que aboga por la sabiduría del mundo. El
mundo ignora a propósito o bien ridiculiza mordazmente la predicación del
evangelio, porque para la mente humana pecaminosa es una estupidez. Pero el
pueblo de Dios continúa creyendo este evangelio insensato y lo aclama
plenamente como sabiduría de Dios.
c. Por último, nótese el contraste que se forma entre dos frases de este
versículo: el mundo por medio de su sabiduría y por medio de la
insensatez del mensaje que fue predicado. En ambos casos el modo
preposicional por medio de apunta a aquello en cual uno confía: el mundo
confía en la sabiduría humana, pero el creyente lo hace en la insensatez de la
predicación. Domingo tras domingo y hasta durante la semana, los creyentes
escuchan la predicación del evangelio y reciben instrucción desde las
Escrituras. La predicación no tiene que ver sólo con la entrega de un sermón
(aunque la presentación efectiva es algo que en sí tiene importancia), sino con
el contenido del mensaje. Los creyentes aceptan el contenido divino de la
predicación y responden en fe a la sabiduría de Dios. Los incrédulos, en
cambio, rechazan esta sabiduría y la llaman insensatez. Esto resulta en que la
persona mundana se niega a conocer a Dios y sufre así la perdición eterna,
mientras que el creyente conoce a Dios y recibe salvación eterna.
1:22-23
Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero
nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente
tropezadero, y para los gentiles locura (RV60)
Es ridícula para los judíos, que piden señales del cielo. Y es ridícula para
los griegos, que buscan la sabiduría humana. Entonces cuando predicamos
que Cristo fue crucificado, los judíos se ofenden y los gentiles dicen que son
puras tonterías. (NTV)
a. «Los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría». Como judío
nacido dentro de la cultura helénica, Pablo sabe cómo describir a judíos y a
griegos. Los Evangelios nos informan que los judíos constantemente le
exigían a Jesús que les diera señales, pero él se negó a ello, porque para creer
en él le ponían como condición que hiciera algún milagro (véase Jn. 4:48).
Dios confió a los judíos las Escrituras del Antiguo Testamento (Ro. 3:2), ellos
eran los que recibieron los pactos de Dios, la ley, las promesas y los estatutos
del culto (Ro. 9:3, 4). Con todo, cuando Jesús vino, se negaron a creer en él, a
menos que Jesús se convirtiese en un milagrero a su disposición. En resumen,
los judíos rechazaron el mensaje divino de salvación que Cristo les trajo (Jn.
1:11).
«Un tropiezo para los judíos». Según la opinión judía, un crucificado era
para siempre un hombre maldito por Dios. Ni siquiera se podía mencionar a
tal persona, porque hería la sensibilidad religiosa judía (cf. Dt. 21:23; Gá.
3:13; 5:11). Por cierto, ponerle a un crucificado el título de Mesías era muestra
de la más grande insensibilidad espiritual.
“Para los Judíos era inaceptable el que Uno que había acabado Su vida en
una Cruz pidiera ser el Escogido de Dios. Señalaban a su ley, que declaraba
de forma inconfundible: «¡Maldito por Dios es el colgado!» (Deuteronomio
21:23). Para los judíos, el hecho de la crucifixión descartaba definitivamente
el que Jesús pudiera ser el Hijo de Dios. Puede parecernos extraordinario;
pero, hasta con Isaías 53 delante de los ojos, los judíos no habían soñado
jamás con un Mesías doliente. La Cruz era y es para los judíos la barrera
infranqueable para creer que Jesús es el Mesías prometido”.
“Los judíos no querían más que señales. Cuando llegara la edad dorada de
Dios, se esperaba que se produjeran hechos sorprendentes. Por el tiempo en
que Pablo estaba escribiendo, hubo una cosecha abundante de falsos mesías,
cada uno de los cuales sedujo al pueblo a que le aceptara prometiéndole
alguna señal maravillosa. En el año 45 d.C. surgió un tal Teudas. Había
convencido a miles de personas a que dejaran sus hogares y le siguieran al
Jordán, prometiéndoles que las aguas se dividirían a su voz de mando y ellos
pasarían en seco. En el año 54 d.C. llegó uno de Egipto a Jerusalén que
pretendía ser el Profeta. Persuadió a treinta mil personas a que le siguieran
al monte de los Olivos, prometiéndoles que a su palabra se derrumbarían los
muros de Jerusalén. Esas eran las cosas que los judíos esperaban. En Jesús
veían a Uno Que era manso y humilde, Que evitaba intencionadamente todo
lo espectacular, Que servía a los necesitados, Que acabó en una Cruz... y Que
no se parecía en nada a la imagen que se habían forjado del Escogido de
Dios”.
«Y una insensatez para los gentiles». Para los gentiles, era completamente
estúpido siquiera pensar en proclamar un mensaje acerca de una persona que
fue clavada a una cruz. Las autoridades romanas por lo general crucificaban a
esclavos criminales. Para la forma de pensar de los gentiles, sería ridículo
decir algo tocante a un hombre condenado a morir en esas circunstancias. Por
cierto, un esclavo criminal muerto en una cruz no podía ser Señor y Salvador
de la humanidad. Comenta William Barclay:
Celso, que con tanto vigor atacó el Cristianismo a finales del siglo II d.C.,
escribía: «Dios es bueno y hermoso y feliz, y es por ello por lo que es más
hermoso y bueno. Entonces, si «descendiera a los hombres,» eso supondría
un cambio para Él, y un cambio de bueno a malo, de hermoso a feo y de feliz
a desgraciado, de lo mejor a lo peor. ¿Quién escogería ese cambio? Porque a
lo mortal le es natural cambiar y cambiarse; pero a lo inmortal, el
permanecer inalterable eternamente. Dios no podría aceptar tal cambio.»
Pablo vuelve a usar el verbo llamar (véase los vv. 1, 2, 9). Sólo la gente
llamada eficazmente por Dios, sean judíos o gentiles, es capaz de creer el
mensaje de la cruz y de aceptarlo sin reservas. Dios llama para sí a un pueblo
amado, santo y separado del mundo. Dios los llama fuera de los judíos que se
ofenden con Cristo y fuera de los gentiles que creen que Cristo es una
estupidez. Ésta es gente procedente de comunidades judías y de la cultura
griega y, sin embargo, creen en el mensaje de Cristo (v. 21) y son salvos. En
este contexto, el nombre Cristo quiere decir el Cristo crucificado y resucitado.
Cuatro son las cualidades que Pablo atribuye a Dios en los versículos 24 y 25.
Estas son: poder, sabiduría, insensatez y debilidad. Examinemos cada una
de ellas.
c. El débil y el fuerte
1:26–31
1:26
Recuerden, amados hermanos, que pocos de ustedes eran sabios a los ojos
del mundo o poderosos o ricos cuando Dios los llamó (RV60)
Sino que Dios eligió las cosas insensatas del mundo, para avergonzar a los
sabios, y Dios eligió las cosas débiles del mundo, para avergonzar a los
fuertes. Y Dios eligió las cosas insignificantes del mundo y lo despreciado,
lo que no existe, para así anular las cosas que existen.(VSK)
Segundo, Dios elige aquellas cosas que el mundo considera débiles, para
avergonzar a los fuertes. Las Bienaventuranzas lo ilustran bien cuando
enseñan que los mansos heredarán la tierra (Mt. 5:5), aunque para el mundo la
mansedumbre es lo mismo que debilidad. En la parábola del gran banquete
(Lc. 14:16–24), Jesús no describe a los invitados que se encontraron en el
salón del banquete como si fuesen los ciudadanos que fueron invitados, sino
como los pobres, los mancos, los ciegos y los cojos. Aquí se aplica el
proverbio: «los últimos serán primeros, y los primeros, últimos» (Mt. 20:16).
Segundo, Dios elige aquellas cosas que el mundo considera débiles, para
avergonzar a los fuertes. Las Bienaventuranzas lo ilustran bien cuando
enseñan que los mansos heredarán la tierra (Mt. 5:5), aunque para el mundo la
mansedumbre es lo mismo que debilidad. En la parábola del gran banquete
(Lc. 14:16–24), Jesús no describe a los invitados que se encontraron en el
salón del banquete como si fuesen los ciudadanos que fueron invitados, sino
como los pobres, los mancos, los ciegos y los cojos. Aquí se aplica el
proverbio: «los últimos serán primeros, y los primeros, últimos» (Mt. 20:16).
Segundo, Dios elige aquellas cosas que el mundo considera débiles, para
avergonzar a los fuertes. Las Bienaventuranzas lo ilustran bien cuando
enseñan que los mansos heredarán la tierra (Mt. 5:5), aunque para el mundo la
mansedumbre es lo mismo que debilidad. En la parábola del gran banquete
(Lc. 14:16–24), Jesús no describe a los invitados que se encontraron en el
salón del banquete como si fuesen los ciudadanos que fueron invitados, sino
como los pobres, los mancos, los ciegos y los cojos. Aquí se aplica el
proverbio: «los últimos serán primeros, y los primeros, últimos» (Mt. 20:16).
Parece que los corintios todavía no habían aprendido esta lección. Con toda
libertad se jactaban en los logros humanos y en la posesión de cosas
materiales. En sus dos epístolas, Pablo les tiene que reprochar repetidamente a
sus lectores por el pecado de la jactancia. De manera ejemplar, Pablo les
enseña a no gloriarse en sus triunfos, sino a alabar al Señor en todo lo que
hacen: aun el comer y el beber deben hacerse para la gloria de Dios (10:31).
Deben entender que Dios los llamó fuera de un mundo de tinieblas y los
introdujo en la comunión maravillosa de Cristo. Todo lo que reciben proviene
de Dios el Padre, quien los ama a través de su Hijo Jesucristo.
“La razón es que Dios les enseña; la intención es que ninguna carne se gloríe
en su presencia. Esa distinción, la única en la cual podrían gloriarse no es de
ellos mismos. Fue por la opción soberana y la gracia regeneradora de Dios
que ellos estaban en Jesucristo por fe. Él nos es hecho por Dios sabiduría,
justicia, santificación y redención: todo lo que necesitamos o podemos
desear.(CMAHE)
Aunque sea siempre fiel,
Justificación lograr
Sólo en ti teniendo fe
—Thomas Hastings
1:30
Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por
Dios sabiduría, justificación, santificación y redención;
a. « Mas por él (Es más bien por causa de él)». Pablo llega al meollo del
asunto cuando les recuerda a los corintios de su salvación en Cristo. Son
creyentes, no incrédulos. Es por eso que empieza el versículo con una
partícula adversativa que tradujimos «más bien». Señala a Dios como autor de
la salvación. Dios envió a su Hijo a salvar a su pueblo, a limpiarlos de pecado
y a introducirlos en su gloriosa comunión. Con toda propiedad, Pablo puede
decir «por causa de él», porque Dios es la causa de que el ser humano esté en
Cristo Jesús.
1:31
para que, tal como está escrito: EL QUE SE GLORIA, QUE SE GLORÍE
EN EL SEÑOR
En Cristo Jesús recibimos una mente iluminada (cf. Ef. 1:18) para entender
que, en primer lugar, es por su obra que fuimos declarados justos delante de
Dios. Segundo, entendemos que Dios nos santifica para que podamos estar en
su presencia sin arruga ni mancha alguna. Por último, también discernimos
que Dios nos ha liberado de la carga de la culpa y de la esclavitud al pecado.
Cristo Jesús es nuestro Salvador y Señor. Si existe alguno que quisiera
jactarse, sólo podrá hacerlo gloriándose en el Señor y dando gracias a Dios el
Padre por la persona y obra de Cristo.
Sin embargo, Dios elige las cosas insensatas y débiles del mundo, para
avergonzar a los ateos, a los agnósticos, a los humanistas y secularistas. Dios
abroga las normas hechas por hombres para que, quedando en la quiebra
moral, cosechen la violencia de una sociedad decadente. Mientras tanto, Dios
escoge las cosas insensatas y débiles del mundo para promover su iglesia y
reino. Honra el trabajo insignificante y despreciado de gente que dedica sus
vidas a servir a Dios y a su prójimo. Se deleita en aquellos que conforman sus
vidas a su Palabra y que se glorían en su Señor y Salvador, Jesucristo.
Pablo exhorta a los corintios a que concuerden unos con otros, pues ha oído
que tienen un espíritu divisionista que está separando a la congregación en
facciones. Un grupo dice seguir a Pablo, otro a Apolos, otro a Cefas, otro a
Cristo. Les reprende preguntándoles si Cristo está dividido o si Pablo fue
crucificado por ellos. Les aclara que Cristo lo envió a predicar el evangelio,
por lo cual son pocas las personas bautizadas por él. Además, no predica con
«sabiduría de palabras», para no despojar de significado a la cruz de Cristo.
Pablo les recuerda a los corintios su condición social. Si se les mide con
criterios humanos, muy pocos eran sabios, ricos y de noble cuna. Les dice que
Dios ha escogido las cosas insignificantes y despreciadas para evitar que
alguien se jacte. Debido a que están en Cristo Jesús, deben jactarse en el
Señor.
Simon K. 67
Mh 985
Nicolas Garcia 41
CMI : 34
William B. 11
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