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Tercera Ola
Tercera Ola
http://www.psicologia-
online.com/psicologia_clinica/nuevas_terapias_psicologicas/
2.4.2. Ofrecer una nueva concepción de lo que ha de entenderse por "mejoría clínica"
axiológico
2.8.6. Objetivos
2.8.8. Conclusiones
2.1. Introducción
En palabras de Hayes (2004a, b), la tercera generación de terapias de conducta ha sido definida del
siguiente modo:
<< Fundamentada en una aproximación empírica y enfocada en los principios del aprendizaje, la
tercera ola de terapias cognitivas y conductuales es particularmente sensible al contexto y a las funciones
de los fenómenos psicológicos, y no sólo a la forma, enfatizando el uso de estrategias de cambio basadas
en la experiencia y en el contexto además de otras más directas y didácticas. Estos tratamientos tienden a
buscar la construcción de repertorios amplios, flexibles y efectivos en lugar de tender a la eliminación de los
problemas claramente definidos, resaltando cuestiones que son relevantes tanto para el clínico como para
el cliente. La tercera ola reformula y sintetiza las generaciones previas de las terapia cognitivas y
conductuales y las conduce hacia cuestiones, asuntos y dominios previa y principalmente dirigidos por otras
plenamente desarrolladas con varios manuales clínicos en los 90. A partir de ahí se han ido desarrollando
y aplicando a múltiples tipos de problemas clínicos, y probando su eficacia en casos clínicos y en estudios
de grupo. (Valero, 2010).
Surgen, por un lado, (1) ante las dificultades de las terapias de modificación de conducta más
tradicionales para poder modificar comportamientos en la vida diaria de la persona, sin control directo de
contingencias, y para poder actuar sobre los problemas a partir de una hora de sesión clínica con individuos
adultos. Y también, (2) ante las dificultades para abordar inicialmente los temas más cognitivos,
pensamientos, obsesiones, recuerdos, traumas, etc., con las técnicas de modificación de conducta, que
habían sido suplidas en su explicación por las denominadas cognitivas-conductuales. Aquí se comienza a
cambiar pensamientos y recuerdos como cualquier otra conducta, a partir del lenguaje, pero sin misterios ni
teorías profundas sobre la mente del individuo. Por otro lado, (3) también ante los problemas de
generalización y mantenimiento a largo plazo en muchos problemas clínicos de tipo crónico, con largas
historias de tratamiento, y con problemas existenciales o vitales, hasta ahora solo abordaban otro tipo de
psicólogos.
nuevos principios de conducta, que pronto comienzan a aplicarse a las relaciones y terapias clínicas. En
este caso, (1) la investigación sobre relaciones de equivalencia, que dan lugar a la Teoría del Marco
Relacional que es la base de Terapia de Aceptación y Compromiso en su explicación sobre las relaciones
entre pensamientos y respuestas verbales. (2) También la investigación sobre conductas gobernadas por
reglas, es decir aquellas que están bajo control de otros estímulos verbales dados por otras personas o por
el propio individuo, y que incluso pueden cambiar las contingencias directas de la conducta que mantienen.
Esto es fundamental para la forma de dar indicaciones e instrucciones con adultos. (3) La investigación en
adultos sobre análisis funcional en las contingencias directas en la vida diaria y en la relación terapéutica,
dando lugar a aplicaciones más funcionales dentro de la propia sesión, y el énfasis en el análisis funcional
en los problemas clínicos del individuo, más que a la categorización diagnóstica. (4) La revisión de los
conceptos sobre conducta verbal y eventos privados, como una conducta más, con los mismos principios y
funciones que cualquier otra conducta motora; tratando pues los pensamientos, recuerdos y emociones del
individuo como conductas objetivo a modificar, y no como constructos cognitivos.
Con esas bases, a las que los autores añaden su propia experiencia clínica, surgen la "Terapia de
Interacción de Pareja" de Jacobson (Jacobson, Christensen, Prince, Cordova y Eldrige, 2000), y la "Terapia
Wilson 1999; Wilson y Luciano, 2002). A estas se añadiría la "Terapia de Activación Conductual" (Jacobson,
1989, Martell, Addis y Jacobson, 1991; Lejez et al; 2005). Posteriormente, han derivado en otras líneas más
cognitiva de aceptación", dando lugar a la ahora famosa "Mindfullness" (Segal, Williams, y Teasdale, 2002)
y también otras psicoterapias cognitivo-relacionales, e incluso constructivistas que toman conceptos como
la "aceptación" y "evitación experiencial" .
Teniendo esta visión general de por qué surgen estas terapias y cuáles son sus principios básicos,
convendría señalar en qué consisten los mismos más detalladamente; aunque para entenderlas también
convendría señalar las características más definitorias de cada una de las terapias para así poder
diferenciarlas, aunque nos centraremos más detalladamente en las dos terapias de tercera generación que
mas difusión están teniendo : La terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) y La Psicoterapia Analítico
Funcional (FAP).
Analizan el comportamiento a la luz del contexto en el que ocurre, ya que parten de la base de que
ejemplo "ir al súper a comprar comida" y "caminar de la casa al supermercado" si bien son dos
conductas que poseen los mismos comportamientos motrices, son distintas en cuanto a su
No examinan el comportamiento de manera histórica, sino como un continuo. Por ello, la historia del
No se hace una distinción entre la conducta observable y la privada, los eventos privados, como las
emociones, los sentimientos y los pensamientos del individuo, se analizan también a la luz de su
funcionalidad, así como las conductas que constituyen los problemas psicológicos por los cuáles
se consulta.
Parten de la base de que los "problemas psicológicos" tienen su origen en el contexto socioverbal en
contexto socioverbal también tiende a considerar los pensamientos, las emociones y otros
eventos internos, por lo que es común que las personas tiendan a tratar de controlar sus
conductas problemáticas controlando dichos eventos internos (como cuando trata de controlar la
ansiedad para no sentir temor hacia algo). Como se dijo previamente, éstos eventos internos se
analizan de igual manera que la conducta observable, ya que estas terapias no se consideran la
extendida como interacción social, y por lo tanto, contexto socio-verbal. A través del intercambio
verbal y no verbal entre ellos dos, el terapeuta busca cambiar la funcionalidad de las conductas
asumida superior eficacia respecto a la terapia psicológica para la depresión mayor. En relación con
la "depresión menor? (de leve a moderada) se reconoce la eficacia también de la terapia psicológica.
Aun así, la medicación es igualmente el tratamiento más usual para la depresión leve y moderada
que, por lo demás, es el caso de la mayoría de las depresiones (González Pardo y Pérez-Álvarez,
2004; Healy, 2004; Leventhal y Martell, 2006; Medawar y Hardon, 2004). Pues bien, la AC ha
mostrado ser tan eficaz como la medicación en la depresión mayor (Dimidjian, Hollon, Dodson et al,
2006). Este hallazgo pone en entredicho la medicación como tratamiento de elección para la
depresión.
psicológico más utilizado para la depresión y en todo caso el que más se ha comparado con la
Con todo, la TC, aún siendo eficaz, se plantea la cuestión acerca de si su eficacia se debe a la terapia
en conjunto o quizá más bien a alguno de sus componentes, en particular, los conductuales o los
depresión. Concretamente, si resultara que el componente conductual por sí solo fuera igual de
eficaz que la terapia completa, quedaría en entredicho el componente cognitivo y por ende el estatus
de la terapia.
Y así parece resultar de la investigación al respecto (Jacobson, Dodson, Truax, Addis & Koerner,
1996). Desde el punto de vista clínico aplicado esto no supondría, en principio, ningún problema, por
cuanto se trataría de la misma eficacia conseguida acaso de una forma más eficiente. De confirmarse
este hallazgo, la cuestión podría ser ya que el componente conductual se constituyera él mismo
como toda una terapia. Esto es precisamente lo que ha ocurrido dando lugar a la ya así llamada
terapia de AC. (Terapia de Activación Conductual). Es más, la AC ha llegado incluso a mostrar una
mayor eficacia que la propia TC (Dimidjian et al, 2006). Al final, no deja de ser sorprendente que uno
de los componentes de la TC, debidamente explotado al margen del punto de vista cognitivo, resulte
más eficaz que la terapia completa, aplicada de acuerdo con todos sus supuestos.
De esta manera, la AC no sería una terapia psicológica más que se alinea a la par de las terapias
cognitivo- conductuales sino que pone en entredicho la propia TC, tanto su fundamento como su
modelo radicalmente distinto. Mientras que la Terapia Cognitiva responde a un modelo médico de
y es también el lugar más adecuado para llevar a cabo una terapia eficaz que los supuestos factores
internos, ya fueran neurológicos (típicamente 'desequilibrios químicos') o psicológicos (por ejemplo,
'esquemas cognitivos'). Asimismo, la AC sostiene que las conductas que caracterizan a las personas
deprimidas juegan un papel significativo en la depresión, y no son meramente síntomas de un cuadro.
conducta de las personas deprimidas viene a funcionar en realidad como evitación conductual de
importantes ámbitos de la vida, aunque siempre es obvio que las conductas de los clientes son
conductas de evitación. (Pérez Álvarez, 2007). El cliente hace lo que siente natural. Únicamente
poniéndola en contacto con las condiciones que pudieran reordenar el "disorder" o trastorno dado.
Trata de 'poner a funcionar' o, como sugiere su propio nombre, 'activar' a la persona a pesar de estar
(todavía) deprimida, como paso para dejar de estarlo.
Se puede decir que la AC es un procedimiento que enfatiza los intentos sistemáticos de incrementar
conductas que hagan probable el contacto con las contingencias ambientales reforzantes y
produzcan, a su vez, cambios en los pensamientos, el humor y la calidad de vida, se trata de 'activar'
a la persona en la medida de sus posibilidades actuales y de acuerdo con sus intereses y valores
(Pérez Álvarez, M; 2007).
A este respecto, es fundamental el análisis funcional de la conducta, a partir del cual poner en juego
las actividades que pudieran ser relevantes. Más importante que la aplicación de una serie de
técnicas es la filosofía contextual y el criterio funcional de base. No se trata de cambiar primero los
pensamientos y el humor para después actuar, por así decirlo, 'estar bien' para volver a hacer la vida,
sino de rehacer la vida a pesar precisamente de 'estar mal' todavía (pesimista y triste). En este
Aceptación y Compromiso, si bien aquí el objetivo es crear condiciones ambientales para estar bien.
En todo caso, la AC combina la aceptación y el cambio a lo largo del tratamiento, por tanto la
Activación Conductual supone un avance respecto a la Terapia cognitiva para la depresión tradicional
manera más parsimoniosa. Además, la AC proporciona un argumento muy potente, difícil de pasar
sostenida no sólo por la concepción psiquiátrica que no sabe hacer otra cosa que medicar sino
también por terapias psicológicas, en particular, la Terapia Cognitiva, la cual supone alguna suerte
de 'mecanismo' o 'déficit cognitivo' que se habría de intervenir mediante técnicas específicas. El caso
acuerdo con el estudio que se comenta. Por último, la AC viene a ser un ejemplo tanto o más
importante que la Terapia de Aceptación y Compromiso de toda una nueva generación de Terapia
de Conducta.
filosófica como los aspectos técnicos de la Terapia Conductual Tradicional. Son estos cambios los que la
hacen pertenecer a lo que se ha denominado terapias de tercera generación (Hayes, 2004).
Se entiende que los problemas de pareja no sólo requieren cambios de primer orden (que se
modifique un comportamiento u otro), sino también cambios de segundo orden es decir, que la persona que
realiza la queja procure aceptar el comportamiento del otro. La TIP no promueva el cambio de
comportamiento, sino que alienta el cambio en uno mismo en vez de en el otro; un cambio, por tanto, en el
contexto del problema más que en el comportamiento problemático, algo característico de las terapias de
tercera generación (Hayes, 2004).
Se da más importancia al contexto en el que surgen los problemas, esto es, se atiende mucho más al
En la Terapia Integral de Pareja, sin embargo, se tiene muy en cuenta qué antecedentes y qué
consecuentes son los que mantienen un comportamiento dado, aunque tal y como señalan Jacobson y
Christensen (1996) esto no está exento de dificultades, pues para el terapeuta es imposible hallarse
presente en cada uno de los conflictos de una determinada pareja, por lo que se vuelve inevitable confiar
en su criterio.
Los principales problemas de realizar un análisis funcional en La Terapia Integral de Pareja son:
Cada miembro de la pareja tiene una versión diferente del conflicto, ya que debido a su historia
personal cada uno es más o menos sensible a según qué cosas de las que ocurren en un
conflicto, y es muy difícil que cada una de las partes acepte que la versión del otro quizás se
El escaso control que se posee sobre las vidas de los clientes, lo que convierte en una tarea muy
(Jacobson y Christensen, 1996). A pesar de todo lo anterior, la pareja siempre puede proporcionar
pistas sobre las variables que controlan un conflicto. Su mismo comportamiento dentro de la
sesión puede arrojar claves fundamentales, ya que es en este contexto donde se pueden
La TIP otorga gran importancia a la historia personal de los miembros de la pareja; a pesar de que
los problemas de una pareja se producen en el presente y exhiben una topografía determinada, es la historia
y las experiencias de cada uno lo que determina sobre qué contenidos giran los conflictos y con qué
frecuencia surgen. Jacobson y Christensen denominan a esto vulnerabilidades; y se podrían definir como
aquellas circunstancias que afectan especialmente a cada uno de los miembros de la pareja y que hacen
relación de pareja, sino cómo se manejan. Una de las formas posibles de afrontar las incompatibilidades
que acaba generando problemas es la coerción. Esto implica que un miembro de la pareja aplica
estimulación aversiva hacia el otro para escapar de la estimulación aversiva que provoca la incompatibilidad,
o conseguir el reforzador del que priva la incompatibilidad.
El hecho de que estas incompatibilidades se manejen de forma coercitiva provoca que se generen
patrones de interacción que empeoran la situación de la pareja. Según Jacobson y Christensen (1996),
puede haber tres patrones de interacción destructivos:
La demanda-retirada, en el que uno entra en una interacción negativa como demandar, acusar o
Si este es el panorama, lo lógico es que se intente modificar la forma de actuar o de ser de la persona
que no se ajusta "bien" al otro. Así es como se aumenta la polarización que hace que la pareja cada vez se
encuentre peor en la relación y que ambos se sientan cada vez más alejados el uno del otro.
En la TIP la formulación que se hace del problema a la pareja incluye tres componentes:
1. La descripción del tema principal de conflicto y la ayuda para identificar las situaciones conflictivas
2. El proceso de polarización, que describe las interacciones destructivas que se dan entre los
miembros de la pareja; y
3. La trampa mutua, que es resultado del proceso de polarización: "es la sensación de estar
atrapados sin solución que hace que no sean capaces de revertir el proceso de polarización una
Una formulación es buena si, y sólo si, ayuda a la pareja, es decir, en tanto en cuanto le resulta útil,
por lo que a la hora de presentarla hay que considerar atentamente los matices y correcciones que la pareja
misma pueda plantear.
otra: discusión durante la sesión de situaciones generales y específicas que hayan surgido alrededor del
tema; situaciones en las que ha surgido el problema y lo han resuelto con éxito; y situaciones que se podrían
llamar positivas. Al inicio de la terapia las primeras serán las más frecuentes para poco a poco ir dando paso
a las segundas. Para trabajar la aceptación existen tres estrategias centrales: la unión empática, la
separación unificada y la tolerancia.
El objetivo de las dos primeras estriba en unir a la pareja alrededor del problema; es decir, que el
problema sirva para generar más intimidad. En la última la meta consiste en transformar en menos dolorosas
las conductas negativas del compañero (Jacobson y Christensen, 1996). En la unión empática se pretende
generar aceptación a través de poner en contacto la conducta de un miembro de la pareja con su historia
personal. Es decir, lo que se hace es contextualizar el comportamiento que la otra persona considera
problemático dentro de la formulación que se hizo del problema. Así, la conducta negativa es vista como
parte de sus diferencias. Para ello Jacobson y Christensen (1996) hacen referencia a la fórmula de la
aceptación:
que se supone elicitan una respuesta más empática por parte del oyente. Así, al final, el principal objetivo
de la TIP es transformar las situaciones de crisis de la pareja en "vehículos para la intimidad".
decir, se trataría de que cuando se produce un incidente negativo sean capaces de hablar de él como algo
externo a la relación, como si fuera un "ello" (Jacobson y Christensen, 1996). Se procura conseguir que los
miembros de la pareja sean más conscientes de los procesos que ocurren en las interacciones negativas,
de forma que tomen más distancia y no se vean controlados por las emociones que surgen en ese momento.
Las estrategias de tolerancia se utilizan cuando no han funcionado las estrategias de aceptación, de forma
que aunque el objetivo sea la aceptación, es mejor que se toleren a que no se acepten siquiera. El fin es
hacer que la pareja se recupere más rápido del conflicto. No se consigue el mismo tipo de aceptación que
con las técnicas anteriores, sino más bien el que las conductas negativas del otro no sean tan aversivas
(Jacobson y Christensen, 1996).
Existen tres tipos de técnicas con las que se promueve la tolerancia: role playing de la conducta
negativa en la sesión; imitación de la conducta negativa en casa y habilidades de auto-cuidado. Aparte del
un tratamiento diferente de la Terapia Pareja Conductual Tradicional, que incluye como componente central
de la intervención la aceptación emocional con el fin de transformar los problemas en vehículos para crear
más intimidad. La TIP se muestra al menos igual de eficaz en algunos estudios que la TPCT, si bien en
otros trabajos la eficacia a largo plazo de la TIP es claramente superior.
Los mecanismos de cambio que subyacen a cada uno de los tratamientos son diferentes, basándose
uno en el cambio de comportamiento y otro en la aceptación del comportamiento de la pareja, siendo éste
último el factor que más parece influir en el mantenimiento a largo plazo de la mejoría lograda durante la
terapia.
Por tanto, lo que vemos en esta terapia es que, una vez más, el componente de la aceptación es
fundamental para poder aplicar un tratamiento ajustado a las necesidades realistas de cada paciente y no
crear falsas expectativas.
Stroshal, 2004) surge desde el conductismo radical del pasado siglo. Aparece como una alternativa al trabajo
psicoterapéutico con pacientes de consultas externas, con problemas graves de índole emocional y donde
el terapeuta no tiene un control directo sobre el ambiente donde viven.
Las principales innovaciones de ACT como respecto a los anteriores tratamientos cognitivo-
conductuales se exponen a continuación:
2.4.2. Ofrecer una nueva concepción de lo que ha de entenderse por "mejoría clínica"
2.4.3. Situar los problemas psicológicos y sus posibles soluciones en un marco axiológico
básicamente, en torno a epígrafes como "técnicas para incrementar conductas" o "técnicas para
disminuir conductas"; resaltando la importancia que el cambio del comportamiento -al alza o a la
baja- tiene para este enfoque. Por su parte, ACT viene a poner de manifiesto que, junto al cambio,
la aceptación puede ser una estrategia y un objetivo de la terapia.
Siguiendo a Velasco y Quiroga (2004), se podría decir que la aceptación es un concepto que se
refiere a la renuncia a cambiar lo que no se puede cambiar, como podrían ser los propios
pensamientos o sentimientos. En este sentido ACT supone reconocer unos ciertos límites a la
intervención psicológica, dejando atrás el optimismo.
En cualquier caso, habría que señalar que cuando un cliente pasa de una situación en que está
"enfrentado" a ciertos síntomas a otra en que los acepta se ha producido también un cambio. Ahora
bien, este cambio no es ya un cambio en el contenido -un cambio de primer orden-; sino un cambio
en el contexto en que la conducta tiene lugar - un cambio de segundo orden. Así, habría ciertas
situaciones en que podría ser más oportuno aplicar cambios contextuales, como la aceptación, que
cambios de primer orden. Una de esas situaciones sería aquélla en que el propio proceso de cambio
puede entrar en contradicción con el resultado que se pretende obtener.
Por ejemplo, parece bastante improbable que una persona llegue a conseguir "estar tranquilo"
intentando deliberadamente eliminar la ansiedad o que alguien pueda conseguir eliminar ciertos
pensamientos molestos tratando de "no pensar en ellos". En situaciones como las descritas la
aceptación, entendida como un cambio en el contexto en que la conducta tiene lugar, podría ser una
alternativa eficaz a los intentos de cambio directo. Otra situación en que la aceptación podría ser útil
sería el caso de que se produjera un conflicto o, dicho en términos conductuales, cuando una misma
conducta está bajo control de contingencias opuestas.
Así, por ejemplo, para una persona que hubiera sufrido un accidente grave de circulación volver a
conducir un automóvil estaría bajo la influencia de dos tipos de consecuencias contradictorias. Por
un lado, es probable que al subirse de nuevo al coche esa persona sienta ansiedad, temor, recuerdos
desagradables, etc. Por otro lado, al conducir el automóvil esa misma persona puede realizar
actividades que le son apetecibles (ver a sus familiares, llegar al trabajo en el menor tiempo posible,
etc.) Parece claro, pues, que cualquier decisión que la persona tomara tendría su lado negativo. En
definitiva, se podría decir que ACT propone una ponderación entre el cambio y la aceptación. Ello
supone que el terapeuta se ha de situar realistamente ante las circunstancias vitales que atraviesa
el cliente, reconociendo los posibles conflictos que se den, y siendo consciente de que las posibles
soluciones suponen, de una manera u otra, asumir un cierto coste.
tradicional, el hecho de usar los cambios en la medida comportamental del problema como el
indicador por excelencia del grado en el que la intervención está siendo eficaz. A este respecto
conviene decir que para este enfoque gran parte de los comportamientos problemáticos del paciente
traumáticas, sentimientos de tristeza, etc.) Por lo tanto, para la terapia de conducta tradicional un
Ahora bien, podrían darse ciertas situaciones en que, a pesar de haberse registrado cambios en
estos fenómenos psicológicos, cabría dudar de la eficacia de la intervención. Piénsese, p. Ej., que la
terapia aplicada ha sido capaz de reducir drásticamente los niveles de ansiedad del cliente ante
ciertas situaciones sociales y, sin embargo, éste sigue sin relacionarse con la gente de su entorno
aduciendo que ahora tiene "pocas ganas" o que "le vienen a la cabeza ideas de herir a los demás",
etc.
pensamientos o recuerdos del paciente; sino conseguir que éstos dejen de interferir con los objetivos
que la persona tiene en su vida. Como señalan Wilson y Luciano (2004) lo que interesa a ACT es la
función que los eventos privados tienen en lo que concierne a los pasos que el cliente está dando
para llevar su vida en la dirección que haya elegido. Así, desde el punto de vista de ACT podrían
darse intervenciones plenamente eficaces sin necesidad de que se produzca cambio alguno en los
eventos privados que, generalmente, son los objetivos principales de las intervenciones psicológicas.
De esta forma, si un cliente sigue refiriendo el mismo número de pensamientos obsesivos que
persona a realizar las comprobaciones que anteriormente afectaban seriamente a su vida, cabría
hablar de una mejoría clínica. Nos encontramos, pues, con que para ACT la forma de evaluar la
eficacia de la terapia es atender a los logros u objetivos que el cliente consigue en su vida, que serían
anteriormente paralizaba la conducta de la persona. Había que señalar que esta forma de entender
asentadas en el mundo de la salud mental. Piénsese, Por ejemplo, en el caso de un paciente con
alucinaciones auditivas. Desde el punto de vista de ACT, ni una disminución en el número de
manera expresa, y como núcleo del proceso terapéutico, los valores del cliente. Y es que, como
reconocen Hayes et al. (2004), son muy pocas las conductas humanas que están moldeadas por las
animal. Por lo tanto, para entender tanto los problemas con los que el cliente acude a consulta como
las posibles soluciones a los mismos, habría que atender a los valores que esa persona tiene.
La importancia que los valores del cliente tienen a la hora de promover una mejoría terapéutica ha
farmacológicas para la depresión (Dimidjan et al. ,2006). Según este estudio comparativo, a la hora
de tratar pacientes con depresión severa, resultan igualmente eficaces la medicación antidepresiva
búsqueda de contextos que son reforzantes para el paciente y consistentes con sus metas a largo
plazo.
En este sentido, la Activación Conductual trata, al igual que ACT, de aclarar los valores del paciente
y promover el desarrollo de conductas acordes con dichos valores. Con hacer tan sólo esto, el
terapeuta ya tendrá mucho ganado, como ha demostrado el trabajo señalado para el caso de la
depresión.
Como señalan Fariñas León y García Niubó (2000) las dinámicas subjetivas (entre las que se
encuentran los valores de una persona), son creadas y obradas por el sujeto a partir de la síntesis
compleja de sus condiciones concretas de vida en los distintos sistemas de interrelación personal en
que se encuentra inmerso (nación, clase o grupo social, familia, etc.) De ahí que, de una u otra forma,
los valores que uno adopta en las distintas facetas de su vida haya de estar conectados o, para
decirlo de otra forma, tener una cierta coherencia. Según este punto de vista, el terapeuta debiera
tener presente en todo momento que la conducta del paciente y que, en muchas ocasiones, se
pueden producir conflictos al existir contradicciones entre los valores de los distintos grupos que
tienen influencia en una sociedad determinada. Aclarar los valores del paciente tiene, por tanto,
mucho que ver con definir la propia identidad de la persona; algo que, por cierto, ya apuntó Maslow.
2.4.5 Colocar al terapeuta en una situación paradójica al encargarse de
"de-psicologizar" la vida del paciente:
Como señala Pérez Álvarez (2004), ACT es una terapia paradójica para el cliente que quiere quitar
el problema (la ansiedad, la tristeza, el miedo, etc.) y se le propone tenerlo. Pero, además, ACT es
paradójica también para la propia lógica clínica, que tiene como propio la eliminación de los síntomas.
En este sentido, se puede señalar que el terapeuta ACT tendría como uno de sus principales
ejercer los pensamientos, sentimientos, recuerdos y demás sucesos privados. La paradoja llega al
máximo si se repara en que en esta tarea de de-psicologización el terapeuta (un psicólogo) utiliza
contrasentido. Como hemos intentado resaltar a lo largo de esta exposición, tal vez un elemento
clave sea que el propio psicólogo tenga una visión realista de la estructura del mundo. En este
sentido, el terapeuta ACT debería ser, antes que un experto en las profundidades de la "psique", una
persona con un sentido mundano de la vida, versado en "el arte de la prudencia". Ello supondría,
como reconocen Porcel y González (2005), utilizar la estrategia y la vía oblicua cuando fuera
necesario; esto es, hacer uso de lo psicológico de una manera absolutamente pragmática.
fomentar la aceptación y tener en cuenta en todo momento de la terapia los valores personales del
cliente, ya que sin estos la terapia carecería de sentido, adoptando una perspectiva existencial que
desde muchas terapias de conducta se había negado. Los valores del paciente en ACT son el timón
de la intervención.
se pueden encuadrar en lo que se conoce como Trastorno de Evitación Experiencial (TEE). El TEE
ocurre cuando una persona no está dispuesta a hacer contacto con sus experiencias privadas
o la frecuencia de dichos sucesos. El TEE está conceptuado desde una perspectiva analítica-
funcional como una alternativa o un diagnóstico funcional en contraste con las concepciones
topográficas y mecanicistas imperantes en la actualidad, en especial con las del DSM. En ocasiones,
se ha relacionado el TEE con la carencia de "flexibilidad cognitiva" o, dicho de otro modo, con un
estado de "fusión cognitiva" con los eventos privados.
aspectos de su experiencia (pensamientos, emociones, recuerdos, etc.) que ha estado intentando modificar
sin éxito. Por otro lado, se trata de que tales sucesos privados no paralicen ya la vida de la persona. De esta
forma, el propósito de ACT no es conseguir una disminución de los síntomas, sino lograr que éstos dejen
de interferir con la vida del cliente.
b. Trabajo en valores
f.Desarrollo de la voluntad
g. a) Creación de un estado de desesperanza creativa
h. Se trata aquí de que el cliente repare en las estrategias que ha venido utilizando para salir de la
situación en la que se encuentra y, cómo, a la postre, han resultado inútiles. Para ello nada mejor
que elaborar un "mapa del problema". Este mapa consiste en ir anotando los intentos de solución
que el cliente ha puesto en práctica hasta la fecha y los resultados que ha obtenido con tales
acciones. Una vez que se cuenta con una amplia lista de "soluciones emprendidas" y que se sabe
que ninguna de ellas ha conducido a salir de la situación en que el paciente se encuentra, el terapeuta
puede empezar a sugerir que algo raro debe ocurrir. En efecto, las soluciones que los clientes ponen
en práctica suelen ser bastante lógicas y están, por lo general, correctamente ejecutadas. Por otro
lado a la persona no le falta motivación para solucionar su problema. En este punto se puede sugerir
que algo "no cuadra": soluciones lógicas, bien ejecutadas y una buena motivación. y sin embargo el
cliente sigue con el mismo problema.
i. En las sesiones iniciales se debería promover un estado de confusión. Para ello se utiliza un estilo
terapéutico sin ninguna instrucción directa, con abundante uso de paradojas y las metáforas que son
típicas de esta fase u otras similares. A este propósito se podría señalar la "metáfora del perro". Se
propone al cliente que tal vez su situación pudiera ser similar a la de alguien que tiene miedo a los
perros y cada vez que sale de su casa se encuentra con un perro en el camino hacia su trabajo. Para
quitarse al perro de encima esta persona echa al perro el bocadillo que lleva para su almuerzo. El
perro, en efecto, se entretiene con el bocadillo y la persona puede seguir su camino hacia el trabajo.
El problema es que, al día siguiente, cuando vuelva a ir al trabajo, el perro seguramente se le volverá
a acercar. Y, de hecho, posiblemente se le acerque aún más que la ocasión anterior. Entonces, la
persona podría echarle un nuevo bocadillo para seguir su camino hacia el trabajo sin la desagradable
compañía del perro. La desesperanza creadora no puede entenderse lograda en unas pocas
sesiones, sino que deberá trabajarse siempre que el paciente muestre, directa o indirectamente, una
posible solución para poder llegar a controlar su sintomatología.
j. b) Trabajo en valores
k. Los valores son el corazón de ACT. La aceptación de los estados psicológicos molestos no tiene
ningún sentido si no se hace en el marco de los valores del cliente. Ahora bien, valorar es una acción
y no un sentimiento o una emoción. Con ello se quiere decir que, desde ACT, los valores de las
valoración con las razones que uno da para actuar. Cuando uno se comporta en una dirección valiosa
lo hace con razones, pero no por razones. Dicho en otros términos, las razones (por poderosas que
sean) no justifican nuestro comportamiento. Un ejercicio que pretende ilustrar esto es el llamado
"ejercicio de elecciones". El terapeuta toma dos objetos cualesquiera del despacho y pide al cliente
que elija uno u otro. Tras haber realizado la elección, solicitamos a nuestro cliente que nos diga las
razones por las que ha elegido uno de los objetos y no el otro. El terapeuta ha de reconocer que esas
razones que el cliente ofrece son ciertas, válidas y convincentes pero que, siendo así (teniendo esas
buenas razones), podría haber elegido el otro objeto. El ejercicio se repite hasta llegar a un punto en
que el cliente, cansado de realizarlo infinitas veces, dice que ha elegido un objeto y no el otro "porque
sí" o "porque le ha dado la gana" o alguna otra respuesta similar. Se trata, entonces, de hacerle ver
que ese era justamente el punto al que queríamos llegar: En el último extremo uno elige porque sí,
no por unas u otras razones. Es conveniente traer a colación este ejercicio siempre que el cliente
justifique su conducta por ciertas razones ("no lo hice porque en esta situación no hubiera sido de
buena educación...", "me hubiera sentido peor...", etc.).
l. Para clarificar los valores de los pacientes existen una serie de cuestionarios y formularios que
pueden ser de ayuda tanto al terapeuta como al cliente. Es importante, en cualquier caso, que no se
entienda la clarificación de valores con una rigidez que desvirtuaría su propósito. Se trata de saber
qué es lo realmente importante para la persona que acude a consulta. Hay muchas formas de
averiguar esto y es opción del terapeuta inclinarse por una más formal u otras menos estructuradas.
En todo caso, una vez que se tocan los valores del cliente sería importante que la primera pregunta
que se le hace cuando entra en sesión no sea "¿cómo te encuentras?" o "¿cómo va la ansiedad?",
etc.; sino cuestiones del tipo "¿qué has hecho esta semana en dirección a tus valores?" "¿qué cosas
importantes para ti has hecho estos días?", etc. Es decir, ha de dejarse bien claro, tanto de forma
directa como indirecta, que lo importante no es la sintomatología del cliente; sino sus acciones en
dirección a valores. Son varios los problemas que pueden surgir en esta fase. Uno de los más
comunes es que el paciente reconozca sólo ciertos valores socialmente aceptados; mientras que
oculte otros más problemáticos (dinero, fama, diversión, sexo, etc.) El terapeuta (y, por supuesto,
también el cliente) debe tener presentes todos los valores (tanto los socialmente aceptables como
los menos aceptables.). Será difícil que el cliente progrese si se trabajan sólo ciertos valores y se
descuidan otros tan o más importantes que los que el contexto social permite reconocer
públicamente. Otro problema muy común en esta fase es que el cliente ponga sus dificultades
psicológicas (la ansiedad, la tristeza, las obsesiones, las ganas de consumir, etc.) como
impedimentos para conseguir ciertos valores ("lo haría si no me pusiera tan nervioso", "intentaría
lograrlo si pudiera sentirme un poco mejor", etc.). En orden a trabajar estas "barreras psicológicas"
se recomienda utilizar la "metáfora del autobús". Se propone al cliente que la situación en la que
se halla podría ser similar a otra en la que él fuera un conductor de un autobús. En determinada
parada del recorrido se suben en el autobús unos pasajeros con "malas pintas" (mal vestidos, con
aspecto agresivo, etc.). Estos pasajeros permanecen en su asiento sin hacer demasiado ruido ni
molestar demasiado, pero en cuanto el conductor del autobús decide tomar una cierta dirección (por
ejemplo, dirigirse hacia la derecha) los pasajeros se le acercan y le empiezan a molestar e intimidar
de muy variadas maneras. Para no tenerlos encima incordiando, el conductor deja de tomar el camino
que se había propuesto, con lo que consigue que los pasajeros molestos se calmen y regresen a sus
asientos. Ahora bien, la próxima vez que el conductor pretenda tomar el camino de la derecha, los
pasajeros volverán a saltar y hacer ruido hasta que el autobús vuelva a la dirección que los pasajeros
molestos quieren. Como puede verse, aunque el conductor es quien tiene realmente las manos en
m. ¿Qué se podría hacer en esta situación? Es bueno que el cliente nos dé contestaciones a esta
pregunta dado que, seguramente, reflejarán a los intentos de solución que él haya adoptado. Por
ejemplo, nos puede decir que lo que hay que hacer es "echar a los pasajeros del autobús". Si nos da
una respuesta como ésta podemos enlazar la metáfora con su situación actual y preguntarle si él ha
en efecto, que los pasajeros no se dejan bajar con facilidad y que muchas veces el coste de intentar
bajarlos ha sido tener detenido el autobús durante bastante tiempo. Las posibles soluciones
pasarían, entonces, por tomar la dirección que uno quiere asumiendo (aceptando) que los pasajeros
van a molestar, van a amenazar, van a intimidar, van a hacer ruido, etc. Tal vez, después de varias
veces en que sus intentos de chantaje no funcionen, terminen callándose (o tal vez, no). Lo
importante, en cualquier caso, es que ahora quien decide la dirección del autobús es el cliente y no
los pasajeros.
momento le apuntamos con una pistola y le decimos que, si no limpia el despacho, le mataremos.
Para hacerlo, le dejaríamos los utensilios necesarios (escoba, bayeta, etc.) ¿Limpiaría el cliente la
habitación en esta situación? Lo más probable es que sí, y que, por lo tanto, salvaría su vida. ¿Qué
ocurriría, en cambio, en otra situación? La otra situación que se propone es la de intentar un control
emocional para salvar la vida. Se le pide al cliente que se imagine conectado al mejor polígrafo del
que sirve para detectar la activación del sistema nervioso. Pues bien, si el cliente estuviera conectado
a este polígrafo y, como en la ocasión anterior, le apuntáramos con una pistola y le dijéramos que la
salvación de su vida depende de que no se pusiera nervioso ¿qué ocurriría? Posiblemente, el cliente
no lograría controlar su ansiedad y, por consiguiente, perdería su vida. Es conveniente en este punto
recalcar la diferencia con la situación anterior. Cuando le pedíamos limpiar la habitación, el paciente
logró salvar su vida. Ahora, cuando le pedimos que controle su ansiedad, la ha perdido. Y es que,
en efecto, el control funciona bien con la conducta públicamente observable (limpiar, ir de viaje,
plantar, comprar, etc.); pero con la conducta que ocurre "debajo de la piel" (emocionarse, pensar,
p. Como se ve, se trata de hacer ver al cliente que hay "contenidos cognitivos" (y tanto vale para
"contenidos emocionales", etc.) que uno no puede eliminar. Existen, a su vez, miles de ejercicios que
pueden hacerse con el fin de ilustrar que el control de los sucesos privados no lleva a ningún sitio.
Así, por ejemplo, se conocerá el ejercicio del "elefante rosa" en que se pide al cliente que no piense
en un elefante rosa. Por lo general, basta dar la instrucción para que lo primero que le viene a la
cabeza sea un elefante rosa. Igualmente se pueden ilustrar los efectos perjudiciales del control con
actividades tales como bailar o caminar. Basta que uno intente llevar un control consciente de estas
actividades para que su ejecución se vea perjudicada. También se, por ejemplo, pedirle al cliente
que camine controlando su marcha. Seguramente ésta se verá perjudicada. Así, pues, si el problema
es el control ¿cuál sería la solución? La solución tal vez sea "estar". Estar abierto supone hacer un
hueco (aceptar, si se quiere) a aquellos sentimientos, emociones, pensamientos, etc. que no nos
gusta tener y, con ellos, dirigirnos hacia nuestros objetivos.
y sus pensamientos. Una forma de comenzar a trabajar la distancia del paciente con respecto a lo
que piensa podría intentar hacerle ver que sus pensamientos muchas veces no se cumplen: "¿no te
ha pasado, a veces, que estabas seguro o completamente seguro de que tu cartera (u otro objeto
cualquiera) estaba en un sitio y luego te has encontrado con que no estaban donde pensabas?".En
este sentido, es importante que el cliente ponga otros ejemplos en que esto le ha podido suceder. A
su vez, el terapeuta debería establecer analogías entre esas diversas situaciones y los problemas
que el cliente trae a consulta: "¿Y no podría ser que esto que piensas ahora fuera como aquella vez
en que estabas tan seguro de que tenías las llaves en el cajón y luego no era así?". Una forma de
que el cliente experimente que los pensamientos son solamente pensamientos (palabras) y no lo que
dicen ser (hechos) vendría dada por el ejercicio de repetir una palabra muchas veces. Se
C: Peta-zeta.
C: No sé... es como cuando tomaba petazetas... me viene el sabor... y casi puedo sentir las piedras
dándome en el paladar...
T: ¡Ahaaa! ¿Es casi como si tuvieras petazetas en la boca, no?
T: Ahora, si estás dispuesto, vamos a decir los dos juntos muchas veces y muy rápido la palabra
"peta-zetas"... Venga [Terapeuta y paciente repiten esta palabra durante unos minutos tan rápido
T: ¡Exacto! esa es la arrogancia de las palabras... Cuando uno dice (o piensa) una cosa una vez
parece como si aquello fuera la realidad... pero luego... si repites esa palabra (o ese pensamiento)
muchas veces... aparece lo que realmente es... solamente un sonido hueco. ¿No puede ocurrir lo
mismo cuando tú piensas que no sirves para nada? ¿o cuando te dices que no vas a ser capaz de
salir nunca de esta situación?... Son sólo palabras... sonidos... aunque, como el petazeta, nos parece
vivirlos muy intensamente. A este mismo respecto es ilustrativo el ejercicio de "sacar la mente a
paseo". Para comenzar se suele preguntar al cliente cuántas personas hay en ese momento en la
habitación. Por lo común, los pacientes responden que dos. Ante dicha respuesta el terapeuta
debería indicar que, en realidad, hay 4 personas: el cliente, el terapeuta, la mente del cliente y la
mente del terapeuta. Acto seguido se propondría hacer un ejercicio de roles en el que, por un tiempo
(10 minutos aproximadamente), el cliente hará de sí mismo y el terapeuta de mente del cliente; más
tarde el terapeuta hará de sí mismo y el cliente de mente del terapeuta (otros 10 minutos). Por último,
y durante un tiempo similar, cliente y terapeuta irán por separado notando que cada uno de ellos
tiene una mente que juzga, evalúa, critica, afirma, niega, ordena, ruega, etc. La única regla durante
todo el ejercicio es que la persona nunca podrá dirigir la palabra a la mente, con independencia de
controlarla). Por ello, es importante que, durante la realización del ejercicio el terapeuta esté atento
a la relación que establece la persona con la mente. Si, por ejemplo, la persona hace justo lo contrario
de lo que el terapeuta (haciendo de mente) le dice, cabría hablar también de una suerte de control. No
se trata de hacer que la persona haga lo contrario de lo que piensa, sino de que actúe con
independencia de lo que su mente le dice. Para maximizar la eficacia de este ejercicio es importante
que el terapeuta, cuando hace de mente del cliente, le diga aquél tipo de frases que más
frecuentemente perturban a la persona (siempre es lo mismo, no eres capaz de hacer nada, vas a
fracasar, etc.).
u. e) Diferenciar el "yo como contexto" del "yo como contenido"
v. Un punto importante del tratamiento es que la persona llegue a entender que ella no es equivalente
a sus conductas, es decir, que aunque la persona está hecha de conductas, no se puede reducir a
éstas. Desde luego, la persona está hecha de conductas; pero no se puede reducir a éstas. Por
ejemplo, podríamos decir que la Alhambra no es reductible a las piedras de las que está hecha. Es
indudable que, en cierta medida, la Alhambra son sus piedras como la persona sus conductas-; pero
puede rechazar determinados pensamientos, sentimientos, etc. porque considere que tener dichos
eventos privados supone serlos.
w. Por ello, los componentes de esta fase pretenden lograr que el cliente contextualice sus contenidos
cognitivos (o conductuales) en un marco más amplio. Así, una metáfora que se suele utilizar es
la metáfora del ajedrez: se pide al cliente que se imagine un tablero de ajedrez en el que hay fichas
blancas y negras jugando una partida. Las fichas blancas serían, p. Ej., los pensamientos "positivos"
que el paciente tiene, aquellas cosas que le gusta pensar. Por el contrario, las fichas negras son los
pensamientos, emociones, etc. contra las que el paciente ha estado luchando, aquello que ha
intentado expulsar de su vida. Pues bien, planteada así la situación, se pregunta al cliente quién
x. Habitualmente, las personas suelen contestar que ellos son las fichas blancas. Ante esta respuesta
el terapeuta debería pararse y pedirle al cliente que considere alguna otra posibilidad. Si él no fuera
las fichas blancas ¿quién sería? Se puede sugerir al cliente que tal vez fuera el tablero que contiene
tanto las fichas blancas (los pensamientos, emociones, etc. que gustan) como las negras (los que no
gustan). De hecho, está claro que él tiene (con-tiene) tanto aspectos "blancos" como "negros". El
juego ha sido, hasta ahora, intentar que las blancas ganen la partida; pero este juego ha resultado
muy poco fructífero y tal vez haya traído más costos que beneficios. Otro juego posible sería mover
el tablero hacia la dirección que se estima adecuada, vayan ganando las blancas o las negras. Tal
vez sea más difícil mover el tablero (la persona) cuando las negras van ganando la partida; pero
desde luego que no es imposible. La metáfora que se acaba de explicar tiene la función de cambiar
el marco desde el que el cliente vive sus emociones o pensamientos "negativos", aquellos aspectos
de su experiencia que le molestan. Con el fin de que la persona experimente que él no es equivalente
a sus conductas también se puede realizar el ejercicio del observador de sí mismo. Este ejercicio
consiste, básicamente, en hacer que el cliente haga contacto con la variedad de pensamientos,
emociones, sentimientos, roles, apariencias, etc. que ha tenido a lo largo de su vida. Toda esta
variedad no ha mermado, sin embargo, su identidad personal. Cada uno de nosotros ha seguido
siendo él mismo a pesar de estar a veces triste y otras alegre, a veces ilusionado y otras
desesperado, a veces ser hijo y a veces ser padre, a veces ser un niño y otras un adulto, etc. Hay
algo que permanece constante en cualquier experiencia que uno tiene.
y. Así, el ejercicio que a continuación se detallará tiene como propósito el que la persona haga contacto
con esa experiencia de trascendencia comportamental. Para ello se solicita al cliente que se siente
en una silla cómoda y cierre los ojos. A continuación, se le pide que haga contacto con la situación
que se presenta en ese momento. Que note el contacto de su cuerpo con la silla y con sus ropas,
con el suelo, su respiración, los ruidos de la habitación, etc. Una vez hecho esto se van presentando
distintas situaciones. Por ejemplo, se pide que recuerde un momento en que él era un niño de pocos
años, y también otro en que fuera mayor. O un momento en que hubiera estado feliz y otro muy triste,
etc. Lo importante es que, a medida que realiza el ejercicio, el terapeuta insista en que el cliente
tendría que hacer contacto con el hecho de que hay algo que en todas las situaciones (por
contradictorias que sean) ha permanecido constante: Este "algo" es "el observador de sí mismo". A
pesar de que los sentimientos, pensamientos o roles desempeñados por el cliente han sido muy
diversos, el observador ha sido siempre el mismo: él mismo. Se ha de insistir que no se trata de una
"creencia" racional, sino de una experiencia.
z. El cliente ha de experimentar, realmente, que a pesar de haber hecho cosas muy distintas ha seguido
es que el cliente, en su vida, vaya progresivamente haciendo aquellas cosas que le son valiosas con
la sintomatología que anteriormente le paralizaba. Una manera de explicar lo que pretendemos decir
cuando hablamos del desarrollo de la "voluntad" viene dada por la metáfora del cubo de basura. Se
toma la papelera y se llena de basura. Si no hubiera, se pide al cliente que se imagine que la papelera
está llena de basura de todo tipo. Entonces le preguntamos si metería la mano en el cubo.
Obviamente, la respuesta del cliente suele ser negativa. En una segunda situación, le pedimos que
se imagine ahora que en el fondo del cubo hay algo que realmente es importante para él. Puede ser
dinero, la posibilidad de establecer una relación con la persona que quiere, la recuperación de alguna
dolencia, etc. ¿Metería la mano ahora el cliente en el cubo? Si aquello que hemos propuesto es
verdaderamente importante los clientes, efectivamente, meterían la mano en el cubo. Ahora bien,
¿sentirían "asco"? Lo más probable es que sí, pero, a diferencia de la primera situación, en esta
segunda "sentir asco" tiene un sentido, un propósito. No estamos pidiendo al cliente que meta la
mano en el cubo de basura pensando que es algo maravilloso, o sintiéndose feliz, u oliendo un
perfume exquisito. Lo que la voluntad implica es hacer las cosas y, especialmente, aquellas cosas
que traen consecuencias psicológicas desagradables por algo que merece la pena. De ahí la
Si no hay nada en el fondo del cubo por lo que merezca la pena meter la mano, el cliente seguramente
no lo hará. Y hará bien no haciéndolo. Otra metáfora que se puede introducir en terapia y que ilustra
el sentido de la "voluntad" es la metáfora de la "mano quemada".Cuando uno tiene una mano
quemada (o ha sufrido alguna lesión, etc.) suele ser recomendable que ejercite la mano. Al hacerlo
sentirá seguramente dolor. Ahora bien, este dolor está al servicio de recuperar la mano para hacer
La rehabilitación es algo muy doloroso. La voluntad consiste en, sintiendo este dolor, asumirlo como
una parte inevitable del camino que se espera recorrer para hacer de nuevos aquellas cosas que
uno quiere. Ya por último, la terapia suele finalizar con una instrucción paradójica y es que, en efecto,
verdadera esencia de la terapia aparecerá ese preciso momento: cuando el cliente se encuentra en
el camino de su vida. Es probable que en este camino se den varias recaídas y problemas muy
diversos. En cualquier caso, lo realmente importante es que el cliente sea capaz de levantarse cada
vez que se cae y de seguir adelante.
1- Implicación mutua entre dos estímulos relacionados (si A entonces B y si B entonces A).La ya
descrita simetría es una forma de implicación mutua basada en la relación "igual que". Sin embargo, se
pueden dar relaciones mutuamente implicatorias que no involucran simetría, como en la relación A es mayor
que B (pues B no es mayor que A).
combinarse. Sus exponentes presentan el siguiente ejemplo, en ese sentido: Si A está relacionado con B
de una forma particular en un contexto específico, entonces hay una relación implicada entre A y C y entre
C y A. Por ejemplo, si a uno le dicen que un trabajo A paga más que un trabajo B, y que ese trabajo B paga
más que un trabajo C, la relación derivada está implicada combinatoriamente. El trabajo A paga más que el
trabajo C y el trabajo C paga menos que el trabajo A.
relación entre dos estímulos, ante las claves contextuales indicadas, las funciones psicológicas que tenía el
primer estímulo no solo se transfiera al segundo, sino que se pueden transformar en virtud del marco de
relación en cuestión.
Por ejemplo, si a una persona que sufre de fobia a las tarántulas se dice que las arañas X son mas
venenosas que las tarántulas, probablemente no solo transferirá el temor que le ocasionan las primeras a
las segundas, sino que además exhibirá un temor mucho mayor al segundo tipo de arañas en razón del tipo
de relación establecido entre los estímulos ("Mayor que") y los indicios contextuales presentados (en este
caso "venenosas").
La teoría permite entender por qué los seres humanos continuamente exhiben las mismas
respuestas ante estímulos distintos a aquellos ligados directamente por la experiencia. En el caso de los
desordenes psicológicos, dicha teoría permite vislumbrar por qué muchas reacciones emocionales y
afectivas disfuncionales son controladas por estímulos aparentemente no relacionados, pero que se
encuentran en un marco de relación que originan problemas psicológicos.
de dieciséis sesiones terapéuticas. Tal como se enunció previamente, estas metas buscan primordialmente
generar un estado de distanciamiento comprensivo de los problemas, con el fin de ayudar al usuario a
aceptarlos y a comprometerse a elegir una opción de vida, a pesar de los mismos. Para ello es común el
uso de metáforas por parte del terapeuta. Las metas de la terapia coinciden con las etapas descritas
anteriormente (crear un estado de desesperanza creativa, trabajo en valores, solución como problema, crear
distancia respecto el lenguaje, diferenciar del yo como contexto del yo como contenido y desarrollo de la
voluntad).
adolescentes que muestran una capacidad verbal normal, dado su carácter de terapia verbal. Sin embargo,
donde es posible la evitación emocional (como, por ejemplo, los trastornos por ansiedad), ya que ayuda a
los clientes a vivenciar, aceptar y comprometerse con las reacciones emocionales que siempre han evitado
y rechazado.
Bajo el anterior presupuesto, Carrascoso (1999) implementó la ACT con una persona que
presentaba trastorno de angustia con agorafobia y Luciano y Gutiérrez (2001) la utilizaron para el tratamiento
de una persona con trastornos de ansiedad. López (1999), por su parte, la utilizó para el tratamiento de una
persona con desorden de pánico con agorafobia, mientras que Zaldívar y Hernández la utilizaron en un caso
ansiedad generalizada. Zettle (2003), en la misma línea, trató individualmente a 24 universitarios que
presentaban ansiedad ante las matemáticas, con ACT en unos casos y con desensibilización sistemática,
en otros. Los dos tratamientos mostraron reducciones en una prueba de ansiedad y en mediciones de
autoinforme, ganancias que se mantuvieron a los dos meses, según las medidas de seguimiento realizadas.
Bach y Hayes (2002), por otra parte, asignaron aleatoriamente a 80 pacientes hospitalizados con rasgos
psicóticos positivos, en un tratamiento con ACT a un tratamiento estándar o a una combinación de estas
dos intervenciones, mostrando los pacientes tratados con ACT una tasa de rehospitalización equivalente a
la mitad de la alcanzada por los pacientes que recibieron el tratamiento estándar, a los cuatro meses de
haberse realizado el tratamiento. Paul, Marx y Orsillo (1999) mientras tanto, trataron durante 12 con
resultados positivos por la Corte, tanto con ACT como con la psicoterapia analítico funcional, mientras que
Bond y Bunce (2000) compararon la ACT con un tratamiento conductual estándar para reducir el estrés y la
ansiedad en el lugar de trabajo ,mostrando la primera opción mayores resultados que la segunda.Por
último,otras problemáticas tratadas con ACT o con sus componentes principales son: abuso de bebidas
alcohólicas, duelo complicado, depresión, síntomas psicóticos, y la conducta sexual de alto riesgo en los
adolescentes.
de la relación terapeuta-cliente a objeto de utilizar con toda su intensidad las oportunidades de aprendizaje
que surgen en la sesión terapéutica (por ejemplo, intervención in vivo). Basada en el conductismo radical
Kohlenberg y M. Tsai hallaron que algunos de sus clientes tratados con técnicas de terapia cognitivo-
conductual convencional experimentaban notables mejorías que iban más allá de los objetivos iniciales del
tratamiento. En la búsqueda de las causas de este fenómeno, observaron que estos notables progresos
sucedían en aquellos pacientes con los que se había establecido una relación terapéutica4 intensa y
comprometida.
Como resultado de esta experiencia, Kohlenberg y su grupo aplicaron conceptos conductuales para:
curativos.
Kohlenberg y Tsai afirmaron que la PAF, un poderoso tratamiento por sí mismo, es también una
aproximación integradora que puede ser combinada con prácticamente cualquier otro tipo de terapia con
resultados sinérgicos. Debe también destacarse que el énfasis en la relación terapéutica que hace la PAF
basándose en la teoría conductual tiene algunas similitudes no buscadas con el concepto freudiano de
transferencia, así como con la idea de que puede haber «significados ocultos» bajo la superficie de
afirmaciones hechas por los pacientes durante la consulta.
La PAF valora enormemente las oportunidades de aprendizaje in-vivo, es decir, la aparición real de
los problemas del paciente en su interacción con el terapeuta. El paciente está buscando tratamiento para
problemas de la vida diaria, y al hacerlo actúa del mismo modo disfuncional en el contexto clínico, por tanto
el terapeuta debe estar atento para detectar las conductas clínicamente relevantes. Podemos distinguir tres
tipos de conductas clínicamente relevantes dentro de la terapia.
Las conductas relevantes tipo 1 (CCR1) son aquellas conductas relacionadas con el problema que el
cliente presenta en la sesión y cuya frecuencia debe ser reducida a lo largo de la terapia
Las conductas clínicamente relevantes tipo 2 (CCR2) son las conductas que ocurren en la sesión y
que suponen una mejoría en relación al problema por el que se acude a consulta.
Las conductas clínicamente relevantes tipo 3 (CCR3) son las interpretaciones del cliente sobre su
funcional que indican semejanzas entre lo que ocurre en la sesión y su vida diaria.
Un terapeuta hábil en la detección de CCR tiende a tener también mayor facilidad para fomentar e
incentivar naturalmente a los clientes a objeto de que abandonen patrones autoinculpatorios que aparezcan
in vivo y, por tanto, incrementar aproximaciones más productivas hacia la vida.
* Estrategia 2: Provocar CCR2. Ya que la ocurrencia de CCR está indicada para la realización de
la PAF, ¿cómo puede el terapeuta favorecer su aparición? La reconstrucción de los problemas de conducta
del cliente en un ensayo conductual, como se ha mencionado, no es igual a la aparición natural de CCR.
Análogamente, fingir situaciones ad hoc, tales como llegar tarde a la consulta o enfadarse con un cliente,
no son recomendables, pues es incongruente con la relación honesta y cercana que la PAF sugiere.
*Estrategia 3: Reforzar CCR2. El reforzamiento es un término técnico que en este contexto se
refiere al cuidado y fortalecimiento que el terapeuta ejerce sobre las mejorías que se producen en la
consulta. Es recomendable confiar en las reacciones naturales del terapeuta en lugar de usar oraciones
estereotipadas como «¡eso es genial!» o «¡estupendo!», que pueden ser vistas por el cliente como faltas de
sinceridad. Los terapeutas expertos en PAF son conscientes de la aparición de CCR2 en el momento en
Por otra parte, los terapeutas que no son conscientes de las CCR pueden castigar inadvertidamente
los CCR2 (por ejemplo, progresos terapéuticos). Consideremos un caso de una paciente que busca ayuda
por una depresión relacionada con la escasa asertividad que demuestra con su marido. El terapeuta al que
acudió intentó enseñarla a ser más asertiva usando ensayos conductuales, un procedimiento común de
terapia de conducta. La paciente dijo encontrarse incómoda con el ensayo conductual y preguntó si existía
otra manera de aproximarse al problema. El terapeuta entonces sugirió a la paciente que resistirse al ensayo
conductual era una muestra de evitación y la exhortó a que siguiera haciéndolo de todas maneras. El análisis
PAF de este episodio indica que la negativa de la paciente a realizar los ensayos es una CCR2, toda vez
que ha sido asertiva con el terapeuta al hacerlo, esto es, la misma habilidad de la vida real que él le estaba
intentando enseñar. El terapeuta, por otra parte, no fomentó ni fortaleció esta asertividad, y puede que
incluso la haya castigado inadvertidamente al acusarla de estar evitando e insistir en la realización del
ensayo conductual.
ha mostrado ser un tratamiento efectivo para la depresión mayor.No obstante, como con cualquier
tratamiento para la depresión, existe aún espacio para el avance. En particular, algunos clientes se resisten
a aspectos del método y fundamento teórico de la terapia cognitiva arriesgando los resultados de la terapia,
ello se conoce como disparidad teoría-cliente. Ejemplos de esta disparidad pueden hallarse en clientes que
experimentan que sus sentimientos gobiernan su conducta con independencia de sus pensamientos, en
aquellos que buscan una forma de terapia interpersonal más intensa, y en los que persiguen comprender
cómo sus problemas se relacionan con sus historias familiares.
En un intento de responder más efectivamente a las diversas necesidades de los pacientes, reducir
las disparidades teoría-cliente y retener el valor que la terapia cognitiva tiene para muchos pacientes, se ha
desarrollado una forma combinada de PAF y terapia cognitiva. Este nuevo modelo de tratamiento es
conocido como terapia cognitiva mejorada por PAF (TCMP). La TCMP implica dos avances sobre la terapia
cognitiva convencional. En primer lugar, el fundamento general para las causas y tratamiento de la depresión
está diversificado, incluyendo varias causas posibles además de la hipótesis cognitiva (por ejemplo, la
depresión es el resultado de creencias y pensamientos irracionales).
Así, a los clientes se les comunica que la depresión puede deberse a duelos personales no
elaborados, a la familia nuclear o a la historia personal, a la falta de experiencias asociadas con sensaciones
de dominio y placer, a sensaciones de ira dirigidas hacia uno mismo, a no tener acceso a relaciones de
intimidad por un déficit de habilidades, etc. Está diversificación del fundamento teórico permite ajustar con
mayor precisión el tratamiento con el cliente.
Un segundo avance sugerido por este enfoque es el uso de la relación terapéutica como una
oportunidad a tiempo real para aprender nuevos patrones de pensamiento y crear mejores relaciones. A los
clientes se les dice: «sería de ayuda para nosotros que nos concentremos en nuestra relación ya que si
tienes problemas al relacionarte conmigo es posible que también los tengas con otros en tu vida diaria
(familiares, compañeros de trabajo, pareja, etc.). Cuando uno expresa pensamientos, sentimientos y deseos
de una manera auténtica y asertiva es menos probable estar deprimido».
asociar erróneamente a Skinner con una teoría muy restringida, limitada a la explicación de la presión de
palancas en ratas dentro de cajas experimentales. Por el contrario, Skinner intentó explicar la relevancia de
Con la intención de ilustrar cómo funciona el conductismo radical, consideremos cómo aborda los
pensamientos, las creencias y las cogniciones. La teoría cognitiva, frecuentemente considerada la antítesis
del conductismo radical, establece que los pensamientos, creencias o actitudes determinan cómo
reaccionamos ante los eventos del mundo. Ello es conocido como el paradigma A-B-C. Por el contrario, la
posición del conductismo radical establece que los pensamientos en algunos casos determinan las
reacciones posteriores de un individuo, añadiendo que, en otros casos, los pensamientos pueden no tener
ninguna influencia en el modo en que reaccionamos. De hecho, uno puede tener reacciones sin que haya
existido un pensamiento precedente. Según la posición del conductismo radical, distintos paradigmas son
de aplicación según la historia de reforzamiento.
Tomando un ejemplo de la vida corriente, todos hemos tenido pensamientos en forma de promesas
que nos realizamos a nosotros mismos del tipo: «no comeré la tarta de chocolate que engorda tanto»,
cuando nos ofrecen un pedazo. En algunas ocasiones confirmaremos el paradigma (a) al no comer la tarta
(hipótesis cognitiva); en otros casos, tendremos ese pensamiento, pero comeremos la tarta de todos modos
no satisfaciendo la hipótesis cognitiva.
Una ventaja de la visión del conductismo radical es que se acomoda a todas las posibilidades. La
visión conductista radical admite un amplio rango de vías por las que la gente experimenta la relación entre
pensamientos y acciones subsecuentes. Ello es parte de la ampliación de las bases teóricas que aducimos
mejoran la terapia cognitiva.
La teoría subyacente a la PAF no afirma que otros tipos de intervenciones (por ejemplo, dar consejo,
usar tareas, terapia cognitiva, entrenamiento en habilidades sociales) no sean eficaces, simplemente se
afirma que las intervenciones en tiempo real (in vivo) son más poderosas e incrementan la probabilidad de
resultados terapéuticos positivos. No obstante, tal y como ha sugerido Kohlenberg (2003a, 2003b), las
en el contexto de las sesiones terapéuticas como factor de mejora clínica. Desde entonces un número
En un estudio de casos, Kohlenberg y Tsai (1994b) mostraron como la PAF mejoraba el resultado
de la terapia cognitiva de un varón deprimido de 35 años. El paciente informó que sus relaciones
interpersonales mejoraron como consecuencia de la TCMP.
derivados del uso de la PAF como complemento a otro tratamiento en un paciente diagnosticado de
pedofilia. Un reciente estudio sobre TCMP, demostró una mejora clínica aumentada, así como avances en
las relaciones interpersonales derivadas de la combinación de terapia cognitiva con PAF.
La PAF ha sido también combinada con terapia marital, tratamiento para pacientes con el diagnóstico
comportamiento verbal del paciente en tiempo real durante las sesiones de intervención. En este caso, la
relación terapéutica se considera un modelo de relación interpersonal a generalizar a la vida diaria del
cliente.
proceso clínico, así como un marco teórico para el análisis de los efectos sinérgicos derivados de su
combinación con terapias cognitivas o cognitivo- conductuales tradicionales.
La Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) aborda los trastornos del comportamiento y las
emociones enfatizando el análisis de la evitación de eventos privados aversivos (por ejemplo, evitación
procesos pueden verse coadyuvados por el seguimiento de reglas verbales relativas al control estricto de
emociones y cogniciones.
(incluyendo el uso del reforzamiento natural), la generalización del cambio en la medida que se produce una
similitud funcional entre la sesión y la vida diaria, el moldeamiento de la conducta a lo largo de las sesiones,
y el trabajo centrado en la conducta verbal del paciente y el terapeuta.
Kohlenberg y Tsai (1991) toman en consideración no sólo la conducta abierta, especialmente verbal,
que se produce en sesión, sino que analizan las emociones, memorias, cogniciones, creencias, y el yo en
términos conductuales y en base a los principios identificados por la investigación experimental básica.
La PAF define tanto los problemas clínicos como las metas y objetivos terapéuticos en términos
Las técnicas o procedimientos propuestos por Kohlenberg y Tsai (1991, 1995a) para el cambio
terapéutico implican el análisis de la conducta en la situación terapéutica (observar conductas clínicamente
relevantes o efectos reforzantes de la conducta del terapeuta) y la manipulación de factores antecedentes
(evocar conductas, formulación de reglas más efectivas) y consecuentes (reforzar mejorías). En resumen,
El caso de la ACT puede ser algo más complicado. En diferentes trabajos Hayes ha defendido la
vinculación de esta terapia con el contextualismo funcional, variante del conductismo radical que suele
considerarse el fundamento filosófico del análisis funcional de la conducta. Además, Hayes y Bissett (2000)
también advierten que la ACT se basa en el análisis de conducta contemporáneo.
Es difícil definir en términos conductuales simples el objetivo de la ACT, tanto las conductas
problema a las que se dirige como su objetivo terapéutico o conductas blanco. De forma plenamente
coherente con el análisis funcional de la conducta, los autores optan por definir las conductas problema
Mediante la ACT se pretende alterar la función de los eventos privados en su relación con la conducta
abierta, socavar y transformar el control que las reglas ejercen sobre la conducta.
Con la ACT no se pretende cambiar las reacciones del individuo (la topografía o el contenido) sino
la función de los eventos privados. Como señala Pérez-Álvarez (1996) su objetivo no es cambiar la conducta,
sino el problema, cambiando el contexto en el que se dan las conductas y problemas. Para ello se propone
una serie de técnicas u operaciones conductuales de tipo experiencial y metafórico, lo que supone un cambio
importante respecto de la tradición terapéutica representada no sólo por el análisis funcional de la conducta,
sino también por la terapia de conducta. Las técnicas u operaciones terapéuticas tradicionales suelen ir
estimular por el que se produce. Para ello el terapeuta realiza manipulaciones ambientales en relación con
la conducta del paciente a nivel de sus antecedentes o consecuencias. La ACT por el contrario no se centra
en el cambio de las conductas supuestamente problemáticas, eventos privados o conductas abiertas, sino
que intenta alterar la relación funcional entre ambas: la función de los eventos privados respecto a la
conducta abierta, de las palabras, de las reglas ineficaces sobre el control emocional o cognitivo (Hayes,
1998).
Y para alterar esa función controladora del lenguaje y de las reglas ineficaces se proponen
experimental sobre el comportamiento humano. En este sentido, el proceder de la ACT sí que se aleja de
forma significativa de lo que hasta el momento ha sido la tradición del análisis funcional de la conducta.
En conclusión, tanto la PAF como la ACT, deben ser consideradas como terapias conductuales,
inmersas en el movimiento del Análisis de la Conducta Clínica. Suponen una continuación y actualización
del análisis funcional de la conducta dirigido a problemas que se dan en el contexto poco controlado de la
relación terapéutica clásica. La continuidad entre estas terapias se observa en sus fundamentos
frente a los problemas clínicos. A su vez, ambas terapias suponen un avance y actualización de
planteamientos más clásicos, e incluso una superación de ciertas limitaciones que impedían una evolución
realmente «funcional» de la terapia de conducta.
las relaciones interpersonales y la identidad, así como una notable impulsividad que comienza al principio
de la edad adulta y se da en diversos contextos (APA, 2000: 760). Entre un 1% y 2% de la población general
sufre este trastorno. Las conductas autolesivas y los intentos de suicidio son frecuentes y las tasas de
suicidio alcanzan el 9%.
eficaces para el mismo es todavía escaso; los logros terapéuticos son lentos y se producen abandonos y
recaídas con mucha frecuencia. Uno de los programas de tratamiento que ha recibido mayor apoyo empírico
comportamental, cuyo objetivo fundamental es que el paciente aprenda a regular la emocionalidad extrema,
reduciéndose las conductas desadaptativas dependientes del estado de ánimo y que aprenda a confiar y
validar sus propias experiencias, emociones, pensamientos y comportamientos.
Nos gustaría destacar los aspectos que constituyen importantes innovaciones de esta terapia. En
manual de tratamiento. Este programa se basa en una jerarquía de metas terapéuticas que se abordan en
función de su importancia. La jerarquía que se establece en la terapia individual es la siguiente:
1. Conductas suicidas y parasuicidas.
Esta estructura permite un abordaje flexible en función de las necesidades de cada paciente.
través del cambio comportamental y cognitivo. Linehan pone el énfasis en la aceptación y la validación, para
desde ahí conseguir el cambio.
intervención se realice por un equipo de terapeutas, no por terapeutas aislados. Los terapeutas reciben
retroalimentación y supervisión de los otros terapeutas en el seguimiento de cada uno de los casos.
pretratamiento está dirigido a la orientación del paciente hacia la terapia, es decir, el establecimiento de la
relación terapéutica, de las metas y de los compromisos. Esta fase es esencial porque en ella se determinan
los límites de la terapia, unos límites flexibles, pero constantes que van a guiar la terapia. Uno de los efectos
La primera fase del tratamiento tiene una duración de un año y ahí se llevan a cabo las metas principales
del tratamiento utilizando terapia individual, terapia de grupo y consultas telefónicas: disminuir las
conductas suicidas, los comportamientos que interfieran tanto en la terapia como en la calidad de vida en
malestar y las habilidades sociales. Se establece una sesión individual y una sesión de grupo a la semana
y las consultas telefónicas se utilizan entre sesiones principalmente para ayudar al paciente a generalizar
La segunda fase del tratamiento está dedicada al tratamiento del estrés postraumático que suele ser
frecuente en estos pacientes. Este segundo momento del tratamiento no tiene una duración determinada.
Por último, en la tercera fase, la cual tampoco tiene una duración determinada, un objetivo importante es
que el paciente construya el respeto por sí mismo y que aprenda a validar sus propias experiencias.
Además, otra meta terapéutica es que el paciente se empiece a plantear y perseguir metas vitales
técnicos y relativos al enfoque y al proceso terapéutico para abordar con eficacia aspectos específicos del
trastorno límite de la personalidad como son los patrones de funcionamiento inflexibles y disfuncionales en
el área emocional y comportamental.
que están a la base de todas las terapias y técnicas de tercera generación. Entrar en profundidad en ella
sería bastante complejo ya que tendríamos que empezar por explicar mucha de la filosofía y técnicas
orientales para poder entenderla en su globalidad. Por ello, expondremos algunos puntos de forma
esquemática pero muy clara, para que se entienda bien de que corriente de pensamiento provienen estas
técnicas.
De igual modo...
Una de estas confluencias es la relación que se le da tanto en diferentes corrientes espirituales como
en las actuales terapias verbales; a la relación que existe entre sufrimiento y lenguaje. Nuestro bien más
preciado y el que nos diferencia de otras especies tiene dos lados: el brillante, que nos ayuda y es útil, y el
oscuro, que puede llegar a ser limitante: "La capacidad autorreflexiva es un arma potencial y poderosa a la
vez que peligrosa" [Hayes, 2004].
Precisamente esa parte oscura y limitante del lenguaje es la que nos lleva a DECIR O PENSAR
frases como "Sin motivación no puedo seguir adelante", "Sin amor no tiene sentido seguir luchando o "No
puedo continuar con estas dudas sobre mí misma". Estas frases son familiares porqué están socializadas
dentro de lo común, y la sociedad instruye y orienta a que se piense y se hable de esa forma para acabar
con el estado (sensaciones y sentimientos) de esas cosas. Por ejemplo, si un amigo está triste y no quiere
recordar lo que le ha sucedido es probable que digamos: "distráete con otra cosa y te sentirás mejor ",
"intenta olvidarlo".
Con esa forma de actuar se señala que algunos contenidos o eventos privados son negativos y se
estaría dando un valor explícito al contenido del sufrimiento y del pensamiento. La sociedad instruye que
para actuar con coraje se ha de sentir coraje, pensar positivamente se ha de sentir coraje, pensar
positivamente pata tener éxito y creer que pueden quererte para poder encontrar el amor. A lo anterior se
le suma el fondo cultural de que el sufrimiento es malo y debe ser evitado para poder vivir. Por esto sentir
ansiedad, tristeza, soledad, rechazo en una persona es interpretado como patológico y urge su eliminación
para sentirse de otro modo y poder vivir feliz.
Es por ello que el lenguaje da lugar en muchas ocasiones a una fusión cognitiva con los
explicaciones, valoraciones y control, lo que nos daría una clase funcional destructiva y un diagnostico
funcional en psicopatología ,como es el Trastorno de Evitación Experiencial en la vida de un paciente.
cargadas de función verbal (las palabras pueden acabar siendo evitadas tanto como los eventos
Contexto verbal de la valoración (la sociedad establece los valores). Tener un pensamiento, una
emoción o un recuerdo puede ser valorado como aversivo y tomar función del evento real)
Contexto de dar razones (justificamos lo que hacemos aludiendo que hay buenas razones para ello)
Contexto verbal de control de la emoción y la cognición (tratar de controlar los eventos privados y
dolorosos).
inglesa de la palabra Sati. Sati es una palabra que procede de una lengua llamada Pali. Pali es la lengua
utilizada por la Psicología Budista desde hace más de veinticinco siglos. La traducción más aproximada de
Sati al español es : Atención Plena. Mindfulness ha sido descrito como un proceso de mantener cierto tipo
momento, con aceptación radical, libre de todo control y juicio de valor. La capacidad de producir estados
de Mindfulness es posible a través del empleo de diferentes técnicas de meditación, las cuales tienen su
- En el Budismo, Mindfulness ocupa un rol fundamental ya que representa la vía o el método para
erradicar el sufrimiento humano. Existen dos métodos de meditación: Concentración (Samatha)- Meditación
conciencia y para responder más habilidosamente a los procesos mentales que contribuyen al desarrollo de
trastornos psicopatológicos y a otro tipo de problemas del comportamiento. En los últimos 20 años,
Trastorno Obsesivo Compulsivo., Kristeller y Hallet(1999) para Trastornos Alimentarios y Martell, Addis y
Jacobson (2001)para la Depresión.
nuestros pensamientos interfieran o nos absorban. Además está centrado en el presente, siempre centrado
crítico, que evita elaborar juicios valorativos ni de sentencia (autoculpa).Es un estado de aceptación radical
de toda la experiencia tal cual es y además es intencional y pretende mantener y redirigir la atención.
imparcial .La experiencia se podría definir como un proceso no lingüístico, no es verbal ni se captura en
palabras, es ante todo una EXPERIENCIA, que explora diferentes niveles de percepción y pretende ser
liberador de un proceso de sufrimiento condicionado, para llegar a la espiritualidad y a la trascendencia.
Aplicaciones y evidencia empírica
Actualmente , Mindfulness ha sido utilizada como una técnica efectiva en el tratamiento de un amplio
y variado numero de trastornos psicológicos, como son la ansiedad, estrés postraumático, abuso de
sustancias, trastornos de alimentación, depresión, dolor crónico, trastorno límite de la personalidad, etc.
También se ha aplicado en otros problemas de tipo médico, como por ejemplo en psoriasis, VIH,
fibromialgia, cáncer, trasplante de órganos, atrofia muscular, e incluso en trastornos sexuales como la
impotencia sexual, e incluso, en problemas de violencia de género.
Otras intervenciones se han dirigido a la simple mejora del estado de ánimo, o al incremento del
bienestar general.
eliminar, reducir la frecuencia, intensidad, etc, de los pensamientos negativos y sustituirlos por otros más
deseables (a través de la disputa o el debate, la racionalización, la lógica, etc).
- Por el contrario, desde la perspectiva de las TTG (Contextualismo funcional),el objetivo de las
mediante la disputa y la lógica sino aprendiendo a ver los pensamientos como lo que son, pensamientos, y
no como ellos dicen ser. Dicho de otro modo, intentan alterar las funciones negativas de los pensamientos
en lugar de su forma, contenido o frecuencia. Se trata de no cambiar el contenido del pensamiento sino la
relación que tenemos con ese pensamiento.
2.8.6. Objetivos
- Socavar los contextos verbales, generando flexibilidad Cognitiva.
- Diferenciarme del proceso del pensar. Generar la perspectiva del "yo como contexto" versus "yo
como Contenido") y las Funciones Evaluativas del Lenguaje (Experiencia).
2.8.7 Técnicas y metáforas empleadas
TÉCNICAS:
Repetición
Pasajeros en el autobús
Nubes grises
Decir No y Hacer Si/Decir Si y Hacer No
Tarjetas
Ejercicios Experienciales
Sustituir "Pero" por "Y". "Me gustaría hacerlo pero tengo ansiedad" por "Me gustaría hacerlo y tengo
ansiedad"
Sustituir "Soy un desastre" por "Estoy teniendo el pensamiento de que soy un desastre.
Sustituir "No puedo soportarlo más" por "Estoy teniendo el pensamiento y la emoción de no
soportarlo más)
Otros
2.8.8. Conclusiones
Técnicas de Mindfulness y Cognitive Defusion pueden resultar muy efectivas en la práctica clínica.
Valor Clínico.
Suelen implicar otros componentes importantes tales como la Aceptación, la Toma de perspectiva,
lo que hemos aprendido a hacer, a lo que el cuerpo y la mente quieren hacer (controlar, suprimir,
evitar, erradicar... toda sensación negativa y mantener, alcanzar, perseguir las positivas.
Movimiento Hedonista).