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Perfiles y Rasgos

Por: Horacio Andrade

Doblarse sin quebrarse

Hay un popular dicho mexicano que bien podría describir lo que ahora se
conoce como Resiliencia: “Me doblo pero no me quebro”. Nada más le faltaría
un elemento para que correspondiera exactamente con la definición de dicho
término, y es el que la persona no solamente no se deje abatir por la
adversidad, sino incluso salga de ella fortalecida.

Aunque el concepto de resiliencia tiene su origen en la física de materiales,


donde significa la capacidad de una masa de resistir al choque contra otra
superficie sin destruirse en el evento, o como la resistencia que oponen los
cuerpos, sobre todo los metales, a la ruptura por choque o percusión, ha
entrado de lleno al campo de la psicología, resultando muy útil para entender la
forma como los humanos hacemos frente a los cambios y situaciones difíciles
de nuestra vida.

Hay algunos que de plano se “quebran”, otros que nada más se doblan y
algunos más que salen de la experiencia más fuertes, o incluso transformados
positivamente. Éstos últimos serían, propiamente hablando, los resilientes.

En mayor o menor medida, dependiendo del entorno en el que cada quien se


desenvuelva, la resiliencia es una cualidad que exigen los tiempos por los que
atravesamos, en los que abundan los riesgos, los peligros, las incertidumbres y
los problemas. Vivir en el hoy requiere una buena dosis de aguante, mezclado
con capacidad de aprendizaje y otras características que se han identificado
como propias de las personas resilientes. Resulta interesante ver cuáles son
éstas.

Una de ellas es el que cuentan con una visión clara de lo que quieren lograr, lo
que equivale a decir que su vida tiene un sentido. No se puede dejar de
pensar, al reflexionar sobre este punto, en Víctor Frankl, fundador de la
Logoterapia, y en lo que para él significó encontrar dicho sentido, ya que le
permitió conservar la vida en condiciones en las que muchos otros no lo
lograron.

Una buena autoimagen

Otra característica de las personas resilientes es su alto nivel de autoestima, lo


cual es totalmente comprensible, dado que algunos golpes amenazan la
imagen que uno se ha llegado a formar de sí mismo, al tener repercusiones
que dañan la salud, la economía, la relación familiar u otros importantes
aspectos que contribuyen, cuando están funcionando bien, a estar en paz
consigo mismo; por el contrario, cuando funcionan mal pueden hacer que el
individuo se sienta culpable, o incapaz, o inferior.
Una tercera característica es el control emocional, que les permite afrontar las
situaciones más difíciles sin ser presas del pánico, o de la desesperación, o de
arranques que pudieran resultar peligrosos y contraproducentes. Una cuarta es
el ser positivas: sin dejar de ser realistas al reconocer que a vida es compleja y
que está llena de amenazas, también la ven como una rica fuente de
oportunidades; dicho de otra forma, pueden verle lo bueno a lo malo.

En quinto lugar está la flexibilidad, que es la capacidad adaptativa, el estar


abiertos a los cambios y poder responder a situaciones nuevas ajustando la
conducta a ellas. Muy ligada a esta característica está la creatividad, entendida
en este contexto como la habilidad para arreglárselas con lo que se tiene a la
mano, o, como solemos decir, para no dejar “que se nos cierre el mundo”.

Una séptima característica es la autonomía. Esto es muy interesante porque se


ha encontrado que las personas resilientes tuvieron en su etapa de crecimiento
un adulto significativo cercano a ellas, que les sirvió de modelo, las apoyó y
protegió, pero sin volverlas dependientes.

La proactividad se ha identificado como una más de las características, lo que


quiere decir que las personas, lejos de defenderse del cambio y evitarlo, lo
propician. De alguna manera, han llegado a entenderlo y a aceptarlo como una
parte fundamental de su vida, y han llegado también a la conclusión de que no
basta con saber adaptarse a lo nuevo, sino que muchas veces hay que
propiciarlo uno mismo.

La anterior no es una lista exhaustiva de las características que distinguen a


los resilientes, pero sí abarca a las más relevantes, y nos da una buena idea
del perfil de gente que estos tiempos que nos tocaron nos demandan
desarrollar para navegar fluidamente por ellos. Después de todo, no podrá
haber organizaciones resilientes sin colaboradores resilientes y, sin esta
cualidad, no hay organización que pueda sobrevivir.

El reto ahora es lograr que las personas lleguen a ver a los cambios, a los
retos, a los riesgos y a la incertidumbre como elementos constitutivos del
entorno actual, y sepan moverse a gusto y de manera efectiva y productiva en
este siglo XXI que ya está arrancando su segunda década.

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