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Acérquese a estos principios con paciencia, poco a poco, sin angustia, cambiar los hábitos y las
conductas alimentarias no es fácil. Cuando reciba el curso de cocina podrá aumentar los
conocimientos necesarios para poderlos cumplir en mayor medida.
Comience por limitar el consumo de los alimentos de origen animal (principalmente las carnes
rojas, el jamón, y todo tipo de embutidos y las vísceras, así como el huevo a sólo 3 unidades a la
semana), las grasas de todo tipo (principalmente la margarina, manteca, mantequilla, tocinos,
chicharrones), los alimentos fritos, el azúcar y los dulces de todo tipo (principalmente los que
combinan el azúcar con las grasas, la leche y el huevo), el exceso de lácteos, pan, café, bebidas
alcohólicas, refrescos gaseados, refrescos instantáneos, helados, bebidas muy frías, condimentos
industriales y cubitos de caldo. Por otro lado aumente el consumo de vegetales, como mínimo 3
tazas al día (zanahoria, col, cebolla, rábano rojo, nabo, lechuga, pepino, acelga, calabaza,
habichuela, apio, perejil, cebollino, ajo porro, etc) y aunque sea una porción de frijoles al día,
preferentemente en la comida de la noche para poder eliminar de este horario la proteína de origen
animal. Si puede y tiene como conseguirlo, incorpore desde ya una porción (1 taza) al día de
cereales integrales a su dieta (preferentemente el arroz integral que es el más equilibrado), ellos
deben ocupar las 2/3 parte de todos los cereales a consumir en el día; si no los tiene puede seguir
consumiendo, pero con moderación, el arroz blanco, el pan, las pastas alimenticias (espaguetis,
codito), el maíz, alternándolos o compartiéndolos con las viandas, de preferencia hervidas.
Con esta alimentación se mantienen en equilibrio y armonía todos los sistemas y subsistemas
orgánicos y se potencian las capacidades que tiene el propio organismo de protección y
autocuración. Es una alimentación noble que aporta oxígeno y deja pocos desechos metabólicos.